El jardín de las delicias (Post-Omega, Penguin-Poison Ivy)

(23 de Octubre de 2018)

Alberto Soaroa, conocido como "El Perico Soa" se sentía particularmente orgulloso de su carrera profesional dentro del crimen. Dada su pericia, en poco tiempo había pasado de ser un mero camello a pie de calle, al líder de uno de los principales cárteles de la Droga que se movía por Brasil. Incluso había conseguido silenciar a varios agentes de la ley y a corporaciones madereras completas para mantener sus terrenos ocultos en el corazón de la selva amazónica, libres de miradas indiscretas. Sin embargo, una escalada tan tremenda en el mundo del crimen se hacía a base de pisotear y dejar atrás a muchos otros, de jugar sucio y trampear todo lo posible, y sobretodo, arriesgando... arriesgando al máximo.

Existía otra razón por la cual un hombre con tantos millones en su cuenta elegía vivir cerca de sus plantaciones en una chabola, a merced de la lluvia y los insectos, y vistiendo de Armani solo cuando salía al exterior a negociar. El empujón definitivo que lo lanzó al estrellato del tráfico de estupefacientes, pero que también se convirtió en un error fatal. Habían pasado casi dos años desde que se inició en tratos con aquél engendro de Gotham que todos conocían como "El Pingüino". Una mierda de mote, pensó Alberto entonces, solo lo elije un gilipollas, y a los gilipollas se les puede engañar fácilmente. Ya apenas recordaba cómo lo hizo para apoderarse de toda una carga de cocaína de primera que ese pequeño monstruo había conseguido, y convencer a su cliente de que Cobblepot había perdido la mercancía, solo para posteriormente ofrecerle el producto robado a un precio más atractivo. Fue un plan maestro, peligroso, pero había mucho que ganar. Sin embargo, cuando le llegaron los rumores de las brutales muertes o extraños suicidios que todos los implicados en el negocio con Cobblepot por delante de él sufrieron, le hicieron ver que no era un enano gordo vestido de forma estúpida sin más. Él era como el Joker, como el Espantapájaros, como todos esos pirados de Arkham; Tan mortal, astuto y peligroso que podía permitirse tener una "imagen" propia. Fue entonces cuando Soaroa huyó a la selva aniquilando a todo el que supo de su paradero, estableciéndose de forma segura. Al menos todo aquél tiempo...

La lluvia golpeaba repetitivamente el ruinoso tejado de su cabaña, cuando oyó unos toques en la puerta. El perico Soa abrió pensando que serían sus hombres para advertirle de que se estaban enfangando las plantaciones, cuando un negro paraguas desplegado a la altura de su pecho, se apartó para descubrir el rostro que le había perseguido en sus pesadillas todo ese tiempo. Alberto sintió un profundo escalofrío ante la sonrisa de piraña de aquél engendro...

-Cuanto tiempo Perico... He de decir que me ha costado llegar hasta este fangar que llamas hogar, pero tú y yo tenemos un asunto pendiente mucho más importante que el hecho de haber estropeado un buen par de zapatos y pantalones para venir a verte bajo este diluvio... -Oswald pasó y se acomodó en una silla cochambrosa tirando el paraguas en una esquina ante el atónito traficante- Ah, y por cierto, no vengo solo... Ya sabes que siempre me gustó la buena compañía femenina... Pasa, querida.

FDI: Como no hemos hablado tampoco mucho del tema, prefiero dejarte un margen a que expliques tú lo que pretendes de él, su usar sus contactos, si quieres medios, si quieres... qué. Y ya me pondré más... "CHAN CHAN CHAAAAN"


Toda la misión me sonaba a cuento, a invención... Cuando una echa horas en Gotham se acaba acostumbrando a desconfiar de cualquier cosa. Incluso de lo que se supone que son tus aliados. Pero él no era así. Penguin era alguien que había mantenido la cortesía ante todo. Además se portó bien con Rebbeca, y eso le hacía ganar puntos. Mi problema seguramente recurrente con él en este plan fuese la decisión de implantación de bases, ciertos choques de opinión... Pero siempre nos acabábamos entendiendo. No me importaban los negocios que tuviese, ni los trapicheos ni las ilegalidades que cometiese. Al fin y al cabo las leyes eran sólo directrices temporales. ¿Y quién no había hecho trampa alguna que otra vez?

