Sweet temptation (Elian Iquelo) [7/09/2018]

Para muchas personas el trabajo era ese trámite infernal por el que había que pasar durante un número de horas al día para poder empezar a vivir en cuanto llegaba la hora de salida. Para Sasha no era el caso. Su trabajo le encantaba, no sólo era vocacional, sino que había conseguido crear su propia empresa, mantenerse con ella y poder estar relativamente tranquila económicamente para llevar su vida. Ahora no sólo eso, sino que era también la herramienta perfecta para mantener la cabeza distraída de todo lo que le había sucedido a inicios de verano. El descubrimiento de su origen y de su hermana perdida le había traído muchos quebraderos de cabeza de los que quería distraerse. Y por su comportamiento obsesivo respecto a sus orígenes, si no trabajaba, estudiaba la mitología e historia nórdicas.

Así que aquel encargo fue la excusa perfecta.
No sólo era un encargo, trabajo y de catering (que eran los más rentables) es que encima debía viajar. ¡A Chicago ni más ni menos! No lo conocía y cualquier excusa era buena, mucho más si iba a gastos pagados e iba a cobrar por ello. Volvería el domingo pero no dudaba en aprovechar cada instante allí. Terminaria el Catering el viernes y podría disfrutar el sábado de las vistas del Skydeck de la Willis Tower, el museo de arte contemporáneo, Millenium Park… Elsa no pudo ir con ella, pero si fueron Jake y el resto de equipo de empresa de trabajo temporal a quien contrató para cubrir el servicio. Por lo que se había informado Dreamcatcher Company era una empresa de alta gama relacionada con el marketing, la publicidad y la imagen de distintos famosos y marcas. ¿Cómo había llegado a sus oídos Central Tart? Seguramente por las redes y porque era más barata que muchas empresas de catering dulce. A decir verdad, tampoco iba a cuestionar su suerte, sólo iba a agradecerla y dar el callo para hacer un buen trabajo.

Les abrieron la sala a las 7 de la mañana para que a las 12 estuviese todo listo. Llegaron puntuales y les permitieron meter la furgoneta casi hasta la puerta para montar y vestir las mesas lo antes posible. Primero los manteles y servilletas a juego colocadas de modo que estuviesen disponibles pero estéticas, formando espirales con los picos hacia fuera. Luego los estandartes para las pequeñas piezas de pastelería que había preparado. Un par de tornillos aquí, cola blanca por allá y empezaba la magia.

Una hora antes del comienzo del evento ya estaba todo listo, así que tuvieron ese margen para almorzar algo con el equipo y preparar los uniformes  . Sasha era la única que iba diferente, con el mismo uniforme pero el negro y el granate invertidos en su traje. Una coleta alta bien peinada, un maquillaje sutil, manos limpias y ya estaba todo listo. El evento dio comienzo y la gente empezó a entrar. Por lo visto era la presentación de un libro de un chico de edad no muy lejana a la de Sasha, hablaba de que estaba redefiniendo el nuevo concepto de poesía.

Media hora que se hizo eterna más tarde, la presentación formal terminó y empezaron los ruegos, preguntas, firmas, fotos… y una gran cantidad de gente se arremolinó en torno a las mesas. Sasha se alimentaba de las caras de sorpresa y placer que se formaban con las mejillas llenas. Había preparado una mesa de vasos fríos y una de distintos bocados dulces para complacer al mayor número de paladares posibles. Habia bombas de chocolate, bocados de yogur y limón… Cubría todas las edades y muchos gustos, o eso había intentado.

Pero por un instante el tiempo se detuvo y observó a un hombre acercarse desde la esquina de los ascensores. Hundió los dedos en su pelo castaño perfecto para luego aflojarse ligeramente el nudo de la corbata mientras caminaba con seguridad hacia su mesa.
Desvió la cara para disimular, pero no la mirada.
La barba perfectamente arreglada, un cuerpo perfecto, una voz suave y ronca y unos ojos azules que apuñalaban a cualquiera.

Respiró hondo y esta vez si, desvió la mirada. Tragó saliva y buscó su botella de agua bajo la mesa para dar un trago. Recuperó la compostura y esperó con firmeza para rellenar una de las bandejas de los camareros contratados que paseaban algunos bocados a los rincones más lejanos de las mesas. Había, aparte, una mesa solo con agua. El dulce seca la boca.

Dio otro par de tragos y agradeció ver venir una bandeja vacía. Empezó a montarla rápidamente y la devolvió llena de nuevo, justo al tiempo de escuchar cómo unos zapatos elegantes se detenían frente a ella.

