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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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Kim HwaJae
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MensajeTema: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime19th Mayo 2020, 18:35

09 de Noviembre del 2018

Para muchas personas es difícil comprender cómo se toman ciertas decisiones que dificultan el bienestar en favor de otras. Cuando se puede actuar con lógica es muy fácil decidir qué es lo que se debe hacer pero cuando las necesidades vitales entran en juego, el tema de tenerlo todo claro es más una fantasía que una realidad.

Si algo me había enseñado esa temporada que pasé jugando a los sims en los ordenadores de prueba de los centros comerciales, es que si dejas a una inteligencia artificial que se supone que representa el comportamiento de una persona real morirse de hambre, de sed, de sueño y a punto de cagarse, lo único que consigue es que se lo haga encima, se haga una bola sobre su propia orina y se eche a llorar como un bebé inconsolable. Mientras tanto, tú, que eres la mano ejecutora de todos sus males te preguntas que impide que un hombre adulto funcional sea incapaz de darse cuenta de que el baño tiene un grifo del que puede beber, que la cocina está solo a dos metros con sándwiches de queso fundido recién preparados en la encimera, y que el mal olor de la cagada se evapora con una buena ducha y ropa limpia. Luego a dormir y todo solucionado.

Si alguien hubiera podido hacerme un seguimiento, sin duda se preguntaría porqué coño había renunciado a dormir en una confortable temperatura de entre 15 y 18 grados y bajo techo, lo cual habría podido conseguir si no me hubiera marchado de Nueva York, para acabar metida en una construcción de cajas de cartón forradas en poliexpan para impedir la humedad, en un Chicago en el que hacía un frío capaz de helarte el culo. La respuesta, además de ser estúpida, no era toda la realidad. En Chicago estaba la mejor deep dish pizza del mundo, justo en el Giordannos. La mayoría de noches estaban demasiado ocupados sirviendo para darse cuenta de que una niña rondaba las mesas vacías llevándose los restos. Pero hoy no. Hoy había sacado dinero suficiente y pensaba pedirme una pizza entera para mi sola, llena de jamón, queso, y esas pequeñas albóndigas de carne que estaban de rechupete. Me daría ese capricho, porque ya que no estaba allí por gusto, intentaría sacar provecho.

Puto Mephisto y putas tareas de mierda... Otra noche de caza.

[---]

En uno de los áticos mas populares de Chicago, los camareros servían con la diligencia a los presentes de tan esperado evento. Era una noche para celebrar las antiguas campañas exitosas, y para dar paso a las nuevas caras que estarían repartidas en cada vaya, cada revista, cada anuncio y cada fotografía del corazón, si es que conseguían apalabrar algo con algún otro famoso o, en caso de un milagro, que se enamoraran de corazón de alguien con cierta notoriedad. Todo era exquisito, las bandejas con los canapés ridículamente pequeños se deslizaban de un lado a otro. Los hombres comían y brindaban con regocijo, mientras las mujeres se limitaban a posar con sus copas llenas de un champán que no terminarían, porque el alcohol fija las grasas, y deseando en su fuero interno ser capaces de ser menos restrictivas con sus dietas, para poder probar esos pequeños huevos de codorniz rellenos que un cocinero de alto standing tanto se había esmerado en preparar. Algunas se daban ese capricho, sabiendo que mas tarde le pasaría factura, pero eran los menos. No llegabas a nada en ese negocio sin un control enfermizo de tu dieta.

Un hombre bien parecido vestido con un traje de diseñador y de unos 45 años de edad, se subió al pequeño escenario improvisado que habían montado con una pequeña tarima forrada en una hermosa alfombra color crema con detalles florales en tono oro, y un gran telón de espesa tela blanca.

- ¡Bienvenidos todos! Les doy las gracias por haber asistido a mi fiesta, y que así podamos celebrar otro cierre de campaña estupendo. Este otoño ha sido movidito, pero todos hemos hecho el mejor de nuestros esfuerzos y eso se ha notado. Nuestros clientes han crecido, al igual que sus negocios, y gracias a todo nuestro trabajo hemos hecho posible ampliar nuestro book de profesionales. A todos mis mas sincero agradecimiento. ¡Brindemos por otro año de crecimiento, salud!- dijo alzando su copa, que le tendió una mujer hermosa unos 28 años mas joven que él. - Ahora quisiera robarles unos minutos de su tiempo. Todos sabemos que este negocio no permite un instante de pausa, pero haré que merezca la pena. Es momento de mirar hacia el futuro, el otoño es una época de renovación, de librarse de lo viejo y dejar que llegue la siguiente campaña con un soplo de aire fresco. - El hombre parecía realmente emocionado, y cuando se recordara nadie tomaría en cuenta el hecho de que con esas palabras algunas mujeres y hombres se despedirían del negocio para siempre. Así se objetificaba y traficaba con las personas como objetos. Eras como las hojas de un árbol. Te marchitabas, y entonces te barrían, te desechaban y sólo cabía esperar los brotes verdes. - Me gustaría presentarles en primicia a la que será nuestro rostro invernal, cabeza de book y modelo rebelación de este año y también el que viene. ¡Un aplauso para Varenka Solovieva Mikhailova, o como nosotros la llamaremos, Nika.- El telón se abrió y las luces superiores se encendieron, permitiendo ver un espacio que habían dividido mediante el telón. La mujer que aguardaba al otro lado era despampanante. Su silueta sinuosa se veía potenciada por un vestido de alta costura de corpiño bordado en hilo de oro salpicado en cristales de Swarovski que dejaba caer desde sus caderas una hermosa cascada de etéreas gasas rojas con cola desmontable, colocada a la perfección por expertos en imagen. Su melena había sido construida al milímetro en un recogido rizado que caía sobre su espalda desnuda, llevaba una colección de joyas de James de Givenchy hechas para la ocasión y un fuerte maquillaje que resaltaba la delicadeza de sus ojos azules, y sus seductores labios rojos. De no ser por que la mujer hizo una breve reverencia con la cabeza y sonrió desde su posición hacia las cámaras que estallaron en un millar de flashes, habría dado la impresión de que se trataba de una imagen ficticia, una belleza incorruptible.

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Elian Iquelo
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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime25th Mayo 2020, 00:27

Elian había perdido la cuenta de la cantidad de eventos de aquél estilo a los que había acudido con el paso de los años, e, invariablemente, resultaban siempre más de lo mismo. Año tras año se erigía a una nueva reina de la belleza, entregándole la corona que hasta hacía unos minutos había pertenecido a otra. En cuanto a lo que pasaba con la estrella desterrada, si aún era suficientemente joven y bella, continuaría siendo imagen de marcas más modestas y sobreviviendo como buenamente pudiera hasta que la edad y la crueldad de aquella industria acabaran con ella. Si no, directamente sería arrojada al barro de la mediocridad de la que la habían sacado, sin el menor reparo o la menor piedad.

El íncubo no podía experimentar sentimientos, así que en realidad todo aquél frío y despiadado proceso no le inspiraba más que sorpresa ante la crueldad que podía mostrar en ocasiones el ser humano con los miembros de su propia especie. Sí, Elian había matado, y mucho, en su pasado, e incluso alguna vez se le había escapado la mano no hace tanto tiempo, pero para él era sólo alimento, como el león que caza en la sabana africana. El ser humano en cambio podía alcanzar unas cotas de brutalidad que le resultan bastante sorprendentes.

La única razón por la que seguía acudiendo a aquellos eventos era porque el mundo de la moda, tan repleto de diseñadores, fotógrafos, estilistas, maquilladores y modelos, solía ser un magnífico escenario para alimentarse. Sin ir más lejos, el apuesto hombre que se encontraba en aquellos momentos sobre el escenario había compartido más de una vez su lecho de sueños. Roman Steele, el diseñador homosexual de tez morena, peinado desenfadado y enigmáticos ojos azules había protagonizado cierta fantasía sexual que giraba en torno a un lienzo, pinturas corporales y cinta métrica de costura. De él había obtenido suficiente energía vital para mantenerle saciado durante días. La mirada del diseñador se cruzó con la suya y, al ruborizarse, Elian no pudo evitar recordarlo tal como lo había visto en su sueño: medio desnudo y maniatado con la cinta de costura mientras él iba pasando el pincel cubierto de pintura por su cuerpo... Entonces había tenido el mismo delicioso rubor cubriendo sus mejillas.

Elian se sonrió con malicia, pero la sonrisa se desvaneció en cuanto se abrió el telón.

A Elian la belleza física nunca le había importado, porque lo que de verdad le atraía a él, la característica humana que resultaba más irresistible que cualquier cuerpo de infarto era la creatividad. Para él, una humilde y desafortunada escritora como Martha podía resultar más hermosa que la modelo más despampanante del mundo. Y, sin embargo, había algo en aquella mujer que hacía que no pudiera apartar la mirada de ella. Era algo... magnético, casi antinatural. Sus ojos se desviaban irremisiblemente hacia aquellos labios rojos como la sangre que destacaban entre la blancura de su piel y el rubio del cabello como un rubí en un lecho de flores de cerezo y no podía evitar pensar cómo sería besarlos... de verdad, no en un sueño. Su mirada siguió descendiendo por aquél cuerpo perfecto enmarcado en un vestido que se derramaba como un río de sangre sobre la alfombra de color crema. A pesar de haber estado bebiendo, sintió la garganta repentinamente reseca. Dejó la copa de champán en la bandeja del primer camarero que pasó por su lado y aflojó mínimamente la presión de la corbata sobre su garganta. Desde el escenario le pareció que la mujer le miraba y esbozaba una sonrisa depredadora... casi como si pudiera percibir cómo se sentía.

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Kim HwaJae
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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime28th Mayo 2020, 03:39

Mientras su silueta se dibujaba una y otra vez, recortada por los efectos que los destellos creaban sobre ella su rostro vario con diversas sonrisas para acabar con un guiño juguetón que arrancó una suave ovación entre el público, como si fuera un gesto inesperado pero que hablaba de su carácter un tanto inconformista para con el protocolo. Un momento de frescura en una situación de elegancia que a todos les pareció casi adorable. Después de la toma principal, el presentador alargó la mano hacia ella para que le fuera mas sencillo descender del entarimado. Era algo digno de esperar pues la mayoría llevaban zapatos tan altos que casi debían hacer equilibrismos, el hecho de que fueran capaces de desfilar con ellos era en sí un talento. La modelo posó su mano con la livianidad de una caricia en la del hombre, y todos envidiaron la sensación que debió de producir que esa piel de porcelana le transmitiera su calidez. No parecía necesitar ese apoyo, si no que lo tomó por cortesía pues se deslizaba con la elegancia con que un cisne lo hacía sobre un estanque de agua clara. Como si no le costara el menor esfuerzo ser una absoluta belleza.

