Juramentos de sangre (Zatanna)

24 de Abril de 2018

Un chasquido de luz se produjo de pronto en aquella silenciosa casa, en el jardín principal, dónde emanaba agua de una fuente de mármol blanco central, con un suelo formado por azulejos de color blanco y negro que se intercalaban y plantas de todo tipo, con distinto aroma y color que formaban un mosaico hermoso y triste a la vez por la escasa luz que inundaba el lugar a través de los ventanales, justo ahí, en una pequeña explosión de humo y luz azul, apareció el mago de las cloacas, el Hellblazer, John Constantine.

Miró a su alrededor, estaba sorprendido de haberse podido transportar, demonios, estaba sorprendido hasta de seguir con vida, todavía estaba confuso y le dolía a horrores todo el cuerpo, sus ojos azules parecían estar desenfocados y idos, tenían poco brillo, como los ojos de un moribundo, su pulso temblaba y apenas conseguía encender el cigarro que se acaba de poner entre los labios, finalmente, consiguió encenderlo, pero a las dos caladas, el tabaco cayó al suelo, el mago no tenía apenas control sobre su cuerpo:

- M-maldita s-sea ¿Quién me mandaba….- Tuvo que hacer una pausa, una terrible nausea invadió su cuerpo y no pudo evitar abalanzarse sobre la fuente para vomitar: -…M-meterme con los n-nigromantes…? – Susurró para sí mismo, inclinado sobre la fuente, observando su reflejo distorsionado en el agua, del labio inferior le brotaba un hilo de sangre, si seguía así no iba a aguantar demasiado tiempo más, había sido un estúpido, un descuidado, algo que no solía ser, se había cegado ante su objetivo y había caído en la trampa de la Llama Fría, había dejado que le lanzasen una maldición, como un maldito principiante….

Se arrastró como buenamente pudo por el suelo del jardín de la casa del misterio, por mucho que repasase en su cabeza, no se le ocurría ninguna forma de revertir aquel hechizo, diablos, ni siquiera se le ocurría que hacer, solo se arrastraba patéticamente por el suelo, como un desvalido, apretó su puño con rabia y observó como unas venas negras, inflamadas, y grandes se le habían formado en la mano y le subían hasta el cuello, la infección de magia negra le estaba destrozando ¿Acaso sería ese su final? El inglés frunció el ceño y buscó rápidamente como pudo dentro de los bolsillos de su gabardina, con torpeza, sacó un puñal con unos grabados, lo miró con duda durante unos segundos y, luego, se colocó mirando al techo, boca arriba, su camisa blanca estaba rasgada y destrozada, al igual que sus pantalones, lo único que seguía igual de siempre era su gabardina:

- N-No voy…A morir…Aquí….- Susurró mientras levantaba el arma y luego, rápidamente la hundía en su estomago, la sangre no tardó en fluir rápidamente por la herida: - R-reclamo al juramento de s-sangre… -Hizo una pausa para escupir una flema, mientras que con la mano diestra, con la sangre de la herida de su estomago, empezó a dibujar unas extrañas runas: -…I-invoca el cuerpo, el a-alma…Haz honor al juramento…Del alba.- En su fuero interno, John rezaba porque el hechizo funcionase, hacía meses que no la veía y las cosas no habían acabado bien entre ellos dos, pero, ahora, ella era su única alternativa, aunque lo odiase, no tenía a nadie más…

El mago notó como su cuerpo se desplomaba y cerró los ojos, al menos, le habría gustado verla antes de morir. Habría sido divertido ver su cara de reproche y oírle decir ‘’Eres idiota, John Constantine’’. El inglés finalmente, desplomó su cabeza contra el suelo y se desmayó.

Caminaba por prados dorados, decorados con hermosas flores que se movian con el suave vaiven del viento. Era un dia soleado, donde el unico sendero de piedras estaba limpio, vacio, sin ningun sonido mas que el de un cercano rio que llevaba sus aguas hacia el lejano mar. Estaba en el idilico paraiso, caminando unicamente para pensar, reflexionar acerca de mi magia, comulgar con las energias y cargarme de buenas vibras para continuar con mis actividades. No habia nada mas que el viento, el agua, la tierra limpia y el sol eterno de donde provienen toda la vida. En un momento, deje de seguir el sendero para caminar hacia donde escuchaba el escurrimiento de los liquidos, llegando al ancho rio que habia escuchado antes. Sus aguas puras y cristalinas provenian de una montaña a lo lejos en el Oeste, cuyo pico nevado parecia ser el paisaje geologico mas bonito que alguien podia ver.

