¡La vuelta al cole![Lilith Belmont]

12 de Septiembre del 2018

¡No puedo creerlo! ¡Puta mala suerte! Todo por pasar por el peor sitio en el peor momento. ¿Cómo iba a saber yo que justo hoy empezaban a volver los niños a clase? Había hecho lo peor que se podía hacer. Pasar por la puerta de un colegio. Miles de padres histéricos, gente corriendo y críos llorones que no paraban de agarrarle a las faldas de sus madres al grito de "NO QUIERO BUAAAAAAAH BUAAAAAAAH" por todas partes. Intenté pasar lo más rápido posible entre la gente, procurando dejarlo atrás lo mas pronto que pude. Cuando ya me estaba alejando, y podía volver a escuchar el dulce sonido de los coches, los vendedores ambulantes y los insultos, me interceptaron dos figuras de uniforme.

-¿A donde crees que vas?-me preguntó uno.

- ¿Eh? - pregunté. Me salió solo.

Me quedé allí mirando sin entender qué querían, primero a uno, luego a otro, luego al primero otra vez. Allí fallaba algo. Realmente lo decían por mi. Estaban plantados de pie, con una sonrisa falsísima, sin perderme de vista. ¿Qué había hecho ahora? ¡Pero no si había empujado a nadie, ni nada! Eran dos policías altos, uno de ellos panzón y el otro con uans gafas raiban de aviador que seguro que le había regalado la novieta. Madre mía, por la mañana.

- ¿No tienes que ir al cole?-me preguntó el gordo, agachándose en cuclillas y mirándome aún sonriente.

Me quedé totalmente rota allí mismo. Una sonrisa nerviosa apareció en mi rostro, lo cual solo agravó la terrible impresión que les había dado de que estaba intentando hacer novillos. Pero solo estaba allí intentando no montar un escándalo. Aquella afirmación y esa forma de tratarme me había pillado tan de imprevisto hoy que no sabía por dónde cogerlo. No fui capaz de responder nada.

- ¿Donde están tus padres? ¿Están por aquí?-preguntó.

Yo seguí sin responder nada. Es que no podía creérmelo. ¿En serio? Pues sí, y tan en serio. Estaba tan descolocada que no se me ocurrió ni salir corriendo. Es que ni siquiera... Bueno, normalmente les evito como a la peste, pero solían pillarme con otras cosas entre mano. La perspectiva era muy diferente. ¿Pero por hacer peyas? Bueno pues con esa tontería acabé sentada en una silla de la comisaría. Intentaron encontrarme en los registros y evidentemente no pudieron. No tengo papeles. Así estuvieron toda la mañana. Entre eso y preguntarme cosas que no fui capaz de contestar. Al final decidieron hacer una llamada a un psicólogo de guardia, o algo así. Decidieron por su cuenta que debía haberme pasado algo horrible, entre mis pintas y el hecho de que no hablaba. No es que no pudiera claro, es que aún estaba intentando asimilar lo que me había pasado. Estábamos esperando que llegara. Estaba sentada con las piernas colgando de la silla, los ojos muy abiertos y la mirada perdida. Aún no podía creérmelo. Llevaba veinte años huyendo de ellos, y hoy, hoy van y me pillan por que piensan que intento saltarme el cole. Im-presionante

Desde que me hice doctora quise ofrecer mi ayuda a quien lo necesitase, en especial a niños y niñas que como yo tuvieran un duro comienzo en la vida, hasta que consiguieran algo mejor, como me me pasó a mí cuando Charles llegó a mí. Ya me habían llamado varias veces de la policía buscando mi ayuda con niños problemáticos o maltratados y, por suerte, pude ayudarlos a todos.

Ese miércoles me llamaron mientras atendía a un paciente en Arkham y les dije que iría a la comisaría tan pronto como me fuera posible, es decir, al terminar esa sesión que tenía en curso. No era mi estilo responder a llamadas en mitad de una sesión, pero ese número jamás lo ignoraba. Así pues, media hora más tarde, me estaba dirigiendo a Nueva York en mi coche y sin escuchar música pues no me gustaba distraerme de ese tipo de casos. Cuando llegué a la comisaría entré con decisión y salude a Carl, el celador de la entrada, preguntándole por su mujer -lo cierto es que era un tipo majísimo y que desde el primer momento que tuve que pisar esa comisaría me hizo sentir como en casa. Otro guardia que no conocía me indicó a dónde debía ir a pesar de que yo ya conocía el camino y me encontré con una niñita de pelo moreno, sonrosadas mejillas y con la mirada perdida. Me acerqué a ella y me coloqué apoyada en mis rodillas a su lado, para estar más o menos a su altura y no resultar intimidatoria al ser más alta que ella y la saludé.

-¡Hola, preciosa!- levanté mi mano a modo de saludo y al no recibir respuesta alguna miré a uno de los policías, el que parecía más simpático, y volví a la pequeña. -Estos hombres grandotes de ahí me han dicho que te han pillado intentando escaparte del colegio, ¿no te gusta ese lugar?... También me han comentado que no hablas... mucho-. Tendría que probar con otra táctica diferente, así que opté por la más fácil de todas en los niños: la comida. Me acerqué al policía que estaba con nosotras y le pedí en voz alta para que la pequeña me escuchara...

-Disculpa, sé que a lo mejor es mucho pedir pero, ¿podrías ir a buscarme un bollo relleno de chocolate? De esos que son todo azúcar, y que cuando los muerdes el chocolate fundido se te escapa y te mancha... Me muero de hambre, ¿y tú?- le pregunté a la morenilla que estaba sentada al otro lado de la sala, la cual pareció escuchar que hablaba de comida. -¿Quieres algo de comer? ¡Invito yo!

