Como en los tiempos de Il Duce [Natsuki Aoki]

9 de Enero de 2019
Blüdhaven, USA.
4:19 pm

Hacia un buen tiempo que no visitaba la ciudad de Nightwing. Una ciudad fea, corrupta, con villanos locos... Como Gotham, pero sin Batman. Y en general, no me gustaba salir de Gotham, pero Helena Bertinelli tenia trabajo que hacer y es una mujer con palabra. Estaba acompañada de mi asistente, Alberto.

-Si, señora, hemos visto que la tal Natsuki tiene distintos... tipos de intereses en los negocios de Bludhaven. Otra mafiosa japonesa que viene a robarnos lo que hemos construido. Dicen que no tiene el mejor de los caracteres... -Alberto era el mejor sirviente que una mafiosa italiana pudiese desear. Ojala no le tuviese que mentir tanto, pero, a veces la verdad no hace tanto bien.- Sus negocios implican la movilidad de armas, ¿Cree que nos alcance para sus precios?
-Todos esos japoneses tienen un precio. No te apures... Confia en su santurroneria y todo saldra bien.
-Si, Helena... A tus padres les habria gustado ver lo bien que has llevado a la familia. -Clave mi mirada en el. A primeras cuentas entendio que no debia tocar esa cancion, por su bien.
-No menciones ese tema. -Le dije, espetandolo a que se callara.

Mire por la ventana, mientras el auto que usaba para trabajar avanzaba. Revise los informes, fotografias, quejas y actas de denuncia ante la policia de Blüdhaven. Vaya, estaban escalando en el control de la ciudad. No estaba mal, para nada. Algo que le interesaria a ciertos vigilantes de Gotham que ciertamente van a sabotear todas esas entregas, hasta tener pruebas contundentes que metan a esta basura a Blackgate.

O acabe con un virote en el cerebro.

-¿Que tanto querra esta mujer? Si algo detesto es no saber la motivacion de la competencia... -Tipicos casos de enemigos de Gotham que cambiaban su motivacion cada cierto tanto. Black Mask, Two Face, el Pinguino... Todos esos malditos eran unos perros duros de roer, que por mas que Batman y los demas se encargaran de someter, no podian eliminar. Muchas veces tenia que hacer acto de aplomo para no ir yo misma y matarlos, porque eso causaria una guerra de bandas interminable.
-No lo se, señora, pero probablemente podamos llegar a un acuerdo benefico para las dos partes. ¿Quiere que le consiga algo mas?
-No, Alberto, tu solo quedate callado y habla cuando te lo digo. ¿Esta bien? -El hombre asintio, mientras daba una vuelta en una curva- ¿Agendaste bien la cita con sus hombres, no? Odio que me lleguen invitados sorpresa... Y no creo que ella sea la excepcion.
-Si, señora, nos agende.

Asenti y me puse a ver la ventana, admirando las vistas de este basurero que llaman ciudad. Mi mano reviso debajo de mi blusa, donde tenia mi .9 mm cargada con el seguro puesto por si las cosas se torcian. Ley numero 3 de la mafia: Nunca vas a ninguna reunion sin una pistola con balas. El celular, la cartera y lo demas estaban en mi bolsillo. ¿Que si me revisarian al entrar? Vamos, no creo que fuese tan novata como para pensar que una mafiosa no iba a venir preparada para cualquier molestia.

El viaje duro un poco mas, hasta que por fin llegamos a un restaurante donde habiamos sido citados. Un restaurante japones, tipico antro de Yakusa americana. Bueno, no parecia el lugar mas violento del mundo, asi que, Alberto estaciono el coche, y se bajo para abrirme la puerta. Caminamos juntos hasta la entrada, donde frente a la barra pregunte.

-Vengo a buscar a la señorita Aoki.
-¿Quien la busca?
-La señorita Bertinelli.

La chica que nos atendio reviso una lista y asintio, guiandonos ante ella. Puta pleitesia. Solo esperaba que esta bruja no fuese un asunto dificil, no queria tardarme mas de una hora en volver a Gotham a preparar la guardia de esta noche.

