[Prólogo evento: Batalla por la capucha] Una muerte en la familia (Batfamilia) [16/04/19]

Me mantuve demasiado ocupado todos estos días intentando evadir el hecho que no paraba de martillear en mi mente, ya sea metiendo palizas a matones, conociendo a Elyssia o emborrachándome con alcohol del palo, todo eso solo me servían para ignorar momentáneamente la cruda realidad: Batman estaba muerto, no, mi padre había muerto; y no quedaba ni polvo para enterrarlo.

Finalmente parecía que la verdad había venido a cazarme a mi propia puerta, apareciendo un sobre en blanco debajo del felpudo de uno de mis pisos francos donde actualmente residía. El sobre se encontraba totalmente en blanco excepto por las palabras: "Para el señorito Jason Todd" escrito en una elegante caligrafía que parecía haber sido escrita con una pluma a la vieja usanza.

El bueno de Alfred parecía no haber cambiado con los años, todo el mundo diría que el sangre fría de nuestra familia era Bruce, pero eso es solo porque no conocieron al hombre detrás de todos nosotros, sin duda admiraba la endereza y tranquilidad de la cual rebosaba. Cualquier otra persona común se hubiese pegado un tiro en la cabeza intentando criar a una familia de lunáticos como nosotros, pero Alfred no huyó, y dentro de lo que cabe no acabamos en un psiquiátrico, así que había hecho un buen trabajo.

Pero ahora su hijo se había muerto, y tenía que reunir a los trozos rotos y desperdigados de su familia para intentar hacer un entierro digno en medio del fin del mundo, el maldito mayordomo era la persona más fuerte que había visto en mi vida. Abriendo el sobre encontré más o menos lo que pensaba, una fecha indicando el día de quedada. Internamente me maldije, ya que me quedaban escasas horas antes de la fecha estipulada, seguramente me había mandado el mensaje días antes, pero estaba tan sumido en ahogarme en mi propia mierda que ni me había fijado.

A toda prisa me di una ducha y me puse de los pocos conjuntos que me parecían elegantes y que no estaban manchados de sangre: un traje negro liso junto con una camisa roja y una corbata negra.

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Después de juzgar mi imagen en un espejo y darle el visto bueno, me dirigí a mi moto y puse rumbo a la mansión, pero no pude evitar tocar suavemente la foto que tenía con Bruce el primer día que había salido como Robin, muchas cosas pasaron después de eso, pero siempre la mantenía cerca de mí. Por suerte había decidido pasar una temporada en Gotham en honor a los viejos tiempos, por lo que en media hora ya me encontraba ante las imponentes puertas de la mansión. Antes de tocar la puerta decidí sacar de mi bolsillo unas gafas de sol redondas y colocármelas, en un triste intento de que no se me notase la cara de mierda que tenía debido a dormir escasas horas a lo largo de los últimos días.

Como si de un robot con sensor de movimiento se tratase, Alfred abrió la puerta escasos segundos antes de que pudiese golpearla para indicar mi presencia. Era la primera vez en casi un año que veía su elegante figura, manteniéndose igual excepto por unas ojeras que delataban que él tampoco estaba pasando los mejores momentos de su vida.

-Señorito Jason, me alegra ver que finalmente pudo asistir a la cita-dijo formal mientras alzaba la mano en busca de un saludo. Por un segundo observé la mano alzada, debatiendo si seguirle el rollo o no, pero finalmente la aparté suavemente mientras le daba un abrazo. La sensación era rara, no incómoda, pero era la primera vez en muchos años que me daba un abrazo con el anciano.

-No tienes que fingir más Alfred, sácate ese palo del culo y llora como una persona normal- le susurré intentando consolarle un poco mientras profundizaba en el abrazo. Al principio mi respuesta le sobresaltó, pero tras un segundo notaba debajo de mis manos como la tensión en su cuerpo desaparecía, encorbándose mientras profundizaba un poco más el abrazo y un par de lágrimas me caían en el hombro.

Tras un minuto más o menos nos separamos, momento en el que el mayordomo aprovechó para ajustarme el desastre de nudo que había hecho para la corbata.

-Pasarán los años y sus modales seguirán brillando por su ausencia Jason-me sermoneó en un tono divertido mientras hacía un gesto para que lo siguiese. Recorrimos los largos pasillos de la mansión durante un par de minutos hasta acabar en el colosal salón. Mi vista se dirigió hacia el enorme recuadro de Bruce y sus padres, quizás hubiese sido un capullo, pero esperaba que ahora estuviese feliz a su lado; ninguna otra persona se lo merecía más que él.

-Sorprendentemente es el primero en llegar, es libre de sentarse hasta que el resto aparezca y podamos comenzar el velatorio. ¿Quiere té o café para amenizar la espera?-preguntó mientras se limpiaba una lágrima solitaria.

-¿Un poco de birra no tendrás no?-pregunté mientras me ganaba una mirada de desaprobación del anciano, el cual abandonó la sala tras oír el timbre de la entrada. Incómodamente me revolví en el sofá mientras echaba un ojo a la sala.

Sorprendido me levanté cuando capté una foto familiar enmarcada cerca de la chimenea, decidí cogerla con cuidado entre mis dos manos mientras una lágrima amenazaba con salir de mi ojo derecho.

La foto consistía en mi con mi traje de Robin sin antifaz, dormido en el hombro de un Bruce sin máscara mientras veíamos cualquier chorrada en la tele y comíamos palomitas. Para cualquier persona podría considerarlo una chorrada, pero para mí era el recuerdo más feliz que atesoraba, Bruce había antepuesto por una vez a Batman, y se había quedado a cuidarme cuando había un resfriado, en uno de los primeros días como Robin. Hace ya años había hecho un trato con una bruja para ganar poder a cambio de este recuerdo, pero parecía que tras la colisión de mundos y el ver la foto habían provocado que todas estas memorias perdidas regresasen.

Finalmente las lágrimas escaparon por debajo de las gafas de sol, teniendo que limpiarlas con la mano para girarme al escuchar como la puerta del salón se abría, entrando en escena el segundo invitado en llegar.

Al final lo había hecho.

Últimas noticias. El filántropo y multimillonario Bruce Wayne ha muerto en un accidente automovilístico cuando se dirigía a la conmemoración del 25 aniversario del Orfanato Martha Wayne. Las pruebas indican que hubo un fallo mecánico que hizo estallar el vehículo que conducía el famoso CEO de Wayne Enterprises, provocando un pequeño incendio de carretera, pero que por suerte, no ha agravado en daños mayores. El cuerpo ha quedado totalmente carbonizado, pero las pruebas de ADN de los forenses indican que, sin duda, se trataba de…

Apagué la televisión. Ya tenía bastante con que mi cabeza me recordaba continuamente que él ya no estaba. La situación era tan real, que hasta Alfred y Lucius Fox habían seguido hasta el final las indicaciones de un muerto.

Batman tenía planes para todo, incluso para su propia muerte. Y no dejaría cabos sueltos en el caso de que él desapareciera y la gente empezara a preguntar. Quitarse de en medio a la figura pública del filántropo Bruce Wayne era lo más sensato. Batman había muerto y su identidad civil se había marchado con él. Pero era más fácil anunciar públicamente la muerte de la segunda, que esperar a que Gotham se revolucionara por la ausencia de su Caballero Oscuro.

No. Nadie podía saber que ambos estaban muertos. Nadie podía saber que Batman había muerto. Porque entonces, Gotham caería en un círculo de caos y violencia del que no saldría jamás. La triste realidad era que la ciudad seguiría necesitando a Batman aunque Bruce Wayne hubiera muerto...


— No hagas que me avergüence de ti, Grayson. — susurró el hijo del demonio seguido de un chasquido de lengua. Damian me observaba atentamente desde el espejo.

— Me incomoda la corbata… —protesté, estirándola por tercera vez desde que me había puesto el traje de chaqueta negro. Nunca me habían gustado aquellas formalidades, pero se lo debía a Alfred por una vez.

Desde la noticia de que Trigon había exterminado a media Liga de la Justicia, me había sido imposible regresar a Blüdhaven. Happy Harbor había sido invadida por los demonios, y la Batcueva había pasado a ser nuestra principal base secreta. También había liberado a mi prisionero Andy recientemente. Le había dejado marchar con la promesa de que haríamos todo lo posible por ayudar a Raven. Y quizás también, una parte de mi no quería volver a la soledad de mi apartamento. Aunque esta mansión, sin duda, era demasiado grande para nosotros tres…

— Amo Richard— Alfred picó a la puerta dos veces y entonces se adentró en la habitación. — El señorito Jason ha sido el primero en llegar. Le espera en el salón…

Pensé que no vendría. Y en parte, tener ese pensamiento me aliviaba. Había demasiadas cosas que teníamos pendientes, pero arreglamos medianamente nuestras diferencias por el bien de las misiones venideras. Quizá iba siendo hora de hablar de nuestros problemas, pero una parte de mi era demasiado cobarde para enfrentarse a la persona que había creído muerto todos estos años, y que ahora me odiaba con todo su ser por motivos que todavía desconocía.

