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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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Puede que esta vez lo hagamos mejor... (Gwen Stacy) [25/04/2019]
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Steve Rogers Marvel Universe
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Tema: Puede que esta vez lo hagamos mejor... (Gwen Stacy) [25/04/2019] 14th Septiembre 2022, 06:28
PUEDE QUE ESTA VEZ LO HAGAMOS MEJOR
Cementerio Green-Wood. Brooklyn, Nueva York
Ronald Madrox era una de esas personas capaces de animar una habitación con tan sólo asomar la cabeza por el umbral. El típico individuo que podía alegrarte incluso en el funeral de tu madre. Cosa que, de hecho, había conseguido durante el sepelio de la madre de Steve. Todos los muchachos lo adoraban. Jamás se escuchó, al menos en voz alta, de alguien que tuviese una mala palabra sobre él. Y, para su aspecto, tenía un éxito más que considerable con las damas. Alto, delgado, de andar un tanto desgarbado, y siempre con su ondulado pelo azabache bien encerado, bien pegadito al cráneo. Un mendigo con porte de príncipe. Todos los chicos decían que era igualito al bueno de Jimmy Stewart y no les faltaba razón. De hecho, tras entrar en la aviación uno de los mandos llegó a confundirlo con él en una ocasión. Según supo Steve más tarde, todas las risas que se ahorraron en el instante de la confusión se derrocharon sin miedo aquella noche en la cantina del cuartel y, además, acompañados del mismo Stewart. Al fin y al cabo ¿Qué probabilidades había de que un actor de Hollywood y su doble idéntico acabasen sirviendo en la misma división de bombarderos? Sí, Ronald era un muchacho extraordinario por muchas razones. Pero la más importante para Steve Rogers era que siempre había sido un buen amigo. Una persona amable y cercana. Pero nunca con esa amabilidad condescendiente de quien te sabe desvalido, o esa cortesía protocolaria que hace a la gente sentirse mejores personas porque han dedicado unos minutos en atender al apestado del lugar. Ronald siempre se alegró genuinamente de verlo, siempre lo hizo sentir integrado en la pandilla, siempre le hizo ver que tenía derecho a estar allí. “Vamos, Steve ¿Por qué no sacas a esa chica a bailar?”. El inicio de la diversión para todos, el chiste mil veces repetido ¿Qué pasaría esa noche? ¿Risa cruel? ¿Mirada de desprecio? ¿Copa en la cara? No, no ocurría eso con Ronald. No había ni un ápice de ironía en sus palabras. Para Ronald, Steve era uno más y, en su sincera opinión, con esa mirada limpia que solo tienen las personas buenas de verdad, no había ni una maldita razón por la que esta o aquella chica no quisiera bailar con el enclenque Rogers. No es que su aspecto no importase, es que directamente no existía. Eso era lo que ocurría si pasabas una noche con Ronald. Hasta que, una de esas noches, lo que ocurrió fue la guerra.
Otro de los muchos chicos de Brooklyn que se alistaron antes que Steve. Muchos, por no decir todos. Cada día el mobiliario humano del barrio se iba vaciando. El martes uno, el miércoles otro… Como en esas novelas de misterio en que, atrapados todos en un viejo caserón, se apagan las luces y, al encenderse de nuevo, hay una persona menos en la habitación. Pero fue el momento en el que Ronald se alistó cuando para Steve se apagaron todas las luces de las calles. Una razón más para intentarlo, una razón más para luchar. Estar con los viejos compañeros. Y, cuando al fin el suero hizo su magia, cuando al fin pudo coincidir con Ronald y el resto de los muchachos, su amigo no se inmutó. “Steve, muchacho, si tardas un poco más te pierdes la guerra”. Ni un comentario sobre su estatura, su nuevo físico… Porque su nuevo aspecto seguía sin importar. Directamente no existía.
Así le había saludado Ronald una buena noche en la cantina, mientras bebía como un pez. Puede que ese fuese su único defecto. Tanto que incluso Steve llegó a plantearse que sería capaz de tumbarlo con suero y todo. Pero el alcohol solo amplifica lo llevas dentro. Y él jamás fue violento o desagradable. Solo era Ronald, hablando más alto y arrastrando un poquito más las “eses”.
Uno de los muchos de los que no pudo despedirse. Uno de tantos a los que sólo podía visitar observando una lápida con un nombre y una fecha: Ronald Madrox (1921-1993). Steve había ido a hablar una vez con su hijo, para interesarse por su vida. Poco quedó después de la guerra de Ronald. Solo una cosa. Siguió bebiendo como un pez. Y, dado que el alcohol amplifica lo que llevas dentro. Solo amplificó la oscuridad.
