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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
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Amanecía cuando finalmente llegaron a Nueva York, y, aunque a aquellas horas había muy poca gente por la calle y tan sólo algún que otro coche aislado transitaba las carreteras, Drago se cuidó mucho de recorrer el corto trayecto desde donde habían aparcado el coche hasta el apartamento de Martha envueltos en la invisibilidad. La chica había parecido agradable cuando la había conocido, y de buenas a primeras la había poseído aquella cosa y le había atacado. Ésta vez no pensaba darle opción.
Una vez en el lugar indicado alzó la mirada hacia el piso que Cédric le indicaba y se fijó en algo peculiar: había un boquete abierto en el apartamento, y no parecía el producto cuidado de una obra. Con un gesto llamó la atención de Cédric hacia ello y le indicó que aguardara.
El resplandor de sus ojos se intensificó mientras creaba las distorsiones de luz a modo de espejo que le permitirían observar el interior del apartamento. Lo que Cédric vería sería una diminuta gárgola alada de apariencia humanoide que se elevaba en el aire hasta desaparecer en el interior del apartamento. A simple vista parecería que Drago veía a través de sus ojos, pero no era más que una ilusión que encubría la simple refracción de la luz en el espectro manipulado por el mutante.
La gárgola sobrevoló el destrozado salón, cubierto de sangre y cascotes que revelaban que se había producido una pelea, y después recorrió el resto del apartamento hasta llegar al dormitorio. Había alguien durmiendo en la cama, y para el mutante que controlaba la esencia de la luz, la oscuridad reinante no fue ningún problema a la hora de discernir de quién se trataba.
No pronunció palabra alguna, más su cara palideció justo antes de abalanzarse en dirección al portal. No tenía llave, pero usó la cuchilla láser que brotó de su dedo para cortar la cerradura. Aquello provocó que la invisibilidad se disipara, pero ya estaba en la oscuridad del portal y, en cualquier caso, en aquél momento le importaba bien poco. En cuanto la cancela estuvo abierta se dirigió rápidamente hacia las escaleras, subiendo los peldaños de dos en dos hasta llegar frente a la puerta del apartamento, que reventó con una descarga láser. En el mismo instante en el que la puerta tocó el suelo, pasó por encima corriendo en dirección al dormitorio, donde cierta persona acababa de tener un brusco despertar.
El %2Csizedata[850x600]&call=url[file%3Aproduct.chain]]hombre que salió al pasillo era rubio, alto, cerca de los dos metros, en sorprendente buena forma física para la edad que aparentaba tener. Llevaba una camiseta blanca sin mangas que dejaba al descubierto los tatuajes de los musculosos brazos, unos pantalones negros amplios de chándal e iba descalzo. En la mano esgrimía un cuchillo enorme que debía haber mantenido junto a él en la cama, pero Drago no le dio opción ni a levantarlo. En cuanto lo vio arrojó contra él una descarga láser con la apariencia de una serpiente demoníaca que le atravesó el pecho de parte a parte con sus fauces. Ante semejante ataque el hombre no pudo hacer otra cosa más que desplomarse contra el suelo y retorcerse en agonía. Intentó alcanzar el cuchillo, pero Drago lo apartó con otra descarga que a punto estuvo de volarle la mano al mercenario, y antes de que pudiera reaccionar, el bosnio estaba sobre él, apretando los pulgares contra sus ojos.
- ¿Sabes quién soy? -susurró- ¿Me recuerdas, bastardo? -el otro hombre agarró sus muñecas, tratando de apartarlo, y probablemente terminaría consiguiéndolo, así que Drago hizo aparecer cuchillas láser en los dedos que estaban oprimiendo los ojos del serbio, que empezó a aullar de dolor mientras la sangre se derramaba por sus mejillas-. ¿Me recuerdas o no era más que un rostro sin nombre para ti? ¿Una más de tus incontables víctimas?
Las manos que se aferraban a las muñecas de Drago se desplomaron contra el suelo cuando los láseres taladraron hasta el cerebro del hombre que yacía bajo él, aparentemente muerto.
Todo había ocurrido tan rápido que el bosnio apenas había tenido tiempo de asimilarlo, pero ahora era como si lo registrara todo por primera vez. El hombre que durante años le había asediado en sus pesadillas estaba allí, frente a él, completamente indefenso en sus manos. Se puso de pie y se apartó del cadáver sin dejar de mirarle, en shock después de la explosión de adrenalina. Temblaba ligeramente cuando se apartó el pelo de la cara con una mano cubierta de sangre. Alzó la mirada para encontrar la de Cédric. ¿En qué momento había llegado? No lo sabía.
- No está muerto, no de verdad -le aclaró antes de mirar con nerviosismo hacia la puerta derribada. Extendió una mano hacia el francés, manipulando el espectro lumínico para que la luz pasara alrededor de los tres sin reflejarlos, volviéndolos invisibles de nuevo-. No sé cómo matar a alguien que se regenera, pero no tenemos tiempo para experimentar aquí. Los vecinos podrían salir en cualquier momento.
En verdad no lo harían. Después del ataque demoníaco que habían sufrido en aquél apartamento hacía unos días, y en plena World War Demons, estaban demasiado asustados como para asomarse a mirar, pero era más que probable que alguno estuviera ya llamando a la policía.
Drago se agachó para recoger el cuerpo del serbio y echárselo al hombro.
-Tenemos que salir de aquí y llevarlo a algún sitio donde podamos asegurarnos de que no vuelve a hacer daño nunca más. Y tenemos que hacerlo antes de que despierte -dijo en tono sombrío.
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Última edición por Eclipse el 24th Febrero 2020, 10:19, editado 2 veces
Cédric Valjean Marvel Universe
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Ficha de Personaje Alias: Sparrow o Cerbero. Nombre real: Gabriel Leblanc o Cédric Valjean. Universo: Marvel
Tema: Re: Furious Angels (Cédric) [20-24/04/2019] 27th Agosto 2019, 01:27
"Llévame allí. Ahora."