La división fue clara, la química y el trabajo duro era lo mío. Los negocios y las RRPP eran cosa de Oswald, aunque necesitábamos unión, y teníamos que trabajar juntos. Me dio una pequeña charla de introducción aunque él sabía que no la necesitase. Obviamente estaba acostumbrada a mantener la situación bajo control, pero esa gente tenía armas incluso en el salero, y nunca sabías con qué te podían salir.

Él me dio el pie, y aparecí por la puerta echando una ojeada rápida al cuchitril que tenía por casa. Parecía estar sólo, y Güino ya parecía haberse acomodado. Miré a los ojos al cachorrito asustado, con una expresión de satisfacción pura mientras entraba al ritmo de un contoneo inconsciente.

- Bueno, bueno bueno... Ya veo que los hombres con clase están en peligro de extinción.... Cuídate, Pingüino, los de greenpeace lucharán por ti - y entré, dando vueltas al espacio libre mientras mi mano rozaba los muebles pútridos de la humedad para después restregar las yemas de los dedos entre ellas. Noté la mirada asustada de nuestro protagonista fijada en mi trasero, y me di media vuelta para corroborar la sensación. - Puedes llamarme Hiedra - y le tendí la mano, esperando paciente - Creo que tienes asuntillos pendientes con mi amigo, ¿no? Mejor que te lo explique él

No era por no cargar el muerto, pero al fin y al cabo, era el trabajo de Cobblepot. Era su cliente, su socio, y cada uno nos habíamos comprometido con una parte del plan. Además, antes de abrir la boca y poder meter la pata preferí dejar margen para que se encontrasen los viejos "amigos".

Cobblepot sonrió complacido ante la observación de Ivy sobre los asuntos pendientes de Perico. De hecho, su comentario era la entrada perfecta al tema, que por otra parte, daría pie a las "negociaciones" sobre los terrenos que pisaban. Con un gesto de su zarpa, Penguin sugirió al narco que se acomodara en la silla al otro lado de la mesa para hablar, sin embargo, el hombre estaba al borde de la histeria, y sólo pudo reaccionar del modo más acorde al pánico que le producían esos dos monstruos que ahora ocupaban su casa.

-C...Cobblepot... ¡Lárgate! ¡¡lárgate y llévate a esa mujer-planta contigo!! ¡¡Esta es ahora mi casa, todo esto es mío! ¡No tendríais que estar aquí, volved a las alcantarillas de Gotham, par de monstruos!!- Desesperado, el narco corrió hacia un armario cercano, y abriendo un cajón, sacó una pistola, pero al darse la vuelta para tirotear a los intrusos, un dolor insufrible azotó su muñeca dejando caer el arma al suelo. Se desplomó de rodillas agarrando con fuerza la mano herida, que sangraba profusamente por un gran corte. Al alzar la vista, se encontró frente a frente con el Pingüino, que sostenía orgullosamente su paraguas, del cual surgía una hoja afilada manchada de sangre en la punta.

-Años después y sigues cometiendo el mismo error, ¿eh?. En realidad todos lo cometéis una y otra vez... Veis a un tipo con mi aspecto y os da por creer que somos torpes y lentos. Me dais lástima... Pretendía hacer esto por las buenas, pero me vas a ahorrar la pantomima. La adorable señorita y yo necesitamos tus terrenos para un importante negocio con un tercero, y dado que la única razón de que hayas permanecido aquí a salvo hasta hoy ha sido que podía recurrir a tí tarde o temprano, o mejor dicho a tus propiedades, te insto a cedernos cortésmente estas tierras en silencio y sin causar barullo, ¿Qué te parece?

Ese maldito cerdo con traje había sabido dónde estaba todo ese tiempo, había asesinado a toda esa gente que le precedía en el golpe de la cocaína tan sólo para advertirle y atormentarle. Años esperando este momento, esperando su llegada, y encima se presentaba como un señor reclamando todo lo que era suyo... El pingüino era un monstruo por dentro y por fuera. Y ningún monstruo iba a acabar con El perico tan fácilmente.

