Cosas de las que hablar (Astrid Hadlow) (19/3/2017)

Día libre, un concepto que no existía en la gélida Rusia. Por lo menos no para los espías.  Era algo que se agradecía de vezen cuando; no era muy de sonreir, pero cuando Furia pronunciaba esas dos sencillas y simples palabras, en mi cara surgía una sutil sonrisilla.  Los días libres los dedicaba a hacer ejercicio, conocer un poco más Nueva York,  salir a comprar o ver alguna película,  pero nunca comedia romántica.  Y eso es lo que iba a hacer hoy, ponían un ciclo de películas de acción en un antiguo autocine.

Me despereze y salí de la cama enérgicamente con un salto para enfrentarme a mi armario. Decidí ponerme unos vaqueros cortos con una camisa de mangas sisa negra. Por encima me puse una sudadera que dejaba ver uno de mis hombros, gris y con el dibujo de un tigre bajo unas letras rojas donde se leía perfectamente "Rock you". El plan era desayunar algo, dar una vuelta por Central Park, comer cualquier cosa y luego ir a lo de la película.  Hoy echaban "Un ciudadano ejemplar", una de las primeras películas que vi cuando llegue a América y que realemnte me gustó.

Fui a la cocina para preparar un poco de café,  pero no quedaba. Eso me cabreaba muchísimo,  llevaba día a día miles de cosas mucho más complicadas para adelante y me molestaba que se me olvidaran esas estupideces. Intente calmarme, cogi mis llaves, mi teléfono y dinero y fui al Starbucks que había a dos manzanas de mi casa. Ese sitio estaba abarrotdo de jóvenes con pelos raros y gafas de pasta. Hice la cola pacientemente hasta que solo quedaban dos jóvenes delante mia. Miraba mis opciones para saber qus pedir, los nombres de las cosas eran muy confusos, cuando mi teléfono sono con un tono que decia "I don't hate you" que por lo visto era de un videojuego,  Portal o algo así.  Me lo puso Stark porque dijo que seguramente era la única forma que había de que yo dijera que quería a alguien. Graciosillo.

Miré el móvil y vi que era un mensaje de Astrid, la nueva doctora de Stark. Era una chica agradable y sincera que me caía muy bien. El mensaje decía que si podía ir a su casa, que necesitaba habalr urgentemente con alguien. Miré hacia delante para ver a los dos jóvenes que estaban delante mia. Me mordi el labio y salí de allí para dirigirme a casa dd Astrid. Pasados quince minutos, llegue a su portal y subí las escaleras de dos en dos. Estaba algo preocupada, no sabía que le pasaba a Astrid. Llamé a la puerta esperando inpaciente que esta me abriera.

Estaba histérica, había pasado la noche en vela después de que Stark se fuera de su casa y el sueño no parecía tener intenciones de asomar, aunque se encontraba mentalmente agotada. ¿Que debía hacer? El había dicho que le gustaba, pero ella no estaba segura de que aquello fuera cierto de verdad y no un producto de demasiado alcohol y tampoco estaba segura si debía sentir algo por él. No porque fuera mayor, aunque lo era, ese no era su mayor problema. Su problema era su fama, todas sus famas y el hecho de que fuera su jefe. Necesitaba una opinión femenina, pero por la hora, su familia debería estar durmiendo, no era plan de despertar a su madre con temas que una debería compartir con una amiga o de despertar a una de sus amigas en inglaterra, la mandarían al cuerno. Pero necesitaba una chica... así que avisó a la única que se le ocurrió. Seguro que ella sabía un montón de esas cosas.

Natasha tardó poco en llamar a su timbre, vaya, eso si que era velocidad. Mejor, estaba a punto de subirse por las paredes, y cuanto antes empezara antes terminaría y mucho mejor para todos, además, ella conocía a Stark mucho mejor que ella, seguro que sabría mucho mejor que es lo que debería hacer, mucho mejor que ella sin ninguna duda.

- ¡Señorita Romanoff! Que bien, había hecho un montón de comida y pensé en invitarte a comer. ¿Has probado la comida inglesa? La que sabe bien, no la otra...

Dar rodeos no era la mejor forma de empezar, pero no se atrevía a empezar de otra manera. ¿Y si hablar con ella no era una buena idea? Había cometido un tremendo error, eran compañeros, amigos, no, llamarla a ella no había sido ninguna buena idea, más bien todo lo contrario....

Me quede con una discreta mueca de sorpresa cuando Astrid me ofrecío aquella invitación.  ¿En serio me había llamado para que viniera a comer con ella? Obviamente no. Ella podría ocultarle cosas a Stark o a quien fuera, pero intentar ocultarme algo a mi era una misión imposible. La delataban su leve cara de preocupación,  su nerviosismo al hablar, sus notorias ojeras de no haber dormido en toda la noche. Algo le pasaba, era obvio. La cuestión era: ¿qué le pasaba?