Baje la vista, mirando las aguas. En su reflejo pude ver mi rostro, un rostro que me daba señales de fortaleza y me daba valor. Yo era la persona que debia mantenerse segura, conocerse, saber sus puntos debiles, y trabajar en ellos para ser fuerte. Era yo, la unica Zatanna, y la unica responsable de lo que pasaba en mi vida. Nadie mas me iba a afectar, ni determinaria mis acciones.

De pronto, el cielo se empezo a nublar abruptamente. Demasiado rapido, quizas. Truenos y rayos empezaron a zurcar el cielo, soltando una tormenta que en segundos se habia desatado. ¿Que demonios estaba pasando? ¡Estaba en mi mundo, el mundo de la meditacion!

-Zatanna. -Escuche una voz suave y melodiosa en medio de la tormenta. Esa voz suave, que nadie queria escuchar. El maldito Amalek, la mas grande impureza. Sus palabras melosas y su increible poder lo hacian un terrible enemigo... Y si estaba en mi reino de meditacion, no podia esperar nada bueno. -Que bonito lugar... Admiro tu trabajo, ¿sabes?
-¿Que quieres, Amalek? Aun en trance, tengo mis poderes y la capacidad para destrozarte en un minuto.
-Zatanna, sabes que admiro tu trabajo y tus poderes, jamas osaria retarte... -Su discurso podia ser creido, lo decia con una pena y una humildad total que, si fuese un poco mas tonta, habria bajado la guardia. Pero jamas se hace eso con un demonio- Y por eso, quiero que tu me ayudes.
-¿Por que habria de ayudarte? Estas en mi espacio de meditacion.
-Por Constantine. -Cerre los ojos un momento. Maldita sea. MALDITA SEA. ¿Que carajos acaba de hacer ese idiota para que un demonio tenga que actuar como intruso en mi reino- Si, yo tambien estaba sorprendido. Pero esta, en estos momentos, agonizando de dolor. Lucifer se ha perdido de muchas oportunidades de cobrarse todas las que Constantine le debe, pero esta vez todo apunta a que se nos va. Sin embargo... No me gusta estar en deuda con lo que voy a torturar las siguientes dos eternidades. El cobro su favor ahora, y he cumplido.
-Maldito imbecil... -Corri hacia el agua, y me tire al rio.

Abruptamente desperte, sentada sobre mi cama en una pose de meditacion, estaba ahora realmente alterada. Chasquee los dedos, cambiando mi bata blanca que tenia por mi indumentaria de trabajo. Me puse mi sombrero y corri a mi baul donde guardaba todo tipo de menjurjes y pociones, llevandomelo con cuidado hacia el baño. Entre, cerre la puerta y empece a hablar.

-Oiretsim led asac al a Annataz -Y abri la puerta, saliendo inmediatamente al brumoso jardin de la casa. Empece a andar, muy preocupada, hasta que por fin, lo vi tirado en el suelo, con la piel palida y la sangre negra fluyendo por su debil cuerpo. Estaba consumido por un magia negra, con una herida sangrandole en el estomago con la que probablemente dibujo las runas. Corri hacia el, casi al borde del llanto. -¡John! ¡John! -Aleje el cigarrillo que estaba quemandose en el suelo y quite el arma de sus debiles manos para colocar mis guantes sobre su herida. Mis manos empezaron a brillar con un aura dorada, mientras recitaba unas palabras en latin para curar las heridas de John. La apertura en su carne empezo a cerrarse, lo cual me daria suficiente tiempo de poder llevarlo adentro y deshacer la maldicion.

-Eres un idiota... -Corri a dejar en la puerta mi baul con pociones y regrese con John, levantandolo por detras de los hombros hasta que pude cargarlo poco a poco hasta la puerta- Ya... todo estara bien... -Mencione en un tono tan esperanzador como podia. Tome con cuidado, mientras avanzaba, su muñeca. El pulso bajaba, y la sangre parecia hacerse mas espesa, como si su liquido vital se transformase poco a poco en mercurio. Cuando por fin llegue a la puerta, recoste un momento a John en el suelo y saque la llave para abrirla. -¡N'AAL! ¡VEN AHORA A TRABAJAR! -Esperaba que el celador de la casa no estuviera haciendo tonterias y respondiera mi llamado.

