Sol nocturno [Sunbreath]

Desde que salí de Arkham, incluyendo el día D, todo había sido una locura. Demonios, muertes, llantos, risas, visitas... Parecía un circo con malas jaulas. Estaba echada sobre un lecho de hojas gigantes de Tibouchina heteromalla , suaves, blandas  y relajantes. Me gustaba disfrutar del contacto piel con piel con aquella hermosa especie y como de costumbre disfrutar de mi naturaleza reflejando mi cuerpo en ella. Risueña y como un gato retozándose tras olfatear Nepeta Cataria disfrutaba de mi libertad y de los últimos rayos de sol que el atardecer iba apagando poco a poco. Me miré la piel, notaba la diferencia de calor en los tramos en los que esta reflejaba la luz anaranjada del astro rey y los tramos que permanecían a la sombra.

Pero como parecía costumbre en mi vida últimamente, algo perturbó mi placer. Mis ojos buscaron entre varios troncos de Sauce la fuente de aquel flash potente y brillante que hizo contraer mis pupilas, despertándome de mi dulce paraíso. Me levanté casi por instinto. Esa luz... no era mecánica. No era ninguna bombilla, no era un chispazo... Me hizo sentir el mismo confort que el calor solar. Mientras se expandía estuvo acompañado de un gruñido visceral lleno de rabia...¿Humano?

Mis músculos se tensaron y eché a la carrera tal y como estaba, buscando la fuente de lo que había sido aquel fenómeno. Allí, en mitad de mi bosque donde ningún camino se cruzaba y no era visible una salida, la luz se hacía más intensa, aunque no parecía irradiar como antes. Y nada más poner un pie en aquel pequeño recoveco mis ojos consiguieron enfocar. ¡La luz salía de un hombre!
Me acerqué sigilosamente mientras mi cerebro trataba de asimilar lo que mi vista percibía. Había un hombre con la piel amarilla que brillaba. ¿Pero qué...?
Me fijé un poco más de cerca, estaba a dos metros de distancia de su espalda y aún pude ver unas orejas picudas que asomaban por detrás. No era humano.

Recordé en ese momento el incidente con Hellboy... No me iba a dejar tan fácilmente. Aquello fue un desliz que no se repetiría. Además no sabría cuántos tipos de seres habían podido cruzar la línea desde la historia del choque de universos... Y no podía dejarme aplastar por nadie, y menos aún por un hombre.

- ¿Quién eres, qué quieres y qué haces en mi casa? - No estaba agresiva sino firme. Necesitaba respuestas y me las iba a dar.

De verdad, lo había intentado. Había decidido pasar completamente de su culo y suponer que estaba bien. Fiona era una superviviente, estaría perfectamente y el hecho de que dejase de verla no significaba que estuviese en peligro y que necesitase su ayuda. Pero decirlo y hacerlo eran dos cosas muy distintas. No podía seguir sin saber qué pasaba. Antes, cuando desapareció casi un año por irse a Genosha, no había hecho nada y estaba bien, al fin y al cabo lo que sabía de ella es que había partido a una vida mejor. Pero ahora no sabía NADA, y con "nada" se refería a absolutamente ni puta idea. Así que, ya que sus día libres siempre estaba obligado a salir de la Mansión, decidió buscarla por Nueva York. Ni un jodido maldito pequeño rastro. Cuando la encontrase la iba a matar, lo juraba. Ignoró el recuerdo de que se había dicho lo mismo la primera vez y encontró finalmente un periódico de hacía casi un mes. Nadie lo había recogido, lo hizo a Sun pensar que Fiona no había pisado ese piso en mucho tiempo. En él había noticias sobre Gotham, lo cual le escamó ya que era una ciudad que técnicamente no existía en su universo hasta después de la colisión esa rara que no acababa de entender. Sospechoso, sin duda.

Y por eso había decidido echar un vistazo a esa ciudad. Sus primeras impresiones fueron malas: había ido directamente a los peores barrios, los mejores para ocultarse del mundo y probablemente de ese encapuchado oscuro del que hablaban las noticias, cuyo nombre Bryndar no recordaba en ese momento. Al final fue hacia un lugar más apartado, donde habían avistamientos de cosas raras. No es que no hubiese cosas raras en Gotham City, pero Bryndar se decantaba por buscar en las zonas más rurales antes. Fiona no era un animal pero le gustaba mucho transformarse en algunos y eso significaba tener una zona más asilvestrada para pastar tranquilamente. O lo que quisiese que le gustase hacer allí. El caso es que... no encontró nada. Había viajado kilómetros de distancia en tren para perderse en medio de la nada. ¿Es que nunca iba a encontrar un puto rastro de ella? ¿Tan poco le importaba a ella? ¡No era justo! Había sido un estúpido. ¡Buscándola como si no pudiese vivir sin ella o alguna basura de esas! Debería dejar la búsqueda y mandarla al cuerno.

