Ilusiones tan frágiles como un zapato de cristal (Dick Grayson) [11 de Noviembre de 2018]

Todas las noches en Blüdhaven empezaban igual. Un chivatazo, un disparo... y una paliza al matón en cuestión en el callejón más cercano para sacarle información.

— ¿Dónde está la mercancía?— gruñí, mientras empujaba al desconocido contra la pared, sujetándolo fuertemente de las solapas de su chaleco hasta levantarle dos pies del suelo.

— No se nada, tío ¡Lo juro por mi madre!— espetó el matón, completamente acojonado. Las sombras del callejón cortaban en angulosas secciones el rostro demacrado del delincuente. 

— Qué poca estima le debes tener a la pobre señora… — aflojé un poco el agarre a tiempo que le propinaba un puñetazo en el estómago que dejó al hombre sin aliento. Después, lo arrastré como un despojo por el callejón hasta empujarle de cara a la pared y retorcí su brazo derecho, doblándolo sobre su espalda. — Vamos a ver... ¿En cuántas partes quieres que te lo rompa? —pregunté, con cierto aire de diversión en mi voz mientras apretujaba aún más su antebrazo, llegando casi al límite de la torsión de la articulación. 

— ¡Para! ¡Para, por favor!— gimió de dolor el criminal. Casi juré que acababa de mearse en los pantalones.

— ¿O prefieres que te haga una cara nueva para que no te reconozca ni tu madre?

— ¡Esta bien! ¡Te lo diré! —gimoteó, soltando un par de lágrimas de dolor por sus ojos vidriosos— ¡He visto los camiones en el complejo industrial! ¡Pero no tengo ni idea de lo que trasportan! ¡Lo juro!

— Sí, aunque no parece que tus juramentos valgan demasiado. ¿Quién está detrás de esto? ¿El Pingüino?— pregunté, aunque por su modus operandi no me cuadraba demasiado. El mafioso rechonchete de los Cobblepot se movía más por los muelles cuando se trataba del tráfico de drogas. Si habían necesitado los almacenes industriales, el cargamento debía ser mucho más grande. ¿Armas, quizás?

— ¡De verdad que no tengo ni idea, tío! ¡Pero no me rompas el brazo! — suplicó de nuevo, lloriqueando de forma lamentable.

De pronto, el comunicador empezó a emitir un pitido agudo. Rápidamente me llevé una mano al oído para activarlo.

—Dame un segundo… — le dije al matón, que se quedó algo perplejo de que contestara al teléfono en mitad de nuestra cita. Cuando descolgué la llamada, la voz que había al otro lado me arrancó una sonrisa sincera de los labios.

—¿Te pillo en mal momento, zapatitos?

— Nada importante. Estoy interrogando a un tipo, pero el muy idiota ya me ha dado toda la información que necesitaba.— expliqué, a tiempo para ver como el rostro de mi compañero pasaba de muy pálido a blanco nuclear. 

— Bueno, de todas maneras no te entretendré mucho. Sólo quería decirte que... —su voz se detuvo unos segundos, como si estuviera esperando a algo.— Justo ahora mismo son las doce de la noche, así que… feliz cumpleaños, Dickie-bird.

Vaya, eso si que no me lo esperaba. Estaba tan distraído con la faena que ya casi me había olvidado de mi cumpleaños. Si es que el crimen en el 'Haven no dejaba que su vigilante favorito se tomara un descanso...

— Gracias, Babs. Has sido la primera de la noche. —sonreí, sintiéndome inevitablemente halagado.

— Me gusta superarme cada año… — bromeó la pelirroja. — Si no tienes nada que hacer a la tarde… ¿Por qué no te pasas por casa? Me parece que Alfred ha estado preparando un gran pastel para ti…

— Está bien… —suspiré, entre resignado y divertido.— Te llamaré en cuanto acabe por aquí. Nightwing fuera.—tras colgar, miré de nuevo al matón, que seguía estampado contra la pared y con cara de acobardado.— ¿Por dónde íbamos? ¡Ah, sí!

— ¿En serio es tu cumpleaños, tío? ¡Felici...!