Natsuki se había vestido aquella noche con un bonito y discreto vestido color borgoña, Takeshi la había informado de que Helena Bertinelli, nueva jefa de una familia bastante influyente de Gotham, se había interesado en ella, quizás para hacer negocios, seguramente para tomarle la medida y saber hasta que punto podía ser una amenaza para ella. Estaba bien, lo había estado esperando, cualquier cabeza de familia que se preocupara por sus negocios habría ido a visitarla justo como hacía la señorita Bertinelli, esperando que no fuera peligrosa para sus intereses. Estaba de suerte, ella, personalmente, no tenía ningún interés en meter la mano en Gotham, salvo si era para arrasarla con Napalm, aquella ciudad siempre le había dado asco.

Ya estaba en el restaurante cuando su invitada llegó, con el pelo recogido en un discreto recogido y Takeshi a su espalda, no había querido que Jason la acompañara, aquellos eran asuntos que involucraban únicamente a la familia y como siempre, no quería que se viera envuelto en esos asuntos innecesariamente, además, tampoco había motivos para que la reunión acabase en un tiroteo, aunque eso no significaba que fuera a acudir desarmada; Takeshi guardaba sus armas, aunque por supuesto a una distancia prudencial, no quería que su invitada se sintiera amenazada innecesariamente. Por su parte, Helena fue cacheada siendo instada a dejar sus armas a buen recaudo, en un maletín que sería custodiado en el ropero y a su disposición si ella las solicitaba.

- Es un placer recibirla en Blüdhaven señorita Bertinelli. ¿Quiere tomar algo?

Un camarero se acercó a tomarles nota de las bebidas al tiempo que dejaba la carta para que fueran ojeando lo que querían pedir. Natsuki pidió un whisky escocés de 20 años y dejó que su invitada hiciera lo mismo, con amabilidad y educación; ella no era de esa clase de mafiosos que trataban irrespetuosamente a los camareros y propietarios de los locales que se encontraban bajo su protección. Eso era una soberana estupidez. Natsuki llegaba, pedía la mesa que había reservado, ordenaba su comida y pagaba como cualquier otro cliente, la clave, estaba en que el dueño se sintiera satisfecho con la protección y el control de Natsuki, que se sintiera satisfecho y agradecido con sus visitas, no que pensara que era un terrible grano en el culo que prefería no tener como cliente o jefa.

Nos hicieron dejar las pistolas en un maletin, por lo que estariamos en cierta desventaja, como siempre solia ocurrir en estos casos. Por eso era mejor reunirse en un punto neutral, asi todos sacaban sus pistolas en el momento que querian y ahi los podias llenar de plomo hasta donde no les da el sol.

Al entregar mis armas, llegamos con la japonesa. Una chica palida, flaquita y un poco alta. Tenia que recordar su rostro por si habia que romperle la cara en alguna situacion que la Cazadora requiriese. Mientras tanto, yo tendria que comportarme adecuadamente.

-Mucho gusto, señorita Aoki. -Alberto se inclino como hacen los japoneses, pero yo no estaba para esas tonterias, asi que solamente, estire mi mano para darsela a la mafiosa.
-El placer es mio, señorita Aoki. No, gracias, no me gusta beber antes de hacer negocios. -Rechace de una manera diplomatica esa invitacion, pero en realidad, no me gustaba hacer eso.

No comprendia esa mania que tenia la gente de tomar alcohol y hablar de dinero al mismo tiempo. En primera, no hay confianza para hacer eso, y en segunda, es una muestra de debilidad increible. ¿Acaso necesitas tomar alcohol para conseguir valor, fortaleza? ¿O simplemente quieres relajarte? ¿Acaso estas tenso? Cuando tienes seguridad, los negocios van como el agua.

-Por favor, un Miso... Mikomi.
-A mi pongame... Un California Roll. -Sushi. No me gustaba. ¿Por que demonios comian pescado crudo? No era como si comieran una racion minima tal fuese el caso de un carpaccio, ellos eran mas radicales. Pero bueno, no venia a criticar la gastronomia nipona.

