[Mini-evento]Everybody Wants to Rule the World [Toxic Shadow - Rip Van Winkle - Dalae Darkle - Pamela L. Isley - Gloria Almaznyy] [01-02-2019]

Pocas noches son cálidas en Gotham, y aquella no fue diferente. Recuerdo estar disfrutando de la noche, entre las fauces de una de mis queridas Droseras sudafricanas cuando recordé la cita de la invitación. No había ninguna proposición interesante... además suponía ir a la ciudad, vestirse, ocultarse... ¿Y si no aparecía? Aunque mi reputación como dama formal...

Qué rayos...

Me levanté recogiendo mi entorno, enraizando el bosque sobre sí mismo protegiendo el mayor número de especies posible, sin privarle de su cualidad de bosque. Coloqué sobre mis hombros una gabardina negra larga hasta las piernas, unas botas y un sombrero donde se recogía todo mi cabello, ambos complementos del mismo tono que el abrigo. Resoplé resignada a dejar mi bosque atrás y puse los pies camino a Gotham.
¿El por qué del incógnito? La dirección citada no hacía referencia a ningún edificio o lugar recogido sino en una calle abierta a una de las direcciones más famosas de la ciudad, Industrias Wayne. Lo último que necesitaba era otro encierro en Arkham porque ningún agente pretencioso mal dedujera que  tenía planeado ningún robo. Además no tenía motivos para fiarme del origen y causante de dicha invitación.

A medida que me iba acercando al lugar, menos me gustaba la sensación. La ciudad conservaba su ambiente de siempre, pocas cosas habían cambiado últimamente desde todo el plan de Crane...

Mis últimas pisadas se colocaron junto a una X de color chillón en el suelo. Miré a mi alrededor. Nada. Y retrocedí unos cuantos pasos, quedándome en la entrada del callejón a un par de metros de esa señal. Si vives en Gotham... perdón. Si CONVIVES en Gotham con gente como el Joker, Dent, Enigma... te acostumbras a ver la escenografía como parte de sus juegos macabros y no pensaba formar parte de ella esta vez. Además todo el mundo sabe que nadie regala nada en mi ciudad.

Noventa y dos días; dos mil doscientas ocho horas; ciento treinta y dos mil, cuatrocientos ochenta minutos; o siete millones, novecientos cuarenta y ocho mil, ochocientos segundos. Daba igual como lo mirases, el tiempo nunca era igual. Sí, podía ser cierto que, en términos estrictos, hubiese pasado exactamente el mismo visto de una manera u otra, ¿pero no opináis que parece mucho más cuando lo miras en minutos o en horas? El caso es, que ese era el tiempo que había pasado desde el ataque de Crane a la ciudad de Gotham. Todo el mundo había sufrido otra de sus maldiciones del miedo, sin remedio alguno. Héroes, villanos, hombres y mujeres de a pié... Para que al final, como siempre, frenasen una vez más, en cuestión de días, sus planes. La Liga de la Justicia, Los Vengadores, el Cucus Klan... ¡Qué más daba! Al final, siempre conseguían desbaratar los planes los buenos. Era cuestión de probabilidad. Desgraciadamente muchos de los villanos que compartíamos el mundo éramos orgullosos, demasiado arrogantes como para reconocer un fallo o un mal cálculo. Bueno, eso el resto, puesto que mis cálculos eran siempre perfectos. Como el tiempo que iba a tardar en llegar al lugar de citación de la carta que me había llegado. ¿Una fiesta de malos? Y por qué no. Las probabilidades de salir de allí con vida eran altas, así que por qué no divertirme un rato. Llevaba mucho tiempo sin hacerlo.

Una larga gabardina negra y unas botas altas cubrían todo mi cuerpo, exceptuando mi rostro. La pequeña carta especificaba la discreción. Afortunadamente, yo no era de esas a las que les gustase vestir con ropajes fácilmente reconocibles. Algo que no podía decir de mi modus operandi. ¡Qué le iba a hacer! Me apasionaba el tiempo. Era algo que me embaucaba y me embobaba como a una vulgar veinteañera al ver a sus artistas favoritos. La acera húmeda, las farolas parpadeantes... Esa era una de las razones por las que me gustaba vivir en las afueras. Aquella peste a muerte y basura me repugnaba. Cuando llegué al callejón vi que no era la primera. Dos figuras ya estaban allí. Había una "X" dibujada en el suelo. A juzgar por la sequedad diría que llevaría poco tiempo allí puesta, de manera que su autor o autora debía estar cerca. Me acerqué a la pareja que conversaba, y sentí una cálida sensación recorrerme el cuerpo. Placentera, sensual, que le hacían perder a una la razón. No fue muy fuerte, pero supe en seguida quién era la mujer que estaba allí apoyada en la pared. Sonreí para mí y me acerqué.

- Joven, si quieres seguir con vida te recomiendo que no te acerques mucho a esa belleza. Es tan letal como sensual... Me alegra verte por aquí. Hacía tiempo que no coincidíamos. Recuérdame que tengo que llevarte unas flores que pude rescatar el otro día cerca de mi jardín. Te gustarán.- Mis labios de un tono carmín oscuro esbozaron una sonrisa al reconocer a Pamela. Si ella era la que había planeado todo esto seguramente fuese divertido. Y quién sabe, lo mismo hasta podíamos tortura a algún que otro tonto que andase por allí metiendo las narices donde no les llamaban. Entonces me volví al hombre que había estado hablando con ella y le ofrecí mi mano.- Por cierto, disculpa mis modales. Me llamo Vremya. Encantada.

Saqué entonces mi pequeño reloj de bolsillo y miré la hora. Las diez en punto. Precisa como un reloj, como siempre. Nuestro anfitrión estaría a punto de aparecer de un momento a otro. O eso esperaba. Odiaba a la gente impuntual.

Una misteriosa y siniestra figura rondaba por las calles de gotham como un fantasma que acechaba esta   era flaca y desgarbada dando la apariencia de ser mas un espantapájaros que alguna persona  pero por gotham era de lo más habitual ver esta clase de engendros por la ciudad , Su largo y azulado cabello  se podían distinguir en su caminata una diabólica y  oscura sonrisa surgía de su boca sumado al brillo de los lentes formaban una  visión perturbadora vestía de un traje de corte elegante y en sus hombros cargaba un mosquete antiguo y caminaba con un andar elegante y   relajado como no dándole importancia a su caminata solo le interesaba ver lo que podía obtener de ello luego  , A su lado iba una figura que a diferencia de la anterior no daba miedo sino mas bien un enigma  que nadie quedria resolver  Ambas eran 2 diferentes formas de miedo La  figura Espectral y Desgarbada  iba  al ritmo de la otra habia venido aconpañamdo a la anterior y escucho atenta sus palabras  finalmente llego hasta el lugar señalado y se acerco  junto con su Conpañera y les hablo.

Aquí es la reunión veo que no fuimos las únicas que fueron invitadas  saben aparte quien esta involucrado en todo esto ?


En ese momento ella dejo su apariencia siniestra  y puso su rostro normal dando la apariencia de una persona Juvenil con un semblante  bastante Pálido

Bueno ya creo que deben de ser la hora que nos señalo nuestro invitado ustedes están aquí por lo mismo verdad  puedo sentir que aquí  nadie se saca ventaja en lo de tenebroso no creen  ? pero no importa ya veremos quién nos llamo


Sonrió mostrando unos colmillos muy afilados pero una sonrisa alegre y divertida a pesar de todo

-Es aquí. Ten cuidado y no toques nada. Podría ser una trampa.

Gotham, la ciudad del crimen. O el vertedero más grande y poblado del mundo, depende de como lo miraras. Fuera como fuera, era quizás el lugar más miserable del mundo. Tenía su encanto. Igual no para mudarse allí definitivamente, pero quizá sí para unos días. Había algo en el ambiente opresivo, como una maldición que pesaba sobre todos y cada uno de los habitantes de aquel lugar. Y precisamente era allí a dónde les había conducido la invitación. Parecía que algo estaba preparándose en la ciudad del murciélago, y Dalae quería estar presente. Para ello, no había viajado sola. No podía fiarse, y, aunque solía ser más bien solitaria para esta clase de cosas, en esa ocasión se había llevado a Rip con ella. Nunca estaba de más que alguien le cubriera las espaldas. Además, los villanos de Gotham eran conocidos por su creatividad y su absoluta falta de cordura. Una mala combinación para todos los que tenían la desgracia de compartir mundo con ellos. Así, esa ciudad gris y negra estaba acosada por un simpático payaso que jugaba día si y día también al gato y al ratón con un hombre que solo tenía de murciélago el nombre. Mientras, otros chalados enmascarados y trajeados se dedicaban a sembrar el terror, la lujuria, la corrupción...

La asgardiana no quería problemas por el momento, y menos con un hatajo de midgardianos pirados como aquellos. Así que se había enfundado unos vaqueros pitillos negros, botas, y una gabardina. Nada que destacara especialmente. Por descontado, se había puesto la armadura ligera bajo la ropa, por si a alguien se le escapaba una puñalada o una patada en su dirección. Era una reunión de criminales, esas cosas pasaban de vez en cuando. Al final, se asomaron al callejón. Había tres personas allí. Bueno, personas. Digamos que había tres bultos informes de tamaño humano allí, ya que apenas se distinguía ningún rasgo más. Al menos, desde allí. Lo único que distinguía aquel rincón de todos los demás de Gotham era la marca en el suelo. Una X roja, como marcando el emplazamiento de un tesoro enterrado. Ese tenía que ser el sitio.

