Así que... ¿quién eres? (Mike Duun) [Post-Omega]

Viernes 4 de Mayo de 2018

23:00

POR FIN VIERNES. Aquel día salí especialmente tarde con problemas de un repartidor y de unas cuentas que habían salido mal. Llevaba todo el día con ganas de salir, el fin de semana era cosa de Elsa y eso me permitía despejarme, pensar en los últimos acontecimientos,las noticias,mi vida, Plana... Salía de la tienda con los restos de dulces, bollos, bizcochos y alimentos en general que no podía usar para vender, bien por llevar demasiado tiempo a la venta o porque no respetaban los días propios que sanidad me exigía, a pesar de estar en buen estado. Los guardé todos en dos cajas de tamaño medio, me las cargué al los brazos y pulsando un botón de control remoto la puerta exterior se cerró, dejando todo en orden como siempre. Luces apagadas, plomos bajados salvo las neveras y el teléfono, todo bien cerrado y comprobado. Dejando las cajas en el suelo un segundo, guardé las llaves y el comando en la mochila que cerré con cremallera y me eché a la espalda. Aquel día llevaba un look curioso, casi rockero, con un vestido de tela escocesa, botas negras y una mochila de cuero negra. Volví a cargarme las cajas y caminé con ganas de pasear, buscando gente que necesitase esa comida, como cada noche. En la primera esquina me encuentro al abogado fracasado que se arruinó, le doy la mitad de una caja y la otra mitad a un hombre mayor que vive en un solar frente a él. Avanzo algunas calles, feliz, sonriente al sentirme satisfecha, útil y buena persona. Era una de las cosas que no podría caracterizar de "rutina" por la gran sensación que me hacía tener. Una calle más, doblé la esquina y me planté en una gran calle, ancha y poco transitada, con algún árbol, las luces de las farolas y gatos rebuscando en la basura. Sólo había un hombre sentado en un banco y el vagabundo que dice tener hijos. Me acerqué a él, me agaché con una sonrisa y le di la caja entera. - Disfrútenlos, usted y sus hijos, ¡los he hecho yo misma! - él se quedó extrañado. Nadie solía regalar nada en esa ciudad.

Caminé un par de pasos y en esa misma manzana escuché risas de hombres, gritos y el sonido de cristales rotos. En ese momento sólo pensé en que quizá alguien necesitase ayuda, no me planteé lo que ocurrió.

Me quedé de pie, en el centro de la conexión del callejón sin salida con la avenida grande. Pude comprobar sobre mí 4 miradas y 8 ojos que tentaban mi silueta.
-Hola preciosa- El primero que habló, el que menos posibilidad tenía de salir intacto de ahí, más bajito que yo, de piernas cortas y voz chillona - ¿Qué haces tan sola a estas horas en un barrio como este? - Uno de sus compañeros se acercaba a mí, musculoso y corpulento. Yo, a su vez por si debía intervenir, me introduje en callejón lo justo para que no se me viera desde fuera. Iba sonriendo como el niño que recibe un regalo por navidad, se me acercó a mí y me acarició la cara con el dorso de su dedo índice, a lo que respondí apartando la cara. -¿Qué te parece? Tiene carácter... Me gusta - Mi expresión se retorció entre ira pura y mala ostia. Esas palabras... las precisas palabras que el demonio me había dicho hace unos días... Las palabras que me convirtieron en alguien repugnante. Mientras el grandullón saboreaba la "a" de su última palabra, mi rodilla se dirigía rápida a su entrepierna, dando por completo en zona blanda, ahora machacada. Con un gemido ahogado de dolor, se desplomó con todo su peso, apoyando las rodillas en la acera. A los tres que quedaban en pie les voló la expresión para convertirla en rabia y cabreo, en una expresión facial debo decir mucho más suavizada que la que había en mi rostro en ese momento. Yo tenía las pupilas contraídas, el ceño fruncido y los dientes apretados, que se dejaban entrever tras mis gruesos labios. El pequeño saltó sobre mí, a lo que respondí esquivándole y cuando su espalda estaba a rango, haciéndole disfrutar de mi suela sobre sus lumbares. Los otros dos corrían hacia mí, uno tenía una barra metálica, el otro no paraba de gritar. -¿QUIÉN TE HAS CREÍDO ZORRA?- A lo que sonreí de medio lado, manteniendo el carácter en mi rostro. Para fallo mío, intentando esquivar el primer golpe de la barra metálica, el histérico me agarró del brazo y me puso contra la pared, de cara a ellos. El otro me agarra la otra mano y me miran recelosos. El hombre armado, de pelo rubio resbala el metal sobre la piel de mis pechos que el vestido de tirantes dejaba visible. - Te vas a arrepentir de esto- dije mirándole a la cara, lo que me hizo imposible ver que el otro, el gritón, me escupió en la cara, en la mejilla derecha.

