Experimentos (Dalae Darkle) [27/02/2019]

Dalae miró a aquella chica a los ojos. Llevaba un vestido de color rojo oscuro, de manga larga. Ella puede sentir frío, se recordó, aunque puede eliminarlo con magia. La magia es la solución a muchas cosas. La chica tenía el pelo castaño, ondulado, los ojos vivaces y una sonrisa sincera. Sinceramente falsa. Era bastante alta, aunque no demasiado; andaría por los veintiuno, quizás veintidós o veintitrés años, aunque su aspecto era ligeramente intemporal. No iba armada más que con sus palabras y sus manos. Dalae alzó la mano, y rozó la superficie del espejo. Sus dedos acariciaron durante unos segundos los de Rydia, encerrada al otro lado. Aparentemente. En realidad, Rydia ya estaba sobre ella, envolvéndola en su velo de ilusiones. Lista para la acción. Pero por debajo, Dalae seguía siendo la de siempre: Aunque el vestido era real, había ocultado el hecho de que llevaba una pequeña daga en la cadera, junto a la espina empapada en poción que le permitiría borrar la memoria de Superdepredador. La asgardiana se sentía desnuda si no llevaba ningún arma, para que vamos a mentir. Además, ese cuchillo no era otra cosa que el báculo de Raden, reducido. El mago atlante le había demostrado que no tenía nada que temer de él, pero la joven no era tan confiada. Realmente iba muy desprotegida, al menos según su opinión. Se alejó del espejo de cuerpo entero, y sacó del armario un abrigo largo, de color creama. Se lo puso, y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí. Últimamente solo iba a la Base para dormir a veces, ya que tenía cosas que hacer a lo largo y a lo ancho de ese mundo y de otros. Llamó a Raden, y el lobo se filtró en forma de vapor por las grietas de un muro. Envolvió durante unos segundos a la mujer que se hacía llamar Rydia, y volvió a su lugar. Tenía que pasar desapercibido también en la medida de lo posible.

Algunas horas después, Dalae andaba tranquilamente por los alrededores de la Mansión de Arión. Hacía un buen día, con algo de viento que movía el borde de su vestido y arrastraba las hojas secas por el suelo. La ayudaba a pensar mejor: Hacía dos días, habían caído los tres en la trampa de aquel demonio en el Mercado Troll. Arión había desaparecido precipitadamente, dejando tras de sí a sus confusos amigos. ¿Por qué? Si algo lo hubiera alarmado, lo lógico habría sido que hubiera dicho algo. Tanto si quería que ellos evitaran ese peligro o que fueran presa de él, ambas opciones eran posibles gracias a su estado cambiante. Además, parecía nervioso... Dalae había estado dándole vueltas al asunto, sin encontrar una explicación lógica. Claro que ella ignoraba parte de las condiciones por las que estaba pasando el mago. El Cráneo jamás la había informado la existencia del demonio que habitaba en la gema falsa, así que no tenía modo de saber hasta qué punto llegaba la presión a la que Arión estaba sometido. Solo sabía que su misión consistía en acercarse a él y conseguir su ayuda. A cualquier precio. Pero ahora tenía una misión más concreta: Rematar a Superdepredador para que no la delatara. No eliminarlo necesariamente, tan sólo borrar los recuerdos que la implicaban.

Finalmente, llegó a los terrenos propiamente dichos de la mansión. Seguramente la detectarían ahora, pero eso no le importaba. Después de todo, no quería pasar desapercibida."-Nos han visto." Una esfera planeaba cerca de ellos, a gran altura. Seguramente fuera aquello el vigilante. Para cuando llegó a la puerta principal, Trykhun ya estaba allí, esperándola para darle la bienvenida. Eficiencia en estado puro.-Buenos días, Trykhun. ¿Sabes dónde está Lord Arión?-Quizás hubiera salido, pero Dalae no lo creía probable. Por lo que sabía, el atlante se había recluido allí, al menos la mayor parte del tiempo.