Volví la vista al policía por un segundo para suplicarle que colaborara y fuera a por aquello que le había pedido, porque además así seguramente sería más fácil que la pequeña se abriera y hablara, sin ese hombretón ahí vigilando.

No se cuanto tiempo pasó hasta que oí que alguien se me acercaba. De la nada apareció una chica guapa, guapísima. Con la piel muy blanca, los ojos claros y el pelo como rosado. Me hizo levantar la mirada al ponerse a mi nivel y me quedé allí, mirándola, con los ojos abiertos. Automáticamente sentí una envidia malsana por ella. Así es como yo debería estar. No aquí, sentada, como si fuera una delincuente, sólo porque se piensan que me he saltado el colegio. Esperando que buscaran a alguien que se responsabilizara de mi. Yo ya no pintaba nada allí. Debería estar trabajando. Ligando en bares. Teniendo un novio que me recoja los sábados. O un marido que me saque a cenar los viernes, mientras una adolescente se queda con mis churumbeles mestizos. Pero en lugar de eso, allí estaba. Sentada en una silla, sin que me llegaran siquiera los pies al suelo.

Negué con la cabeza con expresión triste en el peor momento, pero no porque estuviera respondiendo a su pregunta sobre el colegio. Lo hice porque mi cabeza había vuelto a la carga con esos pensamientos que me hacían darme cuenta de hasta qué punto era injusto lo que me pasaba. La vida que me había tocado vivir por mala suerte, o peor, la que estaba destinada a vivir, por algún plan cósmico que desde ya, de mi parte y con mis mejores deseos, podía irse a tomar por el grandísimo culo.

Consiguió sacarme de esa espiral al mentar la comida. No había desayunado, y llevaba horas sin comer. A eso me dirigía cuando me interceptaron los policías, pero con el mal trago, ni siquiera se me había ocurrido que tenía hambre. Levanté la vista encontrándome otra vez con la chica. Intercambié con ella una mirada intensa. No podía odiarla por que ella tenía una vida normal y yo no. La envidia sería algo que me guardaría para mí. Después de unos segundos, asentí tímidamente con la cabeza, aún con esos ojos tristones. Luego volví a mirar hacia abajo, apoyándome contra el respaldo y metiendo las manos dentro de mi sudadera, quedándome quieta, con expresión ausente. Yo no tenía ni idea, pero desde luego, entre las pintas y el modo de actuar, lo menos que cabía esperar es que me hubiera pasado algo horrible.

floooooo:

La pequeña me miró con carita de pena y asintió a mi invitación de comida, como esperaba. Sonreí para mis adentros y me dirigí al policía al que le estaba pidiendo el recado.

-Que sean dos, por favor. Y...- bajé la voz- tómate algo, necesito estar a solas con ella- añadí en un susurro mientras le daba unos billetes. Le di unos golpecitos en el hombro y prácticamente le eché de la sala, empujándole sutilmente incluso. Una vez me deshice del hombretón cerré la puerta y fui a sentarme en el suelo a los pies de la niña. La observé un rato mientras ella seguía absorta en sus pensamientos, seguramente bloqueada por lo que le hubiera pasado que la había dejado así; balanceaba sus pies que colgaban del borde de la silla sin llegar al suelo aún, se medio escondía en su jersey guardando sus manos en el bolsillo de éste y sin decir nada.

-¿Cómo te llamas? Yo soy Lilith, pero puedes llamarme Mindy- me presenté para abrirle paso a la conversación, guiñándole un ojo. -He mandado a ese antipático a por nuestra comida, así podremos estar solas. ¿Tienes mucho hambre?

No quise avasallarla a preguntas, así que por el momento dejaría esas dos en el aire hasta que me contestara o hasta que llegara el policía con los bollos ya que en el estado en el que estaba, no parecía sensato agobiarla. Después de todo era una niña y se ponían nerviosos con rapidez.

Mandó al tipo lejos. Así mejor. La verdad es que los polis no me habían dado nunca mucha confianza. Se acercaban a ti con buenas maneras, diciendo cosas como “tranquilo” y “baja el arma” y luego siempre se te tiraban encima, te electrocutaban con sus táser y te caía una paliza Skin de la que luego nadie era el responsable. Por no hablar de los prejuicios raciales. Sé que la gente dice que es un cuento chino de las televisiones sensacionalistas, ¿pero eso no es ya de por si racista? Quiero decir, las historias chinas son mucho mejores que esas porquerías que se inventaban en la tele, pero a lo que iba, que me disperso. No quiero hablar con la poli y ellos en el fondo no quieren hablar conmigo. Soy un fantasma. Un problema burocrático. Lo mejor que podía pasar es que me enviaran a una embajada al azar o pidieran órdenes para comparar mi perfil con el de otro, y entonces sí que iba a tener un problema. ¿cuánto tardarían en encontrarme como persona desaparecida? Si es que estaba realmente registrada como una. No sé. Todo era un lío. A nivel de papeles no tengo idea de si existo siquiera.

