Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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Matthew Murdock
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Matthew Murdock


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Una Fría Navidad en la Cocina del Infierno (Autoconclusivo) [24/25-12-2018] Empty
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Una Fría Navidad en la Cocina del Infierno

Una Fría Navidad en la Cocina del Infierno (Autoconclusivo) [24/25-12-2018] Tzoo.98779.0.898342.NewYork

Juzgados de Nueva York, 24 de diciembre de 2018, 11:00 AM.

Había decenas de latidos en la sala. Latidos jóvenes y firmes. También corazones gastados y débiles. Algunos regulares como el tictac de un reloj y otros ligeramente arrítmicos. A Matt Murdock, sin embargo, sólo le interesaban tres; El de Joseph Allan, su cliente, rápido y nervioso. El de su esposa Mary, más calmado y en total sincronía con el tercero de ellos: El pequeñísimo latido de su hijo nonato, flotando tranquilo entre el líquido amniótico, a la espera de ver la luz.

Joseph estaba nervioso y asustado, pero no era un cobarde. Distaba mucho de ser tal cosa. De haber sido un cobarde no se habría arriesgado a emprender aquella titánica demanda contra una empresa del calibre de HEROD International. Todos los abogados de la ciudad le habían recomendado que no pleiteara. Le habían sugerido que se sentase en la mesa de negociación y aceptase la más que generosa suma que los abogados de la compañía deslizaran con disimulo para enterrar el asunto. El resto de empleados lo habían hecho. No era un mal trato. “Mejor un mal acuerdo que un buen juicio”, solía decirse en el gremio, y en aquella ocasión el acuerdo era inmejorable. El cheque tenía muchos ceros. Muchos ceros sirven para tapar muchas bocas, pero no la de Joseph. Para él no era una cuestión de dinero, sino de conciencia. Puede que sólo fuese un asunto monetario para HEROD, unos pavos que ahorrarse en medidas de prevención de riesgos laborales, pues parecía que implementarlas era más caro que sobornar a los inspectores de trabajo para que hiciesen la vista gorda. Sí, eran sólo unos dólares para ellos, pero para Joseph era la seguridad de los miembros de su cuadrilla. Hombres y mujeres que trabajaban a su cargo, bajo su responsabilidad. Hombres y mujeres a los que ya no podía, en conciencia, decir que hiciesen su trabajo con tranquilidad. Así que se arriesgó a acudir a la autoridad laboral, formuló su denuncia y sólo recibió por respuesta silencio y un fulminante despido sin derecho a indemnización. Todos los abogados a los que había consultado le dijeron que ya estaba advertido, que se la había jugado a una carta y había perdido, que sólo un loco llevaría el pleito. Todos menos Matt Murdock.

No aceptó el caso sólo porque admirase su espíritu combativo. No le alentó a seguir sólo porque su esposa, lejos de oponerse, le animase a seguir con la demanda. No continuó con el litigio, pese a las muchas trabas, sólo para que la pareja cumpliese el absurdo deseo de que su futuro hijo se sintiese orgulloso de ellos. Que HEROD International fuese una filial de Industrias Fisk fue el hecho determinante. Nadie le echaba un pulso a Wilson Fisk, Kingpin para sus enemigos y también para los amigos que no tenía, y quedaba indemne. Y a eso iba a dedicarse Matt, a tratar de que quedasen indemnes.

Las sesiones habían sido largas, los debates intensos, las pruebas sólidas. Matt esperaba el fallo del juez con ansiedad. Era el momento de comprobar si todavía quedaba algún miembro de la judicatura en Nueva York que no comiese de la mano de Fisk. Los Allan habían confiado en el sistema y pronto sabrían si éste recompensaría esa confianza

Multa de doce millones de dólares. Obligación de ajustar las instalaciones a la normativa laboral vigente. Indemnización de cuarenta mil dólares para los trabajadores que hubiesen visto su seguridad comprometida. Doscientos mil para Joseph y la posibilidad de una readmisión que iba a rechazar. Un pequeño milagro navideño.

Los latidos de los Allan se volvieron a acelerar, pero esta vez de alegría. El público murmuraba y sus clientes se levantaban de la bancada para felicitar a Matt. Joseph lo abrazó como a un hermano. Mary, entre lágrimas, besó sin rubor las mejillas del abogado. Eran felices, estaban extasiados. Matt aguzó sus sentidos. Olían a victoria. Aquella noche celebrarían la navidad regalando a su hijo nonato un mundo un poco más justo.

Matt rechazó con cortesía la oferta del matrimonio de pasar la Nochebuena con ellos. Agradecido, les dijo que tenía otros planes.

Era verdad aunque Matt, en ese momento, no lo sabía.


Torre Fisk, 24 de diciembre de 2018, 11:10 AM

En lo alto de su torre, enhiesta y firme pese al acoso del gélido viento invernal, el Kingpin del crimen observaba su regalo de navidad adelantado. Casi como si estuviese frente al espejo, un Wilson Fisk de óleo le devolvió la mirada. El trazo era duro,y el estilo de la artista dotaba de una seriedad angulosa a sus facciones, como en un busto romano. El orgullo del empresario no era ajeno a aquel detalle, advirtiendo cierta dignidad imperial en el retrato. Los colores, apagados pero hermosos, le daban un toque de sombría sobriedad. Un obsequio, a cambio de su mecenazgo, de una incipiente y excéntrica artista de pelo azul. Le gustaba invertir en arte. Amaba contribuir en la creación de belleza. A Vanessa le gustaba… (“le gusta”, se corrigió Fisk) mucho el arte. Siempre le costaba recordar que su esposa, pese a su estado, aún seguía viva. Alejando el torvo recuerdo, el amo de la torre se sonrió. Le gustaba ver devuelto el esfuerzo que invertía en su ciudad. Un regalo por un regalo. Toda acción tenía una reacción. Da y recibirás. Siembra vientos…

- Ni se le ocurra- masculló el Kingpin del Crimen sin apartar la vista de su propia efigie.

Lonnie Lincoln, sentado al extremo de la exquisita mesa de su jefe, resopló y se abstuvo de encender un cigarrillo. A la diestra del rey, el más fiel de sus lacayos, Wesley, susurró al oído de su amo.

