Y los muertos se alzarán (Arion)

13 de noviembre de 2018

La ciudad del amor nunca dormía, eso es algo que sabía cualquier idiota con un pasaporte y unos cuántos billetes, Paris era probablemente una de las ciudades más visitadas al año por turistas, ya fuese invierno, verano o el mismísimo apocalipsis. Asediada por gente sedienta de ganas de ver cosas nuevas, de amantes que hacían escapadas románticas y demás tipo de gente que pisaba la ciudad, esta nunca tenía un descanso, no importaba a que rincón te movieses, siempre había alguien dispuesto a arrebatarte la intimidad…

Pero algo había cambiado en la ciudad en las últimas horas, sin saberlo, aquella noche, los habitantes de París dormían (algunos), protegidos bajo el manto de Morfeo, soñando con un mañana mejor y pensando que las sábanas les protegerían de cualquier mal, los menos afortunados se encontraban en la calle de la capital francesa, disfrutando de la noche parisina y sus encantos, sin saber lo que les aguardaba…Se acercaban ya las 2 de la madrugada, y una fina niebla se había extendido por las calles, propiciando, junto al frío y la humedad, a una atmosfera, que, si bien no era siniestra, se le parecía…En especial, una calle algo retirada del centro, que los que residían allí conocían como ‘’Fumier’’ o ‘’El estercolero’’, dónde la principal calaña de París se reunía, allí, en ese lugar, aquella noche fría de noviembre, se encontraba especialmente triste y siniestra, las farolas parpadeaban, perezosas, sin ganas de alumbrar nada de lo que allí ocurriese, y la mayoría de edificios estaban silenciosos y oscuros. Sin embargo, eso no era impedimento para que una joven pareja se deslizase entre las sombras, buscando el cobijo de la noche, sus nombres, no eran importantes:

- Vamos Lois…Aquí no hay nadie…- Susurró el hombre de mediana edad mientras colocaba a la chica contra una pared de uno de los bloques de pisos de la calle: -…Vamos a divertir…- Algo interrumpió su galante frase, un ruido sordo, como un objeto que caía al suelo, el hombre soltó a la mujer, que le miró asustada, este frunció el ceño y para demostrar su valía delante de su dama, cogió aire y chilló: - Eh! Tú! Seas quien seas! Sal de donde estés, voy a abrirte la cabeza! – El hombre cerró los puños con fuerza mientras avanzaba unos metros, le parecía haber visto como algo se movía más adelante y ahora llegaba a verlo, era una figura humana, estaba plantada delante de él, quieta, parecía ser un hombre: - ¿No me has oíd…- De nuevo el tipo fue interrumpido, por el terror esta vez, pues ahora había podido ver el rostro del hombre.

Era un tipo desfigurado, le faltaba el ojo izquierdo y la piel parecía caérsele a trozos, mostraba una mirada inexpresiva y perdida, como si no viese lo que hacía, y parecía tener un tic en la boca, pues la abría y la cerraba sin parar, el amante cayó al suelo de culo asustado, cuando el chillido de su amada le despertó, giró la mirada y vio como por la calle descendían 5 cuerpos más en un estado similar o peor a aquel.

Unas ropas ensangrentadas, carne humana a medio masticar y huesos, fueron los regalos de despedida de los amantes, Lois y Jacques.

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14 de noviembre de 2018

La ciudad de París, diablos, si algo odiaba Constantine era esa maldita pocilga llena de idiotas enamorados que iban fardando de su amor por ahí, y si algo odiaba John más que esa ciudad, era tener que ir en avión, es decir, pagabas para estar metido en un cuchitril, con no sé cuántas personas más, jugándotela a que el trasto se derribase y sin poder chupar algo de nicotina durante todo el trayecto, para colmo, al mago le había tocado ir al lado de un maldito crío que no cerraba la boca.

En fin, pero ahí estaba ahora, con unas gafas de sol que le tapaban la luz del sol, con su típica gabardina, una camisa blanca debajo y unos pantalones marrones, el inglés llevaba una bolsa de piel cruzada al pecho en la que guardaba diversos de sus artilugios: - Gracias por viajar con nosotros señor, espero volverle pronto! – Le dijo la azafata despidiéndole como era protocolario cuando los pasajeros del avión iban desembarcando: - No si puedo evitarlo cielo. – Susurró el inglés con un tono borde en la voz mientras se llevaba un cigarro a los labios con rapidez, que ganas tenía de salir de ese lugar, Dios.

Una vez fuera y con el cigarro encendido, el inglés llamó un taxi, se montó en este y le indicó en un francés más o menos chapucero que se dirigía a la calle que la gente conocía como ‘’Fumier’’, el conductor lanzó una mirada desconfiada a su pasajero, solo la gente de mala calaña iba a esos sitios…

Mientras el vehículo avanzaba a duras penas debido al tráfico de la ciudad, John Constantine revisaba en su cabeza los datos que tenía sobre el caso, según su informante, hacía ya unos días que habían empezado a aparecer muertos sospechosos en la ciudad de París, la policía estaba totalmente aterrada y no sabían de que podía tratarse, más allá de algún tipo de animal, debido a que las víctimas fueron parcialmente devoradas. El inglés soltó el humo del cigarrillo por la ventanilla del taxi; ‘’Idiotas, un animal no puede hacer algo así’’, pensó el mago mientras veía como la figura del aeropuerto se alejaba de ellos a toda velocidad, todo aquello tenía la marca de algún tipo de criatura sobrenatural, normalmente, el inglés no se habría desplazado tanto para encargarse de un licántropo o algo similar, sin embargo, aquello era algo excepcional, necesitaba desaparecer de NY un tiempo, al menos, hasta que dejasen de buscarle Papa Midnite y su banda.

