Y tus pecados serán perdonados (Colisión) (Omega)

Las carreteras eran un infierno, gente que intentaba salir de las ciudades, vías cortadas por terremotos o cosas que caían del cielo... El mundo parecía haberse convertido en un completo caos y llegar hasta su apartamento fue casi imposible, pero un par de rodeos más tarde, finalmente consiguió llegar. Vladimir estaba en la puerta, esperando su llegada, obviamente lo había sentido, pero no podía darle demasiadas respuestas. No hasta que ella obtuviera más y pudiera hilar un motivo coherente para todo aquello, y de momento no tenía ninguno; la respuesta "Han colisionado dos universos" resulta demasiado vaga. Los universos no chocaban así como así, no sin algo que lo provocara. Y eso era lo que quería descubrir.

Cuando llegó a casa y tras instalar a Doug en un dormitorio, se metió en la ducha, incluso Ariel y Uriel estaban asustados, no querían salir de casa, sabían que algo pasaba. Eran demasiado intuitivos para no saberlo. El agua caliente comenzó a correr por su cuerpo, despejando su mente, para pensar mejor. Y de repente... el agua ya no corría. La sensación que sintió en ese momento le era familiar, aunque ya casi olvidada para ella. Cuando abrió los ojos sus sospechas se confirmaron. Estaba en el cielo, para ser más exactos en el patio de la que fue su casa allí, estaba vestida con una túnica blanca prácticamente transparente, y su pelo estaba seco, como si no se hubiera metido en la ducha, pero no había ni rastro de suciedad en su cuerpo. Particularidades del cielo, la suciedad y la mugre allí no exisitían, desaparecían casi como por arte de magia, aunque eso no significaba que los ángeles no se bañaran, era una costumbre relajante de la que participaban con asiduidad

Pero no estaba allí para charlar sobre la frecuencia de sus baños con los ángeles. No al menos con los tres que salieron de entre las columnas del patio... Miguel, Gabriel y Metatrón. Ver juntos a aquel trío no auguraba nada bueno, y que la hubieran subido hasta el cielo, teniendo en cuenta su castigo de exilio, le sonaba raro, raro de narices.

- Vale, alguno de vosotros tres va a explicarme que hago aquí? ¿O se lo voy a tener que sacar a hostias? Aprecio vuestra invitación, pero os podeis meter vuestros intentos de que cambie de opinión por el culo. Y si llego a saber que habéis pasado a las negociaciones agresivas hubiera protegido mejor el ático.

Más les valía ir hablando, Alatariel nunca había sido un ángel paciente y aquella mierda de truquito la cabreaba mucho. Que la subieran hasta el cielo para obligarla a retractarse de sus ideas era jodidamente rastrero y si ya le tenía ganas al cabrón de su hermano mayor, aquello no lo mejoraba precisamente. Y no pensaba dejar pasar la oportunidad de despellejarle vivo. Como no empezaran a hablar con una buena excusa, eran ángeles muertos.

Los tres ángeles se acercaron, y la luz bañó sus rostros al apartarse de la sombra arrojada por la casa de Alatariel. Les conocía bien, a los tres. Miguel aparecía con una de sus formas clásicas, la del hombre rubio fuerte, de rasgos finos y algo afeminados, vestido con armadura y tabardo y portando su espada. Porque, ¿para qué estaban las viejas costumbres? Mantenía, eso sí, ocultas sus alas; tal vez un gesto compasivo hacia una exiliada. Dada su relación con ella, costaba creer que fuera por compasión. Gabriel estaba al lado opuesto de su hermano, también con las emplumadas alas ocultas. Su aspecto era algo más femenino, tal vez por la melena negra que cubría parte de la frente al bajar la cabeza, o tal vez por mostrar una complexión más fina que los otros dos ángeles. El Protector no gustaba de las demostraciones de fuerza o de las exhibiciones, y sus vestimentas abarcaban la más sencilla de las túnicas con una leve capa sobre los hombros. En el centro del trío, Metatrón era punto y aparte: su cara mortalmente seria permanecía enmarcada por un cabello enmarañado y rojizo, brillante como una llama. Tenía las alas plegadas a la espalda, en reposo, y alzaba la cabeza con aire orgulloso. En su forma actual, no era el más alto de los tres, pero su mirada carente de iris o pupila era inescrutable y sin duda imponía tanto respeto como su voz en el momento de hablar. Su indumentaria era la de siempre, una túnica granate con una capa roja que cubría la mayor parte de su anatomía.