- Señor Fisk, lamento decir que aún no hemos recibido confirmación de asistencia por parte del señor Jameson para su fiesta de Nochebuena.

El gesto del magnate no mutó en lo más mínimo pero, para quien mejor lo conocía, era más que obvio que la noticia le había turbado.

- Encárguese de que la invitación le sea entregada de nuevo y en mano, Wesley. Y hágale saber con claridad al señor Jameson que comprendo que se ha producido algún error al enviarle la primera misiva, que en ningún caso considero que su silencio haya sido un desprecio hacia mi persona y que espero de corazón verlo esta noche junto a su esposa Marla.

- Sí, señor Fisk- confirmó servil Wesley.

El tono de un teléfono móvil rompió el silencio que, de nuevo, se había hecho en la sala. Los enormes dedazos de Fisk extrajeron del interior de la americana el sencillo aparato. Prepago. Imposible de rastrear.

- - respondió monocorde el empresario- No hay por qué alarmarse. Un mero contratiempo.

Tras colgar el teléfono, Wilson Fisk miró con detenimiento los ojos de su homólogo en el lienzo. Casi como pidiendo consejo, buscando confirmación en el rostro del único hombre cuya opinión respetaba: él mismo.

- Señor Lincoln- Al ser interpelada por su jefe, la enorme mole albina se levantó con parsimonia, exhibiendo su más de dos metros de altura, embutidos en un traje de Armani, y mostrando una enorme hilera de puntiagudos dientes en una risa siniestra- Acuda al domicilio de Joseph y Mary Allan para felicitarles por su reciente victoria judicial y desearles una feliz navidad.

- Sí… - completó entre risitas una voz de cristal roto- … y un próspero año nuevo…


Nelson&Murdock, 24 de diciembre de 2018, 13:00 PM

La gente piensa que, una vez dictada sentencia, termina el trabajo del abogado. Matt Murdock, como todo aquel que se dedica a tan denostada profesión (y no sin cierta razón) sabía que aún quedaban muchos flecos de los que ocuparse. Enterrado en papeles, estudió la última documentación que les habían remitido los abogados de HEROD.

- Matt…

La multa la pagarían sin demora, a una empresa de dicho calibre no le interesaba tener problemas con la Administración pero las indemnizaciones… eso era otro cantar. Pagarían tarde y a regañadientes. Sería necesario estar encima de ellos como lapas. Para colmo, a los abogados de la contraparte se les había “vuelto a pasar” remitir copia de la documentación en braille. Aunque ellos no lo supieran, Matt no tenía ningún problema, pues podía estudiar los informes tocando la impresión de la tinta en el papel. Con todo, a él le gustaba recordarles que debían adjuntar la traducción, aunque sólo fuera para que tuviesen que pagarla. Traducción que, desde luego, tratarían luego de colar en la tasación de costas aún a sabiendas de que no se trataba de un gasto reembolsable.

- Matt…

Era curioso como a Greenberg Day, una firma con más de treinta sedes en EEUU, quince en el extranjero, más de veinticinco mil abogados en nómina y una cartera de clientes más larga que tres guías telefónicas puestas una encima de otra, se le seguían “pasando” pequeños detalles como aquél. Una firma que, al año, pleiteaba con más invidentes de lo que un despacho convencional pleiteaba con cualquiera en…

- ¡¡Matt!!

El abogado ciego giró el rostro en dirección a la puerta donde su compañero, Foggy Nelson, aguardaba algo inquieto cartera en mano.

- Colega… para alguien que tiene súper oído cuesta un triunfo llamar tu atención.
- Perdona- dijo Matt volviendo a la realidad- Estaba distraído ¿Qué querías?

- Te decía que es ya la una y que me voy a comer ¿Te vienes?

- Creo que no…- suspiró Murdock- Aún queda mucho que revisar en el asunto de HEROD.

- ¿HEROD? ¿Te refieres a ese pleito que se falló esta misma mañana y que dejó una multinacional cabreada y dos clientes con doscientos de los grandes en el bolsillo y la autoestima bailando en la luna? Cierra eso, chaval. Creo que puede esperar hasta el veintiséis.

- Foggy, aún queda…

- Sí, sí. El pleito no termina en la sentencia, queda mucho trabajo por hacer, ahora hay que centrarse en que se cumpla con el fallo… Ahórrate toda esa cháchara de leguleyo, amigo mío, yo también la conozco y la uso. Me gradué en Derecho “cum laude” en Columbia, deberías saberlo, estabas allí. En serio, cierra esas carpetas y ven a comer algo. De hecho, es Nochebuena. Deberíamos cerrar el despacho, tirar la llave, pegarnos un buen homenaje y ponernos a vaciar esa botella de falso Mcallan que está criando polvo en la barra del Josie´s hasta que el hecho de cenar con mis padres, hermanos, primos, sobrinos  y allegados parezca una buena idea. Cena, por cierto, a la que estás más que invitado.

Matt cerró los ojos tras las gafas oscuras y chistó riendo la gracia de su colega.

- Es la mejor oferta que me han hecho en todo el día Foggy pero, de verdad, no puedo. No creo que nuestro buen amigo Wilson Fisk se haya tomado muy bien el palo de esta mañana. Puede que el asunto no sea lo bastante importante para que tome represalias, o que no le interese hacer demasiado ruido pero… Con él nunca se sabe…

- Matt, si la perspectiva de que te pases la víspera de navidad entre carpetas ya me da mal rollo, imagínate qué opino de que vayas a salir a pegarte con la gente en mallas…

- No son mallas…

- Oye, Matt,  sólo dime que vas a tener cuidado y, por favor, al menos ven a cenar esta noche con nosotros. Venga tío, si mis viejos te quieren más que a mí.

- Foggy, por favor, no insistas más. Vete tranquilo ¿Vale?

Un tenso silencio tomó por asalto el buffete de Nelson&Murdock. El socio de Matt bajó la mirada. Su pulso era alto, su respiración pesada.

- Matt ¿Estás seguro de que esa es la única razón por la que quieres pasar la Nochebuena sólo?

- ¿A qué te refieres?

- Yo… Yo también la echo de menos ¿Sabes?

