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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019]
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Eclipse Marvel Universe
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Tema: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 24th Abril 2020, 18:58
Aquellos días estaban siendo una auténtica locura. El Profesor estaba teniendo un horrible déjà vu con lo que había ocurrido hacía un año. Habría quien podía pensar que la WWD era peor que el efecto Omega, e incuestionablemente la sensación de amenaza, peligro y angustia era mayor, pero Xavier sabía que, aunque la WWD se había cobrado miles y miles de muertos, el efecto Omega había obliterado de la existencia centenares de dimensiones fusionándolas en una sola. Millones de personas habían sido erradicadas al fusionarse en un único ser o, simplemente, desapareciendo por no tener cabida en ésta nueva realidad. Xavier lo sabía porque lo primero que había hecho cuando todo comenzó había sido conectarse a Cerebro, y había visto miles de aquellos puntos que representaban tanto mutantes como humanos desaparecer para ser sustituidos por otros. Y aunque la WWD era algo espantoso, el Profesor tenía grabada en sus retinas la imagen de la primera Patrulla X zombificada que había tenido que combatir aquél día. Uno de ellos aún se encontraba enjaulado en su laboratorio, y era una pesadilla encarnada. Xavier sabía que habían ocurrido muchas cosas espantosas y horribles el día de la Colisión, y era por eso que llevaba todo un mes reviviendo las primeras semanas después del 10-M. Había hecho lo mismo que había hecho entonces: buscar aliados para unirse y combatir contra el mal común. Se había dedicado a misiones diplomáticas a lo largo y ancho del globo, reclutando mutantes para su causa. Uno de sus primeros destinos había sido, por supuesto, Genosha. Magneto y él podían tener sus desavenencias a la hora de juzgar cómo debía ser su relación con los humanos, pero su viejo amigo era perfectamente consciente de que no habría una tierra que disputarse con ellos si los demonios se adueñaban del mundo. El último mes había sido un completo caos, pero ahora contaba con toda una legión de mutantes organizados y dispuestos a combatir. El único problema había sido la falta de líderes competentes para organizarlos. Contaba por supuesto con Tormenta, ahora Magneto, e incluso había conseguido convencer a Cíclope para que regresara de su aislamiento en la isla de Utopía, pero no había muchos más con las aptitudes necesarias para la tarea. Logan era demasiado indisciplinado e independiente y Drago se había dado de baja por asuntos propios antes de que empezara todo y no habían vuelto a saber nada más de él. Xavier había echado de menos al taciturno mutante. Contrariamente a las expectativas que él tenía de sí mismo, había demostrado tener las habilidades necesarias para misiones diplomáticas, y le había sido de mucha ayuda cuando se había producido el efecto Omega, ocupándose de las negociaciones con la Liga de la Justicia, el pueblo del Bosque y los Titanes. Teniendo que ocuparse de todo él sólo había tardado mucho más, pero ahora por fin volvía a estar en la mansión. La mayoría de sus mutantes habían acudido a la llamada de la Liga de la Justicia para ocuparse de la liberación de la India, el país más afectado por la invasión, así que en aquellos momentos sólo estaban él, los estudiantes y unos pocos mutantes de bajo nivel de poder. Después de tanto tiempo fuera tenía que ocuparse de un montón de asuntos que se habían ido acumulando, y, entre ellos, se encontraban las llamadas de Solaris, la directora de la MKL, sus aliados europeos. Al parecer había estado intentando contactar con él por un asunto relacionado, precisamente, con Drago. Había estado haciendo preguntas acerca de su paradero actual, de la última vez que habían sabido de él y otras cosas que le hacían sospechar que podía encontrarse en peligro, lo cual no hacía más que ahondar en el sentimiento de angustia que ya de por sí le embargaba. En aquellos momentos se encontraba esperándole en su despacho junto con Sasha, que se había marchado hacía algún tiempo. A pesar de saber que él había sido el responsable y que era muy probable que la chica le guardara rencor, Xavier se alegró mucho de verla cuando finalmente abrió la puerta del despacho y se acercó a saludarlas. Había conocido a Sasha desde que era muy joven, y cuando has visto crecer a una persona no puedes evitar tenerle un cariño especial.
- Buenos días, Sasha, Sieglinde... Es una desgracia que tengamos que vernos en una situación como ésta -después de saludarlas de manera afectuosa rodeó la mesa del escritorio para sentarse en su silla-. Lamento mucho no haberos podido atender antes, pero tal y como está ahora mismo el planeta no hemos podido tener ni un momento de tranquilidad. ¿Drago está bien? Creo que parte de ésto ya os lo han comentado por teléfono, pero os diré todo lo que yo sé. A primeros de marzo se fue a pasar unos días a París. En principio iba a ser sólo un fin de semana, pero después nos llamó diciendo que la situación para él se había complicado y que necesitaba darse de baja por algún tiempo. No especificó la duración, pero dijo que como mínimo sería el mes de marzo entero, para que le buscáramos un suplente para sus clases. Dijo que pensaba regresar en abril y que ya se pondría en contacto con nosotros. Según tengo entendido regresó el 30 de marzo a Estados Unidos, y el 1 de abril participó en la Gala Anual por los Discapacitados de Coney Island tocando el piano. Esa misma noche se presentó en la mansión muy agitado y trayendo consigo a una prisionera que, según decía, tenía un demonio dentro. Intenté entrar en su mente, pero cuando lo hice, esa cosa, fuera lo que fuese, se liberó y ocasionó un incendio, provocando daños de consideración.
Xavier exhaló en un largo suspiro, llevándose las manos a la cabeza. Era obvio que algo le perturbaba, y así lo demostró al volver a tomar la palabra.
- Ese ser... el ser que poseía a la mujer... -volvió a alzar la cabeza para mirar alternativamente a sus dos invitadas-. No sé cuánto sabéis exactamente del pasado de Drago. Baste decir que es un hombre que ha sufrido mucho, demasiado. Y al parecer ese ser era uno de los responsables de su sufrimiento. Lo deduje de la conversación que mantuvieron los dos. Le dijo algunas cosas que... -negó con la cabeza, apesadumbrado-. Estaba muy afectado. Hacía muchos años que no le veía tan mal. Creo que además se culpaba por los destrozos que había cometido aquél ser. Quizás por habernos puesto en peligro. Lo único que sé es que me dijo que necesitaba estar solo por algún tiempo, que aún no estaba listo para volver. Después de eso se marchó y ya no volvimos a saber de él. Intenté respetar su decisión, dejar que se tomara el tiempo que necesitase. A los pocos días empezó todo esto, el caos de la invasión, y tengo que admitir que entre tantas preocupaciones me olvidé por completo de él. ¿Hay alguna razón por la que hayáis estado preguntando? ¿Le ha pasado algo? -inquirió, con el rostro teñido por la preocupación. Podría sacar la respuesta directamente de sus mentes, pero prefería no ser intrusivo cuando no había necesidad.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 31st Julio 2020, 16:19
Mi vida había dado un giro radical en las últimas semanas. La MKL había resultado ser las cenizas de donde renacería una nueva Sasha, más grande, que se conocía mejor a sí misma, más capaz de todo. Después de tanto traspiés había sido como un inhalador para mí y sin embargo, cuando supe lo de Drago… no tuve problema en plantearle a Solaris que yo tenía que ir. No me importaba el riesgo, el orgullo o el dolor teniendo en cuenta que se trataba de Drago. Él… había sido un mundo para mí. Maestro, compañero, líder, amigo… Era una persona excepcional que había vivido mucho y sufrido demasiado y a pesar de ello… siempre tenía una sonrisa que ofrecerme. Drago era una persona excepcional, el ejemplo perfecto de resiliencia. Siempre amable, inteligente, talentoso… Tenerle en la vida era un privilegio y cada minuto que he pasado cerca de él un regalo. No estaba dispuesta a permitir que le pasase nada malo, aun si me costaba la vida salvarle. Sabía también que Solaris me apoyaba, en su extraña forma y aunque no conocía su relación, era consciente de que perder un aliado como él le podía costar mucho a la MKL. Lo tenía todo de mi parte para que quisieran acompañarme… Y aunque no fuese así, iría de todos modos. Por suerte y sin mucho miramiento, accedieron. De hecho, me fueron proporcionando la información de cada novedad según se iban enterando.
Me mentalicé la noche anterior, sabiendo que tenía que tragarme el orgullo, presentarme allí y en un futuro, en una situación más propicia, aclarar las cosas. Sentí un fuerte dolor en el pecho al ver al profesor. Había sido como un padre para mí y tener esa sensación agridulce en el corazón hacía que fuese aún más duro. Estar allí suponía que mis emociones combatían entre sí, el orgullo con el cariño, el instinto contra la razón y el impulso de abrazarle contra el ego. Apreté el puño y lo pensé con la esperanza de que me escuchase. “Lo siento profesor… Aún no estoy lista. Estoy aquí porque la situación lo requiere pero aún hay cosas que me cuesta procesar… Aun así… Lo echaba de menos”.
-Sí, de hecho nos vimos allí, en un apartamento- dije confirmando la información de París que había notificado Xavier.
Atendí a la explicación y cuando la palabra demonio se puso sobre la mesa, se me cayeron los hombros. Gracias y por culpa de lo sucedido desde que llegué a Europa tenía mucho más normalizado la existencia de esos seres. Jesse me había ayudado mucho a comprenderlos también... Además, el estallido demoníaco a nivel mundial fue una terapia de choque que me quitó parte del trauma a golpes. - ¿Y lo es?, ¿Pudisteis confirmar de algún modo que se trataba de un demonio o era fuego corriente?- No quise indagar más en el tema. La información que teníamos podía formar parte del escuadrón y no me atreví a meter la pata. Además… Sieglinde me había acostumbrado a seguir sus pasos y estaba acostumbrada a quedarme al márgen y dejar que ella tomase el papel protagonista. Lo que quería o no compartir con ellos, debía compartirlo de sus fuentes de información. Así que esperé paciente a que revelase lo que sabía, intercambiasen opiniones y encontrásemos el modo más rápido y eficaz de rescatar a mi amigo… Esté donde esté…
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 14th Septiembre 2020, 02:58
Recordaba ese momento con la misma claridad con que lo había vivido. La imagen en mi mente era nítida y me aguijoneaba con una sensación de miedo que se había hecho más y más densa según pasaban los días. Estaba sentada en mi despacho. La temperatura elevada. Desde que pasó todo aquello con los demonios cualquier sitio me parecía un hervidero, aunque era posible que fuese más una sensación personal que otra cosa. Miraba documentos, uno tras otro, de todo lo que estaba sucediendo en la institución. Cómo manteníamos a salvo a los alumnos proporcionándoles espacios seguros a pesar del caos que se sucedía en el mundo exterior. Acababa de activarse el protocolo que definiría si Sasha empezaría a formar parte de nuestro equipo, como sólo unos pocos elegidos antes que ella. Todo dependería no solo de su aptitud y su fiabilidad, sino también de la capacidad que tuviera para comprender que lo que fuera que había hecho en América no importaba. Nada aplicaba una vez volvías al viejo continente, lleno de miedo, represión y normas que lindaban un estado dictatorial. Pensaba en lo mucho que había sucedido tras la colisión, y lo imposible que parecía que la situación fuera a mejorar en modo alguno. Recurrí a mi fe, una vez más, para elevar desde el fondo de mi ser una súplica.
“Por favor. Danos una señal de que algo empezará a mejorar. Danos fuerza para seguir teniendo esperanza”
Lorenzo emergió tras la puerta con una fuerza que casi la arrancó de los goznes. Su aspecto era terrible, lamentable. Se había quitado el equipo a toda prisa, estaba sudado y magullado. Habíamos proyectado su misión y todos estábamos al corriente, pero nadie me había notificado de su llegada, ni de si había sido capaz de cumplir con el objetivo de la misma. La sincronización que tanto me había esmerado en imponer no siempre podía llevarse a cabo y menos cuando se trataba de una emergencia.
- ¿Lorenzo? ¿Cómo estás? ¿Qué ha pasado? - dije permitiendo que se escuchara una nota de angustia incontenible en mi tono.
Él me devolvió una mirada triste como jamás había visto en la cara del español.
- Sieglinde... - jadeó mientras pasaba a toda prisa y cerraba la puerta con cerrojo. Sacó su teléfono personal. Me sentí confusa. Lorenzo se estaba comportando con una vehemencia extraña. Entonces desbloqueó el teléfono y descendió a través de una ristra de mensajes. Abrió uno y me pasó el móvil. Leí el contenido del mensaje...
Y por primera vez en lo que me parecía una eternidad, las lágrimas fueron tan incontenibles que se proyectaron de manera inconsciente en la ilusión tras la que me resguardaba.
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Después de hacerme de nuevo dueña de mi mente y mis actos, me había visto en la obligación de contarle todo a Sasha. Ella había respondido con una firmeza que era difícil de cuestionar, y acepté traerla conmigo, a pesar de que sabía que sentía sentimientos encontrados por el lugar en el que había crecido, por problemas pasados. Hizo frente a todo eso sólo por Drago. Cuando hablaba del mutante, sus palabras estaban llenas de amor. Había algo fraternal en su modo de dirigirse a él que me hacía comprender que el único lugar en el que debía estar era allí donde su amigo le necesitara. Entramos en el despacho y me senté frente al hombre al que había considerado uno de mis mayores héroes durante toda la vida. Si mis sentimientos no hubieran estado neutralizados por mi sentido del deber, tal vez habría sido capaz de emocionarme.
Su mente no se parecía en nada a la de Sasha, que en cierto modo estaba acostumbrada al intrusismo del telépata, y lo aceptaba. Sieglinde mantenía la línea de pensamiento oscilando siempre en aquello que la mantenía encapsulada, haciendo el acceso a su mente muy difícil.
El profesor X fue el primero en hablar. Drago no solo había tenido una vida complicada, es que su presente también lo era. Había enlazado, como los demás, tragedia tras tragedia, hasta que las circunstancias le obligaron a alejarse incluso de la escuela. Sabía que adoraba su trabajo, y sin duda todo debió perturbarle en extremo como para que necesitara alejarse de algo a lo que se dedicaba con ferviente dedicación.
Yo había tenido un comienzo complicado con Drago, cuando me percaté de que por las circunstancias el mutante había volado mi tapadera. Ahora me avergonzaba de haberle amenazado, pero sabía que si volviera a ocurrir, el resultado sería el mismo. Había demasiado en juego. El tiempo era el que había afianzado mi confianza en él hasta convertirle en uno de mis allegados más cercanos, aunque esto lo originara una situación forzosa. En cierto modo, no me había quedado más remedio que confiar en él, y él me había correspondido de un modo que jamás habría llegado a imaginar.
-Le contaré todo lo que sé, pero espero que comprenda que todo esto ha sido una reconstrucción de sucesos dictados por la casualidad. Durante mi primer viaje aquí conocí a algunos de sus profesores y estudiantes. Aquí fue donde conocí a Dragoslav, y también a una de sus estudiantes con un poder peculiar. Una joven inglesa llamada Alice Delaney. Ambos hemos mantenido una relación fluida en lo referente al contacto. Hablábamos con regularidad, hasta que a primeros de Marzo me explicó que necesitaba un tiempo de distanciamiento. Fechas que cuadran con su versión de todo esto. A finales de marzo, uno de los profesores de mi institución, Lorenzo Borgia, fue reclamado para la elaboración de un trabajo referente a la robótica, uno de sus campos de especialización. Era una labor confidencial encargada por parte de una agencia gubernamental. Allí se le invitó a participar en un proyecto que tenía como objetivo practicar una reconstrucción a una mujer que había sufrido terribles mutilaciones, al parecer llevadas a cabo por un cruento asesino caníbal, llamado Cédric Valjean. Se sabe que es un psicópata agresivo de un peligro extremo, además de tener capacidades telepáticas. Gusta de torturar a sus víctimas, y cometer todo tipo de atrocidades. Durante ese tiempo, Lorenzo conoció a la joven Delaney. Él comentó que habían llevado a la muchacha por que había entrado en contacto con el joven en cuestión, pero ella desconocía por completo esta faceta suya. De hecho, le creía su amigo. En previsión de lo que pudiera suceder, Lorenzo le ofreció una línea directa con su teléfono por si algún día se encontraba en problemas. Esa fue la línea que utilizó Alice el día 18 de Abril para ponerse en contacto con él. Intentó efectuar varias llamadas sin resultado, pero después le remitió un mensaje de texto con una ubicación. Le contó que estaba en Gotham, que Dragoslav la necesitaba y también que Cedric Valjean se encontraba allí. Nuestros intentos por contactar con Dragoslav han sido infructuosos desde el 12 de Abril. - me detuve ahí, y saqué de mi maletín la documentación que había podido cribar, sin incluir la que había sido conseguida de manera ilegal. Por mediación de Börj habíamos podido conseguir unos cuantos documentos, entre ellos una evaluación psicológica que había llevado a cabo la Dra. Stavridis cuando Cedric Valjean fue encerrado en el sanatorio de Arkham.- He conseguido estos documentos que explican de lo que es capaz. Tienen algo de información de él, incluyendo fotografías. - me detuve por el momento, tendiendo los documentos al profesor, y buscando sin querer los ojos de Sasha durante un momento. Quizá necesitaba apoyarme en la mirada de alguien conocido.
Podría haber continuado con el millar de posibilidades que bullían dentro de mi mente. Tenía mis propias sospechas de lo que podría haber pasado, pero no me veía capacitada para vocalizarlas en voz alta.
Casi todas dibujaban un escenario atroz en el que Drago ya no estaba entre nosotros...
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 15th Septiembre 2020, 02:16
(Post roleado en conjunto con la usuaria Elissa Stravridis)
No dijo nada, no con palabras, pero asintió sutilmente a Sasha para indicar que la había escuchado, y un halo de tristeza atravesó su mirada cansada, dejando ver lo mucho que le apenaba. Pero no tenían nada más que decirse... Él hizo lo que consideró correcto, y ella acababa de decirle que aún no estaba preparada para perdonarle. Lo único que podían hacer era dejar pasar el tiempo... Y, al menos por el momento, tenían asuntos más preocupantes de los que ocuparse.
Ante la pregunta de su antigua alumna negó con la cabeza, mirándose fijamente las manos.
- No creo que fuese un demonio, me recordó más bien a lo que sentí en presencia de Fénix Oscura -alzó la mirada para encontrar los ojos de Sasha. Había pocos mutantes en la mansión que no conociesen a Fénix Oscura, el terrible álter ego de Jean Grey-. No conseguí adentrarme en su mente; en cuanto lo intenté la noté bloqueada por algo mucho más poderoso que yo. Con la misma facilidad me expulsó fuera, y después usó una especie de telequinesis para deshacerse de sus ataduras, dejarnos inmovilizados a los dos y provocar el fuego. Es decir... no lo generó él directamente, sólo... se limitó a hacer explotar las lámparas con su telequinesis. Fueron las chispas las que originaron las llamas, no alguna clase de poder infernal. Ya sabes que Drago siempre ha tenido una imaginación muy... vívida e influenciada por sus creencias, aunque después de lo que acabamos de experimentar todos con ésta invasión ya no parecen fantasías, ¿verdad? -esbozó una sonrisa triste y miró a Sieglinde para escuchar todo lo que le tenía que decir, que no era poco.
A medida que la alemana progresaba en la narración de los hechos se iba poniendo más y más tenso. Mutilaciones... Asesino Caníbal... Psicópata... Telépata... Tortura... Cada palabra caía en su mente con la fuerza de un yunque, especialmente cuando le dijo que Alice había visto a aquél demente en compañía de Drago varios días después de su supuesta desaparición. Extendió con la mano los diferentes documentos sobre la mesa, ojeándolos por encima. Había una ficha de paciente del Asilo Arkham con un número de referencia: 24601. Por supuesto, no estaba el informe médico en sí, pero sí el nombre de la profesional que le había tratado, y, al leerlo, el corazón le dio un vuelco: Elissa Stavridis.
A lo largo de su vida, Xavier había estudiado muchas cosas, y una de ellas era precisamente psicología, ciencia en la que tenía un doctorado. Dicha disciplina le había llevado a interesarse por Drago cuando le había encontrado, y a cuestionar las conclusiones de su colega, Moira McTaggert, la cual defendía inicialmente que el mutante padecía una forma de esquizofrenia que le llevaba a tener delirios y delusiones en las que las sombras le hablaban y él se creía la reencarnación del Ángel de la Venganza. Gracias a sus habilidades telepáticas y a sus conocimientos, Xavier no había tardado en darse cuenta que lo que tenían ante sí no era un hombre enfermo... sino uno profundamente herido. Las terribles experiencias por las que había tenido que pasar durante su juventud habían convertido a un muchacho sensible y vulnerable en alguien extremadamente inestable, y las torturas experimentadas durante su captura en Colombia habían provocado que su psique se terminara de romper. Al no ser capaz de soportar la pérdida de sus ojos había creado una segunda personalidad que tenía como único objetivo proteger del trauma a un niño herido al que habían obligado a crecer demasiado deprisa. No... Drago no era esquizofrénico, sólo alguien con un TEP particularmente grave. Con comprensión y paciencia, Xavier había conseguido hacerle ver la realidad que no había sido capaz de aceptar: que no era ningún ángel todopoderoso, sino un simple mortal... un mutante. Con el paso de los años, la aceptación y el cariño que había recibido en la mansión, los problemas psicológicos de Drago habían ido remitiendo de manera gradual hasta que, la pasada noche de Halloween había experimentado una recaída al verse obligado a afrontar de manera directa una de sus mayores fobias: el miedo a la oscuridad. Después de tantos años juntos y de haber construido una relación como profesor y alumno, como empleador y empleado, Xavier ya no podía atenderle sin quebrantar el código deontológico, así que le había derivado precisamente a aquella mujer, Elissa Stavridis, una psicóloga especializada en el tratamiento de superhéroes y a la que ya le había enviado algún que otro paciente con resultados satisfactorios. Xavier sabía que iba a estar en buenas manos, y no se había equivocado, ya que los últimos meses Drago había experimentado una mejoría notable, casi hasta el punto de poder integrarse plenamente en la sociedad para hacer vida normal. ¿Cuántas probabilidades había de que fuera ella la que se había ocupado de tratar a Cédric durante su estancia en Arkham?
Sin embargo, no fue aquella la mayor de las sorpresas que le depararía aquella charla. Sus manos temblaron ligeramente al encontrarse con la imagen del mutante rubio que le había pasado Sieglinde.
- ¿Cédric? No... Éste hombre tenía otro nombre... -rebuscó entre sus papeles y sacó una pequeña cartulina con unas notas que le había garabateado Planaria-. Del 21 de febrero... -le dio la vuelta y leyó el nombre escrito en ella-. Gabriel Leblanc. Eso era -le entregó la pequeña cartulina a Sieglinde-. Éste hombre acudió a la mansión preguntando por mí a finales de febrero, pero yo justamente me encontraba fuera de la ciudad haciendo unas tareas de investigación, así que le atendió uno de los profesores. Planaria, precisamente -añadió, mirando a ambas-. El chico dijo llamarse Gabriel Leblanc, que era un mutante con poderes telepáticos que trabajaba para S.H.I.E.L.D. y que éstos le enviaban a hablar conmigo con la esperanza de que le acogiera como discípulo, ya que sus poderes en los últimos tiempos se estaban descontrolando. Al parecer, inicialmente le costaba muchísimo poder afectar a los demás, incluso en los aspectos más básicos, y era incapaz de leer a varias personas a la vez, pero recientemente estaba experimentando una evolución en la que sus poderes parecían actuar por cuenta propia, leyendo las mentes de los demás y manipulándolos casi sin darse cuenta, como si otra persona tuviera el control y no él. Me dijo Planaria que parecía preocupado porque pudiera llegar a pasar algo realmente malo, pero no le especificó exactamente la naturaleza de sus temores. Le dijo que volviera a pasarse la semana siguiente, pero no lo hizo, y por desgracia yo estuve demasiado ocupado para ponerme en contacto con él y con todo lo que pasó lo fui olvidando. Me recordó tanto a Jean lo que Planaria me contó... Dios mío, si ha ocurrido algo porque yo no estuve aquí para atenderle cuando llegó pidiendo ayuda... Sólo espero que Drago no haya tenido que pagar por mis errores.
Se puso en pie y pulsó un botón de su comunicador. Al poco, un hombre rubio bastante bien parecido ataviado con el uniforme de los X-Men asomó por la puerta.
- ¿Me ha llamado, Profesor? - Sí, Sam... Tú tenías la llave del apartamento de Drago, ¿verdad? - Sí, me pidió que me ocupara de pasear a Luna durante el tiempo que estuvo fuera. - Perfecto... Tenemos sospechas de que puede estar siendo retenido en contra de su voluntad. Sé que eres uno de sus pocos amigos, Sam... Por favor, ve volando a su piso lo más rápido que puedas y dinos si encuentras algo fuera de lo normal.
Una sombra de preocupación cruzó por los ojos del hombre, que asintió.
- De inmediato, profesor.
Una vez se hubo ido y cerrado la puerta, Xavier indicó a las dos mujeres que le acompañaran hasta la sala en donde se monitorizaban las cámaras de vigilancia. En ella había otro muchacho, también rubio, bastante joven.
- Douglas, ¿podrías por favor mostrarle a Sasha y Sieglinde las grabaciones de las cámaras de seguridad del 21 de febrero en los jardines de la mansión? Estamos buscando a éste hombre -dijo mostrándole la imagen de Gabriel-. Yo por mi parte voy a Cerebro para intentar localizar a Drago. Enseguida vuelvo.
Douglas Ramsey, también conocido como Cifra, se puso manos a la obra y, en poco tiempo, tenían la imagen paralizada en una escena. En ella se veía a Planaria, una chica con el pelo corto y las puntas azules, Alice, Drago y el hombre que se había presentado a sí mismo como Gabriel, éstos dos últimos en una actitud bastante cercana, desde luego más de lo que era normal para Drago. Al comparar ambas imágenes no cabía duda de que se trataba del mismo hombre del que había hablado Solaris. Además, los poderes eran los mismos. Pero... ¿por qué se había presentado en la mansión buscando ayuda si era un psicópata? ¿Y por qué decía que le había enviado S.H.I.E.L.D.?
- No he sido capaz de localizar a Drago -dijo el Profesor cuando finalmente se reunió con ellas-. Ha sido muy extraño. Notaba que estaba ahí, en algún lugar dentro de Estados Unidos, pero cuando trataba de acercarme más para concretar su posición o hablar con él, era como si algo o alguien me mantuviera fuera.
La última vez que había experimentado algo parecido había sido con el casco de Magneto, pero si el tal Cédric era un telépata de poder elevado era factible que pudiera conseguir el mismo efecto si estaban a suficiente distancia de él. Una llamada a su móvil interrumpió sus cavilaciones. Era Sam. El hombre lo sacó del bolsillo de su chaqueta, descolgó y lo puso en altavoz.
- Sam. ¿Estás en el piso de Drago? - Sí, Profesor. - ¿Has encontrado algo raro? - Diría que no... Salvo por el polvo, que indica que hace bastante que nadie se pasa por aquí, está todo más o menos igual que la última vez que estuve. No hay indicios de pelea, y, lo más importante: Luna no está. Tampoco su comida ni sus cosas.
Xavier asintió, pensativo.
- ¿Algo más que señalar, Sam? - Bueno, si acaso... El dormitorio era lo único que estaba algo revuelto. Las puertas del armario estaban abiertas y faltaban bastantes cosas, como si hubiera hecho una maleta para irse de viaje. - Está bien, Sam. Puedes volver. Gracias.
Acto seguido marcó un nuevo número, aunque ésta vez no puso la llamada en altavoz.
- ¿Con la consulta de la doctora stavridis? Soy Charles Xavier. Necesito hablar con ella por un asunto urgente, así que por favor, si está en consulta le ruego que le pase el teléfono. Seré breve. Dígale que concierne a un paciente suyo: el paciente 24610...
* * * *
...Eso dijo la secretaria tras golpear la puerta con los nudillos. Un sudor frío recorrió a Lissa al reconocer la cadencia de los números. Asintió brevemente y cogió el auricular.
- ¿Sí...? Soy Elissa Stavridis. - Elissa, soy Charles, de la Mansión X, creo que te acordarás de mí. Lamento interrumpirte con algo tan desagradable, especialmente ahora que al fin parecíamos estar saliendo del túnel con el fin de la invasión demoniaca...
Elissa asintió, acompañando el gesto con un murmullo de reconocimiento.
- Me alegro de oírle, Doctor Xavier. Y de saber que está bien. Son días difíciles.
Xavier hizo una pausa, dubitativo acerca de cómo continuar. Sabía que entre la doctora y Drago se había ido gestando una relación que presuponía de amistad, porque el se la había estado trayendo con frecuencia al aula de música al finalizar las clases para darle lecciones de piano. Después, en algún momento habían interrumpido las sesiones de manera un tanto abrupta y antes de lo que él había anticipado, y se había aventurado a albergar la esperanza de que quizás habría florecido entre ellos algo más y que por eso habían tenido que parar, sin embargo poco después se había enterado de que Drago tenía una relación con otra chica. No tenía por costumbre meterse en los asuntos privados de sus alumnos, así que no había llegado nunca a preguntar qué había pasado entre los dos, pero sospechaba que para Elissa no iba a ser fácil escuchar lo que tenía que decirle, y no se equivocaba. Elissa, inquieta, aguardaba a que continuara. Asociaba al hombre con la Mansión, con Drago... ¿Por qué había dicho el número de Cédric...? Algo iba mal. Una sensación extraña, sin forma, que empezaba a reptar en alguna parte de su mente.
- Al parecer, Drago lleva desaparecido desde el 13 de abril, el día que se produjo la fuga masiva de Arkham. Lamento comunicarte que la última vez que se le vio fue en compañía de Cédric el día 18 -dijo con seriedad-. Sé que está vivo porque he intentado contactar telepáticamente con él, pero no he podido establecer la conexión. Había algo... o alguien, que me mantenía fuera, y no he podido llegar a descubrir su ubicación, pero Cédric... -hizo una nueva pausa, sintiendo él mismo el aguijón de la angustia. Después de todo, él había recogido a Drago, le había tratado y le había entrenado, dandole un hogar en su casa. A lo largo de ocho años había llegado a convertirse en un miembro valioso de su comunidad, alguien que, a pesar de sus múltiples problemas e inseguridades, se había mantenido siempre honesto, leal y fiel-. No tengo que decirte el historial de Cédric. No sabemos en qué condiciones puede estar... Aunque supongo que el hecho de que siga vivo ya es una esperanza, y cuando fue visto el día 18 parecía en buen estado. Estamos intentando localizarle, y habiendo sido paciente tuyo pensamos que posiblemente podrias darnos alguna información relevante que nos ayude a encontrarlos.
- ¿Desaparecido? -repitió, sintiendo que la sangre abandonaba su rostro. Al dar forma a aquella única palabra, su voz perdió todo matiz de profesionalidad-. Pero él... Me ha estado escribiendo... -Mal. Algo iba mal-. ¿Con Cédric? -repitió- ¿Cédric Valjean? -una pregunta innecesaria, la esperanza secreta de una respuesta negativa.
- Sí, Cédric Valjean -confirmó él, con el tono más amable que fue capaz de conseguir dadas las circunstancias. Parecía que había acertado al suponer que los dos estaban unidos, aunque no podría saber hasta qué punto.
- Alguien... que bloqueaba... -Cédric. Las habilidades de Cédric... Ella misma las había visto en Arkham. Y aún la inquietaban. ¿Por qué iba Drago a acercarse a alguien como él? Salvo que... Salvo que...- ¿Cree que lo ha... secuestrado? -aquello insinuaba Xavier, pero... ¿Por qué? ¿Qué podía querer de él? ¿Qué extraña conexión podía haberse establecido entre los dos?
A Xavier no le hacían falta sus poderes telepáticos para darse cuenta de que la noticia la había afectado profundamente. No necesitaba verla para notar en su voz lo alterada que estaba. Se dio cuenta de que necesitaba replantearse su discurso.
- Mmmm.... No lo sé, Elissa.... Quizá nos estemos preocupando innecesariamente. Al fin y al cabo dices que has estado hablando con él, ¿no?
- No... No hemos hablado... Sólo mensajes...