Dalae tenía intención de entrar directamente, pero el sirviente la detuvo en el vestíbulo. Tenía las manos manchadas de tinta fresca, y parecía muy preocupado. A medida que hablaba, le desveló el porqué de su inquietud. Arión había empeorado mucho más de lo que Dalae tenía calculado desde un principio, pero no sólo eso. Había estado dándole vueltas estos días a las cicatrices que Arión tenía en su espalda, sin encontrar nada que explicara el hecho de que se había vestido rápidamente, como deseoso de cubrirlas de la vista de los otros dos magos. Dalae se había informado, y sabía que el atlante había vivido mil aventuras, por lo que no resultaba extraño que hubiera resultado herido en el transcurso de las mismas. Pero según Trykhun, Arión había sufrido esas lesiones en la batalla de la montaña. Además, ¿Por qué le avergonzaban? Podía comprender que se tapara rápido, ella tampoco se encontró precisamente cómoda en ese momento... Pero era diferente. Su expresión grave delataba que había algo más rondando por su mente. Algo que quería ocultar. Cráneo no la había informado sobre aquello: Todo lo que sabía era que HYDRA había tendido una trampa en la que habían caído tanto él como Wonder Woman. Un ritual antiguo que retorcería sus personalidades hasta dejarlos irreconocibles. Pero nada de eso implicaba infligir heridas físicas más allá de las causadas por los soldados de la organización.

La sustancia encontrada en su organismo también era un factor a tener en cuenta. Dalae desconocía por completo cualquier cosa que tuviera que ver con la química, así que ese nombre no le decía nada. Pero por si acaso, lo memorizó: Trykhun le había dado a entender que eso era una pista, y Dalae pretendía averiguar qué le había pasado al atlante. Quizás luego pudiera informarse, por que no le parecía adecuado indagar más en ese sentido de momento. No, el acólito acababa de decir algo mucho más interesante... Lo dejó explicarse, sin interrumpir. Si Arión confiaba ya en ella, su trabajo iba a resultar más fácil. Y más si ese espejismo lo atraía de alguna manera. Era cruel, en cierto modo: Arión, el original, el mago con el que había luchado por salvar Midgard, era un hombre bueno. Quizás demasiado para este mundo. Su bondad solo le había traído sacrificios y dolor, como le iba a suceder dentro de no mucho. Como le estaba ocurriendo en esos momentos. Prisionero de una maldición sin saberlo, confiando precisamente en quien sabe que te va a traicionar casi desde que te puso los ojos encima. Sin poder escapar ni aunque pudiera ver la telaraña que se cerraba a su alrededor.

Oh, y después estaba Superdepredador. El chivo expiatorio que le había facilitado poner en marcha toda aquella maquinaria. Ciertamente, no le preocupaba ya demasiado. Había asumido que no era un peón que se había vuelto una carga, y había que deshacerse de él. Pero eso de estar sufriendo una vivisección... No esperaba que a estas alturas Arión fuera precisamente compasivo, pero aquello superaba sus expectativas. Necesitaba un Arión malvado, y él solo se estaba acercando a serlo a marchas forzadas. Pero claro, eso interesaba a Dalae. Rydia apreciaba al mago, estaba preocupada por él y haría lo posible por ayudarle.

-Yo... En fin, no sé qué decir. Respecto a las cicatrices, solo las ví un momento, pero parecen cortes rectos no muy profundos. También tengo mis sospechas, pero ahora creo que lo primero es ocuparnos de él y de ese ser. Yo luché al lado de Arión antes de lo que quiera que sucedió en la montaña, y con eso me basta para darme cuenta de que cada día empeora.-Involucrar al acólito quizás fuera buena idea. Se había presentado prácticamente como un aliado involuntario para sus maquinaciones, y no sólo no sospecharía, sino que ayudaría a la asgardiana a abrirse paso hasta el corazón del mago. -No sé si me escuchará... Pero puedo intentarlo. No quiero que se convierta en el asesino de un ser inocente si puedo evitarlo, y menos si ese ser realmente tiene conciencia. Démonos prisa, antes de que sea tarde.-Evitó adrede el tema de la relación entre ellos dos: Sería muy poco realista comentar con naturalidad ahora lo que días antes la había hecho sonrojar. Dudaba mucho llegar a eso, por no decir que le parecía imposible. Pero si se llegara a dar... Bueno, digamos que si Arión supiera lo que le convenía, se mantendría alejado. Pero por fortuna para la joven, no era el caso. Atravesaron algún pasillo y bajaron las escaleras que conducían al sótano a paso rápido. Trykhun abrió la puerta, y una bocanada de aire impregnado de olor a sangre llenó los pulmones de Dalae. Desde detrás del sirviente pudo ver lo que había dentro, y lo cierto era que toda advertencia había sido poca. Hubiera dicho que la criatura estaba muerta de no ser por que podía ver su corazón latiendo y sus pulmones moviéndose desde allí. Arión no tenía mejor aspecto. Dalae siempre lo había visto dando una imagen elegante, aristocrática, pero ese día sus caros ropajes estaban empapados de sangre y otros fluidos. Manipulaba con mucho interés lo ahorre quiera que tuviera dentro Superdepredador, y parecía... Contento. Resultaba inquietante. Trykhun reaccionó lo más neutralmente que pudo, sugiriendo además implicar a Iron Man en el tema. También la mencionó, de pasada, y la reacción del Sumo Mago confirmó lo que su ayudante había dicho poco antes: Arión se la quedó mirando, sin decir nada."-Al final, el vestido ha sido buena idea."-Entonces, Trykhun sugirió a su señor que se lavase y arreglase, y él asintió.

