Dibujando en la mansión de los mutantes [Elysia, Planaria, Lobezno, Gabriel]

21 de Febrero de 2019

Bajé del taxi después de pagar los quince dolares con cincuenta al conductor. Se debió de pensar que era una persona intelectual al llevarme hasta la escuela de jóvenes talentos, lo que no se podría imaginar es que con talentos se refería a "mutantes". Recordé que la última vez que fui de visita a la mansión del profesor X fue hacia finales de Marzo del año pasado, y que no había podido dedicarle la atención que me hubiera gustado en aquel momento.

Conocí a Charles Xavier en una conferencia acerca de los mutantes, aunque ya sabía quien era por aquel entonces. Volviendo al acontecimiento de la colisión de los mundos, en el cual los universos se juntaron en uno y ahora tener héroes y villanos de los cómics por las calles era el pan de cada día. A lo que venía a decir, era que me sorprendió gratamente encontrarme cara a cara con Charles Xavier, era un hombre sabio y respetable, y tenía la esperanza de que él me ayudara a saber quien soy. Pero es que yo era un bicho raro, y ni siquiera él podía ayudarme. Después de varias pruebas su deducción fue que carecía del Gen X, por lo tanto mis poderes no eran mutantes, pero no descartaba que fueran hereditarios. Total que me fui de allí con la misma información que con la que entré, pero con un buen recuerdo de sus estudiantes Dianne, Irene, Kevin y Sunbreath. En vez de una escuela, aquello parecía una gran familia y me aliviaba saber que todos aquellos niños ahora eran una gran comunidad protegida por el gobierno. La vida de una persona que no puede controlar sus poderes es difícil.

Más de una vez contacté con Charles para que me dejara ir de visita de vez en cuando a la mansión, para saludar a los alumnos y recopilar información para mi web comic original, pero la lista de impedimentos fue mucho más larga. Primero el ataque de monstruos en Gotham, después los problemas en el museo con los gorilas, luego Nueva York se cubrió con una cúpula de oscuridad y meses más tarde en un parque de atracciones. Y para colmo, un niño salido de la nada se nos acopló a vivir con nosotras, así que nos tuvimos que mudar, o remodelar la casa en su defecto. Así que sí, he tenido bastantes excusas para no poder ir a la mansión X después de tanto tiempo. Y menos aún podía volver a dibujar después de destrozarme las manos para ayudar a que el "Adversario" no destruyera Villa Fábula. Por suerte ya había pasado casi un mes de eso y ya las tenía como nuevas, dispuesta dibujar con todas las ganas del mundo.

Volviendo a la mansión, el profesor me comentó que durante aquella semana estaría fuera de Nueva York, enfrascado en algún trabajo de investigación, y que esta vez me acompañaría un profesor de la escuela para hacerme una visita guiada de la misma. Tenía muchas ganas de conocer las historias que podría encontrarme en aquella mansión, así que saqué mi lápiz y mi libreta del bolso para tenerlo todo preparado por si me venía uno de esos momentos de inspiración.

- Vamos Lyz, los cómics no se dibujan solos...

Avancé hasta el Hall de la mansión y allí esperé al profesor mientras hacía un par de bocetos del edificio.

Off Rol: Orden de posteo: Lo he puesto así con un poco de lógica.
- Lyz.
- Planaria, que es el que sabe que tiene que recogerla y darle un paseo por la mansión.
- Lobezno, que estará por allí dando clases o haciendo cualquier otra cosa xD
- Y por último entrará Gabriel.

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- ... Y si usamos el teorema de las fuerzas vivas, podremos igualar que la energía cinética es igual a la potencial elástica, quedando que 1/2·v^2·m=1/2·k·x^2, que nos lleva a decir que x^2=v^2·m/k, es decir, que la distancia máxima que alcanza el muelle es igual a la raíz de la velocidad al cuadrado por la masa partido por la constante elástica k.- En ese momento, la campana resonó, y los alumnos comenzaron a recoger, después de tomar los últimos apuntes. Estábamos a punto de terminar el tema de elasticidad, uno en mi opinión de los más sencillos, ya que al fin y al cabo, los muelles con pesas se comportaban de una manera poco anárquica, al menos en los modelos que veíamos. Si ya comenzábamos a meter agua, resistencias y demás la cosa podía complicarse todo lo que deseases, pero como todo en esta vida vaya.- Bueno chicos, que paséis un estupendo resto de día. Recordad hacer los ejercicios 22, 23, 24 e intentad el problema 4. No creo que os resulte complicado resolverlo. Mañana los corregiremos todos. Cualquier duda que tengáis escribidme un correo o buscadme en el departamento de física y matemáticas, ¿de acuerdo? ¡Nos vemos chicos!-

Cogí mi carpeta, metí mis apuntes y pedí a Clara, una chica que se sentaba en primera fila, que me hiciese el favor de borrar la pizarra. Abandoné el aula y me dirigí a la entrada de la mansión. Charles me había dicho que nos iba a visitar nada más y nada menos que Elysia, y como él estaría fuera y yo la conocía, me pidió que la atendiese y resolviese cualquier duda que tuviese. Le dije que encantado y le pregunté el por qué de su visita. Al parecer, Lyz era una dibujante de cómics que tenía una web donde los colgaba. La mayoría de sus trabajos eran historias de súper héroes que se vendían como churros debido a la situación que vivíamos. Aunque había pasado casi un año del choque de universos, todavía estaba todo demasiado reciente, y muchas personas parecían haber perdido la fe en los héroes o en que todo volvería a la normalidad algún día. Yo sabía que el hecho de que todo volviese a la normalidad era prácticamente imposible, ya que había sido un evento de esos sin vuelta atrás. Pero tras un año, podía asegurar que la nueva tierra no estaba tan mal. Al menos, a mí no me lo parecía.

Cuando bajé las escaleras pude ver a mi amiga en medio del hall, pensativa, garabateando en una de sus libretas, y sonreí para mí. Puede que Lyz no fuese la persona más amable o cariñosa con la que me hubiese cruzado, al menos de primeras, pero yo sentía que tenía un corazón puro, y para mí eso era lo más importante. Conseguí acercarme hasta ella sin que me viese y puse una voz grave e imponente, o eso me pareció a mí.

- Perdone señorita, ¿pero tiene usted permiso para dibujar a diestro y siniestro? Podría llenar esta sala con sus obras dando vueltas por ahí y causar algún daño.- Y le sonreí, mostrando que estaba en broma. Esperé que ella fuese quien hiciese el movimiento de saludo. Estrecharnos la mano, un abrazo, un par de besos... Era mejor que fuese ella quien entablase el primer contacto, más que nada porque no quería que volviese a pensar que era un acosador, aunque esto último no lo pensaba en serio, sino que lo guardaba como un recuerdo divertido.- ¿Cómo estás Lyz? Me alegro de verte. Te veo bien. Veo que tus manos* están en perfecto estado y que puedes dibujar sin problema. Me alegro enormemente por ello. Oye, estaba justo terminando de dar clase y tengo que dejar esto en mi despacho. ¿Te importaría acompañarme? Está aquí al lado. Después te llevaré a donde pidas.-

Nos dirigimos al departamento de física y matemáticas para que pudiese deshacerme de la carpeta que llevaba y así poder ir más ligero. No era como si esta pesase una tonelada, pero prefería quitármela de encima y poder estar para ella al 100%.

- Ya me ha explicado Charles que has venido antes a la mansión en busca de ayuda, y que tienes una web de cómics. Suena genial. No es por presumir, pero si quieres una buena historia yo siempre estoy dispuesto a narrarte las increíbles aventuras del Guardián de Ginebra. Ya sabes, para que tengas buen metraje en tu página.- Dije guiñándole un ojo. Entramos en la sala a la que nos dirigíamos y la invité a entrar. No había nadie allí, salvo los montones de libros y hojas amontonadas en las mesas. Un par de pizarras llenas de cálculos y ecuaciones de todos los tipos. Bobby y yo solíamos discutir acerca de diferentes teoremas y fórmulas, y de vez en cuando nos atrevíamos con cosas como la física cuántica, y aunque yo no tenía mucha idea de ella, siempre estaba dispuesto a aprender un poco. Había algunos cuadros de profesores antiguos, y una enorme tabla periódica llena de garabatos y apuntes que habíamos hecho indicando qué elementos eran los mejores para una cosa u otra. Un poster con algunos dibujos de teoremas físicos con sus descubridores/creadores debajo. Dejé mis cosas en mi mesa y me volví hacia Lyz sonriéndola.- Bueno, ¿qué te parece si vamos a la cafetería, tomamos algo mientras me cuentas qué tal estas semanas y ya nos ponemos en marcha para lo que quieras? Yo ya he acabado mis clases hoy así que no tengo prisa de ningún tipo. Soy todo tuyo, como quien dice.-

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Logan había acabado sus clases por esta mañana y se dirigía a la cocina, allí esperaba poder comer algo. La gente siempre dice "¡Oh, Logan, que rápido te curas!, ¡que poderío físico!", pero no caía que además del propio poder mutante, eso requería mucho gasto energético, un metabolismo especial que aprovechaba más la comida que cualquier otro.
El caso es que no había comido nada desde la tarde anterior, el irse de fiesta la noche anterior y tomarse no sé cuantas bebidas no cuenta como cena.

Al pasar por el Hall vió un papel por el suelo. No es que a Logan le importase demasiado el orden y la limpieza, lo que sí le importaba era el posible discurso de Jean "Logan, eres un guarro, lo dejas todo desordenado, si no fuera por Ororo y por mi la Escuela estaría comida de mierda", y no valdría para nada decir que él no había tirado el papel, lo importante era dar ejemplo.

Recogió el papel, del suelo, lo miró...
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-"¡¿¡¿Pero que coj...!?!?"-

Spoiler:

Indignación...¿quién había sido el gracioso que se había pasado la mañana haciendo estos dibujitos?...se iba a enterar.

Se dirigió al departamento de física y matemáticas, que donde solía estar Planaria, para ver si él había visto algo de eso. Entró por las puertas como una fiera.
-Pero mira en lo que pierden el tiempo de clase estos enanos.-
Al entrar en la sala, vio a Planaria acompañado...muy bien acompañado...

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Gabriel frenó la moto cerca de la Mansión. Nunca había estado allí, a pesar de que quizás fuera lo más conveniente para él. En el Triskelion se había informado bien, sin embargo. La misión era en apariencia simple: Ir a la Academia de Jóvenes Talentos de Charles Xavier y hablar con este último, entregarle una carpeta confidencial que Gabriel no podía abrir bajo ningún concepto y volver al trabajo de rastreo de restos alienígenas que tenía ahora entre manos. O esos papeles eran muy importantes, o tenían al recadero muy ocupado para encargarse del tema. Lo habían mandado precisamente a él para que el Profesor le echara un vistazo además de quedarse los documentos, ya que la poderes psíquicos de Sparrow estaban aumentando a una velocidad anormal. Al principio tenía que concentrarse para leer la mente de los demás, pero había mejorado muchísimo desde entonces, hasta el punto de predecir los movimientos de algunos rivales con los que había conversado antes o localizarlos si estaban cerca, aunque estuvieran fuera de su campo de visión en ese momento. Y pocas personas se explicaban el porqué de esa mejoría, aunque sus teorías no eran para nada optimistas.

Sumido en sus pensamientos, el rubio se quitó el casco negro, lo metió bajo el asiento y se dirigió con zancadas largas al edificio, tras asegurar el vehículo. La verdad que los Xmen siempre le habían llamado la atención. Gabriel había crecido sin ningún otro mutante cerca, y parte de su vida había pensado que se estaba volviendo loco, al oír voces en su cabeza. Luego, descubrió que esas voces apenas susurradas eran pensamientos ajenos, y que podía comprenderlos si se concentraba en ellos. Por eso, conocer a más gente como él, diferentes... Le llamaba. No, no era eso: Lo necesitaba, en cierto modo que no sabía explicar. La gravilla del camino crujía bajo sus pies calzados con cómodas deportivas. Habría ido de uniforme, pero Taylor, su "jefa" por así decirlo, le había insistido en hacer el encargo de paisano para no llamar la atención. Nueva York era algo así como una jungla, y cualquier movimiento extraño podía desencadenar una catástrofe. Buena prueba de ello era la furgoneta azul que lo había estado siguiendo durante cerca de una hora, hasta que la había despistado en el denso tráfico de la Quinta Avenida. Ya en la puerta, esperó en un rincón a que un grupo de alumnos saliera de la escuela para entrar. Debían de salir de clase, porque comentaban algo sobre los deberes del día. Gabriel se fijó en ellos disimuladamente: Algunas de sus mutaciones eran bien visibles, como el pelo rosa y las alas de una chica, o las escamas de un chico. Otros, sin embargo, conservaban cierta apariencia humana, como él mismo. Entró y cerró con cuidado la puerta tras de sí. La Mansión era enorme, pero no por ello parecía fría o oscura, sino que emanaba una especie de calidez familiar. En cuanto Gabriel localizó la zona de los profesores, ser dirigió hacia allí, en busca de Xavier. Pero todos los departamentos estaban vacíos y en silencio, como si todo el mundo hubiera salido fuera a pesar del frío invernal. Bueno, todos... Menos uno. Al fondo del pasillo había una habitación iluminada, y el agente se dirigió hacia ella. Dentro, un hombre decía algo, malhumorado, así que probablemente no oyó nada cuando Gabriel llamó a la puerta. No tenía todo el día, así que entró directamente.

Gabriel se llevó una pequeña sorpresa al ver en la sala al mismísimo Lobezno con una caricatura suya en la mano (muy buena, por cierto) y una cara de mal genio de la que tiran para atrás. En el otro lado, una chica de pelo corto y castaño, y un chico con barba igualmente marrón.

-Perdón por la interrupción, pero ando buscando al Profesor Xavier. ¿Sabéis dónde puede estar?

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-¡AH! ¡Lo siento, yo...! - dije casi automáticamente al sentir aquella voz grave y dura que venía por la espalda. Pero no fue al cabo de un segundo que pensé en el contenido de aquella frase, y me pareció tan absurda que me giré de golpe tras darme cuenta de que había sido una broma.

Me encontré de lleno con la sonrisa despreocupada de mi amigo Planaria, y no pude evitar soltar una carcajada después del susto.

-¡Serás capullo! ¿me has asustado! - le dije dándole un pequeño golpecito con la libreta. -¿Qué haces aquí? No me digas que... ¿eres profesor en la mansión?

La aparición de Planaria me pareció tan sorprendente y agradable que no pude evitar dejar de sonreír en ningún momento y le di un fuerte abrazo amistoso como saludo.

- Me alegro de verte, amigo. ¿Todo bien? ¿Qué tan Cels?

Era muy curioso pensar que después de la colisión, las personas que se habían acercado a mí para conocerme y mostrarme afecto eran justamente del "otro lado del universo". De alguna manera, agradecí a quien fuera que causó la colisión, por haberme dado tan buenos amigos hoy en día.

- Sí, la verdad es que fue un rollo lo de las manos. Lissa estuvo casi de criada durante todo el mes y me aburría un montón sin poder dibujar, así que tengo unas ganas enormes de ponerme a trabajar. Tengo mil ideas en la cabeza que quiero plasmar y necesitaba pasarme por aquí ya. - sonreí de nuevo y entonces le asentí.- claro, te acompaño a dónde me digas, señor guía. - le dije en broma guiñándole un ojo.

Seguí a Planaria hasta su despacho y curioseé un poco los libros que tenía en las estanterías y los tablones que tenía colgados en la pared mientras él dejaba las cosas había cargado en la mesa.

- ¿Así que eres profesor de física y matemáticas? - sonreí ante la idea. Quien hubiera dicho que el chico al que consideré un pervertido acosador en una cafetería de Nueva York me parecería ahora un hombre de buen corazón y la mar de divertido. Qué equivocada había estado, le había juzgado demasiado rápido la primera vez y no recuerdo si llegué a disculparme con él. Quizás debería...

Entonces me fijé en que en su tablón tenía colgada una fotografía adorable de él con Sasha. Hacían una pareja perfecta y no pude evitar sonreír con calidez al verles tan felices. Era envidiable, amar a alguien de aquella forma tan intensa. ¿Sería capaz de hacerlo yo algún día? No, seguramente no. Era la persona que esquivaba más relaciones por segundo que nadie en este mundo.

- Sí, soy dibujante de cómics, ¿no te dije nada? Supongo que no, ya sabes lo reservada que soy a veces con mis cosas. - sonreí un poco incómoda y entonces asentí ante su propuesta. Me parecía genial eso de ir a tomar algo y después guiarme un poco por la mansión.

- Así que el guardián de Ginebra, ¿eh? - bromeé - será interesante escuchar esas historias, quizás le haga un hueco en el webcomic. "Planaria" el rompecorazones eléctrico. - no pude evitar troncharme de la risa ante la idea, aunque ni siquiera sabía por qué se me había ocurrido aquel mote estúpido.

Entonces entró por la puerta un hombre bajito y fornido con cara de malas pulgas y que reconocí al instante. Para mi resultaba imposible aquel encuentro, pero delante de mis ojos estaba James Howlett, aunque quizás él ya no recordara siquiera que se llamaba así. Ahora era Logan, o Lobezno.

Automáticamente recordé a Lissa en mi cabeza, mostrando una mueca en el rostro y diciéndome "Porqué tienes un póster de un tío vestido horteramente con licra amarilla?". Ella nunca podría entenderlo, para mí Lobezno era como para Lissa su Batman, solo que sin meterla en la cárcel. Vamos a ver, no se si me explico, pero es que... ¡tenía delante de mí al que consideraba al mejor personaje de los X-Men! ¡Lo había dibujado cientos de veces en cientos de cómics! Y gracias a este mundo que se había vuelto loco lo tenía delante de mí.

Me quedé tan estupefacta que no pude decirle nada, simplemente mi mente estaba en blanco y mi corazón palpitaba rápidamente por la emoción. ¿Sería capaz de acercarme a él y pedirle un autógrafo? ¿O iba a quedar como una fangirl desquiciada?

- Yo no he sido. - dije automáticamente al ver la caricatura de Lobezno en aquel papel que contenía con tan mal humor. Y para colmo entró otro chico al departamento de matemáticas preguntando por Charles Xavier. ¿A qué venía tanto jaleo en la mansión? ¿Era lo normal?

Dejé que mi amigo Planaria lo solucionara todo, mientras en mi mente planeaba una estrategia para pedirle a Lobezno un autógrafo sin parecer una fangirl loca.

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- Ñe ñe ñe ñe. ¡No soy un rompecorazones! De hecho, entre tú y yo, siempre he sido un desastre total con las mujeres. Es a mí al que han roto el corazón un par de veces. Hasta que encontré a Sasha. Demasiado buena para mí. No sé qué habrá visto en mi... Pero bueno, vayamos a tomar... ¡Ah! Hombre Logan, qué agradable sorpresa. ¿Qué te trae por aquí?- Se acercó a mí con cara de malas pulgas y me dio una caricatura suya bastante graciosa. A pesar de que sabía el mal humor que tenía y que seguramente me llevase un capón no pude evitar una pequeña risa que se escapó entre mis labios apretados y mi nariz, haciendo el característico sonido de alguien que intenta aguantarse la risa. Negué con la cabeza divertido y lo dejé sobre la mesa.- Son adolescentes Logan. Ya sabes cómo se las gastan. Yo tengo un par de divertidos dibujos también que me han hecho. ¡Oh! Perdonad mis modales. Logan, esta chica es Elyssia, una amiga que conocí hace tiempo. Tiene poderes como nosotros, pero no creo que sea una mutante. Es una excelente dibujante además. Y Lyz, este gruñón que tienes ante ti es Logan. Tranquila, no muerde.-

Alguien llamó a la puerta y dejé que la chica y mi compañero charlasen tranquilamente mientras me dirigía a la entrada de la sala. Un chaval más o menos de mi edad, alto, rubio, bastante guapete, preguntaba por el profesor Xavier. La verdad es que era el típico tío por el que las chicas habrían suspirado, aunque parecía estar más perdido que un pulpo en un garaje. Desde luego, lo que más me sorprendió fue que danzase por la mansión como Pedro por su casa. No me sonaba de nada, ni de fotos ni nada, y generalmente Ororo se habría encargado de él. Bueno, estarían hasta arriba. Le ofrecí mi mano y una amable sonrisa.