La fiesta volvió a su cauce, la música llenó el espacio de manera ambiental, mientras facilitaba un nivel de animada conversación. Las modelos hacían pequeños corrillos, los modelos charlaban animados, dándose suaves palmadas. Agentes, fotógrafos, prensa, todos disfrutaban de la compañía de la "gente hermosa" mientras a la vez intentaban recordar que muchos no estaban allí por placer, si no por trabajo.

Nika brindó con una copa de champán y charló con un par de grupos. En el transcurso de su socialización, aún tuvo tiempo de intercambiar un par de miradas más con Iquelo. Cada vez que se encontraban sentía que le atravesaba y era capaz de ponerle la piel de gallina. Había un extraño secreto en esos ojos claros, una especie de enigma invitador que parecía poder solucionarse si se atrevía a aproximarse e intercambiar unas pocas palabras con ella. De pronto la mera idea de escuchar su voz se le antojó un placer insuperable y tuvo el convencimiento de que no había nada de esa rubia fantasía que no deseara poseer. Quería sus miradas, su voz, su risa y su tacto. Compartir con ella un brindis en silencio mientras por primera vez construía un mundo onírico a su medida en el que vertía todos sus esfuerzos. Por un instante, casi creyó que ella era así mismo un sueño... Su sueño.

Para él se convirtió en un manjar delicioso en el que todos querían meter sus sucias y avariciosas manos. Si le pareció inaccesible, sus deseos de aproximarse acabarían por prevalecer sobre su miedo al rechazo, si es que podía albergar algo así. Durante un instante creyó que la había perdido entre la gente. Su ausencia se le hizo insoportable, como la idea de haber dejado pasar una oportunidad irrepetible, pero encontró la estela de su traje rojo dirigiéndose hacia el gran ventanal a través del que se salía a la terraza. Allí la encontraría, sin compañía, guarecida en la tenue luz blanquecina de los puntos dispuestos para propiciar la intimidad de los invitados. Apoyada sobre la barandilla con una mano, mientras con la otra se aproximaba la copa a sus labios carmín, dejando en ella un beso por el que muchos habrían matado... y muerto.

La suave corriente de aire invernal meció su pelo, y la sedosa tela que cubría su cuerpo dibujó un extraño oleaje cubierto de estrellas y brillos. Una imagen tan perfecta que ni él habría sido capaz de construirla mejor.

No cruzó ni media palabra, pero sus ojos volvieron a encontrarse... y una sonrisa bastó para invitarle.

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Elian Iquelo
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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime7th Junio 2020, 01:18

Debido al hecho de que Elian no podía experimentar emociones profundas y a que únicamente se guiaba por su instinto de depredador, la belleza no era algo en lo que normalmente reparara. El hecho de alimentarse le resultaba tan placentero en sí mismo que no experimentaba el anhelo de involucrarse en actos carnales con ningún otro ser, y ante la necesidad tan perentoria en aquellos días de ser prudente para evitar atraer la atención indebida hacía tiempo que había renunciado a aquellas prácticas debido a que resultaban invariablemente en la muerte de su pareja de cópula. Como depredador, resultaba infinitamente más atrayente una creatividad alta que una apariencia física deslumbrante, ya que la energía vital de las primeras era más poderosa y más elevada, por lo que podían nutrirle más durante más tiempo sin terminar en la muerte de la víctima.

Sin embargo, por alguna razón no podía apartar la mirada de Nika mientras se deslizaba como flotando por la estancia, con una gracia etérea que parecía irreal... Como un sueño. Sólo que él sabía que no era un sueño. Aquella mujer gloriosa era real, real como la sensación que le recorría la espalda, helada y ardiente a la vez, cada vez que sus miradas se cruzaban. ¿Cómo podía ser? Normalmente era él quien inspiraba esas sensaciones en los demás. En toda su existencia no recordaba haberse sentido así de cautivado por ningún ser únicamente por su apariencia física. Sabía que era una locura y un riesgo innecesario, dadas las sensaciones que evocaba en él, pero no podía evitar el impulso de querer acercarse a ella, escuchar su voz, aspirar su aroma, rozar la suave seda de su piel... Sacudió la cabeza tratando de interrumpir el caudal al que estaban derivando aquellos pensamientos. No podía evitarlo. La veía y no podía evitar imaginarla desnuda sobre su cama, su blanca carne reverenciada por las sábanas carmesíes, un lazo escarlata sujetando sus tiernas muñecas contra el cabezal, una venda sobre sus ojos, su rubio cabello derramándose por la almohada como una cascada de oro mientras él dibujaba un sendero de besos que empezaba en sus labios rojos y continuaba por su cuello para terminar en las cumbres rosadas de aquellos pechos perfectos...

Por las mil personificaciones de los sueños... ¿Estaba fantaseando con aquella mujer? No podía ser, y, sin embargo, la dolorosa presión en sus pantalones parecía indicar lo contrario. Caramba... aquello era de lo más embarazoso. No recordaba haber experimentado manifestaciones físicas involuntarias de aquella índole jamás.

- ¿Cuál es tu secreto, Varenka Solovieva Mikhailova? -musitó entre dientes, con una mezcla de intriga y frustración, sensaciones ambas que no solía experimentar con frecuencia, y que dejaron un regusto amargo en su paladar cuando durante varios angustiosos minutos la perdió entre la multitud.

La amalgama de tumultuosas sensaciones que le embargó justo después fue lo único que necesitó para convencerse de que, a pesar de todas las voces en su cabeza que le gritaban que era una mala idea, necesitaba acercarse a ella, averiguar más de ella, beber de su divina belleza y esperar que fuera suficiente con poseerla en sus sueños. Y, si no lo era... bueno, por alguien como ella estaba dispuesto a correr los riesgos. Aquella mujer era como un plato de alba blanca, y aquello era algo que merecía ser saboreado fuera cual fuese el coste.

Por eso, en cuanto distinguió de nuevo el brillo de los cristales de Swarovski sobre el etéreo vuelo de las gasas rojas siguió su estela hacia la terraza donde, incomprensiblemente, la encontró sin compañía. El depredador en su interior rugió ante la visión de aquella deliciosa criatura a solas en un entorno parcialmente iluminado como aquél. Sus ojos se ocurecieron por el deseo y avanzó hacia ella con la seguridad de quien está acostumbrado a conseguir siempre lo que quiere, aunque no pudo evitar sentirse fascinado por la sensación de irrealidad de toda la escena. Elian no podía soñar, y, sin embargo, de alguna manera estaba empezando a cuestionarlo...

Ante su muda invitación extendió dos dedos para tocar con su dorso la blanca tersura de su mejilla en una caricia tan suave y liviana como el roce de las alas de una mariposa, fijando sus ojos azules como un mar profundo en los de ella.

- ¿Eres real...? -musitó-. ¿...o un sueño...?

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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime8th Octubre 2020, 17:46

La jugada no era del todo fácil. En general hay mucha gente reticente a hacer caso a los críos, y los que si les prestan atención casi nunca es para bien. En el sector hostelero hay una especie de norma no escrita que consiste en obviar a las criaturas hasta que se confirma que van con sus padres, como si un niño con 6 dólares no fuese capaz de pedir por sí mismo un banana split. En la puerta del Giordanos había un tipo fumando un cigarrillo y escribiendo mensajes frenéticos en su móvil. Vete a saber. Una novia que no contesta, un jefe que es imbécil. Motivos tenía seguro. Lo que me importaba es que me servía. Entré en la Pizzería y esperé mi turno, y cuando llegué al mostrador hice mi mejor esfuerzo por asomarme sobre él, apoyando ambas manos en la barra. Sonreí, porque es el único estado natural de un niño que está a punto de comer pizza. A menos que sean celiacos. Pobres desgraciados.

- ¡Una pizza por favor! - el hombre al otro lado de la barra me miró con esa sonrisa condescendiente que los adultos ponen a los niños, y que a mi me daba ganas de hacerle tragar el servilletero.

- Claro, princesa. ¿De qué la quieres?

Abrí los ojos mucho y me di en la frente con la mano en un ademán exagerado. A los niños les encanta repetirlos cuando los ven en la tele y ven que a cualquier adulto del que pueden tener un poquito de atención les resulta gracioso.

- ¡Ay, caramba! - imité un popular latiguillo de una serie animada. - Se me ha olvidado. ¡Un momento!- salí corriendo. El dependiente me vio desaparecer tras la puerta, intercambiar unas palabras con el hombre que fumaba y volver a entrar. - Pizza de jamón y albóndigas con extra de mozarella. - mi tono pizpireto hizo que el hombre riera, me cogiera el dinero y me diera el cambio con una gran sonrisa tierna. Lo triste es que el imbécil creía de verdad que estaba presenciando algo adorable.

[---]

La mujer rió, con la melodía de una obra perfecta cuya orquesta interpretaba sólo las notas idóneas. El más hermoso sonido tenía sólo un instrumento. Sus cuerdas vocales. Dejó que el mar de los ojos de él hiciera contacto con los propios, estanques de agua clara. En esos misterios se ocultaban sirenas y náyades, fantasías sin límite que le invitaban a olvidarse de la seguridad de la tierra, que amenazaban con embelesar a Elian de tal modo que no se daría cuenta de cuándo o cómo le devorarían las aguas. No se espantó de su contacto, mas bien al contrario. Cuando sus dedos pasearon sobre la piel de su mejilla, inclinó el rostro hacia ellos cerrando los ojos. Su pecho se elevó al respirar en profundidad, y la comisura de esos labios rojos se elevó con suavidad escondiendo con una sonrisa sus besos. No hay depredador que no disfrute del aroma de su presa.

"Me parece que este va a ser intensito."

Sus ojos azules volvieron a abrirse, y un rubor encantador le pintó las mejillas dándole los últimos toques a la perfección de su figura, con la belleza irreal que sólo los artistas son capaces de ver, sentir, crear y plasmar en sus pinturas.

"Bueno, no importa."

Sus labios se entreabrieron, como se abren las nubes del cielo después de una tormenta, otorgando de nuevo la bendición de la luz.

- Me gusta pensar que soy real.- su respuesta parecía simple, pero escondía mas de lo que Elian podría imaginar. - Por que... ¿Qué sería de mi si fuera un sueño? - le preguntó al tiempo que su mano se elevaba para abrazar la que él había utilizado para acariciar su propio rostro, no en su totalidad, sólo con el leve contacto de las yemas de sus dedos contra sus nudillos. Los surcó con la dulzura de una madre, la timidez de una virgen, el cariño de una esposa y el ardiente deseo de una amante. Todo lo que él pudiera desear, ella lo era. Podía serlo para él. - Los sueños... son silencios. Anhelos secretos, deseos escondidos. Todo lo que no tenemos valor de materializar. Todo lo que querríamos alcanzar, pero se escapa entre nuestros dedos. - improvisó, mientras su rostro giraba, para acariciar esta vez con su mejilla la mano de él. - Si fuese un sueño...- susurró para él, misteriosa y sugerente, al tiempo que acariciaba con sus labios rojos el dedo índice deslizándose por él hasta dejar escapar la yema con un vacío insoportable. Regando en él su calidez, antes del frío de su marcha. - Si lo fuese... No podrías sino dejarme escapar...