Steve había recorrido muchos cementerios en su vida. La mayoría, de veteranos. Pero, de vez en cuando, le gustaba volver al Green-Wood, allí en Brooklyn. No sólo para presentar sus respetos a los que cayeron en la guerra. Sino para saludar a los muchachos. Decir “hola” a los que volvieron. Tan sólo un: “Espero que aquello no os marcase demasiado. Espero que hayáis tenido una vida maravillosa y feliz. Siento habérmela perdido”
Steve continuó caminando durante unos instantes por las hileras de tumbas hasta que un escalofrío recorrió su columna. Había estado allí cientos de veces, aunque nunca después de la Colisión, pero el lugar parecía casi idéntico… Intacto. Era como si aquel nuevo mundo se hubiese negado a hacer pedazos los recuerdos de los que habían perdido, en esa o cualquier realidad. Recordarles que podían fracasar. Y ahí… a escasos metros del Pierrepont, se hallaba uno de los más grandes que podía recordar. Su primer impulso fue el de girar, dar la vuelta sin demora y alejar de su cabeza los malos pensamientos. Esos que hostigaban su cerebro con la insistencia y la potencia de cien cañones de artillería. Pero no podía hacerlo. Se lo debía a él, se lo debía a sí mismo y, más que a nadie, se lo debía a ella…
Jamás olvidaría el día en que conoció a Peter aunque, por aquel entonces, no lo hizo con ese nombre; Spider-Man. Y aunque la segunda parte del nombre no era cierta, nunca le quedó grande. Jamás olvidaría, tampoco, cómo buscaba constantemente su aprobación y consejo. Steve estaba acostumbrado a que le considerasen un héroe pero… ¿Ser el héroe de un héroe? Eso era algo nuevo. Y el “gran" Capitán América hizo lo que creía que debía hacer: “Tienes coraje, muchacho”, “Así se hace, muchacho”, “Cuando crezcas serás el mejor de nosotros, muchacho”. Y, a medida que peleaba codo con codo con él, olvidaba algo. Precisamente que tan sólo era eso… un muchacho. Uno que creía pode tener una vida, tranquilidad, futuro… Futuro con una chica. Una chica encantadora y brillante. Que podrían construir algo mientras aquel valiente crío escupía a la cara de mafiosos, monstruos y psicópatas. Y, a veces, no importa ser el más ágil, el más fuerte o el más hábil. Sólo hace falta que un loco con la mente lo bastante retorcida se obsesione contigo. Todos pensaron en Osborn como un criminal disfrazado más. El pan de cada día. Ni demasiado ridículo ni demasiado peligroso. Jamás pensaron en el hombre que se escondía detrás del duende. En su malicia, en su locura. Un hombre retorcido obsesionado, construyendo una fantasía delirante de una lucha épica entre un genio criminal y un hombre araña. Pero nunca fue real. Peter jamás se obsesionó con él. Gwen jamás quiso saber de su existencia. Su historia de épica lucha entre el bien y el mal sólo le llevó a la muerte… dejando por el camino a dos niños destrozados. Y Steve nunca se había parado a pensar en cómo, inconscientemente, le empujó a eso. En cómo le animó, le alentó… Debía haber detenido a Peter y debía haber detenido a Osborn. Pero siempre había cosas más importantes que hacer, amenazas más graves que cubrir… Dios santo ¿Tanto había perdido la perspectiva? ¿Cuándo demonios ha ocurrido algo más grave que la muerte de una chica de diecinueve años? Y, para colmo de males, por esa bendita misericordia que ni lo peor del mundo fue capaz de arrancar del corazón de Peter, aún tuvo la decencia de ocultar qué había sido en realidad Norman Osborn. Y todos se levantaron a la mañana siguiente, leyeron el periódico y vieron como la muerte del asesino ocupaba la primera plana y la de la víctima era una mera nota al pié.
Steve tampoco podía sacarse de la cabeza el momento en que, Peter, ya habiéndole revelado su identidad, se decidió a contarle lo sucedido. Y, tras el relato, sólo podía decir una frase:
Yo… lo escuché, Capi. Escuché el “crack”. Y, a día de hoy, ese sonido aún me despierta por las noches.
Siguió con su vida. Siguió con su lucha. Al final volvieron las bromas, las cabriolas y los chascarrillos pero, al igual que con Ronald. La luz de Peter se hizo un poquito más tenue.
Así que Steve decidió avanzar por el camino. Todo el mundo decía que el Capitán América era un valiente. Por un instante decidió probarse que aquello era verdad. Decidió olvidar todas las ocasiones en que se preguntó cómo podría haberlo hecho mejor. En todas las veces que deseó retroceder en el tiempo y estampar su escudo contra el rostro de Norman Osborn para darles tanto a ella como a Peter el futuro que se merecían. Porque Osborn ya nada importaba. Sólo quien yacía en esa tumba que tanto temía visitar.
Gwendolyne Stacy
Pero no fue ese el nombre que el capitán Rogers encontró grabado en la lápida. Durante unos segundos observó el mármol estupefacto ¿Acaso se había perdido? No, imposible. Conocía aquel cementerio como la palma de su mano, casi podía decirse que había pasado más tiempo en él que en la torre de los Vengadores. Giró la cabeza en todas direcciones, cerciorándose de que se hallaba en el lugar indicado. Pero… no, todo seguía igual. Sólo faltaba una única cosa. La tumba de Gwen. Tras unos instantes de incómoda reflexión, Steve valoró la posibilidad de que hubiesen trasladado el cuerpo. A fin de cuentas, la chica era de Queens, sería más lógico que se la enterrase cerca de su casa. No era improbable que algún familiar hubiese dispuesto el traslado. Así que angustiado, sintiendo un lobo iracundo en las entrañas, decepcionado por no poder presentar sus respetos a la chica, decidió marcharse.
