No longer astray (Gwen Stacy) [22-05-2019]

Cuando Aidan llegó finalmente a su hotel aquella tarde, estaba anocheciendo. Entró tambaleándose en su suite, exhausto, y se dejó caer en la cama como si hubiera sido herido de muerte. Sólo era mitad de semana, pero se sentía como si llevara un mes de trabajos forzados en alguna prisión extranjera. Y no era para menos... ¡Menuda semanita! El viaje de Washington ya había sido intenso, pero los dos días que había pasado con Juan habían terminado de dejarle molido. El alcohol, las drogas, el concierto... Se estaba preguntando si debería reunir las pocas fuerzas que le quedaban para ducharse o simplemente caer inconsciente hasta el día siguiente y esperar que su manager tardara el suficiente tiempo en llamarle para preguntar dónde diablos había estado como para poder hacerlo por la mañana, cuando llamaron a la puerta. Debían de ser los tacos que había encargado en el restaurante mexicano que le había recomendado Juan. Notó cómo le rugía el estómago ante éste pensamiento, y fue la única fuerza capaz de obligarle a levantarse para ir hasta la puerta. Sin embargo, cuando la abrió, la sorpresa hizo que se quedara mirando con cara de imbécil a la persona que estaba en el umbral, y lo único que su confundido cerebro fue capaz de articular fue...

- Supongo que no vienes a traerme mis tacos de aguacate...

Un mes. Justo un mes desde el funeral de papá. Todo seguía rarísimo, yo era incapaz de comprender por qué el mundo seguía girando. Por qué la gente se quejaba de un café muy caliente, del cambio de hora y de otras tantas gilipolleces que no importaban una mierda. Total, que yo esa mañana me dediqué a teñirme las puntas de azul con tal de hacer algo que no me recordase que ya había pasado un mes. Que yo no había limpiado la casa desde entonces, que no había dejado de entrenar y que no dormía. Un mes ya…

Vamos a centrarnos en otras fechas, mejor… No había pasado ni una semana desde que terminé de trabajar con Aidan. Me resultaba rarísimo, yo había sido fan suya durante mucho tiempo y ahora no sólo había trabajado con él sino que tenía su teléfono y podía hablar con él con total naturalidad. Había pasado poco tiempo y aun así se me hizo largo, tenía muchas ganas de saber de su vida, de quedar tranquilos sin deberes de por medio. Por eso llevaba toda la semana trabajando a pincho en la universidad para poder permitirme el día libre sin sufrir retrasos. No sé de dónde saqué las fuerzas para ducharme y vestirme, pero conseguí hacerlo y plantarme en su hotel. Di el número de habitación en recepción para que la dejasen pasar, cogió el ascensor nerviosa y llamó a la puerta.

Pero la imagen que me encontré no tenía nada que ver con la realidad. - Joooooder… Sí que has estado ocupado. ¿Quieres que vaya a por algo de comer? ¿Unos chicles para destensar la mandíbula? - Comenté ya entre risas. Qué puto desfasao…

Cerré la puerta detrás de mi -La buena vida del cantante de éxito…- dije quitándome la mochila, dejándola en cualquier esquina. - ¿Quieres que nos veamos otro día? No creo que te apetezca mucha música si estás de resaca, menos aún si sigues colocado… - Aunque a mi me valía quedarme haciéndole una sopita de pollo. - Con permiso - Dije metiéndome de lleno en la habitación, bajando las persianas para intentar ayudarle. Uno de los discursos de papá sobre las drogas vino a mi cabeza con mucho eco y una voz que no se parecía en nada a la suya. Agité la cabeza, cogí una silla y me senté con el pecho en el respaldo - Cuéntame, esas ojeras guardan buenas historias- pero justo llamaron a la puerta de nuevo. Eso sí, debían ser los tacos.

La joven se adentró en la habitación como un tornado, haciendo gala de una vitalidad que ya querría el músico para sí mismo.

- No, ya he encargado comida, aunque posiblemente tendremos que pedir más, porque sólo hice pedido para uno. ¿Qué tipo de comida te gusta? El mexicano de la esquina es muy bueno, según me han dicho...

La buena vida del cantante de éxito... Ya, pensó para sí. Si ella supiera... Pero realmente era lo que le convenía que pensara, así que no se molestó en sacarla de su error.

- No, no, por favor. Es decir... No habíamos quedado hoy, ¿verdad? Dime que no habíamos quedado porque me voy a sentir fatal si lo había olvidado. Llevo los dos últimos días de fiesta y es prácticamente un milagro que me hayas pillado aquí. Pero... me apetece -dijo, abriendo el minibar para sacar una cerveza-. Por favor, sírvete lo que quieras.

La mejor manera de pasar una resaca era con más alcohol, todo el mundo lo sabía. Tras abrir el botellín con el abridor, se dirigió hacia la cama, apartó el sombrero mexicano que había comprado en la fiesta de la noche anterior y se sentó frente a ella.