No se dio cuenta hasta que ya era tarde. Su estado de ánimo le había intensificado sus poderes, como podía suceder a veces, y notó que sus guanteletes le advertían en un claro y peligroso tono rojizo que estaba almacenando demasiada energía. La cabeza parecía que estuviese a punto de estallarle y Sunbreath dio varios pasos antes de saber lo que tenía que hacer, quitándose el abrigo y el sombrero tan rápido como pudo. Dirigió su mirada al cielo, no vio ningún avión ni nada e inspiró cerrando con fuerza su puños. Cuando expiró, elevó sus brazos hacia arriba y exhaló un doble haz de energía tan grueso y potente que se volvió uno solo cuando recorrió varios metros. De su boca salió también un rugido que pocos hombres podían lograr alguna vez en su vida. Era un grito de fuerza desbocada, que una garganta normal le costaría bastante reproducir. Era como una fuerza de la naturaleza clamando al cielo su lugar en la jerarquía cósmica, y se encontrase con que se tendría que contentar con ser un temblorcito de nada. Era pura rabia y frustración.

Tuvo que recobrar el aliento jadeando mientras miraba uno de sus guanteletes tornarse amarillo. Ni siquiera había soltado la mitad de la energía, pero estaba temporalmente fuera de peligro. Alrededor suya las plantas habían sido parcialmente quemadas por sobreexposición a la luz solar, igual que cuando había un verano especialmente seco. No notó la presencia de otra persona hasta que ésta le habló. Giró su cabeza con prestreza para verla de reojo, probablemente con intención de huir y evitarse mayor problema. Sin embargo, lo que vio le hizo darse la vuelta por completo. Y, de hecho, su cara enfurruñada esbozó una media sonrisa cuando sus ojos inexorablemente y sin permiso de Bryndar bajaron para verla por completo. Uf, cómo estaba aquella tía. ¿Qué es lo que había dicho? ¿Casa? Aquello era el campo y, que él supiese, pertenecía a... Mmm, no vio ninguna valla, ¿sería sus tierras esto? Ya que la mujer estaba de toma pan y moja, Bryndar se forzó a mirarle a los ojos otra vez, lo cual le permitió dar otra visual en sentido ascendente a su cuerpo.

-¿Cómo que qué soy?-vale, había pensado en ser amable pero fue lo primero que le salió- ¿Nunca has visto un mutante? ¿Y qué clase de tía se pasea desnuda por el campo? Te falta tener un cuchillo escondido detrás de la espalda.

Ehm... ¿Cómo? Había venido a mi casa, cuestionaba mi naturaleza y mis costumbres, me venía con actitud prepotente y... Espera.

Me acerqué a paso apresurado y firme hasta ponerme a su altura y vi a su alrededor. ¿Ha-Había quemado a Agrostis? Mis ojos se encontraron con los suyos en una fina línea de odio. Eso... era imperdonable. Era impulsiva pero no idiota, seguramente hubiese quemado las plantas con el fogonazo y si tenía la capacidad de hacerlo tendría que ir con cuidado. Mis niñas no podían ayudarme. Yo sí.
Me abalancé sobre él sujetándole las muñecas contra la tierra y apoyando mi cadera contra su cinturón. Sin dejar de mirarle a los ojos con rabia y asco en mi expresión posé mis labios sobre los suyos dándole de cena unos cuantos afrodisíacos potenciados a la vez que mi perfume natural le proporcionaba un aroma dulzón de feromonas. En menos de 20 segundos podría pedirle su cartera y que me la diera. Con un poco de suerte la furia del momento haría que el veneno de mi boca le adormeciese poco a poco, empezando por sus labios. Esperé a que hiciese efecto, intentando retenerle. He de reconocer que la fuerza de mi mutación era útil...

