Un nuevo inquilino en casa (Elissa, Elysia y Jake)

Lissa y yo volvíamos de comprar la comida en el supermercado. Horas antes, el carro lleno de paquetes de arroz, frutas, verduras (¡y sobretodo chocolate!) había quedado ahí tirado en medio del pasillo junto a la cajera por culpa de que Nueva York había se había transformado “mágicamente” en Disneyland. Sí, Disneyland, el parque de atracciones ese tan chulo. Pero no montamos en la montaña rusa, ni giramos en las tazas, y menos aún nos bañamos en los rápidos (Bueno, Lissa se cayó con el submarino amarillo si eso cuenta) Pero hicimos otras cosas interesantes: correr, escondernos, luchar con rifles láser contra robots Jedi enfurecidos… ¡y por no hablar de Darth Vader!

Un festival, vamos. Nuestro pan de cada día desde el momento en que Lissa y yo nos conocimos. Eso de vivir con tu otro yo de un universo paralelo puede sonar extraño, pero te acabas acostumbrando. Es muy divertido a veces, sobretodo cuando tenemos reacciones muy parecidas. A veces incluso podemos leernos la mente y todo.

A lo que iba. El caso es que después de un par de batallitas (que fueron horas), conseguimos recuperar el carro de la compra y pagarlo. La cajera podría habernos dado algo gratis digo yo, ¡acabábamos de salvar la ciudad! (otra vez) ¿Ni siquiera un par de manzanas gratis? Qué poco agradecida era la gente de Nueva York.

Durante el trayecto, le expliqué a Lissa quién era Iron man, y que en cuanto llegáramos a casa le enseñaría los cómics. Iba a guardar aquel autógrafo de Tony Stark como si fuera un tesoro. Pero en cuanto abrí la puerta, Lycos se me adelantó y empezó a ladrar como un loco. Para mi sorpresa, se fue directo a lamer a una figura que había descansando en el sofá. ¿Pero qué narices…?

Un chaval de no más de 13 años estaba estirado en nuestro sofá viendo tranquilamente la tele. Tenía el cabello castaño y una sudadera de color verde bien llamativa. Parecía tan cómodo que se creía estar en su propia casa.

- ¿Qué haces aquí? ¿Quién eres? - dije con mi peor tono de cabreo. No era posible que después de toda la movida del parque de atracciones tuviéramos más problemas en casa...

Cuando las hermanas Stavridis abrieron la puerta de su piso, el chico de cabellos castaños no se inmutó ni un poco. Se incorporó ligeramente de donde se encontraba para recibir las caricias y lametones de Lycos, el perro gigante de Elysia. Aquel comportamiento del malamute era sorprendente, normalmente arisco y agresivo con los desconocidos ahora se había convertido en la criatura más dócil jugando con el niño. Lo bueno de Lycos es que era capaz de distinguir quien era de fiar y quien no, un sexto sentido que sacaba a las hermanas de más de un apuro.  

- Buen chico... - le dijo el niño de ojos verdes con voz traviesa. Después de un par de caricias, su mirada se desvió a Elysia y Elissa. No pudo evitar sonreír al ver a las dos chicas compartir la misma realidad y también el mismo piso.

- ¡Hola! - saludó el muchacho con entusiasmo mientras cogía una coca-cola a medias que descansaba en la mesita junto al sofá. La televisión se escuchaba de fondo con gritos de los dibujos animados, el típico programa de los 80 en que un animal (normalmente un gato) perseguía a otro más pequeño, como un ratón o un polluelo...  

- ¡Encantado! Me llamo Jake - sonrió divertido mientras estiraba sus brazos desperezándose y se levantaba para ofrecerle la mano a Lissa y Lyz con educación.

Elissa Stavridis no podía quejarse de aburrimiento.

Desde que se había producido la Colisión, no pasaba un día sin que le sucediera algo inesperado, peligroso o definitivamente absurdo. De hecho, había días en que le sucedían dos cosas. Y aquél era, precisamente, un buen ejemplo.

