"La luz interior" [Libre][14-03-2018]

Habían pasado siete años, siete años desde que Xavier le rescatara de la oscuridad que devoraba su alma y le ofreciera un nuevo refugio, un nuevo hogar. Le estaba profundamente agradecido por eso. No era feliz (nunca podría serlo hasta que no se hubiera hecho justicia con los asesinos que habían llevado a su pueblo al genocidio), pero al menos, había encontrado paz, y eso, después de la vida tan tormentosa que había llevado, era una bendición. Como cada mañana, recorrió invisible los pasillos de la Mansión, observando sin ser visto a los estudiantes que ingresaban a sus respectivas lecciones. Sus increíbles capacidades perceptivas lo registraban todo: el fugaz roce de manos de dos de los estudiantes junto con el guiño cómplice que presagiaba un encuentro posterior, la mirada furtiva que un muchacho dirigía a su bella compañera, la alegría de una estudiante que corría por el pasillo para encontrarse con sus amigos... Había tanta luz allí... Le hacía sentirse bien. Reconfortado.

Tú no perteneces a este lugar -dijo una odiosa voz surgida de entre las sombras que había a su derecha-. Éste es un lugar de luz, y tú eres una criatura de sombras. No pintas nada aquí.

No son reales, se obligó a recordarse. Nadie más oía aquellas voces, sólo él. Xavier le había dicho que era él mismo quien les daba forma, surgían de su subconsciente, como un reflejo de sus propios pensamientos, sentimientos o percepciones. No son reales. Trató de ignorarla y prosiguió su camino.

Sabes lo que ocurrirá si continúas aquí -continuó la voz-. Lo que siempre ocurre. Si te importan algo estos niños deberías marcharte antes de que tu oscuridad los devore a todos. Sabes que ocurrirá -insistió, insidiosa-. Por eso te marchaste del lado de Nadine. Eres peligroso. Hay oscuridad en tu alma. Tu roce es de escarcha; todos los que tocas terminan muertos. Todos los que amas. Como tu hermana. Como papá y mamá. Como...

- ¡Cállate! -masculló, encerrándose en una habitación desierta. No es real, se repitió, pero... ¡era tan difícil de ignorar! Y había empeorado después del cataclismo. Por un momento, con una punzada de terror, se preguntó si no serían verdaderos demonios que habían llegado hasta aquella dimensión a través de los portales que se habían formado tras el cataclismo. No, no, se repitió. Recuerda lo que dijo Xavier...

Es enternecedor lo mucho que te importa su opinión -prosiguió implacable la voz-. Si te quedas aquí, más tarde o más temprano saldrá a relucir tu verdadero ser y le defraudarás. Tú lo sabes, él también. ¿Crees que no lo vio cuando miró dentro de tu alma?. Deberías marcharte. No perteneces a este lugar.

Su verdadero ser... Drago había matado antes. Mientras era cazarrecompensas había sido siempre en defensa propia, pero después de despertar como Eclipse había provocado la muerte de una persona y había hecho enloquecer a otra. Aquellos eran seres de negro corazón que se merecían lo que les había ocurrido, pero había habido otras bajas. Bajas colaterales. Hubo un soldado que había participado en la masacre de Srebrenica cuando no era más que un crío que obedecía órdenes. Eclipse no estaba interesado en él, sino en sus superiores, pero había recurrido a sus poderes para sacar de él la información que necesitaba. Al terminar, el muchacho estaba tan aterrorizado y abrumado por la culpa que se había suicidado. Tenía mujer y dos niños. Cuando se lo dijeron, al principio no le dio importancia. Se creía un ángel vengador, pensaba que obraba según los designios de Dios, y si aquél hombre se había suicidado sin duda lo había hecho cumpliendo con la voluntad del Altísimo. Así de retorcidos serían los pecados de su alma que no había sido capaz de soportar la agonía de continuar existiendo bajo su peso. Pero entonces había llegado Xavier, le había hecho recordar... Había comprendido que no era ningún ángel. Sólo un hombre. Un pobre y miserable hombre que se había arrogado el derecho a decidir sobre la vida y la muerte y se había convertido en juez, jurado y ejecutor. Había un nombre para aquellos que se tomaban la justicia por su mano: asesinos. Le sorprendía que Xavier le hubiera invitado a la Mansión, y aunque se sentía agradecido, pues aquello era lo más parecido a un hogar que había conocido nunca, quizá en lo más profundo de su ser se sentía culpable, y quizás por eso evitaba a los demás. Se limitaba a sus tareas de profesor y a responder cuando le necesitaban, pero nada más.

