Una noche salvaje (Elian Iquelo/+18) [15/02/2019]

Elian estaba contento. Acababa de cerrar un trato ventajoso con una más que prometedora joven artista a la que esperaba atrapar muy pronto entre sus redes. Había tendido la trampa y había dispuesto la miel; ya sólo le quedaba aguardar hasta que viniera a saborearla, cosa que estaba seguro que haría cuando llegara la fecha estipulada. Y, cuando el día llegara, Elysia no sería la única en saborear el placer...

Pero tiempo al tiempo.

El encuentro con Elysia le había dejado hambriento y excitado, por lo que sólo le quedaba una cosa por hacer... Salir a cazar.

Tras volver a su hotel, se despojó de las elegantes ropas del formal empresario, se dio una larga y placentera ducha y se vistió de un modo tan distinto a su vestimenta habitual que estaba seguro de que, si se cruzaba con alguno de los trabajadores de su empresa, le costaría mucho reconocerle. Por arriba se puso una camiseta sin mangas de cuero negro extremadamente ceñida con el cuello en forma de v unido mediante un entramado de cordones. El mismo entramado en forma de rejilla que surcaba los laterales de los pantalones de cuero del mismo material que se colocó después, dejando ver su perfecta y torneada piel. Después se despeinó con los dedos ante el espejo de manera calculada para ofrecer una apariencia atrevida y salvaje, y se perfiló de manera sutil el contorno de los ojos para realzar aún más el azul sobrenaturalmente intenso y brillante de sus ojos.

Antes de salir, se tomó unos segundos para meditar qué le apetecía más, pero se dio cuenta de que ya lo tenía decidido incluso antes de ser consciente de ello. Por circunstancias totalmente aleatorias llevaba demasiado tiempo alimentándose de mujeres. Se le apetecía algo diferente; la rudeza asalvajada y varonil de un ejemplar masculino. Con ésto en mente, se encaminó hacia una conocida y popular discoteca "de ambiente" de la ciudad. Mientras esperaba a que le sirvieran la copa que había pedido en la barra, era consciente de las numerosas miradas lascivas que se volvían hacia él. Formaba parte de su naturaleza de íncubo el despertar los deseos más primarios y carnales de todos los que se sintieran naturalmente atraídos por sus formas masculinas, ya fuesen mujeres u hombres. Su señor Morfeo, le había moldeado con la ayuda de su hermana/hermano Deseo para suscitar tales pasiones, y el influjo imbuido en él por tales divinidades era tan poderoso que, mientras bailaba en la pista con el botellín en la mano, evocaba en las mentes de quienes lo estuvieran mirando la clase de danza que a cada cual resultara más evocativa y sugerente, sin importar cuáles fueran sus movimientos verdaderos.

Pronto pasó a ser el centro de todas las miradas, como si resplandeciera con luz propia, pero el íncubo no tenía ojos para ninguno de los que le rodeaban. La mayoría de aquellas criaturas eran tan simples y banales que no alcanzarían a saciar su apetito, obligando al europeo a absorber por completo sus vidas en aras de no quedarse con hambre. Y, si ya de por sí se mostraba renuente a dejarse llevar por aquella clase de excesos en una época plagada de adelantos y avances policíacos y científicos que no tardarían en sacar su existencia a la luz, aún le apetecía menos después del desagradable encuentro que había tenido con Edward en febrero. Especialmente estando en su ciudad. Aquella maldita ciudad plagada de superhéroes.

No... Tenía que encontrar a alguien que destacara lo suficiente como para calmar su apetito sin tener que matar a nadie. Y parecía que estaba a punto de encontrarlo.

Su elección de aquel local no había sido gratuita. Además de ser una discoteca popular, lo cual le garantizaba una enorme cantidad de posibles presas a elegir, contaba con actuaciones en vivo casi cada noche. Y, en experiencia del europeo, los artistas solían ser personas de por sí dotadas con un extraordinario potencial creativo. Supo que no se había equivocado en cuando la megafonía anunció al hombre que iba a subir al escenario: Pietro Jackson.

