Los restos de la guerra (Buddy Baker) [29/03/2018]

Había pasado una semana desde los terribles acontecimientos que habían marcado Atlantis con el estigma de la guerra. Lejos de ser un combate entre guerreros, los pérfidos tejemanejes de Ocean Máster habían puesto en peligro a los ciudadanos al hacer que explotaran las bombas y restallaran los relámpagos en las zonas habitadas bajo dominio de Arthur. Ahora, una vez desenmascarado el traidor y restituido la paz, quedaba la tarea más amarga: ocuparse de los muertos y reconstruir los destrozos ocasionados por la guerra. Por fortuna, la gente de Namor, afectados por la manipulación a la que habían sido sometidos, se habían solidarizado con ellos y habían volcado todo su esfuerzo en ayudarles con la reconstrucción, por lo que los trabajos estaban bastante avanzados.

Sí, el espectro de la guerra se había ido, y había paz... Pero, entonces, ¿por qué intuía peligro el mago de cabellos castaños que surcaba velozmente las aguas por encima de las majestuosas cúpulas de la ciudad? Era como si aún no estuviesen a salvo. No podía ser... Habían derrotado a Ocean Master y a su secuaz, Black Manta, habían resuelto todos los malentendidos, la paz se había firmado entre los dos pueblos, el orden había sido restituido. Cualquier otro habría achacado aquél repentino acceso de inquietud a la tensión residual después de la batalla, pero no él; Arión había aprendido a confiar en sus avezados instintos.

Así que avanzó a través de las aguas, y su "vuelo" místico le llevó más allá de los límites de Atlantis, fuera de la prodigiosa sima que amparaba a la ciudad en su lecho, allá donde no habitaba nadie a causa de los peligros de las inmensidades submarinas. Era allí, podía sentirlo, el hedor demoníaco que había mancillado la naturaleza del kraken contra el que había combatido durante la guerra. Algo muy peligroso merodeaba cerca de las murallas y debía ser detenido.

No podía saber exactamente de dónde procedía aquél hedor infecto, pues toda el área parecía contaminada por la esencia demoníaca, así que hizo un elegante movimiento circular con las manos y entre ellas se formó una esfera grande con un ojo vivo en su interior recubierta de tentáculos.

- Ve, Ojo Místico de Ra -susurró a la esfera-. ¡Descubre la amenaza y su intención!

Arión extendió los brazos y la mágica esfera salió flotando a toda velocidad, perdiéndose en la oscuridad de las aguas. El mago cerró los ojos para unir su mente con la de su creación. De ésta manera podría explorar los contornos sin exponer su propio cuerpo, pues podría ver todo cuanto la esfera viese.

Y de ésta manera supo... que no estaba solo...

Una criatura monstruosa, con una boca infernal erizada de nefandos colmillos y con toda la piel cubierta de púas se dirigía a toda velocidad hacia la Atlántida y no tenía tiempo para formular un conjuro que la detuviera. La ciudad acababa de pasar por una guerra que la había dejado prácticamente en ruinas; las defensas no estaban preparadas para afrontar una nueva amenaza. Sólo había una salida.

El Ojo de Ra albergaba en su interior un gran número de conocimientos mágicos, y, dado que estaba convocado, podía utilizarlo para transportar a la criatura hacia algún lugar en donde no pudiera hacer daño. Sobrenadándola con premura, el mago se situó rápidamente ante el ser y alzó el brazo para atraer de vuelta al Ojo de Ra. Vinculado como estaba a su propia mente, no le fue necesario gritar ninguna orden; la mística invocación regresó y trazó un anillo circular en torno a la bestia, dejando tras de sí una fantasmagórica estela de color verdoso. En cuanto la esfera hubo completado el círculo, se produjo un destello y las aguas se abrieron para engullir tanto a la criatura como al mago, desapareciendo sin dejar rastro, como si nunca hubieran estado allí.


Océano Pacífico

El primer oficial del crucero que hacía el recorrido entre San Diego y Puerto Vallarta, en México, abrió con premura la puerta del camarote del capitán.

- ¡Capitán! ¡El sónar ha detectado una señal enorme dirigiéndose directamente hacia nosotros!

En aquél momento, un monstruo de proporciones colosales emergió de las aguas justo frente al crucero, abriendo su aterradora boca circular erizada de afilados colmillos. Los gritos de horror llenaron el barco cuando la pesada cola se abatió sobre la cubierta, partiéndola por la mitad y provocando que los pasajeros se precipitaran hacia el agua, donde les esperaba una muerte segura.