— ¿Bajamos? ¿O piensas seguir mirándote al espejo toda la mañana?—  preguntó el pequeño, al ver que me había quedado pensativo mirando mi reflejo.

— Vamos—  le respondí, tratando de reunir el valor suficiente para abandonar la estancia y abrir la puerta del salón con firmeza. Allí estaba Jason, vestido con el que era probablemente el mejor traje de gala que se había podido permitir. No estaba nada mal, el rojo le favorecía. Yo había escogido la camisa azul para ese día, e inevitablemente, pensé que de alguna forma siempre íbamos a ser dos polos opuestos. 

— Me alegro de que hayas venido… — comenté, con total sinceridad, a pesar de que no estaba preparado para tener una conversación con él después de todo lo que había pasado entre nosotros. Pero Jason había hecho un esfuerzo al presentarse, y bueno, allí estaba, de pie frente a la fogata, mirando una antigua foto de cuando era el segundo Robin...

Tragué saliva. No supe qué más decirle. Por suerte, el nuevo Robin se adelantó para intentar romper un poco el hielo.

— Un placer verte por aquí, Todd. Fue un trabajo estupendo el que hicimos como Redbird y Wingman… — dijo el pequeño con una mirada fría como el hielo, mientras que ofrecía elegantemente su pequeña mano para que el otro moreno se la estrechara. — Es una lástima que tengamos que volver a vernos en un momento como este. Parece que la familia solo sepa reunirse en bodas y funerales.

Gotham. Los días previos.

Había perdido la cuenta de las horas que llevaba despierta. Supuse que podría cuantificarlas, de forma indirecta, si sumaba las tazas vacías que se alineaban en la mesa del ordenador.

Pero ni aquella improvisada empalizada de tazas, ni la lisa pantalla me escudaban de las noticias que se deslizaban sobre el plasma o se vertían en mis oídos a través de los auriculares. Rapunzel no estaba del todo a salvo en su Torre, y Oráculo tampoco.

Aquel era un mes de abril que el mundo nunca olvidaría, suponiendo que quedara algo del mundo cuando todo terminara. Era como si, literalmente, se hubieran abierto las puertas del infierno, escupiendo sobre la Tierra todo tipo de criaturas a las que había visto en vídeos de móvil, fotografías borrosas, vistas aéreas y streaming. Suficiente para saber que no quería verlas más de cerca. Suficiente para saber que las cosas iban mal, realmente mal, y que como Oráculo no iba a poder cerrar los ojos en días. Los héroes de este mundo necesitaban información. Y yo era la encargada de dársela.

No era fácil. Sucedían cosas a cada instante, y mi mente humana era incapaz de procesarlas todas. Había diseñado un programa para irlas registrando, organizando y añadiendo en una lista a la izquierda de la pantalla. La lista avanzaba con una rapidez aterradora, llenándose de fechas, horas y lugares. De vez en cuando, la miraba y comunicaba sus contenidos a quien necesitaba oírlos: levantamiento armado en Oriente Medio, demonios en las calles de París; el mundo se está acabando, Babs. Es el maldito fin del mundo.

La derecha de la pantalla no estaba llena de palabras, sino de imágenes. Y cada uno de aquellos pequeños rectángulos mostraba el rostro o el emblema de una de las personas a las que no quería perder.

En el centro, un vídeo en directo se reproducía mostrando una ciudad que conocía, devastada. El epitafio de los titulares se deslizaba de derecha a izquierda: APOCALIPSIS EN HAPPY HARBOR.

La imagen de Nightwing parpadeaba, y su lado de la línea permanecía silencioso. Artemis tampoco cogía la llamada. Mis ojos no podían abandonar la humareda que se alzaba sobre lo que yo sabía no era un volcán corriente… sino el Monte Justicia.

- Oráculo - sonó una voz al otro lado; áspera, oscura… ¿asustada?

- Batman - respondí, y el icono del murciélago se iluminó a mi derecha, como si acabara de invocarlo - ¿Happy Harbor? - pregunté, con ansiedad.

- Nightwing está bien - fue la seca respuesta - Pero los Titanes han sufrido bajas. Hemos perdido la ubicación de… Arsenal… y Flash…

- ¿Perdido? - mi voz se atascó en la garganta.  

- Raven guía a un ejército de demonios - fue lo único que me dijo. - Trabaja con Trigon, y él…

Hubo una pausa.

- Oráculo, me dirijo a Amritsar con la Liga.

Breve. Conciso. Pero yo sabía leer entre líneas.

Asentí brevemente, aunque él no podía verme. Incluso así, Bruce interpretó correctamente mi silencio.

- Me pondré en contacto contigo en cuanto Trigon haya sido neutralizado.

Hacía que sonara fácil.  

- De acuerdo. Tened cuidado - respondí, mis ojos fijos sobre el murciélago de la pantalla.

Aquéllas... aquéllas fueron las últimas palabras que le dije.


Dick llegó en plena noche. Pálido, silencioso.

La habitación estaba en penumbra. Mis pantallas habían enmudecido.

No habíamos hablado. No me había dicho que vendría. Pero yo sabía que lo haría, y él sabía que yo lo estaría esperando.

Me miró desde la puerta. Iba vestido de civil, con una chaqueta negra sobre los hombros, la espalda encorvada por el peso de una carga invisible.

No dijo ni una palabra. Yo tampoco. Simplemente abrí los brazos; un ofrecimiento silencioso.

Él cruzó la distancia que nos separaba, ahogando un sollozo. Lo sentí romperse al llegar junto a mí. Fue como si se hubieran roto las cuerdas del trapecio, arrojándolo a un vacío sin red.

Y Dick cayó de rodillas a mi lado, su rostro contorsionado en una mueca.

Lo abracé, y dejé que llorara, que gritara, que maldijera a Bruce, a Trigon, al mundo entero.

¿Qué puedes decirle a alguien que ha perdido a su padre dos veces?


 

Me vestí de negro de la cabeza a los pies. Jersey de manga larga, pantalones oscuros. Pensé en él; en cómo solía decir que era su color favorito. “No me verás usar otro color en mis trajes”, bromeaba en las fiestas. Porque, a veces, cuando era Bruce Wayne, se permitía bromear.

Mi padre me estaba esperando con el coche. Dejé que me ayudara a subir, y recorrimos el trayecto a la Mansión Wayne en silencio. Él miraba al frente con el ceño fruncido. Sacudió la cabeza una vez, y casi pude leer sus pensamientos. “Nada bueno sobrevive mucho tiempo en esta ciudad”. Lo había dicho en voz alta tantas veces…

Bruce Wayne, aquel millonario excéntrico, había sido un buen amigo.

Lo que mi padre no sabía era que, aquella noche, no asistía al funeral de un amigo, sino al de dos.

Tras cruzar la valla y aparcar el coche, el Comisario empujó mi silla por el camino de grava que conducía a la entrada de la Mansión. Alfred nos recibió en la puerta; parecía haber envejecido diez años de golpe. Oí a mi padre murmurar unas palabras de pésame. Yo no conseguí decir nada.

El mayordomo nos condujo al interior de la mansión. Allí ya estaban Jason, Dick y Damian. Mi padre les estrechó la mano a los tres, repitió el pésame y volvió a sacudir la cabeza.

Supe que recordaba otro día, otro entierro, otros Wayne.

“Nada bueno sobrevive mucho tiempo en esta ciudad”.

Cuando llegó mi turno, abracé a Alfred, abracé a Dick, abracé a Jason. Pero titubeé ante Damian, y él me tendió la mano con solemnidad. La estreché.

Leslie llegó poco después y, tras saludarnos a todos, se sentó en una butaca junto al fuego. Mi padre imitó su ejemplo, y pronto estuvo sumido en sus pensamientos. Alfred iba y venía con una bandeja y bebidas calientes. Me quedé junto a Dick, Jason y Damian; tres Robins vestidos de luto.

Sólo faltaba Tim.

Había una tensión silenciosa entre Jay y Dick; era imposible no darse cuenta. Recé porque no estallara. En aquella despedida había demasiadas emociones a flor de piel, muchas cosas que no habíamos tenido oportunidad de decir.

La mayoría de ellas, cosas que hubiéramos querido decir a Bruce.

Supuse que era tarde para eso.

Mi mirada vagó por la habitación mientras calentaba mis manos con una taza de té. Los rostros de Thomas y Martha Wayne me contemplaban desde el cuadro que había encima de la chimenea… Bruce, en medio de ambos, sonreía.

Sobre la chimenea había varios marcos de fotos, algunos de ellos convenientemente puestos boca abajo ante la llegada de mi padre. Alfred, Dick, Jason, Carrie, Cassandra, Tim… Incluso yo misma me devolvía la mirada.