De repente, de una serie de aspersores instalados sobre altas barras dispuestas en torno al escenario empezó a brotar agua, generando un efecto de copiosa lluvia que también salpicó a las filas más cercanas entre el público, suscitando una serie de sorprendidas y divertidas exclamaciones y carcajadas que se acallaron en cuanto las luces se apagaron parcialmente, permitiendo tan sólo entrever la escultural forma del hombre que comenzó a bailar sobre el escenario.


El hombre se movía como una ola, meciéndose al ritmo del agua que se movía y salpicaba a sus pies, haciendo descender de manera sinuosa sus manos sobre su torso esculpido antes de aferrar la camiseta y partirla por la mitad, despojándose de ella sin dejar de bailar en ningún momento.

Elian conocía todas las formas de arte. Como buen mecenas, había dedicado las numerosas décadas que llevaba en el mundo de la Vigilia a estudiar aquello en lo que se basaba su alimentación. Sabía cómo debía hablar a cada artista en función de su especialidad para acercarse a ellos y ganarse su confianza, y sabía que, en el caso de los bailarines, debía utilizar el lenguaje de su cuerpo.

Lentamente, subió por las escalinatas que llevaban a la pista central, sin que absolutamente nadie le opusiera resistencia. Al contrario, en el momento en el que le veían, quedaban prendados de su atractivo sobrenatural y le iban cediendo el paso, mirándole con asombro. Jackson también se giró para descubrir quién estaba interrumpiendo su número, pero cualquier posible amago de protesta que pudiera haber iniciado, murió en sus labios. Elian avanzó hacia él sin que nadie tratara de impedírselo, y, pasándole el brazo derecho por los hombros, sostuvo la mano izquierda del joven con la suya. Haciendo descender sus manos hasta su cintura le ayudó a girar por encima de él haciendo uso de su fuerza, como si de un paso más del baile se tratara. Después, apoyándose en él, alzó al aire su pierna izquierda en un movimiento de danza. Como si estuvieran compenetrados, Pietro se inclinó al notar su peso sobre él, y Elian aprovechó para realizar una voltereta lateral pasando sobre el cuerpo del más joven.

A aquellas alturas, ya nadie dudaba de que se trataba de una parte preparada de la coreografía, y, cuando Elian ayudó a Pietro a incorporarse y lo atrajo hacia él, con una mano apoyada en su espalda y la otra acariciando su mejilla mientras unía su frente con la suya, el público no pudo hacer otra cosa más que aplaudir ante la evidente química desatada entre los dos hombres. La canción terminó, y los dos supuestos bailarines permanecieron allí, abrazados bajo la lluvia. Elian podía notar el temblor y el calor de la suave y vigorosa piel entre sus dedos. Sabía que se lo había ganado y estaba deseando acompañarle a la intimidad de su camerino.

Parece que ha llegado la hora del siguiente número. Me separo de mi gallardo bailarín, demorando el momento el máximo posible para dejarle claro que tengo intenciones de retomar el contacto a la mayor brevedad. Sonrío de manera confiada al notar la manera en la que me mira. Es una mirada que conozco muy bien, y sé que lo tengo completamente subyugado.

Hay otro joven en el escenario, el primer concursante de la noche en lo que parecer ser una competición de Striptease. Con su gigantesca altura e imponentes músculos es difícil que pase desapercibido. Noto la mirada que le dirige a Pietro; es evidente que ha atraído su atención, y, aunque los ojos del bailarín permanecen fijos en mi figura mientras me alejo, mi mente comienza rápidamente a elaborar elucubraciones.

Ni siquiera me despido de Pietro, y tampoco me hace falta decirle nada. Sé que me observa mientras subo las escaleras que conducen al reservado de la zona Vip de la discoteca, y, cuando me acomodo con confianza en el diván y le sonrío, sé con plena seguridad que subirá a reunirse conmigo en cuanto se haya aseado.

El espectáculo de Striptease comienza, y yo observo al muchacho asiático contonearse en el escenario. El camarero me pregunta qué me apetece y le contesto diciendo que quiero algo dulce, saboroso y, por encima de todo, caliente. Muy caliente. En realidad estoy mirando al chico mientras hablo, pero el camarero interpreta otra cosa y me trae un cóctel con Licor 43, brandy, leche condensada y café expreso caliente. Salpicando la leche evaporada de la superficie han derramado canela, algunos granos de café y un pedazo de cáscara de limón. Sonrío al camarero y lo pruebo.


