El dios de las mentiras hablando sobre verdades

—Lo he estropeado. Lo he estropeado todo…— Elissa se irguió un poco en su asiento al ver cómo la ansiedad empezaba a atenazar a su paciente. Despegó los labios.

—Loki...— llamó, temiendo, por la expresión de su rostro, que estuviera iniciando una crisis disociativa.

Pero el hombre pareció recobrarse, y la psicóloga relajó ligeramente su postura.

—Si lo he entendido bien, tu papel y el de Thor siempre son opuestos. Has intentado… aceptar ese papel, el que te correspondía pero eso te ha hecho sentir mal… ¿Es posible que una parte de ti quiera el rol contrario? ¿El de Thor?

La pregunta pareció movilizar algo en él. Algo importante. Elissa se inclinó ligeramente hacia adelante, escuchando con atención.

— Ya fui bueno. Sí… dos veces bueno. —dijo él, y la psicóloga dejó de anotar, atraída por la promesa de una buena historia.

Había luz en los ojos del dios mientras hablaba de verdad y bondad. A Elissa no podía dejar de sorprenderle el cambio, pero no lo señaló. No quería interrumpirlo. Loki parecía entusiasmado con aquel recuerdo.

Una pregunta fugaz cruzó la mente de la psicóloga. ¿Era un recuerdo real? ¿Estaba distorsionado? ¿Era un delirio? ¿Una mentira?

— En aquel momento, me di cuenta de que podía cambiar si me lo proponía, que podía dejar de ser malo, de ser el dios del caos. Era una simple cuestión de echarle ganas. Estaba seguro de que la gente me daría una oportunidad para cambiar, si veían todas las cosas buenas que había hecho durante el hechizo de cambio de moralidad…

Ni una distorsión, ni un delirio, ni una mentira. Había sido un hechizo. Había actuado bajo coacción. Para bien o para mal, no era él mismo. Pero el resultado de aquel conjuro le había gustado lo suficiente como para querer repetirlo... Esta vez voluntariamente.

Era muy... revelador. El modo en que aquel niño no querido ansiaba el reconocimiento.

La razón por la que aquel hombre deseaba cambiar.

—Pero esta no es una historia que acaba bien...

De nuevo, Thor.

— Y entonces... yo le vencí. Le gané. Conseguí ser digno y levanté el Mjolnir contra mi hermano. Y me sentí poderosamente satisfecho estampándole su propio martillo en la cara…

Un cambio de tornas. Pero siempre, siempre en el extremo opuesto del tablero... Thor y él.

—Cuando el hechizo se revirtió, aquellos que fuimos héroes volvimos a ser villanos y al revés. Nadie se acuerda de esa historia. Sólo yo. Thor tan solo creyó que lo que había sucedido aquel día era otra más de mis mentiras...

Elissa ya había intuido el final del cuento, claro. El hermano "bueno" había recuperado su rol. Y el hermano "malo" había regresado a su casilla.

Una y otra y otra y otra vez.

—¿Has pensado alguna vez en un tercer papel...? ¿Una tercera opción?

—Lo intenté…pero cuando quise cambiar… cuando quise dejar de contar mentiras... Mi hermano ya no quiso ser mi hermano.— cuánto terror en una sola mirada. Elissa sintió que le bajaba un escalofrío por la espalda. Quería saber más. Quería preguntar más —. Me odia, me odia y me desprecia hasta el fin de los tiempos porque… porque yo…

De nuevo aquella inquietud, aquella tensión en sus manos, en su cuerpo.

—Loki—volvió a llamar Elissa, con una nota de preocupación claramente impresa en las dos sílabas.

No podía saber que estaba usando el nombre equivocado, claro. No hasta que Loki continuó hablando.

“Maté a mi yo niño”.

Un segundo escalofrío recorrió la espalda de la psicóloga, y esta vez no se marchó del todo al completar su recorrido. Se hundió en su piel, calando sus huesos.

Un “yo” niño. ¿Real o metafórico? ¿Físico o psicológico? Con la magia era muy difícil estar seguro. ¿Estaba delante de un trastorno disociativo de la identidad? Desde luego, había el trauma suficiente en su historia para que así fuera. ¿O existía una separación real, corpórea… dos Lokis?

— No soy quien digo ser. No soy Loki. Soy el eco de un grito. Soy la urraca que susurra. Soy el crimen que no puede ser perdonado...soy….

Aunque no comprendió todas las metáforas, Elissa sintió que el calor abandonaba definitivamente su rostro. Delante de ella, el Dios del Engaño sufría. Su cubierta narcisista se había resquebrajado, dejando al descubierto una identidad fragmentada y un vacío profundo que la psicóloga alcanzaba sólo a intuir.

— Soy Ikol… el fantasma del primer y verdadero Loki, implantada en el cadáver robado del hermano que Thor amaba... —dijo— Yo era esa tercera opción. El Loki que podría haberse redimido. Pero fracasé. ¡Lo hice todo! ¡Hice todo lo que me dijeron!