Sin duda la presencia de Metatrón implicaba un mensaje, y de la mayor importancia. De la Mayor Importancia, exactamente. Lo de Miguel y Gabriel era sin embargo una incógnita. Alatariel sabía que Metatrón era lo suficientemente arrogante como para preferir presentarse en solitario ante ella, o ante cualquiera, por lo que la presencia de los dos arcángeles no parecía responder a su capricho. En todo aquello había algo más de lo que parecía, eso era indiscutible. En circunstancias normales no habrían venido los tres, nunca. Anteriormente habían acudido por separado, siempre para lo mismo y en circunstancias poco comunes. Nada parecido a eso. Miguel fue el primero en hablar, y lo hizo en tono sereno y hasta amable, aunque también algo cortante, en especial al ver a Alatariel usar tan despreciativamente la palabra “hostia”.

-Veo que tu tiempo con los mortales no ha mejorado tus modales. No es que muchos sean un dechado de virtud, pero muchos son capaces de mantener las formas al menos.

Miguel tenía el ceño levemente fruncido, aunque nada más en su actitud o semblante denotaba hostilidad. No había venido para pelear. Evitando que se formalizara la discusión, Gabriel se adelantó. Su voz era suave e invitaba a la reflexión y al perdón, como era de esperar en el arcángel de la Redención. Sus ojos pálidos miraron directamente a los de Alatariel. Se notaba en esa mirada que Gabriel estaba más que preocupado.

-No te hemos traído aquí a la fuerza, Alatariel. En realidad no te has movido de tu casa en la Tierra. Estamos hablando directamente en tu mente. Tal como están las cosas, no podemos arriesgarnos a que el equilibrio se desestabilice aún más. Cuanto menos usemos nuestra influencia de forma directa, mejor será.

Lo cierto es que exceptuando la zarza en llamas, aquel era uno de los medios más discretos con el que el Cielo enviaba sus mensajes. Comunicarse mediante sueños era un movimiento clásico, aunque solían emplearlo más los ángeles de rango más bajo. La situación era, sin duda, grave, si hasta alguien tan afectado como Metatrón optaba por ello. La propia Alatariel había sido testigo de tan sólo una parte durante su encuentro con Doug. La Voz de Dios fue el siguiente en hablar. Sus palabras tenían una peculiaridad propia, que hacía que las sílabas fuertes resonasen como un gong, mientras que sus pausas parecían revestirse de la profundidad del océano.

-Hemos venido a hacerte una propuesta. ¿Querrás escucharla?

- Di más bien que muchos se cagan en los pantalones al vernos. Los que no, lloran de la emoción... Y no eres quien para hablarme de modales, a mi el aliento no me huele a mierda ajena.

Alatariel respondió con asco y furia al comentario de su hermano sobre sus modales. Al menos ella no se había dedicado a lamerle el culo a todos sus hermanos, a su padre, e incluso a ese secretariucho de mierda que se plantaba ante ella como si fuera el rey del mambo. Si aquello no fuera un sueño, le daría el guantazo bien dado que llevaba pidiendo desde el inicio de los tiempos, quizás lo hiciera de todas formas... Miguel no dijo nada sobre el motivo de aquella bonita reunión, y Gabriel tampoco, pero él al menos tuvo la decencia de no echar más leña al fuego y aclararle que no estaba allí físicamente; si no fuera porque parecía idolatrar a su hermano mayor, hasta le caería bien.

Finalmente Metatrón se dignó a dirigirle la palabra, y hubiera aplaudido, de no ser porque no creía que fuera el momento, su voz no la impresionaba, ni el hecho de que sus ojos le diera un toque bastante inquietante a su imagen en conjunto. Alatariel había visto muchas cosas que aquel asistente con ínfulas no se atrevería a imaginar, pero tampoco iba a describírselas, no quería saber lo que había desayunado.

- Pues no, no quiero, pero algo me dice que la voy a escuchar de todas formas... Es una intuición.

El arcángel miró al trío celestial situado ante ella, si, tenía toda la pinta de que aunque no quisiera escuchar lo que tuvieran que decirle iba a escucharlo de todas maneras, y también que no le iba a gustar nada. Dios no le enviaba guardaespaldas a Metatrón a no ser que pensara que su vida podía correr peligro.