- Después de estos dos días de desfase... de ésta última semana en general... Necesito algo relajado. Algo tranquilo. Componer siempre me hace sentir mejor, así que no se me ocurre mejor manera de pasar el día.

Entonces ella le hizo la pregunta de rigor... ¿qué diablos era lo que le había pasado durante la semana? Pero justo llamaron a la puerta. Aidan fue a abrir y le encargó al repartidor más comida, preguntándole a Gwen de qué prefería los tacos y ofreciéndose a pagarle una propina triple al muchacho por las molestias. Una vez se hubo ido, repartió lo que ya tenía con la rubia, y, cogiendo su parte, se sentó de nuevo en la cama a comer.

- ¿Estás segura de que no lo sabes? Creía que mi humillación pública había salido en todas las televisiones. He evitado estar localizable porque no me apetecía tener que dar explicaciones -dijo, refiriéndose a la manera en la que las cámaras de los paparazzi le habían captado a punto de besar a Dinah en Washington DC-. Resumiendo mucho... Hace menos de dos meses perdí a mi mujer y a mi hijo en un accidente de tráfico, y hará cosa de un mes conocí a una chica que había pasado por una experiencia similar durante la WWD. Por una cosa o por otra, terminamos haciéndonos muy amigos y el pasado fin de semana me di cuenta de que sentía algo por ella, lo cual me convierte en una persona terrible porque todavía debería estar llorando a mi mujer. Así que bueno, desde que volví he estado por ahí, de fiesta con un amigo, tratando de olvidarme de todo, y anoche terminamos en una mega fiesta por todo lo alto en un crucero en el puerto. El resto te lo puedes imaginar. ¿Qué tal tú? ¿Cómo has pasado la semana?

Mi primer impulso fue decir que no hacía falta, que no tenía hambre… pero lo cierto es que sí la tenía, y no podía decir que no a la comida mexicana. - Cualquier cosa me vale, en realidad, pero no te molestes si ya lo has pedido-

Aidan soltó una retahíla de culpa y vergüenza anticipadas. Sí, habíamos quedado, pero salvo que le diese por releer nuestra conversación de hace un par de días, no tendría por qué saberlo. Puede que incluso aceptase el plan colocado y no lo recordase. Así que puse la mejor de mis sonrisas - Ah no, pasaba por aquí y he querido aprovechar - Estuve a punto de insistir en irme y dejarle pasar la resaca tranquilo, pero ya dijo varias veces que le apetecía y la verdad es que a mí también, así que me callé. Negué con la cabeza cuando me ofreció algo del minibar. Esas cosas eran carísimas…

Recogí al vuelo el sombrero mexicano y me lo puse, luego le pregunté por su semana. Actuó como si debiera saber algo que no sabía y giré la cara arqueando una ceja. Debí parecer un perrillo que no entendía una orden nueva. - Si no te apetece… - Pero empezó a contarme. Según escuchaba sus explicaciones fruncí el ceño y mi boca se fue abriendo sola. Ya me había contado lo de su mujer, pero nada de lo siguiente. Cerré la boca y tragué, mi semana era irrelevante en comparación. Me sentí agradecida porque quisiera contarme todo aquello. Deduje por el claro y evidente maltrato a su hígado que no era una persona que compartiera sus problemas, mucho menos que quisiera darle vueltas, pero intenté ayudarle metiéndome donde no me llaman, como siempre. - Es una situación de mierda que no le deseo a nadie -

El duelo de mi padre ya estaba siendo demasiado intenso y se supone que era ley natural, no podía imaginarme lo que debía ser perder a un igual. A pesar de que, para mí, Shawn también había muerto - Osea que te sientes culpable porque algo intangible que no controlas te hace tener la sensación de que el duelo debería estar siendo más sangrante - Estiré la mano y cogí uno de los tacos, le pegué un bocado dejando que el mensaje se asentase un poco. Mastiqué rápido y tragué para seguir - ¿Sabes? La otra alternativa no te haría más feliz. Te haría estar jodido y pensar que estás dejando pasar otra oportunidad porque aún estás echando en falta demasiado fuerte a alguien que no va a volver. - Lo sabía de primera mano. Cada minuto que se me olvidaba que mi padre había muerto, o me distraía jugando a un videojuego o me reía con algún monólogo me sentía culpable. Pero no tomaba decisiones basadas en esa culpa.

Un trozo de aguacate se cayó sobre mi muslo - Uops! - Lo recogí con un dedo y luego lo chupé.- Lo entiendo, en serio que lo entiendo. Pero teniendo en cuenta lo jodido que es el duelo… ¿No prefieres aprovechar cualquier excusa que te ofrezca este mundo para ser un poco más feliz? -

Pensé en el exorcismo. En cuando pude rendirme a un control demoniaco que anestesiaba el dolor y decidí vivir. Decidí vivir porque dos hombres desconocidos lucharon porque yo lo hiciera. Porque Lorenzo me insistió en que… Shawn seguía vivo. Por las chicas, por el grupo, por poder seguir volando…

Se quedó observando a la chica mientras comía su taco, sintiendo la primera conexión real que había tenido con nadie desde hacía meses. Si alguien podía entenderlo, era ella.

