Dear Prudence (Tim Drake) [13/05/2019]

El asesino arrastró pesadamente el cuerpo de la joven por el suelo del apartamento hasta detenerse debajo del ventilador de techo. La luz de la luna que incidía por el ventanal revelaba las exóticas facciones de una joven extraordinariamente bella, de unos veinte años de edad y una tez morena que contrastaba con los preciosos ojos azul turquesa que ahora miraban inexpresivamente al techo, carentes de vida. El asesino desapareció un momento en el pasillo que llevaba hasta el dormitorio de la muchacha y regresó con un largo pañuelo de seda estampado de color azul. Cogió una silla del comedor, la llevó hasta donde estaba la chica y, subiéndose en ella, empezó a anudar uno de los extremos del pañuelo al ventilador.

- Bueno, ésto ya es demasiado -profirió una exasperada voz que procedía de un rincón en sombras-. He intentado aguantar hasta el final, de verdad que lo he intentado, pero contemplar tanta inutilidad es demasiado doloroso.

El hombre que salió del rincón portando una daga en la mano vestía un uniforme negro con bandas blancas en cuello, botas y guantes, con una llamativa diana dibujada en la frente. Al verlo, el otro hombre se asustó tanto que estuvo a punto de caerse de la silla.

- ¡B... B... B...!

Ignorando sus balbuceos, el hombre de la diana le apartó de en medio para subirse a la silla. Alzando la mano hacia el destartalado ventilador, dio un suave tirón sobre el aspa, provocando que el aparato lanzara un ominoso crujido.

- No hace falta ser especialmente listo para ver que éste trasto no podría aguantar ni el peso de un gato sin desplomarse, así que si pretendías hacerlo quedar como un suicidio deberías haberte buscado una excusa mejor. Es que, de verdad... Lo intento, de verdad que lo intento -continuó su perorata, bajando de la silla para ir al encuentro del hombre, que no cesaba de retroceder, aterrado-. Uno intenta darle una oportunidad a las nuevas generaciones, pero no puedo evitar preguntarme... -agarró al hombre del cuello y le golpeó la cara contra la pared antes de volver a acercarlo a su rostro, como un padre preocupado hablando con su hijo-. ¿Qué hemos hecho mal? Mira.

Le obligó a contemplar el cuerpo de la joven asesinada.

- Aún es demasiado pronto para que se note, pero he estrangulado suficientes personas en mi vida como para saber que las marcas que esos dedazos tuyos habrán dejado en esa garganta tan delicada no se van a parecer en nada a las que dejaría un pañuelo de seda al ahorcarse. Las abrasiones, en lugar de ser regulares, tendrán la forma de tus dedos y serán más oscuras, profundas y abrasivas. Si no tienes experiencia, lo mínimo es informarse un poco antes de preparar el escenario, ¿no te parece?

Arrastrando al semi aturdido asesino por el suelo del salón, le llevó hasta la cocina americana integrada, donde podía verse una sartén aún humeando sobre el hornillo junto a una tetera hirviendo.

- Quiero decir... -soltó al tipo, que cayó torpemente al suelo, antes de acercarse al hornillo con la actitud de quien muestra algo muy evidente-. ¡La chavala estaba haciéndose la cena! -abrió la tapadera de cristal y olisqueó el aroma de la carne-. Mmmm... Pollo al curry. ¿Quién se haría la cena y se suicidaría sin siquiera probarla? ¿No te parece un poco estúpido?

Aferrando la sartén por la empuñadura, golpeó brutalmente en la cara al aspirante a asesino cuando empezaba a incorporarse, haciéndolo caer de nuevo y desparramando el contenido caliente por toda la diminuta cocina.

- Y el té. ¡Qué desperdicio!

Agarrando la tetera derramó su contenido hirviendo por el cuerpo del tipo, que empezó a proferir alaridos y a cubrirse el rostro con las manos.

- Es que... no lo sé, ¿sabes? -el hombre de la diana agarró al más joven por la pechera de la ropa, forzándole a incorporarse para arrastrarle ante el espejo roto que se encontraba junto a la encimera de la cocina-. Cuesta imaginar que dejen entrar a gente tan incompetente en el Gremio hoy en día. Esa chica debe pesar, que, ¿50 kilos? ¿Es una chiquilla y no fuiste capaz de matarla en el acto? Créeme, el forcejeo patético que tuvisteis fue realmente doloroso de presenciar. Mira, ¿ves la rotura del espejo? ¿No la ves? Bueno, te ayudo.

Con brutalidad, estampó el rostro del asesino más joven contra la rotura del espejo y fue arrastrándole la cara por los fragmentos astillados, ignorando sus estremecedores alaridos.