- ¡Hola! Mi nombre es Planaria. Encantado de conocerte. Soy profesor aquí en la mansión. El profesor se encuentra ocupado en este momento, pero nosotros íbamos a tomarnos algo a la cafetería. ¿Por qué no te unes y en cuanto esté libre te llevo a él? Así puedes contarnos un poco qué buscas y si podemos echarte un cable.- No es que no me fiase de él, pero prefería andarme con pies de plomo cuando alguien ajeno a los mutantes se interesaba por el profesor. Los mutantes éramos perseguidos a diario por los humanos para acabar con nosotros de cualquier forma y a cualquier precio. Este tío podía ser mutante, mutante malo, humano aliado o humano con ganas de matarnos. Fuera como fuese, tampoco le había ofrecido nada descabellado. Simplemente tomar algo con nosotros. Y que Logan, quien era capaz de sentir cuando alguien mentía como quien siente que se le moja un pie con nosotros estaba más tranquilo. Si el tipo mentía, le pillaríamos. Y si no, pues una caña fresquita que se llevaba a la boca.

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Spoiler:

La cara de Logan tornó al ver a la pelirroja, le desapareció repentinamente el rictus de enfado. Lanzó hacia atrás la caricatura que tenía en las manos y se acercó a darle la mano a la mujer.
-¿Y en qué podemos ayudarla en la mansión, señorita dibujante de comics?.- Pensó que realmente era un sitio extraño para una dibujante, desde luego si intentaba sacar inspiración, no parecía aquel un lugar idoneo, tan sólo era una escuela con sus alumnos adolescentes, sus profesores y su exceso de hormonas, casi podría decir que era más inspirador como un culebrón mexicano que como un lugar lleno de superheroes.
De repente se dio cuenta que estaba abstraido en sus pensamientos y mientras no le había soltado la mano a la joven. ¿Cuántos segundos llevaba con la mano cogida?...no importaba, ¿qué podía ser lo peor que pudiera suceder?.

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Con gesto cordial, estrechó la mano de Planaria, mientras reflexionaba cosas tales como que el universo le odiaba o directamente se reía de él. ¿Cómo era posible que un encargo tan sencillo también se le alargara? Ains... Al menos ellos parecían simpáticos. Y con "ellos" se refería principalmente a la chica que estaba tomada de la mano de Lobezno y a Planaria. Esto... ¿No estaría interrumpiendo ninguna escena romántica ni nada por el estilo, no?

-Yo soy Gabriel, encantado.-Tras escuchar el tema de ir a tomar algo, sonrió. -Por mí perfecto, de todas formas tengo todo el tiempo del mundo para encontrarlo.-La cosa se ponía peliaguda: Había leído algún informe sobre el mutante Lobezno: Era muy famoso. No sólo por ser todo un veterano entre los Xmen, sino que además detectaba las mentiras. Pero, por otra parte, le habían dicho que los mutantes eran de fiar. La única de la que no sabía nada en absoluto era la chica, y francamente, parecía la menos peligrosa de los tres sujetos. Poco rato después, salieron de la escuela para dirigirse a la cafetería en cuestión. Estaba tan cerca que les bastó con ir andando mientras hablaban de cosas varias. La conversación no dejó de reforzar la teoría de Gabriel de que esa chica, Elysia, estaba loca por Logan. ¿Correspondido? Vete tú a saber... El canadiense era tan expresivo como una estatua de mármol. Y mucho, mucho mas feo. El local era un café no muy grande, con mesas y sillas de madera, música suave y ambiente agradable. Pidieron algo de beber (cómo no, para el agente un café cortado con un montón de azúcar).

-Esto es un poco extraño para mí. Nunca había estado mucho con otros mutantes, y por eso quería ir en parte a la Escuela, aunque sea para ver cómo es vivir aquí. -No iba a entrometerse en sus mentes: No sabía si alguno era un psíquico, y algo así podía parecer una agresión. Además, no le habían dado motivos para desconfiar de ellos: Simplemente estaban haciendo sus cosas.

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FDI: PERDÓN PERDÓN PERDÓN por la tardanza >o<

- Planaria Glámez, eres un chico genial, no quiero verte con esa autoestima tan baja, ¿de acuerdo?

¿Cómo podía decir que no sabía lo que Sasha había visto en él? Planaria era un chico bueno y caballeroso, y Sasha era otro trozo de pan. Estaba clarísimo porqué se gustaban.

A todo esto, Logan se había acercado a mi a cámara lenta y con una musiquita de fondo en mi cabeza. Vale, en realidad había caminado hacia a mí de forma natural y normal, lo que pasa es que yo me había quedado tan estupefacta que no supe que hacer, hasta que por fin me decidí a darle la mano.

- ¡Encantada! ¡Es un placer! Me llamo Elysia Stavridis y soy dibujante profesional. De... de hecho llevo dibujando portadas para la Patruya X desde hace tiempo... ¿quiere que le enseñe alguno de mis dibujos? ¡Hay uno en el que sale usted en primera plana! ¡Espero que le guste!

No había hablado tan atropelladamente en mi vida hasta ahora. Y encima Logan no me soltaba la mano, ¿cuánto rato llevaba apretándola? ¿Diez segundos? Me iba a dar algo.

En cuanto llegara a casa se lo iba a contar todo a Lissa, aunque ella nunca compartiera mi gusto por los pósters de Lobezno con el traje amarillo que tenía colgados en nuestra habitación.

Le aparté la mano educadamente y empecé a abrir la carpeta con los dibujos. Saqué una impresión de las últimas portadas que había realizado.

Después volví a meter los dibujos en la carpeta y acompañé al resto a tomar algo. El otro chico que venía con nosotros no me sonaba de nada, debía de ser algún alumno o otro mutante externo a la escuela. Me dio la impresión de que me miraba raro, pero quizás fueran imaginaciones mías.

Una vez en la cafetería, pedí un batido de lima azul con sabor a menta. Uno de mis favoritos, refrescante y de un color azul precioso. Volví a sacar mi carpeta de cómics, esta vez para enseñárselos a Planaria. Creo que él nunca llegó a ver mis dibujos de "verdad", vamos, los que NO se convierten en realidad después de que los dibuje.

Mi mirada se centró entonces en el chico nuevo.

-¿Y tu, Gabriel? ¿Eres también un mutante?- susurré un poco bajito para que no nos oyeran los de las mesas de al lado.

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Nos dirigimos todos a la cafetería, incluyendo el nuevo mutante que había llegado buscando al profesor Xavier. Dijo llamarse Gabriel, y también que, a pesar de ser un mutante, no estaba acostumbrado a pasar mucho tiempo junto a más de nuestra raza. Le sonreí y le di un toque en el hombro una vez estábamos en la cafetería.

- Pues has venido al lugar perfecto. Te entiendo. Yo hasta que no entré en la mansión era el único mutante de mi círculo de amigos, así que sé como te sientes. Te sentará genial este lugar, aunque sea por un rato. Estoy convencido de que querrás volver en cuanto tengas un hueco.- Supuse que era un mutante cuando dijo lo de que quería saber qué era vivir ahí. Después de todo, sólo los mutantes podían entrar en la mansión excepto casos puntuales como el de Lyz. Yo pedí una cerveza y la acompañé con unas patatas. La cerveza americana no era como la alemana, pero se dejaba beber. Estaba rica la verdad. Sobre todo entraba super suave a esa hora, poquito antes de comer. Las patatas audaban a que entrase mejor. Fruncí el ceño un poco y miré a Gabriel pensativo.- Oye... ¿Y tú de dónde has salido? Quiero decir, ¿trabajas o algo?-

La verdad es que tenía curiosidad por saber de dónde había salido el chaval este. No debía ser mucho mayor que yo, si esque lo era. Más o menos tendríamos la misma edad, así que podía estar trabajando o estudiando. Cualquiera era viable. Lyz me enseñó entonces sus dibujos, y abrí mucho los ojos al verlos.

- Madre mía Lyz... ¿Has hecho tú estos dibujos? ¡Flipas! Uala... Esque menuda pasada... ¿Dónde aprendiste a dibujar así? Oye... ¿Me dibujarías a mí? Ya sabes, un Planaria ahí to' chulo, con rayos y esas cosas. Seguro que quedo to guenorro.- Miraba con los ojos como platos los dibujos. La verdad es que eran una pasada. Había visto a Lyz dibujar cosillas para crearlas y usarlas, pero eso era algo totalmente distinto. Eran una maravilla. Y yo que apenas podía dibujar unos monigotes de esos de palitos. El dibujo técnico se me daba bien, pero dibujar así en plan cómic o arte era algo que se me iba totalmente. Era otra liga. Lo mío era tocar la guitarra y los deportes. Pero dibujar... Madre mía, qué pena me daba solo de pensarlo.

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(((Perdón, perdón, exceso de trabajo)))

Ya en la cafetería, tras tener cada uno aquello que quisieran tomar, se sentaron.

-Bueno, enseñame esas portadas que decías. ¿Tan conocidos vamos a ser?.-

La chica, Elysia, le enseñó alguno de sus dibujos. Estaban realmente bien. Bastante naturales. Algunos imaginativos, idealizaciones de lo que son los mutantes.

Sabía que ella no era la primera persona que se dedicaba a dibujar mutantes, pero al menos algunos sabían dibujar, pero otros...
-¡maldito Rob Liefeld y sus caras estreñidas!-. Dijo en voz baja Lobezno, pensando que sólo lo pensaba en vez de estar diciéndolo ante los demás. Mientras su cara se enrabietaba.

Dibujando en la mansión de los mutantes [Elysia, Planaria, Lobezno, Gabriel] VOCN04

Dibujando en la mansión de los mutantes [Elysia, Planaria, Lobezno, Gabriel] VOCN04

El día que lo encontrase se le iban a quitar las ganas de volver a coger un lápiz.

(((Siento el metacomic, pero es que no me he podido contener, jajaja)))

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Miró impresionado los dibujos que iba sacando la chica de su carpeta. Era muy buena, y se dedicaba por lo que dijo a dibujar a los miembros de la Patrulla para los cómics. Planaria bromeaba con ella, parecía que se conocían de antes. Sin embargo, Lobezno no parecía tan al corriente del asunto. Y tampoco tenía pinta de estar muy contento con el tema de ser dibujado. Aunque claro, eso podía no significar nada, tratándose de alguien descrito como "Hosco e instintivo, con un grave problema de actitud" en los archivos a los que él tenía acceso. El hombre además dedicó una maldición a un tal Rob Liefled, al que él no conocía ni de verlo salir en la tele ni de ver su nombre en la base de datos. No sería muy importante. -De hecho, yo tardé mucho en darme cuenta de qué pasaba, antes estaba asustado.

El café estaba rico, la conversación era amena y divertida, y en general se respiraba un buen ambiente hasta que Elysia hizo la pregunta del millón. Rematada por el típico "¿De dónde has salido tú?" de Planaria. No tenía problemas en decírselo, pero estaban en un lugar público, y cualquiera podía estar escuchando. Si ya mencionar a los mutantes era motivo de sobras para bajar la voz, hacerlo y añadir lo demás era llamar a gritos a los problemas. Gabriel no olvidaba que gracias a Cloe, había una bonita recompensa por su cabeza, y no quería llamar la atención. Así que prefirió responderles directamente dentro de sus cabezas. "-Sí, soy un mutante. Un telépata, y vengo de parte de SHIELD. Por eso quería ir a hablar con el Profesor."-Por otra parte, pronunció en voz alta la versión "oficial", su supuesto cargo como policía en Nueva York, aunque dudaba de que nadie los estuviera escuchando a hurtadillas. Toda precaución es poca en ciertos casos.

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FDI: o.o no sabia que habías contestado Gabriel!! Siento el retraso!! >o<

Cuando pregunté al chico rubio sobre si era un mutante Planaria también llamó su atención. Nos quedamos todos en silencio y pensé que quizás había metido la pata al preguntarle, no sabía si eso le habría metido en un compromiso o no… pero estaba ligeramente incómodo. Normal, teniendo en cuenta de que estaba toda la mesa mirándole…

Por suerte respondió a nuestra pregunta, aunque no cómo esperábamos. Gabriel explicó que era un policía de Nueva York, pero en mi cabeza esuché un susurro que se confundía con su voz real. ¿Era un telétapa? ¡Guau! Nunca había conocido a uno… bueno, estaba Lissa que podía meterse en la cabeza de los demás, pero nunca había sentido la voz de alguien en mi cabeza. Ahora sabía cómo se sentían los esquizofrénicos.

- Wow, es increíble… es decir… ¡los polis moláis mucho! – vale, lo mejor es que me calle o cambie de tema.

Terminé de repartir los dibujos que había traído en la carpeta Din A3, y Planaria empezó a flipar en colores. Ya sabía que era un exagerado, pero siempre conseguía sacarme una sonrisa sincera. Los amigos que tenía antes de la colisión vivían en los Ángeles y hablaba con ellos en contadas ocasiones. Mi vida en Nueva York fue bastante solitaria hasta que nuestros pisos se fusionaron, y Lissa se convirtió en una gran amiga para mí. De hecho la mejor; sabe perfectamente lo que siento o pienso, no en vano somos la misma persona de universos diferentes. Y después tengo a Planaria, que es un encanto de hombre (hace años nunca hubiera dicho algo así ni muerta), pero es que es de los pocos hombres decentes que conozco. También tenía Sloan, pero hacía muchísimo tiempo que no lo veía. Planaria era el mejor amigo que podía tener en Omega.

- ¡Claro! – Exclamé con una sonrisa – te dibujo cuando quieras! De hecho estoy haciendo un webcomic inspirado en la colisión de los mundos, dónde los protagonistas son tres chicos que obtienen poderes y deciden hacerse superhéroes, con todo lo que ello implica, ya sabes, peleas, emociones, problemas, romance y… Había pensado en incluirte en el cómic, una especie de cameo en la historia… ¡podría ser divertido! ¿Qué te parece?

Después escuché cómo Lobezno refunfuñaba de fondo por un tal Rob Liefeld.

- Tienes toda la razón, no se porqué siguen contratando a ese tío…. Los jóvenes de hoy en día quieren ver a los superhéroes cada vez más guapos y con menos ropa... ¿has visto al Lobezno de Marvel Now? Sales más joven y eres más alto… - cogí mi móvil y busqué una imagen por Internet, para después enseñársela a Logan. No quería perderme su cara cuando la viera.

Lobezno Sexy xDDD:

No entendía porqué la industria de los cómis sexualizaba cada vez más a sus personajes. Eso en los noventa funcionaba para vender, pero ahora…Tenían que aprender a modernizarse, saber mantener el público de toda la vida y atraer a los jóvenes, pero no con culos y tetas. Cada vez éramos más las mujeres que nos gustaban los cómics y nos indignamos mucho cuando vemos a un personaje femenino convertido en un objeto sexual.

- Es una pena que sea una industria tan estancada y tan machista… - comenté, casi recordando algo desagradable. – Tuve que despedirme de la editorial en la que estaba trabajando, dibujar para una empresa reconocida mundialmente es mucha presión, y más aún si eres mujer. Te miran como un bicho raro, hablan mal de ti a tus espaldas, cobras menos que el resto, juzgan tu trabajo por cualquier tontería y encima tienes que aguantar comentarios desagradables… - y por no entrar a hablar del acoso sexual que sufríamos todas allí. Había muy buenas guionistas y dibujantes que se sentían infravaloradas. ¿Cuándo iban a darse cuenta de que estaban desperdiciando nuestro talento? ¿Porqué a pesar de todos nuestros esfuerzos el mundo seguía girando entorno al hombre y su ego?

- Es curioso, del universo que yo vengo la mansión X y los mutantes sólo eran personajes de un cómic, una historia inventada… y ahora veo que en otros mundos sois personas de verdad, ¡Y que existen los superhéroes! ¿No es genial? – sonreí como una niña pequeña, la verdad es que me sentía muy ilusionada de poder conocer a los X-Men y de estar en la mansión que tantas veces había dibujado.

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Now I am unbreakable

La cara que puso Gabriel fue todo un poema. Era como cuando a mí me pillaban en un renuncio y la única cosa que podía hacer era desvelar lo que realmente era yo o inventarme una pantomima... Y qué malo era mintiendo por dios. Aún recordaba la vez que el jodido Lobo Feroz me pilló mintiéndole con que no conocía a Xavier, únicamente porque no sabía si les conocía o no y quería mantener el anonimato de la mansión. Creía que me moría. Sin embargo, por suerte tenía una habilidad gracias a la cual pudo respondernos sin meterse en un lío: la telepatía. Nos explicó que él también era un mutante, y que su poder era ese. Yo estaba acostumbrado a gente como Jean o Xavier que me hablaban en la cabeza, así que no fue algo desagradable para mí. Era miembro de SHIELD, lo que significaba que era un poli, y esa era la razón por la que quería hablar con el director. Sin embargo no pude evitar pensar en que era raro que nos hablase directamente en la mente. ¿No quería que se supiese que estaba allí? Me concentré en preguntarle si tenía algún problema o estaba huyendo de alguien de manera mental, para que sólo él pudiese oírme, aunque no sabía si funcionaría así.

Logan estaba algo molesto por un supuesto dibujante que hacía las caras de los héroes como si estuviesen teniendo un complicado momento All-Bran. Me reí y negué con la cabeza, mirando los dibujos que mi amiga nos pasaba. Eran muy buenos a decir verdad, además de que eran creíbles. Quiero decir, muchas veces ponían a las tías y los tíos con unos cuerpos imposibles. Esas cinturas tan estrechas que un soplo de viento las habría partido o unos tipos tan musculados que habrían sido incapaces de cerrarse la camisa por sí mismos. Me contó entonces que estaba pensando en hacer una historieta basada en nuestro mundo. Le sonreí con los ojos brillantes y asentí ilusionado.

- ¡Claro! ¡Estupendo! ¡Cuenta conmigo! Puedo ponerte unas poses de esas de guapetón, para que puedas captar bien mi esencia, ya me entiendes. Jajajaja Ahora en serio, me encantaría ser parte de una de tus historietas. Debe ser super divertido verte dibujado en un cómic.- Lyz entones habló con Logan acerca de lo mismo en lo que estaba pensando unos segundos antes acerca de que los héroes de los cómics estaban demasiado sexualizados. Pero la guinda del pastel fue una foto que nos enseñó de un dibujo donde Logan aparecía... Dios, no te rías que te mata.- Madre mía Logan, no sé yo si con esa caña vas a pescar, pero yo no lo consideraría un problema después de ver el resto...-

No pude evitar hacer el chiste y me eché a reir. Dios mío, pero ¿en qué estaban pensando los dibujantes? Madre mía, qué tremendo. Pero vamos, que las tías que iban tan poco tapadas que parecían recién salidas de la ducha no mejoraban mucho. Qué pena. A mí personalmente eso no me gustaba. Me parecía totalmente anti estético. ¿Quién podía pillarse de una chica a la que te da la sensación que vas a partir en dos cuando la abraces? Prefiero una Sasha que una de esas a las que llamaban "súper heroínas".

- Desgraciadamente Lyz, la mayoría de personas que siempre han leído cómics y demás eran hombres, y ya sabes que tiran más dos tetas que dos carretas. Iban a lo fácil. ¿Qué vende más, una historia profunda y buena o una historia normalita pero con bufas pro todos lados? Pues la segunda, al menos en la mayoría de casos. A mí me fastidia mucho eso a decir verdad. Te lo lees y te das cuenta de que es tan superficial o previsible a veces que hasta aburre...- Y me encogí de hombros metiendo los labios hacia dentro. Lyz tenía razón, y a la pobre debían haberle dado una caña tremenda en el trabajo para que dibujase esos torsos desnudos o esos culos perfectos parecidos a un melocotón para luego poner por encima unas mayas azules y negras y un antifaz. Y en lugar de darle una historia guay y entretenida, cualquier tontería que sirviese de excusa para enseñar un primer plano de las posaderas del tipo en cuestión.

- A mí a veces me da incluso un poco de miedo y respeto. Quiero decir, nosotros en tu universo no existíamos, pero ahora sí. A saber la cantidad de cosas que no existían o que creíamos que no existían y que ahora sí. Cualquier día nos enteramos de que Drácula existe.- Dije cláramente en un tono humorístico, aunque parte de razón tenían mis palabras. Después de todo, tenía una crisis de fe por todos los dioses que habían aparecido de la noche a la mañana, los cuales en mi mundo no existían salvo en las leyendas y mitos históricos.