- Tortita.- respondí en un susurro, al tiempo que miraba la figura del policía al fondo del pasillo. Lilith era más bonito que Mindy. Mindy era como se llamaba el típico personaje de película romántica que le quitaba los novios a sus amigas, capitana de las animadoras y reina del baile a la que la chica regordeta y fea odiaba por meterse con ella y hacerle la vida imposible. Pero luego la regordeta iba al gimnasio, se depilaba un poco las cejas, se echaba colorete y acababa convertida en una tía buena en potencia que triunfaba sobre el mal encarnado en esa adolescente que le había amargado el instituto, y a la que por fin la vida le daba una lección en forma de “Ja, ¿lo ves? ¡Tu eres guapa y tienes éxito, pero ahora yo también, CHUPATE ESA!”.  Creo que entenderéis fácilmente que detesto ese tipo de películas. Cuando me preguntó sobre el hambre asentí con la cabeza, y volví a mirar al pasillo. No quería que nadie me oyera. Me estaba yendo bastante bien con el perfil de niña callada. Con suerte me libraría si jugaba bien mis cartas. - Lilith, Quiero irme de aquí. ¿Me ayudas?- le pedí, suplicante, con los ojos brillantes. Sólo salir del edificio. Luego ya vería cómo escaquearme.

En cuanto el policía se dio la vuelta para marcharse y yo volvía al lado de la pequeña niñita con su dientecito roto que la hacía parecer aún más adorable, me dijo que se llamaba Tortita. ¿Se puede ser más mona? Parecía tener miedo, se revolvía en la silla, retorcía sus manitas dentro del bolsillo de su jersey... Me pidió ayuda para salir de allí. Eh, eh. Para el carro. ¿Salir? Pobre...

-Lo siento, pequeña Tortita. No podemos irnos así como así, primero tenemos que hablar un poco y después iremos a donde quieras. Incluso te llevaré a comer algo en condiciones- me callé un segundo, barajando la posibilidad de estar sonando como uno de esos secuestradores de niños, los cuales sobornan a los pequeños con comida y dulces. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y negué un poco con la cabeza-. O no, como prefieras. Pero tendrás que ayudarme tú a mí, ¿vale? Te haré unas preguntas y tú intentarás contestarlas lo mejor que puedas, ¿vale? ¡Tú eliges el sitio donde comer!- terminé con una sonrisa en los labios, esperando que ese trueque de ayudas motivara a la pequeña.

Cogí unos papeles y me senté en el suelo a su lado, para hacérselo más fácil y menos intenso. Nombre real, edad, procedencia, nombre de los padres... Eran preguntas sencillas, así que me sentía bastante optimista en cuanto a su colaboración. Sostuve los papeles en alto en una mano y un bolígrafo en la otra mano, también en alto, en señal de emoción.

-¡Empecemos!

Bueno, estaba claro que el intento resultaba bastante estúpido, pero nunca sabrás cuando va a dar resultado la cosa mas tonta que se te ocurra. Una vez pasada la opción mas sencilla, ahora era momento de agudizar el ingenio. Encontrar la manera de marcharme podía depender de algo tan estúpido como pedir ir al baño y colarme por... un momento. ¿qué era eso? ¿PASTELES?

- Bueno. - comenté, intentando parecer cohibida aún, después de mirar a izquierda y derecha, como si me diera vergüenza hablar delante de alguien más. - ¿Puedo comerme un pastel primero, por favor?- pedí, con una inocente sonrisa.

Cargar un poco las baterías me vendría bien. En cuanto me diera el visto bueno, alzaría la mano, esperando que ella me diera uno, y en cuanto lo tuviera empezaría a hincarle el diente sin preocuparme por tonterías tales como cerrar la boca al comer, retirar el papel que lo envolvía, o no mancharme la cara con lo que fuera que lo cubriera, me daba igual crema, que glasé, que chocolate. Mordí un trozo del delicioso pastelito, notando el reconfortante sabor dulce bailar durante un rato en mi paladar, haciendo que me hormigueara toda la lengua. Me dejó comer tranquila, sin apremiarme, pero después comenzó con el mismo rollo de siempre. Primer obstáculo. Nombre.

- Tortita. - respondería sin dudar. Ahí habría un clásico silencio, y luego, como solían decir, me pedirían el "nombre real" - Tortita. - volvería a decir con un asentimiento de la cabeza, poniéndome seria entonces, como si no llegara a comprender bien el motivo que les llevaba a preguntarmelo tantas veces. Como si ese fuera el nombre más normal del mundo, y mi obcecación, natural del que jura y perjura que de verdad se llama pepe. -  Siempre me han llamado así, desde que recuerdo. Nunca me he llamado de otra manera. - añadí, intentando darle veracidad a mis palabras con cierto tono quejumbroso, que solía delatar a los niños cuando están diciendo la verdad, o lo que ellos creen que lo es.

Si todo iba a ser igual, eso podía durar años, y si eso iba a pasar, mejor estar segura de que podía tomar otro pastel. Alargué la mano, sin decir nada, pero ladeando la cabeza, con expresión pedigüeña. Vamos tía. Suelta el azúcar.

Esta niña me está vacilando, ¿no? En fin... sé paciente, Belmont. Es una niña. Sonreí amigable y seguí la dirección de su mano y su cabeza: quería comer. Volví a mirarla y moví la cabeza como quitándome una idea de la cabeza. Miré los dulces que quería alcanzar la niña.

-Tortita, ¿eh?- le "pregunté", sin mirarle a los ojos. Cogí un dulce y me llevé un trozo a la boca. Mmmmm delicioso. Clavé mis ojos en ella y la escudriñé profundamente, después le di un dulce entero para ella. Me quedé observándola con cautela. No hablaba como los niños de su edad... A propósito ¿cuántos años tenía? ¿Nueve? ¿Diez? Parecía muy madura para su edad, lo cual despertó mi curiosidad. ¿Cuál habría sido su pasado? ¿Habría sido de buena familia, y tuvo por ello una excelente educación? ¿Algún trauma de la infancia que le haga cubrirse bajo esa fachada de niña dura e independiente? ¿Ningún familiar que la eche en falta? ¿Nadie? ...Demasiadas preguntas sin respuesta.

