Tengo una mala noticia para ti (Pamela L. Isley) [01-04-2018]

Los Gothamitas no tenían dos dedos de frente, y eso se demostraba en que se empeñaban en mantener su rutina, en conservar sus miedos y en preferir lo malo conocido que lo bueno por conocer. Cada vez que había algo raro en relación a lo vegetal se me recriminaba a mí. Y era algo por lo que no estaba dispuesta a pasar. Aún menos después de salir de Arkham. La mayoría de las veces eran acusaciones de niños de primaria creyendo en el coco.
"He tocado una ortiga, ha sido Hiedra venenosa" " Esa rosa me ha pinchado, ha sido Hiedra"
¿En serio...? ¿La gente se creía que yo no tenía cosas mejores que hacer?
Si no saben tratar con la belleza yo no soy la culpable.
Pero lo del virus lo recuerdo como si fuese ayer. Por culpa de los tratamientos químicos con los alimentos y hortalizas un virus se propagó por toda la ciudad. Otra vez más, la hipocresía del capitalismo abordaba mi vida. Si no dejan a la naturaleza ser, el mundo se consume cumpliendo con la norma del efecto dominó.
Coges la fruta, le echas químico, alteras el sabor y la naturaleza así como lo saludable que pueda resultar, la población lo come, intoxicas a la población, le echas la culpa a la única persona que lucha contra eso y ya lo tienes todo hecho. Lo que los magnates de la economía describirían como "la culpa de la crisis es de los hippies que no pagan".
Y como suponía, era cuestión de tiempo que alguien se atreviese a aparecer para culparme a la cara.
Así que antes de que vinieran con antorchas decidí solucionar de raíz uno de lo que formaba parte de la comisión de problemas cotidianos de mi vida.
Mientras me arreglaba el pelo en un sencillo semirrecogido, algunas de mis hojas mas luminosas se acoplaron a mi cuerpo dándome una vestimenta veraniega a la par que elegante. (El segundo de abajo)
Y rumbo a Gotham.

Siendo quien soy era muy cómico pasear por la ciudad. La gente se apartaba, los que se atrevían a pasar por mi lado lo hacían corriendo y los que hablaban mal de mi se silenciaban con una mirada. Fui preguntando a los viandantes más valientes, aunque no lo suficiente como para mentirme. Yo estaba segura de que Batman ya estaba al corriente de que yo había ido a la ciudad, de lo del virus... Pero él me conocía como para saber que no haría nada así.
Quiero decir... que yo no haría nada malo... claro.

Parecí acercarme cada vez más al objetivo final. Y a la última mujer que pregunté me señaló directamente a un hombre que estaba al final de la calle, en la calle más alejada de mi hogar de todo maldito Gotham.
Me acerqué por detrás suya con mis contoneos naturales y ya inconscientes. Miré de arriba a abajo al tipo. Era una mezcla entre un chico de gimnasio y un adolescente sacado de Candem. No dudé que eel sonido de las pisadas de mis botas enraizadas le advertirían de mi presencia.

- Creo que me buscas. No, no he sido yo la del virus, tengo mejores cosas que hacer. No, no te voy a contar mi historia. No estoy a favor de enseñarte lo que soy capaz de hacer y no me gusta quedarme en la ciudad mucho tiempo. ¿Puedo volver ya a casa?

De verdad, quería irme.

Se dio la vuelta y comprobé que la palabra discreción no estaba de moda. Llevaba las armas al descubierto, el cuerpo entero protegido con lo que parecía kevlar y un casco que parecía sacado de una película futurista. ¿Pero qué...?
Mis ojos brillaron por la ausencia de pupila en ellos justo después de articular la última palabra. Aquel desgraciado me estaba encañonando y antes de poder reaccionar me disparó. Escuché el martillazo y se me contrajo el corazón, los pulmones me la jugaron con un aspaviento silencioso, pasé de cero a cien.  

Y cuando digo que ME disparó quiso decir que eso creo que intentó hacer. Juraría que le había dado efecto a las balas para intentar burlarse de mí. Mis pupilas recuperaron su diámetro habitual, o por lo menos uno saludable. Noté cómo se me aceleraba el pulso y mientras soltaba su discursito eché una ojeada a mi alrededor. A mi derecha un muro hecho con arbusto de trompetas trepadoras, a mi izquierda cada dos metros un fresno, haciendo una cenefa hasta donde mis ojos podían alcanzar. Suficiente y me sobra... además estábamos en las afueras, el metro no llegaba hasta aquí, siempre y cuando sacase la fuerza necesaria de las raíces del suelo podría romper el asfalto, pero no quería llegar a tanto.

Entonces un soplo de aire helado me recorrió la columna vertebral. Las flores gritaban y los árboles se mecían buscando un hueco por el que poder correr, o lo intentaban. Más de una vez he puesto en riesgo mi vida y no se han alterado así... Había algo que no me gustaba un pelo.
Vi cómo tiraba el cartucho y reponía uno nuevo y me pareció verlo a cámara lenta. La calle se cortó con el bullicio, el ruido metálico del cargador contra el suelo y casi juraría que pude ver a través de esa máscara un rostro con una normalidad turbia. El grito de una mujer clamando a Batman me sacó del trance. ¿De verdad? ¿Me disparan y llaman en mi contra? La adrenalina se despertó en un efecto acelerado. Extendí mi brazo derecho aún cuando él no me veía e hice crecer el arbusto de flores cálidas, proporcionando a las dulces trompeteras quince veces su tamaño. La gente empezó a gritar y él no pareció reaccionar, supongo que pensó que los gritos habían sido por el disparo. Me dio ventaja. Finalmente volvió a extender ambas manos apuntando de nuevo hacia donde yo se supone que debía estar, encañonando ahora a una flor del tamaño de su máscara. Del pistilo salió un gas potente y purpúreo. Las feromonas era lo más fácil de sintetizar y me salían solas ya que formaban parte de mí. Quizá no fuese la mejor opción, pero sí la más rápida.

Dudé mucho que las feromonas le afectasen dada la situación, pero el denso humo me daría bastante ventaja de visión. La gente empezó a huir y la nube se fue haciendo más y más espesa.  Sumergidos los dos en una espiral de gritos y aroma silvestre aproveché para situarme detrás de él e intentar  darle una patada fuerte y certera en las lumbares. Puse toda mi fuerza en aquella patada, cargando desde la cadera y la rodilla, no sabía cómo le protegía la armadura, pero tenía que intentarlo.

Nadie atenta contra mí sin siquiera conocer mi nombre. Y mucho menos sin conocer yo el suyo.

- ¿¡QUIÉN DEMONIOS ERES!? -

El podólogo... ¿En serio? Entre su amplia cultura, su léxico y su habilidad para disparar no supe si sentirme confusa por dudar de si ese hombre de verdad era de algún cuerpo de seguridad u ofendida por pensar que mandaban ESO a por mí. Escuché más disparos pero no pude ver nada y la gente no paraba de gritar... me tenían aturdida. Entre mi propia bruma, acompañado de un sonido metálico y un grito de alarma de aquel genio armado, vi cómo una granada se detenía ante mis pies. Estaba alterada y no pensaba con claridad, la opción más inteligente hubiera sido devolvérsela de una patada, el instinto me guió por otro lado. Salté fuera de la nube y caí junto a Fresno que se encorvó hacia mí intentando protegerme mientras yo adoptaba posición fetal como podía. Pero explotó demasiado pronto y las primeras ramas que intentaban protegerme se volvieron contra mí convirtiéndose en pequeñas astillas que se me clavaron por todo el brazo izquierdo y parte del costado. No me dolía tanto como el hecho de que hubiese herido a Fresno... Pequeñas gotas de resina empezaron a brotar por la rama herida. No podía sanarle... debía huir aprovechando el rastro de humo que aún quedaba.