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Nothing lasts forever, and we both know hearts can change...

-Una caña, las chicas pez...mejor no os digo como sigue la historia con las chicas pez porque aún no tenéis edad para oir estas historias.-
-La de azul parece como si tuviera miedo a que la de rosa se me fuera a robar y dejarle sin nada para ella. Pero tranquila, hay Lobeznito para todas.-

Se puso serio por un momento.
-En cualquier caso, luego se quejan los famosos de los paparazzi, pero nosotros también tenemos que aguantar mucha presión mediática. Que si tal se lía con cual, que si cual era una chica muy ardiente, que si el novio de cual tiene más cuernos que la carroza de Santa Klaus (lo que pasa es que el novio tiene muy poca vista, por eso siempre usa gafas).-
-Por no hablar de los costes inesperados. Suelta a Hulk por Manhattan y lo que menos va a hacer es reventar los cristales de la mitad de las oficinas a dos manzanas de distancia.-

Y miró a Planaria.
-Sobre lo de Drácula, mejor te lo cuento en otro momento, pero no le preguntes a Tormenta que se suele tomar a mal el asunto aquel del tal Conde Alucard.-

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Casi se alegraba de no haber dicho nada en voz alta: Elysia disimulaba que daba gusto. Contuvo la risa para que no se molestara, pero... Es que tenía su gracia.

Escuchó la conversación "física" sobre cómics: En su mundo de origen sí que había, y de hecho, a veces se basaban en historias reales, como la del Capitán América. Estaba pensando en eso y viendo los dibujos cuando notó un pensamiento en Planaria que iba dirigido a él, así que le respondió. Preferiría que no supieran qué clase de mal bicho le seguía (En parte por que él tampoco tenía ni idea), pero tampoco iba a ignorarle. "-Es solo por si acaso... No sabemos quien hay aquí, escuchando."-No creía que Cloe fuera a aparecer por ahí, tomándose un café, pero todo era posible. Y si no era ella, podría ser cualquiera de sus interminables amiguitos... Aunque el dibujo que apareció en la mesa le hizo olvidar a la morena rápidamente. Dios... ¿Qué era eso? -La verdad es que te favorece bastante salir en cómics...-Añadió, con una sonrisa divertida. Si hasta parecía alto y todo. De hecho, demasiado... Bastaba comparar el original con el dibujo para darse cuenta de que no era una copia demasiado fiel. -Pero espera... ¿Eso ocurrió alguna vez?-Vale, era comprensible que al guionista de turno le apeteciera meter chicas pez y héroes en bañador, y que el dibujante creyera conveniente hacer un poco de fanservice... Pero ¿Que ocurriera de verdad?

-Yo opino algo parecido. Es decir, el sexo es una parte de la vida como otra cualquiera, no hace falta escandalizarse por estas cosas... Pero que sea lo único que tenga un cómic para atraer al público me parece muy triste.-Además, estaba ocurriendo con muchas cosas. En el cine, en los cómics, en los videojuegos... Casi cualquier medio en el que hubiera imágenes, tenían cabida esas cosas. -Además, me parece una estupidez menospreciar el trabajo de una persona sólo por ser mujer. He visto de primera mano como se las gastan algunas, y de hecho, mi jefa es una mujer. Es la competencia personificada.-Taylor era... ¿Cómo decirlo? No sólo parecía que estaba en todo, sino que además actuaba con una eficiencia escalofriante. Mientras guiaba a alguien en una misión, supervisaba el entrenamiento de un recluta, manejaba la situación con uno de los de arriba que venía a revisar, y se tomaba un café. Todo a la vez. Por no hablar de la agente Romanova o Elektra. No sólo no se dejaban pisar por nadie en este mundo, sino que además le cortaban el cuello a quien lo intentara. Y si no, que se lo preguntaran al señor Nakatomi, o a cualquier otro.

-Es algo que no había pensado nunca, la verdad.-Gabriel nunca había sido públicamente conocido, no se imaginaba la situación. Bueno, sí. Una vez aparecieron miles de carteles con su cara por la calle, pero no se podía comparar a guionistas con ansias de enterarse de todos los líos de faldas superheroicos.-Supongo que, como en todo, el morbo vende. Pero eso no es excusa para meterse en la vida privada de nadie, y de hecho, el vender no tendría que ser su principal preocupación.-Le hizo gracia que mencionara a sus compañeros así: Gabriel conocía a la Patrulla X en la medida de la información que había visto y leído, pero no sabía los líos que podían llegar a montarse dentro de la respetable mansión. -Yo casi prefiero que no sepamos todas las cosas que existen ahora en el mundo: Si no los notamos, eso es que no dan problemas.-Sí, era cierto que todo lo que salía en los libros podía existir ahora, en su mundo. Pero como se suele decir, la realidad supera a la ficción; y ya hay ficciones que de por sí son horribles.

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Even if you can't see me:

Solté una incontrolable carcajada al ver la emoción de Planaria y las tonterías que decía de si mismo. Este maldito chico mutante sabía hacerme reír, era todo un personaje.

- Pues si quieres verme dibujar no tengo problemas de invitarte a mi piso, y así de paso saludas a Lissa que hace tiempo que no te ve. Eso si, necesito concentración, ¡así que nada de distraerme mientras dibujo! – le señalé acusadoramente con el dedo y después esbocé una sonrisa. Me sorprendía hasta a mí la manera de comportarme que tenía ahora, mucho más cercana a la gente y algo cariñosa. Se me hacía raro tener personas tan cercanas a mí, cuando me había pasado la vida huyendo de la gente y encerrándome en mi casa sin salir, solo para sacar a Lycos a pasear. La de cosas que me había perdido…Pero mi vida de ahora me hacía feliz, y me sentía realmente bien conmigo misma.

La cara de Lobezno fue un poema en cuanto vio la portada de Marvel Now y las sirenas en bikini, pero rápidamente se relajó para hacer un chiste sexual sobre la portada. No tendría que haberme hecho tanta gracia pero me reí, no imaginaba ese tipo de reacción en Lobezno.

La charla sobre el machismo de los cómics dio para mucho más de lo que pensaba, y me sorprendió ver que los tres hombres con los que estaba hablando tenían una reacción bastante parecida a la mía. Debían de ser de los pocos que pensaban como yo, porqué sino… ¿Quién compraría los tebeos de las mujeres sexys en bikini?

- Es que los superhéroes sois como los actores famosos, la gente siempre va a hablar de vuestra vida y de vuestros escarceos. Debe de ser bastante duro, la verdad, yo no podría soportar ningún tipo de presión social… si ya lo pasaba mal con el bulling de la editorial imagínate rodeada de Paparazzis acosándome a preguntas para saber si tengo novio o no…

No pude evitar volver a soltar una carcajada cuando Lobezno habló de la Mansión X. No era posible… ¿estaba hablando claramente de Jean Grey y Cíclope? La mujer ardiente tenía que ser ella seguro, y el de los cuernos…con gafas… No puede ser, me parto.

- Logan te está tomando el pelo, Cedric… - sonreí al rubio cuando se quedó algo pillado.- No creo que lo de los cómics forme parte de la realidad. Es decir… en mi mundo leí muchas cosas de la editorial en la que salen los X-Men, y desde que estoy aquí he visto que las cosas funcionan de forma muy diferente. Creo que… al existir tantos mundos paralelos con las mismas personas en algo tenían que coincidir, pero yo creo que los cómics son inspiraciones de una posible realidad, ¡como un fanfic!… - expliqué lo mejor que pude.- tengo la teoría de que el creador de todos los cómics de superhéroes de mi mundo viajó por el tiempo y el espacio y se copió la idea de personajes reales. –reí divertida ante mi absurda teoría, pero tampoco sería tan descabellada en estos tiempos que corren. – Como en ese capítulo de Futurama en el que Turanga Leela inventa una serie de dibujos animados muy original y luego resulta que sus protagonistas son criaturas adorables de otro planeta. – cuando terminé de explicar, le di un último sorbo a mi batido de lima y menta. Me daba lástima que ya se hubiera acabado, con lo rico que estaba.

- Cuando llegué aquí, mi hermana Lissa también me habló de los cómics que se habían hecho de los superhéroes de su infancia. Por ejemplo: el famoso Batman. ¿Quién no conoce a Batman? ¡Se han hecho millones de cómics de él! Hay guionistas y dibujantes que se han inspirado en el murciélago para sus historias y tienen sus propias teorias sobre su identidad secreta… La más extendida es que se llama Rodrigo Hernández, y es el mayordomo de un multimillonario de ciudad Gótica… - expliqué, creando un poco de misterio y suspense con la voz.- Pero si lo pensamos fríamente… ¿Creéis que el verdadero Batman dejaría que publicaran su identidad secreta en los cómics? Yo no lo haría, ¿aunque quién sabe? La verdad es que a mi Rodrigo Hernández me gusta mucho…

FDI: He aprovechado para explicar un poco en este tema como funcionaban los cómics en el mundo de Elysia, visto que varias personas me lo han preguntado. Espero que haya quedado bastante más claro ahora xD

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Asentí ante las palabras mentales de Gabriel y le guiñé el ojo con rapidez y discreción, dándole a entender que estaría a salvo dentro de la mansión. A decir verdad lo estábamos. Ni siquiera los centinelas habían sido capaces de entrar aquí, y las veces donde nos habían amenazado o habían entrado eran rechazadas casi al instante por todos. Era como meterse en la boca del lobo, solo que cada lobo tiene un poder que desconoces y se conocen la guarida de cabo a rabo. Si le estaban persiguiendo o no no fue una respuesta directa. Más bien dijo que no sabía quién podía estar escuchando en la sala de al lado, y sabía perfectamente a qué se refería, así que lo dejé estar.

Al oír el relato de Logan me reí y negué con la cabeza. Sabía perfectamente a quién se refería ya que lo había visto/vivido de primera mano. Aunque hacía tiempo que no veía a Scott, entre Jean, él y Logan siempre había habido cierta tensión sexual, que personalmente había preferido ignorar. No era asunto mío y respetaba lo suficiente a mis compañeros como para andar cuchicheando como una quinceañera. La oferta de Lyz me gustó y asentí.

- Por mí genial, siempre y cuando no me pilles dando clase. Y con respeto a ver a tu hermana, tengo que hablar con ella. Hemos avanzado mucho con la terapia y la verdad es que estoy bastante contento. Últimamente ha sido un caos con todo lo de Ultron y demás.- No quería hablar de Villa Fábula así a la ligera ya que Lobo nos había pedido discreción al respeto. Al parecer tenían una movida de aúpa con el gobierno desde que aparecieron, y prefería dejarles en el anonimato, al menos mientras estuviese Gabriel delante. No es que no confiase en él, pero acababa de conocerle. Y tonto no era. Ya había sufrido demasiado por mi candidez como para dejarme engañar por así decirlo de nuevo.- La llamaré esta semana sin falta. Y así mato dos pájaros de un tiro. Tú me dibujas y os visito.-

La respuesta de Logan acerca del conde Alucard (que por si alguien no lo sabía es Drácula escrito al revés) me dejó con los ojos muy abiertos y flipando. No, si al final iban a existir vampiros de verdad. Señor, lo que no se hubiese inventado ya... Y Lyz sacó un tema interesante. El de los personajes de cómic y sus identidades secretas. La verdad es que nunca lo había pensado, pero si era cierto que se habían dibujado cómics de personajes que ahora eran reales, ¿no sabrían los villanos a quien atacar? La verdad es que les daba una ventaja enorme sobre los héroes. Pero mis temores desaparecieron en cuanto Lyz continuó. Rodrigo Hernández como Batman... Claro, como no habría Rodrigos Hernández en el mundo... Señor. Aunque también me resultaba curioso que uno d elos personajes más emblemáticos de los cómics tuviese de identidad a un español o un latino. Es decir, solían tirar siempre para casa, y alguien tan famoso debería haber sido americano, ¿no? Bah, seguramente se habrían inventado su identidad, pero no dejó de rayarme un poco la situación al pensar en ella. Hasta ahora no lo había tenido en cuenta, e hice un repaso mental de los personajes de cómic que había leído en mi vida... Quien sabe, tal vez alguno de esos sí que fuese su identidad secreta, pero como para ponerse a buscar. Menudo rollo.

- Si a mí me dibujas di que soy un esquimal o algo así. Estaría gracioso. Y ese es un buen punto Gabriel. Aunque no estoy del todo de acuerdo. Hay muchas cosas que no notamos que son buenas o ayudan, pero que suceden en silencio. Sin embargo creo que es una conversación demasiado elevada para este momento. Decías que querías hablar con el profesor de parte de SHIELD, ¿cierto? ¿Es algo privado o podemos echarte una manita nosotros? Tal vez Lobezno y yo podamos ayudarte con algo.-

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Nothing lasts forever, and we both know hearts can change...

Llevaba mucho tiempo esperando la noticia y ahora que la tenía entre manos, era incapaz de abrirla.

Estaba sola en su habitación, o más bien en la de ella, pero Dianne no se encontraba ahí en ese momento. Los mordiscos del Capitán en los barrotes de su jaula eran el único sonido que rompía el silencio del lugar, aunque no para Alice. Ella podía escuchar con total claridad los latidos de su corazón mientras en sus dedos bailaba una sencilla carta. Tragó saliva y sus manos temblorosas empezaron a rasgar el envoltorio de lo que parecía ser una carta enviada desde la Universidad de Harvard.

Había trabajado mucho para lograr reunir el valor necesario para presentarse a los exámenes de acceso. Y aunque el resultado no fuera determinante para su carrera - pues bien podía intentar ingresar en otras facultades o intentarlo de nuevo más adelante - para ella ese paso era realmente importante. Si se había acercado a la nota que necesitaba para el ingreso, tenía claro que volvería a intentarlo más adelante.

Cuando logró abrirla y leer su contenido, su corazón dio un vuelco. Y con una sonrisa de oreja a oreja, salió corriendo de su habitación en busca del profesor que había hecho aquello posible.

[···]

Glámez no estaba en las aulas donde ese día daba clases. Buscó en los terrenos, en el gimnasio y finalmente se encaminó a la cafetería, donde reconoció a su profesor, junto a James Logan, quien también entrenaba a la joven británica. Se había dejado el gorro en su habitación y su cabello caía graciosamente despeinado sobre sus hombros, y sus mejillas se encontraban coloreadas resaltando sus pecas a causa de haber estado correteando por la mansión. Pero en sus labios se mantenía la inmensa sonrisa que mostraba la blanca dentadura de Alice, algo impropio y resultón para el rostro siempre sereno de la mutante.

Se acercó a la mesa correteando, dispuesta a entregar la carta a Planaria cuando empezó a prestar atención a la situación en la que estaba el profesor. Había dos personas más en la mesa, dos personas a quienes, juzgando por el aspecto que tenían de espaldas, no eran nadie conocido para ella. Cambiando la sonrisa enérgica de su rostro por una más discreta, Alice se detuvo en sus pasos y se disponía a dar media vuelta cuando su profesor se percató de su presencia y le hizo un gesto para que se acercara. Y puesto que era incapaz de pensar un modo de dar la vuelta e irse ahora que ya la habían visto, terminó de cerrar la distancia entre ella y la mesa, dejando con cuidado la carta delante de su profesor.

Tras una fugaz mirada a ambos rostros para confirmar que no eran habitantes de la mansión, Alice fijó sus ojos del color de la miel al suelo, no queriendo importunar a los invitados que acompañaban a ambos profesores. Lentamente volvió a alzar la cabeza, sus grandes y expresivos ojos subiendo con precaución para contemplar el rostro de la mujer a quien dedicó una tímida sonrisa a modo de disculpa por la intromisión, siendo la viva imagen de la inocencia. Ella tenía el cabello corto, castaño, teñido de un precioso color turquesa. Sus rasgos eran dulces, y su rostro ovalado le daban cierto aire de jovialidad... y Alice se relajó, pensando que la chica debía tener su edad. Por un instante, dejó que sus ojos hazel descansaran en los dos zafiros de la joven, admirando su color y luego fue a dedicarle la misma sonrisa de disculpa al muchacho…

Delaney ladeó la cabeza levemente, con curiosidad. No le había reconocido, puesto que al conocerse, él tenía los ojos verdes. Sin embargo estaba segura de que era él. Le conocía, habían estado juntos en Nueva York y… Tras unos segundos mirándole fijamente a los ojos, olvidándose por completo del motivo que la había traído ahí en primer lugar, Alice empezó de nuevo con sus pequeñas manías. Se apartó el cabello del rostro y lo colocó tras las orejas, tras lo cual intentó alisarse la descolocada melena y a trenzarla, en unos movimientos mecánicos, metódicos, propios de la rutina y la insaciable repetición, casi como si se tratara de un movimiento reflejo. Y tras el cabello, las mangas del jersey blanco, demasiado largo, que le cubría casi en totalidad las pálidas manos.

La presencia de Gabriel ahí no suponía un gran problema de per se. Pero de algún modo, eso la delataba a ella como una mutante. Le relacionaba a él con el mundo en el que vivía. ¿Sería él también portador del GenX? No pudo evitar repetir mentalmente aquél día en Nueva York, asegurándose de que no había hecho nada indebido… Pero no podía ser. Incluso le había contado lo sucedido al profesor Glámez y él tampoco había insinuado que ella hubiera hecho nada mal…

Buscó la mirada del profesor, casi como si intentara buscar en él la confirmación de que no era malo que ella estuviera ahí, que no les había interrumpido. Sin embargo Glámez se encontraba leyendo la carta. ¡La carta! Alice comenzó de nuevo a pasar el peso de su cuerpo de un pie a otro esperando ver la reacción de su profesor. Al fin y al cabo había superado el examen de acceso… Y con muy buena nota.

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Dibujando en la mansión de los mutantes [Elysia, Planaria, Lobezno, Gabriel] Otp10

-Dejemos clara una cosa, la vida real no es totalmente como en los comics.-
-Leyéndolos pareciera que la vida en sitios como la mansión es un culebrón para adolescentes.-
-Chicos musculosos, jovencitas voluptuosas, amorios y peleas viscerales. Mucha tensión.-
Olisqueó el ambiente.
-Las hormonas campan por sus respetos en el aire, lo huelo. Pero eso es porque este lugar está lleno de adolescentes. Lo que da que pensar. Que la vida no es como en los comics, completamente, pero algo hay.-
Pensó en hacía años, cuando algunos de los profesores eran alumnos, y las cosas que habían vivido. Muchas cosas, quizá demasiadas, pero no todas malas. De hecho tenía muchos recuerdos de ellos, de sus amigos, de la familia que se había encontrado en su vida cuando era incapaz de recordar la propia carnal.
Como hacía pareja de lucha con Coloso, su amistad y tutela sobre Kitty Pryde, el bueno de Bestia, y tantos otros...Ejem...Scott...y siempre presente Jean.
Se estaba poniendo sentimental, y no le gustaba que los demás notaran eso en él.

Tras escuchar a Planaria asintió.
-Si necesitas algo de nosotros tan sólo dilo. Es más, si hay que posar, también estamos dispuestos a una splash page.-

Llegó Alice, entregando un papel a Planaria. Logan ya la conocía sobradamente, su sutileza, su silencio en todo, tenía sus razones para ello. Respetó el momento, lo que fuera sería importante y lo contaría si lo consideraba necesario. Si no lo contaba por algo sería.