Entregue la carta al mesero y agradeci. Mientras venian con nuestras ordenes, decidi empezar. No me gustaba perder el tiempo, y toda esta ciudad me ponia nervioso. No sabia si me iba a salir un Nightwing o un Blockbuster a armar una locura como si nada, asi que, preferiria volver a mis territorios pronto.

-Pues bien, señorita Aoki. Hemos escuchado algunas menciones de su negocio, y parece que usted puede resolver nuestras necesidades. Buscamos dominar el mercado de la zona industrial en Gotham para sacar a ciertos indeseados, y a mis muchachos no les vendria mal mercancia nueva. ¿Que tiene para ofrecer?

Seria genial poder revisar toda la mercancia y ver el termometro de que tan peligrosa es esta nipona. Queria buenos terminos, conocer mercancia, asegurar mi mercado en el crimen... Y bueno, si es posible, meterle unas cuantas en la cabeza a los pezzi di merda de los Falcone.

Natsuki miró la mano de Helena como si estuviera ofreciéndole un pescado en mal estado, con una mezcla de incomprensión y asco; al menos su acompañante tuvo la educación de saludar como era debido hacerlo. Respondió al saludo y se sentó a la mesa indicándole con un gesto de su mano los sitios reservados para ellos. Rechazaron su oferta de beber, segunda falta de respeto, desde luego, si querían que aquella reunión fuera por el buen camino, no lo estaban logrando. Estúpidos americanos, no tenían ni la menor idea de respeto y educación, no eran más que monos salvajes que se creían los conquistadores del mundo, cuando no eran más que los despojos de una civilización que había entrado a sangre y fuego en aquellas tierras. Sus antepasados no eran más que muertos de hambre que huían de la gran depresión que la guerra había dejado en Europa, y ahora tenían la desfachatez de pasearse como si siempre hubieran sido marqueses. Como si supieran lo que era la aristocracia.

- Sopa de miso, verduras en tempura y lo de siempre.

Aquel restaurante tenía una buena selección de pescados frescos, y sabían cortarlo como pocos, siempre que iba pedía una selección concreta de sushi y sashimi, siempre pedía lo mejor, no se iba a conformar con menos, como por ejemplo esa mierda barata que servían a los turistas, con sucedáneo y salmón ahumado y se lo hacían pasar por sushi de verdad. Pero que podía esperar de dos personas que nunca en su vida habían estado en una lonja de pescado ni habían visto un atún rojo de verdad. Natsuki no era una gran aficionada a la cocina, ni a la comida, no sabía cocinar, pero siempre que había tenido invitados, le gustaba asegurarse de que lo que se servía era de la máxima calidad. Confiaba plenamente en el criterio de Aya, pero ella desde que era pequeña había querido enseñarla a diferenciar los buenos productos de los que no lo eran, siempre decía que para apreciar la calidad de un plato, debía apreciarse desde el momento del mercado, con el tiempo, había visto que como en otras muchas cosas, tenía razón. Y a juzgar por la cara de desagrado de su invitada al leer la carta, supuso que no distinguiría la calidad, ni aunque le pegaran con ella.

- Yo puedo satisfacer muchas necesidades, pero la verdad, no veo porque debería satisfacer las suyas Bertinelli-san; no veo que intereses podría tener yo en apoyar los suyos. Y menos después de sus continuas faltas de respeto hacia mí y mis costumbres desde que ha puesto un pie en este restaurante. Los negocios no son tan sólo un acuerdo económico, si quiere negociar conmigo, establecer un acuerdo estable entre nosotras, debe haber un respetuo mutuo, un respeto que ha llegado rompiendo. Así que le aconsejo, que tomen sus abrigos, sus armas, y regresen a Gotham, donde su comportamiento seguramente tenga más aceptación.

Natsuki estaba tranquila, no tenía motivos para lo contrario, las negociaciones habían fracasado, y por muy grande que fuera a ser la compra que fueran a hacerle, nunca llegaría a ser su mejor clienta. Un gobierno en guerra siempre era mejor cliente que alguien que tan sólo buscaba asegurarse el poder de los muelles, y por si fuera poco con sus faltas de respeto, ni siquiera había tenido la decencia de enumerarle las posibles ventajas de sus negocios. No veía ventaja alguna en ayudarla a ella por encima de Jones, él al menos, podía prometerle una vía franca en el puerto de Gotham.

