Joker...¿que yo que?... (Lilith Belmont en PRIVADO)

Las cosas no estaban yendo demasiado bien los últimos tiempos. Después de acabar con el tedio que asolaba Gotham por la colisión, todo se había vuelto mucho más complicado, mucho más caótico. Todo el mundo estaba desesperado, fuera de sí. Sentado tras su escritorio lleno de artefactos, planos y bromas, el payaso del crimen se había dado cuenta de una triste realidad. Su primer impulso había sido una alegría extrema, había reído durante días al comprobar que el universo le mandaba un mensaje, un desafío en toda regla, pero no se lo estaba poniendo nada fácil. Competir con accidentes de terreno, climatología, y terroristas que llevaban media vida sin hacer nada por temor a represalias, y veían ahora una oportunidad de oro para quedar impunes con la que estaba cayendo. Menuda panda de faroleros aprovechados.  

Allí estaba él con un millar de ideas que aprovechar, con cientos de bromas hilarantes hasta mearse, y por algún motivo, ninguna de ellas parecía merecedora de un comienzo a la altura. Llevaba días maquinando, elucubrando, haciendo tormenta de ideas con esos cabeza huecas que se hacían llamar banda, y Harley, la pequeña Harley que trataba de alegrarle cuanto podía con sus payasadas, y a la que a voz en grito reclamaba algo del almacén, otra taza de café o unos calcetines limpios. Entonces se iba como una exhalación dejándole sólo con su creatividad y volvía meneando el culo dentro de esas mallas de dos colores, justo en el momento en que él estaba a punto de tener una buena idea. Lanzamiento de algo, bofetón, patada, y vuelta al trabajo. Así un día, y otro día, y otro día. Pero nada. Estaba bloqueado. Se dejó caer sobre la mesa del despacho con una expresión triste pero sonriente, que siempre le partía a Harley su pequeño y frágil corazoncito. Reflexionó largo y tendido sobre las cuestiones que le importunaban. Debía tratarse de un bloqueo creativo. ¿A qué recurren los hombres cuando su mente no responde como debiera?

Tras buscar en el ordenador, y chasquear los dedos, puso rumbo al único lugar al que podía acudir.


La gente disfrutaba de lo lindo de sus pequeñas y patéticas juergas. Adolescentes borrachos vomitaban en esquinas, bautizándolas con restos de pizza y garrafón. Pero no eran esos barrios de delincuentes juveniles los que le interesaban hoy. Siguió con sigilo a su objetivo, salvaguardando las distancias. En su elegante coche conducido por dos grandes gorilas, se apostaron frente al garito en la que la vieron entrar. No era muy difícil seguirle la pista. ¿Cuántas damas de despampanante figura y llamativo pelo rosa había en Gotham? No tenía prisa. Ordenaba sus ideas, y cuando no, realizaba algún truco de manos con una de sus barajas trucadas. Cambiaba los signos de las cartas como quien pasa las páginas de un libro, as de picas, cuatro de corazones, rey de tréboles, dos de rombos, Joker negro… hasta que la vio salir. El calor del verano hacía estragos. Volvía las faldas cortas y los arrebatos más rápidos. Entra una y salen dos. ¿En tu casa o en la mía? Una gran sonrisa se dibujó en su cara, antes de volver a la carga. Sabía de sobra cual era su dirección, pero aún así, no tenía ganas de esperar mucho. Llegaron por una calle paralela a tiempo para ver como se metía en el portal.

-¡Bingo!- exclamó animado.

No contuvo la risa, sacó un reloj de bolsillo con varias manecillas torcidas que giraban sin control, entre las cuales se podía leer la verdadera hora. Podrían estar listos en unos quince minutos. Decidió aparcar en alguno de los callejones adyacentes, uno en el que apenas hubiera tráfico pero por el que se pudiera salir con facilidad en caso de tener que irse de manera accidentada. Acompañado de sus dos gorilas, forzaron el portal sin dificultad, subieron al piso y tocaron a la puerta. No obtuvieron respuesta, de manera que repitieron la operación con el juego de ganzúas. Se adentraron en el piso de la mujer, con pasos seguros. En algún sitio tocaba música melosa en un tocadiscos. La puerta de la habitación estaba entreabierta, y en ella había dos cuerpos enredados. El payaso del crimen abrió con discreción, dirigió su enguantada mano al brazo del aparato e interrumpió la música con un sonido rasgado de la aguja arañando el disco. El repentino corte hizo que las figuras se giraran, y al encontrarse con él, hubo un instante de silencio que podría haber untado en el pan, y saboreado acompañado con mermelada.

- No os detengáis por nosotros. Tenemos tiempo. - aseguró, mientras uno de sus gorilas le alcanzaba una silla, en la que se sentó. Recolocó la flor de su solapa, y luego entrelazó las manos y las sostuvo en su regazo, con una enorme sonrisa de lo más amigable en la cara.

Los dos le miraron. Se separaron. Se sentaron en la cama. Entonces el hombrecillo le devolvió la mirada con una expresión de pánico y sin esperar a la dama, saltó por la ventana. Rompió los cristales en el proceso, rodó por la escalera de incendios y se calló al menos un piso. Incluso con los chillidos de ratón se le oyó descender a trompicones, mientras trataba de alejarse de allí a toda prisa. El payaso devolvió a la mujer, que había seguido a su compañero con los ojos desorbitados, una mirada sorprendida.

- Bueno, that “unscalated” quickly- dijo hacienda un juego de palabras. Acto seguido una tremenda carcajada inundó la habitación. Tuvo que poner una mano sobre su estómago, que estaba a punto de saltarle del cuerpo. Luego, se levantó de la silla, y se arrojó sobre el espacio que antes había ocupado el saltador, quedando de lado y mirando a la mujer. Apoyaba su rostro divertido en su mano, y esta con el codo doblado, sobre el colchón. - Parece que se ha quedado sin plan, doctora. ¿Le importa? -  se quitó los zapatos, por comodidad, haciendo sendos ruidos sordos en el suelo. - Venía a pedirle ayuda profesional. ¿Ahora tiene tiempo, verdad?- sonrió, aún más amplio, enseñándole todo cuanto podía de su hermosa sonrisa, de la que tan orgulloso se sentía.

Miré a mi reflejo en el espejo y resoplé cansada. Me había cambiado tres veces de ropa e incontables más de maquillaje, para terminar vistiendo y luciendo como siempre. Esa noche iba a mi reciente local favorito "The Shower", que recibía ese nombre no por menos si no porque usaban los rociadores de incendios en el momento auge de la noche. Solté mi pelo y lo revolví un poco, me alisé la camiseta blanca y me repasé el pintalabios. Guiño a la chica que me devolvía la mirada desde mi espejo y lista para irme.

Me había acostumbrado a "cazar" allí. Estaba soltera, era joven y por todos los dioses que iba a disfrutar de eso. Fue fácil llamar la atención de un chico bastante simpático y muy guapo, que pagó por todas mi copas sin rechistar y me seguía a todas partes. Tardamos poco en ir al lío, así que nos fuimos a mi casa porque era la que estaba más cerca y porque era territorio que yo conocía. Al entrar en mi piso encerré a Ifrith en la cocina para que no se pusiera nervioso y guié al nuevo hasta mi cama. Le empujé sobre el colchón y puse a mi tocadiscos en funcionamiento. No pasaron ni cinco minutos, cuando ya nos estábamos quitando toda la ropa y nuestras pieles empezaban a entrar en contacto cuando el tocadiscos chirrió y se quedó en silencio. Ambos miramos hacia el sonido y lo que vimos no nos debió gustar nada a ninguno. Automáticamente cogí la sábana para tapar todo lo que pudiera de mi cuerpo porque me sentía de forma repentina muy incómoda sin ropa puesta. Él no sé porqué conocería al caballero de imborrable sonrisa que se había asentado en mi habitación, pero yo lo conocía por más de un motivo. Mientras pensaba en todo eso y mucho más, como por ejemplo, QUÉ COJONES HACÍA EL JOKER EN MI CUARTO EN ESE PRECISO MOMENTO, mi pagacopas de la noche estaba saltando por mi ventana, sin tener la decencia de abrirla primero para no romper el cristal. Maldita sea, el cristal el caro. ¡Será cabrón! Estaba anonadada, y lo que me sacó de ese estado fue la voz del Joker. Le miré y comenzó a reír como sólo él sabe, pero lo vivió de lo lindo. Acto seguido vino hasta mi cama y se tumbó en ella, a mi lado, se quitó los zapatos dejando al descubierto sus calcetines (los cuales me quedé mirando algo más de lo necesario porque tenían tomates), y luego le miré a él. Yo seguía en la misma postura, prácticamente desnuda y no comprendía nada. ¿Ayuda profesional, el Joker? ¿El Joker, Joker? Eso parecía, así que hice de tripas corazón con lo que me quedaba dentro del cuerpo y le sonreí como buenamente pude: una sonrisa nerviosa e incómoda.