- ¿Eso haces tú? -le preguntó suavemente-. ¿Aprovechar cualquier oportunidad que se presente para ser feliz? Porque la verdad, Gwen... No me da la impresión de que seas... feliz.

Ojalá fuera tan fácil, ¿verdad?

- Es curioso cómo la vida puede cambiar tanto de un momento a otro -musitó, apoyando el brazo sobre una rodilla y recostando la cabeza en el respaldo de la cama-. Escucho mis canciones de hace unos meses y no me reconozco...

Negó con la cabeza, apenado.

- Me consta que los de la banda tampoco me reconocen ya, y con razón. No paro de meterles en problemas -admitió, parando un segundo para darle un sorbo a la botella del minibar-. No pueden entender... cómo me siento ahora. ¿Cómo podrían? Siento que estamos últimamente como en dos universos completamente diferentes. Y es curioso... A algunos los conozco de toda la vida y sin embargo sé que no podría explicarles nada de ésto. Son... como extraños ahora. ¿A tí te pasa lo mismo con tus compañeras?

Aguardó a que ella contestara antes de continuar:

- He estado componiendo cosas sólo, últimamente. Y es... liberador. Cuando estoy con Deamhan, la gente espera que me comporte de una determinada manera, ¿sabes? Tenemos un estilo de power metal sinfónico que requiere de una cierta... actitud en el escenario. Seguro que lo entiendes, siendo vosotras un grupo punk. La gente... nuestros fans... esperan de mí que me muestre activo, animado, vital... Pero ya no puedo ser así. No soy así. Últimamente todo lo que me sale es... oscuro, y deprimente. No va nada con la imagen del grupo y sé que no podría planteárselo a ellos. Pero el otro día sentí que congeniábamos a nivel artístico, y pensé que, quizás, tú y yo podríamos estar en la misma onda. Ya sabes... Tenía una canción que quería enseñarte.

Se levantó de la cama para buscar entre sus trastos hasta que encontró una pila de papeles. Después de buscar varios segundos, sacó una partitura y se la mostró. En el título podía leerse April Clouds, y el estilo era, ciertamente, muy alejado del habitual de Deamhan. Era un estilo lento, pesado, que recordaba más al gótico que al metal. Aidan se sentó de nuevo a su lado.

- Nunca he sido capaz de cantar algo que no sintiera realmente, y éstos días ésto es lo único que soy capaz de componer. Es demasiado deprimente, pero tu estilo es más... potente. Intenso. Creo que, si trabajarámos juntos, podríamos encontrar un estilo que supiera combinar la esencia de ambos, una... vía de escape. Una especie de catarsis para... manejar toda ésta mierda, ¿sabes? -se pasó una mano por el pelo, empezando a notar el síndrome de abstinencia de la mierda que se había metido hacía dos días-. Si te parece bien, podríamos empezar a... darle forma. Me estoy planteando abandonar el grupo. Total, últimamente creo que no soy más que un estorbo para ellos, lo único que hago es darles mala prensa. Podríamos pensar un nombre, diseñar un logo y empezar a plantear temas. Tengo... algunas ideas, cosas que... que me asaltan de vez en cuando, aunque no tengan el menor sentido. Pero tampoco hace falta, ¿verdad? Lo único que quiero es... dejar que salga todo. No hace falta que la gente lo entienda... Basta con que lo sienta.

La vida merecía la pena por esos momentos. Por poder comerte unos tacos en la cama de un hotel después de un día de resaca. Y si nos negamos a esos momentos… ¿Para qué estamos vivos? Cerré los ojos disfrutando del sabor de unos tacos especiados por toda la lengua y la nariz, saboreando con insistencia y tratando que el sabor invadiese cada rincón, pero pronto la pregunta de Aidan arrolló mi tranquilidad. ¿Eso haces tú?- dejé de masticar aún con los carrillos llenos.

La atención volvía a estar sobre mí… ¿Por qué volvía a estar sobre mí?

La taquicardia, la ansiedad, los recuerdos… otra vez todo encima.

¿Que no parecía ser feliz…? Bastante era para mí no parecer deprimida.