-No se preocupe, yo recogeré todo esto mientras se prepara. Les esperaré en el salón.-Era una de las pocas salas que la joven podía encontrar con facilidad, y no estaba muy lejos. Además, lo que tenía que hacer era muy rápido. Uno de sus objetivos en esos momentos era deshacerse de Superdepredador de la manera menos sospechosa posible, y le habían brindado una oportunidad única para ello. Bajo la ilusión, levaba algunas cosas más de las que se veían a simple vista. Entre ellas, un frasquito lleno de líquido dorado y un artefacto con forma de varita, muy fina, puntiaguda, y del color del hueso. En la punta había una sustancia extraña y viscosa, del color del mercurio. Primero, vertió la poción en los labios del que había sido una de sus antiguas herramientas. Eso lo regeneraría, cerrando el impresionante corte que surcaba su abdomen. Una vez cayó la última gota, pinchó la espina en el antebrazo del ser. Ese líquido borraría todos sus recuerdos en los que ella apareciera, evitando así que más adelante la delatara. Estaba totalmente inconsciente, lo cual facilitaba mucho aquello. No había mentira lo suficientemente grande como para convencer a alguien en plenas facultades de que aquello era bueno."-Recuerda: No debe quedarse aquí mucho tiempo. El elixir de olvido no es infalible, y si te ve puede empezar a recordar... Aunque estés en la forma de Rydia, sólo tu olor puede echarlo todo a perder."-Tenía razón. Soltarlo no era una opción, lo cual solo los dejaba con una alternativa. "-Trykhun habló de entregárselo a Stark. No es mala idea, seguramente no lo volveríamos a ver y nadie sospecharía nada."-Recogió el material médico que aún quedaba encima de las mesas, la pluma, los pergaminos y el tintero; y finalmente se marchó cerrando la puerta tras de sí. El juego continuaba.

Pareció funcionar. El tiempo que transcurrió entre sus palabras y las del atlante se le hizo eterno, sin saber si estaba en peligro o no. La expresión del mago cambió por un momento antes de que él se levantara y le diera la espalda, invitándola a salir a pasear por el exterior. ¿Qué había pasado? Quizás pudiera interpretar el papel de esa tal Alatriel, pero para eso tenía que saber qué sabía él sobre ella. Y por eso mismo, ahora estaba caminando en la cuerda floja. Tomó su abrigo y se lo puso, para seguir al mago hasta los jardines de la mansión. Era una noche espléndida, salpicada de estrellas, con un ligero viento helado que tironeaba del borde de su falda y de la capa de Arión. Ella se sentía bien así, pero era evidente que para el atlante, como el resto de seres cálidos, no lo apreciaba de la misma manera. Después de un breve paseo, llegaron a una estatua que representaba un ángel tal y como lo concebía él: Bello, bondadoso y puro. Alguien en quien confiar. Dalae no sería jamás ese alguien, o eso pensaba. Pero podía fingirlo de momento, por su propio bien.

Él se apoyó en la base de la figura, y comenzó a explicarle que no conocía a Alatriel, sino que había recibido una carta de sí mismo en el que decía que ella iba a protegerlo de un grave peligro. Aquello sonaba demasiado a profecía para su gusto. Las profecías eran casi habituales en su mundo, después de todo eran lo que lo regían indirectamente. Pero eran siempre infalibles. Los protagonistas de la misma siempre estaban en sus puestos cuando el juego empezaba, aunque no lo pareciera ni ellos lo supieran. Pero en esa ocasión no había sido así. Alatriel tenía que haber protegido a Arión cuando cayó en la trampa que HYDRA le había tendido, pero no lo había hecho. ¿Estaría muerta? ¿O sencillamente le había pasado algo? Fuera como fuese, le había dejado el terreno libre para actuar, aunque no se sentía cómoda. Alatriel había sido su amante, o más bien la de su otro yo, y Dalae tenía miedo de implicarse así. Él había empezado a comportarse de un modo extraño, y el ambiente se había vuelto muy íntimo para cuando ella quiso darse cuenta.

