La Caza (Mike Duun) [19-01-2019]

Nueva Jersey.
Hace un mes.

Era un secreto a voces que Evgeny Bezzubenkov era el dueño de la ciudad. Tenía a la policía en el bolsillo y controlaba extensas mafias dedicadas a narcóticos, prostitución y extorsión. Hacía y deshacía a su antojo, pero la gente no se atrevía a iniciar cualquier acción en su contra por temor a las represalias. El último policía que lo intentó sólo consiguió que le partieran las rodillas a su hija.

Vivía junto con su hijo Urishka en una elegante mansión en Barrington Beach, con una hermosa fuente con una escultura del arcángel Gabriel soplando la trompeta, de cuya campana manaba el agua, situada justo delante de la entrada principal.

Era de noche, y Evgeny se encontraba reunido junto con todos sus lugartenientes en el despacho principal de la mansión. Esperaban a alguien, y ese alguien se encontraba más cerca de lo que podían llegar a imaginar... Una sombra se movió en los jardines y una cuerda terminada en un gancho salió volando para fijarse con firmeza en el tejado. La silueta de una mujer se dibujó a la luz de la luna mientras comprobaba la correcta fijación del gancho y comenzaba a trepar por el lateral del edificio, saltando ágilmente hacia la parte superior. La figura se desplazó agazapada hasta un tragaluz, pero cuando se disponía a abrirlo, el foco de una linterna la iluminó de pleno.

- ¡Quieta! ¡No se mueva! -exclamó uno de los guardias-. ¿Qué se cree que está...?

No llegó a terminar la frase, ya que uno de los sais que llevaba la asesina se alojó profundamente en su hombro izquierdo. Su compañero trató de disparar en su dirección, pero la mujer realizó un salto mortal hacia atrás, esquivando las balas y arrojando su otro sai para enterrarlo justo por encima de la rodilla derecha del hombre, que cayó sobre el tejado aullando de dolor.

Bezzubenkov y sus hombres la estaban esperando cuando finalmente atravesó la claraboya.

- No ha sido precisamente discreto -comentó el mafioso al verla-. Habría esperado más de la famosa Elektra Natchios.

La mujer se limitó a enarcar inexpresivamente una ceja y a responder, en un tono por completo carente de emoción:

- Mr. Bezzubenkov... si hubiera venido a por usted, ahora mismo sus hombres estarían muertos y no les habría escuchado gritar ni hacer el menor ruido. Si aún están vivos es únicamente por respeto hacia usted y hacia la relación profesional que se ha establecido entre nosotros desde el momento en que decidió ponerse en contacto conmigo para contratar mis servicios, pero le aconsejo no poner más a prueba mi paciencia. Usted sabía que yo iba a venir, y sin embargo tenía hombres apostados en el tejado. No puedo más que pensar que lo hizo para probar mis habilidades, y eso es algo que podría tomarme como un insulto.

La mujer se las ingenió para no elevar el tono de voz en ningún momento, y a pesar de que en la habitación había no menos de ocho hombres, además del propio Evgeny y su hijo, logró que la amenaza, de alguna manera, pareciera MUY real. Tanto, que ni siquiera Bezzubenkov pudo contener el escalofrío que le asaltó al verse reflejado en aquellos ojos helados como la misma muerte.

- Ejem... como sospecho que no desea que le haga perder más el tiempo, iré directo al grano. Alexei, por favor...

Un tipo alto, moreno y con gafas se acercó a la mujer para tenderle un dossier. Ella lo abrió y lo examinó en silencio.

- Nombre en clave: Anarko. Desconocemos su nombre real. En el dossier tienes una fotografía del chico. Es un matón a sueldo. Le contratamos para que llevara a cabo un atraco, pero en lugar de venir a entregar el botín, cogió todo el dinero y desapareció, llevándose también la parte que correspondía a uno de los hombres que iba con él y resultó muerto. Me ha traicionado y me ha robado, y por eso, lo quiero muerto.

- No tenéis mucha información sobre él... -observó la mujer.

- Porque no es mucho lo que se sabe de él, pero podemos decirte que ha sido visto recientemente en Gotham. Un informante de confianza me dijo que participó en el atraco de una joyería de la periferia; en el informe tienes la dirección exacta. Puede ser un buen sitio en el que empezar a buscar. Ha sido visto también en unos cuantos bares y tugurios de mala muerte entre Nueva York y Gotham, están incluidos en el informe. No me cabe duda de que una mujer con tus... habilidades podrá rastrearlo sin problema. Recibirás la mitad del dinero por adelantado; la otra mitad cuando tengamos su cadáver. Necesito transmitir el mensaje de que nadie traiciona a Evgeny Bezzubenkov y queda libre para contarlo. ¿Qué te parece? ¿Aceptas?