Por los siete dioses, había sido un imbécil. En su precipitación por evitar que la bestia atacase Atlantis la había teleportado a algún lugar al azar en la inmensidad del océano sin pensar que podrían ir a parar justo en la trayectoria de algún barco, y no un barco cualquiera, sino un crucero de recreo con capacidad para más de 4.000 pasajeros. Si no lograba detener a aquél ser, sus muertes pesarían en su consciencia.

Salió del mar proyectado hacia arriba taladrando la cabeza del monstruo con sus proyectiles mágicos, atrayendo de inmediato la atención de la criatura, que giró hacia él sus inmensas fauces, pero ya era tarde; el barco había sido escindido por la mitad y ahora se hundía en las oscuras aguas. Los gritos aterrorizados de los pasajeros le atravesaron como una lanza. Necesitaba concentrarse... actúar rápido... Extendió las manos, provocando que su cuerpo comenzara a resplandecer, y, de su figura, brotaron haces de luz que buscaban a los diferentes grupos de personas y los encerraban dentro de burbujas flotantes luminosas, pero tuvo que interrumpir el hechizo cuando la inmensa cabeza se proyectó en su dirección, evitando por meros centímetros ser engullido por la aterradora sima que conformaban sus fauces.

Aaaahhhh, ha faltado poco, pensó mientras volvía a disparar nuevos haces de energía en dirección a su cuello, pero no era suficiente. La magia que albergaba en su interior no bastaba por sí sola para derrotar a aquél ser. Necesitaba tiempo... tiempo para reunir las reliquias adecuadas de las que extraer el poder necesario, pero no podía hacerlo mientras la criatura continuara atacándole o amenazando con devorar a la gente del agua. Las esferas de luz se habían disipado el interrumpirse su concentración, haciendo que las personas a las que había tratado de salvar volvieran a precipitarse al oceáno, y, de entre todos esos, posiblemente habría algunos que no sabrían nadar, niños pequeños, incluso. Tenía que hacer algo, pero tenía demasiados frentes abiertos: el monstruo, la gente... Y sin tiempo para preparar sus conjuros poderosos no podía hacer más que continuar enfrentando a aquél ser hasta agotarse por completo. Era una situación desesperada...

Fue entonces cuando vio aparecer un borrón azulado que rápidamente identificó como un hombre volando a toda velocidad. Fue capaz de percibir una conexión mística extraña en él; podía percibir la magia, pero era como si no emanara de él, sino más bien como si su cuerpo fuese una especie de canalizador de energía. Eso significaba que, quizás, tuviera encima algún objeto del que extraía su poder mágico, y, si eso era así, podría utilizarlo para recargar su propio poder... Si conseguía convencerlo.

Volvió a zambullirse de nuevo siguiendo los pasos del extraño mago, que había empezado a sacar gente del agua y a subirlos a los restos del barco naufragado, activando un sencillo hechizo que le permitiría filtrar oxígeno del agua y que recubrió su cuerpo con una brillante aura dorada. Se concentró, aprovechando que estaba momentáneamente fuera de la vista de aquél monstruo. Iba a tener que canalizar hasta la última onza de poder que le quedaba para conjurar el hechizo que pretendía, y tendría que ser suficiente para poder inmovilizarlo el tiempo suficiente como para hablar con el mago desconocido.

Arion se concentró, sintiendo cómo los poderes mágicos ardían en sus venas, y sus dedos dibujaron unos intrincados patrones en el lecho marino. Acto seguido, la tierra cubierta por el mar respondió, abriéndose para dejar salir de sus entrañas una gigantesca cadena mágica que se alzó hasta enrollarse en torno a su objetivo, inmovilizando el gigantesco cuerpo de la criatura, que comenzó a colear y a retorcerse, agitando violentamente las olas y amenazando con hundir a los humanos que pugnaban por mantenerse a flote.