-Si lo prefieres, Tortita, vamos a comer. Pero tienes que prometerme que me dejarás ayudarte. Alguien tiene que estar buscándote...- De hecho... -¿No deberías estar matriculada en algún colegio? Los agentes me han dicho que te encontraron escaqueándote de las clases.

Me levanté y guardé los papeles en el bolso. Después me dirigí al agente que estaba en la puerta y le dije que ya tenía la información que necesitaba y que me encargaba de ella, por lo que necesitaría firmar algún papel como que me hago responsable de la pequeña hasta el final del día, luego volvería con ella. ¿No? Con suerte contactaría con su familia.

¿Estoy lista para salir de aquí con ella, y volver después con ella? Tiene pinta de ser escurridiza, pero no tiene aspecto de ser mala. ¿Y ella? ¿Estaría dispuesta ella?

¡POOOOOOR FIIIIIIN! Trae pacá el chocolate, coño. Cogí el dulce que me había dado, le di un bocado de esos que hacen que la lengua te hormiguee con el azúcar, y entonces se te deshace y notas que el relleno se te sale por todos lados como pasa con la leche en el porno de dibujos animados japonés. Mastiqué rápidamente y di un bocado y luego otro. Que rico, por favor. Mientras me llenaba toda la cara del chocolate miré de nuevo a la tipa y allí estaba, mirándome, sin parar. Me quedé totalmente quieta, desvié los ojos y volví a mirarla. ¿Que esperaba, algo?

- Eh...¿gracias? - pregunté, insegura de si era eso o no.

Luego volví a mi bollo. Otra vez llamándome peyera. ¡Que yo no he hecho peyas, joer! No lo entendieron los estúpidos cabezas cuadradas con porra y ahora le lavan la cabeza a esta mujer. ¿Pero como no va a ir mal el mundo si nadie escucha a los niños? ¡Es que nadie piensa nunca en los niños!

- Mentira. No estaba en el cole. No en ese cole. Tampoco en ninguno. - expliqué con esa construcción de frases que no dejaba a los adultos entender nada, y que los niños usaban cada dos por tres- Me vieron en la calle y me trajeron aquí. Yo ni siquiera quería venir. Pero no está mal, porque puedo comer bollos.- añadí, aprovechando la ocasión para coger otro.

Quién sabe cuando se acabaría la ocasión, así que lo mejor era aprovecharla al máximo.

- ¿Y que pasa si nadie me busca? ¿Me puedo ir? - yo ya sabía que evidentemente no, claro. Pero oye, por preguntar que no quede, ¿no?

-De nada- le dije, con una sonrisa. Qué mona. Pero lo que dijo a continuación me llamó la atención. -¿No...? ¿A ningún cole? ¿Y a qué te dedicas? Si se puede saber- le pedí explicaciones, ese permiso para saber qué hacía durante el día era totalmente falso. Era muy joven para valerse por sí sola sin que la gente se aprovechara de ella.

-No me has dicho nada de tus padres. Porque tienes... Tienes padres, ¿verdad?- le pregunté sin mucho tacto, a decir verdad, pero con cautela. Era una pregunta complicada para cualquier persona, de cualquier edad y, en especial, para una niña.

La vi comerse el bollo, y otro. Al final le dije que podía comérselos todos, que yo no tenía hambre.

-Si nadie te busca... Bueno, tendría que avisar a los servicios sociales, pero podríamos mantenernos en contacto. Puedo cuidar de ti si fuera necesario...- lo cierto es que no lo pensé mucho, pero bueno. Estaba dicho.

En serio. Podría haber estado comiendo azúcar y chocolate durante el resto de mi vida. Quizá lo hiciera. El caso es que los bollos estaban de muerte, y cuando ella me cedió los suyos, no tuve ni medio problema en coger y empezar a comer a dos manos, como lo haría cualquier actriz porno en una fiesta de salchichas.

- Patino. Me gusta. - respondí mientras masticaba. Uff, tenía el estómago a reventar, pero aún así no podía parar de comer. A veces pasan esas cosas, pero claro de tanto comer dulce lo que me estaba empezando a dar era una sed tremenda.

Cuando me dijo lo de mis padres, dejé de comer. Durante unos segundos me quedé allí, mirando mis manos llenas de chocolate, y luego levanté la vista para encontrarla con la de Mindy. Me daban ganas de preguntarle si estaba en serio, pero como suele pasarme, a veces se me olvida que la gente cree que tengo siete años. No se cómo, por que no paran de recordármelo todo el tiempo. Pero pasa.

- Mi padre se fue a luchar a Irak. Mamá decía que allí, papá se convirtió en una estrella fugaz y se fue al cielo, y por eso nos regalaron una medalla de estrella. - expliqué con eser tono de voz que a menudo hace que a un adulto le remuerda la conciencia. Ese con el que están hechos todos los anuncios de las Ong. - Hace un año mamá se puso mala en el hospital. Dijo que papá la necesitaba en el cielo, y que por eso tenía que ir con él. - dejé los bollos a medio morder sobre la mesa y me limpié las manos contra la sudadera como si no me importara lo mas mínimo mancharla.

