Dando un garbeo informático por mis polvorientos archivos he dado con esta antiguaya que escribí hace un tiempecito.
No parece que esté horriblemente escrito y creo que este es el sitio propicio para compartirlo.
Espero que lo Disfrutéis.
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HUÉRFANOS
Un paso, dos pasos, tres pasos… Cada metro ganado era más difícil que el anterior, el propio cuerpo de Kevin se rebelaba contra la idea de seguir avanzando. Los temblores no contribuían, precisamente, a hacer la travesía más fácil. No era capaz de distinguir si se producían por el frío o por el miedo. Cuatro pasos, cinco pasos, seis pasos… Pronto todo terminaría, unos metros más y se encontraría a salvo bajo la luz de la farola. Había conseguido demasiado para echarse atrás y, sin embargo, cada nervio, cada fibra de su cuerpo no deseaba más que salir corriendo de regreso al caserón. Siete pasos, ocho pasos, nueve pasos… Ya casi podía sentir el tenue rascar de la gravilla en la suela de sus zapatillas. Sí, con eso se lo demostraría a todos. Con esto dejarían de reírse. Los sonidos del entorno parecían amplificarse en sus orejas: el “cri cri” de los grillos, el zumbido estático de la farola, el lejano ronroneo de los motores de los cientos de coches que discurrían por la ciudad. Diez pasos, once pasos, doce pasos, trece pasos… ¿Ya estaba? Sí, todo había terminado, ya podía abrir los ojos. Ya verían Ronnie y Betty cuando se lo contase ¿Quién era el cobardica ahora? Kevin se giró sobre sí mismo, encarando el antiguo caserón. Comenzó a agitar la mano en señal de victoria, con la vista fija en los amplios ventanales. Las luces estaban apagadas, todo el mundo dormía, pero no le importó. El gesto era más para sí mismo que otra cosa. Allí plantado, en el parque, se sintió más seguro que nunca. Había demostrado a todos que no temía a la oscuridad, que no era el bebé llorica que todos decían. Seguro, bajo la luz de la solitaria farola, se sintió con la fuerza suficiente como para poder pasar la noche entera en aquel parque. Trece pasos, trece pasitos cortos de oscuridad insondable, eso era todo lo que había hecho falta. Lo único que había separado a Kevin de ser por todos considerado como un valiente. Exultante, lleno de júbilo infantil, decidió subirse en uno de los columpios. Movió torpemente las piernas para impulsarse, una y otra vez, lleno de inocente adrenalina, dejándose llevar por la inercia. La resistencia del frío aire nocturno contra su pelo rizado le hizo sentirse vivo, invencible.
-
Hola Kevin- susurró una voz delicada proveniente de los arbustos. Kevin clavó sus piernecitas en la grava, deteniendo abruptamente el pendular vaivén del columpio.
-
Ho… ¿Hola?- respondió titubeante el muchacho-
¿Hay alguien ahí?La réplica tardó un poco en llegar. Durante unos segundos las únicas respuestas que obtuvo fueron su propio eco y el viento. Kevin se bajó del columpio y anduvo a pasitos cortos hasta el centro del parque, quedándose allí petrificado, buscando con los ojos, entre la oscuridad insondable, el origen de aquella tenue voz.
-
Claro que sí- respondió finalmente el arbusto con su suave voz neblinosa-
Siempre estoy aquí, cuidando este lugar, vigilando.-
Yo… yo tengo que irme- contestó aterrado el muchacho-
No… no nos dejan hablar con extraños…-
Pero yo no soy un extraño. Te conozco, Kevin Baker, a ti y a todos tus amiguitos. No tengas miedo, quiero ayudaros.-
¿A… ayudarnos?- Kevin sentía un hormigueo en las piernas, la circulación se había activado en ellas, todos sus instintos primarios le impelían a la huída. Pero estaba petrificado, petrificado por el miedo. Su propia mente era un amasijo de órdenes contradictorias, una habitación de impulsos desordenada por el miedo.
-
Ayudaros y liberaros… Liberaros a todos de este horrible sueño- dijo finalmente una figura humana. La luz de la farola hacía imposible distinguir más que una profunda sombra-
Ayudaros a todos a despertar.…
No hacía falta ser el mejor detective del mundo para conocer a la persona tras los pasos, apresurados pero firmes, que se acercaban a sus espaldas. Parecía que, por desgracia, Jim Gordon había vuelto a fumar. El olor a Marlboro combatía con el suave aroma del rocío y el polvoriento regusto del asfalto. A Barbara no iba a gustarle aquello aunque, dadas las circunstancias, no podía recriminar a Gordon haber recaído en los antiguos vicios.
-
He dejado bastante para tus hombres- masculló una voz que parecía salida de lo más profundo de una caverna-
¿Quién lleva el caso?-
Allen y Montoya- respondió el comisario de policía, acostumbrado ya a la tendencia a ir al grano de su extravagante aliado –
Compartirán contigo todo lo que averigüen, por supuesto.