El mago acababa de invocar la Cadena de Deedra, un poderoso objeto místico perteneciente a una antigua deidad atlante que en su momento le había otorgado su favor cuando la había salvado de Thalas, el demonio oscuro. La cadena era el símbolo de la diosa, y su finalidad era unir a todas las criaturas a la tierra. Arión no podría mantener la invocación mucho tiempo, pero esperaba que fuera suficiente para lo que necesitaba hacer. Rápidamente se impulsó en el agua hasta llegar junto a Buddy, emergiendo a su lado. El actor vería a un hombre de apariencia joven, bastante atractivo, con largos cabellos castaños que se derramaban sobre unos hombros cubiertos por un ajustado traje que parecía compuesto por alguna especie de tejido plateado similar a las escamas de un pez.

Arión extendió su palma abierta hacia el humano, mostrándole una especie de aro dorado, como un pendiente, y se señaló a su propia oreja para que viera que él ya tenía uno puesto. Si Buddy hacía lo que le pedía, podría notar cómo las palabras que pronunció el castaño pasaban poco a poco de ser una confusa amalgama de sonidos sin sentido a convertirse en un inglés perfectamente comprensible.

- Hirblena noktu surto capaces de entendernos ahora, extraño. Mi nombre es Arión, Sumo Mago de Atlantis. Mucho me temo que todo esto es culpa mía, pero voy a necesitar ayuda para poder arreglarlo. El enfrentamiento con la criatura ha agotado mis reservas de energía, pero puedo notar que posees una especie de vinculación con una fuente de poder que yo podría utilizar. No sé si se trata de un amuleto o algo por el estilo, pero si me lo permites, sólo necesitaría extraer, de manera temporal, una cantidad ínfima para poder derrotar a ese ser. No tenemos mucho tiempo, el conjuro de invocación que he usado para inmovilizarlo no durará mucho tiempo más, y cuanto más tardemos, más probabilidades hay de que muera gente. Puedo ver que te preocupas por ellos, que quieres ayudar, y siento que tu alma es noble. Te ruego, entonces, que me ayudes...

El tono de su voz parecía sincero y su mirada era la de alguien que está desesperado.

¿Podía ser que el hombre no fuera realmente consciente del poder que anidaba en su interior? Podía resultar extraño, pero Arión no notaba falsedad en él y tampoco tenía motivos para mentirle.

- Mmmm.... Los encuentros con aliens no me resultan ajenos, pero aunque es cierto que no reconozco la naturaleza exacta del poder que percibo en ti, la hechicería ha formado parte de mi durante demasiado tiempo como para no reconocer su esencia en el aire. Y tú, amigo, has usado alguna clase de magia, de eso estoy seguro, a pesar de que mi propia magia me abandonó hace muchísimo tiempo...

Cuando el héroe le dio su consentimiento, Arión simplemente asintió en gesto de mudo agradecimiento y tomó al hombre por el antebrazo, cerrando los ojos. Pronto, dejó de ser consciente de lo que ocurría a su alrededor, su mente sumida en la meditación más profunda, buscando y buscando, cada vez más profundo, guiada por el poder sobrenatural que podía intuir en algún lugar dentro del hombre que con tanta gentileza le había ofrecido su ayuda.


Su mente flotaba libre en la oscuridad más absoluta, libre de pensamientos o de las sensaciones de la carne, y cuanto más se adentraba en el interior de su ser, más cerca estaba de la fuente de poder. Estaba allí, en algún lugar, pulsando como si se tratara de un ser viviente, podía sentirla... Finalmente, en el rincón más distante, apenas visible, distinguió un árbol anciano levitando en el vacío, sus raíces y ramas libres de cualquier conexión con la tierra o las hojas. Arión llegó hasta él y extendió su palma para tocar la corteza árida. En aquél instante, en algún lugar oscuro y frío de su mente se encendió una chispa.

El Sumo Mago de Atlantis había perdido su poder hacía 45.000 años, cuando había sacrificado su magia para devolver su energía al sol e impedir una glaciación que habría acabado con toda la vida en la Tierra, pero aunque perdió su poder ilimitado, allá donde una vez había residido una magia tan poderosa siempre ardería una pequeña chispa imposible de extinguir por completo. Esa chispa ardía dentro de él, y lo único que necesitaba era otra fuente de poder que le permitiera crecer otra vez. Arión normalmente extraía la energía que necesitaba de amuletos, reliquias o pergaminos mágicos, pero, en ésta ocasión, fue la conexión con el rojo de Buddy Baker la que proporcionó el alimento que la chispa necesitaba, haciéndola crecer más y más hasta que las brasas se encendieron en poderosas llamas nuevamente.