Nunca le había entusiasmado ir de compras, pero un villano llamado Arcade había decidido convertir un día de supermercado en un viaje al parque de atracciones. El pack era tan completo que había incluido un baño en agua fría, tiroteos, y una maratón de todas las películas de Star Wars. No, de veras, Elissa no volvería a decir que ir al súper era aburrido.

Pero los dioses habían decidido que aún no se había cumplido el cupo de cosas extrañas.

Elysia, que instantes antes le estaba hablando de Tony Stark y su armadura voladora con los ojos brillantes de entusiasmo, cambió radicalmente de expresión en cuanto entraron en casa. Lycos, ladrando y moviendo la cola, se lanzó encima de un chico que, como si nada, las estaba esperando en el sofá...

- ¿Qué haces aquí? ¿Quién eres? - Lyz habría disfrutado del parque de atracciones tanto como Lissa, pero hay cosas que una no se puede tomar muy bien cuando llega a casa cansada.

- Buen chico... - dijo el desconocido, acariciando a la masa de pelo andante que se le había echado encima, y que lo lamía alegremente.

Elissa se fijó bien en el muchacho, que reía pese a estar casi enterrado bajo el perro. No hubiera sabido decir su edad, pero seguramente no fuera mayor de quince; vestía una sudadera verde y unos pantalones marrones; los mismos colores que tenían sus ojos y su pelo. Las sonrió de un modo  extraño, como si ya las conociera y, cuando se dirigió a ellas, lo hizo con el tono de familiaridad de un viejo amigo.

- ¡Hola! - dijo.

Elissa miró a Lyz, confundida, y el chico pareció decidir que tal vez fuera mejor presentarse.

- ¡Encantado! Me llamo Jake - explicó, tras desperezarse y levantarse del sofá, mientras les tendía la mano.  

Lissa se preguntó cuánto tardaría su "hermana" en estallar ante aquella invasión flagrante de su piso. Decidió estrechar la mano del muchacho y tomar la palabra.  

- Elissa Stavridis. Mi hermana, Elysia. - ambas habían decidido que presentarse como familia era mucho más sencillo a presentarse como "el otro yo" la una de la otra, entre otras cosas porque eran tan distintas que nadie iba a creerse que fueran la misma persona. - Encantada, Jake - continuó. Normalmente, Lycos no se equivocaba con las personas, por lo que Elissa no creía que el chico fuera peligroso... Pero tampoco sabían cómo había entrado, y por qué parecía tan cómodo en una casa que no era la suya.

"Espero que no sea un tercer yo de otro universo", se dijo, casi con ironía. Era muy poco probable, dada su edad, sexo y apariencia física, pero cosas más raras se habían visto desde la Colisión.  

La pregunta "¿qué haces aquí?" ya estaba hecha, pero el chico no se había tomado la molestia de respondérsela a Lyz. El tono tampoco había sido el que Lissa emplearía, pero la respuesta seguía pareciéndole importante, por lo que decidió repetirla a su manera.

- No esperábamos... visitas - dijo - ¿Podemos ayudarte en algo?

Si el ceño de Elysia ya estaba fruncido, ahora se había acentuado un poco más. A la chica no pareció gustarle que el muchacho no respondiera a las preguntas y se presentara con una familiaridad y una confianza que, según ella, no poseía.

Cuando Jake se acercó a ellas para presentarse, Lyz ignoró la mano e intentó replicar. Por suerte, Lissa se adelantó y tomó la palabra antes de que comenzara otra pelea en su casa.

- Sí, ya sé quienes sois - la sonrisa del chico se acentuó, y sus ojos brillaron con inteligencia. Jake sabía perfectamente que no eran hermanas, y le pareció gracioso que se presentaran como tal. Sería lo más lógico en situaciones normales. Pero esta no era una situación normal.

- ¿Podemos ayudarte en algo?- preguntó la más diplomática de las hermanas.

- Pues ahora que lo dices... - Jake movió la cabeza para mirar pensativo el techo mientras se frotaba con una mano la barriga, que rugió de repente - La verdad es que tengo un poco de hambre... ¿Porqué no preparáis algo rico para comer? - miró felizmente a las chicas, como si hubiera tenido la mejor idea del mundo.

- ¡Esto ya es el colmo, chaval! - explotó Lyz al final- ¿Quién te crees que eres? ¿Entras en casa sin permiso y encima vienes a pedir?