Un golpe sordo en la nuca, y el cuerpo del criminal cayó inconsciente al suelo de aquel callejón oscuro. Até su cuerpo contra un poste de luz y envié un aviso telemático al B.C.P.D. para que vinieran a recogerle. Pero para cuando la policía de Blüdhaven llegara, yo ya estaría en la otra punta de la ciudad, donde se encontraba el complejo industrial.

Cuando llegué al lugar donde iba a entregarse la mercancía, aparqué en un rincón oculto la moto, y después me balanceé por los edificios de la zona con la Wing-garra hasta detenerme sobre uno de los tejados. Las calles de aquella zona eran casi laberínticas, y me iba a resultar muy difícil dar con los camiones de buenas a primeras. No podía permitirme perder el tiempo revisando los almacenes uno por uno, así que cambié rápidamente de estrategia.

Encendí el ordenador holográfico del guante y usé el sintonizador incorporado para buscar alguna conversación interesante por los alrededores. Dudaba de que hubiera mucha gente rondando por el inhabitado complejo a aquellas horas de la madrugada, y mucho menos que fueran personas de fiar. No sería difícil encontrar algo interesante pronto...


Mi rostro se ensombreció ante la gravedad de la situación. Había entendido la mitad de la conversación entre el grupo de matones, pero una cosa estaba clara. Lo que llevaban en aquellas cajas no era una mercancía cualquiera… eran personas humanas.

Cuando conseguí que el ordenador me indicara una posición aproximada de las voces, se escuchó de pronto un disparo en la lejanía. 

— Mierda… — interrumpí la calibración de la ruta y apagué el ordenador del guante con suma celeridad. El sonido provenía de la parte más alejada del complejo, así que no tenía tiempo que perder. La buena noticia era que los matones ya no se movían con sigilo después de haber matado a uno de los suyos. La mala… era que había llegado demasiado tarde para poder salvarlo. Ahora sólo esperaba poder impedir una siguiente baja...

Corrí todo lo más rápido que pude, saltando de contenedor en contenedor hasta que pude tener una vista mejor de los tres camiones. Ya habían empezado a avanzar en fila india, uno detrás de otro, a velocidad moderada. Así pues, sin pensármelo dos veces, me precipité al vacío desde uno de los contenedores metálicos hasta aterrizar sobre el techo del primer camión. Sabía que el golpe en el techo alertaría al conductor y a los dos vigilantes que iban dentro del vehículo, pero no había tiempo de reflexionar una estrategia. Esta vez tocaba improvisar. Y si conseguían salir del complejo y entrar en la carretera principal, sería todavía más complicado rescatar a los rehenes, además que pondría en riesgo la vida del resto de ciudadanos del 'Haven. Tenía que hacerlo ahora, y tenía que hacerlo ya.

El matón que llevaba las riendas del vehículo, dio una serie de volantazos, de derecha a izquierda, para hacerme caer del techo. Por suerte, los wing-dings que llevaba en cada mano arañaron la preciosa pintura del camión y penetraron la chapa para evitar que me desequilibrara y acabara sobre el asfalto. Como un escalador, fui gateando por el techo del camión hasta alcanzar la ventanilla del conductor y romperla con los pies, en una grácil acrobacia.

— Buenas noches. ¿Este asiento está ocupado? —  bromeé, a la vez que me deslizaba por el asiento del copiloto y le propinaba un puñetazo al conductor hasta conseguir arrojarle por la ventanilla. — ¿No? Una lástima— tomé rápidamente las riendas del primer camión, y pisé el pedal del freno con tanta violencia que el vehículo se paró en seco, consiguiendo así que los tres camiones chocaran entre sí en una reacción en cadena. 

Salté por la ventanilla a tiempo de ver como los matones del interior del primer camión salían de su escondite totalmente enfurecidos, disparando a toda leche con sus armas. Mala idea. Me deslicé por debajo del vehículo hasta colocarme detrás de ellos, y desarmarlos con un par de patadas y puñetazos. Eso me dio unos segundos extra para echarle un vistazo rápido a la mercancía que guardaban. Fue entonces cuando me quedé totalmente perplejo. No podía creerme lo que estaba viendo con mis propios ojos.