La mujer cerró con mucha calma el dossier.

- Me parece que no contrataríais a alguien como yo para asesinar a un matón de tres al cuarto. En el informe pone que es un mutante. ¿Cuáles son sus poderes?

- Por lo que hemos podido ver, es extremadamente fuerte, además de resistente tanto a cortes como a balas, como si estuviera hecho de piedra. ¿Te supone eso algún problema?

Los fríos ojos acerados volvieron a clavarse en el mafioso ruso, que tragó saliva con nerviosismo.

- Ninguno -aseveró.

Su nombre era detective Michael Morrisey, y hacía tres años había contratado los servicios de la mercenaria conocida como Elektra para que le ayudara a resolver unos asesinatos cuando supo que intentaba reformarse.

No había pensado entonces que acabaría por arrepentirse.

- Elektra, por favor... Acabo de salir de un turno de cuarenta horas y estoy molido. Que me acabes de despertar a las cuatro de la mañana no está ayudando, y... realmente no creo que deba darte la información que me pides.

Elektra le miró fijamente desde las sombras de la habitación. Resultaba terriblemente inquietante.

- Hemos trabajado juntos en el pasado, detective...

- Por el amor de Dios... Eso era cuando se suponía que habías dejado de matar, pero escuché que estás haciéndolo otra vez, y no me refiero a lo de hace tres años. Francamente... pareces distinta, como si algo te hubiera pasado, y si te digo la verdad, me estás asustando. No... no puedo darte información acerca de un tipo para que vayas y lo mates, las cosas... las cosas no funcionan así. Hay un sistema legal, hay...

- Shhhhh... -Elektra le puso un dedo enguantado sobre los labios y se arrodilló a los pies de la cama, clavando la mirada en sus ojos, capturándole en aquella inmensidad gris acerada-. Detective... sólo dime lo que necesito saber... ¿Cuál es la información que tiene la policía sobre el criminal conocido como Anarko? Dame lo que quiero y podrás regresar a tus sueños... ¿Quién sabe? -añadió en un susurro quedo-. Quizá incluso sueñes conmigo...

La hipnosis era una de las primeras técnicas que los ninjas aprendían cuando estaban en La Mano, y Elektra era una verdadera maestra en su uso. Solía utilizarla a menudo cuando necesitaba obtener información, o cuando quería borrar de la mente de alguien el recuerdo de su presencia, o incluso para hacerle pensar que había visto lo que ella quería que viera. No funcionaba con todo el mundo, pero ya había comprobado en el pasado que el detective Morrisey era bastante sugestionable, y tampoco se le había escapado el modo en el que se quedaba mirando las curvas que realzaba su traje cuando creía que no le estaba mirando...

Procuraba no abusar de las técnicas que había aprendido durante su estancia con La Mano, pues sabía que un uso excesivo podía atraer la atención de La Bestia, pero la hipnosis era un truco tan simple que no creía que pudiera correr ningún riesgo al usarlo, especialmente con alguien como Morrisey.

El detective se la quedó mirando con una expresión vacía en los ojos, como si pudiera ver a través de ella. Y empezó a hablar. Le contó todo cuanto necesitaba saber. Demonios, en aquél momento habría hecho cualquier cosa que ella le pidiera, incluso arrojarse a través de la ventana abierta.

- Gracias, Michael -musitó cuando hubo acabado, tomando su rostro entre sus manos para depositar un cálido beso entre sus labios-. Que tengas dulces sueños... -dijo antes de salir por la ventana del apartamento.

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Tal y como había imaginado en el momento en el que Evgeny le había contado que se trataba de un matón a sueldo, Anarko estaba fichado por la policía, pero no suponía un caso prioritario. Se había dedicado principalmente a robos y otros golpes en bandas que trabajaban para la mafia. Michael le había revelado incluso el nombre de algunas de las bandas con las que había trabajado, aquellos de los que pudo acordarse, y le comentó que algunos de sus antiguos miembros de correrías se encontraban en la cárcel, de modo que lo siguiente había sido realizar una breve visita a la isla de Ryker, donde había solicitado entrevistarse con uno de los antiguos compañeros de Anarko. Una vez allí, le había mostrado la foto del expediente que le había dado Evgeny y se había metido brevemente en su cabeza, lo justo para averiguar lo que necesitaba saber: Mike Duun.

Tras meter el nombre en el buscador de Google en un cibercafé descubrió que aparecía asociado con el de un tal doctor Hubert, conocido por una serie de escandalosos sucesos acontecidos en su centro médico. El nombre de Mike se mencionaba una o dos veces en el artículo, pero después ya no se sabía nada más de él.  

