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La Amazona y el Capitán (Steve Rogers/Diana de Themyscira) [20/05/2019] (Autoconclusivo)
Autor
Mensaje
Steve Rogers Marvel Universe
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Mensajes : 40 Fecha de inscripción : 27/05/2021
Tema: La Amazona y el Capitán (Steve Rogers/Diana de Themyscira) [20/05/2019] (Autoconclusivo) 29th Agosto 2021, 13:38
Off: Este tema ha sido escrito a dos manos, tanto descripciones como diálogos, entre la maravillosa user de Diana y un servidor. Espero que lo disfruten y que lloren mucho. ______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
LA AMAZONA Y EL CAPITÁN
La sede de Naciones Unidas era un auténtico despliegue de luz y música aquella noche. Decenas de invitados, todos personas de incuestionable importancia, hacían gala de sus atuendos más elegantes. Steve Rogers observó el panorama, escrutando a cada uno de los distinguidos asistentes. La mayoría caminaban por el recinto pavoneándose, casi deseando que les preguntasen “¿De quién vais vestidos?”, como si en vez de un evento diplomático se tratase de la entrega de los Óscar. Le habían obligado a ponerse el uniforme de gala, pese a que hacía muchos años que ya no pertenecía oficialmente a la estructura del ejército de los EEUU. Sonreía con educación y estrechaba manos, pero estaba muy lejos de estar cómodo. Algunas de las manos lo eran de gente decente, pero frívola. Otras no lo eran tanto. Entre el gentío, Steve pudo reconocer al senador Murray. Matt Murdock le había dicho que llevó la representación legal de una de las empleadas del senador en una acusación por acoso sexual. Por lo visto, pese al consejo de Matt, el asunto se había solventado con un acuerdo económico. Steve sospechaba que su amigo le había informado del asunto por si pudiera hacer algo. Como siempre, tenía las manos atadas. Era un mero maniquí de uniforme, un elemento de decoración y la impotencia le dio ganas de salir del lugar corriendo, pero se aguantó. Si de algo sabía Steve Rogers, era de cumplir con el deber.
Para colmo de males, siendo un super-soldado con reflejos aumentados estaba siendo inesperadamente lento con los canapés. Nick Furia se acercó al Capitán mascando con estruendo una galletita de un foie probablemente más caro que varios proyectos de la Asamblea General.
- ¿Se divierte Capitán?
- No sé cómo me ha convencido para esto- suspiró Steve.
- Bueno, el hecho de que se pasara Dios sabe cuánto tiempo desaparecido haciendo el indio por el país me da derecho a un par de favores.
- ¿Y en esto piensa gastarlos?
- Puede que le parezca una tontería, pero no sabe cuánto ayuda al equilibrio de las relaciones internacionales que volvamos a tener a nuestro super-soldado favorito de vuelta-siguió el director con una sonrisa venenosa- No tiene el poder disuasorio de una cabeza nuclear pero se le acerca. Así que, dado que me debe una, me he ganado pasear su culito uniformado por ahí.
- Las menciones a mi… trasero-contestó Steve exasperado- están empezando a ser más comunes de lo que me gustaría.
- Venga Rogers-replicó Furia palmeándole la espalda- relájese. Coma algo, hable con alguna chica… Si finge que se divierte tal vez lo consiga accidentalmente.
…
Diana de Themyscira disfrutaba de los eventos sociales. Comprendía que contribuían al mantenimiento de la influencia que tan útil le había resultado en múltiples ocasiones. Sin embargo, prefería otro tipo de ambientes. Lo tomaba con cierta presión obligatoria y, sin embargo, aprendía a degustar los pequeños bocados, conversar de las cosas más banales y hacerse fotografías que se olvidarían pocos días después. Comprendía lo efímero de esas reuniones y eran una parte de lo que le hacía disfrutarlas. Se había decidido por un vestido azul Francia de corte griego que permitía la visión de su espalda desnuda enmarcada por dos retales de tela que caían junto al faldón del vestido. Un maquillaje sencillo y sus ondas naturales, en un semi-recogido tradicional que remataba su perfil, completaban la jugada. La reunión estaba siendo distendida, bastante relajada. Ahora que ya habían terminado los discursos y la parte burocrática sólo quedaba lo más banal pero lo más gustoso.
Diana escrutó con cautela a quien creía era el hombre del que tanto había oído hablar: Steve Rogers. Viejo veterano atrapado en el hielo y recuperado en una época que no le correspondía… Sería de necios negar que una parte de su corazón deseaba que fuese él. Le encontró con la mirada y, a un par de mesas de distancia, observó hasta que finalmente se decidió a acercarse a los dos hombres.
- Buenas noches caballeros, ¿Interrumpo algo?
Ambos se giraron y, a la vista de la princesa amazona, Furia tragó con discreción otro canapé que estaba engullendo.
- Embajadora, en caso de que así fuera, estaría en todo su derecho- Furia conocía perfectamente a Diana, o al menos su historia. Había hecho muchos esfuerzos por localizar a todos los nuevos jugadores que habían aparecido en el tablero tras la colisión y una isla inaccesible repleta de mujeres guerreras no era algo que pudiera pasarle inadvertido a, probablemente, el hombre más paranoico del planeta- Soy Nick Furia, director de SHIELD.
- Nadie debería tener el derecho a estropear una buena conversación- dijo Diana dirigiéndole una mirada amable acompañada de una sonrisa- Un placer, señor Furia. Cualquiera que conozca la organización SHIELD sabe de usted. Es toda una leyenda… Por lo que tengo entendido, quien no le teme, le envidia.
