I have something to show you (Elysia) [14-03-2019]

Dicen que las mejores ideas brotan en la adversidad. Cuando vivimos injusticias, nos hieren, nos apalean, nos rompen el corazón… todo ese sufrimiento que acumulamos se puede convertir en arte. Es la mejor forma que tenemos para expresar nuestro dolor; digerirlo y después comunicarlo al mundo entero. Los lectores canalizan ese sentimiento ajeno y lo convierten en algo suyo, para así poder entenderlo, pues la empatía es el arma más poderosa del ser humano. Y sin ella… seríamos todos unos monstruos.

El dolor de aquellos días me sirvió de inspiración para forjar una nueva idea. Una idea que esbocé y escribí durante los dos días de hospital en los que estuve ingresada. Por suerte no estaba herida de gravedad, ya que las secuelas no fueron físicas. Aparentemente, parecía que mi cuerpo estuviera recuperado del todo, a excepción de un par de magulladuras y moratones que cubrí con la ropa. Era una suerte que no me hubiese roto nada teniendo en cuenta que caí desde una gran altura, gracias a que la nieve recogió toda la inercia.

Pero en cambio, mis ánimos estaban por los suelos. Había visto morir a muchos soldados y civiles por las tropas del Adversario, y aunque al final vencimos a nuestro enemigo, yo me sentí como si hubiéramos perdido la guerra. Todas aquellas vidas inocentes jamás volverían a ver la luz del sol.

Mi magia se había resentido debido a la magnitud de los escudos del enemigo. Cuando traspasó mi cuerpo con su aura mágica, algo se había roto en mi interior. Mi propia esencia estaba fragmentada, e incluso los conjuros más sencillos se me atragantaban. Era incapaz de conectar con mi yo, como si alguien hubiera cogido unas tijeras y hubiera roto los hilos mágicos que me enlazaban a mi parte más mística. Aureole me dijo que no me preocupara, que aún era pronto para recuperarme del todo, pero que recuperaría mis poderes en cuanto se regenerara mi conexión con la magia.

Me sentía extraña, ajena de mi misma debido a que no podía siquiera conjurar nada útil. Era como si hubiese perdido un brazo o una pierna, algo con lo que ya habías aprendido a vivir y que cuando te lo quitaban te dejaban inutilizado. Así que esperaba que en lo que tardaba en regenerarse mi vínculo no necesitara hacer uso de mi magia por alguna urgencia… o estaba bien jodida.

Esta vez tuve que viajar a Chicago con tiempo, coger un tren y esas cosas… nada de magia ni de portales. Un rollazo. Pero llegué con el tiempo justo a las oficinas de Dreamcatcher, donde me esperaba mi futuro jefe y la persona que había cambiado por completo mi vida profesional. Ya no tendría que preocuparme de las penurias de la vida del autónomo, y tendría un sueldo fijo cada mes. ¿Acaso no era maravilloso? Si es que todo parecía a pedir de boca… ¡hasta mi jefe era guapísimo! ¿Cuántas mujeres no soñarían con tener a un jefe así de guay? Estoy segura de que muchas de ellas verían indicios de una historia de amor digna de una novela romántica.

Aferré contra mi pecho la carpeta con los dibujos y entré al despacho de Elian con paso firme y decidido. La habitación era amplia y espaciosa, decorada con cierto toque minimalista y unas vistas de infarto por las que se podía uno deleitar con los hermosos rascacielos de la ciudad de Illinois.

— Preciosa— susurró el CEO, mirándome con aquellos ojos tan intensos y brillantes.

Había pasado un mes desde la última vez que nos vimos, y me había olvidado de lo enigmático que podría llegar a ser aquel hombre. Entonces habló de la puesta de sol y de cómo se reflejaba la luz en los edificios de la bella Chicago. Algo en lo que estuve totalmente de acuerdo.

— Desde esta altura no me extraña...— respondí, acercándome también al ventanal donde se encontraba erguido el hombre.— ¿Cuántos pisos tiene este edificio? ¿Diez? — pregunté, mientras me deleitaba también con los brillantes colores del atardecer.

Una vez me ofreció asiento, me deslicé por la cómoda silla que quedaba frente a su escritorio y coloqué la carpeta de dibujos en frente suyo. Empecé a sacar del trozo de cartón un pequeño fajo de dibujos y anotaciones que luego expandí sobre la mesa para que el hombre fuera capaz de tener una imagen general y completa de lo que quería expresar con mi idea.

— He estado pensando... en una novela gráfica basada en un conjunto de historias cortas, muy diferentes entre ellas, pero que todas tienen un nexo en común. Me gustaría hablar de la falta de empatía que tiene nuestra sociedad actual, de la insensibilización a las tragedias humanas y la sensación de inmediatez en la que vivimos nuestro día a día—expliqué, acercándole esta vez un boceto de un diseño de heroína, con falda, capa y espada.— Como no, no puede faltar el componente de los superhéroes. Pero quiero que esta vez los protagonistas de la historia sean personas normales y corrientes que reaccionan a los cambios bruscos de su vida, y a cómo se han tenido que adaptar a una sociedad en la que deben convivir con héroes y villanos.