Decidí seguirle el juego, yo también sabía jugar. Además,  podría recabar más datos. Me adentre en la acogedora y coqueta casa, ella se podía permitir más,  estaba segura de ello pero no parecía querer más.  Se conformaba con poco, era modesta y sencilla. No solo en su casa: su atuendo, su comportamiento habitual, en todo un poco. Eso me hacia pensar en que tenía un serio problema de autoestima, ¿por qué? Demasiado para saberlo sin un poco de interrogatorio.

- Gracias, la verdad es que me muero de hambre.-dije con el tono más amistoso que mi voz permitía.

Ande por el pasillo, pasando por al lado de la habitación que curiosamente olía a ¿alcohol? Astrid no tenia pinta de ser una mujer que le gustara beber. ¿Un rollo de una noche? No creo, era una mujer formal y no creo que se dejase llevar por lo carnal tan fácilmente. Me puse de pié junto la puerta de la cocina, con una pose un tanto rígida y militar.

- ¿En qué te ayudo?

Hice una pequeña pausa, pensando en si empezar la comprometida conversación por la que realmente me encontraba en esa casa. Con todo lo que había descubierto en esos pocos minutos y lo que ya sabia de antes, estaba segura de que no me aventuraría a afirmar lo que pensaba en vano. La miré un momento, quizás un poco desafiante. Se la veía cansada.

- Y bueno, espero no ser demasiado indiscreta.- empecé con un tono amable. Hice una pequeña pausa, separando ambas frases.- ¿Con qué Stark?

Natasha aceptó su invitación a comer, eso estaba bien, quizás podría pasar de alguna manera aquel mensaje por una amable invitación, quedar como una buena anfitriona y olvidarse de aquel día, o aquella semana, y quizás con un poco de suerte todo volvería a la normalidad. Parecía algo rígida, como si no estuviera cómoda con aquella situación; quizás no era invitada a comer en casas ajenas con mucha frecuencia, pero a ella no le importaba, tampoco es que Astrid fuera el culmen de la popularidad, más bien lo contrario.

- Oh, en nada, ya está todo casi listo. ¿Vino?

Pero antes de que pudiera sacar el sacacorchos del cajón donde lo guardaba, se quedó pálida, y a punto estuvo de escurrírsele la botella de entre las manos, en silencio sacó el sacachorchos, abrió la botella y tras servirse una copa de vino a la que pegó un trato respondió con una sonrisa algo nerviosa.

- ¿Sucede algo con Stark?

Ella misma se preguntaba si sucedía algo con él, no lo tenía nada claro, le había entendido la mitad de lo que le había dicho el día anterior y sospechaba que detrás de todo eso había mucho más, quizás relacionadas con el beso, quizás relacionadas con la forma en la que la molestaba, ya que aseguraba que no lo volvería a hacer. Ella no se había quejado, vale, era algo molesto cuando intentaba concentrarse en su trabajo, pero tampoco era tan desagradable. No creía haberle hecho pensar lo contrario. ¿O si?

Un largo trago de vino, movimientos bruscos, risa nerviosa. Esta chica no sabía mentir. En los últimos días que había visto a Stark estaba realmente raro y, hasta el momento, no sabía descifrar porque; pero después de la llamada de Astrid, y todo lo que mis observadores ojos recopilaban, enlazaban y ataban, estaba casi segura de que tenía la solución en mis propias narices. Una sorisita surco mi cara.

- Astrid, no me has invitado solo para comer. Tu lo sabes, yo lo se.

La miré, pero esta vez sin ningún ápice de desafio, se la veía preocupada y no quería que se sintiera intimidada. Yo sabía perfectamente lo que era no poder hablar con nadie de tus problemas y tener que guardartelos para ti misma, era doloroso y duro; y supongo, que te acababa convirtiendo en alguien como yo y no quería que eso le sucediera a Astrid, me caía demasiado bien.

- Soy una espía, Astrid. Se que entre tu y Stark pasa algo. Lo he notado raro últimamente, no era el, por así decirlo. Y que repentinamente tu me llames porque necesitas hablar y que tu cuarto huela a alcohol, me da mucho que pensar.

Mi tono intentaba ser amistoso, realmente quería que ella se desahogara, se notaba que lo necesitaba.

- Si no quieres hablar conmigo, lo entenderé. Me conoces desde hace poco y quizás no confies en mi. Pero si quieres hablar, yo estoy aquí para escucharte.

Me acerque hasta ella y le puse mi mano en su hombro, con un gesto entre la pena y la amistad.