-
Lo arrastró desde el centro de la zona de juegos hasta esos arbustos de ahí- continuó el caballero oscuro, señalando el lugar con su negra mano enguantada-
Se pierde el rastro en la acera, puede que tuviese un vehículo preparado para la huída. Hay marcas de frenazo, pero son demasiado antiguas.Gordon echó un pequeño vistazo por la zona, comprobando con sus propios ojos de sabueso las pesquisas de Batman que, hierático, aguardaba en el centro del parque infantil. Una vez hubo llegado a los citados arbustos, tras echar la vista a la imponente figura de su socio en la lejanía, no pudo sino imaginar lo que debían sentir en su presencia aquellos que no tenían la suerte de llamarlo “amigo”.
-
Es el décimo en tan sólo un mes… Diez desaparecidos pero, afortunadamente, aún ningún cadáver ¿Qué hace con ellos?-
Las posibilidades son muchas. He investigado todas las morgues, hospitales y comisarías del Estado, nada que coincida con la descripción de los niños por el momento. Tampoco se han pedido rescates y ninguno de los habituales se ha atribuido los secuestros.-
¿Están vivos entonces?- respondió Gordon, rápidamente, con evidente esperanza en la cara.
-
O sabe deshacerse de los cuerpos donde nadie los encuentre.-
Siempre el optimista…- refunfuñó el comisario mientras extraía un cigarrillo con parsimonia de una cajetilla demasiado vacía-
¿Por qué estos chicos?-
Solitarios, sin familia, sin nadie que se preocupe por ellos o los busque…- Batman hizo un esfuerzo por disimular el temblor de su voz-
Huérfanos.-
No parece haber otro patrón, es cierto. No coinciden en sexo ni edad. -
Y se han preocupado de evitar los orfanatos financiados por la fundación Wayne- el justiciero se había encargado de que todas las casas de hospedaje de la fundación contaran con las últimas medidas de seguridad y, todo incidente fuera del protocolo era inmediatamente derivado en una señal de repetición al Bat-Ordenador de la cueva, la Torre del Reloj y la Atalaya de la JLA-
Demasiada seguridad.-
Te mantendré informado si descubrimos algo más sobre las víctimas Batman y…- giró la cabeza solo para encontrarse con la nada-
… y ya me lo has vuelto a hacer…
Kevin Baker sentía frío en todo su cuerpo. Tenía la ropa completamente calada, lo que no hacía más que acentuar la sensación de humedad de aquel sucio lugar. No se atrevía a decir nada, no podía reconocer delante de los demás chicos que se había orinado, pensarían que era un meón. No quería hablar, no quería dar problemas o los demás chicos, no quería que se riesen de él o, peor, que volviera el hombre de la voz aguda. Aquella voz afilada, cortante como un cuchillo. De repente sintió una presión sobre su hombro. Kevin se arrebujó aún más en la mohosa manta, asustado por el mero contacto como un perro apaleado.
-
Oye, chico nuevo, no te quedes ahí- dijo una delicada vocecita-
Esa es la parte de la habitación donde más humedad se acumula. Ven, échate aquí junto a los demás- una chica morena de cara redonda tendió la mano al nuevo involuntario inquilino del zulo-
Será como en una acampada- sonrió
Su mano era cálida, reconfortante ¿Cómo era eso posible? Kevin se levantó con esfuerzo, luchando por andar con sus entumecidas piernas y, con pasos asustados, se acomodó junto al resto de niños.
-
Brett, tú también deberías hacer lo mismo- dijo de nuevo aquella voz cálida y amorosa.
Brett Rudd, sin embargo, no hizo ni un solo gesto, ni siquiera se dignó a cruzar la mirada con la muchacha. Estaba sentado contra una de las paredes, con los ojos clavados en las extrañas pareidolias que se formaban en el muro del fondo. Buscaba formas en ellas caprichosamente. Formas bonitas, formas hermosas… pero no estaban. No estaban o, tal vez, él ya era incapaz de verlas. En el extremo del muro, una mancha grisácea dibujaba un demonio burlón y deformado. En la parte inferior una mujer mayor gritaba de angustia. En otro de los extremos había un perro famélico y piojoso. Sí, esas eran las cosas que Brett estaba acostumbrado a ver.
Violet Scott, pese a la negativa a su ofrecimiento, deslizó suavemente una de las mantas menos sucias por encima de sus hombros. Ya estaba habituada a ayudar a quienes creen no necesitar ayuda. Ese era un papel al que estaba más que acostumbrada. Hermana mayor, enfermera… madre incluso. Una chica de trece años parecía, por absurdo que suene, demasiado mayor para que nadie pensase en invertir esfuerzos en adoptarla. Demasiados orfanatos, demasiados largos procesos, demasiadas casas de acogida. Demasiado equipaje. Ya arrebujado junto al resto de chiquillos, Kevin Baker empezó a llorar con desconsuelo. Grandes lagrimones recorrieron sus mejillas aceitunadas y, al poco, el resto de chiquillos se unió a él en un lastimero coro.