Mientras estaba encima del chico amarillo, Lirio me tendió algunos de sus pétalos más hermosos para formar un vestido a mi entorno. Fueron arrastrándose poco a poco por el suelo, deslizándose y escalando sobre mi sedosa piel hasta formar un vestido precioso.  A medida que permanecía ahí las plantas quemadas fueron arrancándose y dieron paso a nuevas especies en cuestión de segundos hasta quedar el terreno como estaba.

- Tú... ¿Quién te crees que eres para irrumpir así en un paraíso virginal y mancillarlo con tu sucia presencia? No sé quién eres, ni qué poderes tienes. Pero te quiero fuera. -
Fui consciente de que si las drogas habían funcionado como deberían (a pesar de asegurarme tras haberle echado bastante dosis) seguramente no se estuviese enterando de nada. Pero no necesitaba un motivo para amenazar a un hombre.

Cuando la mujer se le echó encima, Bryndar levantó sus brazos esperando la cuchillada o lo que quisiese que le fuera a hacer. Lo que no se esperó fue el intento de besarle, con una cara de pocos amigos tremenda. Para colmo de males, la mujer, aún encima suya y agarrándole, se permitió cierta autoridad. Bryndar, cuyo metabolismo mutante y su resistencia sobrehumana iba a provocar que Poison Ivy necesitase más tiempo o incluso más veneno para afectarle del todo, sí que es cierto que tuvo un primer impulso provocado por su feromonas de, bueno, poseerla allí mismo. Miró alrededor y vio que las plantas se movían solas y el vestido ese raro parecía hecho de pétalo. ¿Era una mutante que controlaba las plantas o algo parecido? Ella tenía fuerza, podía notarlo en sus muñecas, mucha más fuerza que un ser humano normal y corriente. Pero se necesitba algo más que esa fuerza para parar el poder solar de Sunbreath.

-Puta loca-fue lo único que soltó incialmente.

Le tocó a Poiso Ivy sentir los poderes de Bryndar. Aunque agarrado de las muñecas, abrió las palmas de sus manos y de ellas salieron unos flashes cegadores. Ni corto ni perezoso, se alzó usando sus abdominales de acero y le propinó un cabezazo directo al rostro que haría temblar un muro de piedra, si tenía esa fuerza tendría que resistir al menos un poquito ese golpe escalofriante. Eso bastaba para sacarla de encima, y se levantó no sin cierta pesadez. Se sentía un poco mareado, pero aún no asoció el beso al envenenamiento. Estaría aturdido, eso es todo. Se hizo crugir el cuello tan sonoramente que parecía una rama gruesa al partirse y dio un par de pasos atrás, manteniendo las distancias con la mujer. Estaba como una regadera y tenía poderes, así que se lo tomaría con cautela, como el Porfesor siempre le decía. Dios, que buena estaba, por cierto. ¿Por qué las más cachondas siempre estaban más locas?

-Me importan un bledo estas tierras, estoy buscando a una mujer mutante. Si me dices qué sabes de ella, me marcharé sin causar daño. Si no...-entonces alzó un puño en dirección a la espesura- Te enseñaré lo que una buena cantidad de energía solar puede hacerle a las plantas. O a ti-y esbozó una sonrisa maligna. Francamente, prefería pedirle su número a esa preciosidad o directamente tirársela, pero tenía que concentrarse en por qué estaba allí.

Tenía la situación bajo control... Era mío.
O eso creí hasta que una luz cegadora me hizo perder la concentración. Era sol.. Lo supe en cuanto lo percibí, nadie distinguiría mejor un rayo solar que yo. No intentes engañar a un girasol con una linterna.

Instantáneamente después me sentí como sobre un toro mecánico justo antes de recibir un golpetazo sordo y seco en el pecho. Noté cómo la respiración se me interrumpía y me levantaba del cabezazo. Conseguí equilibrarme y la respiración se me aceleró. Intenté enfocar la mirada entre el polvo que se había levantado y lo que quedaba de los últimos destellos cálidos. Era idiota... y el cuerpo empezó a resistirse a su voluntad. Me dio el tiempo necesario para que su objetivo le cegase e ignorase a mi gigante Radermachera, de la especie ígnea para darle mas humor a la situación. Lo quemado de alrededor lo repondría, su estupidez no tenía arreglo. Rade me hizo un favor y sacó a dos de sus crías.