- Sólo me envidia quien me conoce y me teme quien me conoce aún mejor- siguió Furia riendo su propia gracia.
- Hay que tener valor para enfrentarse a los enemigos, pero aún más para enfrentarse a los amigos- respondió Diana acompañando la risa del director de SHIELD en aquel chiste sobre sí mismo.
- Muy cierto, aunque me halaga que me tilde de leyenda siendo usted misma una viva- Nick apoyó su mano en el hombro de Steve- Y hablando de leyendas vivientes, le presento al Capitán Steve Rogers. Capitán, es un gran placer para mí presentarle a Diana, princesa de Themyscira y embajadora de las amazonas.
- Un placer, señora- Dijo Steve, que había esperado pacientemente a que lo presentasen, mientras se cuadraba y le tendía una mano firme. Él no solía estar muy pendiente de esas cosas pero, con diferencia, aquella era la mujer más elegante que había conocido desde que despertó del hielo. Tal vez junto con Nat, cuando también se dejaba arrastrar a esos eventos.
Diana desvió la mirada al capitán, disfrutando de ese extraño deje añejo y bien envejecido.
- Con Diana es suficiente- respondió haciendo una reverencia mientras tomaba la mano de Steve.
- Bien, señora Diana- dijo él acompañando la reverencia con un leve gesto de cabeza- Perdón… Diana…
- No sea tan formal, Steve. Aquí estamos acostumbrados a tener que llamar a la gente por su nombre, apellidos y todos los títulos kilométricos que les preceden. Prefiero ser sólo Diana- tras esto, llamó la atención de un camarero alzando el brazo- ¿Puedo conseguirles una copa?
Furia contuvo una nueva carcajada y asintió.
- Sí, Diana. Muchas gracias, creo que nos vendrá bien.
Ella se decidió por una copa de champagne y esperó a que sus acompañantes escogiesen para hacer un brindis. Furia y Steve la imitaron, aunque el capitán lo hizo a sabiendas de que, con su metabolismo acelerado, sería desperdiciarla. En cualquier caso le gustaba el sabor.
- Por los nombres de una sola palabra- sentenció al fin ella levantando la copa. Los dos hombres siguieron el brindis y dieron un sorbo a las suyas. Bueno, furia dio algo más que un sorbo. Diana se fijó entonces en Steve… Parecía nervioso por algo ¿Sería una impresión suya?- Insisto, si he consternado de algún modo su tranquilidad podemos hablar en otro momento…
- Oh, no se preocupe- sonrió Nick ladino- Es un efecto secundario del suero de super-soldado. Se paraliza ante las mujeres hermosas.
Steve dedicó al director de SHIELD su mejor mirada de “tuerto bastardo” palabras que, desde luego, jamás diría en voz alta y menos en presencia de una dama. Diana alzó las cejas con sorpresa mientras, sonriendo, buscó la mirada ruborizada de Steve, disfrutando la malicia inocente de Furia.
- Es cierto Diana- afirmó señalando a Nick con el dedo- Él es otro de los efectos secundarios. Desde que desperté del hielo no ha habido forma de quitármelo de encima.
- Se nota que son buenos amigos. Tienen una relación muy consolidada en demostrarse cuan poco se toleran- terminó Diana acompañando la broma y paladeando la respuesta del rubio- ¿Necesita que le ayude a escapar, capitán? Soy experta en rescates de alto riesgo- la princesa continuó mirando un instante el penetrante ojo de Furia- Y yo aún no le tengo miedo.
- Oh, sí, hágale ese favor- dijo el director con falsa afectación. Miró su reloj con dificultad, constatando que había vuelto a olvidar ponérselo en la mano derecha, lo que hacía que el parche le estorbase bastante- Además, yo tengo que irme ya- tras apurar su copa, se acercó a Steve por la espalda y le susurró- Cuidado con lo que desea Capitán.
Acto seguido, Nick Furia se despidió con educación y abandonó el salón con una sonrisa sardónica mientras Steve le dedicó una que, de nuevo, quería decir en realidad “tuerto bastardo”.
- Tampoco pretendía echarle…- dijo Diana mientras daba un trago un poco más largo a su copa- Aunque supongo que le he librado de ese efecto secundario- Ambos observaron como Furia se alejaba y Diana dedicó una nueva mirada al Capitán- ¿Andamos?- La amazona comenzó a dar pasos en paralelo a la pared del recinto, viendo a través de las vidrieras y observando en riguroso silencio el reflejo de Steve en el cristal. Él la acompañó, aunque su semblante seguía siendo adusto y taciturno- Capitán, conozco su sentido del deber… No es necesario conversar si no quiere realmente.
- Perdone si me ha sentido algo distante. No es por usted, simplemente… No me gustan este tipo de eventos. De hecho, su compañía es, por lejos, lo más agradable de esta velada hasta el momento. Y no se inquiete por Furia, es difícil echarlo de un sitio donde quiera estar y completamente imposible retenerlo en uno donde no quiera.
- Así que su amigo es un espíritu libre- sonrío ella antes de soltar la copa junto a una bandeja antes de seguir caminando.
- En cierto modo, es el más atado de nosotros. Eso explicaría su carácter… Y eso que hoy lo ha pillado en un buen día. Supongo que a diferencia de mí, a él si le gustan estas cosas.
Diana escuchó con atención y frunció el ceño extrañada cuando el capitán reiteró que no le resultan agradables esos eventos.
- A menudo quienes procuran la libertad de otros son quienes menos gozan de ella. Si mi intuición es acertada… Diría que su sitio está junto al peligro. Parece un hombre más acomodado al campo de batalla que al uniforme- se giró y posó un par de veces su mano sobre el hombro de Steve. Él, viendo este gesto, dio un pequeño respingo, pero trató de mantener su pose estoica.