El grito golpeó el rostro de Elissa como una bofetada, pero la psicóloga no se movió. Comprendía que no era la verdadera destinataria de aquella ira, de aquella… impotencia.

— ¡Y ni qui-quisieron dejarme s-ser nada nuevo! Sólo querían al viejo Loki…— terminó él, su voz vacilante.

—Cuando cumplimos un rol en el sistema…—dijo ella, la voz suave—. El sistema espera que lo sigamos cumpliendo. Y siempre intenta conducirnos a que sigamos siendo lo que el sistema necesita; a que sigamos haciendo lo que el sistema requiere.

— Diez años. Diez años fui bueno… Diez años aguantando insultos, ofensas, palizas, juicios morales… de todos aquellos que continuaban viendo en mí al monstruo, a pesar de que no había vuelto a matar, ni a mentir, ni a engañar... Diez... ¡DIEZ MALDITOS AÑOS!

Había tanta rabia, tanto dolor, que Elissa no se atrevió a interrumpirlo.

— Así que me cansé. Estaba claro que para ellos seguía siendo el príncipe de las mentiras. No se trataba de lo que hice en el pasado... De lo que hicimos. Sino de lo que somos…

El sistema, pensó Elissa. Lo que ocurría a pequeña escala en una familia, ocurría a gran escala en una comunidad. Y los panteones… Los panteones no eran distintos. Los dioses no eran distintos.

— No puedo cambiar quien soy. Soy el dios de las mentiras. Para siempre. Y pase lo que pase, nunca seré otra cosa…

—No estoy de acuerdo—intervino Elissa. Su tono, sin dejar de ser amable, estaba revestido de seguridad.

Él hizo una pausa y recobró la entereza. La psicóloga vio con claridad cómo la máscara volvía a colocarse en su sitio.

—Yo soy… el Loki que Arde. —anunció.

Tras aquella afirmación hubo unos instantes de silencio. Y Elissa decidió interpretarlos como su invitación para intervenir.

Tenía que reconocer sus propios prejuicios. Había visto tantos hombres como Loki cruzar la puerta de su consulta; empujados por los demás, llenos de resentimiento. Personas que proyectaban fuera toda la responsabilidad de lo que les había sucedido. Que no venían porque deseasen cambiar; sino con la esperanza, la exigencia, de que fueran los demás quienes lo hicieran. Personas que volcaban todo su malestar en la psicóloga, pero que no aceptaban jamás un señalamiento. Que no venían nunca a una segunda cita, porque en ellos estaba todo bien.

Pero aquel hombre ya había intentado cambiar. Había fracasado, de acuerdo. Aquello sentaba un precedente difícil con el que tendrían que trabajar. Pero… tenía una rendija de esperanza. Una posibilidad.

—No estoy de acuerdo —repitió Elissa, despacio— con que no puedas cambiar.

La psicóloga dejó que sus palabras se asentaran antes de continuar.

—Antes de que digas que ya lo has intentado —continuó—: Lo sé. Sé que lo has probado y que no salió bien. Y sé que estás cansado de repetir la historia. Pero…

Buscó los ojos de Loki con los suyos.

—En primer lugar, el cambio no se basa en convertirte en tu opuesto. En renunciar a tu identidad. En ser otra persona —continuó, y levantó el índice de su mano derecha— La primera vez no cambiaste porque lo eligieras. Y fue una transformación radical que no podía sostenerse en el tiempo.

Elissa levantó un segundo dedo.

—La segunda vez —prosiguió—, si lo he entendido bien, te encontraste con las resistencias del sistema. El sistema siempre va a intentar que permanezcas en tu sitio, que cumplas con tu rol. Esa vez, el sistema fue más fuerte, pero eso no tiene por qué ser siempre así.

La psicóloga continuaba sosteniendo la mirada al dios.

—Tienes una tercera oportunidad —dijo, uniendo el anular a los otros dos—, y una cuarta, y una quinta… —continuó, levantando un dedo tras otro aunque ya no enumerara, dejando que fueran los gestos los que hablaran por ella— Si estás dispuesto a intentarlo, yo puedo acompañarte en ese viaje —ofreció—. No será fácil, pero creo que ya hiciste el primer cambio… cuando acabaste con tu yo niño. Y te has llamado con otro nombre. Un nombre que es Loki y que, al mismo tiempo, no lo es. Tú lo ves como un fracaso, pero yo creo… que es una oportunidad. Que es el primer paso en el camino.

Sonrió levemente.
— Si realmente eres una persona nueva, entonces… Todo está por escribir.

Tras un instante de silencio, Elissa consultó el reloj que colgaba de su cuello y reprimió una mueca. Se dirigió de nuevo a su cliente, con gesto de disculpa.

— Te agradezco mucho que hayas venido y que hayas compartido todo esto conmigo. Por hoy… nos hemos quedado sin tiempo, pero… Me gustaría que pudiéramos vernos de nuevo la semana que viene para seguir hablando… ¿Qué te parecería?