- De acuerdo, Elissa, tranquila. ¿Qué decía en esos mensajes? ¿Parecía todo normal?
- No estoy segura... nos habíamos... Distanciado -su voz se apagó ligeramente-. Me decía que estaba bien. Pero que estaba ocupado.
¿Parecía todo normal? No. Pero... Llevaban meses sin hablarse. Habían pasado muchas cosas. Él la había protegido en Arkham, lo había sentido cercano de nuevo... Había pensado que... Y después, Lissa había sacado sus propias conclusiones acerca del tono distante de los mensajes. Al fin y al cabo, Drago tenía todo el derecho a mostrarse serio con ella. Nunca se le había ocurrido que pudiera estar en peligro.
- Elissa. Elissa, ¿estás bien? -el tono preocupado de Xavier la devolvió a la conversación-. Escucha, quizá nos estemos preocupando en demasía, no saltemos a conclusiones precipitadas. No sabemos por qué estaba con Cedric ese día.
- Justamente eso es lo que me preocupa, Profesor -replicó ella, usando inconscientemente el apelativo con el que los habitantes de la Mansión se dirigían a él-: que conozco a Cédric -al menos, sabía lo que había en su subconsciente. Y eso era más que de sobra. Lissa había caminado por aquella ciudad muerta, se había ahogado en aquellas aguas ponzoñosas-. Está afecto de una psicopatía muy grave. Es inteligente. Y peligroso. No se me ocurre qué podría estar haciendo Dragoslav con él, pero no parece su clase de amigo.
Xavier suspiró, haciendo lo posible porque no se notara su propia preocupación.
- Lissa, es cierto que no coge el teléfono y tampoco está en su apartamento, pero allí estaba todo en orden, sin indicios de pelea, y Luna no estaba. Se habían llevado ropa, la comida y los juguetes del animal, por lo que todo apunta a que ha sido él quien ha decidido marcharse de manera voluntaria. Secuestro es una palabra muy fuerte y de momento no tenemos pruebas de que sea lo que ha pasado. Si hubiera sido un secuestro no se habrían tomado la molestia de llevarse también al perro. Escucha, Drago estaba... diferente en marzo. Como si le hubiera pasado algo. Se pidió una excedencia por motivos personales y apenas le ha visto nadie desde entonces. Se pasó un mes entero en París, quizá haya decidido volver allí. Quizá este lidiando con sus propios demonios internos, ya sabes cómo es... O quizás haya ido a algún lado a ayudar durante la invasión. Sea lo que sea lo que le haya pasado, no podemos asumir nada, ¿de acuerdo?
Lo decía más por tranquilizarla a ella que porque realmente creyera sus propias palabras. En ocho años Drago jamás se habia portado así. Era muy responsable y no habría abandonado sus obligaciones durante tanto tiempo sin decir nada ni coger el teléfono.
- De acuerdo... -quiso refugiarse en las palabras de Xavier. Quiso creerlas. Pero nada referente a aquel paciente iba a dejarla tranquila.
- Si tienes cualquier información o detalle, por irrelevante que pueda parecer...
- Si no le importa... Preferiría hablarlo en persona. Es... complicado de explicar por teléfono.
- Claro. ¿Quieres venir a la mansión mañana por la mañana o esta noche? Tenemos habitaciones de sobra. Así podrías ayudarnos con la búsqueda y estar al tanto de todo lo que averiguemos de primera mano.
El lugar se dibujó en su mente. Los pasillos, la sala de música, el piano. Los recuerdos dulces se fundían sobre los recuerdos dolorosos. Y con la imagen distorsionada de... ¿Un sueño? El sueño que había tenido hace poco... Se masajeó el puente de la nariz, intentando apartar un incipiente dolor de cabeza. Él tenía razón. ¿Por qué habría desaparecido también Luna? Un secuestrador no se hubiera llevado a una perra. Tenía que escucharlo. Evitar conclusiones precipitadas.
- Está bien -dijo-. Iré a la Mansión... Hoy tengo visitas hasta tarde, pero mañana... Sí, no habrá problema.
- Perfecto, Lissa. Gracias por todo. Y por favor, no te preocupes. Seguro que le encontramos y todo habrá resultado ser un gran malentendido.
Tras colgar el teléfono se volvió hacia las dos mujeres.
- A falta de un lugar mejor por donde empezar... Sugiero esperar a que llegue la doctora. Ha dicho que se pasará mañana por la mañana. Ella le ha tratado, así que quizás conozca alguna información clave que pueda servir de pista. Después de todo, es cierto que no tenemos todos los datos ni sabemos lo que ha ocurrido realmente, y Drago es un soldado entrenado. Sabe cuidar de sí mismo.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 28th Octubre 2020, 20:31
Lo cierto es que en ese instante de mi vida, estaba llena de furia y determinación. Hubiese hecho lo que fuese necesario para salvar a mi amigo, aunque eso incluyese dar mi vida en el proceso. Ni siquiera había podido hablar con Jesse de la misión…Joder, hacía dos días estaba en una tesitura compleamente diferente y ahora… Pero la prioridad era no poner en riesgo el rescate. Tenía miedo de que cualquier comunicación sobre la misión interfiriera.
Mis últimos instantes con Drago se repetían en bucle entre mis pensamientos. Y lo interrumpían flashbacks de tiempos mejores en los que a veces simplemente disfrutábamos de nuestra amistad… pero en cuanto la información sobre el francés empezó a retumbar entre las cuatro paredes de aquella habitación, las pesadillas se convirtieron en visión. Mi mejor amigo siendo torturado, mutilado y quién sabe cuántas cosas más…
Tal vez y sólo tal vez decepcionase a Sieglinde pero no iba a ser capaz de dejarle escapar con vida si ese era el caso. Desde que compartió toda la información conmigo había estado repasándola. Empezando por el primer punto de los informes hasta el último. Memorizando las enfermedades mentales, la medicación que se le había recetado, dónde había estado, cómo se llamaba, cómo actuaba, víctimas anteriores… Cada detalle al respecto del secuestrador estaba grabado en mi memoria con una retentiva que hacía meses no tenía.
Busqué la mirada de Sieglinde, respondiéndola con un leve asentimiento. Era una persona digna de respeto, de admiración… Tenerla como líder resultaba un completo honor. Además resultaba un increíble componente terapéutico para mí en uno de los peores momentos de mi vida. Para ella tenía que ser fuerte, no importaban las circunstancias. Estás presente, estás vivo y tienes que continuar. Y a pesar de que tenía eso en mente junto con la responsabilidad que se le había otorgado como Rookie del equipo de espionaje de la MKL… No podía mentirme a mí misma. Si no podía convertirlo en una misión de rescate, lo convertiría en una venganza disfrazada de misión de ejecución.
Me centré en el mensaje de Charles. Odiaba su diplomacia. Era algo que tenía en común con Sieglinde, pero sin ese pragmatismo alemán tan característico. Mi amigo puede morir en cualquier momento y no quiero escuchar reflexiones sobre la vida, la muerte y lo loco que se ha vuelto el mundo. QUÉ. COÑO. HACEMOS.
Cuando mencionó el otro nombre, di un paso al frente para observar los datos nuevos y añadirlos al esquema mental que había preparado para ese hijo de la gran puta. Cuando mencionó la visita a la mansión, los recuerdos de Planaria y ese día me brotaron a la mente (con una leve satisfacción personal al notar que mencionar su nombre no me provocaba emoción alguna) - Así es, a mí me contó la situación en privado al llegar a casa. Me comentó que se describió como un telépata, podía leer mentes y provocar cambios como sueño, mareos y sentimientos. Aunque a mí me dio muy mala espina cuando Planaria me contó que se ofreció para enseñar a disparar a Alice y la insistencia con la que repetía que quería verle y cómo preguntaba por usted - clavé la mirada en la del profesor. Ya no había rastro de rencor por mi parte - Aparte de eso, que nos sea de utilidad… solo recuerdo que llegó en moto- Planaria se fijó en su moto, era un obseso y se enamoró del modelo de Shield.
Con la entrada de Sam le dediqué una breve pero cálida sonrisa a pesar de que no acompañaba con la preocupación de mis ojos. Me sentí por primera vez como una extraña cuando vi el uniforme, pero decidí distraerme. Había que concentrarse en la realidad.
Las cámaras no resultaban demasiado reveladoras para nuestra mala suerte -La chica del pelo azul es hermana de la doctora Stavridis. Las conocí en su piso hace un par de meses- apunté como único dato útil. Sin embargo esa frase del profesor me inyectó la esperanza que necesitaba para poder olvidarme de todo lo demás e ir a degüello a por la misión. Seguía vivo, estaba entre nosotros… El corazón se me disparó. Mi cuerpo empezaba a reaccionar para lo que se nos avecinaba y creo que por primera vez respiré a plena capacidad pulmonar. Podía notar cómo se me relajaba el abdomen y la mandíbula. Un suspiro que no hizo esfuerzos por esconderse salió de mis labios mientras con los ojos cerrados visualizaba cómo lo traía de vuelta a casa. -Aguanta por favor…-
Escuchaba desde lejos la conversación de Charles. Estaba siendo demasiado optimista, supuse que Elissa estaría afectada y él estaba cumpliendo su papel analgésico… No había más excusas para esa sarta de falsas esperanzas cuando aquí teníamos tan clara la situación.
-Bien, mañana podemos estar Sieglinde y yo aquí a primera hora sin falta. Podemos pasar la noche en nuestro sitio si te parece bien- dije sacando del bolsillo de mi pechera el zippo que me facilitaron para el teletransporte. -No creo que sea buena idea. La magnitud y la complicidad del poder que he detectado hace que corramos peligro. Si aceptáis mi recomendación, tenemos habitaciones libres y si fuese necesario en algún momento podría facilitaros transporte - Miré a Sieglinde. Por mí no había problema, así que preferí esperar y que tomase ella la decisión.
OOC: Para continuar deberían acceder a quedarse en la mansión a dormir ya que tienen que estar allí hacia la tarde-noche y la reunión ha sido por la mañana.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 29th Octubre 2020, 01:42
Gabriel LeBlanc. Aquel nombre no me era desconocido. No muchos podían tener acceso a determinada información, pero es más fácil cuando tienes a un hermano obsesionado con Hackear todas y cada una de las redes con la más alta seguridad en el mundo. Se suponía que era un agente de campo de S.H.I.E.L.D y había colaborado en diversas misiones a lo largo de los años. De hecho y sin saberlo, nos habíamos cruzado en una ocasión, cuando me encontraba en una incursión realizada tras recibir el chivatazo acerca de una célula de HYDRA que estaba a punto de cometer un acto terrorista en los Estados Unidos. Jamás llegó a darse, por suerte para todos aquellos que habrían perdido la vida de no haber sido detenidos a tiempo. Había estado dudando acerca de que se trataran de la misma persona, y en un pensamiento primario consideré diversas opciones que podrían explicarlo. La primera, que se tratara de una ilusión como era mi propio caso; al fin y al cabo no podía descartar que hubiera otras personas capaces de hacer lo mismo que yo; la segunda, que se tratara de un familiar parecido, como un hermano, la tercera opción que era la que parecía más sólida hasta el momento es que se tratara de algún tipo de experimento como el que muchos gobiernos llevaban a cabo en conejillos de indias de sus servicios especiales; No eran los primeros en jugar con los límites de la mente humana con la única intención de conseguir super-soldados. Al final, y tras leer la documentación, había resultado ser mucho más sencillo que todo aquello. Se trataba de un paciente psiquiátrico con un cuadro aterrador. Sin embargo, no dejaba de extrañarme que una patología como la suya hubiese acabado por pasar desapercibida por todos aquellos que le conocieron antes de su estancia en Arkham Asylum. Había oído hablar de otros sociópatas o psicópatas funcionales por completo, Ted Bundy era un ejemplo de ello. Lo cual lo hacía aún más perturbador. En cierto modo es natural creer que si te encuentras con un enfermo mental serías capaz de distinguirlo. El problema es cuando no sólo eres incapaz, sino que además empiezas a relacionarte y confiar en esa persona. Entonces empiezas a correr un peligro que eres incapaz de empezar a imaginar.
La maquinaria comenzó a moverse de manera inmediata. El profesor llamó a algunos de los miembros de su equipo. Uno de ellos, para asegurarse de que en el apartamento de Drago todo seguía en orden. Él mismo nos mandó a la seguridad para comprobar unas grabaciones mientras trataba de localizar a Drago con Cerebro. Por un instante sentí un mudo alivio interno. Había escuchado de las capacidades de la inmensa máquina de Charles Xavier, de lo que era capaz de lograr amplificando las habilidades del profesor. Si había una oportunidad para asegurarnos del bienestar inmediato de Dragoslav, sin duda era esa.
Contemplé estupefacta al joven paseando junto con otras personas, entre las cuales se encontraba Alice Delaney. Conocí a la joven de primera mano, de un encuentro fortuito que habíamos tenido BJörn y yo mientras entrenábamos. Habíamos disfrutado de un agradable ejercicio y una merienda con buena conversación, aunque esta se llevara a cabo mediante escritos. Había sido una experiencia curiosa difícil de olvidar con facilidad. Ahí estaba, junto al muchacho que simulaba ser una persona, pero que en realidad era una bestia depredadora.
Al volver Charles, su mudo entusiasmo desapareció en un velo que alteró mi ilusión, mostrando unos ojos entristecidos por la certeza de las malas noticias.
- Es algo dentro de las capacidades de un telépata de alto nivel. Si ha conseguido comprobarlo aunque su mente sea inaccesible son buenas noticias. Significa que sigue con vida.- yo misma tenía capacidades para bloquear mi mente y estaba segura de que un telépata podría hacerlo en la mente de otro si se mantenían en contacto. Sin embargo, era incapaz de sacarme de la cabeza la imagen de Drago hecho pedazos, con mordiscos por todas partes, miembros amputados y sufriendo lo inimaginable.
Xarles se decantó por llamar a la doctora que lo había tratado. Mantuvo esa reunión en privado, pero tanto Sasha como yo pudimos escuchar el modo en que hablaban. Mi gesto se alteró con levedad sin poder evitarlo ante determinado momento de la conversación. Estaba intentando hacer que la mujer al otro lado de la línea albergara esperanzas, intentando calmarla, lleno de compasión y calidez. No pude evitar encontrar mis ojos acerados con los de Sasha, mientras el gesto de mi mandíbula se tensaba. Cuanta más relación tenía con ellos más podía percatarme de lo diferentes que éramos a la hora de hacer las cosas. Desde luego yo habría intentado mantener cierto nivel de optimismo, pero no a expensas de tratar la situación con mas ligereza de la que podíamos permitirnos, tal y como había hecho él. No se podía hablar de secuestro, pero yo lo consideraba una desaparición, y así se lo habría hecho saber a la doctora al otro lado de la línea. Había una diferencia muy sutil entre aliviar una carga en lo posible, y suavizar el golpe hasta tal punto que la información dejaba de ser útil y objetiva. Tal vez eso era lo que hacía a Xarles tan accesible, amable y digno de admiración. O tal vez sólo me pareció que trataba el asunto con menos peso del que yo le había dado porque en este caso la persona en riesgo me era muy cercana. No podía obviar lo que las emociones nos hacen por mucho que lo queramos evitar. Puede que estuviera siendo susceptible.
Traté de tranquilizarme y tragar saliva, mientras nos ponía al tanto de la situación respecto a lo que le había dicho la doctora, y cuál era nuestro plan de actuación posterior. Hice mis propias consideraciones cuando se nos ofrecieron varias alternativas respecto a dónde quedarnos.
- ¿Tu casa dispone de cerrojos en las habitaciones?- Sasha me devolvió la mirada. Su expresión estaba llena de una fortaleza renovada, y me alegraba que así fuera.
- La puerta de entrada de mi apartamento tiene blindaje, pero el resto de la casa no.
Eso era todo lo que necesitaba saber en realidad. Puede que ambos creyeran que mi pregunta procedía de la necesidad de defenderme del maníaco del que habíamos hablado momentos antes, pero la realidad era distinta. Desde que se me diagnosticara el sonambulismo era indispensable para mí poder descansar en una habitación con cerrojo. Aunque estaba convencida de que por muchos esfuerzos que hiciera, hoy sería una de esas largas noches de insomnio. Tenía demasiado en la cabeza como para conseguir dormir en una habitación ajena.
- En tal caso, lo más inteligente es quedarnos. Nos permitirá una respuesta inmediata ante cualquier circunstancia que se dé, y podremos prepararnos para la reunión con la doctora mañana. Hasta el más insignificante detalle podría ser la clave para localizar a Dragoslav. - al mirarlos a ambos pudieron observar que la severidad de mi rostro había vuelto, mis ojos azules acerados llenos de una mirada penetrante en la que parecía imposible que asomara duda o miedo. La expresión por la que me había ganado el apodo de Iron Maiden II entre profesores y alumnos.
Unos ojos llenos de la determinación que me impulsaba a encontrar a Dragoslav.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 7th Noviembre 2020, 01:11
Mapa de la mansión:
Durante el resto del día estuvieron realizando averiguaciones, y Xavier movilizó a los pocos miembros de la Patrulla X con los que podía contar después del desastre de la WWD para que trataran de encontrar a Drago. Él mismo realizó un par de fallidos intentos más para contactar con el mutante a través de Cerebro antes del atardecer. Después de la cena, Xavier le dijo a Sasha que podía utilizar la que había sido su habitación cuando había sido alumna de la escuela, en el edificio externo adjunto donde se encontraban los dormitorios de las chicas, y a Sieglinde le ofreció una habitación en la planta superior de la mansión, que era donde dormían los profesores.
El ataque empezó tan suavemente que, al principio, nadie se dio cuenta. Eran las dos de la madrugada y todo el mundo dormía cuando los cielos comenzaron a tornarse rojos y grandes y aterradores nubes oscuras cubrieron la mansión.
Un súbito estruendo sacudió entonces la noche, haciendo temblar el edificio entero como si se tratara de un terremoto, seguido de otro, y otro más, ahogando el estridente pitido de las alarmas y haciendo saltar el sistema anti incendios. Una fantasmagórica luminosidad anaranjada resplandecía al otro lado de los cristales de las ventanas, y cuando los asustados alumnos fueron a asomarse pudieron comprobar, horrorizados, cómo el infierno había abierto sus fauces para engullir la mansión. Los otrora hermosos jardines que tantos paseos habían albergado, cómplices, eran devorados por llamas inclementes, y literalmente toda la parte frontal de la mansión había sido reemplazada por cascotes humeantes donde antes se encontraban las clases. La estatua erigida en la memoria de Jean Grey había sido partida limpiamente por la base, como segada por una espada capaz de cortar metal, y sus restos semifundidos se derramaban sobre las losetas partidas del patio.
Espantosos demonios alados del tamaño de dragones surcaban los cielos vomitando fuego a su paso, y las llamas estaban por todas partes. No tardaron mucho en escuchar la voz del Profesor en sus mentes, serena incluso en aquellas aterradoras circunstancias:
“Alumnos y alumnas, nos encontramos bajo ataque. No os dejéis dominar por el pánico. Los profesores que se encuentren más cerca de vuestras habitaciones acudirán a recogeros a la puerta de vuestros edificios para organizar la salida de la escuela. Salid ordenadamente y reuniros con ellos. Todo va a salir bien”.
De manera metódica y organizada, los mutantes adultos se distribuyeron; mientras unos iban a recoger a los adolescentes para sacarlos de allí, los que podían volar se dirigieron a los cielos al encuentro de los demonios. Tormenta se alzó y conjuró su poder para disipar las nubes, mas no pudo conseguir nada. Era como si los elementos se negaran a obedecerla, pero... había algo extraño, algo que no terminaba de encajar... A su lado, el Hombre de Hielo lanzó un rayo a uno de los demonios, que desapareció como si nunca hubiera estado allí.
- ¿Cómo? –confundido, miró a su alrededor, pero no pudo ver a ninguna de las bestias. Era como si se hubieran esfumado... Compartió una desorientada mirada con su compañera justo antes de que un rayo de energía le golpeara inesperadamente por la espalda, haciéndole caer inconsciente hacia el suelo.
- ¡Bobby! –Tormenta se lanzó a recogerlo, consiguiendo atraparlo entre sus brazos justo antes de que golpeara contra el suelo. Logrando a duras penas estabilizarse a tiempo, logró aterrizar con los pies en el césped, pero antes de que pudiera comprobar el estado de Bobby y sus signos vitales, algo la golpeó brutalmente en la sien, haciéndola desplomarse encima de su compañero herido.
Al momento, los demonios reaparecieron y siguieron sobrevolando el cielo, su momentánea desaparición pasando inadvertida para todo el que no hubiera estado completamente pendiente del cielo...
SASHA
Sasha ayudó a evacuar a las chicas del edificio de dormitorios hacia la puerta, donde otros profesores se ocuparían de conducirlas a la seguridad relativa del bosque, y cuando todas estaban fuera regresó dentro para hacer una revisión rápida por las habitaciones y asegurarse de que nadie se quedaba atrás.
El fuego debía de haber afectado al cuadro eléctrico principal, porque, repentinamente, las luces se apagaron, dejándola en una oscuridad absoluta. En respuesta, hizo aparecer una llama en su mano para iluminar el camino, y, a su trémula luz, fue siguiendo un pasillo que, de repente, parecía mucho más largo de lo que recordaba. Habitación tras habitación, Sasha se iba internando más y más en el pasillo. Aquella debía de ser la última... ¿o no? ¿El pasillo seguía? ¿Cómo podía ser? Se volvió a mirar hacia atrás para reubicarse, pero no era capaz de distinguir nada más allá de donde llegaba la luz de su llama. Desorientada, trató de deshacer sus pasos, pero el pasillo no terminaba, y ahora ya ni siquiera podía ver las habitaciones. No encontraba ninguna puerta en aquellos muros espantosamente lisos y... ¿qué era eso? Acercó la llama a la pared y se sobresaltó al encontrar salpicaduras de sangre que parecían llenar todo el pasillo; los muros, el techo, el suelo... Sólo había sangre... sangre por todas partes... Tanta sangre... Era imposible... No había muerto nadie allí... ¿verdad?
Un sonido a su espalda la sobresaltó, pero cuando se giró a mirar, inicialmente no pudo ver nada... Hasta que vio los ojos. Tres pares de ojos rojos como el mismo infierno que la miraban desde un rostro en el que sólo eran visibles los afilados colmillos que perfilaban una boca que sonreía siniestramente con una mueca lasciva.
- Sasha... –la masa de oscuridad que conformaba su cuerpo se despegó de la pared, cobrando forma ante ella-. Mi señor nos habló de ti... Nos contó lo que te hizo...
El ser se relamió de manera repulsiva y más pares de ojos se encendieron a lo largo de todo el pasillo. Otros tres, seis, una docena... Pronto perdió la cuenta.
- Lo que no nos había dicho era lo hermosa que eres... Me pregunto cómo se sentirá hundirse en tu tierna carne de mujer... Poseerte y utilizarte hasta que nos hayamos cansado... y entonces devorarte...
En cuanto hubo terminado de decir esas palabras, todos los demonios de oscuridad se arrojaron sobre ella.
SOLARIS
Lo primero que hizo Sieglinde al salir de su habitación fue contactar con Sasha a través del busca. La mutante le dijo dónde estaba y que iba a ayudar en la evacuación de los niños. La líder de la MKL necesitaba llegar hasta un punto estratégico que le permitiera obtener una buena perspectiva de la situación y la batalla, cosa que entre aquellos muros en llamas no iba a conseguir. El edificio donde estaban los dormitorios de las chicas se encontraba junto a la piscina y muy cerca del lago, por lo que parecía el mejor lugar para resguardarse del fuego, así que se dirigió hacia allí. Por el camino se cruzó con Bestia y un chico con aspecto de pez que lideraban uno de los grupos de estudiantes en dirección al lago.
- Sasha está todavía dentro –le señaló Bestia cuando se reunieron, indicándole el edificio de los dormitorios femeninos-. Está comprobando que nadie se haya quedado atrás, no debería tardar en salir. Nosotros vamos a llevar a éstos niños al lago, donde tenemos un bote. Hay otro grupo en el bosque en dirección al helipuerto. Los dirigen Rondador Nocturno y Rahne.
Tras cruzar un par de palabras más, Sieglinde se dirigió a toda prisa al edificio que le había señalado Bestia y entró. Todo estaba sumido en la más absoluta penumbra; el fuego debería haber calcinado el cuadro eléctrico. Iba a llamar a Sasha cuando un susurro ahogado le llamó la atención a su izquierda:
- S...Sieglinde... –era la voz de alguien que se encontraba sumido en un profundo dolor, una voz que la alemana reconoció prácticamente al instante-. Ayuda...
¡Drago! Pensamientos de su amigo gravemente herido cruzaron por su mente, y casi sin pensar se dirigió en la dirección que le había marcado el sonido. No tardó en llegar a una de las habitaciones. Estaba completamente a oscuras, salvo por un foco de luz tambaleante que iluminaba una simple silla de madera con un hombre esposado a la misma.
El hombre estaba de espaldas y tenía la cabeza caída sobre el pecho, por lo que no podía verlo bien. Sieglinde sacó su pistola y se aproximó cautelosamente, aguzando el oído para detectar las amenazas que sus ojos no podían ver en la oscuridad. Nadie le interceptó el paso, y pudo, con mucho cuidado, dar la vuelta a la silla... El hombre que estaba sentado allí era Drago... o lo que podía distinguirse de él en medio de la sangre que le cubría. Su cuerpo entero estaba surcado de cortes, quemaduras y magulladuras, pero cuando le alzó la barbilla pudo ver que las peores heridas se las habían hecho en la cara... Donde deberían haber estado sus ojos había sólo dos agujeros calcinados.
Apenas había llegado a recuperarse de la impresión cuando percibió un movimiento más allá del cerco de luz. Sieglinde reaccionó al momento apuntando en su dirección mientras con disimulo liberaba dos dedos de la otra mano de su guante, aguardando la figura del que supuso sería el francés. Pero en lugar de su silueta esbelta, el gigantesco contorno de un hombre extremadamente musculado se perfiló en la oscuridad. El hombre dio un paso adelante y la luz de la habitación se reflejó en los tatuajes que cubrían su cuerpo: esvásticas, hojas de laurel, águilas... y, coronándolos todos, una calavera roja envuelta en llamas.
No podía ser... la sorpresa casi le hizo soltar el arma. Aquél hombre era...
Aquél hombre era ella.:
El gigante no dijo nada, sólo curvó los labios en una siniestra sonrisa mientras chocaba uno de sus puños cubiertos de sangre con la palma abierta de la otra mano, haciendo que se marcaran aún más los músculos antes de cargar contra ella...
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 7th Noviembre 2020, 20:10
Sentada en el interior de la habitación que me habían asignado contemplé por milésima vez los documentos sobre mi cama. Había releído el historial del maníaco tantas veces que habría sido capaz de recitarlo sin tener que pararme a pensar que párrafo venía después. Estaba casi convencida de que me esperaba una noche larga de insomnio, algo que podía colaborar en convertir esa posibilidad en una profecía autocumplida. A pesar de que mi puerta tenía pestillo, también tenía un ventanal que me haría imposible conciliar el sueño. Eso y la preocupación eran la combinación que necesitaba para convertir otra noche más en una espera interminable por la luz del día. Mantenía mi mente ocupada en repasar todas las posibles variables, en qué se podría hacer y cómo podíamos localizar a Drago ya que estaba claro que cerebro, nuestra mejor baza, había dejado de ser una opción. En el instante en que toda esa planificación se evaporaba en un ruido blanco debido al cansancio y la constante tensión mi cabeza se llenaba de una extraña neblina sanguinolenta. Me apuñalaba la mente una marcha incesante de imaginerías cruentas, a cada cual más brutal que la anterior. El rostro de Cedric Valjean deformado por su inhumanidad mientras sometía a mi amigo a constantes vejaciones y torturas, escuchando sus gritos con una mueca de satisfacción vil. Me acordaba de las fotografías de las manos de aquella mujer, e imaginaba la boca del francés cerrándose sobre los delicados dedos de pianista de mi amigo, arrancándole la carne mientras él agonizaba y veía como su instrumento principal se convertía en huesos y sangre.
Abrí los ojos al darme cuenta de que estaba temblando, como si estuviese a punto de salir de mi propio cuerpo. Las lágrimas me empapaban las mejillas y sentía un frío tan fuerte que me helaba hasta los huesos, a pesar de que la temperatura en la sala estaba bien. Sentí una extraña náusea. Aquí sentada no podía ser Sieglinde, la directora de la MKL. Ni siquiera podía ser Solaris.
En la intimidad, sólo era una mujer que no sabía qué mas hacer para encontrar a su amigo... ni si aún estaba a tiempo de salvar su vida.
En los peores momentos siempre era mas fuerte cuando había alguien a mi alrededor que me recordaba lo importante que era continuar. Que me obligaba a ser aquello que debía ser, y no lo que a veces era. Que no me daba opción de pensar en mi si no en lo que me rodeaba, y en lo esencial que era seguir sin preocuparse por nada más.
En mi fuero mas interno, deseé no haber tenido opción de quedarme a solas...
[---]
Sucedió con la misma rapidez con la que suceden todos los desastres. Fruncí el ceño cuando los reflejos sobre la pared se volvieron anaranjados, y alcé la vista justo en el momento en que escuché el primer estruendo. Luego todo eran gritos, confusión y humo. Actué con rapidez y precaución, agradeciendo en el fondo subconsciente de mi mente que algo me arrancara del bucle de desesperación en el que me había sumido. Estaba confrontando algo real, algo ante lo que podía reaccionar, prepararme, valorar y ayudar. Cogí mis dos armas descargadas, sus cargadores y la linterna, las guardé y alargué la mano hacia el busca. El ambiente estaba seco, cargado de humo rasposo y temperatura en aumento. La mansión debía estar en llamas. Me crucé con varios alumnos, todos en dirección a la salida, mientras llamaba a Sasha por el busca. Al recibir su respuesta y sus instrucciones, la garra de angustia aflojó un poco su presión en mi diafragma. Saber que estaba bien me tranquilizó. No fui capaz de escuchar la voz de Xavier, debido a que las catástrofes agudizaban todas mis defensas.
En el momento en que abandonábamos la mansión dirigí mi vista al cielo sangriento cubierto de nubes negras. Una voz conocida me hizo volver la vista al terreno. El bueno y confiable Bestia. Estaban poniendo a los alumnos a salvo, evacuando unos cuantos en el lago y otros tantos al bosque cercano. Las criaturas nos sobrevolaban echando bocanadas de fuego que todos se esmeraban en evitar. No podía pensar en qué eran esas cosas. Ahora no. Nuestra prioridad debían ser los alumnos.
- ¡Voy con Sasha! Si queda algún rezagado nos dirigiremos hacia el lago. Es lo más seguro teniendo en cuenta que esas cosas atacan desde arriba. - Bestia me devolvió una mirada decidida y continuó con su camino, mientras yo me dirigía al encuentro de Sasha.
El edificio apareció envuelto en una extraña oscuridad mortuoria. Al asomarme al interior percibí una penumbra densa y pesada. Un apagón, sin duda por algún tipo de daño estructural sufrido durante el ataque. Puede que el fuego hubiese alcanzado el cuadro eléctrico principal. Cargué entonces el arma, saqué la pequeña linterna y la encendí, tratando de mirar por dónde pisaba apuntando hacia delante para asegurar mi entrada. El edificio parecía desalojado por completo.
- ¿Sasha? - no quería gritar, me bastaba con escucharla para asegurar que se encontraba allí. Iba a preguntar una segunda vez cuando escuché una voz proveniente de una de las habitaciones. Un haz de luz que no había percibido hasta entonces iluminó una habitación contigua. No se porqué razón en ese momento me pareció antinatural, pero no le di ninguna importancia. Conocía esa voz. La conocía de sobra. Un escalofrío helado me recorrió de pies a cabeza erizándome la piel. - ¿Dr-Drago? - ojala no hubiese sido tan evidente ese matiz de duda en mi voz. Había un cuerpo atado sobre aquella silla. Estaba lleno de cicatrices, sangre y heridas. Una carnicería a la altura de algunas de las cosas que había tenido la desgracia de imaginarme. Me aproximé manteniendo el arma en alto por pura costumbre, y di la vuelta a la silla. Donde debería haber estado la mirada de Drago que me correspondiera sólo había un vacío aterrador. Alguien le había arrancado los ojos a puñaladas, y los había quemado. Su aspecto me paralizó. La boca se me secó al instante, de no ser por eso no habría sido capaz de controlar las ganas de gritar.
