En busca de respuestas [Coral B. y Promethea]

Varios días más tarde de que se produjeran, uno tras otro, varios seísmos, tsunamis y grandes tormentas eléctricas a lo largo de todo el Planeta Tierra, según confirmaban los medios de comunicación internacionales, así como la aparición y desaparición de grandes sistemas montañosos, el aumento del nivel del mar en unos continentes y el descenso en otros, Billy necesitaba saber a qué se debía todo esto. Sin duda alguna, no podía tratarse de una casualidad de desastres naturales desencadenados únicamente por la fuerza de la Naturaleza. Esto debía de ser obra de alguien, y de alguien muy poderoso. Por un momento se le pasó por la cabeza La Bruja Escarlata, su madre que, conociendo sus antecedentes, no sería difícil que hubiera provocado todo esto, pero William se negaba a creerlo. Su historial anterior estaba, de alguna manera, justificado. Esto no.

Por otra parte, algo que tenía claro era que la aparición de numerosos portales aparentemente interdimensionales en varios puntos de Norte América estaban íntimamente relacionados con todo el desastre. Decidido a averiguar algo, Billy se encontraba en su apartamento, o en lo que quedaba de él, sentado en la alfombra de su salón con las piernas cruzadas y las manos posadas sobre sus rodillas. -PlanetaTierra, PlanetaTierra, PlanetaTierra... -comenzó a repetir en voz alta y con la mirada al frente, formulando un hechizo de visualización.

-...PlanetaTierra, PlanetaTierra, PlanetaTierra... -hasta que se detuvo brúscamente al aparecer ante él numerosas láminas holográficas en las que aparecían diversas perspectivas del actual estado del planeta. Sus ojos recorrieron rápidamente cada una de las láminas en frente de él, asombrado, casi sin respirar. -Esto no puede ser... -murmuró para sí. De pronto las láminas desaparecieron. Nada de lo que había visto en ellas tenía sentido. El planeta que había visto a través de ellas parecía ser el suyo, La Tierra, pero se veía bastante distinto.

Sin pensárselo dos veces, se levantó de la alfombra, se acercó a una de las ventanas del salón, y haciendo un chasquido con los dedos de una mano su pijama se transformó en su traje de vengador. Corrió la ventana hacia un lado, y comenzó a levitar hacia fuera. Una vez se encontraba sobre el vacío de los siete pisos donde se encontraba su apartamento, miró al cielo y comenzó a volar todo lo alto que podía, quedando la ciudad de Nueva York a sus pies cada vez más y más pequeña, hasta que no se veían más que un enjambre de pequeñas luces iluminando en aquella noche. En ese momento comenzaba a sentir mucho miedo. Se encontraba solo, no sabía dónde estaban sus compañeros, ni Teddy, ni Wanda. Sabía que sus padres se encontraban bien. Pero el resto era pura confusión. Una vez lo suficientemente alto, encontrándose por encima de las nubes neoyorkinas, echó un vistazo a su alrededor, divisando los horizontes desde aquella privilegiada vista. -Dios mío... -murmuró, con los ojos abiertos por la incredulidad. Al parecer las láminas tenían razón. Desde aquella perspectiva podía divisar ciudades enteras que nunca había existido, o que al menos nunca habían estado donde ahora están.

No demasiado lejos, Wiccan divisó lo que parecía ser una Chicago mucho más sombría, más fría, más... oscura. Pero no era Chicago. De eso estaba... bueno, seguro. Mientras el joven hechicero comenzó a bajar de las alturas en dirección de aquella misteriosa ciudad, pensaba que no sabía muy bien lo que estaba haciendo, ni lo que haría en cuanto pisase tierra firme. ¿Dónde estaban los Vengadores? ¿Sabían algo de todo esto? ¿Estaban ya movilizándose para intentar averiguar o solucionar todo este desastre? Pensaba que necesitaba un abrazo de Teddy, que eso lo calmaría, que lo haría sentirse mucho mejor, más seguro, con menos miedo.