Me quedé en silencio durante un rato. Todo eso no era más que una bola claro, pero había tenido que vérmelas así mas de una vez, y no os haríais una idea de las veces que puedes librarte de las cosas dando penita. Cuando dijo lo de los servicios sociales se me puso la carne de gallina. Eso sí que era un problema.

- No, no quiero. A lo mejor puedo encontrar a un hombre que me cuide. - dije, inocentemente. Entonces se me ocurrió una idea. Aunque no sabía hasta qué punto me encontraba en disposición de tomarle el pelo a la doctora, lo intentaría aunque fuera un poco.

La observé con detenimiento, de arriba a abajo: desde la punta de su coleta, pasando por el azúcar en sus manos, hasta los cordones de sus zapatillas.

-¿Patinas? ¿Y se te da bien? A mí también me gusta, quizá algún día te dejé darme una paliza patinando, no se me da muy bien- le propuse con una sonrisa como para quitarle hierro a la situación en general. Era demasiado pequeña y aún así... Parecía muy madura para su edad. Demasiado.

Lo que dijo de sus padres casi me parte el corazón, pero tenía yo una carcasa con el tema "padres" que nadie o casi nadie conocía que me hacía no sentir mucho respecto a ello. Pero a ella parecía sí importarle y, ¡cómo no! Pero si sólo tenía... siete años... Siete años, como yo cuando me ocurrió todo aquello con mis padres... Hice una mueca para evitar mirarla con pena y con cara de boba y negué con la cabeza levemente.

-Y desde entonces, estás sola...- pensé en voz alta sin darme cuenta. Entonces dijo que no quería servicios sociales, pero que a lo mejor podía encontrar a un hombre que la cuidara. ??????????????? -Lo siento, Tortita. No funciona así. No puedo dejarte salir de aquí sin un tutor legal que responda por ti. No estaría... bien. Y además, ¿no prefieres estar con una mujer?

- Si. Se me da bien. Ya se patinar en la U grande, como hacen los chicos mayores, y casi nunca me caigo. - dije con un tono super orgulloso. - ¡Además, podría enseñarte a patinar! ¡Yo lo hago chachi guay!- añadí animada por un momento con un toque de monería.

Entonces pasó todo el momento drama, y pude verle en la cara que lo de mis padres le había tocado muy hondo. Mucha, pero que mucha penita. Su reacción a lo de los hombres fue la que esperaba, lo que sólo podía significar una cosa. No se lo esperaba. Por ahí hay que tirar. Si consigues que un psicólogo se asuste lo bastante igual sale para llamar a alguien, lo cual significa ¿que? Din,din,din,din, posible momento de fuga.

Abrocháos los cinturones y sacad vuestros libros de Freud. Esto va a estar divertidísimo.

- No. - respondía muy segura, negando con la cabeza, limpiándome las manos pegajosas con una servilleta que me alcanzó y que se me quedó pegada a los dedos. - Las mujeres son malas. Me gustan mas los chicos. Ellos siempre se portan bien conmigo. Me compran cosas. - la mire con cierta culpabilidad, mordiéndome el labio y miré otra vez a mis manos. Hice por limpiarme mientras se me quedaban pegados papelitos a la palma y a los dedos, y desintegraba la servilleta en pedazos pegajosos, montando un estropicio.

Durante un rato no dije nada, y sono a que me había callado por que había contado algo que no debía.

- Me gustan los chicos mayores. Me hacen caso. - añadí después para el cuello de mi sudadera, totalmente por lo bajini, y volví a callarme mirándola como si acabara de contarle un secreto.

¿Qué opina de eso, doctora?

Alcé mis cejas en un movimiento casi imperceptible y me eché ligeramente hacia atrás. ¿Qué es lo que había dicho? ¿Que los chicos mayores, los hombres, la hacían caso? ¿Y qué? Puede que sólo haya coincidido con mujeres que no son muy dadas a los niños, ¿no? Negué con la cabeza.

-¿A qué te refieres con que te hacen caso, Tortita?- le pregunté seria. Podía ser una niña de siete años pero desde luego no hablaba como una. -Sé sincera si no quieres que llame ya a los servicios sociales. Tú eliges. O ellos o yo. Y sé sincera conmigo.

Algo me olía a chamusquina, pero no sabía lo que era.

-Es más, voy a llamarles ya. Tengo que reportar tu situación, después les diré si tienen que venir a por ti o si me encargo yo- dije tajante, yendo a por el teléfono que había sobre la mesa. Si no quería colaborar que no lo hiciera, yo tampoco se lo iba a poner tan fácil si quería jugar.

OFF :

- ¡No! ¡no les llames!- supliqué bajando de la silla y cogiéndola de la mano en la que no tenía el teléfono. La miré con mi mejor cara de cachorro, mientras hacía como que me debatía entre contarle una cosa o no contársela. La miré como si temiera que me echara la bronca y luego hice pucheros, como si estuviera a punto de echarme a llorar. - No quiero ir. Me da miedo. - le dije, mientras trataba de contener los sollozos.

Pues no me había librado de esas haciendo cosas de ese tipo. Al principio era real, siendo mucho más pequeña. A partir de los trece o catorce, se convirtió en un recurso. Las mujeres de verdad tienen pechos y lo aprovechan. Yo no tenía esa opción, así que había tenido que buscarme otras herramientas, y a decir verdad, casi funcionaban mejor las mías.