—¿Kori?— susurré en un hilo de voz, acariciando el suave cristal de la vitrina de uno de los sarcófagos.

El corazón se me congeló en el instante en el que vi a la joven de rasgos Tamaranos. Era tan hermosa como una naturaleza muerta, atrapada en el tiempo dentro de su pequeño ataúd de cristal.

Los gritos y los disparos que provenían de fuera del camión me sacaron de mi ensimismamiento. Saqué uno de los Win-dings del guante, y forcé con el la tapa del sarcófago hasta que el material cedió, liberando por fin a la mujer que había quedado atrapada en su propio sueño.

En aquel momento no pensé en las consecuencias. Fue ver a alguien parecido a Koriand’r atrapado en aquel sarcófago que no me lo pensé dos veces. Ni siquiera me planteé lo peligroso que sería despertar a aquella mujer en mitad de un tiroteo. Pero necesitaba refuerzos, y necesitaba desesperadamente saber quién era ella y porqué sus rasgos me resultaban tan familiares.

No tendría que haberlo hecho. La estaba poniendo en peligro y quizás sería una carga para la misión, una persona inocente a la que acababa de exponer al peligro por culpa de mi pronta impulsividad.

—¿Estás bien?— le pregunté, cuando la muchacha cayó de rodillas, golpeando el suelo del camión. Estaba confundida y balbuceaba algo, como si todavía siguiera dormida o no fuera consciente de lo que la rodeaba. No podía culparla, no debía de ser fácil despertar de lo que sea que la mantenía inconsciente. ¿Drogas? ¿Criogenización? No lo parecía, al menos su cuerpo no estaba tan frío cuando la sujeté de los brazos para que aguantarla el equilibro. ¿Alguna especie de control mental? ¿Magia?

—¡Papá! ¡Estás bien!— exclamó la chica, abrazándome con tanto entusiasmo que casi me hizo tambalear. El problema de su cabeza debía de ser bastante grave si acababa de confundirme con su padre...

Pero no tuve tiempo de averiguarlo. Los matones del segundo camión empezaron a moverse, y contraatacaron con un lanzamiento de granadas eléctricas.

—Mierda...— tenia tres segundos para actuar. Me aparté de la chica con cuidado y saqué los Escrima Sticks con la intención de batear las granadas usando las puntas electrizadas de mis bastones.— Es hora de jugar un poco a Beisbol… — dije, a tiempo que mis armas colisionaban con ambas granadas, lanzándolas de nuevo al exterior del camión. Los gritos de uno de los matones me indicaron que al menos, una de ellas, había dado en el blanco.

—¡Escúchame bien!— dije entonces, dirigiéndome de nuevo hacia la mutante, agarrándola por los hombros con suavidad pero a la vez con firmeza. Ella seguía hablando sobre su padre, como si estuviera viendo en mí una clase de fantasma. Su mirada se sentía perdida, así que la obligué a que se centrara y me mirara directamente a los ojos antes de continuar hablando. — Necesito tu ayuda. Dentro de los sarcófagos hay más personas como tú. Hemos de sacarlos a todos del camión antes de que sea demasiado tarde, pero los hombres que hay ahí fuera querrán hacernos daño. ¿Podrás defenderte?

Tenían poco tiempo para charlar, antes de que los secuestradores volvieran al ataque, así que necesitaba saber, sí o sí, si podía confiar en aquella nueva compañera para poner a salvo al resto de mutantes. Lo que no sabía en aquel momento, era que quién estaba detrás de todo aquello, tenía un plan de contingencia en el caso de que liberáramos a todos los prisioneros...

—Sí, ¡puedes confiar en que lo haré!

La mujer que se parecía a mi amiga Koriand’r asintió con una mirada decisiva. Parecía que su cuerpo se estaba recuperando poco a poco del estado de suspensión al que había sido sometido, y ganaba fuerzas a medida que pasaba el tiempo.