-
Chicos, chicos…- susurró Violet tratando de calmar al grupo-
Tenéis que guardar silencio ¿Vale? Es mejor que no se nos escuche- la muchacha se puso en el centro y rodeó a los más ruidosos con los brazos-
Mirad, tenemos que intentar pasar esto juntos ¿Vale? Si no damos problemas no nos harán más daño- la chica acarició amorosamente el pelo rizado de Kevin-
Tenemos que ser fuertes y aguantar hasta que vengan a buscarnos.Brett chistó desde su esquina de la habitación ¿Venir a buscarlos? ¿Quién demonios iba a venir a buscarlos? ¿La policía? Por las experiencias que él había tenido con la policía de Gotham era bastante improbable que se estuviesen haciendo muchos esfuerzos por localizarlos.
-
¿Van a venir a por nosotros?- dijo uno de los más pequeños.
-
Claro que sí cielo. Seguro que ahora hay montones de personas removiendo cielo y tierra para sacarnos de aquí.-
¿También Batman?- dijo Kevin con un brillo de esperanza en los ojos.
-
Sí cariño…- respondió Violet tratando de que no se notase como su voz se quebraba. Había habido rumores sobre Batman desde que era pequeña. Bueno, desde que era más pequeña. A veces se mostraba alguna foto borrosa en el periódico, o se mencionaba de pasada su hipotética intervención en los noticieros. ¿Existiría de verdad? ¿Había en Gotham una persona que velaba por lo más débiles? Violet lo dudaba. Desde luego, si así era, ella nunca había tenido la suerte de encontrárselo. Desde luego, ese no era el momento para compartir su escepticismo-
Batman también…Cuando los niños se hubieron calmado Violet se retiró al otro extremo de la habitación sintiéndose más cansada que en ninguna ocasión que pudiera recordar. Aguardó unos minutos en silencio y, tras asegurarse de que ninguno de los más pequeños la veía, apoyó la mano contra el muro y se echó a llorar. Brett, desde su esquina, habló aún con la mirada fija en las formas del muro.
-
¿Por qué les dices esas cosas?-
Para que, al menos, puedan aferrarse a algo hasta que nos maten…
…
Tan solo un minuto, eso era lo máximo que podía permitirse. Si mantenía a Robert más tiempo boca abajo corría el riesgo de que la sangre se le subiese a la cabeza y se desmayase. El minuto había pasado, pero aún así decidió arriesgar diez segundos más. Mientras estaba boca abajo, de entre la incesante maraña de pensamientos que recorrían la cabeza de Robert Tracy, destacaba uno por encima de todos: “¿Qué puñetero tornillo tenía tan flojo como para, después de tantos años, seguir dedicándose a dar golpes en Gotham City?”
-
¡¡TE JURO QUE NO SÉ NADA TÍO!!- respondió el aterrado matón, tratando de no atragantarse con su propia saliva.
-
Esa no es la respuesta que busco.El cable se retrajo sonoramente, disparando a la azotea el cuerpo del delincuente con gran velocidad. Aún se elevó unos centímetros del suelo antes de caer a plomo sobre la sucia superficie. Sin atreverse a mirar atrás, el hombre comenzó a arrastrarse por el suelo, buscando la entrada del edificio. Sin embargo, ni con todas sus fuerzas fue capaz de impedir el empuje de la firme mano que atenazaba su tobillo.
-
¡¡Tienes que creerme joder!! ¡¡Yo no estoy metido en esas mierdas!!- suplicaba lastimeramente mientras era desplazado sin voluntad a lo largo del tejado, notando cada pequeña irregularidad de la superficie sobre su pecho-
Mie… mierda, yo no hago esa clase de negocios… Yo también tengo críos ¿Vale?-
Pues dime quién sí que los hace o tendrán que ir a visitarte al hospital durante los próximos tres meses- le intimidó Batman mientras le apoyaba su bota contra el pecho. Por desgracia, parecía que estaba siendo sincero. Aquello no había servido de mucho, aunque no perdía nada por apretarlo un poco más. Mientras el Caballero Oscuro discurría qué hueso romperle a continuación, el receptor de la capucha interceptó una señal de la policía.
“CHRRSSS… en Lincoln con Miller… CHRSSSS… el parque…. CHRSSS… de los… iños desaparecidos…CHRSS”Batman liberó al fin su presa, dejando al matón tirado boca arriba, tosiendo con dificultad. Sin mediar más palabra, el Caballero Oscuro encaró el quicio de la azotea, dispuesto a planear grácilmente hasta uno de los callejones cercanos.