Al comprimir cada grano de pensamiento concentrado en energía, Arión pudo sentir un poder precioso fluir a través de su propio ser. Un poder cálido que sabía a sangre, pero también a vida, haciéndole percatarse de cada sensación de su cuerpo, incluso de aquellas de las que nunca había sido consciente, desde la tensión de sus músculos hasta el fluir rítmico del líquido vital que corría por sus venas y más allá... El poder creció en su interior, poderoso como el rugido del león en la sábana, veloz como la gacela, inmenso como el elefante... Un poder como nunca antes había experimentado se canalizó en su interior, permitiéndole cambiar y mutar mientras absorbía durante un tiempo limitado la esencia misma del Rojo.

Lo que Buddy vio fue cómo el aura que envolvía el cuerpo del mago iba brillando cada vez con mayor intensidad, volviéndose de una tonalidad rojiza, hasta que de repente, su conexión se soltó y el atlante desapareció bajo las aguas al tiempo que, con un fuerte tirón, el monstruoso leviatán terminaba de deshacerse de la debilitada invocación, que desapareció en una bruma dorada, y cargaba en la dirección en donde había presentido por última vez la presencia de su enemigo... donde ahora únicamente Buddy permanecía.

Las aguas en las que se encontraba Buddy comenzaron repentinamente a hervir y burbujear formando grandes olas, como si algo inmenso se estuviera moviendo bajo la superficie, pero antes de que el superhéroe acertara a reaccionar, el agua estalló de repente bajo el ascenso de una gigantesca y terrorífica criatura subacuática que parecía surgida de una pesadilla lovecraftiana. Largos tentáculos con ventosas salían proyectados de una cabeza de resplandecientes ojos dorados y un pico duro y afilado similar al de los pulpos en lugar de boca. El cuerpo era enorme y bulboso, y largas aletas dorsales recorrían sus antebrazos.

Una sensación de pavor inicial asaltó al héroe de ojos azules al pensar que un nuevo monstruo se acababa de unir al que sembraba el terror en el océano, pero, entonces, la criatura que acababa de surgir se abalanzó contra su terrorífico adversario, trabándose en combate mano a mano contra él. Las olas se agitaban como fruto de la ira de la tormenta ante los poderosos embites de los dos titanes, y Buddy aprovechó para seguir proporcionando ayuda a la gente que aún estaba en el agua, guiándolas hasta objetos que pudieran mantenerles a flote y conduciendo a los que estaban en mejores condiciones hasta la orilla.

Al cabo de algún tiempo, sin embargo, el poder que había permitido a Arión adoptar aquella forma comenzó a menguar, la chispa de magia que ardía dentro él apagándose rápidamente, consumida por aquél derroche titánico. Dándose cuenta de ello, el archimago sostuvo la enorme cabeza de la criatura entre sus propias garras, y un foco de energía mística emergió de sus ojos, bañando por completo al ser que empezó a aullar conforme la intensidad del brillo aumentaba hasta engullir a las dos bestias, con tanta intensidad que forzó a todos los que estuvieran mirando a desviar la mirada. Se produjo un estallido y una lengua de fuego mágico descendió hasta lamer las olas, disolviéndose en el agua como si nunca hubiera existido.

Cuando el fulgor se disipó, no quedaba rastro del monstruo que había atacado el crucero, ni de la bestia que se había enfrentado contra él; sólo la figura de un hombre inconsciente que caía a plomo desde las alturas, sumergiéndose en las frías aguas que le acogieron en su seno.

En el aire, Buddy pudo oír el sonido de las hélices de los helicópteros de salvamento y el rugido de los motores de los aviones de la Guardia Costera aproximándose a la zona junto con varias decenas de embarcaciones “Salvamares” surcando las aguas a gran velocidad para recoger a los náufragos.

Parecía que la pesadilla había terminado, pero... ¿dónde estaba Arión?

Arión había quedado tan exhausto como Buddy, posiblemente más, así que, al igual que él, no pudo hacer más que sentarse en la orilla con las piernas flexionadas mientras observaba en la distancia las labores de rescate.

