Dios bendiga América... ¿Y a sus alienigenas? - Kara Zor-El

El primer rayo de fuego tardó tan solo seis segundos en alcanzar el receptor de señales; una saeta de color rojo que apareció surcando el cielo desde ninguna parte, impactando directamente en la antena: el metal empezó a derretirse con cierta lentitud, resistiendo el calor concentrando durante medio segundo. Inmediatamente, el rayó aumentó su temperatura hasta volverse de un cegador color azulino. En tan solo un segundo, la antena de señales se acababa de transformar en un pequeño charquito de metal liquido del tamaño de un plato y todo el calor concentrado del rayo se disipó, golpeando al Capitán como una efímera pero intensa vaharada de calor.

Y en cuanto al ordenador no duró mucho mas: una súbita ráfaga de viento, seguramente causada por algo que acababa de pasar a la velocidad de un caza de combate disipó el calor, levantó el suficiente viento como para hacer aletear la lona verde e hizo desaparecer el ordenador de donde estaba. Desde que había puesto los aparatos en la azotea, habían transcurrido seis segundos antes de que empezasen a destrozarlos concienzudamente. Y los propios aparatos solo habían durado dos segundos.


“Supongo que entenderás...” sonó la voz de una chica a espaldas de Steven “...que no podía permitir que hicieses eso: de todos los edificios de Metropolis has venido precisamente al Daily Planet. Y no solo eso, si no que ademas...” y ahí estaba. Cuando Steven se giró, la vio: la idea de que alguien se disfrace poniéndose solo gafas era ridícula y hasta algo graciosa, pero cuando se estaba delante de un “super” empezaba a entenderse: Kara era, a la vez, una declaración de guerra, una promesa de paz y un símbolo de poder. Su capa roja flotaba sobre sus hombros mecida por el viento que sacudía el cielo, el mismo rojo que alumbraba sus ojos como dos rubíes mirados al trasluz de un fuego. La misma chica con la fuerza suficiente como para destrozar una ciudad en menos de un minuto. No eran “solo” las gafas. La idea de que alguien como Kara pudiese ser una persona normal, era ridícula. Esa era su verdadera mascara.

Y lo mas ridículo de todo era que la chica parecía la que menos se daba cuenta de ello. Hizo un alto, sosteniendo el ordenador abierto ante sus ojos durante unos segundos hasta que un humillo negro empezó a salir del interior: el módem integrado acababa de freírse y ese ordenador ya no emitía ninguna onda. Y ademas, acaba de fundir sin quererlo la letra T. ¡Buena suerte para escribir tus informes sin usar la T, listillo! “...¿este águila es algo del otro universo, verdad? No es la primera vez que la veo.” la chica bajó la mirada contemplando a Steven al tiempo que doblada el portátil, cerrándolo. Y después de eso, volvió a doblarlo, ignorando que ya no hubiese bisagras por donde hacerlo. Y después de eso, volvió a doblarlo una vez mas. Y tras eso, simplemente, cerró el puño: y el portátil que ya estaba lo bastante doblado y compactado como para caber dentro de su pequeña mano, se transformó en polvo mientras frotaba los dedos contra sus manos.


“Lamento haberle hecho esto a esas cosas tuyas.” y no había ni rastro de ironía. La chica realmente parecía sentirlo, de verdad “¡Espero que no las hubieses pagado tu, vaya! No podría devolverte el dinero. Apenas me da para pagar la luz… pero has venido a fisgar a un lugar muy concreto, seguramente en busca de algo muy concreto. Y siento decirte que no puedo permitirte eso.”

