Pueba rol Roy Harper

Esa misma noche había estaba trabajando hasta tarde para terminar una de las modificaciones de su equipo de armamento.  Era normal en él trabajar de forma intensa cuando estaba entusiasmado con una mejora o un nuevo proyecto. Siempre que se enfrascaba en estas mejoras, se abstraía, perdía la noción del tiempo, toda su atención y todo su ser se concentraban en el proyecto que tenía en mente.  Una vez terminada su labor su organismo volvía a ser presa del cansancio y el hambre. El pelirrojo bostezó y se dirigió a la cocina. Abrió la nevera y sacó un poco de pan de molde y un tarro de mantequilla de cacahuete. Algo rápido porque quería irse a dormir enseguida. Después de saciar medianamente su hambre, el pelirrojo se metió en la cama, cayendo en un sueño profundo.  Cuando despertó el sol lucía con fuerza. Era una mañana agradable y soleada de verano.  Aquel día Roy se había levantado un poco más tarde de lo usual.  La casa estaba vacía y sin compañía ni un proyecto en mente se aburría mucho. Así que después de arreglarse debidamente, decidió salir a dar una vuelta.

Ahora se preguntaba cómo una mañana normal y corriente se había convertido en un trampa mortal para él. Claro, había una chica. Es que no podía negar la ayuda a nadie. Aunque no se la hubiesen pedido. Aquella chica parecía demasiado perdida y con un gran problema a sus espaldas. Parecía que era complicado. No podía negarlo, le gusta meterse en situaciones enrevesadas. En cuanto vio su cara de nerviosismo, intuyó que aquella morena estaba en un lío. Ella estaba demasiado nerviosa sosteniendo aquel maletín y él era demasiado entrometido. Calle a calle, Roy la fue persiguiendo como si fuere su sombra hasta llegar a una zona de la ciudad con mala fama. Más concretamente se encontraban en unos almacenes abandonados. El lugar ideal para cometer actos criminales. El pelirrojo entró con cuidado al edificio abandonado, procurando mantener a la chica en constante vigilancia. Adentrándose un poco más pudo ver a un hombre que sostenía a otra joven. Esa joven tenía pinta de ser una adicta. Se drogaba, Roy lo sabía. Podría reconocer a un adicto a mil kilómetros de distancia. Sus rasgos eran muy parecidos a la muchacha a la que perseguía. Eran familia y de edades parecidas. Así que Roy concluyó que lo más factible es que fuesen hermanas. Después de un primer vistazo a las jóvenes, el interés de Roy se centró en el hombre con el que estaban. No parecía alguien muy confiable. Era de ese tipo de personas a las que las malas intenciones se les escapan y dejan un tufillo muy palpable. Después de ver al hombre, la  situación se volvió muy clara, estaban en una especie de intercambio. El maletín y lo que contenía por la chica drogadicta. Roy empezaba a enfadarse, no era correcto jugar así con una persona adicta y sus familiares. El pelirrojo desplegó su arco y se puso en posición.  Calculó la distancia, el ángulo de tiro y midió las posiciones de cada uno de los implicados. Mientras tanto la joven dejaba su maletín al lado del hombre. Una vez que tuvo el maletín en su poder, dejó libre a la chica yonqui. Siendo libre corrió al encuentro de su hermana y ambas jóvenes se abrazaron. El señor agarró el maletín y metió su otra mano entre la parte baja de su americana. Un gesto muy conocido. Iba a sacar un arma. El arquero le impidió llevar a cabo esa acción. Con una rapidez impresionante disparó dos flechas; una dirigida a la mano en la que empuñaba el arma y otra al brazo en el que llevaba el maletín. A continuación Roy se situó entre el maleante y las jóvenes. Él las hizo una seña para que escaparan. Cuando estuvo seguro de que las muchachas corrían en dirección a la salida, se acercó con cautela al hombre y recogió el maletín, que había caído al suelo como consecuencia de haber disparado en el brazo a aquel personaje. Teniendo el maletín en su poder, Roy se encaminó a la salida. En su presurosa huida alcanzó a las dos jóvenes. Daba la impresión de que los tres estaban fuera de peligro sin embargo no era así. El rufián había avisado a sus compinches que se encontraban en los alrededores. En ese mismo instante los aliados de aquel hombre acababan de ingresar en el edificio. Al estar atento y concentrado pudo moverse rápido y romper el cristal de una ventana para que las muchachas pudiesen escapar.

-Me parece que queréis esto- gritó mostrando el maletín. Intentando que toda la atención se centrase en el objeto que el líder ansiaba y no en las jóvenes.

Todas las miradas se centraron en él. Ya tenía lo que quería. El pelirrojo puso pies en polvorosa. En su improvisado escape se refugió detrás de una gran columna.

-Genial voy a morir por un puñado de papeles.- dijo al abrir el maletín. Se dio cuenta de que eran secretos empresariales- Seguro que a Oliver le interesan mucho.-

-Mierda.-Acababa de recordar algo que constantemente le decía su amigo y mentor. Él siempre le decía que era alguien estúpido e impulsivo. Le cabreaba bastante darse cuenta de que Oliver tenía razón, claro él siempre estaba en lo correcto. No, rotundamente no. Roy se negaba a morir en aquellas circunstancias.

Jason le debía veinte dólares y Oliver una disculpa. Quizá él también se la debía pero que la diese el famoso héroe y empresario primero. Roy empuñó su arco y se dispuso a salir victorioso de aquel lugar.