- Te doy las gracias... ¿Buddy? -inquirió para asegurarse, algo extrañado-. Discúlpame, mi inglés no es muy bueno, sólo llevo dos semanas en éste mundo extraño y mayormente las he pasado debajo del agua, por eso tengo que usar el hechizo de comprensión idiomática -explicó mientras se apartaba de la cara un mechón de cabello mojado-. Pero... ¿acaso la palabra buddy no significa "amigo"? Tenía entendido que era un adjetivo, no un nombre propio... En cualquier caso... "Buddy" -dijo, haciendo un esfuerzo por pronunciarlo bien. El hechizo traducía todas las palabras que decía en idioma atlante al inglés, pero aquella la estaba diciendo tal cual era, y no había nada que el hechizo pudiera hacer para mejorar su pronunciación-, te agradezco lo que has hecho. Ya no me quedaban energías para mantener ni un ápice de magia en mi cuerpo. Si no me hubieras rescatado habría muerto ahogado.

Suspiró profundamente mientras enterraba la cabeza entre las rodillas durante un instante, antes de volver a alzar una mirada llena de tristeza hacia la debacle originada en el mar.

- Fui yo, Buddy... Yo provoqué ésto. Yo traje al monstruo que causó tanta destrucción. Estaba a punto de atacar Atlantis, no tenía tiempo... Y usé un hechizo de teleportación de manera precipitada, sin calcular dónde aterrizaríamos. No puedo más que pensar en los que pueden haber muerto, o desaparecido. Éstas personas son tu pueblo, y yo los puse en peligro por mi irreflexivo y desesperado intento de proteger al mío. ¿Cómo podré expiar el daño que he causado?

Sacudió la cabeza, afligido.

- Tienes todo el derecho a odiarme, Animal Man... y te ruego que me conduzcas ante tu rey para responder ante lo que ha sucedido aquí hoy. Aceptaré toda la responsabilidad por mis actos.

Según sus propias palabras, él mismo había provocado aquella desgracia, y, sin embargo, la tristeza y el arrepentimiento eran más que palpables en su voz, y sus francos ojos verdes eran una ventana abierta a la nobleza de su alma. Estaba claro que lamentaba de verdad lo que había causado, y que no había sido su intención desde un principio.

- Oh, entiendo -asintió el mago ante la explicación-. Mi nombre real es Ahri'ahn, pero los humanos por lo general no pueden pronunciarlo, así que todos me llaman Arión. Y no me agradezcas, por favor... Era lo menos que podía hacer después de haber soltado a esa bestia en vuestro reino.

Cuando Buddy expresó su perdón, el atlante le puso una mano amiga en el hombro, mirándole a los ojos.

- Tus palabras muestran la grandeza de tu corazón, "Buddy" -le tendió su mano para que se la estrechara-. Te ofrezco mi mano, y, con ella, todo mi aprecio y mi lealtad. Puedes afirmar que tienes un amigo en Atlantis, campeón de los hombres.

Cuando el metahumano mostró su perplejidad ante el desfasado conocimiento político del Sumo Mago, éste asintió, alternando la mirada entre el proceso de salvamento en la playa y la arena.

- De otro tiempo y de otro mundo, amigo... Atlantis se rige bajo el gobierno de un rey, el mortal al que vosotros conocéis como Aquaman. Aparte, en mi caso concreto he sido traído desde el pasado... Concretamente de 45.000 años atrás. Es una historia muy compleja... Soy inmortal -explicó, mirando a Buddy-. Pero la versión de mí que existía en ésta época fue asesinado hace unos meses. Sólo que, antes de morir, tuvo una visión acerca de la Colisión de los Mundos y de eventos catastróficos que, al parecer, iban a tener lugar en el futuro próximo. También fue capaz de predecir su propia muerte, así que encargó a sus discípulos que trajeran a una versión de sí mismo desde el pasado para que pudiera afrontar lo que quiera que está por venir, pues, según la visión que tuvo, sólo mi presencia aquí evitaría la destrucción del planeta. No hay mucho más... las visiones proféticas son, a menudo, crípticas, por lo que no hay manera de saber qué clase de amenaza será ni cuándo ocurrirá, pero... para eso estoy aquí, para enfrentarme a lo que quiera que sea -extendió sus manos ante sí, en un gesto de impotencia-. Llegué poco antes de la Colisión, pero aún no he podido explorar adecuadamente el mundo de la superficie tal como es hoy día porque a mi llegada a Atlantis me vi envuelto en una guerra civil que no ha terminado hasta hace muy poco. La bestia que acabamos de combatir era, de hecho, uno de los últimos coletazos de esa guerra -se dejó caer sobre la arena, exhausto-. Después de dos semanas de guerra cuesta creer que ya haya terminado todo, y, aún así, ahora queda lo más difícil... reconstruir todo lo que se ha perdido.