- Lo siento chico... - susurré. Y le besé en la corteza dañada antes de echar a correr.

Me vería levantarme, vería cómo el árbol se reincorporaba, y casi con total seguridad me seguiría... Pero necesitaba ventaja y si quería jugar sería en mi terreno. Estábamos a apenas quinientos metros de una de mis reservas naturales de las afueras, y allí no estaría cohibida. Corrí a toda velocidad mientras me quitaba parte de las espinas de mi cuerpo, sólo las más grandes, las que podía agarrar con la mano y el pulso que se tiene al correr.
Eché una mirada hacia atrás. Intenté despreocuparme de las balas, visto el resultado... corriendo le debería costar darme aún más. Se me escapó un bufido al quitarme una de las astillas pero me alivió el ver cómo en un último spring podría llegar a mi pequeña selva...

Sólo un poco más...

Seguí corriendo sin mirar atrás y noté como un proyectil me pasaba por al lado y sin poder ver de qué se trataba aceleré hasta que la dureza de mis pisadas se convirtió en caricias de un césped salvaje bien cuidado. Mi bosque...

Corrí hasta llegar al claro donde yo solía residir,  casi en el centro de pleno bosque. Me encargué de mantener las distancias para que no se perdiese y pudiese seguirme la pista. Además estábamos a plena luz del día y mi melena era fácilmente reconocible. Di un sprint final a la hora de llegar a mi claro y lo crucé corriendo mientras la ropa se me deshacía al llegar, quedándome sólo con la ropa necesaria para tapar lo que aquel loco no tenía derecho a disfrutar. Los restos de mi traje se quedaron ahí y yo desaparecí entre la maleza que formaba las murallas de aquel coliseo natural. Dando vueltas a placer, esperando a que llegase y se detuviese al ver mi ropa, o por cansancio. Y allí llegó. Le vi más de cerca manteniendo la distancia. Necesitaba que gastase su munición para no ponerme en peligro. Gastarla o deshacerme de ella. Hice que uno de los arbustos al lado contrario al que estaba yo resonase con garbo, intentando distraerle como un cazador al escuchar una rama partirse. Y surgí de mi escondite impulsada por ramas generosas que me depositaron sobre el suelo.

- Aquí sí. Dime cariño, ¿quién eres y por qué me disparas? - Ahora podía tomarme las cosas con más calma. En la ciudad no podría ser tan activa como debería.
Quise llamar su atención con mi saludo y presencia mientras un par de lianas, silenciosas como dos pitones, se deslizaban por detrás de sus tobillos.

Mi prioridad era inmovilizarle, saber quién era, por qué me perseguía y de dónde había salido. No parecía de Gotham, o no pude reconocerle. La mayoría de héroes y villanos bastardos de mi ciudad tenían una frasecita estrella que tan de los nervios me ponía. ¿Acaso nadie podía ir a lo sencillo? ¿De manera directa?
Y recapitulé bien sobre la actitud que había tenido el... "Podólogo".
Realmente prefería la frase estridente.

-   ¿ Y bien?

Tengo que admitir que me había funcionado bastante bien. Tengo que reconocer que su actitud chulesca me irritaba casi tanto o más como podía hacerlo mi piel sobre la suya.

- ¿No habías dicho que no tenía nada que no hubieras visto...? - dije al escuchar su contradicción. Aparentaba tranquilidad pero a la vez se estaba poniendo de los nervios por lo que él mismo pedía, terminar cuanto antes. Mientras me contaba su historia me acerqué al capullo de mariposa que ahora colgaba con su cara a la altura de la mía, mientras terminaba de estabilizarse balanceándose como un péndulo. Le sujeté por lo que serían sus brazos oprimidos y finalmente se quedó suspendido estáticamente. Miré ese casco que tanto me ponía de los nervios y aproveché su incapacidad para quitárselo sujetándolo por ambos lados con las manos y tirando hacia abajo. A veces una cara valía más que un nombre, además... había dicho Project. O tus padres no te aman lo suficiente o era un nombre falso como "Batman". Se intentó resistir a que le quitase el casco, vi cómo Lianas forcejeaban con él. Di el tirón final y vi unos ojos verdes oscuros, intensos mirándome fijamente. Una nariz recta y ruda acompañada de una barba que haría llorar a más  de una quinceañera.

- Bueno, bueno... ¿Qué tenemos aquí? Un jovencito maduro machacado en combate... ¿puedo atreverme a decir que ligeramente harto de las putas que te llevan los de arriba?  - y solté una carcajada abierta en la que se podía apreciar cierto eco. Pensé en qué podía suministrarle para tenerle de mi lado. Si era cierto lo que decía él sólo era un peón, había algo más grande detrás. - Vale... dame un momento - y me agaché haciendo crecer una flor de Hipérico. Perfecta para depresión y ataques de ira, inhibe la adrenalina, es un relajante muscular muy potente, fomenta las conexiones cerebrales de la euforia, controla la arritmia respiratoria... No le vi ningún defecto. La flor se extendió, haciendo crecer su tallo hasta dejar la flor en mi mano una vez me volví a levantar. Miré a "Project" y le sonreí  - Tranquilo, sólo es aceite y me eché unas cuantas gotas en las yemas de los dedos para empezar a untarlas por su rostro. Intenté contener mi toxicidad en ambas huellas. - Lo bueno de Hipérico es que funciona por tacto, pero aún más si lo ingieres. Aunque sólo puedes ingerirlo si es de cultivo ecológico, y más ecológico que esto no vas a encontrarlo. Abre la boca. - Preparé unas cuantas gotas con el puño, estaba a punto de resbalar y él no colaboraba. - Es como una infusión, no es nada tóxico, abre la boca - intenté abrirle la boca a la fuerza antes de recurrir a la opción inteligente, ya que no llegó a abrir la boca lo suficiente como para poder echarle las gotas. Le tapé la nariz y esperé. Llegaría el momento en el que él abriría la boca para dar una bocanada de aire, y apretaría el puño para dejar resbalar las gotas de aquel suero dulce.
Entonces colaboraría un poco más.

- Te han dicho que tienes que encontrar el foco de la bacteria. Correcto. Te han dicho que he sido yo, obvio. Estaba claro que me acusarían... Me acusan incluso cuando se hieren con una ortiga, era de esperar. Pero.. ¿Quién te ha pedido este trabajo? ¿Para quién trabajas? - y esperé continuando el masaje facial.

No escuché más que patochadas hasta la parte de los papeles. Me confirmó que era su trabajo con la parte "contrato". Decidí hacerle un favor y darle la vuelta, sin dejarle libre, simplemente recolocando su sentido de la gravedad. Le miré a los ojos para no desviar la mirada en un buen rato, Hipérico estaba cumpliendo con su labor, sus pupilas estaban más dilatadas. Bien. Sujeto atado, con actitud favorable, entorno adecuado... Hora de saber.