- Yo controlo a las sombras -musitó como un mantra-. Ellas no me controlan a mí.

Un hombre es lo que es. No puedes ocultarlo para siempre. No puedes ocultarte para siempre...

Drago se concentró, tal como le había enseñado Xavier. Le habían dicho que tenía poder sobre la luz, pero entonces... ¿por qué siempre le acosaban las sombras? Puso la mente en blanco, desechó todos los pensamientos, todas las preocupaciones y buscó la luz en su interior. La encontró, titilante y frágil, y la incendió hasta provocar un destello que sin duda debió de verse por debajo de la puerta, en el pasillo. Las luces de la habitación se encendieron de golpe, y las sombras desaparecieron, desterradas. Sin darse cuenta había vuelto a hacerse visible; dos puntos de luz relucían con intensidad en las cuencas vacías de sus ojos.

La luz era más fuerte que la oscuridad y siempre lo sería, porque así era como tenía que ser, porque las sombras no podrían existir sin la luz. Y si en algún momento el orden se invertía, él estaría allí para remediarlo.

La puerta se abrió tras él y se volvió a tiempo para ver a una chica que se asomaba tímidamente a la habitación. Tenía las mejillas sonrosadas, la respiración entrecortada y su pecho subía y bajaba como si acabara de hacer un esfuerzo físico (ha venido corriendo. Tiene prisa), pero la sonrisa que esbozó era forzada y obviamente nerviosa (está asustada. La has asustado). Maldición, había perdido el control sobre la invisibilidad que ocultaba su cuerpo. Xavier estaría encantado de oír que dedicaba su tiempo libre a ir por ahí asustando a los alumnos. Rápidamente cubrió sus ojos con una ilusión para que parecieran normales y se obligó a sí mismo a sonreír para tranquilizarla (aunque su estado de ánimo en aquél momento no parecía muy dispuesto a cooperar).

- No me molestas -dijo con sinceridad. O eso intentó. Las relaciones sociales nunca se le habían dado demasiado bien-. Perdona si te he asustado.

La observó bien. Sus ojos claros estaban llenos de luz (podía notarlo incluso a pesar de las gafas), pero ahora esa luz estaba enturbiada por algo que podría ser temor. Supuso que tendría que decir algo para hacer desaparecer la sensación de alarma de la chica, que seguramente estaría pensando que se trataba de algún atacante externo. Se dejaba ver tan poco por los pasillos de la mansión cuando no estaba dando clase...

- No pasa nada, sólo soy el profesor de música -dijo, y le mostró la carpeta que llevaba, llena de partituras-. Vas a clase, imagino. Supongo que no querrás llegar tarde...

No la estaba echando (desde luego no era nadie para dar lecciones de moral, especialmente sobre algo tan nimio como llegar tarde a una clase), pero se había dado cuenta de que la muchacha iba con prisa y no deseaba entretenerla.

Drago percibió la preocupación de la muchacha con total claridad, y eso le hizo sentirse... bien. Era maravilloso el sentimiento de hermandad y compañerismo que había entre los mutantes en aquella escuela. Definitivamente era lo más parecido a una familia que había tenido nunca. Quizá tendría que dejarse ver más... pero entonces recordó lo que le habían dicho las sombras. La gente de la que se encariñaba tendía a morir. No podía... no debía permitirselo.

- Todo bien -musitó. Pensó en mentir a la chica, pero vio en sus ojos más madurez de la que habría sido esperable en una muchacha de su edad, y eso le indujo a decir la verdad, o al menos una parte de ella-. Es sólo que... desde la Colisión... Estoy teniendo algunos problemas con el control de mis poderes. Eso que has visto no es nada. Mi gen mutante me permite controlar la luz. Se me fue de las manos, eso es todo.

Lo que no le contó fue que sus problemas de control no tenían nada que ver con sus poderes mutantes, sino con las sombras que le hablaban desde la oscuridad. ¿Pero cómo iba a decírselo? Xavier le había dicho que las voces sólo estaban en su cabeza. Si se lo contaba pensaría que estaba loco.

- ¿Tú has notado algo raro? Aparte de los zombies y las ciudades que han aparecido de repente, claro. ¿Cómo te llamas, por cierto? No te lo he preguntado... Yo me llamo Dragoslav.
- ¡Te pillé, cotilla! -exclamó de repente una nueva voz detrás de la alumna-. ¿Qué haces aquí, no deberías estar en...   Clase. Oh, lo siento.. ¿He interrumpido alguna charla? Perdón, no quería meterme.
- Veo que sigues igual que siempre, Sasha -sonrió Drago, afable-. ¿Te has olvidado ya de tu profesor de música?