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La verdad era que la teoría de las realidades alternas resultaba más que plausible. Es decir.... En el mundo de algunos de sus compañeros, los héroes no existían. Había sido divertido hablar con ellos sobre el tema: Aún hoy, se sorprendían más que nadie por esta clase de cosas. Gabriel suponía que debía ser difícil acostumbrarse a la presencia de gente capaz de volar o lanzar rayos. O al hecho de que la Tierra fuera invadida a veces por alienígenas. O la posibilidad de que los personajes ficticios de un mundo, fueran reales en otro, como ahora comentaba Elysia. ¿Quién sabía? Quizás en algún lugar, hubiera un cómic sobre los que estaban sentados a la mesa en ese mismo momento. ¿Por qué no? Todo podía ser. -Yo creo que, aunque alguien publicara en un cómic la verdadera identidad de Batman, él no haría nada. Así, todo el mundo seguiría pensando que esa no es, y daría igual aunque todos lo supiéramos.-Sonrió, pensando en ello. Sí, seguramente es lo que haría, o eso creía en base a lo poco que sabía de él. La conversación sobre cómics y el reality show que a veces parecía la Mansión continuó un poco más, hasta que Planaria lo mencionó directamente a él. Gabriel se tensó un poco: Estaba acostumbrado a llevar estas cosas en total secretismo, no tan a la ligera. Pero en parte también, agradeció la amabilidad de Planaria internamente. De alguna manera, le había caído bien, a pesar de que era la primera vez que hablaba con él. De hecho, se encontraba bastante a gusto ahí. -Muchas gracias, pero... No creo que podáis. Tenía que entregarle unos documentos, y hablar con él sobre mis poderes.-Ahora, volvía a leer con demasiada facilidad la mente de las personas a su alrededor. Como cuando era pequeño. Sintió un pequeño escalofrío al recordarlo: Lo había llegado a pasar realmente mal, al oír cosas que nadie había dicho en realidad. -Están... Aumentando, y no sé por qué.

En un momento dado, escuchó unos pasos acelerados que se aproximaban a la mesa. Aunque al principio no les dio importancia, sí que pertenecían a alguien que se dirigía a ellos. Pocos instantes después, una chica de pelo castaño hizo su entrada en escena. Pero su aspecto le resultaba a Gabriel muy familiar... Tardó un poco en relacionar a la joven que tenía delante con Alice, la chica con la que había estado en el parque. Exactamente lo que tardó ella en empezar a hacer esos gestos nerviosos que tanto la caracterizaban, después de depositar un papel sobre la mesa. ¿Sería alumna de la Mansión X? Era posible... Eso explicaría por qué había ido a buscar a Planaria y a Logan. -Ah... Hola, Alice. ¿Como estás?-Aunque sabía que no le iba a responder con palabras, preguntó de todos modos, preguntándose cuales serían sus poderes, y qué contendría el papel que la había hecho venir.

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Even if you can't see me:

- Me lo apunto. Estaría gracioso diseñar a un esquimal con poderes eléctricos- sonreí a Planaria.- y como no vengas a vernos me enfadaré.

La charla de los cómics tenía fuelle para un rato más, podría haberme pasado horas hablando de aquello. A fin de cuentas trabajaba en el mundo editorial y sabía mejor que nadie cómo funcionaba el negocio. Podría explicarles cualquier tipo de curiosidad que tuvieran acerca de los cómics de superhéroes o sobre el dibujo en general. Pero entonces una chica de la mansión se acercó a la mesa de dónde estábamos, y nos quedamos en silencio observándola. Su radiante sonrisa se desvaneció ligeramente al mirarnos a mi y a Gabriel. Hizo un ademán de retirarse, como si pensara que estaba molestándonos o algo, pero Planaria le hizo varias señales para que se acercara.

La chica de cabellos castaños le entregó una carta al profesor, y bajó la mirada con una timidez que me resultó adorable. Me recordaba un poco a mí de cuando iba a la universidad, siempre con la cabeza baja y esperando no atraer la atención de nadie. Le devolví la sonrisa en cuanto me miró, y después la chica desvió la mirada en dirección al agente de S.H.I.E.L.D. Estuvo unos segundos más mirando a Gabriel, como si se hubiera percatado de algo. Entonces el rubio habló y me di cuenta de que ya se conocían de antes.

-¿Te llamas Alice? Encantada, yo soy Elysia.- le dije con una sonrisa, tratando de ser lo más educada posible. Me parecía algo increíble que la Mansión X acogiera a alumnos tan distintos y los ayudaran a controlar sus poderes y a integrarlos en la sociedad. Ojala yo hubiera tenido esa oportunidad cuando descubrí mis poderes, había pasado gran parte de mi vida huyendo de ellos y negándolos. En el mundo del que yo provenía no había gente que me comprendiera, ni superhéroes que salvaran el día, ni villanos que salieran en la portada de los periódicos. Gracias a dios que la colisión de los mundos trajo algo positivo a mi vida a pesar de todas las desgracias. Ya no tenía que sentirme tan sola.

Me di cuenta de que estar en silencio observando a la alumna de Planaria incomodaba aún más a la chica, así que retomé la conversación anterior con Lobezno y dejé que hablaran entre ellos sin importunarles.

- Pues no te voy a decir que no… - le dije a Logan algo más cortada, evitando volver a enrojecer. Tener a uno de mis héroes de la Patruya X delante de mis narices no era algo que se viera todos los días. Se me caería la cara de vergüenza si él supiera que tenía pósters con su estampa pegados en la habitación como si fuera una fan loca. Pósters que según mi hermana Elissa, eran de mal gusto y siempre se dedicaba a criticar los trajes de licra amarilla….- Me encantaría poder dibujarte en vivo y en directo.

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Now I am unbreakable

- Pché, la vida en la mansión es bastante parecida a los cómics, más de lo que nos gustaría admitir. Además, son adolescentes. Están en plena edad del pavo. A saber cómo fuiste tú con esa edad. Yo era más peligroso que nada. Salía a la calle desde los trece años a pegarme con delincuentes y tíos que te habrían roto la espalda sin dudarlo ni un segundo. Qué peligro tenía. Y están en la edad de tontear. Siempre y cuando no conviertan los baños o la sala de entrenamientos en un picadero no hay problema.- No pude evitar sonrojarme un pelín al pensar en eso último que había dicho. Sasha y yo habíamos tenido algún que otro pequeño escarceo por así decirlo después de alguna misión. Un día los vestuarios, otro alguna sala que estaba vacía... Estaba convencido de que más de una parejita también buscaba algo de intimidad en los pasillos o en sus habitaciones. No tenía nada de malo mientras no se pasasen, o al menos no me parecía mal. Sabía que Sasha en su época de alumna había tenido sus encuentros por la mansión, así que los alumnos (y seguramente algún profesor también) lo hacían seguro.- Y no hagas caso a este viejo cascarrabias. No es tan grave. Simplemente es la adolescencia.-

Noté que alguien se acercó a la mesa y me volví para ver quién era. Allí estaba Alice, la joven alumna con una sonrisa que se encogió ligeramente al ver que había más gente en la mesa a parte de mí. Levanté la mano para captar su atención.

- ¡Alice! ¡Ven, siéntate con nosotros! Estamos charlando tranquilamente. Mira, esta es Lyz, una amiga que conocí en una misión. Logan que ya le conoces y este es Gabriel. anda buscando al profesor para algo.- Ella me alcanzó un sobre y fruncí ligeramente el ceño cogiéndolo con cuidado.- ¿Mmm? Qu'est ce que c'est?-

El francés me salió solo pero no le di importancia. De vez en cuando me salía frases o palabras en alemán o francés que eran las lenguas que mejor hablaba por haber vivido en Ginebra y estudiado en Múnich. Abrí el sobre y leí la carta que venía con él. "Estimada Alice Delaney,..." blablabla "Nos complace anunciar que...". Los ojos se me iluminaron y los abrí un montón. Una sonrisa fue dibujándose en mi rostro y miré a Alice.

- ¡Alice! ¡Enhorabuena! ¡Sabía que lo conseguirías! ¡Qué gran noticia! ¿Qué tal? ¿Estás contenta? Imagino que sí.- Dije releyendo la carta de nuevo con emoción y satisfacción. Le había echado una mano con la prueba de acceso. Sabía que había trabajado un montón para entrar en esa facultad y que tenía muchas ganas de conseguirlo.- Esto hay que celebrarlo. El próximo día nos vamos a cenar por ahí. Se lo diré a Sasha por si quiere venir también. Qué bueno... ¿Cuándo empiezas?-

Me volví entonces al resto de la mesa sabiendo que Gabriel nos había respondido a Logan y a mí.

- Oh, perdón Gabriel. Noticias académicas. Pues si necesitas hablar de poderes has venido al sitio perfecto. Lo único es que ahora está ocupado. Le mando un mensaje a ver a qué hora podría atenderte. De todas formas podemos quedarnos por aquí de tranquis. ¿Te sientas con nosotros Alice? ¿Quieres tomar algo? ¿Y qué poderes tienes si se pueden saber Gabriel? Si es muy personal no te preocupes. Sabemos lo que es eso. Todos hemos pasado por ello en algún momento.- Le dije sonriendo.

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Nothing lasts forever, and we both know hearts can change...

Estaba nerviosa.

En ese momento Alice era un hervidero de emociones adolescentes. Quería gritar y reír, quería llorar y cantar, quería abrazar a sus profesores y a la vez quería huir a la reconfortante comodidad y soledad de su habitación. Estaba feliz, feliz y contenta de la gran noticia. También ilusionada y satisfecha por la reacción de Planaria, cuya felicidad hacía eco de la suya propia, y le hacía sentir verdaderamente que compartía la noticia con ella. Así que a medida que Plana se emocionaba y la animaba a celebrarlo, sus ojos se iluminaban con ilusión y asentía con energía. Además, le encantaba estar con Sasha.

Luego, recordaba que no estaban solos y bajaba la mirada a la punta de sus botas, sonrojándose. Sus manos jugueteaban con las mangas del jersey, para acto seguido subir a recolocar su cabello tras las orejas… Aunque el cabello ya estaba ahí, bien peinado y sin moverse de su lugar, sus manos frenéticas se aseguraban de que no se habían desplazado ni un milímetro.

Elysia tomó la iniciativa para presentarse, y Alice la correspondió con una tímida sonrisa, acompañada de un leve rubor que hacía resaltar las pecas de sus pómulos, finalmente sus manos pararon quietas, el tiempo justo para que Alice las llevara ante ella y respondiera a Elysia… En el lenguaje de signos de los sordomudos. Ni mucho menos pretendía ser descortés, pero no tenía modo de saber si Elysia entendía esa lengua sin preguntar, así que la utilizó sin más, hecho que hizo que de nuevo bajara el rostro con timidez. Gabriel también la saludó, y la reacción con el rubio fue, para su posterior vergüenza, mucho más genuina y apropiada para una chica en sus 19. No pudo evitar recordarle, y recordar la tarde que habían pasado paseando juntos y patinando en Central Park. Así que se le iluminó el rostro en una sonrisa cuando él la reconoció y dijo su nombre, demostrando así recordarla, y alzó los dos puños con los pulgares hacia arriba para indicarle que estaba bien, y en cuanto se percató de su propia reacción, escondió las manos a su espalda, sonrojándose.

Le había hablado de él a Planaria, de cómo se había conocido y la tarde que habían pasado juntos, y el profesor había reído y la había picado, preguntándole si le gustaba. Desde luego, en cuanto el profesor Glámez se percatara que ese joven rubio y el muchacho de la historia de Alice eran el mismo, de seguro que iba a pinchar a la morena con la broma, y eso añadía al rubor que cubría sus mejillas. Pero también estaba el hecho de su presencia allí. ¿Gabriel también era un mutante? Tenía que serlo, pues Planaria no tardó en preguntarle al francés por sus poderes… Y esa, fue la razón que terminó por alzar nuevamente el rostro de Alice. Sentía curiosidad, por aprender más de él, y de Elysia, a quien dedicó otra mirada nerviosa, antes de irse a por un zumo y una silla para ella, finalmente, uniéndose a la mesa.

Como bien había dicho Planaria, había jóvenes para quienes sus poderes eran un tema delicado del que no solían hablar, y era bien sabido que Alice era uno de estos casos. Su trastorno, la hacía especialmente sensible a hablar, puesto que la muchacha tenía la permanente sensación de que podía herir a los demás si lo hacía. Y sin embargo, no era la única rareza de su comportamiento, más bien una de entre otros tics y manías, tal como tardar diez minutos de reloj en arremangar su jersey de manera que ambos dobladillos fueran totalmente simétricos y del mismo tamaño, o de limpiar con discreción el envase del zumo antes de abrirlo, o el cómo cada pocos minutos, apartaba de su rostro un cabello que no estaba verdaderamente ahí, o el como si alguien, se fijaba especialmente en ella, hubiera jurado que a veces sus ojos cambiaban de color...

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Los gestos de Alice le sorprendieron un poco. Hasta entonces, la había visto mucho más... Comedida, como si siempre estuviera controlando sus propias reacciones para no hacer nada inapropiado. Nada más allá de una sonrisa tímida y algún gesto nervioso de los que repetía tan a menudo. Había hecho eso precisamente con Elysia, "hablándole" en signos incluso. Fuera lo que fuera lo que le hubiera pasado, estaba tan nerviosa que no se le ocurrió sacar el móvil y expresarse a través de él, como había hecho la primera vez que Gabriel la vio. Sin embargo, esa coraza de corrección pareció resquebrajarse un poco al responderle a él. En el fondo, Alice no necesitaba decir ni una palabra: Sus gestos y su expresión hablaban por sí solos de la felicidad que sentía, y que llegó a Gabriel indirectamente. Si el rubio ya estaba de buen humor de por sí, el ver a Alice de nuevo sólo lo ponía más contento.

Planaria abrió el sobre, murmurando en francés. ¿También sería de allí? Gabriel lo acababa de conocer y, como siempre, tendía a intentar descubrir más de las personas a su alrededor. Era una especie de... Manera de compensar el hecho de que se obligaba a sí mismo a no leerles la mente, al igual que una persona a la que han tapado los oídos intentaría leer los labios de quienes le rodean.

-No hay nada que disculpar.-Negó ligeramente con la cabeza, despreocupado. -Y me alegro mucho de que te haya ido bien.-Dirigió una sonrisa a Alice antes de que se marchara en busca de su bebida. En aquel momento, le pareció que sus ojos cambiaban ligeramente de color. Que el recordara, los tenía castaños, y ahora eran más... ¿Verdes? No sabía de qué se extrañaba, bien pensado. Al fin y al cabo, estaba en la Mansión, y eso sólo podía significar que era una mutante. Y siendo así... Podía esperarse cualquier cosa de ella.

Parpadeó, se había quedado algo distraído mirando en la dirección en la que ella se había ido. Se giró hacia Planaria al notar que se dirigía a él, y tomó un poco de café antes de responder. -Muchas gracias, de verdad. No hay prisa, ya hablaré con el Profesor cuando pueda. Supongo que estará muy ocupado.-No hacía falta ser ningún genio para descubrir eso: El Profesor Xavier dirigía uno de los pocos lugares totalmente seguros para los mutantes, y eso debía de ser una responsabilidad enorme. Alice llegó entonces, y el francés movió un poco la silla para que cupiera en la mesa que todos compartían.-Y respecto a mis poderes... Realmente, no es algo muy personal. Y yo ya he "pasado por ello", como dices.-Sonrió, a pesar de que los primeros recuerdos que le venían a la memoria no eran demasiado agradables. La mayoría transcurrían en la consulta de un psicólogo, al fin y al cabo. -Soy un telépata... Puedo leer la mente de los demás, y hacer algunos cambios en ellas. Cosas como dar sueño, marear, producir sensaciones... Esa clase de cosas. Ah, por cierto.

Se giró, y cogió del bolsillo interior de su chaqueta un objeto rectangular que Alice no tardaría en reconocer. Gabriel había secado la libreta, pero más tarde se olvidado de sacarla, así que la había llevado encima algún tiempo. Hasta ese momento, al menos. -Te la habías dejado en Central Park, me la encontré cuando volvía a casa. No la he leído.-Se la tendió con una sonrisa, pensando en cuántas posibilidades tenían de volverse a ver. Se lo había preguntado al recogerla aquella tarde de invierno, le había parecido... Bonito. Aunque no volvieran a estar juntos jamás, esa tarde y esa libreta seguirían estando ahí, en el recuerdo. Aunque, desde luego, se alegraba de haber podido devolvérsela.

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Even if you can't see me:

Reímos. Lo estábamos pasando bien todos juntos mientras tomábamos algo en aquella cafetería. ¿Quién lo diría? Hacía tiempo que no me sentía tan bien. Supongo que era el efecto “Planaria”. Él siempre era capaz de arrancar una sonrisa a cualquiera. El Suizo era una muy buena persona y me alegraba tenerle como amigo.

- Pché, la vida en la mansión es bastante parecida a los cómics, más de lo que nos gustaría admitir. Además, son adolescentes. Están en plena edad del pavo. A saber cómo fuiste tú con esa edad. Yo era más peligroso que nada. Salía a la calle desde los trece años a pegarme con delincuentes y tíos que te habrían roto la espalda sin dudarlo ni un segundo. Qué peligro tenía. Y están en la edad de tontear. Siempre y cuando no conviertan los baños o la sala de entrenamientos en un picadero no hay problema.-

- No quieres saber cómo era yo de adolescente… - dije dándole vueltas a mi batido de lima azul con una suave sonrisa.- Que envidia, me hubiera gustado crecer en una escuela tan guay como la Mansión X. Sí, ellos aún son jóvenes, están en un momento de sus vidas muy importante y han de aprovecharlo al cien por cien… luego cuando te haces mayor es cuando te arrepientes de no haber hecho las cosas en su momento…- porque sabes que ese tiempo no volverá jamás.

La conversación continuó a mi alrededor, pero nada de lo que se dijo me llegó. Yo estaba recordando a esa niña asustadiza que pasaba los días encerrada en casa por miedo a salir a la calle. Aquella adolescente que evitaba las miradas de sus compañeros de instituto. La misma que suplicaba que pararan de señalarla y acusarla. Incapaz de sonreír. Incapaz de tener un amigo. Incapaz de saber cómo se siente al estar enamorada...

- Te doy diez segundos de ventaja para que empieces a correr, bola de sebo.- una voz cruda de mujer sonó en mi cabeza con claridad, acompañada por el inconfundible sonido metálico de la navaja al abrirse.

Las risas y la alegría de los que me rodeaban me despertaron y me devolvieron a la realidad. No pude hacer otra cosa que fingir una suave sonrisa tras sentir la punzada de angustia en mi pecho y busqué con la mirada a los demás, para enterarme del chiste que me había perdido. Les observé en silencio, mientras Planaria felicitaba a Alice por la gran noticia que traía la carta.

-¿Qué ha dicho? - le pregunté a Plana cuando su alumna me hizo unas señas en el idioma de los sordomudos. Me sorprendió aquel gesto, simplemente pensaba que era una persona tímida y que por eso no decía nada, no que tuviera dificultad para hablar.

Gabriel habló de sus poderes y me sentí ligeramente incómoda al saber que era otro telépata. Estuve a punto de hablar de mi “hermana”, pero no me pareció bien explicar algo tan personal cuando ella no estaba. Lissa tampoco era telépata “exactamente”, era algo más complicado. Ella podía ver tu alma, y meterse en tu cabeza, adentrarse en lo más profundo de tu subconsciente y encontrar cosas que creías olvidadas.

La conversación continuó y decidí no interrumpir. Aproveché entonces para esbozar algo mientras los de mi alrededor hablaban. Alice se sentó junto a su profesor y observé como Gabriel y ella se intercambiaron miradas. Después el chico sacó una libreta y se la entregó a la morena, dando a entender que ya se conocían previamente.

Sin darme cuenta, estaba esbozando el rostro ovalado de Alice. Era una chica preciosa y tenía una cara muy dulce que quería plasmarla en mi libreta. ¿Cuántos años tendría? ¿16? ¿17? Además sus ojos eran muy grandes y expresivos… de un color… ¿Verde? Pensaba que eran marrones hace un segundo...

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Elysia --> #1b877f

Where are the people that accused me?
The ones who beat me down and bruised me
They hide just out of sight
Can't face me in the light
They'll return but I'll be stronger

Now I am unbreakable

- ¿Mmm? Ah, te devuelve el saludo. Creo que ha dicho que encantada. Todavía no domino del todo el idioma. Alice y Sasha me están echando un cable con él. ¿Lo he traducido bien?- Dije preguntando a la joven alumna. Lyz no dijo mucho sobre su adolescencia, solo que no quería saber cómo era. Seguramente sería de armas tomar, como lo era ahora. En el buen sentido claro. Lyz tenía mucho carácter, lo cual no era malo. A mí de hecho me gustaban las mujeres con carácter, como Sasha. Y Lyz seguramente fuese así. Me hizo gracia pensar en algún pobre infeliz que se le hubiese acercado pidiéndole una cita o algo y que hubiese acabado con una tarta en la cabeza, como la que casi acaba en la mía el día que conocí a la chica que tenía junto a mí.

