Un Festín Peligroso [Libre] (15-04-2018)

Las luces iban iluminando el interior de su furgoneta a medida que iba pasando por delante de las farolas que miraban hacia la calle. Era de noche, y no hacía mucho que Ignis había llegado a esa ciudad, era nueva para ella, como casi todos los sitios a los que iba.

Como de costumbre, antes de instalarse hacía un paseo en coche por toda la ciudad, mirando cual sería el mejor lugar para estacionar su casa con ruedas, al menos por esa noche, y sin embargo algo le llamo la atención antes de que pudiera poner fin a esa tarea. Por encima de los edificios, a lo lejos, divisó humo. Gris, espeso, subía arremolinándose perezosamente hasta el cielo, volviéndose negro a medida que se internaba en la oscuridad de la noche, huyendo de la luz de la ciudad.
El estómago de Ignis gruñó, protestando, y su boca se hizo agua. Humo significaba fuego, y fuego significaba comida para ella, así que no lo dudó ni un solo instante, y cambió su ruta para dirigirse directa hacia allí.

Pudo encontrar un sitio donde aparcar no muy lejos, y salió de su vehículo de un salto, corriendo hacia donde cada vez se podía oler mas claramente el fuego. Había gente gritando, movimiento, algunos vecinos trataban de apagar el fuego en vano, pues este no dejaba de extenderse. Habían llamado a los bomberos, según pudo oír, pero no habían aparecido aún. A Igni no le importó nada de lo que estaban diciendo esas gentes, se limitó a pasar entre ellas y entrar en el edificio sin mas, hambrienta. Se estaba bien allí dentro, no tenia frío, y el calor para ella era muy agradable.

Deambuló un poco por lo que parecía la entrada del edificio, intentando decidir qué fuego se comería primero. Apenas había empezado a mordisquear el que estaba al lado de las escaleras que oyó un grito. Algo curiosa levanto la cabeza, alerta, hasta que lo volvió a oír. Habría alguien ahí? subió las escaleras como si el fuego no fuera ningún problema para ella (que no lo era) y al llegar al segundo piso vio que había unos niños en un cuarto. Recordando que los humanos eran débiles ante el fuego se los cargó de inmediato en la espalda y los saco lo mas rápido que pudo. Los ciudadanos empezaron a agradecerle ese gesto, con los ojos llenos de lagrimas cuando apareció con los pequeños, pero no se quedó a escucharlo, pues aun estaba hambrienta.

Cuando volvió a entrar sin embargo, otro ruido le distrajo de su festín, y volvió a subir, encontrándose con una anciana desmayada, un perro, un hombre muy flaco, una mujer muy gorda y un hámster, cada uno en un piso distinto. Otra vez se los cargo a todos como si pesaran muy poco, y los ayudó a salir de ese sitio en llamas, refunfuñando de hambre y diciendo que ya estaba bien que le interrumpieran a una la cena de ese modo.
Se sintió satisfecha cuando al salir con la gente que quedaba le dijeron que ya no quedaba nadie dentro del edificio, y pudo volver a entrar antes de que se lo impidieran.

Se relamió los labios, encantada de estar al fin sola con su banquete, y se puso a comer, hambrienta. Podía notar por el sabor cual era el fuego que hacía mas rato que ardía, cual madera era de mejor calidad, y cual era el fuego que estaba mas cerca del origen. Estaba tan distraída con esa cata de fuegos que no se dio cuenta de los crujidos que empezaban a sentirse a su alrededor hasta que se convirtieron casi en truenos. Se giró bruscamente para mirar a su alrededor, dándose cuenta de qué era lo que estaba pasando: el edificio se derrumbaba.
-mierda...
Empezó a correr hacia la salida, pero antes de llegar una gruesa avalancha de runa, madera en llamas y muebles cayeron tapándole la salida. Le fue por un pelo apartarse a tiempo. Seguía viva, pero estaba atrapada, tenia que buscar algún modo de salir antes que el techo se le cayera encima.

Ceni me había dicho que el proveedor era un tipo que vivía en Chicago. Era, según su descripción, un tipo escuálido, de ojos saltones y chepa. La justa para no llamarlo jorobado pero si para no verlo recto en su puta vida. Me había dado también su dirección y un billete para ir a Chicago. No hacía falta pero insistió en que lo cogiera, para darme las gracias por un favor que no sé cuantas veces le había dicho que no hacía falta pagar.