Cédric odiaba que le dieran órdenes. Muchas personas habían tratado de hacerle obedecer, ya fuera por las buenas o haciendo uso de la violencia, y todos se habían encontrado con la misma resistencia. Su orgullo hacía que, para él, romperse fuera preferible a doblarse ante la voluntad de otro… Aunque eso no sucediera a menudo. Al menos, no sin su consentimiento.
Fue por eso por lo que correspondió a la mano que se había posado sobre su hombro, poniendo la suya encima. Asegurando que estaba bien, que podía ser tocado. De hecho… Era precisamente eso lo que deseaba. Había algo de hipnótico en tapar su luz con la mano, en verlo apagarse pero seguir notando toda esa energía justo debajo de la ilusión tras la que se ocultaba. Justo debajo de sus dedos. Tenía gracia cómo, de entre todas las artimañas que había improvisado para atraer a Dragoslav a su lado… Hubiera sido la verdad la que hubiera terminado por atarlo a él. No el deseo, no la codicia, no la promesa de volver a tener algo por lo que vivir… Sino la compasión por alguien que no la merecía.
"Lo que te hicieron no tiene perdón, Cédric..."
Una compasión que él no dudaba en corromper. Ni siquiera tuvo que hacer nada: A partir de ese punto, fue el propio Dragoslav el que descendió poco a poco hacia ese pozo sin fondo que es la venganza; y Cédric se limitó a verlo caer. A disfrutar del odio que destilaban sus palabras, la ira ciega e incombustible de quienes han sufrido y quieren evitar que otros sufran. Por mucho que Eclipse tratara de convencerse de que lo que brillaba en sus ojos era justicia… Ambos sabían que, en el fondo, eso no era cierto. No, lo que vibró en su voz cuando dio esa orden fue sed de sangre… Y, por lo tanto, Valjean no dudó en cumplirla, con una sonrisa agazapada en sus labios.
Era como llevar de la correa a una jauría de perros, que corrían en la dirección que él mismo había indicado. Tiraban, desde luego; y desde fuera parecía que no tenía el control de lo que estaba pasando… Pero eso no era cierto. Si había unos deseos que cumplir, serían los suyos, y esa situación no era una excepción.
Pasaron el resto de la noche viajando hacia Nueva York. Dragoslav había esperado mucho tiempo a cumplir su venganza, y no podía aguantar ni un solo día más. A decir verdad, Cédric tampoco. Su paciencia disminuía por momentos, y no sabía cuánto más habría podido aguantar sin desahogarse en él: Vivir juntos le resultaba ventajoso para mantenerlo controlado, cierto, pero también limitaba sus opciones a la hora de buscar con quién divertirse. Era una suerte que hubieran encontrado una solución a eso tan rápido.
El francés guió a su acompañante por las calles: Él no había vivido apenas en Nueva York, pero por suerte, pudo rescatar los recuerdos suficientes para orientarse durante el viaje. Era un barrio tranquilo, y lo temprano de su llegada facilitó las cosas. En comparación con la tranquilidad reinante, el agujero en la fachada del edificio llamaba la atención como si alguien le hubiera puesto letreros fluorescentes. -Parece que alguien se nos ha adelantado...-Musitó, siguiendo con la mirada el vuelo de la pequeña gárgola. Era probable que el piso estuviera completamente vacío, pero quizás pudieran encontrar pistas con las que buscar a Martha… Tenía pinta de que esa entidad, Jarvis, había acabado por descontrolarse. O que había cabreado a alguien aún más peligroso, como uno de los demonios que se paseaban por la Tierra ahora. Quién sabía, últimamente el mundo era una locura… Y nadie tenía tanta suerte como para encontrar directamente a la persona que los podía guiar hacia su hombre, ¿verdad?
No. Podían tener aún más suerte que eso. Porque, lejos de encontrar a Martha o algo que pudiera darles pistas de su paradero, la gárgola dio con una figura masculina durmiendo en el dormitorio principal. La visión se superpuso con los recuerdos de Dragoslav de inmediato. Era él, el hombre que lo había torturado hasta dejarlo al borde de la muerte. O hasta matarlo, en cierto sentido. Dormido, indefenso… Y a su alcance. ”-Si Dios existe… Debe de ser aún peor que yo, para permitir esto.”-Pensó el telépata con sorna, encaminándose hacia la puerta del edificio. En ese momento, Dragoslav tenía visión en túnel: Solo le importaba una cosa en el mundo, y era algo tan loable como empaparse las manos de sangre. Cédric no quería interponerse, pero tampoco podía perderse el espectáculo. Así que lo siguió sin hacer ruido, permitiendo a Drago una libertad que no había tenido desde hacía días. Se limitó a observar su ira desatada, a sentir la adrenalina inundando sus venas al ver a su enemigo. Enemigo al que sonrió desde detrás de Dragoslav, un instante antes de que este último se abalanzara sobre él.
Fue sangriento y rápido, exactamente como él se había ocupado de su padre hacía tantos años. Era lo que tenían las explosiones de odio acumulado, suponía. Te llevaban a actuar por impulso, sin pensar en lo que estabas haciendo… Y, en la mayoría de los casos, sin disfrutarlo. A pesar de que en su caso no había sido así, Cédric sabía que después de esos arrebatos de violencia, la gente normalmente se veía superada por la culpa. La sangre en sus manos, el temblor que invadía su cuerpo… Sí, Dragoslav estaba a punto de despertar del sueño en el que lo había sumido. La culpabilidad estaba llamando a su puerta, quería recordarle quién era en realidad. Pero eso era algo que el rubio no podía permitir…
Apenas había acabado de hablar, el hombre de pelo negro sintió una oleada de satisfacción y alivio recorriendo su cuerpo. Y… ¿Por qué iba a sentir otra cosa? Había hecho lo correcto, había detenido al villano. Pero había algo en dañar a quien le había hecho daño que le hacía sentir poderoso, completo. Era una sensación que no tardaría en subírsele a la cabeza, tan poderosa que casi resultaba adictiva. Un agradable contraste con la depresión que había seguido al redescubrimiento de su pasado, y su consecuente ruptura con Cassandra. ¿Hacía cuánto tiempo que no se sentía así de seguro de lo que estaba haciendo?