-Por supuesto... sólo...- empecé a tirar de la sábana para cubrirme el cuerpo- deja que me ponga algo- carraspeé. -A solas, si no es mucha molestia. Podéis acomodaros en el salón, ya que asumo que sabéis dónde está- sonrisa incómoda de nuevo. Era consciente de que a lo mejor pensaba que me largaría por la ventana como mi antiguo acompañante, pero no era el caso. Sólo estaba "mal vestida" para la ocasión.

Cuando estuve vestida con mi jersey de andar por casa que me llegaba hasta el ombligo y mi pantalón de yoga, salí al encuentro del Joker. Cuando llegué a la sala busqué a mi nuevo e inesperado paciente extraoficial y me dirigí a él, y a su acompañante, por supuesto.

-¿Qué puedo ofreceros? ¿Un café, un té, un whisky quizás?- Intenté llevar una conversación coloquial e informal para calmar las cosas, y aproveché para escabullirme a ser posible en la cocina. Que no me haga nada malo, por todos los dioses.

Su cara era clavadita a la de cualquiera al que hubieran gritado ¡Sorpresa! y le hubieran llovido encima globos y confetis como cuatro meses antes de su cumpleaños. Le dirigió una sonrisa mas bien patética, aunque claro, en comparación con la suya ¿Cual no lo era?. Trató de tirar de la sábana que tenía debajo, y sin moverse ni un ápice, no hizo el menor esfuerzo por cederle ese trozo de tela.

- ¡Ah, eso es algo que siempre me ha fastidiado de los suyos! En lugar de dar la cara intentan ocultarse detrás de una bata blanca. Piden a sus pacientes que desnuden su alma mientras sólo piensan en echarse algo de ropa encima- explicó negando con la cabeza, dejando claro que para él esa actitud era de lo más reprochable. Luego se tumbó boca arriba, con un pie sobre otro estirando los dedos de los pies, mirando hacia el techo. - Ahora que ya me había puesto cómodo. ¿Qué le parece si prometo no mirar? - sugirió ofreciéndole una sonrisa de lo más inocente, con un brillo de genuina sinceridad en los ojos en una mueca tan exagerada como poco creíble. Luego, se cubrió con las manos los ojos, muy dispuesto.

Oyó a la mujer trastear por el cuarto, y como si cometiera una pequeña travesura, entreabrió un poco los dedos, mientras ella se vestía. Durante unos segundos la observó de arriba a abajo y luego se le escapó una risilla nerviosa, que se fue transformando en risa histérica, de nuevo con los ojos cubiertos. Cuando la mujer les ofreció algo de beber, sus dos gorilas le observaron, mientras volvía a quitar la mano enguantada, colocándola ahora detrás de la cabeza.

-¿Ahora dejan beber en las sesiones? ¡Esto si que es medicina! - se rió a carcajadas, para luego pensárselo un momento - Mesonera, pongame un Whisky con batido de chocolate. ¡Hay que celebrarlo! ¿Quién sería yo si rechazara alegremente una "hora feliz"?- rió a carcajada de su propio chiste.

Eso es lo que debía ser. Tenía que abrir su mente. Ver qué era lo que estaba bloqueando su creatividad y salir del entorno viciado de su guarida, lejos de sus muchachos, de sus hienas y de Harley. Explorar nuevos horizontes. El universo le estaba retando y no podía quedar sin respuesta.

- Antes de empezar, me gustaría ver sus credenciales. - replicó entonces de pronto, cargado de dignidad. - No creerá que el Joker se deja analizar por cualquiera. - dijo con arrogancia, mirándola a los ojos con determinación.

Pasaron unos cuantos segundos y sin poder contenerlo más, volvió a estallar a carcajadas, mientras los dos gorilas se mantenían estáticos en la puerta. Estaban tan tiesos que no parecían ni respirar.

- ¡Tenía que haberse visto la cara! AHAHAHAHAHAHA - se carcajeo, volviendo a reír hasta que casi le lloraron los ojos. Después de secárselos y recobrar el aliento, su expresión cambió de manera radical. Sus ojos denotaban una expresión peligrosa, al igual que la sonrisa que ahora esgrimía, delatando unas intenciones de potencial peligroso. - ¿Qué se puede hacer para recobrar la inspiración?- preguntó con un tono de voz grave, mientras señalaba con la mano el otro lado de la cama vacío, que pretendía que ocupara su anfitriona.

Como era de esperar, mi nuevo compañero y su amigo no abandonaron mi cuarto ni me dieron intimidad alguna para vestirme. No sé en qué estaba pensando cuando les pedí que me dejaran sola... El caso es que el último paciente que esperaba tener se había acomodado en mi cama y se había tapado los ojos para darme esa "intimidad" que yo tanto quería; ignorando al máximo sus presencias, cogí los cuatro trapos que había más cerca de mí y los deslicé por mi cuerpo con rapidez, con la esperanza de que nadie viera nada pues aunque cuando estoy con alguien no tengo mucha vergüenza, no voy por ahí exhibiendo mi cuerpo. No es mi estilo.

A mi educado ofrecimiento de algo de beber, el Joker se rió en mi cara. ¿Mesonera? ¡A que le reviento! Suspiré haciendo el mínimo movimiento posible para que no se diera cuenta. Decidí ponerle el batido de chocolate, MI ÚLTIMO BATIDO. Seguro que eso le hacía gracia. Además, era más seguro tener al Joker entretenido con la pajita que con el hielo del Whisky. Yo, por supuesto, me serví un culín de ese líquido de color bronce que tanto me ha ayudado en tantas ocasiones y me lo bebí de una sola vez. Me ardía la garganta. Y el pecho. Y todo. Todo me ardía, ¿mis credenciales? Me giré atónita hacia él y le miré fijamente a los ojos, sin poder creérmelo, a pesar de que la pregunta venía por parte de aquel tipo.

Pensé en ofrecerle hablar en el salón, pero él y el tomate de su calcetín parecían estar muy cómodos en mi cama. Maldito... Es mi cama, yo debería estar ahí con el chico que engatusé. Cogí un papel y un bolígrafo y me senté en la cama, quedando como al principio de la velada: el Joker tumbado a un lado y yo sentada al otro, por suerte vestida esta vez.

Su pregunta me desarmó por completo. ¿Cómo se recobra la inspiración? Mi cara debía ser un cuadro, pero rápidamente me recompuse y alcé mis muros profesionales para ponerme a trabajar y acabar con aquello cuanto antes.

-Normalmente, uno pierde la "inspiración" en momentos de estrés o aburrimiento. Se dice, sin embargo, que la inspiración viene a ti mientras trabajas. ¿Has probado a cambiar tu rutina?

Las charlas con los medicuchos de la cabeza son como asistir a un baile de máscaras sin llevar ninguna. En circunstancias normales, todos ellos están haciendo el más absoluto de los ridículos llevando esas caras de cartoné, pero como están en el sitio adecuado en el momento oportuno, a la gente se le olvida, y resulta que tú, que te has lavado la cara y maquillado para la ocasión, eres el único que da el cante entre todo eso, y como no combinas con su pequeña fiesta, y creen que vas a fastidiarla, lo único que se les ocurre es o bien forzarte a ponerte un maldito antifaz o no dejarte marchar hasta que prometas que te maquillarás para la ocasión durante todos los días del resto de tu vida. Que lamentable espectáculo.