- Ya, me imagino que son tus jefes los que te mandan.  ¿Podemos dejar de lado las obviedades? Cómo se llaman tus jefes o la organización para la que trabajes.¿ Dónde se asienta? - luego me replanteé el para qué me serviría esa pregunta. - Y me lo vas a contar, ¿Verdad? Primero porque eres un encanto y ... segundo... - apareció de detrás mía una Cephalotus gigante que se deslizó con un siseo sonoro y vibrante por todo el bosque. Creció unos cuatro metros y se irguió poderosa mientras preparaba su mandíbula.

-  Porque quieres hablar  - y le obligué a sentarse en el suelo, moviendo a Liana para ello mientras me sentaba encima suya tratando de impedirle aún más el movimiento. Por si se sacaba un as de la manga. Había visto cosas muy locas últimamente...

Tengo que reconocer que me intimidaba la idea de pensar que algo grande me perseguía... No sabía si me buscaba a mí o simplemente la raíz del virus. Podría tratarse de un experto químico botánico, aunque he conocido a pocos con armaduras de kevlar y licencia para granadas y armas pesadas. Le miré a los ojos intensamente de nuevo con una ceja levantada y los labios ligeramente apretados, curiosa y ansiosa de respuesta.

La intimidación que intenté ejercer pronto se convirtió en mi peor enemiga. Un susurro recorrió cada claro de mi bosque, cada planta intentó respirar en un vano amago de no sentir temor. El aire se cargaba, el aroma se disipaba y los rayos de sol parecían no existir. Todo fue demasiado rápido y a la vez tortuosamente lento. Una ráfaga de aire frío meció ambas melenas como preámbulo de lo que acontecía mientras castigaba mi espinazo una sensación turbia. Muy turbia. Lianas gimoteaban de dolor y temor, obligadas por mi fidelidad a permanecer en su castigo. Las retiré en un gesto rápido con la mano y huyeron, escondiéndose en el subsuelo. Noté cómo se me contrajo el cuerpo músculo a músculo   acompañado del bello erizado manteniéndose alerta. Una sensación eléctrica y peligrosa me recorrió el espinazo y mis pupilas le apuntaban con el tamaño de la cabeza de un alfiler.

A mi alrededor contemplé cómo las raíces empezaban a levantarse del suelo para intentar huir. Alrededor del cuerpo liberado de aquel hombre todo rastro de vegetación se hundió bajo tierra, creando un círculo de tierra fértil a su alrededor. Como un Ángel de barbecho. La tierra vibraba en un zumbido grave ambientándolo todo en una atmósfera de tensión y miedo. El corazón se me encogió y sólo pensé en correr. Di algunos pasos lentos hacia atrás. Algo no iba bien, no iba nada bien.  No recuerdo cuándo sentí por última vez un miedo así. Miré a mi alrededor tratando de comprender. Las verdes eran fuertes, ¡poderosas! Todo el planeta era suyo y si algo las desafiaba podrían controlarlo.  Pero esa mirada... el temblor de Lianas y cómo habían desaparecido sin dudarlo...

- Qué... ¿Qué eres tú? - mi voz sonó temblorosa aunque suficientemente audible. Los crujidos de las maderas retorciéndose no ayudaba a que me calmase. El corazón iba a salir de mi pecho. Mi cerebro recreaba imágenes horribles en mi cabeza que mi fuerza de voluntad no podía aplacar. Y me sentí pequeña, por una de las pocas veces en mi vida, minúscula. Y vi cómo la tierra entera podría desvanecerse con tan sólo un bocado. Él... eso... no era normal. No era algo tan sencillo como una mutación... Parecía no ser humano. El efecto del calmante se le había ido demasiado pronto para la dosis generosa que le había echado y...¿quién mejor que la tierra para reconocer lo que es suyo y lo que no? Y él.. se asemejaba bien poco. Le miré de nuevo y recordé que venía a por mí, que seguiría empeñado en buscarme.

- Oyete lo he dicho¡no he sido yo!¡De hecho podría curarles!NosalídeArkhamhaceapenasunmesynopiensovolver¡nosoytanestúpida!- hablé demasiado rápido pero recé a todo cuanto sé para que me entendiera.
Y pensé, como haces inconscientemente cuando sientes miedo, en qué dejaría atrás si moría en ese momento. Los cultivos pendientes, los experimentos por resolver, la despedida de mis aliados, los enemigos, mi gente... mis musas... la sheriff. No podía morir, no estaba preparada... Pero tampoco pude reaccionar si hubiese tenido que hacerlo.

Se recolocó como si nada hubiera pasado, se sentía bien y el Hipérico fue ficción. No le importó nada, no pensaba, sólo era... eso. Lo único que recuerdo fue estar desplomada y él encima. No sé cómo llegué a parar ahí. Sentía la firmeza, mi fuerza mejorada por la mutación no le resultó un problema, me apretaba, oprimía mi espacio, mi libertad y todo mi cuerpo. El golpetazo contra el suelo me hizo soltar un gemido involuntario y el ritmo de respiración se me hizo irregular. Noté el peso cayendo sobre mi pelvis y pensé que era mi momento. Me dediqué a escuchar, tratando de poner la cara más neutra posible, en el suelo, mirando al cielo buscando con la mirada algo firme a lo que aferrarme que no fuese de él. No le suplicaría por mi vida a un hombre. Sacó una cantimplora y la agitó.

Mira, te he traído una cosa. ¿Sabes lo que es?

Qué... ¿nitroglicerina? ¿Gasolina? Pero no pude decir nada...
¿Agua? Pero qué... Intenté resistirme por si era otro de tus trucos, o una táctica para atraerte como cuando le ofreces el último cigarro a un preso y luego mágicamente desaparecía del patio de Arkham para siempre. Pero era agua fresca y no pude resistir disfrutarla, cerrando los ojos y liberando un par de jadeos acelerados.  Estaba reaccionando al miedo paralizada, y eso me mataría. Cuando vi lo que hacía con el agua comprendí que era una especie de venganza a su orgullo personal. Si no era un humano, se comportaba como tal.
No me toques con la mano, no te quites los guantes, te harás daño. Pero no pude hablar y permanecí inexpresiva con las pupilas dilatadas perdidas en el celeste. Parpadeé, una vez. Y puse la vista en sus palmas irritadas, con ampollas y alguna cicatriz abierta. Él las miraba dándoles vueltas y cada vez que volvía sus palmas hacia mí le faltaba una herida. Qué era eso...
Antes de poder plantearme nada noté el frío metal hundido en la piel de mi sien, con presión. Las pupilas hicieron a mi ojo parecer de enteramente verdoso y mi boca esbozó una sonrisa involuntaria. Pero era un gesto puramente inocente. Y misteriosamente en paz. Era más una risa irónica que de malicia. Y cuando se empezó a acercar le miré a los ojos con esa expresión.

Me hizo comprender lo que era el miedo. El miedo es eso que te advierte ¿de qué? de la muerte. Te hace pensar que morirás de la peor manera que se te ocurra, de la más terrible.  Y en esa situación no tendría por qué sentir miedo. ¿Iba a morir de todos modos no...?
¿No?
O no. Sentí mi alrededor sólo por un instante. Querían huir... ¡porque yo estaba asustada! Y ellas se reconfortaron al verme en paz.
Noté el pulso acelerarse, volver a la vida de una muerte que aún no había llegado, mis ojos recuperaron la luz y mi rostro la expresión. Le tenía a dos dedos de distancia, su boca de la mía. Pude escuchar como varios árboles se enderezaban, sonido que nos acompañaba desde que sentí ese miedo atroz, pero no estaban corriendo, se acercaban a nosotros para desplomarse sobre él. Pero en el último momento jugué mi última carta, antes de que se dejasen caer sobre él, con una gran posibilidad de aplastarme a mí con él. Aún no había probado con las feromonas. ¡Era muy posible que no funcionasen! Pero emocionalmente funcionaba como un humano y recé para que interiormente también. Además si se regeneraba las feromonas seguirían en funcionamiento, es algo natural del cuerpo, no es ningún patógeno. Tenía que probarlo.