Normalmente, el perfil de los tipos como Anarko venía asociado con una serie de patrones entre los que figuraban los barrios bajos y los garitos de pésima reputación. No le costó ir averiguando datos que, poco a poco, completaban el cuadro que ya se había formado con claridad en su mente.

Un par de semanas más tarde, entraba en uno de esos típicos antros frecuentados por bandas de motoristas ataviada con una gabardina que mantenía oculto su traje. Pese a todo, sintió todas las miradas clavadas en ella en cuanto hubo franqueado el umbral de la puerta. Era muy raro ver aparecer a una mujer que no estuviera acompañada por un hombre en un local como aquél.

- Hey, nena... -dijo un afroamericano con aspecto de macarra que se acercó hasta ella con intenciones evidentes. La sonrisa murió en sus labios en cuanto notó la mirada helada que le dirigía la mujer-. Está bien, ok, te dejo tranquila -dijo largándose.

Elektra se acercó a la barra y pidió una copa al hombre que se encontraba detrás.

- ¿Conoces a un tal Mike Duun? -preguntó.

- Oh, vaya -sonrió el anciano mientras le ponía por delante la copa-. El bueno de Mike, todavía atrayendo la atención de las muchachas bonitas, je... Aunque ha pasado ya algún tiempo desde la última vez que le vi por aquí acompañado de una preciosidad como tú. ¿Por qué te interesa?

- Puede que me ayudara la otra noche, contra unos atracadores... Sabe Dios lo que podrían haberme hecho. Me gustaría darle las gracias. Me comentaron que solía pasarse por aquí...

El hombre no pareció sorprenderse con la información.

- Chica... seré sincero contigo: no creo que sea un ángel. Pero desde luego lo ha sido para nosotros. Tuvimos problemas durante un tiempo, con una pandilla que nos extorsionaba, pero Mike lo solucionó. Nos los quitó de encima. Debió darles una paliza, ¡los asustó hasta la médula! Creo que es uno de esos... "mutantes". No me importa lo que la gente diga de ellos, ¿sabe? En lo que a mí respecta, Mike puede venir aquí todas las veces que quiera, y siempre será bien recibido.

Elektra terminó de beberse su copa y depositó un billete sobre la barra.

- Gracias por la historia.

- No hay de qué. Si ves a Mike, dale recuerdos de Paulie, hace tiempo que no le veo por aquí.

- Lo haré. Hasta luego...

Próxima parada: Gotham City.

Cuando alzó la mirada no reparó en la figura de la misteriosa mujer que observaba la escena colgada de un cable oculta entre las sombras. El mutante había repetido en Gotham los mismos patrones de conducta que había mantenido en Nueva York, y para Elektra, una vez conocido su modus operandi, había sido extremadamente fácil localizarle.

- ¿Éste es el tío, Rata? -dijo de pronto una voz-. ¿El tío que te ha robado la pistola?

Mike se giró y pudo ver a un grupo de veinteañeros que se acercaba hasta él. Todos llevaban cazadoras de cuero con un dragón expulsando fuego por la boca en la espalda. El que parecía ser el líder agarraba de la pechera de la chaqueta al mismo chico que acababa de intentar asaltar la tiendecita de Ranjit. El muchacho tenía un ojo morado y temblaba de miedo.

- ¡Sí, ese es! ¡Tyler, por favor!
- Muy bien, tío. Robar ésta tienda tenía que ser la prueba de iniciación de Rata para pasar a formar parte de nuestra banda, pero ahora la has fastidiado, tío. El honor de Los Dragones ha sido puesto en entredicho -el llamado Tyler arrojó al muchacho al suelo y le tiró un cuchillo a los pies-. Mátalo. Es la única manera de que puedas entrar en la banda. No aceptamos cobardes en Los Dragones.
- Sí, sí, Tyler... -el muchacho alargó una mano de dedos temblorosos para coger el cuchillo y se levantó, pasándose la lengua sobre los labios resecos. Estaba aterrorizado-. Lo... lo siento, tío... -dijo mirando hacia Mike-. No tendrías que haber intervenido...

El adolescente se disponía a atacar a Mike cuando un rayo de plata cortó el aire y un estilizado sai fue a impactar con la empuñadura en la nuca de uno de los muchachos, dejándolo insconsciente. Casi al instante, la esbelta forma de una mujer se dejó caer desde las sombras, aterrizando con agilidad en el suelo.

- De acuerdo, chicos. Se acabó el espectáculo. Iros a casa -ordenó con voz fría. Tyler la miró y parpadeó un par de veces, sin dar crédito a lo que veía.

- ¡Es sólo una mujer! -exclamó cuando fue capaz de reaccionar-. ¡Jay! ¡Michael! ¡Ocupáos de ella!

Los dos jóvenes se acercaron a Elektra llevando sendos cuchillos en las manos. Sus labios se curvaron en una desagradable sonrisa al observarla.