¿Estaba muerto? Si lo estaba, no era para nada lo que él creía que era la muerte, era obvio que no esperaba que lo recibiesen en las verjas doradas con cánticos de capullos alados, pero ¿Esto? El mago estaba ante un camino extenso, hasta dónde la vista llegaba, era de baldosas rojas y a su alrededor, parecía crecer un tétrico jardín, las plantas que en ese lugar crecían estaban marchitas, muertas…El inglés suspiró y buscó en sus bolsillos, nada, no tenía tabaco, diablos, con lo bien que le habría venido chupar un poco de nicotina ahora mismo, no sabía exactamente qué hacer, miró tras él y no había nada, tan solo oscuridad, una amenazante oscuridad, densa, negra, muerta…Le ponía de los nervios…

De nuevo, volvió a mirar al frente, y como no le apetecía estar cerca de aquella oscuridad que se extendía a sus espaldas, decidió empezar a recorrer el camino: - Maldita sea, Zeta, más te vale salvarme el culo. – Murmuró entre dientes mientras emprendía el camino….

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El demonio N’aal se encontraba sentado en una butaca del salón de la casa del misterio, le gustaba estar tranquilo allí, dejando pasar las horas sin hacer nada, al fin y al cabo, estaba ligado a la casa y no podía salir de ella, y aunque eso no le molestaba, si le molestaba la presencia del dueño de la casa, el infame mago John Constantine, un tipo del todo desagradable.

El demonio estaba ahora observando el fuego que crepitaba en la chimenea, en silencio, como si esa fuese una tarea muy importante, cuando de pronto oyó una voz que le llamaba, era una voz femenina y no tardó en reconocerla, era la voz de Zatara Zatanna, la amante del inglés:

- Maldita mujer, hablarme en ese tono…- El demonio se levantó pesadamente mientras se quejaba entre dientes, con suma calma cruzó la puerta que servía de salida del salón y llegó al jardín, caminó hasta la mujer y hizo una vaga reverencia: - ¿Ha hecho llamar la señora? – Luego miró con curiosidad a Constantine, que estaba en el suelo y dijo: - Parece que el señor está ya en casa, si me hubiese avisado habría preparado algo de comer…- Dijo en tono burlón mientras observaba al moribundo, luego volvió a mirar a la mujer y dijo:  - Parece que ha sido sometido a algún tipo de maldición, creo….- Se dio la vuelta mientras se dirigía de nuevo hacia la puerta: -…Creo que hay algo por aquí. – Cruzó la puerta de nuevo y salió al cabo de 5 minutos con un maletín: - El señor insistió en que siempre guardase esto por si había alguna emergencia. – Abrió el maletín y se lo mostró a la mujer, dentro había todo tipo de objetos que se usaban para luchar contra magia oscura y sanar maldiciones.

El demonio rebuscó dentro del maletín y sacó una pequeña agenda, la abrió y buscó en ella mientras observaba el cuerpo del mago: - Si…Los síntomas coinciden con magia nigromante, tal vez pueda usted hacer algo…- El demonio sonrió con malicia y dijo: -…Sería una lástima que al señor Constantine le ocurriese algo…-

Espere un poco, mientras metia a John a la casa con cuidado y metia mi maletin con mis artilugios magicos para esta emergencia. N'aal no llegaba, y eso me estaba molestando bastante. Era el peor mayordomo magico que Constantine podria obtener, aun teniendo la posibilidad de tener a un espiritu servil de otras dimensiones. Mis quejas no hicieron mas que aumentar cuando el demonio naranja llego frente a mi con esa velocidad lenta de quien le importa un carajo lo que pase o no.

-Guardate tu sarcasmo, N'aal. Estamos en una emergencia. -Y despues, me menciono que John estaba victima de una maldicion. Vaya, que inteligente era. Segui cargando con cuidado a John hacia el suelo de la entrada principal, quitando una alfombra. N'aal se fue a buscar no se que cosa, y se tardo unos cuantos minutos. Ese tiempo lo ocupe en diseñar un circulo magico sagrado, marcado con un gis blanco. Busque en mi maletin, y empece a sacar botellitas y bolsas chicas que usaria para este ritual.

El mayordomo trajo un maletin, y de el empece a buscar cosas, sin concentrarme en sus burdas amenazas por la muerte de Constantine. Tome su pulso, y ya no estaba entre los vivos, pero era unicamente obra de la maldicion. En cuanto la eliminase, deberia volver a la vida (como tantas veces que Constantine vuelve a la vida).