Mi acción aparentó ser a cámara lenta, respiré hondo todo lo que pude, de manera muy lenta para que no reaccionase alejándose de mí súbitamente. Abrí la boca con forma de beso y soplé, todo lo que tenía, la carga más potente que pude crear en ese momento, lo que me quedaba y lo que tenía. Feromonas liberadas a más no poder, y por si me dejaba algún efecto, extendí el cuello lentamente para querer besarle y transmitirle las últimas cantidades de feromonas y potenciarlas en un vano intento de supervivencia. Si no funcionaba, él moriría conmigo después de tirarme el tiro aplastado por dos árboles gigantes. Si funcionaba, que esperé que sí, aún viviría un poco más. Y a mi rostro volvió esa sonrisa mientras apoyaba el cuello de nuevo contra el suelo.

Mi cuerpo se tensó aún más cuando vi que él terminaba el trabajo, rozando mi rostro con su mano desnuda, y vi cómo se erosionaba la carne, y al retirar la mano cómo no tenía nada. Ni un último rasguño... No sabía lo que era, pero ahora por lo menos estaba de mi lado. Antes de poder hacer nada me besó, después de abrasarse la mano con mis labios, o eso creía...
No podía permitir que mi asco a los hombres me dominase, no estaba en condiciones de rechazarle nada, ni de poder elegir, así que di lo mejor de mí en ese beso, intentando acompañarlos de movimientos de cadera, tenía que potenciarlo como fuese, había conseguido una debilidad y tendría que sacarle el máximo provecho. Y aunque me duela reconocerlo... fue un buen beso. Hacía mucho que no me empleaba tan a fondo con nadie. Se despegó de mí repentinamente y vi cómo escupía una mezcla pastosa y en un tono verde oscuro... Seguía como nuevo.. ¿Acaso era capaz de expulsar mis toxinas? ¿¡Incluso las respiratorias!? Recapitula... El efecto de los químicos se le pasa en cuestión de un par de minutos, puede eliminar las toxinas, dispara como un crío, tiene mala suerte, es hetero... No entendía nada.

Aproveché para levantarme y mirar a mi alrededor, ahora que estaba ocupado tendría que quitarle la... la... ¿pistola? No estaba por ninguna parte, así que no le di importancia, si yo no la veía era probable que él tampoco lo hiciera. Pero no pude evitar sentirme aturdida por el exceso de información y de sorpresas. Me acerqué a él, esperé a que terminase de escupir y con el pie le di la vuelta, sin agresividad, sentándome encima de él con fuerza. Si no había notado su "alegría" significaba que el traje estaba bien forrado y un poco de brusquedad no vendría mal. Tras apoyarme de nuevo sobre su cintura, apoyé mis manos en su pecho, ejerciendo presión. Unas pequeñas ramas surgieron del suelo para enroscarse alrededor de sus muñecas. Mis pequeñas habían perdido el miedo al verme a mí manejando la situación. Era poderosa al fin y al cabo. Carraspeé con una sonrisa y dejando que las feromonas se volviesen a acumular en mi aliento, impulsadas por el subidón de adrenalina me acerqué a sus labios y le susurré en una voz suavemente sensual.

- Si me dices cómo se llama para quien trabajas ... - las hojas que quedaban de mi vestimenta empezaron a desprenderse lentamente, palabra por palabra - te dejaré hacerme to-do-lo-que-quie-ras - y en esas últimas sílabas exhalé más feromonas, más valía prevenir.

¿Era mentira? Sí, pero necesitaba ese nombre y una manera de distraerle. Era peligroso y no pensaba bajar la guardia.
Y la última hoja se desprendió.

Las feromonas empezaron a distraerle como debían hacerlo, fallaba en el habla y la mirada le bailaba ocasionalmente. Así que Shield... Era la primera vez que lo escuchaba , y debería indagar más tarde sobre ello. Por qué tenían ningún problema conmigo, por qué venir hasta aquí...
Pero mi divagación terminó cuando vi aparecer de la nada los guantes sobre sus manos. Me alejé estirando la espalda repentinamente, mirando perpleja lo que estaba pasando. Tras eso el casco que le había quitado anteriormente apareció, también en su sitio ideal. ¿Qué tipo de poderes tenía este maníaco..?
Lianas no resistían más esa fuerza. No era humano. Extendió el movimiento hasta pulsar un botón que debía estar cerca de su pechera. Instantáneamente después unos temblores parecidos a la epilepsia acompañados de un humo eléctrico me hizo pensar que le había dado algo. Esperé un par de segundos y acerqué mi rostro como gesto curioso para comprobar si había muerto del calambrazo.  
La presión del cuello volvió tan rápido como parpadeé. Otra vez no... De nuevo las preguntas. De nuevo las amenazas.

Le miré a donde creí que estaban sus ojos, con una ceja levantada y rostro indiferente. Me estaba oprimiendo la respiración y el habla. Con mi mano derecha le señalé a su propia mano, para que aflojase. Noté un poco más de libertad, y aproveché para intentar hacer que el argumento más lógico le entrase en esa cabeza inútil.

- Puedo curar ese virus - mantuve la ceja e inconscientemente se formó entre la nariz y los labios un gesto asqueado. - ¿Pero no era tu misión, no? No pareces de estos héroes - añadí un gesto de comillas sarcásticas con los dedos de ambas manos - que lo hacen todo por la devoción. Parece que casi te molestan estos trabajos. ¿Tu misión era llevarme a mí no? Porque crees que soy la culpable.. - e hice una pausa para respirar bien un par de veces y tragar de manera forzosa todo lo que pude a pesar de la garra que había en mi cuello, antes de seguir hablando con la voz ligeramente quebrada. - No lo soy, pero sé que no me creerás ni me darás más tiempo aunque te diga que podría llevarte a la verdadera causa y contrarrestarla. Prefieres matarme. ¿Y sabes qué pasará? Que el virus seguirá y habrás ejecutado a la única persona en el mundo capaz de ponerle una solución inmediata y que no cobraría una millonada por la cura. Y junto a mí todo el resto de ciudadanos a los que yo podría haber curado, y los que quedan por infectarse.   - Él no ganaba nada, fracasaría en su trabajo y seguramente le acabarían despidiendo por haberla fastidiado aún más. Había dicho que no trabajaba para ellos, pero nadie se toma tantas molestias para cumplir un favor. Además, decir que trabajas PARA y no CON va en contra del manual del tipo duro. Estiré el cuello hacia arriba haciendo un sobreesfuerzo, ofreciéndoselo más en bandeja. La ceja se me relajó y cerré los ojos para mantener la mayor cara de tranquilidad posible.  Él tenía dónde elegir, y estaba claro que matarme no solucionaba nada. Si mi charla le había servido de algo, esperé que me soltase y recapacitase sobre todo ello. O por lo menos que aflojase un poco la soga. Esperé reacción con ambas manos levantadas, notando el aire sobre la piel de mi cuerpo desnudo y concentrándome en la caricia que un mechón de pelo me hacía sobre el hombro al resbalarse para caer en mi espalda.