Sin darse casi cuenta, se encontraba ya a pocos metros del asfalto, por lo que volvió a tomar el control del vuelo y se dirigió hacia una azotea cercana, de un bloque de no más de cinco pisos. Empezó a mirar a su alrededor. Casas, rascacielos, calles, comercios, automóviles, viandantes... ¿humanos? Todo parecía normal. Parecía una ciudad como otra cualquiera. Más... oscura que de costumbre, a opinión del joven mago, pero una ciudad al fin y al cabo. Ahora estaba seguro de que no se trataba de Chicago, pero entonces, ¿cuál ciudad era? No la conocía ni sabía de su existencia en aquella precisa ubicación geográfica. De modo que lo siguiente que debía hacer era preguntar a alguien que supiera responder a alguna de sus preguntas.

No había mucha gente en la calle esta noche, a pesar de ser aún temprano. Billy observaba, atento y tranquilo desde la azotea. Mientras analizaba al informador más apropiado desde las alturas, muchas preguntas pasaban a toda velocidad por su cabeza, la mayoría de ellas relacionadas con dudas acerca del gran desastre mundial, otras vinculadas a sus compañeros de equipo, así como de sus homólogos adultos, Los Vengadores. Absorto en sus pensamientos, de repente fue sorprendido por lo que parecía ser una explosión de gran cantidad de energía arcana, que le hizo perder el equilibrio durante un instante. "¿Pero qué...?" Asombrado, el joven recuperó la compostura y dirigió su mirada hacia un par de edificios en frente de donde él se encontraba, de donde parecía provenir tal energía. "Debería echar un vist..." Un extraño rugido de animal interrumpió sus pensamientos. Se había escuchado alto y con total claridad, a su izquierda. Confuso, Billy levitó un par de metros sobre la azotea hasta colocarse por encima de una de las cornisas.

En el callejón, cinco pisos por debajo de donde se encontraba el hechicero, había una chica con extrañas vestiduras y tras de ella un gran animal antropomorfo con caracteres reptilianos. "¡¿Pero qué cojones es eso?!" El animal, del que con total seguridad provenía el rugido de hace un momento, pareció mirar fijamente a la chica delante suya, y tras un instante, adoptó una postura amenazadora y posición de lanzarse hacia la joven.

-¡¡Detrás tuya!! ¡¡Cuidado!! -gritó el hechicero, e inmediatamente después, casi sin meditarlo, sus puños se cargaron con flujos de energía arcana y se dejó caer de la azotea para intentar ayudar a la chica. No obstante, antes de tocar el suelo...

-¡¡Soy una agente del caos que lucha por el amor y la justicia!!¡¡Soy Promethea y por el poder de la Inmateria, te castigaré!! -decía una mujer de cabellos negros tras "aplastar" al monstruo antropomorfo antes de que pudiera herir a la muchacha. Mientras lo decía, ejecutaba lo que parecía ser un baile nativo, totalmente desconocido para el joven Wiccan, y una niebla de color malva la envolvía.

Con los ojos abiertos como platos, por la sorpresa, Billy tomó finalmente tierra, quedándose de pie frente a ambas chicas y el monstruo derrotado. -Wo... E-eso ha sido... increíble... -le dijo a la mujer morena, tras lo cual se le dibuja una sonrisa en el rostro al comprobar que la chica más joven parece encontrarse bien. "Un momento..." Por lo que acababa de presenciar se había olvidado por un momento de la explosión mágica que había sentido antes. Ahora se preguntaba si dicha "energía" percibida podía tener algo que ver con el monstruo verde o alguna de las dos mujeres que se encontraban frente a él.

-¿Estáis las dos bien? -preguntó, ligeramente preocupado por la salud de la más joven. Tras formular la pregunta dejó desaparecer los flujos de energía arcana que brotaban de sus manos y dio un par de pasos, acercándose a las chicas.

Casi no les dio tiempo a las dos mujeres de responder a la pregunta de Billy, cuando el monstruo se incorporó y volvió al ataque. La mujer más alta y de cabellos azabache parecía poseer una enorme fuerza, pero lo que sorprendió al joven Kaplan fue el cómo la otra chica, más joven, se desenvolvió para contraatacar y desviar el ataque del reptiliano, haciéndole frente. No obstante, el monstruo verdoso la superaba en fuerza, y a la chica cada vez le quedaban menos. Cuando Wiccan quiso formular un hechizo para ayudarla, la morena se acercó a ella y tocó ligeramente uno de sus hombros, diciendo: -Oh, pero bueno. Lagarto malo, ¿no te da vergüenza meterte con gente que no es de tu tamaño? Mira que eres abusón. -y luego continuó. -Me gusta pelear más que ha nadie, ¡pero las peleas deben ser justas!