Caminó por el amplio lugar, observando tanto a aquellos que iban a rendir homenaje a sus difuntos como a quienes, fuera por morbo o por la belleza del lugar, simplemente lo visitaban. Siguió su marcha hasta que… algo… lo paralizó. A lo lejos, cabizbaja, frente a una lápida que parecía reciente, una muchacha menuda escrutaba el césped con mirada ausente. Las manos en los bolsillos, el rostro hundido. Steve la observó desde a lejanía y, por un instante, pareció ver algo… familiar. Algo imposible.
Por mucho que aquello fuese un cementerio, por mucho que se hubiese pasado la última hora pensando en los difuntos.
Steve Rogers no contaba con ver un fantasma.
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Tema: Re: Puede que esta vez lo hagamos mejor... (Gwen Stacy) [25/04/2019] 10th Febrero 2023, 02:06
Crack
Diez días desde la muerte de papá. - Dos cifras ya… - Suspiré frente a la puerta del despacho, que llevaba el mismo tiempo sin abrirse. Siempre supe dónde tenía la llave, pero decidía obedecerle. Ahora podía entrar siempre que me diera la gana…
Pero no podía.
Eché un vistazo a la casa, desastrosa. Tazas por todas partes, incluyendo la favorita de mi padre con el café a medio hacer de aquel día. El periódico del día abierto sobre la isleta de la cocina, ropa sucia por cualquier parte... Seamos sinceros, las tareas del hogar no estaban siendo mi punto fuerte desde entonces. Las bolsas de los delivery se acumulaban junto con las cajas de pizza y ya me había acostumbrado a tener que fregar antes de usar cualquier utensilio. También al olor.
Hacía 5 días del exorcismo. Ese maldito día en el que me comprometí a vivir. Era una promesa que me estaba pesando demasiado, así que decidí que por el momento sobrevivir era suficiente para cumplir. Sí, la alternativa había pasado por mi cabeza, pero ¿qué se supone que tengo que hacer? ¿Cómo se suicida una persona? Siempre venía a mi cabeza la pobre persona que me encontrase, la que tuviese que encargarse de mi cuerpo. Glory, Betty y MJ… Shawn..
Había tenido el impulso de dejarme caer mientras volaba. Un balanceo, soltar la red… pero en el último momento el sentido arácnido me hizo disparar una red a una esquina del edificio que había a mi derecha. Siempre me había temblado el pulso para las decisiones importantes.
Excepto cuando estaba papá delante…
Puede que no lo pareciera, pero la decisión de ducharme, vestirme y salir aquel día también lo fue. Aunque fuese porque no lo había hecho en esos últimos tres días, desde el funeral. Por algún motivo también me apeteció maquillarme. Tal vez tuviese la sensación de que si iba a ver a mi padre, él no debería verme demacrada. Una vez me encontré preparada, me puse los cascos y salí cerrando tras de mí.
Resultaba extraño recorrer la ciudad a pie. Estaba más acostumbrada a verla desde arriba. La gente siempre iba con tanta prisa, sin mirar a ningún lado, como si estuviesen solos en el mundo…
“Im free to be the greatest, Im alive”
Hay que joderse con el reproductor aleatorio…
Llegué al cementerio, siguiendo el rumbo que seguí cuando me forcé a asistir al funeral. No era la primera ni la última vez que iría a ver en lo que mi padre se había convertido. Un estúpido bloque de mármol que el cuerpo de policía de nueva york no permitiría que estuviese sin una flor fresca. Su nombre descansaba junto a él. Todavía me ardían las entrañas cuando recordaba que no me dejaron enterrarle junto a mi madre.
Parpadeé frente a la fría losa, escondiendo la barbilla en el cuello del abrigo. Retiré los cascos azules, dejándolos reposar alrededor del cuello y me recoloqué la diadema con los dedos. Sólo me la había puesto para que él la viera. Como si fuese una ocasión especial. Colocada bien derecha, como a él le gustaba.. Luego enterré las manos en los bolsillos y agaché la cabeza escondiendo mi mirada bajo el flequillo. Él no podía verme llorar.
- Perdona papá.. sé…sé que no te gusta verme vestida de negro - tragué saliva intentando recomponerme, pero las lágrimas caían por mi mandíbula y mi voz ya temblaba. Su ausencia y el silencio apretaban hasta ahogar mi garganta. Pasó un coche patrulla al otro lado del cementerio. Sus luces y su sonido me recordó a los refuerzos que mi padre consiguió pedir aquel día. - …pero siempre decías que era una muestra de respeto… - intenté respirar por la nariz - tú… te quedaste a medias, papá… ¿qué… qué era lo que querías decirme? - Su voz resonó en mi cabeza. “Gwendolyn Stacy, desde el día que naciste vi en tus ojos una convicción tan férrea que sabía que ibas a lograr algo grande. Pasaron los años y ese brillo nunca dejó de-”
Crack
Cerré los ojos con violencia, apartando la mirada.