Le veía acomodarse, como si fuese su pan de cada día. Y eso hacía retorcer mi paciencia y humor a partes iguales. Me había intentado matar, me había perseguido, amenazado y acusado. Y parecía estar en su propia casa. Entonces empezó la ronda de preguntas. Él había respondido las mías aunque fuese en contra de su voluntad y las respuestas que yo le diese no me pondrían en peligro, así que la desconfianza hasta entonces presente, se relajó. Además, era tan dulce intentando resistir...

- Se nota que no estás en pleno uso de tus facultades... algunas preguntas te las has respondido tú solo- y me recosté sobre él, apoyando todo el pecho y abdomen, notando la textura del kevlar y los bultos de las cartucheras. Pero me lo tomé como un masaje. Apoyé un codo a cada lado de su cabeza y miré los brillos del casco con una sonrisa madura en los labios. No podría afectarle por feromonas, pero un buen escote te pagaba una noche de copas. Suspiré - Conozco a las plantas mejor que nadie y te he dicho antes que la gente me acusa por ser quien soy... ¿Cómo diantres no iba a conocer el virus? Tú tampoco lo has soltado y también lo conoces. Lo de contro - Un terremoto vibrante en nuestros cuerpos y un gruñido más salvaje que el de cualquier fiera me interrumpió.- lar... ¿¡QUÉ DEMONIOS ES ESO!? ¿Qué tripa se te ha roto? - el cuello se me estiró solo al ritmo de las pupilas. Eso no era normal. Ningún león podría competir con ese rugido. Y se supone que era algo inconsciente, un impulso, una necesidad... Me erguí de nuevo, noté cómo mi pecho rozaba con el borde de su casco. Miré hacia arriba, estirándome y buscando un frutal que tuviese algo que ofrecerle a mi nuevo huésped. No había sido muy cortés conmigo, por no olvidar lo del miedo que maltrató mi espinazo. Y precisamente por eso le necesitaba de mi lado. Además todo el mundo sabe que hay una manera muy clara de conquistar a un hombre, aparte de las feromonas. La comida.
Pero aquí la servidora podía alimentarle de ambas cosas, y no iba a dejar pasar esa ocasión de mantenerme con vida. Ese hombre había demostrado la habilidad de limpiarse casi cualquier cosa que le echase, y no podía arriesgarme con más venenos. La excitación había ganado.

Pensé en el temblor que había salido de su abdomen y pensé en la posibilidad que había de que rechazase algo de comida en ese momento. Raro me pareció que no me hubiese mordido a mí. No había ningún árbol con fruto cerca nuestra salvo Núcula y antes que hacer crecer un árbol entero preferí generar una planta de huerto. Me incliné hacia un lado y apoyé la diestra en el suelo mientras junto a ella un melón nacía y crecía, y crecía, y crecía... Hasta que adoptó el diámetro de su brazo. Parecía una calabaza de carruaje. Lo agarré con las dos manos cuando se detuvo y lo partí con una piedra picuda bastante grande que estaba incrustada en el suelo. Obviamente ese dulce manjar llevaba una dósis leve de feromonas. Leve si hubiera sido la primera bocanada, teniendo más dentro... No sabía cómo funcionaría. Pero estaba claro que era lo único que funcionaba para tenerle "tranquilo" dentro de lo malo.  Metí la mano en la ranura de la fruta y cuando llegué hasta el codo, lo doblé haciendo que se abriese en un jugoso crujido creciente. De la mitad de la fruta partí un cacho del tamaño de mi mano, y lo agarré con ella como pude. Lo levanté por encima de la cabeza de Project y empecé a hacer negocio. Las gotas recorrieron mi brazo completo y se deslizaban por mi codo. Le di la vuelta a la porción, dejando la piel hacia el cielo y la carne en dirección a donde estaba la boca, tapada por esa pantalla brillante.

- Dime qué eres, porque está claro que paisano no... - las gotas del néctar se acumularon en la punta del gajo - Es más, vamos a aclarar las cosas ya de una vez... Realmente tienes tres opciones. TENEMOS tres opciones - respiré hondo con un parpadeo largo - - Puedes llevarme viva a Shield y que ellos decidan. Podemos terminar el trabajo juntos, y teniendo en cuenta que yo no gano nada y que no tengo ganas de ayudar a gente que me ha estado acusando injustamente... Tendrías que quedarte conmigo hasta que haga la cura, obligándome a hacerla sin saber si morirán o vivirán hasta el final y luego seeeeeguir intentando matarme. Oooooo... - intenté buscar sus ojos - Te llevo hasta el verdadero culpable que está aquí, en Gotham City, nos encargamos de él, tú te lo llevas y yo soy feliz. - dije gesticulando con la mano libre, haciendo inevitable la media sonrisa - ¿Y cómo sabes que no te traicionaré? ¿Y por qué me interesa a mí eso? Fácil. Ese cabrón es la vergüenza del eco-terrorismo. Además... - la rabia se apoderó de mi voz- La única que envenena Gotham...soy yo.

Y una gota cayó sobre el casco.

FDI: Me encanta cuando conviertes melones en calabazas xDDDD

-------------

Las feromonas le seguían afectando, las ideas de adolescente con tiempo libre se seguían paseando por su boca de una manera burda y precoz. Aunque para qué mentir, eso me transmitía cierta tranquilidad. Mientras estuviese bajo el deseo sexual no me mataría. Y si lo hacía moriría él conmigo. Mis ojos se abrieron súbitamente, como impulsados por un botón.

- Ca...¿CALABAZA? Pero.. ¿Cuántas calabazas has visto tú en tu vida? - ¿Estaría delirando por la hambruna?


Consideró las tres opciones en voz alta hasta que suplicó. Y eso a Mamá Isley le encanta... Me mordí el labio casi por instinto y le miré con un deseo invisible hasta entonces. Me necesitaba, me requería y me había rogado por algo de comida. Dependía de mí. Me sobresalté cuando descendí ligeramente y  acabé piel con tela. Toda su armadura se desvanecía en polvo, como si nunca hubiese estado ahí. Ahora era sólo él, simple, directo, vulnerable....desesperado.

Con un gesto del dedo índice y corazón de mi zurda, unas raíces gruesas salieron del suelo, bajo la espalda del chico, y le recostaron ofreciéndole un respaldo. Sonreí y me recoloqué aún sobre sus piernas, no se libraría de mí tan fácilmente y obviamente no le iba a dejar a su merced. - Aaaaaaaaaaaah - dije con la boca bien abierta, cumpliendo con el papel de madre que enseña a comer a su hijo. Bajé el gran cacho del melón dulce hasta sus labios y cuando la pieza rozó sus labios la volví a levantar rápidamente al ritmo de una carcajada hasta que finalmente se lo metí a la boca. Le miré comer mientras iba partiendo otro gajo esta vez más grande. Sin duda sería la fruta más jugosa y sabrosa que probase nunca.

- Entonces... Estamos de acuerdo, ¿no? Yo te llevo, lo solucionamos, quedamos como amigos, en otro momento si quieres te vienes a tomar el té, a ti te tienen como un héroe y... Créeme, prefiero no tener premios ni conmemoraciones ni medallitas ni NADA de eso. Y mucho menos de gente que ha intentado matarme - Y le guiñé un ojo remarcando la ironía. - Todo esto cuando termines de comer, claro

Tengo que reconocer que no tenía mal tipo. Y desde que había tirado las armas no se estaba portando muy mal. Ahora me sentía bien y él parecía contento. Todo iría sobre ruedas, según el plan. Pero nunca era tarde para pensar que comería, volvería a ponerse la armadura y a intentar matarme. Quizá lo consiguiera. No podía liberarle. Necesitaba tener la situación bajo control. No debía ceder.