En ese momento, la chica más joven parecía recobrar nuevas y renovadas fuerzas. Billy sonrió, sorprendido. -Sois unas cajas llenas de sorpresas... -murmuró para sí. A continuación comenzó a mover sus brazos en círculo. Sus manos volvieron a envolverse de un brillo azulado, y entonces señaló con ellas a ambas mujeres. -Estaisprotegidas, estaisprotegidas, estaisprotegidas... -repitió. Al momento el mismo brillo azul cyan de las manos del hechicero comenzó a envolver los cuerpos de las dos mujeres que se encontraban en frente suya.

-Y en cuanto a ti... -dijo a continuación, dirigiendo la mirada hacia el monstruo. Mientras mantenía su mano izquierda apuntando a las luchadoras, movió la que le quedaba hacia su derecha, apuntando a uno de los cubos de basura de metal del callejón. Entonces el cubo comenzó a desmenuzarse, como si fuera de plástico, produciendo chirridos metálicos que resonaban en el callejón. Una vez deconstruido, tomó la forma de una larga lámina de metal. Billy volvió a mover su mano derecha y, apretando el puño, la apuntó en dirección del reptil. Así, la lámina metálica levitó rápidamente en su dirección, comenzando a rodear la gran mandíbula del mutante, procurando que sus fauces no causaran daño a sus combatientes femeninas. William se mantuvo de pie, donde se encontraba, con ambos brazos alzados, manteniendo la concentración para que los hechizos no se deshacieran.

"¿Pero qué... demonios?" El hechicero aún estaba sorprendido por las habilidades que ambas féminas habían demostrado durante la batalla, así como por la situación que se había formado nada más llegar a aquella extraña y desconocida ciudad, cuando un quinto individuo intervino en el conflicto. Billy observaba con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido al extraño sujeto mientras se acercaba. Intuyó por las palabras en otro idioma de la chica más joven y su seguida teleportación espacial, así como por las estrellitas azules que desprendían los repetidos puñetazos que propinó la más madura, que ambas empleaban como él algún tipo de magia.

No pudo pararse a formular elucubraciones mentales sobre ello cuando de repente y de la nada aparecieron unas runas en el suelo entre el monstruo reptiliano y la mujer de cabellos azabache, que siguió de un estallido lumínico que pareció dejar a esta última fuera de combate. Wiccan sintió el impacto mágico resultante de la destrucción de su barrera mágica que sostenía sobre la mujer, lo que hizo que apretara los dientes con fuerza. Sin duda debía de tratarse del nuevo desconocido, y el hecho de que hubiera penetrado con tanta facilidad la barrera mágica del hechicero y aún así produjera tanto daño en la mujer significaba que era mucho más poderoso que el reptil, y que además también se servía de la magia.

-Me encanta hacer uso de mis trampas para moscas. -En el momento en que la morena cayó sobre sus rodillas con un golpe seco sobre el suelo, Billy bajó sus brazos y echó a correr en dirección a ella, lo que provocó que perdiera la concentración sobre sus hechizos anteriores, haciendo que la lámina metálica del cocodrilo cayera de sus fauces y que la joven perdiera su protección. En todo momento en demonio observaba la escena con aparente tranquilidad.

-Yo soy Albéus, demonio ejecutor del ejercito de la Infamia. Diosa, he venido a cazarte. -¿Demonio? ¿Diosa? Por un momento el joven hechicero no sabía que pensar, todo le parecía una locura y al mismo tiempo le empezaba a cuadrar todo. Estando a varios metros de la abatida mujer Wiccan lanzó de sí varios rayos de no mucha potencia en dirección a los enemigos, como mera distracción. Albéus disipó el hechizo eléctrico con un ligero gesto de manos, pero aquello le dio tiempo al joven para llegar hasta la morena, arrodillarse a su lado y formar un círculo luminoso que los rodeaba, de color azul y en cuyo interior se dibujaba una estrella de cinco puntas. Se trataba de otro hechizo de protección, de mayor poder, aunque Bill desconocía si sería suficiente para detener a Albéus.

-Oye, eh, ¿estás bien? -Preguntó a la mujer que se encontraba inconsciente. Luego dirigió la mirada hacia la más joven. -¿Conoces a este tipo? ¿Alguien puede explicarme qué diablos está pasando?