Crack
La mandíbula empezó a temblar. Apoyé una mano en la tumba, mordiéndome el labio - Te fallamos… Todo el mundo te falló, después de todo lo que has hecho… No hubo Ironman, no hubo cuatro fantásticos, no hubo vengadores, ni tus compañeros… Ni yo. ..lo siento papá… lo siento… te fallé, debí… yo… no… no pude… y nadie fue… - el hipo se adueñó de mi diafragma, haciendo que no pudiese hablar más. La mano cayó muerta desde la fría piedra hasta volver junto a mí.
Me agaché y apoyé la frente contra el pulido mármol, sintiendo que el frío aliviaba mi cabeza. - He salvado a tantos papá… No volverá a ocurrir… No fallaré. No puedo fallar más… Te prometo que no lo haré- y después de incorporarme, me sequé las lágrimas alertada por unos pasos, preparada para sonreír a quien fuera que estaba detrás de mí. Respiré hondo.
- Disculpe, aún está reciente… ¿Conocía usted a mi padre? - me recompuse como si no hubiese pasado nada, ofreciendo la mejor de mis sonrisas y apartándome para dejar algo de hueco al visitante al que acababa de ver la cara.
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Tema: Re: Puede que esta vez lo hagamos mejor... (Gwen Stacy) [25/04/2019] 10th Febrero 2023, 17:54
En la distancia, Steve Rogers observaba con detenimiento a la joven.
Sus primeros pensamientos se habían dedicado a confirmar su sospecha inicial. No apartó la vista durante un buen tiempo, sin advertir la expresión desencajada de su propio rostro. Debía de tener, más o menos, la misma edad que cuando… cuando se fue…
Cuando la mataron… se corrigió de inmediato. No era de recibo andarse con eufemismos y medias verdades. Y menos consigo mismo.
Sí, la misma edad... O eso parecía. Era difícil saberlo con la gente joven. Muchos adolescentes pasaban casi hasta la mitad de la veintena sin cambios o rasgos evidentes de envejecimiento. Para algunos, un año suponía una diferencia abismal. Para otros, su transcurso era imperceptible. Si Steve hubiera tenido que jurar sobre una biblia, habría dicho que la chica frente a la lápida era un poquito mayor a la Gwen que él había conocido. Muy sensiblemente… Era un argumento que, tanto valía para confirmar, como para descartar su supuesta identidad. Además, el rostro de la joven era grave, doliente… Muy diferente a la expresión risueña de la foto publicada en el Bugle, informando de su deceso, o de las que Peter le había enseñado. Eso podía avejentarla a la vista.
Por esas mismas fotos, pudo observar que el estilo en el vestir de esa supuesta “Gwen” (aún no se atrevía del todo a llamarla así), era bastante distinto al de la suya. Steve no podía presumir de haberla conocido bien, pero Peter conservaba una tonelada de recuerdos. Decenas de fotografías. Cosa obvia, viniendo de un fotógrafo. Uno más que cansado de ser su propio modelo y al que el amor proporcionó una nueva musa para su objetivo. La Gwen que murió en el puente solía llevar ropa mucho más discreta. De un estilo que podría calificarse como “retro”, casi setentero, aunque… ¿Quién era Steve para juzgar sobre moda? La muchacha frente a la lápida, aunque de luto riguroso, parecía más la vocalista de una banda de Rock… ¿Heavy? ¿Punk? Esas cosas todavía le costaban mucho…
Pero había un detalle. Pequeñísimo… nimio… Una minucia: La diadema.
Esa, Steve, sí la había visto cientos de veces. Repasó mentalmente las imágenes. Días distintos, situaciones distintas, eventos distintos… Pero siempre estaba. Siempre sobre la cabeza de Gwen Stacy. Aquella diadema negra. Idéntica a la que la chica frente a la lápida se había recolocado hacía tan sólo unos segundos.
En completa sintonía con el entorno, las cavilaciones de Rogers murieron. Se hicieron humo en el momento en que la joven rubia apartó la mirada de la tumba. Luego, su mano se apoyó sobre el frío mármol. Los recuerdos sobre Gwen desaparecieron. Los de Steve Rogers fueron pasando, rápidamente, como en una exhibición de diapositivas, por el proyector. De un chico escuálido, sin nadie en el mundo, viendo caer un ataúd…
Completamente solo… Más que nunca en su vida. Más, incluso, que cuando despertó de su sueño criogénico. Steve jamás olvidaría aquella soledad. Esa sensación de absoluta indefensión. Y, con todo, había cierto alivio, mientras la tierra caía a paladas sobre la modesta caja de pino. Antes de la muerte, había venido la enfermedad. Su madre no podía trabajar, y él tampoco, pues tenía que cuidar de ella. Debían dos meses de alquiler, y el casero parecía inmune a la compasión. Por otro lado, las medicinas se habían terminado. La simpatía del médico tenía sus límites, y no había dinero para comprar más. Su madre llamaba con frecuencia a su abuelo Ian… Aquel hombre maduro, severo, pero agradable… Él había enseñado a Steve dibujar. Su madre no parecía recordar que el anciano había fallecido el invierno pasado. Había muchas cosas que empezaba a olvidar. Fue en ese momento cuando Steve Rogers quebrantó la Ley por primera vez. La única que rompió con vergüenza, sin deseos de hacerlo.