-
Ba… Batman…- dijo medio ahogado el delincuente mientras trataba de incorporarse. El justiciero detuvo su avance, limitándose a girar un poco la cabeza-
Si encuentras a ese hijo de puta… dale una de mi parte.…
El justiciero había dejado su coche aparcado a unas cuantas manzanas del lugar del aviso. Si el secuestrador se encontraba en las inmediaciones no le convenía ponerlo en guardia con la presencia del Batmóvil… “El Batmóvil”, ese era el nombre que le había puesto Dick. Un apelativo infantil, el recuerdo de una época más sencilla. En realidad, puede que nunca hubiese sido sencilla, pero con él alrededor la carga parecía mucho más ligera. Dios, como echaba de menos a Dick.
Observó el parque desde la azotea, ampliando la imagen tanto como pudo con el visor de la capucha. No parecía que hubiese nadie en los alrededores, nadie salvo el crío. Una pequeña figura se hallaba, con las piernas colgadas, bamboleándose lentamente en uno de los columpios ¿Se había escapado? ¿Por qué no había acudido entonces a la policía? Batman hizo uso de su capa para planear lentamente en dirección a la zona de juegos. Una vez hubo aterrizado, se aproximó con cuidado a aquella sombra pendular. Pensó en hacer un ademán con la mano, para decir al niño que no se asustase. En cuanto se aproximó un poco más descubrió que sería un gesto inútil. Era Peter Lawton, uno de los primeros niños desaparecidos.
Estaba muerto.
Batman se agachó para examinar el cadáver, que había sido apoyado cuidadosamente en las cadenas del columpio, para evitar su caída. Observó con cuidado el cuerpo. La causa de la muerte era, sin duda, una limpia y profunda herida provocada con un objeto afilado que había seccionado la tráquea. Lo habían degollado. Batman activó el visor de la capucha para intentar apreciar otros signos no evidentes. Así pudo percatarse de la pequeña herida del costado.
El detective examinó aquella laceración con extrema cautela. Parecía más antigua que la herida que le había causado muerte, y bastante más pequeña. Había sido practicada con una precisión exquisita y, además, había sido suturada ¿Qué significaba aquello? ¿Acaso el secuestrador había herido al muchacho durante el cautiverio y había luego curado sus heridas? ¿Era simplemente una forma de extraño ensañamiento o había algo más? Batman siguió examinando el lugar en busca de más signos externos que pudieran ser de alguna ayuda en su investigación. La herida del cuello debía de haber sangrado profusamente. Sin duda lo habían matado en otro sitio y lo habían trasladado ahí. Lo extraño es que sí había sangre en la escena, cuatro pequeñas gotitas de sangre en el suelo. Batman extrajo una muestra y la introdujo en el pequeño dispositivo de análisis ubicado en uno de sus guanteletes. Espero paciente el cotejo, aunque ya conocía el resultado antes de que el instrumento se lo procurase.
El chico había sido degollado y puesto en el columpio en una postura adecuada para evitar que se desplomase por su propio peso. Una gota de sangre en una escena limpia que, por lo que estaba viendo en ese momento, no correspondía a la víctima. Había un hombre que tenía especial predilección por colocar a sus víctimas en posiciones que las hicieran parecer que seguían vías. El justiciero presionó su capucha para comunicarse directamente con el Comisario Gordon.
-
Jim, manda a alguien a Arkham inmediatamente- dijo con la ira marcada en sus palabras-
Que comprueben que Victor Zsasz sigue en su celda.
…
Victor Zsasz había tenido una reyerta con otro de los internos. Por lo visto, discutían acerca de quién tenía más víctimas en su haber, si Ted Bundy o Edmund Kemper. La conversación se saldó con Zsasz arrancando la lengua del otro interno de un mordisco, lo que le había procurado una larga temporada en aislamiento. Lo dejaron solo en una angosta celda acolchada sin derecho a salir y siendo alimentado a través de una rejilla en la puerta. Muchas precauciones, salvo la fundamental. No había cámaras en las celdas de aislamiento. Eso había ocurrido hacía, aproximadamente, cuatro semanas. No fue hasta que Gordon dio el aviso que descubrieron en su celda a otro de los internos. Similar complexión, rasgos faciales, y con una extraña variedad de mutismo selectivo. El paciente comía, dormía, hacía sus necesidades… pero solo hablaba cuando se dirigían a él por su nombre completo. Y, obviamente, el nombre de aquel paciente no era “Victor Zsasz”. Los médicos consideraron la negativa de Zsasz a decir palabra como un rechazo al tratamiento, y recomendaron que siguiera en aislamiento hasta que recuperase “la iniciativa de resocializar”. Si los médicos eran simplemente estúpidos o había algo más detrás, era un asunto que Batman tendría que investigar en otro momento.