Mi rostro se giró, con la peor de las expresiones posible, mis manos echaron llamas que hicieron que sufriesen quemaduras de tercer grado al instante y apartasen sus sucias manos de mí como si hubiesen puesto la mano sobre una vitrocerámica. Sus ojos aterrados me hicieron sentir bien. Era lo que necesitaba esa noche, un gilipollas en mi camino. Una excusa para desfogarme. Agarré la barra, caída en el suelo por el reflejo del matón y la envolví en llamas también, junto con mi diestra que la sujetaba. El chillón se llevó un golpe de acero ardiendo en el rostro, el otro no tuvo esa suerte y para cuando quiso darse cuenta tenía mi cuerpo oprimiéndole contra una pared, agarrándome del pelo y con la barra ardiente a escasos centímetros de su rostro - La próxima vez, os lo plantearéis antes de haceros los "bullies" de instituto- y le di con la barra suficientemente fuerte en la cabeza como para dejarle inconsciente.

Justo al terminar escuché unos pasos detrás mía, me recoloco el vestido, un poco movido por la batalla y me giro veloz y alerta, con cara de pocos amigos, soplo para apartarme de la cara un mechón de pelo que me molestó y con el dorso de la mano me limpio la saliva del hijo de puta. Si era enemigo tenía que salir de allí pronto.

Había sido un ajetreado día viernes para Mike: gym y entrenamiento por la mañana, atraco a una joyería al medio día, seguido por unas cuantas horas escondidos en la fabrica de la familia Falcone, y el resto de la tarde entregando "mensajes" de parte de Tony Falcane. La relación con la Mafia estaba flaqueando, Mike lo sentía y también sabia que no soportaría seguir aceptando ordenes de un cerdo como Don Falcone. Mike ya estaba acostumbrado a la rutina, solo esperaba el momento indicado para desaparecer de Nueva York y ese maldito "momento indicado" estaba tardando mucho.

Luego de un día de estrés, Mike sabía que solo una cosa faltaba por chequear en la lista de deberes del día: Noche de juerga. Después de "trabajar" Mike fue a su escondite, un viejo departamento en un viejo edificio de un viejo (y peligroso) barrio. Tomó una ducha rápida, se puso la primera camiseta que encontró, unos jeans ajustados y sus botas. Cuando estaba listo para salir miró las llaves de su motocicleta unos segundos. "Si vas a beber no conduzcas" pensó y se sonrió.

Ya en la calle Mike pasó a la licorería más cercana. Johnny, el dueño de la licorería lo atendió de buena gana como siempre, Mike compro una petaca de bourbon y se dio a recorrer las calles mientras bebía de la petaca envuelta en una bolsa de papel marrón. Sentir el licor calentando el interior del cuerpo era su momento favorito del día.
Para cuando Mike ya había terminado la pequeña botella la noche era joven y las estrellas brillaban. Al meterse a una calle pudo ver desde la oscuridad una escena común en el vecindario, una chica siendo acosada por una banda de poca monta, la chica retrocedió a un callejón "mala idea" pensó Mike, la chica no tendría oportunidad en un callejón sin salida como ese "quizás es hora de hacer mi buena acción del día" pensó y sin apuro se aproximo al callejón, para cuando llego vio que la chica no solo se las estaba arreglando muy bien por si misma, sino que estaba quemando, si literalmente quemando a sus atacantes -que diablos...- salio de la boca de Mike que miraba la escena anonadado, las llamas no venían de ninguna parte más que de ella misma, al parecer no era el único freak del vecindario.