Siguió hablando y aproveché para terminar de tragar y limpiarme la boca y las manos con movimientos lentos, algo alicaídos. No lo pretendía, pero parecí triste. El tono en la voz del cantante hablaban de una cautela muy educada, pero tocó hueso en una zona muy jodida y muy reciente. Por toda respuesta dejé de comer y me abracé una de las piernas, apoyando la barbilla sobre la rodilla, notando en el mentón la áspera textura de la media. El flequillo ocultó parte de mis ojos. - Es curioso cómo la vida puede cambiar tanto de un momento a otro- No tienes ni puta idea de cuánto…

En ese momento toda la tristeza que intentaba ocultar tras la máscara optimista salió a flote. Agradecí que Aidan no me diese mucho tiempo de respuesta, mi silencio no pareció tan largo cuando él volvió a hablar. Era tan raro que me calase tan bien… Nos conocimos hace apenas unos días y con él me sentía más comprendida que con cualquier otra persona que pudiese conocer hace años. Se había abierto en canal conmigo y a pesar de haberme visto en un par de ocasiones ya era capaz de saber que la sonrisa constante era una careta barata de mardi gras. Aún no estaba preparada para darle muchos detalles, pero no podía permanecer callada para siempre. Él estaba haciendo un ejercicio de confianza conmigo por el que sólo podía sentir gratitud, así que carraspeé para poder contestar sin que me temblase la voz. - No… las chicas no paran de decirme que me ven muy rara. Pero ellas.. bueno. Al menos conocen el iceberg del inmenso montón de mierda que me ha caído encima. Todo lo achacan a eso así que… - Me encogí de hombros. - ¿No te ocurre? La pérdida se ha convertido en la green card que justifica todas tus conductas de mierda. Y la gente te lo permite pero en el fondo lo que más jode es saber que nadie jamás va a ser capaz de… - me llevé una mano al pecho incapaz de sacar lo que había ahí dentro - de… - di un golpe sobre mi esternón. Suspiré y negué con la cabeza.

Había estado componiendo, el liberador lo llamó. Cada palabra que salía de los labios del cantante servían para describir un poco más mi propia realidad. Empezó a dar miedo. - Sí… en el punk es la rabia. Si no pareces estar cabreado con cada farola del camino es que eres un “softie” de mierda y en seguida se decepcionan. Que les follen, en serio…- susurré cansada dejándome caer sobre los cojines de la cama. El gorro mexicano me tapó la cara.

Pero antes de ponerme cómoda se levantó a enseñarme el nuevo tema. Se le notaba poco acostumbrado a compartir lo que sentía y una sensación de honra invadió todo mi ser. Es que era muy fuerte, joder, ¡Éramos desconocidos aún! y parecía que hablábamos con nosotros mismos más que con otra persona diferente.
Me incorporé para coger las partituras y la letra entre los dedos y repasé la hoja. “April Clouds” el mes en el que papá se fue. ¿Es en serio?    

Empezamos bien…

Recuperé la postura volviendo al estandarte de mi rodilla. Una mano abrazaba mi tobillo y daba golpecitos al ritmo que marcaba la partitura. Fui leyendo con calma cada verso y con sus letras sentí que me desgarraban lo más profundo de mi alma. Sabía cuándo había escrito desde el llanto, cuándo desde la rabia, cuando desde la más desoladora soledad… Yo había estado ahí. Aún estaba ahí…
Era absurdo lo bien que congeniaban nuestras historias, nuestras sensaciones y nuestras emociones. Su canción removió trozos de mi vida que aún no había puesto en su sitio. Antes de poder darme cuenta sobre las medias grises cayeron más de un par de lágrimas. Los dedos que hacían de bombo se detuvieron, pero no mis ojos. Seguí recorriendo su letra hasta que llegué a una frase que terminó de hacerme mierda.

“But a painful death can’t frighten me more, than a single word of love…”

Sufrí un hipo involuntario que traté de contener bajo mi pecho. Todo culpa del llanto del que acababa de hacerme consciente. Tenía los labios fruncidos y la cara roja. Le devolví los papeles apartando la mirada. - Es… es muy bueno Aidan… es… - otro hipo. - Perfecto… Joder…. - Aidan se giró para dejar las hojas en una superficie cercana, pensando que se alejaría le sujeté por la muñeca controlando no usar mucha fuerza.

Me quedé más segundos de los que quisiera reconocer en silencio generando esa tensión entre los dos. Quería responderle, decirle que la pieza era realmente buena, que podríamos buscar un equilibrio entre algo aletargado que fuese potente de percusión… pero cuando abrí la boca no fue eso lo que salió. - Te dije que en abril perdí a mi padre y a mi novio… - Busqué una esquina de la habitación que me fuese cómoda que mirar. Cualquier cosa menos sus ojos azules que parecían poder descifrarme. - Lo cierto es que mi novio…ahora ex novio era responsable de una criatura. Y esa criatura fue la que mató a mi padre.- Me forcé a tragar. - Y no llegué a tiempo. No pude hacer nada… Nadie pudo. Le mató frente a mí restregándome esos segundos de diferencia en los que podría haberle salvado. La única persona en la que podía confiar…fue la responsable de arrebatar lo poco que me quedaba de familia. - apreté más la boca sin querer. Las emociones no eran lo mío - Ese mismo día un demonio me poseyó e hizo que le arrancase un brazo a este chico, que intentó rescatarme.- Asentí con la cabeza, reviviendo de forma clara las imágenes segundo a segundo, el olor a sangre, lo caliente que noté la barbilla tras el mordisco…