[---]

Había tenido bastante de ese día de mierda. Se lo había dejado muy claro a Wanda. Si él escribía, ella contestaba. ¿Qué coño estaba haciendo, joder? ¿Estaría por ahí zorreando como siempre? ¡El se merecía un respeto! ¡Llevaba dinero a casa! ¿Y qué hacía ella mientras? ¿Aprovechar cualquier oportunidad para joderle, para dejarle en ridículo? ¡Pues no volvería a pasar!

La puerta a su lado se abrió. Una niña china salió de allí y se giró a mirarle. Cerró la puerta tras de sí.

- Perdone, ¿Podría darme la hora?

- ¡Pierdete, niñata! ¡Vete a tu puto país!- exclamó dejando salir toda la bilis que no podía descargar con su "querida" Wanda.

- Bueno. Eso ya me vale. - respondió la niña del diente partido sin más, antes de volver a entrar.

Volvió a mirar el móvil con los ojos inyectados en sangre.

Wanda
En línea

- ¡Que contestes de una puta vez joder!

Wanda
Escribiendo...

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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime1st Diciembre 2020, 00:37


En todas las décadas que llevaba sobre la Tierra, no había conocido jamás una criatura más perfecta que aquella. Su risa resonó en sus oídos como la cadencia perfecta de las notas de un arpa hecha de oro, y sus ojos encerraban el misterio de los mares más profundos. Las níveas cumbres de sus senos se elevaron con un suspiro ante sus besos, incitando sus pasiones más profundas, aquéllas que llevaban años aletargadas y que ahora se removían agitando un insospechado calor en sus entrañas.

Durante años se había alimentado de la creatividad de autores y artistas, pero lo que tenía ante sí era puro arte encarnado. No el talento en bruto de su creador, sino la obra de arte en sí. Una Galatea de carne y hueso.

- Me gusta pensar que soy real. Porque... ¿qué sería de mí si fuera un sueño?

Sus dedos acariciaron sus nudillos con la levedad etérea del vuelo de una mariposa, y aún con tan efímero roce, consiguieron sembrar un reguero de fuego en su piel.

- Los sueños... son silencios. Anhelos secretos, deseos escondidos. Todo lo que no tenemos valor de materializar. Todo lo que querríamos alcanzar, pero se escapa entre nuestros dedos -dijo, mientras se entregaba a su contacto- Si fuese un sueño... -sus labios, carnosos y sugerentes, capturaron sutilmente su dedo índice, recorriéndolo en toda su longitud con una caricia ardiente que se vio reflejada en sus ojos al mirarle-. Si lo fuese... No podrías sino dejarme escapar...

Desde dentro les llegaba el sonido ahogado de las conversaciones, risas y tintineo de cristales de los invitados al evento, pero todo aquello parecía muy lejano. Completamente solos en la serenidad de aquella terraza, el insidioso juego de coqueteos que se traían entre los dos estaba dando paso, poco a poco, a algo más. Eran dos arañas tratando de atrapar a su presa en su red, ignorantes del hecho de que ambos eran, en verdad, depredadores.

Elian no había encontrado jamás a nadie capaz de igualarle en aquél juego de seducción. Por lo general era él quien llevaba el control de la situación, pero ahora de alguna manera sentía que era ella quien llevaba las riendas, y eso le ponía nervioso. Bueno... a aquél juego podían jugar los dos.

Yo soy un sueño, un imposible -recitó mientras rodeaba el cuerpo de la mujer para situarse a su espalda, apartando con la mano un mechón de cabello para dejar el blanco y estilizado cuello al descubierto-, vano fantasma de niebla y luz -mientras hablaba, se inclinó para rozar levemente la piel con sus labios, tan cerca de ella que podría notar la calidez de su aliento en su nuca-. Soy incorpórea, soy intangible -continuó al tiempo que su mano diestra iba recorriendo muy lentamente su pierna derecha, llevándose consigo las gasas rojas que contrastaban más aún contra la blancura de sus muslos-. No puedo amarte. ¡Oh ven; ven tú! -exclamó en voz baja, finalizando así el conocido verso final de la rima de Gustavo Adolfo Béquer. Su cuerpo estaba ahora completamente pegado al de ella, de manera que la mujer podría notar con total claridad la firme resistencia que el cuerpo del hombre ejercía contra la parte baja de su espalda, una dulce firmeza que la demonio conocía extremadamente bien...-. No todos los sueños son etéreos e inalcanzables -le susurró al oído, y su aliento era tan ardiente como lo habían sido los labios de ella contra su piel.

Los finos y estilizados dedos de su mano izquierda se entrelazaron durante un instante con los de la mujer, sólo para dejarlos escapar cuando rompió el contacto con su cuerpo, alejándose de ella.

- Si quieres saber más, te espero en el observatorio. A éstas horas el acceso turístico está cerrado y tendremos las gloriosas vistas de Chicago sólo para nosotros... Siempre que consigas librarte de la prensa... -añadió con una encantadora sonrisa y un guiño antes de regresar al interior del salón de convenciones de la Torre Willis y desaparecer en dirección a las interminables escaleras que conducían hacia el observatorio, en el piso 103.

Quizá no todos los sueños fueran inalcanzables, pero nadie dijo que fueran a ser fáciles de alcanzar.

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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime4th Diciembre 2020, 01:11

Tuvo que reprimir la necesidad de lamerse los labios. No sólo porque era un gesto que solía utilizar sólo como reclamo, si no también porque tal y como lo habría hecho habría delatado algo que en nada tenía que ver con la sensualidad y el erotismo. Aunque en cierto modo lindaban de manera muy estrecha. Hambre...

Cuando el hombre la rodeó, despejando su cuello, uniendo su cálida espalda a la suya, atreviéndose a asomarse a la piel escondida bajo las capas de tul sangrante cubierto de estrellas, casi podía saborear la vida que poco a poco le arrebataría de entre los labios en el mismo instante en que entraran en contacto. Fantaseaba, pero no como al pobre incauto le hubiera gustado. No. Mientras él soñaba con su piel, sus pechos desnudos sobre su torso y sus labios llenos de un aliento que sonaba con la dulce melodía que se podría escuchar tan sólo en el jardín de las delicias, ella imaginaba la delicadeza de un beso que se volvía el último, al tiempo que la vida se escapaba poco a poco de su cuerpo mortal. Imaginaba el reguero ardiente de su energía deslizándose a través de su propio cuerpo, haciéndola sentir revitalizada, deseada y joven. Esa perspectiva, junto con la presión a su espalda, le hizo erizar la piel. Elevó el cuello hacia atrás apoyada en él mientras permitía que su aliento se vertiera en sus oídos, cargado por las poéticas palabras de un hombre muerto. Desprendía ese calor digno de los varones jóvenes, en el cenit de su plenitud, que se creían invencibles, triunfadores, y cuyos deseos eran implacables. Eso quería para sus labios.

Un irrefrenable aliento lleno de sueños.

Sin embargo, la sorprendió cuando con un rápido gesto se separó de ella, en una amarga despedida que se le antojó desafortunada. Se mordió los labios con una expresión deseosa casi insoportable, y un sonrojo adornando sus mejillas sonrosadas por la carga sexual. Así se lo parecería a él. Estaba haciendo un extremo ejercicio de autocontrol por no efectuar su carrera demasiado rápido. Como los felinos, tenía que aproximarse con cautela hasta el momento oportuno.

"Miserable jugador..."

Lo maldijo en su mente, por haber tenido la osadía de posar la miel en los labios de la bestia hambrienta. Su muerte sería dulce, pero más larga de lo necesario. Así se cobraría la injuria de su espera.

No le siguió enseguida, si no que se giró observando la ciudad desde la terraza, como si aún necesitara unos instantes de silencio para digerir la intensidad de lo que acababa de vivir. Contemplaba las amarillas luces que iluminaban su coto de caza personal con una suave sonrisa en la cara, que se afiló de forma repentina con un matiz peligroso que hizo que sus dientes parecieran, por apenas un segundo, mucho mas afilados de lo que eran en realidad. Esperaría...

Esperaría...

[---]

Cargaba la caja como si hubiera significado algo sagrado para mi, aunque la verdad es que era lo más parecido a algo milagroso que yo había presenciado. Pocas cosas rivalizaban con la comida caliente. Me deslicé al exterior, con mis dos latas de refresco y un par de helados de los buenos de Ben&Jerry colgando en una bolsa que llevaba en en codo. Traté de quitarme enseguida de donde estaba la luz. Si pudiera conseguir un buen sitio en el que comer tranquila y sin congelarme ya me harían la noche. Crucé la calle y estaba a punto de girar cuando vi que en uno de los laterales del edificio contiguo no paraba de entrar y salir gente por una puerta lateral que parecía casi de emergencia. Un chico estaba fumándose un cigarro, mientras charlaba con otros dos. Al parecer eran los curritos y hoy tenían jaleo. Hablaban de algo como un evento en el ático, algo que no debería sorprender a nadie. En Chicago había mas fiestas a ras del cielo que del suelo. Vi mi oportunidad muy clara. Mientras ellos continuaban de cháchara entré con disimulo en el interior como si ese fuera mi sitio. Nadie pregunta nada la mayoría de veces si finges seguridad suficiente, aunque teniendo pinta de cría la cosa se complica más.

Premio.

La zona daba a unas escaleras de incendios que en otros tiempos habrían sido las del servicio. Era un edificio alto, pero había un ascensor antiguo que habría permitido subir de dos en dos. Contemplé como un par de hombres descargaban cajas y luego presionaban el botón superior, donde seguro que había otros dos esperando para descargar. Tal vez no les importara que me marcara la del polizón. Esperé que mandaran el ascensor abajo, me subí y pulsé un par de pisos por debajo del último. Así no correría el riesgo de que me molestaran durante la cena. Me bajé, y marqué el piso inferior de nuevo. Bastante tenían con estar pringando para una panda de estirados por una miseria de sueldo, como para que yo les puteara más. El rellano era acogedor y bastante cálido en comparación con la calle. Me senté en la escalera a un lateral, abrí la tapa de la caja de pizza y aquello empezó a soltar un aroma embriagador que me hizo salivar al instante. Me sequé las manos en la sudadera, saqué los refrescos y el helado de la bolsa, disponiendo todo al alcance de la mano.