Sirvió de señuelo a unos muchachos del barrio, unos matones. Se introdujo en la tienda del boticario y, mientras lo atendía, los pequeños delincuentes le reventaron el escaparate. Cuando el dueño salió en su persecución, Steve hizo acopio de las medicinas que tanto necesitaba y desbalijó la caja. Una parte para sus compinches. Otra para el alquiler.
Volvió a casa lleno de remordimiento pero, también, de esperanza. Si su madre se curaba, todo acabaría. Podría salvarla. Así se lo hizo saber a ella. Que iba a curarla, a mantenerlos a flote, y que haría lo que fuese necesario. Cualquier cosa. Las palabras de su madre, aún reverberaban en la cabeza de Steve, tantos años después.
“Cualquier cosa no. Prométemelo. Eres un buen chico, ángel mío. Y te convertirás en un buen hombre. Un hombre bueno y honorable. Como tu padre”
Steve no consideraba a su padre un buen hombre. Al menos, no al Joseph Rogers que él había conocido. Tanto su madre, como su abuelo, no paraban de repetirle que había sido así. Que antes de la guerra, de perder el trabajo, de la bebida… su padre había sido un buen hombre. “Un buen hombre que perdió la esperanza”. A Steve le habría gustado conocer a ése. Al que le describían. Al que no había perdido la esperanza. Porque antes de que se emborrachara hasta morir, habían venido los golpes. Contra él, sólo un chiquillo. Un crío débil y enfermizo que, tal vez, le recordaba demasiado a Joseph Rogers su propia debilidad. Y contra su madre. Porque, ante la brutalidad, ella siempre se levantaba. Siempre en medio. Entre Steve y el monstruo que vivía en su casa. Que compartía su lecho.
Muchas veces, tras las palizas, cuando el bello rostro de la mujer se había deformado por la sangre y los moratones, le preguntó:
“¿Por qué no lo dejas? ¿Por qué no te rindes? Déjale que me pegue…”
“Yo no me rindo- decía, siempre, sin asomo de duda- Nosotros no nos rendimos. Nos levantamos. SIEMPRE nos levantamos”
Los libros de historia jamás lo mencionarían. Hablarían de los miles de intentos fallidos antes del reclutamiento. Del proyecto “Renacimiento”. De la fórmula de Erskine. Pero nunca contarían toda la verdad. Con aquellas palabras, en aquellos duros momentos… Sarah Rogers, creó al Capitán América.
Pero, a veces, era tan difícil. Levantarse… seguir… Más aún cuando no tienes a nadie para ayudarte…
Fue entonces cuando la chica se agachó, frente a la lápida. Sus rodillas tocaron el césped… y las piernas de Steve se pusieron en movimiento sin que él mismo se lo ordenase. Y unos rastrojos, se quebraron a su paso…
CRACK
Le daba igual quién fuese ella. Si era Gwen Stacy, o no. Si era la Gwen de su universo o de otro, a cientos de distancia. Era una pobre cría que lloraba sola en un cementerio. Era posible que se metiera donde nadie le llamaba. En ese caso, pediría disculpas más tarde. Pero esas lágrimas, ese derrumbe, sólo podían significar una cosa según la experiencia de Steve Rogers. Era el actuar de alguien que había perdido la esperanza. Y él, sabía muy bien cuál era el resultado, cuando eso ocurría.
CRACK
Aunque el paso era rápido, no inició carrera. Y decidió acercarse por detrás, con mucho cuidado, guardando las distancias. Sin escuchar lo que la muchacha decía. Era un momento de intimidad. Una conversación privada de la que no tenía ningún derecho a participar. Se acercaría un poco más luego. De momento, la distancia era suficiente para leer el nombre en la lápida: Capitán George Stacy.
Las fechas no cuadraban. Hacía algo más de tres, era posible que cuatro años, desde la muerte de “su” Capitán Stacy. Lo que implicaba que… aquel George Stacy había muerto mientras Steve ya estaba allí, en ese extraño universo mezclado. Apretó la mano derecha. Otro a quien no había salvado. Una persona más que había muerto mientras él se dedicaba a… Ni siquiera sabía muy bien a qué. Por tanto, mientras la chica acercaba su frente al mármol, apartando la mirada, enfrentó su puño tembloroso.
Inspiró con cuidadp.
Llevó, de nuevo, la vista al frente.
Dominó sus instintos, relajó la mano.
Y presentó sus respetos de la única forma que sabía hacerlo, frente a la lápida de un hombre de honor.