- ¿Rutina? - espetó como si intentara repetir una palabra que acababa de escuchar pronunciada en otro idioma - ¿Cómo definiría esa palabra, Doctora Belmont? - aguardó su respuesta con una sonrisa que por primera vez no dejaba ver sus perlados y brillantes dientes. - ¿Conoce alguno de mis números, o salió de Arhkam demasiado pronto como para llegar al pez gordo? - ladeó la cabeza, alzando ambas cejas, haciendo que su mueca fuese tan inverosímil como la de una caricatura.

Conocía demasiado bien las intenciones y deseos de los de su calaña. Todos ellos le envidiaban. Era un hombre único, con una visión pura y original de lo que la vida era, de lo que debería ser. Ellos estaban atrapados bajo los yugos del dinero, sus credenciales, sus títulos y sus responsabilidades. Ninguno de ellos era libre, como él, para hacer lo que quería cuando quería. Cualquiera abandonaría su prisión si pudiera. Harley era buena muestra de eso. Ni siquiera había tenido que esmerarse mucho.

- Desde su opinión profesional ¿Quizá envenené el agua de Gotham demasiadas veces? - inquirió, mesándose la barbilla, mirando hacia el techo - O puede que volar por los aires los edificios más emblemáticos de Estados Unidos sea algo pasado de moda. - valoró en voz alta, su mirada demostró una gelidez glacial, carente por completo de culpa. - Hay todo un universo nuevo ahí fuera, Doctora. ¿Cree que tengo tiempo para estar aburrido? No. Y usted tampoco.- su sonrisa se abrió con una lentitud inverosímil, hasta límites inhumanos. - ¿Que tal este cambio en su rutina? ¡No muchas doctoras pueden pasar una noche en su cama con el Joker! - rió, acercándose a la mujer hasta que podía verle el blanco de los ojos, fijando en ellos una mirada demencial. - Yo he cambiado su rutina. ¿Cómo va a cambiar usted la mía, Doctora Belmont?- exigió respuesta manteniendo su inquietante cercanía, sin siquiera pestañear.

Sentí como si casi me escupiera la pregunta. "Rutina". No era algo demasiado complicado, ¿no? El significado oficial es: "Costumbre inveterada, hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas", pero si le digo eso al Joker capaz que me escupe de verdad a la cara. Lo diré con otras palabras.

-Bueno, ya sabes, es lo que haces siempre sin pensar. Sólo porque es lo que sabes hacer...- me quedé callada un momento. -Quizás podrías probar a iniciar tus números de una forma distinta a la habitual, algo que sea nuevo incluso para ti, y quizás así conseguir sentir la motivación que te dan las nuevas experiencias y la adrenalina de no saber qué esperar, pero con la seguridad que te da trabajar en tu campo... Al menos es lo que yo haría- le dije directamente. -Y sí, conozco alguno de tus numeritos. No es que seas un desconocido y menos en Arkham, ¿sabes?- le digo con cierta ironía en la voz.

Escuché en silencio cómo valoraba fríamente su modus operandi, pero pronto me quedé helada: Joker se acercó a mí quedando a escasos centímetros de distancia de mi cara, permitiéndome observar todos los detalles de su rostro, las arrugas que tenía a causa de su tan característica sonrisa, sus dientes, los pelos que se le rebelaban... No me amilané, ni mucho menos, pero me costó un momento retomar el control de mis nervios.

-Efectivamente, dudo que mucha gente tenga la oportunidad de compartir cama contigo, Joker. La próxima vez mándame un mensaje y preparo un batido de chocolate- le dije con sarcasmo, pero con una sonrisa en la cara. No me parecía una amenaza en aquel momento, así que me permití relajarme un poquito. -¿Que cómo voy a cambiar tu rutina? Depende de lo que estés dispuesto a cambiar. Como te he dicho, y te lo digo como persona, no como doctora, vas a tener que cambiar tu modo de proceder, dejar ciertos aspectos al factor sorpresa... Habría que mirarlo con detenimiento...- le digo sin apartar mi mirada de la suya.

Sabía que esto no iba a ser bueno, pero no estaba yo en situación de negarme a ayudar al jodido Joker, ni para plantarle cara. Además, tenía que reconocer que me picaba la curiosidad sobre qué pasaría después.

A esa distancia podía ver como sus pupilas palpitaban cada vez que le miraba. Cómo se abrían las aletas de su nariz, cada vez que cogía aire. Su tono era profesional, estudiado, procurando medir sus contestaciones y manteniendo sus propias emociones bajo control para centrarse en la múltiples preocupaciones del payaso del crimen. Qué meticulosa profesionalidad, a pesar de que intentara enmascararla con un tono coloquial. Mantenía un comportamiento fiel a su papel, pero aún no había abandonado del todo la fase de shock esencial que necesitaba para acceder a la verdadera Lilith. En ese punto, si le diera la opción de marcharse, incluso a pesar de su notable curiosidad por los casos extremos, sin duda aceptaría. Apenas tendría un instante de duda y su instinto de supervivencia arruinaría todo lo que pretendía conseguir, ahuyentándola.

Escuchó con expresión receptiva todo lo que la mujer tenía que aportar, aunque a su manera superficial y poco concreta. Estaba intentando asentar las bases para el concepto, abordando el problema desde una perspectiva general adentrándose en su psique después poco a poco a base de sonsacar matices que, sin duda, creería de vital importancia. Cuando terminó de hablar, el payaso la contempló de manera penetrante durante unos segundos. Hubo algo extraño en su mirada, algo que la gente confundía con intimidación, pero que no se trataba más que de una comprensión profunda y meridiana de lo que estaba sucediendo.

- Creo que ha llegado el momento de intimar, doctora. - susurró, sonriendo sólo con los labios, consiguiendo una expresión de antinatural cordialidad. - Déjanos solos. - la sorpresa en la cara del gorila fue mayúscula. Intercambió una mirada con su jefe y este le devolvió una amenazante sonrisa. - ¡Vamos, largo! ¡Shu, Shu!- insistió, haciéndole un gesto con ambas manos para que se marchara. Se levantó de un salto de la cama, apoyando la mano enguantada en la gran espalda del guardaespaldas, invitándole con un empujón a que saliera de la habitación. - ¡Vamos, vamos!¡FUERA!- espetó, dándole una patada en el culo, y cerrando la puerta de un portazo a continuación.

El sonido marcó un silencio un tanto teatral, en el que, acto seguido, se escuchó como el Joker tomaba aire por la nariz lentamente, y luego suspiraba, mientras con la mano libre se retiraba el ensortijado pelo hacia atrás. Aún mantenía el pomo sujeto, cuando empezó a hablar en un tono que había perdido su deje chillón, y mostraba una gravedad solemne. No era exagerada ni melodramática. Mas bien como una confidencia en voz baja.

- Verá doctora- comenzó el payaso aún sin mirarla. - es muy fácil entender lo que insinúa - volvió a inspirar hondo, y agarró el pomo con fuerza. - Lo difícil para alguien como yo es admitir...- volvió a hacer una pausa, como si hiciera enormes esfuerzos por mantener el autocontrol. - Que "rutina" es sólo la palabra que ha preferido usar para no tener que decir "aburrimiento". - el payaso se dio la vuelta, encontrándose de nuevo cara a cara con la psiquiatra. Ver aquel rostro privado de su blanca sonrisa parecía aún mas doloroso que ver la locura reflejada en ella. Por un momento, a Lilith la azotaría una sensación impactante de fragilidad. Era como si aquel tipo fuera un desconocido para ella. La hizo consciente de una verdad terrible y cruenta.

El Joker, sin su sonrisa, no era mas que un hombre.