La japonesa rechazo mi mano, mirandola con cierto desden. Parpadee unicamente, sin sentirme de ninguna manera ofendido. Era normal que estos japoneses creyeran que estaban en su pais y teniamos que seguir sus costumbres, como una suerte de pseudo-conquistadores. Me gustaria revisar el pasaporte de esta mujer, y ver cuanto tiempo necesitaba estar en Estados Unidos. Quizas en ese lapso aprenderia que es una invitada en este pais, y no algo superior.

Cuando entregamos las cartas al mesero, la japonesa empezo a hablar. Alberto parecia confundido, pero yo ya me sabia esa de gente que se hacia de rogar para vender su mercancia. Malos vendedores, que creian ser los unicos en el mercado capaces de llevar a cabo una buena venta.

Cuando termino de hablar, hubo un momento de silencio, momento que aproveche para mirarla a los ojos, y posteriormente, sonreir como si nada hubiera pasado.

-Me temo que no me voy a ir hasta que no venga mi comida. Señorita Natsuki, debo decirle que su concepto de respeto tiene algunas discordancias con el que yo tengo idea, y creo que es necesario decirle que el "respeto mutuo" del que usted habla no es la imposicion de los valores de una persona, si no la convivencia entre dos personas sin ningun tipo de altercado. Creo que somos lo suficientemente serias como para poder comer, hablar de dinero y terminar. ¿O acaso considera respetuoso aceptar la cita de una persona, y en menos de... -mire el reloj de Alberto- 15 minutos haberla desalojado? Usted tiene armas, yo tengo dinero. Yo quiero el puerto de Gotham, usted supongo ha de querer mover su mercancia. Ambas satisfacemos las necesidades de la otra, ¿O que quiere usted? -Mi sonrisa se afilo ligeramente, hablando en un tono ligeramente menos animado- Quizas iniciamos con el pie izquierdo, pero no por ello vamos a cancelar esta reunion.

Alberto se quedo callado. No debia hablar si no se lo indicaba, y no tenia nada que añadir, quizas una postura mas calmada, pero no era lo importante aqui. No iba a permitir que me echaran de una reunion como si fuera una vulgar ladronzuela. Venia a hacer negocios serios, no a tomar el te amistosamente con una japonesa que probablemente seguia creyendo en los samurais y los emperadores japoneses de hace un milenio.

Alzó una ceja no demasiado convencida por las palabras de Helena Bertinelli, no parecía realmente una mujer de negocios, sino más bien un frasco de nitroglicerina, que si agitabas un poco te estallaba en las manos, demasiado volátil y peligrosa para su gusto. Ese tipo de personas hoy querían hacer un trato contigo y al día siguiente querían matarte con sus propias manos, parecía más una niña caprichosa que se había hecho cargo de los negocios de papá sin tener muy claro que hacer con ellos. No era una sensación venida del todo de sus palabras, sino quizás más de su tono, su lenguaje corporal y sus gestos, aparte de que había pretendido de buenas a primeras que Natsuki obviara una norma imprescindible de supervivencia. Nadie en su sano juicio armaría a una mafia vecina sin asegurarse cierta inmunidad.

- Por supuesto que me interesaría asegurarme una salida al puerto de Gotham, sin embargo esa es una oferta que no contaba entre sus premisas iniciales. Como comprenderá, Bertinelli-san, no voy a armar a ningún grupo que pueda resultar ser una desagradable competencia sin asegurarme ciertas ventajas y por supuesto una no-agresión. Nadie en su sano juicio vendería armas a nadie para que luego esas se volvieran contra uno mismo. ¿Comprende?