Me moría de hambre. En serio.

[----]

No había sido fácil para la criatura conseguir sus propósitos. Nada mas entrar de nuevo, los flasehs, las cámaras, las presentaciones y las atenciones habían flotado de nuevo de un lado a otro. Había pasado casi una hora y media desde su encuentro en la terraza. Su intención era hacer esperar, pero no quería arriesgarse a perder a su presa. Tras haber efectuado todos los protocolos oportunos, incluido cambiarse de vestido por uno que le permitiera mayor comodidad durante la recepción, pues nadie de la agencia quería arriesgarse a estropear aquella obra de arte llena de cristales de schvarovski, había conseguido que la atención recayera sobre los jefazos. Poco a poco los modelos dejaban de cobrar importancia para centrarse en los aspectos mas creativos, administrativos y técnicos de las futuras campañas. Algunos hasta habían comenzado a excusarse para marcharse. Todos saben que no hay nada más elegante que dejar una fiesta en su apogeo.

Ella cogió un par de copas de champán rosado, en las que introdujo dos fresas y se dirigió hacia el observatorio. Utilizando su habilidad redujo su influencia para poder pasar desapercibida, algo que le había resultado muy útil en algunas ocasiones para no despertar sospechas cuando alguna comida o cena se ponía particularmente intensa. Cuando se aseguró de estar sola, volvió a perfumarse en el glamour irresistible que los miembros de su raza desprendían de manera natural. El vestido negro dejaba entrever una de sus infinitas piernas a medida que caminaba, evocando un erotismo desenfrenado cada vez que el pliegue tentaba con la posibilidad de ver un centímetro más de su piel. Abrió la puerta con cuidado y se adentró en el observatorio, sin ningún temor.

Sólo deseando paladear mediante el olfato y el gusto el aroma de su víctima...

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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime27th Enero 2021, 01:43


El observatorio de la Torre Willis estaba cerrado al público a aquellas horas, sin embargo la súcubo encontró abierto el acceso, sin ninguna clase de vigilancia, ya que todos los guardias de seguridad estaban dispuestos abajo, donde se desarrollaba la fiesta. Inicialmente no distinguió al griego por ninguna parte, así que avanzó hacia la pared acristalada, observando los compartimentos con suelo de cristal que se asomaban al exterior, diseñados con el objetivo de crear la ilusión de estar flotando en el aire sobre Chicago...

Le sintió caminar a su espalda mientras observaba la prodigiosa vista de la ciudad iluminada a sus pies.

- Es hermoso, ¿verdad? -le dijo con su aterciopelada voz de barítono.

Sin embargo, si la mujer se volvía hacia él observaría que no estaba mirando hacia Chicago, sino que su mirada parecía intensamente focalizada en su rostro.

- Las vistas son aún más agradables desde donde estoy yo -añadió con una sonrisa seductora, confirmando aquella impresión.

Ella sonrió de vuelta, satisfecha de tener su atención, y le ofreció una de las copas de champán.

- Por los encuentros afortunados -dijo él, entrechocando ligeramente la copa con la suya antes de llevársela a los labios. Ella hizo lo propio, y, tras asegurarse de que aún continuaba mirándola, cogió la fresa de su copa con dos dedos y se la acercó a él a la boca, trazando el recorrido de sus labios primero con aire juguetón. Él la terminó atrapando entre sus dientes con un brillo salvaje en la mirada, pero en lugar de soltarla, la mujer tiró de ella, llevándose el resto de la fruta para introducirla en su propia boca en un gesto fluido y lleno de elegancia que le volvió loco.

¿Qué le estaba pasando? Sentía el deseo crecer dentro de él como un incendio descontrolado. Normalmente jamás se sentía así. Para él el sexo era sólo una herramienta que utilizaba para obtener su alimento, pero no solía experimentar verdadera excitación, no de aquella manera. Excitación por el reto, por la caza... Eso seguro. ¿Pero deseo físico hasta el nivel de resultarle insoportable? No recordaba que nunca le hubiera ocurrido. Por lo general eran sus víctimas las que se sentían así, no él.

En cuestión de un segundo la copa de champán se estrelló contra el suelo y el íncubo atravesó repentinamente la distancia que les separaba, empujándola con su cuerpo hasta que tuvo a la mujer acorralada contra la pared del mirador, con tan sólo una fina capa de cristal entre el vacío y ella y los brazos del empresario a ambos lados de su cabeza. La miró con los ojos azules oscurecidos por el deseo un instante antes de besarla con pasión, deslizando su cuerpo sobre el de ella mientras enterraba los dedos en su cabello y tiraba con fuerza para facilitar un mejor acceso. Su barba incipiente raspó la barbilla de la mujer cuando trazó a besos el recorrido hasta su oído, y, con sus manos sosteniendo fuertemente sus caderas contra él, le susurró, con la voz ronca:

- Te deseo... Aquí y ahora... Sobre el cristal... Etéreo... Como el sueño de Bécquer... -y añadió, bajando aún más el tono en su oído-: ¿Te atreves?

Ya no le importaba nada, ni la fiesta que se desarrollaba cien pisos más abajo, ni el hecho de absorber su deliciosa vida en su interior dejando tras de sí un cadáver famoso. No sería la primera modelo que, incapaz de soportar la presión, terminaba suicidándose en la cúspide de su carrera...

Qué gran tragedia.

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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime1st Febrero 2021, 02:28

Es difícil describir el placer de una forma que todos puedan entender. Es como una sensación que se extiende por el cuerpo, calienta la piel, enciende los sentidos, agudiza cada momento de la experiencia y a la vez también lo enturbia todo. Los sonidos, el resto de olores, incluso a veces las distracciones que deberían romper ese momento mágico. Notaba su sabor acariciando cada centímetro de mi boca, de mis labios, de mi lengua. Danzaba sobre ella dibujando fantasías, su calidez lo llenaba todo. Lo saboreé un instante, antes de separarme de él y contemplarle como si fuera la única cosa que podría hacerme feliz en la tierra.

Ese trozo de pizza era espectacular.

El queso estaba caliente formando esos deliciosos hilos que delatan su punto justo y dejaba escapar el vapor acariciándome las fosas nasales al masticar. La suave textura de las pequeñas albóndigas se mezclaba a la perfección con la salsa de tomate especiada con orégano, y entre esa delicia de pronto estallaba como en un fuego artificial que culminaba la mejor de las fantasías el sabor salado y la ternura del jamón. Era una sinfonía de sabores. Una obra de arte haciéndome pensar por un instante que mi miserable vida tenía sentido si podía comer un pedazo más.

Así de cerca estaba la lujuria de la gula. El deseo del apetito.

Así de importante era el placer para todos.

[------]

De no haber anticipado tanto el deseo de cobrarse por fin su pieza, una que le había obligado a trabajar bastante en lo que se refería a la espera, tal vez habría podido notar que sus besos eran algo menos satisfactorios que en otras ocasiones. No en el sentido de que fuera mal besador, ni mucho menos, ya que parecía experto. Si no más bien, en lo que a ella le importaba. La sensación de saciedad. No pensó con lógica, atrapada en un juego que desconocía que llevaba una doble dirección que continuaría ignorando, atribuyendo esa sensación insaciable a su propio apetito y no a una realidad con la que los dos estaban a punto de estrellarse de manera inevitable. Durante esa espera había conseguido que lo ambicionara aún más, lo cual empezaba a transformar los preliminares que para la súcubo siempre suponían un divertido juegueteo a una dilación casi insoportable.

El hombre la aprisonó contra el cristal, y tuvo que utilizar todo su autocontrol en no dejar escapar un gruñido que habría sonado mucho mas animal de lo que hubiera querido. En su cabeza ya estaba fantaseando sobre cómo sabría su energía, qué ruidos haría a medida que esta fluyera hacia su propio cuerpo llenando su carne y saciando por fin el hambre que había padecido los últimos días. Le encantaría oírle gritar en su último aliento. Como siempre, podría recorrer su mente un millón de ideas, y cuando sucediera por fin no se parecería a nada de lo que hubiera pensado. Siempre era mejor de lo que recordaba por vívidas que permanecieran en su memoria cada una de sus víctimas. Le atesoraría como había hecho con los demás, en un rincón recóndito de su ser, al que recurría cuando el hambre volvía a consumirla.

Se separó de ese beso que le supo a poco. No podía ser por él. Era un hombre sano, cargado de erotismo y deseo. Era su apetito, que con cada segundo que se demoraba amenazaba con convertirse en incontrolable voracidad. Jadeó de un modo que sin esfuerzo podía confundirse con el deseo, cuando la realidad era que la excitación de la cacería le llenaba el cuerpo. Nada sexual. Sólo puro instinto. Cuando se separó le hizo sentir una insoportable lejanía que no era tal, pues le prestó mas atenciones a su cuello, a su oído en el que escupió un reto que le pareció casi un insulto. Aquí y ahora. Como si hubiera podido existir alguna otra alternativa. Su mirada se prendió de deseo cuando ella le dio un firme empujón hacia atrás con los labios entreabiertos. Introdujo sus dedos en las pequeñas aperturas de los botones de la camisa y la abrió de golpe haciendo que de manera antinatural cada botón de la camisa se desprendiera de la misma, rebotando en el suelo con el ínfimo sonido de una salva de aplausos en miniatura. Cualquiera habría podido sospechar de que era algo extraño. Hasta los botones del cuello y los puños se habían caído. No permitió que pudiera pensar en eso. Agarró el cuello de su camisa y lo atrajo hacia sí, enterrando su cabeza rubia en su hombro, sembrando una serie de besos y mordiscos que culminaron en su barbilla. Acarició con su nariz la de él, mientras volvía a utilizar su cuerpo para aplastarse contra la pared de cristal y hablaba a poco menos de un centímetro de sus labios, donde sus dos alientos chocaban al límite de la lascivia, uno contra otro.

- No puedo seguir soñando. Demuéstramelo. Demuéstrame que no soy un sueño... Ni tu tampoco. - sus manos descendieron sobre su torso y agarraron con firmeza su cinturón, abriéndolo con una maestría que sería difícil de igualar hasta por una profesional de la vida alegre. Ambos se buscaron con necesidad. Su lengua volvió a beber de sus labios mientras buscaba culminar el contacto inferior sin separarse del superior. Incluso le ayudó a subirse y recolocar la falda del vestido de manera que pudiera acceder lo más rápido posible sin molestias.

Lo apretó contra sí con tal firmeza que creyó que sería capaz de alimentarse incluso a través de su piel. Entró en ella con un largo y prolongado gemido seguido de....