Abajo, los técnicos han vuelto a activar los aspersores que generaban el efecto lluvia, y, mientras me mojo los labios con el líquido espeso, amargo y dulce a la vez, veo al muchacho oriental agitar la chaqueta por encima de la cabeza, arrojarla a sus pies y levantar la camiseta mojada por encima de sus fuertes pectorales, bailando y girando sobre sí mismo sin quitársela del todo. En un momento dado se da la vuelta y termina de sacarse la camiseta revelando todos los músculos de su poderosa espalda, pasándose la mano por el cabello mojado.

La apariencia física no me aporta nada a la hora de alimentarme cuando recurro a los sueños, pero tengo que admitir que ésto me ha inspirado. Para que mis presas no perciban dolor alguno cuando las dreno necesito recrear para ellas sueños placenteros y hermosos, y resulta muy difícil conocer los deseos y anhelos de alguien a quien acabas de conocer sin la capacidad de leerle la mente, por lo que suelo recurrir a fantasías eróticas. Es difícil equivocarse cuando se trata de sexo. Pero si hay una tercera figura en la ecuación, todo se vuelve más fácil. Puedo inducir el estado de ánimo adecuado para que la temperatura suba rápidamente, y siempre será más sencillo potenciar sensaciones físicas reales que generarlas desde cero. Esto podría ser algo relajado para variar.

Mi guapo bailarín ya está subiendo para reunirse conmigo. Uno de los vigilantes le detiene pero le hago un gesto para que le permitan pasar. Abajo, en el escenario, el muchacho asiático acaba de terminar su baile. Le doy un apasionado beso a Pietro en la boca a modo de saludo y, al terminar, susurro junto a sus labios:

- ¿Te apetece que le invitemos a subir...?

Elian observó llegar a Burai con mirada apreciativa. El hombre, en sí, puede que no fuera un artista, pero sin duda era una obra de arte, y, a su modo sencillo y humilde, también resultaba inspirador.

- Buenas noches, estimado amigo. Burai Ishii; ¿no es ése el nombre que usó el presentador al recibirle en el escenario? Éste, como sin duda ya sabe, es Pietro Jackson -dijo, poniéndole la mano en la espalda al bailarín para animarle a acudir al encuentro del oriental. Una vez los dos hombres hubieron intercambiado saludos, extendió la mano a su vez-. Mi nombre es Elian Iquelo, por favor, escoja uno de los divanes y póngase cómodo.

El camarero se acercó a ellos para preguntarle a Burai qué deseaba, pero Elian le susurró algo al oído y éste asintió y se marchó.

- Verá, señor Ishii, resulta que trabajo en una empresa de publicidad y diseño web en Chicago. Se trata de un trabajo para el que se requiere, como podrá imaginar, cierta capacidad creativa. Espero que no le moleste si le digo que ahora mismo supone usted una visión de lo más... evocadora. Y, si confía en mí, me gustaría expresar lo que me inspira a través de la elaboración de un cócktail…

El camarero llegó trayendo consigo un pequeño mueble bar con ruedas y una bandeja con diversos ingredientes en la superficie. Elian se lo agradeció con un gesto y le invitó a marcharse, sentándose muy cerca de Burai para poder tener acceso a la mesita redonda que tenía delante.

- Burai es un nombre japonés, ¿verdad? -inquirió, echando mano a una botellita negra del mueble bar. Cuando la destapó, Burai pudo leer el nombre: Ron japonés Ryoma-. Significa "fuerte y feroz".

Echó un chorro generoso del ron en la coctelera. Aquél licor concreto provenía de la isla de Shikoku, de la productora de caña de azúcar más antigua de todo Japón. Además, según indicaba la botella, había sido madurado en barricas de roble durante siete años antes de embotellarlo.

- Al verte (¿puedo tutearte?) así vestido, con esa toalla roja, me he acordado de Kintarō, el "niño de oro" del folclore japonés. Imagino que te sonará... se decía que tenía la fuerza de Hércules, lo cual también te hace justicia -añadió, contemplando sus generosos músculos con una sonrisa.

De manera fluida, añadió en la coctelera un chorro de Cointreau, dos rodajas de jengibre, un poco de miel y 3 gotas de salsa de soja antes de empezar a majar los ingredientes de forma extrañamente cautivadora.