Cuando el hombre salió de los ascensores, fue como si todos los presentes en la sala contuvieran el aliento de manera generalizada. La sensación fue como si durante todo aquél tiempo les hubiera estado faltando algo y no hubieran sido conscientes de ello hasta aquél mismo instante, sólo que ahora les resultaba algo tan básico como el agua o el aire, y no podían entender cómo no se habían dado cuenta antes. Absolutamente todas las mujeres que había en la habitación, junto con una buena cantidad de los hombres, desviaron la mirada hacia el elegante empresario que caminaba admirando las mesas de viandas como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor. Se desplazaba despacio, como si no tuviera ninguna prisa, incluso deteniéndose para sustraer un cono de galleta de uno de los vasos de tiramisú y llevárselo a la boca por la punta echando la cabeza ligeramente hacia atrás de una manera tan sugerente que parecía imposible que no fuera a propósito, aunque lo cierto era que nada en su actitud parecía indicarlo. Más bien pareciera que la sensualidad formaba parte de su naturaleza de una manera tan intrínseca como el resplandeciente azul de sus ojos. En cualquier caso, a Sasha le pareció escuchar el sonido que hacía una bandeja al caer al suelo y sintió que no sería justo reprochar nada al causante.

El hombre terminó de saborear el dulce, que hacía juego con el color de sus labios, y reanudó su camino mientras se limpiaba con una servilleta de papel que había recogido de la mesa. La mutante había desviado la mirada, así que no pudo ver cómo el hombre se detenía junto a ella, pero sí que pudo escuchar una profunda y melodiosa voz recitando a su lado: Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse. Al sonido de la voz, la mujer miró en su dirección únicamente para toparse de lleno con aquellos ojos azules que parecían reflejar la agradable sonrisa que mostraban sus labios.

- Es de un poema de Gabriel Celaya, un autor español -le explicó, y pasó a traducirle el verso en caso de que no hablara el idioma-. Habla acerca de ser honesto y mancharte en todo lo que haces... -extendió el lado limpio de la servilleta que llevaba en la mano para recoger un poco de merengue que le había salpicado la chaqueta, y del que la mutante no había sido consciente hasta ahora-. Me resulta curioso... A juzgar por la diferencia de color en tu uniforme deduzco que eres la Jefa de Sala... He organizado bastantes cáterings como para saber que no es habitual ver al Jefe de Sala trabajando al nivel de los demás camareros. Eso me intriga -ladeó la cabeza para mirarla como si realmente fuera un felino curioso, aunque sin perder en ningún momento la sonrisa-. ¿Eres tú la responsable de éstas obras de arte? En Internet se dicen tantas maravillas de Central Tart, que estaba deseando contrataros para comprobar si de verdad sois tan buenos como todo el mundo decía... Y debo decir que, de momento, mis expectativas se están viendo superadas con creces... Casi siento que eres tú la que debería estar siendo entrevistada ahora mismo. Si te paras a pensarlo, es bastante injusto que los profesionales de la hostelería estén siempre en un segundo plano en ésta clase de eventos, ya que, para empezar, dichos eventos no podrían existir sin ellos...

En ése momento pareció recordar algo y extendió la mano hacia ella con una apologética mirada.

- Y hablando de eso... menudo fallo por mi parte... Elian Iquelo, el responsable de ésta presentación. ¿Con quién tengo el innegable gusto de hablar?

Por la presencia de aquel hombre la mutante tuvo la sensación de que nada había estado en su sitio hasta ese instante. Desde que se abrieron las puertas del ascensor había una sensación lógica de bienestar que le extrañó no haber echado en falta. La sala se había llenado por completo con su entrada, todo estaba donde debía. Todo en su lenguaje corporal inspiraba seguridad y certeza. Sus pasos firmes, la postura erguida de forma natural, cómo se deslizaban las manos por todo lo que tocaba como si el simple hecho de usar una servilleta fuese un elegante y pensado juego digital. Era suyo, todo era suyo y nadie estaba dispuesto a decir lo contrario.  

Escuchó el poema y notó cómo se le secaba la boca de nuevo, a pesar de que acababa de beber. Dejó de montar la bandeja al instante y levantó la vista para notar esos punzantes ojos azules atravesarle el alma. El poco aire que había cogido lo soltó con un jadeo casi inaudible. La mutante tardó en reaccionar, mezcla del aturdimiento y de no haber comprendido el poema. ¿Siempre sonaba tan bonito el castellano?

Carraspeó y finalmente abrió la boca - No lo conocía… - ¿Esa mancha en su chaqueta había estado ahí todo el rato? ¿Él lo habría notado? - No le falta razón, soy la jefa de sala, dueña y responsable de Central Tart - contestó cordial mientras se recomponía. Parecía tener genuino interés en ella y para su suerte, aún podía abrazarse a la profesionalidad para no perder la compostura. Empezó a agasajarla. ¿Qué acababa de ocurrir para que un hombre de éxito se detuviese en admirar su trabajo?. El pulso se le aceleró y sonrió con toda la amabilidad que pudo. Cuando reconoció que había sido él quien la había contratado y ya después de escuchar su nombre, todo hizo click en su cabeza. Se trataba del mismo CEO de la compañía.