Por otra parte, no sería nada raro. Nunca había sido dado a entablar relaciones con los alumnos más allá de las clases. Sin embargo, se acordaba de Sasha. Había protagonizado un incidente hacía cuatro años al defender a la señorita Belmont de unos matones. A Drago le había caído bien en cuanto se había enterado, aunque nunca se lo había dicho.

"Profesor Drago", en lugar de Dragoslav. El aludido sonrió. Normalmente aquellos que no habían dado clase con él le temían o le evitaban, y ni siquiera sus propios alumnos solían tomarse aquellas confianzas, básicamente porque él no acostumbraba a darles pie. Sin embargo eso a Sasha no le importaba. La recordaba como una chica dulce y encantadora, con un gran sentido de la moral y la justicia y una alta sensibilidad para la música, especialmente la de guitarra. Le caía bien, pero en parte porque no estaba acostumbrado a mostrar sus sentimientos, en parte porque rehuía el contacto social, nunca lo había dejado traslucir. De hecho, si no hubiera sido por la repentina inestabilidad que acababa de experimentar, Irene nunca le habría visto, y por tanto Sasha tampoco. Pero... ¿estaba mal? La verdad era que se sentía cansado, y viejo. Había desperdiciado la mayor parte de su vida en su vendetta personal, y nunca se había molestado en hacer amigos, ni siquiera en la mansión. De repente, al ver a Sasha y recordar los tiempos en los que le daba clase, le embargó un cierto halo de melancolía y deseó, por una vez, hablar con otra persona, saber qué había sido de ella, qué había hecho en aquellos años... Sobretodo porque la chica no parecía temerle como hacían los demás, ni tampoco parecía incómoda en su presencia, bendita fuera su luz.

Y en cuanto a la otra chica, no se había equivocado al juzgarla. Parecía extraordinariamente tímida, y muy responsable. Sasha le miró a él, como pidiendo su permiso, pero él se limitó a encogerse de hombros.

- Sabe Dios que no soy el más indicado para dar lecciones de moralidad, Sasha -musitó, aunque era probable que la chica no entendiera a qué se refería, pues sólo los demás profesores, junto con Xavier, conocían su historia-. Que la chica haga lo que quiera. Si desea ir a clase, puede hacerlo, y hasta puedo acompañarla para justificar ante su profesor el motivo de que llegue tarde. Si desea saltársela, también puede hacerlo, y también cooperaré para cubrir su cohartada con la excusa que mejor le convenga. Si te soy sincero, me apetece mucho hablar en este momento.

Eso sí que debió sorprender a Celsit, puesto que jamás le había visto admitir algo así ni quedarse a socializar, ni con los alumnos ni con nadie.

- Podemos salir al jardín, bajar a la cocina a tomar algo o quedarnos aquí si preferís que no nos vea nadie. Podemos ir al aula de música, pues no tengo clase hasta dentro de dos horas y en estos momentos estará desierta. Incluso puedo crear un escudo de sombras a nuestro alrededor para que si alguien abre la puerta no pueda vernos. Supongo que hasta podría hacernos invisibles a los tres...

Nunca lo había probado puesto que siempre iba solo, pero si podía afectar al modo en que los demás percibían la luz cuando miraban en su dirección, supuso que podría aumentar ligeramente el área para cubrir a las dos chicas sin mucho problema mientras no se movieran, así que miró hacia Irene para averiguar qué decidía.

Eclipse no pudo evitar sentir cierta curiosidad con la incomodidad mostrada por la alumna ante la pregunta de Sasha, sobretodo porque, al parecer, poseía alguna clase de control sobre la luz al igual que él, y sin embargo no había hecho ningún comentario cuando él lo había mencionado.

¿Cuál podría ser la razón detrás de aquella actitud? La conducta general que mostraba (la inseguridad, la timidez, el retraimiento, el elevado sentido de responsabilidad...) generalmente era un indicativo de experiencias difíciles en el pasado. ¿Quizás había sido discriminada o marginada a causa de sus poderes? En base a lo que sabía sobre el gen X y las consecuencias de la mutación, así como las reacciones que había podido experimentar entre los humanos, parecía ser altamente plausible. Así pues, y aunque le hubiera apetecido charlar con ella, conocerla mejor y quizás indagar sobre el origen de su problema, decidió que no era el más indicado para hacerlo y guardó silencio, respetando su deseo de privacidad.