No pude evitar pensar que, para ser un hombre tan solitario, Bruce había conseguido reunir a su alrededor a una verdadera familia.

El timbre sonó, sacándome de mis reflexiones. Alfred acudió de inmediato a la llamada, y regresó acompañado por el último invitado.

- Ya estamos todos - murmuré, apoyando con suavidad mi mano en el antebrazo de Dick.

El sonido del viejo taxi Chevrolet Corvair en el que me había montado desde el centro de la ciudad era lo único que rompía el espeso telón de oscuridad y silencio que aquella noche se había instalado en el camino a la mansión Wayne, había intentado arreglarme lo mejor posible, había hecho escala entre el aeropuerto y el hogar de mi mentor para hacerme un corte de pelo, limpiarme y prepararme con un traje acorde al momento, llevaba un traje negro, acompañado de una camisa roja y una corbata amarilla.

Spoiler:

Tal vez no era la vestimenta más acorde al evento al que me dirigía, pero, a mi manera, sentía que era el mejor homenaje que podía rendirle a Bruce, demostrarle que la lucha seguía, que sus símbolos jamás iban a morir.

Los últimos meses los había pasado viajando por el mundo, estudiando el efecto Omega y sus consecuencias, me había mantenido en un estado de autoimpuesto aislamiento, era más fácil lidiar con un cataclismo cósmico que con el hecho de que mi familia había desaparecido de la faz de la Tierra…

Miré por la ventana, estudiando el camino a la casa, habían pasado tantas cosas desde que siendo un mocoso me uniera a aquella guerra personal de Bruce contra el crimen…

Suspiré con nostalgia, aunque el taxista debió interpretarlo como un gesto despectivo, porque frunció el ceño y aceleró el vehículo, el motor empezó a revolucionar con violencia…Apoyé la espalda en el respaldo del asiento, eché la cabeza para atrás y cerré los ojos:

- Ya estamos, amigo, son 37 dólares, en efectivo, por favor. – Había dormido casi unos diez minutos cuando el coche se detuvo en la entrada y el hombre abrió la puerta, me bajé y le entregué el dinero: - Gracias. – Murmuré mientras él subía la ventanilla y se marchaba, me quedé unos minutos de pie, observando la entrada de la mansión…

Batman estaba muerto ¿Cómo podía ser? Era como si hasta aquel momento, aquella idea no hubiera sido una realidad ¿Cuántas veces habían estado al borde de la muerte y habían salido airosos? Caminé unos pasos, se me revolvió el estómago y me detuve…Batman estaba muerto…Su mentor había caído en la batalla, sus padres ya no estaban allí…La realidad a veces golpeaba más duro que cualquier matón…Apreté los puños y suspiré, inhalé y exhalé el aire con calma, rebajando mis pulsaciones…Batman siempre tenía un plan, incluso, para la muerte, y le debía a él y todo su legado mantenerse fuerte y ceñirse al mismo.

Me ajusté la americana y caminé decidido hasta la puerta, piqué al timbre y esperé mientras miraba a mi alrededor algo inquieto: - Buenas noches señorito Timothy, estaba seguro de que acabaría viniendo. – La voz del mayordomo sonaba formal, pero tenía un tono distinto al habitual, un pequeño y casi imperceptible lamento que buscaba arañar la garganta del mayordomo y salir con fuerza: - Siento llegar tarde, Alfred, y lo siento mucho... – Le di un abrazo corto, formal, casi protocolario, estaba más delgado, le dediqué una sonrisa, sus ojos estaban aún enrojecidos de haber llorado y tenía unas marcadas bolsas, probablemente debía llevar unos días durmiendo mal, aun así, reunió fuerzas y me devolvió la sonrisa, una sonrisa rota y triste:

-Por favor…Sígame…Están todos esperándolo. – Le seguí a través de los pasillos de la mansión Wayne, a cada esquina un recuerdo me acechaba y se me clavaba como un puñal al rojo vivo, cada paso que daba me acercaba más a la irremediable realidad…Batman estaba muerto.

Nos adentramos en el salón donde ya estaba todo el mundo reunido, las caras de personas que hacía mucho tiempo que no veía me apuntaban fijamente, un intento de sonrisa asomó en mi rostro al ver a Dick, pero desapareció rápidamente, no era el momento ni el lugar:

- Buenas, siento llegar tarde… - Dije en disculpa al aire mientras me apartaba a un rincón de la sala, sin mirar a nadie en particular y a la vez analizando la escena, allí estaban Damian Wayne, Dick Grayson, Barbara Gordon, Jim Gordon, la doctora Leslie Thompkins y…Fruncí el ceño, no era ningún secreto que Jason Todd no era el mejor de mis amigos, y, aunque en el pasado podría haber llegado a sentir cierta lástima por él todo eso se esfumó cuando él decidió convertirse en lo que era y deshonrar de aquella forma la oportunidad que Bruce le había entregado…Alfred se me acercó con una taza de café que acepté gustosamente.

El mayordomo se retiró de la habitación, había un ambiente extraño, en el fondo todos estábamos esperando lo mismo, que de golpe la puerta se abriera y Bruce apareciera magullado, lleno de heridas y listo para el segundo asalto…Miré el café fijamente…Batman estaba muerto.

-And the show begins-pensé amargado mientras la impecable figura de Dick Grayson acompañado de su compinche con aún pero mala hostia que yo aparecían en el salón. No sé como cojones podía hacer para seguir pareciendo radiante incluso en el maldito funeral de su padre, pero claramente no le iba a preguntar.

Simplemente asentí hacia las palabras de Nightwing, ninguno de los dos estábamos en nuestro mejor momento, y la tensión tras nuestro encontronazo al descubrir la muerte de Bruce había hecho que nos separásemos aún más. Sabía que Bruce hubiese querido que nos llevásemos bien, pero tampoco creo que el millonario hubiese deseado ser pulverizado y así quedó, la vida era una perra.

El mocoso pareció notar la tensión y decidió intervenir, presentándose formalmente como si esto fuese una presentación de alguno de los colegios pijos en los que estaba seguro que Bruce quería haberle metido. La formalidad con la que hablaba me daba muy mala espina, era como un Bruce pero sin siquiera tener pelo en los huevos; un frío autómata. ¿Bruce también se volvió así tras la muerte de sus padres?

-Relájate un poco chaval, no vas a parecer más duro por fingir ser tan rígido como el viejo Al-comenté burlesco mientras ignoraba su mano alzada y le revolvía el pelo que antes estaba minuciosamente peinado, gesto que lo irritó e hizo que al instante intentase corregir mi desastre.

-Deberías mirar bien quien de los dos está actuando como un niñato Todd-dijo mosqueado mientras seguía intentando a duras penas volver a peinarse.

Los siguientes invitados en llegar fueron la familia Gordon, la simple vista de la pareja hacía que todo mi cuerpo se tensase. Por una parte lo veía como un reflejo normal ante cualquier poli, pero por otra, mis viejas heridas hechas por el Joker parecían arder en carne viva al volver a ver después de tanto tiempo a Bárbara. Si alguien en el mundo era capaz de sentir lo mismo que yo hacia ese engendro, era sin duda ella, el psicópata nos había arrebatado todo y aún así seguimos sin poder tocarle un pelo por la gilipollez de regla de Bruce. En mi cabeza aún seguía surgiendo la duda de como cojones ese payaso no estaba muerto después de todo el sufrimiento que trajo al mundo, aunque ahora que Batman no estaba, podían cambiar muchas cosas...

Sumido en mis pensamientos, respondí vagamente al saludo de Jim y casi ignoro a Bárbara, un poco avergonzado por aislarme así, le di un suave abrazo mientras le susurraba que me alegraba de verla.

La siguiente invitada era Leslie Thompinks, aliada de Bruce desde que era un crío. Casi no había hablado con ella en mi vida, así que con un leve saludo di por acabada mi obligación social.

Finalmente llegó el último invitado: Mi sustituto estrella, el grandioso Tim Drake. En cuestión de segundos nuestras miradas se cruzaron, iniciando un intercambio que duró escasos momentos.

-Creo que el rojo me sigue sentando mejor a mi Drake-comenté burlón con claramente doble intención. Él y yo teníamos un historial pero aún que con Dick, no estaba orgulloso, pero en mi peor etapa poco después de revivir, había hecho algunas locuras de las cuales me arrepentía. Y al parecer en la mitad de ellas atenté contra la vida de Red Robin, que no se diga que a veces podía ser demasiado celoso.

Alfred me dio un leve empujoncito con la bandeja mientras me ofrecía una copa de whisky y señalaba con la cabeza a Tim, sin duda el viejo era la persona que mejor nos conocía. Dando un suave sorbo al vaso, me acerqué al tercer Robin y le tendí la mano a regañadientes, tras el gesto volví a mi posición original mientras veía una sonrisa de aprobación por parte del mayordomo.