En ese momento percibí algo por el rabillo del ojo. La realidad, de nuevo, apelando a los instintos y comportamientos que había adquirido por puro entrenamiento. Algo a lo que podía responder. Algo que podía hacer. Sólo escuchaba mi respiración. Jadeaba muy fuerte, apretaba los dientes y todo mi cuerpo estaba tenso. Necesitaba deshacerme de esa sensación asfixiante. Necesitaba accionar el gatillo.
Buscaba bajo el rayo de luz algo que rompiera la penumbra, el rostro del monstruo. Primero apareció su cuerpo y después... confusión.
- No...No puede ser...- mi voz era un ruego. Conocía cada centímetro de piel, cada arruga, cada vena, cada tatuaje. Lo había memorizado, lo había replicado. Era todo lo que veían en carne y hueso, pero estaba allí. Tan lejos de mi que cada centímetro era como una cuchillada. Me miraba con su calavera roja envuelta en llamas. Apunté con la pistola hacia la titánica figura que me devolvía la mirada. Una de tantas viviendo en el fondo de mi cabeza. Un instante de silencio desorientado.
Cargó contra mi a toda velocidad al tiempo que la luz sobre la silla se apagó.
Grité, al tiempo que se escuchaban las detonaciones de los disparos, dos seguidos, y luego uno mas, iluminando la escena durante un instante. Me resbalé hacia atrás chocando contra la pared mientras encogía los brazos a la espera del impacto. La linterna cayó de mis manos y se reventó contra el suelo con un ruido metálico. El vacío fue tal vez lo peor de todo. El golpe nunca llegó. Abrí los ojos, aterrorizada, para encontrar la silla bajo el foco de luz meciéndose de un lado a otro. Su potente haz de luz dibujando segmentos ocultos de la sala vacía. Ni rastro del monstruo, ni de Drago. Las lágrimas me caían por el rostro, mientras trataba de respirar. Me ardían los pulmones y la garganta a causa del grito que había dado. El corazón desbocado latiéndome en el interior de los oídos con tal violencia que pensé que se detendría en cualquier momento. La mano que rodeaba la pistola apretaba de tal forma que me dolía, pero mi cuerpo amenazaba con perder la fuerza que le mantenía en pie contra la pared con la que había topado. Mis hombros se destensaron, mientras parpadeaba sin parar. Aunque yo lo ignoraba mi cuerpo comenzó a ser una silueta informe de colores y formas extrañas.
El DRFC... mi camuflaje... no podía controlarlo.
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Sasha Triger Marvel Universe
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 17th Noviembre 2020, 22:54
Me alegró ver en Sieglinde ese gesto consternado ante la forma en la que Charles había abordado el tema con la terapeuta. ¿No estaba loca, no? Quiero decir… Decir que todo saldrá bien cuando hace apenas un instante sospechábamos que podía estar muerto…
Agité la cabeza y respiré hondo, agradeciendo que el temple de la alemana volviese a su rostro. A pesar de ser tan diferentes, me sorprendía la facilidad con la que los mutantes trabajábamos en equipo. Estaba de acuerdo con ella, había que hacer noche en la mansión. Comprendía su inquietud respecto a Cédric, los cerrojos y la seguridad. Así que preferí dejar correr la decisión. Asentí con la cabeza, era lo más lógico.
Para mi suerte, llevaba en la mochila el traje de Celsit, que pude dejar en la habitación cuando fuimos a prepararnos antes de dedicar la tarde a seguir investigando. Había sido un día duro y aunque había recobrado algo de higiene en mi sueño, tardaba de más en dormirme. Y estaba precisamente en mi cama con los cascos puestos leyendo el informe en el móvil cuando empezó todo. No fue hasta el crujido y el temblor que me di cuenta de que por el borde de las cortinas había un destello rojo inmenso. Me levanté y de un salto despejé las ventanas para ver cómo el cielo y su reflejo en el algo, se habían convertido en un presagio infernal. Saqué el traje a toda prisa y me vestí y equipé todo lo rápido que pude, guardando el teléfono en el compartimento trasero del traje, contesté al busca de Sieglinde y salí. Los gritos ya habían comenzado.
En el pasillo, las alumnas en pijama hablaban aturdidas, algunas se preparaban, recogiéndose el pelo y calzándose para ayudar a toda prisa. Elevé la voz para asegurar que todas me escuchasen. -Chicas con calma y organizadas, las que tengáis alto nivel en vuestros poderes y sean protectores levantad la mano, las que tengáis otro tipo de poderes, agrupaos en torno a las que tengan la mano levantada, grupos lo más pequeños posible pero todas juntas, de acuerdo? Si tenéis poderes de camuflaje o invisibilidad NO SE OS OCURRA ESCONDEROS. Tenemos que saber dónde estáis para protegeros. Juntaos todo lo posibles chicas, tranquilas y sin pausa, seguid las líneas de evacuación- el protocolo de crisis había sido activado y la iluminación de la mansión se activó haciendo que las flechas en el suelo y los carteles de emergencia brillasen con más intensidad.
Cuando terminaron de salir todas, revisé desde la habitación más lejana a la puerta, una a una, cama por cama para garantizar que todas las chicas habían abandonado la zona. Tras asegurarme de que sólo quedaba yo, corrí hacia la puerta con un mantra en mente “Drago sigue en peligro, debes mantenerte viva”. Y lo repetía en mi cabeza, mientras los latidos fuertes de mi corazón movían mi cuerpo. Pero se apagaron incluso las luces de emergencia, y eso me clavó en el sitio. Cómo… ¿Cómo se habían apagado incluso los carteles? Encendí mi mano en una llamarada intensa y me retiré la capucha del traje. Seguí corriendo, ya faltaba poco para llegar a la puerta…. Hasta que me di cuenta de que siempre faltaba la misma distancia. Dejé de correr y miré a mi alrededor buscando cualquier pista. Las habitaciones y ventanas también habían desaparecido ¿Un telépata? ¿Magia? ¿Los demonios poseían este tipo de magias?
Fruncí el ceño extrañada recordando las pocas pero útiles lecciones de Solaris y el equipo. Respira, concéntrate… Sabes que no es posible. Estabas aquí y ..
Me desplacé un par de pasos, y estos chapotearon en una sangre densa y oscura que impregnaba todo mi entorno. -Quien quiera que seas… Da la cara- Me agaché, tomando con dos dedos de mi mano libre sangre del suelo y llevándomela bajo la nariz. No olía a hierro, no olía a sangre… No olía a nada. Era una de las posibles confirmaciones que el equipo de la MKL me enseñó, pero… parecía tan real… es que estaba ahí y lo veía con mis propios ojos.
Una voz detrás de mí me sobresaltó, haciendo que girase sobre mis pies y entonces… lo ví.
Un escalofrío recorrió mi espinazo e invadió mi cuerpo entero. Tragué saliva. -No…- Ahora que todo volvía a crecer… Ahora que las cosas volvían a tener sentido… -Yo no…- los ojos se me llenaron de lágrimas y la mandíbula empezó a temblar. Demonios...dentro de mí… otra vez…
La imagen de Mephisto bailó por mis recuerdos mientras la voz del demonio impregnaba mis sentidos. Otra vez esa sensación de lujuria irrefrenable era pisoteada por la culpa, el asco y la vulnerabilidad. De nuevo la sensación de rendirme a un mal mayor que no podía ser detenido… Sólo quedaba… rendirme… una última vez…
Los hombros cayeron, agotados, y mi rostro se alzaba buscando un atisbo de esperanza. Cerré los ojos con fuerza mientras las lágrimas caían y luchaba por controlar las náuseas. En cuanto el demonio terminó de hablar, miles de colmillos y ojos se abalanzaron sobre mí, haciendo que gritase desde lo más doloroso de mis entrañas mientras me encogía sobre mis propios pies, congelándome en una especie de crisálida de hielo que me hizo rezar a los dioses para que todo desapareciese…
Y así fue. Abrí los ojos dentro de la crisálida criogenizada y la vaporicé para liberarme, levantándome de nuevo. Todo había sido… extinto. Como si nada hubiese pasado. Pero no podía detenerme. Fruncí el ceño, arrancándome las lágrimas de la mejilla con la palma de la mano y el ceño fruncido. Estaba harta… y tenía que sobrevivir una vez más a esos hijos de puta.
Crují mi cuello, de lado a lado e hice en mi frente un Ægishjálmur* de fuego que descansaría ahí hasta que uno de esos cabrones me matase o fuese el último al que debíamos ejecutar. Para mi sorpresa, lo único que pude ver fue la luz al final del pasillo, saliendo de la puerta y corrí a la salida de nuevo, esta vez, esperando alcanzarla.
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* El símbolo básicamente es un círculo de protección nórdico que se dibujaban los guerreros en la frente para hacerte invencible y atemorizar a los enemigos.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 21st Noviembre 2020, 00:47
SOLARIS
Tic... Tac... Tic... Tac...
El lento oscilar de la bombilla semejaba el inexorable discurrir de las manecillas de un reloj marcando el paso del tiempo.
El gigante había desaparecido, y también Drago... El silencio era tan profundo que cuando Sieglinde escuchó los tenues sonidos inicialmente pensó que lo estaba imaginando... Después, a medida que los ruidos se hacían más claros se preguntó cuánto tiempo llevarían sonando... Cuánto tiempo su cerebro abrumado los habría estado filtrando. Todavía aturdida y en shock miró hacia la dirección de donde procedían. Al fondo del pasillo había una puerta entreabierta por la que asomaba la única luz visible más allá de donde se encontraba. Atraída por una fuerza irresistible, Sieglinde se aproximó a la puerta... A medida que se acercaba los sonidos cobraban mayor intensidad. Parecían... ¿gemidos? ¿De dolor? ¿De placer? No habría sabido decirlo.
Una parte de ella le decía que se marchara, que se diera la vuelta... Pero al mirar por encima de su hombro vio que la luz de la cámara de interrogación se había apagado... llevándose consigo la habitación entera, como si nunca hubiera estado allí. Lo único que le quedaba era la luz que se filtraba por aquella puerta entreabierta como una invitación.
Cuando llegó junto a ella, se detuvo. Ahora estaba claro, los gemidos eran de placer... Con el cuerpo todavía tenso por lo que acababa de experimentar, la alemana empujó la puerta con la mano diestra, sosteniendo la pistola con la izquierda...
Sieglinde se encontró de pronto en el escenario de una obra de teatro completamente vacío salvo por la sencilla cama de sábanas blancas que se encontraba en el centro, iluminada por los potentes focos. Sobre ella, una preciosa mujer se encontraba de rodillas frente a Sieglinde mientras un hombre la penetraba desde atrás, sus blancas manos apretando con fuerza sus pechos desnudos marcando un claro contraste con su oscura piel ante un numeroso público que observaba con atención desde el patio de butacas. La mujer jadeaba, buscando la mirada de Sieglinde y sonriendo de manera lasciva mientras exhibía su placer ante ella sin ningún pudor... La mutante la reconoció entonces como otra de sus formas, la que había usado para conseguir los secretos de las altas esferas... En aquél momento, el hombre que la penetraba desde atrás inclinó la cabeza para besarla en el cuello, apareciendo en el rango de visión de la alemana... Habría reconocido aquella faz pálida rodeada de cabello despeinado en cualquier parte... Aquellos ojos penetrantes que tantas veces habían sabido ahondar en su interior ahora la miraban con burla mientras sus manos recorrían con lujuria el cuerpo que pertenecía a su hermana. Su álter ego se dio la vuelta, obligando a su amante a yacer sobre su espalda para montarlo al tiempo que se inclinaba sobre su cuello, supuestamente para besarlo, pero cuando volvió a alzar la cabeza, toda su boca estaba cubierta de sangre, sangre que empapaba las sábanas blancas mientras los ojos oscuros de su hermano la contemplaban sin ver desde un rostro ahora ya carente de vida...
Al otro lado del escenario, el público se reía y aplaudía como si fuese la escena más divertida que hubieran presenciado en su vida.
Se escuchó un sonido de pasos apresurados detrás de la alemana, alguien se aproximaba corriendo... Cuando se volvió pudo ver que era Sasha, y el reconocimiento de una cara amiga estuvo a punto de hacerle saltar las lágrimas. La mirada de Sasha se iluminó también con alivio al verla. Fue a abrir la boca para decir algo, pero en ese instante se escuchó una detonación y algo explotó en la cabeza de la mutante, haciendo saltar la sangre. La mirada de Sasha se volvió tan vacía como la de su hermano justo antes de desplomarse, muerta, en el escenario, revelando el cuerpo de su asesina, que dio un paso al frente para revelarse ante la luz de los focos, mostrando un frío rostro de inexpresivos ojos verdes...
A su espalda, el público aplaudía enfervorecido. Entonces lo escuchó:
Tic... Tac... Tic... Tac...
Sieglinde se giró en la dirección del nuevo sonido para encontrar la cuarta de sus identidades, el terrorista Joseph Gillham. El hombre llevaba un chaleco de explosivos debajo de la gabardina y un detonador en la mano. En cuanto sus ojos se encontraron con los de la alemana sonrió... y activó el detonador.
Una explosión de fuego arrojó a Sieglinde por los aires.
SASHA
Durante un instante, Sasha pensó que había encontrado la salida, pero, al igual que el viajero perdido en el desierto se percata de que lo que él creía un oasis no era más que un espejismo, pronto constató que aquella no era la luz cálida y natural del día, sino la luminiscencia artificial y fría de una cámara frigorífica que no recordaba que estuviera allí.
Al entrar, la mutante no pudo sentir frío, pero posiblemente se debía a su propio control sobre las temperaturas... ¿verdad? La cámara estaba repleta de estanterías con misteriosas bolsas que revelaron contener, tras un análisis más detallado, multitud de órganos humanos envasados en perfecto estado de conservación.
Al fondo de la cámara había otra puerta que daba a un nuevo pasillo adornado con cuadros que representaban inquietantes y perturbadoras escenas con niños de expresiones angelicales como protagonistas.
Y, entonces... el horror...
Empezó con una risa sin fin, carcajadas salvajes recorriendo un lugar que debería estar dormido y que le heló la sangre en las venas, procedente de la habitación del final del pasillo.
Nada, ni sus más terribles imaginaciones, habrían podido preparar a Sasha para lo que encontró allí.
Amarrada a una de las camas se encontraba Elsa, completamente indefensa y con la cara deformada con la característica sonrisa del Joker, contrastando espantosamente con las lágrimas de dolor y terror que fluían de sus ojos. Junto a ella, vestido con un traje de payaso de colores vivarachos y pantalones anchos se encontraba el Joker, como si se hubiera escapado de un circo de los años 20. En la mano tenía una de las cartas de su enfermizo juego, y la había usado para abrir en canal a Elsa. Sus órganos descansaban en la mesita de noche, listos para ser envasados y trasladados a la cámara frigorífica...
Pero hacía calor... Hacía demasiado calor... Y ese humo... ¿de dónde salía ese humo? La mutante empezó a toser descontroladamente y la visión que se dibujaba ante sus ojos se volvió borrosa e inestable, rielando como una mala transmisión con interferencias en la televisión hasta desaparecer por completo. Aún se encontraba en uno de los dormitorios, pero no había rastro del Joker, ni de Elsa, ni de la sangre, y, al salir al pasillo, no vería rastro alguno de la cámara frigorífica, sólo fuego... Fuego y llamas por todas partes amenazando con devorar y hundir la estructura entera.
DRAGO
No había sido capaz de matarlas. Tampoco había necesidad. Xavier era el único responsable. El único que debía pagar. Un odio frío se encendió en él al pensar en el hombre que había pasado a ser para él como una figura paterna. El hombre que le había rescatado de su viaje de venganza y le había dado un hogar y una familia... sólo para abandonarle de la peor manera posible cuando más le necesitaba.
A principios de marzo había recuperado los terribles recuerdos que había reprimido durante años, recuerdos de las atroces vejaciones que había experimentado en la guerra cuando era niño, y apenas unos minutos después había sido abandonado por la mujer a la que amaba. Se había tomado un mes para aliviar su dolor y lamer sus heridas, pero, al intentar volver, Xavier le había rechazado. Porque había cometido una equivocación. Sólo una.
Se había topado con una mujer que parecía estar poseída por un djinn maligno y la había llevado a la mansión para ver si Xavier la podía ayudar, pero el ser había resultado ser más peligroso de lo que ninguno de los dos había podido prever. Un ala de la mansión había salido ardiendo, y podían dar gracias al cielo porque nadie hubiera salido herido. Las palabras que Xavier le había dedicado entonces aún le pesaban en el alma:
- No deberías volver. Lo sabes, ¿no? -le había espetado, repleto de ira y rencor- Después de irte así, pasar todo un mes fuera sin dar explicaciones... Después de meter un enemigo dentro de la Mansión… ¿Qué habría pasado si le hubiera hecho daño a alguien? Te has vuelto débil, Drago. Y por eso, has perdido tu lugar en el equipo. Tanto esfuerzo por mantener tu imagen, por ocultar tus problemas al resto… Para nada. Tu función era ser el líder, la persona de la que todos podían depender. Pero has fallado. Les has fallado, a ellos, y me has fallado a mí después de haberte dado una oportunidad de ser mejor.
Era cierto. Él se suponía que debía ser el líder, la persona a la que todos miraban en busca de seguridad y reafirmación, pero había huído como un cobarde abandonando todas sus responsabilidades para con la Patrulla y la mansión sin dar ninguna explicación. Le había fallado a Xavier, que tanta confianza había puesto en él.
Pero no había sido elección propia. Los recuerdos que había tenido que afrontar de golpe habían sido muy duros... y no había tenido a nadie para ayudarle a sobrellevarlos. Había estado solo, completamente solo... Y Xavier no había mostrado la más mínima empatía. Era telépata, podría haber visto la profundidad de su dolor, ofrecerle consuelo... Pero no lo había hecho porque al final, las situaciones de peligro sacan a relucir quienes somos en realidad, y la tensión de la situación después del ataque del demonio había puesto de relieve quién era en realidad Charles Xavier. Un maldito egoísta manipulador al que sus alumnos no le importaban lo más mínimo. Sólo los utilizaba, como malditas armas y herramientas para conseguir sus fines. A la hora de la verdad no era mejor que Magneto. Si a Xavier le hubiera importado algo su sufrimiento, le habría ayudado a vengarse de Marek años atrás, cuando averiguó lo que le había hecho. ¿Qué clase de persona dejaba libre a un monstruo así? ¿Cuántas personas inocentes habría matado, cuántas vidas habrían sido arruinadas porque Xavier quiso ir de buen samaritano de manera hipócrita? Y él, como un imbécil, se había creído su sarta de mentiras y justificaciones, porque no había nada en el mundo que anhelara más que volver a sentirse parte de algo... Con un fin y una meta.
Pero al final, el único que de verdad se había preocupado por él, el único que le había ayudado a vengarse, había sido Cédric. Y ahora, después de todo lo que había hecho, después de la manera en la que le había expulsado, ¿ahora le buscaba para traerle de vuelta? ¿Con qué derecho? ¿Cómo se atrevía a tratar de interferir en la felicidad que había encontrado con el francés?
Sieglinde y Sasha no tenían la culpa... Simplemente habían estado en el lugar equivocado en el peor momento posible. El fuego no las mataría. Como mínimo, Sasha era invulnerable a él, y confiaba lo suficiente en sus capacidades como para estar razonablemente convencido de que podría sacar a la alemana del incendio. Lo único que esperaba era haberlas asustado lo suficiente como para hacerlas huir... Que corrieran y corrieran sin mirar atrás. Además, aunque el fuego no las matara, el humo las dejaría incapacitadas un tiempo. Y eso era todo cuanto necesitaba para vengarse del hombre que le había traicionado.
Sabía que las ilusiones se desvanecerían en cuanto se alejara lo suficiente del edificio de dormitorios, que ardía, como una pieza más de la sinfonía de destrucción que había orquestado aquella noche. La mansión estaba prácticamente en ruinas, consumida por las llamas, salvo una parte... Una parte que no había tocado: El ala donde se encontraba el aula de música...
Fue hacia allí como atraído por una música que sólo sonaba en su cabeza... La misma melodía que había convencido a Xavier de su bondad. Si ahora hubiera podido mirar en su interior como había hecho entonces, la canción habría sonado incompleta y distorsionada... sin orquesta y con los instrumentos desafinados.
Salvo por el calor asfixiante, el aula de música estaba tal y como la había dejado. Sabía que no había tiempo; Pronto vendría la policía, y los X-Men no tardarían mucho en darse cuenta de que los demonios que sobrevolaban el cielo no eran reales. Como mínimo estaba seguro de que no tardarían en notar la ausencia de Xavier, Ororo, Bobby y los demás a los que había tenido que inutilizar. Tenía que marcharse... Pero a pesar de saber lo mucho que le habían defraudado... que nunca había llegado a significar realmente nada para ellos, era duro marcharse. El recuerdo de todos los momentos felices que había vivido en aquella sala perduraba.
Estaba sentado en esa mesa, corrigiendo exámenes, cuando aquél ángel de rojos cabellos había aparecido en su mágica crisálida en el jardín que ahora estaba devorado por el fuego. Allí mismo cuando Cassandra había ido a buscarle. Sus dedos rozaron los pupitres desde los que tantos alumnos le habían hecho preguntas... Alice, Dianne, Irene, Sasha... Sasha... a la que había dejado encerrada en un edificio en llamas.
Apartó el pensamiento de su mente. Sasha era inmune al fuego, no le pasaría nada... Aunque siempre existía el riesgo de que muriera por intoxicación de humo, pero... No debería haber estado allí. No era su problema. Sieglinde tampoco debería haber estado allí. No deseaba que murieran pero tampoco quería que interfirieran con lo que necesitaba hacer.
Su errático deambular le llevó hasta el piano... y un recuerdo insistente pugnó por abrirse camino en su mente. Frunció el ceño cuando la misma imagen que llevaba semanas repitiéndose en su cabeza volvió a dibujarse ante él. Una mujer con una larga trenza castaña tocando el piano, de espaldas a él. Aquél mismo piano. Y la melodía... Aquella melodía que durante tanto tiempo había sonado muda... Ahora podía escucharla.
Ajeno a los inquietantes sonidos y a los estremecedores crujidos que hacía la estructura del edificio mientras las llamas se abrían camino hacia aquél lugar, se sentó. Sus estilizados dedos acariciaron las teclas, y una oscura y distorsionada melodía comenzó a tomar forma. Fuera había empezado a llover, y las gotas comenzaron a salpicar tímidamente los cristales, pero él ya no era capaz de escucharlo... Sus dedos sobrevolaban las teclas al mismo ritmo que los de la mujer de sus sueños, pero las notas que arrancaba no eran sino una sombra de la maravillosa creación de Beethoven, de la misma manera que él ya no era sino la parte más oscura y monstruosa de Dragoslav Katich. Aquella parte terrible y vengativa que había nacido el día en que habían masacrado a su pueblo y había vivido acechando en su interior como una bestia que Xavier había conseguido aplacar. Pero Xavier le había abandonado... al igual que Cassandra y todos los que una vez habían formado parte de su vida... Excepto Cédric...
CÉDRIC
La oscura melodía acompañaba a Cédric mientras caminaba por los pasillos aún a salvo de las llamas arrastrando tras de sí el cuerpo inconsciente del Profesor. Podía oírla con cada fibra de su ser, cada nota provocando una honda quemadura que sólo podría asemejarse a recibir una salpicadura de ácido.
De todas las composiciones de música clásica existentes, había tenido que escoger esa... Precisamente esa...
Un odio irracional comenzó a surgir en su interior. Hacia Elissa, que no había tenido la decencia de desaparecer, y hacia Drago, que, a pesar de todos sus esfuerzos, no había llegado a olvidarla. ¿Cuántos borrados de memoria hacen falta para hacerte desaparecer, mujer? pensó para sí, furioso.
Lo sabía... Lo había sabido desde el principio. La música era una parte muy importante de Drago, profundamente enraizada en su naturaleza, como el comer o el respirar. Durante el tiempo que lo había tenido consigo había tenido la precaución de hacer desaparecer cualquier posible instrumento, porque sabía que la música era una de las pocas cosas que podían romper el hechizo que ejercía sobre él. No había pensado en aquello... El maldito piano de la mansión... ¿Cómo podía alejarle por completo de la música? Quizá la única manera sería cortarle una mano... Así ya nunca podría volver a tocar, y aún seguiría siendo capaz de luchar y usar sus poderes...
Sí... Arrancaría una de las cuerdas del piano y la ceñiría en torno a aquella preciosa muñeca... Y empezaría a serrar... muy despacio, lentamente, haciendo que la cuerda cada vez mordiese más profundamente la carne... Sería un proceso deliciosamente largo... y él podría saborear cada una de sus lágrimas como si fuesen el más delicioso de los néctares... Notaba como el simple pensamiento hacía crecer una urgencia oscura y primaria dentro de él, descendiendo hasta la boca del estómago... Sus ojos se oscurecieron cuando empujó aquella puerta entreabierta y le encontró allí, sentado al piano.
Tan hermoso... El pelo le caía por encima del hombro derecho, ocultando parcialmente su concentrada expresión. Parecía... en paz. Mucho más de lo que lo había estado en las últimas semanas, y aquella realización despertó una punzada de celos y envidia en él. Envidia por la manera en la que sus dedos esbeltos acariciaban las pálidas teclas muertas. Envidia por la pasión con la que se entregaba a él, una pasión que no había conseguido replicar en su cama. Poco a poco, una sonrisa cruel se dibujó en su rostro.
- ¿Por qué esa canción? -preguntó de pronto.
Tan concentrado estaba en la canción, que Drago no le había oído llegar. Ante su pregunta, alzó la mirada de las teclas y le observó, confundido.
- ¿Cómo?
- De todas las melodías existentes... ¿por qué esa?
El mutante pareció aún más confundido. Su mirada se desvió hacia el cuerpo inconsciente de Xavier, que yacía abandonado en el suelo.
- No lo sé, yo... me he dado cuenta de que llevaba algún tiempo soñando con ésta canción... Pero hasta ahora no había podido recordarla... o... reconocerla...
Cedric avanzó hasta el piano, extendió una mano para extraer una de las cuerdas de alambre de la clavija en el bastidor y tensó el cordel ante la mirada interrogante de Drago.
Drago le miró, confundido, pero el condicionamiento de Cédric volvía muy difícil resistirse a una orden directa, así que empezó de nuevo a tocar mientras el francés se posicionaba a su espalda, pasando el cable de acero lentamente alrededor de su garganta.
La lluvia fuera arreciaba, y las gotas cada vez golpeaban con más fuerza los cristales, ayudando a contener las llamas. A medida que las manos de Drago se movían por el teclado, el cable se tensaba cada vez más en torno a su cuello. El mutante vaciló, pero Cédric se inclinó para susurrar en su oído:
- No dejes de tocar...
Drago asintió, pero la presión cada vez era más fuerte, dejándole sin aire.
- Cédric... -jadeó, tratando de sujetar con una mano el cable.
- Shhhhhh... -sin dejar de apretar, el rubio se inclinó aún más para capturar la boca anhelante de oxígeno en un largo e intenso beso que jugueteaba en el límite entre la vida y la muerte, bebiendo de su angustia.
Los dedos de Drago se crisparon sujetando la chaqueta del rubio, pero no trató de luchar ni de resistirse, y, finalmente, Cédric aflojó la presa, permitiéndole respirar de nuevo. Drago había superado la prueba. Su confianza en él no se había visto resentida por aquél pequeño concierto, y Elissa aún permanecía enterrada en el olvido, lo cual significaba que aún era suyo. Sólo faltaba una última prueba... Le ofreció a Drago un cuchillo por el mango. El mismo cuchillo que le había entregado todas y cada una de las veces que le había ordenado matar. Todas las veces anteriores, el bosnio lo había rechazado. Sí, mataba para él, pero siempre lo hacía con su maldito láser que cauterizaba las heridas en el momento, y, salvo en el caso de Marek, que se regeneraba, todas habían sido muertes limpias y rápidas. Casi asépticas, a pesar del placer que el mutante experimentaba al hacerlo a causa de Cédric. El francés sabía que, en el momento en el que consiguiera que se manchara las manos de sangre, cuando rompiera la última barrera moral que aún le quedaba, sería completamente suyo.
La mirada de Drago pasó del cuchillo a Cédric y de éste a la figura inconsciente del Profesor.
- ¿Es realmente necesario...? -inquirió. Al rubio no le hacía falta leerle la mente para imaginar la batalla que estaba teniendo lugar en su interior.
Con la mano libre, tomó la diestra del antiguo líder de los X-Men y le puso la empuñadura del cuchillo en la palma sin dejar de mirarle a los ojos.
- Sabes que no parará hasta separarnos... Tienes que hacerlo, Drago... Tienes que cortar las cadenas que aún te atan a éste lugar y entonces podremos estar juntos para siempre...
Mirándole como si estuviera hipnotizado, el mutante asintió y, por vez primera, sus dedos se cerraron en torno a la herramienta que le ofrecían. Volviéndose hacia donde yacía Xavier, avanzó hacia él y se detuvo ante su cuerpo indefenso, sosteniendo en la mano el cuchillo de carnicero.
Su puño se alzó.
Orden de posteo:
- Elissa - Elysia - Sasha - Sieglinde
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 12th Diciembre 2020, 01:58
- ... ¿me está escuchando, doctora?
La pregunta de su paciente devolvió a Elissa con crudeza a la consulta, conjurando en ella un inmediato sentimiento de culpa.
No, no estaba escuchando, y lo peor es que no sabía desde cuándo. La conversación con Xavier la había inquietado mucho más de lo que se atrevía a admitir, y su mente reproducía las palabras una y otra vez, buscando consuelo en los argumentos lógicos del mutante. Pero no conseguía encontrar ninguno. Porque la combinación 2-4-6-0-1 abría una caja fuerte en su mente, una llena de amenazas veladas y órdenes silenciosas. Un pestillo que se cerraba. Una celda que se abría.
Alguien cerrándole los ojos mientras ella yacía en el suelo, incapaz de moverse.
"Estoy bien", había escrito Drago.
¿Y si era mentira?
- Claro - ella mintió también, esbozando una frágil sonrisa. La paciente dudó un instante, como si no terminara de creérselo. - Siga, por favor. - le pidió. Y había un interés genuino en que la mujer retomara su historia: necesitaba distraerse, dejar de pensar.
Al menos hasta que pudiera irse a casa.
***
- Γεια. - saludó, al llegar al piso.
N le respondió con un alegre "buenas noches, Elissa" desde la cocina. El chico de papel, siempre atento, estaba preparando la cena. Oyó también la voz de Lyz, proveniente del estudio. Debía de estar dibujando. Elissa cerró la puerta tras ella y dudó un instante antes de quitarse la chaqueta y los zapatos. Aunque el ambiente en la casa era cálido y estaba bien iluminado, el frío la perseguía desde que había salido de la consulta.
Al parecer, Drago lleva desaparecido desde el 13 de abril, el día que se produjo la fuga masiva de Arkham. Lamento comunicarte que la última vez que se le vio fue en compañía de Cédric el día 18.
No lo comprendía. ¿Qué tenían que ver Cédric y Drago? ¿Por qué iban a estar juntos en ninguna parte? Ella los conocía, o creía conocerlos, a ambos. Y no podía adivinar ningún vínculo entre ellos.
Entró en el salón al tiempo de Lyz salía del estudio. La televisión estaba encendida. Los titulares desfilaban por la pantalla; más desapariciones, más altercados.
- Elysia... ¿estás ocupada? ¿Podemos hablar un momento?
No era propio de Elissa compartir sus preocupaciones, ni siquiera con su hermana. Era extraño que quisiera hablar. Y aún más extraño que pidiera ayuda.
Pero la griega necesitaba ayuda. Necesitaba oír la opinión de Lyz acerca de lo que Charles Xavier le había contado aquella tarde. Y tal vez necesitara que la acompañara a la Mansión al día siguiente. No sabía si sería capaz de hacerlo sola.
- ¿Recuerdas... el paciente del que te hablé? ¿El de Arkham...? - empezó.