-Buenas noches. ¿Alguno de vosotros ha convocado esto?

Dalae dio un vistazo circular, buscando cualquier cosa que le llamara la atención. "-Raden. ¿Notas algo? " En su cabeza, la joven pudo escuchar con claridad la voz del espíritu. "-Sí. Aquí hay magia, y no una bonita precisamente. Pero no sé de donde sale, ninguno de esos es mago." La chica frunció el ceño un poco. ¿Cómo era posible?

La primera visita fue un hombre joven y apuesto, bien vestido, aparentemente con dinero. Ante su "peculiar" saludo mi único gesto fue meter la diestra en mi pecho y sacar lo que supuse que era la misma invitación que había recibido él. Sin mediar palabra, la sujeté entre dos dedos hasta que comprendió que yo no era la anfitriona, y la invitación volvió a su lugar original.
La siguiente aparición estelar fue de Gloria, que se presentó como Vremya y se permitió advertir al joven sobre con quién estaba tratando. La saludé conun gesto simple con la mano y volví a cruzarme de brazos, aún manteniendo el rostro oculto bajo el sombrero.

- Qué buen gusto...- dije contemplando su gabardina de arriba a abajo, haciendo obvia la comparación.

Una silueta apareció a los segundos, una niña asumiendo el papel de niña mala. O lo parecía. Del mismo modo que los demás, recibió una invitación con el mismo patrón que las demás. Se nota cuando alguien no está acostumbrado a vivir en Gotham cuando te presentas a una reunión de gente desconocida y en vez de presentarte buscas lo que te conviene e intentas largarte de manera directa. ¿Acaso la gente se cree que el drama que había en la ciudad era todo puro teatro?
Otra niña más, con la misma pregunta y por último... el premio"gordo".

Una mujer segura, firme. De las preciosidades que saben que lo son, y lo saben llevar apareció sabiendo más que nosotros, aunque tampoco era muy difícil. Me fijé detenidamente en los gestos que hacía. La exactitud de su pisada. El cigarro, la maleta. Cuando estás en Gotham sabes que la gente te da ligeras oportunidades de sobrevivir si eres lo suficientemente observador.

Miré a mi alrededor cuando la mujer terminó de hablar. Mi primera mirada de dirigió a Gloria, que también la recibía, y realizó un gesto leve y muy sutil con la cabeza de afirmación. "Estamos juntas en esto a pesar de todo".

- Doy por hecho que ya que estamos aquí no podemos dar la vuelta y que vamos a tener que jugarnos el cuello- dije retirándome el sombrero y dejándolo tirado en cualquier lado de la X, en mitad de un aspa. Dad por hecho que alguien estará cerca de la muerte- hablé como la veterana del grupo. El que no me hubiese reconocido, lo haría ahora.

- Por mi parte, si hemos venido es para jugárnosla ¿no?. ¿Dónde tengo que firmar? - Desconfiaba de todo el mundo. Excepto, en parte, de la rusa.

Luego de mi pregunta, la mujer saco la carta, la misma que yo había recibido. Al instante asentí, era obvio que ninguno de los dos eramos los anfitriones. Luego, otra mujer apareció. Me advirtió de con quien estaba hablando. ¿Como no darme cuenta antes? Letal, sensual, y relacionada con plantas. ¿Quien mas que la gran Poison Ivy? Aunque yo la conocía mas bien por sus cualidades... Esas.... Grandes... Y mas grandes... T.... Digo, digo. Perdón, me voy por los melones... Digo, !Mierda! Me desconcentro. Bueno, el caso era, que ya iban dos mujeres, y ninguna era la anfitriona. Esto daba mala espina, ¿Y como no darlo? Estábamos en Gotham, si no desconfías, mueres en veinticuatro horas.

La mujer se presento. Otra de grandes cualidades, claro esta. Vremya, no me sonaba de nada. Quiza fuese un nombre falso, yo no uso de esos. Apreté mi puño, mi cuchillo seguía debajo de mi manga. Tome la mano de la chica suavemente, e incline la cabeza levemente. Sonreí y procedí a hablar.

-Un placer. Soy David, o al menos ese era mi nombre. Pueden llamarme Toxic Shadow, o Toxic. Soy mejor conocido por ese...

Mi habladuría fue interrumpida por la llegada de otras dos mujeres. Una, era desconocida para mi vista, y yo comenzaba a pensar que era mi dia de suerte. ¡Estaba rodeado de mujeres guapas y....! *Parte del diario manchado con baba* Buf, digo... Agh, mi visión fue interrumpida por la lunática de la otra vez... Aquella horrible largifea de la reunión con Penguin... Bueno, supongo que si evitaba mirarla, estaría bien. Por otra parte...

-Saludos, señorita. Al parecer, ninguno de nosotros es...

Otra vez interrumpido, locura mía. Bueno, por fin hacia acto de presencia. La anfitriona y... UFFF, ¡¿MAS TE...?! Digo, era bien parecida. Comenzó a hablar, obviamente tenia toda mi atención. Una propuesta... ¿Un juego eh? Pues... ¿Para que estábamos en Gotham si no era para tomar riesgos? Aquí no puedes temer por tu vida, debes jugarla, y si ganas, agradece a la señora fortuna.

-Vivo en Gotham. Un juego de ruleta rusa hecho ciudad... Como la señorita Ivy. ¿Donde hay que firmar? Sera interesante...

"Mmm, Toxic Shadow... Me suena ese nombre", pensé. Creí recordarle de una reunión que el Pingüino hizo hace tiempo, aunque no estaba del todo segura. Fuera como fuese, le estreché la mano con firmeza. Los años de boxeo me habían dado un cuerpo muy fibroso, algo que podía no ser atractivo para algunos hombres, lo cual no lo negaré, algunas veces echaba de menos. No el amor, eso ya tuve una vez y no salió especialmente bien. Pero ese no era momento de divagar acerca del sexo y demás, tenía otras cosas en las que preocuparme, como las dos nuevas mujeres que se nos unieron. Una tenía un aura bastante siniestra, y emergió de entre las sombras como un fantasma. Fruncí ligeramente el ceño al ver su sonrisa. Desde luego no parecía humana. La otra parecía una cría, apenas llegaría a los veinte. ¿Una novatilla? Bueno, todos hemos empezado así alguna vez, aunque todavía le quedaba tiempo antes de juntarse con las mayores.

Sonreí ante el comentario de Pamela y le guiñé un ojo como diciéndole "ya me conoces querida". Entonces apareció nuestro anfitrión, o en este caso anfitriona, con una pequeña maleta con ruedas que cargaba suavemente por la calle. En cuanto su rostro fue iluminado por la luz del callejón la reconocí. Y sino lo hubiese hecho, habría bastado con aquel marcado acento francés. Ella podría haber dicho lo mismo del mío, ahora que lo pensaba.

- Vaya, vaya, vaya... ¿Así que eres tú quien nos ha convocado aquí? Me muero de ganas por ver qué nos vas a ofrecer...- La recordaba de la reunión de Pingüino de unos meses atrás. Aquella vez también había llevado su pequeña maletilla. Me crucé de brazos y me apoyé ligeramente contra una de las paredes del callejón. Escuché sus palabras, que en el fondo no fueron mucho más reveladoras que la pequeña carta que nos había entregado. Pamela y yo intercambiamos miradas y asentimos. Por el momento, una alianza con ella sería lo más inteligente. Su poder y mi inteligencia nos volvía letales. Y si finalmente éramos las que quedábamos finalistas, que ganase la mejor. Sin rencores ni malos rollos. A fin de cuentas, era lo más parecido a una amiga que tenía en aquella ciudad.

>> Bueno, pero antes tendríamos que saber quién es cada uno, ¿verdad?- Miré a las dos mujeres que no conocía de nada con una mirada seria, penetrante, fría como el hielo de Siberia. Generalmente no me gustaba enfrentarme a cosas a las que fuese ajena, principalmente porque me desestabilizaban los cálculos. Era muy sencillo prever cómo iba a evolucionar un acontecimiento si conocías las variables, incluso tomando como referencia las más inverosímiles. Pero si no podía siquiera escribir mi ecuación poco iba a poder hacer. Y mucho me temía que me tocaría hacerlo en mitad del juego. Eso haría que fuese más lenta en la toma de decisiones, pero seguramente igual de letal. Sonreí para que no se asustasen. En realidad, sin saber mucho del resto, por el momento la que más miedo me habría dado sería Pamela. Ya la había visto en acción y creerme cuando os digo que impresionaba y mucho. Pero estábamos en el mismo bando hasta el final. Ya tendría tiempo de buscar una estrategia si finalmente me tenía que enfrentar a ella.

Di un paso al frente, tomando la iniciativa en esto. La educación era lo primero.

- Está bien, comenzaré yo. Podéis llamarme Vremya si así lo deseáis. Y sobre todo para que sepáis a quien odiar cuando acabe todo esto.- Y sonreí con ironía. Un poco de brabuconería siempre estimulaba los sentidos antes de lanzarse a un juego de vida o muerte.

Observo a todos los presentes con una sonrisa que ocultaba su tren de pensamiento, sabía que Si Haba algo peor que una víbora eran varias en un mismo lugar solo bastaría un Gesto mal interpretado Y comenzaría a correr sangre por ese lugar.