Notó una oleada de presión en el pecho que se disipó ligeramente cuando escuchó que lo llamaba obras de arte, que había cumplido con creces, que admiraba su trabajo…
Se sentía completamente realizada. Si fuese un perro estaría moviendo el rabo sin parar. El rostro se le iluminó y de nuevo abrazándose a la profesionalidad sonrió con una mano en el pecho - Le agradezco sus palabras, me alegra muchísimo que le guste. - Las noches sin dormir habían merecido totalmente la pena - Es un honor poder estar aquí. No todos los días una pequeña empresa tiene la oportunidad de colaborar con un gran imperio como el que ha formado usted. Nos ha dado mucha visibilidad - y también habían pagado muy bien. La conversación había empezado amable pero aún no se había dado cuenta, hasta que lo señaló él, de que no se habían presentado.

Se sacudió la mano en el mandil a pesar de tenerlas limpias, como un gesto automático y estrechó la de él. Era extremadamente suave y firme. - Gracias por todo señor Iquelo, espero haberlo pronunciado correctamente... Mi nombre es Sasha Triger- dijo con una leve reverencia desde el cuello. Al agachar la mirada se detuvo un instante donde había descansado la mancha de merengue, sobre el pecho. Él la había retirado pero le quedó un pequeño y leve surco más oscuro. -¿Me permite un momento? - Preguntó mientras la mirada verde se dirigía a su propia camisa, tratando de buscar el modo de arreglar el uniforme. Una vez le dio el visto bueno agarró de la mesa una de las servilletas de tela aún sin utilizar y volcó parte de una botella de agua en ella, haciendo tapón con los dedos. Si pudiese usar sus poderes lo habría resuelto más fácil... El merengue tiene textura grasa y es bastante dulce, debe quitarse pronto y sin frotar o este bonito uniforme de alquiler terminará en la basura…- bromeó. Mantuvo la presión de los dedos bajo la servilleta unos segundos y luego retiró el paño, calentando un poco la tela para que se secase rápido y se borrase el surco. - ¡Listo! - dijo sonriendo, doblando la servilleta entre los dedos para dejarla en uno de los bolsillos del mandil. -¿Por dónde íbamos? - La mancha había servido de distracción unos instantes, ahora volvía al duelo de miradas con su poderoso jefe. - ¿Hay algo que pueda hacer que mejore su experiencia con nosotros señor Iquelo? ¿Alguna sugerencia o queja suya o de su equipo?- escuchó con las manos entrelazadas al frente, algo tens, rezando a todos los dioses que conocía porque estuviese todo perfecto.

Elian se apoyó en actitud casual sobre la mesa, sonriendo ante sus palabras de agradecimiento y adoptando un tono confidente al continuar:

- Iba caminando un día por el barrio de Bridgeport y un delicioso olor exótico y desconocido me hizo entrar a una especie de horrenda nave industrial a la que jamás habría llegado a entrar de otro modo. Resultó que dentro servían la más sorprendente combinación de cocina polaca y coreana, y la más deliciosa también. De haber sabido que la calidad era tan alta, habría ido allí mucho antes, pero el lugar no se habían molestado por darse a conocer. A lo que voy es... a que necesitáis incrementar vuestra visibilidad para ganar más clientes, y estaría encantado de ayudaros a conseguirlo porque a menudo las ciudades están repletas de pequeñas joyas desconocidas como el Central Tart, y debería ser un reconocimiento social ayudar a la gente a descubrirlas.

Cuando le ofreció la mano, se incorporó nuevamente para estrecharla con suavidad.

- Lo has pronunciado perfectamente, pero por favor, no me llames de usted. Lo vuelve todo demasiado formal -comentó con una amplia sonrisa, mirándola con curiosidad cuando se presentó-. Sasha... Qué curioso... Es un nombre de origen griego. Significa "guerrero, defensor de la humanidad". No sé por qué tengo la sensación de que encaja contigo...

>> Por favor -respondió ante su pregunta, observándola con intensidad mientras terminaba de limpiar los restos del merengue en su chaqueta.