-No te preocupes. Tenemos tiempo para averiguarlo...-Los ojos de Cédric parecieron brillar con anticipación, hipnóticos. -Y puedes estar tranquilo. No despertará hasta que yo le deje… Lo cual no será hasta que lo llevemos al lugar que he pensado.-El viaje había sido largo, y eso le había dejado tiempo para planificar. Para todo el caos que tenía en su cabeza, Cédric Valjean podía llegar a ser extraordinariamente meticuloso a la hora de planear esa clase de cosas. Aunque no le desagradaba improvisar, tal y como había hecho con Elektra, le gustaba más si podía tomarse su tiempo para asegurarse de aprovechar a sus víctimas al máximo. Además, era la primera vez de Dragoslav, y su primera con un mutante regenerador… Tenía que hacer las cosas bien, si quería que eso fuera inolvidable. Era por eso por lo que había estado rebuscando en los recuerdos de Dragoslav, y también en los de Gabriel; en busca de algún sitio en el que nadie los molestara. Afortunadamente, Eclipse tenía la respuesta… Junto a las memorias de una extraña niña demoníaca, que podía haber o no haber sido una alucinación. -Yo tampoco tengo demasiado claro cómo matar a alguien que sobrevive a eso… Pero probablemente nuestras mejores opciones estén en un hospital abandonado. Quizás encontremos algo entre el instrumental que nos sirva.-Una vez más, el francés forzó a su compañero a decir lo que él quería oír, mientras aún mantenía esa fachada de aparente libertad. A los ojos de Eclipse, seguía teniendo el control de la situación. Al fin y al cabo, estaba siendo él el que los estaba guiando todo el rato… ¿Verdad?
Esa vez, fue Cédric el que se sentó en el asiento del conductor. Con un ojo puesto en la carretera y otro en el espejo, asegurándose de no perder de vista a su “invitado”, condujo el coche hasta las afueras, adentrándose en Queens. El cerebro del serbio se estaba regenerando rápidamente, cada vez podía oírlo mejor… Pero todavía no era capaz de escuchar ni un solo pensamiento coherente por su parte, más allá del dolor de sus heridas. Lo cual agradecía enormemente, por otra parte.
Lo guió hacia el interior, a una habitación en la que había varias camillas con correas atadas a ellas. Drago sabía perfectamente para qué habían servido, qué había pasado en esa sala. Él mismo lo había visto cuando había irrumpido allí acompañado del Ghost Rider, deteniendo a los traficantes de órganos y salvando a los niños secuestrados. Había cierta justicia poética, aunque retorcida, en el gesto de arrastrar hasta allí el cuerpo inconsciente del hombre que le había torturado. Porque Dragoslav aún no lo sabía… Pero estaba a punto de infligir en ese hombre un dolor mucho mayor que el que esos niños habían sufrido. -Vigílalo un momento, Drago. Voy a buscar algunas cosas, y asegurarme de que es seguro...-Musitó Cédric, después de atar las correas en torno a las extremidades del serbio para después dirigirse a la puerta. Se estaba arriesgando a que, al estar fuera de su vista, Eclipse recapacitara… Pero, ¿qué sería la vida sin riesgo? Además, ya habían llegado muy lejos. Su vínculo debía de ser lo bastante fuerte como para sobrevivir un cuasi-asesinato, especialmente después de haber superado el caos que Ivy había desatado en Gotham. Y más fuerte que se haría, cuando empezaran a jugar juntos con ese desgraciado.
El telépata volvió unos veinte minutos después, con la satisfacción levemente pintada en sus labios. Alrededor de su hombro había enrollado un cable metálico, rematado en dos ganchos de metal oxidado. Lo acababa de tomar prestado de las obras abandonadas que había en uno de los edificios anexos, alguien debía de haber estado intentando reformarlo antes de que Omega escupiera ese trozo de tierra ahí. De la cocina y el comedor había tomado varios cuchillos, entre ellos uno parecido al que usaban los carniceros para cortar el hueso. No estaban muy afilados, eso era cierto… Pero no era algo que le preocupara especialmente. También había “tomado prestadas” un par de jeringuillas, una de ellas rellena con el contenido del primer frasco intacto que había encontrado. Las bridas de plástico que reposaban en su bolsillo las había encontrado por el suelo, su origen tan desconocido como el de las ratas que le seguían a un par de metros de distancia. -¿Estás seguro de que quieres hacer esto, verdad? No va a ser agradable.-No lo estaba diciendo, pero el roce de su costado contra el del hombre más grande al acercarse dejaba implícito mucho más. Con apenas unas palabras, Cédric le había dado a entender que se preocupaba por él, pero no lo estaba desanimando de cumplir su venganza. Su expresión determinada así lo decía… Eso, y el mango del cuchillo que le estaba tendiendo. Pero necesitaba oírlo. Quería que los labios de Dragoslav dieran forma a las palabras que lo condenarían. Al fin y al cabo… No tenía gracia si no decidía hacerlo él.
Su “invitado” despertó justo a tiempo para escuchar la respuesta. -Al fin vuelves con nosotros, Escorpión… ¿O debería decir...?-Las pupilas del mutante se dilataron ligeramente al entrar en su mente. Tanta violencia… -¿... Marek Kotska?-La respuesta no fue más que un taco en serbio, cuyo significado Cédric no se molestó en averiguar. -Como quieras, vas a morir igualmente. De hecho… Dado a que evidentemente aún no estás muerto, creo que leeré todos tus recuerdos, para ver qué te han hecho ya. A qué has sobrevivido. Así… Solo tendremos que probar a hacer algo peor.-Esto último se lo dijo más a Dragoslav, haciéndolo sonar como una propuesta lógica y evidente. Salvo que… Obviamente, Cédric no iba a hacer eso.
No, iba a asegurarse de prolongar su agonía todo lo posible, sorteando todo aquello que pudiera matarlo realmente. Si es que había algo, por supuesto. -Mmm… Parece que nunca nadie ha probado a arrancarle el corazón. Creo que con eso debería bastar, ¿no crees?