Matt apartó el rostro. Tragó saliva, inspiró con fuerza. Una Nochebuena solo. Una Nochebuena sin Karen.

- Escucha… Llámame si… Si te apetece que la echemos de menos… juntos ¿Vale?

- Vale- respondió Matt con rapidez- Nos… nos vemos el veintiséis en la oficina…

- Muy bien- suspiró Foggy con una triste sonrisa- Paparruchas a ti también…


Hell´s Kitchen, Calle 48, 24 de diciembre de 2018, 15:00 PM

Joseph Allan silbaba ufano mientras su vieja ranchera gris se acercaba lentamente al número quince de la calle cuarenta y ocho. El maletero estaba repleto de bolsas y paquetes, que había adquirido en un arrebato compulsivo motivado por el fallo a su favor en el juicio contra HEROD. Doscientos mil dólares era mucha pasta, más para él, que no había visto tanto dinero junto en su vida. Era, desde luego, mucho menos de lo que le habían ofrecido los abogados de la empresa pero, sin ninguna duda, su conciencia estaba mucho más limpia. Doscientos mil dólares que, pese a no tener aún en mano, ya había comenzado a gastar. Algún capricho para él, buenos regalos para sus padres y para Mary y, más que nada, cosas para el bebé que estaba en camino. Bebé, así a secas, pues con todo el lío del juicio no habían tenido tiempo, si quiera, para ponerle nombre. Habían decidido que no querían saber el sexo de la criatura hasta que naciera, por uno de esos arrebatos que les dan a los padres primerizos. No querían condicionarse, aunque Joseph deseaba en lo más profundo de su ser que fuese un niño. Todo el mundo le decía que las niñas quieren más a sus padres, pero el bueno de Joseph tenía la esperanza de tener un chaval y hacer todas esas cosas que su viejo había hecho con él. Así que, para no querer condicionarse, Joseph tenía bastante planeado lo que iba a hacer con ese hipotético muchachito que todavía no sabía si iba a tener.

Detenido en el semáforo, fantaseando sobre aquellas navidades tan dulces y tranquilas, con la promesa de una nueva vida ya desprendida de la presión de su cruzada legal, Joseph descubrió por las malas que la alegría duraba muy poco para un hombre con principios en la Cocina del Infierno. Apurando un cigarrillo, con su sempiterna sonrisa simiesca en el rostro, esperaba paciente a cruzar la calle (como un buen ciudadano) un gigante albino embutido en un traje de Armani. Joseph no tardó en reconocerlo, lo había visto alguna vez salir del despacho del director de la fábrica. Muchas más veces lo había visto siguiéndole sin disimulo, haciéndose notar, guiñándole en ocasiones uno de sus penetrantes ojos rosáceos. El corazón de Joseph se puso a mil por hora. Con las manos pegadas al volante, un sudor frío recorriendo su frente y la boca completamente seca, decidió que aquella circunstancia ameritaba romper su regla de no usar el móvil al volante.

Un tono

- Mary… coge el teléfono

Dos tonos.

- Mary… por Dios, haz el favor de coger el puto teléfono…

Tres tonos.

- ¿Qué coño estás haciendo Mary…?

El semáforo seguía en rojo para los conductores, no era ese el caso de los peatones. Con su chulesca parsimonia, Lonnie Lincoln (conocido en su círculo laboral como “Lápida”), avanzó en dirección a la puerta.

Cuatro tonos.

- Mary… por Dios…

Cinco tonos.

Lápida ya estaba en la puerta, con su largo dedo blanco presionando el timbre.

Seis tonos.

Joseph no estaba dispuesto a comprobar si su esposa iba a dar prioridad al móvil o a la puerta.

Joseph decidió que aquella circunstancia ameritaba romper su regla de no atropellar peatones intencionadamente.


Hell´s Kitchen, Domicilio de Jack y Matthew Murdock, 24 de diciembre de 1997, 20:00 PM

Matt Murdock pensó que era imposible que ningún otro muchacho de la Cocina del Infierno tardase media hora en volver de la biblioteca a su casa. Viéndolo de otro modo, consideraba muy improbable que los demás niños del barrio fuesen con frecuencia a la biblioteca. Muchos, de hecho, no debían saber ni dónde estaba. Tampoco creía que al resto de chavales les obligase su padre a estudiar incluso en Nochebuena o, para qué engañarse, a estudiar. Pero Jack Murdock estaba empeñado en que su hijo hiciese algo con su vida. Aunque Matt no lo entendía en ese momento, su padre no paraba de repetirle que debía convertirse en alguien de provecho, y no ser un ignorante como él. Al pequeño de los Murdock, su viejo no le parecía un ignorante. Sabía muchas cosas, por ejemplo, cómo hacer a un hombre besar la lona. Pero, para ser sinceros, eran bastantes más las veces que la besaba él. Matt no podía, por decreto paterno, seguir los pasos de su progenitor. Tenía que convertirse en alguien importante: Un médico o un abogado. La medicina, por supuesto, estaba descartada. Había visto algunos libros de anatomía en la biblioteca. No soportaba la visión de la sangre y no se imaginaba una vida en la que estuviese continuamente rodeado de heridas, vendas y muertos. Abogado sería, pues, por descarte.

Volviendo al tema, Matt Murdock pensó que era imposible que ningún otro muchacho de la Cocina del Infierno tardase media hora en volver de la biblioteca a su casa. Pero Matt tenía prohibido pelearse. No había nada que disgustase más a Jack “El Batallador” Murdock que saber que su hijo se había metido en una pelea. Desde luego, no podía decirle al crío que no se defendiese, pero siempre tenía que evitar el conflicto. Decir a alguien que evitase el conflicto en la Cocina del Infierno era como decirle a los perros que no se measen en las farolas: Era posible, pero había que hacer esfuerzos inhumanos para impedirlo. Así que Matt tenía que desviarse cuatro manzanas, dar varios rodeos, aguardar un tiempo prudencial en lugar seguro y, con suerte, al llegar a casa no se habría encontrado a nadie con ganas de partirle la cara.

Con suerte.