La mujer morena parecía bastante afectada tras haber sufrido la reciente explosión mágica bajo sus pies, y no parecía escuchar la pregunta del joven hechicero, o bien no tenía las fuerzas suficientes para responder. Mientras tanto, con un semblante totalmente serio en su rostro, la otra joven respondió casi al instante a Billy, diciendo que tan solo se había enfrentado a solo unos pocos, lo cual él no entendió del todo. "Estupendo... con ella fuera de combate, solo quedamos yo y la otra chica... piensa, Billy, cómo puedes salir de esta..." Los recuerdos de su enfrentamiento con Pandemonium volvieron a él clara y fugazmente. Entonces se dio cuenta de que no sería lo mismo enfrentarse a un servidor de lo demoníaco que directamente a un demonio de escala de poder desconocida.

Por ahora mantenía el escudo mágico intacto, y esperaba que aguantase cualquier posible embestida que de un momento a otro ese tal Albéus pudiera llevar a cabo. Aunque siendo sincero consigo mismo, tras ver cómo había dejado a la más mayor del trío, no conservaba demasiadas esperanzas.

Para su sorpresa, y a pesar de que sus anteriores palabras parecían indicar que no se le daban del todo bien los seres del Infierno, la chica del pelo castaño se enfrentó verbalmente al orondo y oscuro ser. -Muy bien, Abdeus. Espero que entonces te guste mi pequeña recompensa por tu captura. -A continuación realizó un gesto con sus dos manos, que acto seguido empezó a distorsionar la luminiscencia del lugar, concentrándose entre sus manos unas extrañas esferas luminosas, que Billy observaba con gran curiosidad, y que parecían estar formadas de pura luz.

-Athaddrivar -Tras decir aquella última palabra, ambas esferas salieron disparadas en dirección a Albéus, que no pareció temerlas cuando su reacción fue intentar protegerse con los brazos, quedando estos, en apariencia, seriamente lastimados. Las quemaduras que podían apreciarse en los brazos de éste, así como el vozarrón de dolor que soltó al detener el impacto, no hacían más que presagiar que la situación estaba a punto de complicarse aún más.

No obstante, ni corta ni perezosa, la joven hechicera no titubeó ante el demonio. -Márchate ahora mismo, por favor, o acabaré por convertirte en la cena rustida del cocodrilo. -Para sorpresa de todos, la respuesta de Albéus fue una amplia sonrisa similar a la de hacía unos minutos, mientras su cuerpo parecía hincharse cada vez más.

-Ju ju ju, adoro los juegos y vosotros pequeños sois ideales para jugar. -Tras lo que empezó a hablar en una lengua desconocida para Wiccan, aunque podía imaginarse de que se trataba de un siguiente hechizo o encantamiento demoníaco. Y efectivamente, mientras las pronunciaba se iba generando de la nada una extraña nube de gas que flotó hasta llegar al antropomorfo reptiliano anteriormente derrotado. Dicho gas pareció introducirse en el interior del cuerpo aquel monstruo y, como si de un bálsamo mágico se tratase, este se levantó como si la pelea de antes no le hubiese hecho mella. De hecho, había algo nuevo en él. Algo que los presentes allí no tardarían en descubrir.

Con una velocidad superior a la que tenía antes, corrió hacia la hechicera de luz, lanzándole una bola de fuego antes de tenerla lo suficientemente cerca. Por suerte falló, pero no parecía detenerse. Mientras, Albéus parecía disfrutar del espectáculo desde la distancia, elevado varios metros sobre el resto de los presentes. Sin saber muy bien qué hacer, si dejar a la morena bajo la supuesta protección del escudo y salir en la ayuda de la castaña o confiar en las habilidades de esta última, los pensamientos del joven mago se vieron interrumpidos por una voz a la que le costaba unir las palabras. -No… no le hagáis daño… es un demonio… sádico… del dolor se alimenta… su poder… le estáis… alimentando…. Tenéis que atra-atraparlo. -Billy miró entonces a la morena, que había despertado de repente. Ahora todo parecía cuadrar. Claro, por eso mismo Albéus no solo no parecía haber sufrido mucho daño del ataque de la hechicera, sino que respondió con mayor atrevimiento mientras disfrutaba de todo aquello. -Te… mostraré… cómo... lo—lo dibujaré. -Dijo a continuación. No obstante, a Will le preocupaba el estado en el que ella misma se encontraba. No tenía muy buen aspecto, y tampoco sabía cómo ella podría conocer la forma de detener a Albéus.