“But a painful death can’t frighten me more, than a single word of love…”

Volver a ver a Shawn…

Cerré los ojos haciendo que dos nuevas lágrimas rodasen por mis mejillas, sorbí por la nariz y le solté la muñeca. En cuestión de segundos me sequé las lágrimas con el dorso de la manga y la máscara volvió a su posición original, con una sonrisa sujeta con pinzas. Antes de que pudiera responder al tsunami de trauma con el que acababa de ahogarle, empecé a comentar su idea como si nada- Es un tema muy bueno Aidan, tiene mucho potencial… Las MJs son mi fuente principal de ingresos, junto con la beca, y no puedo permitirme dejarlas… Pero tengo un representante muy bueno, seguro que no tiene problema en trabajar sobre nuestro proyecto también.Hablaré con él. Glory estaría encantada de tocar las partes con órgano y darnos sugerencias para cohesionar nuestros estilos… ¿Quieres que empecemos por pensar un nombre para el proyecto? - Dije rellenando el doloroso e incómodo silencio que acababa de provocar yo misma, mientras me recolocaba la diadema y estiraba las mangas del jersey más de lo que el tejido permitía. - Tú eras irlandés, ¿no? Igual podemos buscar algo mitológico que quede resultón…-

Aidan meditó sobre la pregunta de la chica. En los últimos tiempos había estado tan borracho durante tanto tiempo que resultaba difícil recordar con claridad las reacciones de su banda. Tenía una idea bastante clara de lo enfadados que estaban con él, y estaba también bastante seguro de que, de no ser por el influjo de su voz, ya le habrían dado la patada. Lo que no conseguía recordar eran los matices y detalles exactos de las discusiones, y mucho menos era capaz de leer entre líneas para saber a qué achacaban su comportamiento, aunque la muerte de su familia era la conclusión más obvia. Después de todo, el cambio en su personalidad se había producido justo después del accidente.

Pero, a diferencia de Gwen, a él no le importaba que pensaran eso. Que pensaran eso era jodidamente mejor que la realidad. Era preferible que achacaran sus continuas cagadas a una experiencia traumático antes que a su inmenso sentimiento de culpa por haberse convertido en la mascota fiel de los demonios.

¿Por qué querría él... por qué querría nadie... que se supiera la verdad? Pero era evidente que para Gwen la situación no era igual porque parecía a punto de echarse a llorar. En ese momento aún aguantaba, pero cuando escuchó la canción pareció romperse del todo. Cuando fue a devolverle las partituras las apartó a un lado y la abrazó, sintiendo una extraña sensación de paz porque, por una vez, podía centrarse en el sufrimiento de otra persona y dejar de atormentarse con sus propios pesares. Era agradable cuidar de otro en lugar de recorrer el camino de autodestrucción en el que se había embarcado hacía semanas. Y una parte de él, por qué no, experimentó también una pequeña punzada de satisfacción egoísta porque por una vez, sólo por una vez, no era él quien estaba sufriendo.

- Voy a ver si te consigo algo un poco más reconfortante que el alcohol -dijo, empezando a levantarse.

Si es que algo así podía existir. Para él el alcohol se había convertido en la única tabla de salvación que le mantenía a flote, pero en lo más profundo de su ser sabía que no era lo más recomendable, y aunque él mismo no pudiera evitar caer una y otra vez, si tenía la oportunidad prefería ahorrárselo a Gwen, especialmente ahora que sabía de primera mano en qué se había convertido su vida a causa de la adicción. Demasiadas noches bebiendo hasta perder el sentido sólo para despertar dolorido, apaleado y sin blanca en algún callejón. No quería eso para Gwen.

Pero ella le frenó agarrándole por la muñeca. Sorprendido, le dirigió una mirada interrogativa. Y entonces, aquél breve momento de respiro se fue por el desague en cuanto ella le mostró los horrores que había vivido durante la invasión. Una invasión que se había producido por su causa. Y una vez más, el sentimiento de culpa regresó para arrollarle con la inclemencia de un tren de máxima velocidad.

Se forzó a calmarse para pensar rápidamente si la descripción que daba de su novio le sonaba de algo, pero aunque no creía haber conocido a nadie así, era difícil estar seguro considerando la cantidad de demonios y monstruos con los que había tenido relación últimamente.