“¡Uoh uoh uoh!” la chica sonrió azorada al tiempo que abría los ojos, ojos (¿cinco mil dolares? ¡¿Vienes a espiar a la mujer de mi primo, te lo impido, y encima te tengo que pagar cinco mil dolares?!) muy, muy sorprendidos. En ese momento el capitán no estaba contemplando una sonrisa orgullosa, creída o pretenciosa, si no mas bien la sonrisa de alguien que sabe que acaba de meterse en problemas por romper una ventana… o en este caso, destrozar un sofisticado equipo de espionaje hasta convertirlo en polvo microscópico. Poco a poco descendió hasta rozar el suelo con sus botas rojas; su capa hondeando mecida por el viento a su espalda y sus manos levantándose en gesto de paz. “Vamos a tomarnos las cosas con calma ¿que le debo al gobierno cinco mil dolares dices? ¿Por… por que, por impedir que el gobierno espíe?” Una sonrisa de soslayo apareció en su rostro; esta mas maliciosa, como si acabase de recuperar el control de la charla “...oye, pues vale. Voy a por el talonario si quieres. Eso si, cuando vuelva, voy a entrar por la puerta del edificio, explicándole a todo el mundo en este periódico que hay un tipo de una organización secreta en el tejado que les estaba colocando un dispositivo de espionaje.”


Ahora que le tenía a apenas dos pasos, la verdad es que era un hombre impresionantemente alto y musculoso, casi tanto como Bruce, o como Kal-El… a su lado, la kryptoniana era ridículamente pequeña, apenas llegando a tocarle la barbilla con su frente. Se estaba viendo obligada a levantar la vista para hablarle, aunque ninguna de esas circunstancias parecían intimidarla o amedrentarla: quien no la conociese, supondría que esa tranquilidad se debía a que tenía una fe ciega en su superioridad en… básicamente todo, menos jugar con el frisby o pagar multas al gobierno. Sin embargo, alguien lo suficientemente bueno en entender a las personas o las expresiones de las personas entendería algo muy distinto: la chica de acero simplemente tenía fe en las personas. Para ella Steven no era tanto un enemigo como un amigo en potencia.

-¿Quién eres tu? No puedes venir del cielo a romper aparatos caros y no tener el detalle de presentarse.

“¡Uhy que no!” Kara empezó a reírse realmente divertida al escuchar eso; una risa tan alegre y sincera como si el capitán le acabase de contar un chiste que siempre hiciese reir a la familia de los El: un chiste en este caso, claro, de cinco mil dolares “Si en mi familia no hacemos otra cosa: satélites, drones, equipos de vigilancia… siempre hay alguien siguiéndonos que acaba llevándose las manos a la cabeza cuando recoge los escombros de sus aparat…” y antes de que acabase la frase se quedó mirando al hombre que tenía delante, todo gesto severo firme y reservado mientras una sonrisilla de metepatas se extendía por sus labios, algo avergonzada, exactamente igual que cualquier adolescente ante cualquier adulto.

“...cierto.”
“El equipo de vigilancia.”
“Perdón.”
“Si, mejor vamos a presentarnos.”

“Mi nombre es Supergirl.” Y con esas palabras, levantó la vista, mirándole y sonriendo. Una sonrisa radiante, llena de la fuerza suficiente como para mover montañas, el poder suficiente para consumir estrellas y la voluntad suficiente como para, simplemente, ayudar a alguien a atravesar un mal día. “Antes de que lo preguntes, si, soy la prima de Superman. Si, soy capaz de hacer todo lo que el hace… menos cocinar, la verdad: eso el lo hace indiscutiblemente mejor. De modo que le propongo un trato, yo respondo a las preguntas que considere oportunas y usted no vuelve a disponer escuchas por esta ciudad.” acabó diciendo, con una sonrisa bromista, mas cercana y amigable con Steven. “Supongo que ahora es su turno de presentarse, señor espia.”