El taxi se detuvo en la calle que John le había indicado, el inglés pagó a regañadientes la suma que el conductor le dijo, no le gustaba que le timasen, el conductor se marchó soltando un improperio en su idioma y John se quedó solo en aquel lugar, a pesar de día estaba totalmente desolado…El mago se ajustó las gafas de sol y empezó a caminar por la calle: - Bueno chico, es hora de ponerse a trabajar….- Susurró para si mismo mientras se perdía en dirección al lugar del último ataque conocido, apenas hacía un día de aquello, estaba seguro de que encontraría alguna pista en el lugar, o, por lo menos, algún bar donde pasar el rato hasta que ocurriese otro ataque del que sacar pistas.

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Spoiler:

Arión caminaba por las enormes salones de su mansión, siguiendo el rastro de la poderosa taumaturgia que lo había desvelado de su sueño. Una fina niebla acompañaba sus pasos, otorgando a la escena un carácter onírico e irreal. No tardó demasiado en llegar ante un pequeño dormitorio de invitados. La magia negra que emanaba de allí era tan intensa que casi podía respirarse. El mago abrió con cautela la puerta y se detuvo frente al origen de aquellas emanaciones; un espejo de cuerpo entero situado junto al vestidor.

Se detuvo, inseguro acerca de si sería capaz de contener la malignidad que percibía, pero tan sólo fue un leve instante de vacilación, pues sabía que debía intentarlo. Lentamente alzó una mano para apoyarla sobre la superficie del cristal... y fue entonces cuando la niebla pareció cobrar vida, alzándose para engullirlo.

Decenas de finos tentáculos de lo que parecía ser humo se enroscaron en torno a su cuerpo, obligándole a pasar a través del espejo. Durante la escasa fracción de segundo que tardó en atravesar el portal, sus percepciones se volvieron confusas y la sangre le palpitaba con tanta intensidad que parecía que iba a explotarle dentro de las venas. Y, entonces, de repente, se encontraba en una oscura y sucia calle parcialmente iluminada por la vacilante luz de un par de farolas.

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A pocos metros había un sex shop que lucía con orgullo un cartel en el que se podía leer "Spécialiste DVD", enfrente había un "Sexy Store" con un más que generoso catálogo de condones y películas porno en el escaparate y sobre él, junto a una ventana, había un cartel de neón que anunciaba la palabra "Amour" en tonos intensos y parpadeantes que chocaban con la basura que se amontonaba por el suelo y las paredes.

Arión supuso que debía de encontrarse en una de las calles marginales de la zona de Pigalle, el barrio rojo de París, atracción turística durante el día que pasaba a convertirse en un lugar poco recomendable a partir de ciertas horas de la noche, especialmente las calles más apartadas de la avenida principal, como aquella.

El hilo de sus pensamientos se vio interrumpido en cuanto su sentido del peligro le alertó de que no se encontraba solo... Y se volvió para encontrar un esqueleto armado con una espada larga a su espalda. Reaccionó con presteza, agachándose para evitar el golpe que le habría decapitado, y, una vez en el suelo, giró sobre sí mismo para asestar una experta patada en las costillas de la criatura quebrando los frágiles huesos como si de simple madera podrida se tratasen. El esqueleto se derrumbó con un desagradable sonido sobre el empedrado, pero la sensación de peligro continuaba... El mago recogió la espada de entre los restos y lentamente giró sobre sí mismo... Había cinco más de aquellas criaturas animadas en el otro extremo de la calle, avanzando todas ellas hacia él, lenta pero inexorablemente...

Trató de lanzar algún conjuro, pero por alguna razón incomprensible no llevaba encima ninguno de sus anillos o amuletos, y tampoco era capaz de recordar ninguno de sus hechizos de pergamino... Sólo contaba con aquella oxidada espada para defenderse, así que adoptó una posición de combate y aguardó a que las criaturas le alcanzaran.

* * * *

Se incorporó en la cama empapado de sudor como cada vez que tenía una de sus visiones. Trykhun aguardaba cerca de la puerta con la bandeja sobre la que llevaba el desayuno.

- ¿Qué hora es? -inquirió el mago apartándose el cabello mojado de la frente.

El anciano cultista le observó con respeto y temor. Sabía de sobra que cuando su señor se despertaba tan agitado era porque acababa de tener una visión, y sus visiones rara vez presagiaban nada bueno.

- Acaba de amanecer, lord Arión. El baño está preparado...

- No hay tiempo para baños -le interrumpió él saliendo desnudo de la cama-. ¡Mi ropa, pronto!

- ¿Le traigo su uniforme habitual, señor?

- No, necesito ropa normal, para pasar desapercibido en la ciudad.

- Como guste el señor, pero le recuerdo que su ilustrísimo es una cara conocida de la nobleza parisina...

- Ya lidiaré con eso después -dijo utilizando el agua de una jofaina para lavarse el sudor de la cara y el torso, secándose a continuación con una toalla.

Cuando terminó con aquél rápido aseo, se puso la ropa que le había traído Trykhun: pantalones oscuros, camisa blanca, corbata negra y un elegante abrigo largo de color gris oscuro. Para finalizar, fue hacia el armario que se encontraba en la pared frente a la cama, anuló los sellos mágicos que lo custodiaban y comenzó a colocarse los diferentes anillos y amuletos que actuaban de catalizador para su poder. Por último, cogió una espada corta y la ciñó a su cintura, utilizando el largo abrigo para ocultarla. Trykhun observó todos sus preparativos con preocupación.

- ¿Ocurre algo grave, señor?

- Posiblemente. Dile a Cane que hoy estaré fuera todo el día. Procurad no salir de la mansión. Dejaré activos todos los sellos de protección antes de salir.