Podía entender a Gwen. Podía entenderla perfectamente. Desde los seres queridos arrebatados ante tus ojos con la impotencia de no haber podido hacer nada para evitarlo hasta la parte de presenciar cómo los sabuesos infernales de Belial desmembraban, mutilaban y devoraban a una inmensa cantidad de gente inocente hasta convertir toda Metrópolis en un mar de sangre, fuego y vísceras. Él no había sido poseído, no los había matado personalmente, pero había sido obligado a trabajar para dos demonios mayores en contra de su voluntad, reuniendo a toda aquella gente con su música para que los masacrasen. Por no hablar de que todo cuanto había ocurrido durante la invasión, los miles y miles de muertes que se habían sucedido no sólo en Metrópolis sino en todo el mundo, incluyendo las tragedias de Gwen y Dinah, habían sido culpa suya. Y ahora tenía que estar allí, mirando a la atormentada muchacha a los ojos sabiendo que él era el principal responsable de todo el horror que había vivido, sin poder hacer nada más que apretar los labios y tragárselo. Porque, a diferencia de ella, él no podía sacárselo del pecho. Y si no podía eliminarlo de su sistema, lo único que podía hacer... era ahogarlo.

Así que en cuanto le soltó, se levantó como activado por un resorte para ir al minibar. Inicialmente no había tenido intención de darle alcohol a ella, pero, francamente, se le había olvidado todo cuanto tenía en la cabeza antes de las aterradoras revelaciones de Gwen, y, además... qué coño... Después de lo que le había contado no podía darle un maldito té.

La escuchó hablar mientras rebuscaba entre los botellines del interior buscando algo especialmente potente. Una parte de él sabía que, después de semejante confesión, tendría que darle un abrazo, ofrecerle alguna clase de consuelo. Pero, para ser francos, lo único que notaba en la cabeza era un potente zumbido que no le dejaba pensar, así que agradeció profundamente que la reacción de ella hubiera sido continuar hablando para rellenar el incómodo silencio que, de otro modo, habría quedado flotando en el ambiente.

- ¿Qué prefieres, ron, vodka, Absenta, Whiskey...? Tengo de todo, y de lo que falte se puede pedir más.

Cuando le dio una respuesta, cogió dos botellitas iguales, fue hacia ella, le tendió la suya y se sentó a su lado, rozándola. No sabía muy bien qué decirle, y sabía que, si intentaba hablar, terminaría llorando y ya no podría ocultar por más tiempo su implicación en todo aquello, pero al menos podía ofrecerle el consuelo del contacto humano. Hacerle entender que, aunque no supiera qué podía hacer o decir para hacerle sentir mejor, sí que entendía lo que había tenido que pasar y desearía... desearía poder hacer algo para arreglarlo.

Durante varios minutos, simplemente bebieron, envueltos en un silencio que había dejado de ser incómodo, hasta que, finalmente, habló, mirando a la pared.

- Pues... de hecho... había pensado en un dragón... -musitó en voz suave y baja-. Ancalagon -un nuevo silencio-. Era... el dragón al mando del ejército de dragones de Morgoth en El Silmarillion -silencio otra vez. Dios... le estaba costando hablar y no llorar-. Lo mató Eärendil.

Se frotó ligeramente por debajo del ojo izquierdo simulando algo que le molestaba y se giró finalmente a mirarla.

- Oye... lamento no ser muy bueno en ésto, pero espero que sepas que estoy aquí para lo que necesites... sea lo que sea... Sea lo que sea, Gwen -repitió, tomando su mano para darle un ligero apretón reconfortante. En su mirada sospechosamente brillante se apreciaba la sinceridad-. Lo digo en serio.

Cuando le devolví la letra noté cómo el dolor me arrollaba, pero pronto le acompañaron sus brazos tatuados, cubriendo mi ridículo cuerpo. Y me abrazó.
Noté una ola de calor que se extendía del pecho al resto de mi cuerpo. Un sólo abrazo… era cuanto necesitaba…
Tardé más de la cuenta, pero se lo devolví enlazándome también con él, apoyando la cabeza en su pecho. Cuando se levantó me entró el pánico, por eso le sujeté. No sabía si lo que le estaba sugiriendo era droga, algo alternativo, comida otra vez… No importaba… sólo quería que no se fuese.

Y lo largué todo como un bote de Ketchup barato dado la vuelta mientras él rebuscaba en la neverita.

Decidí terminar la historia a pesar de que su gesto no se me pasó por alto. No parecía un adulto más intentando ser funcional ante una situación delicada. En su mirada había algo más, aunque no supe descifrar el qué. Dudé sobre si le había incomodado, pero no parecía molesto ante el dolor. Tal vez le había recordado la pérdida reciente que le había contado hace unos días. Algo había en sus ojos claros que no estaba en orden. - Absenta - De lo que había dicho, era lo más fuerte. Nunca he necesitado mucho para emborracharme. Estaba segura de que con un par de chupitos ya iría bastante contenta dentro de un rato, y es más o menos lo que debía ocupar esa botellita. Esperé a tenerle a mi lado otra vez y brindé con él.

Durante unos cuantos minutos lo único que llenó el silencio de la habitación fueron nuestros gestos, el “crack” del tapón siendo desenroscado. Su garganta tragando, la uña de mi pulgar deslizándose por la textura rugosa de la botella. Mi muslo rozaba el suyo, le notaba presente… y joder… A veces no hace falta nada más.