Así que Matt respiró aliviado cuando encaró la puerta, después de media hora de deambular por las calles iluminadas, sin prestar atención a los brillantes adornos navideños que, en tan sólo un año, daría cualquier cosa por volver a ver. Tan aliviado estaba que ni siquiera le molestó el hecho de haberse dejado la llave dentro, viéndose obligado a llamar a la puerta con la más que absoluta certeza de que aún no habría nadie para recibirlo. Con todo, como buen chico católico, tuvo fe y pulsó el timbre. Al poco rato y para sorpresa de Matt, un sonriente Jack Murdock abrió la puerta. Tenía la cara en un estado que, de nuevo, como buen chico católico, Matt sólo pudo calificar como “hecha un Cristo”. Completaban la imagen un batín rojo sobre una camisa de cuadros verdes y un gorrito de Papá Noel que colgaba su blanca borla sobre la maltratada faz.



- ¿Y bien? ¿Cómo estoy?- preguntó el mayor de los Murdock.

- ¿Con sinceridad?

- Por supuesto.

- Das…-dijo Matt tratando de aguantarse la risa- … das bastante pena.

Los dos Murdock se quedaron mirándose unos instantes hasta que, finalmente, estallaron en una carcajada conjunta. Jack acompañó a su hijo al interior del hogar, cálido en todos los sentidos en comparación con el exterior. Avanzaron por el modesto recibidor hasta llegar a la cocina donde un par de pizzas, que serían regadas con una botella de escocés para el mayor y de Coca Cola para el menor, les aguardaban.

- ¿Pizza en Nochebuena?

- Oye chaval- se quejó cómico Jack- Que es de pavo… ¿Sabes lo difícil que es encontrar esto hoy? He tenido que pegarme con un tío para conseguirla.

- Tú lo consigues casi todo pegándote con alguien- bromeó Murdock hijo.

- ¿Ah sí?- preguntó irónico el Batallador- Pues que sepas que también he tenido que darme un par de codazos para conseguir esto- como un mago de su chistera extrajo del batín una cinta VHS que llevaba por glorioso título “La Jungla de Cristal”, película navideña por excelencia y clásico que debía ser visionado al menos dos veces en aquellas fechas.

- Papá, no es por desanimarte. Pero creo que para ver eso suele venir bien tener vídeo…

- Eso me han dicho, pero igual se produce un pequeño milagro navideño- siguió Jack tratando de guiñar un ojo amoratado- Mira debajo del árbol.

Matt, extrañado al principio, salió corriendo disparado hacia el salón. Con la típica ansiedad infantil desenvolvió el papel de regalo encontrándose lo que su padre ya le había anticipado. Lanzó una mirada de sorpresa a Jack Murdock quien, sonriendo, asintió. Matt, pese a su edad, era consciente de que el dinero que entraba en casa era, con suerte, el justo para sobrevivir mes a mes.

Con suerte.

De modo que, pese a la emoción, preguntó a su padre de dónde lo había sacado. Jack le mandó callar de inmediato. Era un regalo y ese tipo de cosas no se preguntaban. Simplemente sonrió y, cuando Matt no le miraba, bajó la cabeza en ese gesto que su hijo había aprendido a reconocer como la constatación de que su padre había hecho algo deshonesto por el bien de ambos. Ese era un gesto que vería muchas veces en los años venideros y, aún cuando ni siquiera era ya capaz de ver nada, podía saber cuándo estaba ahí. Pero esa noche no hubo espacio para lamentaciones. Aquella noche, padre e hijo comieron pizza, se rieron juntos, se echaron en el destartalado sofá y, antes de que un descalzo Bruce Willis pudiera quejarse porque “de nueve millones de terroristas que había en el mundo, se le ocurrió matar al único con pie de mujer”, mucho antes de que pudiese soltar a Allan Rickman su famoso “yipikayei hijo de puta”, el pequeño de los Murdock ya estaba frito con una sonrisa en la cara.

- Despierta Matt- dijo la voz de su padre- Es hora de despertar.

El joven Murdock, ajeno a las palabras, seguía inmerso en un pesado sueño.

- Despierta- susurró una voz completamente distinta.

Al abrir los ojos, el rostro de Karen Page sonrió a un Matt ya adulto.

- Karen… pero tú, tú no estabas allí- El corazón de Murdock se aceleró. Jamás había visto el rostro de aquella mujer a la que tanto amó, al menos no en persona. Tan sólo una vez en foto, cuando Drago le devolvió momentáneamente la visión usando sus poderes- Esto es un sueño… Karen tú… estás muerta…

- Tal vez soy un fantasma- sonrió ella- Tu fantasma de las navidades pasadas.

- Entonces ¿No estoy soñando? ¿Esto es real?

- Estás soñando, Matt. Pero eso no quiere decir que no sea real- la mano de Karen acarició su rostro con ternura- Pero ya es hora, amor mío. El sueño de acabó.

Despierta

Nelson&Murdock, 24 de diciembre de 2018, 19:00 PM

Matt se despertó sobresaltado sobre libros y carpetas. No era la primera vez que se dormía en la oficina. Se preguntó si el hecho de llevar una doble vida como justiciero nocturno tendría algo que ver, pero descartó enseguida la posibilidad. Aún algo aturdido se pasó la mano por el rostro. Decidió que debía serenarse un poco antes de salir. El teléfono móvil, sin embargo, no quiso darle esa tregua.

Tiene quince llamadas perdidas”, anunció una voz robótica.

Matt se desperezó con parsimonia para, después, tomar el aparato. La modorra se disipó al instante cuando el teléfono anunció la identidad de aquella persona que llamaba con tanta insistencia.

Joseph Allan


Comisaría Central, 24 de diciembre de 2018, 18:00 PM

Mary Allan movía las piernas nerviosa mientras la infusión de valeriana se enfriaba en la taza que sostenía sobre sus manos temblorosas. Estaba nerviosa, era verdad, pero menos que hacía unas horas, cuando un gigante de tez blanca como un fantasma le mostró una enorme hilera de afilados dientes al abrir la puerta de su casa. Mucho menos, también, que cuando vio la ranchera de su marido estrellarse contra el fantasma a toda velocidad para, después, agarrarla del brazo gritándole que entrase en el coche. Infinitamente menos que en ese turbador instante en que, tras mirar por el retrovisor, pudo ver al fantasma levantarse como si tal cosa, quitándose el polvo de su traje de Armani, con la parsimonia de quien acaba de tropezarse por la calle.