La sonrisa de Jake se borró, y su rostro se tornó serio por un momento.

- No entraría nadie en vuestra casa si no tuvierais la ventana abierta... - dijo señalando la ventana del comedor. Lyz tenía por costumbre tenerla casi siempre abierta, era algo que le había enseñado su madre de pequeña y le daba buena suerte.

- ¡Pero si es un sexto piso! ¡No has podido entrar por la ventana!- Lyz estaba cada vez más molesta con el chico, se sentía cómo si le estuvieran tomando el pelo continuamente.

- ¿Pues cómo crees que he podido entrar? - resopló el muchacho como si la pregunta fuera obvia.- Volando, claro está.

Y Lissa y Elysia comprobaron con sus propios ojos que el chico ya no estaba tocando el suelo. Jake voló hacia la papelera de la cocina para dejar la coca-cola y abrió la nevera para sacar esta vez un Nestea. Abrió la lata y se la llevó a los labios que habían recuperado la sonrisa traviesa.

Lyz no pareció tomarse muy bien el hecho de que el chico le pidiera comida, cosa más que comprensible, dadas las circunstancias. La propia Elissa lo encontró una petición algo fuera de lugar.

Aunque no tan fuera de lugar como la respuesta de Jake cuando Lyz le preguntó cómo había entrado allí.

- ¿Pues cómo crees que he podido entrar? Volando, claro está.

Y, como para recalcar aquella afirmación, el chico se quedó flotando en el aire. Lissa aún se estaba recuperando de la sorpresa cuando regresó con el Nestea, pero tuvo el suficiente aplomo como para acercarse a él y retirarle la bebida de las manos.

- ¿No eres demasiado joven para tomar tantos estimulantes? - dijo, con tono tranquilo, mientras deshacía el camino a la cocina y dejaba la lata de vuelta en la nevera.

Se había dado cuenta nada más entrar en casa: por la forma en la que Jake se comportaba, tenía que haber tenido tiempo de familiarizarse con el domicilio de las Stavridis. Sin embargo, ninguna de ellas recordaba haberlo invitado nunca. Bueno, Lissa no lo recordaba, y la cara de Lyz decía claramente que, antes que eso, prefería montar un zoológico en el salón.

- Está claro que no es la primera vez que vienes aquí... ¿cómo es que nunca te hemos visto? Y... ¿de qué nos conoces? - había dicho que "sabía quienes eran", lo cual sorprendía a Lissa bastante más que el hecho de que pudiera volar. Es decir, la psicóloga conocía a mucha gente con poderes... pero a nadie que proclamara conocerla de antemano, y que además supiera dónde estaba su nevera.

-¿Estimu-qué? - Jake hizo una mueca a Lissa como confirmándole que le había cortado el rollo - está bueno, me gusta su sabor...

- Oye niño, vas a pagar esos dos refrescos, ¿lo sabes, no? ¡Llamaremos a tus padres!

- Pues mucha suerte si los encuentras, avísame cuando lo hagas - se burló el joven tras dar otra voltereta en el aire.

- ¿Qué quieres decir con eso? ¿No sabes dónde están tus padres?

- No, para empezar no tengo padres. De hecho, nunca los he tenido.

Elysia Stavridis se quedó congelada tras esa afirmación. ¿Es que el niño había nacido del aire o qué? Era muy serio decir que no tenía padres. ¿Qué estaba tratando de explicar? 

- Está claro que no es la primera vez que vienes aquí... ¿cómo es que nunca te hemos visto? Y... ¿de qué nos conoces? - dijo la voz inteligente de Elissa.

- Vosotras no me habéis visto nunca porqué nunca me he querido dejar ver por vosotras. Pero siempre os he estado observando. Alguien me pidió que os echara un ojo de vez en cuando...

- Deja las rimas y los juegos de palabras y habla claro, niño.

- No soy niño, soy Jake. Ya lo he dicho antes. Jacob Birdwhistle para ser más concreto. Aunque no es mi verdadero nombre, pero así es como me llamaron durante mucho tiempo. Es una historia demasiado larga como para poder contarla ahora... y tengo taaaaanta hambreeee. Quizás con el estómago lleno...