Gabriel nos habló acerca de sus poderes. Un telépata. Otro más en la lista. La verdad es que desde el choque de universos había conocido a un montón con ese poder. Debía ser muy común. Querer hablar con Xavier era lógico ya que era probablemente el telépata más poderoso e importante del mundo, además del director de la escuela mutante más relevante e influyente. Pero como era de esperar, nuestro querido director estaba más que ocupado. Con tanto mutante nuevo apenas daba a basto y lo que le quedaba todavía. Tendría que ponerse a la cola, pidiendo turno como en el supermercado. Venga ya Plana, ¿en serio? ¿Esa comparación? Señor, espero que nadie hubiese estado escuchando mis pensamientos. Pero por suerte sucedió algo que me hizo borrar aquella imagen de golpe de la cabeza. Gabriel sacó de su bolsillo una pequeña libreta y se la dio a Alice cuando volvió con su bebida, diciéndole que se la había dejado en Central Park. Yo estaba al tanto de que había un chaval que le hacía tilín a Alice, o esa era mi sospecha, pero qué casualidades tiene la vida y qué caprichosa es a veces, cuando de repente te das cuenta de que ese misterioso chaval estaba justo delante de ti. Bueno, podía no ser, pero las pistas estaban más que claras. Central Park, una libreta que seguramente usase Alice para comunicarse, un muchacho joven y guapo... Uy qué pillina la mocilla. Ya le daría caña con aquello, pero en otro momento. Sabía que Alice era muy vergonzosa y estaba haciendo un gran esfuerzo al estar allí con todos nosotros. No quería tampoco humillarla en público, pero ya la pillaría por banda en otro momento.

Volví entonces a los poderes de Gabriel. Crear sensaciones en otras personas. Un arma de doble filo. Una cosa era hacer que alguien se durmiese o tuviese hambre... Pero también podía causar que alguien quisiese golpear a otro o cometer un crimen, como robar algo o iniciar una trifulca. Me sorprendí a mí mismo pensando cosas bastante turbias del pobre Gabriel. Joder, apenas le conocía de unos minutos y ya estaba pensando en las peores cosas que podía conseguir con sus poderes. Antaño jamás se me habría ocurrido pensar algo tan turbio de nadie, pero supuse que se trataba de todo lo que había pasado desde Mayo. Había cambiado y ahora apenas me fiaba ni de mi sombra, pero tenía que esforzarme y dar una oportunidad o un voto de confianza a todos aunque el instinto me indicase que no lo hiciese. Vamos Plana, si Alice ha estado con él un par de veces y ha ido bien por qué ibas a sospechar.

- Suena... Interesante cuanto menos. ¿Puedes introducir cualquier sensación en la mente de alguien o hay limitaciones? En plan, no sé, puedes provocarlas en varias personas al mismo tiempo o sólo en una o cosas así.-

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Nothing lasts forever, and we both know hearts can change...

Asintió dos veces en rápida sucesión cuando Planaria tomó la iniciativa de hablar por ella y hacer de traductor. Sus ojos volaban de un a otro lado como si temiera posarse demasiado tiempo sobre una misma superficie. Sus manos trazaban letras y palabras nerviosas sobre su regazo, alzándose únicamente para intentar, con toda discreción, recolocar elementos sobre la mesa, o colocar tras la oreja un mechón de cabello que aún no se había descolocado. Alice no era una persona nerviosa, no en el sentido de la palabra. Era calmada y sosegada, alguien con infinita paciencia y muy meticulosa, pero las apariencias engañan.

La revelación de que el rubio tenía poderes, la sumió en sus propios pensamientos. No era algo que a estas alturas la sorprendiera, puesto que su presencia en la Mansión ya era como un reclamo, una declaración de intenciones. Un telépata, como Jean Grey. Sintió una breve emoción, pensando en cómo su amigo podría comunicarse con ella sin tener que hacerle hablar, y se descubrió a sí misma sonriendo. No era una de esas sonrisas amplias para que todo el mundo la viera, si no una sutil inclinación de sus comisuras, una sonrisa para sí misma. La segunda parte de su explicación, fue todavía más sorprendente, y la británica alzó los ojos de color miel para fijarse bien en el rostro del rubio. Podía transmitir emociones, hacer sentir cosas a la gente… ¿A quién le recordaba eso?

...Exactamente.

Y cuando Gabriel hizo ademán de entregar la libreta, no pudo intentar ocultar la mezcla de emociones que durante un instante habían tomado posesión de su mirada. Primero, la vergüenza de que se dirigiera a ella, en ese preciso instante en que le observaba con tanta atención, segundo la felicidad de reencontrar aquello que daba por perdido, después la inseguridad de saber que todas las letras de sus canciones se encontraban en su interior y finalmente el alivio que las palabras de Gabriel le otorgaban. Otras personas, tal vez hubieran dudado de que fuera cierto que el rubio hubiera mantenido el respeto a la intimidad por encima de la curiosidad, pero no Alice. Ingenua, y siempre dispuesta a pensar lo mejor de cada persona, no se le pasó por la mente que nada distinto a lo que él había dicho, hubiera pasado. No fueron necesarias las palabras, pues superado el impacto inicial de la noticia, la sonrisa de Alice reflejaba el agradecimiento que también sus ojos parecían querer transmitir.

Además, ahora tenía su libreta. Era algo que la alegraba pero también suponía un problema.

Alice nunca empezaba una libreta nueva hasta que todas las páginas de la anterior habían sido gastadas. Al estar convencida de que jamás iba a recuperar la que ahora tenía entre las manos hacía que ya tuviera una en su habitación, cuyas primeras páginas ya contaban con los primeros acordes de nuevas canciones. ¿Qué iba a hacer ahora con dos libretas? Estuvo un instante, pensativa, sin percatarse de que Elysia aprovechaba su distraída quietud para esbozar su rostro en su propia libreta.

Esta vez, la respuesta acudió rápidamente a ella. Pasaría los apuntes de la nueva libreta, a la que ahora tenía entre sus manos, y se encargaría de retirar con cuidado las páginas de aquella que tenía en su habitación, que descansaría hasta que fuera su turno de ser escrita.

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Gabriel prefirió no meterse en el tema de adolescencias complicadas. La suya había sido… Normal, dentro de lo que cabía. No había tenido la suerte de poder asistir a la Mansión ni ningún otro sitio en el que alguien le explicara que las voces dentro de su cabeza eran culpa de su mutación, no suya. Alguien que le dijera que tener los ojos rojos no era tan raro, que no estaba mal. Las respuestas habían llegado, por supuesto… Mejor tarde que nunca.

Planaria no sabía hasta qué punto tenía razón, y no tardaría demasiado en descubrirlo. Como cualquier poder, la telepatía podía usarse para bien o para mal, y las consecuencias podían ser horribles. Sin embargo... Aún no era el momento. El chico que tenía delante no haría daño a una mosca sin razón, y procuraba inmiscuirse lo menos posible en mentes que no fueran las suyas. Lo cual, por otra parte, era toda una suerte. Si hubiera estado leyendo los pensamientos de Planaria, seguramente no habría sabido si sentirse molesto por las sospechas que el suizo había dirigido hacia él; o sorprendido por lo que implicaba en relación a Alice. Gabriel no se imaginaba que ella hubiera dicho nada a su profesor, o que le hubiera dado tanta importancia. Sin embargo, no pudo evitar sonreírle de vuelta al entregarle la libreta, encantado de poder hacerla sentir mejor aún.

- Suena... Interesante cuanto menos. ¿Puedes introducir cualquier sensación en la mente de alguien o hay limitaciones? En plan, no sé, puedes provocarlas en varias personas al mismo tiempo o sólo en una o cosas así.--Estaba distraído, observando los gestos de Alice y tratando de imaginar cuál sería su poder, cuando Planaria volvió a llamar su atención. -Eso es por lo que he venido a buscar al Profesor… Antes, me costaba mucho afectar a los demás incluso en lo más sencillo, o leer a varias personas a la vez. Ahora, simplemente… Casi lo hago sin darme cuenta. Y quiero controlar eso, antes de que pase algo serio. -No se le había olvidado la cara que habían puesto su supervisor cuando había empezado a intuir cómo iban a moverse los demás en los entrenamientos de cuerpo a cuerpo. No era nada preciso y le dejaba un buen dolor de cabeza, pero… Era algo que debía tenerse en cuenta. Gabriel no quería volver a oír día y noche los pensamientos de los demás, quisiera o no. Había pasado demasiado tiempo tratando de ignorarlas, negando sus habilidades… Y no quería volver a eso, ahora que las había dominado hasta cierto punto.

No tenía ni idea de que ese “problema” con sus poderes tenía nombre y apellidos, y que llevaba cuatro años aburriéndose en el fondo de su cabeza.

-Por cierto… ¿Cuáles son los tuyos?-En realidad, la pregunta iba únicamente dirigida a Planaria, al menos en un principio. Las habilidades de Lobezno eran bien conocidas por todo el mundo, por lo que preguntarle a él era un poco… Innecesario. No tenía motivos para pensar que Elysia pudiera tenerlos, y Alice… Estaba seguro de que sí, pero algo le impedía preguntarlo abiertamente. En el poco tiempo que había compartido con ella, se había dado cuenta de lo mucho que… Guardaba sus cosas para sí misma. Y él no quería meterse en eso. Prefería que se lo contara si quería, no solo por que él le hubiera preguntado. Entre tanto, siempre podía imaginar qué ocurría con esos ojos que cambiaban de un momento a otro.

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Even if you can't see me:

- Entonces está decidido... sí... ¿Seguro que no tienes ningún problema? Ok. Sí, lo entiendo, no te preocupes, te veo luego. Yo también te quiero... adiós.

Colgó el teléfono y se quedó mirando la pila de exámenes que aún tenía que corregir. Las clases no empezaban hasta por la tarde, pero aprovechaba las mañanas para hacer esa parte tan tediosa que acompañaba a las tareas del profesor. Las evaluaciones habían terminado a primeros de febrero, pero últimamente estaba saliendo mucho con Cassandra, y con todo el tema del cumpleaños de Bruce, la pedida de mano y los preparativos para la boda apenas había podido avanzar.

Estaba terriblemente nervioso, y no era únicamente por lo de la boda; Dentro de, exactamente, cuatro días, iba a participar en el tratamiento experimental del Extremis en Industrias Stark. Llevaba tantos años ciego que no podía ni imaginar cómo sería volver a tener sus ojos otra vez; Dejaría de tener que estar permanentemente en forma mutante para poder ver. Dejaría de tener que estar en continua tensión para mantener activo el poder durante todo el día. Dejaría de temer la constante amenaza de la oscuridad, que le acechaba a la espera del momento en el que se descuidase y se relajase un sólo segundo para atacar y envolverle con sus aterradores y gélidos dedos. Podría disfrutar de una relajante sesión de música clásica... del placer del sexo...

Todas eran cosas que la mayoría de la población daba por sentadas, pero que él llevaba negándose años por culpa de su condición. Porque su poder funcionaba como el de Coloso; su forma mutante no era permanente, era una forma de combate que se activaba en momentos de peligro o tensión, pero era la única manera que tenía de poder ver, así que llevaba años forzándose a sí mismo, a su cuerpo, para seguir aparentando una situación de normalidad que estaba muy lejos de ser cierta. Por suerte las ilusiones le ayudaban a disimularlo, a hacer ver a los demás que todo estaba bien, pero no lo estaba. Y si se relajaba, si se permitía a sí mismo placeres tan inocentes como el de una ducha prolongada, o el dejarse ir en los brazos de la mujer a la que amaba corría el riesgo de volver a su forma humana, y en esa forma estaba ciego, ciego y a merced del horror de la oscuridad, un horror que le hablaba de sangre y tierra mojada metiéndose lentamente en la boca y los pulmones, asfixiándole. Un horror al que se enfrentaba cada mañana al despertar y que le aterrorizaba demasiado como para afrontarlo de manera voluntaria.

Sin embargo, no todo era positivo; al ser un tratamiento experimental existían riesgos. La fase anterior del suero había dejado a Blair sin sus poderes mutantes cuando se lo habían inoculado. Sí, le había dado otras habilidades, llevando sus capacidades físicas a límites sobrehumanos, pero el gen x, lo que la definía como mutante, había sido anulado. Existía la posibilidad (aunque Stark le había asegurado que sería mínima) de que perdiera sus poderes y volviera a ser un humano normal y corriente. Drago tampoco sabía qué pensar respecto a eso.

No odiaba sus poderes. Es decir, si le hubieran preguntado hacía unos meses, cuando aún pensaba que su oscuridad hacía daño a aquellos a los que amaba, absorbiendo su luz, posiblemente se habría desecho de ellos sin pensarlo. Pero en Halloween había aprendido que su poder no era la oscuridad, sino la luz, y que era totalmente inocuo para los que le rodeaban. Visto así, sus poderes le ayudaban a hacer del mundo un lugar mejor. A erradicar la oscuridad.

Pero, por otro lado, si tenía que elegir entre permanecer como estaba, ciego y con poderes, y volver a recuperar la vista, aunque perdiera los poderes, la decisión estaba clara. Al menos de la otra manera podría por fin tener una vida normal. Era todo cuanto Drago había soñado durante toda su vida: tener una familia. Ser feliz. Siempre pensó que su condición era una maldición que le impediría cumplir su sueño, pero desde que había conocido a Cassandra se permitía tener esperanzas. Renunciaría al Ángel de Venganza si con ello podía, simplemente, ser humano otra vez.

Lo había hablado con Cassandra, pues al tratarse de algo que podría cambiarle tanto necesitaba escuchar su opinión y contar con su aprobación. Ella le había dicho que le amaba, con o sin poderes, con o sin sus ojos. Que no necesitaba hacerlo por ella, pero que entendía perfectamente lo que significaba para él y que, si eso le haría feliz, le animaba a intentarlo. Así que estaba decidido. Y eso hacía que fuera imposible para él corregir más.

Se puso en pie. ¿Qué podía hacer? Le había preguntado a Cassandra si estaba libre para almorzar pero tenía cosas que hacer, y él no tenía a nadie más para hablar del tema, porque prácticamente nadie sabía que estaba ciego. ¿A quién se lo iba a contar? Elissa podría haber sido una opción, pero la psicóloga llevaba un par de meses actuando de una manera muy extraña. Prácticamente había limitado sus encuentros a las sesiones de terapia, cancelando incluso las clases de piano, y las veces que había intentado quedar con ella le había sido imposible. Lo entendía, claro. Estaba el código deontológico y tal, pero de alguna manera le decepcionaba y le dolía. No sabía por qué. Había llegado a apreciarla mucho, y quizás ése fuera el problema. Era difícil no establecer un vínculo profundo con la persona a la que le cuentas absolutamente todo, sobretodo cuando ésta te ofrece ayuda y comprensión, pero precisamente por eso los terapeutas evitaban el contacto con sus pacientes fuera de la terapia, porque éstos podían malinterpretar esos sentimientos y confundir esa sensación de calidez y apoyo con algo más. E incluso había terapeutas que se habían aprovechado de ese poder que ejercían sobre sus pacientes para obtener algo que distaba mucho de ser profesional. Así que sí, lo entendía, pero echaba mucho de menos aquellas tardes en la sala de música, o las veces que habían salido a almorzar. Elissa era una mujer inteligente, comprensiva, empática, sensible y con sentido del humor, lo cual hacía de ella una compañía muy grata.

Salió del aula de música y bajó a la cafetería con la esperanza de encontrar a Sam o a Logan. Ellos eran sus mejores amigos en la mansión, y aunque no podría contarles nada porque tampoco sabían su secreto, siempre era agradable tomarse una cerveza con ellos, aunque fuera sin alcohol.

Samuel no estaba, pero sí Lobezno. Le distinguió a lo lejos sentado junto a Planaria, Alice, un muchacho rubio al que no conocía y una chica a la que inicialmente confundió con Elissa. Después de la sorpresa inicial reparó en el cabello corto con las puntas azules y reconoció a su gemela, Elysia. Sólo la había visto una vez antes, y fue durante un período muy breve (el tiempo que tardó Lobo en explicarles el problema que tenía con el Adversario antes de que los dividieran en grupos distintos y los enviara a diferentes localizaciones), así que tampoco se le podía culpar.

Durante un momento se les quedó observando desde la distancia, en silencio, preguntándose qué pasaría si después de lo del lunes terminaba perdiendo sus poderes mutantes. Tendría que dejar la Patrulla X. ¿Cómo se lo iba a explicar a sus compañeros? Él era el maldito líder. Pero claro, una vez más no podía consultarlo con ellos ni advertirles porque nadie sabía que estaba ciego. Nadie conocía su problema porque decirlo sería admitir que le torturaron, y aquél episodio de su vida era uno que aún le atormentaba. Porque le capturaron por su propia torpeza. Porque fue impulsivo, actuó sin pensar y cayó en la trampa como un novato. Y, por encima de todo, porque Drago no soportaba la idea de que le tuvieran compasión o lástima. Así que, si perdía sus poderes, aquello les pillaría de improviso, y por un instante se sintió la persona más egoísta del mundo. Porque estaba dispuesto a renunciar a sus poderes con tal de poder ser feliz junto a Cassandra, sin pensar lo mucho que podían necesitarle allí. Todo el bien que sus poderes podían hacer en el mundo.

¡Dios, no sabía qué hacer! Y no podía hablarlo con nadie porque Cassandra estaba ocupada y Elissa le evitaba. Quizá podría llamar a Sieglinde luego, pero por el momento lo único que quería era tomarse una cerveza y desconectar unos minutos, y sabía quién era la persona más adecuada para eso.

- ¡Hey! Hola -saludó acercándose al grupo-. Planaria, Alice, Elysia... No te había visto desde lo de Villa Fábula. ¿Cómo estáis Elissa y tú? -puso una mano en el hombro de Lobezno a modo de saludo y se giró a mirar a Gabriel-. Buenos días, yo soy Dragoslav -dijo tendiéndole la mano. Gabriel podría ver que tenía un acento extraño, mezcla de Europa del este con un toque que parecía... ¿francés? y todo ello rebozado con el inglés que se hablaba en los Estados Unidos-. Trabajo aquí. ¿Y tú eres...?

La respuesta era un poco obvia, ya que tenía los ojos rojos, así que si estaba allí es que posiblemente fuera un mutante, pero no sabía si venía para quedarse o sólo de visita.

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Eros y Psique:

Dibujando en la mansión de los mutantes [Elysia, Planaria, Lobezno, Gabriel] Firma

Ya tenía más o menos el rostro de Alice esbozado, cuando Planaria le preguntó a Gabriel acerca de cómo funcionaban sus poderes. Empecé a trazar las líneas del cabello mientras escuchaba la conversación, y aproveché los momentos en que la alumna se distraía mirando otras cosas para continuar secretamente con el dibujo. ¿Le iba a gustar? ¡Esperaba que si! No a todo el mundo le entusiasma que un desconocido le haga un retrato sin preguntar...

Gabriel comentó que había venido en busca de la ayuda del profesor Xavier, y necesitaba a alguien que le ofreciera consejo sobre cómo mantener el control de sus poderes para no meterse en líos. ¿De qué me sonaba esa historia? Ah, sí, era la de una niñita cobarde y asustadiza que conocí. Yo también vine aquí una vez pasados unos días después de la colisión, para que Charles me dijera si había nacido con el gen mutante. Sentí una gran decepción aquel día. Se me había metido en la cabeza que podría matricularme en mi escuela favorita del mundo, y que por fin pertenecería a un lugar dónde nadie me miraría como a un bicho raro. Pero nada de eso sucedió. Ni siquiera podía encajar en una escuela llena de gente diferente a los demás. Por suerte conocí al maestro Aureole, que fue capaz de identificar la procedencia de mis poderes y devolverme la confianza en mí misma. Sino, probablemente seguiría siendo el bicho raro que se encierra en su casa por miedo a que se descontrolen sus poderes.

-Por cierto… ¿Cuáles son los tuyos?- preguntó Gabriel.

Alcé los ojos para ver a quién le preguntaba, y menos mal que el rubio tenía la mirada puesta en Planaria. Me había asustado, por un momento pensaba que me lo había preguntado a mi. Y si hubiera sido así, le habría tenido que mentir. Chroma era la verdadera superheroína con poderes, y no la sosa y malhumorada Elysia Stavridis. El único que sabía acerca de mi secreto era Planaria, de cuando le conocí en aquel acontecimiento de Villa Fábula, y se hubiera dado cuenta de la mentira descarada (contando con que Gabriel no usara su telepatía para leerme la mente ahora mismo).