* * * *

Poco después, Arión se encontraba en el barrio rojo de París, sorteando a las innumerables prostitutas que trataban de seducirlo mientras buscaba la calle exacta que había visto en su visión. Él no conocía aquél barrio, pero su otro yo sí (llevaba la gema que contenía su alma oculta en el bolsillo interior del abrigo), y le iba dando telepáticamente las instrucciones precisas para llegar. Había tomado la precaución de adoptar un rostro distinto utilizando un sencillo conjuro de ilusión para evitar ser reconocido, por lo que nadie le asaltó antes de alcanzar su destino.

La calle estaba cortada por la clásica cinta policial, y tuvo que abrirse paso por entre la aglomeración de curiosos hasta llegar al frente. Cuando apartó la cinta para pasar por debajo, un policía se adelantó para cortarle el paso.

- ¡Eh, señor! ¡No puede estar aquí!

Arión le miró directamente a los ojos, capturando la frágil mente de aquél mortal entre los poderosos tentáculos de la suya y pronunció una simple orden con voz firme:

- F.B.I. Llévame junto a los cadáveres.

- Sí, señor... -musitó el hombre con la mirada perdida, un simple náufrago incapaz de enfrentarse al abrumador poder del mar que era la mente del mago.

El policía le condujo hasta los restos de Lois y Jaques, la pareja que había encontrado un terrible final tan sólo seis horas antes. Arión se arrodilló junto a lo que quedaba de los cuerpos sin prestar atención a lo que le decía el policía acerca de la feroz agresión de supuestos animales salvajes en una de las ciudades más pobladas de Francia, pues sabía que aquellas hipótesis carecían de sentido. El hedor de la magia nigromántica era tan fuerte allí como lo había sido en su sueño, y Arión tenía una idea bastante clara de lo que había ocurrido en su mente. Se puso de pie, pensativo.

En lo que llevaban de año se habían producido tres incidentes relacionados con magia nigromántica en el mundo. El primer suceso registrado había tenido lugar en Gotham, antes de la colisión, y se habían encontrado cadáveres pertenecientes al culto del Hermano Sangre en el lugar de los hechos, junto con otros cuerpos monstruosos que no podían ser sino entidades demoníacas. Después se enteró de que la heroína conocida como Raven se había ocupado de poner freno a aquella amenaza.

El segundo suceso registrado había tenido lugar en el mes de abril, en un pequeño y apartado pueblecito del norte de América. En aquella ocasión, el invocador había fenecido al llevar a cabo el ritual, provocando que hordas de zombies descontrolados invadieran el pueblo, y habían sido los mutantes del nuevo universo los que habían intervenido para paliar la crisis.

El tercer incidente se había producido una vez más en el cementerio de Gotham, la pasada noche del 31 de octubre, producto de la actuación combinada de una de las mentes ciminales más conocidas de la ciudad y un poderoso demonio, en una sucesión de terribles acontecimientos que habían tenido en jaque a todos los gothamitas hasta su oportuna resolución por parte de los héroes locales.

Por lo que sabía, ninguno de aquellos incidentes estaba relacionado entre sí, aunque no dejaba de ser inquietante que se hubieran producido tantos episodios relacionados con magia nigromántica en tan corto espacio de tiempo. ¿Tendría relación con el desequilibrio que había podido notar en la propia esencia de la magia? En cualquier caso, aquello no había sido provocado por un aficionado, como había sucedido en América. El rastro de energía nigromántica era muy poderoso, y el hecho de que aquellos no muertos hubieran sido capaces de realizar un asalto en una ciudad tan animada durante la noche como era París sin que nadie hubiese notado nada demostraba que no se trataba de hordas descontroladas, sino que había una mente detrás, guiando sus acciones. La pregunta entonces era: ¿por qué Jacques y Lois? ¿Por qué había realizado aquél asalto en particular? ¿Sólo para que sus criaturas se alimentaran o había algún otro motivo oculto detrás? ¿Qué podía perseguir aquél nigromante?

Arión era un maestro de la magia del Caos de la antigua Atlántida, y como tal, era capaz de realizar prácticamente cualquier cosa, incluso de adentrarse en el terreno de la nigromancia para hablar con los muertos, pero dudaba que Jacques o Lois pudieran darle alguna información de interés que justificara el terrible dolor que les causaría al devolver momentáneamente sus almas a lo que quedaba de sus cuerpos, por tanto, la única opción que quedaba era tratar de seguir el rastro de energía nigromántica hasta su origen. Si lograba encontrar alguno de esos zombies podría arrebatarle el control al nigromante durante el tiempo necesario para averiguar lo que deseaba saber... Y para eso debía ponerse en movimiento antes de que el rastro se enfriara.

Nota:

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John caminó en silencio, subiendo aquella calle, el lugar entero apestaba a magia nigromante, ese olor inconfundible, una mezcla entre tierra, putrefacción y sangre, el inglés estaba demasiado acostumbrado a este como para olvidarlo…Ya llevaba un nuevo cigarro encendido entre los labios mientras caminaba, en la lejanía distinguió un tumulto de gente que se había acumulado alrededor del lugar dónde los cadáveres habían aparecido, frunció el ceño y suspiró, exhalando un poco de humo, no esperaba tal cantidad de gente, siempre prefería trabajar en la intimidad…

Una vez llegó hasta el tumulto de gente se abrió paso a codazos y regañadientes, el mago empezó a ponerse nervioso, notaba una presencia mágica increíble cerca suyo, un poder aplastante y apabullante como pocas veces había sentido, pocos magos eran capaces de emitir semejante cantidad de magia, lo que estaba claro para el inglés era que probablemente, quien fuese que emitía en la emisora, era el responsable de esa música de tan mal gusto…Las gafas de sol de Constantine brillaron con un destello cuando estuvo delante de la escena del crimen, observó la escena desde el cordón, parecía que no había signos de lucha, a excepción de la lucha que habían ejercido sobre los fiambres:

- Scotland Yard amigo, me mandan desde la oficina central, este crimen podría estar relacionado con uno que hubo en Londres hace poco. – Dijo el inglés mostrando una falsa placa de la policía Londinense al agente que fue a intentar evitar que cruzase el cordón policial y entrase en la escena, al ver la placa, el hombre se disculpó nerviosamente y se marchó, John caminó por la escena, observó los cadáveres con mucho cuidado, examinando cada centímetro de su cuerpo, bueno, de lo que quedaba de ellos, no había nada, solo esa peste a tierra y muerte en el ambiente:

- Es raro señor, hace un rato ha llegado también un agente del FBI a investigar esto…- El mismo policía que le había intentado echar, se había acercado ahora a Constantine, se aproximó un poco más y susurró al oído del mago: - ¿Podría tratarse de un asesino en serie? – John no pudo evitar dibujar una sonrisa en su rostro, pobres infelices…Sin embargo, había algo en todo aquello que le escamaba, los pelos de la nuca se le erizaban, estaba cerca de aquel que emitía esa fuerte magia, además, aquello del agente del FBI…Algo no encajaba: - Quisiera hablar con ese agente, me gustaría cotejar unos datos, por favor, amigo ¿Podría hacerme el favor de llevarme con él? – El policía asintió y acompañó a John hacía una parte apartada del cordón policial y luego les dejó solos:

- Agente Jonathan McBellington, de Scotland Yard, encantado amigo. – John le ofreció la mano diestra mientras que con la zurda la daba una calada a su cigarro, cuándo su mano se estrechó con la de Arión lo percibió rápidamente, aquel tipo emitía una fuerte y poderosa magia, el inglés frunció el ceño, sabía que había psicópatas a los que les gustaba volver a la escena del crimen, pero no podía creerse que un tipo tan poderoso fuese tan estúpido, separó su mano de la de él y caminó de frente, cruzándose con el hombre, y en el momento de hacerlo, susurró de forma casi imperceptible: - No sé a qué juegas, pero se te da como el culo ocultar tu rastro mágico. – Y tras esas palabras que susurró al aire, para que el tipo pudiera oírlas, John desapareció del cordón policial para meterse por una calle solitaria y esperar allí a que el mago apareciese y se aclarase el asunto.

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Spoiler:

Se encontraba aún sumido en sus pensamientos cuando escuchó la presentación del inglés. Se volvió hacia él, intrigado, estrechándole la mano al tiempo que le observaba con intensa curiosidad, pues aunque a él no le sonaba de nada, para su álter ego encerrado en la piedra resultaba un poco más familiar.

John Constantine -le informó telepáticamente su otro yo-. Se dice a sí mismo mago y pertenece a la Liga de la Justicia Oscura. Es un individuo... difícil de catalogar, y según tengo entendido no tiene demasiada buena prensa, pero en teoría es un aliado.

Tampoco sabía mucho más. El viejo Arión había existido en la tierra durante 45.000 años, y había pasado los últimos siglos como observador imparcial y neutral, por lo que era imposible que no hubiera oído hablar de la mayoría de villanos y superhéroes conocidos (especialmente si pertenecían a la comunidad mágica), pero por norma general todo lo relacionado con los humanos y su día a día le generaba profundo hastío y desinterés, por lo que tampoco se había preocupado nunca por indagar más allá de lo que era popularmente conocido. Bueno, al menos sabía que aquél tipo era de los suyos, y era un mago, aunque su otro yo despreciara abiertamente a todos los que no habían nacido con el poder, considerándolos como poco más que farsantes.

Sonrió al escuchar la última frase que le dedicó y le siguió por el callejón al tiempo que una miríada de hebras multicolor emergían de su cuerpo, hilándose y entretejiéndose en torno a los dos hombres hasta conformar un espeso tejido que mantendría a salvo su conversación de oídos ajenos.

- Pierde cuidado, mi buen amigo -dijo al ver la señal de alarma inicial del inglés. Su manera de hablar resultaba un tanto anticuada y peculiar-. Sólo los poseedores de la segunda vista de los que compartimos afición por las artes arcanas pueden ver los hilos multicolor. He tejido con ellos un escudo para poder conversar libremente.

>>Por desgracia no me es posible ocultar mi rastro mágico, ya que la magia se encuentra en mi misma sangre como parte integrante de mi adn. Pertenezco a la raza Homo Magi y mi propio cuerpo es una creación mágica. Me llamo Arión y soy miembro de la Liga de la Justicia. Encantado de conocerte, John Constantine.

Y al decir esto hizo que la ilusión que cubría sus facciones se desvaneciera, permitiendo al inglés contemplar su verdadero rostro, un rostro bastante conocido en las revistas de sociedad. El vizconde Jean-Luc Giscard D'Arión tenía fama de ser un hedonista mujeriego e indolente, aunque al parecer las cosas no eran lo que aparentaban.

- ¿Presupongo que te encuentras aquí por el mismo motivo que yo? En ese caso sugiero que unamos nuestras fuerzas. Si has sido capaz de percibir mi esencia imagino que habrás podido detectar el rastro de energía nigromántica que rezuma de ese callejón. Puedo ser capaz de seguirlo hasta su fuente siempre y cuando no permitamos que se enfríe demasiado. ¿Vamos?

El mago deshizo el escudo de hilos multicolor con un gesto y ambos reanudaron el camino.

- ¿Qué es lo que sabes de los últimos acontecimientos relacionados con nigromancia en Norteamérica? He tenido ocasión de estudiarlos y creo que no tienen ninguna relación entre sí. Nunca antes había visto un asalto zombie controlado. Está claro que el responsable de todo esto es alguien de gran poder, pero el motivo oculto tras los últimos ataques se me escapa.