Al escuchar sus palabras, los tres ángeles manifestaron distintas reacciones según su naturaleza. Gabriel parecía azorado, incómodo con la situación, y evitó su mirada. Metatrón frunció un poco el ceño y una leve mueca se formó en su comisura. Estaba claro que no aprobaba su comportamiento, pero él no estaba ahí para eso. Miguel, por su lado, prefirió replicar a su vez. Desde su punto de vista, Alatariel hacía rato que había traspasado la línea de guardarse los reproches.

-Comprobar que los mortales lloran al vernos es algo que parece que te divierte. Tal vez no fuera una buena persona, pero aprovecharte de aquel sacerdote porque se aprovecha de otros no es hacer justicia. Hace mucho que esa forma tan... poética de obrar quedó atrás, pero pareces haberlo olvidado. ¿Disfrutaste mucho viendo cómo se aterrorizaba y te suplicaba antes de robarle su coche? - replicó tranquilo, con su rostro hierático, mientras Gabriel le miraba escandalizado.

Naturalmente, eso tenía un nombre. Venganza. Lo cierto es que llevar a cabo la literariamente famosa "justicia divina" dándole al culpable el mismo destino que infligía al inocente era forma de actuar sólo de ciertas entidades y otros elementos, muchas veces humanos, que actuaban o creían actuar en favor del Cielo. Sin embargo, era sólo una forma retorcida de venganza, o la búsqueda de satisfacción personal al castigar a un culpable aun si eso contravenía el orden tanto de los hombres como el Celestial. A fin de cuentas, ese tipo de actuación no difundía el más elemental ápice de perdón. Y en el fondo, eso era lo que les había traído. Una forma de obtener el perdón.

-Por favor, hermano, no hemos venido para esto.

Miguel cerró los ojos y movió la cabeza, recobrando una compostura que no había aparentado perder. Metatrón aprovechó entonces para atraer la atención fingiendo una tosecilla, y los tres ángeles volvieron a su imagen inicial. El Mensajero Celestial habló de nuevo con aquella voz rimbombante que parecía capaz de cavar mares y coronar montañas de cualquier parte del mundo con idéntica facilidad.

-Extremadamente graves asuntos de índole telúrica y aún más amplia están poniendo en entredicho la supervivencia de la misma Creación. El tejido mismo de la realidad está rasgado, el equilibrio trastornado, e incontables vidas dependen de que se halle solución. Por desgracia, es precisamente debido a ese mismo problema que no podemos intervenir directamente... bajo Su prohibición expresa.

-Nuestro Padre teme que, si intentamos detener de manera directa el caos que ahora se extiende por la Creación, causemos un desequilibrio aún mayor y sólo contribuyamos a acelerar la caída. Nosotros... nosotros no podemos ayudar. Todavía no - intervino Gabriel.

-Por eso estamos contactando a nuestros agentes en la Tierra, e incluso avisamos al Hijo de la Perdición... Él tampoco estará interesado en el colapso del mundo. De modo que Él, en Su infinita sabiduría, ha decidido que debemos hablar contigo. Ha decidido que éste puede ser un buen aliciente para ti; una ocasión de mostrar tu capacidad para el perdón y el arrepentimiento. Lo que te propongo en Su nombre es que te encargues de la protección de aquellos a los que antaño despreciabas: los mortales. De hecho, no sólo protegerlos. También colaborar con ellos para contribuir a poner orden en el daño telúrico que se ha ocasionado. A cambio - dijo en tono algo más displicente, como si creyera que no se debía dar nada a cambio de ser elegido para semejante honor -, se levantará la pena de exilio que pesa sobre ti, y recuperarás tu antiguo lugar en el Cielo. Ésta es la proposición que Él te envía.

Hubo una pausa. Metatrón había dejado de hablar y fue como si el silencio se hubiera hecho por primera vez en aquel mundo ilusorio. Miguel miraba a Alatariel con expresión indescifrable, y en los ojos de Gabriel se apreciaba la súplica que su gran piedad le inspiraba.

Alatariel escuchaba, relajada, sonriente, aunque no era una sonrisa amable. Se estaba riendo de ellos, y ellos lo sabían, el único que le daba pena era Gabriel, pero si todo aquello fuera algo más que un sueño, le estaría arrancando a Miguel las plumas una por una. Se encogió de hombros con un gesto de gozo cuando la recriminó por aquel asunto del obispo, gilipolleces, necesitaba un coche y mejor pedirlo que robarlo. Cuando terminaron de hablar, comenzó a caminar en círculos alrededor de ellos, como un tiburón que acecha a su presa, observando el estado de su patio.

