Reunión alumna - profesor (Coral)

17 de noviembre de 2018

Noche (01:00 a.m)

Las noches en la maldita ciudad de Gotham eran como una olla a presión, toda la basura y la inmundicia que de día se escondía se acumulaba ahora en las calles, aprisionándolas, ejerciendo una brutal influencia sobre el entorno, pudriéndolo y convirtiéndolo en algo desagradable para cualquier persona que fuese de bien, aunque, claro, para John Constantine, aquel ambiente era el pan nuestro de cada día, ataviado en su gabardina, con un cigarro precedido de un hilo de humo que sujetaba entre los labios, con una camisa algo arrugada, una corbata con el nudo mal hecho y unos pantalones marrones, el inglés se paseaba por las calles de la ciudad del crimen y la inmundicia como Pedro por su casa. Y aunque John disfrutaba caminar por ese lugar que le recordaba a su querido Londres, no era el placer lo que le había arrastrado hasta ese agujero de inmundicia:

- ¡Eh tío! Tú, si, tú, tengo algo para que puedas divertirte, 80 dólares, a precio único ¿Qué me dices? – Dijo un ratero que se cruzó en el camino del mago, era un tipo bajito, desagradable a la vista y que para colmo olía mal, llevaba una cazadora y le enseñaba algo que llevaba dentro, un paquete transparente con un contenido blanco en polvo dentro, el inglés sonrió y mientras apartaba al tipo bruscamente dijo: - No me interesa nada de lo que puedas ofrecerme ¡Piérdete! – Y luego continuó su camino, mientras los insultos de aquel tipo se perdían en la noche.

Continuó caminando unos 5 minutos, preguntándose dónde se encontraría aquella persona, la mujer a la que había venido a buscar, hacía años que no la veía, aunque si sabía cada uno de los movimientos que había hecho, al fin y al cabo, el mago tenía oídos por cada esquina, así es como había averiguado que estaba en Gotham City, bajo la tutela del justiciero enmascarado conocido como Batman, de todos los payasos con capa, el murciélago era el favorito de John, ya que, al fin y al cabo, era diferente a los demás:

- Cuándo queráis, podéis dejar de seguirme...- Dijo el mago mientras retiraba el cigarro de su boca y soltaba un hilo de humo hacia el aire, caminando había llegado hasta un callejón desierto, aunque era justo a dónde quería ir, tras él llevaban siguiéndole 4 tipos desde su encuentro con el ratero, seguramente eran sus compinches y pretendían robarle, eso, si tenía suerte: - Aunque tenga pinta de turista, no llevo un duro encima tíos, la jugada os ha salido mal. – John se giró y miró a la cara a sus futuros agresores, eran fornidos, grandes, morenos y parecían bastante estúpidos, todo lo contrario del mago: - No hemos venido a por dinero guiri, hemos venido a darte una lección. – Dijo el que parecía ser el líder mientras avanzaban hacia Constantine.

El inglés tiró el cigarro al suelo y lo pisó mientras murmuraba algo entre dientes, esa, iba a ser una noche muy larga.

Un noche más en Gotham, una jornada más de trabajo. Llevaba ya más de un año bajo la tutela de Batman, en pocos días llegaría a la edad de sus 20 años y hacía un poco más de dos semanas que se había tenido que enfrentar al horrible Fearland, un evento montado por el espantapájaros y una de sus peores experiencias. Todos habían inhalado demasiado gas del miedo aquel día, y desde entonces, la ciudad no había vuelto a ser la misma. Puede que por la mañana no pasase nada, pero al llegar la noche, las pesadillas retomaban su momento de gloria como si volviesen a estar vivas, acabando con tu vida, encerrándote en tus peores temores, manifestándose de las formas más horrorosas que cada uno tenía en su mente y corazón. Ella lo sabía demasiado bien. Algunos le habían pedido que descansase, pero no podía: quedarse en casa solo la hacía sentirse peor, la deprimía y si se dormía, volvía al ciclo del terror. Prefería estar fuera, entretenida. Gotham era la ciudad maldita que nunca descansaba, así que ella tampoco lo haría.

En ese momento se encontraba en uno de los rascacielos, sentada en el borde, mirando directamente a la parte del Puerto. Habían pocos barcos, pero estaban activos. A saber cuantos de ellos llevaban dentro de sí cargamento ilegal, dirigido hacia la mafia, hacia científicos locos o hacia cualquiera que necesitase. Quizás más gas del miedo, o a lo mejor gas de la risa del Joker...la ciudad gótica volvía paranoica a la gente, y por lo visto, su debilidad actual hacía que ella también entrase en ese estado.