Observo a su misteriosa anfitriona y le dirigió una mirada estudiando sus movimientos y gestos había algo en ella realmente oscuro y siniestro una esencia mágica muy rara poco normal en esos lugares, su gesto se dirigió al resto y hablo.

Los jóvenes de hoy en día son tan raros Pero bueno no importa no me vine de Alemania para volver con las manos vacías, Mi nombre es rip Van winkle Investigadora de lo oculto jovencitos.
Sonrió Muy divertida por su comentario.

Los que había allí reunidos hablaron antes que ella, presentándose. Salvo la mujer misteriosa de la maleta todos hablaron, sin demasiados tapujos. Confiados. Demasiado. Esa tranquilidad enmascaraba la tensión de saberte en peligro, como bien sabía Dalae. La primera en revelarse fue la archiconocida Poison Ivy, con su piel verde y su melena roja como el fuego que podía destruir sus plantas. Si la cosa se complicaba, no sería difícil mostrarle cuan perjudicial podía ser el invierno para sus amiguitas. El único hombre del lugar la saludó de buenos modos, llamándola “señorita”. En fin. Precediendo a la anfitriona, llegó una mujer de cabello castaño y un acento de lo más curioso, que, junto con su actitud chulesca, daba una imagen bastante particular. Y, al fin, llegó la responsable de todo aquello. “-Ella es la fuente de la magia que te dije. Cuidado.” Aparentaba ser bastante más mayor que Dalae, aunque en esos casos el aspecto físico tendía a no corresponderse con la realidad. No importaba, de todos modos: Parecía la más joven del callejón.Apenas una niña. No serían los primeros que la infravaloraban por ello con fatales consecuencias, así que no era algo que le molestara.

-Podeís llamarme Dalae. Un placer.

A pesar de la situación, no debía descuidar las formas. Así que se presentó, como había sugerido Vremya. Algo tenía que decirles para que pudieran gritarle más adelante. Se hizo un pequeño silencio, al cabo del cual la recién llegada soltó su pequeño monólogo. La asgardiana esbozó una sonrisa cuando sacó el tablero: Ya a nadie le sorprendía que un gothamita usara métodos extraños para sus asuntos. Cosas más raras se habían visto en esa ciudad, después de todo: Desde laberintos gigantescos, hasta parques de atracciones repletos de trampas o envenenamientos masivos. Un juego de mesa parecía extraño por lo discreto que resultaba, comparado con los monumentales delirios de los villanos. Pero entonces empezó a sonar una música extraña, y el entorno se desvaneció. Gotham dio paso a una sala sin techo, cerrada por paredes marrones. Dalae las tocó, curiosa. Cartón. Eso no tenía pinta de ser otra dimensin, no se parecía a ninguna que hubiera conocido. Pero todo podía ser. No había modo de salir de allí, salvo siete puertas de aspecto antiguo. Por la rendija de algunas de ellas, se veía pasar una luz de vez en cuando, o se oían ruidos imposibles de identificar. La número cuatro se entreabrió, chirriando, para luego cerrarse de un portazo sin que nada ni nadie la tocara. Genial. Mientras, la mujer, (que aún no se había presentado siquiera), explcaba las normas del juego. No había, por supuesto. Había que elegir una puerta de entre esas siete. “-¿Alguna pista?” “-Nada. Tendrás que arreglártelas. ”

-Bueno...Que gane el mejor. Suerte.

Se dirigió a todos, antes de darles la espalda y cruzar la última puerta. El siete, el número de la magia en casi todas las culturas. No podía fiarse de las luces y los sonidos, probablemente serían ilusiones preparadas para desconcertar a los jugadores. Dejó a Rip atrás: Eran aliadas, pero si iban separadas era más probable que una de las dos llegara al final. Y, para qué engañarse: Ella amaba la soledad. La amaba de tal modo, que a veces le gustaría no tener sombra para que no le hiciera compañía. Ahora que lo pensaba, tenía que dejar de leer tanto. Se le estaban pegando esa clase de cosas.

OOC:

Algunos rostros me venían a la mente de la reunión que tuvimos que aclarar Pingüino y yo respecto a Crane con la gran casta de Gotham. Y no era sino la que estaba presente. Aunque escuché atentamente lo que la extraña mujer nos explicaba, por un momento perdí mis pensamientos en la reunión. ¿Dónde estaba ubicado cada uno? ¿Qué ropa llevaba? ¿Qué temas le interesaban…? Pero este pequeño déjà vu se vio interrumpido cuando mi mundo se desmoronaba literalmente a mi alrededor. Todo se convirtió en un juego macabro típico de cierto payaso imbécil. Me sentía inquieta y cohibida. Comprobé que podía seguir usando mis poderes, y generé una pequeña ramita de la punta de mi dedo índice. Sólo por si acaso…  Busqué en mi defensa puntos fuertes para mí.


Mi aliada más fuerte en esta competición era Gloria, y ella también lo sabía. Estábamos juntas en esto y debíamos confiar la una en la otra…. al menos hasta el final. Avancé hasta la puerta número 6, miré a Dalae sin condescendencia, casi educada y con una ligera sonrisa. Suerte.

Ojalá pudiese haber dicho abiertamente lo que sentía. Lo que creía y sabía que seguramente pasaría. Tendríamos que aliarnos todos contra la maestra de este juego. Contra su creadora. Y cuanto más nos distanciásemos más perdidos estaríamos.
O al menos ese era el modo de operar de la mayoría de villanos de mi ciudad.

Tras dirigir una mirada general a mis espaldas y una mirada larga y tensa para Gloria, dije mis palabras antes de abrir la puerta.
- No olvidéis vuestras creencias. - y susurré a mi compañera- No nos fallaremos…

Y pasé, dejando detrás de mí un ruido con el que la puerta se cerró y todo se volvió si cabe aún más negro. De la estancia de cartón pasé a más cartón, pero todo se enmudecía y perdía en la oscuridad. Ahora estaba sola. No había indicios de puertas o ventanales por los que poder salir o mirar a través. Lo único que había era una luz que me dio la esperanza de no estar equivocada. Saqué una liana desde mi muñeca derecha y preparada, en guardia, me acerqué lentamente. Cartón… siete personas…. Había hecho un tablero macabro desde su invitación, y nosotras éramos las fichas.

Otra loca a la que le gustaba dárselas de misteriosa. Puse los ojos en blanco según el discurso de la mujer que nos había citado. La chica se presentó como Dalae. Curioso nombre. No recordaba haber escuchado ninguno así. De hecho, no supe localizar de qué país era. Tal vez era uno de esos nuevos que las madres ponían. Tampoco era como si me importase mucho sinceramente. Me crucé de brazos y me miré las uñas mientras la francesa continuaba con su monserga. De verdad, empezaba a pensar que ir a Gotham a "hacer amigos" era una mala idea. Estaban todos como jodidas cabras. Y los que no, quitando un par de casos como Pamela, no merecían ni un segundo de mi tiempo. Suspiré lentamente cuando dijo que ninguno saldríamos vivos de allí. Sacó una especie de tablero del juego de la oca o algo por el estilo. Durante dos segundos, cinco décimas y tres centésimas pensé que aquello era una broma. No podía habernos llamado para jugar a un estúpido juego de mesa. Y entonces, repentinamente, lo dejó caer en medio de todos y todo a nuestro alrededor cambio por completo. La calle en la que nos encontrábamos desapareció. Estábamos en lo que parecía ser el interior del juego, y una extraña música comenzó a sonar.

A toda velocidad, miré mi reloj para ver qué hora era. Funcionaba perfectamente. Apenas habían pasado veinte minutos desde la hora señalada. Suspiré parcialmente aliviada. Al menos no nos había drogado ni nada por el estilo. Nos había metido en un juego o algo por el estilo tan extraño como ella misma. Nunca había estado en una cosa de esas, pero sabía que algunos villanos de aquella ciudad, especialmente el Joker, eran auténticos fans de esta clase de trucos y triquiñuelas. No me gustaba ni un pelo. Esos lugares muchas veces jugaban con la mente de la víctima y sus mayores miedos. Lo único que esperaba era que no se hubiese fijado en la velocidad a la que miré el reloj. ¡Maldita estúpida! Debería haber sido más discreta. Si se había dado cuenta podía hacerme daño y del bueno. Y para mayor INRI, siete puertas, todas ellas clavadas entre sí. Dalae fue la primera en dirigirse a una, entrando en la puerta siete. Pamela fue la segunda, entrando por la número seis, después de susurrarme que no nos fallaríamos. No. Ojalá que no. Pero el juego que planteaba esta maldita loca era muy distinto a lo que yo había pensado en un primer momento. Aunque bueno, un poco de ejercicio mental siempre venía bien. Y si me ponía a hacer cálculos mentales tenía el premio asegurado.

Asentí a mi compañera y avancé hasta la puerta número cuatro, dejando tres puertas a ambos lados. El punto medio. Miré al resto de participantes y les lancé un guiño.

- Vamos, ¡no seáis tímidas! Si no entramos no podremos comenzar a jugar...- Y volví la vista a la puerta negra que tenía ante mí. Fruncí el ceño y apreté los labios, abriéndola, y entrando a la nueva sala. ¿El qué me esperaba allí? Pronto lo sabría. Volví a mirar el reloj al cerrar la puerta, algo más discretamente, y vi que seguía funcionando. Suspiré ligeramente, aliviada. Ahora tenía que concentrarme y prepararme para lo que me encontrase, fuera lo que fuese.