- Hablan conmigo, y me dan de comer. A veces me compran juguetes. - me mordí el labio, como si en cierta manera creyera que estaba haciendo algo mal. Haciendo uso de todos mis recursos humedecí mis ojos, y la solté, volviendo a sentarme sin mirarla durante un rato, mientras hipaba. - Jugamos... al pilla pilla. Al escondite. A los papás y las mamás...- al decir eso, se me quebró la voz, y entonces me encogí y me abracé las rodillas, mientras empezaba a temblar. A ver a donde llevaba eso. Quizá era mejor intentar irme con los de servicios sociales. Seguro que podría darles esquinazo. De todas maneras, ya tenía fichada la ventilación. ¿Me daría tiempo a salir por ahí si encontraba algún respiradero?

Tortita me cogió de la mano y tiró de mí para que no llamara a los servicios sociales, poniendo una cara de pena increíblemente trabajada. Mala suerte pequeña. Tendría que intentarlo con algo mejor que eso. El miedo era un buen recurso. Me paré y fui a confortarla.

-¿Miedo? ¿Alguna vez te han maltratado en los servicios sociales?- no lo creía, pero la pobre se estaba marcando un papelazo que no era la primera vez que veía. Sin embargo, consiguió colarse por una pequeña rendija que había en mi pecho, alcanzando mi corazón y haciendo que me lamentara por ella.

-Está bien... Tranquila...- acaricié su espalda como solía hacerlo mi madre en mis recuerdos, lo que me hizo sentir algo melancólica por un momento. -Tienes que ayudarme a encontrar una solución, Tortita. E irte sola no es una opción. Podemos buscar juntas a un hombre que te guste como padre adoptivo, o puedes quedarte conmigo. Pero no puedes irte sola, no puedo permitirlo- me empezaba a partir un poco el corazón la situación, pero simplemente no podía hacerlo. A menos que se escapara. Pero no... Eso no... No podía. No podía. Y de todas formas yo sólo me llevaría a cambio una bronca y una mancha en mi expediente que no me costaría borrar, pero seguía sin apetecerme.

-¿Qué me dices?

La tía me lo estaba poniendo complicado. al principio parecía que tragaba, luego no, luego me volvía a mirar como la madre Teresa. No se yo si alargando eso voy a conseguir nada más, pero como sea tengo que conseguir que me saque del edificio, a lo mejor luego es cuestión de currármelo dándole esquinaz... Espera ¿qué había dicho, que me iba con ella? Coño, ahí estaba. La solución a todos mis problemas.

- No quiero ir con ellos. Son malos. - dije totalmente convencida con una carita de miedo que ya la querrían las actrices de los Slasher. Olvidate de los servicios sociales de una vez, joder. ¿O es que quieres buscarme la ruina mujer?

De todas las opciones la fácil era salir corriendo de allí en cuanto tuviera oportunidad. Pero si la tía me llevaba hasta su casa, a saber si podría poner pies en polvorosa. Claro que me quedaba una opción. Esperar hasta la noche, pero... No. Ni muerta iba a recurrir a eso. Se me ocurriría la forma de salir del entuerto como fuera. Por cierto, nota mental: ¡NO VUELVAS A PASAR CERCA DE UN COLEGIO A ESAS HORAS, GILIPOLLAS!

- ¿Y qué me vas a hacer si me voy contigo? - pregunté mordiéndome el labio, con la mirada de cachorro. - No quiero quedarme aquí. - sollocé mientras se me ponían brillantes los ojos y la miraba cara a cara. Vamos que nos vamos. Estamos a puntito.

No sabría decir si su papel era fingido o era real, pero desde luego si era todo falso actuaba estupendamente esta niña. Sus palabras me hicieron pensar en mi experiencia con los servicios sociales y las casas de acogida, no fue buena, no fue perfecta pero... Al final, preferí los servicios sociales. Allí me conocían, sabían lo que tenían y lo que no tenían que hacer, no teníamos que fingir que nos caíamos bien ni nada por el estilo. Podía ser yo misma. ¿Por qué no podía ella?

-¿Si te vienes conmigo? Lo más probable es que vayamos a mi casa, te presente a mi pareja, a mi perro y hagamos la cena juntas. No soy ningún monstruo, cariño- terminé esa frase revolviéndole un poco el pelo. -No tienes que quedarte aquí, puedes elegir y la respuesta depende de si termino haciendo una llamada o no. Vamos, ¿qué me dices? ¿Te apuntas?

No estaba segura de que lo que iba a hacer estuviera bien, pero no podía dejarla allí sola y triste. Aunque sí, sí podía, pero me recordaba demasiado a mí y puede que eso fuera lo que me hizo sentir lástima por ella. Miré el reloj, era buena hora para salir a comer y después a hacer la compra, después de esta niña no tenía más citaciones fuera de Arkham. ¿Cómo se lo tomaría Sloan si al final apareciera con una niña en casa? Creo que puede que no muy bien... De todas formas, todo se andaría aquel día.

Siempre la manita. Me cago en mi vida, en la policía, en la petarda esta y en los servicios sociales. Ya de paso aprovecho y me cago en Mephisto, me cago en su estirpe y en su puta madre, y en todos sus muertos hasta la época de cromagnon. Me sobra mierda para todos. La manita tía. Métete la manita en el culo. ¿Porqué coño se piensan los adultos que es muy mono tocarles la cabeza a los niños? ¿Porqué? Ni que de mi cuero cabelludo saliera Crack. Tenía unas ganas locas de mandarla a la mierda, de decirle que se metiera la mano por donde amargaban los pepinos, y que a saber dónde la habría metido. Pero no hice nada de eso, porque me contuve con todas las fuerzas que me quedaban, para que mi actuación quedara convincente.