Se sentaron juntas en el salón.
Y, palabra por palabra, Elissa le contó todo lo que sabía.
Y todo lo que no entendía en absoluto.
***
La noticia las cogió a ambas por sorpresa.
Se habían quedado hablando hasta tarde. Elissa estaba demasiado inquieta como para irse a la cama; sostenía una taza de té que se había enfriado hacía rato entre sus manos. La televisión continuaba emitiendo su retahíla de desgracias frente a ellas.
El asalto a una prisión en Central City. Un atentado en Ciudad de México.
Última Hora: informan de un presunto ataque demoníaco en la Escuela Charles Xavier para Jóvenes Talentos.
Lyz soltó un taco. Elissa palideció. Ambas habían estado en la Mansión X, y conocían su ubicación. Probablemente hubieran reconocido también el edificio, de no haberse encontrado en llamas. ¿Habían sido los mutantes el objetivo de un ataque demoníaco? ¿Justamente en la víspera de su viaje allí? Elissa se maldijo por no haber apuntado el número de Xavier. No podía llamarle, preguntarle si estaban bien.
En lugar de eso, dejó la taza sobre la mesa y marcó el número de Drago. Le temblaban un poco las manos. Tal vez no hablaran mucho últimamente, pero estaba ocurriendo algo en la Mansión, y pensó que él debía enterarse.
Saltó el buzón de voz.
No era extraño, se dijo. Era muy tarde. Lo tendría apagado. Volvería a intentarlo por la mañana.
Por favor, deje su mensaje después de la seña. PIIIIIIP.
Los ojos de Elissa se quedaron fijos en la pantalla del móvil.
La noticia ya habría llegado a los bomberos. A los cuerpos de seguridad. No tardarían en desplazarse a la Mansión. Seguro que podrían solucionarlo. Rescatar a los supervivientes.
¿Cuánto tiempo hasta que llegaran?
- Tenemos que ir... - murmuró, mirando a Lyz.
Un portal las transportaría en cuestión de segundos. Y tal vez para alguien esos segundos fueran la diferencia entre la vida y la muerte.
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Elysia Stavridis Marvel Universe
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 12th Diciembre 2020, 20:53
El mes de abril fue una auténtica locura. Había atravesado el mismísimo cielo con la Milano, y después había descendido hasta el más terrible de los infiernos, dejando mi cuerpo y mi alma hundidos en el mar de sangre.
Por primera vez en mi vida… había matado. ¿La sensación? Indescriptible. Fui incapaz de registrarla durante el ataque a la Iglesia de Blood, con tanto caos y muerte a mi alrededor. ¿Pero la culpa? Oh, sí, la culpa sí que acechaba después de la batalla. La sangre en el traje de Chroma era la prueba del crimen cometido. Una mancha que jamás se borraría, corrompiendo la pureza del personaje de la heroína, la defensora de los débiles, la protectora de los inocentes… y yo ya no era digna de llevar esos símbolos con orgullo. No era digna de la palabra "héroe".
No hacía ni una semana que había resurgido de las profundidades de El Rojo. Necesitaba un merecido descanso, unas vacaciones para recuperarme de las heridas físicas y también de las heridas emocionales. Pero me olvidaba de que no había descanso en un mundo invadido por los demonios.
La Mansión X había estallado en llamas.
Lo primero que pensé fue en los niños. Los mutantes que estudiaban allí, dormían allí, vivían allí. La generación futura; Alice, Diane, Irene, Kevin… ¿Y los profesores? Tormenta, Lobezno, Bestia, Planaria y… Drago.
Habíamos hablado de Drago y de Cedric justo antes de ver las noticias. El hombre que le había roto el corazón a mi hermana llevaba tiempo desaparecido… había recibido una llamada del mismísimo Charles Xavier esa mañana. Y después le había nombrado a su paciente, ese psicópata asesino; Cedric Valjean. No tenía ni idea que clase de relación podría haber entre ellos, al igual que no podría creer que Cedric fuera Gabriel Leblanc, el mismo chico bueno y amable que había conocido en la Mansión X meses atrás. El agente profesional de S.H.I.E.L.D. de la misión a Tahití...
Y después me acordé de Charles Xavier… el primer hombre que me ayudó a ordenar mis pensamientos, a buscar el origen y significado de mis poderes. ¿Cuántas veces había soñado en pertenecer a esas cuatro paredes? ¿Vivir en el mundo de los mutantes y entrar en esa mansión como una más de sus alumnas? ¿Cuántas veces me habían ayudado los cómics de los X-men a enfrentarme a los dilemas de la adolescencia en mi universo de origen?
Teníamos que hacer algo.
Me levanté del sofá a tiempo de oír la petición de mi hermana. Asentí con implacable decisión. Era posible que no estuviéramos preparadas para lo que nos íbamos a encontrar… pero no podíamos dejar morir a nadie esa noche.
Tardé tan solo dos minutos en recoger lo necesario para canalizar mis poderes; material de dibujo y la libreta de conjuros rápidos. Lo guardé todo en los bolsillos de la chaqueta impermeable de color turquesa. Hacía frío y llovía, así que me puse las botas altas. Nada de paraguas y otras pertenencias molestas. Necesitaba las manos libres para conjurar.
—Esto nos llevará directas a la Mansión X...— le dije a mi hermana, centrándome en el círculo que estaba dibujando en el suelo de nuestro salón. El principio de la línea blanca de la tiza se encontró con su final, y de pronto, proyectó una imagen conocida. Le indiqué a mi hermana con un movimiento de cabeza que me siguiera, y salté dentro del círculo hasta aterrizar en suelo mojado...
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Where are the people that accused me? The ones who beat me down and bruised me They hide just out of sight Can't face me in the light They'll return but I'll be stronger
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 26th Diciembre 2020, 00:24
Elysia hizo su magia. Y plegó la realidad por la mitad, como si se tratara de una de las hojas de su cuaderno. Dos páginas superpuestas: el piso de las Stavridis y la Mansión X. La tiza abrió una puerta; un agujero en el papel. Sólo había que saltar…
… un simple salto, y estaban a un puñado de kilómetros.
Lyz aterrizó primero. Lissa tocó el suelo junto a ella, y sus botines se hundieron en el barro. El jardín frontal de la mansión estaba vacío y encharcado. Había luz en las ventanas; no el resplandor sosegado de la electricidad, sino el brillo vacilante del fuego. No había demonios a la vista; tal vez se hubieran marchado después de incendiarlo todo. Bajo la lluvia, la casa gruñía y gemía como un animal herido.
Elissa miró a su gemela, preguntándose si el edificio se derrumbaría sobre ellas tan pronto como cruzaran la puerta. Una parte de ella quería volver atrás, a la seguridad del salón. Apagar la televisión. Fingir que aquello no tenía nada que ver con ella. Irse a dormir y dejar que los héroes de verdad se encargaran de todo.
Había tomado una decisión impulsiva. A efectos prácticos, no era más que una civil. ¿De qué servían sus habilidades en un sitio así? ¿Acaso iban a ayudarla a rescatar a los supervivientes? ¿A sanar a los heridos?
¿En qué estaba pensando? Si sus alumnos se parecían en lo más mínimo a Dragoslav, podrían salvarse solos perfectamente. Lo más probable, de hecho, es que terminaran rescatándola a ella.
Elissa vaciló bajo la lluvia torrencial. Y Elysia dio un paso hacia el porche.
Lyz, que llevaba días sin dormir bien, que tenía dudas sobre su papel de heroína, que había accedido a ayudarla a pesar de lo tarde que era, a pesar de que no debía nada a Charles Xavier o a la Mansión.
Siempre sería su mejor versión.
Al cabo de unos segundos, con una sonrisa triste y el corazón martilleándole en el pecho, Lissa la siguió.
***
El recibidor estaba a oscuras. No se oía nada, salvo el crepitar del fuego en la distancia y el repiqueteo de la lluvia sobre el tejado. Si Charles Xavier y sus alumnos seguían en la mansión, no parecía que se encontraran cerca de allí.
- ¿Adónde…? - preguntó Elysia, en voz baja. Algo en la atmósfera de la Mansión las hacía volverse una y otra vez, y hablar en susurros.
Elissa no supo qué responder. No conocía el edificio en su totalidad; sus pies podían trazar a ciegas un único camino, el camino que conducía a…
Las notas flotaron hasta ella.
Mi Re# Mi Re# Mi Si Re Do La La Mi La
Por un momento, creyó que su mente las había conjurado. Un espejismo de sus recuerdos, de sus deseos. Igual que había sucedido en la mente de Cédric.
Do Mi La Si Mi Sol# Si Do...
No, no era su imaginación. Porque Elysia también había vuelto la cabeza.
Adónde, había preguntado su gemela.
- Al aula de música - brotó la respuesta, prendida en un hilo de voz.
***
Siguieron las notas, como si fueran las migajas de pan que Hansel y Gretel habían dejado caer a escondidas en su camino por el bosque. El piano enmudeció poco después, dejándolas solas en la oscuridad.
Haciendo que se preguntaran si había sido real.
Elissa había sentido algo parecido en una ocasión, no hacía demasiado tiempo. Algo estaba fuera de lugar. Porque nadie espera encontrar un recuerdo bonito en un lodazal. Nadie quiere encontrar algo preciado en una Mansión en ruinas.
Pisoteado, enterrado en el polvo, cubierto de cenizas.
Tenían que haberlo soñado. ¿Quién en su sano juicio volvería a la Mansión tras un ataque demoníaco... y para tocar el piano, nada menos? ¿Qué probabilidades había de que quedara alguien allí? ¿Y por qué aquella canción, de entre todas?
A no ser que estuviera sucediendo otra cosa. A no ser que lo hubieran entendido mal.
A no ser que los titulares se equivocaran.
Elissa abrió mucho los ojos. El piano volvía a sonar.
A lo lejos, distingues algo, un edificio en ruinas que aún se mantiene en pie. Escuchas un sonido proviniendo de él, una melodía que reconoces como el Claro de Luna de Beethoven, sólo que retorcida y desafinada, como si el piano del que proceden las notas estuviera defectuoso.
- Elysia - susurró, con urgencia.
Y abajo, de espaldas a ti, con la mirada fija en el reloj inmóvil, se encuentra una figura familiar cuya visión provoca que se te pare el corazón.
Ella había… soñado con esa melodía.
Ella conocía… sabía… quién estaba pulsando las teclas del piano de la Mansión.
Una sonrisa se forma en tus labios, emulando la suya.
Pero no comprendía qué estaba haciendo él allí.
Al parecer, Drago lleva desaparecido desde el 13 de abril, el día que se produjo la fuga masiva de Arkham. Lamento comunicarte que la última vez que se le vio fue en compañía de Cédric el día 18.
Estás a punto de hablar, pero, en ese momento, la mano del mutante se dispara hacia tu garganta, agarrándote por el cuello. Tus ojos se abren con desmesura al notar el súbito incremento de la presión en tu cuello. Su mano se crispa como una garra de acero y tú notas que te falta el aire, que cada vez más y más la vista se te nubla…
- Elysia, es Dragoslav. - logró decir, sintiendo que tenía que empujar las palabras para que salieran de su garganta. Como si la presión de la mano de su sueño no les permitiera salir.
Una afirmación absurda.
Una pieza que no encajaba.
¿El hombre desaparecido había vuelto a poner pie en la Mansión? ¿Por qué? Aunque, como a ellas, lo hubieran atraído las noticias del ataque, ¿cómo se las habría arreglado para llegar tan deprisa? ¿Por qué ponerse a tocar el piano, en lugar de poner a salvo a sus compañeros?
- No sé qué está pasando. Pero algo va mal. - musitó.
Tic... tac... tic... tac... tic... tac…
Al final del pasillo se alzaba la puerta.
La entrada al aula de música.
La canción se había detenido.
Se miraron una última vez.
Lyz cruzó la distancia que la separaba del pomo. Y la puerta se abrió.
El telón se levantó.
Sobre el escenario, Dragoslav Katich alzaba un cuchillo. En el suelo, Charles Xavier, aparentemente inconsciente, aguardaba la muerte.
Y, tras ellos, un hombre rubio sonreía, preparado para dar a su mirada una nueva mano de pintura carmesí.
La escena se mantuvo congelada un instante.
Luego, Elissa se oyó gritar.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 3rd Enero 2021, 03:09
Como una masa informe carente de silueta, avancé por el pasillo hacia la única luz que parecía poder darme alguna salida de ese lugar que me atosigaba, devorándome entre sus oscuras paredes. Mi entorno me amenazaba haciéndose cada vez más y más angosto a medida que trataba de encontrar algún punto claro que me ayudara a centrar mi vista, que lo distorsionaba todo, en algún sitio. Al fondo de la negrura apareció un pequeño rectángulo blanquecino. La luz al final del túnel. De un modo repentino cobré consciencia del peso de la pistola en la mano. Su frialdad me transmitió una sensación extraña, como si no fuera mi mano la que la portaba y la que estaba preparada para apretar de nuevo el gatillo en cuanto fuese necesario. Así el mango siendo consciente de su textura, de sus formas angulosas, acariciando los dos dedos que mantenía desnudos contra su masa metálica. Para mí eso ya suponía estar expuesta de un modo que no todos podían llegar a imaginar. No me gustaba utilizar mi poder y desde mi adolescencia, el momento en que había despertado mi mutación, mis contactos se habían mantenido al mínimo. Sobretodo después de lo de... Sacudí la cabeza. No quería pensar en nada de eso ahora. Estaba divagando y eso era un modo de defensa propia del cerebro para no tener que confrontar lo que estaba sucediendo en este mismo instante. No podía centrarme en mí, ni en los pequeños detalles. Había desnudado dos de mis dedos en caso de que fuese necesario usar mi poder. Eso era algo que podía racionalizar y comprender. Cerré los ojos durante un instante, colocándome contra la pared para cubrir en la medida de lo posible mi retaguardia. Levanté el arma utilizando la mano que no la empuñaba como apoyo adicional, y mis ojos azules se volvieron de nuevo hacia el habitáculo, del que comenzaba a escuchar sonidos que me costó discernir. Al principio parecían gritos y gemidos poco reconocibles. Mis pupilas tardaron un poco en adecuarse a la luz sin que me doliera.
Un extraño escenario se abría frente a mí, con el espectáculo más dantesco que nadie hubiera podido imaginar. En la tarima dos personas fornicaban sobre una cama de sábanas blancas, iluminados por los focos dibujando todas y cada una de las marcas de su piel, mientras un inmenso público reía y aplaudía. Un espectáculo enfermizo que me hizo arder la cara y que me paralizó durante apenas un segundo antes de tratar de salir corriendo. Sólo me detuvo el hecho de que reconocía el rostro de la mujer, y más tarde, muy a mi pesar, también el del hombre que se entregaba al placer carnal con aquel pedazo de mi que se movía sobre la cama disfrutando sin miramiento, haciendo que una náusea se elevara desde mi estómago a punto de hacerme vomitar. Björn me miró durante un momento con aquellas pupilas negras a las que me había acostumbrado con el paso de los años y después hundió su rostro lánguido en la espalda de la mujer que gemía sin parar.
Y entonces colapsé.
Mi cerebro comenzó a funcionar a toda velocidad, haciéndome tan consciente de lo que había tenido delante de la cara que fue más lacerante que cualquier puñalada que hubieran podido asestarme. Aquellos eran pedazos de mí. Algunos tan privados que ni siquiera mis compañeros de equipo sabían de ellos. Desfilaban frente mis ojos en el peor de los escenarios haciéndome sentir no sólo expuesta y vulnerable, si no también humillada. La ira me hizo presa de un modo visceral, provocando en mí una reacción que era más común a causa del insomnio que de un arrebato emocional, pero que en ese momento se adueñó de mí con una potencia incontenible mientras apretaba con tanta fuerza la culata del arma que mis nudillos se volvían blancos como el hueso. Mi camuflaje, que había sido capaz de perfeccionar hasta los límites de mantenerlo mientras estaba inconsciente, terminó por perder el control convirtiéndose en un amenazante amalgama de colores y reflejos que habrían sido capaces de cegar, y con toda posibilidad aterrorizar, a cualquiera que lo hubiera visto.
Levanté el arma, apunté a la cabeza de la mujer que había cambiado de postura dejando el hombre que era imposible que fuera mi hermano bajo su cuerpo. Björn no se sentía cómodo con el contacto físico, haber sido capaz de llegar a besar a una persona habría supuesto un avance que ya me costaba imaginar.
- Ese no es Björn. ¡NO ES BJÓRN!
Aún con todo, tuve que recordármelo en voz alta para poder tomar la determinación de apretar el gatillo e intentar esparcir los sesos de esa mujer por el escenario convirtiendo la escena en una casquería. Cualquiera pensaría que llevada por la rabia me temblaría el pulso o actuaría sin pensar. No lo hice. Me tomé mi tiempo para calcular la trayectoria del disparo apuntándola entre los mismos ojos, deseando abrir un agujero tan grande entre ellos que ese rostro quedara irreconocible. Mis disparos, como en la primera ocasión, atravesaron la silueta haciendo que las detonaciones me reverberaran en la cabeza aderezando las carcajadas y silbidos de la gente del público. No podía atravesarlo, porque no era real. No podía ser real. La mujer se inclinó empapando a mi hermano en sangre con un mordisco sádico y violento. Me giré sobre mí misma dando la espalda a la escena, con un grito primal.
De pronto, el alivio de un rostro amigo casi me hizo perder las pocas fuerzas que me mantenían en pie. Algo que podía llegar a tener sentido en todo aquello. Sasha me miraba con alegría y alivio. Sasha. ¿La habría alertado mi grito? ¿Me había encontrado por eso? No importaba. Estábamos juntas de nuevo y podríamos afrontar todo aquello.
Su rostro perdió la vida con la misma velocidad con que el mío la había ganado al verla. El monstruo de ojos verdes sin alma me miraba desde ahí con la pistola todavía humeante. Mi cerebro me gritaba que debía tratarse de una ilusión, pero un miedo ancestral a perder a quienes me importaban me impulsó a dar credibilidad a todo aquello. Lo de Björn era imposible, pero Sasha si había acudido conmigo allí. El camuflaje se desató de nuevo, creando sobre mí un aterrador monstruo cargado de luz destelleante que sacudía apéndices de un lado a otro, recreando espinas y millares de dientes. Avancé hacia la mujer dispuesta a hundirle el arma en la cara. El mudo alivio que sentí cuando no me topé con nada más allá de un objeto que restalló en pedazos cortándome la mano me hizo sentir viva por un instante. Sasha tenía que estar viva. Su imagen desfallecida debía ser tan falsa como lo era ese otro cruel doppelgänger de mí misma. Jadeé, exhausta. El fuerte dolor de la mano sólo era un recordatorio sordo del que estaba desgarrando mi interior.
Mi sospecha era cada vez más y más clara.
Sólo había una persona que conocía esos alter egos al completo. Sólo había alguien capaz de conseguir recrear lo que yo estaba experimentando. Alguien que desde el principio había sido consciente de que todo mi mundo no era más que una construcción de fachadas que me ayudaban a conseguir mis objetivos. El hombre al que, por fuerzas del destino, me había visto forzada a confiar mi vida.
Dragoslav Katisch.
La certeza de que aquello me lo estaba haciendo él terminó por matar el último resquicio de autocontrol que pudiera quedarme. Lo encontraría. A él y al desalmado con quien estaba haciendo todo aquello. No sólo había atacado la mansión, que era en lo personal un símbolo del progreso. También había usado contra mí todo recurso que había adquirido, traicionando mi confianza, desgranando mi intimidad con el único objetivo de hacerme daño.
Cegada en ese pensamiento, fui incapaz de percatarme del sonido que escuchaba un poco más allá, y que acompañaba la gruesa silueta que apareció frente a mis ojos.
Tic...Tac...Tic...Tac...TIC...
Mi cuerpo se levó por los aires y rodó hacia atrás.
Todo se volvió negro...
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 10th Enero 2021, 02:47
OOC: Acciones pactadas con la user de Solaris. Es probable que cerca del final haya incongruencias de narrador (en cuanto a la persona). Si me avisáis edito, que he cambiado todo lo posible para que cuadre pero se me ha podido escapar algo.
—————————————————————-
Estaba cargada de energía, centrada en mí misma, rebosante de determinación. Mis pasos tenían la firmeza de quien no tiene duda y avanzaban firmes, dispuesta a enfrentar cualquier cosa que el destino me echase a la cara. Avancé con paso rápido hacia esa luz, pero poco a poco se tornó a una luz blanca y fría como su entorno. Entré sin miramientos a la cámara. Ya nada me echaría atrás. El símbolo refulgía llameante sobre un ceño fruncido protegiendo una mente despejada y concentrada. La temperatura apenas varió… ¿Por qué no cambió? Estaba acostumbrada a medir grado a grado con mis sensaciones y ahora no había diferencia. Miré las bolsas translúcidas de lejos, no hacía falta mucho análisis para detectar la casquería… aun así me acerqué para corroborarlo. Para mi suerte, no olía. Respiré hondo y cerré los ojos un instante, buscando un objetivo. La puerta.
Recorrí la galería poniendo más atención a los cuadros. ¿A qué tipo de perturbado se le ocurren esas representaciones y por qué las deja macerar en su cabeza el tiempo suficiente como para pintarlas? ¿Quién querría que este tipo de imágenes se divulgasen? Lo que estaba por venir no era bonito, estaba convencida de que esto no era más que un presagio de lo que entraría en escena a continuación.
Oh… el siguiente punto el guión.
Definitivamente… No estaba preparada.
Esa risa consiguió congelarme un instante en mi sitio. Pero… ¿Y si era él? ¿Y si al fin, tenía oportunidad de matarle? ¿Y si…?
Abrí la puerta de la habitación. Elsa… ¿cómo…? Cerré los ojos un instante. Elsa está en Europa, Elsa está en Europa… No tenía sentido…. Sasha PIENSA. CONCÉNTRATE. Elsaestáeneuropaynopuedenhacerledaño, elsaestáeneuropaynopuedenhacerladaño…
Pero entonces el humo que no era capaz de ver penetró con demasiada intensidad en mis pulmones y empecé a toser compulsivamente, llevándome una mano al pecho. Abrí los ojos llorosos mezcla de la escena y el ambiente, y la imagen no eran más que colorantes para el muro ahumado que tenía ante mí. -¿Pero qué…?- Me froté los ojos y miré a mi alrededor. Todo… era tal y como lo recordaba pero… roto. Media mansión estaba venida abajo, había incendios, humo y… ¿Qué…?
Un destello verde y violeta hizo que me girase hacia una esquina de la sala. El cuerpo de Sieglinde… Corrí entre las llamas, escarchando mis pies para congelar allí donde pisaba y tratar de ralentizar las llamas. El incendio bailaba en torno a mi cuerpo como si fuese el curso natural de las cosas, pero sabía que la alemana no podría aguantar mucho más aquí. Cerré los ojos todo lo que pude hasta que, cerca de ella su ilusión me hizo desviar la mirada. Sabía que podía provocar ilusiones… su entrenamiento me lo demostró, pero no sabía que podían volverse tan agresivas… Por un instante fugaz, Dazzler me vino a la cabeza -¿Sieglinde? ¿¡SIEGLINDE ME OYES!?- No obtuve respuesta, seguramente tuviese una intoxicación por la cantidad de humo y las cosas que podían estar quemándose. Deslicé mis brazos bajo sus rodillas y en sus hombros, levantándola del suelo. Era mucho mucho más liviana de lo que me esperaba. En el instante en el que mis manos la sujetaron, empezaron a enfriarla. No permitiría que su cuerpo subiese de 97ºF. Lucharía contra el infierno si eso le salvaba la vida.
No paré de correr en contra del viento hasta que el fuego se quedó a mi espalda y conseguí apoyar en el césped el cuerpo de Sieglinde, que aparentaba haber recuperado el control o al menos parte de él. La alemana parecía luchar por mantenerse consciente, estaba ida, pero no perdida. La abanicaba con una mano mientras con la otra agarraba el móvil del traje, pulsaba un botón y llamaba. -Cógelo, joder- Cada segundo parecía una eternidad. -¡HOLA! Hola. ¿Estáis todos bien?- la voz de Planaria confirmó mis sospechas. Estábamos solos, habían conseguido evacuar a la mayoría y sin heridos aparentes, al menos por ahora... -Vale, no... Estamos aquí. Lo sé... Lo sé per.. ¡ESCÚCHAME! Lo sé, pero está todo controlado, estamos bien. Cuidaos entre vosotros y todo saldrá bien. Gracias...- Colgué directamente y volví a guardar el móvil en un gesto rápido, recuperando mi atención hacia la alemana -Sieglinde tienes que contestarme- Pegué mi oído a su pecho, seguía respirando. Alargué dos dedos para tomarle el pulso en su yugular pero justo antes de que mis dedos rozasen su piel, me sostuvo de la muñeca con su zurda. -¿Te encuentras bien…? ¿Te han atacado los demonios?- Examinaba cómo se dilataban sus pupilas y el color de su piel. De verdad parecía estar bien.
Respirar le ardía como ascuas. Notaba como si sus pulmones estuviesen llenos de hollín. Tal vez lo estuvieran. Abrió los ojos pestañeando varias veces. Estaban llenos de lágrimas. Tosió con violencia incorporándose y notando el dolor en el cuerpo. Observó mi rostro, algo borroso. Si hubiera tenido fuerzas su instinto le habría dicho que se retirara. No podía soportar mas ilusiones y mentiras. Agarró la mano con desesperación, y aún así, se cuidó de evitar cualquier posible contacto piel con piel. Así de automatizado lo tenía, hasta en las situaciones más extremas. Me miró a los ojos, deseando que todo aquello fuera real, por su propio bien.
- ¿Eres tu? ¿Eres tu de verdad?- apretó sin percatarse mi muñeca. No me hizo daño, pero afianzó la sensación de tacto, y le hizo sentir mejor. Volvió a toser con violencia. Era como un millón de hormigas andando dentro del tórax. -Sí, si... Soy yo, te lo juro por nuestro entrenamiento- algo que podía hablar de un entrenamiento rutinario cualquiera... O uno secreto que sólo conocíamos ciertas personas muy concretas de la MKL. - - Si. Si. Estoy. - ¿Bien? No. Para nada. - No han sido los demonios. Ni siquiera estoy segura de que fueran de verdad. - se incorporó un poco más, pero aún estaba algo mareada. Por mucha rabia que le diera, debía tener paciencia. -Lo eran, yo los he visto... espera, incorpórate despacio. - Le ayudé a apoyar la espalda - Lo que ha pasado ahí dentro sólo ha podido hacerlo Dragoslav. - ¿Culpa... de.... Drago?- Parpadeé incrédula. Sieglinde tenía mi lealtad, mi gratitud y devoción... Pero Drago tenía mi corazón y pensar que nos hubiese traicionado o que hubiese jugado así con nosotras... no era un plato dulce que digerir. -Estás segura- no era una pregunta, pero necesitaba una respuesta. Aunque cuanto más vueltas le daba en la cabeza… más sentido tenía, a pesar de lo doloroso de ese golpe. No se me olvidaba el factor Cédric, era mi objetivo principal. Tal vez le pudiese estar manipulando hasta ese punto...
- Tiene que serlo. - la dama de hierro estaba llena de convicción, y su camuflaje delató una alteración emocional aún mayor dando una nueva sacudida llena de reflejos descontrolados cuando hizo hincapié en ello. - Lo que he vivido ahí dentro... sólo una persona lo sabía en todo el mundo, y fue por una circunstancia forzosa. Dragoslav era el único que ha podido hacer una cosa así. - me devolvió la mirada. Podía ser apasionada, impulsiva, pero no era tonta. Ya me había dado cuenta de que la obesidad de Sieglinde formaba parte de una tapadera. Había tenido que cargarla sola ahí fuera y me había costado mucho menos de lo que pudiese esperar de alguien con su aparente tamaño. - Tu estabas ahí dentro. ¿No has visto nada extraño? ¿Nada que pueda confirmarlo?- ¿Extraño? Si... Que le delate...- dudé un instante. Realmente tenía varios confidentes tanto en lo de Elsa como en lo de Mephisto... No muchos, pero sí varios. -No. Pero confío en ti. Eso significa que Drago está- La música sonó frente a nosotras, en el aula de música que casi podía visualizar desde nuestra posición. Un par de grandes salas derribadas de distancia… y podría volver a tocarle -Aquí...- mis pupilas se dilataron y la respiración se aceleró como un animal ante cualquier estímulo visceral. El símbolo de protección de mi frente se hizo cada vez más intenso y más marcado, como si se extendiese. Una sola mirada acompañada de un bufido inintencionado le rogaron a Solaris que fuese capaz de levantarse y correr con ella. - Dame treinta segundos. - Solaris se dió cuenta de lo mucho que Farenheit necesitaba ir al encuentro de su amigo. A su vez, me percaté de lo mucho que Sieglinde necesitaba un instante para que se pasara su mareo y recuperar las fuerzas. No se ayudó en ella para levantarse. Estaba lista. Compartimos una mirada cómplice e impulsadas por aquella embriagadora música nos precipitamos a la sala de música.
Corrimos esquivando los cimientos salientes y escombros. Aunque poder atravesar las llamaradas verticales me permitió llegar antes. Lo primero que percibí fue el grito de las hermanas, según llegué para ser consciente de su presencia. Luego desvié la mirada… Mi amigo estaba a punto de matar a mi padre.
-¡DRAGO NO!- e intenté abrirme paso, empujando los cuerpos de las hermanas que obstruían la entrada para correr todo lo que pude e intentar placar a mi mejor amigo hacia el suelo antes de que fuese demasiado tarde.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 10th Enero 2021, 14:02
Cuando ambas traspasamos el portal, el círculo mágico desapareció al cabo de unos segundos, revelándonos una imagen desoladora de la mansión. Me esperaba una guerra, una batalla ardiente entre demonios y los X-Men, una igual de salvaje como la que había vivido en la Iglesia de Sangre... pero fue todo lo contrario. El vacío y el silencio reinaban en aquel lugar. Habíamos llegado tarde.
Lo más probable era que el ataque hubiese terminado. Aún así, sentí la necesidad de comprobarlo, de que no hubieran dejado a nadie atrás. Me di la vuelta para ver a mi hermana, que andaba todavía varada en el jardín. No necesité palabras para deducir aquella expresión en su rostro. Yo también tenía miedo. Pero sé que podríamos sobreponernos al miedo. Cuando estuvimos las dos junto al porche, mi mano buscó la suya, aferrándose a ella con fuerza. Podíamos hacerlo… juntas.
Una vez dentro de la oscura e inquietante mansión, noté a Lissa vacilar. No sabíamos por donde empezar a buscar, y nos detuvimos cuando empezó a sonar una canción… las suaves y tranquilas teclas de un piano…
Se me heló la sangre al instante y miré a mi hermana con incredulidad. ¿Quién podía estar tocando una melodía en una gigantesca mansión recién asaltada por los demonios? ¿Cuándo se había vuelto esto una película de terror?
Con el corazón en un puño, seguí a psicóloga hasta el aula de música. Las notas martilleaban mi cabeza al ritmo de las pulsaciones nerviosas de mi corazón. La melodía había cambiado, y pude identificar una versión siniestra y distorsionada del Claro de Luna. Elissa terminó de afirmar lo que más temíamos. Dragoslav estaba allí...
Agarré el pomo con fuerza, y dejé que la puerta se deslizara solo con un empujón, al tiempo que nos revelaba el interior del aula de música. Sin ser consciente de ello, me había colocado por delante de Elissa a modo de protección.
El rápido movimiento de Drago llamó poderosamente mi atención. Mis ojos se centraron únicamente en sus brazos, que descendían con el cuchillo en mano con un único objetivo. En el suelo yacía el cuerpo de lo que parecía Charles Xavier. No tardé ni medio segundo en reaccionar.
—¡NO!— grité, levantando las dos manos en dirección al atacante, y la magia hizo su efecto de forma automática, justo antes de que alguien me empujara y nos apartara de la puerta. El afilado cuchillo se convirtió en un hermoso racimo de mariposas azules, que escaparon de entre los dedos del moreno, revoloteando brillantes por su decadente y oscura figura...