Nos dijo que nos tranquilizáramos... Espera, ¡Dijo chicas!... Y me apunta a mi diciéndome guapetona. Pues si soy guapísimo, ¿pero hembra? ¡para nada! Aunque, si esa preciosura francesa lo decía... Encantado de mostrarle cual equivocada estaba, je. Bueno, sacando esos pensamientos de mi mente y poniendo atención, la... Anfitriona, si la llamare así a partir de aquí.

Saco un juego de tablero, parecido a la oca. Obviamente, lo jugaba de pequeño, cuando era tan moralmente aceptable... Que asco. Bueno, el caso es que... Me desvió por las ramas otra vez. El caso es, que la tipa había sacado un juego de tablero. Osea, dijo que jugaríamos un juego... ¿Pero la oca? No me esperaba algo así... Menos hablando de villanos. Lo dejo caer de sus manos al tablero, y este cayo al suelo. ¿Quería que nos sentáramos en el suelo y jugáramos como niños en ronda? Oh, para nada. Apenas el ruido del tablero impactando contra el piso sonó, nuestro alrededor cambió. Todo se volvió gris, y no había suelo, solo era nada, oscuridad, aun así me mantenía en pie. Era muy extraño. Apreté con fuerza mis puños y prepare el cuchillo debajo de mi manga. Bueno, lo ultimo que me esperaba era... Estar dentro del juego, ¡Maldita sea, literalmente!

Una musiquita comenzó a sonar, maldita sea, esto no podía ser peor. Y para el colmo podía morir. ¿Que clase de trampa era esta?

Frente a nosotros, los jugadores, se encontraban siete puertas. Ni puta idea de que había en cada una. Que mas da.
Dalae, así se haba presentado la primera que cruzo una puerta. La siete para ser exactos. Estaba claro, los demás con los que me encontraba podían saber sobre esto mucho mas que yo....

La pelirroja de muerte, y diría que literalmente, fue por la numero seis. La que se presento como Vremya, paso por la cuarta... ¡Bueno! Era mi turno. sonreí y solté una carcajada, para luego abrir la quinta puerta sin mirar hacia atrás, y pase, cerrándola detrás de mi.

Quien sabe que me esperaría, quien sabe si moriría.... ¡Sera divertido!

Su mirada reflejaba Su habitual acostumbramiento a esos hechos mágicos era una de las experiencias adquiridas por entrenamiento con sugieran su maestro le había enseñado a resistir esos viajes, Miro al resto Salvo dalae el resto No sobrevivirían a esa trampa mortal que era aquel juego.

Tontos Ignorantes No saben que esto es magia no tienen idea de lo que les espera, dalae tratemos de salir de esta pero recuerda algo yo no puedo morir tu si trata de mantenerte con vida.

¿Quién conoce el fin? Lo que ha emergido puede hundirse y lo que se ha hundido puede emerger. Lo satánico aguarda soñando en el fondo del mar, y sobre las ondulantes ciudades humanadas navega el apocalipsis."
O
¿Acaso el destino preservaba mi razón sólo para arrastrarme irresistiblemente a un final más horrible e impensable de lo que haya podido soñar nadie?

Entro a la 4 El número de elementos De los místicos solo quería terminar con eso fuera lo que fuera.

La puerta se cerró con un ruido sordo tras Dalae. La habitación estaba completamente oscura y en silencio. Vacía, en principio. Hasta que una luz demostró que no era así. Su prueba estaba tendida en la hierba, bajo la forma de un extraño cadáver, un rifle y un conejo. Era tan absurdo que resultaba interesante. Raden se mantuvo en silencio, quizás algo en esa sala le impedía intervenir o igual simplemente quería ver si la chica era capaz de averiguarlo por sí misma. Al cabo de unos minutos de reflexión (y varias vueltas en torno al haz de luz que contenía el enigma), Dalae sonrió. Algo había encajado dentro de su cabeza.

-Este hombre-Dijo, sin dirigirse a nadie en particular.-Estaba en el campo, cuando una tormenta lo alcanzó. Como llevaba un arma de metal, le cayó un rayo, que fue lo que lo mató. Por eso está también el suelo mojado, por la lluvia de esa tormenta.

No pudo evitar dedicar un breve pensamiento a Thor, culpable en parte de que ella hubiera llegado a esa conclusión. Esperaba no haberse equivocado. A saber lo que pasaría si esa no era la respuesta correcta.

El sonido de un foco, típico de un gesto dramático de buena obra teatral, dirigió mi mirada hacia un cadáver plantado en el suelo. Se me cruzó por la cabeza acercarme hasta que aquella voz invadió mi habitáculo.
Cadáver en la tierra. Nada alrededor y un paquete...
-Obvio, ¿no? Ese paquete es su paracaídas defectuoso. Por algo lo llaman deportes de riesgo... Verónica debió saltar y el paracaídas no se abrió así que...- y me acerqué lentamente dando pasos cautelosos. - Hace falta ser idiota para jugarse la vida saltando desde un avión...- dije mirando por encima la escena, intentando comprobar si el paquete era en realidad lo que yo creía que era.

¿A qué me estaba enfrentando? Seguramente pusiese mi vida en peligro en esa situación y eso, visto desde cualquier ángulo, supera la estupidez de saltar a gran altura. Me pregunté sobre Gloria y Dalae, la chica de la habitación contigua. ¿Qué estarían haciendo? No sabía en qué consistía y no estaba en una de mis zonas de "confort". Quería creer que saldría de ahí con una experiencia más y no con una batalla a la espalda. De verdad que luchaba por convencerme de que todo sería más fácil de lo que el instinto me decía.

- Y ahora...¿qué?- dije contemplando mi entorno, atenta.

Miré a mi alrededor para observar con detenimiento la sala. Frente a mí, a pocos metros, había un hombre desnudo tendido en el suelo. Ropa por el camino y una cerilla en su mano. Una voz me dijo que debía resolver la causa que propició la muerte de aquel hombre. Me quedé callada unos segundos mientras miraba la escena. A simple vista era un acertijo bastante curioso, y más aún sabiendo que debía responder al misterio a la primera. No podía hacer ningún tipo de pregunta ni consulta. Me lo jugaba todo a una carta.

Una sombra redonda se alejaba lentamente, pero al mirar hacia arriba no vi qué era lo que la causaba. La montaña ante el hombre que yacía muerto, y la ropa por el camino. Me llevé la mano a la boca mientras pensaba. Ropa... La cerilla rota pero sin usar... ¿Era para iluminar? No, no tenía sentido alguno. Era pleno día. ¿Hacer un fuego? La ropa o el combustible habría estado apilada y preparada. El hombre no presentaba heridas de bala o arma blanca en su cuerpo, de manera que tampoco debía haber sido asesinado... Entonces una pequeña bombillita se iluminó en mi cabeza.

- ¡Lo tengo! Un grupo de hombres viajaba en un globo aerostático. Por alguna razón, algún fallo en el propio globo o meramente que habían hecho mal los cálculos, eran incapaces de superar la montaña que apareció ante ellos. Intentaron aliviar el peso tirando la ropa, lo que explica el por qué todo el camino está lleno de ropa que han tirado. Sin embargo, aquello no había sido suficiente, de manera que sólo les quedaba una opción: uno de ellos tendría que sacrificarse por los demás para que el globo fuese lo suficientemente ligero como para superar la montaña. Pero claro, ¿cómo decides de una manera justa quién salta? De manera que usaron una cerilla la cual partieron en varios trozos, y cada uno eligió uno. El que se llevase la parte del fósforo sería quien saltase, por eso nuestro desafortunado amigo está no sólo desnudo, sino con la parte de la cerilla que se enciende en su mano. Y la sombra redonda que se aleja es el globo, el cual gracias al sacrificio de este hombre pudo pasar por encima de la montaña.- Un buen acertijo, pero de pequeña era una aficionada este tipo de retos mentales. Parecía una tontería, pero fortalecían enormemente la capacidad de reacción y la agilidad mental, casi tanto como el cálculo mental. Y como no siempre tenía integrales o teoremas para resolver, me leía distintos problemas como el que me habían planteado para agilizar mi mente y ser capaz de reaccionar más rápidamente. Ahora solo quedaba esperar y ver si había respondido correctamente.

Se salta el turno de Toxic Shadow.

Rip luego de limpiarse después semejante caída se sacudió y acomodo su corbata y sus gafas las limpio con un pañuelo como lo hacía habitualmente, Observo la escena era un problema muy sencillo y bastante fácil de explicarlo se sentó y apoyando su arma frente a ella comenzó a decir cómo había muerto.




Creo que el asesino y el muerto son la misma persona este tipo se suicido se puso sobre un bloque hielo y cuando se derritió, Callo y la cuerda y el resto está a la vista el hielo genero el agua que está debajo del supongo que no soporto su miserable vida y escapo por la vía rápida

Espero valga la pena lo que ofreces…

Si en algún momento Dalae había esperado que una voz respondiera a la suya, esa esperanza quedó rápidamente frustrada por un silencio pesado como una losa. Se removió un poco en su sitio, tensa. En cualquier momento, podía aparecer la cosa más disparatada posible, o eso creía ella por lo que había visto hasta entonces. Es decir, estaban encerrados en un juego, que no era otra cosa que un conjunto de puertas y paredes de cartón rellenos de cosas varias. Lo suyo había sido un cadáver, pero a saber qué les había tocado al resto de "jugadores". De pronto, una puerta apareció a lo lejos, y antes de que la asgardiana pusiera un pie delante de otro, la puerta se acercó hasta hacer pasar a la chica por ella. Como una boca, se abrió a medida que se acercaba, para cerrarse de un portazo una vez ella estuvo dentro de... ¿Un desierto?