Para Elian, la atracción funcionaba de manera diferente a como lo hacía con los humanos. Lo que a él le atraían eran las personas con una elevada creatividad, sin que mediara nada físico en el proceso, pero como entidad especializada en los deseos, sabía bien cuáles eran los factores que activaban tales anhelos en las personas, y cómo los manifestaban. Sabía, por ejemplo, que alguien que sentía una atracción física hacia otra persona y no deseaba ocultarlo, le dirigiría aquella clase de miradas, más oscuras e intensas, con la finalidad de excitar ese lado salvaje y primario que anida en el interior de casi todos los mamíferos. Confiaba en poder atrapar a Sasha en la seductora red que conformaban su mirada y su sonrisa, ambas herramientas que había podido perfeccionar a lo largo de las décadas.

- Así que, además de ser una persona humilde, sencilla y con los pies en la tierra, eres competente y hábil -la elogió-. Realmente sabes hacer tu trabajo, no me extraña que os esté yendo tan bien.

Ante la última pregunta de la muchacha, sonrió una vez más.

- Bueno... se me ocurre algo que podría mejorar ostensiblemente la experiencia... -dijo, ofreciéndole la mano para invitarla a salir de detrás del mostrador-. ¿Por qué no me haces un recorrido por las distintas mesas y me muestras todo? ¿Crees que podrías permitirte unos minutos fuera de tu puesto?

Acababa de ofrecerle sus servicios. Lo cierto es que la parte que peor llevaba del negocio era la publicidad. Era el campo que le resultaba más desagradable y tedioso. Ya había pagado por la imagen de la empresa y el logotipo, así como panfletos para repartir y las lonas, roll-ups y carteles para las ferias. Pero había ciertas dos cosas. La primera, le faltaba publicidad eficaz. La segunda, nunca había tenido en mente que alguien contratase sus servicios para un evento de esa categoría y no estaba preparada para corresponder con esa imagen a nivel empresarial. - Mucho me temo que no puedo permitirme un servicio tan profesional y exquisito como el de su empresa… Pero le agradezco mucho la oferta - Hizo una reverencia breve desde el cuello como señal de gratitud.

Cuando le estrechó la mano no pudo evitar fijarse en lo cálido y suave que resultó su contacto. Sintió un latido especialmente fuerte en su pecho. ¿Por qué se sentía culpable si no estaba haciendo nada malo?

Tragó saliva. Por algún motivo su nombre sonaba mejor cuando lo decía él.

Luego asintió cuando el griego decidió romper la formalidad y la distancia del usted. Se sentía vigilada, si es que eso tenía sentido. Y no sólo porque el responsable de su contratación estuviese delante de ella. Notaba que él no apartaba la mirada de ella, a pesar de que todos los presentes deseaban hablar con él. Él mantenía sus ojos fijos con intensidad sobre ella aun cuando no estaban hablando directamente. Se sentía desnuda cuando él la miraba así.

Recibió la oleada de elogios con ilusión y expectativa. Sonrió de forma genuina, casi como una adolescente - Creo que son los ojos del que mira, sólo hago mi trabajo - contestó con humildad, dándole la razón. Acto seguido se encogió de hombros manteniendo la sonrisa. Ese tipo le alteraba. Le alteraba mucho. Si hubiese estado soltera su actitud sería completamente diferente. Hubiese aprovechado el tiempo y la atención de aquel hombre tan ocupado. Sus facciones eran perfectas, su actitud super detallista y pulcra, tenía una seguridad desbordante y simplemente poder verlo era un regalo para los ojos.

La proposición subió sus pulsaciones. Aprovechó la pregunta para desviar la mirada de aquellos intensos ojos azules y echar un vistazo a la sala. Todo parecía bajo control, había un par de trabajadores temporales que ya estaban de punto de apoyo, esperando ser necesitados. - Creo… Sí, creo que puedo dar ese paseo contigo. Dame un minuto - levantó la mano e hizo un gesto con los dedos para llamar a una de las trabajadoras. - ¡Eliette!- Se apoyó con la voz sin llegar a gritar. Ella acudió rápida con un trote ligero - El señor Iquelo quiere que le acompañe, por favor si hay cualquier problema avísame, si no estoy a la vista quiero que me llames, ¿vale? - La trabajadora asintió y antes de que se marchasen dio un toque a la jefa en el brazo - ¿Puedes… encargarte de algo antes de irte? Hemos tenido un contratiempo - Sasha alzó las cejas con gesto de sorpresa y sincero interés - Claro, ¿qué ha pasado? - La última oleada de los bocados de Oreo se ha aplastado con las cajas que había encima. Están hundidos, hemos recuperado algunos pero por la presentación no podemos servirlos. - Ok… - La mutante miró pensativa a las mesas, repasando el material que habían llevado. Luego se pinzó la nariz con los ojos cerrados dándole vueltas a las opciones. Gesticulaba mientras le explicaba - Vale, pasad por la batidora todo lo que haya sobrado, que la galleta se mezcle bien con la crema, haced una buttercream con la mezcla. Antes de servirlo cogéis las pinzas de helado y las usáis como molde, servid las bolas según salgan y espolvoread colorante plateado tamizado y una hoja de menta. ¿Es posible? Si sobran arándanos podéis triturarlos también y servir una gota en la parte superior para que sujete la hoja de menta y el cítrico haga contraste con el dulce - La empleada asentía con la cabeza mientras escuchaba - Creo que sí, tenemos menta y arándanos de sobra… - Perfecto entonces, ante cualquier problema me llamas, ¿Vale? - La trabajadora levantó el pulgar como gesto de afirmación y fue al trote para arreglar el desastre. El hombre pudo notar cómo se encontraba cómoda dirigiendo y dando órdenes, pero a su vez trataba de ser amable con quien dedicaba el trabajo y el tiempo a su lado. Era una mezcla exacta entre firmeza y preocupación.