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Los tejidos multicolor lo pillaron desprevenido. Por sorpresa. Sintió un mazazo muy fuerte en el cogote debido a la acumulación mágica a su alrededor, pero también sintió que no estaba en peligro, que aquella cúpula que los rodeaba no le haría ningún daño. El problema, y el por qué se giró de golpe hacia el tipo del FBI, era justamente él: demasiadas cosas había vivido el mago como para fiarse de un pequeño truco, aunque inofensivo: el mejor de los magos es capaz de deshacerse de sus enemigos con una simple baraja de cartas y un truco bien orquestado.
El hombre empezó a hablar. "Éste tío se ha caído de un CD de Mozart" pensó para si mismo al escuchar la forma en que se dirigía a él, y después lo comprendió: Arión. El mago Arión. El puto homo magi Arión. Había que estar muy desfasado del mundo mágico como para no saber quién era ese tío y que era mejor no tenerlo como enemigo. Si hubiera una escala de regentes en el mundo mágico, seguramente el melenas ostentaría con toda la tranquilidad uno de los primeros puestos sin despeinarse.

Constantine se relajó al saber que también estaba allí por el caso. Formaba parte de la Liga de la Justicia por lo que estaban más o menos ligados como compañeros de trabajo, o eso se podría pensar. Dijo que podía seguir el rastro nigromántico. Eso incluso él podía pero, si otro le hacía el trabajo sucio, ¿por qué no aceptarlo? Además, seguro que podría captar matices que John no sería capaz debido a su naturaleza mágica. Como se suele decir, o se hace o se nace.

- No te comas la cabeza con eso: ésto no tiene nada que ver. Lo que pasó en USA son casos a parte. No es la misma esencia y tampoco el mismo modus operandi. Además, eso ya está resuelto así que no hace falta remover más la mierda. - No era del todo cierto, porque incluso John pensaba que podían tener algo en común esos sucesos. Era extraño que tres casos de nigromancia se sucedieran en el mismo año y casi con las mismas consecuencias. Pero lo cierto era que ese caso, por lo que había visto en los cadáveres y por su experiencia, era algo totalmente distinto. - Ésta es mi teoría: ésto es cosa de un aficionado que se ha topado con algo que lo supera. Como un niño cuando le regalan una consola a temprana edad. Los cadáveres y ésta peste a nigromancia me lo demuestran. Un niño que toca botones sin saber cómo llegar a la siguiente pantalla. - Haciendo caso a la advertencia del homo magi, John se puso en marcha siguiendo a Arión y su olfato de sabueso. - Cuanto antes acabemos con ésto, mejor. Ésta peste es insoportable.

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"La magia es engañar al universo y hacerle creer una mentira increíblemente escandalosa"

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Tras caminar durante más de media hora siguiendo la Rue Montmartre llegaron hasta una discreta y escondida plaza en la parte trasera del Museo Carnavalet. Estaba protegida por una reja, pero no era demasiado alta, por lo que no había necesidad de malgastar la magia. Después de comprobar que no había nadie mirando, Arión se subió al poyete de piedra, y, tras aferrarse con fuerza a las barras de metal, se aupó y saltó con agilidad al otro lado.

A pesar de lo pequeña y recóndita que era la plaza, tenía alguna que otra curiosidad arqueológica, como restos del antiguo ayuntamiento renacentista o el frontón del pabellón central (y el reloj) del Palacio de las Tullerías, aún ennegrecidos por el fuego que lo había arrasado en 1871.

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Sin embargo, y sin lugar a dudas, lo más destacable de todo era la impresionante escultura que se erigía en la parte central representando una pirámide de rocas salpicada de figuras de mármol en actitudes dolientes. Y, en la cima, un ángel observaba impertérrito la escena... o eso podría parecer para Arión.

Un análisis más detallado haría partícipe a John de un pequeño detalle, en concreto el lucero que llevaba el ángel en la frente y que le delataba como Lucifer. Había muy pocos monumentos en el mundo dedicados al primer ángel caído, y era plausible que aquél hubiera pasado desapercibido por el hecho de no contar con ninguna placa en la base que pudiera identificar la escultura, pero sí que había una inscripción, en la roca que había junto a Lucifer: “Les Carrières de Paris”.

- Las Canteras de París... -leyó Arión-. Es el nombre por el que antiguamente se conocía a las que ahora son las catacumbas. Éstas deben de ser rocas sacadas de la excavación de las canteras durante la época greco Romana -musitó, extendiendo la mano para rozar una de las piedras con una actitud casi nostálgica. Él no había estado allí, pero sí su álter ego, el cual le había transmitido todos aquellos recuerdos-. Las excavaciones tuvieron lugar en las bases de Montparnasse, Montrouge y Montsorius, y tenían una longitud de 300 kilómetros. En el siglo XVIII, debido a una serie de epidemias que atacaron el distrito de Les Halles, los cementerios locales quedaron desbordados, así que las autoridades decidieron emplear las canteras como almacén de restos humanos. Fueron necesarias varias décadas para acabar el traslado de los más de 6 millones de cadáveres hasta los túneles de lo que hoy en día han pasado a conocerse como "Las catacumbas de París"...

Se giró para observar a Constantine.

- El rastro se pierde en ésta plaza. ¿Crees que el nigromante se oculta en las catacumbas? Me consta que tan sólo se encuentran abiertos al público un kilómetro y medio de los más de 300 que abarcan en total, espacio más que suficiente para ocultarse, y también sé que existen entradas secretas distribuidas a lo largo de la ciudad que permiten penetrar en las catacumbas por medio de las alcantarillas o túneles abandonados del metro...

Echó un vistazo alrededor; Justo al lado de la estatua del Caído había una boca de alcantarilla. ¿Quizás...?