Mike no interrumpió a la chica mientras acababa fácilmente con los pelmazos, sin que se diera cuenta Mike ya estaba detrás de ella, cuando esta le dio el golpe de gracia al ultimo de los individuos, tan pronto ella dio el golpe se percato de los pasos de Mike, se dio vuelta y lo miro con una mirada fulminante. Mike sonrió, clap, clap, clap aplaudió lentamente sin borrar su sonrisa -Muy impresionante...- dijo para bajar la tensión de la situación -por un momento pensé que necesitarías mi ayuda...- uno de los tipos que estaba en el piso, intento levantarse, la bota de Mike le cayó encima y volvió a tierra -pero veo que te las arreglaste sola con esa cosa... como se llame- dijo Mike moviendo los dedos de sus manos emulando llamas -muy impresionante- repitió Mike mientras sacaba un cigarrillo de su bolsillo y se lo llevaba a la boca, un movimiento tan natural como frecuente, comenzó a palpar sus bolsillos en busca de su encendedor, al no encontrarlo miro a su nueva "amiga" con cara divertida.

Los aplausos hicieron que mantuviese esa mirada. No sabía si era un espectador sorprendido o un cabrón sarcástico, pero cuando le propinó un patadón a uno de ellos, respiré hondo. Terminé de ponerme bien el vestido, me recoloqué los tirantes de la mochila y hundí los dedos en mi pelo, para retirármelo de la cara, irguiéndome de nuevo. - Esa "cosa" - comenté, mientras me agachaba a recoger uno de los pendientes que llevaba, que se me había caído, mientras con la otra mano me tapaba el escote- son poderes. Si no te gusta puedes irte. Si quieres llamar a la policía, no vendrán.- dije acercándome a él - Aunque tienes más pinta de querer un poco de conversación - añadí encendiéndole el pitillo con mi dedo índice, envolviendo en fuego mi primera falange del dedo.

Suspiré tranquila, salí del callejón a la avenida principal, de nuevo a la luz y me miré alrededor. El vestido estaba intacto, yo también... y saqué el móvil para comprobar en la pantalla que el maquillaje también. No solía maquillarme demasiado agresiva, pero un detalle de vez en cuando sí me apetecía, y ya que me tomaba la molestia... qué menos que comprobar que seguía ahí.

Giré la cabeza a mi alrededor, buscando algún neón, gente, o ruido que me indicase que había un bar cerca. Me giré a el hombre que me felicitó por mi trabajo y manteniendo el rostro serio y de pocos amigos, debido a mi desconfianza, pregunté - ¿Y tú eres...? - dije inclinándome, buscando al final de la calle algún bar. - Necesito una copa, en serio - y volví mi vista a los ojos del hombre. Compartíamos el color de los ojos y seguramente las ganas de aquella copa. Sonreí de medio lado esperando una respuesta mientras le observaba de arriba a abajo. Hacía ejercicio, o eso me reveló su cuerpo, tenía pintas de motero macarrilla. Sólo esperaba que no se comportase como un chulo engreído.

La chica bajo la guardia, pero no por completo, recogió sus cosas, ordeno su ropa y su pelo. Mientras ella hacia esto Mike pudo verla bien y el paisaje era bastante llamativo, la miro de arriba a abajo de forma sutil mientras intentaba su mejor Poker-face. El cuerpo de la chica en ese vestido rebelde era fuerte y sexy, su cara descubierta también le atrajo enseguida, sus labios y sus ojos verdes lo rebutieron unos segundos. Mike volvió en si cuando ella le explico que ella tenia "poderes" la forma de hacerlo fue agresiva, Mike entendió esta actitud como algo más bien defensivo, el había lidiado con esas situaciones y había llegado a la conclusión de que si te muestras fuerte evitas ser etiquetado de fenómeno de feria. -¿Policías? Ja! ¿por quien me tomas?- Dijo justo antes de que ella encendiera su cigarrillo con el dedo. Mike aspiro una onda calada y luego dejo salir el humo por su nariz y boca.

