"La luz interior" [Libre][14-03-2018]

-¿A qué te refieres? ¿Por qué dices que tienes un problema?

Apenas escuchó la pregunta, Irene no pudo evitar que se le escapara una mueca. Precisamente lo que estaba intentando era no tener que explicar un asunto personal, y ahora recibía una pregunta directa con respecto a lo que había dicho para evitar tener que explicarse. Especialmente para algo que no podía explicar. ¿Por qué abriría la boca? Solo conseguía meterse en líos cuando lo hacía.

-No es que tenga un problema como tal- dijo al fin, buscando la forma de aclarar todo aquel embolado sin tener que ponerse a desempolvar los trapos sucios-. Bueno, tengo un problema, pero en este caso sería yo el problema, por lo que no es un problema como tal a menos que se me considere el problema y... mejor me callo.

Sí, mejor, ponerse a balbucear sobre cómo tu propia personalidad te hace actuar como una imbécil no era su idea de una conversación inteligente. No. Para nada. Por Dios, ¿por qué era el pasillo tan largo? Ahora sí que quería llegar a clase y entrar en ella, aunque solo fuera porque se trataba de la alternativa mejor y más viable a que la tragara la tierra.

Por suerte, los dos volvieron a su conversación personal, con lo que la atención dejó de estar centrada en ella y pudo relajarse un poco. La verdad es que se sentía mucho más cómoda cuando no tenía todos los ojos clavados sobre ella. En cierta medida, le resultaba divertido que una persona cuyo poder consistía en controlar la luz prefiriera no tener los focos centrados en ella, por así decirlo. Pero, una vez más, eso era su problema... Siempre que se considerara a si misma un problema, y otra vez de vuelta a la misma rueda de cómo su personalidad hacía que actuara como una verdadera estúpida.

"Cerebro estúpido. Ponte a pensar en integrales."

Sí, integrales. Las integrales eran matemáticas, seguían unas reglas firmes y, sobre todo, era mucho más seguro pensar en ellas. Y no hacían preguntas ni se interesaban por tu vida. Le gustaban las integrales.

El camino se nos iba acortando. Me parecía que a medida que ella se ponía más incómoda, él se relajaba. Lo de ella lo asocié a ser recién llegada y no sé, la gente tímida e insegura existe. Pero lo de él me pareció curioso. Creo que no suele tener mucho ocio. Era uno de los motivos por los que me gustaba ir a la mansión, les alegraba un par de minutos a mucha gente.

El móvil volvió a vibrar y me sobresalté. Lo saqué y vi el número.. ¿Qué demonios?

Susurré - Oye chicos... os tengo que dejar, de verdad, lo siento. No esperaba que esta visita fuese tan corta pero... Qué rabia.  respondí al teléfono - Un segundo - lo apoyé contra mi pecho y me dirigí de nuevo a mis acompañantes - Lo siento, de verdad, tomad - extendí dos tarjetas, aunque tenían mi número del trabajo solía estar atenta - Es de la tienda de dulces que dirijo y en la que trabajo, pero el número lo cogeré. Cualquier cosa que necesitéis - y miré a la chica - o simplemente para una charla - y le miré a él. - Sabéis dónde encontrarme... ¡cuidaos mucho! Y lo siento - y me alejé a paso medio rápido, con el teléfono pegado a la oreja.

¿Qué querría ahora...?
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FDI: ¡Me salgo del post! No por nada malo ni nada, es que simplemente me da la sensación de que vosotros dos tenéis mucho más que explotar que yo en este post por vuestros poderes. Además Cels es feliz con contactar con un profesor y hacer constancia en la cronología de que va a la mansión jajaja
Espero que no os importe ¡disfrutad!

El tono con el que el profesor le replicó hizo que Irene torciera aún más el gesto. ¿Es que no podía ser más metepatas? Sabía que si preguntaba, es porque se suponía que ese era el trabajo de un profesor, ¿no? Preocuparse por sus alumnos. Pero había estado tan acostumbrada a que no podía contar con nadie, que le costaba acordarse de eso. Pero no había querido hacer daño a nadie, ni molestar a nadie. Jamás se le pasaría por la cabeza. Y ahora había metido la pata y había molestado a alguien, solo porque no quería decir algo tan simple como que había una persona que le daba miedo, pero que no era culpa de esa persona en absoluto, sino suya.