- Lo que me faltaba. Un niño tratando de chantajearnos. ¿Qué hacemos?- Elysia miró a Lissa buscando un poco de sabiduría en sus consejos. Harían falta sus habilidades como psicóloga para tratar a un chico tan especial.

- Vosotras no me habéis visto nunca porqué nunca me he querido dejar ver por vosotras. Pero siempre os he estado observando. Alguien me pidió que os echara un ojo de vez en cuando...

¿Que las observara? ¿Quién? ¿A quién le iban a interesar dos personas como ellas?

- Deja las rimas y los juegos de palabras y habla claro, niño. - Lyz intervino con impaciencia. Elissa sabía que debía de sentirse exactamente igual que ella.

- No soy niño, soy Jake. Ya lo he dicho antes. Jacob Birdwhistle para ser más concreto. Aunque no es mi verdadero nombre, pero así es como me llamaron durante mucho tiempo. Es una historia demasiado larga como para poder contarla ahora... y tengo taaaaanta hambreeee. Quizás con el estómago lleno...

- Lo que me faltaba. Un niño tratando de chantajearnos. ¿Qué hacemos?- Lyz se volvió hacia Lissa, como si la psicóloga tuviera todas las respuestas. ¡Ojalá! A ella, desde luego, le encantaría.

- Pedimos una pizza. O dos. Dos medianas. - decidió la griega, al final. Al fin y al cabo, ellas tampoco habían comido nada, y no creía que fuera el momento de ponerse a cocinar para tres - Y, cuando llegue la comida, tendrás que cumplir tu palabra - continuó, haciendo un ademán hacia Jake - y decirnos quién te ha enviado...

Elissa se dirigió hacia el lugar donde estaba el inalámbrico, pero se volvió antes de cruzar la puerta.

- Ah, y también estaría bien saber por qué vuelas.

Dicho esto, la psicóloga marcó el número de su pizzería favorita. Pidió una Reina Blanca y una Barbacoa Suprema, y le aseguraron que tardarían menos de un cuarto de hora. Y así fue. Al cabo de diez minutos, sonó el timbre de la puerta, y la griega regresó al comedor con los dos envases de cartón que contenían las pizzas.

- Hora de la cena... y de las explicaciones - anunció, mientras las dejaba sobre la mesa.

Elysia Stavridis dejó escapar un suspiro, en cambio, Jake se puso la mar de contento al oír la palabra pizza. Sonreía tan alegremente que parecía que nunca hubiera comido algo tan rico.

Y eso hizo, el muchacho devoró casi una pizza entera el solo, y Lyz le dedicó una mirada desagradable. Ella no era la más indicada para quejarse a la hora de comer, Elysia Stavridis tenía el don de comer con muy poca delicadeza, pero lo del chico de pelo castaño era insuperable...

Una vez quedaron todos saciados (más Jake que nade), llegó la hora de las preguntas. El chico bebió el último sorbo de su coca-cola y entonces sus ojos esmeraldas relucieron ante la última luz de la tarde. El reloj dio las diez en punto.

- Tengo algo para ti, Elissa Stavridiss. Me lo dio tu padre la última vez que le vi... - del bolsillo izquierdo de su Hoddie extrajo un paquete de color marrón gastado y se lo entregó a Lissa. 

- ¿Y porqué vuelo? Pues por el mismo motivo por el cual ambas tenéis poderes... - esbozó una sonrisa de complicidad-  Y, bueno, no sólo sé volar, pero eso da igual... 

Elysia se quedó mirando a su amiga, esperando impaciente a que abriera el paquete. ¿Porqué el padre de Lissa le habría dejado un paquete para ella?

Lyz no se molestó en ocultar su expresión de desagrado mientras el chico devoraba, literalmente, una pizza entera, masticaba con la boca abierta, tragaba ruidosamente y sorbía la coca-cola. Elissa se sentía un poco parecido, pero intentó que no se le notara en la cara. De hecho, la psicóloga estaba francamente intrigada por quién era aquel niño y por qué sabía tantas cosas, algo que no hizo más que empeorar cuando mencionó la palabra...