-Está bien Oswald... Se hará como tú digas. Voy a llamar a mis chicos para que lo preparen todo y marcharnos de aquí -Tomando un Walkie-talkie de su cinto, activó la señal -Carlos, aquí Perico. Avisa a los guardas y a los horticultores, los terrenos han sido comprados por un cliente. Nos retiramos de la zona, protocolo fugindo a cavalo, ¡daos prisa!- Una voz al otro lado del aparato afirmó haber recibido el mensaje, y perico dejó caer el walkie talkie poniendo las manos en alto.- Así de fácil, Pingüino, señora...

-Buen chico, perico... He de admitir que no eres mi clase de ave favorita, pero aprecio un buen comportamiento. Lo malo es...-Se acercó al narco poniendo el filo del paraguas en su garganta- Que ya me la jugaste una vez, y cumplida tu misión, no veo motivos para no vengarme de tu jugarreta pasada...

Mientras perico sudaba a chorros a pesar de la humedad en el ambiente, la puerta de la cabaña se abrió súbitamente y los guardas de la zona irrumpieron en ella abriendo fuego contra los intrusos. Soaroa aprovechó la confusión para huir y refugiarse tras ellos, mientras Cobblepot desplegaba el paraguas revelándose como un escudo antibalas y saltando hacia Ivy para protegerla.

-¡¡BASTARDO RASTRERO Y TRAMPOSO!! ¡Tu turno, querida, APLÁSTALOS!

FDI: QUÉ GENIAL, NO SABES CUÁNTO TE AMO. En serio.  CUALQUIER COSA que quieres que cambie del post me lo dices. Es uno de los post con los que más contesta estoy de todo lo que he roleado con Pam, pero dime cualquier cosa ¿vale? Prefiero que estemos contentos los dos.
-------------------------------


Igual de sencillo es hacer que a un bastardo le hierva la sangre al designarle por su condición como lo es hacerlo hacia un monstruo que realmente lo es. Apenas había pronunciado la mitad de esa repugnante palabra y mis músculos estaban en tensión, listos y dispuestos para arrancarle lo más profundo de su alma en cuanto se dio la vuelta, pero Oswald fue rápido y listo. Me encantaba ver en acción. Desmentía todos los prejuicios cargados de risas y dedos acusadores a su aspecto.
Él era un villano con todas las del crimen.

Las gotas de sangre resbalaron al suelo antes que las de sudor de la frente de Perico mientras la sonrisa macabra de mi compañero volvía a reflejarse en el miedo de sus ojos. Y como siempre, cuando hay una amenaza más fuerte de lo que tú llegarás a ser jamás, cedes. El chico se rindió después de hacer una llamada. Parte del mensaje se me hizo incomprensible, y eso no me gustaba. Espera, ¿Señora...?
La sonrisa de Güino dejó de lado lo macabro que había en ella, dejando hueco a unos recovecos más sádicos mientras el filo se fijaba en la nuez del tipo. Si no lo hacía él lo hacía yo.
Pero la tierra vibraba.
No, algo no estaba bien.
Miré a la repugnante cara del bandolero de poca monta. Parecía realmente tenso. ¿Me estaría fallando el instinto?

Y en medio segundo, me cercioré de que no. Los disparos, la respiración de Oswald a mi lado, los pasos correteando, los gritos. Al saltar para cubrirme su nariz se apoyó en parte de mi brazo y lo retiré a toda prisa. Un gesto minúsculo entre tanta acción, pero con demasiado significado. Un graznido de pingüino y tenía luz verde. Las balas cesaron, escuché traqueteos de las armas, los cargadores caer, algunos encajando de nuevo. Me levanté con un alarido agudo de rabia, llamando a cientos y cientos de raíces que salían de su reposo, alzándose ante la luz rodeando la casa y cegándola a la poca luz que se filtraba de las copas de los altos árboles. Los crujidos de la madera y el temblor en el suelo ensordecieron el ruido de los matones. La madera de la propia casa se había desvalijado. Sólo quedaban escombros, Cobblepot y yo entre ellos  y a nuestro alrededor 7 matones con metralletas y el líder agazapado y dando órdenes tras ellos.