Menos mal que pude seguir a mi rollo mientras los chicos hablaban entre ellos. Tengo el don de pasar desapercibida, y normalmente nadie muestra interés en lo que hago o lo que digo. Pero no me quejo, a mi ya me va bien. No suelo hablar de mi misma con desconocidos, y menos con tanta gente a mi alrededor. Tampoco me gusta ser el centro de atención, me pongo muy nerviosa cuando todos me miran y esperan a que explique algo, aunque Genny siempre me decía que si no quería llamar la atención debería vestirme con colores menos llamativos. ¡Pero es que me gustan los colores! Además, hoy en día, todo el mundo viste así, y se tiñe el cabello. No es llamar la atención… es… ¿integrarse?

Dejé de pensar en tonterías cuando terminé por fin el dibujo. Aparté con suavidad las migas de goma que quedaban en la superfície, y se lo extendí a Alice para que lo viera, inclinándome ligeramente sobre la mesa.

- Espero que te guste… puedes quedártelo si quieres.- le indiqué. sentía tanta vergüenza que mis mejillas adquirieron un leve tono rosado.

Mi rostro borró todo signo de felicidad en cuanto le ví a él. Mi puño se cerró con rabia alrededor del lápiz. Lo cogí con tanta fuerza que me estaba haciendo daño… pero era eso, o partirle la cara allí mismo delante de todo el mundo.

Eres gilipollas, Lyz, ¿Cómo no te has dado cuenta? Dragoslav era también profesor de la mansión, y era normal que se pasease por su lugar de trabajo. Lo había olvidado completamente.

Yo había venido a la escuela de mutantes para documentarme y para tener una agradable charla con mi apreciado amigo Planaria. No había venido para enfrentarme a esto, no estaba preparada para mantener silencio sobre algo tan doloroso.

No olvidaría esa noche en la vida. Elissa suele ser una persona tranquila, siempre trata con amabilidad a los demás y tiene un consejo para todo. Aquella noche no dejaba llorar, su cuerpo temblaba y de su boca solo salían palabras llenas de culpabilidad. Me abrazó con tanta fuerza que casi me arañó los brazos con las uñas. Nunca antes la había visto tan mal, ella suele ser como yo; se guarda las cosas para sí misma, entierra el dolor y lo cubre con una enorme e impenetrable coraza. No deja que nadie se acerque a su corazón, pero Drago había conseguido traspasar ese escudo y rozar su alma. Elissa tenía miedo, y a causa de sus inseguridades renunció al profundo amor que sentía por Dragoslav.

Sé que fue ella quien tomó esa decisión, pero aún ahora puedo sentir su desgarrador dolor, su infinita soledad… y puedo hacer míos esos sentimientos. Yo había sido igual de infeliz cuando ocurrió lo de Alec. Pensé que por una vez las cosas saldrían bien si empezaba a abrirme a los demás, pero el desengaño me hizo sentirme vacía e incompleta…y desde entonces supe que no debía dejar que alguien volviera a hacer latir así mi corazón. Que no había lugar en mí para el amor. Me di cuenta de que soy de esas pocas personas que están destinadas a no tener a “esa persona especial” que les cambiará la vida. De que los príncipes azules no existen, y la raza humana es tan egoísta y cruel que solo piensa en satisfacer sus propios deseos.

Y Lissa acababa de pasar por lo mismo, le había dejado marcharse, se había negado el amor de la misma manera que yo lo había hecho. Y Drago estaba ahí, delante de mí, con esa sonrisa de bobo llena de inocencia y felicidad. Sin saber nada de lo que había pasado, sin saber que había perdido algo muy valioso y vivía en la completa ignorancia… Quería gritarle, contárselo todo para que reaccionara de una puta vez, y ambos se dejaran de tonterías. Quería hacer justicia. Quería conseguir que por una vez en esta maldita vida le saliera algo bien a una Stavridis. Pero no, ya era demasiado tarde, y además existía esa tercera persona, esa mujer con la que estaba ahora…

Nuestras historias de desamor no era más que un reflejo del cuento de una pequeña Sirena. Lissa salvó a Drago de su propia oscuridad, le mostró el camino a la luz, y a cambio, él le entregó su amor a otra. Esa felicidad que estaba viviendo ahora… tendría que haber sido para mi hermana.

Me levanté, quise decirle todas esas cosas y más, quería ver como la expresión de su cara se desencajaba. Quería que se sintiera culpable por no haber escogido a la Sirena. Me llenaba de rabia el solo hecho de pensar que había sido tan rápido de encontrar una sustituta, de tener esa necesidad patética de no sentirse solo, y buscar a quien sea para que esté a tu lado. Mis ojos se clavaron furiosos en su rostro y me mordí la lengua. Por Lissa, por Drago, por la joven del templo, por mí.

- Bien. Gracias.- dije muy secamente, tratando de evitar que me temblaran los labios de la rabia y la injusticia que sentía en esos momentos. Volví a sentarme, agotada, y miré a cualquier otra dirección para distraerme. Necesitaba un respiro. Necesitaba irme bien lejos de allí.

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Elysia --> #1b877f

Where are the people that accused me?
The ones who beat me down and bruised me
They hide just out of sight
Can't face me in the light
They'll return but I'll be stronger

Now I am unbreakable

- Ah, claro, ya entiendo... Seguramente pueda ayudarte con eso, no te preocupes... En cuanto esté libre, claro.- Que tus poderes se descontrolasen era una faena de las gordas. Yo había tenido casi toda mi vida total control sobre mis poderes, pero cuando sucedió todo lo de los Abyss había empezado a perder el control sobre ellos, al menos en situaciones donde se me iba demasiado la olla o me cabreaba. Sí que era cierto lo que decían de que la mayoría de los poderes estaban ligados a las emociones. Pensé en otras emociones o sensaciones que había vivido y cómo habían variado mis poderes, como cuando tenía un estallido de felicidad, cuando estaba triste, cuando estaba cabreado... Y me sorprendió no haberlo pensado antes. Sí que era una barbaridad lo que cambiaban los poderes, incluso aquellos con los que vives día a día. Los ves de un modo totalmente distinto, y los vives también de un modo distinto. Cuando yo perdía la cabeza la gente de mi alrededor corría peligro. Yo era inmune a la electricidad, pero para alguien que estuviese a mi lado cuando no estaba concentrado sería como estar en medio de una tormenta eléctrica, y sufrir una descarga de esa magnitud podía ser hasta mortal.

Esos pensamientos eran de todo menos agradables, así que preferí pensar en otra cosa. No me gustaba la idea de que pudiese matar a la gente con una facilidad pasmosa. Tener que estar todo el día controlándote para evitar matar a las personas, incluso cuando estás con un cabreo que no puedes ni pensar no me gustaba. Era la parte oscura de mis poderes, la cruz que llevaba cada día conmigo. Habían sido dos las personas a las que había matado en menos de un año a sangre fría, y muchos a los que había torturado hasta que alguien me paraba o yo mismo me daba cuenta de lo que estaba haciendo... Y no quería pensar en cuándo sería la próxima vez que me pasase algo así.

La pregunta de Gabriel me ayudó a alejarme de esos pensamientos, y cuando me disponía a responder escuché una voz conocida a nuestro lado. Drago había decidido unirse a la conversación y le sonreí.

- ¡Drago! ¡Qué bueno verte! ¿Cómo estás? Gabriel nos estaba hablando acerca de sus poderes y demás y nos ha preguntado por los nuestros. Yo controlo la electricidad. Puedo absorberla o generarla yo mismo, proyectar rayos y esferas eléctricas o generar escudos que pueden protegerme de proyectiles por ejemplo. También soy capaz de percibir y sentir los campos eléctricos que hay a mi alrededor, como líneas de alta tensión o los cables de la luz que van por las paredes y el suelo, siempre y cuando haya electricidad recorriéndolos claro.- Podía hacer muchas cosas más, pero aquel era un brever resumen. Con el tiempo había descubierto que guardarse varios ases bajo la manga siempre era bueno. Drago, Alice y Logan sabían perfectamente todo lo que podía hacer. Lyz sabía gran parte, pero no todo, y Gabriel con eso de momento tendría que bastarle. Me había vuelto algo más receloso de mis poderes con todo lo que estaba pasando últimamente, y aunque quería pensar que Gabriel era buena gente había aprendido también a no fiarme ni de mi sombra. No sabía si Alice hablaría de sus poderes y yo le haría de traductor, o de si Lyz diría algo. Había visto cómo daba vida a sus dibujos, pero los poderes eran algo completamente privado y personal. Jamás se me habría ocurrido hablar de los poderes de otra persona a menos que esa persona estuviese delante y ella misma fuese la que hablase de ellos... O a menos que fuese algo normal, como hablar de los poderes de Drago con él o con Sasha.

Miré a mi amiga para ver qué iba a hacer... Y me di cuenta de que parecía enfadada. O esa fue la sensación que me dio. No la conocía lo suficiente como para saber todos los pensamientos que le recorrían la mente, pero algo me decía que no estaba cómoda o no se sentía bien. Puede que fuese la pregunta. No sabía si ella querría hablar de sus poderes, y si estaba allí lo más probable es que los tuviese. Aproveché que Gabriel tenía su atención puesta en otro sitio que no era yo y le pregunté por lo bajo a Lyz si estaba bien. Al fin y al cabo yo era quien la conocía allí, y quería que estuviese cómoda.

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Nothing lasts forever, and we both know hearts can change...

Escuchó en silencio, como siempre, sin interrumpir en ningún momento y absorbiendo toda la información como si de una esponja se tratase. Por eso, cuando Elysia la llamó la atención, deslizando hacia ella la libreta, inclinó el rostro, sorprendida. Sin darse cuenta, su mandíbula se quedó colgando inerte, mientras asimilaba el dibujo que tenía ante ella. Sus propios ojos le devolvían la mirada trazados en papel, y se vio en él más hermosa de lo que jamás se concebía a si misma cuando veía su reflejo en un espejo.

Era increíble que en tan poco tiempo Elysia hubiera sido capaz de retratarla con tantísimo talento. Seguía pensando que en aquél dibujo parecía muchísimo más bonita de lo que realmente era, pero tal vez por esa misma razón, le encantaba. Cuando encima, Lyz le dijo que podía quedarsela, alzó la mirada con los ojos muy abiertos y una creciente sonrisa en los labios, como una niña pequeña recibiendo un regalo de navidad.

- Lo guardaré... Como un tesoro... - Susurró en voz baja, mirando la hoja de papel como si verdaderamente estuviera lacada en oro y sus trazos fueran piedras preciosas.

Aun tenía el dibujo entre sus manos cuando Drago se unió al grupo, y le dedicó una breve inclinación de cabeza, mientras automáticamente la sonrisa cordial y educada de siempre substituía la que un instante antes le ofreciera a Elysia. Planaria procedió a explicar la naturaleza de su propio poder, y nuevamente la británica pasó a un segundo plano, con la vista baja y fija en aquel maravilloso dibujo. No alzó la mirada hasta que Planaria terminó de hablar, momento en que volvió a hablar, vacilante.

- Mi voz... transmite sentimientos. Quiero decir, todas las personas pueden hacer que su voz muestre un sentimiento, pero la mía los... crea. Aun no lo domino... así que... - se mordió el labio, juzgando así que ya había dicho suficiente, y desvió la mirada.

Se fijó entonces en que el Profesor Drago seguía de pie junto a Lobezno, así que se alzó y miró a Drago, esperando a que él le devolviera la mirada para indicarle que se sentara en su silla, y acto seguido fue a buscar una para ella. Tuvo la ligera impresión de que Elysia parecía algo tensa ante la presencia del profesor, así que por si acaso, situó su silla entre Elysia y Drago, quedando así entre ambos.

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Antes de que Planaria respondiera, alguien más se añadió a la conversación. Era un hombre alto, seguramente más que el propio Gabriel; con un pelo largo y negro que hacía juego con sus ojos. Eso, junto a su más que evidente musculatura, formaba una apariencia que habría sido intimidante si no hubiera estado acompañada de una sonrisa y un saludo cordial a todos los presentes. Porque estaba claro que los conocía a todos, menos a él. Sin embargo, no fue eso lo primero en lo que se fijó Gabriel: Había algo en él que había llamado muchísimo la atención, aunque no tenía muy claro de qué se trataba. Estaba seguro de que jamás lo había visto antes, ni a él ni a nadie parecido. Y, de hecho, no es que le resultara familiar su aspecto, sus gestos o su acento, que parecía una mezcla extraña entre el francés y otro idioma que no supo identificar. Era algo… Distinto, como si algo en él no cuadrara. A pesar de que parecía contento por reunirse con gente a la que conocía, a Gabriel le dio la sensación de que era una fachada. De que mentía. Y esa mentira, esa diferencia entre lo que sentía y lo que decía, brillaba como un faro en mitad de la noche a los ojos del telépata. Fue entonces cuando se dio cuenta de que, una vez más, se estaba adentrando en un lugar en el que nadie le había invitado sin darse cuenta. Bajó la mirada, algo avergonzado por haberse dejado llevar, y encajó su mano con la del mutante. No era asunto suyo lo que se ocultaba en las mentes de los demás, y menos aún si los acababa de conocer. Tenía que controlar aquello... Si no lo hacía, volvería a oír los pensamientos de todo el mundo a todas horas, como cuando era un niño.-Gabriel Leblanc, encantado.

Gabriel se quedó un poco descolocado cuando Elysia reaccionó así a la llegada de Dragoslav. Algo debía de haber pasado entre ellos, porque si no, no se explicaba ese repentino cambio de humor en la dibujante. De un momento a otro, había perdido toda la alegría, y la había sustituido por una rabia a duras penas contenida. Parecía que la única salida sería intentar distraerla siguiendo la conversación, algo que Planaria se aseguró de hacer lo antes posible. -Vaya… Se nota que los has usado mucho. ¿Siempre has estado aquí, en la Mansión?-”Escudos para protegerme de proyectiles”… ¿Cuántas veces se habría tenido que proteger? ¿Cuántas veces habrían sido sus poderes lo que le hubieran salvado la vida? Gabriel no quería ni pensarlo, a pesar de que sabía que, en muchos casos, ser mutante era una profesión de riesgo. -Por cierto… ¿Dragoslav, eres francés por un casual? Me ha entrado curiosidad, con ese acento...-Gabriel le sonrió, intentando que no pareciera que se estaba inmiscuyendo demasiado. Él mismo tenía también algo de acento, aunque apenas se notara. Al fin y al cabo, había vivido toda su vida en Estados Unidos, aunque él no lo supiera. Pero, antes de que recibiera respuesta alguna, Gabriel escuchó algo que lo hizo parpadear, sorprendido. -Lo guardaré... Como un tesoro...

La voz de Alice. Parecía mentira que fuera lo que más le hubiera impactado aquella tarde, después de sentarse a tomar algo con una persona que controlaba la electricidad a su antojo y el mismísimo Lobezno. Gabriel se giró para mirarla, procurando que su sorpresa fuera lo menos evidente posible. No quería que se sintiera incómoda por algo que, por lo que había visto, le costaba mucho. Y menos aún si ese algo incluía unos poderes que podían ser peligrosos, y que aún no dominaba. En ese momento, Gabriel pudo sentir una oleada de simpatía y entendimiento hacia la chica inglesa. Él sabía lo que era temer a sus propios poderes, si bien nunca le habían limitado tanto como para obligarle a guardar silencio. -… ¿Por eso no podías hablar?-Gabriel se dio cuenta en seguida de que aquello podía sonar a acusación, así que se apresuró a corregir su tono para que sonara lo más amable posible. -Quiero decir… Yo… Me alegro de poder oírte por fin. Creía que nunca lo haría.-Y, de hecho, creía que nunca la volvería a ver, pero allí estaban. Se sonrojó un poco y bajó la cabeza, fijándola por un momento en el fondo de la taza. Eso había sonado… Raro. Pero es que no podía decirle directamente que había creído todo el tiempo que era muda. -¿Puedo ver el dibujo? Si no te importa, claro...

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Even if you can't see me:

Si había algo que podía definir a Drago desde antes de que obtuviera sus poderes, era su capacidad de observación. El mutante había sido siempre increíblemente perspicaz, lo cual le había resultado siempre muy útil a la hora de analizar a los demás y descubrir sus puntos débiles y sus mayores temores, cosa que no dudó en aprovechar durante su época como Ángel de la Venganza.

Sí, Drago era muy observador, pero la reacción de Elysia al verle fue tan evidente que hasta un gato ciego lo habría notado.

Antes de que él apareciera estaba feliz, pasando un buen rato con sus amigos, incluso con cierto arrebol en sus mejillas, pero en cuanto sus ojos azules se posaron en él, la felicidad dio paso a una evidente expresión de ira y su puño se crispó en torno al lápiz de manera tan violenta que los nudillos se le volvieron blancos. Se levantó y se encaró con él de una manera tan brusca y llena de furia que por un segundo todos sus reflejos defensivos se activaron por instinto y retrocedió un paso mientras sus ojos refulgían levemente lanzando destellos de luz.

No pensaba atacarla usando su poder, nunca lo haría, pero no podía evitarlo; tenía que tener la forma mutante activa para poder ver, y como la reacción brusca de Elysia le había pillado por sorpresa, su control sobre la ilusión que le cubría se había visto momentáneamente afectado. No obstante lo volvió a recuperar en cuanto la muchacha pronunció su seca respuesta y se volvió a sentar, con los labios temblando de rabia e indignación. El fulgor natural de sus ojos en forma mutante volvió a ser reemplazado por la oscuridad de sus iris ilusorios, encubriendo de la misma manera la absoluta perplejidad que le embargaba. Pero... ¿qué...? No le había hecho nada a Elysia, la última vez que se habían visto se habían separado en buenos términos, y con Elissa se llevaba bien, o al menos así había sido hasta que la psicóloga había comenzado a espaciar las sesiones y a distanciarse con respecto a él. ¿Qué mosca le había picado?

- Bueeeno, voy a por una cerveza para refrescar el ambiente -dijo Logan separándose del grupo, y Planaria intentó romper la tensión comenzando una charla insustancial sobre los poderes de cada uno, pero Drago no le siguió la corriente; estaba demasiado sorprendido con la inesperada reacción de la dibujante y tenía toda su atención puesta en observarla y tratar de entender a qué se había debido. Hacía prácticamente un mes que no la veía y no habían estado juntos el tiempo suficiente como para poder agraviarla. Entonces... ¿Elissa? ¿Habría hecho o dicho algo que le había sentado mal en el transcurso de las sesiones? ¿Algo de lo que no se hubiera dado cuenta? ¿Era por eso por lo que últimamente le costaba tanto hablar con ella? La última vez que había intentado llamarla había sido para invitarla a la reunión con los amigos que había hecho para presentarles a Cassandra, pero no le había cogido el teléfono ni le había devuelto las llamadas. Había dado por supuesto que había sido porque estaba demasiado ocupada con el trabajo, pero ahora le estaban entrando dudas...

Vio cómo Alice le indicaba su silla para que se sentara y se disponía a marcharse para recoger otra, pero la detuvo poniéndole suavemente la mano en el hombro.

- No, gracias, Alice... No será necesario. No me voy a quedar tanto tiempo. Sólo vine a buscar a Logan.

Y menos después de haber visto que no era bienvenido. Con Elysia no tenía mucha confianza; tendría que hablar con Elissa para averiguar si ocurría algo.

Interiormente agradeció el detalle de que interpusiera su silla entre los dos, aunque tampoco era como si él no se supiera defender llegado el caso, pero era un gesto considerado muy propio de Alice.

La mención directa a su nombre le hizo mirar al rubio. Gabriel Leblanc, se había presentado... El apellido era francés, lo cual daba sentido a la pregunta.

- No exactamente... Soy bosnio, pero tengo la nacionalidad francesa porque he pasado gran parte de mi vida en París, y es allí donde aprendí a hablar inglés, así que lo he aprendido con acento francés, me temo... Bueno, encantado de conocerte, Gabriel. Te veré más adelante si te vuelves a pasar por aquí.