- Me importan un bledo estas tierras, estoy buscando a una mujer mutante. Si me dices qué sabes de ella, me marcharé sin causar daño. Si no.. - y entonces dirigió sus manos hacia parte de mi bosque - Te enseñaré lo que una buena cantidad de energía solar puede hacerle a las plantas. O a ti

Amenazas acompañadas de un interrogatorio. A una desconocida. ¿Dónde se había criado?
Aproveché que no me quitaba la vista de encima y puse a mis niñas igneas en marcha.

- Ahora, preciosa - Y mis queridas flores se recolocaron para regatear la mano del chico que parecía querer usar a modo de arma y entre las 3 gasearon al chico con feromonas. Parecía haberme equivocado con la dósis y ahora no volvería a cometer el mismo error. Con Hellboy utilicé el doble de lo que le había echado originalmente al rubio. Ahora fácilmente podría estar retorciéndose en el suelo intentando respirar. Y dudo mucho que alguien consiguiese la suficiente concentración como para usar los poderes mientras te estás ahogando en feromonas. Y aún menos después de ellas. Mientras contemplaba la escena le contesté, intentando distinguir su silueta en una nube translúcida que ambientó todo el aire en un color púrpura.  
Mentiría si no me preocupaban mis pequeñas, pero si algo teníamos bien metido en la cabeza era la sensación de sacrificio las unas por las otras. Nuestra comunidad estaba demasiado bien formada como para vulnerarla siendo un mechero gigante.

- Vamos a ver.. Primero, ¿qué te hace pensar que yo sé dónde está la mujer que buscas cuando apenas te he reconocido como mutante? Y perdona, pero es bastante evidente que lo eres - me había despistado, pero fijate, el despiste me serviría ahora de escusa, además él parecía estar mucho más familiarizado con las mutaciones que yo. ¿No me estaría buscando a mí sin conocerme verdad...?
Esperé a que pudiese ponerse en pie de nuevo, aunque no creo que pudiese hacerlo del todo. Le puse suficiente dósis como para dormir a una caballería en un establo repleto.

Cuéntame, querido.

Bryndar reaccionó gracias al entrenamiento que recibía como miembro de los X-Men en la Mansión. Cuando las plantas se abrieron para expulsar su gas, aguantó la respiración y se agachó, para luego soltar un barrido con su mano abierta y recta. El tronco de las plantas no eran nada comparado con la fuerza descomunal del mutante y se rompieron como su una sierra mecánica las hubiese atravesado. Como consecuencia, tan sólo una porción del gas entró en su sistema y las plantas que lo originaron habían sido cortadas de cuajo. Bryndar empezaba a sentirse cabreado y un poco confuso por momentos, y aunque era una estrategia que a Poison Ivy le había funcionado muy bien siempre, lo que ella no sabía era que en esas circunstancias era cuando el mutante empezaba a ser mucho más peligroso. A pesar, de todo, sí que plantó una rodilla en el suelo y tosió, sin caer aún. Era obvio que poseía una resistencia sobrehumana y que estaba haciendo uso de ella. Rodeado por la nube de gas, estaba claro que debía hacer algo si quería librarse de una situación tan comprometida.

- Vamos a ver.. Primero, ¿qué te hace pensar que yo sé dónde está la mujer que buscas cuando apenas te he reconocido como mutante? Y perdona, pero es bastante evidente que lo eres.

-¡Jo... DER!-fue su contestación.

Fue como un trueno. Juntó sus dos manos abiertas y su palmada se podría oír en cientos de metros a la redonda. El aire provocado disipó el gas por todos lados y ante ella se alzó un Bryndar cuya piel empezaba a relucir con una ligera luz propia... una luz natural, una energía solar que de algún modo no se diferenciaba de la del Astro Rey. Sus gemas de los guanteletes brillaban con un rojo amarillo-rojizo y su cara mostraba enfado, confusión, deseo y violencia por igual. Fuese lo que fuese que le estuviese haciendo aquella mujer, Bryndar intentaba luchar con todas sus fuerzas y, de momento, no parecía caer. Y cada vez se notaba con más energía, incluso ahora de noche. Al cuerno todo.

-Tiene el puto pelo verde y es la mujer más cantosa del planeta. Se convierte en animales. Dónde... coño... está... FAUNA.