Quizás debería ir unos días a Central City. O a Star City...hay más paz.

Pero de alguna forma, algo había allí que te impedía irte muy lejos. Algo que te llamaba desde la oscuridad...que intentaba arrancarte el corazón del pecho en el momento en el que menos te lo esperases, cuando creyeses que todo iba bien y lo tenías controlado. Quizás era locura. Quizás se había vuelto loca, como la gente que le rodeaba. O quizás, todo seguía siendo una mera y estúpida pesadilla. Quien sabía. De repente, algo la distrajo de sus pensamientos: unas voces sonaron justo bajo la calle de donde ella estaba, por lo que la obligaron a bajar la cabeza, guiada por ellas. No hizo falta ni mirar detenidamente quienes eran para averiguarlo: llevaban ropas abrigadas. Unos cuantos tenían una braga que les tapaba hasta la nariz, otros, un pasamontañas que tenían el entorno de los ojos en blanco. Eran matones y esbirros del Pingüino. Sólo uno de ellos era distinto: desde la distancia, pudo reconocer una gabardina larga marrón. Parecía un civil común, o quizás algún desventurado detective de la policía de Gotham que aún no sabía andar con cuidado.

La cosa era clara: se iba a iniciar una pelea. La inició uno de los que tenían los pasamontañas, atacando directamente con el puño al hombre. ¿Qué podía decir? Mejor, el trabajo la distraía, y más contra gente como aquella. Se levantó, se puso la capucha de su uniforme y se dejó caer. De hecho, cayó encima de unos de los que llevaba la braga, quedando sentada en su espalda. Y empezó a alzar su mirada hacia el civil mientras hablaba.

-No se preocupe, ahora está a...

Se calló. Se calló justo cuando vio la cara del hombre.

No. No me jodas.

-...salvo. ¡Tú! -pero no tuvo tiempo a decir mucho más. De repente, otro de ellos, que tenía un bonito bate entre las manos, fue directa a darle. Se apartó con rapidez, rodando hacia un lado. Su cuerpo se exhibió por unos momentos a la luz de la luna. -¡¿Qué haces tú aquí?! -era indudablemente él. Aquel hombre no había cambiado su aspecto.

Ahí estaba la caballería, la verdad es que al mago no le apetecía nada tener que seguir peleando con pandilleros durante el resto de la noche, creía que allí, los justicieros enmascarados aparecían a la primera de cambio, pero en fin, ahí estaba, su querida y preciosa alumna, Coral, mientras John sangraba por la nariz por el puñetazo que le había propinado uno de los hombres, no pudo evitar sonreír, había crecido, eso era innegable, y estaba muy guapa, demonios, cuándo la conoció no medía más de un palmo del suelo:

- ¡¿Qué haces tú aquí?! – Exclamó ella en una especie de mezcla de asco y sorpresa, al fin y al cabo, las cosas entre ellos dos no habían ido por muy buen camino, el padre de la muchacha le dijo a Constantine que se alejara de ella, y no tuvo más remedio que hacerse a un lado y desaparecer, al fin y al cabo, nunca quiso poner en riesgo la seguridad de la chica….Se limpió la cara con la manga de su gabardina y sacó un cigarro del bolsillo, se lo encendió con calma mientras ella rodaba por el suelo y se posicionaba de forma que pudiese prepararse para un ataque de aquellos tipos:

- Bueno, ya sabes, pasaba por aquí, y ya sabes que suele pasar, estos capullos no pueden resistirse a una rubia de ojos azules como yo. – El mago sonrió a la chica y exhaló un poco del humo del cigarro hacia el aire, mientras que el tipo del bate de beisbol corría hacia el inglés con el arma en alto, listo para lanzar un fuerte golpe de izquierda a derecha, pero cuando estuvo a apenas unos 50 centímetros, el mago chasqueó los dedos y, como por arte de magia, el tipo resbaló, con la mala suerte de que el bate se deslizó de sus manos y le cayó en la cabeza, propinándole un fuerte golpe que le hizo tambalearse en el suelo.

