29 de Mayo de 2019, Nueva York.
El silencio.
Las llamas habían devorado todo lo que recordaba. Los muebles, las cortinas, las alfombras, los cuadros… incluso los electrodomésticos habían quedado completamente inutilizados… era una imagen desoladora. Ya no quedaba nada más de aquel piso en ruinas que pudiera rescatar.
Pegué una patada a una de las maderas del techo para abrirme paso hacia lo que quedaba de mi habitación. El ordenador se había quedado completamente carbonizado. Los posters de boybands, el corcho de pines, mis sábanas favoritas de rayas turquesas y lilas… todo había desaparecido. Todo. Todo mi trabajo, mis dibujos, los proyectos, las fotos de mi familia y amigos… tenía suerte de que algo se hubiese quedado guardado en la nube, pero me abrumaba el solo hecho de pensar en todo lo que se había perdido. En un abrir y cerrar los ojos, toda mi vida entera se había reducido a… simples cenizas.
Algo de color rojo llamó poderosamente mi atención. Una fotografía se había quedado enganchada debajo de la pata de un mueble, y sólo se había quemado por los bordes. Reconocí al instante el rostro jovial y alegre de Roy Harper. Aquella foto nos la habíamos hecho durante el cumpleaños de la pequeña Liam. Jason estaba a su lado, y yo en medio de los que habían sido mejores amigos. Los tres estábamos sonriendo… tan genuinamente felices y completamente ajenos a lo que ocurriría tiempo después…
Ahora vete de mi puta ciudad antes de que te arrepientas.
Las piernas me temblaron de pronto y me dejé caer al suelo, igual que aquella vez. Las lágrimas empezaban a agolparse bruscamente en mis ojos y ya no pude contener más el llanto. Sentí cómo me invadía de pronto aquel sentimiento de vacío y agonía que conocía tan bien.
Nadie podía ayudarme.
Elissa estaba con Drago.
Jake había desaparecido.
Roy se había ido para siempre.
Y Jason…
Arrugué la fotografía entre mis dos pulgares y una lágrima resbaló por mi mejilla hasta empapar el rostro de papel donde se distinguía todavía al moreno. El hombre que había sido mi amigo. El hombre del que podría haberme enamorado. Y ahora…
Volvía a estar… completamente sola.
XX de Abril de 2019, Chicago.
El director Iquelo se había ofrecido amablemente a acogerme en uno de sus apartamentos de Chicago mientras no tuviera otro lugar al que ir. Después de que un psicópata con una diana en la cabeza incendiara nuestro piso y tratara de calcinar a mi hermana gemela, ninguna de las dos estábamos seguras en Nueva York. Mi madre no había dejado de insistir en que volviésemos a casa, a Grecia... Pero no sabe lo que eso significaría para mi. Si vuelvo… es como si no hubiera avanzado nada. Seguiría sintiéndome atrapada. Muerta en vida.
Sé que desde que vivo en Nueva York no han parado de ocurrir más que desgracias. La noche oscura, el invierno de fuego, la invasión demoníaca… ¿pero qué habría pasado con los habitantes de esta ciudad si Chroma no hubiese estado ahí para luchar?
Mis ganas de seguir ayudando a los demás eran lo único que me mantenían cuerda. Había nacido con un don, y no podía quedarme de brazos cruzados. Aunque ya no sería jamás una heroína, había conseguido hacer las paces conmigo misma. Al menos un poco. Ya no era la positiva e idealista Chroma, pero podía seguir siendo simplemente Elysia Stavridis.
Aquella noche volví a tener una pesadilla y me desperté agotada. Cada vez eran más recurrentes y no sabía cómo frenarlas. Quizás Elissa habría podido ayudarme con eso, pero tampoco quería molestarla. Sé que está demasiado ocupada con todo lo que ha pasado con Drago. Todo el mundo tenía otras prioridades ahora mismo, y yo...
Simplemente, veces…
Me gustaría poder hablar con alguien.