Cuando salieron del callejón Mike volvió a comprobar, esta vez con luz, la belleza de la chica. Su ropa y maquillaje eran un imán de problemas en un barrio como aquel, pero Mike no dijo nada, después de todo no era peligroso, no para ella y sus poderes, eso ya lo había demostrado antes. Mike dio otra profunda calada a su cigarrillo mientras notaba como la chica buscaba lo mismo que él. -Puedes llamarme Mike- dijo, no le gustaba dar mucha información personal -y si quieres una copa puedes seguirme- continuo y comenzó a bajar por la calle hacia un bar de los habituales. -¿y tu fueguito, como te llamas?- dijo sonriendo mientras tiraba al piso el cigarrillo terminado y lo pisaba con su bota.

Luego de caminar 2 cuadras llegaron al bar, afuera habían tres motocicletas estacionadas, no era muy grande ni elegante -Escucha podemos tomar algo aquí, luego podemos ir a un lugar más... animado, solo quiero ver a un amigo- dijo Mike entrando al bar. Cuatro mesas, dos de ellas ocupada por unos motociclistas, una barra con banquillos de colo rojo y una mesa de billar en el medio en la que dos motociclistas jugaban. Una vieja rocola sonaba con música de los 70's.
Nada más entrar el cantinero le saludo -Hey Mikie! ¿como estas chaval?- a lo que Mike respondió -Paulie, viejo miserable ¿como te va?-. Mike fue directo a la barra y se sentó, apenas estuvo ahí Paulie le dio un baso de Jack Daniels -Todo bien Mikie, desde que espantaste a esa banda de granujas este lugar ha estado tranquilo, nadie ha venido a molestar- Pauilie se veía agradecido, era un viejo de 65 años y ese pequeño bar era su vida. Cuando Paulie se percato de la chica dijo -oh! estas acompañado, ¿donde estan mis modales? ¿que te sirvo?-.

El comentario de la policía me tranquilizó bastante. Al menos no sonó sarcástico. - Encantada, Mike- dije con media sonrisa, mirándole a los ojos.

Me pareció buen plan el de la copa. Definitivamente no parecía del otro bando. Y si lo era se creía más fuerte que yo por las confianzas, y eso me daría ventaja llegado el punto de que fuese necesario.  - Está bien, te sigo- dije caminando a la misma altura que él.  Mientras me preguntaba, saqué el móvil y miré el contacto de Plana en Whatsapp ignorando los demás mensajes, la mayoría estupideces. Plana últimamente estaba muy raro y me enfadaba. Esa noche me desfogaría de todo un poco. Le conté que había tenido una visita interesante. Que me habían asaltado cuatro idiotas sin oportunidad y que me iba de copas.

Cuando me preguntó por el nombre dudé. Si le daba mi nombre real podría investigarme. Si le daba el nombre de heroína sabría quién soy y lo mismo daba. Y prefería no mentar el nombre del circo. Así que qué importaba. - Me llamo Sasha dije guardando el móvil, buscando su mirada, como siempre que hablaba con alguien.

Dejé que me llevase y el bar no me pareció de mal ambiente. Dentro de ser un sitio repleto de tíos con "máscara" de tipo duro parecía casi familiar. Estaba bastante cómoda, y me reconfortó saber que Mike era de los buenos al escuchar al viejo. La gente mayor casi siempre era de fiar. Me senté en el taburete junto al que Mike tomó. Pude notar un par de miradas a mi espalda. Me giré y comprobé que era la única mujer del local. Eso y que había una jugosa mesa de billar en el centro del bar.

Aproveché durante su presentación para pensar en mí un par de segundos. En cómo había cambiado desde Mephisto y todo aquel día. Definitivamente no era la Sash de siempre. Agité la cabeza y abrí los ojos mirando al tabernero cuando me preguntó, dejando de estar ensimismada. - Ah, eh... perdón- dije con una sonrisa amable que Mike no había podido ver hasta entonces. Más natural y parecida a la Sasha que hacía pasteles. El lado incondicionalmente dulce. Un contraste interesante para el copazo que me pedí - Una Ginebra seca con hielo, por favor- dije relajada y retirándome un mechón de pelo tras la oreja. Seguía siendo la mujer fuerte y con carácter, pero ahora me había relajado para al menos poder pasármelo bien. Vi como el tabernero mayor me sonreía mientras cargaba bien la copa de Gin ante mis ojos - Muchas gracias- dije agarrando el vaso ancho de cristal grueso y chocándolo con el Jack Daniels de Mike a modo de brindis. Di un sorbo serio y largo para ser el primero y lo tragué sin cambiar la expresión de mi rostro. Estaba ya muy acostumbrada.