Ya solo quedaban dos, y al parecer, no debían tener muchas ganas de juerga, pues salieron corriendo espantados, John supuso que se trataba a la fama de la chica, ya la debían de conocer en los bajos fondos de sus trabajos con el murciélago: - Que bien te veo chica, los años te han tratado estupendamente. – Constantine se acercó a uno de los hombres que había en el suelo y examinó sus bolsillos, sacando de estos unos cuántos billetes de 20 dólares, sonrió satisfecho y se los guardó en el bolsillo de la gabardina, luego examinó al otro, pero no tuvo tanta suerte, ese no llevaba nada encima, salvo un detestable olor. Finalmente, se puso en pie y se acercó un poco a Coral, quedando a un metro de la chica, la examinó de arriba abajo y dijo:

- Se que debes de estar sorprendida, hay mucho que explicar y mucho de lo que hablar, llevo unos días buscándote por todo Gotham, la verdad, no sabía que este estercolero fuese tan grande…- Dio una calada al cigarro y miró a los hombres que estaban inconscientes: - …Posiblemente esos dos cobardes vuelvan con refuerzos, deberíamos movernos. – John señaló uno de los tejados colindantes, cerca de dónde había aparecido Coral, luego, simplemente, caminó hasta desvanecerse en las sombras.
Off: Supongamos que ya han subido al tejado.

Constantine estaba sentado al borde del tejado, era un edificio medianamente alto, debía tener unos 10 pisos, y la ciudad se veía diminuta desde ahí, le gustaba mirar al suelo desde sitios tan altos y sentir que los que le rodeaban era como cucarachas. Sonrió con arrogancia y apagó su cigarro contra el suelo, luego, ladeó la cabeza para mirar a la chica y dijo:

-¿Cómo acabaste trabajando con Batman? -

El comentario sobre la rubia no pudo más que hacerle gracia, pero la ligera sonrisa que dibujó en sus labios desapareció casi al momento por dos motivos: uno, por la situación de pelea en la que se encontraba. Que no eran difíciles, pero su humor no estaba para hacer que tuviera ganas de parar. Dos, porque se trataba de él. La caída repentina del tío del bate hizo que el mismo acabase dándole en la cabeza. Era de hierro, así que eso le dejó K.O en cuestión de segundos. Lo más lógico era pensar que se había resbalado en uno de los charcos de agua que había por el suelo, culpa de las lluvias que solían caer por el clima característicamente lúgubre y oscuro de la ciudad, pero Coral sabía la verdad. Si pudiese chasquear los dedos tan fácilmente como lo hacía él, todo sería mucho más fácil a la hora de trabajar. Cuando la castaña se giró para enfrentarse a los otros dos que quedaban, estos estaban parados, con las bocas abiertas como peces. No tardaron ni diez segundos que ya estaban dando la vuelta sobre su propio eje, justo para salir corriendo en dirección contraria a donde estaban ellos.

Cuando lo hicieron, la maga se giró de nuevo hacia Constantine, llevándose las manos a ambos lados de su cintura, delgada y con unas bonitas curvas de adolescente casi veinteañera. Era normal que viese el cambio: cuando la vio no era más que una cría de unos doce años. Ahora, era toda una mujer, con un cuerpo esbelto y desarrollado. Por supuesto, su entrenamiento y constante ejercicio en el programa "Contra el Mal" le ayudaban a conservarse bastante bien. -Yo te veo casi igual que hace casi nueve años. -respondió, con cierto resentimiento en su voz, justo mientras el británico se acercaba, sin moverse ella de su posición, hasta que quedaron cara a cara. Al ser más bajita, Coral tuvo que obligarse a levantar un poco el rostro para mirarle directamente a los ojos. No pudo más que arquear una ceja ante lo que escuchó.

-Qué ironía. -fue lo único que respondió, aunque las preguntas se le acumularon en la cabeza. La más importante era para qué la había estado buscando. Aun así, tuvo que darle la razón en que esos volverían pronto. La mitad de las mafias de Gotham habían puesto precio a los ayudantes de Batman, y ella se encontraba entre los objetivos. Miró al lugar donde señaló, entendiéndole perfectamente. Y mientras él se desvaneció en las sombras, ella desapareció en la luz. Una vez arriba, Coral se encontraba cruzada de brazos, justo detrás de John. Le dolía ligeramente la cabeza: había empezando a tener algunas migrañas por culpa de la falta de sueño, y aun así, se mantenía activa. Al menos la mansión Wayne era un lugar silencioso, sin ruidos ni molestias. Se había convertido en su hogar, mayor a muchos otros, y disfrutaba de su soledad y silencio, ya que las cosas habían cambiado demasiado.

La pregunta del hombre solo consiguió que chasqueara la lengua.