- ¿Y cómo debemos ocuparnos de ella, eh? -dijo el primero intercambiando una mirada con su compañero.

- Quizá podríamos divertirnos un rato...

Hubo un tiempo en el que Elektra habría tratado de salvar sus almas, de hacerles abandonar aquél peligroso camino para reinsertarlos de manera provechosa en la sociedad. Pero eso había sido hacía mucho, antes de comprender que la redención no era más que un cuento inventado por las religiones para conseguir adeptos y dinero. Antes de comprender que se trataba de algo que quedaba muy lejos de su alcance. Antes de comprender su verdadera e irrefutable naturaleza. No les mataría porque no formaban parte de su contrato y no suponían ninguna amenaza para ella, pero tampoco pensaba ayudarles.

Así que saltó con agilidad por encima de ellos, cayendo a su espalda, y giró sobre sí misma para asestar una patada circular en la cabeza al que había hablado primero, haciéndole caer. El segundo descargó un torpe tajo horizontal que ella esquivó sin esfuerzo, dirigiéndole una patada mae tobi gueri en el aire. Al siguiente chico que se arrojó sobre ella lo esquivó, cogiéndolo por los brazos al pasar, y empleó la fuerza de su propia inercia para lanzarlo sobre el que venía detrás, haciendo que ambos cayeran contra el suelo. Uno intentó atacarla por detrás con un cuchillo, pero Elektra cogió limpiamente su brazo y lo dobló en un ángulo antinatural, con un estremecedor chasquido. En cuestión de segundos estaban todos inconscientes, y Tyler echó a correr con la intención de desaparecer por una calleja lateral, pero Elektra se volvió con los reflejos de una serpiente y arrojó el segundo sai. El aguzado cuchillio rebotó con el mango contra la pared y fue a golpear al chico en la desprotegida mandíbula, astillándole el hueso.

Durante un par de segundos reinó el más absoluto silencio, sólo quebrado por los gimoteos de Tyler y los que aún permanecían conscientes, hasta que el cuchillo que Rata sostenía aún se deslizó por entre sus dedos para golpear el asfalto. El muchacho tenía los ojos desencajados y temblaba como una hoja. Elektra se volvió y clavó en él una mirada acerada.

- No me causa placer matar niños, pero si vuelvo a verte en malas compañías no habrá una segunda oportunidad. Ahora lárgate.

El chico asintió con nerviosismo y echó a correr. Elektra recuperó sus sais y se volvió hacia Mike.

- Necesito hablar contigo en un lugar más discreto. Ven -le dijo, encaramándose con extrema agilidad al tejado de una casa baja y comenzando a desplazarse en dirección a un callejón no muy lejano, cuidando de que Mike no la perdiera de vista.

La mujer se deslizó al interior del callejón con el sigilo y gracilidad de un gato, permaneciendo en las sombras.

- Sé que hubieras podido deshacerte sin problema de esos aficionados, pero tengo un poco de prisa y necesitaba hablar contigo. Verás... tengo dos noticias para ti, una mala y una buena. La mala es que te has ganado la enemistad de gente peligrosa. La buena es que el tipo que te quiere muerto es un auténtico gilipollas, y resulta que me has caído en gracia. Te he estado observando, Mike, y si tuviera que elegir entre tú y ese capullo de Bezzubenkov te elegiría a ti sin dudarlo. ¿Sabes que controla el negocio de la prostitución en Nueva Jersey? Las prostitutas desaparecen misteriosamente cuando visita los burdeles y suelen reaparecer después muertas a golpes en la playa, tras haber sufrido increíbles abusos. Y en la mayoría de las ocasiones resultan ser menores de edad.

La oscuridad del callejón impedía verle el rostro, pero la voz de la mujer sonaba fría y muy dura.

- Iré directa al grano, Mike; Si no te mato voy a tener a toda la mafia rusa detrás mío. He tenido experiencias similares antes y no deseo repetirlo. Así que, esperaba que pudieras darme una solución... ¿Qué decides? ¿Luchamos o me ayudas a acabar con el imperio de Bezzubenkov?

Las cartas estaban sobre la mesa. Había sido directa y clara, ahora sólo quedaba ver la decisión que tomaría el mutante. Después de todo, aún en el caso de que consiguiera acabar con ella, Elektra no sería la última asesina que el mafioso enviaría a por él, con lo que, mientras Evgeny siguiera vivo, tampoco terminarían sus propios problemas.

Elektra esbozó una sonrisa de medio lado al observar la reacción de Mike.

- Oh, oh... El muchacho es atrevido, quiere jugar... -dijo en tono burlón, saliendo de entre las sombras sin ningún arma en las manos-. El niñito cree que puede darme una lección, ¿no es cierto? Pues lamento decírtelo, cariño, pero vas a perder... Ya has perdido, de hecho. Antes incluso de empezar...