El caso; dirigirme a Chicago, pillar al tipo que nos estaba jodiendo la vida en Villa Fábula y hacerle saber que era mejor que se metiera su mierda por donde le cupiera. Ya tenemos suficientes problemas como para que ahora nos venga una fábula narcotraficante, con una sustancia sacada de las Tierras Natales, de los champiñones de vete tu a saber de donde los sacó. En El Bosque abrieron apuestas para adivinar la casa de qué gnomo se estaba usando para esa droga.
Lo que más me jode es que todo pasó delante de mis narices y, por una vez, no había sido culpa de Jack. Dales un voto de confianza y te destrozan el chiringuito. Es una lección que aprendí hace mucho tiempo y que, al parecer ni me dan un segundo de respiro para olvidarla. Pero es mi trabajo. Soy el Sheriff de Villa Fábula, y tengo que arreglar las tonterías de sus habitantes.

Llego por fin a Chicago. El viaje en tren me ha dejado hecho mierda. Saco un pitillo para darme el gusto de no marearme con tantos olores y me encuentro con una señal de prohibido fumar dentro de la estación. Genial para mí.

Pido indicaciones al primer guarda que me encuentro. Chicago es demasiado grande para que me ponga a rastrear, amén de que no tengo ni su olor ni conozco al tipo como para encontrarlo sin indicaciones. Me dicen que la dirección que busco está al otro lado de la ciudad, que tengo que pillar un taxi o ir en metro.
Paso de subirme a otro tren.
El taxi me da una charla insustancial pero agradecida. Me habla un poco de la situación en Chicago, de lo que ha pasado últimamente y como no, sus propias teorías conspiratorias sobre el choque de mundos. Le agradezco el viaje pagándole de más y me enciendo por fin el pitillo. Pero antes de exhalar el humo, huelo algo que no me gusta: fuego. Al levantar la cabeza puedo ver una columna de humo negro tras los edificios un par de calles más arriba. Se me eriza el pelo.

- No puedo tener tanta mala suerte.

Bocazas de mí. Al girar la esquina y mirar otra vez el trozo de papel, reconozco el edifico en llamas como la vivienda del tipo que estaba buscando. Joder, no podía tener tanta mala suerte... o buena porque, de entre la gente con mantas que están siendo atendidos por las ambulancias, veo asomar una chepa en un tipo flacucho y de ojos saltones. Lo reconozco al instante y me quedo con su cara, su olor, su-

- ¿Alguien ha visto salir a la chica?
- No, no la he visto. Pero estamos todos fuera, ¿no?
- Si. No entiendo por qué ha vuelto a entrar. Por favor, que alguien la salve. ¡Nos ha salvado la vida!

Los lamentos de la mujer y un viejo me llaman la atención. ¿Una chica? ¿Dentro del edificio? Observo las llamas estallando por una de las ventanas y doy una calada. No es mi problema que una chica quiera hacerse la heroína. Mi problema lo tengo justo enfrente mis narices, con esos ojos mirando el fuego, temblando. No es mi problema me repito. No va conmigo. No dejo de repetírmelo mientras corro hacia la parte trasera del edificio. Joder Lobo, ¿qué mierdas estás haciendo? Obvio: el gilipollas entrometido.
Rompo la puerta trasera y me meto dentro. El calor casi me abrasa las cejas y el humo es denso a rabiar. Me pica la nariz y me lloran los ojos. Aparto unos escombros de una patada y escucho el crepitar del fuego a mi alrededor. Buscar su olor me es imposible, pero la suerte está de mi lado cuando veo una figura delante de los escombros en la puerta principal. Tiene la ropa chamuscada por todas partes, pero está viva.

- ¡TU! ¡POR AQUÍ! ¡VAMOS!

La chica está fuera. No me quedan motivos para quedarme dentro de éste edifico en llamas y a punto de caerse a peso. Aparto los escombros que quedan entre la salida y yo, doy un último salto cubriéndome con los brazos la cabeza y salgo fuera justo a tiempo; la fachada de la parte de atrás se quiebra, caen más escombros y parte de los pisos superiores. Ruedo por el suelo por si acaso, no sea que me haya llevado un recuerdo en mi huida.