Di un toque en el brazo a Mike con el dorso de mi mano y le señalé el billar, recordando los vicios que me daba las noches del circo a eso, al billar, a los bolos... Definitivamente eso era lo mío. Tal vez pudiese sorprenderle sin tener que usar mis poderes. - ¿Qué te parecería una partida? Hace mucho que no juego, tal vez eso te de ventaja - dije sonriendo y guiñándole un ojo a modo de reto.

A Mike no le importaba estar acompañado de la única mujer del local, la mayoría de los presentes eran viejos conocidos o simplemente tenían la cordura de no meterse en el camino de Mike, todos sabían que los que se metían con él no terminaban bien.

Noto como Sasha se había ensimismado por alguna razón, no quiso preguntar ni nada, todos tienen sus problemas, el tenia los suyos y no le hubiera gustado que nadie husmeara donde no debía, sabiendo que ella también tenia poderes especiales creaba una especie de empatía que a Mike le costaba encontrar con cualquiera. Cuando ella sonrió Mike se relajo, sus citas por lo general no duraban tanto y la mayoría no eran gratis, Mike no era mucho de salir con chicas, la situación lo ponía un poco nervioso. Cuando pidió su trago Mike sonrió, -Si tu intención es seguirme el ritmo no te lo recomiendo- dijo y luego bebió el contenido de su vaso de un solo trago. Paul volvió a servir le y dijo -creo que mejor dejo la botella, están en su casa- luego de dejar la botella junto a Mike se fue a el otro extremo de la barra a atender a otro cliente -gracias Paulie, cargalo a mi cuenta...- dijo Mike y luego dijo en vos baja a Sasha -un buen tipo Paulie, no le gusta admitirlo pero el me ha ayudado tanto como yo a el- dio otro sorbo a su bebida y justo cuando Sasha le daba un golpesito para invitarlo a jugar billar. Mike no era especialmente bueno en ese tipo de juegos, la mayoría de las veces en que Mike había tomado un palo de billar este terminaba rompiéndose en la cabeza de alguien. Los tipos que estaban jugando habían terminado la partida pocos minutos antes -bueno, es un poco temprano para quedar en ridículo pero esta bien, no viene mal una partida amistosa- dijo poniéndose de pie, botella en mano y dirección mesa de billar.

En la mesa Mike dio un sorbo directamente de la botella y la apoyó en el borde de la mesa, demás esta decir que el licor atravesaba su garganta como si de agua se tratara. comenzó a armar la partida -cuéntame Sasha, ¿a que te dedicas?- dijo Mike un poco para evitar silencios incómodos, quizás por nervios y poca experiencia. Mike intentaba mantener su expresión lo más normal posible.

Su consejo resonó en mi cabeza como un reto. Supongo que desconocía, como casi todos los que me conocían, que podía quemar el alcohol dentro de mí y que en mi época del circo era también tragafuegos. Así que hice uso de toda la competitividad que me caracterizaba y cuando empezamos a caminar hacia el billar me terminé la copa del tirón del mismo modo que él hizo. Suspiré satisfecha al terminar, el alcohol no era garrafón. Tras agradecerle la invitación, empezó a sonar un temazo que no escuchaba desde hace mucho y que era muy común cuando estuve viviendo en la mansión.


Me dirigí a la mesa y agarré el primer palo de billar que encontré. Nada más levantarlo del suelo comprobé que estaba muy desequilibrado y lo dejé en su lugar de origen. Agarré luego uno con cada mano y los levanté a la vez, en horizontal, comprobando no dar a nadie y manteniendo las distancias. Estaban más o menos calibrados, no eran profesionales, pero seguramente le hubiesen costado baratos para lo equilibrados que estaban. De los que probé eran los mejores, y le di uno a él y me quedé el que guardaba más peso en la punta. Mi mochila seguía cargada en mi espalda hasta que agarré la tiza y froté la punta del stick con ella. Terminé de preparar mi herramienta para ganarme el respeto de la gente del bar y me quité la mochila, dejándola en una silla cercana, que miraba hacia la mesa, preparada para dejar las cosas o bien parasentarme entre juego y juego.