Y después de lo que a mí me había parecido una eternidad, se solucionó el tema de la misión, el asesinato y los pésimos terroristas. Ahora era un momento de descanso entre la tensión de un día que pretendía ser casi normal. Él se relajaba y disfrutaba de la pieza de fruta mientras yo disfrutaba de la picardía sabia y el goce de su ignorancia. Un golpe en mi entrepierna me garantizó que todo estaba yendo sobre ruedas. Una sonrisa involuntaria iluminó mis labios con la banda sonora de una carcajada.

- ¿Consecuencias...? jajaja... Si estás sugiriendo lo que creo acabarías tú peor que yo. - dejé lo que quedaba de fruta a su lado, a mano para él - De todos modos, te dejaré comer tranquilo - y apoyándome en sus hombros me levanté desde las rodillas hasta ponerme al fin en pie. Al erguirme aún sobre él, me estiré la espalda y retiré mis pies de ambos lados de su cuerpo. Me alejé un par de pasos sin dejar de mirarle y con un gesto de la mano un par de lianas en cada muslo se aseguraron de que no haría ninguna idiotez.

No era un mal día al fin y al cabo. Mis niñas estaban bien, el césped bajo mis pies estaba cálido, la temperatura era perfecta. Y me percaté en que quizá las enredaderas que enroscaban las columnas de la entrada al rancho de Rebbeca se hubiesen convertido en espino. Tal vez la hubiesen alertado pero... aún estaba a tiempo. Me concentré en que cambiasen de nuevo a las enredaderas normales, estábamos a mucha distancia pero creo que saldría bien. Y como por una corriente, lo relacioné con lo que él había dicho de la visita.

- ¿Sabes qué, Project? Me caes bien después de todo... Eres un hombre, eso no te lo cura nadie, pero tienes una mentalidad que en Gotham le falta a mucha gente. Pero te lo dejo de sobre aviso. Yo suelo estar en una montaña, en los bosques junto a un rancho bastante conocido por aquí. Si vinieses a verme... - mi  voz se ralentizó, firme y amenazante - y le pasase algo al rancho.... - gesticulando mirándole fijamente a los ojos - o a su propietaria... - y me agaché para verle cara a cara - te faltaría tierra en este maldito mundo en la que poder esconderte... ¿Claro?

Y me levanté con una ceja levantada mirando su postura, con los muslos amordazados  y sobre un respaldo enraizado. Digno de un cuadro. Y le sonreí. Todo bien. Sólo faltaba que él estuviese listo. Lo tenía casi todo listo. Sólo quería saber un poco más sobre él, coger un par de cosas y salir.

Espera... ¿Él era el tarado que me comentó? El que por su culpa casi sale el rancho en llamas, el perro viejo muerto de hambre. Conocía a la Sheriff y por lo que ella me contó no parecieron acabar con especial mala relación y no le di más importancia. Aunque me rajaba por dentro en lo más profundo de mi orgullo, estaba ganando puntos. Me di la vuelta para vestirme y un chasquido me hizo girarme. Ya estaba con la dichosa armadura ajustada sobre él de nuevo. Le retiré la mirada y dándole una sonrisa a Sauce dejé que las hojas de parra se ajustasen a mi cuerpo y a mis piernas formando lo que ya casi consideraba como uniforme. Un body y unas botas de mi propia cosecha.

- Espera aquí - y me perdí entre la oscuridad de la noche la sombra de los árboles. Volví al medio minuto, con un ligero hecho con una tira de tela en la que había enganchada tres jeringas. Dos verdes y una en un tono más púrpura.
- Tenemos que aprovechar la noche. Te contaré por el camino - y eché a andar en pleno bosque, dando por hecho que me seguiría.

Llevábamos quince minutos andando y aún no había abierto la boca. Si el chico pronunció palabra no quise enterarme. - Está a cinco minutos, la central de la empresa está en la propia fábrica. Precisamente al no ser muy conocida puede hacer estos trapicheos. No tienen un alto nivel de seguridad y como mucho tendrán treinta guardias para todo el edificio. Seis por cada planta calculo. Si podemos evitar los tiros.... - recordé la escena en la que él me había apuntado - o los intentos de los mismos, mejor que mejor. La policía de Gotham acostumbra a llegar tarde pero incordian bastante. - El edificio se dejó ver. Con una enorme cruz verde en un letrero luminoso y una serpiente enroscada en ella con las siglas BMS.
Lo señalé y pasé a susurrar.

- [color=limegreen] Es allí. Bristol-Myers Squibb... panda de a mis espaldas, el chasquido de una rama me silenció y desvió mi mirada al interior del bosque. Una liebre me miraba de lejos y echó a correr alejando chasquidos a su paso. - [color=limegreen]Vale, olvida eso. Tenemos que entrar lo más silencioso posible. Llegar hasta la última planta, conseguir a Lamberto Andreotti y... "negociar" .-

El bosque se quedaba atrás y abría paso a una pequeña explanada justo antes de llegar al solar donde se encontraba la fábrica. En la última planta había luz mientras las otras estaban tan oscuras que simulaban cristales tintados. Me acerqué corriendo hasta el cerco con verja. Un cartel de alto voltaje me paró en seco antes de tocarla. Miré al suelo y dirigiendo mi mano hacia él, la valla se retiró en un par de chirridos agudos que me dieron la peor de las denteras. Retorcí mi cuello y un escalofrío me puso los pelos de punta.

- No soporto ese sonido... Bien. ¿Ves eso? Es la puerta de atrás, necesito algún invento tuyo para abrirla. Pasamos y subimos como podamos. ¿Dudas? ¿No? !Pues vamos!- y entré en el recinto corriendo a pasos gatunos hasta pegar mi espalda a la pared junto a la puerta.

FDI: Perdón por las cagadas con los colores, siempre se me cuela alguna y no la pillo.

---------------

Esperé a que su sombra apareciese por mi izquierda, para que abriese la puerta. No aparecía...no. Y... ¡¡PERO QUÉ!!
Di un bote cuando noté sus dedos rodeando mi trasero. ¿En serio? ¿Un mango? Me puse en tensión y él parecía no entender lo que estaba pasando. Noté un apretón, dos... ¿Pero quién se ha creído? Di la vuelta lentamente a mi cuello para mirarle, con los brazos ligeramente abiertos.

- PERO QUÉ DE- y una explosión de metal chocante acompañada por una nube de polvo rompió el silencio. ¿Debería sorprenderme que un hombre que se ha puesto a tirar granadas en pleno Gotham no sea sutil? Me cubrí la cara con un brazo, dejando que las últimas ráfagas de aire removiesen mi pelo.