-Retirate, por favor. Quiero concentrarme. -Y bajo el circulo magico que trace debajo de John, dibuje un circulo mas pequeño, donde puse una botella negra bocabajo. Un liquido azul cielo se derramo, sin salirse nunca del contorno del gis, empezando a moverse aleatoriamente sobre el suelo. Sangre de hombre lobo disuelta en agua bendita, el mejor canalizador de energias profanas.

Tome, posteriormente, con la punta de mis dedos indice y pulgar un poco de polvo rojizo que reparti sobre el cuerpo de John uniformemente: Era olivo pulverizado con el corazon de una bruja. Se decia que en la edad media, cuando la inquisicion mataba a una bruja, le arrancaba el corazon y lo molia en hojas de oliva hasta que se secara y se volviera polvo, como forma de contrarrestar las maldiciones que las mismas brujas lanzaban sobre las personas.

Cuando termine, dibuje una cruz en la muñeca derecha de John con mi dedo indice mojado con agua bendita. Tome el agua bendita, y posteriormente, empece a salpicarla sobre el circulo magico y sobre Constantine mientras empezaba a repetir varias veces en un frances firme "Sortir de l'ombre de la mort par la grâce du Père, du Fils et du Saint-Esprit", llenando mis manos de un brillo dorado que canalizaba sobre el circulo. Los componentes que habia soltado sobre John empezaban a reaccionar, flotando, moviendose, vibrando y oscilando sobre la cabeza del ingles hasta que todos quedaron en una esfera perfecta flotando sobre el corazón de John.

Mantuve con mi magia esa esfera flotando, mientras, con mi mano derecha, acercaba un pequeño cuchillo a la punta de mi dedo para pincharlo y derramar una gota de sangre sobre la esfera, que inmediatamente, reacciono, mezclando la sangre con los demas ingredientes. Volvi a repetir mi salmodia, hasta que, la esfera atraveso magicamente el pecho de Constantine. Se clavaria en su corazon y buscaria sacar toda la maldicion de su organismo... Solo que el, tenia que ayudarme desde donde sea que este. "Vamos, John, tu puedes..."

Aquel paisaje le recordaba a Constantine a una maldita versión gótica del Mago de Oz hecha por Tim Burton, a cada paso que el mago daba, la oscuridad parecía tragarse todo lo que este dejaba atrás, como dándole a entender que solo había una salida posible al final de aquel camino, con las manos enfundadas en los bolsillos, el inglés caminaba con curiosidad por aquel camino de baldosas rojas, preguntándose qué estaría ocurriendo con su cuerpo ahora mismo:

- Fijo que el desgraciado de N’aal está disfrutando de lo lindo con todo esto… - Susurró el mago para sí mismo mientras continuaba su marcha…Nada, el paisaje no evolucionaba de ninguna forma, simplemente se repetía una y otra vez, como un maldito dibujo animado de bajo presupuesto, el mago finalmente, se detuvo y observó de nuevo el paisaje, no por cansancio, puesto que allí no parecía cansarse a pesar del rato que llevaba caminando (o del poco, no sabía decir con certeza como transcurría el tiempo en aquel lugar).

John entornó la mirada hacia el jardín, observándolo con mucha atención, a lo lejos, al fondo, había un árbol que le recordaba a algo, a un hecho de su infancia que hacía años que había sepultado, o eso creía, era un ciprés con una marca en la corteza, una J y una A, el inglés, con nostalgia, no pudo evitar salir del camino para acercarse al árbol, que estaba a un par de metros del camino, lo rodeó un par de veces tocándolo con la punta de los dedos, todo eso le traía muchos recuerdos…Sonrió y se detuvo unos instantes delante del árbol, hasta que una voz le llamó:

-John….- Era una voz femenina, rasgada, rota, sin embargo, el mago no tardó ni un segundo en identificarla, cayendo de rodillas al suelo, impotente: - No puede ser…- Susurró Constantine mientras la voz le seguía llamando: - John. – Era la voz de su madre, o así es como ella sonaba, aunque el inglés nunca la había conocido, si había visto grabaciones de sus padres: - JOHN! - Ahora la voz se volvió agresiva y violenta, profiriendo un chillido de rabia, al momento, cientos de manos empezaron a emerger del subsuelo, rasgando la tierra y empezando a abrirse paso: - Esto tiene que ser una jodida broma…- No…Ahí estaban… Enma, Gary, Chris…Tanta gente…Tanta gente…