Un sopor que sólo podía superar su insipidez.

Y ahí ambos se percataron, por vez primera, de que habían cometido un terrible error.

[-------]

Acabé parte de la pizza, me bebí uno de los refrescos y acabé con los dos helados. Sentía la energía de la comida caliente llenando mi cuerpo y el subidón de azúcar excitando mi cerebro hasta que casi deseé tener algo en lo que volcar tanto ímpetu. La palabra que buscaba y que definía a la perfección como me sentía, pero que no conocía, era pletórica. Continué subiendo con los restos de la pizza en la caja, dispuesta a dejarla escondida en algún lugar en el que pudiera recogerlo. A través de una salida de incendios entreabierta acabé en una terraza. Mas allá parecía estar la fiesta para la que sin duda estarían trabajando esos pobres tipos de abajo. Había algunos asientos y tumbonas, y sólo un par de personas fumando un cigarrillo próximo a la puerta, que acabaron enseguida. Decidí dejar la pizza y el refresco restante tras una de las macetas e intentar colarme con toda la discreción posible en la fiesta, para localizar al individuo al que tenía que encontrar. Justo cuando estaba planteando mi aproximación escuché un golpe justo a mi lado que me asustó.

Un enorme trozo de cristal había caído justo al lado mío. ¿De donde coño había caído eso? Miré hacia arriba, a uno de los ascensores que subía a través de la fachada directo al observatorio. No habría sospechado nada si hubiera tenido la misma forma que el de al lado. Pero ese ya no parecía un cubículo cuadrado, si no una caja de la que sobresalían cada vez más estructuras alargadas. Se escuchó un extraño grito pavoroso que habría podido escucharse incluso sobre el claxon de un camión. Ese sonido me hizo estremecer. Toda mi piel se puso de gallina. No era un sonido que pudiera provenir de ser humano alguno.

Como una estrella fugaz que desafiaba la gravedad, su silueta llameante ascendió a través del cristal del edificio fundiendo su rastro alcanzando el ascensor, en el que se había activado el freno de emergencia cuando se había roto parte del espacio. Todo estaba cubierto de una extraña superficie bulbosa y varios apéndices como patas de araña que parecían tirar hacia fuera. Como si lo que fuera que hubiera allí se sintiera atrapado dentro del cristal y estuviera peleando con todas sus fuerzas por salir. Se deslizó por uno de los huecos abiertos para encontrar una escena tan dantesca que sin duda se ganaría un espacio de oro en el subconsciente de la portadora del Ghost Rider, a la que volvería en forma de pesadilla recurrente.

La súcubo estaba mezclando su forma original con la de batalla en una vorágine de bultos venosos, garras, patas, bocas y dientes mientras trataba de hacerse lo mas grande posible. Mantenía atrapada a una criatura difícil de definir y que por insólito que le pareciera, no se trataba de un demonio.

- Que coño es esto. - su voz se mostró lo bastante incrédula como para adivinar la expresión que cualquiera habría tenido de haber poseído un rostro completo, en lugar de la impertérrita calavera que prendió con más intensidad a causa de la perturbada imagen que se clavaba en su mirada hueca. Analizó la situación para darse cuenta de lo que estaba pasando en realidad. Sus dientes crujieron a causa de la repugnancia. Sólo había asistido a una situación tan atípica dos veces más antes en el cuerpo de esa portadora. Esa sería la tercera.

El principal motivo por el cual los súcubos entregaban sus virgos a sus príncipes y los íncubos sólo reproducen la simiente de sus duques. Evitar que puedan cometer el error de aparearse entre ellos por accidente.

Se deslizó dentro de la cabina y contempló la unión. Ella mantenía apresados sus labios clavando sus colmillos alrededor de ellos. La parte inferior de su cuerpo se había convertido en una segunda boca dentada cuya silueta se había hinchado hasta la forma de una sandía. Esa cosa efectuaba sin parar sonidos de succión sin éxito. Ese gran tamaño delataba que se estaba congestionando. Estaba haciendo esfuerzos por sacar un alimento que no podría adquirir de otro modo. Mantenía asida toda su zona baja de su acompañante. No iban a poder separarse por sí solos. Tuvo que reflexionar durante un instante, porque una opción a valorar era dejarlos tal cual hasta que se consumieran el uno al otro y los dos acabaran por morir, aunque dependiendo de la energía vital que les quedara eso podía llevar mucho tiempo. Tanto como para que el público se enterara del suceso. Sólo una cosa le retuvo de hacerlo, y era el hecho de que desconocía qué era su acompañante, pues su procedencia no era demoníaca en absoluto.

- Joder...- gruñó antes de trepar por ellos. Sus manos de hueso se introdujeron en el interior de los dientes de su boca y comenzó a tirar. Tenía una fuerza descomunal y a pesar de ello los demonios de la lujuria solían modificar sus morfologías de manera que hasta para Él era difícil encontrar el modo de soltarles de sus presas sin matar a la víctima en el proceso. Sus dos cabezas se separaron con un crujido, y se dejaron caer hacia atrás inconscientes. Ahora debía soltar el segundo punto de anclaje.

De nuevo dos manos se colocaron en torno a la zona baja de ambos y repitió la operación. sus músculos se tensaron, tratando de retener con fuerza lo que su naturaleza le seguía diciendo a su instinto que se trataba de una presa que no debía dejar escapar. Tiró con mas fuerza y la súcubo dejó escapar otro grito agónico. No iba a dejarle escapar. Había que cortar el influjo. Rodeamos el apéndice hinchado con la cadena y tratando de asfixiarlo. Se endureció al contacto mientras presionaba más hasta escuchar el segundo crujido. Algunos de sus dientes se cayeron al soltarlo.

Los dos participantes en ese coito de pesadilla volvieron a la vida con la agónica necesidad de tomar aire, como si hubieran pasado una eternidad respirando de un tubo de escape. Ella gritó, al tiempo que su silueta comenzaba a normalizarse en la realidad que escondía bajo una ilusión que creía que había atraído a su presa hacia su muerte, cuando en realidad había estado a punto de destruirlos a los dos. Temblaba con tal virulencia que se dejó caer a cuatro patas mientras volvía a ganar el control tras la peor comida que había experimentado jamás.

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Última edición por Kim HwaJae el 30th Septiembre 2021, 02:33, editado 2 veces
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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime26th Marzo 2021, 00:58

Ella correspondió a su anhelo con un ansia salvaje y una pasión desmedida que, de no haber sido imposible, habría podido jurar que superaban las suyas. Aquél anhelo desesperado y ardiente se parecía demasiado al... hambre. Pero Elian estaba tan cegado por sus propios impulsos que no pudo pararse a racionalizar éste hecho. La mujer respondió a su reto abriéndose camino hacia su piel con una habilidad que habría sido la envidia de cualquier sueño erótico, y, sin detenerse en mayores preámbulos, se deshizo del último escollo que le impedía alcanzar el premio deseado, encontrándolo preparado y dispuesto para proporcionarle lo que necesitaba: alimento.

Pero lo único que recibió a cambio fue dolor cuando él comenzó a alimentarse de ella.

Y lo único que él recibió a cambio fue dolor cuando los voraces colmillos se cerraron sobre su cuerpo por ambas partes.



Cuando ya pensaba que moriría, un dolor atroz estalló en su rostro cuando una potencia externa los separó usando la fuerza bruta, arrancando de cuajo sus labios y haciéndole caer de inmediato inconsciente... Hasta que una segunda inyección de dolor, aún peor, le trajo a la vida de nuevo con un aullido digno de las peores pesadillas de sus hermanos, los oniros.  

Ahora que volvía a estar en control de sí mismo, pudo volver a activar el glamour para recuperar su propio aspecto, aunque no sucedió así con la supuesta "modelo", que ahora jadeaba a cuatro patas ante ellos convertida en una de las mayores monstruosidades que Elian había visto nunca, y eso que había sido testigo de toda clase de perversiones en los sueños de sus víctimas. Sin dudar ni un sólo segundo, cogió un trozo largo de cristal afilado del mirador destrozado y lo dejó caer a modo de guillotina sobre el cuello de la criatura, decapitándola antes de que tuviera ocasión de recuperarse. Su espalda se deslizó luego por la pared que aún quedaba en pie, agotado, jadeante y cubierto de sangre. Su boca dibujaba una sonrisa teñida de rojo en regueros que se extendían por la blanca piel de su torso desnudo, y una enorme flor carmesí se iba extendiendo cada vez más en el lugar donde debería haber estado su miembro.

Miró al Ghost Rider con unos ojos que seguían resultando enigmáticamente atrayentes incluso a pesar del macabro contexto en el que se ubicaban. No sabía qué o quién era aquella cosa... pero le había ayudado a desprenderse de la súcubo... No tenía ni idea de lo que haría con él a continuación... Quizá su cabeza terminaría pronto junto a la de la criatura que había aparentado ser una mujer. Sí, era lo más probable. Después de todo, había visto su auténtico aspecto. Pero Elian no podía hacer nada para evitarlo.

No sólo no había conseguido alimentarse aquella noche, sino que se habían alimentado de él, drenándole de la valiosa energía vital que tanto esfuerzo le costaba conseguir, y, además, había resultado gravemente herido y estaba perdiendo mucha sangre... Ya no le quedaban energías para moverse, y podía notar cómo los ojos se le cerraban...

A merced de su terrorífico rescatador.

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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime7th Julio 2021, 16:09

Los chillidos que sobrevinieron a la separación eran propios de dos bestias salvajes acorraladas, mientras cada uno trataba de recabar las pocas energías que les quedaran para tratar de recomponerse. La criatura masculina se reformó, mientras la hembra se retorcía de dolor y trataba de retirarse también. En un impulso que nos sorprendió el hombre de enigmática mirada agarró un trozo de la cabina de cristal que se había desprendido a causa de su encuentro, lo agarró con las manos y cortó la cabeza de la súcubo. Se desgajó del resto de su cuerpo con un sonido repugnante, salpicando un fluido viscoso que en nada tenía que ver con la sangre. Algo que habría necesitado de muchísima mas fuerza de la que pudiera tener un ser humano promedio. Eso en circunstancias normales claro. Lo que acababa de suceder sería impensable de no ser porque la criatura estaba totalmente sin fuerzas a causa de su error. De haberlo hecho estando en pleno uso de sus facultades su piel habría sido capaz de hacer rebotar el cristal, o en el peor de los casos, partirlo como si fuese mantequilla. Su cabeza golpeó al suelo y rodó hasta nuestros pies, mientras el hombre caía sobre su espalda.