Natsuki había aprendido tanto por las buenas como por las malas, la imperiosa necesidad de garantizar la seguridad de su familia y sus hombres, por ese motivo, prefería acercarse lo menos posible a Gotham, si quisiera estar en una ciudad donde la competencia era algo letal, volvería a Tokyo, no se trasladaría a ese nido infecto de hienas rabiosas que era Gotham, entre asesinos locos, superpoblación de familias y ese loco vestido de murciélago y su prole, podía asegurar que aquella ciudad era peor que una jaula de grillos. Lo que estaba claro es que no iba a hacer ningún trato con su invitada sin asegurar su propia seguridad, valga la redundancia.

Coloque mis manos lentamente sobre mi espacio de la mesa, mientras escuchaba las palabras de la japonesa. Tenia un buen punto, sin embargo, siento que no estaba confiando en mi ni se le veia con mucho interes. ¿Quizas ya tuviese otro comprador o tuviese la idea de expandir sus mercados a Gotham con otro comprador? Tenia que pensar en todos los posibles escenarios donde esta mujer aceptase o no ser parte de los intereses de mi familia. De todas formas, si puedo monopolizar la mafia en Gotham, no tendria ningun problema en sacrificarme lo suficiente.

-Por supuesto, es comprensible su necesidad de proteccion. Hay muchos... grupos interesados en la participacion de las armas. Latinos, mercenarios de medio oriente, las grandes familias, los locos y locas de Arkham y los esbirros de Batman. Pero aun existen figuras apegadas a las viejas costumbres del honor. Mi familia garantizaria su exclusividad en la compra de armas en la zona, y por supuesto, una proteccion dentro de nuestros territorios. Estamos en la lucha constante contra la competencia injusta, y claramente, tambien contra esos vigilantes odiosos. ¿En Blüdhaven no tienen alguno de esos? -Mencione, con un tono de cierto hastio. En verdad, no comprendia como Nightwing podia estar defendiendo esta ciudad cuando Gotham era tres veces peor. En fin, el sabra lo que hace.

El mesero trajo la comida de los presentes en la mesa, a lo cual agradeci con un escueto asentimiento. Un pequeño agradecimiento a Dios por la comida nunca vendria mal en mis pensamientos, claramente, no los iba a mostrar a la mujer que tenia al frente. Normalmente, solo las personas de negocio de Italia o algunos paises europeos mantienen el debido decoro a la Iglesia y a nuestro Señor. No sabia como eran estos japoneses en ese aspecto, y tampoco me interesaba arriesgarme a mas crispación por culpa de un asunto como ese.

El camarero llegó con los platos y pudo observar como Helena hacía un pequeño agradecimiento a su dios. El catolicismo no era algo desconocido para Natsuki, a fin de cuentas era una religión bastante extendida en Japón, aunque no tuviera grandes cifras, quizás porque los católicos aunque acudían a sus ceremonias los días señalados, también acudían a los templos a dejar sus deseos de año nuevo y participar de otras festividades tradicionales japonesas históricamente ligadas al shintoismo. Japón era una extraño crisol de religiones, cada uno practicaba la suya sin entrometerse en las creencias ajenas o sin perder su identidad histórica como ciudadanos.

- Su ofrecimiento es bueno, pero tiene que asegurarme que su grupo no atacará a mi familia, nosotros respetaremos el mismo acuerdo. Un pacto de no agresión entre ambas familias podría resultar ventajoso, cada uno sigue con sus negocios sin estorbar a nadie. Creo que es un trato justo.

Natsuki juntó sus manos para agradecer la comida con un sencillo “itadakimasu”y comenzó a comer, bocados pequeños, siempre habia sido alguien que comía más bien poco; no es que no disfrutara de la comida, era más bien una falta de preocupación por su estado físico. Aya siempre le decía que un día acabaría muriendo de inanición, Natsuki sólo sonreía y se llevaba un bocado a la boca, supervisada de cerca o la mandaba a la porra, dependiendo de la situación. Cuando terminaron el primer plato, uno de sus hombres le acercó una carpeta que tendió a Helena, sin nombres, sin distintivos, sólo un simple listado, con precios.

- Este es el catálogo actual de mi mercancía, si tiene alguna petición especial, podría valorarse, pero eso también conllevaría un aumento de precio. ¿Tiene alguna duda al respecto?