Mi grito terminó y entre jadeos, comencé mi jugada - Muy bien, juguemos a oscuras. - a pesar de apartarme cuando él me rozó, le debía una. La tierra se hundió bajo los pies de Penguin dejándole a cubierto de las balas al ritmo que yo avanzaba firme.
Todo quedó a oscuras, y sólo sonaba el eco de mi voz.
- Maravilloso , chicos... Si no os movéis y tenéis buena puntería quizá podáis matarnos... - eché a andar rodeando las limitaciones del interior de la jaula. -  O... quizá hiráis a vuestro querido jefe

- ¡Y UNA MIERDA! - Tres tiros de metralleta sonaron rápidos y ciegos. El silencio se vio roto de nuevo por un gemido doloroso de uno de los matones. Un cuerpo se desplomó sobre el suelo.

- Bien, si lo queréis hacer por mi... - ¿¡QUÉ COÑO ES EST-!? - Y antes de que terminase la frase mis ojos se clavaban en una zona particular donde una liana, enroscada desde mi brazo, terminaba en un cuello y lo arrojaba donde estaba Oswald. Él sabría lo que hacer. Cinco más y él.  Los cinco deberían estar cerca de esa zona. Mis ojos intentaban enfocar en un vacío hueco, todo eran sombras. Escuché pasos.

- ¿Mario? - ¡No, no vengas cabrón! - ¡¡Quédense quietos!! - ¿Esto es tu brazo?

Se estaban buscando como un ciego que había perdido su bastón. Las armas chocaban entre sí y todo ruido de pasos se concentró en un mismo sitio.

- Tan fácil no chicos, por favor... - una jaula más pequeña, dentro de la cúpula se alzó, construida con ramas fuertes e inflexibles. Habían caído los cinco dentro. Miré hacia arriba y la cúpula se abrió empezando por un pequeño óculo que dejó filtrar más luz. Perico no sabía a dónde mirar ni qué hacer. Se arrastraba por el suelo como una sucia rata. Los de la jaula intentaban empuñar sus armas en un ridículo espectáculo gracias a la falta de espacio. Mientras las raíces de la cúpula se recomponían en su sitio original me acerqué a la jaula. Intentaban alejarse de mí en súplicas desvanecidas. Apoyé una mano en una de las barras dirigiendo una mirada amenazante a los prisioneros. Varias hojas pequeñas se agruparon en la parte inferior, en el suelo. Colores verdes amarillo y negro se unieron en un cilindro perfecto y flexible que empezó a trepar por las rendijas. Si llevaban suficiente tiempo viviendo allí, la silueta que esas hojas formaron se les haría familiar. Lo suficiente para saber que la víbora de arbusto espinoso podía matar con su mordedura y su veneno en esa época del año. Si no estuvieran meándose encima reconocerían que no era una serpiente real.

Miré a Perico. Su rostro era la expresión pura del pánico y la muerte prematura. Una liana se enroscó directa de mi brazo diestro a su cuello, levantándole por encima del nivel del suelo. La luz volvió a lo que había sido su hogar. Sus ayudantes no paraban de rezar y gritar su mote. Me giré hacia Pen y la tierra se elevó lo justo de nuevo, para permitirle salir. La liana se enroscaba en mi brazo, acercándome a la alimaña. Terminó a escasos centímetros de mi rostro balbuceando, jadeante.

- Señorita... Para ti - Y le solté junto a Oswald - Este es tuyo, tú sabrás lo que hacer.   -

Aún podía notar el picor que el sutil roce d ela piel de Ivy le había dejado en la nariz, cuando el escenario se tornó oscuro y sintió la tierra hundirse bajo sus pies. Fuer alo que fuera lo que estaba haciendo esa loca de las plantas era algo grande, pero le fastidiaba no participar. Los disparos zumbaban sobre la improvisada trinchera, y los gritos de pánico acompañaban a tan peculiar banda sonora, aderezados por las histéricas órdenes de Perico. Aquéllo era un caos, y cuando Oswald se quitó la chaqueta y se arremangó la camisa dispuesto a escalar el agujero para poner de su parte, Ivy lanzó a uno de los esbirros de Soa al hoyo. Por un momento pensó en dejarlo allí, pero al fin y al cabo, era una forma de participar. Se lanzó sobre el hombre y empezó a darle contundentes puñetazos hasta dejarlo sin sentido, fantaseando con que era a batman a quien estaba apaleando en la oscuridad absoluta. Entonces Ivy dejó entrar algo de luz en lo que ahora Penguin podía distinguir como una cúpula de raíces, descubriendo que, llevado por la emoción, había matado al pobre tipo, que estaba prácticamente irreconocible. Con una mueca de disgusto, lo tiró a un lado cuando la tierra comenzó a elevarse de nuevo y bajo la lluvia, Hiedra torturaba a los supervivientes. Situándose cerca de ella, se cruzó de brazos manchando su impoluta camisa y observando ufano el espectáculo.