Su mirada fija en mí y el comentario que hizo después, hicieron que saltaran todas mis alarmas. ¿CÓMO DICES? ¿INTIMAR CON EL JOKER? ¿EL JOKER? VALe, vale... No pasa nada, Lilith. Seguro que se refiere a otra cosa. Mantén la calma. Tú ponte cómoda, incorpórate, estira el cuello... YOQUÉSÉ. Sin embargo, cuando cerró la puerta algo cambió en el ambiente, pero yo no lo sabría hasta que el hombre trajeado y de pelo verde que tenía delante se diera la vuelta.

Joker ya no sonreía. No sonreía. Sentí pena y fragilidad a niveles increíbles, sentí preocupación por el Joker, sólo por una sonrisa que ya no estaba. Pasé mi mano por el pelo mientras me acurrucaba en la cama, a la espera de su siguiente movimiento. Esperaba que volviera a la cama, para hablar más a gusto, pero con él no se sabe.

-Quizás. Puede que debas probar con otros procedimientos, Joker. No te ofendas, pero a lo mejor has volado ya demasiados edificios. Ya lo conoces. Es demasiado fácil para ti. Creo que lo que necesitas es un reto- le dije, sincera. Ya no tenía nada que hacer y decepcionar al Joker no estaba en mi lista. No por lo que la gente pueda pensar, si no porque igual me gano entrar en la lista negra si es que tiene una y eso... Bueno, el único que se iba a reír sería él.

A diferencia de cómo había actuado con anterioridad, una de las manos enguantadas del Joker agarraron la silla que había ocupado antes, mientras esperaba que su interrupción surtiera efecto despejando la habitación, y la colocó a los pies de la cama, en un espacio prudencial. No sólo dejaba a cada uno su burbuja personal, si no que también, de alguna manera, convertía la cama de Lilith en una especie de santuario. En el centro de la habitación. En el subconsciente de la doctora, la idea de un bote salvavidas de pelo rosa, al que el náufrago Joker tenía que acudir en busca de la salvación. El payaso se derrumbó sobre la silla, con un cansancio propio de un hombre de ochenta años. Se inclinó hacia delante, con una de las manos retiró su pelo ensortijado hacia atrás con un suspiro quejumbroso. Apoyando los codos en las rodillas y entrelazando las manos, respirando muy hondo, y dejando salir el aire después, se quedó en pleno silencio durante lo que pareció una eternidad.

No miraba nada mas allá de la propia punta de sus pies. Su rostro inexpresivo, mezclado con ese silencio era como una tortura silenciosa. Parecía estar pasando un momento de severa introspección, pero hizo partícipe a Lilith de ello. No la ignoraba. Si no que lo compartía con ella. Si hubiera querido, podría haberle pegado un tiro, o haberse lanzado contra él aprovechando su aparente debilidad. Pero no lo haría. Nadie lo hacía nunca.

- Estoy cansado. - admitió, irguiéndose para apoyarse contra el respaldo de la silla, aun sin devolver la mirada a Lilith. Otro silencio prolongado. - ¿Qué diría usted que puede ser un reto para alguien que vive una vida en la que puede hacer lo que quiera... Todo lo que quiera, cuando le apetezca?- inquirió, distrayéndose moviendo sus dedos pulgares, pasando uno por delante de otro.

Para cualquier persona feliz de vivir en los límites bien marcados de una sociedad estratificada la mera perspectiva daría vértigo. Por eso algunos son extras, y sólo hay una estrella.

La imagen que Joker me ofrecía casi me partía el alma. Era curioso cómo ver a una figura fuera de su papel habitual podía trastocarnos tanto; no ver al Joker sonreír, si no pensativo y serio, divagando y "tranquilo", era algo que no mucha gente veía...

Me hablaba sin mirarme, perdido en sus pensamientos y los movimientos de sus pulgares.

-¿Quieres decir que te has cansado de ser el Joker?- le pregunté, algo preocupada. Es verdad que no era el héroe local ni la persona más querida de América, pero le consideraba necesario. Sin él, muchas cosas dejarían de tener sentido, sobre todo en Gotham. Pero eso ya eran opiniones mías que no expresé, y me quedé callada unos segundos.

-No... No lo sé, Joker. Quiero decir que, quizás, deberías sembrar el caos de una forma distinta. Sabes que a cada ciudad que visites podrás hacer lo que quieras, pero...- le comenté, pensativa, intentando hilar algo coherente en mi cabeza que pudiera decirle en una sola frase. -Es decir, tú...- Él... Él, ¿qué? ¿De verdad estaba ayudándole? Revolví mi cabeza y me quedé pensando sin saber muy bien qué decir. Era una situación complicada, quería ayudarle, pero no quería ayudarle al mismo tiempo. Bueno, sí quería. Claro que quería, pero ayudarle significaba ser cómplice de sus trampas... Y no quería eso. Quería ayudarle para que parase.

-¿Sabes qué dicen que relaja mucho? Podar bonsais. ¿Nunca te lo has planteado? O tener una mascota. Relajarse es importante para recuperar la inspiración...- le dije sin pensar. Estaba entrando en un pequeño colapso momentáneo, pero ahí estaba, sin saber qué decir.

No parecía verse afectado por el hecho de que la doctora le estuviera hablando con franqueza, como tampoco por el factor de que estaba haciendo preguntas de lo mas absurdas. Sus dedos frenaron en seco a mitad de sus cavilaciones y se irguió en la silla, mirando a Lilith de manera penetrante con los ojos tintados de un brillo pertinaz.

- ¿Cansado de ser el Joker?- inquirió como si las palabras que en conjunto formulaban esa pregunta estuvieran formadas sólo con nombres de gominolas - ¿Qué es el Joker, señorita Belmont?- insistió, ladeando la cabeza, mirando por la ventana rota. - ¿Quién es el Joker?- cualquiera de todos los tipos de Arkham hubieran dado sus carreras, su dinero, y a sus padres incluso, sólo por responder a esa pregunta. La mayoría de ellos soñaban con tener una sesión con él algún día, cuando estaba internado recibía miles de peticiones de entrevistas privadas. Pero ese era el precio de la fama. El estrellato conllevaba mucha responsabilidad.

- ¿Porqué tiende el individuo a buscar su satisfacción en otros? - el tono hastiado de su voz dejaba claro que sus opciones le resultaban desesperantes. Volvió a encontrar su expresión con la de Lilith, que estaba pasando el momento de confrontación interna que esperaba. Cualquier profesional en su situación lo habría hecho mucho peor, pero no le convenía que abandonara ese estadio del todo. No hasta que esa confusión le beneficiara de algún modo. - ¿Es por eso por lo que tiene perro? - habló con rapidez, sin dejar tregua. - ¿Para poder sentir que es importante para alguien? ¿Que su presencia supone alguna diferencia para un ser vivo? ¿Que hay alguien que depende de usted, porque si no, su vida no sería nada? ¡Para qué! ¿Cree que el día que usted muera no se comerá su cuerpo cuando esté hambriento? ¡Ese es el verdadero motivo, Doctora Belmont! ¡Tenemos que afectar a alguien! ¿Sabe lo que decía descartes? Decía, ser útil a nadie es lo mismo que no ser nada. - continuó asediándola con sus consideraciones, aprovechando la flaqueza de su momento para calar con sus palabras en ella. - ¿y sabe porque? Porque afrontar la vida sabiendo que carecemos de importancia sería como admitir que todo esto es en vano. Religión, política, sociedad. ¡No son mas que pantomimas! Un subgénero de programa de recopilación en el que se vive lo mismo una, y otra y otra vez. Dígame, Doctora, ¿Cuántas veces ha permitido que una persona le quite el sueño? ¿Cuántas veces ha vivido aterrada por lo que otro ser humano pudiera hacerle? - sus ojos estaban fijos en ella, su discurso, enardecido por la firmeza y la confianza que ponía en sus palabras. Por un momento, por sólo un momento, Lilith no sabría decir si ese era el hombre mas loco o mas cuerdo al que había oído jamás.

Fruncí un poco el ceño sin entender demasiado su pregunta. ¿Cómo que qué o quién es el Joker? ¿Se estaba quedando conmigo? No me sorprendería pero...