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Tema: Re: Furious Angels (Cédric) [20-24/04/2019] 31st Agosto 2019, 01:08
Drago no se sentía culpable por haber matado al hombre. Había sido soldado y cazarrecompensas, por lo que la sensación de arrebatar la vida a una persona no le era ajena. El hombre era un asesino peligroso que se había dirigido a él con un cuchillo, y no le cabía duda de que, de haber llegado al cuerpo a cuerpo, no habría vacilado en usarlo. Además... el bosnio sabía que no estaba muerto, no de verdad. Ya habían pasado por eso en el pasado, ¿verdad? Cuando le había metido un tiro en la cabeza el día que había intentado deshacer la operación de trata de blancas que el miserable estaba llevando a cabo. Pero el hombre se había vuelto a levantar como si nada.
No... el estremecimiento que invadió su cuerpo obedecía a otra razón: al hecho de que acababa de derrotar al demonio que le había asediado en sus pesadillas durante años, y había sucedido de manera tan repentina que no había tenido aún tiempo de asimilarlo. No podía creerlo... Y después de la descarga inicial de adrenalina le invadía un estado de estupefacción al darse cuenta de lo que acababa de ocurrir. A quién acababa de vencer. Al fin. Después de ocho años.
Sin embargo, aquella sensación inicial de incredulidad le duró poco gracias al ligero "empujón" de Cédric, siendo reemplazada de manera natural por una impresión de satisfacción, alivio y triunfo que se extendió como una oleada agradable, placentera y cálida por cada poro de su ser. Sí, lo había hecho. Él, Dragoslav Katich había por fin derrotado al hombre que tanto daño había hecho en el mundo. Aquél que había sido como un fantasma en las últimas décadas. Un verdadero monstruo salvaje y sanguinario que había sido reducido gracias a él. La sensación era tan increíble que se sentía flotar.
Pero había algo más en aquella satisfacción, algo oscuro y perverso que empezó como una pequeña semilla, casi indetectable a simple vista, pero que había comenzado a arraigar dentro de su ser. Una satisfacción que iba más allá de la sensación de su deber cumplido como superhéroe. Un placer retorcido que surgía del hecho de haberle infringido las mismas heridas que él le había causado al arrebatarle los ojos. El placer de hacerle experimentar el mismo dolor agónico que él había sufrido, un placer que se retroalimentaba en la visión de los hilos de sangre que corrían por las pálidas mejillas del hombre.
Cuando era el Ángel de Venganza, Drago se había tomado la justicia por su mano, pero nunca de una manera tan íntima, tan... personal. Se limitaba a torturar a los que consideraba culpables acosándolos con imágenes de pesadilla o con recordatorios constantes de sus pecados y crímenes, hasta que terminaban suicidándose, perdían la cordura o les fallaba el corazón. Pero nunca antes se había ensuciado sus propias manos en algo tan turbio como era la venganza. Y se sentía... Joder, se sentía muy, muy bien. Tenerlo allí, bajo él, derrotado y moribundo le hacía sentir... poderoso, más de lo que nunca se había sentido, a pesar de saber que se encontraba entre los más fuertes de la Patrulla.
-No te preocupes. Tenemos tiempo para averiguarlo...
Aquellos ojos, tan rojos como la sangre que ahora manchaba sus manos, le seguían resultando igual de fascinantes, y no fue capaz de apartar la mirada mientras le exponía los primeros esbozos de un plan que resultaba de lo más razonable.
Por supuesto que sí... Si querían encontrar la manera de destruir para siempre a un mutante que se regeneraba, la idea de experimentar en un hospital abandonado sin ninguna clase de control legal, científico o humanitario, como sedantes, sonaba de lo más normal y lógica, ¿a que sí?
- Conozco el lugar ideal... -empezó. Porque, para continuar con la lógica del planteamiento, la idea de regresar al macabro lugar en el que una banda de desalmados había torturado, descuartizado y asesinado niños resultaba de lo más atrayente. Algo que, en una situación normal, no habría planteado jamás.
No tardaron demasiado en regresar a los inquietantes pasillos que Kim y él habían recorrido tan sólo tres meses antes, un lugar que, si le hubieran preguntado entonces, se habría horrorizado ante la mera idea de volver a visitar, especialmente cuando el rubio le condujo de vuelta exactamente al lugar en donde habían presenciado los horrores cometidos con aquellos niños. Y allí, en la misma sala donde los habían liberado, se detuvieron para inmovilizar al serbio contra una de las camillas. Entonces, había acudido al lugar como un libertador. Ahora lo hacía en el papel contrario, pero aún no era consciente de ello. Al fin y al cabo, aquél hombre era el villano, ¿no? Eso sin lugar a dudas los convertía a ellos en héroes.
Invirtió los veinte minutos que tardó Cédric en ir a buscar los materiales que necesitaba para asegurarse de que las correas que retenían al mutante estaban bien aseguradas mientras le observaba con intensidad. Una parte de él aún seguía sin creerse que lo tuviera allí delante, atado e indefenso. La policía no había conseguido atraparlo en décadas. Él mismo había fracasado cuando lo había intentado, y después nadie había podido volverlo a encontrar. ¿Y de repente aparecía así, como caído de la nada, casi sin buscarlo? Debía de ser una señal divina de que por fin había llegado el momento de juzgarlo por sus crímenes, y, de manera automática, se llevó una mano al tasbih que guardaba en el bolsillo y comenzó a pasar las cuentas con los dedos, recitando para sí los 99 nombres de Alá mientras esperaba el regreso del rubio.
Sólo hubo un momento en el que experimentó un leve atisbo de inquietud; cuando vio el cable de metal con los dos ganchos en su hombro cuando volvió. Podía entender los cuchillos y las jeringuillas, pero... ¿el cable?
- ¿Para qué queremos eso? -inquirió. El francés no respondió directamente. En lugar de eso, planteó otra pregunta, una que transmitía el afecto y la preocupación que sentía por él.
- ¿Estás seguro de que quieres hacer esto, verdad? No va a ser agradable.
La cercanía de su cuerpo resultaba tranquilizadora y reconfortante, haciendo que, de inmediato, sus preocupaciones se desvanecieran. Incluso cuando le tendió la empuñadura del cuchillo.
El Escorpión despertó en ese momento, antes de que pudiera aceptarlo. Drago se volvió de inmediato hacia él, observando su reacción al verse inmovilizado.
