Casting Damian Wayne

Llovía, y Damian odiaba la lluvia. Entre otras cosas. Pero en ese momento odiaba la lluvia porque reducía su visibilidad en un 15%, su velocidad en un 10% y su buen humor en un 90%.
Tampoco es que el buen humor estuviera nunca en cotas muy altas.
Era sábado por la noche, y Damian estaba solo. Batman estaba en Blüdhaven ayudando a Nightwing con un asunto de la mafia, algo bastante gordo, y le había dejado a él allí porque alguien tenía que proteger la ciudad. Y podía hacerlo sin ayuda, obviamente. Además, un atraco a un museo no era nada del otro mundo, y los imbéciles que estaban perpetrándolo no tenían demasiada picardía, por lo visto. Iba a ser una noche aburrida.
Hizo un escaneo de la situación desde el tejado del edificio que estaba frente al museo. Arte moderno. A Damian le gustaba el arte moderno, especialmente cuando decía cosas. Un cuadro de Kandinsky era más interesante que la conversación de muchas personas.
En fin, una furgoneta escondida en un callejón cercano, la puerta de servicio forzada y el sistema de alarma desactivado. Debían de tener algún conocimiento de cómo funcionaba el museo por dentro, porque lo habían hecho bastante rápido.
Se ajustó la capa y saltó.
Noquear al imbécil de la furgoneta no resultó especialmente difícil, a pesar de que el hombre intentara usar un comunicador para avisar a los demás. Pero no sirvió de mucho, y el comunicador acabó en el bolsillo de Robin mientras amordazaba al conductor y lo encerraba en la parte trasera de la furgoneta, inconsciente. Se guardó también las llaves una vez apagado el vehículo, no fuera a ser que alguien decidiera llevarse la furgoneta por su cuenta (a saber). Una vez dentro del museo, se dedicó a seguir el rastro de los ladrones. No fue muy difícil, únicamente tuvo que seguir el rastro de cerraduras forzadas. Una vez los localizó dentro del edificio, se mantuvo a una distancia prudencial, sigiloso y pegado a la pared. Eran tres, y se movían rápido. Habían noqueado y amordazado al guardia de seguridad nada más entrar, lo cual indicaba que conocían su recorrido y la temporalidad del mismo. Pero no eran especialmente silenciosos, y aunque el ruido de sus movimientos les impedía darse cuenta de que alguien les seguía, Damian no hacía el más mínimo sonido al avanzar. Y cada vez los tenía más cerca.
…aunque tuvo que detenerse, horrorizado, al darse cuenta de que en la exposición habían colocado a Rothko junto a Duchamp. ¿Qué clase de IMBÉCIL había comisariado aquello? ¡Pero si no tenían nada que ver! ¿Cómo iba a uno a perderse en los colores de los cuadros inmensos de Rothko si tenía la irreverencia de Duchamp al lado? Gilipollas. Aquello solo consiguió ponerle de peor humor. Crispado, apartó su mirada de aquella aberración y siguió su camino apretando los dientes.
Se detuvo a pocos metros de los ladrones, que se habían parado a su vez. Habían localizado lo que querían. Desde donde estaba, Damian observó sus movimientos, su excitación ante el robo, su estupidez al relajarse una vez habían alcanzado su objetivo. Qué estúpido es el ser humano, pensó, que se tranquiliza y baja las defensas cuando ha conseguido llegar hasta donde quiere.
Antes de que los tres hombres pudieran darse cuenta, Robin ya se había colado entre ellos. El más delgado, el que iba al frente, fue el único que se giró a tiempo para verle. Damian alzó el puño, tensó el cuerpo y chasqueó la lengua.
-tt-

-No toques a Pollock, subnormal.

El primer puñetazo lanzó al tipo por los aires. Le oyó gritar –qué escandaloso- pero antes de que pudiera terminar de quejarse, Robin ya estaba propinándole una patada en la cabeza que le dejó inconsciente junto a la pared. Los otros dos hombres, más voluminosos, tardaron en reaccionar, y Damian aprovechó la situación para escurrirse entre ellos y taparles la salida, evitando que se le escaparan.
En realidad no duró mucho. Y tampoco fue una lucha interesante. El cuerpo de Damian actuaba como una máquina perfecta y bien engrasada. Patada, puñetazo, patada. Sus movimientos eran elásticos y fluidos, rápidos. No tuvo que utilizar ningún truco especial ni ningún artilugio. No tuvo apenas que pensar.
Cuando los tuvo a los tres bien atados, llamó a la policía e informó de la situación con voz neutra. Mientras hablaba, iba desenmascarando a los ladrones, lanzando sus pasamontañas negros al suelo. El último, el más delgado, se parecía bastante a Drake. Colgó el teléfono, se agachó junto a él y lo examinó de cerca. Vaya. Ladeó un poco la cabeza antes de darle un puñetazo de propina, saltándole un diente.
Al ponerse en pie, se frotó el nudillo y sonrió. Al final no había resultado tan aburrido.