- No eres quien para decirme nada sobre los castigos a mortales. ¿O te crees que no conozco vuestro pequeño secretito? En caso de que lo sea... Ese mortal al que manejáis y dais órdenes, personificación de la Venganza. Espectro. No eres nadie para hablarme de venganzas Miguel.

Después se acercó hasta Gabriel, puso una mano sobre su hombro y mirándolo fijamente a los ojos, lo estrechó entre sus brazos, en un contacto largamente esperado. Casi parecía la de antes, el arcángel que una vez fue. Casi. Le amaba, era su hermano, a pesar de todo era su hermano y lo quería por encima de todo.

- Te he echado de menos Gabriel, mucho. Pero sois gilipollas, los tres. Todos, si me apuráis. El tejido de la realidad no se está rasgando, ya está roto, y no puede deshacerse. No hay solución. Y si de verdad pensábais bajar... es que sois todos retrasados. TODOS, incluido tu, listillo... Tiene que joderte, verdad, Miguel, no eres el hermano más poderoso, ni el más listo. ¿Acaso no te has dado cuenta? ¿Ninguno se ha dado cuenta?

El arcángel los miró alucinada, no era posible que ninguno se hubiera percatado de ESO, de Miguel lo entendía, pero... ¿Gabriel? Aparte de ella, él era el más sensible de todos, tendría que haberse dando cuenta, a no ser que lo hubiera hecho, pero Miguel le hubiera hecho callar antes de que pudiera abrir la boca, no le sorprendería.

- Me apuesto una de mis plumas a que Gabriel si se ha dado cuenta... Panda de tarados... El equilibrio del mundo se ha roto y de verdad habíais pensado en hacer descender al ejército más poderoso que ha hollado la tierra? ¿De verdad necesitáis una órden de EL para daros cuenta que es la peor idea que nunca habéis tenido? Y joder, las habéis tenido malas... El poder de un sólo escuadrón de ángeles ahí abajo, podría reventar por completo las costuras de la realidad. Todo un universo a la mierda por vuestra genialidad. No hace falta su prohibición expresa para que no intervengáis.

De verdad, no sabía donde habían sacado a unos hermanos tan idiotas. Quizás ella era más sensible al equilibrio, a fin de cuentas era la otra hermana, la no gemela pero casi, habían nacido prácticamente al mismo tiempo los tres, ellos se habían quedado con el protagonismo creador, Lucifer con el mayor poder que jamás se hubiera visto, Miguel tenía más potencial creador que ningún otro ángel y ella se había quedado con un la sensibilidad, aunque era la segunda en poder. Esa era su mayor habilidad, sentía el latido de la tierra, del universo, como suyo propio. Ya no era capaz de decir si era algo de nacimiento o un poder adquirido por pasar demasiado tiempo en las fronteras del universo combatiendo con seres de más allá que amenazaban la paz celestial, sólo sabía que estaba ahí, y que a veces era tan intenso que dolía.

- Vaya... parece que al final si que soy la más ignominiosa de la familia si habéis decidido reanudar las relaciones diplomáticas con Lucifer antes que conmigo. ¿Debería sentirme ofendida? No menos que vosotros al escuchar lo que seguramente os dijo. ¿De verdad? ¿Lucifer? Será el primero en sacar a sus carroñeros para aprovecharse de la situación. ¿Para que quiere arreglar esto si puede aprovecharlo a su favor? Mientras el universo se desmoronaba, a saber cuantos portales se habrán abierto dejando pasar a su monstruosa progenie. Se ha reído de vosotros en su infinita crueldad y ahora recurrís a la última persona a la que querríais hacerlo. Soy más poderosa que Miguel y el Universo lleva milenios conteniendo mi poder en la Tierra, está acostumbrado. Veo su razonamiento. Ahora vez vosotros mi respuesta. Metéosla por donde os entre. Por mí los humanos hacía milenios que deberían haberse extinguido, y siguen aquí como parásitos de un mundo que no se merecen.