Estaba nerviosa, sí, pero aquél había empezado a ser un estado natural en ella, por mucho que tratase de disimularlo. Por mucho que pusiese buena cara cuando una nueva mala noticia relacionada con el pleito contra HEROD entraba por la puerta. Por mucho que fingiera que no le angustiaba el hecho de ser madre primeriza o el funesto antecedente de que su propia hermana hubiese muerto de parto hacía unos años. Mary Allan siempre había sido una mujer desconfiada. Los reveses de la vida le habían enseñado a mantener un estado de latente alarma constante. Esto se había incrementado tras quedar encinta. Desconocía si se trataba de un instinto propio de todas las embarazadas, pero algo en su subconsciente la mantenía más vigilante de lo normal. Tal vez su cuerpo, de alguna forma, quisiese decirle que ahora eran dos las vidas de las que tenía que ocuparse al velar por su propia seguridad. Por ello, pese a las amables palabras del detective, pese a las comodidades que les habían procurado, se levantó con toda la rapidez que le permitía su estado. Por su cuidado había investigado y descubierto que HEROD International era una filial de Industrias Fisk. Por su cuidado había leído toda edición del Bugle disponible en la hemeroteca hasta descubrir las insinuaciones de un tal Ben Urich, quien aseguraba que Wilson Fisk era, en realidad, el Kingpin del crimen que gobernaba con mano de hierro casi todas las mafias de la Costa Este. Por su cuidado hizo seña a su marido, perdido en sus pensamientos, cuando vio la sombra de una pistola a través de la mampara de la sala de interrogatorios.

Por su cuidado, decidió que aquella circunstancia ameritaba romper su regla de no estrellar una taza hirviendo contra la sien de un policía.



Un Callejón de Hell´s Kitchen, 24 de diciembre de 2018, 19:00 PM

Joseph y Mary andaban a toda la velocidad que les permitía el estado de ella. No querían detenerse, no podían detenerse, y tampoco tenían un lugar en el que hacerlo. La fuga de la comisaría les había hecho conscientes de que los tentáculos de Fisk habían abrazado también a las fuerzas del orden. Habían buscado refugio en casa de varios miembros de la cuadrilla de Joseph. Habían luchado por ellos, estaban en esa situación por ellos, habían estado en su casa, se emborrachaban juntos. Ninguno se había dignado, sin embargo, a abrir la puerta. Las súplicas de Joseph les fueron indiferentes, aún cuando les gritó que todo ese problema se debía a ellos, aún cuando les dijo que Mary estaba embarazada. “Yo también tengo familia”, había sido la única respuesta que recibió tras una puerta cerrada. La noche había caído ya y hacía un frío endiablado en la Cocina del Infierno. John y Mary estaban solos, a la intemperie y perseguidos.

- ¿Me recordáis?- preguntó al fondo del callejón una voz de cristal roto- La última vez que nos vimos estaba clavado en vuestro parabrisas.

Joseph se puso delante de su esposa. Puede que los padres también tuviesen ese instinto que les hace saber que ahora tienen dos vidas de las que ocuparse, aún a costa de su propia seguridad. La pistola le apuntaba, él temblaba, el viento gemía a su alrededor. Era absurdo. Si la bala no los mataba a ambos, Mary no sería capaz de escapar de aquel hombre. Era absurdo, y lo hizo igualmente. Contra todo pronóstico, en vez de la detonación escucharon un tenue reverberar metálico. La pistola cayó al suelo al tiempo que un bastón carmesí regresaba a las manos de su dueño. El diablo de la Cocina del Infierno se irguió frente a ellos, entre víctimas y victimario.

- Corred- susurró el justiciero. Ellos no necesitaron que se lo repitiera.

Matt centró todos sus sentidos en el hombre que tenía delante. Su impresionante altura, que percibía gracias al radar, el olor a tabaco rancio, su voz…

- Eres…

- Tu fantasma de las navidades presentes, rojo-susurró el matón mientras se tronaba los dedos- Porque créeme, no tendrás unas futuras…

A Daredevil no le costó esquivar el primer golpe. Lápida era fuerte y resistente pero, afortunadamente, Matt seguía siendo más rápido. Su técnica tampoco era la más depurada del mundo, de modo que fue capaz de darle una buena serie de puñetazos al estilo Murdock mientras esquivaba sus golpes. Con todo, siempre que se encontraba con este gigantón, Matt recordaba lo que Peter le había dicho una vez “pegarle a Lápida es como golpear una pared de ladrillos”. En aquella ocasión la cosa no estaba siendo diferente. Por mucho que le diese, el matón de Fisk no parecía estar acusándolo demasiado. Los bastones y el recubrimiento de los guantes ayudaban, al menos, a que Matt no se estuviese despellejando los nudillos contra aquella mole. No era suficiente y, como no podía ser de otra forma, en un momento determinado la agilidad del justiciero no fue suficiente para esquivar un puñetazo afortunado. Un gancho demoledor hizo que Matt despegara los pies del suelo unos centímetros. Sentía como si la cabeza le fuese a salir disparada hacia el cielo, pero hizo todo lo posible para recomponerse. Aún aturdido, el siguiente golpe no se hizo esperar, un aplastante directo que lo precipitó varios metros hacia atrás.

- Nunca he entendido que el gordo te respete tanto, o que Bullseye esté obsesionado contigo, ni el miedo que das al resto de los muchachos…- Matt había logrado incorporarse de nuevo, pero tan sólo dos puñetazos habían sido suficientes para hacerlo besar el suelo. Tenía que recuperarse, buscar una forma de hacerle daño… Peter tenía razón, era como una puñetera pared de ladrillos… y Peter era bastante más fuerte que él. Eso meditaba cuando un agarre demoledor le hizo elevarse en el aire de nuevo- Tan sólo eres un tío normal. Un payaso con un ridículo traje rojo. Siempre he sospechado que, si aún no estabas muerto, es porque nadie lo había intentado con suficiente empeño- Matt notaba como los brazos de Lápida le aprisionaban el pecho con la fuerza de una maldita prensa hidráulica. Sentía que las costillas estaban a punto de partírsele como ramitas.