Sasha agradeció moviendo los labios en lenguaje mudo antes de que ella se girase y volvió con Elian. - Perdona, ya estoy contigo- No se había marchado, pero había desatendido la conversación con él.

Dejó que él empezase a andar primero para seguirle y poco a poco fue explicándole con detalle los ingredientes y en qué consistía cada postre según pasaban por delante -... Y aquellos vasitos se realizan a distinta temperatura. Conservamos el interior caliente y cubrimos el exterior ultracongelado para que, a temperatura ambiente, los sabores se mezclen en su interior… Ya te mandé el menú y no quiero repetirme, a veces siento que podría pasarme horas hablando de mi trabajo.. ¿No estoy siendo demasiado intensa?- Preguntó honesta y desenfadada sosteniéndose las manos sobre el pecho. No sólo le preocupaba estar aburriéndole sino también estar siendo demasiado informal.

Sabía que le atraía, llevaba demasiado tiempo dedicándose a aquello como para no ser capaz de notar las pequeñas y sutiles señales que denotaban la atracción. Después de todo, había sido creado para ese fin, así que sabía cuándo estaba haciendo bien su trabajo. Sin embargo, por alguna razón, la chica no terminaba de soltarse. Parecía estar haciendo grandes esfuerzos para autocontenerse, y eso podía ser debido a muchas cosas: malas experiencias en el pasado, una mala ruptura, una relación activa en el presente, o cualquier otro motivo subjetivo, de conciencia o religión. Aquello no significaba necesariamente que no tuviera ninguna oportunidad; simplemente tendría que trabajárselo más. Lo bueno de ser un Oniro era que no necesitaba que la experiencia fuera sexual. Mientras el sueño fuese placentero, podría ir sobre cualquier cosa con la que la morena se sintiera cómoda. El único problema de eso era que implicaba un mayor esfuerzo. El sexo era la salida fácil, algo que a casi todos les gustaba, pero uno no podía conocer los mayores sueños y anhelos de alguien si no existía una gran confianza previa.

El íncubo estaba hambriento, pero si no podía alimentarse de ella aquella noche, siempre podría encontrar alternativas más... sencillas para satisfacer su apetito inmediato.

- Por favor, no son necesarios tales formalismos -le dijo, haciendo un gesto con la mano para restarle importancia al ofrecimiento cuando ella le hizo la inclinación-. Sé que no nos conocemos de mucho, y que soy técnicamente tu jefe, pero preferiría pensar en nuestra relación como algo más informal. Me gusta fomentar un trato cercano entre mis trabajadores.

Se inclinó sobre el mostrador, ofreciéndole una sonrisa que parecía resplandecer a juego con su mirada.

- Y por el dinero no te preocupes; sé reconocer cuándo algo es bueno y merece la pena la inversión. Créeme si te digo que te haría una buena oferta...

Aguardó con caballerosidad a que terminara de hablar con Eliette, pero en el transcurso de la conversación, algo maravilloso sucedió; Cuando la trabajadora informó del contratiempo a Sasha, lo que cualquiera habría podido ver habría sido a una mujer talentosa y resolutiva solucionando un problema de la manera más óptima y profesional.

Lo que el íncubo vio, fue algo a otro nivel.

Con sus ojos de oniro pudo ver la explosión de colores que repentinamente irradiaba de su aura a medida que el plan iba tomando forma en su mente, como una cascada tornasolada que bañaba todos sus rasgos haciéndola resplandecer con el fulgor de una estrella y opacando a todos los demás presentes en aquél salón.

De repente para Elian no existía nadie más. Una pulsión de deseo hambriento se encendió dentro de él y lo único que ansiaba más que nada en aquél momento era besarla para poder saborear en sus labios la ambrosía de su exhuberante creatividad.