-El sadismo de las damas es merecedor de su temida fama... Toda una fortuna que no haya demasiadas que se dediquen al crimen, y mucha más fortuna aún que una de ellas esté trabajando conmigo hoy aquí- Sonrió satisfecho ante los asustados mercenarios, y entonces Ivy dejó caer frente a él a Perico tras recordarle educadamente que se refiriese a ella como señorita.

Alberto Soaroa alzó su cara del fango que había sido s suelo hacía unos instantes, y entonces sí vio al Pingüino de sus macabras pesadillas. La lluvia había mojado su melena pelirroja oscureciéndola y pegándola a su rostro, y de sus zarpas goteaba la misma sangre que manchaba su camisa. Supo que en aquéllos ojos verdes vería reflejado su rostro por última vez, hoy iba a pagar por sus pecados... Oswald le agarró de la pechera de la camiseta y lo acercó hacia si.

-Podrías haberlo hecho bien Perico... Aquél día cuando te contraté para hacer llegar la carga, hoy, si te hubieras marchado como decías... No vinimos a matar a nadie, eso, es cosa de monstruos... ¿Lo entiendes ahora? Vosotros nos hacéis ser monstruos- Tras aquélla frase, el crujido del cuello del Perico fue lo único que atravesó el susurro de la lluvia golpeando la jungla. Tras ello, Oswald caminó unos pasos y recogió su paraguas para protegerse del clima. Se volvió hacia Ivy gesticulando como un vendedor de pisos -Bueno chêrie, esto está algo manga por hombro, y lleno de hierbajos que ya no le sirven a nadie, pero es espacioso, cuando clarea tiene buena luz, un buffet amplio de nutrientes y toda el agua que desee, ¿Le gusta?

Mi compañero hablaba de sadismo sin mirarse a un espejo. Él era un criminal impecable. Discreto a primera cara, elegante, culto... Luego te mostraba su verdadero lado y se te olvidaba su físico y su voz. Era escalofriante. Después de referirse a mí en francés en un nuevo ataque de su recatadísima cortesía, me ofreció el espacio. Aunque la palabra hierbajo...

Le miré de arriba a abajo. La humedad le hacía sudar y se había acomodado.  Era una de las pocas ocasiones en las que le había visto tan salido de su papel. O tan natural...
Sabía que Oswald no quería ofenderme y pasé su despiste por alto. Miré a mi alrededor. Todo era fantástico, rico, completo.

- Es perfecto mon cher... - y rocé la yema de mi dedo corazón por el cuello de su camisa, sonriendo.
- ¿Qué se sabe de Crane? Nosotros hemos conseguido los terrenos y yo tengo que ponerme a reconstruir esto y trabajar en la sustancia. ¿Qué trabajo tienes tú? - y me separé de él. Mirándole a esos ojos ligeramente rasgados.

No estaba de más obtener información, y entre compañeros de Gotham todo se sabe... Cuando uno tiene una idea lo más común era traicionar a sus propios compadres. Es lo común de una ciudad de ratas. El más fuerte sobrevive, y si puedes utilizarles antes de su muerte te toca la lotería.
Siempre me fié más de Pingüino que de Espantapájaros. Había tenido más trato con él, se había portado mejor conmigo y tenía bastante más clase. Además no se había puesto nunca en mi camino.
Tenía cierta sensación de que nos acabaría traicionando, y en un plano inferior, de que ambos acabarían traicionándome a mí. Pero más valía reforzar nuestra relación antes de verle.