Haciendo un último esfuerzo, Matt cogió aire y clavó un cabezazo en la nariz de Lincoln. El metal reforzado de la máscara fue suficiente para hacerlo desistir del agarre, aunque al diablo le dio la sensación de que estaba mucho más aturdido que su oponente.

- Buen intento chaval- sonrió Lonnie masajeándose la frente.

Con una velocidad inesperada para él, Lincoln volvió a la carga, esta vez embistiendo a Matt con la fuerza de un toro. Aún dolorido y exhausto por la presa, no tuvo tiempo suficiente de reaccionar. Los puñetazos fueron sucediéndose como el repicar de un martillo neumático hasta que Matt, hundido y reventado en el suelo, notó que empezaba a perder la consciencia. Lincoln aprovechó el momento para apartarse y recoger su arma. Pese al aturdimiento, el abogado ciego podía oler perfectamente el engrasado cañón del arma apuntando a su cabeza.

Una Fría Navidad en la Cocina del Infierno (Autoconclusivo) [24/25-12-2018] 329?cb=20170419054211

- Tío… estas fiestas no hacen más que mejorar- susurró el asesino- Feliz Navidad.

Bang



Matthew Murdock podía ver de nuevo, aunque no podía decirse que el paisaje fuese demasiado interesante. Un páramo helado, yermo y gris, se extendía hasta donde le alcanzaba su recién recuperada vista. Eso sólo podía significar dos cosas: Estaba soñando o, mejor aún, muerto. Dados los últimos acontecimientos, la segunda opción tenía muchas más papeletas. El abogado avanzó por la vasta planicie a pasos cortos, recibiendo en sus huesos el penetrante frío. El viento gélido se colaba por cada uno de sus poros, erizaba su piel, le hacía daño al respirar. Finalmente, tras un largo deambular, decidió detener su avance. Clavó rodilla en tierra y se masajeó los hombros, tratando de devolver algo de calor a su maltrecho cuerpo. Se percató en ese instante que llevaba puesto su traje de Daredevil, aunque no la máscara. Pese a ello, no parecía que el mismo estuviese cumpliendo con su función aislante. Tal vez eso era lo mejor. Dejarse hacer y que el frío embotase sus sentidos hasta caer dormido. Que el sueño y la muerte fuesen lo mismo. Abandonarse y regresar con todos aquellos a quienes ya había perdido. Su padre, Karen… Al menos así podría pedir disculpas.

Frente a él, una inmensa sombra, revestida de un negro sudario que bailaba al son del imparable viento, desveló una huesuda mano para señalar a un lado. Matt sabía ante quién se encontraba y también lo que quería mostrarle. Había leído el cuento cientos de veces, con los ojos y con los dedos. Una lápida. Bastante apropiado y, si la situación no fuese tan tétrica, puede que hasta divertido. Siguiendo la muda instrucción de la sombra, el abogado se acercó a gatas para leer la inscripción, aunque ya sabía de antemano qué nombre iba a encontrar en ella: Matthew Murdock. Se sonrió. Pues tenía clara su respuesta.

- Espíritu… Me es indiferente si estas son las sombras de las cosas que van a ocurrir o de aquellas que podrían ocurrir. Me trae sin cuidado descansar en una tumba solitaria. No quiero saber si he apartado a aquellos que me son queridos o si hace tiempo que los he perdido. Si la memoria no me falla, tú eres el fantasma de las navidades futuras y, lo seas de las recientes o las lejanas, eso significa que todavía no es mi momento- Matt se levantó con renovadas fuerzas, enfrentando la alargada figura enlutada- Algún día te acompañaré gustoso y te recibiré como a un viejo amigo.

Pero hoy no.

Y Matthew Murdock, pese al ensordecedor quejido del viento, solo podía escuchar una voz femenina que conocía muy bien. Una voz que susurraba en su oído.

Despierta.

...

Edificio en construcción de HEROD International, Hell´s Kitchen, 24 de diciembre de 2018, 21:00 PM

Joseph Allan abrazaba a su mujer tratando de darle un poco da calor, aunque le parecía imposible dado que ninguno quedaba ya en su propio cuerpo. El refugio les había regalado un poco de tregua, protegiéndolos al menos del gélido viento invernal. El refugio, por otro lado, no dejaba de tener cierta sádica ironía. En su apresurada huída del monstruoso hombre albino, Joseph había valorado todas las opciones posibles. Se había quedado sin batería en el móvil, y el coche lo tenía la policía. La misma que, hacía tan sólo unas horas, había intentado liquidarlos. Podían arriesgarse a coger un autobús o un tren si es que el justiciero de la máscara había conseguido retener a su perseguidor. Podrían ir a casa de su hermano en Minnesota, hasta que se calmaran las cosas, ocultarse hasta que Matt les dijese qué hacer. Sí, eso iban a hacer. O eso pensaban hasta que Mary dijo aquella frase que, de normal, ya suponía un nerviosismo considerable pero que, en su situación, era auténtica catástrofe: “Cariño, creo que he roto aguas”.

Sin ningún lugar al que ir y descartando la posibilidad de acudir a un hospital donde, dada su situación, serían un blanco más que fácil, Joseph y Mary no tuvieron más remedio que resguardarse en el primer sitio disponible. Lugar que, ahí la sádica ironía del destino, no era otra cosa que un edificio en construcción de sus amigos de HEROD International. Así pues, resguardados bajo el techo de sus victimarios, la pareja esperaba sin saber qué hacer el nacimiento de su primer hijo.



- Para ser un par de Don Nadies…-anunció una voz desgraciadamente conocida- Sois bastante escurridizos…

Joseph apretó la mano de Mary, quien resoplaba y lloraba por obra del dolor y la desesperación. El marido la abrazó con fuerza, apretó las mejillas contra las de su esposa. Por desgracia, sólo quedaba un recurso al que acudir.

- Por favor… mi, mi esposa está embarazada… Necesitamos ir a un hospital… por favor. Tenga… tenga piedad. Finja que no nos ha visto.