- El campo de batalla… Podría decirse que sí. Aunque me gusta más pensar que mi sitio está donde necesiten ayuda. Dígame ¿Usted disfruta de este tipo de cosas? Según tengo entendido, tampoco se le da mal eso del combate- cambia su tono, dejando claro que “tampoco se le da mal” es un gran eufemismo.
Diana observó su gesto inquieto y procuró anotarlo mentalmente para no volver a hacer contacto físico e incomodarle de nuevo.
- Disfrutar… es una palabra un poco excesiva. Digamos que los encuentro agradables. A veces más frecuentes de lo que desearía pero no innecesarios- suspiró sopesando sus palabras- Pero si tengo que elegir, también prefiero estar donde me necesiten.
- Sí, supongo que podría ser peor ¿Sabe? Al inicio de la guerra me hicieron desfilar por el país vendiendo bonos de guerra con un cuerpo de majorettes- Steve puso los brazos en jarra y, tras saludar exageradamente, engoló la voz- “Cada uno de tus bonos, comprador, es una bala en el arma de nuestro mejor tirador”- tras el numerito, sonrió avergonzado- A veces me siento otra vez allí, pero esta vez con Furia en vez de bailarinas.
Diana contuvo la risa hasta que no pudo aguantar más, visualizando la imagen y rompiendo a reír cubriéndose la boca con la mano.
- Suena convincente- le observó con cautela, manteniendo el gesto amable- Debe ser duro sustituir un séquito de bailarinas por un solo Nick Furia.
- No lo crea- siguió Steve correspondiendo la risa de Diana y alegrándose de que el numerito hubiese producido el efecto deseado- Furia será sólo uno, pero baila estupendamente.
- No me diga que fue así como perdió el ojo…- siguió Diana desternillándose aún más con la imagen de Nick Furia bailando con un palo de Majorette. Tató de calmar la risa poco a poco, cambiando el gesto y el tono de voz para dotar de más seriedad al discurso- Pero le comprendo. Yo tengo mi propia línea de juguetes. Me resulta un poco espeluznante- acto seguido tomó un canapé de una bandeja cercana y se lo comió masticando lentamente. Era un gesto que en cualquier otro sería bastante ridículo, pero que en ella estaba lleno de elegancia.
- Sí… Los cromos, los muñequitos, las camisetas… ¿Sabe que yo llegué a hacer películas en los cuarenta? Le recomendaría que viese alguna, pero quiero seguir cayéndole bien- dijo Steve mientras cogía al vuelo una nueva copa para ambos. Necesitaba tener algo en la mano después de aquella confesión.
- Oh, créame, encontraré esas películas aunque sea lo último que haga…. Merecerá la pena- Ella tomó la copa entre los dedos y él maldijo en secreto la existencia de internet. Hoy en día no había forma humana de que no se hiciera con esas películas.
- Pero bueno, supongo que no está tan mal. Los niños necesitan héroes. Referentes. No es que tenga nada en contra de ellos, pero creo que es cien veces mejor que una niña se quiera parecer a usted que a la estrella de un Reality Show. Usted representa algo y, con suerte, ellos crecerán creyendo en lo que simboliza. Además, no están mal logradas. Yo me habría comprado una de pequeño… Bueno, habría suplicado sin éxito que me la comprasen. No creo que a mi padre le hubiese hecho mucha gracia que le pidiese una muñeca. Hay cosas que sí han cambiado a mejor, afortunadamente.
- Sí, la influencia no es algo negativo. Simplemente se comercializa tanto que, a veces, es ridículo- Diana meditó un poco antes de comentar la parte más personal del discurso de Steve- Siempre me ha llamado la atención el sistema patriarcal de este mundo. En mi isla no existe. El valor no se mide por el género o el sexo. No comprendo el temor a la feminidad en este lugar.
- Ya somos dos- dijo él alzando la copa- Sinceramente no puedo darle una respuesta. El mundo ha cambiado mucho desde mi época. Creo que siempre hay quien busca una excusa para odiar a los demás: Su sexo, su raza, su religión, la persona a quien eligen amar… Algunos lo hacen por ignorancia y otros, tal vez, porque no son capaces de reconocer lo mucho que se odian a sí mismos. Me cuestiono estas cosas con frecuencia, aunque supongo que lo más útil es aceptar el terreno de juego cuando llegas y luchar por dejarlo un poco mejor cuando te vas. Supongo… que para eso sirven al final los muñequitos- Steve sonrió con ironía- Es curioso… ya sabe, lo de ser un símbolo ¿Cómo va la gente a convencerse de que hacer lo correcto cuando ni tú mismo estás seguro? Aunque creo que esa es la diferencia. En mi experiencia quienes odian no suelen dudar.
Diana se detuvo a observarle con admiración durante unos instantes para, después, retomar el paso para escucharle, fascinada.
- Definitivamente es usted un hombre sensacional ¿Sabe? Creo que, de hecho, por eso somos símbolos. Nadie lo sabe, nadie conoce el camino de lo correcto pero… nos arriesgamos. No es nuestro valor moral sino nuestros actos lo que nos hacen visibles al mundo. No sólo son decididos los que odian, capitán. El amor mueve mucho más que el desdén, la apatía y el desprecio… Es por eso que estamos vivos.
Steve se sonrojó por el halago y escuchó atentamente las palabras de Diana. Solían decirle que daba buenos discursos, pero él no estaba de acuerdo. Sin embargo, en ese momento creyó sentir algo parecido a lo que se decía de él. No le cupo duda de que las palabras de Diana eran sinceras. Había escuchado a mucho hablar sobre amor y coraje sin sentir nada. Pero ella sí creía realmente en lo que hablaba. No le hacía un lazo mágico para saberlo.