Di varios tragos seguidos, con el primero tuve que toser un par de veces mientras el ardor se me quedaba estancado en la nariz, haciendo que se me enrojeciese la cara. Luego conseguí acostumbrarme y tragar a lo bruto para que no volviese a ocurrir, aunque con cada trago se me ponía un deje de asco en los surcos nasogenianos. ¿Era ese silencio un buen momento para preguntar sobre su dolor? - Ancalagon… - repetí mientras mis ojos se perdían por la habitación, repitiendo en mi cabeza toda la info de El Silmarillion - Y derribó las torres de Thangorodrim… - Su nombre significaba “Fauces desbocadas”. Teniendo en cuenta lo que acababa de hacerle a Shawn era tan irónico que casi hacía gracia. - Nos va como anillo al dedo… - Nunca mejor dicho. Terminé de decir mientras el calor del absenta invadía mi cara y mi pecho, haciéndome sentir mejor.

Cuando pude verle y mirar a esos ojos enrojecidos ofrecer su ayuda no pude evitar sentir más calor aún - Lo mismo digo, Aidan… de verdad… - Apreté su mano con cariño - Soy más fuerte de lo que parece - dije con una voz impostada algo ridícula, intentando recobrar el buen rollo. Pero justo antes volví a abrazarle y antes de soltarme, susurré - Infiel es el que se despide cuando el camino se oscurece… - Era la forma más torpe de prometer que iba a estar para él… Gimli siempre fue más listo de lo que lo escribió Tolkien y desde luego mucho mejor que yo para expresarse - Y… todos tenemos nuestros remedios… yo… no soy más rápida que el alcohol. Pero nunca me cansaré de intentarlo si lo necesitas… - me separé despacio buscando mirarle a los ojos, con un apretón en el su brazo derecho, el que sujetaba la botellita.

Cuando me separé del todo volví a secarme las lágrimas, me apreté los ojos para intentar volver en mí, me recoloqué la diadema, suspiré un par de veces mirando al techo y me terminé la botella. - Bueno. Ancalagon entonces - Tenía las pulsaciones aceleradas, ya notaba el calor y el hormigueo por todo el cuerpo. - ¿Te gustaría que hiciera coros? MJ canta de puta madre y tú tienes una voz prodigiosa, pero al menos sé entonar para salir del paso. Tal vez podrías enseñarme... - Gwen, cállate. ¿Qué coño haces?

- Absenta. Guau. Tú si que le das sentido a la expresión "Go Big or Go Home", ¿eh? -la miró con curiosidad mientras desenroscaba el tapón de la botella-. Si no recuerdo mal, dentro de poco cumplías los 21, ¿verdad? ¿Alguna vez habías tomado algo así de fuerte? Porque si es tu primera vez deberías tomártelo con calma, la Absenta puede pegar muy fuerte... hey, hey, con cuidado, tranquila, ¿qué te había dicho? -la reprendió, riéndose, cuando la joven empezó a atragantarse y a toser-. Ten, toma un poco de agua -le aconsejó pasándole una botella.

La observó mientras se iba, poco a poco, acomodando a la absenta, recordando la última vez que había bebido aquél licor en particular en la compañía de una mujer. Desde luego, Gwen no se parecía prácticamente en nada a la misteriosa y sensual mutante que había conocido aquella noche en París y que le había proporcionado una de las mejores experiencias de su vida. El pub, las catacumbas, la rave clandestina... Había sido algo increíble, una de esas cosas que sólo se viven una vez, pero que había quedado ensombrecida por la pérdida de su familia, que había ocurrido muy poco después. Prácticamente no podía pensar en aquello sin recordar lo otro, y era la razón por la que llevaba evitándolo aquellos dos meses.

Le sorprendió encontrar que ahora podía pensar en aquella mujer sin experimentar amargura. Qué habría podido pasar de haberse llegado a conocer en circunstancias diferentes era algo que nunca se sabría. Pero ahora, pensar en ella le hizo acordarse de Dinah, y el torbellino que le había estado absorbiendo en su vorágine los últimos días volvió a atraerle de nuevo. Maldición... Dio un largo trago a su botella, emulando a la joven que se encontraba a su lado, y, durante varios minutos, ninguno de los dos habló.

Hasta que empezaron a hablar del Silmarillion. Y resultó que, no sólo Gwen conocía la obra, sino que se había leído los libros de Tolkien.

- Y derribó las torres de Thangorodrim…

- Y los Pozos de Angband reventaron bajo él -completó el irlandés, chocando su botellita con la suya.

Y el mundo se hizo un poquito más brillante de nuevo.

- Infiel es el que se despide cuando el camino se oscurece -dijo ella al abrazarle. Él la miró, con una sonrisa triste.

- Y, en tu caso, nadie puede atreverse a decir que no has visto la caída de la noche, así que tienes todo el derecho a afirmarlo. Gracias.