Y después de gritar cantando el principio, agarré la botella con una mano, bebí cinco o seis tragos seguidos como si fuese agua en el desierto y empecé a sacar bolas y a meterlas en el triángulo de plástico para colocarlas en el punto de partida. Miré a mi alrededor y comprobé que la gente observaba, todos atentos, a la chica y al legendario Mike echar una partida de billar. Apoyé la botella en la silla donde estaban mis pertenencias.

- Confío en que no me roben. Y si no confiaré en el mechero- dije refiriéndome a mis poderes en un intento de ser discreta guiñándole un ojo a Mike - Vale...- dije inclinada sobre la mesa, comprobando que la bola blanca estaba en línea con el triángulo, levanté el plástico y ya estaba todo listo para jugar. - ¿Rompo yo? - pregunté, agarrando la botella y dando otro par de tragos largos.

Quería que entendiera que sí, podía seguirle el ritmo. Que sí, era buena al billar y sí, NECESITABA por MORTAL necesidad una noche así. De no pensar, de beber, de disfrutar, de bailar, cantar, gritar y disfrutar de la vida sólo por una noche ignorando todo lo que pasaba ahí fuera.

- Soy pastelera - CLACK! y con un ruido fuerte acompañado de muchos pequeños que parecía un pequeño castillo derribándose, la partida empezó. Las bolas se dispersaron por todo el tablero y la blanca se quedó colocada en el lado opuesto de donde había empezado. - ¿Y tú? ¿Cuál es tu oficio, espartano? - dije sonriendo, mirando a la mesa y a sus ojos intercaladamente, apoyada en el palo, sin olvidar mis pertenencias en esa silla.

Sasha se bebió todo su baso de un trago y cuando comenzó a sonar Iron Maiden mientras ella probaba los palos del juego -wow eres toda una pro- susurro Mike cuando recibía el palo que ella había elegido para el. Mike se sorprendió aun más cuando la chica canto la canción junto con la banda, los chicos miraban esta chica salvaje con la boca abierta y Mike no era la excepción. Luego de beber de la botella como si fuera leche al desayuno se dispuso a iniciar el juego, para ese momento Mike ya se había intimidado.

-Descuida, nadie te robara mientras yo este aquí ¿no es así chicos?- un par de barbudos levantaron sus copas y alentaron a Mike, el estar prácticamente en casa animo un poco más a Mike. -Definitivamente no les conviene meterse con una mujer tan... ardiente- dijo a Sasha al volumen para que solo ella pudiera escucharlo, la verdad es que si intentabas robarle terminarías quemado y Mike ya había sido testigo de eso.
-Damas primero- dijo Mike mientras arrebataba la botella de las manos de la Sasha, ella lo estaba bebiendo a gran velocidad, si no se había desmayado aun era por que sabia lo que hacia. La competencia había iniciado, no solo en el billar sino que también en el beber. Mike bebió de la botella largos sorbos mientras Sasha rompía el triangulo de bolas de billar. -¿Pastelera?- pregunto Mike sorprendido mientras dejaba la botella en el borde de la mesa y mientras se preparaba para darle a la bola blanca -¿no crees que podrías hacer más dinero en otras cosas usando tus... habilidades?- dijo mientras ponía tiza en la punta de su vara. Se puso sobre la mesa y apunto con su palo la bola blanca -yo robo bancos- dijo y golpeo la bola, esta le dio a las otras dispersándolas aun más, ninguna bola entro y la blanca quedo justo en medio de la mesa dejando múltiples posibilidades -es broma, mayoritariamente entreno MMA y hago trabajos, por aquí y por allá. Ayudo a Paul aquí en el bar- dijo ligero, no quería indagar mucho más en el asunto y dejar en evidencia que su broma era la realidad.