Constantine no pudo evitar echarse a reír, ahí estaban todos, todos y cada uno de sus seres queridos, todos y cada uno de los que habían ardido por las pasiones del mago, caminando hacia él con una frívola mirada en el rostro, con odio, frialdad: - Supongo que no hay nada que decir, no mentiré si digo que me esperaba que mi final sería similar a esto…- Susurró el mago a la nada con una sonrisa amarga en el rostro, con calma, se recostó contra el árbol, que era lo único que no se había derrumbado ante la aparición de aquellos espectros, que continuaban acercándose a John lentamente: - Lo único que lamento es no tener un cigarro. – Dijo con cierto sarcasmo mientras miraba al cielo, no quería tener que enfrentarse a ellos, no quería mirarles a los ojos y saber que les había fallado:

- Vamos, John, tú puedes…- Susurró una voz desde el cielo, el inglés abrió mucho los ojos, como si no acabase de creer lo que oía, era ella…Así que al fin y al cabo lo estaba haciendo, le estaba salvando la vida por enésima vez…Sonrió mientras se ponía en pie: - Lo siento tíos, habéis estado cerca, pero creo que me toca largarme de aquí…- Sentía su corazón renovado de fuerzas, como si la sola llamada de la chica le hubiese devuelto las ganas de seguir luchando, frunció el ceño con decisión, sabía lo que tenía que hacer: - Sortir de l'ombre de la mort par la grâce du Père, du Fils et du Saint-Esprit! – El mago chilló el hechizo con fuerza y algo se rasgó en el cielo de aquel lugar, una deslumbrante luz dorado que dejó caer un lazo del mismo color, John se sujetó a este y dejó que sencillamente tirase de él…

El mago abrió los ojos e inmediatamente tragó aire con fuerza, como una persona que había pasado largo tiempo bajo el agua, aguantando la respiración y de golpe volvía a la superficie, no sabía exactamente dónde estaba, no sabía nada, pero lo primero que se encontró fue los ojos de Zatanna, sonrió y se desplomó en el suelo: - Gracias…- Susurró mientras miraba al techo del cuarto, no sabía exactamente en qué cuarto de la casa estaban, no le importaba demasiado, la verdad: -…Tú eres mi chaleco salvavidas, Zeta. – Sonrió ante la ocurrencia de su propio chiste y luego se quedó en silencio, boca arriba y con los brazos extendidos, sentía el cuerpo pesado, tardaría un par de minutos en poder moverse decentemente.

Me quede observando durante un momento, cruzando los dedos, rezando porque John encontrase la forma de salir. Si lo agarraba alguna criatura o lo asaltaba algo horrible dentro de ese lugar que estaba, seria muy dificil salir. Aunque sabia que lo lograria, Constantine siempre se libraba de los problemas. Tenia la mas grande de todas las suertes, y si le dabas el apoyo adecuado, John podria hacer lo que sea que se proponga.

Empezaba a desilucionarme, quizas este seria el fin del mago ingles... Pero lo pudo evitar. Como quien acaba de sentir el agua salir de sus pulmones, John volvio del reino de los muertos. Respire, mas tranquila, y lo abrace con toda mi fuerza, pegandolo a mi.

-Eres el mayor idiota que existe, Constantine -Mencione, en un tono entre enojada y emocionada. No podia evitar sentir algo por Constantine, entre compasion, deseo, melancolia y amor. No tenia la mejor de las relaciones, pero definitivamente, era mi amigo, y lo queria como probablemente nadie mas lo quiere en este mundo. Un suave beso cayo sobre su mejilla, sin dejar de abrazarlo. -¿Me puedes decir que demonios hacias? Pense que ya estabas entrenado en patearle el trasero a otros hechiceros...

Estaba preocupada por el. Busque entre su camisa y saque un cigarrillo de esos que siempre tenia para acercaselo a la boca por si queria fumar o algo por el estilo. Normalmente, John con un cigarro se relaja mas y puedo tener mas informacion disponible acerca de lo que le paso. Si alguien lo maldijo, yo podria ayudarle a encontrar a ese desgraciado y encerrarlo en una celda magica por el resto de la historia.

-¡N'aal! Ven aqui, demonio haragan. -Grite algo enojada. Si N'aal se hubiese apurado, John habria estado menos tiempo en ese horrible lugar. Pero no era su culpa. Probablemente, esperaba que un dia de estos Constantine muriese y su contrato se acabase para que pudiese hacer algo mas productivo que estar encerrado en esa gran casa a todas horas, todos los dias. Hasta para mi, era un poco triste su situacion. Cuando por fin llego, le señale a Constantine y luego hacia una de las puertas. -Preparale algo de comer y hazle una pocion en el caldero para que se sienta mejor.