-La que tendría que hacer preguntas aquí soy yo. Creo que me merezco respuestas. -respondió, afinando su mirada hacia él. -Para empezar, qué necesidad has tenido para volver a presentarte delante de mi después de todos estos años.

Desvió por un momento la mirada hacia allí donde se encontraba el casino Iceberg, con tantas luces y aquel prominente color blanco brillante que simulaba el hielo. Entre tanta oscuridad se agradecía cualquier atisbo de luz, y Gotham estaba llena de ellas, que encubrían todo lo que realmente pasaba.

-De hecho, ¿por qué te importaría saber cómo acabé con él? -preguntó ahora ella, volviendo a mirarle. La pregunta fue una mezcla entre curiosidad y reproche. Aunque no quisiese admitirlo, la situación era confusa hasta para ella, y la sorpresa seguía estando a su lado, a pesar de la seriedad que emitía.

John no pudo evitar sonreír, la chica seguía resentida al parecer, el inglés no podía rebatírselo, al fin y al cabo habían estado muy unidos, casi como un hermano y hermana, sin embargo, el mago no tuvo más remedio que marcharse, pues el padre de la joven le ‘’despidió’’, por decirlo de forma sutil, cuando Constantine propuso la idea de expandir los horizontes mágicos de la chica ¿Qué suponía que debía hacer él? Hizo lo más sensato, se fue sin mediar palabra, sin una despedida, era lo mejor para ambos. Se puso en pie con calma, al borde del tejado, el aire de la noche hizo que su gabardina se zarandeara con suavidad, el mago dio un par de pasos hacia ella y le miró directamente a los ojos:

- Se que estás enfadada conmigo cielo, tienes todo el derecho del mundo, eras una niña, y yo, bueno, te abandoné, por así decirlo…- El inglés agachó la mirada unos segundos y después volvió a mirarle a los ojos: -…Pero no fue por mi propia decisión que me marché, ya sabes que tu padre se ‘’implicó’’ mucho en tu educación, supongo que cambió de opinión acerca de que yo te enseñase nada, y me pidió amablemente que me marchara. – Buscó en sus bolsillos con calma mientras hablaba y sacó un cigarro que se llevó a los labios, lo encendió lentamente y dio una calada al tabaco, luego, soltó el humo hacia el aire con suavidad y observó los alrededores: - Nunca dejé de intentar entablar contacto contigo, pero, bueno, las cosas no son tan simples, nunca lo son en este mundillo. –

Lo cierto es que el mago no le engañaba en eso, desde que dejó su educación, el inglés se había visto inmerso en un sinfín de cruzadas contra magos tenebrosos, criaturas de la noche y demás seres desagradables. De haber tenido tiempo, el mago habría buscado a la chica hace tiempo atrás, dio otra calada a su cigarro y sonrió a la chica:

- Eres de las pocas personas que me importan en este maldito mundo, ya deberías saberlo. – Después de decir eso, caminó un par de minutos por el tejado, en silencio, finalmente, se apoyó sobre una columna que sostenía un depósito de agua y miró a la luna mientras soltaba el humo de su cigarro: - Lo cierto es que no esperaba que acabases en un sitio como este, Gotham no es un lugar para gente como nosotros, está hecho para tipos con capas y mallas. – El mago volvió a sonreír y tiró el cigarro al suelo, lo pisó y miró a la chica: - Necesito tu ayuda.-

Frunció el ceño mientras el inglés hablaba, aún de brazos cruzados, con la cabeza alzada porque su estatura era menor a la del rubio. Coral no podía llegar a creerse ninguna palabra, no al menos sin pensar que realmente podría haber hecho algo, en vez de irse con el rabo entre las piernas, o al menos, eso era lo que había pensado durante años y años de soledad, envuelta en el engaño y atrapada por la mentira.

-¿Ni siquiera tu podías con ellos, John? Ni siquiera tú te atreviste a enfrentarte a mi padre? -dijo con cierto reproche. La tonalidad de su voz fue seca, pero tembló ligeramente. ¿Por qué? Por que de repente sintió un torrente de sensaciones, llevados por la historia, por el encuentro y, sobretodo, por las últimas palabras. ¿Como se le había pasado si quiera la remota idea de atreverse a pedirle ayuda, después de todo? Los sentimientos se le acumulaban en el pecho, y las palabras también, pero ninguna de ellas quería descontrolarse. Llevaba ya casi dos años intentando aprender a salvaguardar la tranquilidad y la calma en situaciones difíciles, no podía permitirse el romperse ahora...no, no...