Esperando respuesta hice un par de gestos con la mano, dibujando espirales y líneas con los brazos, abriendo y cerrando los dedos en torno a la mano. El suelo empezó a reestablecerse, las raíces que sobresalían de una manera insana para el árbol, volvían a la tierra. Las hojas caídas se amontonaban, la tierra surgió entre lianas muertas y restos de lo que hace años debió ser el paraíso. Y ahora era todo mío...

La mortalmente tierna Pamela... Esa flor que como las rosas, podía encandilar con su belleza y delicadeza aparente, pero si tratabas de acercarte demasiado te clavabas las espinas. Había que estar muy loco para meterse con ella en una jungla como había hecho el estúpido de Perico...

- Mi trabajo aquí ha terminado por ahora, cielo... Sería conveniente que hiciéramos una llamadita a Don remiendos para avisarle de que tiene el huerto en proceso al fin. Yo sólo me encargaré ahora de traerte lo que necesites, ya que realmente es en Gotham dónde puedo empezar a mover hilos para sacarle partido a todo esto.

Se acercó a dónde estaba su chaqueta y sacó un móvil del bolsillo de la misma, luego, cargó ésta al hombro mientras realizaba una llamada.

- ¿Señor Crane? Espero no pillarle ocupado... Por aquí está todo listo, y nuestra encantadora florecilla ya anda habilitando el terreno. Le daré las coordenadas del lugar en cuanto llegue a la ciudad. Proveeré a la dama de lo que requiera, pero a partir de ahora nuestros caminos se separan durante el proceso... Espero noticias vuestras cuando esto esté listo, tengo que hacer algunas "Advertencias". Sí, por supuesto, cuestión de negocios, ya sabes que soy un pájaro de mal agüero, no tengo amigos a los que echar una zarpa jajajajaja. Hasta pronto, doctor...

Colgó y guardó el aparato mientras se ponía la húmeda y enfangada chaqueta. Qué pena de armani hecho a medida, pero podría encargar otro. Observó la curiosa danza gesticular de aquélla dríada pelirroja y se acercó unos pasos hasta quedar a su lado, con intención de despedirse.

- Pásalo bien pequeña, éste pájaro emigra a tierras más oscuras- Observó con ira su paraguas- pero más secas...

De camino hacia el Jeep en el que llegaron, pensó en tomar un pequeño descanso antes de dar el siguiente paso. Tal vez pudiera volver a visitar a su adorable socia la ranchera, llevaba tiempo sin reunirse con alguien interesante...

FDI: Con esto, si te parece bien, mando a cerrar el post.

Agradecía su compañía y su ayuda. Ahora me quedaría sin compañía humana. Rodeada de tantas ternuras por conocer, tantas amigas a las que ayudar. Tantas compañeras junto a las que llorar...
Era perfecto.
Recuerdo observarle con los brazos cruzados y una sonrisa cruzada.
Nubarrones grises aparecieron, proporcionando a la despedida un toque dramático. Sólo tenía dos teléfonos y uno para comunicarme con Crane, por lo demás nadie sabría que existía.

La cortesía de Güino me impregnó hasta el último momento. A veces le veía tan frágil, tan pequeño, tan falto de amor... Hasta que le conoces y recuerdas lo que es. A pesar de ello, tenía su rostro memorizado en un tercer plano. Todo lo que habíamos pasado. Toda la ayuda que nos habíamos ofrecido. Las traiciones que él nunca me había cometido. Era de los pocos que realmente me trataron bien desde el principio y... Sí, creí que era necesario.

- Oye Oswald... - mi tono sonó particularmente preocupado. Intenté recordar si él me escucharía en algún momento así. - Tú y yo sabemos que somos de la misma casta de verdad. - me abracé los brazos e intenté no sonar desprotegida - Pero Crane... -suspiré- Oye, sólo... - Le miré a los ojos a través de la espalda, intentando que entendiese lo que tenía que decirle, sin tener que mediar palabra - Sólo vigílate las espaldas ¿Vale? -


Y con eso me di media vuelta perdiéndome entre la maleza. Es cierto que esto me venía bien para contar con él por si nos traicionaba aunque....
¿Me preocupaba? Puede.