—Luchemos juntos— La hermosa chica de cabellos azabache me dedicó una sonrisa alegre y sincera. Yo le devolví otra sonrisa con total genuidad. Aquel gesto tan sencillo alivió la tensión del momento y supe que podía confiar en ella y en sus capacidades metahumanas.

Antes de que pudiéramos trazar un plan, uno de los secuestradores apareció con pistola en mano y apuntó en nuestra dirección. Quise ponerme delante de la mujer, pues mi traje de kevlar probablemente resistiría mejor un tiro a quemarropa que su bañador morado. Pero antes de que pudiera defenderme de las absurdas acusaciones, un brillo morado acudió a sus puños, y en un abrir y cerrar de ojos, la mujer atravesó las puertas del camión, llevándose por delante al hombre que había amenazado nuestras vidas.

—La leche...— me quedé estupefacto tras comprobar las numerosas habilidades de mi compañera, tan inesperadamente parecidas a las de Starfire. Cada vez tenía más clara su descendencia alienígena, pero había algo en su manera de moverse que era muy distinto al arte de lucha Tamarano, y por alguna razón, me resultaba extrañamente familiar…

Me abstuve a hacer algún comentario al respecto de la poca protección que le ofrecía su ropa, y es que la mujer había sido muy diestra esquivando el resto de proyectiles, y las balas le rebotaron en los brazos al buen estilo de Wonder Woman. Algunos de los proyectiles pasaron rozándole el muslo y en el brazo derecho, pero a pesar de las heridas, ella se mantuvo firme en su sitio, protegiendo la vida de uno de los matones que había quedado inconsciente encima del capó del camión. Aquella chica… sin duda tenia sangre de heroína en las venas. Podría ser perfectamente una Titán…

Pasé rápidamente a la acción al darme cuenta de que me había quedado unos segundos absorto mirando como la chica luchaba con soltura y firmeza . Uno de los matones de su izquierda trató de disparar, pero antes de que lograra apretar el gatillo, uno de mis Wing-dings se coló en el cañón de su pistola y provocó una leve explosión que dejó aterrorizado al hombre. No tuvo más remedio que soltar el arma y salir corriendo del susto.

Ya solo nos quedaba por despejar un camión si queríamos liberar a los prisioneros de los sarcófagos. Teníamos que convertir el lugar en una zona segura antes de despertar a nadie más. Por suerte, había liberado a una poderosa alidada capaz de rematar la faena en un abrir y cerrar de ojos.

— Lo has hecho bien— le sonreí tras la azorada disculpa de la mujer.— Entiendo que estés enfadada… a nadie le gusta que jueguen con sus mentes.

Entendía perfectamente a lo que se refería la mutante. Todos habíamos sufrido pérdidas durante la colisión… la más dura sin lugar a dudas era la de mi padrastro. Bruce Wayne había muerto para salvarnos, y medio equipo de los Titanes andaba desaparecido. Donna, Kori, Tim… no había vuelto a ver a ninguno de ellos desde que los universos colapsaron.

— Por cierto, creo que no me he presentado— le comenté como si nada, mientras le propinaba otro puñetazo al matón de turno.— Yo soy Nightwing. Y tú… ¿Cómo quieres que te llame?

Mientras charlábamos, deslicé una de las bombas de humo por debajo del tercer camión, nublando así la visibilidad de los últimos matones que quedaban en pie. Ahora no sabrían por donde les vendría el ataque…

Algunos empezaron a disparar a la niebla espesa. Estaban nerviosos, y el silencio no hacía más que acrecentar su instinto del peligro. Salté desde el techo del camión hasta aterrizar de pleno encima de uno de los matones, que dejé completamente inconsciente con un único golpe en la cabeza. Agachado encima del cuerpo de este, lancé la Wing-garra en dirección a otro matón que tenía en frente. El gancho se cernió sobre su tobillo y cuando estiré la cuerda, el matón se dio de bruces contra el suelo. Ya sólo quedaban dos en pie, pero estaba seguro de que mi compañera superheroína se haría cargo de ellos en un abrir y cerrar de ojos...