- Lo siento, tío. Te aseguro que no es nada personal- de nuevo la hilera de afilados dientes- Pero eso no quiere decir que no vaya a disfrutarlo ¿Sabes? Nunca me he cargado una embarazada…

Joseph no creía en la suerte o en los milagros. Creía en la estadística y ésta decía que un rayo no caía dos veces seguidas en el mismo lugar. Por ello le extrañó volver a escuchar  un tenue reverberar metálico en vez de la detonación del arma.

- ¿Quién…?

- Tu fantasma de las Navidades pasadas.

Así hablo su improbabilidad estadística, su golpe de suerte, su Diablo Guardián. Su pequeño milagro navideño.

- Vaya… Esto sí que no me lo esperaba. Ya no puede uno fiarse de las balas. Tendré que reventarte la cabeza con mis propias manos.

Matt no sabía si Lincoln había disparado desde demasiada distancia. O, tal vez, la bala era de muy poco calibre. Puede que el revestimiento de la máscara fuese demasiado sólido, o que diera justo en el punto en que el blindaje era mayor. Puede que, ni siquiera los fantasmas, estuvieran listos aún para recibir al Diablo de la Cocina del Infierno.

- ¿A qué esperas entonces?

- Imbécil…- susurró Lincoln mientras se acercaba al justiciero.

Matt, por su parte, comenzó a andar en círculos, La cabeza le dolía a horrores, le pitaban los oídos, pero sabía lo que tenía que hacer. Deslizó la mano entre las herramientas olvidadas de la obra. Escuchó, con dificultad, la débil estructura del andamio quejarse por la acción del viento. Esos pavos que HEROD se había ahorrado en prevención de riesgos. Finalmente dio con lo que estaba buscando y sonrió. “Una pared de ladrillos

- Soy más fuerte, más grande y más resistente que tú. Ya lo sabes.

- Bien- espetó Matt sujetando un pesado martillo de obra-Así no voy a tener que contenerme.

Lincoln se lanzó como un poseso contra él, pero Matt ya había previsto ese movimiento. Con una rápida finta golpeó la pierna izquierda del asesino con el mazo. La piel, dura como el cemento, no fue suficiente para que sus huesos se dolieran del golpe. Al envite le sucedió un puñetazo rabioso que Matt esquivó echándose ligeramente hacia atrás para, después, golpear con el martillo en las costillas de Lápida.

A mi padre no le gustaba que me pelease.

Desesperado, Lincoln lanzó un gancho contra Daredevil. Pero sus movimientos eran mucho menos precisos. Matt escuchó el latido por debajo de la piel de roca. Se estaba poniendo nervioso.

Pero me dejó una enseñanza.

El siguiente golpe de martillo fue contra la mandíbula. Matt sonrió al escuchar una hilera de dientes afilados romperse.

Nunca inicies una pelea.

La furia de Lincoln lo empujó a embestir de nuevo, pero Matt ya le estaba esperando. Se puso detrás del atacante y golpeó de nuevo, esta vez contra la espalda.

Pero si no tienes más remedio que pelear.

Lincoln respiraba pesadamente. Su corazón iba a mil por hora. El andamio se quejaba como sus pulmones, detrás de él.

Gana.

- Eres… un puto muermo rojo… Es mucho más divertido pelear con tu colega Spider-Man. Él siempre tiene un chascarrillo tras cada golpe ¿Qué pasa?- preguntó furioso tras escupir sangre- ¿No tienes ninguna frase ingeniosa?

- Solo una

Matt puso todas las fuerzas que le quedaban en un potentísimo golpe ascendente contra el rostro de Lincoln. Pudo escuchar cómo su mandíbula se quebraba al tiempo que la inercia lo hacía caer contra el desvencijado andamio. Cada una de las piezas de metal cayó a plomo sepultando al hombre que se hacía llamar Lápida.

Una Fría Navidad en la Cocina del Infierno (Autoconclusivo) [24/25-12-2018] 89c1c4d79673181abacf223895806e0e3a862ebc


- Yipikayei, hijo de puta.

Matt se tomó un tiempo para recuperar el aliento mientras el sonido del derrumbe se disipaba para dar paso a los gritos agónicos de Mary Allan. Rápidamente, el justiciero se lanzó a socorrer a la pareja. Joseph, visiblemente asustado, miraba a su esposa, agarrando su mano sin saber qué hacer.

- Necesita un Hospital.

Matt tocó con la mano el vientre de la mujer. No, era demasiado tarde para eso. Su tacto le confirmó lo que su oído ya le anunciaba. En ese momento, Murdock  lamentó no haber optado por la medicina. Al fin y al cabo, ya se había lanzado a una vida de heridas, vendas y muertos.

- No hay tiempo. Ya viene el bebé.

- ¿Qué… qué hacemos?

Daredevil se quitó la máscara, resquebrajada por el lugar en que la bala había impactado y Matt Murdock devolvió la mirada a su cliente.

- Vas a ser mis ojos. Y juntos vamos a traer a tu hijo al mundo.

...


Edificio en construcción de HEROD International, Hell´s Kitchen, 24 de diciembre de 2018, 21:40 PM

El pequeño, afortunadamente sano, lloraba a pleno pulmón en el regazo de su madre. Mary, aunque con el pulso débil, sonreía aliviada con su hijo en brazos. Joseph, con la camisa arremangada y las manos ensangrentadas, acariciaba con lágrimas de alegría el pelo de su esposa.

- Ma… Matt…

- Ni lo menciones… ¿Qué ha sido?

- Es un niño- se rió el orgulloso padre.

- Lo que tú querías Joseph – dijo Matt y su cliente escondió el rostro de  los ojos de reproche de Mary- ¿Cómo se llama?

Los nuevos padres compartieron una mirada cómplice, pero Matt se apresuró a cortarlos antes si quiera de hablar.

- Ni se os ocurra… Mi nombre no trae muy buena suerte. Ya pensaréis en algo mejor ¿Mary? El niño está bien, sus constantes son buenas. Pero tanto él, como tú necesitáis un hospital. No os preocupéis por Fisk y sus matones, yo mismo me ocuparé de ese asunto. Ahora preocupaos de recibir cuidado y descanso. Ha sido un día, duro…

- Sí que lo ha sido- dijo casi entre susurros la orgullosa madre- Pero mi niño ha sabido venir igual. Es un pequeño batallador…

Matt sonrió por lo bajo.