Se arrastraba hacia atrás, tratando de retirarse de su atenta mirada. Le generaba mas curiosidad de la que quisiera admitir. No alcanzaba a comprender del todo qué era, y eso le desconcertaba. Al principio había creído que se trataba de otro demonio, pero no desprendía esa peste absoluta que estaba acostumbrado a seguir. Era como un eco de eso. Un espejismo. Sus pasos le aproximaron hasta él, cuando su espalda tocó la pared del ascensor. Le había ahorrado el trabajo, pero con ello había extinguido las escasas fuerzas que le quedaban. Se desmayó en el mismo instante en que le agarró con firmeza de la pechera. Lo aproximó aún más hacia su vacía mirada, llena de verdad. Era como si estuviese cubierto por una extraña neblina. Podía diferenciar su silueta, pero no era capaz de reconocerlo. Tal vez nunca hubiese visto algo como él.

- Eh.

¿Estaba inconsciente o muerto? Tampoco era capaz de diferenciarlo. Tal vez sólo se hubiese desmayado. Le meneó controlando su fuerza, para ver si conseguía que volviera en sí, sin éxito. Su cabeza colgaba lánguidamente hacia atrás, y no parecía reaccionar en absoluto. insistió con un poco más de fuerza, y escuchó un crujido. A veces era difícil controlar las fuerzas para los gestos más pequeños. Su cuello seguía en su sitio de milagro.
-Vale.

El fuego que le envolvía se hizo cada vez más tenue, hasta que se extinguió por completo.

Contemplé aquel rostro que habría hecho bajar las bragas de mas de mil mujeres sin necesitar siquiera una copa de vino. Aunque era difícil pensar en él así con la contraparte que había visto. Esa escena habría servido para darle pesadillas a la niña de la curva. Aún le mantenía sujeto, pero con mi fuerza me estaba resultando mucho mas difícil.

Para el GhostRider habría sido mas fácil partirlo en dos que tratar de hacer lo que intentábamos.

- ¡Eh! ¡Oye!- nada. Seguía sin haber movimiento.

Me acerqué con cuidado tratando de diferenciar si respiraba. Si lo estaba haciendo no lo oía. Lo único que oía era el cuerpo de la súcubo del que aún salía fluido viscoso que estaba empezando a chorrearse por el fondo del ascensor, resbalando por la maquinaria. Me puse nerviosa de pronto. No quería que esa cosa se muriera sin que aclarara un par de cosas de todo aquello. Empezando por qué era.

- ¡Eh! ¡Arranca! ¡¿Estas muerto o no?!- le abofetearía. Eso en las películas funcionaba.

Algo de lo que me arrepentiría enseguida.

En cuanto mi mano hizo contacto con su mejilla pude notar un dolor intenso que me recorrió el cuerpo entero, erizándome cada pelo. No era sólo dolor, es que me hizo perder las fuerzas en un sólo momento. Pude notar como no me permitía separar la mano, como si se me hubiera quedado pegada a esa mejilla. Grité con fuerza mientras entraba en pánico y las lágrimas me caían por los ojos de manera instantánea.

Podía asegurar sin temor a equivocarme que estaba en el top 5 de las sensaciones mas desagradables que hubiera experimentado en toda mi vida.

De nuevo, el GhostRider vino a mi rescate.

Una deflagración abrasó el interior del ascensor cuando apareció, con fuerzas renovadas, sabiendo ahora que lo que quiera que fuera esa cosa, estaba viva. Afianzó el agarre en la zona del pecho, lo separó y lo estampó contra la pared del ascensor, mientras la mano que había estado bloqueada en su mejilla se levantaba para convertirse en un amenazador puño cargado con toda la rabia que le había producido su último engaño.

- ¡TIENES DOS SEGUNDOS PARA EXPLICAR ESTA MIERDA O TE CONVIERTO LA PUTA CABEZA EN POLVO!-bramó haciendo que el fuego exterior chisporroteara en un ardiente color rojo que sólo adquiría cuando estaba cabreado de verdad.

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Última edición por Kim HwaJae el 30th Septiembre 2021, 02:38, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime22nd Julio 2021, 00:37

Estaba oscuro, y hacía frío. Podía sentir los cristales rotos del observatorio, y el azote del gélido frío invernal que se filtraba por los enormes agujeros del destrozado balcón panorámico, que a las elevadísimas alturas a las que se encontraban cortaba como mil cuchillas afiladas. Escuchó una voz infantil que le llamaba desde muy lejos, pero aunque intentó abrir los ojos, los sentía demasiado pesados. Le faltaban las fuerzas. La súcubo había... absorbido demasiado de su propia energía vital, y las terribles heridas sufridas le habían dejado al borde de la muerte. La voz que le gritaba sonó cada vez más lejana hasta extinguirse por completo cuando volvió a caer en la oscuridad.

Su consciencia se apagó, pero no del todo. El lado más primitivo y básico de su ser, aquél que se movía únicamente por instinto, aguardaba al momento en el que pudiera hacer lo único que era capaz de hacer: alimentarse. Como un tiburón que se sentía invariablemente atraído por el olor de la sangre, en cuanto notó la calidez de aquella mano humana contra su mejilla comenzó a alimentarse de manera automática.

Se trataba de un proceso extremadamente desagradable y doloroso, ya que, literalmente, estaba absorbiendo la vida de la persona que le tocaba, razón por la cual necesitaba siempre primero sumir a la víctima en un sueño agradable y placentero que la dejara neutralizada mientras se alimentaba, pero en aquellos momentos tenía la fuerza de un recién nacido, y, al igual que éstos, lo único que podía hacer si tenía hambre y le acercaban una fuente de alimento era comer.

Estaba tan focalizado en alimentarse, en recuperar las energías, que inicialmente no notó la deflagración, confundiendo el súbito calor con la sensación de bienestar que siempre le invadía al alimentarse, mas no tardó en ser traído de vuelta a la realidad cuando el repentino impacto contra una de las paredes aún intactas del observatorio le hizo expulsar el aire de los pulmones. Pudo notar cómo el cristal comenzaba a resquebrajarse por el golpe tras su espalda, amenazando con desplomarse una vez más al vacío, y, tras parpadear un par de veces, logró enfocar a la criatura ardiente que tenía ante sí, procesando su amenaza.

No estaba muy seguro de qué había pasado durante su breve período de black out, aunque se hacía una idea bastante clara, considerando que lo peor de sus heridas se había curado y que había conseguido absorber la suficiente energía vital como para poder encarar al monstruo que tenía delante. Era el mismo ser que le había rescatado de la súcubo, eso lo recordaba, pero su voz no se parecía en nada a la de la niña que había escuchado cuando estaba ausente. Si él no fuera quien era podría haber pensado que lo había soñado, pero sabía que eso era imposible, porque los oniros no podían soñar, así que... ¿qué estaba pasando allí? ¿Dónde estaba la niña? Estaría dispuesto a apostar que era de ella de quien se había alimentado.

Bien... parecía que la noche había terminado derivando en algo muy distinto a lo que había imaginado cuando la empezó.

Jadeó, en busca de aire, aferrándose con ambas manos al poderoso puño que le mantenía apresado en alto por la garganta, tratando de buscar en aquellos ojos la menor señal de que podría llegar a afectarle su poder. Lo cierto es que lo dudaba, pero tampoco tenía mucho sentido planteárselo porque la única parte expuesta de su cuerpo estaba cubierta en llamas, por lo que no podría tocarlo aunque quisiera, y tampoco tenía ninguna certeza de que fuera a funcionar. Viendo lo cabreado que estaba, era preferible no hacer nada que pudiera hacer que su cabeza se conviertiera en una mancha contra el cristal. No quería correr el mismo destino de su infortunada compañera de cama... Además... había algo extraño en él... Podía distinguir un aura de creatividad elevada, como la que suele envolver a los niños, pero estaba... desvaída... gris... como si se tratara de una película antigua en blanco y negro o le hubieran superpuesto un filtro encima. Algo le decía que aquello no tenía que saber nada bien.

- Con gusto responderé a todas sus preguntas -musitó como pudo, medio asfixiado-, pero éste no parece el mejor lugar para una conversación de ésta naturaleza... Abajo... abajo se está desarrollando una fiesta... -se detuvo, tratando de recuperar el aliento, con los ojos llenos de lágrimas por la presión de la férrea garra contra su garganta-. Habrán... habrán visto caer los cristales... No... no tardarán en aparecer... los vigilantes... Verán todo... -hizo una nueva pausa y cerró los ojos, tragando saliva-. Si sigue apretándome más contra el cristal, se desprenderá la otra pared y los trozos al caer desde lo alto del rascacielos podrían matar a alguien...

Sólo esperaba que con eso le hiciera tranquilizarse lo suficiente como para no matarlo allí mismo.

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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime1st Octubre 2021, 18:59

Al fantasma de la venganza no le había gustado nada su última jugada. Estaba acostumbrado a lidiar con criaturas que te daban sus mejores caras en las circunstancias adecuadas, cuando lo único que querían era exprimirte hasta dejarte sin una gota de hálito restante. A veces de manera literal. El dolor que su recipiente acababa de sufrir parecía ser el causante de que la criatura recobrara algo de fuerza, y eso no le agradó en absoluto. Podía tratarse de cualquier aberración que se nutriera del dolor de sus víctimas, tal vez un torturador, un penitente, o un sufrígero. Pero lo que seguía sin llegar a comprender era porqué no era capaz de identificarlo. Porqué incluso bajo su mirada capaz de captar los pecados no se terminaba de dibujar su naturaleza.

Si hay algo que le resultó mas irritante aún fue la impresión de que trataba de negociar. A medias de su frase, afianzó aun mas el agarre, y el cristal tras él comenzó a crujir de una manera escalofriante. De los puntos donde hacía contacto su espalda comenzaron a propagarse estrías sobre la superficie transparente, dibujando una improvisada tela de araña que se iba extendiendo a medida que alcanzaba los puntos débiles por los que el vidrio podía llegar a partirse.

- Porqué crees que eso me importa.

A su portador no le gustaba que le asociaran con él, pero ahora no era la niña quien decidía. Era Él, y para su mala suerte, su portadora tardaría un tiempo en salir. Lo último que le había hecho la había debilitado lo bastante como para permitirle ganar terreno en ese extraño limbo en el que se turnaban sus conciencias. Aunque una cosa era cierta. A veces en sus apariciones había daños colaterales, pero en general, procuraba no condenar a justos por pecadores.

El silencio se extendió entre ambos, mientras se replanteaba si quitarse problemas aplicándole la mirada de castigo, o darle la oportunidad de explicarse para satisfacer así su curiosidad. Los segundos se deslizaron entre los dos con la lentitud que tendría una aguja atascada en un tradicional reloj de cuerda, bloqueado en el mismo segundo una y otra vez. El cristal continuaba crujiendo a sus espaldas, amenazando con quebrarse en cualquier momento...