- Usted… si su hogar es como dice… Debió ser un gran esfuerzo dar un paso al frente. Abandonar toda esa plenitud para luchar por nosotros. Creo que habrá visto que no somos muy fáciles de tratar.
Diana sonrió agradecida por las palabras de Steve. Era raro encontrar entre diplomáticos gente con autocrítica.
- Bueno, no las he abandonado, solo… comparto mi ayuda. Me gustaría llevarle a Themyscira algún día, aunque no es sencillo acceder como extranjero, eso tengo que reconocerlo. Pero no le pondrán ningún problema si va conmigo.
- Y a mí me gustaría ir. Puede que yo también le enseñe Brooklyn- apuntó entre risas- No tenemos cascadas… ni arte milenario, pero no está mal.
- No conozco a fondo Brooklyn- añadió encantada justo antes de detenerse frente a una puerta de seguridad- Dígame una cosa, Steve ¿Cuánto compromiso tiene con este evento o con las personas que están en él?
- El mismo que con esta copa- sentenció tras apurarla y apoyarla en una repisa cercana.
- Perfecto…- susurra y le imita, dejando su copa apoyada junto a la de él, dejando una leve mancha de carmín en el cristal. Tras ello, de un pellizco partió los cables de alarma de la puerta de emergencia para abrirla saliendo a toda prisa con Steve cogido de la mano- ¡No creo que nos echen mucho de menos!
...
Steve intentó murmurar algo pero el agarre de Diana fue demasiado súbito. No recordaba a nadie que le hubiese agarrado con tanta fuerza… Bueno, sí que lo recordaba, pero por lo general quienes lo hacían no solían tener tanta delicadeza. Pese a la resistencia inicial, pronto siguió divertido su carrera. Al llegar al exterior del edificio, rompió a reír como un chaval que acaba de concluir una travesura.
- Eso… eso ha estado muy bien.
Después de unos segundos de meditación, Steve se quitó la chaqueta del uniforme y la corbata para, tras dejarlos en el suelo, arremangarse los puños de la camisa hasta el codo. Ella, también entre risas y disfrutando del nuevo aspecto desenfadado del capitán, agarró el broche del pelo y lo soltó haciendo que sus bucles cayesen por sus hombros.
- Sí mucho mejor- dijo ella echando a andar hacia una dirección aleatoria- Ya es libre Steve, sin efectos secundarios ni obligaciones. Tal vez Furia haga honor a su nombre si descubre que se ha largado.
- Estoy seguro de que no pierde detalle- afirmó mientras se introducía las manos en el bolsillo y elevaba el rostro para respirar el aire de la ciudad- No se olvide de saludar a alguna farola, es donde suelen estar las cámaras…
- Ah, pues no seamos descorteses- apuntó divertida para empezar a saludar con la mano según cruzaban por zonas fácilmente sospechosas- ¿No tiene algún rincón que sea suyo? ¿Suyo de verdad?
- Bueno- bufó- Creo que tengo un par de calles en Washington.
- Sin duda merecidas- sonrió ella con modestia, siendo como era la princesa de un reino.
- Y una pizzería en Brooklyn- añadió rascándose la nuca- Le juro que el escudo lo clavan. Mozzarella, peperonni y aceitunas negras. De las cosas que llevan mi nombre, es la que más me gusta.
- Tal vez podamos ir un día de estos.
- Eeeh… sí, claro- tartamudeó Steve tras tragar saliva- Pero… ¿No se sentiría incómoda?
- ¿Hay algún problema?- preguntó ella frunciendo el ceño y ladeando la cabeza, confundida.
- No, no… desde luego. Pero, bueno, en mis tiempos cuando un hombre invitaba a cenar a una mujer…- su sonrojo se hacía cada vez más evidente- Sólo quería que quedase claro que lo haríamos estrictamente como… amigos
¿Era esa la palabra adecuada? ¿Amigos? Apenas se habían conocido hacía media hora. Con todo, a Steve le parecía como si ya se hubiesen visto antes. Como hablar con un antiguo conocido de quien el tiempo o las circunstancias le habían separado sin darse cuenta. Diana también había tenido esa extraña sensación, que se acrecentaba cuanto más avanzaba la conversación.
- No se preocupe Steve- le tranquilizó tras una breve carcajada, apoyando una mano en su hombro, amistosa- Además, pensaba invitarle yo.
- Pues mejor- añadió aliviado- No se crea que esto de ser súper-soldado le da a uno mucho dinero. Si no le importa saber que un ejército de agentes de SHIELD de paisano nos estarán observando a cada segundo, será un placer aceptar su invitación.
- Creo que van a aburrirse una barbaridad. Pero dígame ¿No recibe usted derechos de imagen?
- Sí, pero mi parte de ingresos del merchandising del Capitán América los derivo a varias asociaciones de ayuda a los huérfanos de guerra.
- Es admirable- apuntó sonriente- Pero no debe descuidarse. O muchos más niños necesitarán su ayuda.
- Bueno, desde que me inyectaron el suero siempre han “cuidado” de mí. No deja de ser gracioso, pero por mucho que me consideren el “defensor de la libertad”, nunca la he tenido realmente- tras esa afirmación, Steve llevó los ojos al suelo melancólico- A mí me habría gustado vivir del arte. Soy dibujante ¿Sabe? Tiene que ser bonito… Que te reconozcan por crear, no por luchar.