Marek Kotska...
Había algo extraño en conocer el nombre de tus miedos, como si al nombrarlos, abandonaran el estatus de pesadilla para convertirse en, simplemente, humanos. Marek Kotska sonaba mucho menos amenazador que el Escorpión Rojo, y también, el verlo allí, inmovilizado, contribuía a abundar en esa impresión. Drago se preguntó si las víctimas del Ángel de Venganza se habrían sentido menos intimidadas por él de haber llegado a conocer su verdadero nombre.
- ¿Qué se siente? -le preguntó al Escorpión-. ¿Qué se siente cuando eres tú el que se encuentra atado a la mesa, Marek?
El hombre le miró, parpadeando para despejar la sangre de sus recién formados ojos.
- Me acuerdo -respondió. - ¿Qué? - Antes has preguntado si me acordaba de ti -torció los labios en una mueca desagradable-. Por supuesto que me acuerdo del desgraciado que me hizo perder millones en mercancías y materiales. El miserable bastardo que se cargó a la mayoría de mis hombres -hizo un gesto con la barbilla para indicar la enorme X roja en el uniforme de Drago. Había escogido ponérselo aquél día anticipando que podría producirse un nuevo enfrentamiento al reencontrarse con Martha-. Pero me sorprendes, chico. Pensaba que eras de los buenos. Ya sabes, la clase de tipo que colabora con la policía en lugar de actuar a sus espaldas. Un tío legal. Creía que los tuyos se dedicaban a encerrar gente como yo en la cárcel, no a torturarla en hospitales abandonados. - ¿La gente como tú? -los ojos de Drago se entrecerraron con desprecio-. No eres más que una abominación, pura maldad y ponzoña. La justicia no puede lidiar con gente como tú. Para los que son cómo tú sólo cabe un tipo de Justicia, y es la divina.
Cédric propuso entonces arrancarle el corazón, y Drago, con una súbita sensación de náusea, estuvo a punto de plantear si no era preferible atravesarlo y ya está. Pero entonces recordó por qué no podían limitarse a hacerlo así. Por qué no funcionaría. Por qué debía de hacerse como el rubio planteaba.
Con la expresión de quien sabe que debe hacer algo desagradable porque no le queda más remedio, rechazó el cuchillo que Cédric le ofrecía.
- No. Prefiero hacerlo a mi modo -dijo, creando una cuchilla de luz láser que brotó de sus nudillos como un katar-. Habrá menos sangre así. Será más limpio.
Tomando una profunda bocanada de aire, se acercó al serbio, que le miró a los ojos.
- Escucha, chico... Tu amigo... será tu perdición...
Marek había vivido muchos, muchos años, rodeándose principalmente de personas que eran como Cédric. De la misma manera que había sabido reconocer que Drago no era un asesino, no tenía ninguna dificultad en identificar al que de verdad lo era en aquella habitación, además de él. Hace falta uno para reconocer a otro, podrían decir. Pero Drago a esas alturas estaba poco dispuesto a aceptar nada que su Némesis le dijera, especialmente si iba en contra de la persona a la que tanto había llegado a apreciar aquellos últimos días.
- Calla -dijo, y le tapó la boca con la mano izquierda mientras situaba la derecha encima de su corazón-. "Quien mata a una persona sin que esta haya cometido un crimen o sembrado la corrupción en la Tierra, es como si matase a toda la humanidad. Pero quien salva una vida es como si salvase a toda la humanidad" -recitó cerrando momentáneamente los ojos mientras se preparaba para asestar el golpe mortal-. Versículo 5:32 del Corán. Matándote a ti, que eres culpable y asesino a ojos de Dios, estoy salvando centenares de vidas inocentes que ya no caerán bajo tu yugo. Estoy salvando a toda la humanidad. Que así sea -dijo, y clavó la cuchilla de luz ardiente.
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Tema: Re: Furious Angels (Cédric) [20-24/04/2019] 28th Noviembre 2019, 19:35
”Quédate conmigo… Y el mundo volverá a ser blanco y negro, y nosotros estaremos siempre en el lado de la luz.”
Eso era lo que había susurrado al oído de Dragoslav hacía unos días, cuando había caído dormido en su casa después de que se “encontraran” en Arkham. Y eso era lo que había creído, con todo su corazón. Eso era lo que quería, lo que necesitaba creer, y muy pocas personas en el mundo podrían hacerlo cambiar de idea. Ninguna de ellas estaba allí, para desgracia de Marek. -Pero me sorprendes, chico. Pensaba que eras de los buenos. Ya sabes, la clase de tipo que colabora con la policía en lugar de actuar a sus espaldas. Un tío legal. Creía que los tuyos se dedicaban a encerrar gente como yo en la cárcel, no a torturarla en hospitales abandonados.-No estaba equivocado, al menos no del todo. Ciertamente, Drago había sido de los buenos… Pero solo gracias a la influencia de Xavier. ¿Antes de eso? Había sido perfectamente capaz de causar dolor a otras personas… Aunque creyera que su causa era justa, cualquier persona razonable vería problemas al hecho de haber estado rastreando y cazando a un gran número de personas para causar sus muertes, o su descenso a la locura. No es como si Cédric fuera a juzgarlo por ello, desde luego: Eran unos recuerdos deliciosos, y un cimiento sobre el que construir. Pero aún conservaba la suficiente cordura, o al menos, una semblanza de la misma, para entender la sorpresa y la confusión del Escorpión Rojo.
Pero todo eso había cambiado… -No. Prefiero hacerlo a mi modo.-O estaba cambiando, a juzgar por la repulsa que percibió Cédric por parte de su compañero. ”-Está bien… Despacio, despacio.”-Lo había llevado muy lejos, si se comparaba con lo que que solía ser su vida habitualmente. Le había mostrado algunas de las cosas de las que se había privado durante todos esos años, había logrado que le contara sus secretos… Pero, aún así, se resistía a dejarse llevar por completo. No importaba, desde el punto de vista del rubio: Tenían todo el tiempo del mundo. -Como prefieras.-Musitó, imprimiendo toda la paciencia y la empatía que Dragoslav había aprendido a esperar de él. Y eso habría sido todo, al menos hasta que ambos comprobaran si su invitado podía sobrevivir a ser apuñalado… Pero, cómo no, el hombre atado a la mesa tuvo que hablar, con el desafío propio de quien nunca ha tenido miedo a la muerte. No creía que fueran en serio. Y eso hacía que la situación fuera aún más entretenida, a ojos de Cédric. -Escucha, chico... Tu amigo... será tu perdición...