-Tú eres el Joker, eres casi una eminencia en esta ciudad llena de locos- le dije, visiblemente alterada. No me gustó que me fastidiase mi noche de sexo con el tío que me había trabajado esa noche, menos aún que encima me tomara el pelo.

Pero el discurso del Joker no terminó ahí. No... Iba a responder a su pregunta, pero lo único que fui capaz de hacer fue quedarme quieta donde estaba, con la mirada fija en él, en sus ojos, sus manos, su boca gesticulando... Y yo dejando que me diera un pequeño tic en el ojo izquierdo con comenzó a arremeter contra mí, para después sentir cómo me iba haciendo cada vez más y más pequeña. Sus preguntas me hicieron sentir vulnerable. ¿Sería ese su poder? ¿Saber demasiado? Quizás por eso se le fue la olla.

Mis ojos empezaban a estar más brillantes por las lágrimas que amenazaban con hacerse notar, desgraciadamente para ellas, yo no iba a permitirlo. Pasé de sus preguntas, no le interesaban en absoluto mis respuestas, no le interesaba en absoluto lo frágil que he llegado a ser. Tragué saliva y me cuadré, con el rostro inexpresivo.

-No es así como vas a conseguir ayuda de mi parte, Joker. Hace mucho que no siento la necesidad de que alguien dependa de mí o viceversa, lo aprendí a la fuerza y fue una mala experiencia, ya nadie me quita el sueño. Ni si quiera tú. Tengo perro porque son seres bellísimos y ofrecen muy buena compañía para el que sabe apreciarla, pero para gustos los colores, ¿no crees? ¿Quizá es por eso que te conformas con Harley? Yo tengo un perro y tú la tienes a ella como mascota. Tú y yo no somos tan diferentes. Por más que te cubras de fama y matones la lluvia nos moja a los dos por igual.

Respiré hondo después de decir eso, enfriándome, pero no arrepintiéndome. Era consciente de que atacar al Joker o mencionar a Harley podía o bien salir muy mal, o ser el mayor acierto de todos. O resultar en ignorancia por parte del señor de las sonrisas. Pero me daba igual. ¿Quién se creía él?

-Bien, has venido a por ayuda. Intento ayudarte, pero tienes que estar dispuesto a poner de tu parte- sentencié. -¿Qué es lo que te gusta? ¿Qué te hace levantarte cada mañana? El placer de planear un golpe nuevo o quizás el hecho de que puedes hacer enfadar a Batman en cualquier momento? Dime, ¿qué buscas?

Una eminencia. Desde luego. No había genio como el suyo, ni capacidad de comprender el mundo como la que el Jokerl tenía, pero no era por eso por lo que se le admiraba. Se le admiraba por ser inalcanzable, por ser eso que todos los demás no podían, pero querían ser. Él era el privilegiado que había sido capaz de entenderlo a tiempo. Sentado desde la silla a los pies de la cama contemplaba cada cambio que la mujer daba delatándose, esa película translúcida encima de los ojos, esa necesidad de respirar profundo. Harley había resultado mucho mas sencilla, porque lo deseaba, pero Lilith tenía algo a través de lo cual era fácil acceder. Dolor. En enormes cantidades. Había en ella decepción, y pérdida.

Eso era lo que le llevaba a reaccionar atacando. Lo que le había hecho comparar a Harley con un perro. Esperaba respuesta, y con eso, algún modo de llegar a él. Provocaciones, ira, algún tipo de respuesta emocional desde la que partir. El joker dejó caer la cabeza hacia delante, suspirando, cuando habló de que a ambos les mojaba la lluvia. Se levantó de la silla, se quitó la chaqueta dejándola en la silla, y se remangó los brazos de la camisa hasta el codo. Luego, con pasos relajados, llegó hasta la cama, se sentó al lado de la terapeuta, con los pies apoyados en el suelo, pasó uno de sus brazos sobre las piernas de manera que su mano quedo al lado de la cadera de ella y se quedó mirándola cara a cara, sobrepasando por muy poco el límite de su espacio personal.

- Me he cansado de llamarla de usted. Si los dos somos iguales, será mejor tutearnos, Lilith. - sugirió, mirándola con una intensidad brutal a los ojos. Se relamió los labios, como si se preparara para exponer algo bastante complicado. - Mentirme, incluso si lo que pretendes es ayudarme, está muy mal. - comentó, mientras su mano libre se elevaba muy despacio hasta el rostro de ella, sujetándola por las mejillas, obligándola a mirarle. - Hay una diferencia abismal entre tu y yo. Tu buscas. Por eso tienes perro. Tu lo adoptaste, lo criaste a propósito para que él te diera compañía. Rehuyes la soledad. Por eso esta noche te has traído a casa a un completo desconocido. Puede que creas que era sólo por el sexo, pero no es cierto. El sexo solo es algo secundario. Es lo que hace falta para llevarlo a cabo lo que quieres. La intimidad. Ese momento de entrega, aunque sea pasajero. ¿y sabes que es lo más doloroso de todo eso?- preguntó, desviando luego su rostro hasta la ventana rota, y haciendo que Lilith la mirara también. - Que ese hombre, al que ibas a darle eso, ha saltado por tu ventana. ¿y sabes que? ¡Ni siquiera ha llamado a la policia!- sus miradas volvieron a encontrarse, y la mano de Joker se deslizó hasta sujetar sólo una de sus mejillas, con una caricia. - Si lo hubiera hecho, ya estarían aquí. - aseguró, sin que se le escapara detalle del mas nimio gesto que pudiera hacer la terapeuta. - Te ha dejado aquí con la satisfacción de saber que mejor tú, que él. - aseveró, haciendo descender la mano, retirando el pelo hacia atrás para que cayera sobre su hombro.

Puede que el tipo le diera igual, de hecho, era muy posible que resultara sólo sexo sin más. Pero visto desde la perspectiva adecuada, todo era capaz de transformarse. Ahora Lilith ya no veía a ese desconocido como a un tipo de un bar, una noche. Era el cabrón traidor que la había dejado sola frente al criminal más famoso de Gotham. La había dejado a su suerte. La había abandonado como si no valiera nada.

- Tu y, en general, los tuyos, tenéis la mala costumbre de mirar a todos por encima del hombro. Sobretodo sois muy, pero que muy duros con Harley. - dijo chasqueando la lengua, mientras sus dedos se ceñían en torno a la garganta de Lilith. No la asfixiaba, solo mantenía la mano allí. - La diferencia crucial entre tu y yo, es que tu perro no tuvo alternativa. Harley si. Ella vino a mí por su propia voluntad. Abandonó todo porque creía en mí más de lo que creía en lo demás. ¿Crees que no se la responsabilidad que tengo hacia ella?- añadió, acariciando el mentón de Lilith con la punta de su dedo pulgar. - ¿Podría levantarme y pedirle que se olvidara de todo esto? ¿Decirle que quiero dejar de ser el Joker, y que vuelva a una vida de la que ya no queda nada? - le preguntó, mientras bajaba la mano dejándola reposar en su muslo envuelto en un traje lila a raya diplomática. El Joker dio un largo suspiro, ladeando la cabeza. - Lo único en lo que tu y yo nos parecemos es que estamos atrapados, como todos los demás. - dijo, mientras desviaba la mirada, durante un instante.

Cada uno tenía su método para acceder a los demás. La empatía, el dolor, el reflejo de la personalidad, la adoración, la confrontación... Todos esos métodos el payaso del crimen los conocía ya hacía mucho. Desde que empezaron a intentar explicarse por qué era como era. Pero no porque quisieran encontrar un modo de ayudarlo, si no por que necesitaban creer que había algo malo en él, algo que explicara su comportamiento, y les permitiera dormir felices por las noches creyendo que se trataba de algo atípico. Era lo único a lo que podían recurrir para encontrar algo de paz donde no la había. La gente no tolera el caos. La educaron para eso.

- Ah, Batman. - suspiró, sonriendo fugaz. - No es por el murciélgo. - Si que lo es. Siempre lo es. - Él es un símbolo. Sólo eso. Es la otra mitad. Lo que equilibra la balanza. - explicó, alejándose un poco de Lilith, permitiéndole de nuevo su espacio personal. Guardó silencio durante varios minutos, haciendo todo un ejercicio de reflexión, hasta que por fin, volvió a mirar a Lilith, de forma intensa.- Sólo hay una cosa. La idea de que el mundo puede cambiar.