- La leyenda dice que fue criado por una ogra en las alturas del monte Ashigara -explicó mientras añadía un poco de agua de zanahoria a la mezcla y comenzaba a agitar enérgicamente el vaso-. Se dice que se hizo amigo de los animales de la montaña y, más tarde, después de haber capturado a Shutendōji, un monstruo que aterrorizaba la región, se convirtió en el discípulo del mismísimo samurai Minamoto. Si no me equivoco a Kintarō se le considera como una especie de ángel de la guarda para los niños en japón y es símbolo de éxito, salud y virtud, ¿no es así?

Vertió el contenido de la mezcla en un vaso bajo, lo decoró con una hoja de zanahoria laminada y se lo ofreció al mutante.

- Por eso a éste cóctail se le conoce como Kyoto Ninjin Kintarō. Espero que te agrade.

Al primer sorbo, una explosión de sabores se dieron a conocer en la boca del oriental. Se notaba mucho el contraste entre el ron, que era dulce y rico, con toques a vainilla y caramelo, y un toque floral y especiado, con cierto regusto amargo, como de cítrico, y a canela. El jenjibre le confería un punto fuerte y picante, y el toque salado de la soja contrastaba con el dulzor del ron. La zanahoria, de alguna manera, ayudaba a cohesionar armónicamente los sabores creando un resultado de lo más exótico y peculiar.

Elian, que le había estado mirando intensamente para discernir su reacción, se acercó más a él.

- Me interesaría averiguar cómo sabe... -musitó, poniéndose de rodillas en el diván y acercando su boca a la suya- ¿Me permites probarlo? -inquirió de manera sugerente, tomando la nuca de Burai para besarle si le daba su consentimiento.

Elian se apoyó relajada y confiadamente en la barandilla bajo la cual se estaba desarrollando el espectáculo.

- Bueno, he visto la mirada que habéis intercambiado Pietro y tú ahí abajo y es todo cuanto necesitaba para escogerte. No se puede negar la química cuando se produce...

Y, al decirlo, miró a Pietro, que no apartaba la mirada de Burai. Parecía que su influencia sugestiva estaba funcionando.

Después llegó el camarero y Elian procedió a realizar la mezcla.

-nunca había visto una botella como está, es muy hermosa señor.

El empresario asintió.

- Es elegante pero sobria a la vez. Su contenido es aún mejor. Puedes llevarte el resto de la botella luego, si quieres.

-es muy bueno, de verdad eres bueno, ¿tu podrías hacer buena publicidad con esta mezcla?

Acercándose a él, le tomó suavemente de la barbilla para hacerle alzar la mirada.

- En verdad podría, y podría tomarte a ti como modelo para hacerlo. Creo que estarías sensacional en una valla publicitaria -poniendo la rodilla sobre el sofá, a su lado, se inclinó más hacia él, como un gato-. Quizá cubierto sólo por una sábana de satén negra y ésta botella...

Cuando Burai mencionó a Pietro, Elian se apartó sonriendo y miró al bailarín, haciéndole una seña para que se acercara al tiempo que empezaba a despojarse de la camiseta ajustada que llevaba.

- Pietro y yo nos acabamos de conocer ahí abajo, no somos pareja... Sólo dos hombres que saben lo que quieren...

Atrayendo a Pietro hacia sí, aprovechándose de su influjo de seducción, se besó sensualmente con él, paseando las manos por su esculpido pecho antes de volver a mirar a Burai con un brillo particularmente intenso en sus antinaturales orbes azules.

- ¿Y tú, Burai? ¿Sabes lo que quieres?

Separándose de su compañero, le acompañó llevándole de la mano hasta el sofá donde se encontraba el oriental, mientras él tomaba asiento en otro lugar cercano, limitándose, por el momento, a observar...

- Mmmm… Me parece que te infravaloras. No creo que seas simplemente un bravucón. Pero si no estás cómodo con el modelaje también podría contratarte como guardaespaldas ocasional. No me vendría mal algo de protección para mis visitas a Nueva York. Y eso estoy convencido de que lo harías estupendamente -añadió, recorriendo con las manos los músculos de su poderoso torso mientras el oriental le acariciaba la cara, comenzando así un juego que la creación de Morfeo había jugado infinidad de ocasiones. Cuando el dedo de Burai descendió por su rostro, lo atrapó con los labios al llegar a su boca, succionándolo de manera sugerente antes de que el mutante le besara de nuevo.