-Gotham pasó a ser parte de mi vida hace tiempo. Ahora es donde vivo. -respondió con aún más frialdad, en un intento de no saltar. Aprovechó para cambiar la posición de sus brazos, llevando ambas manos a su cintura, donde sus dedos rozaron el final de su traje, que por la parte baja era como un bañador, por lo que sus muslos y piernas se podían ver perfectamente, a excepción de las botas de "soldado" que llevaba, que le sujetaban bien, con suela resistente y capacitada para la mayoría de terrenos, que le ayudaban a no resbalarse en sus peripecias. El simple hecho de que dijese que era una de las cosas que aún le seguían importando hizo que su corazón diera un vuelco, obligándola a morderse el labio inferior. Pero no preguntó por ello, ni dijo nada al respecto. Eso solo se lo quedó su corazón.

-¿Qué es lo que quieres? -preguntó, afinando su mirada hacia él.

John captó sin ningún tipo de problemas el tono de la chica, comprendía que estuviese enfadada, que le odiase con toda su alma, era algo comprensible, tantos años perdidos, tanto sin saber de él…No había nada que ella no pudiera reprocharle, el mago lamentaba cada noche muchos de los hechos de su vida y como habían transcurrido, y ese, era posiblemente uno de los que más le había atormentado, se acercó a la chica en silencio mirándole a los ojos, con una extraña expresión en el rostro ¿Vergüenza? ¿Acaso el mago de las cloacas podía sentir eso? Lo cierto es que si, John tuvo miedo en aquella época, apenas hacía un año que se enfrentaba a la Llama Fría, y cuándo aquel tipo le amenazó con venderle a sus enemigos si no se alejaba de Coral, el mago no tuvo más remedio que huir, que era lo que mejor se le daba:

- Coral, yo…- El inglés se acercó hasta el punto de estar a apenas unos centímetros de la chica, le miró a los ojos, y sin previo aviso la envolvió entre sus brazos y la abrazó: -…Siento no haber estado allí, tienes muchas cosas que reprocharme, pero te prometo, que no volveré a abandonarte…- Susurró el mago mientras apretaba a la chica contra su pecho, se sentía liberado, toda esa presión, todas esas emociones habían salido después de tantos años, aunque todos creían que John Constantine era un insensible y un desgraciado, lo cierto era que el mago reprimía esas emociones, no podía permitirse tenerlas…

Al cabo de unos segundos de silencio en los que permaneció abrazando a la chica, finalmente, se separó de ella unos centímetros, buscó en sus bolsillos y sacó otro cigarrillo mientras pensaba en silencio la respuesta hacia la muchacha, dio una calada al tabaco y despidió el humo hacia el frente, sonrió y dijo:

- Hay algo grande en marcha cielo, hace poco atrapé a un secuaz de un vampiro menor y le ‘’persuadí’’ para que me diese cierta información. – Guardó unos segundos de silencio y luego volvió a mirar a la chica: - Últimamente hay mucha actividad de esas repugnantes chupas sangres, quise saber porqué, pero cuándo el tipo iba a hablar, pum, desapareció como la virginidad anal de un recluso en prisión. – El inglés sonrió amablemente, y al segundo, su semblante se tornó serio: - Quiero que estés conmigo un tiempo, si algo grande se avecina con esos seres, quiero que estés a salvo, además, tu magia puede ser muy útil contra ellos, y si mal no recuerdo….- El mago tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó: -…Nunca terminamos nuestro entrenamiento, todavía hay muchas cosas que tengo que enseñarte, cielo. -

Y de repente, los ojos de la castaña se abrieron de par en par, llenos de sorpresa, al notar cómo aquellos brazos la envolvían repentinamente, como el calor ajeno la envolvía y estrechaba contra sí. Era increíble hasta qué punto el cuerpo humano podía expresarse mejor con gestos que con palabras...y lo sintió. Sintió aquel cariño, aquella calidez, aquella fuerza protectora que a la vez demostraba arrepentimiento. También sintió la magia dentro de su cuerpo, casi vibrante contra la suya propia. Y aunque no quiso, también sintió una punzada en su corazón, cuya reacción fue directa a sus ojos, que empezaron a humedecerse. ¿Cuando había sido la última vez que la habían abrazado? ¿Cuanto tiempo había pasado desde que había sentido el cariño de alguien? Conocía a mucha gente, tenía hasta un hermanastro, sangre de su sangre, tenía hasta una especie de familia...pero, aun con todo ello, siempre se sentía sola. Se veía en un plano secundario, alguien a quien acudir solo cuando se necesitaba, alguien que estaba ahí, pero nadie notaba.