- Es que se me escapa, de verdad. ¿Tanto hemos degenerado? No me extraña que los chalados esos de las sombras nos estén comiendo terreno. ¿Cómo pensabas hacer pasar ésto por un suicidio con tantos estropicios? ¿Me lo puedes explicar? Mira, hasta la mesa está rota, mira -arrastrándole ahora hasta la mesa del comedor le estampó la cara contra el piquete que había en el cristal de la superficie y que indicaba que había habido otro golpe durante el forcejo con la muchacha.

- Tío... Bullseye, por favor... -el tipo sollozaba en el suelo sujetándose el rostro destrozado con las manos. El ojo que había dado contra los cristales era una masa ensangrentada e irreconocible-. No sé qué es lo que quieres, por favor... Haré lo que quieras... Siento haber matado a la niña... Te diré lo que quieras... Si quieres hasta te diré el nombre del tipo que lo ha encargado, es un político, un tipo importante... Quería quitarse de en medio a la competencia para el concurso de belleza donde participa su hija y...

- Tsk, tsk, tsk... -el hombre de negro retiró otra de las sillas y se sentó, haciendo un gesto para indicar que aquello no le interesaba-. Eso luego. Si realmente es un pez gordo como dices puede que me interese conocer los detalles. Sé de alguien a quien podría venirle bien tener material para chantajear a un político. Quizá hasta te haga grabar una confesión contándolo todo, pero lo primero es lo primero. He venido por otra cosa. Te llamas Ahmed, ¿verdad? Pues verás, Ahmed -se inclinó sobre la silla hacia el sollozante tipo del suelo, haciendo bailar en la mano que aún no había utilizado la daga con la que había aparecido en escena-. Estoy buscando a una chica que se llama Pru, ¿te suena? Mala actitud... Un gusto excelente a la hora de elegir su estilismo capilar... -se señaló el cráneo con la daga, con una sonrisa burlona-. ¿Sabes de quién te estoy hablando?

El hombre asintió entre hipidos y el más maduro sonrió. No había nada como comenzar con la tortura desde el principio para conseguir que la víctima esté más que dispuesta a colaborar. Era increíble la cantidad de esfuerzo que podías ahorrarte de éste modo.


Menos de diez minutos después, el asesino conocido como Bullseye tenía una dirección y el nombre de una ciudad: Gotham. Parecía que todas las pistas que investigaba terminaban llevándole hasta aquella ciudad. Gotham era uno de los primeros lugares que había investigado buscando a la ex miembro de la Liga de las Sombras, pero en aquél momento la investigación había terminado en un punto muerto (aunque tenía que reconocer que se lo había pasado bastante bien aún así), y ahora, más de tres meses después, parecía que la cosa iba a terminar donde empezó. Observó el cuerpo de la joven asesinada. La había colocado en la cama de su dormitorio y, si no fuera por las marcas rojizas que empezaban a aparecer en su cuello casi parecería pacíficamente dormida. Siguiendo un impulso, se inclinó para depositar un suave beso en sus labios.

- Lo siento, chica. Si te hubiera despachado yo habría sido muchísimo más rápido e indoloro. Ni te habrías dado cuenta. Claro que yo nunca habría perdido el tiempo en alguien como tú... En fin, qué se le va a hacer.

Regresó al salón, cogiendo un cuchillo de la cocina, y empezó a trabajar. Cuando hubo terminado, el cuerpo decapitado del pringado que habían enviado desde el Gremio se encontraba pulcramente sentado en una silla del salón. Sus dedos agarrotados sujetaban el cuchillo de cocina en una mano que descansaba lánguida a su lado. Sobre la mesa que había junto a él, Bullseye había escrito una nota con sangre que decía: "Adiós, mundo cruel. Soy demasiado inepto para existir", junto a una carita sonriente invertida, como haciendo una parodia de un suicidio, ya que era evidente que nadie podía cortarse la cabeza a uno mismo con un cuchillo de cocina. Bullseye se detuvo un segundo a contemplar su obra, y, con una sonrisa satisfecha, recogió la cabeza que descansaba sobre la mesa, se la colgó del cinturón junto al bolsillo que contenía la tarjeta sd con la confesión de Ahmed y salió por la ventana. Era una lástima que no pudiera dejar su firma, pero si Kingpin podía sacar algún provecho de la información que le traía, era conveniente que nadie pudiera relacionarles a ninguno de los dos con lo sucedido. Además, Amanda Waller quería que mantuviera un perfil bajo, aunque nada en aquél contrato especificaba que no pudiera divertirse... ¿verdad?