_________________ Elysia --> #1b877f
Where are the people that accused me? The ones who beat me down and bruised me They hide just out of sight Can't face me in the light They'll return but I'll be stronger
Now I am unbreakable
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 16th Enero 2021, 00:36
Si le preguntaras a cualquier psicólogo te sabría decir que uno de los rasgos que identifican claramente a un psicópata es la arrogancia, y Cédric no era la excepción.
El mutante se jactaba siempre de anticiparlo todo y controlarlo todo, y, sin embargo, a pesar de su indiscutible astucia, Cédric Valjean había cometido un fallo.
Un error que, a pesar de su simpleza, resultó ser garrafal.
El mutante se había dedicado, con paciencia y tesón, a eliminar cualquier rastro de la memoria de Elissa de la mente de Drago, y, si la psicóloga hubiera acudido sola a la mansión, el bosnio no habría dudado en matarla, subyugado como estaba bajo el influjo de Cédric.
Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, el francés no había caído en eliminar de la memoria de Drago el recuerdo de Elysia, la hermana gemela y exacta réplica de la castaña.
Por tanto, cuando el agudo y penetrante grito rasgó el aire y Drago miró en su dirección, no vio a Elissa y a su hermana... Vio a dos Elysias.
Había conocido a Elysia Stavridis hacía tres meses, justamente allí, en la mansión, durante una visita que la hechicera había hecho al Profesor para confirmar que no era mutante, en una reunión en la que también había estado Gabriel. Aquella había sido la primera vez, de hecho, que Cédric le había visto a él, y gracias a aquello había podido seguirle el rastro después de encontrarle en las memorias de Cassandra, Martha y Elissa.
La hechicera del pelo azul y él no habían empezado con buen pie, por motivos que por aquél entonces no comprendió, pero, más adelante, habían tenido ocasión de arreglar las cosas y ahora se llevaban razonablemente bien.
No, Drago no sabía quién era Elissa Stavridis, pero sabía quién era Elysia. Y, en aquellos momentos, veía a dos de ellas.
Su primera reacción al escuchar el grito fue encender el láser en su mano, dispuesto a atacar a cualquier mutante que hubiera sido tan estúpido como para regresar a pesar de todos sus esfuerzos por ahuyentarlos. Habría atacado también a Elysia, de la misma manera que había atacado a sus dos mejores amigas para satisfacer los retorcidos deseos de su amante, pero ver a las dos Stavridis ante sí le desconcertó lo suficiente como para hacerle vacilar. Fueron apenas dos segundos, pero aquello fue todo cuanto Elysia necesitó para volatilizar el cuchillo de cocina y convertirlo en...
- Vaya, vaya... parece que tenemos invitadas inesperadas -dijo Cédric, con una socarrona sonrisa en el rostro antes de focalizar su atención en la mujer de la larga trenza-. Qué insospechado placer volvernos a ver, doctora Stavridis. Nuestro último encuentro quedó... incompleto... No esperaba encontrarte aquí, pero supongo que nuestra pequeña... tragedia griega no podría quedar completa sin vuestra aparición en el momento más dramáticamente apropiado. Es una pena... Me habría gustado matarte personalmente, pero creo que voy a disfrutar ésto incluso más -avanzó hasta quedar detrás de Drago y le abrazó desde atrás, deslizando su mano izquierda por el interior de su camisa semiabierta-. Drago... amor mío... -susurró en su oído-. Deshazte de ellas.
Pero Drago apenas fue consciente de su cercanía, o de su contacto. Su mirada estaba focalizada en las hermosísimas mariposas de luz azulada que revoloteaban por entre sus dedos alzándose hacia el techo.
A diferencia del que había cometido con Elysia, aquél era un error que Cédric nunca habría podido preveer.
Mariposas. Mariposas azules.
Se había esforzado tanto en borrar el recuerdo de Elissa...
Pero aquellas mariposas... las había visto antes.
En sus sueños.
El letal láser aún ardía en su mano izquierda, la que no había sostenido el cuchillo.
Son enemigas. Mátalas. Ahora.
Ésta vez la orden no fue pronunciada con palabras, sino como un acicate con la punta al rojo vivo que penetró profundamente en su conciencia, eliminando las mariposas como el corte del bisturí experto que desecha las zonas infectadas por un tumor. La mirada del bosnio se alzó de nuevo, pero fue una mirada muerta, vacía de expresión, la que se encontró con la de las Stavridis. Alzó el brazo, dispuesto a cumplir la orden de su amante, pero, en ese preciso instante, el cuerpo de Sasha se abalanzó sobre él, arrojándole contra el suelo y provocando que el rayo se desviara hacia arriba, cortando una sección importante del techo que se desplomó sobre las hermanas.
La mirada de Drago se cruzó con la de Sasha, y el alivio fue visible en su rostro al comprobar que seguía viva. Estaba tan acostumbrado a usar ilusiones para enmascarar sus expresiones que nunca había tenido la necesidad de contenerlas físicamente. Cédric le había convencido de que, para que ellos pudieran estar juntos, Xavier tenía que morir, pues, de lo contrario, nunca dejaría de perseguirles, y era el único mutante del que no se podían ocultar, pero nunca había pretendido hacerles daño ni a ella ni a Solaris. Se suponía que tendrían que haber estado en Europa... no allí. Toda la idea de la pesadilla que había construido para ellas en el edificio anexo había sido asustarlas lo suficiente para que se marcharan con los demás. Sabía que el fuego no dañaría a Sasha, y si hubiera querido ver muerta a Sieglinde no se habría limitado a aturdirla con su último ataque.
- Sasha... perdóname -dijo, justo antes de que una explosión de luz brotara de su cuerpo y enviara a la mutante volando por los aires.
Por su parte, Cédric había retrocedido hasta la ventana al ver que sus enemigas les sobrepasaban en número. El mutante era arrogante, pero también era inteligente y sabía que, en aquél momento, las apuestas empezaban a estar demasiado altas, especialmente después de ver la vacilación de Drago. No quería arriesgarse a perderlo todo por presionar demasiado. El polvo del desprendimiento y el humo de las crecientes llamas le impedía distinguir si las hermanas habían sobrevivido al derrumbe, pero podía notar sus consciencias, sabía que aún estaban vivas. Aturdidas, quizá, pero vivas. Y, además de Sasha, había una cuarta persona a punto de entrar en la sala. Tenían que marcharse ahora, aprovechando el desconcierto.
- Drago, vámonos de aquí -el ventanal daba al tejado frontal de la mansión, y desde ahí podrían descolgarse utilizando los diversos accidentes y salientes de la fachada semiderruida.
El mutante salió por la ventana y Drago se volvió, sus manos resplandecientes por el láser, dispuesto a atacar a cualquiera que intentara detenerle.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 17th Enero 2021, 19:20
[Acciones pactadas con los Usuarios de Dragoslav y Elysia Stavridis .]
Por mucho que quisiera seguir a Sasha, mi cuerpo no lo permitía. Aún continuaba cargando con la privación de oxígeno y la sensación de mareo derivada de la inhalación de humo. Así que aunque corrí con todas mis fuerzas, comenzó a sacarme ventaja al entrar en la mansión, donde me vi en la necesidad de detenerme unos segundos apoyándome contra la pared para jadear sintiendo el aire fresco arder al introducirse en mi tórax mientras todavía sentía el hormigueo que me impulsaba a toser. Mi cabeza se despejó un poco y me permitió iniciar de nuevo la persecución, siguiendo a mi compañera, que me sacaba unos metros de ventaja.
Noté de nuevo el familiar peso del arma en la mano pero en ese momento era tan ajena para mí como si cargara con un pisapapeles. La observé un momento y sacudí la cabeza intentando por todos los medios buscar el modo de centrarme. Era primordial. Así que forcé a mi cerebro a reactivarse con un ejercicio que también servía a la hora de evadir a telépatas, lo cual me sirvió bastante a simplificar las circunstancias. Sujeté el arma con plena consciencia, haciéndome de nuevo familiar con su tacto y su textura. No puedes usar un arma si tu cabeza no está lo bastante despejada para comprender la situación que tienes delante. No puedes arriesgarte porque un error, y lo que haces es privar a alguien de la vida.
Justo lo que por todos los medios siempre había tratado de evitar.
No era reacia a matar siempre y cuando no quedara ninguna otra opción disponible. El problema es que para decidir algo así siempre hay que incurrir en la agudeza mental, el ingenio, el entrenamiento y las opciones. Tendría que encontrar la manera de ceñirme a ese método. Desconecté por completo de mis sentimientos con un esfuerzo titánico, como a menudo solía hacerlo durante las misiones, a pesar de que sabía que una pequeña parte de mi misma moría un poco en el proceso.
Justo cuando vi a Sasha llegar a la sala de música la escuché gritar y abalanzarse al interior. Sasha. Eso me hizo reaccionar, entorné mis ojos enrrojecidos y contuve las ganas de toser mientras me precipitaba hacia la puerta, sujetando el arma en la posición correcta dispuesta a utilizarla sin el menor asomo de duda. Justo cuando entraba en la habitación analicé la escena con toda la rapidez posible. Dos mujeres, Sasha sobre Drago, el profesor X inconsciente en el suelo y...
Mis ojos se centraron en el hombre que se dirigía a la ventana, tratando de escapar de la escena. El segundo más largo de toda mi vida. Justo en ese momento la habitación comenzó a aclararse, y de manera instintiva cubrí mis ojos, cerrándolos y protegiéndolos ladeando el rostro. Sasha salió por los aires con una explosión de luz, al tiempo que el techo sobre las dos jóvenes amenzaba con hacerse pedazos. No llegué a gritar para avisarlas. Una de ellas elevó las manos con elegante rapidez y una extraña cúpula translúcida se ciñó sobre las gemelas haciendo que los pedazos chocaran contra ella, evitando el daño.
Yo no fui capaz de ver aquello como la maravilla que era, si no como lo que necesitaba que fuera. Un punto de cobertura. Me apresuré a un lateral de la cúpula, asomándome, dispuesta a tomar las decisiones necesarias.
Drago se estaba levantando del suelo, sin duda tratando de cubrir la retirada. Mi respiración se aceleró arañándome cada centímetro de los pulmones, como si pudiera sentir cada una de mis células rogándome toser. No podía. No ahora. Apunté al torso de Drago.
"No mortal. Incapacitante"
La mira del arma descendió a través de su cuerpo con rapidez. El pulso firme. Una micra de segundo de vacilación...
La imagen de Drago atado a aquella silla mientras lo torturaba uno de mis alter egos. Mi hermano fornicando con la prostituta a la que había recurrido para sacar información a las altas esferas. La asesina a la que había personificado tantas veces asesinando a Sasha frente a mis ojos.
Apreté la mandíbula, entorné los ojos y accioné el gatillo.
En el momento en que terminaba de ocupar el espacio frente a la ventana, tal vez alcanzaría a verme a la primera detonación. Tres tiros en una trayectoria descendente con un objetivo tan concreto como todo lo que me esmeraba en hacer. Siempre con un propósito. Siempre con un método. El primer disparo atravesó su gemelo de un modo limpio, orificio de entrada y salida acompañado del mordiente dolor que siempre sobrevenía el balazo. El segundo impactó en el suelo esquivando por los pelos el tobillo hundiéndose en un agujero negruzco y humeante. El tercero alcanzó a Drago en el pie entre los dos metatarsos del meñique y el anular en el mismo instante en que su cuerpo perdía la fuerza, comenzando a caer.
Una repugnante sensación de triunfo y de furiosa satisfacción me sacudió el cuerpo, llenándolo de adrenalina y odio por mí misma. Me desprecié mas en ese instante de lo que creía haber experimentado nunca, porque en lo mas humano de mí, algo quería dañar al hombre que era mi amigo. Hacerle de algún modo tanto daño como el que yo había sufrido teniendo que enfrentar a todos mis demonios. Al ver mi confianza truncada. Al sentir mi intimidad expuesta por una persona que quería. A la humillación de una equivocación propia al haber creído que podía relacionarme con otra persona sin ninguna de mis fachadas, siendo... sólo yo. Todos esos pensamientos que me convertían en un ser humano detestable, si es que tenía derecho a seguir considerándome como tal. Los sentimientos de un monstruo de los que nadie jamás sabría nada, y que arrastraría conmigo hasta la tumba.
"Objetivo abatido."
Drago caía, desplomándose hacia el suelo con toda la fuerza de la gravedad. En el mismo instante en que su cuerpo tocaba tierra desapareció, como si jamás hubiera estado allí.
Mi respiración se detuvo, y me permitió escuchar los latidos de mi propio corazón desbocado en los oídos. No era posible.
"¿Otra ilusión? No. ¡Otra vez no!"
Gruñí para mí mientras adelantaba la cúpula en dirección a la ventana con pasos decididos y el arma en una posición preventiva aún humeando a través del cañón. Mi rostro mostraba una fiera determinación, dientes apretados y el ceño fruncido. Mi ilusión se había recuperado casi por completo, pero aún titilaba en algunas zonas reflejando destellos de colores. Mis botas se toparon entonces con algo que no esperaba, una especie de accidente de terreno que no había sido capaz de ver. Caí al suelo con un sonido pesado aterrizando sobre los antebrazos. Golpeé el suelo con las dos manos y traté de volver a levantarme. No tenía tiempo para esos errores.
Mi verdadero objetivo estaba al otro lado de esa ventana.
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Última edición por Solaris el 16th Mayo 2021, 15:25, editado 1 vez
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 18th Enero 2021, 01:28
El tirador no le dio ningún margen. No bien hubo terminado de girarse se escucharon las detonaciones en la habitación, seguidas de un intenso y penetrante dolor en la pierna.
Bang. Estúpido.
El impacto fue tan inesperado y repentino que le hizo perder el equilibrio
Bang. Entre el humo provocado por el disparo distinguió unos ojos. Unos ojos que habrían engañado a todos menos a él. Porque Drago era la única persona en aquella habitación que podía ver que, bajo aquella máscara de aparente frialdad y precisión alemana se ocultaba una de las emociones más profundas, humanas y desgarradoras: el dolor por la traición de un ser querido. La desgarradora certeza de saber que habían cogido la confianza otorgada y la habían hecho estallar en mil pedazos. La clase de emoción que solía conducir a otra con la que estaba muy familiarizado: el afán de venganza. Estúpido.
Bang. Aquél disparo fue aún más doloroso que el primero, y Drago no pudo evitar que se reflejara en su expresión, pero no gritó. A lo largo de su vida, el mutante había soportado dolores y torturas inimaginables, tanto físicas como emocionales, lo cual era precisamente la razón de que Cédric se hubiese fijado en él. No era la primera vez que le disparaban, el dolor no le era ajeno y podía soportarlo. No tenía más remedio.
Debería haber sabido que si Sasha había llegado hasta allí, Sieglinde no estaría lejos, pero en la precipitación de la batalla había dado por supuesto que todavía estaría aturdida por su último ataque, el humo y el fuego. Estúpido.
El primer disparo había sido bastante limpio, Drago no creía que hubiera llegado a tocar el hueso, pero el segundo... el segundo le había destrozado el pie, lo sabía sin necesidad de mirar la herida, de la misma manera que sabía que no podría caminar ni correr. Estaba atrapado, y, ante esa situación, el soldado que había en él se activó, pasando a actuar por puro instinto de supervivencia.
En cuanto notó que empezaba a caer, el láser de sus manos se apagó y la luz de la estancia se plegó a su voluntad, rodeándole sin reflejarse en él para protegerle de quienes habían pasado a convertirse en sus enemigas. Cuando cayó al suelo se arrastró para bloquear con su cuerpo la salida de la ventana y así evitar que pudieran perseguir a Cédric. Tal como había anticipado, la alemana se dirigió rápidamente hacia el lugar por donde había escapado el francés, tropezando con él y cayendo al suelo. Sieglinde trató de volver a levantarse, pero el bosnio se incorporó sobre la rodilla de la pierna herida y asestó una patada en las corvas de la mujer con el pie sano, haciéndola caer de nuevo para subirse encima de sus piernas, pisándola con las rodillas e inmovilizándola con su peso al tiempo que le retorcía el brazo izquierdo, aplastándoselo a la espalda, donde apoyó a su vez el antebrazo derecho para mantenerla contra el suelo, haciendo que una aguja láser se extendiera a modo de katar hasta casi rozar su cuello, provocando que la capa de invisibilidad se extinguiera y revelando a un drago con el rostro perlado de sudor y los dientes apretados, tratando de ignorar el sufrimiento de las heridas.
- Ni un paso más -jadeó, con su atención puesta principalmente sobre Sasha, a la que consideraba la más peligrosa de todas las que estaban allí, pero totalmente atento a cualquier movimiento. No iba a volver a cometer el mismo error que con Solaris-. No os mováis. No quiero hacerle daño a Sieglinde, pero lo haré si intentáis detener a Cédric -advirtió con expresión mortalmente seria. No podía mirar hacia atrás, pero confiaba en que su compañero ya estaría descendiendo por el muro semiderruido.
Un nuevo ramalazo de dolor surcó su semblante y tuvo que hacer serios esfuerzos para no cerrar los ojos, gritar u observar el estado en el que había quedado el pie. Lo primero que aprendías como soldado era a no mirar las heridas, pues el shock de ver la carne destrozada, o quizás partes del cuerpo que faltaban, podía distraerte del objetivo y hacerte bajar la guardia. Tenía que ignorar el dolor como fuera, no pensar en las heridas a pesar de saber que existía la posibilidad de haber perdido algún dedo. No debía mirar... De ésta manera también sería más fácil ignorar la cantidad de sangre que estaba perdiendo. Como era lógico no había podido hacerse un torniquete, y el hecho de estar haciendo presión sobre las piernas de Sieglinde para mantenerla en el suelo no estaba ayudando. Trataba de no pensar en ello, pero era difícil de ignorar la manera en que los pantalones de la alemana se estaban humedeciendo con su sangre. Inspiró hondo y miró a las mujeres con la expresión de un animal acorralado.
- Dejad que se vaya -suplicó-. Yo os he hecho ésto. Cogedme a mí pero dejad que él se vaya. Por favor. Lo único que queríamos era estar juntos... Él lo dijo... Dijo que nunca lo permitiríais... No tendríais que haber estado aquí... No me obliguéis a haceros daño.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 27th Enero 2021, 23:25
El mundo se llenó de fragmentos.
Mariposas azules. Cédric deslizando la mano sobre el torso de Dragoslav. Un empujón. ¿Sasha? Un rayo de luz. Cédric retrocediendo hacia la ventana. El techo derrumbándose sobre ella. Lyz alzando las manos. Una cúpula de cristal. La mujer a la que no conocía, alzando un arma. Tres disparos.
Bang. Bang. Bang.
Elissa se encogió bajo el peso del sonido. Su pecho, hueco de aire entre aliento y aliento, retumbó en respuesta. El eco: tres latidos temblorosos, erráticos. Pánico. No le dio tiempo a saber qué temía, pero sí a temerlo. De una forma inconsciente, irracional.
El aliento gélido del Hades sobre su nuca.
Pero él no se desplomó.
Los pulmones de Elissa se llenaron. El alivio se extendió como una mancha de aceite. De una forma demasiado rápida, demasiado injusta para la mujer a la que el bosnio acababa de inmovilizar contra el suelo.
- Dejad que se vaya -suplicó la voz de Dragoslav-. Yo os he hecho ésto. Cogedme a mí pero dejad que él se vaya. Por favor. Lo único que queríamos era estar juntos... Él lo dijo... Dijo que nunca lo permitiríais... No tendríais que haber estado aquí... No me obliguéis a haceros daño.
Los ojos del bosnio pasaron por encima de ella, sin apenas detenerse. Para Elissa fue como si la atravesaran. Como si fuera invisible. Como si no estuviera allí. Nada parecido a aquella mirada enfebrecida que la había buscado entre los presos de Arkham. No estaba allí: ni la chispa del reconocimiento, ni el alivio de volverla a ver.
Y ahora defendía al mismo hombre que había provocado la fuga. Que la había dejado indefensa, tumbada en el suelo, casi muerta.
La griega notó como la semilla de la irrealidad germinaba, envolviendo su cuerpo con un tallo retorcido y poblado de espinas. No reconocía al hombre que tenía delante. No sabía quién era. No conocía aquel cuerpo sin marcas. No comprendía las palabras que brotaban de sus labios. Sus ojos azules le resultaban extraños.
¿”Estar juntos”? ¿De qué estaba hablando? Era imposible que se hubiera forjado aquel vínculo entre ellos en tan poco tiempo. Era imposible que Cédric sintiera por Drago algo sincero, algo… normal. Algo que no hubiera sido alcanzado por la podredumbre que arraigaba en su alma.
Todo estaba mal… No podía concebirlo. Algo tenía que ser mentira.
El rostro y el cuerpo de Dragoslav, aunque extraños para ella… eran los de verdad. No estaba usando ninguna ilusión para cubrirse. Elissa sabía que no podía hacerlo mientras convocaba un haz de luz. Aquél tenía que ser el resultado del Extremis. ¿Y sus palabras? Las palabras, por mucho que ella deseara otra cosa, eran sinceras. Entreveía al hombre al que había conocido, al que había tratado, en aquella súplica: “no me obliguéis a haceros daño”.
Y allí terminaba todo parecido.
Había visto lo que Cédric Valjean podía hacer con las mentes. El francés había presumido de ello en Arkham, se lo había mostrado a ella. Controlaba a los guardias… Controlaba a los presos…
Controlaba a Dragoslav de algún modo.
“No me obliguéis a haceros daño”. Las palabras evocaron en Elissa la imagen de un sueño: las manos del mutante cerrándose sobre su garganta.
¿Quién era Dragoslav ahora? ¿Cuánto de Cédric había en él? El bosnio seguía presionando el cuerpo de la mujer que lo había disparado contra el suelo. La amenaza que cerraba la frase. “No me obliguéis a haceros daño. Si me obligáis… lo haré”.
Curiosa elección de palabras. ¿Acaso eran ellas las que lo estaban obligando a algo...?
Elissa miró a Cédric, a punto de escurrírseles entre los dedos. Miró a Dragoslav, dispuesto a enfrentarse a todas ellas para protegerlo. Creyó, por un instante, ver los hilos invisibles que movían al bosnio, que lo ataban al francés.
No podía dejarlos ir.
Lissa rozó la mano de Lyz. No es él, susurró. Una advertencia y una petición. Iba a hacer algo, y necesitaba que Elysia lo supiera.
Los ojos de Elissa deshicieron y rehicieron el recorrido entre ambos. Dragoslav y Cédric. Cédric y Dragoslav. Tenía... dos opciones.
No. En realidad, sólo había una. Cédric… Era inestable. Podía salir mal de muchas maneras. Casi había salido mal la primera vez. Y, precisamente porque había estado allí, sabía que no era un lugar al que quisiera volver.
No quería volver nunca.
- Dragoslav Katich - llamó Elissa, elevando la voz, amable pero apremiante. No era un grito. Un grito hubiera podido significar que el bosnio atravesara a la mujer que había bajo él.
Elissa sabía que las sílabas del propio nombre son como cuerdas que se tensan. Aunque uno no quiera hacerlo, debe volverse. Debe mirar.
La griega necesitaba que aquellos ojos azules la miraran sin traspasarla.
La mitad de sus motivos eran egoístas. La otra mitad… bueno. Tenía una llave. Y necesitaba una puerta.
Él le ofrecería una entrada. Un camino. Ella se asomaría al umbral.
De pie allí, la psicóloga sintió cómo Elissa Stavridis se quebraba. Sintió cómo se deshacía y se rehacía: Lissa y Psique, cuerpo y alma.
El cuerpo se derrumbó junto a Elysia, como poco antes había tratado de hacerlo el techo.
Su alma se lanzó al umbral de aquellos ojos azul pálido. Pero no lo hizo sola. Psique se volvió para tirar del espíritu de Dragoslav, y lo arrastró con ella.
El cuerpo del bosnio cayó al suelo un instante después del suyo: una marioneta con las cuerdas cortadas.
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How the tide rushes in And covers footprins in the sand As my hopes erased and carried Out of my hands
How the tide's event flow As drift would toss upon the shore And my heart's cast aside And lost evermore
Yet though the ocean With waves unending Covers the earth Yet is there loss after all?
For what ever drifts from one place Is with the tide to another brought And there's naught lost beyond recall Which cannot be found if sought
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Elissa despertó en una playa, desnuda, con el rostro enterrado en la arena. La brisa traía el olor de la sal y el quejido de las gaviotas. El cabello mojado se le pegaba al rostro. Temblaba de frío.
La arena crujió, cerca, al ritmo de unos pasos que se aproximaban. El hombre rubio se acuclilló junto a ella y le dedicó una mirada llena de desagrado. Después suspiró, como alguien que debe enfrentarse por enésima vez a una tarea aburrida y pesada. Una tarea que detesta.
El hombre se incorporó con desgana y avanzó un poco más, hasta que sus pies se detuvieron a su lado, rociando arena sobre su rostro. Entonces, se inclinó sobre ella y la agarró firmemente por los cabellos, tirando con fuerza.
Ella gimió y chilló todo el camino, resistiéndose, mientras él la arrastraba inexorablemente a la orilla. Su cuerpo trazó un surco irregular sobre la arena.
Su voz cesó cuando él le hundió la cabeza en el mar.
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Psique abrió los ojos en la oscuridad, en el silencio. Contuvo la respiración un instante demasiado largo, temiendo que el agua salada irrumpiera de golpe en sus pulmones. Pero el océano formaba parte de un recuerdo, uno que ni siquiera era suyo.
No estaba en la playa. No oía el rumor de las olas. El aire a su alrededor estaba impregnado del olor a óxido y a tierra mojada. Hacía frío.
Psique se estremeció. Lentamente, sus dedos se cerraron alrededor de la anilla de la lámpara de aceite que había conjurado en su mano.
-κλήση - pidió, en un susurro.
Las letras oscilaron y crepitaron, dando forma a una llama azul y blanca que arrojó una docena de sombras temblorosas contra las paredes.
En el centro de la estancia había una cama de cuatro postes, cubierta por cortinas. Una figura yacía sobre ella, retorciéndose en un sueño inquieto, poblado de pesadillas.
Psique se aproximó al lecho. Al pasar junto al espejo que descansaba a los pies de la cama, el cristal le retornó su reflejo por un instante.
Primero continuó con su camino. Pero luego, sobresaltada, se detuvo. Y lo volvió a mirar.
La imagen que le devolvía el espejo no era la de la mujer que esperaba; encapuchada y de ojos pálidos, vestida con una túnica azul océano. No. Desde el cristal la contemplaba una joven de aspecto cansado, con una trenza castaña despeinada que le caía sobre el hombro.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 14th Febrero 2021, 03:02
Menos mal que aquel empujón llegó segundos más tarde, porque si no hubiera hecho desaparecer el cuchillo a tiempo, Charles Xavier ya estaría muerto.
La persona que se había interpuesto entre nosotras y Drago era Sasha… la dueña de la cafetería de Central Tart. Se podría decir que me sorprendió bastante verla allí, a pesar de que conocía desde los primeros días de la colisión que ella era una mutante. Fue un gesto muy bonito por su parte que decidiera confiarme su secreto nada más conocernos tras ver lo fanática que era de los cómics de los X-Men. Pero lo que podría haber sido una profunda amistad, se quedó en algo más simple que eso. Cuando la morena se separó de Planaria, Sasha hablaba menos, y pocas veces se la veía por la cafetería. Seguro que estaba pasando por sus peores momentos, y aunque nos seguíamos mandando mensajes, la notaba más cerrada y taciturna de lo habitual. Incluso se resistió varias veces a hacer la terapia con Elissa.
Cuando quise preguntarle a Planaria lo que había sucedido entre ellos, dejó de contestarme a los mensajes. No he vuelto a saber nada de él desde entonces. Era como si necesitara cortar con todos los lazos que le recordaban a Sasha, desapareciendo de nuestras vidas de la noche a la mañana. Un comportamiento bastante lamentable, la verdad, pero yo no quería insistir demasiado con el tema. Después de todo, parecía que no tenían la suficiente confianza conmigo para contármelo. Ni tampoco yo era una amistad lo suficientemente importante como para quedarme en su vida.
- Vaya, vaya... parece que tenemos invitadas inesperadas...
En ese momento fui más consciente de la situación que nos rodeaba. No me había fijado en la presencia de Cedric hasta ahora. Su siniestra figura se mezclaba de forma tan natural con las sombras de la oscura habitación que por un momento me había pasado desapercibido. Es lo que me decían en clase de pintura, el movimiento llama más la atención del ojo que la quietud, y en una primera instancia, mi prioridad había sido salvar a Charles Xavier de la muerte. Luego ya vería lo que hacer con los otros dos…
- Drago... amor mío... -susurró en su oído, abrazando al bosnio desde atrás mientras le acariciaba el pecho con su pálida mano-. Deshazte de ellas.
Aquel gesto me resultó demasiado repugnante. Qué hijo de la gran puta… ¿Cómo era capaz de controlar así a Drago? Sabía de sus poderes por la terapia de Lissa, pero verlo con mis propios ojos era todavía más escabroso. Para mi, privar a alguien del control de su cuerpo y su mente era igual de terrible que una violación, y pensé en el trauma que eso le supondría al moreno si realmente era consciente de sus actos mientras estaba bajo el influjo de aquel asqueroso.
Dragoslav obedeció a su amo como buen perro, y trató de lanzarnos un láser a mi hermana y a mi. Por suerte, Sasha se abalanzó a tiempo para impedir el golpe directo. Lo malo fue… que el rayo de luz partió el techo en dos y los escombros cayeron sobre nosotras.
—¡Cuidado! — grité en dirección a mi hermana gemela, que rápidamente se agazapó y se cubrió para evitar el golpe. Alcé las manos al cielo sin pensarlo dos veces, deseando con todas mis fuerzas bloquear el derrumbe con la magia de la imaginación. No tuve demasiado tiempo para pensar en algo, pero mi instinto de supervivencia fue el que nos salvó de morir aplastadas. Había creado una cúpula de cristal sobre nosotras con la resistencia del mismo acero.
No era la solución más óptima, ya que nos había dejado atrapadas en aquella cárcel de cristal con tal de evitar los trozos de yeso del techo. Pero al menos teníamos una buena visión de lo que ocurría en la habitación. Estar lejos de Cedric iba a ser la opción más sensata, aunque tuviera que reprimir las ganas que tenía de darle una patada en la entrepierna.
—¿Estás bien? — le susurré a Elissa, a tiempo de ver como una cuarta persona entraba en la habitación y apuntaba al diablo encarnado en hombre con una pistola. No reconocía a nadie con aquel rostro, y lo primero que me vino a la cabeza fue que a lo mejor acababa de llegar un agente del FBI o la Interpol.
Me alteré ante el sonido de los tres disparos, tan atronadores que me agitaron como si la misma fuerza de la electricidad me sacudiera. Pensé en lo peor, en que quizás Drago estuviera muerto. Que bajo el control de su dueño, hubiera cometido atrocidades durante el tiempo que estuvo desaparecido. Que el FBI lo buscaba y lo querría muerto. Pero el alivio llegó a mis ojos cuando me di cuenta de que las balas no alcanzaron ningún punto vital, sino que fueron directas a incapacitar al mutante. Joder con la puntería de la señora. Espero no ser nunca blanco de sus tiros.
Aprovechándose de la confusión, el criminal que más nos importaba estaba a punto de escapar por la ventana si no hacíamos algo ya. Pero no veía a Sasha por ninguna parte, y la otra agente se estaba encargando de Drago. No podía ser. Alguien tenía que hacer algo. No podíamos permitir que Cedric se escapara tan fácilmente...
— Estate ahí quieto, cabrón.
Extendí las manos en dirección a la pared, sabiendo que lo que iba a hacer resultaría peligroso para mí. Nunca antes había modificado la realidad con objetos tan grandes, pero no pensaba convertir nada en otra cosa del mismo peso y tamaño. Algo así escaparía a mi control. No, esta vez pensaba en algo diferente.
Solté un pequeño grito desgarrador debido al enorme esfuerzo que estaba haciendo, y de pronto, la pared que tenía en frente y por la que había escapado Cedric, empezó a extenderse como un chicle. Estaba creando otra habitación contigua a la nuestra, con muros algo más frágiles debido a que había dado de sí la pared original, pero logrando impedir que el psicópata consiguiera poner un pie en el exterior. Ahora no le quedaba más remedio que retroceder sobre sus pasos si quería buscar otra salida. Pero estaríamos preparadas para su encuentro.