El fornido guerrero estaba deseoso de conocer a su compañero de baile, así que les reunió, pero, aunque su intención inicial había sido la de sentarse a observar cómo ellos congeniaban debido al peligro que entrañaba la culminación sexual con su persona, Burai tenía una idea diferente, y pareció habérsele anticipado en la idea, aunque con motivos diferentes.

En el trabajo, como jefe y C.E.O. de una empresa, Elian estaba acostumbrado a llevar un rol dominante, pero allí, en el terreno sexual, había sido diseñado y creado para complacer, y aunque en muchos casos sus parejas sexuales se mostraban estimuladas cuando él tomaba una actitud más dominante y activa, Elian podía adaptarse con facilidad a cualquier rol.

No era un bailarín. Ni siquiera era un verdadero empresario. Pero era todas las cosas a la vez. Se trataba de un auténtico sueño, nacido del trabajo conjunto de dos criaturas inmortales que por lo general no se soportaban pero que habían sido capaces de dejar a un lado sus diferencias por una vez para crear algo único y especial. Hijo de los Eternos Sueño y Deseo, Elian nunca se había formado como bailarín, y, sin embargo, no había paso de danza que no fuera capaz de ejecutar, pues era ésta una de las piezas esenciales en el elaborado cortejo de la seducción, y su perfección nacía del intrincado entramado de los sueños.

Elian se acercó a Pietro, que estaba sentado en el sofá, deslizó las manos por encima de su propio cuerpo, recorriéndolo de manera sugerente ante la atenta mirada del bailarín profesional, que trató de extender las manos para atraerlo, pero el oniro le empujó suavemente hacia atrás para darle a entender que, por el momento, él estaba al mando. Apoyándose en la cabeza del húngaro, se sentó a horcajadas sobre él y acercó su rostro a su pecho desnudo mientras se contoneaba lentamente. Después se incorporó y se dio la vuelta, bailando para Burai mientras permitía, ésta vez sí, que Pietro recorriese los contornos de su cuerpo desde atrás. El húngaro le acarició la espalda mientras bailaba, iniciando un camino descendente que terminó en sus pantalones, que comenzó a bajarle sin que el griego interrumpiese en ningún momento su danza. Incorporándose, Pietro le abrazó desde atrás, siguiendo el trazado de sus abdominales, bajando por encima de su ropa interior para colocarse de nuevo en sus caderas y, de ahí, descender por sus piernas.

Elian se volvió de nuevo hacia él y Pietro le pasó el brazo por el cuello, uniendo sus cuerpos para bailar juntos mientras se exploraban mutuamente. Cuando las manos de Elian llegaron a la cintura del europeo, le dio la vuelta para quedar él frente al sofá y se recostó en él, diciéndole a Pietro todo cuanto necesitaba saber con la mirada y una media sonrisa. El húngaro lo captó a la primera y comenzó a bailar sugerentemente ante él en un remedo de lo que Elian acababa de hacer, bajando las manos por sus costados y avanzando hasta sentarse a horcajadas sobre el empresario. Una vez en ésta posición, continuó bailando con los brazos en alto, recorriendo su pecho de manera sugerente con sus propias manos hasta que Elian lo tomó por la cintura y comenzó a repartir suaves besos por su vientre. Bajando las manos hasta tenerlo bien asegurado se puso en pie, llevándolo en brazos hasta tenerlo inmovilizado contra la pared. Envolviéndole la cintura con las piernas, el húngaro le rodeó el cuello con los brazos y comenzaron a besarse apasionadamente ante la atenta mirada de Burai.