No era una asunción descabellada; A juzgar por el color de sus ojos lo más probable era que el muchacho fuese mutante, lo cual ya le daba una idea de sus motivos para estar allí, y si no era así... No había más que ver la manera en la que Gabriel y Alice se miraban para saber que no tardaría mucho en volver a pasarse por la mansión.

Apretó levemente el hombro del francés a modo de despedida en un gesto más afectuoso de lo que era habitual en él, pues le había alegrado encontrar a otro compatriota y porque, aunque le gustara aparentar ante todo el mundo que tenía el corazón de piedra, lo cierto era que siempre resultaba bonito presenciar las primeras flores de un amor incipiente, especialmente ahora que él mismo se encontraba enamorado.

- Hasta luego, chicos -dijo haciendo un gesto con la mano-. Elysia... -le dirigió una última mirada repleta de intención a la dibujante y se marchó en pos de Logan.

Fdi:

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Eros y Psique:

FDI: como el user de Planaria tiene una ausencia y no sabemos cuando volverá, le toca ahora a Alice.

Empecé a encontrarme mal. Se me hizo un nudo en el estómago por la repentina aparición de Drago, e intenté relajarme mirando hacia a otro lado, tratando de escuchar el resto de conversaciones de la mesa y mantener la mente ocupada con otra cosa. Pero hiciera lo que hiciera no podía. Se me iba a la cabeza. Los pensamientos sobre mi hermana no dejaban de aparecer uno tras otro, incontrolables. No dejaba de hacer referencia a aquella noche en que estuvimos llorando las dos. Era capaz de ponerme en su lugar, de sentir el corazón de Lissa dentro de mí. Mi interior se desgarraba por el amor vacío de Elissa y Drago, e irremediablemente me acordé de mis sentimientos no correspondidos por Alec. Y no pude evitar compararle con Drago. Los dos hombres eran muy diferentes entre ellos, pero aún así, compartían la misma sonrisa amable y tranquila…

Entonces noté la susurrante voz de Planaria a mi lado, llena de preocupación. Su gesto me sobresaltó ligeramente y traté de sonreírle con las pocas fuerzas que me quedaban.

— Estoy bien… - le susurré, pero casi al instante, mi mano buscó la suya y se la aferré con fuerza, tratando frenar el ligero temblor que me sacudía tanto por dentro como por fuera.

Las palabras de la chica, Alice, también me ayudaron a estabilizarme. Tenía una voz dulce, suave, calmada… había hablado casi como un susurro, y eso de alguna manera me tranquilizaba. Mi atención se enfocó entonces en las bonitas palabras que me dedicó.

—No es nada, me alegro de que te guste...— sonreí, esta vez de verdad. Me halagaba ver que podía brindar pequeños momentos de felicidad a otras personas con tan solo hacer un dibujo.

La conversación continuó su curso, y Alice explicó ligeramente cómo funcionaban sus poderes. Gabriel, que estaba sentado a mi lado, reaccionó entusiasmado y se interesó más aún por la chica. Qué mono.

Alice fue muy amable por dejarle su asiento a Dragoslav, pero el profesor de música explicó que no iba a quedarse mucho más. Esa podría ser la última oportunidad que tuviera para hablarle, posiblemente no podría ni querría volver a verle, así que cuando se despidió, me levanté de nuevo con el cuerpo completamente tenso y le miré fijamente a los ojos...

— Espera… - empecé. Pero después no supe como seguir.

Quería hacerlo, quería impartir justicia. Decirle la verdad. Decirle que Elissa le había borrado la memoria para que olvidara lo que sentía por ella. Decirle que Lissa se había negado su propia felicidad por un error, y que necesitaba su ayuda. Decirle que su sonrisa era falsa, que su ignorancia era prefabricada... Y quería recriminarle la rapidez con la que ya había encontrado a otra...

Pero eso no arreglaría las cosas ni haría feliz a mi hermana. En el fondo sabía que Drago no era culpable de lo ocurrido… pero necesitaba dirigir mi ira sobre alguien. No quería ver cómo Elissa se ahogaba lentamente en su propia tristeza...

De nuevo, las comparaciones odiosas. Alec había sido mi amigo. Drago lo era de Elissa. Alec se olvidó de mí el día en que nos dibujé juntos. Elissa borró de su cabeza los sentimientos que Drago tenía por ella. Alec besaba a otra mujer bajo el almendro. Drago ya ha encontrado a otra con quién compartir su vida…

¿Qué fue lo que le dijiste el último día de universidad?

— Espero… que todo te vaya bien…- dije sin más, y volví a sentarme, totalmente confusa.

Eres una cobarde, Elysia Stavridis.

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Elysia --> #1b877f

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Now I am unbreakable

- Espera...

La voz de Elysia hizo que Drago se detuviera en seco y se girara a mirarla, expectante. Alice miró a Elysia. Una mirada había sido suficiente para ver el esfuerzo que suponía para la griega hacer que las palabras encontraran el camino a través de su garganta. De haberse conocido, de haber pasado más tiempo juntas, Alice hubiera tomado la mano de Elysia, apretándola con cuidado para darle ánimos a decir lo que fuera que su corazón quería transmitir. Pero no la conocía. Así que cerró la mano derecha sobre su falda, sobre el dibujo que Elysia había hecho de ella, y bajó la mirada.

- Espero... que todo te vaya bien.

El mundo parecía haber acordado aguantar la respiración. El intercambio entre ambos parecía cubierto de un secreto que nadie conocía, y Alice se preguntó cuan diferente hubiera sido la conversación si no estuvieran todos ahí presentes. Dragoslav arqueó una ceja, y parecía ligeramente desconcertado, como si sus palabras no fueran aquello que estaba esperando oír.

- Igualmente. Dale recuerdos a tu hermana.

Planaria se despidió y siguió al resto de profesores, dejando a los tres solos en la cafetería y solamente a Alice como anfitriona para los invitados. La despedida había dejado el ambiente tenso tras el extraño intercambio entre Elysia y Drago, y aunque Alice no era consciente de la relación entre los dos, era lo suficientemente empática para ver que Elysia había pasado por un mal momento, y que probablemente no se sentía del todo bien. Miró de soslayo a Gabriel, mordiéndose el labio inferior y pensando en qué podía hacer para ayudarles... Y entonces tuvo una idea. Sus ojos volvieron a iluminarse, alegres, pensando con ilusión infantil en que había encontrado la idea perfecta para animar a Elysia y entretener a Gabriel, y se alzó. Sus manos empezaron a ordenar y recolocar las sobras de todo lo que habían tomado en la bandeja, con rapidez, eficiencia y sobretodo, simetría, recogiendo la mesa antes de que cualquiera de los dos pudiera decidir ayudarla.

Volvió junto a ellos, a duras penas conteniendo la sonrisa emocionada que luchaba por pintarse en su rostro, y le hizo un gesto a ambos para que la siguieran. Y se aseguro de que ambos estuvieran en pie cuando empezó a caminar a paso ligero en dirección a la salida de la cafetería. Recordó su primer día en la mansión, y sobretodo, el primer día de entrenamiento con Planaria. Recordaba haber paseado por los jardines, maravillándose de las flores. Ahora, en Febrero, no todas estarían en flor, pero tal vez sí lo estarían las rosas y los tulipanes. Con un poco de suerte, habría también algún lirio. Alice les guió, siguiendo la estructura de la mansión por un lateral hasta cruzar el arco cubierto de hiedras que daba acceso al jardín. Pasaron por delante de la cancha de básquet donde algunos alumnos jugaban, dejando que la risa acompañara el canto de los pájaros y la brisa entre los árboles. Y se detuvo ante la ventana de una de las aulas. La británica se impulsó y se sentó en el alféizar, aprovechando que la ventana estaba entonces abierta. El aula de música estaba vacía, y como era usual, su disposición era sencilla y distaba de un aula convencional. No había mesas, en su lugar las sillas estaban dispuestas de un modo que pudiera decirse era errático, pero seguía un cierto patrón lógico, como si se fueran moviendo y cambiando de lugar según fuera necesario en el momento. Junto a una de las paredes había un armario y un estante, donde se guardaban los instrumentos, y lo que más le gustaba a Alice, el piano, descansando en imponente silencio.

Pero no les había llevado ahí únicamente por la música. Desde donde estaban disfrutaban de una panorámica del jardín. Podía verse desde ahí la piscina, en donde algunos jóvenes mutantes cuyos poderes se relacionaban con el agua se daban un baño pese al frío propio de la estación. Se veían las canchas de básquet, el jardín y la pista de atletismo, todos llenos de vida en mayor o menor medida. Era un lugar tranquilo, con intimidad para seguir manteniendo una conversación, a la vez que veías la vida que ocultaba la mansión, mostrándolo como el refugio que para muchos era.

Una sonrisa ligeramente traviesa enmarcó los pequeños dientes blancos de Alice, a la vez que hacía pasar ahora un pie, ahora otro, al interior del aula. Ese pequeño gesto, tan inocente, hacía que le latiera el corazón con fuerza. Para ella, tan correcta siempre, esa pequeña intrusión de colarse en el aula por la ventana, ya era de por si una pequeña aventura.

- ¿Os gusta la música?

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Poco a poco, la mesa se fue vaciando. En mejores o peores términos, algunos de los mutantes allí congregados se retiraron para seguir con sus quehaceres. Logan tenía una importantísima cita con una lata de cerveza, al margen de que Dragoslav lo necesitaba. Y este último… Nadie le culpaba por irse tan rápido. La tensión entre él y la mujer de las mechas se podía cortar con un cuchillo, y siempre era mejor dejarlo correr que empezar una pelea en medio de la cafetería. Su partida, sin embargo, dejó un par de dudas revoloteando en la cabeza de Gabriel. ¿Qué habría pasado entre ellos? Ambos parecían bastante simpáticos, o al menos así lo habían parecido por separado… Quizás tuviera que ver con lo que fuera que el bosnio estuviera escondiendo en el fondo de su alma. Pero en ese momento, Gabriel no podía ni quería entrometerse en ello. Así que se limitó a seguir con la mirada a quienes se marchaban, a los que también se unió Planaria.

Durante unos momentos, el silencio reinó entre las tres personas que se habían quedado en la cafetería. Un silencio que sólo se rompió con el sonido de los platos y las tazas movidos por Alice, quien estaba recogiéndolo todo. Para cuando Gabriel se giró de nuevo, ella ya estaba levantándose, con una bandeja de platos sucios innecesariamente ordenada en las manos. Ni siquiera les había dado tiempo a ayudarla para que no tuviera que encargarse de todo. Pero parecía que a la más joven de los tres no le importaba: Cuando volvió junto a ellos, en su cara se podía adivinar la misma sonrisa que él había visto en Central Park, cuando se disponían a patinar en el lago helado. Quería que la siguieran, y el mutante no se lo pensó ni por un momento. Le empezaba a poder la curiosidad: Quería conocer un poco más la Mansión, ese lugar en el que los mutantes no sólo eran bienvenidos, sino que eran lo normal. Y, si además podía pasar algo más de rato con Alice y Elysia… No se le ocurría cómo podía mejorar esa situación.

Salieron de la cafetería, y el viento helado de febrero les dio la bienvenida al jardín de la escuela. Gabriel no esperaba que hubiera tanta… Gente. Es decir, sabía que la Mansión era un instituto, y uno bastante grande además. Era de prever que hubiera en él muchos alumnos. Pero él nunca había visto tantos mutantes juntos, y le resultaba extraño ver a un chico con rasgos de tiburón jugando en la piscina, junto a lo que a todas luces parecía una especie de sirena. El plan de Alice, sin embargo, no consistía en quedarse fuera mucho tiempo. Para sorpresa del rubio, se pararon delante de una ventana… Y ella se coló dentro. -¿Os gusta la música?-Dijo, invitándoles a participar en lo que parecía una trastada en toda regla.

-Sí, pero… ¿Seguro que podemos entrar aquí?-Se asomó al interior a medida que hablaba, intrigado. Era una clase de música, como podía ser la de cualquier instituto. Aunque no tenía muy claro si todos los colegios tenían un piano como aquel a su disposición. ¿Lo habría tenido el suyo? Por más que lo intentaba, no conseguía recordar del todo cómo había sido su aula de música. Tampoco es que la hubiera utilizado mucho, a decir verdad: A partir de cierta edad, había empezado a hacer novillos día sí y día también. Quizás no hubiera faltado tanto a clase si hubiera sabido que lo mandarían a Estados Unidos por eso, en un intento de convertir al enfant terrible que había sido en alguien de provecho. Quizás. Pero eso no le impidió mirar a ambos lados, asegurándose de que nadie los estaba mirando, y seguir a la morena.

La sala era incluso más grande de lo que Gabriel había creído desde fuera. Se notaba que había una especie de orden interno en ella, desde los instrumentos de la estantería hasta las sillas, que en ese momento formaban algo muy parecido a un semicírculo. Le recordaba en cierta medida a todos los gestos que Alice hacía. Atarse de manera simétrica los cordones, recoger las cosas en la bandeja para que quedaran también simétricas, arremangarse de manera que ambos lados quedaran iguales… Era como si la mutante también hubiera dejado su marca en aquel rincón de la Mansión.

-¿Sabéis tocar algo? Yo soy un negado para la música… No se me daba bien ni en el colegio.-Reconoció, acercándose al piano para verlo de cerca. Era enorme, pero parecía tan delicado… Le daba la sensación de que, si lo tocaba siquiera, se arriesgaba a desafinarlo.

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Even if you can't see me:

— Igualmente. Dale recuerdos a tu hermana.

Claro. No pensaba dárselos. Ni de broma. Si le decía que había visitado la mansión y había viso a Drago… no haría más que empeorar la situación, y recordarle lo difíciles que eran ya las cosas. Ojalá pudiera borrar ese sufrimiento que la alcanzaba cada vez que pensaba en Drago… coger una de mis gomas y borrar nuestras equivocaciones, como si la realidad fuera tan solo trazos y colores de un cuadro inmenso.

El ambiente se enrareció después de eso, y yo tuve parte de culpa. Planaria se despidió también, y con él se fueron mis motivos para seguir allí. Lo que yo esperaba era un día enérgico para motivarme con el webcomic, pero había resultado ser un completo desastre. Otro desastre más añadido a la vida de Elysia Stavridis.

Me quedé tan sumida en mis pensamientos que no me di cuenta hasta que terminó, de que Alice había recogido toda la mesa de la cafetería y se había llevado la bandeja de vasos sucios. Parpadeé varias veces, sorprendida ante su energía, y me sonrió de una manera tan animada y sincera que me dejó abrumada. No sabía qué hacer o qué decirles, así que simplemente les seguí en silencio, curiosa por saber qué era lo que Alice quería mostrarnos con tanto entusiasmo.

—¿A quién no le gusta? — sonreí al ver como la jovencita se adentraba en el aula cerrada a través de la ventana. Un pequeño cosquilleo inundó mi estómago. Seguramente no deberíamos estar allí, y menos entrar a escondidas. Eso me ponía ligeramente nerviosa. ¿Qué pasaría si algún profesor nos pillaba? Además, Gabriel y yo éramos unos intrusos en aquella Mansión Privada. El rubio pareció robar mis pensamientos y los plasmó en palabras. Pero Alice estaba tan convencida que me dije a mi misma no pasaría nada malo si estábamos poco rato...

—¿Qué nos vas a tocar?— pregunté curiosa, mi buen humor luchaba poco a poco por regresar. A pesar de todo, aquella aula me entristecía ligeramente. Por lo que sabía de la historia de Elissa, Drago se citaba con ella donde él trabajaba para enseñarle a tocar el piano. Era curioso… ¿Cuántas aulas de música habría en la Mansión X?

Me acerqué a una de las sillas que quedaba frente al piano y giré la cabeza en dirección a la ventana, para admirar de lejos la vida que sucedía tras los impolutos ventanales. La luz del sol acariciaba mi piel con calidez, y me sumía en un estado de ensoñación. La risas de los muchachos de la piscina acariciaban mis oídos y me arrancaban una sonrisa. Parecían felices en este gigante instituto para jóvenes mutantes. Era perfecto para ellos, estaba hecho a su medida. Y aquí nadie podría hacerles daño por ser diferentes. Por ser especiales.

— Ojalá yo hubiera estudiado aquí… — expresé con un leve y triste susurro.

Fue entonces cuando dejé escapar un largo suspiro, anhelando poder intercambiarme con cualquiera de ellos. Deseaba desde lo más profundo de mi corazón haber tenido una adolescencia normal y corriente. La suerte de albergar recuerdos felices sobre mi instituto, y vivir despreocupada como aquellos muchachos que corrían por los jardines soleados de la mansión.

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Elysia --> #1b877f

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Now I am unbreakable

Alice se quedó un instante callada. Una vez estuvieron los tres en el aula de música, aun mantuvo unos segundos de silencio. Por supuesto no había problema en estar en el aula de música, y podrían haber entrado por la puerta... Tan sólo buscaba maneras de distraer a Elysia, llevarse su mente de lo que fuera que la había dejado tan decaída. Tanto el paseo por el jardín, como la música... Esperaba ser capaz de encontrar la canción adecuada, algo que lograra relajarla. Podría usar su voz, pero... Se llevo inconscientemente una mano al tatuaje. No tenía nada que decir, realmente. Para ella, la música era un mejor medio de comunicación, cuando se trataba de sentimientos. Así que le sonrió a Gabriel, y fue a buscar a Elysia, colocándose a su lado, sostuvo su mano y tiró de ella, hasta llevarla a la banqueta del piano, y la hizo sentar.

Gabriel se acercó al piano y Alice sonrió al pasar por su lado. Pero antes de poder empezar a tocar, Alice necesitaba pasar por un pequeño proceso de preparación. Colocó con cuidado el cabello a su espalda, recolocando un mechón tras su oreja, y empezó a doblar con cuidado ambas mangas del jersey, a la altura justa entre la muñeca y el codo, en perfecta simetría. Colocó los pies sobre los pedales y suspiró, una vez, antes de dejar que las manos se posaran sobre las teclas del piano, a duras penas acariciando su superficia. Pensó en la canción, repasó mentalmente las notas... Y cuando se aseguró de que no iba a cometer ningún error garrafal, dejó fluir la música.

Cuando terminó de tocar, instó a Elysia a colocar las manos sobre el piano y tocó varias notas, muy lentamente, esperando a que la griega la imitara. No sabía si ella sabía o no tocar el piano. Si no sabía, le enseñaría una melodía sencilla, algo con lo que empezar. Y si resultaba que sí que sabía, entonces marcaría un ritmo e intentaría toar a dueto. Estaba tranquila. Se sentía tranquila... Tal vez podía permitirse hablar, aunque fuera un poco. Responder a la pregunta de Gabriel. Se mordió el labio inferior. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Estaba tranquila. Ligeramente preocupada por Elysia, pero tranquila. Así que aunque se descontrolase su voz... debería transmitir calma. Eso no era malo... ¿verdad?

- De pequeña... No hablaba. Creo que de algún modo mi cuerpo entendía mi poder, y no hablaba... Mis padres pensaron que era muda, o autista. Así que me apuntaron a clases de piano desde muy pequeña, a la espera de que tuviera algún modo de transmitir algo... lo que fuera. Luego aprendí a comunicarme con lenguaje de señas, pero no quise abandonar el piano. He seguido tocando al crecer porque me gusta. Creo que a veces ayuda también a reordenar lo que siente uno mismo.- No iba a confesar que era la razón por la cual había pensado en tocarle a Elysia. Pero con un poco de suerte, hablar de si misma sería una pieza más en ayudar a la griega a quitar de su mente aquello que la hubiera preocupado. - Mi padre también me buscó un hobby, pero es policía y aficionado a las armas, así que a mi madre no le hacía gracia que intentara enseñarme nada de lo que a él le gustaba. Así que estuvieron de acuerdo en que el piano era la mejor opción... Aunque llevo unos días pensando que me gustaría aprender a tocar el violín.

No mencionó su propia afición a las armas, ni como su padre le había regalado una BBGun a los ocho años. Por bien que no compartía la idea de su madre de que las armas eran todas horribles, sí que podía comprender su aversión a contarlo abiertamente a la gente. No dejaban de ser un arma, y tenían un uso a menudo terrible... Pero también podían servir para proteger. A Alice no le gustaban únicamente las armas de fuego. Pero le encantaba apuntar, acertar en una diana. Era un proceso de cálculo, algo que necesitabas hacer con la mente clara y en calma, y dar en la diana le producía cierta auto-satisfacción. Tampoco le hubiera dicho que no, por ejemplo a un arco. Pero jamás había tenido la oportunidad de aprender a usarlo y dudaba que se fuera a presentar ninguna ahora.