Cuando Elissa se desmayó a mi lado, me agaché para sostenerla entre mis brazos antes de cayera inconsciente en el suelo. Me senté a su lado, colocando su cuerpo en una postura cómoda dentro de la zona de la cúpula de cristal y dejé que su cabeza se apoyara cómodamente en mi regazo.
— ¡Mi hermana tiene a Drago controlado! — grité en dirección a las dos mujeres que aún tenían fuerzas para luchar. — ¡Atrapad a Cedric!
Retiré un mechón de cabello del rostro de mi otro yo, despejándole la frente. Estaba muy preocupada por lo que podría estar pasando en el mundo del inconsciente. Debía cuidar de Lissa en esos momentos, no podía permitir que le pasara nada malo mientras estaba fuera de su cuerpo. Y yo también necesitaba un respiro. Tenía que descansar un poco si quería volver a utilizar los poderes sin desmayarme después. Ya empezaba a notar el sobreesfuerzo tras comprobar que por mi nariz empezaba a gotear la sangre...
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Where are the people that accused me? The ones who beat me down and bruised me They hide just out of sight Can't face me in the light They'll return but I'll be stronger
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 15th Febrero 2021, 02:47
No pudo ver las mariposas, no llegó a tiempo. Ni siquiera se fijó en el arma láser que su amigo había creado en la mano. Solo se concentró en salvar al profesor, por algún motivo. Ella misma había experimentado ganas de venganza, sed de una sangre que poco le aliviaría… Pero en aquel entonces no quería que eso ocurriese. Tal vez no quería que Charles muriese. Tal vez no quería que su amigo viviese con esa culpa que le carcomería cuando le recuperasen. Fuera el motivo cual fuera… no importaba. Lo importante era que su carne contactó con la del mutante y consiguió derribarle. Salió rodando con su amigo y para cuando alzó la vista sólo pudo ver un profundo arrepentimiento acompañado de preocupación y un ligero alivio. Parecía una persona dispuesta a llevar a su mascota a la última de sus inyecciones.
El Ægishjálmur de fuego no había parado de crepitar en su frente. -Sasha... perdóname- Quiso lanzarse, gritar, pedirle que parase lo que fuese que iba a hacer. Lanzarse hacia él, pero una fuerte y cegadora energía le golpeó de lleno en el tronco, lanzándola por los aires haciendo que se chocase con parte de los escombros que aún ardían, entre dos columnas de fuego. Notó el golpe seco en su espalda antes de caer. Su diafragma comprimido por el impacto le impedía respirar. La cabeza le palpitaba, seguramente por alguna contusión leve latente del choque. La mutante cerró los ojos concentrada y algo confusa por su nueva ubicación, enfocando todas sus energías en reconducir y dilatar el diafragma para poder respirar y frotándose los ojos, que estaban llenos de polvo, para poder ver mejor. Todo el malestar físico, el mareo, el desconcierto, el dolor y el cansancio… Nada era peor que ver a su amigo en esa circunstancia. Aunque la matase con sus propias manos… estaba dispuesta a llegar hasta el final.
Se recuperaba poco a poco hasta que escuchó dos disparos, lo que hizo que se incorporase de golpe y buscase a Drago con la mirada. Sabía que la única que portaba armas era Sieglinde, sabía también que no quería matarle… en principio. ¿Y si los disparos eran para Cédric? Para cuando consiguió enfocar la mirada, no quedaban ninguno de los dos mutantes en escena.
¿Se han… escapado?
Miró a la alemana, confundida. ¿Había sido así de fácil para ellos? Y su gesto preguntó por sí mismo.
Súbitamente la alemana forcejeó con algo que perdió su invisibilidad y el cuerpo de mi amigo retomó su forma. Me incliné para agarrar una de las rocas de escombro y sostenida por mi mano empezó a ponerse al rojo vivo. -Dejad que se vaya- …¿Qué…? - Yo os he hecho ésto. Cogedme a mí pero dejad que él se vaya. Por favor. Lo único que queríamos era estar juntos... Él lo dijo... Dijo que nunca lo permitiríais... No tendríais que haber estado aquí... No me obliguéis a haceros daño.- … Fruncí el ceño. La última vez que había visto a Drago tenía el corazón tan roto que no comprendía cómo era posible verle así. ¿Y desde cuando era bisexual? Agitó la cabeza, recordando el control que el psíquico estaba ejerciendo sobre él. Había violado a si amigo. Y después de hacerlo le había destruído lo poco que quedaba de su roto corazón. Tenía a Sieglinde a su merced. Sasha relajó el brazo…
Pero entonces Drago se desplomó y así lo hizo también quien iba a ser mi psicóloga, aunque no me di cuenta. -¡Atrapad a Cedric!- El grito de Elysia me recordó que estaban ahí y me hizo ver que estaban bien. Asentí con la cabeza, corriendo a la nueva habitación que no sabía cómo, pero ahora estaba ahí. No iba a cuestionarlo, sólo a agradecérselo al culpable.
Saltó por encima del cuerpo de Drago y Sieglinde con la piedra candente en una mano y agarró un trombón que había tirado en el suelo con la otra. Allí estaba él, dándole la espalda, buscando una escapatoria que no iba a llegar. -Ven aquí hijo de la gran puta…- la rabia hablaba desde el pecho de la mutante.
Todo pasó muy rápido. Le lanzó la piedra al rojo vivo hacia la cara, haciendo uso de su buena puntería mientras su mente se dividía en dos. Los entrenamientos de la MKL aunque superficiales, daban sus frutos.
La parte consciente se encargó de hacer la defensa mental que Sasha había empezado a desarrollar con ellos. Aún no había encontrado su camino, lo que más le ayudaba a enturbiar su mente, pero había desarrollado un código de palabras que hacían torpes los intentos de cualquier telépata para leer una mente fluida. Claro está que sólo era arena en un inmenso mar en el que aún se podía nadar.
Y mientras su mente tenía como único objetivo repetir esos conceptos con la imagen consecuente y el orden correcto, su cuerpo había deformado el trombón entre sus dedos hasta hacer un látigo flexible y muy resistente de acero fundido que portaba con su diestra, alzándolo sobre su cabeza directo a partir, asfixiar, abrasar o derribar a su enemigo. Con un poco de suerte podría ganar tiempo para acercarse, enroscárselo en torno al cuello y apretar hasta que ese cabrón dejase de malgastar oxígeno.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 2nd Marzo 2021, 20:22
El plan tendría que haber sido sencillo. Entrar, matar al Profesor y salir.
Incluso después de que aparecieran aquellas entrometidas debería haber continuado siendo sencillo.
Tenía a su sombra dispuesta a sacrificarse por él, alguien a quien aquellas estúpidas iban a querer salvar aunque fuera a costa de dejarle escapar.
Pero, entonces... Bang. Bang. Bang. El sonido de tres disparos perforó el aire a su espalda, llenándole de asombro. ¿Realmente habían tenido los cojones de...?
Fue un simple momento de distracción. Apenas un segundo en el que se volvió hacia la ventana que acababa de atravesar, pero para cuando volvió a enfocarse en la huida, lo único que pudo ver fue cómo el cielo estrellado y la promesa de libertad se desvanecían rápidamente conforme las paredes de la estancia que acababa de abandonar se extendían hacia él, como dedos ávidos por atraparle entre sus garras. Cédric echó a correr, tratando de alcanzar el extremo del tejadillo antes de que aquella tumba terminara de devorarle por completo, pero no lo consiguió. Para cuando llegó al final, lo único que pudo hacer fue aferrarse a los ladrillos mientras apretaba los dientes, desesperado y furioso.
¡Vaya con la puta de las Stavridis! ¿No se suponía que lo único que podía hacer era pintar monigotes que cobraban vida? ¿Desde cuándo había aprendido a doblegar de aquella manera la realidad?
No sintió el dolor de la pedrada, pero supo que le habían dado por el súbito impacto que estuvo a punto de hacerle caer al suelo y por la casi inmediata afluencia de sangre que le enturbió la visión. Su mente confundida pensó inicialmente que se trataba de una bala perdida de las que le habían disparado a Drago, pero entonces notó la inflamación de la cara, distinguió la piedra ensangrentada del suelo y se volvió a mirar a Sasha. La mutante enarbolaba un látigo que acababa de improvisar fundiendo un instrumento. Si las circunstancias fueran diferentes se habría permitido unos minutos para fantasear sobre las innumerables aplicaciones que podía tener un poder como aquél... pero no podía permitirse ese lujo. El entrenamiento mental de Sasha era sólido, y su estrategia no habría tenido fisuras si la intención del francés hubiera sido leerle la mente, pero en aquellos momentos tenía preocupaciones más urgentes, como evitar que la furiosa mutante le arrancara la cabeza de los hombros con aquél látigo al rojo vivo. Se hacía necesario emplear una estrategia más... drástica.
Su mirada carmesí entabló contacto directo con los orbes verdes llenos de ira de la semiasgardiana y una profunda sensación de dolor ardiente desgarró la piel de su espalda, como si la estuvieran azotando una y otra vez con un látigo invisible. Fue un dolor tan real, tan atroz, que la mutante no pudo evitar caer al suelo de rodillas mientras el tormento continuaba, momento que Cédric aprovechó para atravesar la distancia que les separaba y arrancarle el flexible látigo de entre los dedos. Estaba al rojo vivo, pero él no podía notarlo; aunque podía ver cómo su piel siseaba y formaba ampollas, no le importaba. Lo importante era salir vivo de allí, así que, en un rápido y fluido movimiento enroscó el látigo en torno al esbelto cuello moreno de la mujer a la que mantenía cautiva en su prisión de dolor agónico.
- Si tuviera tiempo... -susurró en su oído, esbozando una media sonrisa a través de la sangre-. Si tuviera tiempo... las cosas que me gustaría hacerte...
Tenía la misma pasión vibrante que había tenido Elektra, y su fisonomía era parecida. Le habría encantado tenerla indefensa atada en su cama, pero de momento tendría que contentarse con sentir la calidez de su cuerpo doliente contra el suyo... Percibir su dolor... Alzó una mirada de tiburón hacia Sieglinde, que se había incorporado y le apuntaba con su pistola, pero Sasha estaba delante, a modo de escudo humano.
- Ni siquiera lo pienses... si no quieres que la mate -amenazó tirando aún más del extremo del látigo, tratando de cortar el acceso de aire a sus pulmones para que se desmayara y no pudiera usar sus poderes contra él.
Miró hacia su sombra, que yacía inconsciente sobre un charco de su propia sangre. Estaba realizando un trabajo activo para mantener la sensación de dolor en Sasha, pero había tenido tanto tiempo para parasitar la mente de Drago que podía sentirle a través de la conexión que había establecido entre los dos sin apenas esfuerzo. Aún seguía vivo... y eso era bueno. Elissa se encontraba a unos metros de distancia, aparentemente inconsciente... Y eso no era bueno.
Los celos le invadieron al pensar en los tentáculos de la mística ahondando y profundizando en la mente de su mascota, tratando de arrebatarle su control. No había nada que deseara más en aquél momento que apretar la garganta de la dormida Elissa Stavridis hasta que su piel se tornara azul por la falta de oxígeno y los ojos se le salieran de sus órbitas, pero no podía permitirse soltar a Sasha si quería salir de allí con vida.
Por un momento se planteó ordenarle a Sieglinde que le pegara un tiro a las hermanas si no quería que matara a Sasha. Habían venido juntas, y existía la posibilidad de que estuvieran más unidas entre sí que a aquellas dos intrusas que ni siquiera pertenecían a la mansión, pero rápidamente lo descartó al distinguir la cúpula que protegía a las dos místicas. No conocía exactamente sus capacidades, pero si se habían refugiado debajo y había sido capaz de soportar el derrumbamiento del techo, lo más probable era que tampoco pudiera traspasarla una bala. No podía hacer nada más que marcharse, por enfermo que le pusiera pensar en las manos de Elissa profanando lo que era suyo, pero siempre podría volver a recuperarlo más adelante.
- Vais a dejarme salir... las dos -dijo a Elysia y Sieglinde-. De lo contrario, mataré a ésta zorrita.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 29th Abril 2021, 23:22
FDI: Este post ha sido escrito conjuntamente con la usuaria de Eclipse.
Psique había caminado por muchas mentes dormidas.
Algunas eran palacios. Otras, catedrales. Algunas eran escaleras interminables: subían hasta el cielo, o se hundían en las profundidades. Había recorrido llanuras, había subido montañas, había nadado en océanos. Sus pies habían despertado ecos en corredores oscuros y en muros de laberintos.
A veces, encontraba representaciones de ella misma en el subconsciente de las personas que la habían conocido. La fotografía desvaída de una muchacha griega, abandonada sobre un escritorio polvoriento. Un retrato que mostraba su rostro, colgado entre tantos otros en una infinita galería. Una llave antigua idéntica a la que colgaba sobre su pecho, oxidándose dentro de alguna vieja cerradura. Si Elissa era importante para aquella persona, su representación era más evidente: una estatua de mármol, un cuadro sobre la chimenea.
En la mayoría de las ocasiones se había sentido extraña al verse. Pero, algunas veces, había sentido el impulso de la nostalgia tirando de sus comisuras, intentando hacerla sonreír. Nunca lo hacía, claro. A Psique, la de rostro impávido, no le gustaban las sonrisas. Y, aún así, incluso ella sabía que había algo poético en verse reflejado en el subconsciente de otro. Algo bonito en ver sus huellas sobre el polvo.
Incluso en la mente de Cédric, en aquella retorcida parodia de París, Elissa había encontrado algún retazo de ella… Una mariposa azul devorada por las gárgolas.
Pero allí, en aquella habitación en penumbra, no había nada.
No quedaba nada.
Alguien había retirado cuidadosamente los retratos de la pared, dejando en su lugar una docena de fantasmas rectangulares; lugares donde no se había agolpado el polvo, donde la luz no había descolorido el papel pintado. Aquí y allá, los vacíos habían sido reemplazados por cuadros que representaban a Cédric. En la mayoría de ellos, el lienzo parecía húmedo. El olor a pintura impregnaba el ambiente.
Elissa… No, Psique se obligó a apartar los ojos del espejo. La muchacha de la trenza se había desvanecido al fin, pero el reflejo que quedaba en su lugar seguía sin ser del todo… correcto. La Psique del espejo llevaba la capucha azul, sí. Volvía a tener los ojos vacíos y brillantes. Pero su expresión era…
Triste.
Psique dio la espalda a la imagen. No tenía tiempo para preguntarse por qué todo parecía estar fuera de lugar. Ahí fuera, Elysia, Sasha y la mujer de la pistola estaban enfrentándose a Cédric. Ahí fuera, Drago y ella yacían inconscientes, expuestos a una viga hundida o una bala perdida.
Aquí dentro, sin embargo…
Un hombre idéntico al que yacía en la cama la miraba desde el otro lado de la habitación, con ojos enfebrecidos. A diferencia del Dragoslav que había en el lecho, éste estaba despierto. Muy despierto. Y probablemente furioso. Elissa lo había arrastrado con ella al interior de su propio subconsciente, en contra de su voluntad, alejándolo de Cédric y de la batalla.
Por su propia seguridad, la griega lo había inmovilizado con cadenas; unas cadenas azul pálido que lo sujetaban a la pared. Cada eslabón lucía la palabra Σύνδεσμος, que se deslizaba sobre el metal como si estuviera hecha de agua.
- Lo siento - musitó Psique, aproximándose a él.
Su imagen ondulaba y parpadeaba de tanto en tanto, como si se tratara de una televisión mal sintonizada. A veces, el fotograma de una joven de cabello trenzado aparecía intercalado entre los demás.
- No quería que te hicieras daño. - añadió.
Drago miró a su alrededor. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Un segundo antes estaba en la mansión, tratando de ayudar a Cedric a escapar de aquellas mujeres, y, de repente, todo se habia vuelto negro... ¿Había perdido el conocimiento por la pérdida de sangre? ¿Dónde le habían traído? No sentía dolor...
Probó a desplazar el peso de una pierna a otra, y nada. Ni el menor rastro de dolor, como si no estuviera herido en absoluto. Tanteó ligeramente sus cadenas únicamente para comprobar la firmeza del agarre a la pared. La fría placa de metal no se separó ni un milímetro del muro, como si estuviera soldada. Miró a la mujer de la capucha con desconfianza. Había algo en ella... que le resultaba familiar...
- ¿Quién eres? -preguntó, en un tono seco pero suave. Después de todo, era su prisionero allí, y, por alguna razón, sus poderes no funcionaban. No parecía que tuviera las de ganar-. ¿Dónde estamos? ¿Me has curado tú? -sus ojos se entrecerraron levemente, y su tono se volvió ligeramente más amenazador al tiempo que sus puños se crispaban -. Mis poderes no funcionan... ¿Qué me has hecho?
Su visión se empezaba a acostumbrar a la oscuridad. Era algo raro, la sensación de no tener poderes. Normalmente nunca habría tenido que esperar a que su vista se aclimatara para poder ver, incluso en la oscuridad más absoluta.
En el otro extremo de la habitación había una cama, y había alguien reposando en ella. Aparentemente dormido, o inconsciente. Parecía un hombre, pero en aquella semipenumbra no podía aventurar mucho más… aunque no parecía que se tratara de Cédric.
Psique miró al hombre encadenado. Eran... Muchas preguntas.
Pero, al principio, sólo escuchó la primera.
"¿Quién eres?"
Fue como un impacto de bala; cada letra, un proyectil. En cierto modo, esperado... Pero no por ello menos doloroso.
Durante un instante, la imagen de Psique parpadeó con más fuerza, como si fuera a apagarse.
Entonces, era cierto. No la recordaba... En absoluto.
Ella decidió no responder a la primera cuestión. De todos modos, no era capaz de hacerlo. En cuanto a la segunda... Era demasiado difícil de explicar. Y si decía "estamos en tu subconsciente", él no la creería. Tendría que hacérselo entender poco a poco.
- No te he curado… - dijo Psique, despacio - Tampoco te he quitado tus poderes. Simplemente estás... Dormido. No estamos aquí realmente. Ninguno de los dos - prosiguió.
- Estas cadenas se sienten muy reales -replicó él, con sequedad. Hizo un gesto con la cabeza, señalando la cama adoselada- ¿Quién es ese hombre? ¿Qué le habéis hecho a Cédric?
Al mencionar la cadena, la culpa asomó a los ojos de Psique.
- No lo son - musitó.
Pero su gesto se tiñó de contrariedad ante la mención del francés.
- Él no pertenece a este lugar - dijo, con tensión en la voz.
- ¿Y tú sí? -inquirió él, cada vez más agresivo.
- Yo... Supongo que no... - susurró - Yo sólo soy una visitante. Este sitio... Es solamente tuyo, Dragoslav.
- Si es mío, quiero salir de aquí -replicó él.
Ella tendió la mano en su dirección. Sostenía una llave antigua entre los dedos. La hizo girar en el aire, y los grilletes se abrieron con un chasquido, dejándolo libre.
Drago se incorporó, frotándose las muñecas por instinto, aunque no sentía ningún dolor por el roce que deberían haber ocasionado las cadenas.
- No me has respondido -dijo, avanzando hacia ella para sujetarla por el cuello de la capa-. ¿Qué le habéis hecho a Cédric?
Psique lo miró avanzar, completamente quieta. Cuando él trató de agarrarla, se dio cuenta de que estaba más lejos de lo que aparentaba. Como un espejismo.
Sus dedos aferraron el aire.
Drago estaba más que acostumbrado a aquella clase de ilusiones. Más de una vez las había usado él mismo. ¿Qué era aquello? ¿Alguna clase de juego de luz?
- Yo no le he hecho nada a Cédric Valjean - replicó Psique, la voz fría como el hielo - Se trata de lo que él te ha hecho a ti.
- ¿De qué estás hablando? Cedric no ha hecho nada más que ayudarme.
- ¿De veras? - la voz de Psique sonó... Apenada. Estaba claro que aquél no había sido el objetivo del francés. Su presencia llegaba incluso allí, a las capas más hondas del subconsciente. Elissa sabía que Cédric, un telépata, no había podido acceder directamente a aquella profundidad. No, simplemente había manipulado al inconsciente de Drago... Para que él mismo lo hiciera. Porque las manos del hombre durmiente... estaban manchadas de pintura. - Cuéntame qué ha hecho Cédric por ti - pidió.
El bosnio no respondió. En lugar de eso, avanzó unos pasos y se desvió hacia la cama. El rostro del durmiente permanecía oculto en sombras, que se fueron disipando a medida que se acercaba, hasta que no quedó ninguna duda acerca de su identidad. Se volvió hacia Psique, furioso.
- Basta de juegos mentales. Quiero respuestas. Ahora.
La griega se alejó de él, aproximándose a uno de los retratos de Cédric. El lienzo mostraba al telépata con una expresión amable dibujada en su atractivo rostro.
- Esto no es un juego. Los dos queremos lo mismo. Quiero que encuentres tus respuestas. Pero no te estás haciendo las preguntas correctas.
Psique tendió la mano y pasó un dedo por el rostro pintado de Cédric, justo por encima de aquella sonrisa beatífica. El tinte húmedo cedió a su toque, dejando entrever que, debajo de aquella imagen... había algo más.
- Si quieres salir de aquí, hay algo que debes hacer. Descubrir la verdad. - Psique le mostró el dedo, ahora teñido de carmesí - Y eso tienes que hacerlo tú mismo.
Se apartó del cuadro, franqueándole el paso, ofreciéndole el espacio necesario para seguir su consejo. Ahora, el rostro de Cédric mostraba la mueca torcida que Psique le había visto esbozar en privado… cuando caían todas las máscaras.
- La primera pregunta es... ¿Qué ha estado a punto de ocurrir ahí fuera...?
Era evidente que se refería a los últimos momentos antes de aparecer en aquel lugar. Se refería al cuchillo en la mano de Drago.
El bosnio miró a la mujer y al retrato, confundido, y volvió en su mente al momento en el que había estado a punto de matar a su mentor.
- Yo no quería hacerlo... Pero era necesario. Xavier nunca nos hubiera dejado estar juntos. No paraba de intentar buscarme... Cuando él fue quien me echó -el dolor se dejó ver en su voz. Psique creyó que interrumpiría su relato, pero, de algún modo, Drago siguió hablando-. Cometí un error... En enero. Por mi culpa un ala de la mansión salió ardiendo. Dejé entrar a una persona peligrosa.
Drago apretó los labios, luchando entre el dolor y la ira.
-Pero no fue solo culpa mía. Xavier... Le advertí que tuviera cuidado, pero él insistió en meterse en su mente cuando yo ya la había neutralizado. Su intrusión mental provocó la liberación de aquel ser... Fuera lo que fuese. Yo le advertí de que era peligrosa, que era un demonio, y… - parpadeó, conteniendo las lágrimas, y desvió la mirada.- Dijo que me había vuelto débil. Que le había defraudado y había perdido mi lugar en la Mansión. Que había confiado en mí, me había nombrado líder, aquel de quien todos debían poder depender... Pero les había fallado. Le había fallado a él, después de que me recogiera de la calle y me diera una oportunidad para ser mejor persona. Me dijo: “ahora estás solo”.
Drago volvió a mirar directamente a Psique, con aquellos ojos azules cubiertos de lágrimas, como el estanque al que si uno se asomaba vería cosas innombrables. La ventana de acceso a un alma atormentada. El alma de alguien que había sufrido muchísimo y que había visto traicionadas todas sus esperanzas.
- ¿Cómo se puede decir eso a... a un hijo? -musitó, con un hilo de voz-. Yo también confiaba en él. Este era mi hogar. ¿Entiendes? No, no puedes entenderlo. Tú no has visto cómo reducían a cenizas tu propio hogar. Cómo masacraban a todos los que alguna vez fueron importantes para ti. Él me engañó. Me hizo creer que yo le importaba algo. Me hizo sentir importante, apreciado. Que valía para algo. Que era... Querido. Pero cuando de verdad quieres a alguien no le arrojas a la calle cuando comete un error. Estaba solo… Acababa de descubrir algo horrible sobre mi vida, Cassandra… Cassandra me abandonó al descubrirlo, en lugar de estar a mi lado y apoyarme. Todos… Todos me dejaron solo. - Su mirada ahora ardía de furia - Cédric me encontró y me apoyó. Me hizo sentir querido y apreciado otra vez. Y entonces, cuando por fin tenía otro hogar, el profesor no paró de intentar encontrarme. ¿Por qué? Él ya me había echado. Yo sólo quería que me dejaran en paz. Sólo eso.
- Sí lo entiendo - corrigió Psique. Su voz, a espaldas de Drago, no era más que otro eco en la habitación. - Y sí lo he visto. No es la primera vez que estoy aquí… -se detuvo. Esperó. Continuó. - Y también he estado allí. Con él. En lo más profundo de su alma... - mientras ella hablaba, la efigie de Cédric empezó a fundirse en finos riachuelos de pintura - Sé quién es de verdad.
A medida que el cuadro se deshacía, empezó a resultar evidente que detrás de él no había nada. Sólo una ventana enmarcada que llevaba a... ¿La oscuridad?
Mientras Drago contemplaba el abismo, Psique le tendió un quinqué. La lámpara ocupaba el mismo lugar donde había estado la llave segundos atrás. Ahora no había rastro de ésta.
La llama que ardía en el quinqué era azul incandescente. Para quien pudiera mirar directamente a la luz, sin embargo, no era exactamente una llama.
Era una palabra. Una danza de letras temblorosas. Αλήθεια... Verdad.
Cuando él tomó el quinqué, la griega dio un paso atrás y aguardó, expectante.
Se preguntó si él se atrevería a cruzar el umbral.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 19th Mayo 2021, 21:00
La idea de que esa silueta no hubiera sido mas que otra ilusión me enturbió la mente de rabia lo bastante para cometer un error que iba a costarme muy caro. Me precipité hacia la ventana con la intención de agarrar al francés, sólo para descubrir como segundos después de un impacto atroz en las piernas perdía todo centro de gravedad para ir a dar con mis huesos en el suelo. El golpe fue atroz, me hizo arder las pantorrillas y me obligó por impulso a amortiguar la caída como pude. En el golpe de mis manos contra el suelo hizo rodar la pistola hasta que esta impactó con un pequeño montículo formado por los escombros del techo que habían rodado sobre la cobertura que una de las gemelas había utilizado para salvarlas del desprendimiento. El peso de una carga sobre mi me hizo exhalar todo el aire de mis pulmones, mientras levantaba del suelo restos de polvo, escayolas y astillas, haciéndome intentar toser.
Lo cual sólo empeoró la necesidad que tenía de hacerlo después del incendio. Tosí hasta que me lagrimearon los ojos mientras me revolvía tratando de escurrirme. Entonces mi espalda se arqueó hacia atrás a causa de la llave que alguien ejercía sobre mi brazo, retorciéndolo contra ella. Una punzada familiar, que recordé enseguida como alguien tratando de forzar lo bastante la articulación como para estar a punto de sacármela si hacía cualquier movimiento brusco, obligándome a contorsionarme para tratar de evitar ese agudo dolor. Jadeé en unos agónicos instantes, tratando por todos los medios de no entrar en pánico. Mi cuerpo quería seguir tosiendo, pero eso me habría obligado a doblarme hacia delante. Me sacaría la articulación. Jadeé y gemí, para mi propia vergüenza, como una niña que trata de recobrarse del mayor berrinche de su vida, porque lo quisiera o no, era mas fácil centrarse en algo más pequeño si me concentraba sólo en hacer lo que necesitaba de manera inmediata. Sólo los pulmones. El destello me cegó, mientras me empujaban contra el suelo, y por fin, volví a ser consciente de mi cuerpo, de sus inmediaciones... de que en parte, la ilusión estaba rota, porque parte del cuerpo de drago estaba interfiriendo en la imagen que proyectaba siempre sobre mi.
Como el extraño glitch de un videojuego, las rodillas de Dragoslav se infiltraban en mis rechonchas caderas, su mano se hundía en la carne de mis brazos y su cuchilla parecía haber empezado a infiltrarse en mi papada, a pesar de que no sangraba. Información que cualquier ojo ajeno habría sido capaz de percibir perturbadora.
Cuando pensaba que la situación no podía ir a peor, habló.
Jamás había deseado golpear a nadie como en ese momento a Dragoslav. Sus palabras eran mas mordientes que el láser que amenazaba mi yugular y mi vida entera. La cicatriz que dejarían alcanzó un punto en el que no volvería a sanar. Si hubiera podido, habría sido capaz de tocarle con las manos desnudas hasta la inconsciencia, pero los dos dedos que mantenía al descubierto los mantenía en mi mano inmovilizada. Cada letra que formaba los sonidos que estaba escuchando de sus labios me repugnaba hasta la náusea. Con todo el esfuerzo del mundo, retuve en cada rescoldo de mi mente el aspecto del hombre que había pulverizado a mi amigo. Había hecho su jugada y había tenido suerte.
Ahora era una rehén.
Mi idea siguiente no le engañaría, pero dada la dependencia que tenía de ese monstruo tal vez...
- Dragoslav Katisch...
No tuve oportunidad de llevarla a cabo. Una de las dos mujeres idénticas pronunció su nombre completo...
De repente, el peso de su cuerpo perdió toda consistencia. Como un animal enrabietado que se desprende de su bozal, ejercí fuerza con todo el cuerpo. Liberé mi mano retenida y rodé dándole un golpe en las costillas al cuerpo inerte de Drago en el proceso.
Localicé la pistola. Alargué la mano, mientras a través del rabillo de mi ojo se desarrollaba una escena frenética cargada de movimientos rápidos, cambios de temperatura brutales y el inconfundible olor de la carne quemada. Sasha.
"¿Lo tienes?"
Era un rezo. Una súplica. Agarré el arma y apunté en su dirección, de nuevo con el instinto encendido y el cerebro regando de adrenalina cada centímetro de mi ser, dispuesto a poner en marcha de nuevo los protocolos que eran necesarios para funcionar como alguien digno de haber heredado el sobrenombre de "La Dama de Hierro".
El grito de Sasha me hizo hormiguear los dedos y tensar cada músculo del cuerpo. Otra vez tenía a su alcance un rehén.
Una vez más entre la espada y la pared.
Vi el resplandor rojizo de sus ojos mientras apretaba un extraño látigo al fuego en torno al cuello de Sasha, y lo apretó con una antinatural sonrisa degenerada. Ella podía fundirlo al tacto, ¿verdad? pero lo hizo. Algo pasaba. Gritaba de dolor hasta que el objetivo la dejó sin aire.
Exigió que le dejáramos marchar. Yo apreté el arma contra los dedos con un crujido, y los nudillos blancos a causa de la presión. No me moví ni un centímetro. Relajé los brazos bajando el arma, penetrando con mi mirada cada punto hueco que pudiera seguir con los ojos. Confiaba en mis capacidades. Confiaba en que podría darle como había podido dar a Dragoslav. No iba a hacerlo arriesgando la vida de Sasha. La vida de ese criminal no merecía siquiera valorar la remota posibilidad de la pérdida de ella, pero mi empeño no desaparecería. Me bastaba un instante. Él de alguna manera lo supo.
Sólo con mirarme.
- Lánzamela.
Si. Aquello era lo más inteligente. La única manera real que tenía de amenazarme era decantar la balanza aún más en su favor. Tener el arma, la posibilidad de la ejecución en sus manos. Volví a contener una tos, de nuevo dueña de mis cabales. De mi cuerpo. Apreté los dientes. Su archivo volvió a mi cabeza, líneas y líneas de material a cada cual mas horrendo. Separé mis manos alzándolas a la altura de mi cabeza. Flexioné mis rodillas. Psicópata. Narcisista. Egomaníaco. Qué puedo usar que conozca para que se sienta confiado. Accioné el muelle del cargador contra mi mano. Deposité la pistola en el suelo. Sus ojos aún seguían cada uno de mis movimientos. Di una suave patada en la zona de la culata.