El sonido de un móvil vibrando la sacó de aquel tren de pensamiento, y la chica que iba con ellos sacó el teléfono, mirando el número antes de responder para pedir que esperaran un momento. Se despidió de ellos, dejándoles una tarjeta de una tienda de dulces, por si querían hacer una visita o solo charlar, antes de despedirse y salir corriendo. Irene miró la tarjeta un segundo antes de guardarla en el bolsillo. Un nuevo sitio al que ir para comer cosas dulces era algo que podía interesarla. A fin de cuentas, eso constituía una buena parte de su dieta, gracias a su mutación.

Cuando volvió a mirar al profesor, por un momento le pareció que tenía una expresión... ¿triste? No estaba segura de como definirlo. Pero no preguntó, porque no estaba en posición de hacerlo. No eran sus asuntos, y aunque no le importaría ayudar, ella era la viva demostración, con sus meteduras de pata incluidas, de que la gente no quiere que le saquen sus secretos a la fuerza. Por ello, no dijo nada y siguió al profesor por el pasillo en silencio, preguntándose cómo podía arreglar el desaguisado que había causado. Cuando llegaron a la puerta de la clase, Dragoslav se detuvo antes de preguntarle, una vez más, si no quería hablar de lo que la estaba preocupando.

Bueno, si quería arreglar el daño causado, no le iban a ofrecer otra abertura como aquella, eso desde luego.

-No es...- dudó un segundo-. Es solo que tengo clases de defensa personal por las tardes. Con Logan. Y... bueno, no es culpa suya, ¿vale? Solo me cuesta tratar con él.

Hala, ahí estaba. La verdad al descubierto.

-Por eso decía que no era un problema. No es culpa de nadie- añadió, encogiéndose de hombros.

Ni siquiera suya, realmente, porque no era algo que ella pudiera controlar. Sabía que tenía que aprender a vivir con ello, pero nadie podía exigirle que cambiara de un día para otro, ¿verdad?

Era increible lo mucho que podían hacer unas pocas palabras, se dijo Irene mientras veía cómo la expresión del profesor de música cambiaba. De hecho, el que fuera Logan parecía explicar todo su comportamiento. Bueno, si eso parecía tranquilizar las aguas y que todo el mundo estuviera satisfecho, adelante. Aunque dudaba mucho que el aludido en la conversación se sintiera muy feliz de escucharles. Pero como no lo hacía, y no se enteraría de la conversación, o eso esperaba, pues todo el mundo contento. Desde luego, ella no pensaba abrir el pico al respecto.

Y entonces, Dragoslav se ofreció a hablar con Logan para sustituirle como instructor de defensa personal. Al parecer, había sido un soldado, y al ser profesor de música tenía tiempo libre como para ocuparse del asunto. Irene se sintió dividida al respecto. No es que la idea de cambiar de profesor la desagradara, ni tampoco tenía nada en contra de aprender a defenderse. Sabía que necesitaría saber pelear para proteger su vida, incluso si la idea de un conflicto la desagradara. Pero, por otro lado, no quería que nadie se metiera en líos por su causa. Y si Logan mencionaba algo al Profesor, aquello saldría a la luz a toda velocidad, y dudaba mucho que el canadiense no dijera nada al respecto, o que el Profesor no se enterara por su cuenta. Sin embargo, no creía que hubiera problemas si le decían a Xavier que prefería cambiar de instructor, ¿no? Incluso si a él no iban a poder mentirle, tal vez era mejor ir con la verdad por delante.

-No me importaría que fuera mi instructor... Pero tal vez sea preferible avisar al Profesor Xavier antes, ¿no? Hacer cambios a la espaldas de los demás nunca sienta bien.

Si a ella ese tipo de cosas le sentaban como un tiro, debía suponer que a los demás también. Y a ella siempre le habían dicho que uno debe comportarse con los demás tal y como uno quiere que los demás se comporten con él. Llegar a un acuerdo era lo mejor para todos, y tampoco tenían que decir que era porque le tenía miedo a Logan... Aunque, ¿a quién quería engañar? Era tan obvio que casi era un milagro que el resto no se hubiera enterado ya de ello. No cuando hacía dos días básicamente había salido a escape en cuanto había asomado la cabeza. Claro que eso eran causas de fuerza mayor.