Con cada palabra, dio un paso adelante, amenazador, casi rompiendo el suelo de la fuerza que imprimía en él. Estaba hasta la polla de tanta mierda. Que si la colisión de mundos, que si compañeros que le comían la cabeza, Fiona desapareciendo otra vez, el puto Magneto... Hasta los huevos le tenían todos. Había decidido buscar a la jodida irlandesa para decirle cuatro cosas bien dichas y una furcia vegetal no le iba a impedir su objetivo. La feromonas no ayudaban a hacerle pensar con claridad, y cada vez estaba más seguro de que quería hacerle algo a esa tía. Follársela, por supuesto, meterle dos ostias por tocarle la moral, también. Pero si al menos le respondiese, a lo mejor podía controlarse. Notaba su cuerpo casi moviéndose solo, hacia ella, sin pararse. Un nuevo ataque desencadenaría toda su furia, y que fuese lo que Dios quería. Quería agarrar ese cuello perfecto y sacarle las palabras a golpes si era necesario. ¿Quería un Sunbreath alterado? Pues lo había conseguido.

Aquel tipo volvió a brillar y para sorpresa de todas mis niñas y mía... Nos estaba haciendo más fuertes. Era el sol. Me estiré mientras me nutría y disfrutaba viendo gozar todo mi entorno. Insistió en su estúpida pregunta. En serio, ¿qué le hacía pensar que yo conocía a Fauna? Él no sabía quién era y aunque la conociese  no tendría sentido. Intentó ser amenazador, pero su luz me nutría y satisfacía mis 6 sentidos a la vez y de manera intensa. Se acercó a mí intimidante, pero yo sonreía con los ojos cerrados, jadeante. Incluso juraría que solté un gemido involuntario. Cuando abrí los ojos le tenía bien cerca, y no frenaba. Estaba cavando su propia tumba.
Si se ponía lo suficientemente cerca de mi rostro el mero hecho de que le hablase le proporcionaría aún más feromonas. Era evidente que le afectaban. Por no hablar de la cantidad que se le habría quedado adherida a los labios, la nariz, el pelo, la ropa... Y la bocanada inicial de aire que hizo para aguantar la respiración. Me da igual que tardase en afectarle, acabaría haciéndolo. Y cada vez que se tocase el pelo, que respirase, que se lamiese los labios... sería subir la dosis un poco más.

- Hombres... - y me dediqué a jugar con el dedo índice con una filigrana verde flexible que se enrollaba en mi mano. - ¿Te dieron el poder del sol a cambio de una sordera severa? Que no sé quién es. ¿En serio tengo pinta de salir mucho? - Y empecé a echar feromonas de mi propio aliento. - Además si supiera quién es y quisiera protegerla no daría datos a un hombre que quiere averiguar su paradero con violencia y amenazas. Y si me importase lo suficiente como para dar mi vida por ella me dejaría matar y tú seguirías perdido por mi bosque. Más perdido, quiero decir, y no ganarías absolutamente nada salvo antecedentes, y no creo que tu madre se sintiese orgullosa de ello. -

Dediqué una mirada a las plantas que él había cortado. Si aún no le había metido a Astrophytum por el recto era porque Astro no se lo merecía y porque la luz que nos estaba dando hizo aumentar mucho mi poder, tanto que la planta se regeneró sin necesidad de tener que pensar en ella, así que mientras siguiese emitiendo esa luz, planta que destruyese, planta que se regeneraría gracias a mi presencia. Esperé a que se acercase mientras el bosque se estremecía a nuestro alrededor, haciendo silbidos en el viento, vibraciones en la tierra y estremecimientos de madera. Tenía la situación en la palma de mi mano.

-¿Mi madre? ¿MI MADRE?-contestó gritando, con mala ostia. Y aún por encima decía que estaba perdido, como si no pudiese largarse cuando quisiese a saltos para orientarse.

Lo único que sacó en claro su mente obnubilada por las feromonas y la rabia era que aquella mujer no iba a decirle nada, incluso si sabía algo. No podía estar todo el día allí y se sentía cada vez más extraño, como si no pudiese controlarse del todo, lo cual le provocaba un miedo atroz en el interior que le estaba generando más ira. En definitiva, tenía que acabar con eso de alguna forma y de paso descargar energía antes de que fuese demasiado tarde. Quiso mirar su guantelete para ver el color de la gema pero en su interior notaba todo ese calor venido de la nada, así que no hacía falta. Flexionó sus piernas y sus músculos lo catapultaron a los aires con una fuerza bestial poco relacionada con la fuerza de un hombre normal. Mientras subía, juntó sus dos brazos sobre su cabeza, y empezó a acumular energía, toda la que podía si se consideraba su nivel de control pésimo que poseía en aquellos momentos.