(Espectro sacado de aquí... http://superheroesyvillanos.blogspot.com.es/2010/10/espectro.html)

Miguel siguió mirándola con altivez, mientras que Gabriel se mostraba más nervioso por momentos. Naturalmente que el arcángel conocía al Espectro. No había sido él quien le convirtió en lo que era, claro, pero eran pocos quienes no sabían de su labor en la Tierra. Había nacido como un espíritu encargado de administrar la Ira Divina sobre aquellos que incurrieran en ella... si bien muchos opinaban que lo que desencadenaba era su propia sed de venganza, a no ser que su huésped le contuviera.

-Confundes venganza con castigo, hermana. La venganza es un acto nacido de un sentimiento. El castigo forma parte de una ley, de un orden establecido. Es el precio por romper una norma. Cuando ocurrió la rebelión, tú, como tantos otros, fuiste castigada. Nadie se vengó de ti. El exilio es el precio que pagaste. Espectro nació para ser un castigo, no una venganza.

-Hermanos, calmaos, por favor – intervino Gabriel.

Miguel miró a su hermano y detuvo su diatriba al advertir también la mirada admonitoria de Metatrón. No tenían tiempo para aquello, ciertamente, y hablar sobre algo así no ayudaba. Los arcángeles encajaron los siguientes insultos de Alatariel con estoicismo e indiferencia. Hasta Miguel se mantuvo inmutable esta vez. Era comprensible que su hermana estuviera molesta, y no pensaban echárselo en cara. Pero lo cierto es que no entendían a qué se refería Alatariel cuando mencionaba la rotura del equilibrio. ¿Que no lo sabían? ¡Claro que lo sabían! Acababan de decírselo. De no ser así, no estarían siquiera hablando de ese modo, sino que ya habrían intentado poner remedio. Mientras hablaba, Miguel y Gabriel se miraron. El primero interrogó con la mirada al segundo, pero éste no dio muestra de entenderlo. Es decir, ella acababa de repetir lo que ellos habían venido a contarle... Y naturalmente Gabriel había sido de los primeros en reaccionar, tal y como lo fue ahora.

-¿Enviar un ejército? Nadie ha dicho nada de enviar las fuerzas celestiales, Alatariel. ¿Por qué piensas que eso solucionaría las cosas? Como Demiurgo, Miguel habría podido reparar la brecha si ésta tan sólo hubiera sido algo progresivo. No obstante, la rotura se ha producido a una velocidad imposible de frenar a tiempo. Es posible para Miguel reparar la brecha todavía, pero en las actuales circunstancias, eso acarrearía problemas aún mayores para la Tierra. Ni yo podría arreglar todos los desperfectos que se producirían, ni tan siquiera con la ayuda de nuestros hermanos. Es por eso que Él nos encargó hacer las cosas de otro modo, para evitar daños de otro modo inasumibles. Y no eres la más ignominiosa, ni la última en ser avisada. Eres la primera... de la Tierra. Pero no es tan fácil para nosotros acceder ahora. Por eso usamos otros medios para avisar a quienes sirven a la causa.

-Y si eso te preocupa, Lucifer no ganará nada si todo se viene abajo. Si la Tierra es destruida, lo perderá todo. El nexo entre el Cielo y el Infierno se deshará, y jamás podrá hacer nada por evitarlo. Todas las ambiciones que tuviera puestas en el mundo, o en el Cielo, se convertirán en polvo. La pugna por el alma de la humanidad quedará inconclusa, y no hay nada que deteste más que perder, de un modo u otro – concluyó Miguel.

Metatrón no dijo ni hizo nada. No le correspondía a él más que entregar el mensaje y recibir la respuesta. Había detalles que arreglar, pormenores que ordenar, y muchos otros más que esperaban el mensaje para poder esclarecer los presagios que ya se habían dejado sentir por el mundo. Su pelo rojo como las llamas se agitó ante una brisa que carecía de origen, al igual que su túnica, y sus ojos pálidos carentes de pupila atrajeron y capturaron la mirada de Alatariel.

-Así pues, ¿es ésta es tu respuesta final? ¿Darás de lado la oportunidad de poner fin al exilio para seguir viviendo de tu amargura, escogiendo aún la venganza sobre el perdón? Si es así, no tenemos nada más de que hablar. Si no, aún hay algo que debes saber...