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-Lo mismo digo...-Respondió a Elysia, a pesar de que seguramente ella lo hubiera dicho para sí misma. Pero, cuanto más lo pensaba, más de acuerdo estaba Gabriel con ella. Había pasado buena parte de su infancia oyendo unas voces que nadie más podía escuchar. A veces, ni siquiera entendía a qué se referían. Pero otras…Eran lo suficientemente aterradoras como para quitarle el sueño. Y la cuestión no mejoró cuando se lo contó a sus padres. Aún recordaba la cara del psiquiatra, esa sonrisa sutil bajo la barba blanca tras enunciar su diagnóstico. Esquizofrenia, dijo, dándole un tembloroso toque en la cabeza. Como dándole ánimos. ¿Para qué?, se había preguntado el niño. ¿Qué significaba esa palabra? No lo sabía, no sabía por qué podía saborear con total claridad el miedo que sus padres estaban sintiendo. Fue entonces, el día en el que el doctor Rhodes se equivocó, cuando Gabriel empezó a silenciar su poder. Tan pronto como supo que estaba mal oírlas, que hacía que los demás se preocuparan… Dejó de escuchar. Y no volvió a hacerlo hasta que llegó a SHIELD, y descubrió que había muchas más personas que habían nacido con algo extrardinario. Hasta ese momento, jamás había oído hablar de los mutantes… ¿Cuántos niños estarían pasando por lo mismo en ese momento?

Demasiados, estaba seguro. Por eso el profesor había construido la escuela en la que estaban. Gabriel siguió con atención los gestos con los que Alice se preparaba para tocar. Como cuando habían ido a patinar sobre hielo, era como si la mutante necesitara asegurar su propio equilibrio antes de hacer nada de cara al exterior. Y, una vez hubo acabado, comenzó a tocar.

Gabriel ni siquiera intentó apartar la mirada del teclado. Sabía que no podría, y de todas formas, no quería perderse ni el más mínimo detalle. La canción comenzó con la lentitud de unos primeros pasos sobre la pista de baile, cobrando fuerza a medida que se acercaban al cuerpo de la pieza. Las manos de Alice, tan frías y blancas como si siguieran expuestas a la nieve de Central Park, se deslizaban con soltura sobre las teclas. Sus dedos no arrancaban las notas, sino que las despertaban y convertían en un todo lleno de sentido. Gabriel apenas se dio cuenta de que la canción se agotaba y desvanecía, sumido como estaba en esa sensación de paz y sosiego que la música le transmitía. Por un momento, se había olvidado de sus responsabilidades, de lo que le había llevado a visitar la Mansión en primer lugar. Era como si pudiera pasarse toda la vida oyéndola tocar. Pero eso no era posible: Todas las canciones tienen un final, y esa no fue la excepción. El ritmo descendió, y las últimas notas se desgajaron hasta perderse en un silencio que no estaba destinado a durar. La alumna de la Mansión depositó las manos de Elysia sobre las teclas, invitándola a seguirla en la siguiente pieza. Pero, antes, habló. Mostrando apenas la punta del iceberg de una vida marcada por un poder que apenas podía controlar, con el que había tenido que vivir le gustara o no. Y no sólo eso… La había obligado a buscar otras formas de comunicarse. Gabriel aún recordaba con una sonrisa la primera vez que habían intentado entenderse a través de gestos. Pocas veces se había sentido tan afortunado de poder leer la mente de quienes lo rodeaban.

-El violín es un instrumento precioso… Seguro que aprendes muy rápido a tocarlo. Alguna vez he oído que pasa como con los idiomas: Cuantos más conoces, más fácil es asimilar otros nuevos.-Y, de hecho, la música no dejaba de ser una lengua más. Una que no entendía de conceptos, sino tan sólo de emociones. Quizás por eso era la única en la que no era posible mentir. Miró de reojo a Elysia, tratando de averiguar si se encontraba mejor. Ojalá la melodía hubiera surtido el mismo efecto que en él. -Yo… No sé nada de música, pero sí un poco de armas.-Como si no las usara casi a diario, es decir. Cuando no se trataba de una misión, el mutante tenía que practicar en las instalaciones del Helicarrier para mantener su puntería en el mejor estado posible. Porque, aunque no le gustara especialmente hacer uso de ella, era su trabajo. Y alguien tenía que hacerlo. -Si quieres, podría enseñarte a disparar algún día. Siempre y cuando no se entere tu madre, claro.-Bromeó, entre risas. Solo le faltaría recibir la llamada de una furibunda señora británica, con todo un discurso contra las armas preparado y ensayado repetidas veces con su marido.

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Even if you can't see me:

Alice me despertó de la ensoñación, y tiró de mí hasta obligarme a sentarme junto a ella, frente al piano. Aquel gesto me sorprendió, y me arrancó una pequeña sonrisa que dibujé en mi rostro con mucha facilidad. La chica se sentó a mi lado, y se preparó unos segundos antes de empezar a tocar. Estaba tan concentrada que me pareció muy mona, y me incliné para mirar como sus dedos hundían las teclas con gracilidad nada más empezar la canción.

Yo no tenía ni idea de tocar el piano, aunque siempre había tenido la curiosidad de aprender un poco de música. Era una asignatura que nunca se me había dado bien a pesar de todo el esfuerzo que le había dedicado en el colegio… y si tuviera que buscar un instrumento que quisiera aprender a tocar de verdad, ese sería el violín. Eso si, cantar en la ducha se me daba fenomenal, aunque no existiera nadie que diera fe de ello.

La canción no era ni triste ni animada, estaba en un punto medio. Agitaba mi corazón en el momento del estribillo, y me sentía como si contuviese diferentes emociones en mi interior… Aquello me gustaba, me distraía de los recientes malos pensamientos, y se lo agradecí en silencio a Alice. Era una estudiante muy talentosa si sabía tocar tan bien el piano.

Cuando detuvo la música, me sorprendí a mi misma intentando seguir el ritmo de las ágiles manos de Alice. Lo hice con torpeza, pero la mutante bajó el nivel de dificultad cuando vio que no podía con los acordes más difíciles.

—Ha tenido que ser difícil...—concluí, tras escuchar la historia de Alice—. Pero después de todo has conseguido aprender a hablar… eso está bien ¿No? Has hecho bien en no abandonar el piano, lo haces fenomenal. Y estoy segura de que si te propones empezar a tocar el violín lo harás muy bien.

Después sonreí ante el comentario de las armas de gabriel. Aquello si que no me lo esperaba.

— Eso está bien, además, siempre es útil saber disparar. No sabes en qué momento lo puedes necesitar… — sobretodo teniendo en cuenta que las calles de Nueva York eran cada vez más peligrosas con villanos de todo tipo campando a sus anchas—. Vosotros sois jóvenes todavía, teneis mucho tiempo para dedicaros a las cosas que os gustan. Cuando llegas a cierta edad… bueno, hay muchas cosas que son difíciles de cambiar, y no tienes el mismo tiempo para todo.— me di cuenta del tostón que estaba contando, y corté el rollo con una sonrisa—. Oh, perdonad, ni que yo fuera tan vieja ahora.— Reí.

Miré el reloj cuando vi los rayos rojos del sol atravesando la ventana. Estaba atardeciendo. La lección de piano había estado bastante bien y había sido muy entretenida.

—Vaya, ya se ha hecho tarde… Yo debería volver ya a casa, ¿Necesitáis que os acompañe a algún sitio? — pregunté. Por alguna razón me sentía responsable de aquellos chicos y quería asegurarme de que se fueran bien a casa. ¿Cuántos años tendría Alice? ¿16? ¿17? Parecía muy joven. Y Gabriel… quizás unos veinte.

—Yo tengo un violín viejo en casa, Alice. Si quieres, un día podemos volver a quedar y practicar un poco. ¿Qué te parece?— pregunté, dedicándole una de mis mejores sonrisas, cosa antinatural en mí.

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Parecía que la tarde alcanzaba su fin. Aunque reservada al inicio, Alice había terminado disfrutando de la compañía de sus inesperados nuevos amigos. Había sido una sorpresa de lo más agradable volver a ver a Gabriel, pero el conocer a Elysia no se había quedado corto en cuanto a alegría para la joven británica. Era una de las primeras veces que había conocido a alguien de fuera de la mansión pudiendo ser clara y sincera con quién y qué era. Que podía ser ella misma e intentar ganar una amistad sin tener que disimular y pretender ser normal. Tal vez por eso, sintió que los halagos de Elysia, aunque inmerecidos, le llegaban directamente al centro de su alma. Un agradecimiento sincero a un gesto altruista que había llevado a cabo sin pensar y por instinto y que resultó en un leve rubor que cubría sus orejas y mejillas, destacando las pálidas pecas en su rostro. Casi se había olvidado del motivo que le había hasta ellos en primer lugar, y que volvió a su memoria tan pronto como Elysia mencionó todo el tiempo libre que les esperaba por delante.

La universidad. Alice había sido aceptada en Harvard. El curso siguiente, iba a entrar en una de las más prestigiosas universidades de Medicina de Norte América. Un logro que había trabajado durante meses y para el que se había esforzado con todo su ser. Si bien los jóvenes tenían mucho tiempo, siendo una chica tan aplicada como lo era, y tan estricta consigo misma, Alice no veía mucho tiempo libre para su próxima década. Y aunque no lo mencionó en voz alta, era obvio que fuera lo que fuera que estuviera pasando por su mente, era algo capaz de hacer temblar sus propios cimientos. Era un paso muy importante para ella, un punto de inflexión, el inicio de una nueva etapa. Pero sobretodo, un primer paso que la ponía en el camino de sus sueños.

- Voy a ser universitaria... - susurró al fin, en un hilo de voz, como si esperara que al pronunciar esas palabras se hicieran al fin realidad, grabadas a fuego en su memoria, formando una nueva pieza para la construcción de quién era Alice Delaney. Mutante, músico, médico. - Supongo que si quiero tocar el violín, más me vale aprovechar mientras todavía no tengo clases. Así que ir a practicar, me parece una excelente idea. Probaré con los de aquí y miraré maneras de hacerlo juntas. Seguro que si aprendemos las dos a la vez será más divertido.

Le dedicó una sonrisa velada a Gabriel. Técnicamente no habia mentido, pero no le había parecido apropiado confesar que su padre había acabado haciendo exactamente lo mismo que él proponía, y que durante la última década Alice había aprendido un montón de cosas sobre armas de fuego, desde sus calibrajes y mantenimiento hasta lecturas de balística y tipos de modificaciones.

- Mi segunda opción, si fracaso con medicina, era intentar entrar en el cuerpo de policía... Así que también me parece una buena idea. Además, aprender a defenderse uno mismo nunca está de más, aunque sea aprender de ellas para saber desarmarlas. De todos modos... Yo no tengo que ir a ninguna parte. Vivo aquí.

Al fin parecía que llegaban al momento de las despedidas, y Alice se levantó de la banqueta del piano, dispuesta a guiarles hasta la puerta de entrada. Esta vez, en lugar de salir por la ventana, les guió por la puerta y los elegantes vestidos de la mansión. En su mayoría guardaba silencio, pero sin ser por ello menos generosa con las sonrisas. Y finalmente se detuvo en las puertas de doble hoja que conformaban la entrada al edificio. Fue entonces que se llenó de valor, y sacó el teléfono móvil de su bolsillo, desbloqueándolo con la huella dactilar y buscando el marcador de números.

- Uhm... ¿Os molestaría si os pido el número de teléfono...?

Alzó los ojos por debajo de las pestañas, ligeramente cabizbaja, haciendo de la pregunta casi un ruego.

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Al oír eso, Gabriel no pudo evitar esbozar una sonrisa curiosa. -¿Cuando llegas a cierta edad? -Aunque Elysia era definitivamente más mayor que ellos, la brecha de edad no parecía tan grande, y la propia peliazul se dio cuenta inmediatamente después. Pero eso no le impidió hacer de “hermana mayor” poco después, ofreciéndoles llevarles a algún sitio. La tarde había pasado muy rápido, y los últimos rayos de sol comenzaban a despedirse por el horizonte. Sí, deberían irse pronto. -No te preocupes, he dejado la moto fuera. Además, no vivo tan lejos de aquí.

No era del todo cierto, pues en una ciudad tan grande como Nueva York cualquier lugar estaba como mínimo un poco lejos. Pero por esa misma razón Gabriel no quería que Elysia tardara el doble en llegar a su casa, estuviera donde estuviera. -Voy a ser universitaria...-Parecía que no se lo acabara de creer del todo todavía. Gabriel nunca había dado ese paso, pero podía imaginarse el vértigo que podía sentir Alice al ver cómo su vida cambiaba de una forma tan abrupta. Iba a pasar mucho tiempo formándose, y no iba a ser fácil. Pero las cosas que merecen la pena nunca lo son, se dijo el rubio.

Cuando la inglesa añadió que quizás sería policía, Gabriel se sorprendió un poco. Por una parte, no le extrañaba que Alice buscara formas alternativas de ayudar a los demás. De momento, solo podía intuirlo, pero le daba la sensación de que proteger a otras personas formaba parte de su carácter. Aunque, por otra parte… En los cuatro años que llevaba como agente de SHIELD, había aprendido que vivir tranquilo era un privilegio no demasiado frecuente entre los que se dedicaban a mantener el crimen a raya, fueran de la organización que fueran. No era algo que le deseara a nadie. -Médico o policía… Espero que no te guste mucho dormir.-Dijo, riendo un poco. Pero, a pesar de la broma… El francés sabía mejor que nadie que era necesario. Que alguien tenía que cuidar de los que no podían cuidarse solos. Y estaba convencido de que Alice podría con ello. -En cuanto a lo de las armas… Estoy de acuerdo con vosotras. Las uso casi a diario y sé que son útiles, pero en sí… No me gustan nada. Aún no entiendo a algunas personas de aquí, que tienen arsenales enteros en su casa porque sí.-Porque de tenerlas a usarlas hay un paso, y es muy fácil darlo en la dirección equivocada. ¿Dónde estaba la línea que separaba la defensa propia de la violencia gratuita? ¿Cómo podías asegurarte de tomar la decisión correcta? Esas eran algunas de las cosas que Gabriel se planteaba a menudo. Al fin y al cabo, no puedes crear una mente tan preocupada por hacer lo correcto sin que acabe teniendo dudas sobre lo que es correcto. Y más aún si acaba sometida a la presión de un mundo exterior que acaba de conocer.

Los tres salieron de la sala de música de una manera bastante más convencional de como habían entrado, atravesando la puerta y los pasillos de la Mansión hasta llegar a la salida. Durante el breve trayecto, Gabriel se vio invadido por la sensación de que se le olvidaba algo, pero no lograba recordar el qué. Al final, decidió no darle importancia alguna: Estaba seguro de que llevaba todas sus cosas consigo.

Pasaron por delante de clases, despachos, salas para todo tipo de actividades… Y, finalmente, llegaron a la puerta principal, frente a la cual su improvisada guía se detuvo para pedirles su número de teléfono. -Claro que no.-Extendió la mano para coger el móvil, y guardó su número de teléfono entre los contactos de Alice antes de pasárselo a Elysia para que hiciera lo mismo. -No me ha dado tiempo a decírselo a los otros antes de que se fueran, pero… Muchas gracias por quedaros. Me lo he pasado de maravilla esta tarde.-Se llevó una mano a la nuca sin ningún objetivo en concreto, sonriendo a sus dos acompañantes. -Espero que nos volvamos a ver pronto.-Y se verían, desde luego. Aunque, en el caso de Elysia, las circunstancias serían mucho más tensas… Pero eso no lo podían saber todavía. A continuación, Gabriel se despidió de Alice con un beso en la mejilla, como había hecho el día que se habían conocido; y de la mística con un gesto de la mano. Por lo que había observado, no estaba seguro de que le resultara cómodo… Y prefería no arriesgarse.

Después de decir adiós, se dirigió a su moto, y comenzó a conducir hacia su piso. No lograba quitarse de encima esa sensación de estar olvidando algo, a pesar que de camino al lugar en el que había aparcado había revisado todos sus bolsillos, en los cuales no faltaba nada. Igual que no faltaba nada en la bandolera que llevaba consigo. Y ese era precisamente el problema. La carpeta que tendría que haberle entregado al Profesor, y que detallaba buena parte de la información conocida sobre su creación… Seguía ahí.

Entre unas cosas y otras (y con algo de “ayuda interna” de por medio), Gabriel había acabado pasando por alto por qué había ido a la Mansión X en primer lugar: Para intentar averiguar por qué sus poderes iban aumentando a una velocidad antinatural, llegando a manipular la mente de otras personas sin apenas darse cuenta. Pero esa respuesta tendría que esperar mucho tiempo, y sólo llegaría cuando fuera demasiado tarde.

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Alice expresó con un hilo de voz que pronto iba a ser universitaria y aquello terminó de confirmarme su edad. Entonces la chica debía tener entre dieciocho y diecinueve años. Por alguna razón su aspecto frágil y su dulce rostro me habían despistado y aparentaba ser más joven de lo que era en realidad. Estaba a punto de alcanzar la mayoría de edad y ver el mundo que había más allá de la Mansión X. Le esperaba una vida llena de dificultades, pero la vida adulta también tenía muchas cosas buenas, y le deseaba lo mejor.

—¡Enhorabuena, Alice! ¿Y a qué quieres dedicarte exactamente? — pregunté animada, imaginándome a la muchacha entrando en alguna carrera artística relacionada la música. Me acordé de mi vida agitada en la universidad de Bellas Artes de Los Ángeles. Pasaron demasiadas cosas en aquella época y mis recuerdos todavía eran agridulces, pero siempre fue un lugar mejor que el instituto de Atenas. —Wow, ¿Médico o Policía? Esto ha sido totalmente inesperado. — reí, la verdad es que la muchacha había descuadrado todos mis esquemas. ¿Pero eso no lo hacía más divertido?

— La universidad te comerá mucho tiempo libre, así que mejor será empezar cuanto antes. Pero sobretodo, no dejar nunca de practicar. Yo diría que el violín es el instrumento de cuerda más difícil de aprender, pero con un buen profesor para empezar con una buena base te hará las cosas más fáciles. Yo te puedo enseñar lo poco que sé, y podríamos apuntarnos juntas a hacer clases… ¿Qué te parece la idea?

Tras intercambiar las últimas frases, nos dirigimos a la entrada de la Mansión X donde finalmente nos despedimos. La petición de Alice me resultó de lo más tierna, y eso que ya llevaba un rato pensando en darle mi número de teléfono para hacer lo de las clases de violín. Cuando Gabriel apuntó el suyo, cogí el móvil de la muchacha y apunté también el mío con una sonrisa.

—Alice, ahora que tienes nuestros teléfonos, envíame luego un mensaje con el número de Gabriel, así me lo apunto yo también en la agenda.— Me giré a mirar al rubio y le guiñé un ojo después de despedirme de ambos muchachos.— Sí, yo también espero veros pronto. ¡Qué vaya bien!—me despedí de los dos agitando la mano mientras me separaba y eché a andar en dirección al primer transporte público que me llevara directa a casa.

Era curioso cómo aquella tarde, las cosas habían resultado totalmente diferentes a lo que yo había imaginado. Últimamente veía que algo no iba bien en las vidas de Planaria y Sasha. Cada uno estaba pasando por una situación difícil y me sentía incapaz de ayudarles. Al principio pensé que podríamos llegar a ser grandes amigos, y sé que se acuerdan de mi de vez en cuando… pero tengo la sensación de que todavía no he podido acercarme a ellos hasta lograr una confianza mutua. Planaria y Sasha tenían sus propios mejores amigos, y yo solo era una conocida más. No había calado fondo todavía…

De todas formas, era agradable saber que puedo empezar a tener buenos amigos aquí en Nueva York y que no tengo porqué estar de nuevo sola. Que la gente del nuevo universo es única y maravillosa. Qué puedo ser alguien interesante de conocer para Alice y Gabriel, y que ellos también pueden ser mis amigos. ¿Y quién sabe? Quizás el día de mañana pueda hacerles felices con mi amistad.

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