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El mago siguió al homo magui con cierta... tirria por dentro. En primer lugar porque siempre que se encontraba con alguien de la Liga de la Justicia, pasara lo que pasara las noticias llegaban a oídos de Batman, lo que solía desencadenar en ciertas miradas del vigilante sobre el mago cada vez que se encontraban. Ambos tenían un modo de proceder casi parecido, pero estaba claro que cuanto más lejos el uno del otro, mejor.
En segundo lugar... era el puto Arión. Sin más. El maldito Arión, de carne y hueso, delante del mago. Un tipo que si quisiera podría reducir el mundo entero a un simple microgramo de proponérselo, pero que según lo que había oído con un sentido de la justicia y la moral por encima de los valores medios. Es decir que, en resumidas palabras: "me va a tocar aguantar otro sermón según como vayan las cosas."

La caminata los llevó a, como no, bajo la mirada del hijo pródigo de Dios. John, tras saltar la reja, se acercó a la susodicha estatua, observando lo puntillista que fue el autor como para que le dejaran exhibir esa oda al ángel caído, y lo que se debió reír el condenado al ver que nadie se daba cuenta del mayor y mejor escondido de todos los detalles.

- Muy interesante... - comentó el rubio tras la explicación del mago sin evitar quitarle el tono sarcástico y algo borde a sus palabras mientras seguía observando la cara del ángel. Luego, cuando Arión comentó lo de las catacumbas, John se acercó a éste, perdiendo el interés por Lucifer. - Estará ahí abajo. Los muertos tienen la fea costumbre de no morirse del todo: los restos que hay ahí abajo pueden ser una buena fuente de alimento para un nigromante si sabe cómo chupar del frasco... sobretodo si es uno inexperto y que quiere ser el nova más del gremio en poco tiempo. - Se fijó en la alcantarilla, al igual que Arión, y no se lo planteó dos veces antes de abrirla y echar un vistazo. - 300 kilómetros son mucho recorrido, pero me da en las narices que no debe estar muy lejos. Los zombis no son grandes atletas, ¿sabes? A partir de aquí yo haré de sabueso - y menudo rastro a seguir: le podrían llorar los ojos con esa peste a muerte y magia negra que provenía del subsuelo.

Bajó hasta tocar el suelo, y sacó una linterna de la gabardina para poder orientarse. Miró a ambos lados del túnel, para asimilar hacia dónde debían ir, y esperó a que el homo magui le siguiera.

- No te quedes atrás... - John se dirigió túnel hacia dentro, guiado por su instinto y ese sexto sentido que le punzaba la nuca y le retorcía el estómago. La sensación aumentaba según iban alejándose de la entrada, y se intensificó cuando llegaron a una bifurcación: izquierda, o recto.
Los pies del mago se pararon. Miró ambos caminos, y un pequeño atisbo de vacilación le cruzó la mente. No era por no saber hacia dónde dirigirse: era porque sabía por dónde NO debía ir. Conocía bien esa sensación y su instinto le decía que fuera por el otro lado. Entonces, y sólo entonces, cuando los nervios estaban a flor de piel, supo qué hacer.

- El rastro se dispersa, pero está cerca. Habrá que dividirnos. Tú ve por ahí - le dijo el inglés al mago, señalando el camino que seguía de frente. - Yo iré por la izquierda. Si en media hora no encontramos nada, nos volveremos a reunir aquí, en la bifurcación. ¿Te parece?

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"La magia es engañar al universo y hacerle creer una mentira increíblemente escandalosa"

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- Hmmm... No sé si es buena idea separarnos... -titubeó el mago-. El sistema de túneles es largo y complejo, por lo que es fácil perderse, y algunos son demasiado estrechos y bajos y se inundan fácilmente.

No es que Arión temiera por sí mismo, pues con su magia podría orientarse fácilmente, pero no sabía si el inglés contaría con algún hechizo similar. Una vez éste hubo despejado sus dudas, accedió.

A diferencia de su compañero, Arión no era capaz de discernir cuál posible vía sería la mejor, pues entre el hedor a magia negra que se esparcía por doquier y su Sentido del Peligro, que no paraba de zumbar desde que habían descendido a las catacumbas, amenazando con hacerle explotar la cabeza, se encontraba totalmente saturado.

Vio cómo Constantine se alejaba llevándose consigo su pequeña fuente de luz artificial y extendió una mano, de cuya palma brotó una llamarada mágica que serviría para alumbrar su propio camino.

Lo primero que se hizo palpable fue la humedad presente en el pasadizo, cubierto por una capa de agua que le llegaba casi hasta las rodillas y contra la que sus botas altas le resguardaba en parte, y tras un buen rato de caminar por las galerías excavadas siglos atrás por los romanos, comenzaron a surgir de la nada infinidad de huesos humanos. Miles y miles de calaveras, de fémures, de lo que algún día fueron brazos que se movían al compás de las aguas que se desplazaban a su paso.

En un momento dado, al llegar a una caverna que ensanchaba, le pareció que el suelo de la galería se estremecía y el agua burbujeaba a sus pies, pero antes de que pudiera llegar a ninguna conclusión, un espectacular y repentino géiser surgió ante él, haciéndole caer hacia atrás al tiempo que una inmensa criatura, con la apariencia de un gusano de color negro mortecino se abría paso entre las aguas.

Y los muertos se alzarán (Arion) Purpleworm

Desde el suelo, Arión observó con expresión desencajada por el asombro a la gigantesca criatura que se alzaba ante él; Mediría unos dos metros de diámetro y treinta de largo desde las fauces repletas de dientes hasta la punta del aguijón de su cola.

- ¡No puede ser! -exclamó para sí, pero el hedor a muerte y putrefacción era inconfundible-. ¿Una noctoruga?

Las noctorugas eran poderosas criaturas no muertas compuestas de oscuridad y pura maldad pertenecientes al Plano de las Sombras. Si el nigromante cuya pista venían siguiendo era, tal como afirmaba Constantine, un simple aficionado, la única manera de que hubiera podido invocar semejante ser era utilizando algún artilugio mágico de gran poder, y si tenía acceso a algo así, no quería ni pensar lo que podía llegar a desatar sobre París...