Elian estaba acostumbrado a tratar con artistas y personas altamente creativas, pero era raro ver semejantes explosiones repentinas en un intervalo tan corto de tiempo. Por lo general, los artistas solían tener inspiraciones, retazos de ideas, pinceladas de color que poco a poco iban completando el cuadro, pero casi siempre era algo gradual. La capacidad de improvisación de aquella criatura era inigualable.

Supuso que algo de aquella genuina atracción se le debía de haber notado en la cara, pero ella tuvo la consideración de no hacérselo notar cuando finalmente se volvió de nuevo hacia él.

Caminó a su lado, atendiéndola mientras le iba explicando, dejándola hablar sin interrumpirla hasta que le hizo la pregunta.

- ¡No! No, para nada, al contrario -respondió con una sonrisa sincera-. Si te digo la verdad... Tengo un poco de fetiche con los dulces, ¿sabes? Me da verguenza admitirlo porque, ya sabes, hay que mantener el tipo y tal, así que por lo general me refreno bastante, pero ha sido oírte hablar así y... Bueno, no sé -simuló ponerse rojo haciendo uso de su máscara de glamour-. ¿Sonaría raro si te dijera que me he excitado un poco? -inquirió en tono de broma-. Ahora mismo mataría por probar algo que hayas hecho con tus manos...

Además de su grandiosa capacidad creativa, Sasha le había demostrado otra cosa con su golosa ocurrencia, y era su innegable pasión por la comida. Si no conseguía conectar con ella de manera física, quizá podría hacerlo por ése otro camino.  

Después de todo, hay quien asegura que la comida y el sexo son dos placeres estrechamente vinculados...

El señor Iquelo insistió en romper las formalidades. Se estaba esmerando mucho en crear un ambiente cálido y cómodo para la mutante. Y ella lo agradecía, pero en el fondo su personalidad profesional y la relación con Planaria hacían eco en el fondo de su cabeza constantemente. Bueno… no tan constantemente. Ese hombre conseguía distraerla. Ese hombre no, su jefe.

Agitó la cabeza para despejar algunos pensamientos comprometidos. ¿Desde cuándo le interesaban los superiores?

Cuando terminó de resolver el problema y volvió con él Sasha notó algo diferente en el rostro del griego. El ceño estaba levemente fruncido, mostrando interés, su boca se había quedado ligeramente abierta y cuando volvió a hablarle pareció volver en sí mismo.

Ella se ruborizó.

¿Qué acababa de ocurrir? Estaba mirándola muy fijamente y aunque no quería dar pie a los pensamientos intrusivos que tanto le estaba costando aparcar, esa mirada clavada sólo sobre ella de entre todos los presentes le erizó la piel. Carraspeó y tragó saliva, no quería centrar la atención en esa tensión. Y fue ahí justo cuando empezó la verborrea explicativa sobre sus dulces.

Era casi una excusa. Se concentró en recordar los grados a los que las recetas debían ser cocinadas, en los ingredientes, en enumerar mentalmente cada maldito paso de las elaboraciones. Recreó en su cabeza la cocina de Central tart, manchada y con la gente manos a la obra. -Tengo un poco de fetiche con los dulces - Tragó saliva. Alzó las cejas con sorpresa y contuvo una sonrisa que acabó quedándose en media. Por dentro sus pulsaciones y su cerebro empezaron una carrera acelerada. Ella se sonrojó más. - ha sido oírte hablar así y... Bueno, no sé- Repasó también la lista de tareas que le tocaba hacer a la vuelta. Cuánto debía pagar a sus trabajadores... - ¿Sonaría raro si te dijera que me he excitado un poco?- Pensó también en qué le faltaba para preparar la lista de la compra…- mataría por probar algo que hayas hecho con tus manos…- Se le secó la garganta de golpe y se le escapó lo que le quedaba de aire en los pulmones.

“Joder…¿De dónde ha salido este tío?” Una voz lo repetía en bucle en su pensamiento. Sus ojos eran suficiente para engancharte, pero toda su actitud, su elegancia, esa seguridad que transmitía… Resultaba fácil creer que el mundo era suyo.

Intentó calmarse y parecer profesional, respiró hondo y rió ante las ocurrencias del CEO para luego recomponerse - Bueno, el cacao es un afrodisiaco, hace que liberemos endorfinas…- Lo dijo en un susurro mientras, sin buscarlo, caminó despacio hacia la mesa que había más vacía. - Supongo que es natural sentirse… inspirado… La comida trabaja mucho con el placer oral - Sonrió tratando de sonar desenfadada. Estiró las manos para agarrar dos de los dulces que había preparado ella misma a mano, con el uso de sus poderes. Sin máquinas, sin neveras, sin siquiera herramientas. Cogió una de chocolate blanco y una de chocolate negro. Se giró hacia él y miró a esos ojos azules que parecían estar viéndola desnuda de forma inmediata. Hizo un terrible esfuerzo por mantener la mirada. - ¿Blanco o negro?- Sujetó uno con cada mano, usando el índice y el pulgar de pinza. Enfrió un poco sus dedos para que no se derritiera en su mano.