Y entonces, con un gesto rápido el Ghost Rider le retiró de la pared de cristal.

Abrió la boca contra el sitio que había ocupado y hecho una enorme bocanada de fuego, haciendo que el cristal se fundiera, envolviéndolo en lenguas ígneas hasta que se derritió dejando un hueco en la pared que daba a la calle. El espectro se asomó, aún agarrándolo por la pechera. Abrió sus mandíbulas confrontando al ser y una correa de cadenas al rojo vivo le inmovilizó los brazos contra el torso. No le quemó, pero el calor que las envolvía era asfixiante y seco, como el de un baño turco.

Luego, agarrándolo de las cadenas, saltó al vacío, llevándose a la criatura con él.

En la caída, una carcajada espectral hizo que todos en la fiesta guardaran un instante de silencio, tratando de encontrar que había sido ese horrible sonido que les atormentaría en sus peores sueños.

Cuando sus pies hicieron contacto contra la pared del edificio, sendas cuchillas aparecieron, y maniobró por el lateral, dejando dos líneas de cristal deformado. Cambió su rumbo con un drástico giro, y comenzó a desafiar la gravedad ascendiendo hacia la parte mas alta del edificio, hasta llegar a la misma azotea, donde frenó en seco, dejando a la criatura inmóvil colgando sobre el vacío. Esa altura le habría hecho desear a cualquiera haber caído desde el ascensor.

- Dos segundos. - le advirtió el espectro con una voz que reverberó incluso mas alto que el sonido del aire allí arriba. - ¿Qué coño eres tu?

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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime11th Octubre 2021, 00:32

De acuerdo, se había equivocado al juzgarlo, algo que le sucedía con bastante frecuencia, ya que, ¿cómo podía ser bueno evaluando si no tenía empatía? Del hecho de que la criatura acabara de destrozar a una súcubo y estuviera a punto de hacer lo mismo con él había deducido que debía de tratarse de alguna clase de cazador de demonios, y, por lo general, no te juegas el cuello con algo así por simple deporte, sino para proteger a otros, pero parecía que se había equivocado porque según las palabras del ser, la integridad de los civiles inocentes que pasearan a aquellas horas por la calle no le importaba demasiado. Bueno... se había equivocado, pero nadie podía culparle por haberlo intentado... ¿no?

Ciertamente tenía un aspecto aterrador, pero ¿quién era él para juzgar las apariencias? Sin duda nadie al conocerle por vez primera pensaría de él que se trataba del monstruo que en realidad era.

Aunque cuando expulsó por la boca fuego capaz de derretir el cristal para acto seguido vomitar cadenas ardientes que le envolvieron como por arte de magia empezó a pensar que, quizás, sí que tenía algún vínculo con el infierno después de todo.

Lástima que no tuvo ocasión de analizar con más detalle ése pensamiento antes de que un brusco tirón lo arrojara de lleno al vacío.

Cuando era un oniro incorpóreo, Elian había tenido alas hechas del humo etéreo con el que se fabrican los sueños, pero, aunque aún las conservaba, desde que se había hecho corpóreo aquellas alas habían dejado de tener utilidad porque no podían sostener el peso de su nuevo cuerpo.

Así, la sensación vertiginosa de ingravidez que siguió a la salida por la ventana no le era desconocida, sólo que ahora era otro el que llevaba el timón, y, si decidía soltarlo, no podría hacer nada para impedir la caída.

Aquella realidad le dejó en una situación muy curiosa cuando su involuntario piloto decidió detenerse en seco. Elian no tenía alma, y, como tal, no podía experimentar ninguna de las emociones que caracterizarían a un ser humano, como el miedo. Elian no tenía miedo a la muerte, porque no tenía nada que perder. Para él la vida no era más que una sucesión de días guiados por una necesidad primaria de alimentarse que se anteponía a todo lo demás. La vida no le experimentaba otras gratificaciones más allá de la efímera sensación de saciedad hasta que el hambre resurgiera una vez más. No sentía orgullo ni satisfacción ante ningún logro, el amor, en cualquiera de sus formas, era algo completamente ajeno a él, y no tenía más relaciones que aquellas que favorecían su necesidad de alimentarse.

Sin embargo, sí que compartía algunos instintos primarios con los animales, entre los que se contaban el hambre, la ira, el deseo... y el instinto de supervivencia, un instinto que era prácticamente universal en la mayoría de criaturas existentes.

Por tanto, cuando el Ghost Rider planteó su ultimátum, no experimentó miedo per se... pero sí el desasosiego que experimentaría cualquier animal al ver aproximarse el fuego teniendo una pata atrapada en un cepo. Un desasosiego que no tenía nada de racional y que obedecía al más puro instinto. Por ello, ni siquiera se planteó engañar al Ghost Rider. ¿Por qué iba a hacerlo? ¿Qué ventajas le repercutiría?

- Soy un oniro -contestó sin vacilar-. Mi creador es Morfeo. Hace un siglo conseguí escapar del sueño y recrear un cuerpo físico utilizando magia de glamour, pero para poder mantenerlo y no disolverme necesito extraer energía vital de otras personas tras sumirlas en sueños agradables que yo les proporciono. Normalmente procuro no matarlas, pero esa mujer era una súcubo. Me atrapó en su hechizo de seducción y yo la atrapé en el mío, y ninguno de los dos nos dimos cuenta de lo que era el otro porque no compartíamos una misma naturaleza, así que quedamos atrapados en un círculo que ninguno conseguía romper hasta que apareciste tú.

De manera intencionada decidió omitir el hecho de que no las mataba no porque le importara una mierda sus vidas, sino porque el tiempo le había enseñado que, para poder subsistir siendo un depredador de humanos, era necesario ser discreto y dejar el menor rastro de cadáveres posible, pues en aquella época existían medios de sobra para llegar hasta él y destruirle si lo clasificaban como una amenaza. En cambio, si nadie moría y el único rastro que dejaba tras de sí era uno de personas satisfechas tanto sexual como emocionalmente, nadie investigaría y sería imposible detectarle.

Lo omitió, en primer lugar porque era irrelevante para la historia, y, en segundo, porque aún no tenía nada claro de qué pie cojeaba aquél ser. No sabía qué o quién era, cuáles eran sus inclinaciones morales, por qué había matado a la súcubo ni por qué había estado en aquél edificio para empezar, así que prefería obviar toda la información que no fuera estrictamente necesaria para responder a su pregunta.

Sólo hacía falta esperar y ver si conseguía averiguar algo más de él... Si no le mataba antes, claro.

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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime13th Mayo 2022, 16:36

Aquella criatura era como una densa neblina informe. Una condensación mal delimitada a través de la que no se podía percibir nada. Resultaba desconcertante para el espectro de la venganza y había demostrado ser un peligro para su portadora. El problema era que de todo lo que había enfrentado a lo largo de su longeva existencia nunca se había topado con una criatura como aquella. Había conocido muchos seres inmortales, traídos a la vida por magias oscuras, e incluso criaturas sin alma. Ninguna de ellas le planteaba un dilema como el que ese ser acababa de presentarle. Era capaz de juzgarlas por la destrucción que causaban, o por el mal que suponía su presencia para el resto. Decisiones que en la mayoría de los casos obedecían al natural orden de subsanar lo que era injusto.

No sólo no detectó mentira alguna en lo que el ser le dijo, sino que además, no era capaz de encontrar un solo motivo por el que no debería seguir con vida. La moralidad era un componente esencial a la hora de determinar quién debía ser juzgado y el motivo. La manera en que se expresaba no dejaba entrever ningún tipo de emoción, más allá de informar de lo que se le había exigido. El cráneo del Ghostrider se inclinó hacia un lateral, tratando de esforzarse en entrever sus pecados. Todo lo que podía ver era una especie de ruido blanco. Había especificado que procuraba no matar, y tampoco le pareció falso. Cuando terminó de explicarse, el silencio entre ambos se prolongó, mientras lo mantenía pendiendo de aquel único agarre que era su mano de hueso.

Tras elaborar sus propias cavilaciones, el Espectro llegó a una única conclusión. Fuera lo que fuera un Oniro, no debía tratarse de un ser sintiente. Tal vez fuera algo más parecido a una fantasía o una pesadilla. Había escapado de su amo, Morfeo, y había sobrevivido alimentándose de los demás. Tal vez había matado en alguna ocasión para conseguirlo, pero aquello que le motivaba estaba muy lejos de todo lo relacionado con los apetitos terrenos o sobrenaturales con los que él estaba habituado a tratar. Del mismo modo que la mirada de castigo no habría podido funcionar con un animal carnívoro, cuya obligación de matar se sustentara en la cruel naturaleza de consumir otras criaturas para sobrevivir. Cuando juzgaba a los pecadores, los asesinos, violentos, traficantes, e incluso a las criaturas demoníacas, había una verdad fundamental que sustentaba sus llamas. La venganza. Resarcir un daño unilateral con una causa injusta y producir en el causante el efecto que se debía para que el dolor pudiera ser devuelto.

En el caso de aquel ser de pura niebla, aquello no existía. Se sorprendió a sí mismo considerando que el mayor motivo que le impedía actuar, es que de alguna manera oscura y retorcida, ese tipo de criatura estaba “fuera” de su jurisdicción.

Aquello no satisfizo en modo alguno al fantasma vengador. Le generó una atípica sensación de inquietud que le lamió cada uno de sus huesos.

- Háblame de Morfeo. - el espectro levantó a la criatura por encima de su cabeza, para poder salvaguardar el muro que protegía del aire o una caída accidental a cualquiera que tuviera que maniobrar en aquella peligrosa superficie. Sus manos de hueso lo dejaron caer al suelo a plomo, haciendo que se diera un leve culatazo contra el suelo. Descendió el mismo, colocándose entre las piernas extendidas, mirándole al rostro. Aún pensativo y expectante. Estudiando una situación que percibía que escapaba a su experiencia. - Quien es. Qué quiere. Que hace. Porqué te creo.

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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime10th Junio 2022, 01:06

Como ya hemos mencionado, eran pocas las emociones que Elian podía experimentar; básicamente los impulsos más primarios que mueven a cualquier animal: ira, deseo, hambre... y, por supuesto, cierto temor soterrado ante la posibilidad del cese de la propia existencia, lo cual no era exactamente miedo, sino instinto de preservación.

Sin duda, la visión de una calavera ardiente propulsándose por entre tus piernas abiertas constituiría una pesadilla terrorífica para cualquiera... pero, para alguien que durante décadas ha tenido, no sólo que convivir, sino también recrear, las depravaciones más espantosas jamás concebidas por el hombre, el espectro de venganza no suponía más que una mera curiosidad, y como tal le observó alzarse ante él, como quien tiene ante sí una rara especie animal desconocida, impresión que se acrecentó al descubrir que aquél ser no tenía idea de quién era el señor del Sueño.