La pulla tuvo su efecto, y el mutante se lanzó hacia adelante con furia, dispuesto a golpearla. Elektra se hizo a un lado, desviando el ataque con un grácil movimiento de Kung Fu estilo Mantis Religiosa, haciendo un gancho hacia atrás con la mano izquierda y desplazando ligeramente el cuerpo en la misma dirección, desviándose hacia abajo para rebotar con un golpe Nihon Nukite a la cara. Una explosión de dolor cegó a Mike, cuyos ojos, al parecer, no eran tan resistentes como el resto de su cuerpo, pero reaccionó con una patada giratoria que ella esquivó agachándose para realizar un barrido circular con la pierna derecha que golpeó el pie sobre el que él se apoyaba, haciéndole perder el equilibrio.

Con todo, consiguió no caer, y dirigió una serie de veloces golpes dirigidos al rostro de su oponente. Elektra bloqueó y desvió todos y cada uno de ellos antes de realizar un salto mortal hacia atrás para crear distancia con su rival al tiempo que se sacaba un puñado de shurikens de entre las vestiduras y se los arrojaba desde el aire. Por supuesto, las estrellas de ocho puntas rebotaron en el cuerpo de Mike sin hacerle daño, pero éste había levantado los brazos para cubrirse la cara por puro reflejo, y ella aprovechó el momento para acercarse nuevamente hasta él y asestarle una patada ascendente. Mike, sin embargo, no sólo esquivó la patada, sino que logró encajarle un puñetazo en la mandíbula que la impulsó sangrando hacia atrás.

Elektra esbozó una sonrisa salvaje, se limpió la sangre del labio y volvió a saltar sobre él, ésta vez con los sais por delante. Mike interpuso el brazo, pensando que los sais no podrían traspasar su dura piel, pero, en lugar de eso, recibió una durísima descarga eléctrica que lo dejó totalmente paralizado en el suelo. La mujer se acercó hasta él, apuntándole al ojo con su afilada arma.

- El sai... ¿lo ves? Una vez morí por su extremo. En una pelea contra un digno oponente. Cogió mi propia arma y me empaló con ella. Por esa razón, encargué unos nuevos sais con una trampa sinóptica con un bloqueo biométrico ajustado a mi sistema nervioso, de manera que si otra persona lo toca recibe una descarga que le paraliza durante sesenta segundos. Pensarás que no es mucho tiempo... pero es más que suficiente para mí. En sesenta segundos podría atravesarte el ojo hasta llegar al cerebro, o hacerte inhalar ésto -dijo mostrándole lo que parecía un huevo con una boquilla y una especie de respiradero-. Se llama metsubishi, y está lleno de veneno. Tu piel podrá ser dura, pero tus pulmones son tan vulnerables como los de la mayoría. Si te arrojara ahora mismo ésto al rostro no tendrías la menor oportunidad... Por fortuna para tí, estaba hablando en serio cuando dije que prefería no tener que matarte.

Volvió a guardar el huevo entre sus ropas y enfundó los sais. El efecto de la parálisis empezaba ya a disiparse para Mike, pero ella le daba la espalda, segura de que no la atacaría.

- Tienes buenos movimientos, Mike, pero te falta técnica, y algo más: espíritu y corazón. En resumen -dijo, girándose para mirarle nuevamente a la cara-: eres bueno, pero aún tienes mucho que aprender. Desperdicias tu chi por todas partes, careces de armonía. Yo era como tú, ¿sabes? Hace algún tiempo. Y podría enseñarte, si tú quisieras.

Elektra enarcó levemente una ceja y se cruzó de brazos.

- Así que... ¿también eres invulnerable por dentro? -esbozó una sonrisa de medio lado-. Lo has hecho bastante bien hasta ahora, Mike. Apenas hay información sobre ti. Lo único que me dijo Bezzubenkov fue que eras un mutante con la habilidad de volver tu piel invulnerable, pero por lo que veo, eres casi tan difícil de matar como mi compañero Deadpool...

Se acarició levemente la barbilla, permitiéndose unos segundos para examinar con mayor detenimiento al muchacho. Ahora que había dejado de contemplarlo como una posible víctima, tenía que admitir que no estaba en absoluto mal... Era alto y musculoso, de facciones masculinas y fuertes y unos bonitos ojos verde-azulados que prometían emoción y peligro... Mmmm... Le recordaba un poco a Mac, sólo que más joven. Siempre había tenido cierta debilidad por los luchadores. Le tendió la mano para estrechar la suya.

- Me llamo Elektra. Elektra Natchios. Y tengo un plan -finalizó, mostrando una peligrosa sonrisa de tiburón.