Levantó la mano, no quería excusas, Gabriel siempre había sido el más delicado, nunca se había parado a decirle realmente todo lo que había hecho, a echarle en cara todos sus errores como otros habían hecho. En su día habían estado bastante unidos, hermanos, amigos, al igual que con Rafael. Le dolía que se hubiera convertido en la comparsa de Miguel.

- No sigas Gabriel, se lo que soy y se lo que hice. No pido una delicadeza especial. No necesito excusas sobre el puesto que ocupo en vuestra lista negra, ni lo se ni me interesa. Pero con respecto a Lucifer, el universo es grande y él siempre ha sido muy ambicioso, no creo que sólo tenga como objetivo las almas mortales y menos ahora que sus límites se han expandido.

No iba a seguir discutiendo con ellos, ya sabía como acabaría aquello, en una conversación de besugos o peleando, y salvo que Miguel estuviera realmente frente a ella para arrancarle las alas, pelear con él le parecía una pérdida de tiempo, así que volvió a centrar su atención en Metatrón.

- No intentes jugar conmigo, Metatrón. No voy a aceptar o rechazar nada sin haber escuchado todo lo que tienes que decir, no soy tan idiota como el resto de ángeles que se arrodillan cuando pasas e intimidas con facilidad. Habla y luego valoraré si me gusta lo que propones.

No iba a ser tan estúpida para aceptar un trato de Metatrón, por muy de arriba que viniese ese trato sin escuchar todo lo que tenían para decir y sin exponer sus propias condiciones. Era una genocida y sabía que intentarían atraparla para tenerla completamente a su merced, pero ella tenía pensamiento propio y no iba a ser la esclava de nadie. Prefería el exilio.

Metatrón sabía que lo que iba a decir no le haría ninguna gracia, pero esas eran las condiciones del trato, y no iban a cambiarse. Si quería aceptar, habría de hacerlo con todo lo que ello implicaba, lo supiera de antemano o no. Para él no suponía ningún problema que lo supiera antes de aceptar, aunque consideraba que no era una información relevante. Cuando habló, una ligera mueca de enojo asomó a sus labios, y su cabello se movió como una llama, remedando su verdadero aspecto. Su voz parecía crepitar.

-Basta ya de insultos, hermana. Ahora sabrás lo que deseas. La razón de que Miguel y Gabriel estén aquí no es por escoltarme, ni es cortesía. Están aquí porque si aceptas, es su deber vigilar el desarrollo de los hechos que acontecen en la Tierra. Naturalmente, no serás lo único de lo que se cuiden, pero si tu respuesta es afirmativa, es Gabriel quien juzgará tus actos. Si ve en ellos verdadero arrepentimiento, recuperarás lo perdido. Sin embargo, si te desviases del camino, o si tu trato con los mortales se torna violento, el castigo sería exilio definitivo, y en este caso sería Miguel el encargado de administrarlo.

De modo que así era. Recuperaría su poder para ayudar a reparar los daños al tejido de la realidad, y si mostraba auténtico reconocimiento a los mortales, entonces eso sería permanente y podría regresar al cielo. En caso contrario, una vez terminado el problema, se quedaría como estaba. Y en el caso de propasarse con los humanos, lo perdería todo, y esta vez para siempre. Metatrón la miró con sus ojos sin pupila y las alas ligeramente abiertas. Su cabello aún parecía fuego. Los otros dos arcángeles no dijeron nada, únicamente la miraron sin dejar traslucir emoción alguna.

-Ahora sabes todo lo que hay que saber. La elección es tuya - concluyó.

No le gustaron demasiado las condiciones de Metratrón, a decir verdad, no le gustaron ni un pelo. Aunque consideraba que era cierto que tenía mucho de lo que arrepentirse, no de sus motivos para ir a la guerra, el tiempo le había dado la razón, los humanos no eran merecedores del regalo que se les había dado, pero tenía que reconocer que aquella decisión no dependía de ella; sin embargo se arrepentía de toda la sangre de sus hermanos que había derramado, quizás había llegado el momento de expiar sus pecados, aunque eso significara ayudar a los humanos. En cualquier caso, la idea de que la tierra se fuera al garete no le gustaba, no tenía intenciones de quedarse con los brazos cruzados, pero si podía ganar algo haciéndolo, mucho mejor.