Joker se acercó demasiado a mí, tanto, que empecé a echarme hacia atrás por instinto, pero en vano. No tardé en tenerle invadiendo por mucho mi espacio personal y sujetándome de las mejillas con su rostro a escasos centímetros del mío. Sus palabras me hacían arder por dentro, si hubiese sido una mutante ígnea le habría abrasado. Pero no, yo era más de escuchar pacientemente sin apartar la mirada y con un tic en el ojo porque sabía que tenía razón en cuanto al cretino que había saltado por mi ventana. Decidí no darle más vueltas a eso, no quería que el Joker me viera más frágil aún que cuando le ataqué.

Cuando sacó el tema de Harley... Se me escapó la risa. Una risa suave, silenciosa, incrédula... Posé una de mis manos sobre la que él tenía en ese momento sobre mi garganta, fue un movimiento natural, sin hostilidad.

-¿De verdad no ves lo que le pasa a Harley? El síndrome de Estocolmo que sufre es de libro, Joker- seguí sin apartar mi mirada de él. Estaba realmente muy cerca, tan cerca como si fuera a besarme. Sin embargo, no lo hizo, sino que se llevó la mano que tenía en mi garganta a su muslo, haciendo que yo hiciera lo propio con la mía.

-¿Atrapados?- le pregunté, girando la cabeza como lo había hecho él. ¿Se siente atrapado? Había muchas formas de sentirse atrapados, pero... para cada cual la prisión en la que se encontraba era diferente a la del resto. Entonces fui yo la que llevé mi mano sobre la suya en su muslo, como una caricia, observando cada meticuloso movimiento.

-¿Puede? ¿Cambiar cómo? ¿Cambiar... a qué?- clavé de nuevo mi mirada en sus ojos. -Sabes que siempre es por él, J. ¿Puedo llamarte J? Batman es la rueda que te mueve. Tú lo has dicho, es la otra cara de la moneda, le necesitas para que todo esto funcione... Si él no existiera, si no le metieras en tus planes, si no contaras con él... Tu vida no tendría sentido. Tendrías que volver a una vida normal que cualquiera podría llevar, Harley tendría que regresar al mundo que había abandonado porque tú se lo tendrías que pedir... Y eso... Eso sería un caos, sería lo último que querrías. ¿Verdad? ¿Qué sería de ti, de vosotros, si Batman fuera sólo un símbolo? ¿Para quién harías montarías todo el espectáculo? ¿La policía? Son una minucia, no hay nada ni nadie comparado con Batman...- le dije, divagando en mis pensamientos y opiniones. Entonces subí mi mano hasta su mentón y le obligué con un suave movimiento a que me mirara alzando la cabeza.

-¿Qué es lo que quieres hacer ahora? ¿Una clase de comida japonesa o crear el caos para Batman?

Estaban perdiendo el tiempo con un estúpido tema de conversación. Que si Harley esto, o Harley lo otro. Es manía de volver a ella empezaba a crispar los nervios del payaso del crimen, pero si hablar de esa tonta servía para seguir accediendo a la psique de la doctora, entonces, hablarían. Tomó aire inflando los carrillos para luego suspirar con lentitud, como si aquello le supusiese un aburrimiento mortal, mas propio de la gente que se enfrenta a la burocracia o las interminables colas del departamento de tráfico. Él no hacía ninguna de esas cosas, pero si se había divertido mucho poniendo ambas patas arriba.

- ¿Sabes que todos estáis equivocados, verdad?- preguntó, sin aparente hostilidad. Sólo eran una médica pretenciosa y un genio visionario manteniendo una conversación tediosa para el último. - Insistís en lo del síndrome de estocolmo. Así lo explicáis para los idiotas. Pero yo no secuestré a Harley, de modo que no se puede justificar así. Sindrome de Florence Nightingale combinado con delirio erotomaniático, o Clérambault. - diagnosticó el payaso como si todo eso fuese algo que hubiera leído en la parte de atrás de una caja de cereales. Sólo había dos tipos de persona en el mundo que supieran tanto de psicología humana, los psicólogos y psiquiatras eran uno, y quienes estaban destinados a ser tratados por ellos durante toda la vida, el otro. En Arkham era complicado encontrar algo que hacer, pero a veces estudiar los casos para tensar la cuerda lo bastante como para romperla daba tiempo suficiente como para hacer mutis por el foro.

- Si lo único que quieres hacer es hablar de Harley, no me conoces. - advirtió entonces adquiriendo de nuevo por un instante una mirada delirante y violenta. Pero consiguió omitirla lo bastante como para que la mujer continuara hablando. Empezó a tomarse familiaridades, llamándole J. Acarició la mano sobre su muslo, y el se lo permitió dándole la sensación de intimidad que llevaba buscando con sus actos toda la noche. El payaso estudiaba a la mujer con atención, sin perder el mas mínimo detalle. Estaban entrando en un peligroso juego psicológico. Ahora debía medir bien a su adversario. Cada pequeña cosa podía cambiar...

El payaso abrió los ojos de pronto, como si algo le hubiese aguijoneado el cerebro. Algo empezó a cocerse dentro de la gran masas de tedio que se había instaurado allí desde la colisión. Algo, algo, algo.

- Batman se ha quedado pequeño. - gruño entre dientes, como si sus oídos oyeran la conversación pero su mente estuviera atareada en otra cosa. Mentía de forma descarada. Él hacia Gotham lo que era. El muerciélago era la esencia, es cierto, pero también un mero símbolo. Un símbolo podía cambiar las cosas, o eso es lo que la gente creía. En sus patéticas y estúpidas vidas escogían como borregos símbolos a los que seguir, que les representaran. Desde las marcas de ropa hasta el color de los partidos políticos. Las banderas. Los iconos. Todo estaba hecho para manipularlos. Para atraerlos. - El caos es lo que importa. No para quien se hace. Sólo el caos en sí. - continuó, mientras sus ojos comenzaban a moverse de un lado a otro, como si estuviera leyendo algo con una rapidez inusitada, mientras su sinapsis cerebral se encendía como los fuegos artificiales del fin de año.

- Las cosas pequeñas...- susurró dejando entonces los ojos fijos en la mano que aún tenia asida sobre sus pantalones, apretándola con firmeza, mientras tan despacio que casi parecía ir moldeándose en directo, sus dientes aparecían de nuevo debajo de los labios rojos y su sonrisa parecía adquirir una amplitud imposible para la boca de cualquier ser humano. - Los símbolos. Por todas partes. - comenzó a respirar agitado, de tal forma que era difícil averiguar si acaso estaba a punto de echarse a llorar, o riendo como un condenado.

Con un rápido movimiento salido de la nada, la mano libre agarró la cabeza de Lilith y con violencia, la arrojó sobre la cama, mientras él se subía a horcajadas sobre ella. No se esforzó en cogerle las manos, que liberó una vez ella estuvo tumbada. Las suyas estaban sujetando la cabeza de Lilith para que le mirara directa a los ojos. A esos ojos verdosos que habían recuperado el demente encanto que parecían haber perdido.

- ¡Todos los usan! ¡Tu, ellos, hasta Batman!- rió, mientras con una de sus manos le retiraba el pelo de la cara, para ver bien la de ella. - ¿No lo entiendes? ¡Los símbolos! ¡Las cosas pequeñas!- repitió, como si para ella debiera ser tan transparente como el payaso del crimen lo veía ahora.

Le observé con paciencia, escuchando su gruñido cuando hablaba de Batman... Se delataba él solo... Bajé mi mano y liberé su rostro para que se moviera a sus anchas, pero no lo hizo, se quedó ahí, así, pensativo, hasta que comenzó a murmurar algo sobre la importancia del caos acompañado por el movimiento errático de sus ojos que miraban a ninguna parte, sólo se movían como si leyera, como si viera algo...