El breve silencio entre la explicación de mi idea y la respuesta de mi editor se me había hecho más que eterno. Lo noté en sus ojos, un ligero tono más pálido que indicaba una leve decepción. Cómo odiaba cuando pasaba eso…

— Elysia… no me tomes a mal…creo de verdad que te tomas muy en serio tu trabajo y tienes el potencial de ser una artista increíble. No te habría ofrecido trabajar para mí si no fuera así.

Peeeeerooooo. Siempre había un pero.

— Pero cuando te conocí personalmente constaté que había estado en lo correcto en cuanto vi cómo examinabas los detalles de todo cuanto nos rodeaba en el Blue Bottle. ¿Recuerdas?

Vale, eso no me lo esperaba. Estaba tanteando el terreno antes de señalar directamente en mi error. Me lo decía su voz, sus maneras de dulcificar la situación y agasajarme con sus hermosas palabras. No todos los días un hombre tan interesante como Elian Iquelo podía entender a la perfección mi manera de ver el mundo. La había definido tan bien… con aquellos matices entre colores, que ni siquiera yo habría sido capaz de describirla mejor. ¿Cómo lo hacía para entender tan bien a los artistas?

De pronto se levantó de su asiento con decisión y me invitó a seguirle.

Elian me atraía como una polilla frente una vela. Su carisma era tan magnético que accedí sin rechistar hasta el ascensor que llevaba a la azotea. Una vez en el exterior, me quedé maravillada con la espectacular vista de la bóveda celeste. Era increíble como podía distinguir cada una de las motas brillantes y parpadeantes del cielo nocturno que asomaban por encima de la contaminación lumínica de la incandescente Chicago.

—¡Esto es increíble!— exclamé con agradable asombro. Aquella hermosa visión agitó mi corazón y me arrancó una enorme sonrisa. En Nueva York era imposible tener esas vistas y me sentía enormemente afortunada de poder presenciar aquel espectáculo de constelaciones.

Entonces Elian fue por fin al grano, citándome los pros y los contras de lo que le había parecido mi idea. En parte tenía razón, no podía negársela. Aún así, sentí cierta impotencia por haberle decepcionado con una primera idea que no acababa de encajarle. Y claro, también estaba mi orgullo como artista.

A diferencia de mi webcomic, los héroes no eran personas con superfuerza, poderes cósmicos o una velocidad vertiginosa. Tampoco tenían archienemigos que habían jurado a los cuatro vientos vengarse por sus derrotas. Era la gente común. Gente normal y corriente lidiando con sus problemas del día a día mientras tenían que soportar convivir con superhéroes y villanos. Los protagonistas eran oficinistas, camareros, policías… empleados cansados de que el mismo banco donde trabajaban hubiese sido asaltado ocho veces en la misma semana por diferentes supervillanos.

Era otro punto de vista, así que no entendía porqué algo así no le había calado. Aunque claro, yo también había asumido que lo que buscaba de mí como artista era algo relacionado con los superhéroes. Después de todo, lo que le había llamado la atención como para hacerme un contrato exclusivo e indefinido había sido mi webcomic…

—No sé qué te ha ocurrido éstas últimas semanas... pero tengo la impresión de que hay algo que te está bloqueando, que te refrena, impidiéndote alcanzar tu verdadero potencial.

Instintivamente, me llevé la mano al costado izquierdo, donde todavía me quedaban los vendajes. Tenía razón. ¿Qué le podría decir? A estas alturas, a sus ojos no tenía ninguna excusa. ¿Que un ser de otro universo  me ha dado una paliza y ha drenado toda mi magia? Vamos, hombre…  y lo siguiente sería el despido. Con él no podía jugar la baza de la pobrecita hechicera.

Cuando quise despegar los labios para protestar, Elian hizo algo que no me esperaba; saltó a la cornisa del edificio sin pestañear y me ofreció su mano para que lo siguiera, como si fuera la mejor idea del mundo tener una muerte casi segura bajo tus pies.

—¡Cuidado! ¡No hagas eso!— las palabras salieron de mi boca con prisa, temiendo que el hombre pudiera resbalar en cualquier momento y caer por los 50 pisos de altura.

—Yo estoy corriendo un riesgo. Y tú lo vas a hacer conmigo.

— No. Yo… no… no puedo. No me gustan las alturas… — entré en pánico. Estaba haciendo una locura y jugar al equilibrismo en una cornisa era muy pero que muy mala idea. Ni siquiera podía usar mis poderes al mínimo, por lo que si me caía, sería incapaz de salvarme con un hechizo. ¿Es que acaso quería matarme?

Pero sus ojos me decían todo lo contrario. Su mirada era tan intensa que volví a sentirme atrapada como en una enorme y pegajosa telaraña. Ese azul tan intenso y brillante… era un color puro y atrayente, digno de mi confianza. Por alguna extraña razón, sentía que ese hombre no me dejaría caer.

Volví a mirar a la cornisa, tomando una bocanada de aire larga e intensa. Después dejé escapar el oxígeno poco a poco por mis pulmones, y mi temblorosa mano alcanzó la suave y cálida de él, que me sujetó con firmeza. Cerré los ojos, evitando mirar en dirección a la caída libre. De pronto di un paso hacia delante con decisión y conseguí colocarme a su lado.

Sin límites. Sin barreras.

—Oh dios… oh, joder…—protesté, tratando de mantener el equilibrio sin mirar a mis pies.

Dios mío, si estás ahí… no permitas que muera de esta forma tan estúpida. Gracias.