Se derrumbó visiblemente ante los ojos de la experta espía que había leído tan dentro de ella sin esforzarse, se desplomó sobre una de las sillas con gesto preocupado. Estaba preocupada por el comportamiento de Stark, por el día anterior, por muchas cosas. Quizás aceptar ese trabajo no había sido buena idea, por mucho que cobrara, estaría más tranquila en la universidad, aunque tuviera que hacer el trabajo de su becario.

- Va a volverme loca señorita Romanoff, no le entiendo nada. A veces creo que soy demasiado estúpida para comprenderle. Creo que he hecho algo malo, pero él dice que el problema es él y yo no consigo ver ningún problema por ningún lado, y bebe una barbaridad. La noche anterior me llamaron de un sitio del bronx para que fuera a recogerle, se había peleado con alguien y apenas podía mantenerse de pie. Quiero ayudarle, pero no se como...

La mente de Astrid era un caos, siempre tan lógica, tan razonable, era como si alguien la hubiera agitado como una coctelera y ahora nada tuviera sentido, por mucho que le hubiera dicho que no haría nada (aunque tampoco entendía que podría hacer), temía que haría cuando fuera a trabajar, que le diría cuando le viera. ¿Que debía hacer si no quería dejarse ayudar? Su cabeza era un mar de preguntas para las que no tenía respuesta, y eso no le gustaba.

Había organizado su mundo para todo tuviera una explicación, porque todas las preguntas del universo podían responderse si uno buscaba bien cual era la respuesta, pero no tenía ni idea de donde buscar aquellas o si tenía las respuestas adecuadas. No creía que pudiera medirse con un láser de helio o que pudiera dejarlo como una teoría que no se podía demostrar, como la teoría de cuerdas.

Al ver a la brillante joven derrotada en la silla hablándome del incorregible comportamiento de Stark, no pude evitar pellizcarme el puente de la nariz mientra cerraba con fuerza los ojos. Cogí la copa de su mano y la rellene, cogí otra del mismo lugar de donde anteriormente la joven había sacado esta y la llene también. Para hablar de este tema, necesitaríamos alcohol.

- Empecemos por el principio. Trabajo con Stark, lo sabes y realmente, ha tenido un comportamiento estás últimas semanas que me han llevado a un verdadero quebradero de cabeza. Estaba más amable de lo normal, más contento.

Le comenté a la joven, intentando que entendiera lo que quería decirle, pero, por lo que había escuchado de su boca hace unos momentos, había observado que no era una mujer muy perspicaz a la hora de leer entre líneas. Según lo que me había contado, como estaba Stark estas semanas y todo lo que había visto; sabía con certeza que ocurría. Y, conociendo a Stark, le habría soltado mil indirectas a la pobre chica, indirectas que hasta una niña de ocho años podría entender. Pero, por lo visto, ella no. Era demasiado inocente. Le cedí la copa y proseguí mi breve discurso.

- Mira, no se mucho de decoro; así que te lo diré claro. A mi parecer, según lo que se; que no es poco, estoy segura al cien por cien de saber que pasa con Stark. Se está o ya está enamorado de ti.

Dicho esto con un semblante que no mostraba perturbación alguna, como si hubiera dicho la cosa más normal del mundo; rebusqué en mis bolsillos encontrando un paquete de Chesterfield a medio acabar con un mechero dentro.

- ¿Se puede fumar aquí?

Astrid estaba que no cabía en sí, y no de gozo, si no más bien de alucine. Todo aquello era aún más peregrino que su excursión a aquella estación espacial, mucho más que conoce a un perro con telepatía, a una mujer con antenas, mucho más que haberse teleportado en el espacio desde su antiguo laboratorio. Todo lo que le contaban la hacía pensar que había despertado de repente en una dimensión desconocida, el mundo al revés donde nada es como ella conocía. Dejó con calma la copa sobre la mesa antes de que se le cayera del susto, a fin de cuentas era británica, contenida, ella no hacía nada que estuviera fuera de lugar.

- Eso es imposible, él dice que le gusto, pero... no creo que sea así. Me ve todos los días y está pasando momentos duros, cree que le gusto porque no espero nada de él, pero no es así señorita Romanoff, seguramente cuando todo haya pasado se de cuenta de la verdad. Los hombres que pueden tenerlo todo, como él, aspiran a lo mejor que puedan tener, algo a su altura, una mujer sofisticada e ingeniosa, no una rata de biblioteca como yo. Pero su humor ha cambiado y me preocupa, bebe demasiado y apenas pisa por el trabajo, y cuando lo hace casi siempre está borracho. Me preocupa, pero me está volviendo loca y no se que hacer...

Se sentía derrotada, no podía ser cierto lo que la señorita Romanoff decía, no podía ser porque eso la hacía daño, alentaba sentimientos que no debería tener, porque sabía que acabarían mal y no quería acabar con el corazón roto por haberse fijado en quien no debería, por dejarse llevar por vanas esperanzas, ella era racional y sabía cuando estaba demasiado lejos para ella. Ni siquiera tenía muy claro que hacía alguien como la señorita Romanoff escuchando sus penas.... Quizás estaba aburrida...

