Dibujando en la mansión de los mutantes [Elysia, Planaria, Lobezno, Gabriel]

...Exactamente.

- Entonces está decidido... sí... ¿Seguro que no tienes ningún problema? Ok. Sí, lo entiendo, no te preocupes, te veo luego. Yo también te quiero... adiós.

Colgó el teléfono y se quedó mirando la pila de exámenes que aún tenía que corregir. Las clases no empezaban hasta por la tarde, pero aprovechaba las mañanas para hacer esa parte tan tediosa que acompañaba a las tareas del profesor. Las evaluaciones habían terminado a primeros de febrero, pero últimamente estaba saliendo mucho con Cassandra, y con todo el tema del cumpleaños de Bruce, la pedida de mano y los preparativos para la boda apenas había podido avanzar.

Estaba terriblemente nervioso, y no era únicamente por lo de la boda; Dentro de, exactamente, cuatro días, iba a participar en el tratamiento experimental del Extremis en Industrias Stark. Llevaba tantos años ciego que no podía ni imaginar cómo sería volver a tener sus ojos otra vez; Dejaría de tener que estar permanentemente en forma mutante para poder ver. Dejaría de tener que estar en continua tensión para mantener activo el poder durante todo el día. Dejaría de temer la constante amenaza de la oscuridad, que le acechaba a la espera del momento en el que se descuidase y se relajase un sólo segundo para atacar y envolverle con sus aterradores y gélidos dedos. Podría disfrutar de una relajante sesión de música clásica... del placer del sexo...

Todas eran cosas que la mayoría de la población daba por sentadas, pero que él llevaba negándose años por culpa de su condición. Porque su poder funcionaba como el de Coloso; su forma mutante no era permanente, era una forma de combate que se activaba en momentos de peligro o tensión, pero era la única manera que tenía de poder ver, así que llevaba años forzándose a sí mismo, a su cuerpo, para seguir aparentando una situación de normalidad que estaba muy lejos de ser cierta. Por suerte las ilusiones le ayudaban a disimularlo, a hacer ver a los demás que todo estaba bien, pero no lo estaba. Y si se relajaba, si se permitía a sí mismo placeres tan inocentes como el de una ducha prolongada, o el dejarse ir en los brazos de la mujer a la que amaba corría el riesgo de volver a su forma humana, y en esa forma estaba ciego, ciego y a merced del horror de la oscuridad, un horror que le hablaba de sangre y tierra mojada metiéndose lentamente en la boca y los pulmones, asfixiándole. Un horror al que se enfrentaba cada mañana al despertar y que le aterrorizaba demasiado como para afrontarlo de manera voluntaria.

Sin embargo, no todo era positivo; al ser un tratamiento experimental existían riesgos. La fase anterior del suero había dejado a Blair sin sus poderes mutantes cuando se lo habían inoculado. Sí, le había dado otras habilidades, llevando sus capacidades físicas a límites sobrehumanos, pero el gen x, lo que la definía como mutante, había sido anulado. Existía la posibilidad (aunque Stark le había asegurado que sería mínima) de que perdiera sus poderes y volviera a ser un humano normal y corriente. Drago tampoco sabía qué pensar respecto a eso.

No odiaba sus poderes. Es decir, si le hubieran preguntado hacía unos meses, cuando aún pensaba que su oscuridad hacía daño a aquellos a los que amaba, absorbiendo su luz, posiblemente se habría desecho de ellos sin pensarlo. Pero en Halloween había aprendido que su poder no era la oscuridad, sino la luz, y que era totalmente inocuo para los que le rodeaban. Visto así, sus poderes le ayudaban a hacer del mundo un lugar mejor. A erradicar la oscuridad.

Pero, por otro lado, si tenía que elegir entre permanecer como estaba, ciego y con poderes, y volver a recuperar la vista, aunque perdiera los poderes, la decisión estaba clara. Al menos de la otra manera podría por fin tener una vida normal. Era todo cuanto Drago había soñado durante toda su vida: tener una familia. Ser feliz. Siempre pensó que su condición era una maldición que le impediría cumplir su sueño, pero desde que había conocido a Cassandra se permitía tener esperanzas. Renunciaría al Ángel de Venganza si con ello podía, simplemente, ser humano otra vez.

Lo había hablado con Cassandra, pues al tratarse de algo que podría cambiarle tanto necesitaba escuchar su opinión y contar con su aprobación. Ella le había dicho que le amaba, con o sin poderes, con o sin sus ojos. Que no necesitaba hacerlo por ella, pero que entendía perfectamente lo que significaba para él y que, si eso le haría feliz, le animaba a intentarlo. Así que estaba decidido. Y eso hacía que fuera imposible para él corregir más.