- Morfeo es uno de los Siete Eternos, encarnaciones primigenias de aspectos de la existencia, mucho más antiguas y poderosas que cualquier dios -explicó sin dudarlo. No tenía ningún motivo racional para no hacerlo, pues nada de lo que le había sido solicitado podía perjudicarle en modo alguno, y no se trataba de nada que la criatura no pudiera descubrir por sí misma con relativa facilidad-. Destino es el mayor de todos, representa todo lo que es, lo que fue y lo que será. Muerte es la segunda; se ocupa de recoger a los finados y acompañarlos al más allá. Destrucción es la representación del cambio y la aniquilación necesarias para la creación y la vida. Deseo es la encarnación de todos los anhelos humanos, hermana melliza de Desespero, que es lo que queda cuando el deseo pasa o no es alcanzado. Delirio es la más joven, representa la locura y la falta de sentido.

Hizo una pausa para que el ser ardiente asimilara toda la información que le estaba proporcionando, a sabiendas de que había dejado lo más importante para el final.

- Morfeo es la encarnación del Sueño. Es tanto Señor como personificación de todos los sueños e historias que alguna vez han existido, todo aquello que no tiene lugar en la realidad. Cada vez que una criatura capaz de soñar cierra los ojos, es Morfeo el que modela sus sueños transportándolo hasta su reino, donde cualquier cosa es posible. Si Morfeo no existiera, la humanidad perdería la capacidad de soñar... Yo nací allí, en el Reino de los Sueños. Soy uno de tantos sueños esculpidos por su mano para satisfacer las necesidades humanas. En mi caso, nací para permitir a los mortales alcanzar sus más ardientes fantasías... Soy... o era... un sueño destinado a proporcionar satisfacción y placer sin fin. Si los que somos como yo no existiéramos, los humanos no podrían tener sueños eróticos, y sus noches serían mucho más aburridas -añadió con una leve curva burlona en su sonrisa-. He contestado a quién es, qué hace y por qué me creó. Respecto a qué es lo que él quiere... es difícil de contestar. Creo que no lo sabe ni él mismo. Pero sí te puedo garantizar que no desea nada que perjudique a la humanidad, más bien lo contrario.

Se detuvo para mirarle a los ojos, azul celeste contra fuego infernal. No había miedo en su mirada, pero tampoco amenaza, burla, nerviosismo o enfrentamiento. No había realmente nada, era la mirada más neutra que uno podría imaginar.

- ¿He respondido a todas tus dudas, Espectro? Porque estoy escuchando las sirenas de la policía y deduzco que alguien debe de haber encontrado ya los restos de la súcubo. No tardarán en registrar todo el edificio. Y puede que a tí no te importe, pero yo tendría que dar un millón de explicaciones que no me apetece tener que inventar.

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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime21st Junio 2022, 02:52

Respondió sin dilación. Era lo más inteligente que podía hacer en su posición, pero la realidad es que el modo en que se estaba desarrollando su conversación continuaba resultando extraño. Muchas de las criaturas a las que el espectro había cazado a través de los siglos mostraban reticencia, incluso ante la perspectiva de la tortura o la muerte, a hablar de sus respectivos amos. La mayoría estaban supeditados a ellos por unas fidelidades que en nada tenían que ver con la voluntad o el servilismo. Guardaban sus secretos con ansia visceral, como si se tratara de una necesidad tan primaria que era capaz de anteponerse a su supervivencia misma. Por el contrario, el denominado "Oniro" comenzó a hablar no sólo del tal Morfeo, fuese quien fuese, si no también del resto de entidades que parecía conformar ese panteón descomocido del que el Ghost Rider acababa de cobrar conciencia. No le quedó mas remedio que valorar la poco habitual posibilidad de que le estuviera diciendo la verdad sin reservas. Algo tan atípico que en cierto modo, desarmó al espectro, ahora más preocupado por memorizar cada pieza de información que de plantearse nuevas preguntas sobre ellos, o cuestionar las percepciones del propio ser respecto a sus creadores.

Continuaba sin ser capaz de detectar señales que esclarecieran las intenciones de la criatura. Nada delataba que estuviera tratando de mentirle o manipularle. Aunque no era la primera vez que eso se conseguía y era esto precisamente lo que llegaba a inquietarle. Siempre que alguien había sido capaz de hacerlo, se había tratado de criaturas con poderes inconmensurables, y aún era pronto para confirmar si ese "oniro" ostentaba ese potencial.

- Así que eso es lo que eres. - Gruñó, aproximándose a su rostro aún mas. Su mirada negra entornada sobre aquellos ojos helados, carentes de alma. - Un sueño húmedo, esperando convertirse en una polución nocturna.

Esos "Eternos" debían tener un concepto irónico y retorcido sobre lo que la humanidad necesitaba, si eran capaces de moldear una monstruosidad como esa para cumplir un objetivo tan superficial y carente de trascendencia, sólo para satisfacer en un plano de fantasía el mundano y vulgar apetito de la carne. A pesar de lo cual, el espectro era incapaz de olvidar el hecho de que, en cuanto fue capaz de separarlo de la súcubo que le mantenía preso, su primer instinto había sido acabar con su vida sin asomo de emoción alguna. Incluso ahora, tampoco detectaba en él la culpa.

Si algo le irritó, fué que el hombre hiciera por apresurar el final de la situación.

- Qué inconveniente para tí. - bramó, mientras sus pequeñas manos de hueso se dirigían hacia él, registrándole con rapidez y sin recato. Asegurándose de que no dejaba margen sin explorar, encontró lo que buscaba. En los bolsillos tenía un puñado de tarjetas de visita, que tuvo que esmerarse en no hacer arder con su mero contacto. Ahí aparecía su nombre, su número, un logotipo y un nombre de una empresa, que en ese momento no podía importarle menos. Dirigió una última mirada intensa a la criatura, giró sobre sus talones y se dirigió de nuevo al borde del edificio. Cuando estuvo asomado, con un brillante fogonazo, sus cuchillas hicieron aparición de nuevo. - Nos volveremos a ver, Ian Iquelo. - le aseguró, con la certeza incuestionable con que los segundos se deslizaban a través de los relojes. - Aprovecha la ocasión para reconsiderar tus decisiones, y ya que estas, invéntate esas excusas. Te dará tiempo de sobra en la bajada. - y esta vez, fué el espectro el que dejó escapar una risa renqueante, antes de lanzarse con un chillido escalofriante al vacío, desafiando a la física mientras surcaba de nuevo las paredes del edificio, mientras las luces rojas y azules se agolpaban en la entrada principal. A medida que ejercía el frenético descenso, se desvió con levedad para rotar hacia la zona posterior, por la que podría escapar con más facilidad, no sin antes seccionar por la mitad la cubierta del segundo ascensor, inutilizándolo por completo.

Al estar en la azotea, tendría acceso a la puerta de mantenimiento, que desembocaría en las escaleras. Ideal para una improvisada penitencia.

Un centenar de pisos de bajada era tiempo suficiente para pensar.

[FDP: Por mi parte, podemos dejarlo aquí por ahora. Pero Kim no piensa quitarle a Iquelo los ojos de encima]

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MensajeTema: Re: Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo]   Las gallinas que salen por las que van entrando [Iquelo] Icon_minitime24th Julio 2022, 00:44

No era sólo que no guardase el menor ápice de lealtad hacia Morfeo o sus congéneres, o que no le importase su destino en lo más mínimo, sino que además estaba plenamente convencido de que era prácticamente imposible destruirles, por lo que, realmente, no tenía motivo alguno para mentir al Ghost Rider, especialmente si su vida estaba en juego. Elian no poseía nada parecido a la lealtad, y funcionaba únicamente por instintos animales, de los cuales el de supervivencia era de los más poderosos.

Soportó calmadamente el escrutinio del espectro, así como el registro, sin mostrar más allá de una ligera inquietud ante su cercanía. Cuando finalmente se marchó, dejó escapar un suspiro que no sabía que había estado reteniendo y se dejó caer apoyándose contra las gigantescas superficies de neón iluminadas en rojo de la terraza del rascacielos. A apenas unos metros se encontraba la caída por la que acababa de arrojarse el Ghost Rider, sin ninguna clase de barandilla o protección, al no ser aquella una zona destinada al público, que no podían subir más allá de la planta del mirador.

Había, efectivamente, una puerta destinada al uso del personal de mantenimiento de las gigantescas agujas luminiscentes, pero estaban cerradas con llave y aseguradas con un grueso candado. La propia puerta era de metal reforzado para garantizar que ningún suicida pudiera acceder con facilidad hasta la terraza, por lo que, incluso aunque hubiera estado dispuesto a obedecer al espectro, no le habría sido posible hacerlo. Oh, sí, podría partir el candado con relativa facilidad, e incluso, con tiempo y paciencia, podría llegar a ser capaz de echar la puerta abajo, pero no sin suscitar muchas más preguntas de las que seguramente estarían germinando ya. Elian estaba muy satisfecho con su coartada de hombre de negocios normal y corriente, y lo último que deseaba era atraer más atención de la cuenta sobre él, cosa que sin duda sucedería si la gente llegaba a sospechar que poseía alguna clase de poder por encima de lo normal, así que, considerando que la policía estaba en camino, lo mejor que podía hacer era esperar pacientemente a que le rescataran, como haría cualquier ser humano ordinario.

Suspiró de nuevo, echando un vistazo a sus vestiduras claramente desgarradas y cubiertas de sangre y sacó su teléfono móvil, haciendo una búsqueda rápida por Internet. Al parecer, al ser que le había rescatado se le conocía como Motorista Fantasma, y se trataba de una especie de justiciero demoníaco. No había oído hablar de él en su vida antes de la Colisión, y, a juzgar por las fechas de los avistamientos, no parecía ser de reciente aparición, por lo que debía pertenecer al otro universo. Apoyó la cabeza en la superficie acristalada rojiza y alzó la mirada al cielo. Lo único que podía decir era la verdad... O parte de la misma. Que había sido atacado por una criatura monstruosa y que el Motorista Fantasma había acudido en su rescate, dejándole en la terraza, a salvo, mientras se ocupaba de la súcubo. En realidad era bastante creíble, sólo esperaba poder convencerlos de que no necesitaba ir al hospital para ningún chequeo. Estaba bastante débil, pero eso podría resolverlo pronto... en cuanto le dejaran salir de allí.

Así que se encendió un puro que guardaba en la chaqueta y se quedó allí, esperando y fumando mientras contaba los minutos hasta que la policía le encontrara.

Hasta que pudiera volver a comer.

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