La criatura se inclinó sobre él y su repulsivo aliento brotó en la forma de una letal vaharada de aire helado que congeló el agua sobre la que había estado inmerso una fracción de segundo antes de que se apartara a toda prisa. Con un atronador rugido de rabia, la noctoruga restalló con el látigo que formaba su cola en su búsqueda, ávido su envenenado aguijón de morder la carne de su cuerpo, pero una vez más el hechicero fue más rápido y pudo apartarse a tiempo, mas no sin que el instintivo y automático movimiento le dejara en una precaria posición justo ante las fauces del ser.

Dientes afilados como agujas se cerraron en torno a su cintura, amenazando con romperle los huesos y desgarrarle los tendones cuando alzó violentamente la cabeza con su presa debatiéndose entre ellos.

La sangre latía en las sienes de Arión, la agonía desgarrando cada palmo de su ser. Sabía lo que vendría a continuación, pero el terrible dolor le impedía concentrarse para realizar cualquier hechizo, así que hizo lo único que podía hacer: buscó con los dedos la empuñadura de la espada que siempre llevaba al cinto y, aunque el dolor le enturbiaba la visión y nublaba sus sentidos, la espada pareció guiar su mano con un esfuerzo consciente, como compartiendo su desesperación, hasta terminar hundiéndose en el ojo derecho de la criatura en un único movimiento rápido y veloz. La criatura rugió y soltó al mago, cuyo cuerpo fue a impactar contra la dura superficie apenas amortiguada por el agua. Pero no podía permitirse la menor vacilación... Contaba con algunos segundos de tiempo hasta la noctoruga regresara para terminar el trabajo que había comenzado y no podía desperdiciarlos, de manera que se concentró en sus amuletos mágicos y canalizó a través de ellos todo el poder que fue capaz de acumular en la forma de un devastador rayo de energía azulada que en su momento había sido capaz de noquear a Supermán. El rayo atravesó limpiamente las placas de armadura quitinosa, dejando un agujero en su cuello por el que habría podido pasar un automóvil. Tras un último estertor, la bestia cayó al suelo con un chapoteo y quedó inerte mientras Arión, dolorido y exhausto, trataba de recuperar el aliento apoyándose contra el muro. Los dientes habían dejado marcas ensangrentadas en su abdomen, pero por fortuna la manera de alimentarse de las noctorugas consistía en engullir vivas a sus presas, por lo que no había llegado a apretar lo suficiente como para producir un mal mayor.

Cuando hubiera descansado un poco, recuperaría la espada.

Sí... cuando hubiera descansado...

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John no miró hacia atrás. Siguió adelante, fijo en lo que tenía justo al frente porque si echaba la vista hacia atrás, quizá se encontrara con los remordimientos: esos extraños y familiares conocidos que siempre volvían de visita en el momento menos oportuno. Sabía de sobras hacia dónde había mandado a Arión, pero él no importaba. El homo magui no importaba. John sí que le importaba a John.

Avanzó unos cuantos metros cuando escuchó un silbido, un chasquido y la voz del mago a sus espaldas, como un eco de advertencia. Como supuso su instinto, el inglés se acababa de librar de una buena. ¿Pero qué habría en su dirección? Esperaba no encontrarse nada parecido.

El túnel terminaba en una estancia iluminada con el color de las velas. John apagó la linterna y se la guardó en la gabardina. Si iba a entrar, no sería anunciando su llegada. Se fue acercando, preparado por si debía formular algún conjuro defensivo nada más pasar el umbral, pero no ocurrió nada.
Al otro lado de dicho umbral se abría una estancia mayor que había sido retocada por manos humanas: había un par de mesas de madera a un lateral, velas en pequeños nichos donde hacía poco habían restos humanos y un montón de cera por todo el suelo. Habían un montón de libretas con anillas, abiertas y con un montón de apuntes y, en medio de todo había una figura encapuchada, que recitaba un mantra en latín.

El mago se acercó despacio. La figura no mostró si lo había escuchado y sentía su presencia. John se acercó hasta donde estaban las libretas, a espaldas de la figura y les echó un ojo. Estaban llenas de anotaciones, apuntes y propuestas de futuro sobre el control de los muertos. Incluso había fórmulas mágicas y rectificaciones de un nivel demasiado alto para ser de un primerizo como pensó en un principio.

- ¡AH!¡HA FUNCIONADO! ¡VADE RETRO! ¡VADE RETRO!

John se giró poco a poco, sin hacer movimientos bruscos por si las moscas. Se encontró con la asustada mirada de un chico que no tendría más de quince años, con gafas de pasta y acné en la cara, y un libro demasiado viejo para éste tiempo. "Un puto crío. Joder, es un puto crío".

- ¡VADE RETRO!
- ¿Qué haces?......... ¿Se puede saber qué intentas, chaval?
- Por el poder y el control de todo lo oscuro yo te ordeno, criatura: ¡vade retro!

"............. No me jodas. Venga, en serio, no me jodas...." Esas palabras, vade retro, se usaban comúnmente para mantener a ralla a los demonios menores invocados por demonólogos, y así mantener el control sobre sus criaturas. Por una vez en su vida, la experiencia que tenía el mago al respecto le sería de una divertidísima ayuda.