... "padre".

- Tengo algo para ti, Elissa Stavridis. Me lo dio tu padre la última vez que le vi...

Lissa se quedó mirando el paquete, con los ojos muy abiertos. Se dio cuenta de que debía cogerlo, así que tendió la mano, pero se sentía como si su propio brazo pesara toneladas.

Dudó un instante, detuvo el gesto, pareció recomponerse, y finalmente tomó el envoltorio que le ofrecían. ¿Qué daño podía hacerle un paquete de su padre? Seguramente fuera algo inofensivo, como el reloj de cadena; el único peligro real era que la llevara a hacerse más preguntas acerca de él. Pero... aquella vez, había alguien delante de ella que podía responderle todas aquellas preguntas, ¿no?.

- ¿Viste a mi padre? ¿Cómo...? ¿Y dónde? ¿Por qué lo conoces...? - "... ¿y yo no?"

- ¿Y porqué vuelo? Pues por el mismo motivo por el cual ambas tenéis poderes... Y, bueno, no sólo sé volar, pero eso da igual... 

Sabía lo de los poderes, claro. Aquello era una locura.

Elissa estudió el paquete por fuera, mientras Lyz la miraba con curiosidad. Finalmente, tragó saliva y empezó a abrirlo, con el corazón martilleándole en los oídos.

Jake asintió a la pregunta de Elissa y se llevó la pajita de coca-cola de nuevo a la boca, para terminar de sorber el líquido burbujeante de su interior. Los refrescos con burbujas eran de las cosas que más le gustaban del siglo XI.

- Hazme esas preguntas en otra ocasión, pero sí. Conocí a tu padre. La última vez que le vi me pidió expresamente que os echara un ojo a las dos de vez en cuando, para ver que estuvierais bien. Y aquí estoy… la verdad es que os encanta meteros en líos, ¿eh? Que si lo de Disneyland, los agentes de S.H.I.E.L.D…

- Nos has estado siguiendo… ¿a las dos? – la cara de Elysia se tornó pálida -¿Porqué? – preguntó con curiosidad. El padre de Elissa le había pedido a Jake que vigilara a ambas chicas, ¿qué tendría que ver Elysia en este asunto? Y si lo de S.H.I.E.L.D. era cierto, quería decir que Jake podía viajar entre universos porqué en aquel momento no había sucedido la colisión de los mundos. ¿Cómo podría vigilar a Elysia y a Elissa a la vez?

El muchacho se encogió de hombros y continuó explicando – No lo se, me dijo que cuando volviera ya me explicaría lo que tenía entre manos, parecía tener una urgencia. Pero no le he vuelto a ver desde entonces. – Jake levantó la mano y señaló el paquete- Y como ha pasado mucho tiempo de eso, pensé que lo mejor sería dártelo ya.

Elissa apartó el envoltorio de papel marrón y maltratado y reveló lo que contenía en su interior. Era un libro de tapas rojas aterciopeladas y letras brillantes y doradas.

- Quizás tú tengas más suerte de encontrar a tu padre que yo… no se en qué idioma está ese libro, pero es su diario.

En la portada rezaba el nombre de Patroklos Sarantos.

Lyz se hizo eco de la pregunta que ambas estaban haciéndose. ¿Por qué el padre de Lissa querría echar un ojo a las dos Stavridis? ¿Qué sentido tenía que supiera de la existencia de ambas? Y si Jake también lo sabía, quería decir que podían viajar entre mundos... ¿antes de la Colisión?

Jake no respondió a muchas de sus preguntas. Elissa no sabía si era porque no quería, o porque no sabía las respuestas. Probablemente se tratara de una mezcla peligrosa de ambas cosas.

- Quizás tú tengas más suerte de encontrar a tu padre que yo… no se en qué idioma está ese libro, pero es su diario. - dijo Jake, en el momento en que el papel dejó al descubierto lo que contenía el paquete. Un libro rojo.

Elissa lo abrió con cautela. Estaba lleno de una caligrafía firme, dibujos, diagramas, miles de cosas que no comprendía. No había ni un sólo carácter escrito en una lengua que la psicóloga pudiera comprender, ninguno salvo las dos palabras que había en la portada. Era griego.