Después, se adelantó unos pocos pasos, cuando parecía que la muchacha se enjuagaba las lágrimas, pero aún con cautela, a la espera. Tratando de no interrumpirla. Pero ella, ya se había advertido de su presencia y, con una sonrisa que conocía demasiado bien, una con la que él mismo había enmascarado su dolor en multitud de ocasiones, le habló. Cuando pudo, al fin, frente a frente, ver su rostro… por si el nombre de la lápida no hubiese sido prueba bastante… ya no cabía duda…
Era Gwen Stacy…
- Disculpe, aún está reciente… ¿Conocía usted a mi padre?
A Steve no le gustaba mentir. Y, de hecho, no se le daba demasiado bien. Así que dijo lo suficiente como para no sentirse deshonesto. Pues no, no había conocido a aquel Capitán Stacy, y era muy probable que las circunstancias de su muerte hubieran sido muy distintas a las del que existió en su universo. Podía decir, sin embargo, suficiente.
- No, lamento decir que no lo conocía- susurró Steve- No tuve ese placer. Pero hablo a menudo con los bomberos y con las Fuerzas del Orden. Conocía su reputación. Era un buen policía. Tan respetado como querido entre los suyos. Y, hasta donde sé, también era un buen hombre. Además- apartó la mirada- un buen amigo mío, le tenía mucho cariño. He creído… he creído oportuno, acercarme a presentarle mis respetos. No sabía que usted estaría aquí… Lamento si la he interrumpido. Yo… siento mucho su pérdida, Srta. Stacy. Supongo que estará harta de escucharlo estos días, pero le aseguro que lo siento profundamente. Créame, conozco bien la pérdida… Yo…-carraspeó, dándose cuenta repentinamente de un pequeño detalle- Perdóneme… este ha sido un encuentro inesperado y creo que aún no me he presentado- extendió la mano.
Me llamo Steve Rogers.
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Tema: Re: Puede que esta vez lo hagamos mejor... (Gwen Stacy) [25/04/2019] 23rd Febrero 2023, 02:28
Tras tantos actos oficiales, tantas visitas y recuerdos de compañeros de mi padre. Las llamadas y los timbres de la puerta de casa sonando una y otra vez… Ya estaba casi acostumbrada a tragarme las lágrimas y poner buena cara cuando alguien venía a recordarme cuánto sentía que mi padre se hubiese muerto.
No sabes cuánto me repateaba.
A veces parecía que querían sentirlo más que yo.
Cuando me giré aún con lágrimas en los ojos no pude reconocerlo. Pero sí reconocí de reojo el gesto del saludo oficial que hizo antes de abrir la boca. Sólo su saludo ya me resultaba familiar. ¿Algún compañero que repetía honores? Escuché las palabras con atención. Qué buen hombre era mi padre, qué gran policía, sentía mucho mi pérdida, blablabla…
Pero justo escuché su nombre cuando terminé de limpiarme los ojos. Y el nombre y apellido cuadró a la perfección para atropellarme los sentidos mientras mis pupilas enfocaban algo que consideraban imposible.
Me paralicé por completo.
Parecía un animalillo en medio de la carretera. Creo que incluso me quedé más pálida de lo que ya era. La mandíbula se me cayó, los ojos se me abrieron más de la cuenta, pero extendí la mano por defecto. Menos mal que tenía un modo automatizado para seguir siendo persona en situaciones de emergencia y aunque fuese por acudir a los actos de mi padre, algo de maña tenía a la hora de improvisar pero A VER, ERA EL JODIDO CAPITÁN AMÉRICA.
- Ah, ca.. capitán… yo.. - agité su mano. De hecho no paré de hacerlo. Una, dos, siete, quince veces - Es un placer, yo… dios, no esperaba verle en un sitio como este- Acababa de decirme que conocía bien la pérdida. Puede que fuese la única persona que de verdad hubiese dicho eso con conocimiento de causa.
Cuando por fin me di cuenta de que le estaba desgastando el codo (en mi mente recé para no haber usado demasiada fuerza) le solté -¡Lo siento!… estoy un poco alterada. Es.. un verdadero placer- Eso ya lo había dicho.
Sonreí de nuevo intentando relajarme a mí misma, apretando de más la mandíbula.
¿QUÉ DEMONIOS HACÍA ALLÍ?
Era la última persona a la que esperaba encontrar.
Tragué saliva, dándome cuenta de que aún no me había presentado. - Me llamo Gwendolyne Stacy… Gracias por… tomarse la molestia de hablar conmigo. Tampoco quiero molestarle, seguro que está muy ocupado - Respiré hondo, me recoloqué la diadema y me aseguré de que las lágrimas estaban ya secas. Sorbí por la nariz y agarré con los dedos un par de veces el flequillo para ponerlo en su sitio.
Por algún extraño motivo, la mirada del héroe sobre mí se sentía como la de mi padre.
- Señor Rogers.. - carraspeé- ¿Viene mucho por aquí? - Es un cementerio de Veteranos, tiene un siglo de vida, ¿¡TÚ QUÉ CREES!? - Lo que quiero decir… es… ¿ A quién ha venido a ver usted? - Esperé analizando su cara. En persona parecía un tipo más… sencillo. Sin todos esos brillos ni retoques de los carteles y las promociones parecía un tipo normal… Uno que podía aplastarte el cráneo con los brazos pero quitando eso, muy normal. Sus ojos eran muy bonitos y sinceros. Su voz grave y serena acariciaba con tacto lo complicado de la situación. No podía creerme tenerle delante y cada dos por tres comprobaba detalles de su cara que me hiciesen sentir que era de verdad. Un pelo a medio crecer en la barba, las pestañas de sus ojos, el movimiento de su comisura.