-No, no. Tienes todo el derecho del mundo a reclamarme.-Bajó la cabeza, no podía mirarle a los ojos y actuar a la vez.  -Fue culpa mía. Después de la Colisión, hubo muchos problemas en el Cielo. Surgieron seres de otros mundos, algunos de los nuestros se rebelaron, otros enfermaron sin que nadie supiera cómo... Bajé la guardia, y relajé mi vigilancia sobre ti. No creía que te pudiera pasar nada que no pudieras superar ahora... Y me equivoqué. -Bajó la voz y se abrazó a sí misma, como si tuviera frío.-Fui yo la que fallé, Arión. Siento que hayas tenido que sufrir por mis errores.-Esta vez, levantó un poco la vista, aunque sin mirarle a los ojos. -Quizás no seas el que yo conocí, pero me lo pediste en su día, y yo lo acepté. He tenido mucho tiempo para intentar prepararme, pero... Nunca imaginé que sería así.-Quizás estaba yendo demasiado lejos. Quizás. Pero tenía mucho que ganar, y mucho que perder, y no podía retroceder ahora.

En un determinado momento, Arión se puso detrás suyo para darle calor, en un gesto que hizo sonrojar a la joven. Nunca le había gustado demasiado el contacto físico, no desde que todo el mundo le parecía demasiado cálido para su gusto. Pero de alguna manera, eso le pareció aún más incómodo que se costumbre. Arión continuó con su relato, atormentado como estaba por las dudas. Quería respuestas, aunque dudaba que fuera lo correcto. E ignoraba que Dalae no se las podía dar, no por miedo a cambiar el curso de la historia, sino por que simplemente las desconocía tanto o más que él. Aceptó sus disculpas con una leve inclinación de cabeza, como dando a entender que lo comprendía. -No hace falta ver tu corazón para saber lo que pasa por tu mente, Arión.

Cogió de la mano al atlante y se dejó guiar a través del paseo que estaban siguiendo. El viento susurraba entre las hojas de los árboles, trayéndoles un perfume que impregnaba todo el ambiente. El atlante se abrió, todas las preguntas que querría hacerse a sí mismo. O a su yo antiguo. Dalae se preguntaba si habría cambiado mucho en el tiempo que separaba a las dos versiones del mismo hombre. Probablemente sí: El mago que tenía delante no parecía el tipo de hombre que tiene una "amante". Esa palabra decía mucho, pues siempre la había usado como tal, en lugar de "pareja" o algo parecido. Algo menos carnal, que cuadrara más con el caballero galante, aunque tímido, que la llevaba de la mano.

-Como sabes, esta clase de cosas son muy difíciles de interpretar. Y dar por hecho que algo va a suceder de determinada manera sin estar seguros era peligroso. No sabíamos todo lo que nos habría gustado saber, pero había una cosa clara: Un peligro te esperaba en este tiempo, un peligro sin embargo que tenías que sufrir necesariamente. -Así, no tenía que hablar sobre una profecía que no conocía, arriesgándose a equivocarse, y lo hacía de manera que no levantaba sospechas. De momento, era lo mejor que podía hacer. -Me gustaría contarte tantas cosas... Pero me temo que esto no ha acabado, y no puedo correr ese riesgo aún. -Mentiras, todo mentiras. Una detrás de otra, tejidas como una red con la que pensaba atraparlo. El camino llegó a un lugar que hizo pensar a Dalae en los cuentos que había oído de pequeña, cuando era solo una niña sentada cerca de la hoguera junto con otros chicos de su edad para escuchar lo que alguien les quisiera contar. Un pequeño templo iluminado sobre una loma, al que se accedía justo por donde ellos caminaban. Una vez entraron, Dalae se dió cuenta de que, de alguna manera, ese lugar estaba perfectamente caldeado. Por desgracia para ella. No era algo excesivo, pero bastaba para hacerla sentirse incómoda. La verdad, habría preferido el gélido e inclemente viento. Pese a todo, era un lugar muy bonito, desde donde se dominaban los jardines que se encontraban colina abajo. La luz que emanaba la estatua de Deedra iluminó la expresión de Arión, cada vez más sombría.