- Oye... - y entró como un niño en una piscina de bolas. ¿Acaso había escuchado algo de lo que había dicho? Pasé al interior y vi cómo de un puñetazo le dejaba los sesos de decoración en la pared al primer guardia. Yo tenía mayor capacidad de fuerza desde mi mutación... ¿pero eso? Qué diantres era él...
Sacudí la cabeza y volví a mirar. Le vi subir por unas escaleras. Suspiré resignada soltando un gruñido de resignación y mientras las luces de la primera planta empezaron a parpadear y los gritos ambientaron el lugar, las paredes del edificio se veían rodeadas de raíces y cientos de espinas retorcidas dejando a su paso un ruido quebrado atronador. Entré cuando algo verde salía del brazo de Project. Las preguntas se quedarían para más tarde.
Se había encargado de los siete agentes él solo, seguía ganando puntos. Cuando me vieron aparecer los murmullos comenzaron entre los científicos.

-Que alguien llame a Batman... ¿Viene con ella? Vamos a morir...-

- Es por aquella sala, las escaleras continúan. Gracias por vuestra colaboración. Habéis sido engañados por vuestro querido director. La próxima vez recuperad algo de vuestro orgullo y amor propio y no os vendáis por cuatro billetes bien colocados. Y si a alguien se le ocurre llamar a Batman, haré que lo lamente. Sólo venimos a por vuestro jefe, un paso en falso y convierto el edificio en una nube de recuerdos. - Pero no era momento de charlas. Las ramificaciones empezaron a superar las ventanas del primer piso mientras la gente se escondía debajo de las mesas. Miré a Project - Sigamos con lo nuestro - mientras ellas seguían escalando el edificio.

Empujé la puerta y subí el siguiente tramo de escaleras. Un pasillo, vacío. Los fosforescentes parpadeando y dejando un zumbido irritante de ambiente. Anvancé un par de pasos con cautela. Una puerta abierta a mi derecha, un pasillo a mi izquierda. Di medio paso más y un puño acompañado de un cuchillo se alzó ante mí, fallando estrepitosamente. Agarré la muñeca culpable, di un giro sobre el cuerpo del guardia y rematé el baile con un rodillazo directo a la entrepierna. Le eché de un empujón de nuevo a la sala donde vi que había cinco guardias más. Cerré la puerta sujetándola con fuerza mientras al otro lado intentaban abrirla. Solté una mano del pomo y miré a Project, poniendo el dedo índice en mis labios a modo de silencio. Luego levanté tres dedos de esa mano. Bajé uno, otro... y el último. Gritos de los guardias, cristales rotos, ruidos sordos y golpetazos con aroma silvestre. Ya no forcejeaban al otro lado de la puerta. Un último quejido de dolor y la abrí. El panorama dentro era cuanto menos grotesco. Dejé la puerta abierta y con ella seis cadáveres perforados y un suelo lleno de sangre. Mis pequeñas volvían a salir por la ventana, y seguían escalando hacia arriba.

- Eso ... ha tenido que doler- y sonreí. - Bien... eh... No tengo ni idea de por dónde seguir

Seguir subiendo, sí pero ¿cóoooooooooooooooooooooOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
¿QUÉ DEMONIOS? ¡ESTÁBAMOS COLGANDO DE MIS LIANAS! ¿Qué tipo de.... Es que... ¿Acaso...?
Arg... Tenía que resignarme a que la explicación de este tío se me escapase. Me sujetó por las caderas. Hacía mucho que no tenía el roce tan íntimo de un hombre por voluntad propia... No supe si sentirme sorprendida o consternada.
No era humano, no era normal ni aquí ni en ningún otro mundo. Dos lianas más pequeñas se enroscaron alrededor de nuestras cinturas a modo de arnés de seguridad. Cuando salimos por fuera las lianas treparon más rápido. Sólo pensaba en aquella última planta. En aquel bastardo...
Aterrizamos con lo que se diría una entrada teatral, saltando él primero. Un despacho alumbrado con la misma luz azul blanquecina que el resto del edificio. Habíamos atinado de golpe con el despacho del propio Andreotti, no me lo creía. Pero nos esperaban ellos antes que nosotros, aunque del lado equivocado. Veinte guardias estaban de espaldas apuntando hacia la puerta, con Lamberto sentado en la silla de su escritorio y un puro humeante en sus labios. Cuando escucharon la frase de entrada de Project, se dieron la vuelta cubriéndole mientras nos encañonaban.
Aun así él no temió en amenazar... le hubiera tomado por loco de no ser por lo que había hecho algunas plantas más abajo. Las miradas de los guardias y la del jefe nos examinaron. Yo ya les resultaba familiar y no tardaron más que un vistazo rápido en reconocerme, sin embargo a él, la armadura, cada detalle de ella... Unas miradas dignas de cualquier escáner. Mis pequeñas empezaron a entrar en la sala. Retorciéndose por el techo, dejando suficiente silencio para la clásica pausa dramática antes de la muerte. Alrededor de las lianas, una capa gruesa y rugosa, corteza, empezó a agruparse alrededor.

- ¿¡A QUÉ ESTÁIS ESPERANDO!? ¡DISPARAD! - la sucia voz de rata del italiano rompió el momento a modo de mayúscula, y luego vino el texto con sonido de metralla.

Las raíces se desplomaron ante nosotros cubriéndonos con una capa gruesa que no hacía más que soltar astillas, polvo y escombrera silvestre por todas partes, sin que las balas nos alcanzasen. Esperé tras el muro y miré a la zona de la máscara donde creí que estaban los ojos de mi compañero. Las balas se detuvieron y resonaron los cartuchos cayendo.

- Te toca - Y le abrí paso levantando el muro en un gesto alzado, como si levantase un objeto pesado e invisible.

Mis ojos se clavaron en el hombre de pelo blanco, marcado por los rasgos de la vejez inminente. Pero necesitaba que me abriese paso.

Abrí la protección tras la que seguía oculta tras escuchar la puerta, los pasos y el silencio. Project hizo todo el trabajo sucio y como era de esperar, el "jefazo" estaba más solo que el helecho más antiguo de la historia de la humanidad. Eché una mirada de arriba a abajo a mi compañero antes de seguir con el trabajo. Pude ver cómo la sangre le resbalaba y parecía no inmutarse. Y no sólo eso, sino que con la sangre que se despegaba de su cuerpo ocurría lo mismo que con la armadura. Después de esto íbamos a tener una charla más que intensa sobre su naturaleza.

Miré al italiano y la sensación repugnante me invadió de nuevo. Carraspeé y con mi balanceo de caderas natural me acerqué a él. Aparentaba una calma poco usual.
- Lamberto Andreotti... Magnate mezquino y advenedizo de todo lo relacionado con la industria farmacéutica... Villano arrastrado carente del conocimiento necesario para poner en marcha un golpe tan sencillo de ecoterrorismo y payaso sin duda de cualquier circo - apoyé mis manos en los respaldos de la silla.

-¡¡¡ NON SO DI COSA STAI PARLANDO !!! - y le di un puñetazo en la mejilla izquierda. Certero, juraría haber escuchado el crujir de un par de dientes. Estiré la mano dándole una sacudida y volví a apoyarla en el respaldo. Poca cosa me hacía enfadar tan rápido como que me quitasen el puesto. - ¡Sé de sobra que hablas nuestro idioma! - Y me coloqué en la parte de atrás de la silla con ruedas. En su rostro empezaron a aparecer ampollas que dejaban la silueta perfecta de mi puño. Tras ponerme mirando a Project, con el pecho apoyado en el cuero de la silla me separé para darle una vuelta en la silla y pararle en el punto exacto en el que ambos hombres se mirarían. - Aquí mi amigo tiene poca paciencia, creo que ya lo has visto... Así que más te vale ser sincero. Más sincero de lo que hayas sido en toda tu vida, si es que se puede llamar así - Y miré a la zona del casco donde creí que estarían sus ojos - Yo sólo quiero venganza, pregúntale algo si lo necesitas antes de que sea tarde - el sudor se le resbalaba de la frente, empezó a gimotear cosas en inglés con acento italiano. Dijera lo que dijese no le escuché, ni quise. Esperé a que el chico procediese como fuese oportuno.