Sabía bien lo que era haber pasado por momentos que era preferible olvidar y no quería hacer pasar a Irene por aquello, aún a pesar de saber que, a la larga, era siempre mejor enfrentarse a los miedos y superarlos, pero prefería que fuese otro más experimentado y empático el que se ocupara, pues algo le decía que lo único que él conseguiría sería estropearlo aún más. Xavier no había vacilado cuando se encontró en la misma situación con él, y en su fuero interno lamentó no tener la seguridad del poderoso émpata, pero sabía mejor que nadie que todo lo relativo a la mente era extremadamente delicado y prefería no correr riesgos. Lo hablaría después con Xavier, a ver qué podía decirle de aquella chica...

- Creo que debería ir a clase. Pero si me puede excusar por llegar tarde, sería estupendo.

Eclipse asintió con la cabeza, dando a entender que era la respuesta que había esperado.

- Vamos, pues -dijo en tono amable cuando Celsit se adelantó para abrir de nuevo la puerta-. ¿Qué clase te tocaba ahora y con qué profesor?

Esperaba que no fuese Logan. Todo era siempre mucho más complicado cuando se trataba de Logan.

Bobby... El segundo hombre X, junto con Tormenta, que le había visto las cicatrices. Ororo y él habían sido los encargados de capturarle siete años atrás, cuando se había negado a renunciar a la venganza cuando se lo pidió Xavier. En aquél momento, sólo ellos tres estaban al tanto de su historia, aunque, por supuesto, el Profesor era el único que la conocía con detalle. Siempre que se encontraba con Ororo o con Bobby se acordaba de que le habían visto las marcas y le hacía sentir incómodo, pero los dos eran buenas personas, y le caían bien.

Las dos chicas estaban hablando entre ellas. Sasha le había hecho una pregunta a Irene, y el modo en que ésta vaciló al responder atrajo nuevamente su atención. ¿Le había parecido captar un matiz de miedo en el tono de su voz? ¿Miedo a qué? ¿Alguien la estaba molestando? Su siguiente frase no hizo sino reforzar su impresión acerca de la baja autoestima de la muchacha.

Eso le preocupó. Se había esforzado tanto por aislarse de todos que no se había parado a pensar en que los alumnos podían buscar en un profesor algo más que simplemente alguien que se paraba ante ellos una o dos horas al día para recitarles una lección. Ser profesor era algo más que eso. Suponía implicación con tus alumnos, y responsabilidad. Siempre estaba más que dispuesto a luchar por la Patrulla X, pero no todas las batallas se libraban necesariamente en el campo de batalla, y no por ello dejaban de ser importantes. La cuestión era si conseguiría llegar hasta Irene.

Era muy consciente de que no era el mejor cuando se trataba de inspirar confianza, que su aspecto podía incluso resultar amenazador, y lo peor es que tampoco sabía muy bien cómo contrarrestarlo. Las experiencias sufridas de niño habían provocado en él una suerte de embotamiento emocional, y era terriblemente torpe cuando se trataba de relacionarse con los demás. Pero si había un problema, era su deber tratar de solucionarlo.

- ¿A qué te refieres? -preguntó, con el tono más suave y tranquilizador que fue capaz de conseguir-. ¿Por qué dices que tienes un problema?

Esperaba que Irene se diera cuenta de que sólo intentaba ayudar, aunque no sabría si lo conseguiría.

Continuaron su camino, y, al doblar una esquina, Sasha le preguntó cómo le iba en la mansión.

- Bien -contestó-. Supongo. Un poco ajetreado estos últimos días, con todo lo referente a la Colisión. Como todos, imagino.

Y las sombras me han estado fastidiando más que de costumbre, hubiera podido añadir, pero en lugar de eso, la miró y sonrió.

- ¿Y qué tal te va a ti? ¿Qué has estado haciendo estos años?

Eclipse percibió claramente la incomodidad de la muchacha, y no le hicieron falta las sombras para reprocharse a sí mismo su torpeza: Te está bien merecido, por intentar meterte en el terreno de otros. Eres un mercenario. Lo único que sabes hacer es asustar a la gente y partir cráneos, así que, ¿por qué no dejas de cagarla y dejas que Xavier se ocupe de cuidar de los suyos como ha hecho siempre? Tiú tienes la sutileza de un burro. Estaba claro que no era nada tranquilizador que la chica se considerase a sí misma un problema, pero él no podría ayudarla. No tenía las destrezas sociales ni las habilidades para lograrlo. Sólo conseguiría empeorar más las cosas.

- Perdóname -dijo con voz neutra-. Está claro que te he incomodado, cuando no era esa mi intención. No volveremos a hablar más del tema, si es lo que prefieres.

Esperaba que con eso la muchacha se tranquilizara.