- Chaval, ¿pero sabes dónde te has metido? - Dio un paso al frente, dando muestra de su total control sobre su cuerpo. - Hay cosas con los que es mejor no jugar.
- ¡AH! No puede ser... deberías estar bajo mi control. Deberías...
- Cuando abres una puerta y te olvidas de poner el pestillo, se te puede colar una visita inesperada. - John esbozó su mejor sonrisa de cabrón a medida que se acercaba al chaval. Éste, en un momento de pánico, entendió lo que le estaba diciendo el rubio y dio un alarido de terror.
- ¡Por favor no, NO! ¡No me mate! ¡No me robe el alma! Y sólo... Estuve tentado con la magia y... y quería... no sé... creí que sería divertido... - "Con la mierda que has causado debería meterte la cabeza en una guillotina para contentar a París, capullo."
- Dámelo - fue lo único que le dijo el mago, con una mano en los bolsillos y la otra tendida delante del chico. Éste miró la mano, miró al mago, a sus ojos azules y fríos, y le tendió no solo el libro que tenía entre sus manos, sino también un relicario que desprendía un fuerte poder nigromántico y un collar con un pentagrama modificado, a modo de protección. Cuando el mago vio el pentagrama, perdió totalmente la serenidad. "No me jodas..." Los pentagramas, a diferencia de lo que creen la mayoría de las personas que identifican el pentagrama con su homónimo invertido, sirven para canalizar la magia por vía de los cinco elementos, y la controlan mediante el círculo alrededor del símbolo. En dicho pentagrama habían inscrito runas de protección. Por así decirlo, era algo como un repelente, y sólo funcionaba con el portador.
John levantó los ojos hacia el muchacho, momento exacto en que una sombra tras éste se movió, y unos brazos podridos con uñas rotas se abalanzaba sobre el chaval. Éste gritó, de terror, miedo y dolor cuando la boca del muerto se le cerró alrededor del cuelo y le arrancó un trozo de carne. Tras éste llegaron más muertos. Tantos que cubrían el túnel entero.
El mago no se lo pensó dos veces, se giró y empezó a correr. Corrió y corrió, chocando contra las paredes, raspándose los brazos y girando hacia la derecha en la bifurcación. No iba a esperarse a que llegaran las otras criaturas que posiblemente hubiera invocado el chaval trasteando con la magia negra. Subió por las escaleras de la alcantarilla y la cerró tras de si.

"Lo siento París, pero hoy no me siento un buen mago". Saltó la verja y huyó con el relicario, el pentagrama y el viejo libro en sus manos. Ya más tarde le echaría un vistazo, pero un más tarde cuando no estuviera ocupado salvando su vida.

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"La magia es engañar al universo y hacerle creer una mentira increíblemente escandalosa"

Y los muertos se alzarán (Arion) 11gruj9

Se había quitado la parte superior del traje y la había desgarrado a tiras para formar un improvisado vendaje en torno a su cintura. No es que estuviera sangrando demasiado, pero no era el mejor entorno para tener heridas abiertas, con toda aquella mugre y suciedad. Era preferible pillar un resfriado antes que el tétano, y, de todos modos, toda su ropa había quedado empapada tras la pelea contra la noctoruga, por lo que tampoco iba a servirle de mucho abrigo.

Después de recuperar su espada, se dispuso a deshacer el camino en dirección a la encrucijada en donde se había separado del otro mago. Había transcurrido bastante más de media hora, pero confiaba en encontrarlo.

Cuando llevaba algún tiempo andando, se detuvo al percibir que había algo maligno aguardando más adelante. ¿Hombre o criatura? Era imposible saberlo con certeza. Podía distinguir un murmullo lejano en la lejanía, aún demasiado apagado como para poder identificarlo con claridad. A menos...

El atlante se concentró, dejando la mente en blanco y profundizando hasta ver más allá de las limitaciones que le imponía su cuerpo físico. Eran muchos... demasiados, y su naturaleza era antinatural... y mágica.

- Por mi padre... -musitó horrorizado cuando las hordas de muertos vivientes se revelaron ante él.

Intentó localizar la mente de Constantine, pero el inglés no se encontraba ya en las catacumbas, y él no podía consentir que el subsuelo de París se llenase de zombies hambrientos. Podían encontrar mil formas de acceder a la ciudad; tendría que ocuparse sólo.

Las hordas de muertos vivientes avanzaban por el pasillo en su dirección. Arión tomo aire para prepararse. Lo primero que hizo fue invocar el Escudo de Attatak, que le protegería de cualquier daño, impidiendo que los muertos le alcanzasen pero permitiéndole atacar al mismo tiempo. A continuación, acercó la espada a su rostro y musitó las palabras de un encantamiento que imbuiría el arma con fuego mágico. Apostaba a que la carne podrida de los zombies sería presa fácil de las llamas.

La oscuridad del túnel no tardó en desaparecer, ahuyentada por la mágica luz que irradiaba la llameante espada, iluminando la avalancha de despojos humanos recubiertos de barro y carne en descomposición que se abalanzaba hacia él con la intención de devorarlo...

La resplandeciente espada encantada pareció cobrar vida entonces en las manos del mago, infligiendo muerte con la misma avidez insaciable que se leía en los hambrientos ojos de las criaturas.

Por fortuna, los zombies eran lentos, y de vez en cuando conseguía despejar el camino el tiempo suficiente como para permitirle conjurar algún hechizo ofensivo que le ayudara a incrementar las bajas, pero aún así tardó horas en llegar hasta la habitación que había sido la fuente de la que había emanado todo el mal. Los rastros de energía oscura eran poderosos e intensos allí, pero lo único que quedaba era el rastro residual, aunque fuerte, además de los restos parcialmente devorados del que supuso había sido el nigromante. Fuera cuál fuere el objeto que había desencadenado todo, había desaparecido, de la misma manera que lo había hecho el mago inglés.

- Maldito seas una y mil veces, John Constantine... -musitó, sombrío.

Le parecía increíble que pudiera existir en el mundo un ser tan egoísta e innoble como él. Al menos había conseguido proteger la ciudad y erradicar la amenaza, pero tendría que hablar con Zatanna sobre aquello, mas no antes de ponerse en contacto con su aprendiz. Iba a necesitar la ayuda de Cane para deshacerse de todos aquellos cuerpos y asegurarse de que aquella ala de las catacumbas permaneciese sellada para siempre...

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