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Restaurante Adour by Alain Ducasse
Nueva York - 21:00 horas.



Los Bezzubenkov se habían reunido con una de las familias italianas, los Montenegrís, en uno de los hoteles más exclusivos de la quinta avenida. El restaurante, que se encontraba situado en la última planta del hotel, rezumaba clase y estilo tanto en la decoración, como en la carta y el personal.

Los Montenegrís estaban un tanto preocupados por los avances de la familia Bezzubenkov en Nueva Jersey y querían asegurarse de que no les estropeaban el negocio, de manera que habían concertado una reunión para establecer un pacto de no-agresión. La idea que subyacía de fondo era simple: ellos no metían las narices en Nueva Jersey y los Bezzubenkov no hacían lo propio en Nueva York.

Habían reservado para la ocasión la planta en la que se encontraba el restaurante, de manera que eran los únicos asistentes a la cena esa noche.

- ¿Qué van a tomar los señores? -preguntaba en aquellos instantes la camarera, dispuesta a tomar nota.

- ¿Qué tal está la carne de Angus? -preguntó el cabecilla de los Montenegrís.

- Excepcional, señor. ¿Cómo la quiere?

- Poco hecha.

- Yo pediré también el filete de Angus -dijo el que estaba sentado a su derecha-. A mí me lo pones en su punto.

Fueron pidiendo todos uno por uno hasta llegar a Evgeny Bezzubenkov, que pidió ragout de pato.

- Hmmm... señor... se nos ha acabado el ragout de pato -respondió la camarera.

- Ése no es mi problema -replicó el mafioso.

- ¿Señor...?

- He venido aquí de buena fe y he visto ragout de pato en el menú. Vosotros lo ofrecéis y yo lo como.

- P... pero... señor, no es posible, no nos queda...

La camarera palideció cuando la mirada de Evgeny se clavó fríamente en ella.

- ¿"No es... posible"? -repitió, en tono peligroso-. ¿Me estás diciendo que no hay manera de conseguir un ragout de pato en todo Manhattan?

- Señor...

- ¡No me importa de dónde lo saques! ¡Se supone que éste es uno de los restaurantes más caros y exclusivos de todo Nueva York! ¡Si yo pido ragout de pato, me pondrás ragout de pato! -vociferó, golpeando la mesa-. ¿Está claro?

- ¡Sí... sí señor! -exclamó ella, corriendo de regreso a la cocina.

- ¡Y trae de nuevo al sumiller, preciosa! -le gritó el patriarca de los Montenegrís-. ¡Queremos otra botella!

La comida fue bien. Corrió el alcohol y las familias descubrieron que tenían más cosas en común que diferencias. Hablaron incluso de llegar a un acuerdo de soporte mutuo en ciertos aspectos, como compartir personal clave para operaciones de alto nivel. Tan entusiasmados estaban que no se dieron cuenta de que ni la camarera que vino a retirar los platos, ni el sumiller que traía las nuevas botellas de champán eran los mismos que les habían venido sirviendo hasta entonces...

Las negociaciones se interrumpieron de forma abrupta cuando un afilado sai atravesó la silla en la que se encontraba sentado Bezzubenkov, traspasándole de parte a parte el corazón.

- Para tu información... lo dejo -dijo la "camarera" en un susurro quedo junto a los desorbitados ojos del hombre.

Se produjo un minúsculo instante de shock en el que ninguno de los asistentes a la cena podían creer lo que estaban viendo... instante que la mujer aprovechó para despojarse de las ropas de camarera y revelar el uniforme rojo que llevaba debajo. Los mafiosos se levantaron entonces de golpe, llevándose las manos a las armas... Y la carnicería comenzó.

Elektra no perdió un sólo segundo; El restaurante se encontraba en la última planta del hotel y se trataba de un edificio de antigua construcción, así que, dirigiéndose hacia la puerta del ascensor, la forzó hasta abrirla haciendo gala de una fuerza que Mike jamás habría sospechado en una mujer como ella y trepó con agilidad por los cables hasta llegar al sistema de mecanismo, que dejó trabado utilizando la katana que llevaba a la espalda. El ascensor se detuvo entre dos plantas, dejando inmovilizado al personal que subía, y la asesina se dejó caer resbalando por los cables hasta la planta del restaurante mientras sonaba de fondo el timbre de la alarma. Con eso habían conseguido varios minutos más de tiempo.

Contempló con aire satisfecho el escenario de la carnicería; Todos los Bezzubenkov estaban muertos, así como todos los Montenegrís que habían sido lo suficientemente estúpidos como para cruzarse en el camino de los dos mercenarios. Unos cuantos de los italianos se habían refugiado debajo de las mesas y temblaban, aterrorizados. Elektra no tenía por costumbre asesinar a aquellos que no formaban parte de su lista de objetivos, menos aún si no le plantaban cara, así que los dejó allí y se dirigió directamente a la cámara frigorífica del restaurante, donde Mike y ella habían encerrado a los camareros, cocineros y el maître.