No sólo sabía italiano, sino que había conseguido las muestras, lo que él necesitaba, con apenas dos intervenciones en un diálogo suave. Me inquietaba no entender lo que hablaban, pero decidí mantenerme al margen y atenta. Project guardó las muestras y me dio luz verde.
Pude ver el rostro de aquel hombre que empezaba a rozar la vejez con la punta de sus dedos muertos. Le había inculcado verdadera tranquilidad, incluso sonreía.
La última gota de sudor caía por la sien del italiano.
Iba a ser algo rápido, la venganza era algo serio, el ensañamiento no. Una liana fue directa a su cuello mientras el crujido del roce se estrechaba poco a poco. Antes de que el ascensor empezase a bajar los golpes fuertes y continuos contra las paredes adornaban la banda sonora de la noche. Los libros cayeron, el escritorio se volcó y miles de papeles volaban. Todo poco a poco se iba tiñendo de amapola. Terminé, me sacudí las manos y bloqueé la puerta del despacho con una silla desde dentro, encajándola entre el pomo y el suelo. Miré una vez más mi obra de arte, salté por la ventana y las lianas descendieron de nuevo, eliminando su rastro sobre el edificio, recogiéndose dentro de la tierra como si una jornada dura de trabajo hubiese terminado. Esperé en la puerta principal, la que se veía desde los ascensores tras dar un último salto al suelo. Los temblores y crujidos fueron el distintivo de la ciudad durante el final. Y esperé a que apareciese allí. Las puertas del ascensor se abrieron y me miré de arriba a abajo. Un par de hojas en mi cadera se habían manchado con la sangre salpicada del ex director de la compañía. Las quité del traje e intenté limpiarme un salpicón del brazo con ellas para dejarlas caer teñidas del todo. Miré y esperé a que apareciese.
Me debía una charla.

El trabajo estaba hecho, las manos limpias y el corazón satisfecho. Cuando apareció por la puerta sonreí. A pesar de todo lo ocurrido su compañía era bien recibida. Era más que obvio que quería respuestas y me lo concedió. Qué menos...

Mis pasos volvieron al bosque y di por hecho que él me seguiría. ¿No tenía hogar al que volver...no?

-Resulta más que evidente que quiero respuestas... - antes de entrar al bosque los árboles estaban muy estrechos entre sí y dibujando un círculo en el aire con dos dedos, se retiraron lentamente con crujidos, chasquidos y una reconfortante vibración bajo mis pies. - ¿Qué diantres eres tú? y por "tú" me refiero a TODO tú. La... inquietud de antes, la ceniza y la desaparición y reaparición de tus cosas... - gesticulando con las manos, señalándome la cabeza, en referencia al casco, señalando su cuerpo... Parecía algún baile. - Y no me respondas con esas frases de película de "un muchacho" o "yo? Project, te lo he dicho antes". Por favor, vivo en la misma ciudad que el Joker y Pingüino, ya tengo bastantes frases para salir del paso en mi vida. - Dije mientras nos adentrábamos poco a poco en el bosque, de nuevo, en mi hogar. - Por cierto, puedes ponerte cómodo, la camiseta blanca te quedaba mejor que eso - dije mirándole de arriba a abajo con media sonrisa.

El mundo se estaba volviendo loco últimamente. ¿Tanto costaba encontrar una buena compañía y disfrutar por unos minutos? Andando y sin darme cuenta el traje se redujo quedándome con lo necesario. Una cinta de hojas a modo de sujetador y una parte inferior de ropa interior bastante suave. Comodidad era la palabra. El roce frío del aire de la noche me hacía sentir libre y me movía más grácil. Cerré los ojos, respiré hondo el aroma a flores y puse las orejas atentas justo antes de llegar a un claro cercano donde poder descansar.

¿Que si creo en dios? Me giré y le dediqué un bufido entre dientes con una de las más dulces caras de asco de todo mi repertorio.
Fue suficiente.

Noté sus pasos frenar en el claro, y me detuve dándome la vuelta. Sólo me sobraban las botas ya, y sacudiendo un par de veces cada tobillo se deshicieron en hojas que yacían en el suelo. Acompañé una sonrisa con una involuntaria vista de arriba a abajo sobre el cuerpo de Sloan. Definitivamente estaba mejor así.

Empezó a explicarse y me recordaba a aquellas lejanas clases de botánica en la universidad. Parecía haber estado escupiendo curso tras curso la misma teoría y yo tenía que aprendérmelo muy rápido. Un nudo nervioso se me hizo en el estómago. Cada palabra que decía se me estrechaba un poco y notaba una excitación familiar. Era una mina científica.
Aunque mi curiosidad profesional no era tan fuerte como mi instinto natural, en ocasiones salía a relucir como si lo fuera. Inconscientemente se me aceleró la voz.

- ¿Y puedes desintegrarlo que quieras? ¿Con devorarme te refieres a comerme como una boa? ¿Qué tipo de cosas comes? - apenas respiraba entre pregunta y pregunta. Me senté emocionada en un banco de forja negro en mitad de el bosque, todo cubierto de hojas. Apoyé las manos en el asiento, a mis lados y le ofrecí un hueco junto a mí con una palmada. Quedaban una hora de noche y había que aprovecharla.

El nudo de mi estómago empezaba a asfixiarme el abdomen. Intentaba no respirar entrecortado, relajarme, calmar el pulso. Pero era imposible. ¡Tenía una máquina crea-portales andante frente a mí! No paraba de mirarle, como si tuviera alguna etiqueta o algún engranaje o tentáculo fuera de sitio. ¡Algo que no hubiera visto!
Le agarré la muñeca, tocando la tela y no a él, levantándole el brazo. Le miré por dentro de la manga, la parte del costillar, los bajos de los pantalones. Era puramente humano, pero había visto lo que había visto.

Y por un instante me vi como Woodroe me veía a mí. Buscando experimentación y sujetos en un cuerpo con vida detrás de ella. Y mi mirada se posó en sus ojos. Eran vívidos pero... había algo turbio. A pesar de todo lo que había pasado no quería herirle. No me fiaba de él, pero nadie merecía pasar por lo que había pasado yo.
Bueno, casi nadie...

Me giré hacia él, apoyando un pie en el banco y abrazándome la rodilla elevada mientras apoyaba la cabeza de lado sobre ella, sin dejar de mirarle a los ojos.
Sentía fascinación y respeto por él. Respeto en el más puro sentido del pavor de la palabra.

- Creo que ya hemos tenido bastante por hoy... Eres libre de hacer lo que quieras. Vete, quédate, emborráchate... - dije encogiéndome de hombros - No voy a acribillarte a preguntas - y una rama creció desde el respaldo hasta mis manos, enredándose entre mis dedos, juguetona.

No sabría explicar muy bien por qué, pero me sentía en paz. Quizá por el regusto a venganza, quizá por el frescor de la noche cerrada, por la compañía o por la ausencia de ella. Quizá por estar frente a algo que me aterrorizaba y seguir con una sonrisa frente a él.
Había sido un día demasiado raro para mí.