En el instituto de Claire Connors, como en casi cualquier instituto del planeta, había una cafetería. Y en esa cafetería, como en cualquier cafetería de cualquier instituto con cafetería del planeta, había una mesa de deportistas (donde también se sentaban las animadoras cretinas y las chicas que solo tenían dinero y daban fiestas alucinantes) y la mesa de los nerds y los frikis, donde se sentaba, desde la chica que tenía sobrepeso, a la animadora que era también guapísima pero le gustaban los videojuegos, al chico asmático con gafas a muchas mas personas, todas ellas tan interesantes como solo podían serlo los seres humanos. Cuando podía atender sus estudios a Claire le encantaba sentarse con ellos, y hablar de su gnoma con su daga +4 o quedar para jugar al Dance Dance Revolution… ¡o ver como jugaban al supermario! (ella no jugaba; era horriblemente patosa para hacer saltar al enano achaparrado).

Si entre sus muchos superpoderes Kara hubiese podido leer la mente al Capitán, se habría sentido bastante triste por él. Alguien como Steven Rogers siempre habría tenido un huequecito en la mesa de los frikis y los nerds. Antes o después de su tratamiento. Y si no era capaz de darse cuenta de ello, entonces en su vida siempre habría un vacío muy, muy, muy triste.

“Mi primo no está.” lentamente comenzó a flotar en el aire, despegándose del suelo hasta ser capaz de mirar al capitán a los ojos; tampoco se molestó en quedarse ahí desafiándole, en su lugar cruzó las piernas, como si se hubiese sentado en el aire, delante de el. “Y eso es todo, me temo. ¿Donde está? No lo se. Probablemente no está en el planeta tierra, o ya le hubiese encontrado. Seguramente, en algún lugar de la vía láctea, le costaría cien mil años salir de ahí… pero hasta donde sé, podría haberse escondido en júpiter. O podría haber viajado en el tiempo. O estar en otra dimensión.” Kara volvió a encogerse de hombros, bajando la vista y suspirando. A fin de cuentas, no solo estaban hablando de su primo: estaban hablando del otro kryptoniano vivo. El otro y único ser vivo que podía acercarse a entenderla.

“Bueno, Capitán y ahora es… tu turno de contestar.” dijo, apoyando la barbilla en un puño y el codo en la rodilla mientras seguía flotando en el aire “¿En nombre de que agencia gubernamental vienes y para que estas buscando a mi primo? Porque veras...” dijo, chasqueando la lengua mientras ordenaba sus pensamientos “...mi primo no es un extraño a trabajar con el gobierno o con el presidente de los estados unidos. Que tu agencia de información necesite información sobre el me hace pensar que no le conocíais antes del desastre Omega, lo que también me hace pensar que...” ...murmuró rodando los ojos mientras extendía los dedos de su mano y se daba golpecitos con ellos en la barbilla: casi todo el mundo que se encontraba con Supergirl se olvidaba de una cosita sobre ella. “en realidad, ni tu ni tu agencia representáis a estados unidos ahora mismo, ya que seguramente la mitad de estados unidos proviene de un estados unidos alternativo donde nada relativo a vosotros ha existido jamas.”

Lo que la gente solía olvidar muy rápido de Kara, es que era capaz de superar a cualquier ser humano a la hora de resolver un problema lógico. ¡En eso si que decía la verdad la televisión! Las Aliens eran superinteligentes. En todo lo demás fallaban: Kara no se pasaba el día correteando por conductos de ventilación ni comía gente. Bueno, excepto gente de jengibre. Pero esos no contaban.

“¡Eh, vale vale! No te calientes...” Por supuesto, cuestionar al capitán América sobre si representa a América, basta para hacerle saltar. Antes de que pudiese defenderse, Kara se apresuró a relajar los ánimos “No quiero dividir el país en una guerra civil, una mitad contra la otra ni nada así. Es solo que es evidente que necesitamos conocernos; ¿que te parece si te acompaño a una de tus bases? Seamos claros, a ti te conviene que conozca donde os escondéis por si algún día me necesitáis, y a mi me gustaría conocer a una agencia dedicada a la protección de este pais...” (y de este mundo, espero) pensó (porque como seáis como la CIA o el FBI, os pueden dar por saco) “...¿que dices, hay trato capitán?”