-Jim, Leslie, si nos permitís un par de minutos de privacidad se lo agradecería. El señor Bruce dejó un testamento grabado y exigía que los únicos oyentes fueran miembros de la familia-dijo Alfred cortésmente, ambos adultos lo entendieron y se fueron de la sala dejando solo al mayordomo junto al resto de superhéroes.

Pulsando un botón de un mando escondido en su chaqueta, el cuadro de los padres de Bruce fue desplazado hacia un lateral, mostrando una gran pantalla que se escondía detrás de ella. Al instante dicha pantalla se encendió, mostrando la cara de Bruce con el traje puesto a excepción de la máscara.

-Si escucháis esto, es que el protocolo Knightfall ha empezado y actualmente estoy muerto. Como bien todos sabréis, siendo Batman tuve que preparar un plan B para cada situación posible, incluída mi propia muerte. La figura de Batman lleva protegiendo Gotham y el mundo durante demasiados años, y si estáis escuchando este vídeo implica que llegado el punto ha sido insuficiente. Batman ha de morir conmigo, es vuestro turno de crear vuestro legado. Será difícil, pero confío en que Dick sea capaz de manteneros unidos a todos a la hora de defender nuestra ciudad, por lo que lo dejo a cargo; espero que Cassandra y los demás lo apoyéis en todo los necesario. Respecto al tema económico, nadie mejor que Alfred para manejar mi herencia y encargarse de que a ninguno de vosotros os falte ningún recurso, pero mientras tanto, Dick Grayson pasará a ser el nuevo CEO de Wayne Enterprises. Sé que no fui ni el mejor padre ni el mejor mentor, pero cada uno de vosotros ha crecido y se ha vuelto una persona digna de mi orgullo, gracias por todos estos años. Batman fuera.-automáticamente la pantalla se apagó y volvió a posicionarse escondida tras el cuadro.

-Como no el hijo pródigo va a guiar al resto del rebaño descarriado-gruñí mientras de un trago me acababa el whisky y dejaba el vaso abruptamentre contra una mesa.

-Supongo que ahora nos vamos a tener que creer que no sabías todo esto de antemano,¿ no Grayson?-dije con desdén mientras me dirigía al nuevo cabeza de familia.

— ¿Bodas? ¿En qué bodas nos hemos reunido? — alcé una ceja, mirando al pequeño Damian con curiosidad — Espero que tu querida madre ninja no tuviera intenciones de secuestrar otra vez a Bruce… — me permití bromear en aquellos momentos previos al funeral, era la única forma que tenía de descargar la tensión que se había acumulado en aquel deprimente salón.

— Aunque puede que próximamente haya una…— mis ojos centellearon de pronto, al ver como la figura de Barbara Gordon cruzaba la puerta con su silla de ruedas. Dejé lo que estaba bebiendo a un lado y fui el primero en saludar a Babs, con un suave y dulce beso en la mejilla. Después le estreché la mano al comisario Gordon, esperando que tras todas las veces que nos encontráramos, no me siguiera considerando el hijo golfo de otro golfo multimillonario.

Después abracé a Leslie Thompinks con cariño. La mujer de rostro cansado me devolvió la mirada con una sonrisa dulce. Y finalmente... apareció el chico más solicitado de todo Gotham.

—Timothy Jackson Drake… — dije con diversión en la voz, mientras me acercaba a mi tímido y antisocial hermano con los brazos abiertos— siempre tan modesto y educado... anda y ven a darle un abrazo a tu hermano mayor — estreché con tanta fuerza al adolescente que casi echamos a perder el café que le había traído Alfred.

— Estaba muy preocupado por ti… hacía mucho que no te veía… — le susurré al oído, sin despegarme todavía del muchacho. — Me alegra saber que estás bien. Te he echado de menos… — mi voz sonó en aquel momento triste, casi rota. Necesitaba la cercanía y el apoyo del moreno, ahora que Bruce… que Batman había muerto…

Después de los saludos varios y la breve charla entre los presentes, Alfred llamó nuestra atención y junto a Gordon y Leslie, abandonaron el salón. Barbara se apoyó en mi antebrazo y estreché su mano contra la mía con fuerza. Su presencia aliviaba ligeramente la carga que llevaba encima.

No estaba preparado. Todavía no estaba preparado para escuchar esas palabras...

—Si escucháis esto, es que el protocolo Knightfall ha empezado y actualmente estoy muerto. — mis ojos se cerraron con suavidad, como si aquellas palabras hubieran terminado de confirmar lo que todos más temíamos.

—Como bien todos sabréis, siendo Batman tuve que preparar un plan B para cada situación posible, incluída mi propia muerte.— Sí, lo hemos notado. Ya eres primera portada en todas las revistas, felicidades.— La figura de Batman lleva protegiendo Gotham y el mundo durante demasiados años, y si estáis escuchando este vídeo implica que llegado el punto ha sido insuficiente. Batman ha de morir conmigo, es vuestro turno de crear vuestro legado. —Muy fácil decirlo, ya veremos como hacerlo...—Será difícil— Ni que lo digas...— Pero confío en que Dick sea capaz de manteneros unidos a todos a la hora de defender nuestra ciudad, por lo que lo dejo a cargo — Espera... ¿Qué?— Espero que Cassandra y los demás lo apoyéis en todo los necesario. Respecto al tema económico, nadie mejor que Alfred para manejar mi herencia y encargarse de que a ninguno de vosotros os falte ningún recurso, pero mientras tanto, Dick Grayson pasará a ser el nuevo CEO de Wayne Enterprises. —... lo que me faltaba...—Sé que no fui ni el mejor padre ni el mejor mentor, pero cada uno de vosotros ha crecido y se ha vuelto una persona digna de mi orgullo, gracias por todos estos años. Batman fuera.

Mis ojos se abrieron de par en par, estupefacto ante las últimas palabras de Bruce Wayne a sus hijos. Su preferida siempre había sido Cassandra, y nunca se cansaba de restregármelo por las narices. Así que no entendía a qué había venido aquel repentino cambio, claro que tampoco habíamos vuelto a saber nada de ella desde que empezó la invasión demoníaca. Pero... ¿Por qué me había elegido a mi como su sucesor? Sí estaba claro que no nos llevábamos bien...que nunca era suficiente para él, ni lo sería nunca...

— Y… ¿Ya está? ¿YA ESTÁ? — alcé la voz hacia la pantalla en negro, con gran indignación. — ¿Grabas un puto vídeo sabiendo que vas a morir, y ni siquiera eres capaz de hablar como un padre de familia? — nada, ni una despedida emotiva, ni unas palabras amables, ni siquiera un perdón. Bruce Wayne era un jodido robot.

Le pegué una patada a la pata de la mesita que tenía al lado cuando la ira empezó a trepar por mis entrañas. Estaba cabreado, y cansado. muy cansado de llorarle. De llorar la muerte de dos Batmans en menos de un año, de haber perdido a dos padres que nos habían abandonado sin remordimiento alguno. Para él sólo éramos herramientas, personas a las que criar y utilizar para llevar a cabo sus planes de justicia y combate contra el crimen. Batman solo amaba una cosa. Su Gotham, su jodida y querida Gotham. Nada más.

—Supongo que ahora nos vamos a tener que creer que no sabías todo esto de antemano, ¿no Grayson?— Y como no, Jason siempre tenía que dejar caer la pullita de turno.

— ¿Y qué esperabas? ¿Qué se lo dejara todo al hijo que había tratado de matarle en varias ocasiones y que se saltaba la ley a la torera? — espeté, él siempre tenía que buscarme las cosquillas. — Ninguno de nosotros significaba algo para este Bruce, y lo sabes. Pero al menos yo estuve a su lado durante todo este tiempo.

Y me sentí como un idiota, después de gritarle al segundo Batman, de llorarle y culparle, aquel día en la Atalaya. Esperaba que todo se solucionara entre nosotros, que él pudiera ser lo que nunca fue el Bruce de mi universo, aquel hombre frío y calculador que murió deteniendo la colisión de los mundos...

— Ésta… Ésta va ser la última vez que entierre a mi padre. No puede ser que sigamos viviendo bajo la sombra del murciélago.—sentencié, mirando a mis hermanos con seriedad en el rostro. Mirando a Bárbara con ojos llorosos...— No lo necesitamos. Ni a él ni a su estúpido símbolo.

Hacía mucho tiempo que conocía a Bruce Wayne. Había conocido a dos versiones de él. Sabía cómo era, lo práctica y racional que era su mente. Lo había admirado y reprendido por ello a partes iguales. Pero una parte de mí seguía esperando un mensaje emotivo, una despedida real. ¿Acaso no era lo que, en el fondo, queríamos todos los que estábamos en aquella habitación? Estaba segura de que incluso Jason y Damian esperaban una palabra amable.

¿Cuántos de nosotros hicimos todo lo posible por obtener un halago de sus labios? ¿A cuántos nos hirieron por su causa?