Una risa. Eso fue lo que escuchó el serbio, superpuesto al versículo que lo condenaba. Una risa ligeramente grave y musical, que resonaba en su cabeza… Porque era ahí donde la había percibido, no con los oídos. Alzó ligeramente la vista, encontrándose la figura de ese “amigo” cómodamente sentado en la camilla contigua, ahí donde tantos niños habían encontrado su final a manos de gente como él mismo. O, mejor dicho, como ellos. Porque sus sospechas no podrían ser más acertadas… Era una lástima que no le fueran a servir de nada. ”-No me digas que ahora te preocupas por él… No es tu estilo.”-La carcajada fue sustituida rápidamente por una voz, silenciosa y burlona a partes iguales. Siendo un mutante él mismo, a Marek no le costó entender lo que estaba ocurriendo: El de los ojos rojos era un telépata, y no había dudado en meterse en su cabeza para burlarse de él. ”-Aunque, ¿quién sabe? Hasta crees que tu juicio moral podría tener algún peso. Quizás tu cerebro no haya terminado de recuperarse, después de todo.”-No le dio tiempo a responder. La cuchilla descendió, cortando y cauterizando piel, músculos y huesos a su paso. Sí, definitivamente más limpio que el cuchillo… Pero no por ello más fácil de mirar. El Escorpión gritó en agonía, arqueando la espalda y debatiéndose contra sus ataduras. Porque, a pesar de los años, a pesar de que su mutación siempre volviera a sanarlo… Nunca se acostumbraría a la sensación de morir.
A Cédric le pasaba lo mismo, pero… Por el motivo contrario. Nunca tenía suficiente. Así que sonrió a espaldas de Drago, saboreando los pensamientos caóticos del moribundo. Una leve patada para acercar un cubo, el sonido húmedo del órgano cayendo en su interior. El silencio que siguió después, sólo interrumpido por la respiración acelerada del pelinegro, turbada por lo que acababa de hacer… Y por el placer que sintió inmediatamente después, más fuerte incluso que el que había sentido después de capturar al criminal. Era casi como una droga… Como si, de alguna manera, su propia conciencia estuviera recompensándolo por hacer lo correcto, regalándole un preciado fragmento de felicidad.
-Ojalá sea suficiente.-Dijo finalmente el francés, levantándose y acercándose por detrás a su acompañante. Su mano se posó en el hombro de Dragoslav, apoyándolo sin palabras. Lo rodeó y se inclinó ligeramente para observar la herida, antes de tomarle el pulso en la muñeca: Era lógico que no tuviera, al fin y al cabo su corazón acababa de ser arrancado… Pero Valjean prefería no arriesgarse. No estaba seguro de a qué límites llegaba su poder, y actuar con cierta cautela les ahorraría problemas desagradables. Entre ellos, que lograra liberarse y escapar, o matarlos mientras estaban distraídos. Eso sería terriblemente inconveniente.
-Esperemos un poco. Parece que está muerto… Pero no me fío. -Musitó, echando mano de una de las bridas que había traído consigo. La situó en torno al cuello de Marek, y… Empezó a apretarla con fuerza, hasta bloquear casi por completo las vías respiratorias. -No sabemos qué necesita exactamente su cuerpo para seguir funcionando… Así que minimizar el oxígeno que recibe puede ser una buena opción, si logra recuperarse de eso.-Hablaba de una forma casi… Ausente. Como si se lo estuviera explicando a sí mismo, distanciándose de ello. Alguien tan inteligente como Dragoslav no tardaría en deducir que, quizás, tuviera que ver con la tortura que él mismo había sufrido, y que lo había insensibilizado hacia esa clase de cosas. Quizás eso explicara incluso el gesto de ofrecerle el cuchillo hacía unos momentos.
Una vez se dio por satisfecho, se alejó un poco del presunto cadáver, disimulando con esmero las ganas de seguir cortando, mutilando. Tenía que ir poco a poco… Pero, de momento, podía nutrirse de los pensamientos de Dragoslav. Podía hacer más profundo el vínculo… Asegurándose de que no fuera a romperse ni siquiera cuando diera rienda suelta a toda su crueldad sobre ese hombre. -Es extraño verlo todo desde esta perspectiva, con mis propios ojos… Y no desde la suya.-Hizo un gesto con la cabeza hacia la camilla, como aclarando a qué se refería. No era mentira del todo, como la gran mayoría de las cosas que le decía a Dragoslav. Era cierto que él también había sido una víctima, y que se había sorprendido a sí mismo leyendo las mentes de sus propios torturadores… Pero nunca habían hablado de lo que había causado que acabara en esa situación en primer lugar. Al fin y al cabo, probablemente esa rama de SHIELD nunca le habría prestado atención si no hubiera dado tantos problemas… Pero Cédric no se arrepentía.
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Tema: Re: Furious Angels (Cédric) [20-24/04/2019] 29th Noviembre 2019, 01:29
Objetivamente, fue rápido. La cuchilla láser segó limpiamente carne, huesos y tendones como si se tratara de un cuchillo cortando mantequilla fresca. El serbio estaba muerto en cuestión de segundos.
Ahora bien... ¿subjetivamente? Subjetivamente a Drago se le hizo eterno. Cada mueca de dolor, cada espasmo, se le clavaba en el alma como cien cuchillas, provocándole al mismo tiempo un placer inimaginable. Era una sensación muy extraña, sufrimiento y placer danzando al unísono en una melodía enfermiza y malsana, pero excitante a la vez.