Dediqué una última mirada al nombre en mármol de papá. Ojalá pudiese ver esto… ¿Le importa si… vamos dando una vuelta?- No quería quedarme más tiempo con el recuerdo de la muerte de mi padre susurrándome al oído.
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Tema: Re: Puede que esta vez lo hagamos mejor... (Gwen Stacy) [25/04/2019] 23rd Agosto 2023, 19:11
La mano se quedó extendida un buen rato y, durante éste, Steve temió haber incomodado a la chica o haber roto de mala manera un momento privado de duelo. Se había quedado completamente pálida y su rostro estaba completamente desencajado.
- Perdone...-masculló-No tenía intención de...
- Ah, ca.. capitán… yo.. -Steve contuvo una sonrisa con los labios, aunque sus ojos eran dos faros de empatía hacia la muchacha. Mientras agitaba su mano, se percató de que era un apretón fuerte y que, pese a no estar ofreciendo resistencia, movía el suyo con mucha facilidad. Mucha energía y fuerza para una chica de su tamaño. Seguro que se mantenía bien en forma- Es un placer, yo… dios, no esperaba verle en un sitio como este
De hecho... es uno de los lugares donde es más fácil encontrarme...- dijo Steve para sus adentro.
-¡Lo siento!… estoy un poco alterada. Es.. un verdadero placer
- El placer es todo mío, Srta...- se limitó a asentir.
La chica hizo una nueva mueca que Steve no supo interpretar del todo. De verdad sentía que la estaba incomodando aunque, bien mirada, podía ser algo semejante a una sonrisa. Así pues, el capitán levantó las cejas y las comisuras en otra, preparado en cualquier momento para dejarla tranquila con su dolor.
- Me llamo Gwendolyne Stacy…
Eso lo sé... La pregunta es... ¿Cómo?
- Gracias por… tomarse la molestia de hablar conmigo. Tampoco quiero molestarle, seguro que está muy ocupado. Señor Rogers.. - carraspeó tras adecentarse un poco. A Steve le dio un poco de pudor que, en una circunstancia así, la chica tuviese que preocuparse por estar presentable o que se preocupase por su tiempo cuando, en definitiva, era él quien había venido a molestar- ¿Viene mucho por aquí?
Ni te lo imaginas...
- Lo que quiero decir… es… ¿ A quién ha venido a ver usted?
Steve se introdujo las manos en los bolsillos, probablemente y sin saberlo, como un acto inconsciente de protección. Tantos años en los que le habían cuestionado por un pasado doloroso lo hacía un poco más fácil. Pero sólo un poco...
- Sí, Srta. Stacy... Por desgracia en este cementerio conozco más gente que fuera. Yo soy de aquí, de Brooklyn, de toda la vida. Así que la amplia mayoría de gente con la que me relacionaba cuando era joven descansa aquí. A algunos los enterraron en cementerios militares. A los menos. La mayoría pidieron volver a casa. Lo que regresaron de una pieza... bueno. Me perdí muchos años durmiendo en el hielo ¿Sabe? Así que... este es el sitio donde puedo venir a verlos.
Decidió no decir más. Lo último que necesitaba esa chica... Que necesitaba... Gwen... era que la deprimiesen aún más con historias de la guerra y de personas que habían muerto incluso antes de que ella naciera. Ya tenía bastante con su dolor. Eso lo pudo advertir cuando devolvió la mirada a la lápida de mármol.
- ¿Le importa si… vamos dando una vuelta?
Steve no tenía más intención que la de presentar sus respetos y confirmar sus sospechas pero ahora ella le proponía que caminasen juntos. Esperaba de corazón que no fuese por compromiso. Un viejo soldado en un cementerio no era agradable compañía. Pero algo en la mirada de la chica le hizo advertir que necesitaba alejarse de allí y que, por el momento, no quería estar sola. Así que inició la marcha, asintiendo con una sonrisa plácida, invitándola a caminar con él.
- Será un placer, Srta. Stacy, siempre que empiece a tutearme. El Sr. Rogers era mi padre y lamento decir que no guardo de él tan buen recuerdo como usted del suyo. Si se siente cómoda con ello, "Steve" estará mejor que bien.
Gwen Stacy Marvel Universe
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Ficha de Personaje Alias: White-Spider Nombre real: Gwendolyne Stacy Universo: Marvel
Tema: Re: Puede que esta vez lo hagamos mejor... (Gwen Stacy) [25/04/2019] 26th Agosto 2023, 21:01
El capitán me explicó, como era obvio, que conocía más gente bajo las lápidas de la que conocía sobre ellas. Había sido una pregunta bastante estúpida, la verdad, para qué mentir, pero hacía unos minutos estaba llorando la pérdida de mi padre, no es que tuviese la cabeza demasiado fina precisamente. Dadme un poco de tregua.