- En ese caso, si aún queréis hacerme el favor. Llamadlo Jack.



Torre Fisk, 24 de diciembre de 2018, 22:30 PM

Wilson Fisk abrió con delicadeza el amplio portón de su despacho. La fiesta, en la planta baja, estaba en su punto álgido, pero el rey había ya cumplido con todo lo que esperaba del evento. Con orgullosa satisfacción, se sentó en su exquisita mesa y, tras unos segundos de relajo, extrajo del cajón una botella de escocés. Uno, por supuesto, muchísimo más caro y exclusivo del que se estaba sirviendo en la fiesta que, dicho sea de paso, ya era de excelente calidad. Pero el magnate se guardaba para sí el mayor lujo, el acompañante perfecto en sus escasos pero placenteros momentos de asueto. Aquel trago era la recompensa por el buen trabajo y el deber cumplido. Justo cuando fue a desenroscar la botella, una mano enguantada le impidió hacerlo.

- Hola Matthew- dijo el Kingpin del Crimen fingiendo desinterés.

- Mary y Joseph Allan- respondió el otro secamente- Olvídate de ellos y de todo el asunto de HEROD.

- Vaya. Deduzco por tus palabras que no han recibido mi felicitación navideña. Un error que será mejor subsanar pronto.

- No la necesitan, te lo aseguro. Pese a tus esfuerzos parece que van a tener una feliz navidad. Esta y las muchas que están por venir.

- ¿Sí? Y dime, Matthew ¿Por qué debería olvidarme de esas personas?

- Porque tengo a tu perro albino sepultado bajo media tonelada de escombros en una de tus obras ruinosas. Así que podemos esperar a que recupere la consciencia y vuelva lastimero a las faldas de su amo o puedo llamar al Teniente Brett Mahoney, de la comisaría del quinto distrito para que recoja la basura. Después haré todo lo que esté en mi mano para formular una acusación y sentar a ese monstruo ante el Gran Jurado donde un magistrado le preguntará muy amablemente qué hacía tirado la víspera de Navidad en una construcción de HEROD con una pistola cargada a los pies. Puede que no lleguemos a nada, de hecho, conociéndote es lo más probable. Pero serán meses, tal vez un año, de escuchar tu nombre en las noticias, más problemas para esa chapucera filial tuya y columnas semanales del bueno de Ben Urich hablando sobre la supuesta implicación del Kingpin del Crimen. Y eso, Wilson, no creo que sea muy bueno para los negocios. Sólo te lo repetiré una vez: Olvídate del asunto.

Fisk meditó unos instantes. Muy en el fondo, pese a lo mucho que trataba de ocultarlo, sabía que era un hombre violento e iracundo. Había una bestia en el interior de Wilson Fisk que, en ese instante, hacía un esfuerzo denodado por controlar pues, a pesar de todo, también sabía cuándo era mejor hacer una retirada a tiempo. Perder una batalla para ganar la guerra.

- Ese acuerdo que propones parece muy beneficioso para los Allan, pero no veo que yo gane mucho con ello.

- “A veces es mejor un mal acuerdo que un buen pleito”, Wilson.

- De acuerdo- consintió Fisk tratando que la rabia no se colase por sus labios- Ningún daño se hará por orden mía a Joseph y Mary Allan. Tienes mi palabra.

- Bien- asintió Matt. El enorme corazón de buey de Fisk estaba acelerado, pero no mentía. Acto seguido agarró la botella de escocés y se dispuso a abandonar la habitación- Me llevo esto como muestra de buena voluntad.


Una calle de Hell´s Kitchen, 25 de diciembre de 2018, 00:00 AM



Foggy Nelson se apresuró a abrir la puerta sabiendo de sobra que ninguno de los presentes iba a dignarse a hacerlo. La fiesta había ya derivado en juegos, canciones y risas. Su padre había alcanzado ese punto de la borrachera en que se dedicaba a decirle a todo el mundo que lo quería y su madre se había puesto a contar batallitas a los pequeños de la casa al tiempo que se quejaba amargamente de que Franklin era el único de sus hijos que aún no le había dado nietos. Le había dado un diploma de Columbia, pero a eso no le puedes apretar las mejillas. Esquivando las mesas y a los pequeños diablos correteando por la casa, Foggy llegó, al fin, al recibidor. Era extraño que llamasen a esas horas pero, bueno, era navidad. Puede que fueran cantores de villancicos, o algún vecino que viniese a felicitar las fiestas. Finalmente, cuando abrió la puerta para sorpresa de Foggy, un sonriente Matt Murdock se encontraba bajo el umbral. Tenía la cara en un estado que él mismo, como buen chico católico, sólo podría calificar como “hecha un Cristo”. Completaban la imagen una botella de escocés en la mano izquierda y un gorrito de Papá Noel que colgaba su blanca borla sobre la maltratada faz.

- ¿Y bien? ¿Cómo estoy?- preguntó Matt.

- ¿Con sinceridad?

- Por supuesto.

- Das…-dijo Foggy tratando de aguantarse la risa- … das bastante pena.

Los dos amigos se quedaron callados unos instantes hasta que, finalmente, estallaron en una carcajada conjunta.

- ¿Qué es eso?- preguntó Foggy señalando la botella de Fisk

- A bueno vas a preguntar… No lo sé, pero no huele como esa botella de falso Mcallan que está criando polvo en la barra del Josie´s.

- Llegas tarde con esto, colega. Mi padre se ha puesto cantar.

- No te creas que no lo oigo. A veces desearía haber perdido el oído en vez de la vista ¿Puedo pasar?

- Claro- le abrazó Nelson- Diremos que tuviste que pegarte con alguien para conseguir esa botella.

- ¿No es gracioso? –  bromeó Matt mientras entraba al hogar, cálido en todos los sentidos en comparación al exterior-  Creo que lo consigo casi todo pegándome con alguien…

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Una Fría Navidad en la Cocina del Infierno (Autoconclusivo) [24/25-12-2018]
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