- Acepto el trato, pero con condiciones, por supuesto. Si os ayudo en vuestra tarea, quiero recuperar lo que es mío, no sólo el resto de mis poderes, sino mi puesto, mi título, mi lugar. Y eso lo quiero ahora. Lo que Miguel tiene no es suyo por derecho, lo usurpó, y lo quiero de regreso. Ayudaré a reparar la grieta y por supuesto no mataré humanos. ¿Tenéis algo más que decirme o ya habéis acabado?

No quería alargar aquella reunión mucho más de lo necesario, no se sentía con ánimos de ponerse a charlar de los viejos tiempos con una copa de vino en la mano. Ni Metatrón ni Miguel eran santo de su devoción y si eran listos y se habían dado cuenta, no la rentendrían másde lo imprescindible en aquel sueño. No quedaba más de que hablar.

Miguel la miró desconcertado. El ceño de Metatrón se mantuvo. Durante unos segundos, los tres arcángeles guardaron silencio. Algo casi imperceptible debía estar ocurriendo, porque de pronto Miguel y Gabriel parecieron  ponerse nerviosos. Ambos se miraron, y acto seguido miraron a Metatrón. El arcángel bajó la cabeza. Se diría que aceptaba.

Nada más lejos de la verdad. Lo cierto era que acababa de alcanzar su límite.

Gabriel y Miguel se echaron a un lado justo a tiempo de evitar ser calcinados cuando un pilar de llamas emergió del punto donde Metatrón se encontraba. El fuego se arremolinó como si de un tornado se tratara, alcanzando más de seis metros de altura. En el centro de la columna llameante se perfilaron unos ojos y una boca, fruncidos con furia. Alatariel no era la única en el Cielo capaz de controlar el fuego.

-¡¿OSAS IMPONER CONDICIONES?! - bramó, liberando una corriente abrasadora al pronunciar las palabras -. ¿TE ATREVES INCLUSO A LLAMAR USURPADOR A TU HERMANO? ¿A ÉL, QUE OCUPÓ ESE PUESTO A REGAÑADIENTES, CUANDO TÚ LO PERDISTE POR TU TRAICIÓN? PODRÍA PASAR TODOS TUS INSULTOS POR ALTO, INCLUSO ESE REPROCHE, NACIDO DEL RENCOR... ¡PERO NI TÚ, NI NADIE, TIENE PODER PARA ALTERAR LAS PALABRAS DE ÉL EN EL CIELO! ¡¿Y TE ATREVES A PROPONER QUE YO LAS ALTERE?! ¡¿POR ACEPTAR OTORGARTE LA RECOMPENSA ANTES DE HABÉRTELA GANADO?!

En ese momento dio la impresión de que el pilar ardiente estaba a punto de lanzarse sobre Alatariel. Si bien Miguel y Gabriel se quedaron atrás, fue éste último quien, impelido por su naturaleza, trató de calmar a la Voz. Parecía que sus palabras no se escucharían entre el crepitar furioso de las llamas.

-Calma, hermano. No hay necesidad de enfadarse. Ya lo has dejado claro - dijo, haciendo un gesto conciliador con ambas manos. El fuego siseó y crujió como una fundición, pero los rasgos de Metatrón fueron perdiendo forma a medida que éste intentaba controlarse. Tan rápido como había venido, el fuego desapareció, dejando otra vez la figura furibunda vestida de rojo.

-Me temo que no tenemos poder para cambiar el trato, hermana. El mensajero no tiene derecho a hacer cambios en el mensaje. Únicamente tiene el deber de transmitirlo - dijo Miguel.

-Exacto. He tenido ya suficiente, y mi trabajo aquí ha concluido, pues ya conoces los detalles a la perfección. La decisión sigue siendo tuya, pero no habrá concesiones. No si Él no lo permite. Ahora mismo, tu destino está en tus manos - concluyó Metatrón, dándose la vuelta para marcharse.

Al girarse, las alas se abrieron y comenzaron a difuminarse. La reunión fraternal llegaba a su fin. Miguel siguió a la Voz, no sin antes dirigir una mirada a Alatariel. Era imposible decir qué pasaba por su cabeza en ese momento. Gabriel fue el último en desvanecerse, y sus palabras fueron las que la sacaron del sueño.

-Ya deberías saber a estas alturas, hermana, que con Él vale más confiar en la generosidad que en la exigencia...

Las nubes ocultaron por completo su campo de visión. Parpadeó. Al abrir los ojos, todo fue el ruido del agua de la ducha, cayendo sobre ella y a su alrededor.