El murciélago recibió toda aquella información mientras rastreaba, uno por uno, los escondites habituales que Zsasz había usado durante sus periodos en libertad. No había habido suerte por el momento, pero aún le quedaban un par de localizaciones por comprobar. El batmóvil rugió como una bestia mientras encaraba el distrito industrial. Su siguiente objetivo era un antiguo almacén abandonado, en su día un almacén de ropa. Esta vez no hizo ningún esfuerzo por ocultar el batmóvil, si conocía bien a Zsasz, estaría tan ansioso por que le encontrase que él por hallarlo.
Se introdujo con sigilo en la destartalada estancia, comprobando cuidadosamente cada oscuro recoveco, cada rincón. El tope de un bidón de gasolina ardía en el centro de la estancia. Era obvio que Zsasz aún seguía allí. De pronto, las paredes comenzaron a hablar al Caballero Oscuro.
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Imaginaba que acabarías dando conmigo, Batman. Aunque, sinceramente, no me esperaba que fuese tan pronto- retumbó por toda la desangelada estancia aquella voz afilada como una hoja raspando contra una piedra de amolar
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¿Dónde están los niños Zsasz?- preguntó al aire el justiciero.
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No quieras ir tan rápido murciélago- se escuchó en otro punto distante del edificio-
Ya te los iré dejando de uno en uno, como el de esta noche.-
Eres un degenerado- Batman ya lo sabía, Zsasz también lo sabía. Pero quería que siguiese hablando. Victor estaba usando las sombras, se deslizaba entre los temblorosos recovecos que proyectaba la luz del bidón. Batman no quería, si quiera, molestarse en conectar la visión nocturna de la capucha. Zsasz era rápido, más de lo que parecía, pero las sombras no le pertenecían. Las sombras no eran un instrumento al servicio de ese monstruo para hacer y deshacer a su antojo. No, las sombras eran de su propiedad, las sombras servían para abrigarle, para ayudarle a dar caza a hombres como él. Y estaba a punto de demostrárselo.
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¿Degenerado?- siguió Zsasz-
Esos pequeños zombis deberían darme las gracias por liberarlos de su insignificante letargo ¿Qué futuro les espera? Ahora serán recordados, permanecerán por siempre en la historia como unos de los muchos muertos vivientes liberados por Victor Zsasz- la voz se acercaba, pasos tenues en la oscuridad, pronto sería el momento-
Son tantos… cada vez me cuesta más recordarlos pero… cuando miro mi cuerpo… Soy capaz de recordar la sensación de cada marca, sus últimos suspiros grabados a cuchillo en mi piel. Conozco el tacto de todas y cada una de mis marcas, su longitud, su grosor… Mientras las tenga jamás serán olvidados y Batman… Te lo aseguro… reservo un lugar muy especial para ti.-
Zsasz- al psicópata apenas le dio tiempo de bajar el cuchillo. Unos dedos de acero sujetaban su muñeca con una fuerza inusitada. Trató de zafarse, pero fue incapaz de oponer resistencia. No pudo más que ver como su brazo bajaba lentamente. Soltó el cuchillo en un acto reflejo, de puro instinto. La presión en la muñeca no cedía-
Hablas demasiado.
Batman sabía la presión exacta que tenía que ejercer para no dañar la muñeca de Zsasz, pero decidió ignorarla. Sintió, a través de los guantes, como los huesecillos se iban rompiendo lentamente, como pequeños petardos explosionando en el interior de la carne del asesino. Tiró del brazo como si quisiese arrancárselo. Zsasz, iracundo, trató de revolverse. Fue una mala idea. Con una rápida llave, aprovechando el peso del criminal, Batman hincó a su oponente frente al bidón encendido.
-
¿Dónde están?- repitió con voz de trueno.
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¿Crees que tengo intención de decírtelo?- farfulló Zsasz, sudando por el calor del fuego-
No hay nada que puedas hacerme que me obligue a decírtelo Batman… nada.-
A mí me cuesta olvidar mucho más que a ti, Zsasz. Recuerdo el nombre y el rostro de cada una de tus víctimas- el señor de la noche acercó uno de sus batarangs al fuego hasta ponerlo al rojo vivo. Acto seguido, buscó con los ojos una de las cicatrices de Zsasz y presionó con fuerza el arma sobre ella. El psicópata gritó de dolor y rabia, pataleando como un niño malcriado y rabioso. Batman podía oler el aroma de la piel quemada... le asqueba...Siguió de todas formas-
¿Podrás reconocer a quién pertenecía esta cicatriz cuando ya no esté?-
¡¡No!! ¡¡Para!!- chilló Zsasz desconsolado-
Mis recuerdos ¡¡Me estás quitando mis recuerdos!! ¡¡¡AAAARRRRGHHHH!!!!Con un nuevo giro de mano, una nueva marca, con la efigie del murciélago, sustituyó otro de los macabros recordatorios de Zsasz.