- Disculpen por las molestias -les dijo al abrirles, y acto seguido les tendió un fajo de billetes que había sacado de los bolsillos del cabecilla de los Bezzubenkov-. Ésto bastará por su incomodidad y el pequeño desorden que hemos montado. Vamos, Anarko.


Guió al joven mutante hacia el exterior a través de la escalera que llevaba a la terraza, y una vez fuera, fue utilizando ganchos con cuerdas y su increíble agilidad para conducirle hasta el hotel de cinco estrellas que estaba utilizando para alojarse en Nueva York. Se colaron por la ventana de la lujosa habitación y acto seguido Elektra comenzó a quitarse la ropa y a tirarla al suelo, sin importarle la presencia de Mike, para dirigirse al baño.

- Siéntete como en tu casa -le dijo antes de desaparecer en la ducha.

La selección del mueble bar era extensa y variada, y de la más alta calidad. Quedaba patente que la asesina era una mujer de gustos refinados y exquisitos, lo cual no dejaba de ser sorprendente considerando el salvajismo que había demostrado aquella noche. Era como dos personas completamente diferentes ocupando el mismo cuerpo; elegancia y ferocidad perfectamente integradas en una sóla. Belleza y peligro...

Todavía estaba dándole vueltas a éstas cuestiones cuando Elektra emergió de la ducha, envuelta en una aureola de vapor. Llevaba puesto únicamente el albornoz del hotel, y ante la pregunta de Mike, respondió para pedir una copa de whisky que tomó mientras se sentaba en la confortable butaca color caldera y apoyaba las piernas en el reposapies que había pegado a la cama.

- Antes me preguntaste si dejaríamos testigos -preguntó con aire ausente, echando un leve vistazo a las impresionantes vistas que se veían a través del ventanal-. Te diré algo, Mike... Puede que sea una asesina, pero no soy una sádica. Sólo mato a aquellos que figuran en mi lista, incluyendo todos los que sean necesarios para poder cumplir el contrato, como guardaespaldas, vigilantes de seguridad y todo el que se inmiscuya en mi camino. Todo el que trate de matarme o capturarme ha de morir también, por supuesto, pero no disfruto con las muertes de los que no son malvados. Cualquier inocente queda de inmediato descartado, aunque las bajas colaterales son, en demasiadas ocasiones, imposibles de evitar...

Se quedó mirando el fondo del vaso, pensando en la mujer de Jeremy Locke, que había muerto por tocar lo que no debía en el momento inadecuado. Pero había pagado por aquél pecado... de una manera mucho más profunda de lo que Locke habría podido nunca imaginar. Bebió un largo trago de su copa y volvió a mirar a Anarko.

- No tengo por costumbre asesinar a hombres asustados que no suponen ninguna amenaza para mí, y con el tiempo he llegado a aprender que dejar algún que otro testigo suele contribuir a alimentar tu leyenda. Te aseguro que mi fama se ha acrecentado más aún si cabe ésta noche, y esos pobres tipos que sobrevivieron recordarán lo sucedido y lo revivirán lo que les quede de vida en sus peores pesadillas... Vivirán continuamente asustados de mí porque han visto lo que soy capaz de hacer, y preferirán cualquier cosa antes que tener que vérselas conmigo de nuevo. Y, quizás, si en algún momento se ven necesitados de una mano hábil, decidirán que soy la mejor opción para contratar. No mato a inocentes, lo cual significa que dependo de la existencia de seres ruines que deciden matar a otros seres tan ruines como ellos. Si eliminara de un plumazo a toda la mafia me quedaría sin clientes -afirmó con una sonrisa amarga-. No... dejémoslos vivir. Ya no queda ningún Bezzubenkov para vengarse, así que podemos estar tranquilos... durante un tiempo, al menos. Cuando se trata de gente como nosotros, dicha calma no suele durar...

Dejó la copa sobre la mesa y señaló la puerta del baño.

- Puedes ducharte, si quieres -dijo, aunque el modo de combate de Mike, con las armas de fuego, era mucho menos sucio que ella, que había terminado ensangrentada de los pies a la cabeza, pero quizás querría limpiarse el sudor o, sencillamente, estar más cómodo.

Se quedó pensativa escuchando el sonido de la ducha mientras el mutante se aseaba, hasta que, en un momento dado, preguntó:

- Pareces joven, pero no tanto como para no haber estado nunca con una mujer... ¿me equivoco?