-Steve- le llamó ella, deteniéndose, observándole con el ceño fruncido y buscando su mirada- ¿Qué querría hacer ahora si pudiera hacer cualquier cosa?
- Me resulta difícil imaginarme haciendo cualquier cosa que no sea lo que hago ahora. Pero si no hubiese más… guerra. Supongo que me gustaría descansar. En una noche como esta, buscaría sentarme en algún sitio tranquilo, con un amigo. Compraría un par de cervezas de esas que ya no me hacen nada y…- sonrió melancólico- Tendría una vida normal, supongo.
- ¿Algún sitio en concreto?- pregunta ella sonriendo con la misma nostalgia.
- Me vale cualquier sitio en que se vea- volvió a sonreír, pero esta vez con vergüenza- Ya sabe… La estatua. Lo sé, sueno como un maldito cliché.
Diana se desvió esperando que la siguiera, recordando que en la calle contigua había una tienda de veinticuatro horas. Se detuvo frente al neón rojo y entró en la tienda, directa a la sección de cervezas. Escogió un par de las que tenían fermentación más antigua y receta tradicional. Pronto regresó con un billete de diez y lo dejó en el mostrador diciéndole al dependiente que se quedase con el cambio. Steve esperó extrañado en la puerta hasta que ella salió con una bolsa de papel y lo agarró por la cintura. Él, con evidente sonrojo, optó por agarrarla del brazo, un gesto bastante más apropiado para un hombre de su época. Ascendieron juntos por la calle hasta llegar a uno de los almacenes aledaños al río. Steve le ofreció su mano a Diana para subir a la azotea, pero luego recordó que podría cargar a cinco como él en un brazo y sin esfuerzo. Ella se impulsó para subir y, a pesar de que no la necesitaba, tomó la mano de Steve igualmente. Extrayendo las dos improvisadas libaciones, abrió una con los dedos y se la tendió, echando la chapa de vuelta en la bolsa y repitiendo el proceso con la propia. Golpeó el culo de ambas botellas a modo de brindis y Steve, con las piernas colgando del murete, dirigió la vista a la estatua y dio un trago.
- Ojalá tuviese pro ahí un licor de su tierra. Supongo que fermentan las cosas durante siglos.
- Créame, tenemos buen vino.
Steve se quedó un rato mirando el reflejo de las luces de la ciudad en el río, disfrutando de la paz y el silencio, de aquel pequeño momento de intimidad entre el barullo cotidiano. Después señaló la estatua con la mano.
- ¿Sabe? Yo soy hijo de inmigrantes, como casi todo el mundo en este país. Mi padre decía que “ella” fue lo primero que vieron cuando llegaron. Para mí es eso lo que representa. Un lugar donde la gente pueda prosperar y vivir en paz. Aunque no todos parecen pensar igual.
- Es en la diversidad dónde el ser humano progresa- aseveró ella tras un trago moderado- En mi tierra la discusión era una cultura. Pero la discusión de verdad. La única intención era poner la realidad de los conceptos sobre la mesa, encontrar el mejor camino por el que los seres pudieran continuar sus paso- dedicó también una mirada a las luces y la estatua- El hombre ha perdido su rumbo sobre el conflicto, sobre la utilidad de la contienda. No está en la guerra la respuesta sino en la ambición común de querer conseguir lo mejor…
- “La guerra es un acontecimiento en el que quienes no se conocen se matan y quienes se conocen y se odian observan”- sentenció Steve con ironía tras escuchar las palabras de Diana- Lo escuché en el colegio de niño, lamento no poder citar la fuente. En Brooklyn también éramos unos maestros de la conversación. Discutíamos mucho con los chicos del barrio acerca de si íbamos a darles los dos dólares del almuerzo en ese mismo instante o dentro de dos segundos. Temo que la diplomacia daba pocos frutos. Aunque, bueno, no me iba tan mal. A veces ganaban ellos y otras perdía yo.
- Capitán Rogers, no se puede decir que usted no sepa perder- dijo ella mientras le observa con cierta tristeza, soltando una carcajada con el comentario de los dos dólares- Pero usted habla de la guerra moderna. En mi época las batallas eran dignas y cada soldado valía tanto como su general- la emoción brillaba en su rostro cuando hablaba de las glorias del pasado- Pero luchábamos como un reto. Combatíamos por fuerza o por amor, nunca para someter. Siempre habrá hombres malos y hombres… demasiado buenos- apoyó la cerveza a un lado y relajó las manos en su regazó- Es curiosa la estatua. En mi mundo también la teníamos ¿Sabe que fue un regalo de los franceses? Parte de su estructura interna fue ingeniada por Eiffel.
- Sí- afirmó pare, después, dejar la cerveza a un lado, apoyando las manos tras la espalda- Nos la regalaron para conmemorar nuestra independencia. Yo estuve en Francia durante la guerra. A veces, me duele escuchar a mis compatriotas reírse del papel de nuestros aliados en la contienda. No fue cobardía lo que vi allí, sino un pueblo orgullos dispuesto a vender cara su libertad- miró al frente pensativo- Un concepto curioso. Se han hecho muchas cosas horribles en nombre de la libertad. En mi opinión, la guerra nunca vale la pena, incluso la más justa. Créame, llevo librando guerras justas toda la vida.
- ¿No disfruta de la lucha? ¿Ni siquiera un poco?- Diana dio un trago, esta vez más largo- Tendría que ver luchar a mis amazonas. Es todo un espectáculo- sonrió con pleno orgullo y luego miró a Steve. Después, de nuevo a la estatua y, finalmente, otra vez a Steve- Venga conmigo- le invitó agarrándole de la cintura- Coja bien su cerveza y agárrese con fuerza a mí.