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¿Y estos? ¿Sabrás dentro de unos años quiénes son?- continuó el murciélago-
¿O sólo recordarás el beso del fuego sobre tu carne…?-
¡¡Te lo diré!! ¡¡AAARGH!! ¡¡TE LO DIRÉ!! ¡¡LA ANTIGUA CÁRNICA O´HARA!! ¡¡ALLÍ ES DONDE LOS TIENEN!!Batman soltó a Zsasz, cayendo este último de bruces contra el suelo, gimoteando lastimeramente.
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Tú no le hiciste la sutura al chico ¿Verdad?Zsasz comenzó a sonreír maliciosamente, combulsionándose violentamente en el suelo por las carcajadas
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Yo se los llevo y, cuando terminan con ellos, me dejan rematar el trabajo… Un buen negocio… ¿No crees?Ese fue el último instante de consciencia que Víctor Zsasz tendría antes de despertar, de nuevo, en su celda acolchada de Arkham. Batman, tras esposar y asegurar al criminal, se precipitó con ansiosa presteza contra el batmóvil.
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¡¡Alfred!! Necesito los planos de la vieja cárnica O´Hara en la memoria del batmóvil inmediatamente.-
Al instante, señor- respondió una aterciopelada voz británica al otro lado de la línea-
¿Están ahí cautivos los muchachos?-
Comprobaban su salud Alfred… No les interesan los niños. Sólo quieren sus órganos.…
No le gustaba el clima de aquella ciudad. Puede que su patria fuese más fría pero, al menos, el tiempo era constante. En lo que a cambios atmosféricos se refiere, Gotham era tan irracional como sus propios habitantes. Sin embargo, el tabaco americano era bueno, mucho mejor que el de casa. También lo era la paga. Tres de los grandes por cada noche de trabajo, tres mil machacantes sólo por pasearse de atrás para adelante en aquel almacén de mala muerte con el arma entre las manos. Buen dinero. Dinero fácil.
Olev Kreshov, estaba a punto de descubrir que no había tal cosa como dinero fácil en Gotham City.
El golpe contra la barandilla fue limpio, su frente recibió el tubo metálico como se recibe a un amigo. Perdió la consciencia casi al instante. Tanto mejor, así no tendría la tentación de gritar. Por otra parte, la caída desde la barandilla era tan sólo de tres metros. No se mataría, pero tardaría en volver a andar.
“Uno menos. Quedan cinco”Dos de los matones conversaban distraídamente junto a los ganchos destinados a colgar las reses. Los conocía, aquellos eran producto local. El de la izquierda tenía varias condenas por atraco y asalto. El de la derecha había conocido sus puños más de una decena de veces. Había trabajado para el pingüino, para Nigma y el Espantapájaros. Tan familiarizados estaban con el murciélago que incluso fueron capaces de advertir el característico batir de la capa antes de que les cayese encima. Aunque no lo bastante rápido como para evitar que sus cabezas se entrechocasen.
“Y quedan tres”Parecía que uno de los matones “durmientes” había hecho más ruido del habitual. Dos de los hombres restantes se apresuraron a vaciar el cargador de sus semiautomáticas en dirección al origen del sonido. No tardaron en ver que sus tres compañeros se hallaban inconscientes en distintos puntos de la sala. Batman calculó que necesitarían, aproximadamente, cuatro segundos para recargar el arma.
Le sobraban dos.
El más bajito cayó en seguida, despedido contra un grupo de cajas mohosas por cortesía de la veloz bota del justiciero contra su estómago. El otro opuso más resistencia. Tiró la pistola al suelo, inútil sin su munición, y se apresuró a soltar tres rápidas cuchilladas contra el murciélago. Era un navajero experimentado, sabía usar aquel chisme. Pero hacía falta bastante más destreza para alcanzar a un oponente así. Un veloz ademán con la capa despojó al matón de su defensa y, tras cuatro rápidos puñetazos en el rostro, acompañó a sus socios al mundo de Morfeo.
“Queda uno”Batman localizó sin esfuerzo al último de los criminales gracias al visor de la capucha. Aquel aparato poco tenía que envidiar a los ojos de Clark. Tras una puerta reforzada aguardaba asustada su presa final, fusil en mano, junto a otras nueve pequeñas figuras, sin duda los rehenes. La puerta reforzada saltó de sus anclajes como si hubiese sido embestida por un rinoceronte. Los niños aguardaban apoyados contra la pared de la sala, completamente amedrentados por el arma de su captor. El último de los secuestradores era un hombre menudo que vestía ropas quirúrgicas, aunque el instrumento que portaba en sus manos estaba lejos de ser un bisturí.
-
¡¡Lárgate Batman!! ¡¡Date la vuelta ahora mismo o te juro que me los cargo a todos!!El justiciero avanzó lentamente hacia el secuestrador. Casi parecía que se desplazase sin mover las piernas.