Una vez llegó al momento en el que estaba ya en caída, los dos puños de Bryndar no se podían ver porque relucían como una única bola de luz. En cuanto llegara al suelo, pensaba dar un golpe al unísono con ambas manos que destruyese de una maldita vez todas las plantas de alrededor, parte de la tierra y probablemente se llevasen con ello a la tía loca esa, si no había huido ya al ver lo que se disponía a hacer. No era uno de los movimientos permitidos por el Profesor, pero Xavier no estaba presente y de todos modos no había más que putos hierbajos alrededor suya y una molestia en forma de mujer que le estaba haciendo algo en su cerebro, o algo por el estilo. Si no podía tomar el control de la situación cuanto antes, corría un riesgo mucho mayor que sólo ser manipulado. O reaccionaba ahora que poseía un mínimo control de su cuerpo, o no sabía lo que podía ocurrirle.

El miembro 'Sunbreath' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

'Dado de 10' : 7

Pude ver veloz, como una estrella fugaz brillando, cómo se elevaba sobre mi cabeza quedando por debajo de algunas copas de mis guardianes. No iba a permitir que siguiera destrozando mi bosque, ya se había cobrado bastantes quemaduras inocentes. Me concentré con los ojos cerrados mientras él terminaba de subir, cargando su apnea del salto. Y esperé a que empezase a bajar mientras bajo tierra las raíces se colocaban, listas para hacerlo bien en el momento oportuno. Y en menos de diez segundos él descendió como un águila imperial al ver a un roedor delicioso. Justo al entrar en contacto con la tierra, ésta se abrió dando resultado a un túnel enraizado con apenas dos metros de diámetro, pero profundo, profundo como un demonio. 4 metros bajo tierra con esta oprimiéndote el movimiento.
Le vi caer de lleno, mientras la luz se apagaba y huía en los resquicios y grietas que había. Al caer varias lianas verdes, frescas, se enredaron por el hueco por el que había entrado cerrándole el acceso a la salida. Si escarbaba, lo sabría, si escalaba lo sabría. Era mío.

No pude evitar pensar en la mutante que buscaba... Y mis ojos se iluminaron. ¿Había dicho Fauna?¡Fauna! Me había referido a ella como Trax y no pensé en ella. La buscaba a ella… Seguramente tanto ella como la sheriff estuvieran de camino pero no quería ponerlas en peligro aunque… ya fue inevitable. Las vi llegar mientras intentaba relajarme, con la respiración acelerada y recolocándome el pelo.

¿Conocéis a este? – dije en un tono firme , casi un grito mientras miraba a los ojos de Trax con una fiereza indomable, una mezcla entre decepción y castigo.  Mi rostro formó una expresión asqueada  y saludé a la vaquera con una mirada más relajada y un gesto rápido de cabeza, intentando recuperar el gesto habitual.  No me lo creía, de ella no. Me di media vuelta destapando un poco el agujero mientras me iba a lo mío, recuperar la vida en los castigos que aquel patán idiota con complejo de linterna había ocasionado en mi.

Se despertó.

De pronto, todo su instinto se disparó, como si acabase de amanecer siendo mediodía de golpe, lo que la hizo saltar de la cama y caer muy mal al suelo. Tropezó, se golpeó con la cabeza contra su mesita de noche y se abrió una herida mientras dejaba escapar un gemido de dolor. Los animales de su interior aullaron y gimieron, y de pronto, volvió la noche.

Fiona se incorporó, sólo vestida con unas simples braguitas, mientras se llevaba la mano a la cabeza, trastabillando. Gimió de nuevo y salió a trompicones de su casa, demasiado aturdida. Los animales a su alrededor mugían y piafaban, sorprendidos también por el fogonazo de luz... hasta que sus ojos se centraron en el bosque. Había explosiones en él, y no necesitaba mirar los postes de la entrada para saber que algo estaba atacando a Pamela.