Esperando a que se afianzase, Diana alzó el vuelo. Lento y tranquilo, paseando sobre las luces del río, hasta que aterrizaron con suma suavidad en la cabeza de la estatua. Steve vio con extrañeza cómo se elevaban sin saber bien dónde agarrarse. Ya había volado con Thor y Tony en otras ocasiona pero esta vez no quería hacer nada… inapropiado. Tras el aterrizaje, Steve se apoyó en dónde pudo.
- No… no sé si podemos estar aquí- balbuceó, pero tras observar la cara de incredulidad de la amazona suspiró divertido- Sí… ¿Qué demonios?
Observando la ciudad a sus pies, con el viento soplándole en la cara, se quedó embobado hasta que recordó sobre qué estaban conversando.
- Respondiendo a su pregunta. No, nunca he disfrutado de la lucha. No veo nada malo en que la gente lo haga por deporte, por supuesto, pero no es esa la lucha que he conocido. Aunque… inmerso en ella… me siento más seguro que nunca. Es irónico ¿Verdad? Hacer bien algo que no te gusta. Pero en el combate no dudo, ni pienso demasiado las cosas… no vacilo. Porque si yo dudo, la gente muere. Si vacilo, mis compañeros mueren. Y cuando lucho codo con codo con otros que comparten mi deseo de defender a quienes no pueden hacerlo… Sí, supongo que eso sí me gusta- en ese momento, esbozó la sonrisa más luminosa de la noche- Saber que no estoy solo.
Diana le observó con calma. Comprendía su situación a la perfección. Toda su mera existencia era una simple confirmación de que la guerra era real.
- Y no lo está Steve… Nunca lo ha estado- sonrió- Puede que los malos sean más numerosos o que hagan más ruido. Pero los buenos nunca se rinden. Están dispuestos a todo. Siempre habrá jóvenes que roben esos dos dólares. Pero un día aparecerá alguien que se los devuelva. Que luche por esos dos dólares y dejarlos en las manos que corresponden. Y cuando aparezca… no volverá a irse- buscó la mirada del capitán, pero respetando su espacio- Sé que no se lo cree, pero usted es un ser humano excepcional. Y cuando Steve Rogers muera, esta gente seguirá buscándole. No porque haga falta un nuevo Capitán América, sino porque nada llenará el vació que deje Steve Rogers. Así que… no debe sentirse sólo.
Él la miró a los ojos sin rehuirla. No había nada sucio ni vergonzante en ello. De nuevo, esa extraña sensación de familiaridad le invadió. Sintió de nuevo que ya se habían conocido antes.
- Gra… gracias. Usted también es un ser humano excepcional- sonrió- Bueno, una semidiosa excepcional. No sé realmente cómo definirla- se acomodó un poco y mantuvo su mirada- Y no sé si siente esa misma soledad en ocasiones… Pero si de mi depende usted tampoco estará sola. Sé que si faltase, el mundo también la buscaría sin descanso.
- No es necesario Steve- dijo ella apoyando de nuevo la mano en su hombro, escuchando su gratitud y negando con la cabeza- Además, yo juego con ventaja, ser hija de Zeus te da un estatus- comentó con exageración, a modo de broma.
Steve miró de nuevo a la ciudad y buscó caprichosamente una figura esbelta balanceándose entre los edificios.
- Afortunadamente, sé que hay quien seguirá nuestra lucha cuando no estemos- el capitán comenzó a hablar más rápido, con la emoción de un chiquillo que habla sobre sus amigos del colegio- Mis… mis compañeros… Tony era exasperante a veces. Casi nunca estábamos de acuerdo en nada… pero estaba ahí cuando lo necesitabas. Y Nat, Dios, a ella le gusta pincharme casi más que a él. A veces puede parecer fría e hiriente, pero eso es porque no saben mirar más allá. Le confiaría mi vida sin dudarlo un instante ¿Y Banner? Jamás he visto un hombre con un corazón tan grande. Si la gente se detuviese a mirar un segundo, a tratar de ver al hombre tras el monstruo- el ritmo de Steve se aceleró aún más, pero ahora como un padre primerizo a quien se le cae la baba con su recién llegado- ¡Y tendría que ver usted al chico! No debe tener más de veinte años. Está todo el día saltando y bromeando, parece que hubiese cinco o diez de él en lugar de uno. A veces me pregunto si es incapaz de callarse. Pero… se agradece tanto… Ya sabe, una luz en los momentos tan oscuros. Tan joven y tan valiente. Será… Es el mejor de nosotros- Steve volvió a mirar a Diana y soltó una carcajada- Perdone, la estoy aburriendo con mis devaneos.
Diana asiente para invitarle a hablar y, viéndole lleno de orgullo y confianza al hablar de sus amigos, sonríe con suma tristeza. De la Liga… Su Liga… Ya no quedaba nada. Parecía que no había pasado ni un día desde que lucharon por primera vez juntos. Kal, Bruce, Barry… Amigos y compañeros de armas. Y ya no quedaba nada…
- Por favor Steve, continúe. Se nota lo importantes que son para usted. Son un equipo muy fuerte que ha trabajado mucho para encajar.
- Lo son… bueno. Lo éramos- sonrió lleno de nostalgia, tocando la mano que ella apoya en su hombro con complicidad.
- ¿Quién más le hace sentir menos alejado del mundo?- preguntó atendiendo a su mirada con mucha dedicación. Genuinamente quería seguir conociéndole.