Sí, estaba Planaria (maldito Planaria, en ese momento) pero podía jugar sin pasar ningún límite peligroso. Aunque con ese hombre todo parecía peligroso… El pensamiento de la mutante giraba en torno a un mismo pensamiento del que ya no podía deshacerse. ¿Por qué no le había hecho el encargo unos meses antes?

La mirada intensa del hombre no se desprendió de ella en ningún momento durante la breve explicación de la mutante, observándola con profundo interés.

- Bueno... Sin duda hay pocas cosas que puedan resultar más inspiradoras y gratificantes que el placer oral -replicó a su comentario.

Su expresión era tan seria y profesional, que de no haber sido por la forma en la que se oscureció su mirada, elicitando algo primario y salvaje en la mujer, habría podido pasar desapercibida la clara doble intención que se ocultaba detrás.

Para sus adentros, sonrió triunfante al percibir las ya familiares señales que indicaban que estaba consiguiendo romper sus defensas. El rubor de sus mejillas, el leve temblor en su cuerpo al enfrentar su mirada, la risa nerviosa, el tono de voz...

Sin interrumpir el electrizante contacto visual entre ambos, avanzó con decisión para tomar la mano que sostenía el bombón de chocolate negro, inclinándose para tomarlo con la boca, permitiéndose la osadía de saborearlo directamente de los dedos de la mujer mientras cerraba momentáneamente los ojos.

El glamour onírico que le cubría le dotaba de una capa de belleza sobrenatural que solía atraer a todos los que se sintieran naturalmente atraídos por su sexo, pero no podía enamorar mágicamente ni forzar a nadie que no lo deseara a mantener relaciones sexuales con él. Lo que sí podía otorgar de manera natural como íncubo era placer, un placer sin límites, y eso fue exactamente lo que Sasha experimentó en cuanto la cálida humedad de sus labios envolvió sus dedos; una oleada de placer que recorrió sus terminaciones nerviosas como un latigazo hasta el cerebro, haciéndola estremecer.

Cuando hubo terminado, el hombre se retiró, pasando a sujetar la mano que sostenía el bombón de chocolate blanco, y sus ojos, que eran como ventanas al cielo, volvieron a enfocarse en la mujer, envolviéndola en una sensación similar a la ardorosa intimidad del lecho.

- Siendo tan creativa, única y singular, estaría dispuesto a apostar a que éste es el chocolate que te define... -susurró, con una voz que irradiaba sexo al tiempo que acercaba el bombón a la boca de Sasha, con la intención de que lamiera sus propios dedos de la manera en la que lo había hecho él.

Su cuerpo, alto y de hombros anchos, ocultaba perfectamente la figura esbelta de la mujer en aquella mesa apartada y solitaria, y pensaba sacar provecho de aquella circunstancia cuanto le fuera posible...

Cada frase de aquel hombre sonaba a condón abriéndose. Era imposible que una sola persona y su presencia llenasen de química erótica cada rincón, cada situación y cada conversación. Casi parecía en él algo natural. Su mirada no permitía pensar que era algo inconsciente, pero lo que estaba claro era que no le costaba trabajo.

Tragó saliva en cuanto sus labios terminaron de pronunciar la palabra “oral” dejando la “ele” colgada de sus dientes más tiempo del necesario.  

Buscando la distracción en los postres, él volvió a mover ficha primero. Iba con blancas y jugaba en casa.

Dio un paso firme hacia ella, lo que hizo que la viese ligeramente desde arriba. Sasha respondió afilando la mirada contra las cejas, inclinando la barbilla hacia abajo. Era todo lo que podía hacer con ese hombre, responder.
Ni tan de cerca era capaz de encontrar un defecto al que aferrarse. Algo que no le gustase de su cuerpo, de su voz, de su actitud, de su trabajo… Algo que le permitiese verle mínimamente imperfecto y le sirviese para alejarse de él.
Nada.

El agarre en su propia mano hizo que se le pusiera de gallina la piel del brazo al completo, y cuando le vio abrir la boca ella hizo lo mismo, imitando su gesto pero replicándolo en el vacío aire que había entre los dos. Hasta el instante justo en el que la lengua rozó sus dedos.

Un chispazo rápido y expansivo detonó en la punta de sus dedos y empezó a invadir el resto de su cuerpo, codo, hombro, pecho y abdomen hasta abrazarse a sus ingles. De la boca de la mutante se escapó un jadeo demasiado alto, rozando el límite con el gemido. Toda la piel de su cuerpo estaba erizada y sus pupilas habían alcanzado un nuevo récord.