Estaba totalmente liberada. NECESITABA una noche así, y algo muy serio tenía que pasar para que me amargase en ese momento. Notaba las miradas sobre mí, y mientras sólo fuesen miradas todo iría bien. Cuando Mike me reconoció que nadie me robaría me relajé bastante. Echaba un vistazo de vez en cuando sobre mis cosas, pero con mucha más calma. Al utilizar el término "ardiente" sonreí de medio lado. No pensaba en otro sentido más que en mis poderes.

- ¡Sí! Soy pastelera y... ya uso mis habilidades.- de hecho era mi punto fuerte - Deberías probar algo mío, seguro que lo comprenderías. - dije mirando las bolas, su disposición... Tal y como estaban colocadas era mejor ir a por lisas. Cuando me dijo que robaba bancos levanté una ceja mirándole a los ojos inquisitivamente. Una parte de mí me decía que era cierto. La otra, que me daba igual mientras no saliese nadie herido. - Uf... yo hace muchísimo que no entreno... Debería volver a darle, me sé defender pero lo echo de menos - dije dando vueltas alrededor de la mesa, buscando el ángulo y la oportunidad para meter la primera bola mientras hacía entender que sólo sabía defenderme cuando en realidad por lo general me tocaba atacar. Es cierto que sabía pelear, y que recordaba las clases de lucha y defensa personal de la mansión y del circo, pero necesitaba un refresco en artes marciales. - Dice mucho de ti que ayudes a un hombre humilde con su bar- terminé sonriendo.

Después de encontrar la ocasión de empezar la partida con ventaja le hice un gesto señalando la botella para que me la alcanzase, le pegué unos cuantos tragos seguidos, haciendo que quedase a un poco menos de la mitad. La volví a apoyar donde estaba y me incliné para dar un golpe que metió una bola lisa. - Vas a por rayadas- dije intentando dar el segundo tiro, fallando por la fuerza haciendo que en vez de resbalarse, la bola blanca saliese escopetada hacia un lado de la mesa y rebotase al lado opuesto al que pretendía. Guiñé un ojo a la mesa como gesto de rabia y volví a estirarme apoyando el stick en el suelo. - ¿Y qué más me cuentas de tí, Mike? ¿Sueles ayudar a muchas señoritas por la noche?- dije haciendo referencia a lo que había intentado hacer cuando creía que estaba en peligro.

Mike bebió una vez más de la botella, ya habían bebido más de la mitad y él ya comenzaba a sentir suavemente los primeros síntomas del alcohol, haciendo que sacarle una sonrisa fuera más fácil de lo normal y Sasha estaba haciendo un buen trabajo sacandole sonrisas con su simpatía y belleza.
-Bueno supongo que tiene sentido, me encantaría probar tu comida- Mike no acostumbraba a comer comida casera, su dieta se basaba más que nada en comida rápida y callejera, más litros y litros de alcohol. Su cuerpo se mantenía en forma máxima de todas maneras y su cuerpo era capas de asimilar y descomponer todo lo que fuese dañino, con esas características ¿para que cuidar la linea?
-Puedes venir a entrenar conmigo cuando quieras, pero te advierto seré duro contigo- dijo Mike y dio otro jalón a la botella, su concentración no estaba en el juego realmente, sino que en su interlocutora, la que miraba divertido. Estaba pasando un buen rato y sorprendentemente Sasha podía beber sin moderación, eso le gustaba.

Mike le dio la botella cuando ella se la pido antes de hacer su tiro. Hábilmente logro insertar una de las bolas en uno de los hoyos de la mesa, entonces a Mike le tocaba las rayadas. El siguiente tiro no fue tan bueno como el segundo -mi turno- dijo cuando ella maldecía la mesa. Mike miro la bola blanca y descubrió que si le daba recto seria fácil meter una de las rayadas, era un tiro simple pero Mike no era un experto. Apunto su stick a la pelota blanca y le dio con fuerza, haciendo que la bola rayada entrara en una de las esquinas, al parecer no iba a ser tan complicado como pensaba. Rodeo la mesa para buscar otra posición para jugar, igual que en la jugada anterior apunto su stick y le dio con fuerza, haciendo que otra de las rayadas entrara -wow al parecer es mi día de suerte- dijo Mike sonriendo -que tal si hacemos esto más interesante- propuso mientras sacaba un billete de 100 y lo ponía en el borde de la mesa -dejare que lo pienses mientras sigo metiendo bolas- dijo confiado, busco nuevamente la pelota blanca, apunto su stick y le dio con fuerza, el tiro fue un desastre y casi entra la bola blanca en uno de los agujeros del centro. Quizás había hablado antes de tiempo.