-
Ese fusil tiene una cadencia de tiro de seiscientos disparos por minuto- masculló el Caballero Oscuro con parsimonia, arrastrando cada una de las palabras-
Si está completamente cargado, te sobra capacidad para acabar con los chicos en unos pocos segundos. Pero tienes otra oportunidad, apretar el gatillo contra mí, vaciarme el cargador en el pecho y rezar porque una sola de esas balas termine conmigo porque… Tanto si no muero, como si haces algún daño a esos niños… No habrá lugar en la tierra donde puedas esconderte de mí.Las decenas de pequeñas explosiones se sucedieron una detrás de otra durante un tiempo que parecieron horas. Los casquillos cayeron por docenas contra el suelo, fusionando sus metálicos tintineos, como las monedas que caen de una máquina tragaperras. Los trozos de madera y yeso volaron por la estancia como pequeños dardos.
-
Señor Bruce… ¿Se encuentra bien? ¡¡Señor Bruce!!…
Tenía las manos agarrotadas, prácticamente pegadas a la empuñadura del arma. Su cuerpo aún temblaba por las decenas de retrocesos a los que acababa de verse sometido. Sentía perfectamente el olor del humo, el calor del cañón al extremo del fusil ¿Lo había matado? ¿Le había dado? Sí… tenía que haberlo hecho. Tan sólo era un tipo más, un tío raro vestido de murciélago, era imposible que hubiese escapado a aquello, alguna de las balas tenía que haberle alcanzado por fuerza… Nadie era tan rápido…
El repentino escozor en la mano derecha le convenció de lo contrario. El fusil vacío cayó al suelo casi sin que le diese tiempo a advertirlo, tan sólo podía mirarse la mano, notar como la cálida sangre manaba por ella. El batarang la había atravesado limpiamente, como un clavo hincado martillazos en la palma. Pero tenía problemas más importantes encima. Concretamente, noventa kilos de problemas chocando abruptamente contra sus hombros, rompiendo a su paso la desgastada mesa de madera que presidía la estancia. Notó todo el espectacular peso de aquel hombre sobre él, sintió como los huesos le crujían, como su interior se retorcía y se dolía víctima de la insoportable presión.
La sombra tardó mucho en quitarse de encima y, cuando lo hizo, fue con lentitud y parsimonia, como. No parecía importarle el efecto que aquel formidable peso pudiese producir sobre su cuerpo. Comenzó a observarle mientras se retorcía de dolor en el suelo, escudriñándolo… con esos ojos grises y muertos.
-
¿Señor Bruce? ¿Qué está pasando?- repetía entre la estática de la capucha una temblorosa voz.
-
Levántate…- se limitó a ordenar la negra figura. El médico trató de alejarse a rastras. Extendió la mano sana para agarrar de nuevo el arma. La bota de su inmenso oponente impactó en su nariz con el empuje de un ariete-
¡¡He dicho que te levantes!!- repitió. Impaciente, con voz de trueno.
-
¿Están bien los niños? ¡¡Contésteme!!- siguió el mayordomo.
Cuando el doctor pudo, al fin, levantarse lastimosamente, apoyándose a trompicones en la pared y sujetando su mano ensangrentada, el vigilante no tardó en lanzarse contra él para agarrarle fuertemente el brazo.
-
¿Creías que podías hacer lo que quieras con ellos? ¿Qué nadie se preocuparía de buscarlos? ¿Qué podías despiezarlos y vender sus partes como animales?- tantos años de entrenamiento, tantas batallas libradas… tantas formas distintas de hacerle daño-
¡¿ESO ES LO QUE CREIAS?!-
¡¡Deténgase señor Bruce!! ¡¡Deténgase antes de hacer algo de lo que se arrepienta!!- gritaba desesperada la voz del receptor.
Batman agarró aquel brazo ensangrentado, comenzó a hacer presión, a doblar la articulación sin interrupción.
-
¿Ibas a dispararles con esto? ¿Este es el brazo con el que sujetabas el bisturí?- dijo acercando sus labios a los ojos del sanitario, proyectando su aliento con cada palabra pronunciada, oliendo su miedo… Los iris del doctor se movían de un lado a otro, tratando de apartar la mirada de aquel monstruo. El corazón parecía que se le fuese a salir del pecho. El grito vino después, cuando su brazo se dobló como una rama, flexionado en un ángulo antinatural… grotesco.