El muchacho le atraía, y hacía bastante desde la última vez que había estado con un hombre, pero sabía que nunca podría volver a amar, no de verdad, y prefería no destrozar la "primera vez" de nadie. Bien sabía ella lo mucho que esas primeras experiencias podían llegar a marcar, y no deseaba engañarle.

Elektra sonrió con tristeza al escuchar las palabras del muchacho.

- No, Mike, no me has entendido. Cuando dije "inocentes", por supuesto no me refería a las sabandijas que hemos enfrentado ésta noche. Ninguno de ellos era inocente, y me atrevería a decir que existen muy pocas personas inocentes en éste mundo. Hubo un tiempo, de hecho, en el que no creía que nadie lo fuera.

Observó su whisky, pensativa durante un rato.

- Cuando dije que no mataba a inocentes, no me estaba refiriendo a nuestras víctimas de hoy... Quería decir que jamás acepto un contrato contra alguien que no lo merezca. Te hablaba de mi visión general de la vida, nada más... Lo de hoy pertenecía a otra categoría. Como te dije, soy una asesina, pero no una sádica. Mato a los que figuran en mi lista de objetivos, aquellos cuya cabeza ha sido puesta a precio y no están libres de culpa. También a aquellos que se metan en mi camino y traten de interferir en el cumplimiento de mi misión. Nuestro objetivo ésta noche era la familia Bezzubenkov. Los hemos exterminado a todos, así como a todo italiano que ha sido lo suficientemente estúpido como para tratar de interferir. Los demás, sencillamente no estaban en la lista, y no alzaron sus manos contra mí. Por mucho que desprecie a los cobardes, no voy a matar a un hombre asustado que trata de huir de mí si no figura en mi lista de objetivos, ¿comprendes? No soy una asesina de masas, y me he ganado una reputación. Puede que ninguno de los italianos de ésta noche me contrate jamás, pero te garantizo que el rumor de lo sucedido se extenderá como la pólvora. Se dirá cómo enfrentamos, dos personas solas, a dos familias poderosas del hampa, y cómo no quedó vivo un sólo ruso para contarlo. Mi leyenda se fortalecerá, y seguro que llega a oídos de alguien que sí deseará contratarme. Te aseguro que no siempre acabo matando a los que me contratan -concluyó, con una sonrisa cómplice ésta vez.

>> No te tomes tan en serio lo de las instrucciones, de todos modos -le dijo mientras estaba en el baño-. Mira, no soy la más adecuada para dar lecciones de moral, te lo aseguro. Yo hago las cosas de una manera, y me va bien, pero no me meto en cómo los demás hacen su trabajo. He prometido entrenarte, tanto física como mentalmente, para conseguir que seas mejor en lo que haces, sencillamente porque me has caído bien, y hasta ahí llega mi papel en tu vida. No voy a controlarte, ni voy a decirte cómo tienes que hacer las cosas. Si hubieras querido matar hasta el último italiano de esa sala, no te habría detenido porque, como muy bien dices, no había un sólo inocente entre ellos. Sólo no te permitiré matar a quienes considere que no merecen la muerte, pero por lo que a mí respecta, puedes barrer el suelo con la escoria que llena las calles si ése es tu deseo. ¿De acuerdo?

Mike salió entonces del cuarto de baño y respondió a la pregunta que le había hecho. No pudo evitar fruncir levemente el ceño cuando le dijo que había estado en burdeles de la mafia. Por lo que sabía de ése tipo de establecimientos, no trataban precisamente bien a las mujeres que tenían allí. El propio Bezzubenkov había matado a golpes a unas cuantas, y algunas ni siquiera eran mayores de edad.

Pero lo que había investigado de Mike le decía que no era la clase de tipo que se aprovecha de las mujeres, y sabía que no debía apresurarse a juzgarlo. No podía saber cuáles habían sido sus circunstancias cuando había trabajado para la mafia. Ella misma había hecho cosas muchísimo peores cuando trabajaba para La Mano. Lo importante era que él ya no pertenecía a aquél mundo, y ella tampoco.

- ¿Comida? Mmmmm... -dirigió una mirada intencionada a las virtudes del cuerpo de Mike que el albornoz del hotel dejaba entrever y sonrió con picardía-. Si no te importa, prefiero pasar directamente al postre.

Y, tras decir ésto, se quitó directamente el albornoz, dejándolo caer hasta el suelo para revelar la forma de su cuerpo desnudo, avanzó hacia Mike y lo empujó hacia la cama, subiendo sobre él como una tigresa. Sus labios buscaron los suyos y el muchacho la siguió, ansioso. Era atractivo, lleno de pasión, y ella se encontraba tan sola desde lo de Mac... Y ya había abandonado cualquier esperanza de volver a estar con Matt otra vez. Sí, en ese momento era lo que necesitaba, y él también...