Era bastante amable, no parecía la clase de tipo rudo y duro a la que parecía jugar a ser. - Dulces, de hecho- dije corrigiendo sin sonar repelente ni cortante. No es que me molestase especialmente, al fin y al cabo algo se pega y no era mala en la cocina. Pero sin embargo lo más complicado, para mí, era la repostería y era con lo que me había metido a piñón. Ya que me había salido bien podría presumir un poco de ello sin hacerle daño a nadie. Ante la respuesta afirmativa a ir a entrenar me quedé petrificada durante dos segundos y luego le miré sonriendo. - ¡¡Después de la partida me enseñas algo!! Sería injusto, que luego hay muchos tíos que no te llaman- dije bromeando, volviendo a agarrar el palo y echándole tiza en la punta.

Su tiro no estuvo mal...para ser un aficionado. Se notaba que era frecuente en él, por la confianza cogiendo el palo, la seguridad de la mesa... estaba en un entorno familiar, pero era fácil superar una rutina. En el circo teníamos una sala sólo de juegos de habilidad. Uno de los métodos dentro de la carpa era que si descansabas era aprendiendo otra cosa... Y así salí.

Cuando metió la bola levanté una ceja sonriendo y le miré. "Ha tenido un golpe de suerte" pensé antes de que él me lo confirmase con su frase, a la que respondí con una carcajada. Que paró en cuanto vio el dinero.

- Wowowowowow... El dinero es cosa seria ya ¿eh?- dije corriendo a mi bolso para sacar mis cien dólares. No apostaba casi nunca y desde luego no llevaba esa cantidad en el bolso todos los días, pero ese día era uno de los que la entrega había llegado más tarde y tenía que ingresar dinero en el cajero. Y lo decía en serio, con dinero de por medio me ponía seria. Cuando dijo su frase de maestro del mundo haciendo alarde de su chulería, no pude sino reírme a carcajada limpia sujetándome la tripa. - JAJAJAJAJAJA... Eh, piénsate lo del entreno mientras meto algunas bolas- dije imitando su voz en tono de broma. Dejé los cien, incliné la cabeza hacia arriba con la boca abierta y eché un buen chorro de la botella, tragándomelo mientras caía. Dejé la botella de un sobresalto al quinto trago y me limpié la mejilla y alrededor de los labios. - Vale, pongámonos serios- y agarré firme el stick, me senté en el borde de la mesa y pasé la punta por mi espalda, enredándola entre mis dedos, de tal manera que el palo cruzaba mi espalda. Era un tiro recto, no tenía mucho que perder. Después de atinar en un tiro firme, otra lisa, me volví a poner de pie de un salto, apartándome de la mesa y busqué otro objetivo. Tenía un tiro complicado. Debía dar a dos de las suyas y hacer que una mía rebotase. Seguramente no entrase, pero les descolocaría las suyas. A mí me quedaban la 5, 6 y 7 justo, luego debería ir a por la negra. Había cien de los míos en juego.

Me apoyé por completo sobre la madera del borde de la mesa. Para mirar bien había que jugar con los ojos a ras de las bolas, y eso hice. Después de calcular el tiro en unos segundos en los que giré la cabeza y el cuerpo varias veces cambiando la inclinación, cargué hacia atrás la mano y le di. Mi bola rebotó dos veces en los extremos de los agujeros y.... no entró. Pero bueno, una no estaba mal y las suyas habían quedado totalmente descolocadas. ¡Minipunto para mí!

- Dios, qué rabia- dije agarrando la botella, con intención de acabármela. - Tu turno campeón- dije riéndome mientras me llevaba la botella a la boca para darle convencida el último gran trago.