Probe mi comida con cuidado, mostrando una forma de comer civilizada para evitar problemas. Normalmente, cuando estaba sola en casa, me compraba comida congelada en el supermercado y unicamente me dedicaba a calentarla en el microondas y prepararla con algunas cosas... No era especialmente a fin a cocinar, y mucho menos , a tomarme tantas molestias cuando yo vivia sola. Quizas despues tuviese que aprender a cocinar, pero ahora no era mi principal prioridad como persona.

Asenti a las palabras de Natsuki, mientras degustabamos nuestra comida. La verdad es que estaba buena la comida, y eso que no era muy fanatica de la gastronomia japonesa. Mientras vivia en Italia, y un poco de mi infancia en Estados Unidos, me la pasaba comiendo pastas,, algunos pescados mediterraneos y muchisimo pan. Aunque detestaba todo lo que represento Italia para mi en esos años, creo que uno de mis recuerdos mas gratos era la señora Angela, que cada mañana llevaba sus barras recien horneadas a nuestra puerta, dejando con su ida un caracteristico olor a la harina y la leña tradicional del campo en mi pais.

Cuando acabamos el primer plato, le trajeron a la japonesa una carpeta que me entrego, donde habia una lista de armas de todos tipos y calibres.

Veamos, escopetas largas, cortas, ametralladoras pesadas, medias, ligeras... Una larga lista, casi como un catalago de armas que pondria feliz a cualquier grupo radical de medio oriente. Muchas hasta eran de uso militar, ¿Como las conseguirían? Esta gente siempre me sorprendia por su facilidad de sacar cosas que se supone, no deberian de sacar nadie. Pero bueno, no se puede esperar menos de empresarios corruptos que fabrican armas, como unica muestra de lo decadente que es nuestro gobierno. Esas cosas me molestaban, pero aprendi a tolerarlas tanto como es posible e inclusive, lidiarlas. Jonhatan es practicamente un multiusos de lo que es conseguir y emplear armas de fuego contra criminales.

-Parece que quiero un cargamento para gente de la calle... Ya sabe, los matones de a pie. 500 metralletas, y el doble de Colts .45. ¿De cuanto estamos hablando? ¿Como los va a entregar?

La italiana quería hacer un pedido grande, no sería fácil moverlo, pero desde luego, no iba a ser demasiado complicado tampoco. Con un pedido así, lo más fácil sería evitar cualquier otro tipo de intermediario e ir directamente a fábrica, no todos los traficantes tenían tratos directos con los fabricantes, aquellos que los tenían podían considerarse afortunados, y Natsuki lo era, eso lo tenia claro, tendría que tener cuidado de que el manifiesto de la mercancía fuera lo suficientemente creíble para que no llamara la atención cuando saliera de fábrica, lo suficiente para que la DEA no se enterara de nada, a partir de ahí, un viaje en camión hasta Gotham sería mucho más seguro que un transporte marítimo, al menos sería mucho más discreto y eso siempre era un detalle a tener en cuenta.

- Es un pedido grande, pero no demasiado como para que no entre todo el cargamento en un sólo contenedor, así que el camino más seguro será por carretera. Ya recibirá los detalles de la entrega y el pago, espero que sus cuentas sean irrastreables. No quiero tener a los federales olisqueando entre mis cuentas bancarias, si no es así, preferiría que fuera en metálico. La seguridad ante todo, señorita Bertinelli.

Nunca era agradable tener a los federales husmeando en tus cuentas y tus asuntos, te ponían micrófonos y no podías quitarlos, entraban en tu casa, pisoteaban el tatami con sus sucios zapatos, y ponían especialmente quisquillosos mirando en que gastabas tu dinero. Peor que un padre con la asignación semanal de su hijo adolescente. ¿Y todo para que? Para que la miraran mal y se enteraran de cual era su gasto exacto en flores y chocolate y cuanto pagaba al servicio doméstico. Si tanto querían saber cuanto cobraba el jardinero, sería mucho más fácil preguntárselo a ella, pero los federales en su interés infinito por incordiar, se dedicaban a husmear entre sus cosas como una madre obsesiva. Lo mejor sería no llamar su atención.