De pronto y sin previo aviso, el Joker se movió con rapidez para tumbarme sobre la cama y colocarse encima mío. ¿Era solo yo, o el tema estaba algo subido de tono? En cualquier caso, no me lo esperaba en absoluto, así que fruncí el ceño pero no forcejeé. Él tampoco me sujetó las manos, pero sí el rostro para mantener el contacto visual en todo momento. Algo había cambiado en él. Algo... Algo se le había ocurrido. Sus movimientos, el brillo en sus ojos de la emoción, su sonrisa... Pero, yo no había hecho nada. Sólo le había provocado un poco, me había dejado llevar. ¿Era eso lo que el Joker venía buscando? ¿Hablar?

-Eres un visionario...- murmuré, sin entender muy bien a qué se refería, ya que a la distancia a la que nos encontrábamos podía oírme perfectamente. Sonreí con fingida seguridad, era cierto que todos usábamos los símbolos. Yo misma tenía un tatuaje de una pica invertida.

Coloqué mis manos en su pecho, alisándole como podía desde abajo las solapas de su americana y me pasé a los hombros para limpiarlos de polvo (o al menos hice ese gesto), para bajar mis manos hasta las suyas, enmarcando aún mi rostro.

-¿Qué vas a hacer ahora, J? ¿Querrás tomar algo mientras pules la idea o me abandonarás como el hombre que saltó por la ventana?- fingí sentir lástima e hice un pequeño puchero. En realidad no quería echarle, pero tampoco quería que se fuera, estaba siendo interesante y refrescante. Quería saber qué se le había ocurrido, qué pasaba por esa cabecita suya, a qué tendría que enfrentarme cuando diera comienzo su próximo espectáculo. No todo el mundo puede decir que tuvo una conversación como la mía con el Joker y vivir para contarlo. Porque doy por hecho que voy a seguir viva.

Trató de mantener la calma incluso cuando la arrojó sobre la cama poniendo su cuerpo sobre el de ella. No hizo amago alguno de defenderse, ni siquiera cuando sus caras estuvieron a una distancia tan corta como para saber qué era lo que la mujer había tomado en el garito por el aire cargado de alcohol de su aliento. Moviéndose con tranquilidad estudiada, planchó las solapas de su camisa, y luego sacudió sus hombros en un repaso habitual de pulcritud, que el hacía cada vez que tenía oportunidad de mirarse a un espejo.

- Me alegra que lo hayas notado. HAHAHAHAHAHAHA - su voz sonó con un retintín como de dama cortejada, para luego romperse en mil pedazos con la demencia de su varonil risa histérica.

Su actitud se volvió pedigüeña, y al poner esos morritos que por un momento fugaz le recordaron a su pequeña Harley, comenzó a notar la excitación natural que siente cualquiera cuando encuentra otra persona a la que desea abofetear hasta borrarle por completo esa expresión de la cara. Sujetó la cara de Lilith por la mejilla con la mano izquierda, mientras con la otra tomaba impulso pero a medio gesto de alzar la mano, recordó algo. Algo que había visto nada mas entrar en la habitación, mientras su cuerpo estaba enredado con el del otro hombre. Entonces deslizó su mano izquierda hasta su nuca cogiéndola con una firmeza que nadie habría achacado a un cuerpo estilizado y elegante como el suyo.

- Tu. - la miró a los ojos con esa expresión demencial tan exclusiva de su firma. - Tu tienes un símbolo. - rechinó los dientes mientras temblaba a causa del nervio puro producido por la inspiración que amenazaba con salirse por cada poro de su cuerpo. La mano derecha del payaso sujetó el Jersey y lo levantó despacio mientras la sonrisa se afilaba aún más en su rostro exponiendo el torso blanco de la mujer. No se trataba de desnudar su físico, se trataba de acceder al símbolo. Al icono y a su significado. Al secreto. Al código. Sus ojos se clavaron en la pica invertida, obviando por completo el resto del torso, como si careciera de importancia. - U-na-pi-cain-ver-ti-da. - con cada sílaba, su dedo índice golpeó la punta de la nariz de Lilith. La sonrisa del Joker se volvía mas grande por momentos, casi como si luchara contra la musculatura de su propia cara. - Y vas a contarme qué significa. - su dedo índice se deslizó hasta su barbilla, donde hizo presión para abrirle la boca un par de veces, como si se tratara de la articulación de un muñeco de ventrílocuo.

Una pica. Justo sobre el pecho. Igual que el murciélago.

Joker reaccionó como esperaba que lo hiciera. Después de todo, quería confirmar de primera mano si de verdad era un sádico y... lo comprobé. O casi. J me sujetó el rostro y levantó el brazo que le quedó libre para abofetearme con ganas y con fuerza, pero algo le detuvo, haciendo que deslizara su mano de mi rostro hasta mi nuca y sujetó con fuerza. Clavó su mirada en mí y fue levantando mi jersey con pasmosa lentitud, haciendo que se me pusiera la piel de gallina y me moviera ligeramente debajo de él. Lo siento para los que seáis gente sensible. Me parecía excitante la situación. De todas formas, sabía que a J lo que le interesaba mirar no era mi cuerpo, si no el tatuaje, y lo dejó patente dando unos golpecitos en mi nariz al ritmo que nombraba la marca que tenía de por vida en mi cuerpo.

Giré el rostro y le aparté la mirada, recelosa de contarle lo que significaba. Si lo hacía sabría que él tenía razón cuando inquirió en mi miedo al abandono y relleno esos espacios con placeres de una noche. Me bajé el jersey lo suficiente para que no me diera frío y le miré de nuevo.

-¿Qué importancia tiene?- le respondí desafiante. -Me traicionaron y esta es mi sutil manera de colgar sus cabezas de una pica. Se acabó la historia. ¿Qué más?- recuperé mi sonrisa con esa última pregunta. Enlacé mis manos con las suyas y con un muy estudiado y practicado movimiento, enredé mis piernas a su cadera y le giré, cambiando las tornas: él estaba abajo, y yo arriba. Respiré hondo sintiéndome en mi especialidad y me acerqué lentamente hasta su rostro.

-¿Qué pasa con tu símbolo? Tú tienes tu sonrisa. ¿Qué me dices de ella?

La gracia de montar un espectáculo enrevesado, era que en el fondo el mundo era un lugar de extrema simplicidad. Dinero, poder, sexo. Eran las tres cosas a las que se debía recurrir si querías tener un papel de importancia en la estúpida pantomima de la vida. Lo que la gente no sabía es que el tipo que estaba intentando robar el protagonismo a las verdaderas estrellas era tan patético, desgraciado y suertudo como podía serlo cualquiera de los demás. Sólo había que quererlo, y hacer algo por tenerlo. Reconocía con claridad muchas señales, y entre ellas estaba la inequívoca herramienta que le daba ventaja sobre las mujeres a las que había permitido estar a su alrededor. A Lilith le gustaba la situación, lo que significaba que el sexo quedaba descartado de inmediato. Las chicas se vuelven mucho más serviciales ante la expectativa.

- Oh, la tiene, a menos que no quieras conservarla. - su sonrisa se contrajo un segundo. Sólo con mirarla le hizo saber que a menos que le diera algo jugoso, esa pica podía acabar colgando en el filo de una navaja. - Vaya, vaya. Así que te han pegado fuerte. - su mano se apoyó por completo sobre su esternón, cubriendo por completo la pica. - Justo sobre el corazón... una metáfora muy simple. - apretó los dientes.

Que quisiera soslayar el tema no hacía si no evidenciar aun más su fragilidad emocional. Un buen filón del que siempre podría tirar llegado el momento, siempre y cuando le hiciese falta. La pica como símbolo de venganza. La pica como el odio, la ira, el miedo a la soledad. La excusa con la que encontrar y conocer a otros... a través del dolor. Su mente bullía de actividad como si fuese una olla a presión a punto de explotar, salpicando todo con su genialidad. Se relamió sus labios rojos, mientras obviaba el hecho de que la mujer estaba rodeando su cintura con las piernas, y sólo salió del torrente de ideas cuando notó que le impulsaban. La mujer intentó ponerse sobre él, a lo que respondió haciendo fuerza con la cadera y los brazos, haciendo que continuaran el giro completo y cayeran por el borde de la cama. El cuerpo de la doctora amortiguó la caída.