La luz solar redujo a rendijas negras las pupilas de Dalae, a la vez que ella tuvo que cerrar los ojos y cubrir su cara con el antebrazo para evitar que la tormenta de arena le diera en la cara. Parecía que el temporal la había estado esperando para desatarse, porque la golpeó con la violencia suficiente como para hacerle dar un paso atrás. Pero la puerta ya no estaba a sus espaldas, sólo dunas doradas hasta donde alcanzaba la vista. A pesar del sol que castigaba ese rincón del mundo, Dalae vio algo que la dejó helada. ¿Qué hacían ahí Loki y Thor?¿Cómo demonios habían llegado a esa situación?¿Y por qué él no se defendía? Demasiadas preguntas y demasiadas pocas respuestas en demasiado poco tiempo como para procesar todo con lógica. El Dios del Trueno ni siquiera la miró. Ella no era nada comparada con la grandeza del príncipe heredero, o eso creía él. Pero Loki sí que volvió la cabeza, y su aprendiz deseó con todo su corazón que no lo hubiera hecho. A pesar de estar en perfecto estado físico, sus ojos hicieron estremecerse a Dalae: Eran los ojos vidriosos de un hombre cansado, derrotado y sin ganas de seguir luchando. Aunque su pecho subía y bajaba, es como si ya estuviera muerto.

"-¿Loki? "-Miles de planes ser formaban y desaparecían a toda velocidad en su mente. No podía disparar a Thor, la tormenta de arena desviaría la flecha, y no podía permitirse el lujo de fallar el tiro. Podían cambiar sus posiciones, ella llevaba la pulsera con la que podía cambiar de aspecto. Si tan sólo... Pero él no respondía. Siempre, desde que llevaba el anillo, había tenido una extraña sensación de seguridad. Como cuando descuelgas el teléfono y oyes la respiración de la otra persona al otro lado. Sin palabras, porque no hacen falta. Porque simplemente necesitaba saber que tenía alguien a quien pedir ayuda si las cosas se complicaban. Pero ahora, la línea estaba cortada, y ella no se había dado cuenta hasta que había sido demasiado tarde.

Quería hacer pedazos a Thor ahí mismo, para hacer sufrir a Odín como ella había sufrido la muerte de sus padres. E iba a consumir toda la magia que fluía por su cuerpo para asegurarse de que así fuera si era necesario. El menor de los hermanos era en el fondo un Jotun, así que no tendría problemas para soportar la magia de su aprendiz desatada. Él quizás no quisiera vivir, pero Dalae sí que quería que viviera. Y así iba a ser, se dijo a sí misma. La energía brotó de ella como un torrente, atravesando el aire cargado de arena, que empezaba a hacer pequeñas heridas en la cara y las manos de Dalae. No era ni mucho menos su modo de hacer las cosas preferido, pero no había tiempo. Thor descargó su arma contra el dios arrodillado, a la vez que una corriente de pura energía se interponía entre ambos. Cuando ambas esencias chocaron, se oyó un ruido que tenía tanto de trueno como de alud, y todo quedó bañado por una luz tan blanca que hería la vista.

Una luz invadió entonces el cubículo y tapando el foco de origen con mi brazo, pude percibir cómo un rectángulo luminoso se hacía cada vez más grande. Cuando me desperecé y los ojos se me acostumbraban al nuevo ambiente, aún entrecerrados, analicé mi entorno. Todas, pequeñas especies virginales a mi alrededor. El aroma era estupendo, pequeños rastros de arizónicas e incluso amazónicas invadían mis sentidos. Pero en cuestión de pocos segundos, todo iba mal. Noto dolor, punzadas, aroma a sangre y gritos ensordecedores de rabia e ira pura se ciernen sobre mí. Intento zafarme de ellas, no lo comprendo. Sus réplicas, sus quejidos y sus horribles chillidos no me aclaran nada mientras angustiada, intento liberar mis brazos y piernas sangrantes de la trampa que nunca entendí y me aterró. Eran lo único que tenía. Y ya no me quedaba nada…

Pero no debía rendirme. La palabra JUEGO se repetía en mi mente una y otra vez. Joker y otros tarados habían incendiado yardas irrecuperables, miles de locos aplastaban las plantas una y otra y otra y otra vez y ahí seguía. Si no me seguían, si no entendían lo que yo era no eran plantas de verdad. Y la vida de miles de muchas que estaban ahí fuera dependía de que yo saliera viva de ahí. Así que me erguí rompiendo dos lianas que me hundían poco a poco mientras lágrimas a borbotones resbalaban por mis pómulos. Sentía su dolor, no dejaban de ser ellas pero…Se me necesitaba fuera. Mis plantas, Becca… nací para estar viva.

Así que extendí de mi propio ser lianas aún más gruesas y las introduje en la tierra en un tuercespina que poco a poco se endurecía hasta aprisionar a sus hermanas. Las lianas del suelo luchaban por alzarse en mi contra pero mis extremidades, ahora alargadas, las retenían. Me mantuve algunos segundos así, buscando a mi alrededor, mirando. Eché la vista atrás. Ninguna puerta seguía ahí. Alguna pared… algún…. ALGO. TIENE que haber ALGO.

Una enorme puerta se abrió delante de mí y avanzó hasta alcanzarme con una luz cegadora. Inevitablemente mi brazo derecho cubrió mis ojos maltratados por el haz blanco que provocó que mis pupilas se contrajesen hasta casi convertirse en dos puntos negros imposibles de ver. Apreté los dientes debido al dolor y lentamente fui abriéndolos, acostumbrándome a la nueva estancia. Lo primero que sentí, sin embargo, fue el sonido de miles de pequeñas tuercas y péndulos que colgaban de relojes, así como de manecillas segunderas que llenaron mis oídos como quien escucha por primera vez el agua después de varios días. Orden, consonancia, todos los relojes marcaban la misma hora, los mismos segundos, con una exactitud únicamente posible gracias a las matemáticas y su pureza. Para cualquier otra persona eso habría resultado siniestro, ilógico, anti natural, incluso los habría que tanto orden les habría causado una horrible aversión y dentera. Pero no para mí. Para mí aquello era la perfección, el orden de las cosas. Podía pensar con tal claridad que habría sido capaz de resolver cualquier problema que me pusiesen delante.

O eso pensé. De repente, de entre toda aquella perfecta sinfonía armónica, una mínima discordancia. Un segundero sonó medio segundo más tarde. Un pequeño tic apareció en mi ojo izquierdo, provocando que el párpado inferior me temblase. Miré a mi alrededor en busca del culpable para arreglarlo, momento en el cual volví a fijarme en los relojes. Como por arte de magia, en cuestión de un abrir y cerrar de ojos, todos ellos marcaban horas completamente distintas. Los segunderos perdieron el ritmo, el sonido de las campanadas era desacompasado, caótico, totalmente demencial. Apreté los dientes con mucha fuerza y me acerqué a toda velocidad al reloj más cercano que tenía. Miré rápidamente mi reloj de pulsera. Las nueve y cuarto. Abrí el enorme reloj de pared para ponerlo en hora, pero fue en vano. Las manecillas no se movían. Parecían estar pegadas. Me pasé las manos por el pelo, despeinándome por completo al tiempo que comenzaba a perder la noción del tiempo y la sala a mi alrededor. Nauseas, mareos, ira... Incluso sentí como se me aceleraba el corazón, preludio de un ataque de ansiedad. Me tapé los ojos y pensé en que no era real, que todo aquello era un sueño. Pero era imposible con todas esas máquinas de cuerda sonando como les daba la gana. Era imposible. No había manera alguna de pensar con claridad. Rápidamente intenté pensar en alguna forma de evitar aquello. Correr y buscar una salida, pero no era posible. Apenas di tres pasos noté cómo me flaqueaban las piernas. El dolor y el miedo me invadieron. Todo era caos, anarquía, discordancia...

Un brillo metálico me golpeó en los ojos. A pocos pasos de mí, una caja de herramientas con un martillo a su lado. El instinto más primario de mi alma salió a relucir. No podía pensar en nada, en absolutamente nada... Salvo en destrozar todos y cada uno de aquellos relojes antes de perder la razón. Pero no podía. Sería traicionar a mi ser, traicionar y acabar con aquello con lo que me identificaba. Volví a mirar mi reloj de muñeca. Iba bien, marcaba la hora y no parecía verse afectado por lo que había en aquella sala. O tal vez sí se vio afectado, pero el instinto de supervivencia me dijo que no era así. Cogí el martillo y, apretando los dientes, me lancé como una posesa a por los relojes.

Los golpes metálicos invadieron la sala. Intenté hacer todo el ruido posible para no escuchar aquellas manecillas sin orden alguno. Cristales rotos, ecos en mitad de las campanadas, tuercas rebotando aquí y allá... Las lágrimas recorrieron mi rostro a medida que destrozaba cada uno de los relojes. Uno suizo del año 1850, un inglés posterior a la segunda gran guerra, un digital japonés hecho hace como mucho cinco años... Destrocé todo lo que pude, dejándome llevar por mi lado más salvaje y primitivo. No podía pensar con claridad, sólo intentaba acabar con aquel dolor y miedo. Los relojes comenzaron a tomar formas monstruosas, y me rodeaban, carcajeándose de mí mientras movían sus manecillas arriba y abajo como si fuesen enormes y largos bigotes. Las puertas se abrían y los péndulos se convertían en campanillas de enormes bocas que deseaban destrozarme y arracarme la carne bocado a bocado. Grité con todas mis fuerzas, lanzando manotazos al aire, intentando alejarme de aquellas bestias. Sentí cortes en mi rostro y mi cuerpo, causados seguramente por las garras que salían de aquellas criaturas. Metal, cristal, madera, circuitos... Una masacre tan devastadora que deseé que acabase cuanto antes.