- Casi todos los que me acercaban al mundo ya no están. Mi compañero, Bucky… lo perdí en la guerra. Fue hace muchos años, pero su recuerdo nunca me abandona. Para mí es como si hubiese ocurrido hace cinco minutos. También había otra persona, una mujer. Se llamaba Peggy Carter. Estuvo allí al principio y yo… tuve el honor y la desgracia de acompañarla en el final. Era fuerte, inteligente, compasiva… y lo bastante ingenua como para fijarse en un chico enclenque de Brooklyn- dio un larguísimo trago a la cerveza, rezando porque esta vez sí hiciese algún efecto- Aún le debo un baile…
- Steve…- dijo comprensiva mientras hacía presión con los dedos sobre su hombro- ¿Sabe? Mi madre contaba que cuando morimos, realmente nos convertimos en historias y estas se convierten en nuestra nueva forma de estar vivos. Siempre que les recuerde, perdurarán.
- Sí, creo que de eso tengo mucho… recuerdos… ¿Y usted? ¿Quién le ayuda a llevar mejor sus días? Si mis profesores me lo explicaron bien, la hija de Zeus ha de tener una familia, como poco, numerosa.
Diana aguantó el contacto todo lo que él parecía permitir y sonrió al comenzar a hablar sobre su familia.
- Bueno… Mi familia siempre estuvo en Themyscira. Zeus nunca fue un padre aunque fuese mi creador junto con mi madre. Nunca ejerció como tal. Si tengo relación con algunos de los dioses, y muy buena. Pero mi familia de verdad es mi madre Hipólita y todas mis hermanas- con esa última expresión se refería a todas las amazonas- Y aquí…- Los ojos azules de Diana se humedecieron rápidamente- Aquí no me queda mucho…
Steve escuchó atento la historia de Diana. Le resultaba algo extraño escucharla hablar con tanta naturalidad de los dioses y sus cuitas, aunque tantos años al lado de Thor le habían ayudado a bregar mejor con esos asuntos, a priori, tan inverosímiles. Sintió un gran regocijo al verla hablar con ilusión y orgullo de su patria, así como de sus compatriotas a las que directamente calificaba de hermanas. Sin embargo, cuando sus ojos se humedecieron al hablar de su situación presente, Rogers fue incapaz de remitir el instinto de alargar la mano y secar sus lágrimas.
- Perdone- dijo mientras tímidamente pasaba la mano por su rostro- No quería llamar a los malos recuerdos.
Diana se sobresaltó un tanto, abriendo los ojos ligeramente al notar el contacto para, después, sonreír automáticamente.
- No… Lamento haber estropeado el ambiente. Es que es… reciente- replicó recuperando la sonrisa- ¿Sabe? Yo también dejé un hombre atrás. De este hace ya casi ochenta años. Usted me recuerda mucho a él. Era un soldado estadounidense, combatimos juntos en la Segunda Guerra Mundial. Se llamaba Steve Trevor- por un instante, Diana pudo ver el rostro de su Steve sobre el del capitán- Le hubiese caído bien. Puede que también le hubiese puesto nervioso, pro como un buen amigo.
- Sí, los “Steves” solemos provocar ese efecto. Aunque si era digno de su afecto estoy seguro de que me habría caído bien.
Las lágrimas ya no brotaban en el rostro de Diana y ella se acercó un poco más a Steve. Él, en un gesto inconsciente pero inevitable aprovecha esa cercanía y pasa con cuidado su mano por detrás de ella, arropándola con él. Como en el campo de batalla, no piensa, igual que no lo hace cada vez que alguien le necesita. La ayuda no sólo es lanzar un escudo contra el enemigo. También es reconfortar a quien lo merece y necesita. No pensó en lo estúpido que parecería que un simple muchacho de Brooklyn tratase de consolar a la hija de un dios. Simplemente lo hace.
- Creo que las personas como usted y yo estamos condenadas a sentirnos solas aún a pesar de que el mundo conozca nuestros nombres. Sólo nos queda… vivir nuestra soledad entre los brazos que nos hagan sentir más cálidos.
Steve apretó con cuidad el hombro de Diana, controlando su fuerza por costumbre. No creía realmente que pudiese hacer daño a una guerrera amazona.
- ¿Acaso no recuerda lo que le he dicho antes? ¿Ni siquiera sus propias palabras? Lo diré de nuevo. Mientras yo esté aquí, jamás estará sola.
Diana observa a Steve de cerca. Aunque ha dejado de llorar, tiene los ojos brillantes, y él está enmarcable con la luz de las luces sobre el río.
- Usted tampoco Steve… Nunca.
La amazona observa el rostro del capitán. Cómo su mirada sincera parece atravesarla. El contorno de su mandíbula al contraluz y el brillo de su pelo con los faros de la estatua. Por último, se posa en la sonrisa comprensiva y empática, ligeramente cansada, de sus labios y… tras acercarse unos centímetros desvía el rostro.
- Usted me ha hablado de… Peggy ¿Cierto? ¿Qué tal era?
Diana carraspeó y siguió disfrutando de su cercanía sin abusar de ella. Era consciente de que con los cambios y lo frenético del nuevo mundo, no debía arriesgarse a romper la confianza con su amigo. Steve escuchó el carraspeo y, por un momento, dudó ¿La había ofendido con su actitud cariñosa? No podía imaginar una intención más lejana que incomodar a su nueva amiga. Pese a ello, Diana parecía seguir agradeciendo el gesto, así que no se retiró.