La pistola se deslizó hacia sus pies rotando sobre sí misma. El cargador salió despedido en el proceso, en un punto intermedio de la sala. Creí que era capaz de oírle contener el aliento antes de dejar escapar una nueva amenaza. Tal vez me insultara, me despreciara y tratara de humillarme. O apretara más el cuello de Sasha, que comenzaba a ganar color en el rostro a un ritmo alarmante. Insistió en que le alcanzara el cargador. Me aproximé, lo recogí del suelo al tiempo que dejaba caer el guante de mi mano izquierda y me acerqué con lentitud escrupulosa. Las dos manos bien visibles. Donde pudiera verlas. Nada habría cambiado a sus ojos. Escuchaba los angustiosos sonidos que emergían de quien ahora era parte de mi familia, y cada uno de ellos le aportaba aún mas gravedad a cada uno de los pasos que daba hacia ese hombre que amenazaba sin parar todo lo que me importaba. Me obligó a detenerme. Alargó la mano, y yo la diestra. Hice que la sacudiera un leve temblor. Lo justo para que fijara por un instante sus ojos sangrientos en ella. Escuché el ritmo frenético de mi corazón en los oídos. Contuve el aliento y dejé escapar el cargador...
Mi otra mano se lanzó hacia la suya con la letalidad de una serpiente. Intentó encogerla pero mis dedos desnudos hicieron contacto pleno con su muñeca. En un agarre digno de una rapaz, bloqueé su muñeca entre mi pulgar, mi índice y mi corazón, apretándole tan fuerte como pude.
”Uno. Dos. Tres...”
Su boca se abrió, dejando salir un extraño grito gutural, mientras su cabeza se echaba hacia delante, con los ojos en blanco. El dolor de Sasha desapareció de inmediato, así como su “presencia” en la mente de Drago. Un alivio para la mutante que podría abrasar los restos de aquel látigo, y volver a recuperar el aliento. El hombre daba extrañas sacudidas y temblaba al contacto. Mi expresión denotaba una frialdad tal que muchos asesinos profesionales la habrían envidiado. Sus músculos perdieron la fuerza, y bastó darle un tirón para que se desplomara de rodillas, mientras agarraba con mi diestra su cuello buscando un nuevo punto de contacto. En mi mente, el constante ritual propio del que siempre era mi último recurso.
“Cuatro, cinco, seis...”
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Elysia Stavridis Marvel Universe
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 14th Junio 2021, 22:54
Me limpié la sangre de la nariz con la manga. El olor y la viscosidad del líquido escarlata me provocaron incontrolables arcadas. No había olvidado la reciente pesadilla bañada de Rojo. Mi cuerpo hundiéndose lentamente, engullida por el mar sangriento de Blood, los aullidos de aquellas feroces criaturas desolladas y la construcción de aquel bizarro mundo de esculturas de hueso y carne. Era algo difícil de olvidar, y aquel particular hedor todavía me impregnaba.
Un pequeño pinchazo de dolor en la sien me recordó que había usado una barbaridad de mi poder para poder deformar y alargar las paredes de la ventana como si fueran de chicle, impidiendo así que Cedric escapara delante de nuestras narices. Fue un acto demasiado temerario, pero no podía ponerme a dibujar en una situación que requería rapidez y agilidad mental. Conocía las consecuencias de no canalizar debidamente la magia, y mi cuerpo no estaba preparado para albergar semejante poder. Pero no teníamos tiempo que perder.
Todo pasó demasiado rápido. Cerré los ojos y escuché tropiezos, un golpetazo y el chasquido de una lengua de fuego. Para mi fue un instante, pero al volver a abrirlos no pude evitar dejarme llevar por el ligero mareo que sacudía mi cuerpo y nublaba mi vista. Me sentía ligera, como si mi ser acabara de hundirse bajo el agua y todos mis sentidos se embotaran debido a la profundidad. Los sonidos de mi alrededor llegaban distorsionados a mis oídos, y eran sustituidos por un pitido agudo e insoportable.
No sé cuánto tiempo pasó después de eso, pero cuando logré enfocar la vista, lo siguiente que vi fue a Cedric cogiendo a Sasha como rehén. El cuello de la morena estaba siendo abrasado por un látigo llameante que la mutante había dado forma justamente para torturar al maníaco psicópata que la tenía prisionera.
¿Podíamos tener tan mala suerte? ¿Después de tenerle en bandeja de plata? Sin duda, Cedric era un hueso duro de roer, no en vano había llegado tan lejos a pesar de todas las atrocidades que había cometido a lo largo de su penosa existencia. No iba a dejar que lo atrapáramos tan fácilmente. Sólo esperaba que nadie sufriera más bajo su retorcida mente...
— No vas a matar a nadie más…— repliqué a su orden con un leve gruñido, pero el telépata cercó el látigo que rodeaba el cuello de Sasha como signo de advertencia.
— Nada de trucos baratos, zorra hechicera.
Apreté los labios, sintiendo como la frustración crecía entorno a mi pecho. Tan sólo necesitaba un breve instante de distracción para poder cambiar el collar ardiente por uno indefenso de flores de colores. Mis ojos buscaron a la "señora del FBI" con la esperanza de que ella me diera el momento perfecto para actuar, pero mi corazón se encogió de pronto cuando la vi bajar la pistola con cautela, siguiendo las advertencias del criminal al pie de la letra.
¡Mierda, joder! ¿Es que pensaba dejarlo escapar? ¡Vamos no me fastidies!
Contuve la respiración. La rubia chutó la pistola y rodó por el suelo. El cargador se separó de la culata. ¿Era el momento? Parpadeé. No. Los ojos inyectados en sangre de Cedric se clavaron en mí. Mierda. Cambié de idea. El asesino volvió a mirar a la mujer que tenía en frente. Tragué saliva. La agente actuó con precaución, sus ojos escondían un astuto plan. Tenía que tener un plan. Una gota de sudor resbaló por la frente del mutante. Sasha dejó escapar un leve gemido de dolor. Mis manos se aferraron con fuerza a los hombros de Elissa. Se produjo el intercambio. Y de pronto, la mujer se abalanzó a por el psicópata y yo supe que era el momento que necesitaba.
Fue un truco simple. Sencillo. Me concentré únicamente en el látigo abrasador, y un parpadeo, se convirtió en un hermoso adorno de flores. Sasha ya no tendría porqué seguir sufriendo el acoso de la lengua de fuego.
No sé que demonios le hizo la señora a ese hijo de perra, pero el cuerpo del caníbal se sacudió hasta desplomarse en el suelo en un golpe sordo. Deseé con toda mi alma que todo se hubiera terminado. Quería tener la certeza de que aquella habitación volvía a ser segura para Elissa, así que esperé antes de romper la burbuja de cristal. Elissa todavía no había despertado, y no iba a abandonar a mi hermana hasta que abriera los ojos. Mientras estuviéramos bajo la cúpula del cristal más duro que el acero, nadie ni nada podría hacernos daño. No. No pensaba moverme ni un ápice. Sólo esperé pacientemente a que ella volviera con Drago sana y salva.
Ya he tenido mi dosis de pesadillas por una larga temporada...
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 15th Junio 2021, 00:37
Se quedó mirando aquella boca oscura de la que brotaban sombras que, en su imaginación, parecían extender hacia él sus tenebrosos zarcillos para envolverlo en un abrazo frío que olía a tierra mojada y sangre, a sollozos ahogados por la arena que penetraba a través de su boca y sus fosas nasales con cada búsqueda desesperada de aliento. La oscuridad rezumaba muerte. Miró a la mujer sin saber qué pensar. Ella afirmaba haber estado antes con él, afirmaba conocer lo que nunca se había atrevido a reconocer en voz alta. Los más profundos recovecos de su torturada mente.
- Yo... te conozco... ¿Verdad? -no sabía por qué, pero algo le decía que podía confiar en ella. Había una sensación extraña que le embargaba al mirarla. Una sensación de... paz. De tranquilidad. Incluso cuando había estado encadenado a la pared nunca había llegado a sentirse verdaderamente en peligro.
Era muy difícil para él superar aquel miedo atávico profundamente arraigado en su inconsciente, pero la valentía no se define por la ausencia de miedos. Valiente es aquel que reconoce lo que teme y es capaz de afrontarlo a pesar de todo. La mujer aseguraba que las respuestas que buscaba estaban al otro lado de aquél portal de oscuridad insondable, así que se agachó para recoger el quinqué y se acercó al abismo que había permanecido oculto tras el rostro del hombre que le había llevado hasta allí.
La oscuridad se fue apartando a su paso, retrocediendo ante el poder de la luz. Paso vacilante a paso vacilante, pasó a través del umbral y se encontró de nuevo en la mansión. Estaba quemada y calcinada, pero no como él la había dejado. El grado de destrucción era considerablemente menor. Xavier estaba allí.... Y él... Y un nudo se le formó en el estómago al reconocer el momento... El momento en el que había sido expulsado por el error cometido. Desvió la mirada hacia atrás, buscando a Psique, y ella le indico con un gesto que debía continuar, seguir adelante. Drago tomó aire y avanzó... Y, a medida que su luz iba alumbrando la escena, ésta se iba metamorfoseando. Las llamas crepitaban alrededor de un drago y un Xavier petrificados, inmovilizados por alguna clase de control telequinético, y, frente a ellos, una mujer alta y delgada, con la mitad inferior del rostro convertida en una pesadilla en la forma de una mandíbula descarnada y cadavérica y los ojos llameantes.
- No está bien secuestrar personas- decía en aquel momento mirando al otro Drago-. No es legal ¿Lo sabias?
Se rió con una risa oscura y desagradable que resonaba en los oídos como si fuera un grito.
- También es ilegal el contrabando de armas y droga, y el tráfico de mujeres para prostitución, varias de las operaciones que desmantelé cuando poseías al líder de los Escorpiones en Colombia. Creo que lo que hicísteis conmigo entonces podría considerarse también como secuestro y tortura, y tú mismo estás ahora mismo tomando el control de ésa pobre mujer sin su consentimiento, maldito seas -replicó su otro yo sin amedrentarse, mirando a la criatura con rabia.
- No le escuches, Drago, no cedas a sus provocaciones.
Aquellas palabras, que en su momento habían sido transmitidas mentalmente, ahora resonaban en voz alta como un eco intangible en la estancia, flotando a su alrededor. La expresión del Profesor estaba repleta de angustia y preocupación. Preocupación... hacia él.
El ser respondió, sin apartar su mirada llameante del hombre inmovilizado.
- El sufrimiento que sientes, todo lo que has vivido… Sin embargo: ¿quién eres tú si no eres el chico nacido de la guerra? ¿El hombre sin amores? Si te quitamos ese dolor… ¿qué te queda? Absolutamente nada, una carcasa vacia... no eres nada sin el dolor.
Las luces de la habitación comenzaron a estallar una tras otra, sin que los hombres pudieran hacer nada para impedirlo, y, al poco, las abrasadoras llamas anaranjadas se extendían por los muebles reflejándose en sus rostros, acariciándoles con un calor que poco a poco se hacía más insoportable, hasta que el ser se marchó caminando con tranquilidad por la puerta.
Los dos hombres recuperaron la movilidad al tiempo que Bobby irrumpía en la habitación en compañía de Tormenta y entre los dos utilizaban sus poderes combinados para apagar y extinguir el fuego. Drago envolvió inmediatamente al Profesor entre sus brazos y le sacó al exterior, donde cayó al suelo de rodillas sin parar de toser a causa del humo. En cuanto Xavier estuvo a salvo, el mutante se incorporó, activó sus poderes y colocó distorsiones en forma de espejo en el espectro lumínico en las esquinas de los pasillos de manera que la luz, al reflejarse y regresar a él le permitiera vislumbrar lo que había en los corredores que estaban más allá de su visión, mas no fue capaz de localizar a la criatura huida.
- Drago -la mano del Profesor se aferró a su brazo en un intento por atraer su atención-. No dejes que te afecten sus pal....
- No -de un gesto brusco, el mutante se zafó de su agarre y se apartó varios metros. Una profunda capa de oscuridad recubrió su luminosa apariencia hasta que lo único que resaltaba eran sus ojos, dos profundos pozos de odio de un blanco tan intenso que dolía a la vista-. No me hable ahora. Necesito estar solo.
Y, entonces, Drago recordó. El desprecio, el rechazo, el descontento consigo mismo, la sensación de haber fallado a su familia.... Todas esas sensaciones habían surgido de sí mismo, no del Profesor. Era él quien se había apartado y alejado cuando Xavier había tratado de alcanzarle.El hombre que quedó allí, arrodillado e impotente mientras él se volvía invisible y desaparecía... aquél hombre no había querido que se marchara. En su rostro lo único que se leía era angustia y desconsuelo. Era Xavier el que sentía que le había fallado a él, no a la inversa.
- Oh, Dios... -musitó el Drago que sostenía el quinqué, horrorizado-. ¿Qué he hecho?
Sólo había una explicación posible, y Drago llevaba demasiado tiempo en compañía de psíquicos como para no comprenderlo. Alguien había cogido sus recuerdos, sus emociones... y les había dado la vuelta. Ni siquiera habían tenido que esforzarse mucho porque todos esos sentimientos de desprecio hacia si mismo ya estaban ahí. Lo único que habían hecho había sido trasladar el foco hasta Xavier, convertirle a él en el origen de todo ese sufrimiento que el mutante sólo había intentado aliviar.
Xavier siempre le había tratado bien, siempre había hablado en su favor, siempre había confiado en él cuando nadie más lo hacía, entregándole incluso la responsabilidad de liderar el grupo, y él... él había permitido que trastocaran una relación de confianza y aprecio convirtiéndola en algo retorcido y terrible que le había llevado a intentar matar al único referente paterno que le quedaba... ¿Cómo podrían volver a aceptarle después de eso? Ni siquiera sabía si se recuperaría algún día de lo que fuera que le había hecho Cédric...
Se volvió hacia Psique, implorante.
- ¿Cómo puedo saber que ésta es la realidad y no una manipulación más? ¿Cómo puedo saber en quién confiar?
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 15th Junio 2021, 17:17
- Yo... te conozco... ¿Verdad?
¿Qué podía responder? Si lo negaba, estaría mintiendo. Si decía que sí, él llegaría a la irremediable conclusión de que la había olvidado.
A lo largo de la terapia, Elissa había tenido incontables ejemplos de la creatividad de Drago a la hora de culparse a sí mismo. Estaba a punto de mostrarle cosas que él no deseaba ver. Estaba a punto de hacerle mucho daño.
La verdad siempre era un cuchillo sin mango.
No era ajena a la hipocresía que encerraba todo aquello. Ella misma se había creído con derecho a manipular su alma. Sus recuerdos. Y ahora pretendía deshacer lo mismo, sólo porque había sido otro quien lo había hecho.
"Somos iguales...", susurraba la voz de Cédric en lo más profundo de su cabeza.
Aquel hombre que había ante ella... el hombre al que aún amaba con cada retazo de su ser... ella... y todos los demás... todos le habían hecho lo mismo.
Y, aún así, Elissa sabía que Drago encontraría la forma de culparse a sí mismo.
- Cuando nos encontramos, yo... Tenía otra forma- dijo, al final.
No añadió nada más. La oscuridad aguardaba, y él debía descubrir qué había más allá.
Contempló el recuerdo real como una pasajera silenciosa, repugnada y maravillada a partes iguales por la sutileza y la complejidad del trabajo de Cédric. La náusea se retorcía dentro de ella como el áspid que había acabado con la vida de Eurídice. El dolor de Drago era tan patente en sus gestos... en su expresión.. Psique apretó los puños ante el deseo de acudir a consolarlo. No debía...
Cuando Drago se volvió, la luz del quinqué incidió en la mujer de la capucha azul, obrando un extraño efecto en ella. Pareció despojarla de la túnica griega para envolverla en una blusa azul cielo y una falda negra abotonada de cintura alta. Era, de nuevo, la joven de la trenza castaña.
- ¿Cómo puedo saber que ésta es la realidad y no una manipulación más? ¿Cómo puedo saber en quién confiar? -preguntó él, angustiado.
- No puedes - respondió ella, apenada.
Él la seguía mirando, pero algo había cambiado en su rostro. En su expresión.
- Te conozco, estoy seguro ahora -dijo, conteniendo el aliento-. He soñado contigo. Siempre te veía de espaldas, y despertaba cuando estaba a punto de verte la cara, pero... -avanzó hacia ella para observarla bien-. Eras tú... Estoy seguro. Lo... lo siento... Dentro...
Ella se mantuvo en silencio. Ni siquiera parecía respirar. Azuzado por su silencio, él continuó.
- Cuando te vi antes, pensé que solo me sonaba tu cara porque eres igual que Elysia... Pero no... Eres tú. Te conozco a ti. Estoy seguro, aunque no consigo recordar de qué...
- Soy alguien que te falló una vez - respondió ella al fin, en voz baja, quebrada.- Por eso no puedo decirte en qué creer...
- Cuando estoy contigo, me encuentro... Bien -dijo, extendiendo una mano hacia ella-. Es como si mi cuerpo supiera algo que mi memoria ha olvidado.
Ella contuvo la respiración, pero no se retiró de su mano. No esta vez.
- El cuerpo tiene su propia memoria - susurró.
Y el recuerdo luchaba por volver a él, como una mariposa atrapada en una lona.
- En mis sueños te veía... Tocando el piano -sus dedos buscaron los suyos-. Tocando una melodía... El Para Elisa.
Los dedos de ella se tensaron bajo los de él: no a la vez, sino por turnos, como si trazaran un arpegio. Un arpegio que él le había enseñado. El pulso de las notas se repitió en lo profundo de su pecho, como si alguien hubiera enterrado una caja de música justo ahí, al lado del corazón.
- Eres... ¿Te llamas Elissa? -preguntó.
- Sí...
- ¿Por qué soñaba contigo?
- No lo sé -murmuró. Y, en cierto modo, era cierto. No sabía el motivo por el cual una parte de ella siempre se negaba a ser olvidada. Ella había intentado enterrarla. Cédric había intentado ahogarla. Pero siempre, siempre volvía.
Tal vez fuera ella, que no era capaz de dejarlo ir.
- Oh -algo parecido a la decepción asomó a sus ojos-. Lo siento... Por un momento... Por un momento pensé... Tuve la impresión de que... - confundido, trato de apartarse, pero ella reafirmó el contacto entre los dos, entrelazando sus dedos con los de él, manteniéndolo a su lado mientras terminaba de expresar lo que había en su pecho.
- Drago... Yo no puedo decirte en qué creer. -Tragó saliva. - No tengo ese derecho - continuó.- Sabes mi nombre, pero... Mi recuerdo se ha... - se detuvo, insegura - Aunque recuerdes cómo me llamo, no puedo contarte quién soy... Ni lo que compartimos... ni lo que significo para ti, porque... - se ahogaba. Tuvo que soltar el aliento que retenían sus pulmones - Porque no lo sé. No... No pudimos hablar de ello. No tuvimos tiempo...
El peso del reloj sobre su pecho era insoportable.
Drago la observó con atención, mientras terminaba de formular sus confusos pensamientos, tratando a su vez de encontrar un sentido a todo aquello.
- Luego... Si que hubo algo entre los dos, ¿no es verdad? Tenía... Tenía esa sensación. Pero... No lo recuerdo. Solo recuerdo a Cassandra. Y a Cédric...
- Yo estuve... Antes.-musitó.
No, no quería decirlo así. Sonaba como algo que diría una colonizadora, como si pretendiera empezar una absurda disputa acerca de quién ocupaba el primer lugar de la lista. Negó con la cabeza.
- No es cierto. Conociste a Cassandra. Después a mí. Yo... Se suponía que debía ayudarte. Tú... Me enseñaste a tocar el piano. En pago por mi ayuda.
Alrededor de ellos, la escena había cambiado. Estaban aún en la mansión, por supuesto. Pero se encontraban ahora en el pasillo. Delante de la puerta que llevaba al aula de música.
Y la puerta estaba cerrada.
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Sasha Triger Marvel Universe
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 21st Julio 2021, 01:35
Le tenía… era completamente suyo. Sólo quedaba derribarle, un noqueo, la patada en la esquina adecuada de la cabeza… Le había dado, con la vista turbia no tendría mucho que hacer. Tal vez incluso le hubiese quemado un nervio, pero no pareció tener tantísima suerte.
Súbitamente algo rajó la espalda de la mutante, un chasquido en su cabeza, un golpe seco que le hizo sentir cómo su piel se abría de lado a lado y comenzaba a sangrar por su espalda. La mutante se giró desesperada, buscando a su agresor. ¿Acaso Drago se había despertado y…?
Pero un escalofrío de un miedo antiguo le recorrió el cuerpo. No había nadie. Miró a Cédric. Esa cara… ese orgullo asqueroso y repugnante…
Gritó una vez, dos, tres… Gritó con cada latigazo y convulsionaba como si su cuerpo pudiese evitarlo. Apretó tanto los dientes que notó un crujido en su mandíbula. Las lágrimas se le caían, pero se había negado a hablar durante el dolor. ¿Cómo lo estaba haciendo? Los putos psíquicos otra vez jodiéndole la vida…
De rodillas en el suelo, apoyada en ambas manos notó cómo una presión en el cuello la obligaba a incorporarse. Estaba caliente, y se ciñó a ella cada vez con más fuerza. ¿Por qué no le dolía, por qué lo soportaba, por qué no soltaba el látigo? El aroma a carne quemada inundó la habitación a la vez que el siseante ruido de la carne fundiéndose con el metal. No podía más… Aguantaba el dolor pero esos latigazos, el escozor, cómo los músculos empezaban a abrirse paso a través de la piel…
Los ojos verdes cargados de lágrimas empezaban a enrojecerse con la presión de su cuello. Pudo ver a la alemana y a una de las hermanas en la puerta, esperando una decisión que no sabían si sería buena o mala… Y supo que no podía esperar.
La mutante, aún con el Ægishjálmur en llamas sobre su frente, agarró el látigo que la asfixiaba haciendo que empezasen a caer gotas de metal sobre su ropa, el suelo y sus brazos. Con un grito desgarrador, estalló en llamas que envolvían como en un tornado furioso todo su cuerpo. El fuego empezó a extenderse por el látigo, con la intención de llegar hasta el secuestrador y hacerle lo mismo que a ella, pero entonces el látigo desapareció, convirtiéndose en un bonito lazo de flores, y Cédric cayó a su lado con Sieglinde agarrándole del cuello.
Sasha apoyó de nuevo su cuerpo en sus piernas y en las palmas de su mano. La ira podía verse a través de sus poros. Tosió, aliviando la sensación de asfixia permanente hasta que tuvo control de sus pulmones. Giró el rostro hacia el rubio que permanecía inhabilitado y con los ojos en blanco. Recordaría preguntarle más tarde a Solaris por la técnica que estaba utilizando con él.
No sabía cómo había sucedido todo, pero tenía que adaptarse a la nueva situación.
Cédric acababa de desplomarse a su lado. Y para ella sólo existía él.
No había nada en el mundo. Solo ella, la habitación, y el abusador de su amigo.
Aún sobre sus rodillas giró el torso, arrancó al rubio de sus convulsiones en el suelo y le incrustó contra la tarima sentándose sobre su cadera. Por primera vez desde su llegada a la mansión, no controló en absoluto su fuerza y se abrieron varias grietas desde la cabeza del psicópata haciendo que varias astillas se incrustasen en su cráneo. -Nadie hace daño a mi familia…- Sasha hiperventilaba, le temblaba todo el cuerpo y estaba en absoluta tensión. Con esa misma fuerza y con la cabeza apagada, introdujo de un puñetazo la mano completa en su boca, dislocándole la mandíbula y rompiendo por el camino varios dientes y clavándoselos ella entre los tendones.
Pero nada era dolor en comparación a cuando se había metido en su cabeza.
La piromante jadeaba de rabia mientras las lágrimas le caían por el rostro y notaba el temblor bajo sus muslos. Súbitamente su mano estalló en llamas dentro de su boca. Se podía ver a través de la piel el esqueleto perfecto de un asesino al que ahora se le estaba derritiendo el cuerpo desde dentro. Por un instante fugaz un pensamiento cruzó la mente de Sasha y le provocó un inmenso placer. “Ojalá se ahogase con su propia lengua fundida goteando en su tráquea…”.
Ya nada existía para ella. Sólo podía ver cómo el francés se retorcía y se ahogaba con su puño en llamas. La peste era cada vez más extensa, y el humo gris que desprendía el cuerpo de Valjean se iba haciendo cada vez más denso a medida que el fuego llegaba a la capa exterior de la piel.
Siguió introduciendo cada vez más y más hasta que notó que el forcejeo bajo sus ingles se detuvo del todo. Las últimas palabras de Cedric fueron unos cuantos balbuceos que regurgitaba con una textura de ebullición hasta que sus cuerdas vocales se fusionaron con su laringe. La mutante mantuvo su agarre un poco más, quién sabe si ese monstruo era capaz de fingir su propia muerte a pesar de haberse convertido en el cadáver que era.
Sacó la mano con un movimiento brusco haciendo que lo que era el rostro del caníbal cayese de lado, completamente inerte. Se incorporó y sacudió hacia la pared los restos de piel, tejido, músculo y órganos que se habían quedado adheridas a ella. Respiró profundamente una, dos, tres veces…
Ya se había acabado… Por fin.
Sus ojos no paraban de llorar y tratando de ocultar su rostro, anunció -Voy a ayudar a apagar el incendio…- su voz estaba ligeramente ahogada.. pero fue hacia la puerta sin mirar atrás. Las piernas le flaqueaban y el dolor de la espalda se le venía a la memoria, sin embargo ahora parecía más humana que en ningún momento desde que había empezado el operativo.
Ahora sólo quería verle.
.............................................
OOC: Sois libres de interrumpir mi acción en el punto en el que lo creáis necesario si pensáis que vuestro personaje lo haría. Yo editaré en consecuencia a lo que posteéis vosotras.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 4th Agosto 2021, 23:35
Le contemplé con la mirada vacía a través de esa máscara que era mi rostro ilusorio. Su estúpida expresión de placer me repugnaba, como lo había hecho siempre la de cada una de las personas a las que había sometido a esa maldición que me impregnaba cada centímetro del cuerpo. Porque cada una de esas facciones era para muchos un bello recuerdo que compartir con los elegidos. Eso era lo que yo robaba cada vez que mi piel entraba en contacto con la de otro ser vivo. Su voluntad. Su decisión. Su intimidad. Les reducía a temblorosas e inconscientes criaturas que sólo alcanzaban a gimotear, incapaces de dominar siquiera sus propias funciones corporales.
En ese estado ni la razón podía imponerse. Todo se reducía al instinto. Al mas básico y deplorable comportamiento animal.
Peleando contra mi necesidad de soltar el agarre que mantenía al asesino indefenso, a causa del rechazo que me generaba el tener que utilizar esa abusiva y rastrera treta con que la naturaleza de mis genes me había dotado, enmascaré el horror que suponía para mí como lo hacía siempre: A modo de cuenta hacia delante. Cuanto antes me aproximara hasta el ocho, tal vez hasta el diez, antes acabaría todo.
Tenía que acabarse.
Cada minúsculo fragmento de tiempo que pasaba tocando la carne de ese monstruo sólo recalcaba más la burda ironía. Él, que sólo había esparcido dolor allá por donde había extendido el zarcillo de su ponzoñosa semilla, acabaría cayendo presa de un placer que no terminaba hasta que el cuerpo era incapaz de tolerarlo más.
Cerré los ojos, tratando de escuchar sólo mi propia voz en la cabeza.
"...Siete...... Ocho.........Nueve............."La cuenta. Concéntrate en la cuenta. Los segundos parecían espaciarse entre ellos, como si quisieran alejarse lo más posible del siguiente. Tan retorcidos como Cédric Valjean. Como si con ello se divirtieran tanto como el monstruo se había divertido con su propia perversidad.
Mientras un gemido visceral se escapaba de su boca, apreté aún con mas fuerza el agarre. Podría haberle roto la muñeca, y ni siquiera habría sentido el dolor. Noté como mi brazo comenzaba a temblar a causa de la tensión.
"¿Podría ser que no?" el pensamiento se sobrepuso a mi cuenta, durante un fugaz instante. " ¿Debería probarlo? ¿Debería partirlo? Partirlo hasta que sea capaz de sentir el dolor por encima de..."
NO
Tragué saliva y abrí los ojos. Recobrando una respiración pesada y rasposa que aún me picaba. Mi diafragma rogándome sacudirse con una buena tos. No. Mi cuerpo hormigueando a causa del esfuerzo. No. Mis músculos cansados. No. El dolor que la llave de Drago me había provocado en el hombro.
Eso es. Focaliza en algo pequeño que nadie pueda quitarte.
Propiocepción.
Autocontrol.
La ilusión de introspección se rompió en ese instante, haciéndome retroceder dos pasos cuando una figura a la que no había prestado atención placó al joven, tirándose sobre él. Todo pasó frente a mis ojos como si fuese un espejismo, el eco de algo ficticio que sucedió en un parpadeo. Tal vez mi cuerpo se paralizó. O tal vez, en lo más hondo de mi ser, no quise pararlo. Sasha. La carne abierta de su espalda estaba sangrando sobre su uniforme. El olor. Olía a sangre.
Lo siguiente que Sasha hizo me aterrorizó. Una cosa podía ser no mostrar piedad, o justificar el asesinato. Algo que yo estaba dispuesta a asumir en determinadas situaciones. Otra distinta era mostrar un nivel de ira irracional que acabara por desdibujar los límites de la crueldad. No era ni tan siquiera venganza. Era pura saña. Tan vehemente y violenta que le hizo olvidar su propio bien estar. Todos sus movimientos tendrían que estar causándole un dolor atroz, pero nada la frenó. Cuando el puñetazo de la mutante atravesó la mandíbula de Cédric, haciendo que los dientes cedieran como si no fueran más que caramelos, algo en mi interior se removió.
habla...
HABLA...
HABLA
El olor de la carne quemada me dió una tremenda arcada que hizo que la boca se me llenara de bilis que escupí de inmediato. No me quedaba nada en el estómago pero me obligué a respirar por la boca tratando de evitar que el olor me hiciera aumentar aún más la náusea. Me obligué a no retirar la mirada, mientras Sasha transmitía todo su calor en el interior de la boca del asesino. No tendría la suerte de morir asfixiado, antes de que el abrasador calor le hiciera arder cada célula. Arrancaría de él cada gota de agua mientras farfullaba y apenas gritaba. Fundiría el humor vítreo de sus ojos, convirtiéndolo en poco más que un soplo de vapor.
Lo cocinó, como jamás había hecho el caníbal con ninguna de sus víctimas.
Sacó de aquella pila humeante de cenizas el puño, esparciendo los restos carbonizados, antes de levantarse y dirigirse a la salida. La observé marchar, con los ojos llenos de lágrimas, sin ser capaz de poder permitirme las mías. Mi expresión horrorizada traspasó mi ilusión, mientras su silueta desaparecía por el marco de la puerta. Sólo la suerte de no volverse impidió que me viera.
Tosí, desahogando entonces toda la tensión que había acumulado. La boca me sabía a vómito y la sala entera estaba llena de un denso humo de carne humana quemada. Cuando pude recobrarme escuché a mis espaldas.
- Drago.- murmuré para mí, volviendo a ser consciente de lo que nos había llevado hasta allí. -- ¿Estáis bien? ¿Estáis bien? - me repetí con más nervios de los que me hubiera gustado mostrar, dirigiéndome a las gemelas.
Me aproximé a mi compañero, agachándome para recuperar el guante de camino pisando las flores por las que la hechicera había cambiado el látigo que había retenido a Sasha y busqué en el entorno algo que pudiera ayudarme a detener una hemorragia que podría estar matando a mi amigo...
Si es que habíamos conseguido recuperarlo.
Taponé las heridas cortando el flujo de sangre, de una manera mecánica, dejando que mi instrucción se hiciera cargo de lo inmediato, mientras mi mente y mis emociones trataban de disociarse por pura superviviencia de lo que acababa de vivir.
"Sasha es Asgardiana" una idea intrusa brotó en mi mente, haciéndome imposible ausentarme del horror."Sasha es Asgardiana." No puedo. Tengo que estar donde me necesitan. Donde me necesitan. Fijarme sólo en los cercos de sangre caliente que iba notando contra mis guantes.
Tengo que impedir que salga.
[----]
No sería hasta mas tarde que entendería lo que mi propio cerebro trataba de hacer. Estaba buscando una explicación. Puede que una excusa. O tal vez me estaba convenciendo a mí misma de que lo que acababa de presenciar no podía ser otra cosa...