Cuando todo acabó tenía la respiración agitada y temblaba ligeramente, como quien acaba de compartir cama con otra persona. Estaba profundamente afectado, tanto por lo que acababa de hacer como por la sensación experimentada, tan confundido, escandalizado y perplejo que no notó aproximarse al francés hasta que sintió el contacto de su mano en el hombro. Aquél contacto le devolvió a la realidad, lo justo para ser vagamente consciente de la presencia del rubio junto a él. Como en un sueño le vio acercarse al cadáver para tomarle el pulso, como si el hombre atado a la camilla no tuviera en aquellos momentos un agujero gigante en el pecho. Era tan absurdo que, por un momento, sintió el impulso irrefrenable de echarse a reír, pero en cuanto su cerebro hubo procesado aquél pensamiento fugaz una sensación de horror extremo se apoderó de él, siendo plenamente consciente de lo que acababa de hacer. ¿Cómo podía habérsele pasado por la cabeza, aunque sólo fuera por una fracción de segundo, que podía haber algo mínimamente divertido en lo que acababa de ocurrir? Horrorizado, se miró la mano que había extraído el corazón, una mano que aún estaba empapada con la sangre de su enemigo, y se dejó caer, lentamente y en silencio, con la espalda apoyada en la pata de la camilla.
-Esperemos un poco. Parece que está muerto… Pero no me fío.
Drago asintió, ausente. Tenía las muñecas apoyadas sobre las rodillas, y notaba la humedad de la sangre en su mano como una realidad desagradable y palpable.
- Haces bien en no fiarte -musitó.
Cuando él le había metido el tiro entre ceja y ceja no había tardado más que unos segundos en recuperarse. Por aquél entonces ignoraba que el Escorpión Rojo tenía poderes regenerativos, y ese desconocimiento le había costado muy caro. Entendía que Cédric no quisiera correr el mismo riesgo. Él mismo se sentía extraño estando allí, sentado junto al cuerpo inerte (pero posiblemente aún vivo) del hombre que le había torturado hacía tantos años. Extraño y, al mismo tiempo... ¿excitado? Había sido... retorcidamente satisfactorio tenerle allí, inmovilizado y a su voluntad. Suponía que eso podía entenderlo. Después de lo que le había hecho pasar, del infierno que había pasado aquellos últimos años, del temor constante a cerrar los ojos, a quedarse dormido y a dejarse engullir por la oscuridad, podía comprender la satisfacción de obtener al fin una compensación. Pero... ¿se suponía que debía de ser tan... placentero? ¿Eso era normal?
Escuchó las palabras de Cédric aún absorto en sus pensamientos. No le miró ni contestó inicialmente, pero las estaba registrando. Al cabo de un rato, finalmente habló:
- Cédric... ¿puedo hacerte una pregunta? -dejó un margen razonable para ver si el rubio tenía alguna objección antes de continuar-. ¿Qué es un monstruo? Según tú... ¿qué es lo que caracteriza a un monstruo?
Hizo una nueva pausa, mientras reordenaba en su mente los pensamientos que quería transmitir, para que tuvieran algún sentido.
- Siempre he pensado que Marek era un monstruo -empezó al fin-. Lo que me hizo... Disfrutaba mientras lo hacía, y se notaba. Es decir... Los soldados matan y no obtienen placer en lo que hacen. Lo hacen porque tienen que hacerlo, porque es un deber hacia su patria. Un mercenario mata por un precio. Para él, es simplemente un trabajo. Pero Marek... disfrutaba con lo que hacía. Entonces... ¿eso es lo que nos vuelve malvados? ¿O es el fin? ¿Qué crees que es peor? ¿Un criminal que mata a un inocente para robarle sin obtener ningún placer de ello, de manera totalmente desapasionada? ¿O un interrogador del gobierno que disfruta torturando enemigos para obtener información que podría ayudarles a rescatar prisioneros aliados o a ganar una guerra? ¿El fin justifica los medios?
Guardó un avergonzado silencio durante varios segundos más.
- Cédric, yo... Salvo cuando estuve en la guerra, nunca había matado a nadie de manera tan directa. Y en la guerra realmente la sensación es diferente, porque eres tú o ellos. Pero el resto... Yo sólo les inducía visiones de sus pecados y sus crímenes y esperaba a que la justicia cayera por su propio peso. A veces enloquecían... otros se suicidaban o morían de un ataque al corazón. Siempre sentí... que era moralmente correcto, pero no me proporcionaba placer. Lo hacía porque creía que era mi deber utilizar el don que se me había dado para hacer justicia. Entonces Xavier me convenció de que yo no era nadie para decidir quién vivía o quién moría. Me hizo darme cuenta de quién era en realidad: un mutante, no un ángel. Me hizo prometer que no volvería a cobrarme una vida, y había mantenido esa promesa... hasta hoy -volvió a mirarse la mano temblorosa manchada de sangre-. He sentido... placer mientras arrancaba el corazón de ese hombre, Cédric. Placer. Ha sido algo... -sintió que se le entrecortaba la respiración al revivirlo-. Muy intenso -por primera vez desde que había empezado a hablar, giró la mirada hacia Cédric. Había un velo de lágrimas empañando la claridad de sus ojos azules-. ¿Soy un monstruo? Siempre... siempre he tenido esa duda. Es una pregunta que lleva años atormentándome. Según Xavier, la forma monstruosa en la que me transformo cuando se activa el gen x no es más que un producto de mi inconsciente, pero si éste es mi inconsciente... -sus ojos se encendieron con un resplandor dorado, y la sangre en su mano extendida comenzó a evaporarse, convirtiéndose en manchas negras como el alquitrán que se elevaban flotando en el aire al tiempo que una oscuridad aún más densa recubría su brazo hasta llegar a su mano, otorgándole la forma de una garra monstruosa-... ¿en qué me convierte eso?
Sus ojos dorados sin pupila se volvieron hacia Cédric en una muda súplica de ayuda.
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Tema: Re: Furious Angels (Cédric) [20-24/04/2019] 30th Noviembre 2019, 00:26
Era como oír una tormenta en el mar, desde la seguridad de tu propia casa. Sabía que había barcos hundiéndose, personas ahogándose, bosques y edificios ardiendo por los rayos. Pero no le importaba. El sonido de la lluvia era relajante para él, así que lo único que le preocupaba era conseguir más y más… Aunque eso supusiera inundar el mundo entero.