Respondí a esa conclusión dolorosa como solía responder cuando metía la pata. Quedándome callada y mirando al suelo, tragándome unas disculpas que no llegaron a salir de mi boca.
Le propuse dar una vuelta, sin más. - De acuerdo, Steve, pero tutéame también, se me hace raro… Gwen y ya - Arrugué la nariz.
Y menos mal que habíamos empezado a andar. Mi padre debía estar revolviéndose en su tumba. Papá, me lo ha pedido él, lo siento muchísimo.
Sin darme cuenta el rumbo que mis pies empezaron fue hacia la salida del cementerio, aunque aún faltaban unos cuantos minutos de ruta. Mi vida últimamente estaba rodeada de pérdida y muerte. Con la aparición del capitán la vida volvió a abrirse paso entre el duelo y quería dejar aquel ambiente atrás. Las lápidas nos sobrepasaban como líneas discontinuas de una carretera que parecía no tener fin, quedando cada vez más atrasadas, con el sabor amargo de la despedida de mi padre.
De capitanes iba la cosa.
Iba con las manos en los bolsillos de la chaqueta, acogiéndome a esa sensación para que me proporcionase una falsa seguridad y control de la situación. No quería decir ninguna tontería, no quería recordarle sus duelos, no quería parecerle idiota… - Sabes… si mi padre pudiera verlo, estaría orgulloso. Siempre fuiste su favorito - Gwen, eso necesita una aclaración - Bueno, quiero decir. Ya en nuestra tierra su favorita era la Capitana América, pero cuando empezó a ver noticias tuyas en este mundo, lo mantuvo… - No pude evitar fijarme en el gesto de sorpresa, nada escandaloso pero presente en el rostro del rubio - Oh si. Una potente y disciplinada mujer negra de Alabama. Le hubiese caído bien. Se llamaba Samantha - Bufé una sonrisa por la nariz, perdiéndome en las piedras del camino mientras las visiones se apoderaban de mi imaginación así como la nostalgia tomaba el control de mi gesto.
La primera vez que la conocí lo hice como spider-woman, estábamos en una alcantarilla rodeadas de hombres lagarto, ella mencionó que esos hombres pertenecían a S.H.I.E.L.D. Su “amenaza” (ella no estaría de acuerdo con que lo llamase así) de detención. “Tienes tres segundos para rendirte”. ¡Y fue contando en voz alta la tía mientras intercambiábamos golpes! Aunque aguanté un poco más del tres… El puñetazo que me encajó en la mandíbula… eso es otra historia. La victoria moral fue completamente mía, segundos después usé su escudo para golpear a uno de ellos. Con unas esposas de Vibranium puestas, todo el mundo sabe que eso suma puntos.
Claro, que no podía compartir esta información con el capitán, así que decidí aparcarlo ahí. Pero justo cuando decidí dejarlo de lado, una preocupación fugaz atravesó mi diálogo mental. ¿Qué pensaría él de White-spider…? ¿Me conocía siquiera? Había dicho que era del barrio... Y si lo hacía... ¿Se habría creído el discurso de Jameson? ¿Habría indagado por la publicidad de Spider-killer?
Piensa en otra cosa, Gwen, di algo. Lo que sea.
- Ella… también tenía más gente en el pasado que en el presente - ¿Algo no tan depresivo, quizá? - Aunque creo que ahora, con la colisión de mundos, debe ser más fácil encontrar alguien que te entienda. ¿No? - Mis manos hicieron un gesto de frenar, echando las palmas hacia delante - Me refiero… - Corrí a aclarar.
Mientras nos acercábamos a la gran puerta de forja de la entrada me tomé un segundo para tomar aire - Los tiempos han cambiado mucho desde entonces, y no me refiero sólo a tu época… Hace apenas un año el mundo no tenía nada que ver con lo que conocemos ahora. Mucha gente está asustada y siente que dejó cosas atrás que nunca podrá recuperar… Creo que tal vez sea más fácil encontrar alguien que empatice con us… contigo- El rostro de Peter, de un color verde pálido, insano y rugoso atropelló el interior de mis párpados.
Respiré hondo
- Todos tenemos algo pendiente en un lugar donde no podemos volver...- El tacto de las garras en mi mejilla con su último aliento. “Sólo quería ser como tu…” - ¿Sabes?... Yo… - El ramillete de flores que me había regalado antes de la ceremonia de fin de curso, aún descansando en mi muñeca mientras sostenía su cuerpo, una promesa que nunca se haría realidad - Le debo un baile a alguien - Ya que no podía compartir con él lo que añoraba como araña, podía compartir con él lo que añoraba como persona.
Apenas faltaban cinco pies para que el arco de forja negro con el nombre del cementerio cubriese nuestras cabezas, pero Steve Rogers se detuvo y yo seguí un par de pasos sin darme cuenta. Frené en seco y giré sobre mis tobillos - ¿Va todo bien, capitán? -
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Tema: Re: Puede que esta vez lo hagamos mejor... (Gwen Stacy) [25/04/2019]
Puede que esta vez lo hagamos mejor... (Gwen Stacy) [25/04/2019]