Quizás nadie era la palabra más adecuada a su existencia.

Quizás nadie era la única persona que había estado con ella. Ninguno de sus amigos se había preocupado realmente por ella. Era solitaria, y aunque tenía buen feeling con varios de ellos, al final siempre acababa ella sola contra el mundo que la rodeaba. ¿Alguna vez había tenido un hogar real? Se había preguntado muchas veces. Y la respuesta siempre había sido el silencio. Veía a la gente preocupada por los demás, ella misma se preocupaba por muchos otros...pero...¿quien se preocupaba con ella? Tenía una espina en el corazón, y hasta aquel momento, no se dio cuenta de lo honda que estaba clavada. Y en aquel momento quiso gritarle que se lo jurase. Que jurase que no volvería a abandonarla, o ardería en el infierno. O dejaría que ella misma lo arrojase de cualquier rascacielos, o se enfrentaría a sus peores pesadillas. Pero las palabras se le ahogaron en la garganta: había aprendido hacía demasiado tiempo a callar todas las emociones que le habían podido hacer parecer débil. Por eso, cuando se separó del abrazo, solo pudo mirarle con aquellos ojos brillantes que lucharon por no soltar ninguna lágrima.

Esta vez pudo oler perfectamente el olor a tabaco, causa de la poca distancia que había entre ambos. Cuando soltó el humo, cerró los ojos, y notó las lenguas grises invisibles envolviendo su piel, con su olor peculiar. Mucha gente en Gotham fumaba, pero ella casi nunca sentía la presencia del tabaco cerca suyo.

-Magia de luz contra seres oscuros, sí. -dijo, cruzándose de brazos. - En su tiempo me dijiste que parecía haber sido hecha para cazar seres de la oscuridad...y nunca me di cuenta de que los tenía tan cerca. -o al menos, ese fue el comentario que soltó cuando habló de que su magia podía ser útil. En cuanto a la aparición repentina de vampiros y su protección, no dijo nada. A lo primero, porque hacía muchísimo tiempo que no había visto algo así, y en Gotham, como bien había dicho él antes, predominaban otro tipo de seres peligrosos para la humanidad, entre ellos, la mayoría humanos normales y corrientes con demasiados problemas psicológicos. Casi todos estaban locos. En la segunda, porque ella había aprendido a cuidarse sola...o algo así. Al menos, eso fue lo que le dijo su propio orgullo cuando le escuchó.

-¿Lo harías? -preguntó entonces- ¿Acabarías lo que prometiste? ¿O te volverías a ir en plena lección? -y una ligera sonrisa ladina apareció en su rostro. Últimamente Coral no sonreía mucho (ni tenía motivos para ello), pero cuando lo hacía...bueno, se podía decir que la picardía e ironía no pasaban desapercibidos, y es que la chica tenía algo muy, muy adentro, que había cerrado a cal y canto: su verdadero ser.

El mago se dio la vuelta, dando la espalda a chica, era una buena muchacha, y él un desgraciado, estaba a punto de convertir a una chica joven e inocente en otro de sus grandes fracasos, él sabía de antemano que esto no acabaría bien ¿Pero acaso había alternativa? No, no la había, si no sucedían las cosas así, todo se iría a la mierda, cosas de poder ver el futuro de vez en cuándo:

- Te aseguro que esta vez, estaré contigo hasta el final. – Dijo el inglés con una sonrisa, ladeando ligeramente la cabeza para mirar a la muchacha, luego, volvió a darle la espalda y dio un par de pasos, extendió su mano derecha hacia la nada y ante él se empezó a dibujar una puerta: - Esta es la casa del misterio, te doy la bienvenida…- Susurró mientras abría la puerta, dejando entrever un largo pasillo con una alfombra roja, John se giró hacia la chica y le tendió la mano: - Vamos a patear unos cuántos culos malignos juntos ¿Qué me dices, cielo? – Aquel podía ser el principio de una gran amistad, o de otro fracaso estrepitoso en la carrera de John Constantine, solo el tiempo lo diría.

Off: Siento que sea escueto, no se me ocurría demasiado más que decir, si quieres postear una respuesta guay, si no, asumimos que aceptas venir y cerramos post.