Para poner más complicado todo, la mujer que hasta hacía unos segundos se encontraba tumbada sostenida por Billy, dejó de ser una mujer sin previo aviso. Ahora el hechicero sostenía a un hombre de unos treinta y pocos, vestido como lo hacían sus padres y que no paraba de sangrar. -Oh, dios... -¿Qué estaba pasando? ¿Se trataba de un mutante metamorfo? Pero le había visto hacer un par de trucos, siendo mujer, que tenían toda la pinta de tener origen mágico, por no hablar de la gran cantidad de energía mágica que sintió cuando aún se encontraba arriba, en la azotea. Entonces, ¿qué debía hacer? Casi como si aquel hombre pudiera escuchar todas las dudas que pasaban por la cabeza de Billy en ese momento, sacó una libreta y un lápiz de su bolsillo y comenzó a dibujar algo con seria dificultad. Wiccan sabía que ese hombre se encontraba gravemente herido, y su vida corría peligro. Pero también su propia vida y la de la chica luminosa lo corrían. Por eso mismo, prefirió limitarse a obedecer a aquel hombre, que parecía saber lo que estaba haciendo.

-Tienes… que atraparlo en esta cárcel mágica… para demonios… y recitar… el hechizo… para enviarlo a su mundo… “Et demoni… tut mhej infernus… ottmen” -Murmuró tras arrancar la hoja de su libreta y dársela a Billy. -Está bien... -Susurró. A pesar de que sabía que sus hechizos y encantamientos no funcionaban de esa forma, sino que debía de concentrarse en aquello que quería conseguir y estabilizar sus emociones en torno a dicho deseo mientras lo verbalizaba, sabía también que no quedaban muchas más opciones, y que, como poco, debía de intentarlo.

-¡Oye! ¡Aguanta solo un poco más! -Gritó mientras miraba de nuevo a la castaña, que luchaba por evadirse del monstruo verdoso. A continuación soltó muy despacio la cabeza de aquel hombre, dejándola reposar sobre el frío suelo mientras él conjuraba el hechizo. Decía que debía de atraparlo en aquella cárcel mágica, pero no especificó cómo. Nervioso, Billy observó de nuevo la hoja con el dibujo, y luego otra vez a Albéus. Éste parecía ajeno a lo que había ocurrido entre el hombre (antes mujer) y el joven mago, pues estaba entretenido con el juego del gato y el ratón. "Quizá si hago aparecer el círculo bajo los pies de Albéus... aunque se encuentre en el aire..."

Se le había ocurrido una idea que, todo sea dicho, no estaba para nada seguro que funcionaría. Sin esperar más, y sin moverse de su posición, cruzó las piernas en pose de meditación y apoyó las manos sobre sus rodillas. Cerró los ojos e imaginó el círculo dibujado en la hoja justo en el lugar donde quería que éste apareciese. Se concentró durante unos segundos y, mientras sus manos se envolvían en luz azulada, el círculo comenzó a dibujarse justo debajo de donde se encontraba volando Albéus. Lo difícil venía ahora. "Nunca antes he hecho esto, pero... vamos allá..."

Sin perder la concentración y sin abrir por un momento los ojos, Billy comenzó a pronunciar, como solía hacer con el resto de sus hechizos, las palabras exactas del conjuro. -Et demoni tut mhej infernus ottmen, et demoni tut mhej infernus ottmen, et demoni tut mhej infernus ottmen, et demoni tut mhej infernus ottmen... -Y siguió mentalmente sus palabras mientras imaginaba que, fuera como fuese, finalmente Albéus era detenido, deseándolo con todas sus fuerzas. Poco a poco la energía azul de sus manos volvieron a surgir muy despacio.

Billy continuó formulando verbalmente el hechizo repetidamente durante unos instantes más, hasta que la jaula terminó de completarse. No obstante, Albeús no quedó atrapado en ella, pues percibió el hechizo, quizá conocido por él, y logró salir antes de ser encerrado. Sin embargo, algo del haz luminoso de magia que ascendió hasta él desde el dibujo en el suelo rozó el cuerpo del demonio, y éste quedó, por lo que parecía, gravemente debilitado.