- Ella era… complicada. Como todas las personas que merece la pena conocer de verdad. Trabajaba para los servicios de inteligencia británicos. Creo que era la primera mujer en hacerlo. Se pasó media guerra en el frente y la otra media tras las líneas. En cierto modo, mi trabajo era mucho más fácil que el suyo. Yo sólo tenía que desplazarme a las zonas de conflicto, luchar y ganar batallas que, de cierta manera, estaban decididas de antemano gracias a su labor. Ella se llevó la peor parte. Ayudaba a las resistencias locales, abastecía a los refugiados, recopilaba información vital… Tuvimos pocos momentos pero creo que en parte eran lo que me hacía seguir adelante. Era dulce, pero severa. Jamás te decía lo que querías oír, sino lo que necesitabas saber. Supongo que me quería demasiado para mentirme y yo… me siento honrado de que una persona así viera algo en mí…
- Sin duda suena singular… Me hubiera gustado que conociese Themyscira. Ella, como tantas pioneras, facilitó la senda de las mujeres de su mundo que caminaron detrás. Hay mucho que agradecerle.
- Oh… Una isla repleta de mujeres fuertes y luchadoras. Le aseguro que le habría encantado.
Diana sonrió y apoyó la cabeza en Steve, doblando el cuello. Él correspondió la sonrisa y acomodó un poco el hombro para que estuviese más confortable.
- ¿Ha podido volver a amar desde entonces?
Aquellas palabras y el tono con que las proyectó eran prueba evidente de que hablaba desde la experiencia. Un dolor tan profundo en el corazón que impedía cicatrizar ciertas heridas. La sonrisa de Steve se heló de inmediato con la pregunta.
- Nat lleva buscándome una cita con alguien desde… creo que desde que nos conocemos. Ha habido muchas mujeres que han dicho sentir interés en mí, pero siempre he tenido la duda de si era yo quien les atraía o la idea que tenían sobre mí ¿Querían conocer a Steve Rogers o al Capitán América? Peggy me conoció cuando no era nada, cuando no había… artificios. He amado, supongo, pero otro modo. La amistad, la camaradería, la hermandad. Son formas de amor tan válidas como cualquier otra pero… no. No creo que haya vuelto a amar a nadie como a ella. A veces dudo de que pueda hacerlo. Sé que Peggy no querría que viviese atado a un recuerdo. Pero es su recuerdo…
Diana escuchó el discurso de Steve sonriendo en silencio. Cuando habla de amor memoriza en algún lugar de sus recuerdos cómo vocaliza, entona y gesticula.
- Y ella lo sabría, Steve. Querría que fuese feliz. Sabe que la escogió por encima de cualquier otra mujer pero, la suerte, mala o buena, no se lo permitió. Conozco su historia, capitán, y apuesto que cuando se sacrificó también pensaba algo parecido: “Vive, sé feliz”- sonrió más ampliamente- Y la mujer que acabe a su lado tendrá que entender que, cuando muera, irá al cielo a buscar a otra para darle un último primer baile- Diana frunció el ceño pensando bien en lo que iba a decir- ¿Sabe? Fue por hombres como usted que yo me quedé en la tierra. Fuera de Isla Paraíso. Por los hombres y su manera maravillosa de ver el amor en todo lo que les impregna.
Ahora fueron los ojos de Steve los que se humedecieron. Ella tenía razón. No sabía si alguien podría llenar algún día aquel hueco en su corazón pero, en esta u otra vida él y Peggy tendrían ese último baile. Si algo de lo que decían de él era cierto, el Capitán América no incumpliría su promesa.
- Diana…. En mi nombre y en el de los hombres como yo, le doy las gracias por quedarse.
El Capitán Rogers tenía razón en algo. Había muchas formas de amor. También le gustaba el cine, aunque se había perdido mucho. Sin embargo, la producción de su época la conocía bien.
Y, como decía aquella vieja película.
“Ese podía ser el inicio de una hermosa amistad”
…
Nick Furia tamborileaba con sus dedos en el escritorio mientras Steve Rogers le miraba despreocupado desde su silla.
- ¿Y bien?- preguntó el director de SHIELD- ¿Qué más?
- Poco más… Seguimos un rato charlando, me bajó de la estatua, y cada uno se fue para su casa ¿Para esto me ha hecho llamar?
- ¿Que le bajó de la…?- Furia puso una expresión de incredulidad tal que parecía que le acababan de anunciar que iban a practicarle una colonoscopia- ¡¡Es usted increíble Rogers!! ¡¡Pero si estaba hecho!!
- ¿Hecho?- preguntó Steve extrañado- ¿Qué estaba hecho? ¿Está hablando en clave? ¿Quería que le sonsacase algún tipo de información o algo?
- Capitán…- Furia se aguantó las ganas de responder y, emitiendo un suspiro, meneó su mano con desdén- Puede retirarse. Vaya a hacer cosas de súper-soldado por ahí…
Steve se alejó y, en el umbral de la puerta, se giró hacia el director de SHIELD.
- Furia, de verdad que hay veces que no le entiendo.
Nick esperó con impaciencia a que Rogers se hubiese alejado lo suficiente. Al cabo de unos segundos, extrajo un ejemplar del Daily Bugle del cajón de su escritorio.
“LA AMAZONA Y EL CAPITÁN: ¿Son el chico de oro de América y la Princesa Guerrera algo más que amigos? ¿Qué implicación tiene Spider-Man? (Editorial de J. Jonah. Jameson)
Furia activó su intercomunicador y, exasperado, gruñó a la voz tras él.
- ¿Coulson? Sí… le debo veinte pavos… ¿De qué coño se ríe romántico alelado? Son ustedes exactamente iguales. Stark tenía razón: Rogers es un puñetero monje. Actualice la porra y apúnteme cincuenta Romanoff con Batman ¿Y por qué no? Siempre le han ido los disfraces con cuernecitos…
La Amazona y el Capitán (Steve Rogers/Diana de Themyscira) [20/05/2019] (Autoconclusivo)