-¡
¡¡¡¡AAAAAAAAAAARGGGGGGGGGG!!!-
¡¡SEÑOR WAYNE!!- siguió suplicando Alfred desde la cueva-
¡¡No tire por la borda todo el bien que ha hecho!! ¡¡No se arruine la vida!! ¡¡Déjelo ya!! ¡¡Todo ha terminado!! ¡¿Me oye?! ¡¡Todo ha terminado!!Sería tan fácil apretar con más fuerza… presionar hasta que no quedase ni una bocanada de aire en sus pulmones… aplastar su tráquea y poner fin a aquel miserable… tan fácil…
Los pensamientos de Bruce Wayne se detuvieron, interrumpidos por una ligera presión en la pierna. Cuando bajó la vista pudo vislumbrar unos pequeños bracitos sujetándola con fuerza. Bruce aflojó la presa. Dejó caer inconsciente a aquel hombre al suelo. Al instante, otro par de delgados brazos se agarró tiernamente a la otra pierna. Bruce estaba exhausto… las venas de la sien le palpitaban y, simplemente, se dejó caer de rodillas. Al momento, todos los chicos se unieron a sus dos compañeros de cautiverio. Kevin, Violet… hasta Brett… todos se unieron en aquel improvisado abrazo al hombre murciélago. A aquel que les había buscado. A aquel que sí se preocupó por ellos. Bruce siguió arrodillado en el suelo, sin decir una palabra, con la vista fija en el suelo. Cada uno de los niños agarraba de forma improvisada a su salvador, arropaban con sus raquíticas extremidades a aquel ángel encapuchado.
-
Todo ha terminado Bruce…- repitió Alfred casi entre susurros-
Todo ha terminado…Y así, durante un instante, se quedaron en el suelo, sin decir ni una sola palabra, un grupo de huérfanos de Gotham City.
…
Alfred retiró la fría bandeja de la cena. Parece que aquella noche el señor Wayne seguía insistiendo en no probar bocado. Sentado frente al ordenador, con las enormes pantallas iluminando sus angulosas facciones, Bruce Wayne meditaba casi sin advertir que su fiel compañero estaba allí. Los murciélagos de la cueva chillaban y revoloteaban molestos por la luz. Alfred, sin decir ni una palabra, puso camino al ascensor con la bandeja entre las manos.
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Alfred…-masculló Wayne.
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¿Sí señor?-
He dispuesto todo para que los huérfanos sean reubicados en uno de los orfanatos de la fundación… Juntos-
Me parece una idea excelente, señor.-
Varios de los secuestradores eran delincuentes buscados internacionalmente. Se trataba de una mafia dedicada al tráfico de órganos. El cabecilla había entrado como examinador médico en varios de los orfanatos bajo nombre falso. Ellos sacaron a Zsasz de Arkham y le facilitaron la ubicación de los niños. Zsasz los secuestraba para ellos y, una vez terminado su trabajo, se los volvían a entregar para que se encargase de ellos. Así, todo el mundo pensaría que eran víctimas de un asesino en serie y nadie indagaría más. Si sus órganos tenían alguna tara también seguían ese sistema.-
Es… Es horrible señor. Suerte que ha podido poner freno a sus actividades.Bruce volvió a quedarse pensativo, con el puño sobre la barbilla. Tirado, casi derrotado contra el amplísimo sillón.
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Alfred… no dejo de preguntarme ¿Qué hubiese pasado si no tuviese la fortuna de mis padres? ¿Qué habría sido de mí si tú no hubieras estado ahí para cuidarme? Sería igual que ellos, cualquiera podría haber hecho lo que quisiese conmigo. Si no hubiese tenido tanta suerte…-
Es inútil pensar el pasados hipotéticos señor Bruce- dijo Alfred apoyando su mano el hombro de Wayne-
¿Qué sentido tiene sufrir por lo que no ha ocurrido? Muchos que tienen fortuna no la aprovechan y, en cuanto a la suerte… Bueno, para quienes no gozan de ella, ahí está Batman- sentenció sonriendo-
Cuando sus padres murieron me sentí hundido en un mar de dudas ¿Cómo podría hacer más leve su dolor? ¿Cómo iba yo a poder sustituir a dos personas tan excepcionales? Sus circunstancias no eran las mismas que las de esos muchachos, pero sí lo era su dolor. Pero supo sobreponerse a él, señor Bruce, y yo tuve el privilegio de estar ahí para presenciarlo. El privilegio de verle crecer y convertirse en un hombre. Un hombre del que, si me lo permite, no puedo sentirme más orgulloso. Y estoy seguro que sus padres también lo estarían.RSSCCHHH…. Situación con rehenes en el antiguo edificio de los juzgados…. RSSSCHHH… testigos aseguran la presencia de…. RSSSCCHHH…vey Dent…. RSCHHHHBruce se levantó de la silla como un resorte. Caminó hacia el batmóvil a grandes zancadas, ajustándose la capucha por el camino. Antes de abrir las compuertas se detuvo en seco. Giró la cabeza lentamente, mirando a los ojos de aquel hombre que se lo había dado todo.
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Alfred…-
De nada, señor- le interrumpió el mayordomo sonriendo-
Y buena caza.El motor del coche rugió despertando a las decenas de murciélagos que, chillando, batían sus alas de cuero por toda la cueva.
La noche sería larga, todas lo eran.
Y había mucho trabajo por hacer.