"Πάτροκλος Σαράντος"

- Patroklos Sarantos... - repitió Elissa, como si se tratara de las sílabas místicas que dan forma a un hechizo. Miró a Lyz, quien no parecía en absoluto sorprendida. Ya se lo había preguntado una vez, poco después de la Colisión. Le había preguntado por el nombre de su padre, y aquella había sido la respuesta.

Secretamente, Elissa Stavridis ya había puesto un nombre tras aquellas letras, tas la P y la S que habían marcado su vida. Lyz y ella eran idénticas en casi todo; el nombre de su madre, Chloe Stavridis, coincidía a la perfección. ¿Por qué iba su padre a ser distinto? Pero, después de eso, la mente de la psicóloga había seguido dando vueltas a las cosas, complicándose la vida, como siempre. ¿Por qué Patroklos Sarantos se había quedado a ver crecer a Elysia, y P.S. nunca había vuelto la vista atrás? ¿Por qué Lyz siempre hablaba de un padre normal, y el de Lissa parecía esconder tantos secretos? ¿Por qué un niño al que no conocían sabía tanto del hombre que para ella era un misterio?

Hacía unos meses, durante la cena con Dragoslav, Elissa había admitido que la sombra de su padre ausente aún se proyectaba sobre su vida, y que deseaba saber y no saber al mismo tiempo. Ahora se sentía igual. O peor. Habían decidido por ella; era incapaz de entender lo que estaba escrito en aquel libro. Tenía al alcance de la mano cientos de respuestas acerca de su padre, y no las podía descifrar. El destino tenía un curioso sentido del humor.

- ... ¿Qué vas a hacer, Jake? - preguntó la chica, tras un largo silencio. - Si tu maestro ha desaparecido, como dices, supongo que no tendrás un sitio concreto adonde ir... Puedes quedarte con nosotras, si quieres.

Elissa miró a Elysia. Su otro yo, su mitad perdida, la hermana que nunca tuvo. Estaba segura de que el misterio de Patroklos Sarantos terminaría arrastrándolas a ambas. Y seguía teniendo miedo... pero también se sentía menos sola si ella estaba a su lado. De hecho, se sentía menos sola desde que ella formaba parte de su vida.

Dejó el libro sobre su regazo, y sus manos dejaron de temblar.

- Lyz... ¿cuánto hace que no ves a tu padre? A lo mejor... - la chica tragó saliva y después prosiguió - A lo mejor tendríamos que hacerle una visita...

Jake y Elysia observaron con ojos curiosos el libro de portadas rojas que Lissa sostenía con sus manos. Aquel retazo del recuerdo de Patroklos Sarantos era todo un misterio, una incógnita de la que dudaban tener el valor para resolver. Leyendo varias veces la portada, Elysia no podía evitar sentir que el nombre de su padre sonaba casi como un hechizo, y que su diario indescifrable estaba sacado de una película de magia y misterio. Aquella situación no hizo más que darle dolor de cabeza. Sus ojos azul eléctrico se fijaron entonces en el muchacho, que había dejado de permanecer tranquilo cuando entregó a Elissa el diario. ¿Por qué Jake conocía al padre de su gemela? ¿Quién era en realidad?
  
- Yo… no tengo a dónde regresar… - dijo el chico encogiéndose de hombros, con la mirada perdida. A pesar de haberla echo enfurecer antes, Elysia empezó a sentir lástima todo este tiempo sin decir nada. Al chico se le iluminaron los ojos con la proposición de Elissa y esbozó una sonrisa de oreja a oreja. - ¿De verdad que… puedo quedarme?
 
- Si, enano… pero vas a tener que respetar unas normas de convivencia… - le señaló Elysia acusadoramente con el dedo índice de su mano. A Jake no pareció importarle, y levito por encima de la mesa hasta alcanzar en un abrazo a las dos hermanas.
 
Elysia entonces miró a su gemela y entornó los ojos, buscando el último recuerdo decente de su padre.
 