Aún así, Aidan no desearía para nadie que caminara por las tinieblas concretas que él se veía obligado a recorrer. La chica había pasado un calvario, pero ya había concluido, estaba a salvo, libre para sanar y recuperarse. En cambio, él seguía en su particular camino al infierno, del que no había escapatoria posible, y no deseaba que nadie lo recorriera con él. Es algo que nunca le pediría, pero agradecía la intención y la voluntad.

- Cuenta con mi guitarra -respondió a su petición, continuando con el símil del Señor de los Anillos que tan bien había funcionado para aligerar el ambiente. Dicho ésto, se pasó la correa de la guitarra por el hombro y comenzó a tocar algunas cuerdas para probar el instrumento y asegurarse de que estaba bien afinado antes de volverse a la muchacha-. Bien, ahora, ¿por qué no cantas lo primero que se te venga a la cabeza? No tiene que ser perfecto, así que no te preocupes, ¿vale? Sólo relájate y déjate llevar.


Tras pensarlo un momento, Gwen empezó a cantar las primeras estrofas de 21 Guns de Green Day, y Aidan tocó tentativamente hasta que consiguió encajar en un ritmo y una progresión de acordes que se amoldara a lo que ella estaba cantando. El resultado final quedó algo tosco, pero definitivamente algo sobre lo que merecía la pena trabajar.

- Hey -le dijo al cabo, cuando las cuerdas de la guitarra dejaron de vibrar por completo-. No ha estado nada mal. Es decir... Evidentemente vamos a tener que pulirlo, pero es un punto de partida extraordinario. Y eso no ha sido casualidad, has sido todo tú, Gwen.

Dejando la guitarra a un lado, se inclinó para volver a abrazar a la muchacha, dándole un suave y rápido beso en la mejilla.

- Me alegro de poder estar aquí para ti, Gwen -musitó-. Y estoy muy emocionado por ver lo que podemos llegar a conseguir juntos...

Aidan me daba una paz, un buen rollo, un feeling tan despreocupado… Los dos acabábamos de atravesar un infierno insoportable y aun así, con él me sentía relajada, dentro del manojo de nervios habitual que suelo llegar a ser. - y con mis tambores- respondió al “cuenta con mi hacha” adaptado.

Qué buen tipo.

Rápidamente el cantante cogió la guitarra. Para mi suerte el calor y los efectos del absenta pegaron fuerte y rápido. ¿Para qué coño he dicho nada? ¿Pero a mí quién me manda meterme en estos campos con la vergüenza que me da cantar? Mi sitio es tras la batería, en la parte de atrás, casi escondida, tras mi flequillo…

Carraspeé y pensé mirando al techo de la habitación un segundo. Luego me incorporé un poco. MJ siempre dice que lo ideal es cantar con la espalda recta. Cogí aire un par de veces y empecé a cantar con los ojos cerrados, algo dentro me decía que aunque él pudiese verme se me haría más fácil si yo no le veía a él. Sonreí y empecé a cantar.

Poco a poco la letra bailaba entre mis labios y empecé a mecerme de lado a lado al ritmo de la música de las cuerdas del irlandés. Una versión acústica e improvisada de una canción que siempre conseguía destrozar mi corazón invadió nuestros oídos. Poco a poco me fui soltando, conseguí mirarle a los ojos y acompasar nuestro lenguaje corporal mientras la canción seguía su curso. Le sonreía sin dejar de cantar, desviaba la vista para mirar sus dedos y luego volvía a conectar con él. Definitivamente, teníamos algo juntos. Tal vez fuese simplemente compartir una pérdida profundamente dolorosa, tal vez no. Pero nos entendíamos con la música. Este proyecto podría salir muy muy bien.

Terminé de cantar y me llevé una mano al pecho, dejándome caer sobre la cama como si me hubiese dado un infarto de forma dramática - No ha sido horrible, ¡Me quedo con eso! Jajajajaja - Justo me incorporé para recibir su abrazo, le estreché con cariño y muchos muchos nervios contra mí, sintiendo el calor del alcohol en la nariz y en la garganta - Gracias Aidan… Da… mucha paz. Estar cerca de ti, ¿Sabes? - Le di un golpe hombro contra hombro después del abrazo - Y ya me encanta Ancalagon. Soy nuestra propia fan, vamos a hacer cosas loquísimas - Sonreí entusiasmada y volví a coger la letra que me había enseñado.

Pronto nos pusimos manos a la obra entre risas desinhibidas por el alcohol (yo más que él tengo que reconocer). En uno de esos momentos de curro divertido recuerdo que me quedé mirando su perfil mientras repasaba concentrado una de las armonías de la guitarra en el estribillo, con la letra en la mano. Qué difícil era hacer amigos… y qué fácil había parecido con él. Sonreí, deseando que ese momento no se acabase nunca, pensando en una vida sencilla donde pudiese dedicarme a la música con él, combatiendo el crimen por las noches. Teniendo amigos, tomando algo…

Viviendo. Sin más.

Te echo de menos, papá.

Pero a mí, aún me queda por vivir.