En ese momento, Sasha decidió atender por fin su teléfono, que llevaba un rato vibrando, y debió ser algo importante, ya que la perspectiva de una charla agradable sobre los viejos tiempos desapareció de inmediato. A Drago le sorprendió sentir una punzada de decepción, aunque no comprendió por qué, si siempre había evitado activamente relacionarse con los alumnos. No sabía por qué hoy había decidido cambiar de opinión, quizá porque se encontraba un tanto alicaído y preocupado y de repente no le había parecido tan terrible la posibilidad de tener compañía.

En realidad nunca había sido por los demás, no. Sólo por él. Y sus sombras. Vivía siempre con el miedo de que, si se relacionaba, si le cogía cariño a alguien, pudiera perderlo igual que había perdido hasta el momento a todos los que alguna vez habían sido importantes en su vida. Y no podía permitírselo. El dolor, sencillamente, sería demasiado grande. Y sin embargo, ahora... ver desaparecer la perspectiva cuando ya se había hecho a la idea le causó desilusión. Aún así, se esforzó por sonreír mientras tomaba la tarjeta que le tendía la chica.

- Está bien, gracias -le devolvió la mirada-. No suelo salir mucho, pero... -dio un par de vueltas entre los dedos a la tarjeta antes de guardarla en el bolsillo de los pantalones y sonrió a Celsit-, creo que merecerá la pena. Espero verte pronto, cuídate tu también.

La puerta de la clase estaba ya a tan solo unos metros. El profesor se paró ante ella con la mano en el pomo y miró a la española una última vez.

- Ya hemos llegado. ¿Estás segura de que no quieres hablar de lo que sea que te preocupa? Si eso es así, está bien para mí, sólo quiero que sepas que puedes contar conmigo para todo lo que necesites. Para eso estamos aquí -y sonrió.

El alivio se hizo ostensible en el rostro del profesor. Bien, eso era algo con lo que podía lidiar, ¿no?

- Entiendo. No te preocupes, es normal -dijo con una sonrisa amable-. Logan tiende a provocar ese efecto en la gente.

Él también, pero a diferencia del canadiense, él escogía muy bien ante quien mostraba su verdadera cara. Eclipse podía estar especializado en aterrorizar a la gente, pero sólo a los culpables, a los oscuros de corazón, nunca a los inocentes. Es más, sólo una persona había tenido la oportunidad de presenciar esa otra faceta suya, y esa persona estaba ahora muy lejos, pero lo cierto era que Eclipse podía llegar a ser sorprendentemente tierno con aquellos que le importaban.

Aquella rudeza era simplemente parte del carácter de Logan, y era lo suficientemente tosco como para que no le importara en lo más mínimo el efecto que pudiera causar en los demás (aunque de todos era sabida su naturaleza protectora para con los estudiantes). En cambio, en el caso de Eclipse era algo bien medido y meditado. Una estrategia, no una forma de ser, y como estrategia, sabía perfectamente cuándo y contra quién emplearla.

No había intercambiado más que unas palabras con aquella reservada muchacha, pero creía conocerla bastante bien (¿acaso él no se había recluido los últimos años evitando el contacto humano?), y ahora creía saber también cómo podía acercarse a ella.

- Haremos una cosa, si estás de acuerdo. Hablaré con Logan. Le diré que el Profesor me ha pedido que perfeccionemos un estilo de combate conjunto, ya que por lo visto tenemos el mismo control sobre la Luz y por tanto sería lógico que formemos equipo. De este modo, puedo ocuparme yo de tu entrenamiento sin que él llegue a enterarse de la raíz del problema. Soy bastante bueno en combate cuerpo a cuerpo, ¿sabes? Estuve en la Legión Extranjera. Y además, como profesor de música dispongo de bastante tiempo libre. No me importaría reemplazar a Logan. ¿Eso te parecería bien?

Y además, eso le permitiría conocerla mejor, y, quién sabe, quizá podría ayudar a solucionar los evidentes problemas de timidez y autoestima de la muchacha, y cuando hubiera cobrado mayor seguridad en sí misma podría enfrentarse a Logan sin ninguna dificultad.

- No te preocupes -sonrió Drago-. Siempre informo de todo al Profesor. Muy bien, nos vemos mañana entonces. Y ahora, corre, no querrás perder más tiempo de clase...

Después de llamar a la puerta, giró el pomo y abrió.

- Disculpa, Bobby. Tenía unos asuntos que atender con esta alumna respecto al calendario de actividades de mañana y me temo que la he entretenido un poco -se apartó para permitir que pasara-. Si necesitas más detalles, búscame después de las clases.

El hombre de hielo asintió, y, tras dedicar un saludo al resto de la clase, Drago salió.

Fin del Tema.