Lo conocía perfectamente pero, aún así, no quería aquel mensaje desapasionado. No quería a Batman. Quería al Bruce que me permitió luchar junto a él, el que vino a verme al hospital después del disparo.  

No quería oírlo hablar de su propia muerte como si todo entrara en sus cálculos.

—Si escucháis esto, es que el protocolo Knightfall ha empezado y actualmente estoy muerto. Como bien todos sabréis, siendo Batman tuve que preparar un plan B para cada situación posible, incluída mi propia muerte.

Claro. Así era él. No dejaba nada al azar.

— La figura de Batman lleva protegiendo Gotham y el mundo durante demasiados años, y si estáis escuchando este vídeo implica que llegado el punto ha sido insuficiente. Batman ha de morir conmigo, es vuestro turno de crear vuestro legado.

Vuestro legado. ¿A quién se refería? ¿A los cuatro muchachos que habían llevado el traje de Robin? ¿A las que habíamos luchado bajo el nombre de Batgirl? Me sentía extrañamente distante de aquel rol, como si de repente no formara parte de la familia.

Y, mientras todos escuchaban el mensaje, yo aparté la mirada del aparato. Necesitaba ver sus rostros.

Y vi la mandíbula tensa de Dick. La rabia en los ojos de Jason. La seriedad que cubría las facciones de Tim como un segundo antifaz. La postura solemne de Damian, como si fuera un soldado escuchando el himno nacional.

Será difícil. Pero confío en que Dick sea capaz de manteneros unidos a todos a la hora de defender nuestra ciudad, por lo que lo dejo a cargo

Oh, oh.

— Espero que Cassandra y los demás lo apoyéis en todo los necesario. Respecto al tema económico, nadie mejor que Alfred para manejar mi herencia y encargarse de que a ninguno de vosotros os falte ningún recurso, pero mientras tanto, Dick Grayson pasará a ser el nuevo CEO de Wayne Enterprises.

Aquélla era su última voluntad, entonces.

—Sé que no fui ni el mejor padre ni el mejor mentor, pero cada uno de vosotros ha crecido y se ha vuelto una persona digna de mi orgullo, gracias por todos estos años. Batman fuera.

Ahí estaban. Las últimas palabras. Las que había deseado escuchar. Demasiado breves, y débiles en comparación al conflicto que se cernía en el aire.

— Y… ¿Ya está? ¿YA ESTÁ? ¿Grabas un puto vídeo sabiendo que vas a morir, y ni siquiera eres capaz de hablar como un padre de familia?

— Dick...

No me escuchó.

—Supongo que ahora nos vamos a tener que creer que no sabías todo esto de antemano, ¿no Grayson?

Sentí que la frustración se adueñaba de mí.  

Claro que Jason iba a reaccionar así. ¿Cómo no iba a hacerlo? Batman no lo había mencionado una sola vez. Era el eterno olvidado. La mancha en el historial de Bruce. El Robin al que no pudo salvar.    

No quería que aquello siguiera escalando. ¿Qué pretendía Bruce? ¿Provocar una guerra entre sus allegados?

—¿Y qué esperabas? ¿Qué se lo dejara todo al hijo que había tratado de matarle en varias ocasiones y que se saltaba la ley a la torera?. Ninguno de nosotros significaba algo para este Bruce, y lo sabes. Pero al menos yo estuve a su lado durante todo este tiempo.

— Dick, ya basta. — necesitaba cortarlo. Necesitaba que aquella discusión estúpida se enfriara.

Pero, ¿cómo? Eran demasiados años de resentimiento, de comparaciones, de intentar contentar a un hombre para el que nada era suficiente. Si había alguna forma de evitar aquel conflicto, yo no la conocía.

Y, aún así, alcé la voz.

— Por favor. Es el testamento de Bruce. Él decide... Nos guste o no. Si queréis enfadaros con alguien, hacedlo con él, pero dejad de discutir.

Sabía que ni Dick ni Jason atenderían a razones. Sentían demasiado dolor.

Busqué con la mirada a Tim. Era el más sensato. Necesitaba su ayuda para manejar aquella situación.

— Ésta… Ésta va ser la última vez que entierre a mi padre. No puede ser que sigamos viviendo bajo la sombra del murciélago. No lo necesitamos. Ni a él ni a su estúpido símbolo. — dijo Dick.

No supe qué decirle. Me estaba mirando con una resolución extraña. Estaba tan furioso como triste, y aquélla era una combinación peligrosa.

— Hace mucho que no vistes ninguno de sus símbolos, Dick — intenté razonar — No estás bajo su sombra — no era cierto, y ambos lo sabíamos — Lo que tenemos que hacer... — continué, dirigiéndome a todos — ... es decidir qué pasará con la ciudad. Con los vigilantes.

En mi fuero interno, yo ya había tomado mi decisión. Era Oráculo y lo sería siempre, desde el día en que me sentaron en esta silla y hasta el día de mi muerte. No se trataba sólo de Gotham. No se trataba sólo de Batman. Yo había encontrado mi camino hacía mucho, y no pensaba abandonarlo... hubiera Murciélago o no.

El abrazo de Dick me trajo de vuelta a tiempos antiguos, tiempos que hacía tiempo que había alejado de la memoria por mi propio bien, noches de tejados y olor a pólvora…Pero el pasado, pasado es, ahora necesitábamos centrarnos: - Yo también te he echado de menos Dick. – Es lo que me habría gustado decirle, pero simplemente permanecí callado, en un abrazo sentido pero corto, al separarme le dediqué una sonrisa cómplice, una sonrisa que significaba que pronto hablaríamos y le explicaría a que me había estado dedicando:

- Si escucháis esto, es que el protocolo Knightfall ha empezado y actualmente estoy muerto…- Ahí estaban, las últimas palabras de un hombre que jamás las utilizó, Bruce era un hombre roto incapaz de gestionar sus emociones y delante de mí estaban las pruebas vivientes de ello; Dick, a pesar de todas sus virtudes jamás había acabado de madurar del todo, cómo un mecanismo de enfrentar su infancia y sus emociones, Jason jamás superó su pasado en las calles y la maldición de la violencia y agresividad le perseguiría el resto de su vida y Damian era un psicópata encerrado en el cuerpo de un niño.

En mi caso jamás vi en Batman algo más que una figura a la que admirar, puede que, de entre todos, Barbara es la que mejor pudiera entenderme, a nosotros dos no nos unían lazos paternales al murciélago, ambos tomamos ese camino por elección propia, ambos conocíamos las luces y sombras del héroe y decidimos seguir a su lado:

- Confío en que Dick sea capaz de manteneros unidos a todos a la hora de defender nuestra ciudad, por lo que lo dejo a cargo. – Mi espalda se puso tensa ¿Acaso Bruce no había aprendido nada? ¿No entendía la bomba que eso iba a desatar? Miré alternativamente a Dick y a Jason, sabía lo que venía a continuación, no hacía falta ser un genio para verlo: - Sé que no fui ni el mejor padre ni el mejor mentor, cada uno de vosotros ha crecido y se ha vuelto una persona digna de mi orgullo, gracias por todos estos años. Batman fuera. –

Noté un pinchazo en el estómago, sabía que, viniendo de quien venía, esas palabras significaban mucho, sin embargo, el mal ya estaba hecho, esas palabras no iban a servir de nada para unas personas que jamás se consideraron suficiente para el héroe enmascarado, demasiado dolor que sanar con unas sencillas palabras de agradecimiento:

-Supongo que ahora nos vamos a tener que creer que no sabías todo esto de antemano, ¿No Grayson? – Arrugué la nariz, ahí estaba, todos sabíamos que Jason estallaría en cualquier momento, él era cómo una bomba ansiosa por estallar, sólo necesitaba un pequeño contexto para hacerlo y incendiar el mundo, me separé de la pared, debían ser discretos, aún había gente en la casa…Noté la mirada de Barbara buscándome, rogando mi ayuda, teníamos que detener esto, no hacía falta que me dijera nada, le devolví la mirada y le hice un gesto afirmativo con la mirada.

Caminé por la estancia hacia donde se estaban encarando esos dos, podía notar que, desde cierta distancia, los músculos del joven Damian Wayne se tensionaban, listos para saltar al cuello de Jason Todd si era necesario, esto tenía que parar, ya:

- Chicos, este no es el momento ni el lugar. – Me puse entre Jason y Dick, mirando alternativamente a ambos y con un tono tajante en la voz: - Bruce ha muerto y es una falta de respeto pelear por su herencia en medio de su funeral. – Entonces mi mirada se clavó en Jason: - Todd, esta ha sido la elección de Bruce, sabes perfectamente que él no consultaba con nosotros sus decisiones, si estás dispuesto a aceptarlo puedes quedarte, de otra forma, márchate. – Frío y objetivo, necesitaba mantenerme calmado para gestionar la situación, me giré hacia mi hermano mayor:

- Dick…Si alguien debe tomar el relevo ese eres tú, eres el único con ese derecho y ese deber. – Mi cuerpo se mantenía cómo una barrera entre los dos, listo para inmovilizar al que quisiera empezar una pelea: - Si tu decides enterrar al murciélago para siempre lo apoyaremos, ahora ese poder está en tus manos. – Mis hombros se relajaron y miré de nuevo a los dos alternativamente: - Esto no es lo que él habría querido, ya lo sabéis, no querría ver a sus hijos enfrentados, así que, por esta noche, basta de luchas. –

¿Qué había conseguido? Tal vez parar la guerra una noche, pero conocía a Jason, sabía que todo esto le había herido el orgullo, para él se trataba de algo personal y tarde o temprano haría alguna estupidez, tan solo esperaba que, por el poco cariño que aún pudiera profesar hacia su padre adoptivo, nos diera esa noche de tregua.