Pobre mujer. Y no solo pobre porque Stark se haya fijado en ella, si no porque se notaba a la alegua que tenía un profundo problema con ella misma, un problema de autoestima. Me dió mucha pena verla así, sintiendose que no valía, que no era suficiente para Stark. Sin más, encendí un cigarrillo y me senté a su lado, cruzando las piernas y mirandola con una expresión de tristeza.

- Astrid, yo lo conozco; a Stark y creeme, ha pasado por momentos peores que este y no se a lanzado a los brazos de nadie por ello. Soy una espía, ¿sabes? No se me escapa nada. Y cuando te digo que está enamorado de ti, lo digo en serio. Y no me equivoco. Y, la verdad, me alegro. Quizás tu seas el estabilizador que necesita, quizás puedas hacer que siente la cabeza de una vez.  

La veía tan decaída; y todo por "culpa" de Stark. Yo ya había notado hace ya que Stark estaba demasiado contento y muy poco hiriente, sabía que había alguien, pero nunca me imaginé que fuera Astrid. Una modelo, una actriz quizás, pero no una doctora formal y con los pies en la Tierra. La miré detenidamente un momento. Era una mujer atractiva y bella. No era una modelo, obviamente, pero tampoco era para nada del montón.

- Y si Stark está así; bebiendo más de la cuenta, triste, cabreado o lo que sea; es obvio por qué es. Mejor dicho, por quién. Y esa no es otra que tu.

Descruce las piernas y me levante, buscando un sitio para apagar el cigarro. Lo mojé un poco en el fregadero y lo tiré a la basura. Me giré, apoyando mis manos en la encimera y mirando de nuevo a la joven.

- O sea, que no me equivoco, te lo puedo asegurar. Pero la pregunta ahora es: ¿Tu quieres a Stark?

La miré con un poco de reto y seriedad. Stark no era mi amigo, para nada. Pero después de tanto tiempo trabajando codo con codo, después de que el me haya salvado la vida un par de veces y yo a él; había desarrollado una especie de vinculo de cariño con el. Sus incesantes bromas y estupideces impedían que ese vínvulo fuera amistad. Era algo más parecido a la hermandad, era como mi hermano, pero mi hermano pequeño, algo irónico. Realmente, sentía ese vínculo con todos mis compañeros, aunque no lo demostrara a menudo. Y, en definitiva, a ninguna hermana mayor le gusta que le rompan el corazón a su hermanito.

La doctora sintió que le planteaban una pregunta clave, hubiera preferido que Natasha le pidiera que le explicara la teoría de cuerdas, que le preguntara si quería a Stark era algo mucho más complicado de responder, y a la vez sencillo, y quizás era eso lo que lo hacía tan complicado; porque sabía que en cuanto lo dijera no habría vuelta atrás y no estaba segura de querer eso, exponerse de esa manera, que alguien supiera todo. Se bebió el resto de su copa de un trago.

- Es complicado, me gusta, si. ¿Como no podía gustarme? Es siempre tan amable y encantador, incluso cuando se enfada conmigo siempre es tan... comedido y delicado... Incluso después de haberse cabreado conmigo ayer, me llevó a cenar para compensar lo que había hecho. ¡A París! Como si necesitara ese tipo de cosas, realmente me habría bastado con un "gracias" Fue precioso, sabes? Pero no soy como las mujeres con las que él suele estar. ¿Que pasa si se da cuenta que no soy como él pensaba? ¿O se aburre? Nunca he tenido muy buena suerte y no quiero volver a equivocarme. Prefiero quedarme a una distancia segura que perderle. No me importa, de verdad que no me importa seguir como ahora, si así puedo asegurarme que puedo seguir a su lado, cuidándole.

Ya estaba, lo había soltado todo, había quedado al descubierto delante de prácticamente una desconocida, y no sabía porqué, pero confiaba en ella; era una estupidez, ella misma había dicho que era una espía, pero... de verdad necesitaba desahogarse. El día anterior había estado demasiado cargado de emociones que tenían que salir por algún lado y prefería un escape controlado a una explosión. Prefería rebajar la presión en el núcleo a desatar un Chernobyl emocional.

Sabía que otras mujeres en su situación la tildarían de idiota total, que la aconsejarían que se dejara llevar y se diera al menos un capricho por una noche, pero ella no era de esas, no le gustaba ser mujer de una noche y no quería que ningún hombre lo fuera. Podía ser ingenua, pero ella siempre prefería tratar las cosas como si fueran a durar; podría hacer lo mismo, pero Tony Stark empezaba a calar más profundo de lo que hubiera querido y prefería no salir demasiado dañada de todo aquello, aunque ya fuera un poco tarde.