Cada vez eran menos los relojes que quedaban, y cada vez estaba más cerca el final... Un final que no sabía si conseguiría alcanzar. Vomité con violencia debido al mareo y al miedo. El corazón me iba a mil. Tan solo los últimos relojes. Estallaron con fuerza bajo los golpes del martillo, y caí al suelo boca arriba. La vista se me nubló y miré por última vez el reloj de mi muñeca. El tic-tac fue como un latido de vida que fui capaz de escuchar antes de cerrar los ojos y recuperar el aliento. Si me desmayé o no, es algo que aún hoy soy incapaz de recordar con claridad.

Repentinamente se encontraba en un lugar Conocido era el inframundo Tantas veces había estado allí el olor a azufre las llamas eternas Había perdido el miedo a caer allí, Podía sentir el intenso calor era el lugar adonde la luz del sol jamás llegaba donde los seres Malignos iban a parar.

Siglos y eras han pasado pero nunca este lugar tuvo algún cambio.

Una voz retumbo por aquel siniestro lugar una voz incomprensible para cualquiera menos para ella y la figura de aquel ser apareció frente a ella no pudo identificarlo Escucho una serie de órdenes y volteo a mirar un circulo, Su mirada se lleno de miedo era su hija la única Familia que tenía en el mundo y comprendió que pretendía que la sacrificara al verla lastimada un miedo tremendo recorrió su cuerpo cerró los ojos pensando Nunca entregaría el alma de may a servir aquel ser y hablo.

Requieres del sacrificio de un alma? Si Sacrificara a mi hija seria un verdadero Demonio todavía queda Algo de humanidad en mi alma no está del todo podrida tómala y déjala yo seré tu sacrificio, Solo dime como terminar con mi vida para cumplir con ello.
Cerró los ojos esperando su respuesta

La voz anunció que se iban a enfrentar a la última prueba del juego. La más difícil, la que sacaría lo peor de sí mismos. De alguna parte, surgió una canción que inundó los sentidos de la asgardiana. "Todos quieren dominar el mundo". ¿Qué significaba eso? El propio juego respondió a la pregunta no pronunciada al iluminar el Trono de Asgard en el centro de aquella sala. El silencio entonces se hizo tan absoluto que hacía daño en los oídos. Dalae tembló imperceptiblemente, sin saber muy bien por qué. Algo le decía que si se sentaba en el sitial de oro, no sólo gobernaría sobre su dimensión de origen. Ni siquiera sobre los Nueve Reinos. Tendría el poder para imponer su ley sobre todos y cada uno de los mundos que conformaban el Universo. Pero también significaba una cosa: Al fin podría vengarse de Odín, y ser libre de esas ataduras invisibles que la unían a su maestro. Y podría proteger a Sasha. Pero, ¿Era lo correcto? El plan siempre había sido claro: Su contrato acabaría cuando Loki fuera rey. Y a Dalae no le había quedado más remedio que aceptar su palabra, arriesgándose a que el dios se la jugara en el último momento. Pero si fuera ella la que tuviera el control, todo sería diferente...

Paso tras paso, se acercó al trono de los dioses. Acarició con los dedos el metal, liso y perfecto. Vibrante de poder y magia, antigua como el mundo. Cogió la nota, y la hizo a un lado para sentarse a continuación. Y entonces, comenzó.

Lo primero que vio Dalae fue que se hallaba en el Gran Salón de Asgard, sentada en el trono. Bajo ella, Loki mostraba una expresión de furia salvaje al ver su puesto ocupado, que contrastaba vivamente con el rostro imperturbable de su aprendiz. Pero no era suyo ahora. El Príncipe de las Mentiras no era más que otro usurpador, como ella. La única diferencia era que Dalae estaba sentada en el trono, y él no. Con un pequeño gesto, las cadenas que rodeaban su cuerpo se rompieron y se deshicieron en polvo arrastrado por el viento. El príncipe ya no tenía poder sobre ella, y se marchó. A una orden suya, un escuadrón de soldados entró por la misma puerta por la que había salido Loki segundos antes. Entre ellos, dos figuras renqueaban, encogidas y temblorosas. Aún vestían sus lujosas armaduras que los identificaban como Odín y su hijo. Los soldados se apartaron, y Dalae apreció que se todos vestían corazas negras como la noche y capas blancas como la nieve. Sus colores, pensó. Con un movimiento felino, se incorporó del trono, y descendió la escalinata. Iba a disfrutar aquello. Empezó a entrar gente. Toda Asgard estaba allí. Desde los Tres Guerreros hasta la Señora de los Muertos, todos iban a presenciar la ejecución del antiguo rey. Pero para su desgracia, Dalae no iba a limitarse a asesinarlo. Él no lo había hecho antes de que se invirtieran las tornas. Desenvainó la espada larga, que brillaba con una luz irreal, como en un sueño. El antiguo Padre de Todos cerró su único ojo, preparado para morir.

-No. Asesinaste a mi padre, y yo me llevaré mi venganza antes de que mueras.-El acero rutiló un momento antes de hundirse en el cuerpo de Thor, quien se desplomó al instante. Unas gotas de sangre salpicaron las botas de cuero negro de la nueva reina. La multitud contuvo el aliento, esperando una respuesta por parte del padre del dios del trueno. Silencio.-Duele, ¿Verdad? Pero no sufras. Gracias a mí, ya nada volverá a dolerte. Nunca más.-Sus poderes habían aumentado de manera espectacular, por lo que ni siquiera tuvo que tocar su piel para congelarle el corazón.

El rostro de la joven era una máscara de mármol cuando dió media vuelta y ascendió de nuevo a su lugar. Esperaba haber sentido... Felicidad. Siempre había creído que destruir al responsable de su desgracia y la de su hermana la satisfacería. Pero entonces...¿Por qué se sentía como un monstruo? Las cosas no mejoraron más adelante. Cuando volvió a la Tierra a explicar lo ocurrido, Sasha y Planaria se mostraron enfadados con ella.

Pero Dalae se enfadó aún más. Humanos desagradecidos... ¡Las había vengado! ¿Acaso les importaba Odín o su hijo? Decidió entonces centrarse en su tarea de gobernar el vasto imperio que había conseguido. Todo el Universo empezó a temer su nombre y su gigantesco ejército, formado tanto por asgardianos como por gigantes de hielo y otras especies de territorios conquistados. A pesar de que en principio había pretendido ser lo menos sanguinaria posible, no tardó en sucumbir a la sed de poder y gloria. Quienes se resistían caían sometidos por la fuerza de las armas, o morían envenenados en la seguridad de sus fortalezas sin saber cómo había sido posible. El invierno cruel destrozaba sus cosechas y diezmaba a sus habitantes sin que nadie pudiera combatirlo. Pero dentro de esa apariencia invencible, la joven se sentía más frágil que nunca. Las únicas personas que alguna vez la habían querido pensaban que era una déspota, y ni siquiera podía contar con la compañía del que alguna vez fuera su maestro. Hasta Raden había desaparecido. Estaba sola. Más incluso que cuando había estado encarcelada en la prisión de ese mismo palacio que ahora se había convertido en una jaula dorada.

-Yo no quería esto... Yo solo pretendía vengarme. No estoy hecha para gobernarlos a todos.-Estaba sentada en su trono, viendo todo lo que había hecho. Midgard se consumía en la guerra contra los invasores, una batalla que no podían ganar. Todos los héroes intentaban detener las tropas sin conseguirlo, muriendo uno tras otro para dejar tras de sí un cadáver cubierto de escarcha. Sus gritos de agonía de unían a los de miles de seres que se hallaban en su misma situación, a los quejidos ser los que ya se habían sometido, y al llanto de los supervivientes que lo habían perdido todo por la ambición de la Reina del Invierno.-Si de verdad tengo el control de todo, quiero acabar con esto.-Para sus adentros, completó la frase."-Antes de que sea tarde para todos nosotros."

No estaba segura de qué ocurriría ahora. ¿Moriría? ¿Despertaría? ¿Saldría del juego? Poco le importaba, mientras pudiera lavar la sensación de culpabilidad que pugnaba por asfixiarla.

OOC: Perdonad por la tardanza, de verdad. No sé por qué se me había olvidado por completo que Dalae había contestado y seguía con la idea de que le tocaba a ella. Gracias a los reminders por whatsapp <3

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De la nada, del mismo modo del que habían surgido tantas visiones aquella noche, apareció mi ceguera en forma de halo de luz. Entrecerré los ojos y puse mi antebrazo por delante de mi visión, tratando de acostumbrar las pupilas al entorno. Ante mí, se alzó un inmenso trono, similar a muchos de los que he tallado con mis pequeñas y a su vez distinto. Era más grande, con más curvas, más lianas, más bonito... Más... ambicioso. Avancé algunos pasos hasta llegar a él.

Poder absoluto ¿eh...? No suena mal. Pero Pam, sabes que tu instinto invasivo quedó atrás hace tiempo...