- ¡Ay, no me hagas eso, jope!- dije todo lo mona que pude, enfurruñándome como si fuera una cría, pero disimulando como una experta cómo me rebosaba bilis el hígado con esas cosas.

Me sequé la nariz con la manga llevándome parte del chocolate que tenía aún en las mejillas y mirándola después. Podría escaparme cuando fuera. Huir de un piso era bastante más fácil que huir de allí con tanto poli. Era la mejor opción. Incluso no habría porque llegar a su casa. En cuanto encontrara una buena zona por la que serpentear que yo conociera bien, me bastaría dar un buen acelerón para perderla. Miré la puerta como si aún me quedaran dudas y luego a ella, aguantando durante unos segundos como solían hacer los niños antes de rendirse, al final solté un suspiro resignado.

- Vale...- susurré como si esa decisión me hiciese parecer aún más pequeña. - Pero voy contigo. Con ellos no. - dije acercándome y mirándola desde abajo, haciendo como que intentaba contener los pucheros. Vamos tía. Sácame de aquí. Alégrame el día de mierda que llevo.

La miré y no pude evitar sonreír al ver la expresión tan adorable que puso la pequeña Tortita. Quizás en el fondo no le gustaba la situación y más que adorable realmente estaba enfadada, pero poco podía hacer ella al respecto. Si se venía conmigo, se venía conmigo y punto.

Llamé al guardia que había al otro lado de la puerta, sentado en su silla delante de la pantalla de su ordenador, haciendo como que miraba algo de trabajo, pero devorando varios donuts con glaseado rosa y virutas de todos los colores. Vaya... ¿Quién lo diría? ¡Los tópicos se cumplen! Un policía comiendo donuts. Sin embargo, tuve que llamar su atención varias veces, lo que hizo que me pusiera mala cara. "Oh, perdóname por hacerte cumplir con tu deber, ¡holgazán!", eso es lo que le dije con la mirada. Que le den.

-Necesito el impreso de tutoría para rellenarlo y que se lo enviéis por fax a los Servicios Sociales para que queden notificados de que la niña se viene conmigo, no hace falta que vengan- le dije muy seria. Después volví mi atención a la habitación y a la morenita que tenía delante, con cara enfurruñada. Le sonreí y cogí los papeles que me traía el policía en ese momento, los rellené en la mesa delante de Tortita y se los devolví al hombre.

-Envíaselo, Claire sabrá que va de mi parte- Claire era amiga de los Servicios Sociales, la conocí cuando yo estaba dando tumbos por sus instalaciones y desde entonces hemos mantenido el contacto.

-¿Estás lista?- me dirigí a la niña con una sonrisa en la cara. Hora de largarse de allí.

Tan segura que iba la tía. ¡Madre, en la que te estás metiendo! No tienes ni idea. Pero oye, mejor para mí. Pensaba salir escopetada de allí como alma que... Callaos. No he dicho eso. Hijos de puta. El caso es que iba lista si pensaba que iba a quedarme con ella más de lo necesario. Durante unos días tendría muy presente que me estarían buscando. Tendría que evitar las zonas más transitadas y sobretodo poner pies en polvorosa de todo lo que podríamos considerar la zona catastrófica. No volvería a pasar delante del colegio, ni de ese edificio en concreto, y mucho menos de cualquier lugar que estuviera a menos de un kilómetro de donde quiera que me fuera a llevar la de pelo rosa. Ahora, de momento, vamos paso a paso. Número 1: salir de ese sitio.

- Si. - contesté después de que se tirara como veinte minutos de papeleo. ¿En serio tanta tontería para sólo poder salir de allí? Hay que joderse, casi peor que la condicional. ¡No fastidies!

Al pasar al lado del escritorio del policía, vi una caja de Donuts. Paré en seco, alargué la mano y el hombre me miró como si fuera a robarle un hijo. A pesar de lo cual, no pudo evitar que mis fugaces manitas se hicieran con una de esas delicias glaseadas.

- ¡EH! - me recriminó.

- ¡Solo quería un donut!- me excuse con las mejillas llenas, mirando como un cachorro a Lilith, y después frunciendo el ceño y sacando la lengua al policía. ¡Anda y que te den, gordomierda! Que llevas ya media docena por lo menos. Puede que con suerte que yo me haya comido este te impida un infarto. - ¿Porqué se pone así? ¡Sólo es un donut! - pregunto a la doctora mientras esperamos el ascensor. Ah, ya puedo oler a libertad. Huele como a humo, a basura acumulada y a los gases que suelta el metro a través de las rejas. Así huele Nueva York, la mayoría del tiempo.

Miré a los dos por turnos, especialmente a la niña. Tenía el ceño fruncido y solté el aire sonoramente por la nariz. No porque le haya quitado un donut al policía que había allí, si no más bien por el hombre. Que era una niña, por todos los dioses. Pues claro que es impulsiva y más con dulces delante de su cara...
Me acerqué a dónde estaban los donut y cogí otro para mí.

-Sólo es un donut- me metí el bollo en la boca y le sonreí al hombre que se había quedado sin habla por mi salida.

Seguramente no se esperaba que yo fuese a hacer lo mismo que la niña, reforzando así su comportamiento, pero bueno. Sólo era un donut y una niña que había hecho pellas en un principio. Le guiñé un ojo a la morenita que tenía a mi lado y salimos de la comisaría, momento en el que le cogí de la mano.