"Sasha... es capaz de usar la furia Berserk."
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Elysia Stavridis Marvel Universe
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 26th Agosto 2021, 22:33
Sasha recuperó el aliento cuando el látigo de fuego se convirtió en un bonito collar de flores. Tosió varias veces, obligando así a sus pulmones a recoger el aire que el maníaco le había privado. Me alivió saber que aquel psicópata no la había dañado gravemente, y que ahora yacía en el suelo, convulsionando debido al toque mortal de aquella otra señora, la que parecía una agente de la ley.
Esbocé una ligera sonrisa a mis dos compañeras ahora que por fin había terminado esa pesadilla, pero la mutante parecía tener otras intenciones.
Cuando se abalanzó sobre el psicópata contuve el aliento y mis manos se aferraron fuertemente a los hombros de Elissa. Mi cuerpo se paralizó al completo debido al miedo, y ni en mis peores pensamientos logré imaginarme lo que estaba a punto de suceder. El cuerpo de Cedric Valjean se derretía bajo el puño furioso y llameante de Sasha. Grité con horror al ver aquella desagradable escena, y automáticamente después, enterré mi cabeza sobre el pecho de mi hermana, tratando de borrar la imagen que acababa de grabarse con fuego en mi retina.
Mas dolor. Más sufrimiento. Más muerte… ¿Por qué, si todo había acabado ya?
Quizás era un pensamiento hipócrita. Yo misma había cruzado la línea que no debía ser cruzada. Había matado para poder sobrevivir en aquel infierno de sangre y huesos. Pero se trataba de eso, supervivencia. Y lo de Sasha… era claramente venganza.
Entendía su rabia y su impotencia, pero la morena estaba rabiosa y herida. Tan sólo buscaba destrozarle de la manera más cruel y dolorosa posible, hasta que solo quedara su recuerdo en cenizas. Si era así... si verdaderamente disfrutaba de aquella masacre... ¿Qué la diferenciaba del asesino al que estaba torturando?
El olor a sangre y carne quemada era tan fuerte que volvieron las náuseas, las mismas que había sufrido en el inmenso mar de Rojo. Dios, no quería volver a pasar por esto otra vez… otra vez no...
—Lissa… de-despierta… por favor… — gimoteé, abrazando el cuerpo de mi hermana inconsciente mientras las lágrimas brotaban por mis mejillas, desesperadamente y sin control.
Cuando Sasha pasó por nuestro lado para salir de la habitación, sentí la congelante palpitación del miedo. ¿Y si la mutante se había vuelto loca y arrasaba con todo el edificio? Aquel pensamiento fugaz me apremió a marcharme de allí cuanto antes, coger a mi hermana y trazar un círculo bajo nuestros pies para teletransportarnos directamente a casa. A un lugar seguro, lejos del horror.
Pero antes de que pudiera hacer nada, la voz tranquilizadora de la señora llamó mi atención, y le devolví la mirada con mi rostro bañado en lágrimas de desesperación.
—¿Por qué? ¿Por qué lo ha hecho? — medio grité, sin darme cuenta de que estaba alzando la voz más de lo necesario— ¡Ahora Gabriel también está muerto!
Lo único bueno que había nacido del interior de aquel monstruo. El muchacho calmado y sonriente que me había salvado la vida en Tahití. Dicen que mientras haya vida hay esperanza. Y ahora ni siquiera habría un final feliz para él.
Aquella noche habían muerto Gabriel y Cedric Valjean. Y a cambio, se había creado otro monstruo.
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Where are the people that accused me? The ones who beat me down and bruised me They hide just out of sight Can't face me in the light They'll return but I'll be stronger
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 27th Agosto 2021, 14:50
Drago tomó su mano entre las suyas, recorriendo con sus dedos la esbelta línea de los de ella. Sin duda, pensó él, eran manos de pianista.
—Sí... —frunció el entrecejo, tratando de recordar— El piano. Recuerdo el piano. Recuerdo la canción. He estado... Obsesionado con ella.
Era cierto. La melodía había acudido al encuentro de Elissa y Lyz al poner el pie en la Mansión.
—Y no sabía por qué. La escuchaba una y otra vez en mi cabeza... Te veía... En mis sueños... ¿Pero por qué no consigo recordarte?
—Él... Ha hecho un buen trabajo —reconoció Elissa, a su pesar.
Drago la miró. ¿Él? ¿A quién se refería?
Cédric... Cédric se había enfurecido al escucharle. Había... Había tratado de estrangularlo con la cuerda del piano...
—¿Te refieres a Cédric? —inquirió, llevándose una mano a la garganta de forma inconsciente.
Elissa asintió una vez.
—Sí. Hablo de Cédric Valjean.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de la griega y, de nuevo, las interferencias se asentaron en su figura, desdibujándola.
—Mi camino se cruzó con el suyo hace algún tiempo. Él… Hizo mucho daño a una mujer a la que yo admiraba. Me pidieron que lo tratara, pero... No había nada que hacer.
—¿Que lo trataras? —preguntó Drago, tenso—. ¿Cuál era su problema? ¿De qué manera podías ayudarle tú?
Elissa sintió una punzada de dolor. Claro. Se recordó a sí misma que empezaban de cero. Había cosas que debía… volver a explicar.
—Me dedico a... soy psicóloga.
Algo empezó a rebullir en el interior de la mente de Drago. Psicóloga… Las palabras parecían ordenarse de algún modo en su mente, dibujando algo… Aunque todavía no sabía qué era.
Se centró en lo que ella había dicho acerca de Cédric. Tenía miedo de preguntar, pero…
—¿Qué problema tenía él? ¿Por qué lo tratabas? —dudó un momento. No, tenía que saberlo—. ¿Qué.... qué le hizo a esa mujer?
Elissa cruzó los brazos sobre el torso, como si tratara de reconfortarse.
—Cédric es un telépata... Y un asesino. Él... —su voz temblaba ligeramente—. Él la engañó. La torturó. Destrozó su cuerpo y destrozó su mente. Lo traté porque decía que quería curarse... Pero… Pero no está enfermo, Drago. No funciona así. Él es... Eso. No hay un punto donde amputar. No hay forma de contener la infección.
No. No podía ser verdad. Estaba equivocada. Ella no lo conocía tan bien como él… Por mucho que hubiera sido su psicóloga.
La psicóloga de Cédric. Y también…
Drago recordaba una conversación con Xavier después de Fearland. El Profesor le había recomendado que buscara ayuda. El mutante sabía que había progresado mucho desde entonces. Había superado el temor al contacto físico, a tocar en público... Pero no recordaba cómo se había producido el cambio.
No lo había recordado hasta ahora.
—¿Tú me... trataste? —le preguntó, aunque estaba casi seguro de la respuesta. Era lo único que tenía sentido si ponía en orden todo lo que ella le había contado. Que había intentado ayudarlo... Que le había fallado… —¿Por qué me fallaste, Elissa?
Ella cerró los puños en un acto reflejo, pero no respondió de inmediato.
—Si lo que dices es cierto... —prosiguió Drago— Entonces Cédric borró tu recuerdo... ¿Por qué lo haría?
Elissa no tenía respuesta para su última pregunta. Pero sí podía aclarar las otras.
Con la angustia aleteando en su pecho, se enfrentó a sus errores. A sus pecados.
—Sí. Fui tu terapeuta. Pero... Cruzamos una línea. Fue por culpa mía. No fui lo bastante... Profesional. Y, después de eso, te hice daño. Decidí por ti. Habías recordado algo que sucedió en Srebenica. Algo que casi te destroza, y yo…
Tomó aliento. Sólo un poco más.
—Yo hice lo mismo que Cédric. Te borré... El recuerdo. Y borré lo que había pasado entre nosotros.
Habían jugado con su mente no una, sino dos veces.
Drago se apartó de la joven, sin saber cómo asimilar toda aquella información. Era mucho... Demasiado.
Y, al alejarse la luz, Elissa regresó al aspecto de Psique. La capucha azul cayó sobre su rostro, ocultando la profunda tristeza que se había adueñado de sus facciones.
Hubo un silencio breve, pero pesado. Y, al final, él habló.
—Sé... Sé a qué recuerdo te refieres —musitó, sintiendo la boca seca—. Pero creía... Creía que había sido Arión el que… —murmuró para sí, negando con la cabeza—. Fui... fui a verlo... porque había estado teniendo sueños que no podía explicar... Sueños que ahora no recuerdo... Cassandra me habló de él, dijo que estaba en la Liga de la Justicia, que me ayudaría... Él me hizo recordar... Y, entonces, Cassandra me abandonó... Pero... no fue por eso, ¿verdad? —poco a poco, las piezas del puzzle empezaban a encajar en su mente. Miró a Elissa con súbita comprensión—. Te recordé a ti. Y ella me abandonó.
¿Era aquello lo que había ocurrido? En una suerte de Efecto Mariposa, el recuerdo que despertaba había derrumbado la relación como si se tratara de un castillo de naipes.
Psique habló con voz impersonal, etérea.
—No sé por qué Cassandra hizo lo que hizo. por aquel entonces, yo estaba... fuera de tu vida.
Exacto. Ella se había marchado. Cassandra se había marchado. El único que se había quedado a su lado había sido…
"Pero no está enfermo, Drago. No funciona así. Él es... Eso. No hay un punto donde amputar. No hay forma de contener la infección".
No. No quería creer lo que ella estaba diciendo de Cédric, no podía ser... Pero entonces recordó todo lo que habían estado haciendo las últimas semanas. Las muertes. Las torturas. Los asesinatos.
—Cédric… él... no es así... Él es agente de SHIELD... Únicamente matamos criminales, delincuentes... Gente que había sido devorada por su oscuridad, para impedir que continuaran expandiendo su enfermedad. Esa mujer... era una criminal, verdad? Tenía que ser una criminal.
Mientras él hablaba, un silencio tenso envolvió a Psique, abrazándola como una crisálida. La hechicera apretó los labios en una fina línea.
—¿Eso fue lo que te contó? —replicó, finalmente.
No podía creerlo. Aquel mentiroso. Aquel sucio y desgraciado mentiroso.
—Es lo que hemos hecho. Hemos quitado de la circulación a gente mala. Gente que hacía daño a otros.
—¿Tú... Has...?
Incredulidad. Decepción. Dolor. Todo aquello parecían encerrar sus palabras. Drago trató de hacerla entrar en razón. Quería que lo comprendiera.
—Elissa... Por fin, después de tantos años, pude acabar con el bastardo que me torturó. Cédric me ayudó a capturarlo. El Profesor nunca quiso ayudarme. Me decía que tenía que dejar atrás la venganza, pero ese hijo de puta ha seguido matando y torturando todos estos años…
Su torturador. Muerto. Atrapado gracias a Cédric. Cédric, el alma caritativa, el único que había comprendido su necesidad de venganza.
El mismo que la había alentado.
El impacto de aquella revelación empujó a Elissa un paso hacia atrás. El horror crepitaba dentro de ella, como un fuego mal apagado al que hubiera dejado desatendido.
No. No... No, no, no. Drago… ¿Qué había hecho Cédric con él?
—... ¿Y... Cómo te sientes? —fue su única pregunta.
No quiso que su voz la traicionara. Pero, aún así, Drago comprendió.
—¿Tú también habrías preferido que siguiera libre? —dijo, al ver su reacción— Ese monstruo traficaba con mujeres, Elissa. Ha arruinado cientos de vidas. ¡Ayudó a masacrar a mi pueblo en Srebrenica! —apretó los puños— ¿Que cómo me siento? Siento... alivio. Porque ya no volverá a hacer daño a nadie. No volverá a visitarme en mis pesadillas.
Y, muy en el fondo, sentía vergüenza. Porque había disfrutado mientras lo torturaba. Porque él y Cédric habían…
—Puede que hayas evitado las pesadillas de otros. Pero las tuyas... Drago, tú sabes que las pesadillas no sanan así.
—¿Cómo puedo saberlo? Llevo toda la vida sufriéndolas.
—No voy a mentirte. No creo que ese hombre mereciera... Vivir —dijo Psique—. Es sólo que... Me pregunto si... —cuando cerraba los ojos, aún veía lo que Cédric había hecho con Elektra— ... Me pregunto si tuvo una muerte limpia.
Al pronunciar aquellas palabras, la hechicera pudo notar la vacilación en el rostro de Drago, la sombra de arrepentimiento que nublaba su mirada.
Ahí tenía la respuesta.
—No podía... Se regeneraba, Elissa. Era un mutante. Fue así como consiguió capturarme la primera vez. No podíamos matarlo. Tuvimos que... experimentar…
Psique palideció. Por todos los dioses… Se regeneraba. Y ellos "experimentaron" con él. Era… Igual que Prometeo. Atado en la roca. Esperando el descenso del águila.
—¿Quieres que me crea que el telépata no sabía cómo hacerle daño de verdad? —dijo, despacio.
Estaba furiosa. Si él no quería verlo, sería ella quien se lo mostraría.
—Elektra sólo quería redimirse —continuó— Y él no la torturó por alguna extraña forma de justicia. No, Drago. Yo he visto las fotografías. Yo la he oído gritar. Y te aseguro que él disfrutó... Cada... Minuto... —dijo, con voz ronca—. Porque nada lo llena. Nada es suficiente. No siente nada, Drago. He estado ahí. Lo he visto. Si no me crees, míranos… ha intentado que mates a Sasha. A Elysia... A mí…
Elektra. Drago conocía a Elektra. Lobezno se la había presentado una vez y sabía que, a su manera, su corazón estaba en el lado correcto. Había ayudado a Lobezno cuando había perdido el control, había ayudado a sus alumnos cuando los ninjas de la Mano habían atacado la isla.
—¡Vosotras no tendríais que haber estado aquí! Sólo intentaba manteneros aparte. Sabía que el fuego no mataría a Sasha y estaba casi seguro de que ella podría salvar a Sieglinde. He entrenado con ella, sé de lo que es capaz. Nada de esto habría pasado si no hubierais interferido. Las ilusiones tenían como objetivo alejar a los alumnos de aquí. Dejé fuera de combate a los profesores sin hacerles daño real. Ni siquiera habríamos venido si Xavier no hubiera tratado de buscarnos.
El gesto de Psique volvió a torcerse. Maldita fuera la primera persona del plural. "Buscarnos".
—Si eso le hace malvado, Elissa... —tomó aire ante lo que iba a decir, los ojos brillantes por las lágrimas contenidas—. Entonces yo también lo soy. Porque te puedo asegurar... que disfruté... cada... maldito... momento.... Yo fui el que hizo la mayor parte del trabajo sucio, Elissa.... No él.
—Drago. Tú te estabas vengando. Y él no. Él estaba en el recreo. Puedes intentar convencerme de lo contrario. Pero conozco tu oscuridad. Y andaría cien veces sola por tu oscuridad... Antes que poner un sólo pie en la suya.
Él dejó escapar una carcajada amarga.
—No tienes ni idea. Si dices eso, es que no me conoces. Estoy maldito para siempre ante Alá por lo que hicimos allí —se pasó una mano por el pelo, angustiado—. Aquello fue más que venganza, Elissa. Le torturamos de las formas más aberrantes que te puedas imaginar, y a mí me provocaba... placer físico. Placer... sexual.
Psique no dejó que aquella confesión la amedrentara.
—Si tanto te gusta... ¿Por qué no lo habías hecho antes? ¿Por qué suenas culpable? ¿Por qué haces... eso? —señaló vagamente hacia las manos del bosnio, a los dedos enterrados en el pelo—. No es la primera vez que te arrepientes de algo. No es la primera vez que te veo arrepentirte de algo.
¿Podía equivocarse al juzgarlo? ¿Estaban interfiriendo sus sentimientos? No… ella había caminado por su alma. Y sabía que él… no era cruel por naturaleza.
—No me preocupa lo que has hecho. Me preocupa que no hayas sido tú quien lo haya hecho. Me preocupa que no hayas tenido elección. Si no hay una sola parte de ti que se sienta mal por torturar a un hombre... Por mucho daño que te haya hecho… Si no hay ni una voz en tu alma que esté en desacuerdo con eso, entonces... Me callaré. No diré ni una palabra más.
—¿Y si no es así? —preguntó él.
—Me quedaré de todos modos. —dijo ella—. Siempre y cuando quieras que lo haga.
Los ojos azules de la griega sostuvieron su mirada. Por primera vez en su vida la veía... así. No sabía cuál era la palabra. Furiosa. Impotente. Decidida.
Frente a ellos, la puerta del aula de música aguardaba.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019] 28th Agosto 2021, 03:50
—No me preocupa lo que has hecho. Me preocupa que no hayas sido tú quien lo haya hecho. Me preocupa que no hayas tenido elección. Si no hay una sola parte de ti que se sienta mal por torturar a un hombre... Por mucho daño que te haya hecho… Si no hay ni una voz en tu alma que esté en desacuerdo con eso, entonces... Me callaré. No diré ni una palabra más.
Aquella frase despertó ecos de angustia en su interior. Recordó cuando había visto a Marek atado e indefenso en aquella camilla destartalada de hospital. En aquél momento había sabido lo que tenía que hacer, había sabido lo que se esperaba de él y lo había asumido como un mal necesario, pero había pensado... había pensado que quizás vacilaría antes de llevar a cabo las cosas terribles que había hecho.
Drago había hecho cosas terribles antes. En la guerra más o menos estaba justificado, pero después, cuando había ido uno por uno a buscar a los que habían tenido algo que ver con lo de Srebrenica... Nunca los había matado personalmente. Los había asediado con imágenes e ilusiones de los pecados cometidos hasta que terminaban enloqueciendo, entregándose a las autoridades o quitándose la vida. ¿Ético? No, aunque se había sentido amparado por el derecho divino de obrar justicia como Ángel de Venganza, hasta que Xavier le había hecho ver lo equivocado de sus actos, demostrándole que no tenía derecho a cobrarse la justicia por su mano. Pero nunca... nunca los había torturado personalmente. Nunca había sido su mano la que les arrebataba la vida. Por eso pensó que sería difícil descuartizar y destrozar a Marek una y otra, y otra vez... Pero no sólo no lo había sido... sino que había disfrutado con ello.
Había intentado autojustificarse en el convencimiento de que se trataba de un monstruo, evitando verlo como una persona, pero... ¿acaso era realmente una excusa? ¿Como Marek era un monstruo, él tenía que serlo también?
—¿Y si no es así? —inquirió él, en un susurro apagado que dejaba entrever los resquicios que la duda estaba obrando en su defensa, resquicios a través de los cuales podía vislumbrarse el brillo de la luz.
—Me quedaré de todos modos. —fue su respuesta—. Siempre y cuando quieras que lo haga.
Su mirada azul se encontró con la de ella, observándola en silencio durante segundos que se hicieron eternos hasta que, finalmente, tomó aire y se volvió para encarar la puerta prohibida, tras la que podía escucharse una mágica melodía que parecía tirar de él, llamándolo, como a través de un sueño...
Porque eso era exactamente lo que era... un sueño. Su sueño...
Su mano se dirigió como en un trance hacia el manillar, y no le sorprendio constatar que se abría con facilidad. Quizá hubiera estado bloqueada inicialmente, pero ya no. Porque ya no temía lo que pudiera encontrar.
Al otro lado, la joven de sus sueños pasaba sus delicados dedos sobre el piano, dándole la espalda, y, al igual que cada noche, empezó a volverse al llegar él... Pero no lo conseguiría. Drago no podía verlos, pero Psique distinguía perfectamente los zarcillos de podredumbre y oscuridad que envolvían aquél recuerdo como telarañas, pulsando como si fueran venas y goteando sangre sobre las impolutas teclas del piano...
En cada una de aquellas gotas carmesíes, la psíquica pudo ver los recuerdos recientes del mutante, recuerdos que Cédric había antepuesto sobre los antiguos, y lo que vio reflejado en ellas la enfermó hasta lo indecible. Vio todo lo que Drago había hecho por influencia de Cédric, todo lo que él le había obligado a hacer. El francés había realizado un concienzudo trabajo alterando su mente; había suprimido su empatía, sus sentimientos y su moderación... le había violado, tanto física como mentalmente, convirtiéndole en un monstruo. Su monstruo.
- Éste es el punto en el que me despierto siempre -musitó el bosnio-. Antes de poder verle la cara...
Sin embargo, ésta vez podía ser diferente... Se había establecido una conexión entre los dos durante su conversación previa, una conexión que se había hecho más fuerte, posibilitando que sus propios recuerdos comenzaran a salir finalmente a la superficie. La chica del piano terminó de volverse descubriendo el rostro de Elissa, y Psique se dio cuenta, a través del vínculo de sus mentes, que él podía verlo también.
- No... No puede ser... Estás tratando de confundirme... -musitó, llevándose las manos a la sien-. Tú no... Ella no puede...
Estaba tan cerca... Sólo necesitaba otro empujón, y Psique le ayudó con todas sus fuerzas, ofreciéndole su energía para combatir las telarañas que abarrotaban sus recuerdos y que parecían querer avanzar para consumirlo todo, alargando sus tentáculos hacia la mujer que se sentaba en el piano... Hasta que, finalmente, comenzaron a disolverse, tornándose viejas, secas y quebradizas, replegándose hacia las esquinas de la habitación hasta desaparecer por completo. Entonces, el recuerdo se reveló por fin ante el bosnio, mostrándole a la persona ante quien sonreía Elissa... él mismo.
- Deja que te muestre cómo hacerlo.
El mutante se sentó en la banqueta a su lado, colocó sus manos sobre las de ella, y después las situó cuidadosamente en el centro del teclado.
- Tienes que tocar con delicadeza... encontrar tu propio ritmo -le explicó con suavidad, mientras dirigía sus manos para tocar las primeras notas del "Para Elisa" de Beethoven, guiándola a través de la composición en una suerte de simbiosis que, de alguna manera, resultaba casi tan íntima como el sexo...-. Estás empezando a pillarlo -le dijo, con una sonrisa hermosa y sincera que muy pocos habían conseguido sacar a relucir en su rostro.
La Elissa del piano se ruborizó y apartó la mirada, devolviéndola inmediatamente a las teclas mientras se colocaba la trenza por detrás del hombro.
- Sólo porque eres un excelente maestro -dijo, azorada. Estaban tan cerca el uno del otro en el reducido espacio de la banqueta que podía sentir el calor de su cuerpo contra el suyo-. Tengo la sensación, incluso con la terapia, de que ésta es realmente la primera vez que te veo de verdad... Al verdadero tú...
Drago asintió, pensativo.
- Tiendo a abrirme más con la música... A mostrar mi verdadero ser. Eso me hace sentir vulnerable. Por eso no toco nunca ante nadie. Ni siquiera ante mis alumnos...
Pero estaba tocando para ella, y, aunque no lo dijo, el peso de aquella revelación quedó flotando entre los dos de una manera casi tangible.
- En cambio yo... te vi desde el primer momento, Elissa... A la auténtica tú -musitó él, sus ojos bebiendo de los de ella. Permanecieron mirándose fijamente durante un par de segundos, y, por una fracción de segundo pareció que podían llegar a besarse, pero, entonces, él se apartó como si algo se hubiera roto dentro de él, liberando sus manos-. Deberíamos... deberíamos continuar. Prueba ahora tú sola.
Ella asintió, algo avergonzada, y continuó tocando tal como le había indicado él. Al terminar la canción, se detuvo, mirándole, y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.
- Ésta es, posiblemente, una de las cosas más bonitas que nadie ha hecho por mí -confesó.
- ¿El qué? ¿Enseñarte a tocar?
- No, tú... Cogiste un simple comentario que hice en el restaurante francés y volviste realidad uno de mis sueños frustrados. Con la excepción de mi hermana, muy pocos han mostrado ése nivel de atención.
- Estaba escuchando -sonrió él en respuesta, en una imagen que quedó congelada en un marco que pasó a decorar la pared de la consulta de Elissa Stavridis, donde ahora los dos amantes se fundían en un abrazo eterno, compartiendo un momento de amor que debería haber sido sagrado, un recuerdo que nadie debería haber tocado. Con cada beso y cada abrazo, con cada caricia, un nuevo recuerdo regresaba a la pared junto al de la lección de piano: Su primer almuerzo juntos.... La primera confidencia... La primera vez que sintió que la amaba.
Elissa miro a Drago pero él ya no estaba... Volvía a encontrarse en la primera habitación, donde toda una galería de recuerdos atesorados por el bosnio se exhibian ante la griega demostrándole que él ya la veneraba mucho antes de que ella se introdujera en su mente. Que lo que habían vivido aquella noche, entre los dos, había sido real, antes de que sus miedos e inseguridades le forzaran a olvidarla. Antes de que llegara a enamorarse de Cassandra. Había también recuerdos de ella, claro... Recuerdos de su madre, su padre, su hermana... De Xavier y de todos sus compañeros y compañeras de la mansión. Pero los compartidos con Elissa ocupaban los lugares más importantes, los mejores rincones, aquellos donde eran más visibles, y los marcos eran también más elaborados, llenos de color y de luz. Y la luz de cada nueva memoria ayudaba a disipar la oscuridad de la habitación hasta que ésta relució como si fuera pleno día.
La figura de la cama abrió los ojos entonces, unos ojos que habían... cambiado, y que ahora la miraban con la misma adoración de antaño. Incorporándose, fue hacia ella y la abrazó casi como si quisiera emular el momento que acababan de compartir, aquel momento de profunda conexión espiritual y física que tan difícil es alcanzar en la vida.
- Quédate conmigo... -le rogó-. Por favor... No quiero volver a perderte...
Elissa cerró los ojos, envuelta en los brazos del bosnio.
- Estaré aquí - prometió.
Y, cuando la lámpara se apagó, se sumió de buen grado en la oscuridad.
* * * * *
Cuando Solaris se volvió, pudo ver a Drago de rodillas ante ella, temblando y jadeando como un hombre que acabara de emerger de las profundidades del océano y hubiera estado a punto de ahogarse. Le preguntó cómo estaba, pero el mutante no podía oírla... Tenía los ojos desmesuradamente abiertos y sólo temblaba y repetía una y otra vez, ajeno al dolor y a la sangre que empapaba el suelo bajo sus pies:
- Él... me mintió... Me... usó... Me... Me...
Si algo resultaba meridianamente claro para la alemana, era que el Drago que habían llegado a temer, el Drago que las había torturado y había tratado de matarlas, había desaparecido, dejando únicamente tras de sí un cascarón roto.
Cuando notó el roce de los dedos de la mutante contra su herida, tratando de taponarla, se sobresaltó como si hubiera esperado que fuera otra persona, mirándola con horror hasta que el reconocimiento se instaló en su cerebro, y, con él, los recuerdos de los últimos acontecimientos.
- Oh, Dios... Oh, Dios... Sieglinde... ¿Qué es lo que...? ¿Qué es lo que he hecho? -exclamó en un susurro ahogado-. Oh, Dios... Oh, Dios...
Su mirada asustada registró toda la estancia mientras el peso de todo lo ocurrido las últimas semanas caía de golpe sobre él. La mansión... la mansión destruida... El lugar que había sido su hogar durante los últimos años... Y había sido... había sido él...
Xavier.
Xavier yacía en el suelo herido, inconsciente o algo peor, y el aspecto desmadejado de su cuerpo le destrozó hasta tal punto que no pudo hacer más que mirarlo con la sensación de que le faltaba el aliento.
De alguna manera era consciente de las acciones de Sieglinde sobre su pierna, pero no era capaz de notar nada. Era como si su cuerpo entero estuviera abotargado. Quizá fuera la pérdida de sangre, o el entumecimiento que inundaba su corazón.
El techo estaba parcialmente derruido... Elysia gritaba con desconsuelo sosteniendo el cuerpo de Elissa, que estaba empezando a despertar.
—¿Por qué? ¿Por qué lo ha hecho? -exclamaba mientras abrazaba a su hermana.
¿Por qué lo ha hecho quién? ¿El qué?
Como en un sueño, reparó al fin en el cuerpo horriblemente carbonizado del que no podía ser otro más que Cédric... Cédric... Estaba muerto... y ni siquiera era capaz de discernir cómo eso le hacía sentir.
Pero la manera en la que había muerto... Sólo podía haber sido... Sólo podía...
Sasha... ¿Dónde estaba Sasha?
Poco a poco, todo empezó a cobrar forma en su mente. La pesadilla que había tenido lugar mientras Elissa y él estaban ausentes.
Desde el exterior, les llegó el sonido de las aspas de varios helicópteros, y las luces de potentes focos les alumbraron a través de los agujeros del techo.
- ¡Ejército de los Estados Unidos! ¡No opongan resistencia!
El ejército... Estaban allí porque había simulado una invasión demoníaca con ilusiones... Rápidamente su cerebro embotado se esforzó por analizar la situación.
Sasha había matado a Cédric. ¿Había sido en defensa propia? No podía tener el cuadro completo, pero lo dudaba. Sieglinde estaba armada, Elysia era maga... Habrían podido incapacitarlo sin tener que llegar a matarlo, y aunque hubiera tenido que ocuparse su antigua discípula, estaba claro con el despliegue de poder demostrado que podría haberse detenido en cualquier momento. Cédric era psíquico, y era muy difícil que hubiera podido defenderse o atacarla estando sometido a aquél nivel de dolor extremo. Podría haberse detenido... y no lo había hecho. Drago conocía lo suficiente a Sasha como para saber lo impulsiva y pasional que era. Aquello no había sido defensa propia, aquello había sido venganza, y aunque las demás presentes en aquella estancia atestiguaran lo contrario, si el detective encargado de llevar el caso era lo suficientemente bueno, Sasha podía encontrarse metida en un buen lío.
En cambio, él... Ya era un delincuente. En el transcurso de las últimas semanas había hecho cosas horribles por influencia de Cédric... Había torturado... había matado... había atacado la mansión... Él ya estaba perdido. Le arrestarían y tendría que haber un juicio.
Un equipo de SEAL fuertemente armados irrumpieron en la habitación apuntándoles con las armas. Sieglinde había terminado de realizar un improvisado vendaje sobre las heridas de su pierna, así que, como pudo se incorporó, apoyándose en la pared que tenía detrás, y alzó las manos por encima de su cabeza.
- Me llamo Dragoslav Katich -dijo ante los soldados-. El pasado 10 de abril el delincuente conocido como Cédric Valjean me secuestró y me ha estado controlando mentalmente desde entonces. Gracias a éstas mujeres he podido escapar de su control. Quiero entregarme por haber atacado la mansión X... y por haber matado a Cédric -terminó, poniendo las manos detrás de su cabeza.
Los daños que habían terminado con el asesino podría haberlos causado él con sus lásers, y, a diferencia de Sasha, que había tenido que reducirlo a aquél estado prolongando su ataque en el tiempo, él podría haberlo hecho de un único golpe repentino, lo cual quería decir que podría alegar enajenación mental transitoria. Dudaba mucho que nadie pudiera cuestionarlo cuando se supiera las cosas por las que le había hecho pasar Cédric. Sí... en un juicio tenía muchas más posibilidades que Sasha, y así se lo indicó a Sieglinde con la mirada cuando los soldados se adelantaron a esposarle, rogándole que permaneciera en silencio.
- Por favor... explícaselo a Sasha... Es lo menos que puedo hacer para compensar... para compensar algo lo que os he hecho -musitó, con una expresión profundamente torturada por la culpa en el rostro.
Los soldados le condujeron hacia la salida, y, al pasar junto a las hermanas, miró primero a Elysia, pidiéndole perdón con la mirada antes de detenerse en Elissa...
- Quiero que sepas que no me arrepiento de nada... -le dijo, pugnando por permanecer un momento junto a ella antes de que se lo llevaran-. De nada, ¿me oyes? Pase lo que pase, no me arrepiento, y espero que tú tampoco. Te amo, Elissa...
No podría huir aunque quisiera... Tenía la pierna herida hasta tal punto que apenas podía cojear, y desde que había despertado no podía percibir su conexión con la luz... La había perdido... No podía cambiar de forma ni recurrir a sus poderes. Pero aunque no fuera así, tampoco habría querido hacerlo. Necesitaba responder por sus actos, y necesitaba hacerlo por la vía legal, limpiar su nombre.
Menos mal que conocía un buen abogado.
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Tema: Re: A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019]
A moment of weakness (Solaris, Sasha, Cedric, Lissa, Xavier pnj) [8 de mayo de 2019]