Y como una marea de agua fresca en Agosto, mi batalla interior se disipó. Es cierto, el gran poder nunca había sido para mí, pero ese trono gritaba triunfo y anunciaba el éxito. Así que me senté sin opción, y mientras me acomodaba la imagen de un nuevo paraíso vino a mi cabeza. Inspiré excitada, mordiéndome los labios con los ojos cerrados, ante la idea de un mundo completamente invadido por nosotras. Un escalofrío me recorrió toda la columna vertebral desde las caderas hasta mi nuca. Sonreí sin dejar de morderme el labio. No había nada más que yo y cientos... miles...CIENTOS DE MILES de mis hijas.

¿Podía existir un Edén mejor?

Y permanecí ensimismada en ese mundo, gozando tanto con la visión como con la sensación que me recorría en el interior. El pulso acelerado, éxtasis y nervios. Un sueño cumplido. Casi podía oler la humedad, notar cómo se pegaba a mi piel. Entonces mi mente se dividía en dos. La bestia impulsiva que lo único que ansiaba era sumergirse en aquella maravilla y curiosear cada rincón. Y la parte sensata que recordaba la Pam en la que me había convertido. ¿Desde cuándo me conformaba con estar en paz? Es cierto que el mundo había cambiado, pero tal vez era el momento que buscaba la Hiedra Venenosa original. La que buscaba la muerte de Woodroe y de Batman. La que quería ver el mundo sometido al verde. Verde primavera... Tal vez no era demasiado tarde para recuperar esas ambiciones.

Desperté... Desperté de aquella pesadilla. El corazón me había dejado de palpitar a toda velocidad, quedándose casi estático después de aquella horrible masacre de tuercas y cristal. Me levanté lentamente, esperando encontrar a mi alrededor miles de trozos de metal aún caliente de los golpes. Sin embargo, allí no había nada. No derramé más lágrimas ni más sangre cayó entre mis dedos. Era el silencio más sepulcral que había oído en mucho tiempo. El único tic-tac que escuché fue el de mi corazón, ralentizando el pulso lentamente hasta tomar el ritmo normal del corazón. Mi respiración fue lentamente pausándose hasta ser un murmullo en aquel vacío.

Poco a poco, me levanté, para ver como una nueva puerta había aparecido. Me limpié el polvo y pasé el dorso de la mano por la frente secando el sudor, y apretando los labios, entré. Allí, al otro lado, tan solo había un pequeño trono. Una voz volvió a resonar a mi alrededor. "Poder absoluto". Fruncí el ceño, sin saber muy bien si confiar en aquella voz o no, si entrar de nuevo en aquel juego que ya empezaba a parecerme macabro, más de lo que había pensado al principio. Y en cuanto lo toqué, todo cambio. Mi gabardina negra se alargó y unos bordados dorados la recorrieron de arriba a abajo. Los rasguños y la suciedad desaparecieron, mostrando unos ropajes limpios y pulcros, brillantes como el terciopelo y con sencillos diseños que entremezclaban el dorado, el plateado y el negro. Ante mí, una gigantesca escalera bajaba hasta una enorme sala que no parecía tener fin. Una larga alfombra roja llegaba hasta mis pies, y tras el enorme trono, ahora dorado, un enorme reloj se movía lentamente marcando la hora: las 12:00. A mi lado, la orgullosa bandera de los estados unidos yacía desgarrada y quemada, atravesada por varias manecillas de reloj. Un mapa mostraba que todo el país de la libertad había sido destruido desde los cimientos, quemando sus sueños y libertades. Todo iba al compás del reloj. Mis súbditos marchaban en una formación perfecta, que ni siquiera los soldaditos de plomo eran capaces de conseguir. Avancé hasta la puerta, con todos los hombres a mis lados, firmes como las manecillas al marcar la hora. Salí del edificio para verme en mitad de las montañas de mi país natal. La madre patria. Los copos de nieve caían a mi alrededor, tiñiendo el gris suelo de blanco. Mi fortaleza tenía un enorme reloj que marchaba al son de los míos y el que tenía detrás de mi trono. Cañones apuntaban al cielo, preparados para disparar contra cualquiera que se atreviese a acercarse. Todos los explosivos eran de mi propia cosecha, y los había analizado al detalle para conseguir el mayor impacto.

Las noticias hablaban de la libertadora, que había acabado por fin con el yugo del águila y su vasto imperio de violencia. No había ni un solo reloj que fuese al descompás en todo el mundo, ni uno solo que no hubiese pasado su supervisión. Todas las personas aprovechaban el tiempo, y los guardianes del mismo se cercioraban de que nadie cayese en el tedio ni el aburrimiento, proporcionándoles siempre un trabajo, un sueldo fijo que aumentaba o disminuía siempre de la misma manera, así como vacaciones para todos, en las cuales yo no me imiscuía. Cada uno era libre de hacer lo que quisiese. Y por fin, tras mucho empeño, había conseguido la paz. La paz que Norte América constantemente rompía con sus ansias de expansión y controlarlo todo. Alcé las manos al cielo y reí, reí de verdad, como hacía mucho tiempo no lo hacía. El tiempo estaba a mi merced, y hacía lo que yo quería. El gran enemigo había sido destruído y por fin mi venganza había sido alcanzada. Tenía el control. Yo era la dueña de aquel mundo que marchaba como los mecanismos de una enorme máquina. Así debía ser el mundo. Así era como debía funcionar. Y lucharía aunque me costase la vida para conseguirlo.

Finalmente ante ella estaba la biblioteca más grande y Hermosa que jamás allá visto el conocimiento absoluto de la hechicería estaba frente a ella se puso a caminar por ella veía cientos y cientos de libros y tratados de hechicería era la colección definitiva, cuando llego al centro había un trono tan hermoso como nunca lo vio y ante ella inclinados dioses hechiceros y demonios reverenciándola como la poseedora del máximo conocimiento.

Miro al frente y camino siendo reverenciada como a una diosa y camino hasta poder sentarse observo estaban todos ante ella el mundo era suyo a su lado pudo ver a su hija y al padre de esta miro la copa donde estaba servido un poco de vino, era hecha del cráneo deloki y volteo a ver la pared detrás de ella estaba repleta de trofeos como el casco de dr fate el ojo de agamoto la cabeza de erijan , el saco de hellblazer y de demás trofeos de toda clase y llamo a sus sirvientas estas eran la que la había ofendido en gotham y Zatanna Estaban vestidas de una manera muy sensual ni la miraban a los ojos eran sus concubinas era un mundo gobernado por su voluntad.

[FDI: Éste es el final del minievento. Las que no habéis ganado podéis postear un último post para salir del evento. No hay orden de posteo a partir de ahora.

¡Muchas gracias por haber participado! Espero que os haya gustado ]

De pronto, todo acabó. Como quien despierta de golpe de una pesadilla, los salones de Asgard junto con todo su contenido se desvanecieron en el aire, dejando a una pensativa Dalae aún sentada en el trono de los dioses. Así que eso ocurriría si tuviera el poder... No le parecía una perspectiva demasiado halagüeña. La luz que antes había iluminado la sala desde el techo había desaparecido, y la penumbra solo estaba rota por la claridad que provenía de una puerta. Otra puerta más, seguramente la última. La asgardiana la atravesó sin titubear, preguntándose qué la esperaría al otro lado. No se había hecho demasiadas ilusiones, pero aquello las decepcionó todas: Las jugadoras estaban en el mismo callejón en el que habían comenzado, sobre la enorme X roja."-Pero espera un momento..."

No estaban todas. Tanto la organizadora del juego como Vremya se habían volatilizado en el aire. No reprimió la sonrisa: Ahí tenían a su vencedora. O quizás hubiera fallado alguna prueba y hubiera muerto en consecuencia, pero el hecho de que la mujer extraña tampoco estuviera presente la hacía pensar más en la primera opción. Además, la castaña no tenía aspecto de equivocarse muy a menudo en nada."-¡Al fin! Nunca había pasado tanto tiempo despierto y callado. Sabía que no era buena idea, pero tú nunca haces caso, la próxima vez..."-Y ahora iba a recuperar toda esa conversación que no le había podido dar mientras jugaba. Más quejas que conversación, pero resultaba hasta reconfortante después de aquello, al fin y al cabo.

-Un placer, Ivy.-Una pequeña inclinación de cabeza en señal de despedida hacia la mujer-planta, y se fue de allí por donde había venido, seguida de su larguilucha aliada. Era tarde, y aún tenía que encontrar un lugar seguro para dormir antes de emprender el viaje de vuelta a su castillo.

Aquel placer no duró mucho. Todo mi mundo perfecto fue desapareciendo entre sombras, y sentí una brisa de viento que golpeó mi rostro, llevándose todo lo que había construido con mi imaginación. Una última puerta. Me acerqué a ella, cansada ya de tanto jueguecito y con ganas de terminar de una vez por todas, tanto para la victoria como para la derrota. Aquello era verdaderamente siniestro, y me ponía el vello de punta cada vez que una nueva entrada aparecía ante mí. La crucé decidida, pero tuve que poner mi mano derecha sobre mis ojos, entrecerrándolos para intentar ver algo entre aquel fogonazo de luz. Mis pupilas fueron encogiéndose lentamente, y al cabo de unos segundos me acostumbré a la iluminación de la nueva sala. Caminé lentamente, admirando la cantidad de obras de arte que allí descansaban. Había de todo, desde esculturas hasta cuadros famosos, armas, copas... Cualquier cosa que puedas imaginarte que sea un trofeo estaba allí. Dudaba de su autenticidad, especialmente del David de Miguel Ángel, mucho más pequeño que el verdadero. Pero claro, esa mujer había demostrado tener poder por encima de lo normal, así que bien podría haberlo encogido para que le cupiese en una de las estanterías de su salón.