-Si quieres que no te coja de la mano, prométeme que no te vas a escapar- le dije agachándome hasta quedar a su altura. -Si te portas bien te llevaré a comer lo que más te guste. ¿Trato?

Solté su mano porque también quería probar que realmente era más madura de lo que parecía. Si se ponía a correr podría alcanzarla con rapidez, ella era pequeña, pero yo era rápida. Le di otro mordisco a mi donut y le sonreí. Esperaba una respuesta rápida por parte de Claire, pero hasta que ese momento llegara tendría que llevarme a la niña a casa.
Uf, qué chungo. Yo con una niña. Muy chungo.

Me hizo mucha gracia que la tipa se llevara otro donut para ella. Jódete, gordo. Por amargado, capullo y metomentodo. Maldita madera. ¿Porqué se preocupaba de un crío haciendo pellas en lugar de arrestar a los posibles violadores que estarían esperando a los niños de pellas en la puerta de los colegios? hay cosas de este sistema penal que me fascinan. En serio. Total, que como con recochineo, me comí el donut muy despacito, bocadito a bocadito, como si me hubiera cogido el mejor de toda la caja.

Antes de darme cuenta, estábamos otra vez en la calle.

De pronto alguien me dio la mano. Y eso que estaba pegajosa del Donut y todo. Me quedé mirándola como si fuera lo mas raro que me había pasado, hasta que se arrodilló y me pidió que le prometiera que no me escaparía, yo hice un puchero, pero no contesté nada. No habría podido hacerlo. Parte de la gracia del puro que me habían metido por el culo 20 años atrás era que no podía hacer nada malo adrede. Nada de mentir, nada de robar, nada de joderla de ninguna manera así. Si hubiera podido hacerlo, todo sería muy distinto. También seria mucho, MUCHO peor persona.

Me soltó las manos y me sobornó con mas comida. La verdad es que siendo honesta, no es que fuera a irme corriendo a ningún lado. Me había metido como tres o cuatro bollos y como me diera por correr lo mejor que podía pasarme era que me vomitara toda la ropa, y ya estaba bastante echa polvo como para añadirle mas sustancia.

- Bueeeeeeno. - remoloneé metiendo las manos en los bolsillos y andando a su lado, mirándola por el rabillo del ojo, con cierta desconfianza. Cuando encuentras un niño en la calle, por mucho que hables, lo menos que hace es estar al loro. Hay que dar el pego.

La actitud de la niña ante mi propuesta me hizo respirar más tranquila, aunque algo en mi interior me decía que estaba cometiendo un grave error. ¿Sabéis esa vocecilla del sentido común que ignoramos tantas veces? Esta vez no iba a ser menos.
Sonreí de lado, una media sonrisa, precavida, atenta. Vale, lo admito. También era una sonrisa nerviosa.

-Quédate a mi lado, ¿vale?- le guiñé un ojo y comencé a caminar en dirección a un restaurante de comida rápida que quedaba de camino a mi casa.

Recordaba perfectamente que de pequeña lo que más me gustaban eran los dulces y la comida rápida. El ketchup, el pan, la grasa, las patatas fritas tan características de esos lugares... ¿Podría comer ese tipo de comida? ¿Tendría alguna alergia? Lo sabría en cuanto llegáramos al lugar y su expresión cambiara de enfurruñada a... ¿Contenta?
Quién me mandaría a mí. No sabía cómo funcionaban los niños.

-¿Te parece bien que hagamos una parada aquí?- pregunté en voz alta para asegurarme, pero no sé si era una pregunta dirigida a Tortita o a mí misma. Y  nunca desvelaré la respuesta.

La cosa era hacerlo bien. Si no respondes a ciertas cosas hay un vacío legal, si aceptas otras, la persona puede pensar que has aceptado lo primero, cuando no era cierto. Era un juego extraño de comprobar hasta donde el límite de algo se volvía necesariamente inquebrantable. Pero nada lo era del todo. En eso se respaldaba para continuar levantándose por las mañanas. De contratos sabía mas de lo que me gustaría.

Ante su última insistencia, me encogí de hombros. Un encogimiento no era un sí, ni un no. Podía ser un si, mientras me convenga, o un, "haré lo que me de la gana" pero no me obligaba a cumplir algo. De verdad que tener El ghostrider no era ningún paseo por el campo. Resultaba muy pero que muy pesado.

Paseamos hasta llegar a un restaurante de comida rápida. Yo estaba bastante llena, pero jamás decía que no a la comida por un motivo sencillo. Mañana puedes no tener nada, así que arrasa con todo, y si no puedes comer más, haz un sitio en la riñonera y guárdalo como sea. La comida caliente es mejor que fría, pero siempre puedes sentarte un rato encima de su hamburguesa para darle calor. Puede resultar asqueroso, pero empieza a comer todo helado, y verás que hasta las cosas templadas pasan a ser un plato gourmet de cinco tenedores.

- ¡Vale! - dije entrando al sitio sin pensármelo dos veces. Mejor ahora que no diez segundos después cuando podía arrepentirse con cosas como "¿Es esto sano para un crío?" La acompañé hasta el mostrador sin tener ni idea de que pedir. - ¿Me pides algo rico, por fa?- dije ladeando la cabeza, después de mirar la carta nerviosa, como si no supiera que pedir. Tenía que cumplir con mi papel. - ¿Y tu tienes niños? ¿Cuántos? ¿Tienes novio? - empecé una retahíla de preguntas sin control, habituales en los críos de mi edad aparente, que no saben cerrar la boca.