¿Qué cojones…?

Rápidamente le subió el rubor. ¿Acababa de… sentir… de jadear.. por…?

Carraspeó. Pero antes de poder distraerse, centrarse, hacer cualquier cosa que la sacase del peligro, él le susurró una frase que volvió a derretirla.
Cogió el control de su mano y le puso la situación en bandeja. La tenía comiendo de la mano, literalmente.

Sasha se repetía continuamente que no estaba haciendo nada malo. No estaba superando ningún límite… aún.

Abrió la boca con lentitud, marcando el contacto visual mientras notaba cómo empezaban a temblarle las piernas desde dentro. Para su suerte, por fuera no era muy notable salvo que la tocasen. ¿Por qué sentía que se estaba acostando con él si aún no habían hecho nada?

Ciñó los labios en torno a sus dedos y empujó con la lengua el bombón hasta el interior de la boca, pero antes de que el griego recuperase su mano, enganchó una de las falanges entre sus dientes y mordió con suavidad, forzando un gesto desde la nariz para que pareciese que quería clavar más los dientes.

Tras ese pequeño juego de respuesta, tragó -¿Y tú, te sientes identificado con el negro, misterioso, elegante y cotizado chicagüense? - Intentó dar un paso atrás, apoyar la palma de las manos sobre la mesa de la que había cogido los bombones y que lo que hubiese más cerca de él fuesen sus pies. Un poco de margen, distancia, espacio… Sólo para pensar.

Sentía que estaba rompiendo poco a poco sus defensas, y la manera en la que estaba consiguiendo que se sumara a su pequeño e improvisado juego de seducción era buena prueba de ello. No pudo evitar sonreír con deleite ante aquella mirada que era a la vez invitadora y desafiante. Aquella mujer irradiaba fuego por todos sus poros y una parte de él lamentó no poder llegar a disfrutar carnalmente de ella. Tenía que ser toda una experiencia, mas una que se apagaría cual llama efímera si llegaba a tocarla más allá de los sueños, y eso sería un desperdicio, sin duda... Aquél fuego merecía arder con mayor intensidad.

Aún así, notó cómo reaccionaba su piel ante su roce, y pudo notar cómo su calor interno se disparaba incluso antes de realizar con ella su magia. Podría haberle rechazado, haberse apartado... Pero no lo hizo. Y cuando le ofreció devolverle el gesto... Oh, Deseo... Sin lugar a dudas debes de haber bendecido a ésta criatura con tu toque...

Aquello había sido una provocación que desmentía el recatado gesto de apartarse que realizó después. Él la miró con curiosidad, ladeando el rostro como haría un gato intrigado. Había recibido señales contradictorias por parte de la muchacha, intentos de distanciamiento mezclados con claras señales de invitación. Dado que su glamour no hacía que la gente se enamorara de él ni influía en las personas más allá de estimulando el deseo, las claras provocaciones de la morena debían nacer de un anhelo propio. Por muy atractiva que te parezca una persona, no vas a iniciar un acercamiento a menos que así lo desees, ni vas a traicionar a tu pareja a menos que las cosas no marchen bien...

¿Era eso lo que estaba pasando? ¿Había otra persona en la vida de la morena? ¿Esa era la razón de que se mostrara receptiva a la par que renuente? Pero si era eso, el hecho de que ella misma hubiera tomado la iniciativa un par de veces e incluso siguiéndole un juego con claros componentes de flirteo debía indicar que las cosas no iban del todo bien con esa persona, y, si era así, él tenía una oportunidad para conseguir llegar a ella, pero debía ser prudente y respetar los límites que le impusiera, como ese paso atrás.

Así que se quedó en su sitio y se limitó a sonreír a la muchacha de manera enigmática:

- No lo sé, pero si lo fuera, sería éste el momento en el que desaparecería... ¿no es así?

Se sacó del bolsillo de la chaqueta una tarjeta de la Dream Catcher con su número de contacto y se lo ofreció a la mujer.

- He quedado extremadamente complacido y satisfecho con lo que he podido probar de ti... Sasha... -hizo todo lo posible porque su tono resultara todo lo sugerente como indicaba el doble sentido-. Si tú también estás intrigada por lo que yo puedo ofrecerte, llámame, por favor. Tienes todo el tiempo que quieras para pensártelo. Ha sido... un placer... -concluyó, tomando su mano para depositar un suave beso en el dorso antes de dar media vuelta y alejarse para continuar atendiendo a los invitados.

Ahora la pelota estaba en su tejado. Si realmente estaba interesada, no tardaría en recibir noticias suyas, y algo le decía que no se encontraba desacertado...