El olor que desprendía aquella sala mezclaba el del polvo con el olor a viejo. En mitad de la misma pude ver a Cloe, nuestra anfitriona, la encargada de llevarnos por cada una de esas salas, sentada en una gran silla y con una enorme mesa ante ella. Sólo había una silla más delante de ella. Oí su llamada y me giré para ver si había alguien más. Nadie. Ni rastro de ninguna de mis contrincantes. Sentí una sensación cálida en el pecho al saber que era la ganadora, mezclada con un tono amargo por no tener a Pamela a mi lado. Pero como bien había dicho Cloe, sólo podía haber una ganadora. Me acerqué lentamente hasta la mesa, acaricié el respaldo de la silla, y me senté frente a ella.

- Gracias... Aunque todavía no entiendo bien qué he hecho yo para ganar... ¿El resto no fueron capaces de resolver sus acertijos? Que por cierto, si no te importa, me gustaría que me los dijeses. Me encanta resolver acertijos y problemas matemáticos. Son algo así como un hobby, cuando no tengo una bomba entre las manos, ya me entiendes.- Sonreí y cogí un par de uvas complacida. La verdad es que estaban sabrosas, y descarté la posibilidad de que estuviesen envenenadas. ¿Qué sentido tendría haberme matado allí después del juego? Bueno, fuera como fuese tampoco quería pensar mucho en ello. Aún tenía la adrenalina de verme ganadora. Hacía tiempo que no me sentía así y eso me reconfortó.- Tienes una buena colección aquí... Apuesto a que te habrá llevado su tiempo conseguirla.-

Explicó que el premio era algo de mi elección, y que podría darme cualquier cosa siempre y cuando no afectase a otras personas. Era lógico, y justo. Después de todo, en los juegos siempre había unas normas mínimas. Me acercó tres dados que miré con curiosidad. Tres rojos y tres verdes. Ah, el azar. Esa ramera despiadada que siempre me estropeaba mis precisísimos cálculos. Odiaba el azar. La gente decía que se podía medir con estadísticas y demás. Gilipolleces. El azar es azar, y aunque haya unas posibilidades mayores siempre puede salir algo que cambie por completo el rumbo de un acontecimiento. Si tenía que jugar con esos dados iba a cabrearme mucho seguramente. No eran una manera lógica ni justa de medir algo. Simplemente dejabas que el destino decidiese por ti. Siempre que llevaba a cabo mis cálculos y planes tenía que dejar por obligación un margen para el maldito azar. No solía ser mucho, alrededor de un 10-15%, pero ya era mucho más de lo que me gustaba. Pero era su juego, y por tanto debía jugar a su modo.

Me rasqué la barbilla lentamente mientras masticaba una uva pensando en qué pedirle. Había tantas cosas que podía pedirle... Uranio, plutonio, un sistema de protección avanzadísimo, un arma única, el conocimiento suficiente para diseñar una bomba imposible de reconocer... Y entonces se me iluminaron los ojos. Sonreí y la miré.

- Hay tantas cosas que podría pedirte... Artefactos, inteligencia, fuerza, velocidad, materiales... Pero, ¿por qué pedir una, cuando puedo tenerlas todas? Quiero tus poderes. No tus poderes, sino unos poderes como los tuyos. Quiero la capacidad de controlar la magia, como lo haces tú.-

Cloe se puso hecha una fiera en cuanto le dije eso. No entendía qué pasaba, hasta que me dijo lo de que si me hubiese dado sus poderes habría desaparecido del plano real. Eso me dejó con el ceño fruncido. La verdad es que no me esperaba una reacción así, pero claro, tampoco la conocía de nada, y después del jueguito en el que nos había metido, podía ser perfectamente una desequilibrada. No me sorprendería nada teniendo en cuenta que la había encontrado en Gotham. Bien podía estar como una regadera. Tampoco era como si hubiese hablado con ella antes.

Así que debía ser más específica... Bueno, algo de magia siempre venía bien. ¿Acaso no quería darme poderes mágicos por el hecho de que una humana normal no sería capaz de controlarla sin desintegrarse en el proceso? Quien sabe. La única mágia que yo conocía era la que conseguía hacer cuando una de mis bombas explosionaban y volaban por los aires un edificio entero o una calle. Esa era mi magia, la que tanto me gustaba y la que adoraba. El olor a pólvora, a humo, a quemado... Eran una auténtica droga para mi olfato. Pero conseguir los materiales era costoso, complicado y lento, sobre todo esto último. Tenía que esperar a que me los trajesen, y eso me dificultaba mucho el trabajo. Me pasé las manos por la cara, pensando en qué demonios podía pedirle. Había tantas cosas... Tantas cosas que me habría gustado pedirle... ¿Sabéis esas veces que pensáis en qué le pediríais a un genio si os concediese un deseo y siempre pensáis en un montón? Bueno, pues cuando lo tenéis delante os aseguro que os cambia totalmente la cara, porque de repente lo que podáis pedir se vuelve real... Y eso, queridos amigos, es algo con lo que hay que andarse con cuidado.

Pensé durante un par de minutos, que se me hicieron eternos. Se me ocurrían demasiadas cosas, pero después de un largo rato estaba preparada.

- Está bien Cloe. Ya tengo la respuesta... Quiero tener poderes mágicos, ser capaz de hacer magia, como haces tú. No quiero tus poderes, sino la capacidad de crear cosas de la nada. Lo necesito para mis empresas. Quiero ser capaz de crear cosas como pólvora, metal,...- Y entonces se me volvieron a iluminar los ojos. Sonreí y la miré con esa sonrisa que habría asustado a cualquiera, cruel, calculadora, verdaderamente aterradora.- No... Ya sé que quiero... Quiero la capacidad de poder manipular los elementos y materiales que me rodean a mi antojo. Que si toque una plancha de metal pueda manipularla y darle la forma que quiera, y lo mismo con minerales o elementos como el agua o el fuego... ¿Entiendes a lo que me refiero? ¿Crees que puedes darme eso?-

- Ya... Lo entiendo. Bueno, tenía que intentarlo, ¿no crees? Me vendría muy bien algo así para mis gestas... Pero supongo que tendré que pensar en alguna otra cosa.- Era lo más lógico. Seguramente entregarme un poder así habría significado mi muerte o el propio tejido del universo mágico y sobrenatural se colapsaría por la cantidad de magias nuevas que aparecían cada vez que alguien le pedía un poder así. Chasqueé la lengua y me dispuse a pensar en otra cosa. Sin embargo, no tuve que pensar mucho, ya que Cloe me propuso una solución a mi petición. Algo peligroso y que requería paciencia. Tal vez otra cosa no, pero en términos de paciencia nadie me ganaba. El tiempo era una cosa distinta para mí que para el resto de mortales, o así lo había pensado siempre. La gente era completamente incapaz de guardar o aprovechar cada minuto que se les proporcionaba en sus patéticas y lamentables vidas. Yo sabía gestionar hasta el más minimo momento que se me proporcionaba. ¿Tener paciencia? Por favor, llevaba años planeando mi venganza. ¿Qué más me daba esperar unos días más?

Los pequeños dados salieron de mi mano, cayendo sobre la mesa, y tras felicitarme por mi suerte (otra paparruchada de esas) extrajo una especie de brazo mecánico con un reloj. Me explicó su funcionamiento y me lo ofreció. Desde luego era peligroso. Podría convertirme en una masa gelatinosa de carne y huesos si lo usaba de mala manera. Pero claro, la oportunidad de poder crear mis propias bombas y armas a partir de una plancha de acero y algunos materiales más... Me ahorraría tanto tiempo que podría usar en otras cosas... Además, me permitiría defenderme mejor en ciertas circunstancias.

- A ver si lo he entendido... Cada vez que manipule algún material inerte, como metales o minerales, consumiré energía dependiendo del tamaño de lo creado... ¿Es así? Y los elementos vivos no pueden permanecer en un estado concreto durante demasiado tiempo... Eso supongo que incluye cualquier tipo de gas y líquido por muy espeso que este sea... La ley de los fluidos vaya. Bien, bien... ¿De qué está hecho?- Desde luego era  lo mejor que iba a poder sacar de ella por lo visto, y a decir verdad no estaba nada mal después de todo. Sonreí y cogí el brazalete, notando que la única parte que era sólida era la del reloj. Lo miré con una sonrisa y luego le devolví la mirada a Cloe.- ¿Tan solo con pensar vale?-

Sin embargo, ya no estaba en la sala donde me había entregado el brazalete. No estaba Cloe, ni la enorme mesa. Solo la calle donde todo empezó. Aquel pequeño callejón donde nos habíamos encontrado un extraño grupito de gente totalmente distinta entre nosotros. Miré a mi alrededor. Ni rastro de nada. Me encogí de hombros y decidí probar mi nuevo juguete. Estiré la mano hacia una pared y me concentré. La superficie de esta comenzó a moverse y al cabo de unos minutos conseguí sacar un trozo no más grande que una manzana que formó una esfera perfecta. Mi respiración era agitada por el esfuerzo, pero estaba contenta. Sonreí para mí y miré a la noche.

- Es hora de enseñarle al mundo el verdadero potencial de Vremya...-