El jodido Dick Grayson aún tenía la cara de decirme algo, debía ser fácil hacerte el ofendido y creerte superior al resto cuando era el favorito y el heredero de nuestro padre. Pero claro, yo nunca voy a saber que se siente, al fin y al cabo no podía negar el hecho de que me había ganado con uñas y dientes el papel de oveja negra de la familia. Aunque siempre pensé que no encajaba de todos modos, era un sustituto que tardaron aún menos que a él en ser cambiado por una versión más joven y lista (y viva claro está). Aún así no podía dejar que el princeso se saliese de rositas como siempre, no iba a tolerar que volviese a ser el malo de la película cuando el incompetente a la hora de proteger a Bruce y de controlar a esa guardería que tenía por amigos era él.

-Eso de quedarse hasta el final no me lo creo, si no tus cenizas también tendrían que estar en esa urna, parece que agachaste la cabeza y te fuiste con tus amiguitos mientras Bruce intentaba solucionar la mierda que tu amiga emo causó-le recriminé mientras apretaba los puños intentando controlarme para no armar una pelea en medio del funeral, ya no por el jodido Bruce, si no por el pobre Alfred y Bárbara que llevaban aguantando nuestras medidas de polla constantes desde que éramos críos.

Como no la pelirroja intentó volver a ser la voz de la razón, pero ya era tarde, hacía tiempo que la brecha entre hermanos era demasiado grande como para arreglarse con palabras. Tim sorprendentemente no se puso a defender a Grayson, si no que actuó tan frío y neutral como Bruce hubiese querido, espeluznante en mi opinión.

Una mirada esperanzada de Alfred fue lo único que me retuvo en la sala, tenía ganas de largarme, pero si iban a decidir el futuro de la familia quería estar presente, aunque visto lo visto parecía que Bruce ya nos lo había organizado todo sin preguntar, como no.

-¿Estás de coña? ¿Después de tanto tiempo por fin vas a renegar del murciélago? Llegas años tarde. Llevo demasiado tiempo diciendo que si no fuese por nosotros Bruce estaría muerto desde hace mucho tiempo, que no nos merecíamos seguir siendo sus secundones, y ahora que está muerto ¿me das la razón?-no pude evitar echar una carcajada sombría mientras me llenaba otro vaso de whisky y me lo tomaba de un trago.

-Sería el primero que querría mandar al murciélago a tomar por culo, pero el mundo está en la mierda y necesita a Batman más que nunca. Yo me crie en las calles y sé todo lo que puede llegar a representar: La esperanza, el miedo, la justicia... Si de repente un día desaparece el caos va a ser aún mayor, el símbolo se tiene que quedar sí o sí-golpeé suavemente una estantería con mi puño para poner énfasis en el mensaje.

-Y me da igual que no os parezca justo, desde que nos metimos en esto sabíamos que la misión es mucho más grande que nosotros mismos: No podemos mandar todo a tomar por culo porque Bruce ya no esté-

La voz de Barbara sonó como un eco lejano en la habitación. La tensión que se respiraba entre Jason y yo podría haberse cortado perfectamente con un cuchillo. El moreno sabía como buscarme las cosquillas, y yo caía siempre en la trampa. No podía evitar sentirme enervado cada vez que abría la boca. No sabía como lo hacía, pero siempre conseguía encontrar las mejores palabras para herirme. Y es que habíamos empezado con mal pie, creando una dinámica nociva y destructiva de la que no podíamos escapar.

Todavía no había olvidado todas las cosas horribles que me dijo nada más poner los pies en Omega. Era más mayor que el Jason que yo conocía, y esos ojos... fríos como el hielo y a la vez tan llenos de ira… me dejaban sin aliento. Me sentí abrumado por el odio que me profesaba. Aquel día no se cortó ni un pelo conmigo. Me colocó la pistola en la cabeza casi sin pestañear. Y aún a día de hoy, seguía sin entender que le había hecho el Dick de su universo para que hubiese reaccionado así al verme. 

Ahora sólo pensaba en las ganas que tenía de darle un puñetazo para hacerle entrar en razón y que dejara de decir gilipolleces. Pero no era con Jason con quien de verdad estaba enfadado, sino de Bruce. Y de lo ingenuo que había sido por haberme creído que había cambiado, que era alguien mejor que el verdadero Bruce Wayne, el hombre frío y calculador que me crio como si fuera su hijo.

Las diferencias entre mi padre biológico y Bruce Wayne eran abismales, lo tuve muy claro desde pequeño. No buscaba sustitutos para John y Mary Grayson, pero necesitaba poder confiar en alguien, apoyarme en una figura igual de importante que mi familia para poder sobrevivir en este mundo de locos, asesinos, payasos y caras cortadas.

Le debía tanto a mi Bruce Wayne... Yo no sería el hombre que soy ahora si él no me hubiese acogido en la Mansión Wayne. No hubiese sido Nightwing de no haber sido Robin. Pero desde la muerte de mi Jason... él nunca volvió a ser el mismo. Y ahora está muerto. Y éste segundo Bruce Wayne había seguido sus pasos, comportándose igualito al capullo de mi padrastro.

— Dick, ya basta.

No quería esto, no lo quería. Una parte de mi trató de frenarse, pero la otra sólo necesitaba una excusa para dejarse llevar por toda esa ira que llevaba dentro, carcomiéndome desde hacía demasiado tiempo... Y Jason me la ofreció en bandeja.

— Eso de quedarse hasta el final no me lo creo, sino, tus cenizas también tendrían que estar en esa urna, parece que agachaste la cabeza y te fuiste con tus amiguitos mientras Bruce intentaba solucionar la mierda que tu amiga emo causó

— No vuelvas a hablar así de Raven... no tienes ni idea de lo que sucedió — di un paso en dirección a Jason, con la intención de solucionar de una vez por todas nuestras diferencias. Quería partirle la cara, y es que se lo estaba ganando. Tampoco es que tuviera demasiado autocontrol en aquellos momentos. Ya tenía suficiente con mi propio dolor. Me trataba más duramente que nadie y no paraba de culparme por lo sucedido. Era mi grupo, eran mis amigos… y les había fallado como líder. No necesitaba el constante recochineo del segundo Robin...

Pero la intervención de Tim logró devolvernos a nuestro sitio, evitando así la pelea. La voz calmada del actual Robin me trajo de vuelta a la realidad, aunque seguía sintiéndome intranquilo. Apreté los puños y aguanté durante unos segundos la respiración, sin apartar todavía la intensa mirada que me dedicaba Jason. Sabía que en algún momento, tarde o temprano, acabaríamos liberando la tensión que había entre nosotros con una buena pelea y mucha adrenalina de por medio. Esperaba que aquel momento llegara pronto, porqué no podía seguir soportando esos ojos llenos de odio y rencor que me miraban.

Él no era mi Jason, el niño que murió apalizado por el Joker. Pero me molestaba de todos modos. Me daba rabia ver lo terriblemente alejados que estábamos el uno del otro. Jason podría haberme disparado aquella noche. Podría haberme volado los sesos, pero no lo hizo. Y eso me dio esperanzas de que lo nuestro podría ser salvado algún día.

— Esto no es lo que él habría querido, ya lo sabéis, no querría ver a sus hijos enfrentados, así que, por esta noche, basta de luchas.

— Siento decepcionarte Tim, pero para éste Bruce Wayne... no significábamos nada. Sus verdaderos hijos, toda la gente a la que él amaba... la perdió el día en que llegó a Omega. Cassandra y Carrie han desaparecido, y el Jason de este universo estaba muerto para él… nunca quiso retomar el contacto— dije sin apartar la mirada de Red Hood, sabiendo el daño que podría hacerle esa desagradable verdad. —Ni siquiera sabía quién era Damian. Ellos dos no estaban dentro de sus cálculos. Ésta... "herencia" es un error. Éste Bruce Wayne no tiene ningún derecho a decidir nada sobre la mansión o el negocio que pertenecía al anterior Bruce Wayne, mi verdadero padrastro, el hombre que sacrificó su vida el día de la colisión para salvarnos a todos de la inminente destrucción del universo. 