“¡Para para para!” dijo la Kryptoniana, abriendo los ojos como platos con suma sorpresa. Sus manos se levantaron en el aire, haciendo el gesto de “¡tiempo muerto entrenador!” lo que demostraba que ya llevaba en América el suficiente tiempo como para hacerse empapado bien de cultura humana.

Kara no estaba del todo segura de haberle entendido bien. Igual ella era una alarmista, o igual el Capitán Nueva York había dicho la verdad, pero emborronándola un poco, como la letra pequeña que aparecía a toda pastilla en algunos anuncios, sin dar tiempo a que nadie la leyese. . . nadie menos una alienígena, claro. “Has dicho. . . ¿para proteger al mundo de las amenazas internas y externas de los países en que son parte?” durante unos instantes la alienígena permaneció en silencio, saboreando las palabras: no sabían precisamente a mango ni a chocolate. . . de hecho, empezaba a detectar un regusto amargo a totalitarismo, y ese sabor, no le gustaba nada. Le gustaba casi tan poco como el sabor a ballena en peligro.

“¿Ese organismo vuestro. . .” empezó a preguntar, formulando las ideas mientras descendía para posarse en el suelo de nuevo, en el borde de la cornisa de la azotea. El viento sacudía la capa de la joven mientras esta andaba, ordenando sus ideas; verla caminar era engañoso. A veces pisaba fuera de la cornisa, en el aire, y el pie, simplemente, se quedaba ahí. “. . .protege los países de las naciones unidas de los ataques de otros países que no forman parte de ellas. . . ¿pero no protege a los países que no forman parte de ellas de los peligros que amenazan su propia estabilidad?” (vamos, que sois exactamente como la C.I.A. o el F.B.I., solo que con alcance global.) Lo bueno, suponía Kara, era que ahora podía estar bastante segura de que no estaba tratando con supervillanos: solían ser más dramáticos, con capas y risas estruendosas. Lo malo es que, con la descripción que tenía, esta agencia no era de ninguna manera la Liga de La Justicia del otro mundo, como se había temido, ni siquiera una versión alternativa. En el mejor de los casos, eran espías, y el único espia divertido que conocía, era Austin Powers.

“Pues vaya. . . .” la kryptoniana arrugó el gesto “. . .había pensado que podíais ser otra cosa, como La Liga de la Justicia. Bueno.” Se encogió de hombros “Lo importante es que ayudéis a alguien. Estaría mejor que ayudaseis a todos, pero que le vamos a hacer.”

Y mientras tanto el pobre Capitán Nueva York seguía esperando respuesta de una alienígena botarate que se había quedado en babia y que seguía caminando por la cornisa. . . o mas bien, por el aire, porque la cornisa se había acabado hace dos metros. De pronto Kara se sintió tan tonta como el coyote cuando se daba cuenta de que había echado a correr sobre un precipicio. Y doblemente tonta por tener al pobre Capitán esperando su respuesta. (¡Venga, deja de ser una anormal y respóndele!) “Uhm. . .¡ah! Un helicóptero, claro. Bueno ¿puede pedir que le recojan en uno, no? El Daily Planet tiene una pista adecuada para que aterrice uno, aunque si aterriza aquí un helicóptero de una organización secreta y nos subimos usted y yo a el. . .“ Kara silbó, divertida “. . .jo, eso si que va a dar que hablar. Y nos van a sacar fotos de todos lados, créame.”

“Claro que también podría decirle que esperase por el cielo: no me costaría nada subirle a usted Capitán Nuev. . .” se mordió la lengua antes de usar verbalmente el mote que acababa de ponerle en sus pensamientos “. . .Capitán.” acabó de decir, con una sonrisa radiante, convencida de que esta era una buena idea ya que ignoraba la aversión del Capitán a viajar como el equipaje de mano de alguien.