La batalla entre Coral y el gran cocodrilo humanoide había terminado hacía unos minutos, lo cual el joven hechicero había percibido en el silencio tras escucharse dos cuerpos caer sobre el suelo. Eso significaba que ambos habían quedado fuera de combate. Hasta que Albeús no se despidió con su Malditos… ¡esto no quedará así!, Billy no pudo clavar sus ojos rápidamente en el cuerpo de la castaña, que yacía sobre el suelo, sin moverse.

-Gracias chico…eres muy fuerte... Ahora, si te ves capaz, deberías llevarnos al hospital a la muchacha y a mi… -Dijo entonces el que ahora era un hombre, y con mucha razón. No por lo de "fuerte", sino porque ambos necesitaban con urgencia asistencia sanitaria. -No te preocupes. Os vais a poner bien. -Respondió el joven chico con una voz entre sosegada y temblorosa.

Sin tiempo para llamar a la policía para que detuvieran al cocodrilo, Billy optó por lanzar un sencillo hechizo de estallido de energía arcana, de un color escarlata, que ascendió hasta los cielos y explotó como si se tratara de una bengala, así podrían localizarlo. Acto seguido se colocó la capucha, tapando su rostro, y sostuvo al hombre en su regazo por la espalda, dirigiendo luego la mano que le quedaba libre hacia el cuerpo de Coral, haciendo que un fino lazo arcano de color cyan se alargara hacia ella, envolviéndola y conectándola a él.

-Todo saldrá bien. -Aseguró, y entonces comenzó a pensar únicamente en que quería llegar hasta el hospital más próximo. -Quieroestarenunhospital quieroestarenunhospital quieroestarenunhospital... -Repitió, como siempre hacía, y a través de un destello que iluminó el callejón en el que se encontraban desaparecieron los tres, apareciendo en el hospital de Gotham que se encontraba más cerca de allí.

-¡POR FAVOR! ¡NECESITO AYUDA! ¡Estas personas necesitan atención urgente! -Gritó nada más verse ante la puerta principal del hospital, y al cabo de unos segundos aparecieron un par de enfermeros que al ver la escena pidieron en recepción una camilla para trasladar a los dos heridos. Billy, evitando mostrar su rostro, acompañó al hombre y la joven hasta que los médicos ya no le permitieron continuar.

Sin decir nada, el joven mago se quedó en el pasillo de espera, esperando a que cualquier médico saliera de una de las salas para indicarle que sus dos... ¿nuevos amigos? Que se encontraban en buen estado. Esperaba que fuera así.

Pasaron varias horas hasta que alguien por fin se dirigió hasta Billy para informar del estado de sus dos nuevos amigos. Impaciente, el joven mago había pasado las horas para arriba y para abajo, dando vueltas por los pasillos, a veces sentándose en una de las sillas intentando calmar su ansiedad. Era tarde y debía de volver cuanto antes a casa. Sus padres se empezarían a preguntar dónde se encontraba. Pero por otra parte tenía muchas dudas que necesitaba responderse, sobre aquella nueva ciudad, que antes no recordaba que existiese, o sobre el origen de las habilidades de las dos mujeres y el hombre junto con los que había luchado.

Cuando el médico le indicó el estado en el que se encontraban ambos, Billy no se lo pensó dos veces y accedió a ver al hombre que antes había sido una mujer. Desconocía tanto si la chica joven como él tenían familia, para avisarles más que nada.

El joven hechicero traspasó el par de puertas que le separaban de las salas de reposo y llegó hasta donde se encontraba él. Seguía con la capucha ocultando su rostro. Los médicos y enfermeros no habían preguntado por su identidad en ningún momento, por lo que entendió que "aquí" también había otros héroes, y comprendían la importancia del anonimato.

Sobre una cama se encontraba él, un hombre de mediana edad, con bata de paciente, un gotero conectado a su brazo y un halo de misterio que incitaba curiosidad en Billy. Observó su rostro. Sin duda se dibujaba en él cierto gesto de tristeza.

-Hola... -Murmuró mientras sonreía ligeramente, terminando de acercarse del todo a un lado de la cama. -¿Cómo te encuentras? -Sabía que la respuesta no sería positiva, pero no sabía cómo reaccionar en un momento como este. Por un momento pensó que lo mejor sería dejarle solo, quizá lo único que quería en este momento sería descansar, después de todo.