- Chica traviesa. - sonrió mientras colocaba su antebrazo sobre su cuello y empezaba a ejercer la suficiente presión como para que Lilith tuviera de qué preocuparse. - Como es la primera vez, te lo voy a dejar transparente como ese cristal. HAHAHAHAHA. - señaló la ventana sin cristal que el tipo había roto en su abrupta huida, mientras su presión se hacía aún mas tenaz. - No me gusta que me interrumpan mientras estoy trabajando. - su rostro se acercó tanto mientras la asfixiaba que su nariz chocaba contra la mejilla de la mujer. - Gracias por sus servicios, doctora. - sonrió, levantándose después como si tuviera un muelle en ambas pantorrillas.

Se abrochó de nuevo los puños de la impecable camisa, buscó los zapatos y se sentó en la cama, haciendo la lazada. Se abrochó la chaqueta, pertrechándose hasta quedar impoluto, y por último se peinó con las manos colocando hasta el último pelo en su sitio. Ya tenía todo lo que le hacía falta. Ahora sólo necesitaba tiempo para ponerlo en orden. Para explotar y exprimir esa idea hasta que se convirtiera en el foco central que alumbrara al protagonista que ese nuevo universo necesitaba. Estrellato, una vez más, allá vamos.

- Ha sido una visita encantadora. ¡Espero repetirla pronto!- cualquiera habría dicho que la sonrisa de Joker había adoptado un aire distendido. Estaba a punto de salir de la habitación cuando se giró, como si acabara de recordar algo. - ¡Ah, y recuerde, la risa es el mejor remedio para todo! - una carcajada sádica resonó por el cuarto, mientras la figura forrada en un traje violeta ponía rumbo a la salida.

[OOC: Salvo que le detengas de algún modo, Joker abandona la habitación. Si no, responde tu reacción y yo cerraré el tema. Un placer postear, mi musa de picas.]

El movimiento no salió como esperaba. Normalmente los hombres se dejaban hacer en esa situación: solía pillarles de improvisto y solía gustarles también, por lo que no forcejeaban. Pero, J no era como los demás, claro. Un descuido por mi parte.
Él continuó el movimiento y me apresó contra el suelo cuando caímos de la cama, presionando mi garganta con su antebrazo lo suficiente como para que llevara mis manos a su brazo y frunciera el ceño, emitiendo casi un gruñido en forma de protesta, que pronto se convirtió en una sonrisa pícara pero llena de falsedad. Deseaba quitármelo de encima y patearle la entrepierna, pero sabía que eso no me traería más que problemas en un futuro, para mi gusto, demasiado cercano.

Sin embargo, sabiendo eso, dejé de forcejear cuando se acercó tanto a mí que pude oler hasta el último matiz de su aroma, su piel junto a la mía, su aliento en mi oído. Fue algo que pese a no haberlo exteriorizado, me dejó helada. Estaba indefensa, y si él quería podía acabar conmigo en cuestión de segundos ...dadas las circunstancias. Procuré poner mi mejor cara y asentí a su dirección, sin apartar mi mirada de la suya.

-Oído cocina.

Tras aquello, se levantó y se arregló las ropas, se puso sus zapatos y se dispuso a salir por la puerta de mi habitación agradeciendo la visita. Que quería repetirla. ¡Quería repetirla! En menudo lío me había metido. Le acompañé hasta la puerta de salida ignorando a su gorila con dificultad, su tamaño era considerable, y me apoyé en la puerta para asegurarme de que se iban.

-Mándame un mensaje antes y compraré batido de chocolate para ti- comenté con ironía, despidiéndome con la mano.

Cuando les perdí de vista de la escalera, cerré la puerta con llave y me quedé mirando esa tabla que se suponía que tenía que mantener a los locos fuera y no me sentí del todo segura. Fui al salón y cogí una silla, la coloqué bajo el pomo impidiendo que se abriera y asentí en silencio. Así sí, mucho mejor.
Me llevé las manos al pelo, sin creerme lo que me acababa de pasar y solté el aire de golpe. Ifrith. Busqué a mi compañero y le encontré encerrado en el baño, le acaricié y le hice ver que estaba bien y me abracé a él.

Esa noche me iba a costar dormir.

Salieron del piso con paso firme. Sus gorilas le siguieron por el pasillo, avisando al que se había quedado a vigilar el coche de que se disponían a volver a la gris, triste y deprimente ciudad del murciélago. Del recuerdo de su visita sólo había quedado un tocadiscos con una canción a medio sonar, un brick gastado de batido de chocolate, y una ventana por la que entraría bastante fresquito ahora que ya no tenía cristal para aislarla de fuera. Pero para el payaso del crimen había sido más que eso. Era la segunda vez en la vida que alguien de Arkham le ayudaba a recobrar la inspiración. Ahora todo empezaba a fluir como lo había hecho siempre. Su mente brillante volvía a hacerse notar. Todo estaba bien.

- Ha sido una noche de lo más productiva. - el payaso se acomodó en el asiento trasero del automóvil, y puso las manos tras la nuca, mirando al techo. Su sonrisa volvió a su rostro de manera permanente, mientras iniciaban el viaje de regreso. Durante todo el camino no dijo ni media palabra, pero sus ojos se movían en ocasiones de lado a lado, como si estuviese metido de lleno en la fase Rem. Sus esbirros, que se sentían bastante incómodos cuando sucedían esas cosas, se decantaron por mirar hacia otro lado mientras el príncipe payaso del crimen farfullaba entre extrañas carcajadas en voz baja.

Cuando llegaron a la guarida, el Joker casi bajó del coche antes de que se detuviera. Entró a buen paso, con expresión firme y decidida y chilló a los cuatro vientos:

- ¡No quiero que nadie me moleste!- se metió en su despacho, y cerró con un portazo, después de haber colgado su cartel favorito de "Genius At Work". Tenía dibujada una carita sonriente con una foto de un cerebro pegado en la cabeza. Lo cual suponía que el Joker estaría durante mucho tiempo metido en esa sala.

Los gorilas se acomodaron, y dejaron sus armas sobre la mesa, mientras sacaban algo de comer que habían comprado de camino. Mientras desenvolvían sus hamburguesas pringosas, las risas de las hienas se escucharon de fondo justo antes de recibir su ración de comida.

- ¿Crees que esa mujer habrá llamado a la policía? - preguntó uno, impregnando de ketchup las patatas.

- Qué mas da. Si lo ha hecho desde luego no ha servido para nada. Ni nos han detenido ni nos ha seguido nadie. Además, por raro que suene, no creo que a la tipa le disgustara del todo tenernos allí.- comentó el otro, acabando de un solo bocado con la mitad de su hamburguesa.

- ¿Qué quieres decir con eso?- preguntó el otro, sorbiendo el refresco.

- Piénsalo bien. En todo el tiempo que hemos estado allí no ha hecho amago de salir corriendo, ni llamar a la poli. Ni siquiera ha gritado ni una sola vez. ¿Cuántas veces ha pasado eso, desde que trabajas para joker?- durante un rato, se hizo el silencio mientras masticaban, apurando la cena. - Creo que esa loquera es otra de esas que sienten curiosidad por el Joker. Igual que Harley. - El hombre levantó la vista y encontró el rostro de su compañero pálido por completo. Al darse la vuelta vio a la arlequina, y empezó a atragantarse.

Por norma general, el payaso no daba muchas explicaciones. Si no tenías que saber algo preguntar podía ser tu tren de ida a un disparo entre ceja y ceja. Ni la arlequina se habría atrevido a poner en duda sus procedimientos. Pero si algo era jugoso, y los chicos lo hablaban, no hacía nada malo escuchando... ni obligándolos a confesar hasta el último detalle de porqué su pudding volvía a las tantas de la noche con una sonrisa de satisfacción y oliendo a perfume de mujer.