- Recuerdo el día en que se fue al trabajo por la mañana y no regresó a la noche. Yo tenía seis años, y mi madre estuvo hablando con él por teléfono, llorando a lágrima viva… Mi padre estaba viéndose con alguien… creo que era otra mujer… no volvió a casa después de eso - dijo frunciendo el ceño.- Cuando empecé la universidad me llamó un par de veces por teléfono, pero yo no quise hablar con él. – Hizo una pequeña pausa, con voz insegura.- No he vuelto a saber nada desde entonces.
 
Elysia miró a su hermana y acarició su hombro, intentando reconfortarla. Elissa llevaba una temporada mala y no quería que su gemela siguiera teniendo motivos para estar desanimada. 

- Mi madre debe de saber dónde vive ahora… ¿Quieres que le hagamos una visita? 

Elissa sonrió cuando el muchacho las abrazó de improviso. Aquel niño se sentía tan solo como ellas. Al parecer, ningún Patroklos podía quedarse mucho tiempo en la vida de nadie; ni en la de Chloe, ni en la de Elysia, ni en la de Lissa, ni en la de Jake.

- Recuerdo el día en que se fue al trabajo por la mañana y no regresó a la noche. Yo tenía seis años, y mi madre estuvo hablando con él por teléfono, llorando a lágrima viva… Mi padre estaba viéndose con alguien… creo que era otra mujer… no volvió a casa después de eso. Cuando empecé la universidad me llamó un par de veces por teléfono, pero yo no quise hablar con él... No he vuelto a verle desde entonces.

Se había ido cuando Lyz tenía seis. Aquello había sido hacía casi veinte años... ¿Estaba con otra mujer? Bueno, eso arrojaba algo de sentido a la historia, pero no demasiado. ¿Por qué intentaría contactar con Lyz en la Universidad?

No importaba. Ambas necesitaban explicaciones. Lissa respiró hondo, mientras su otro yo acariciaba su hombro, reconfortándola. Sí, las Stavridis tenían derecho a conocer algunas respuestas. Y si Jake no podía dárselas, tal vez Patroklos Sarantos (o al menos uno de los Patroklos Sarantos) sí pudiera.

- Mi madre debe de saber dónde vive ahora… ¿Quieres que le hagamos una visita? 

- Sí... - Elissa asintió con la cabeza, buscando la mirada azul de su hermana - Ya va siendo hora de hacer una reunión familiar...

- Mi madre debe de saber dónde vive ahora… ¿Quieres que le hagamos una visita?

- Sí... - Elissa asintió - Ya va siendo hora de hacer una reunión familiar...

Elysia llevaba dieciocho años sin ver a su padre desde que las abandonó a ella y a su madre. La primera etapa de su vida sin Patroklos fue la negación, manteniendo la esperanza de que su familia volviera a reunirse de nuevo y que su padre se disculparía por haber tardado tanto en regresar, excusándose con el trabajo o alguna tontería. Con los años, el odio entorno a Patroklos fue creciendo, maldiciendo día y noche a su padre por lo que le había hecho a su familia, llegar a entender nunca el motivo de su partida. Sin creer que lo había dejado todo por una mujer que su madre y ella desconocían. Por una mujer a la que amaba más que a su propia familia. Más que a su hija que tenía su misma sangre. La última etapa fue la aceptación. Elysia reconoció que había sido abandonada por su padre, y que éste jamás volvería. Pero ya no le importaba. Un hombre así no se merecía el amor de una mujer fiel y de una hija cariñosa. Ya no se hacía preguntas, ya no quería saber de él.

Entonces Patroklos llamó. Parecía apurado con algo, su voz sonaba débil y nostálgica al otro lado del teléfono. Pero Elysia ya no quería saber nada, no quería escucharle. Si lo hacía sabía que se rompería, que toda la coraza que había construido para protegerse de ese dolor caería en mil pedazos y se vería expuesta. Colgó, sin querer escuchar más de una frase, y se llevó las manos a la cara para contener las lágrimas. Elysia creía estar preparada para aquel momento. Pero no lo estaba. Ni siquiera ahora lo estaba.

- ¿Mamá…? Si, estoy bien. Si… No, ¡Escúchame! ¿Recuerdas cuando papá llamó hará un par de años? Necesito que me des la dirección que te dejó… si. Voy a hacerle una visita…