Entre los tres habían conformado una deliciosa y exótica mezcla. Entre el griego y el japonés habían aprisionado al húngaro, que se encontraba atrapado con la espalda apoyada contra el pecho de Burai y las piernas en torno a la cintura de Elian. Cuando el asiático comenzó a lamer la mejilla de Pietro, Elian sujetó la barbilla de Burai y le atrajo hacia sí para besarle apasionadamente antes de comenzar, a su vez, a repartir besos por el torso desnudo del hombre que tenía ante sí. Empujó entonces, con suavidad pero con la suficiente firmeza como para obligar al japonés a retroceder hasta que sus corvas chocaron contra el sofá de la zona VIP, obligándole a sentarse en él. Entonces, Elian posicionó al hombre al que sostenía encima de Burai, dejándolo a horcajadas sobre su regazo, y él, a su vez, descendió hasta arrodillarse ante Pietro. Mirándole fijamente, le privó de la última prenda de ropa que le quedaba, permitiendo que su piel desnuda entrara en contacto directo con la de Burai.

- Oh, yo puedo mostrarte muchas cosas -dijo con una media sonrisa picante desviando la mirada hacia Burai-. ¿Qué te parece si empezamos a prepararlo? Yo por delante... -mientras hablaba, su mano aferró con fuerza lo que hasta ahora había permanecido oculto, comenzando a estimularlo- y tú por detrás...

Y, sin apartar la mirada de Burai, como retándole, recorrió lentamente con la lengua el miembro que se alzaba ante sí, sonriendo al escuchar el gemido de Pietro, que se retorció indefenso entre los brazos del oriental, incapaz de escapar al placer que se le estaba proporcionando, un placer que, debido a su naturaleza, Elian era capaz de incrementar a niveles jamás antes experimentados.

Desde su posición, detrás de Pietro, a Burai le resultaba imposible distinguir a Elian, que se encontraba de rodillas delante del húngaro, aparentemente muy concentrado en lo que fuera que estaba haciendo, y que estaba provocando que el joven bailarín se retorciera de placer. Las sensaciones eran tan intensas que no tardó en alcanzar el pináculo de su deleite. Burai estaba tan abrumado por sus propias sensaciones, por el alcohol que le embriagaba, la baja luminosidad, la mezcla de olores exóticos y la sutil neblina de colores que inundaba la estancia que no fue capaz de discernir si el repentino resplandor dorado que pareció irradiar del cuerpo de Pietro era real o fruto de sus propios sentidos alterados. En ese momento las manos de Elian empezaron a subir por sus muslos y, de repente, salido de no sabía dónde notó los labios del griego recorriendo su garganta desde atrás. ¿Era imaginación suya o estaban excesivamente calientes? Y Pietro... ¿Pietro estaba inconsciente? Apenas pudo registrar nada más porque su propio placer estalló en aquél instante, embargándole de la manera más intensa que había experimentado jamás, haciendo que se hundiera en el sueño como si cayera sobre un lecho de vaporosas plumas.

En el mundo de la vigilia, el íncubo sostuvo el masivo cuerpo antes de que se desplomara contra el suelo, dejándolo recostado sobre el sofá al lado del húngaro, que también estaba profundamente dormido. Sabiendo que sus víctimas aún tardarían bastante en despertar, Elian se lavó por encima con agua de una palangana y se vistió de nuevo tranquilamente, con parsimonia, poniendo todo el cuidado en quedar tan impecable como al principio. Después, se acercó de nuevo al sofá depositando un suave beso sobre la frente de Burai.

- Muchas gracias, mi "niño de oro". Nunca cazar había resultado tan fácil.

Y era cierto. Por lo general tenía que molestarse en recrear sueños increíblemente placenteros para que sus víctimas no notaran cómo les drenaba la energía vital, pero gracias a que Burai ya se estaba ocupando de complacer a Pietro de manera insuperable, él había podido ahorrarse aquella parte del trabajo, pudiendo limitarse simplemente a comer.

- Y por ello... mi agradecimiento... Dulces sueños...

Pasó la mano sobre la frente del oriental, con una caricia leve y efímera como el viento, suscitando con su toque la ilusión de que la noche de pasión y sexo desenfrenado continuaba entre los tres hombres. El placentero sueño se prolongaría durante lo que quedara de noche, y, al despertar, tanto Pietro como él guardarían el recuerdo de una noche magnífica y apasionada que habría terminado tan sólo al caer rendidos de agotamiento. Al despertar, Elian ya no estaría con ellos, pero jamás sospecharían que se había marchado varias horas antes. Pietro se sentiría exhausto pero satisfecho y eufórico, y Burai se encontraría mejor que nunca.

Una noche para recordar.