-Nunca podremos saberlo... Cuando parece que una profecía ha sido alterada, a menudo se descubre más tarde que incluso estaba escrito, solo que nadie había reparado en ello. A pesar de ser inalterable, el destino es siempre impredecible...-Entonces , Dalae lo vio. Estaba cambiando. Ya no aceptaba sin más el tener que sacrificarse por esa masa informe e ingrata llamada humanidad. No quería formar parte de aquello. La joven pensaba sinceramente que la libertad no era nada más y nada menos que la más grande de las mentiras: Nadie puede ser libre. Siempre hay cosas que te limitan. Bienes materiales, seres queridos, ideales... Pero en aquel caso, significaba renunciar a la responsabilidad que el Universo había encomendado al atlante. Lo cual parecía consecuencia directa set la maldición que estaba reconcomiéndole. Y por ello, algo muy conveniente.

-Has hecho mucho por mantener la paz, Arión. Pero ahora, el mundo que proteges se ha llenado de personas que también pueden hacerlo. Han demostrado ser capaces de cuidar de la gente ellos solos, así que es posible que... Puedan aliviar tu carga. Han cambiado muchas cosas desde nuestras respectivas épocas, y nada es eterno. Quizás ni siquiera tus obligaciones, que te han negado tu propio bien en favor del de otros... -Se dió cuenta del gesto inacabado del atlante, y se acercó un poco más en consecuencia. No iba a negar que Arión despertaba cierto interés que se podría definir como profesional en ella. Había tenido un poder inmenso, pero eso no lo había vuelto ambicioso sino servicial. Era un ejemplo de cómo deberían ser los dioses, o al menos eso pensaba ella. Benevolentes, sin mancha, pero tampoco intolerantes. Pero el mundo era demasiado cruel para algien así, él mismo era la prueba viviente de ello.

-Nunca sabrás si es posible si no lo intentas al menos una vez. -Había extendido las manos, y Dalae se las cogió en un gesto que no inspiraba más que cariño. -No sé si puedo ayudarte, Arión. Pero si tú quieres, puedo intentarlo. Es lo mínimo que puedo hacer por tí...-El ambiente ayudaba a disimular el hecho de que sus manos estaban antinaturalmente frías, además de que ella misma usó la concentración que pudo reunir en entibiarlas.

Durante ese breve momento en que estuvieron cogidos de las manos, Dalae pudo entrever una especie de lucha interna en los ojos de Arión. Ahora, ella se estaba dando cuenta de que el comportamiento del atlante iba más allá de la mera cortesía. Se estaba enamorando de Alatriel, de Rydia, de ella. Así lo decía el fuego que brillaba en el fondo de sus pupilas. Pero ella no había expresado lo mismo hacia él, desesperándole. La asgardiana sabía que estaba interpretando un papel delicado, la amante del otro Arión. Pero no se había mostrado como una joven enamorada de él, por que él no era el mago al que Alatriel había conocido. Dalae se dió cuenta de que era algo que podría haber hecho, pero era demasiado tímida, aún no era lo bastante buena. Solo una aprendiz.

Pero quizás esa decepción fuera a la larga mejor para sus propósitos. Una pequeña grieta que crecería con el tiempo, rompiéndolo poco a poco.

Durante esos momentos, le pareció ver brillar la gema que él llevaba el el pecho. Se lo habría imaginado, pensó.

Arión propuso volver dentro, él tenía frío, y seguramente estaría hambriento, pues ya era bastante tarde. "-Qué rápido pasa el tiempo en buena compañía..."-Pero no sin antes aceptar su ayuda. Lo que ella necesitaba. Cuando le propuso volver, ella le sonrió con gentileza. -Sí, será lo mejor. Aunque ya sabes que como tú quieras.-Antes de salir de allí, Dalae se puso a su lado y lo tomó de la mano. Al principio, acariciándola para que la abriera, luego cogiéndola con suavidad. Volvieron hablando de todo un poco, ella procuró relajar el ambiente, de acuerdo con lo que le había aconsejado en el gazebo hacía un rato. Arión le acababa de decir cosas muy importantes, y convenía que estuviera lo más tranquilo posible. El camino de vuelta se le hizo mucho más corto que el de ida, entre unas cosas y otras. Cuando estaban a punto de llegar, empezó a llover, así que apretaron el paso para llegar a la mansión sin mojarse. Allí les esperaba el siempre eficaz Trykhun, con la cena para dos preparada. Esta vez, quizás notó que algo había cambiado entre los dos comensales: La manera de hablarse, de mirarse. Si hubiera sabido qué pasaba en realidad, seguramente habría tomado medidas drásticas. Pero no, para él, todo iba viento en popa. Su señor estaba acompañado, socializando con alguien que era una buena influencia para él. Comía con normalidad, y salía de la mansión.

Si no fuera todo mentira, sería perfecto.