En su cabeza, hizo un balance de todas las tragedias experimentadas los últimos días. La muerte del hijo del rey, el abandono de Mera a Arthur, el reencuentro con el Demonio del Mundo Oscuro... El sonido de las aspas de un helicóptero a distancia cercana le sacó de su ensimismamiento. Al alzar la mirada, los dos héroes pudieron ver a un helicóptero de combate con varios soldados apuntándoles con fusiles de asalto. Alguien debía haber alertado al ejército cuando la criatura había aparecido, y finalmente habían hecho aparición.

- ¡Identifíquense! -gritó uno de los soldados desde el vehículo-. ¿Qué estábais haciendo aquí?

Nadie había llegado a ver realmente a Arión, pues cuando había aparecido lo había hecho transformado en una bestia gigante, por lo que desconocían quién era o cuál había sido su implicación en todo aquél asunto.

Arión le escuchó con atención, valorando su ofrecimiento.

- Si es cierto que, como supongo, puedes adoptar capacidades animales, respirar bajo el agua y nadar como los peces, entonces quizá podrías realmente ayudarnos. Para mí sería todo un placer recibirte en Atlantis, amigo mío...

Cuando aparecieron los militares, miró al metahumano con cierta inquietud, pero Buddy se apresuró a tranquilizarle justo antes de ocuparse de gestionarlo todo.

- ¡Entendido, señor Baker! -exclamó el hombre que les había interrogado, bajando el arma y llevándose la mano a la sien a modo de saludo-. Quizá le llamemos luego para tomarle declaración ¡De momento, gracias por todo!

El helicóptero se alejó, batiendo sus ruidosas aspas, y Arión se volvió hacia su nuevo amigo.

- Deberíamos ir a un lugar más tranquilo para poder hablar -dijo.

Con las ropas que tenían sería imposible pasar desapercibidos en cualquier entorno poblado. Arión no era ajeno a aquello; él también era públicamente conocido tanto en Atlantis como en París, pero en ambos sitios disponía de lugares en los que poder estar tranquilo si lo necesitaba, y la naturaleza de lo que tenía que hablar con el otro superhéroe no podía tratarse si estaban rodeados de gente. De modo que ambos héroes alzaron el vuelo y recorrieron la costa de San Diego hasta encontrar una playa aislada, desierta y remota, en la reserva natural de Torrey Pines. Una vez allí, descendieron hasta posarse en la brillante arena mojada. En la playa Arión siempre se sentía como en casa, y aquella en particular era especialmente hermosa. Los acantilados parecían tallados a mano, y el sol arrancaba destellos a las brillantes olas del mar.


Siguiendo un accidentado sendero de rocas treparon hasta llegar a la cima de uno de los acantilados, donde podían disfrutar de impresionantes vistas y de un grupo de ballenas grises que jugueteaba sorprendentemente cerca de la costa acompañadas por algún que otro delfín.

- Así que... Animal Man -repitió el apodo que el superhéroe había mencionado para designarse a sí mismo-. Yo te he contado mi historia... Háblame ahora de ti. ¿Cómo funciona exactamente tu poder? ¿Necesitas ver al animal en cuestión antes de adoptar sus poderes? ¿Puedes llegar a transformar alguna parte de tu cuerpo? ¿Naciste con él? Antes dijiste que tu poder no era magia... Sin embargo, como Homo Magi poseo una conexión innata con la magia. Puedo sentirla y conectar con ella para absorber su poder. En el pasado absorbía la energía estelar del sol y las estrellas y la transformaba en magia en mi interior, pero perdí esa capacidad 45.000 años atrás. Para detener una glaciación que habría acabado con el planeta tuve que devolverle al sol toda la energía que almacenaba en mi interior, y el proceso quemó mi capacidad de actuar como canalizador de la misma. Ya no puedo transformar energía en magia, sólo puedo absorberla directamente de otras fuentes y transformarla en mi interior. Y puedo garantizarte, Buddy Baker, que lo que percibo en tu interior, lo que usé para derrotar a esa criatura corrupta... Era magia. Cuéntame todo lo que sepas acerca de tus poderes y quizá pueda ayudarte de algún modo.