Con un gruñido gutural, la loba tomó el control de su cuerpo, echándose hacia adelante con la clara intención de salir en defensa de la que era no sólo un miembro de su manada sino también SU hembra. Al menos, hasta que la voz de la Sheriff la llamó la atención. Fiona paró en seco, recobrando la forma humana de nuevo. Trastabilló y negó con la cabeza, con expresión preocupada

Es Pamela... ¡Está en peligro! ¡Vamos! exclamó, antes de inspirar y espirar. Hacía tiempo que no tenía que imponer su voluntad en uno de sus animales, pero por fin el lobo remitió y permitió que uno de los múltiples caballos tomasen el control. Era un magnífico ejemplar de semental de Warlander, un caballo de batalla. Piafó y se puso a dos patas, dando un par de brincos e indicando su impaciencia a la Sheriff, que tan pronto se montó, notó los poderosos músculos del animal bajo sus piernas.

Con un estallido de velocidad, el animal se lanzó al galope en dirección al bosque, arrancando pedazos de tierra a su paso. Estaba preocupada, no iba a negarlo, y también asustada, y en cuanto llegó y vio que Pamela estaba bien, relinchó alegre.

Al menos, hasta que vio la cara de esta.

Con curiosidad, se acercó hacia donde esta le indicaba, ignorando si Rebecca se había desmontado o no, y su rostro equino se tornó en una mueca extraña, mientras sus ojos se llenaban de desprecio

¿Te ha hecho daño? ¿Ha despeinado uno solo de tus mechones? el semental habló, con una voz que recordaba a la de la muchacha llamada Fauna, pero más... masculina. Pero lo más importante, es que la voz destilaba rabia e ira. Claro que por si eso no quedaba claro, los rasgos del animal estaban cambiando, casi como si le costase mantener una sola forma. La rabia pulsaba en ella, y por segundos se podían ver rasgos de tigre antes de dejar paso a los de un lobo, después a los de una pantera... fuera como fuese, los depredadores eran los que estaban ganando la batalla de la forma, y a juzgar por lo enfadada que estaba...

Un fogonazo entró por la ventana, haciéndola levantarse con un respingo, saltar de la cama a la carrera para asomar medio cuerpo por la ventana y contemplar el bosque con la nariz encogida en una mueca de disgusto y los ojos entrecerrados, no por el sueño, si no por la suspicacia. Aquella era una de las cosas más raras que recordaba, y eso que era difícil compararlas con lo que se había convertido su ritmo de vida habitual. En el interior de su estómago se le revolvió el instinto con urgencia, y no dudó de él cuando le indicó que se vistiera echando humo y subiese, armada y preparada, a ver los terrenos de Ivy.

Se preparó con la misma rapidez con la que solía disparar. Para cuando abandonó la casa y salió, contemplando que en los postes no había variación, lo cual la hizo desconfiar de si lo que fuera aquello habría sido tan malo como para no dar tiempo a Hiedra a reaccionar, su moza de cuadras iba a toda velocidad hacia la salida. Se habría marchado de no ser por que un intenso silbido resonó en sus cánidas orejas.

- ¡Fauna! ¿¡DONDE DIANTRE VAS?! - preguntó ella, poniendo las manos en forma de cono a modo de altavoz, aunque con la capacidad pulmonar de la vaquera no resultaba necesario. En absoluto.

Cuando llegó a su altura, ella ya había cambiado su forma al de un Warlander zaíno. A pesar de que resultaba más cómodo montar con silla, la vaquera no tuvo problema en aprovechar su fuerza para subirse sobre la grupa de la mutante, y espolearla en una orden suave, sujetándose a sus crines a la vez que se ponían al galope en dirección a los prados. Cuando llegaron, varias explosiones de luz se habían sucedido y poco a poco se oían voces. Para cuando llegaron, un instante tenso se reveló entre las mujeres. Hiedra miraba al animal, sabedora de quien era, y le pidió explicaciones. La Sheriff se bajó calmadamente del caballo, permitiendo así que éste se acercara al suelo y olfateara, viendo posteriormente la reacción clarísima de su moza de cuadras. No había tardado ni tres días en interpretar el tipo de asociación que tenían sus emociones con los animales, y esos predadores no auguraban nada bueno para lo que estuviera en el fondo de ese agujero.

- Hiedra, ¿Qué ha pasado? - dijo la sheriff acercándose a ella y posando una mano envuelta en guantes de equitación sobre su hombro verdoso. El contacto fue breve y conciliador, respondiendo así el gesto de saludo de la mujer clorofílica. - Bueno. Veamos entonces qué has cogido. - dijo manteniendo la calma, su rostro estoicismo puro, mientras se acercaba al agujero.

Que me aspen, si esa cosa no era rara como la nieve en el desierto de Nevada.