En menudos líos me meto. El cigarrillo en la boca no me ayuda a quitarme el mal olor a humo y madera quemada de la nariz. Ni siquiera me ayuda para quitarme éste mal cuerpo que se me ha quedado. Y contemplar una hoguera gigante no ayuda a mis instintos. Por un lado quiero apagar ese fuego, y por otro quiero que se joda el fuego.
Me fijo en la chica que he sacado de entre las llamas. Pelo rojo y cara pecosa. Sería un bonito cuadro en la alacena de alguna abuela si no fuera porque iba enseñando medio cuerpo, con la ropa quemada y... ¿echando humo por la boca? Me sorprendería si no fuera porque ya he visto de todo.

Pero lo primero es lo primero.

- Ten. Póntela. - Le pongo mi gabardina por encima para taparla, después de haber sacado el paquete de tabaco y el mechero de los bolsillos. No quiero que se los encuentre por casualidad y recuerde que es una fumadora empedernida. El humo que sigue saliendo de su boca me tiene consternado, y lo abanico con una mano para ver si se da cuenta de que tiene el horno encendido. - Y ahora es cuando me dices que tienes sangre de dragón, y que has provocado tú éste incendio. Dime, ¿qué tripa se te ha roto para meterte en semejante berenjenal?

El tipo de la chepa lo tengo controlado. No escucho ninguna sirena, ni tampoco ruedas de ambulancias saliendo por patas hacia el hospital. Si mis cálculos no van desencaminados, tengo de diez a quince minutos para interrogar a ésta niña antes de que se vayan las ambulancias.

Vale, eso si que ha sido raro. ¿Una chica con la ropa quemada echando humo por la boca como si fuera un eructo? Me he metido en una película de los Looney Tunes y ni me he dado cuenta. Lo de tener sangre de dragón va ganando puntos. O eso o es un extintor con patas.

- ¿Que te ha llevado la panza a meterte ahí dentro? Tendrían que cocinar el filete más jugoso y tierno del mundo para lanzarte sin más dentro de un edificio en llamas. - Eso también iría por mí. ¿Esa pelirroja sería mi filete jugoso? Si ni siquiera hay por donde darle una dentellada. En cambio Blanca... No sé a qué ha venido esa comparación. - En cualquier caso si, has tenido suerte de que yo llegara. - Demasiada suerte: no huelo a carne chamuscada, ni veo ninguna herida. O tiene la suerte de un enano o aquí pasa algo raro.

>>Llámame Lobo. Han sido los vecinos que has rescatado. Gritaban que aun había una chica dentro, así que entré. - Eso me recuerda... - Mira, ha sido un placer conocerte, pero tengo algo de prisa. Ven; hay una ambulancia aquí cerca. - Donde estaba el tipo que buscaba. El jorobado de las narices. La cojo del brazo y tiro de ella para que me siga. Al cogerla me doy cuenta que tenía razón: ni una sola herida. ¿De qué material estaba hecha ésta chica?

Llegamos a la calle donde estaban los rescatados, pero cuando llegamos y ven a la tal Ignis se le echan encima para achucharla y abrazarla. Alguien me da un empujón y me apartan de la chica para recibir todas sus atenciones. Mejor, así voy directo a por... ¿dónde coño está el jorobado? Doy vueltas como una peonza con la cara de un crío que ha perdido a su mami. No me puedo creer que haya desaparecido, así sin más. Voy a donde estaba antes pero veo que también ha desaparecido una de las ambulancias.
Por suerte para mí queda la otra. Me acerco al médico de turno y le llamo la atención cogiéndolo por el hombro.

- Eh. ¿Dónde ha ido la ambulancia que estaba aquí?
- Al hospital más cercano, por supuesto. ¿Iba alguien dentro que conociera?

Mierda. Se lo han llevado al hospital. ¿Pero por qué? Cuando le eché un primer vistazo no tenía nada grave. Estaba tranquilo, con una manta por encima. No me quedo tranquilo y necesito ir a por él. ¿Pero cómo? Pienso una forma de entrar o que me lleven al hospital, y cuando me giro encuentro la respuesta a mis espaldas. De hecho, siempre la he tenido a mis espaldas.
Me acerco al cúmulo de gente, meto la mano y saco el premio gordo: una pelirroja. La llevo junto al médico de la ambulancia.

- Ésta chica ha inhalado demasiado humo. Creo que está intoxicada.
- En ese caso suban. Les llevaré al hospital. ¿Quién es usted?
- Su tutor.

Subimos arriba y arranca la ambulancia. Solo espero que la niña me siga el juego.