Se puso en pie. ¿Qué podía hacer? Le había preguntado a Cassandra si estaba libre para almorzar pero tenía cosas que hacer, y él no tenía a nadie más para hablar del tema, porque prácticamente nadie sabía que estaba ciego. ¿A quién se lo iba a contar? Elissa podría haber sido una opción, pero la psicóloga llevaba un par de meses actuando de una manera muy extraña. Prácticamente había limitado sus encuentros a las sesiones de terapia, cancelando incluso las clases de piano, y las veces que había intentado quedar con ella le había sido imposible. Lo entendía, claro. Estaba el código deontológico y tal, pero de alguna manera le decepcionaba y le dolía. No sabía por qué. Había llegado a apreciarla mucho, y quizás ése fuera el problema. Era difícil no establecer un vínculo profundo con la persona a la que le cuentas absolutamente todo, sobretodo cuando ésta te ofrece ayuda y comprensión, pero precisamente por eso los terapeutas evitaban el contacto con sus pacientes fuera de la terapia, porque éstos podían malinterpretar esos sentimientos y confundir esa sensación de calidez y apoyo con algo más. E incluso había terapeutas que se habían aprovechado de ese poder que ejercían sobre sus pacientes para obtener algo que distaba mucho de ser profesional. Así que sí, lo entendía, pero echaba mucho de menos aquellas tardes en la sala de música, o las veces que habían salido a almorzar. Elissa era una mujer inteligente, comprensiva, empática, sensible y con sentido del humor, lo cual hacía de ella una compañía muy grata.

Salió del aula de música y bajó a la cafetería con la esperanza de encontrar a Sam o a Logan. Ellos eran sus mejores amigos en la mansión, y aunque no podría contarles nada porque tampoco sabían su secreto, siempre era agradable tomarse una cerveza con ellos, aunque fuera sin alcohol.

Samuel no estaba, pero sí Lobezno. Le distinguió a lo lejos sentado junto a Planaria, Alice, un muchacho rubio al que no conocía y una chica a la que inicialmente confundió con Elissa. Después de la sorpresa inicial reparó en el cabello corto con las puntas azules y reconoció a su gemela, Elysia. Sólo la había visto una vez antes, y fue durante un período muy breve (el tiempo que tardó Lobo en explicarles el problema que tenía con el Adversario antes de que los dividieran en grupos distintos y los enviara a diferentes localizaciones), así que tampoco se le podía culpar.

Durante un momento se les quedó observando desde la distancia, en silencio, preguntándose qué pasaría si después de lo del lunes terminaba perdiendo sus poderes mutantes. Tendría que dejar la Patrulla X. ¿Cómo se lo iba a explicar a sus compañeros? Él era el maldito líder. Pero claro, una vez más no podía consultarlo con ellos ni advertirles porque nadie sabía que estaba ciego. Nadie conocía su problema porque decirlo sería admitir que le torturaron, y aquél episodio de su vida era uno que aún le atormentaba. Porque le capturaron por su propia torpeza. Porque fue impulsivo, actuó sin pensar y cayó en la trampa como un novato. Y, por encima de todo, porque Drago no soportaba la idea de que le tuvieran compasión o lástima. Así que, si perdía sus poderes, aquello les pillaría de improviso, y por un instante se sintió la persona más egoísta del mundo. Porque estaba dispuesto a renunciar a sus poderes con tal de poder ser feliz junto a Cassandra, sin pensar lo mucho que podían necesitarle allí. Todo el bien que sus poderes podían hacer en el mundo.

¡Dios, no sabía qué hacer! Y no podía hablarlo con nadie porque Cassandra estaba ocupada y Elissa le evitaba. Quizá podría llamar a Sieglinde luego, pero por el momento lo único que quería era tomarse una cerveza y desconectar unos minutos, y sabía quién era la persona más adecuada para eso.

- ¡Hey! Hola -saludó acercándose al grupo-. Planaria, Alice, Elysia... No te había  visto desde lo de Villa Fábula. ¿Cómo estáis Elissa y tú? -puso una mano en el hombro de Lobezno a modo de saludo y se giró a mirar a Gabriel-. Buenos días, yo soy Dragoslav -dijo tendiéndole la mano. Gabriel podría ver que tenía un acento extraño, mezcla de Europa del este con un toque que parecía... ¿francés? y todo ello rebozado con el inglés que se hablaba en los Estados Unidos-. Trabajo aquí. ¿Y tú eres...?

La respuesta era un poco obvia, ya que tenía los ojos rojos, así que si estaba allí es que posiblemente fuera un mutante, pero no sabía si venía para quedarse o sólo de visita.

Si había algo que podía definir a Drago desde antes de que obtuviera sus poderes, era su capacidad de observación. El mutante había sido siempre increíblemente perspicaz, lo cual le había resultado siempre muy útil a la hora de analizar a los demás y descubrir sus puntos débiles y sus mayores temores, cosa que no dudó en aprovechar durante su época como Ángel de la Venganza.