Éste iba a ser el último funeral en memoria a Bruce Wayne. No pensaba volver a cometer el mismo error dos veces. No iba a permitir que ningún otro desconocido tomara el control de mi vida y la volviera patas arriba. Se había acabado eso de vivir bajo la sombra interminable del murciélago. Había llegado la hora de tomar las riendas de mi familia.

— Dick…Si alguien debe tomar el relevo ese eres tú, eres el único con ese derecho y ese deber.

¿Pero lo era? Hubo en tiempo en que pensé que era el más indicado para continuar con el legado de Batman. Lo deseaba con todas mis fuerzas. Ser digno del símbolo del murciélago. Incluso me enfadé con Bruce cuando decidió ofrecérselo a Azrael antes que a mi. Pero ahora que había llegado por fin ese momento... lo tenía en bandeja y yo...

Tenía miedo. Después de todos estos años... no me sentía preparado para ser Batman.

— Drake tiene razón. Piénsalo. Nosotros fuimos los mejores...— los ojos verdosos de Damian Wayne me rebelaron una verdad aún incomprensible para mi.

— Ya lo habéis oído de la boca del mismo Bruce. Batman ha de morir con él. Es hora de que pasemos página y solucionemos los problemas a nuestra manera... aunque me cueste darle la razón a Jason... —comenté con cierto sarcasmo, cruzándome de brazos. Por primera vez en toda la tarde, estaba de acuerdo con él. — Aún no podemos prever lo que pasará con Gotham una vez todos los criminales descubran que Batman ha muerto. Pero tenemos que intentarlo. 

Aunque su trabajo como vigilante era eficaz, Batman y yo siempre tuvimos nuestros roces y desacuerdos a la hora de combatir el crimen. Para crecer como persona y como hombre, necesité alejarme de él un tiempo, tomar una nueva perspectiva. Y gracias a eso ahora era Nightwing. Fue lo mejor que podía haber hecho en aquel momento, y creo que es lo que Gotham necesita ahora. Un cambio.

— De momento aceptaré el puesto como CEO de Industrias Wayne, y me mudaré a la mansión. Vosotros podéis hacer lo mismo si queréis, al fin y al cabo, ésta también es vuestra casa. Pero todavía no puedo abandonar el ‘Haven. Tengo responsabilidades allí… y un trabajo... — y justo cuando empezaba a sentirme abrumado por todo el papeleo que tenía que hacer, saltó el retaco de la familia.

— Grayson, sería mejor que delegaras la parte de CEO a alguien más... cualificado. O será un completo desastre. Yo podría ayudarte con eso si quieres, no sería la primera vez que dirijo la empresa de padre bajo su nombre. 

— Bueno, ya hablaremos de eso más adelante, enano.— le dediqué una sonrisa medio burlona a mi hermano pequeño y éste hinchó los carrillos en desaprobación. Menudo espabilado— Ahora lo que más me preocupa es la invasión demoníaca. Una vez acabemos con Trigon ya pensaremos en lo que vendrá después. Y le daremos algo nuevo a Gotham, algo igual de implacable que Batman. 

Y aunque una parte de mí todavía sentía que el legado del murciélago me pertenecía… quería respetar su última voluntad sobre todas las cosas. Yo no podía ser Batman aunque quisiera. Nadie de aquella silenciosa estancia podría serlo jamás. No estábamos preparados para semejante carga.

— No quiero cometer el mismo error que Batman. Así que nada de mentiras, ni secretos, ni trabajos a escondidas... — comenté muy serio, posando mi mirada en Jason para luego detenerse en Tim. — No soy como Bruce. No puedo hacer esto solo. Os necesito, y creo que un poco de trabajo en equipo le vendría bien a esta familia...

Ahora solo necesitaba la aprobación del resto de miembros. Por mucho que fuera el "cabeza" de familia, no iba a servir de nada si no me ganaba su confianza.

— ¿Puedo contar con vuestro apoyo?

Un incipiente dolor de cabeza se estaba alojando en mis sienes. Y... ¿lo peor? Cada uno de ellos tenía razón, a su manera. Pero bastaba con que alguno dijese una palabra más alta que otra para que nuestra frágil tregua saltara por los aires.

A veces pensaba que los conocía bien a todos. Pero aquel día, desde luego, estaban resueltos a demostrarme lo contrario. La sala se llenó con las alianzas más absurdas de todas. Tim y Damian estaban de acuerdo en algo por primera vez en su vida: querían que Dick llevara el manto. Jason y Dick, sin embargo, querían que el símbolo de Bruce muriera con él. Jason y Dick diciendo lo mismo... y diciendo lo mismo que el mismo Bruce, de entre todas las personas.

El Joker lo hubiera encontrado hilarante.

Yo... no. En absoluto.  

— Aún no podemos prever lo que pasará con Gotham una vez todos los criminales descubran que Batman ha muerto. Pero tenemos que intentarlo. 

— Habrá guerra en las calles - dije, sin un ápice de duda, como si pudiera predecir el futuro... haciendo honor a mi nombre en clave. — Si Batman desaparece, se sentirán seguros. Se volverán osados.

Aunque discrepaba de algunos de los métodos de Bruce, tenía que reconocer que el miedo era un arma poderosa.

— No quiero cometer el mismo error que Batman. Así que nada de mentiras, ni secretos, ni trabajos a escondidas... — dijo Dick — No soy como Bruce. No puedo hacer esto solo. Os necesito, y creo que un poco de trabajo en equipo le vendría bien a esta familia...

Tenía razón. Pero nosotros éramos, lo quisiéramos o no, vástagos del Murciélago. Todos habíamos recibido nuestra buena dosis de secretos guardados y salidas a hurtadillas.

Suspiré.

— Yo estaré vigilando. Y... si cualquiera de vosotros quiere hacer un buen uso de mi información... - proseguí, haciendo hincapié en el "cualquiera"... y en el "buen" uso — ... estaré encantada de compartirla.

Aquello respondía a la última pregunta de Dick. A si podía contar con mi apoyo.

Por supuesto, Chico Maravilla. Como siempre. No más secretos., pensé.  

No me daba cuenta de lo equivocada que estaba...

Miré a Capucha Roja en tono desafiante, con el ceño fruncido, aquella forma de expresarse, esa ira, esa rabia…No había cambiado…Iba a abrir la boca, pero en el último instante guardé silencio y sencillamente cerré los puños, reprimiendo mi furia y mis emociones.

Odiaba darle la razón, pero Jason Todd no se equivocaba, en las calles reinaría el caos si trascendía la noticia de la muerte del murciélago, el miedo, la esperanza, la voluntad…Todo lo que el alter ego de Bruce representaba se vería roto en un instante cuando la escoria que ocupaba las calles de la ciudad se diera cuenta de ese hecho…Miré a Jason, por un instante me habría gustado decir: ‘Tienes razón Jason, necesitamos a Batman, ahora más que nunca.’.

Sin embargo, me limité a agachar la mirada y mirar a Dick, el tenía miedo, todos lo teníamos, la sombra del murciélago era muy larga, y Bruce se había ocupado de alejar la idea de tomar el manto de nuestra cabeza, sin embargo, el hombre que siempre estaba preparado jamás pudo prepararse suficientemente para su propia muerte…Y ahora nos encontrábamos al borde del abismo:

- Dick…- Miré a Grayson, y de nuevo me guardé mis palabras: - …Puedes contar conmigo, no más secretos. – Le puse la mano en el hombro y le sonreí, en una de esas sonrisas de actor que Bruce me había enseñado a utilizar.

Me despedí con calma del resto de acompañantes, a excepción de Jason: - Estaremos en contacto. – Seco y distante, prefería que fuera así, necesitaba pensar, aclarar mis ideas, trazar una estrategia y salir de aquella olla exprés que estaba a punto de estallar: - Será mejor que descanséis chicos, ha sido un día intenso…-

-¿O si no qué? ¿Me vas a echar otro de tus discursitos y a mandarme a la cama?-había dado en el calvo al meterse con su equipito, tocándole la fibra sensible y haciéndole saltar con facilidad. Ojalá no le hubiesen calmado, aún ganándome una hostia, hubiese deseado ver a don perfecto salirse de su papel de angelito y bajarse a la altura del barro con el resto de mortales; pero eso ya sería otro día.

Como no, Bruce seguía siendo un capullo diese igual la realidad alternativa que fuese, por lo que tampoco me impactó tanto saber la nula relación que tenía con mi otra versión; más teniendo en cuenta que el Bruce de este mundo parecía ser una buena pieza.

Para cabrearme aún más, el resto de batpringados siguieron lamiéndole su pomposo culo a Grayson como si de repente se tratase de un mesías. ¿Acaso Tim no veía lo alto que podría llegar con la inteligencia o capacidad de análisis que tenía? ¿Los innumerables contactos y fuentes de Bárbara? Joder, hasta el jodido niñato de Damian había demostrado con creces saber lo que se hacía. Y aún así todos seguían obcecados en que la única manera de salir adelante era seguir como fieles ovejas a Grayson, tanto decían de cambiar y de romper las reglas pero simplemente habían cambiado la figura del pastor de Bruce a Dick y nadie se daba cuenta. Aunque mentiría si no me sentí de puta madre al escuchar como a regañadientes me daba la razón, siendo secundado por los otros dos cerebritos de la sala.