Sí, Drago era muy observador, pero la reacción de Elysia al verle fue tan evidente que hasta un gato ciego lo habría notado.

Antes de que él apareciera estaba feliz, pasando un buen rato con sus amigos, incluso con cierto arrebol en sus mejillas, pero en cuanto sus ojos azules se posaron en él, la felicidad dio paso a una evidente expresión de ira y su puño se crispó en torno al lápiz de manera tan violenta que los nudillos se le volvieron blancos. Se levantó y se encaró con él de una manera tan brusca y llena de furia que por un segundo todos sus reflejos defensivos se activaron por instinto y retrocedió un paso mientras sus ojos refulgían levemente lanzando destellos de luz.

No pensaba atacarla usando su poder, nunca lo haría, pero no podía evitarlo; tenía que tener la forma mutante activa para poder ver, y como la reacción brusca de Elysia le había pillado por sorpresa, su control sobre la ilusión que le cubría se había visto momentáneamente afectado. No obstante lo volvió a recuperar en cuanto la muchacha pronunció su seca respuesta y se volvió a sentar, con los labios temblando de rabia e indignación. El fulgor natural de sus ojos en forma mutante volvió a ser reemplazado por la oscuridad de sus iris ilusorios, encubriendo de la misma manera la absoluta perplejidad que le embargaba. Pero... ¿qué...? No le había hecho nada a Elysia, la última vez que se habían visto se habían separado en buenos términos, y con Elissa se llevaba bien, o al menos así había sido hasta que la psicóloga había comenzado a espaciar las sesiones y a distanciarse con respecto a él. ¿Qué mosca le había picado?  

- Bueeeno, voy a por una cerveza para refrescar el ambiente -dijo Logan separándose del grupo, y Planaria intentó romper la tensión comenzando una charla insustancial sobre los poderes de cada uno, pero Drago no le siguió la corriente; estaba demasiado sorprendido con la inesperada reacción de la dibujante y tenía toda su atención puesta en observarla y tratar de entender a qué se había debido. Hacía prácticamente un mes que no la veía y no habían estado juntos el tiempo suficiente como para poder agraviarla. Entonces... ¿Elissa? ¿Habría hecho o dicho algo que le había sentado mal en el transcurso de las sesiones? ¿Algo de lo que no se hubiera dado cuenta? ¿Era por eso por lo que últimamente le costaba tanto hablar con ella? La última vez que había intentado llamarla había sido para invitarla a la reunión con los amigos que había hecho para presentarles a Cassandra, pero no le había cogido el teléfono ni le había devuelto las llamadas. Había dado por supuesto que había sido porque estaba demasiado ocupada con el trabajo, pero ahora le estaban entrando dudas...

Vio cómo Alice le indicaba su silla para que se sentara y se disponía a marcharse para recoger otra, pero la detuvo poniéndole suavemente la mano en el hombro.

- No, gracias, Alice... No será necesario. No me voy a quedar tanto tiempo. Sólo vine a buscar a Logan.

Y menos después de haber visto que no era bienvenido. Con Elysia no tenía mucha confianza; tendría que hablar con Elissa para averiguar si ocurría algo.

Interiormente agradeció el detalle de que interpusiera su silla entre los dos, aunque tampoco era como si él no se supiera defender llegado el caso, pero era un gesto considerado muy propio de Alice.

La mención directa a su nombre le hizo mirar al rubio. Gabriel Leblanc, se había presentado... El apellido era francés, lo cual daba sentido a la pregunta.

- No exactamente... Soy bosnio, pero tengo la nacionalidad francesa porque he pasado gran parte de mi vida en París, y es allí donde aprendí a hablar inglés, así que lo he aprendido con acento francés, me temo... Bueno, encantado de conocerte, Gabriel. Te veré más adelante si te vuelves a pasar por aquí.

No era una asunción descabellada; A juzgar por el color de sus ojos lo más probable era que el muchacho fuese mutante, lo cual ya le daba una idea de sus motivos para estar allí, y si no era así... No había más que ver la manera en la que Gabriel y Alice se miraban para saber que no tardaría mucho en volver a pasarse por la mansión.

Apretó levemente el hombro del francés a modo de despedida en un gesto más afectuoso de lo que era habitual en él, pues le había alegrado encontrar a otro compatriota y porque, aunque le gustara aparentar ante todo el mundo que tenía el corazón de piedra, lo cierto era que siempre resultaba bonito presenciar las primeras flores de un amor incipiente, especialmente ahora que él mismo se encontraba enamorado.

- Hasta luego, chicos -dijo haciendo un gesto con la mano-. Elysia... -le dirigió una última mirada repleta de intención a la dibujante y se marchó en pos de Logan.