-Ahórrate tu dinero y esas charlas motivacionales de 3 al cuarto-me estaba hartando ya de caminar en círculos sobre el mismo tema y no avanzar en absolutamente nada. -Mientras no os metáis en mi camino a mi me sirve, y en caso de que tengáis miedo de mancharos las manos siempre podéis llamar a la oveja negra; total yo ya estoy jodido-dije simplemente antes de abandonar la sala tras Tim, no quería seguir pisando esa maldita mansión cuando había tanto que hacer.

—Habrá guerra en las calles...— dijo la voz de la razón.

— Pues se la daremos. — sentencié.— Les demostraremos que somos igual de implacables que el murciélago. Somos sus hijos, su herencia… la única esperanza que le queda a Gotham…

Sostuve la mirada de Barbara sin que mis ojos vacilaran ni un instante. Estaba decidido a pasar página, a enterrar al murciélago de una vez por todas. Sin Bruce Wayne a nuestro lado… aquel manto negro y pesado no era más que una carga muy peligrosa para el resto de Robins. Yo conocía mejor que nadie las dificultades que supondría mantener vivo aquel símbolo, y necesitaba proteger a mis hermanos de esa vida de esclavitud.

La pelirroja fue la primera en ofrecer su ayuda a los pupilos de Batman. Cuando nuestras manos se estrecharon para afianzar nuestra confianza el uno por el otro, sentí como la tensión de mi estómago se rebajaba con la calidez de su piel.

El siguiente en mostrarme su apoyo fue Tim, que con una sonrisa impecable colocó su mano en mi hombro y me dijo lo que quería escuchar. No más secretos, habló, el chico que había pasado más de un año en paradero desconocido haciendo a saber qué. Antes de organizar nada, necesitaba tener una charla seria con él. Asegurarme de que todo estuviera bien dentro de esa cabecita calculadora y ordenada suya.

—No hace falta ni preguntar, Grayson. Ya deberías saber que estaremos contigo hasta el final. — dejó escapar el enano, cruzándose de brazos mientras evitaba mirarme a la cara, como si le resultara difícil decir las cosas de una manera cariñosa y amable. A pesar de sus retorcidos métodos, aquella actitud de crío jugando a ser adulto me arrancó una media sonrisa.

—Gracias, chicos. — susurré algo más aliviado, a pesar de que aún quedaba la prueba más difícil de todas. Conseguir la confianza y el respeto de Jason Todd… era una tarea que en aquel momento me parecía titánica.

El odio y la rabia seguían ahí, visibles en los ojos de alguien que había visto el infierno y había resurgido de sus propias cenizas. No sabía hasta qué punto quedaba algo de aquel niño pelirrojo y pecoso en el curtido y machacado cuerpo de Jason Todd, pero tenía que intentar acercarme a él. Hacer algo, decirle algo… cualquier cosa.

—Mientras no os metáis en mi camino a mi me sirve, y en caso de que tengáis miedo de mancharos las manos siempre podéis llamar a la oveja negra; total yo ya estoy jodido.

Siempre hablaba con aquel tono rencoroso y lleno de desprecio. Como si no le importara nada ni nadie. Pero en el fondo sólo era un crío perdido tratando de llamar la atención. Quise llamar protestar, pero abandonó rápidamente el salón sin apenas despedirse. Quizás es que tampoco sabía lo que decirle después de todo... y  dudaba que alguna palabra mía consiguiera detenerle. Podría haberle ignorado simplemente, y dejarlo como un caso perdido… pero me carcomía por dentro vivir con esa sensación continua de considerarle alguien cercano y lejano a la vez. ¿Y si en realidad le necesitaba yo a él y por eso me dolía tanto su desprecio?

Barbara fue la última en marcharse de la habitación. Me dedicó una breve mirada antes de cruzar la puerta, pero mi vista estaba fija en el cuadro familiar de la familia Wayne. Thomas y Martha sonreían con una indiscutible alegría en el corazón mientras sostenían entre sus brazos a su amado hijo.

Sin retenerlas, las lágrimas escaparon de mis ojos, empañando la hermosa pintura hasta que solo fui capaz de distinguir una borrosa mancha de tristes colores.



Ecos de voces sonaban en la lejanía, bailando al son de la melódica lluvia que golpeaba con furia la tierra recién mojada. El aire fresco golpeó mi rostro y enmarañó mis cabellos. Con el paraguas en mano, me asomé para ver el profundo agujero del suelo que tenía enfrente y sentí como su eterna oscuridad trataba de engullirme. No importaba lo que dijera el cura, o las palabras de consuelo de los invitados a la Mansión Wayne, tan solo podía centrarme en el suave repiqueteo de la arena que se deslizaba entre mis dedos hasta chocar contra la madera recia del ataúd de mi padrastro.

Aquel fue el indicativo para que los enterradores empezaran a cubrir el hoyo con la tierra mojada. El sonido metálico de las palas perforaba lentamente mi consciencia, mientras los últimos invitados se marchaban ofreciéndome el pésame. Lo estaba haciendo de nuevo, dejándole marchar. Esperaba que esta vez fuera para siempre, puesto que no me sentía capaz de volver a enterrar de nuevo a un ser querido.  

Dos padres muertos. Dos ataúdes sin cuerpo. Ninguna despedida. Ni una sola palabra amable…

En aquellos momentos, mis propios pensamientos me boicoteaban para hacerme recordar únicamente las penurias sufridas al lado del murciélago. Era mirar a la tumba donde rezaba el nombre de Bruce Wayne, y recordar la oscuridad de la cueva, las peleas y las risa del payaso. No era por qué no tuviéramos vivencias felices. Claro que las teníamos. Pero estaba tan lleno de ira... de rabia... que quería enfadarme con él un rato más. Por habernos abandonado otra vez. Por haberme dejado huérfano de nuevo.

Necesitaba motivos para odiarle si no quería derrumbarme delante de todos en un mar de lágrimas.

Todos mis hermanos se habían marchado. Ahora sólo quedábamos él y yo bajo la pesada lluvia. Tenía tantas cosas que decirle, que no sabía por dónde empezar. Pero cualquier cosa que yo pensara o sintiera iba a caer en saco roto. Él nunca llegaba a enfrentarse a las consecuencias de sus actos. Dos Bruce Wayne muertos y ninguno fue capaz de reconocer sus errores. De disculparse. De agradecerle a su familia su amor y apoyo incondicional. Arrasaba con todo y se lo llevaba a la tumba, donde callaba por siempre. Así era él. Silencioso.

Mis ojos se encontraron de pronto con una lejana figura. Una mujer de elegantes curvas enfundada en una oscura gabardina. El paraguas y sus gafas de sol no me dejaron ver su rostro, pero había algo en ella que me resultaba extremadamente familiar.

Antes de pensar cómo saciar mi curiosidad, mis pies ya habían decidido por mí y se habían movido solos en dirección hacia la misteriosa mujer. Cuando llegué a su altura, fui consciente de sus gruesos labios y sus pómulos altos. La había visto incontables veces en las famosas fiestas benéficas que organizaba Bruce Wayne. Me había hablado de ella miles de veces con una sonrisa sincera en los labios.

— Disculpe… es usted Selina Kyle… ¿Me equivoco?

Y dos meses antes de su muerte, Bruce le había confiado su identidad secreta a la mujer que más amaba. Pues quién tenía delante de mis ojos no era otra que Catwoman...

A diferencia del resto de invitados, el pésame de Selina Kyle me resultó mucho más triste y sincero. Sabía que conocía al murciélago… quizás no como nosotros le conocíamos, pero sí con más profundidad que los que no eran de su familia. La gata era algo más para Bruce que una ladrona de guante blanco a la que perseguir de azotea en azotea.  

— Nadie a quién pudieras hacer frente…— respondí, con la vista puesta en la tumba en la que rezaba el nombre de mi padre adoptivo. Después devolví la mirada en dirección a la mujer, pero me la devolvió mi propio reflejo en sus oscuras gafas de sol. — Trigon… durante la invasión demoníaca. Y no sólo él… también lo hizo el resto de la liga…—Confesé en un débil susurro, esperando que la lluvia empañara suficiente mis palabras para que no se notara mi flaqueza.

— Ahora estamos solos frente a una guerra en la que parece que tenemos todas las de perder…

Nunca antes me había sentido tan abatido y tan carente de esperanza. El siempre alegre y positivo Dick Grayson se había ido de vacaciones. Ni siquiera me atrevía a sonreír para aparentar. Necesitaba un breve respiro. No todos los días entierras a tu padre por segunda vez el mismo año…