Era algo tan sencillo como eso. Desear lo que le daba placer. Cumplir sus caprichos. Era tan obvio, tan lógico… Que hasta un niño sería capaz de entenderlo. Pero no era así para Dragoslav. Para el bosnio, aquello que le alimentaba y le hacía sentir vivo no era más que una herejía… Una afrenta a los valores de bondad y entereza que lo habían guiado durante toda su vida. Pero, ¿tenía razón? ¿Realmente merecía la pena ser infeliz por cumplir esos valores? Cédric estaba convencido de que no. Y, para su profunda satisfacción… El pelinegro se lo estaba empezando a cuestionar. Porque era eso lo que estaba sintiendo en ese momento, el deleite de, por fin, dejarse llevar por sus instintos más bajos. Después de tanto tiempo… Por fin estaba aprendiendo a ser libre, por irónico que fuera. Por mucho que esa libertad sólo estuviera llegando a sus manos, gracias a una red de medias verdades y juegos mentales. -Cédric... ¿puedo hacerte una pregunta?-Había cierto… Anhelo, en su voz. Como si estuviera a punto de realizar una confesión, y necesitara desesperadamente que alguien la escuchara, que alguien lo entendiera. Y Cédric, si se trataba de él… Era todo oídos. -¿Qué es un monstruo?-Si se hubiera tratado de otra persona… Si hubiera sido cualquier otra víctima, probablemente Valjean se habría limitado a demostrárselo, con una sonrisa en los labios. Le habría mostrado que el infierno podía ser cualquier lugar en la Tierra, mientras él estuviera presente. Le habría hecho arrepentirse de haber preguntado, de haberle conocido. Pero… Tiempo al tiempo. Al fin y al cabo, Dragoslav no era el único que quería ser entendido… Y Cédric sabía que, cuanto más postergara su quiebre, más satisfactorio sería. Y eso por no hablar de que tenían que matar el tiempo de alguna manera mientras su “amigo” se regeneraba. Un breve vistazo le sirvió para confirmar que podrían seguir jugando con él: Poco a poco, las fibras de sus músculos parecían estar moviéndose… Una vez más, la suerte le sonreía.
--Pero Marek... disfrutaba con lo que hacía. Entonces... ¿eso es lo que nos vuelve malvados? ¿O es el fin? ¿Qué crees que es peor?-Menos mal que solo era una pregunta, pensó el rubio para sí. Pero no le molestaba. Al fin y al cabo, la brújula moral de Dragoslav estaba cayéndose en pedazos… Y eso significaba que estaba empezando a buscar una nueva. La suya. Y, tal y como le había entregado a Kasumi los fragmentos de su locura… Estaba más que dispuesto a compartir con él su visión del mundo. Haciéndole ver las cosas a su manera, pronto perdería la capacidad de cuestionarle… Convirtiéndose así en una extensión de sí mismo, en una marioneta. Un nuevo juego de manos y ojos, un nuevo cuerpo que usar y abusar todo cuanto quisiera. Una mente con la que juguetear para entretenerse, al igual que su padre había pasado los días manipulando esos mecanismos que tanto amaba. -¿El fin justifica los medios?
A pesar de las pausas y las preguntas constantes, no lo interrumpió. Le daba curiosidad ver qué era lo que decía en voz alta, comparado con lo que pensaba. Sin que sus propias palabras alteraran su flujo de pensamiento. Así, pudo observar… Que estaba siendo completa, desgarradoramente sincero. Ya no quedaba demasiado de la máscara que tanto había llamado la atención de Gabriel en su primer encuentro. Sí, seguía habiendo conflictos en su interior… Pero eran perfectamente visibles. Dragoslav se estaba abriendo de par en par para él… Y Cédric no podía hacer menos que corresponderle, y devorar lo que se le ofrecía. -¿Soy un monstruo?-A pesar de que la súplica escondida detrás de esa pregunta… Eclipse ya sabía la respuesta. Lo sabía, en el fondo de su corazón, pero era incapaz de aceptarla. Necesitaba que alguien más le dijera lo que quería oír, que alguien le diera una excusa para seguir sumergiéndose en ese sueño de sangre y olvido. Y… ¿Cómo negárselo? Esa mirada de indefensión, esa respiración acelerada entre la excitación y el terror… Eran su debilidad.
Un breve silencio siguió a las palabras de Dragoslav, llenado solo por el sonido de los pasos de su acompañante al rodear la camilla para acercarse a él. A pesar de la ilusión… No había intranquilidad alguna en él cuando se puso en cuclillas frente a él, una posición desde la que podía mirarle a los ojos sin problemas. Dándole de nuevo esa sensación de que, de alguna manera… Podía ver hasta el fondo de su alma. Transmitiéndole de nuevo esa calma preternatural, esa calidez y seguridad que lo habían mantenido a su lado. Intoxicándolo con su presencia, alimentando esa adicción naciente a él. Era en esos momentos en los que el mundo parecía palidecer en comparación con Cédric, como cuando se enciende una vela en el centro de una habitación muy oscura. A su alrededor… Todo parecía irreal, intangible. Irrelevante. -Me guste o no… Mi mutación me permite ver qué hay en el interior de las personas. Por horrible que sea la ilusión que te cubra, por mucho que te ocultes entre las sombras… Si me concentro, siempre te veo a tí. No un ángel. No un mutante. Sólo… Dragoslav Katich. Un amigo, una persona en la que me veo reflejado de alguna manera.
Extendió la mano. No fue hasta que sus dedos rozaron su piel, que Dragoslav se dio cuenta de que estaba limpiándole una pequeña mancha de sangre que se le había quedado en la mejilla. Gracias a la cuchilla láser, el rojo líquido no se había derramado por todas partes… Pero sí había empapado su mano, manchándole sin que se diera cuenta al moverse. Era un gesto aparentemente inocente, pero, gracias a la cercanía y a la situación… Quizás la sensación fuera algo más íntima de lo esperado. El hecho de que la sensación placentera que acababa de recorrer su cuerpo aún no se hubiera ido del todo no ayudaba. -He conocido a más monstruos de los que me gustaría. Mi padre, algunas de las personas que me encontré viviendo en las calles de París… El grupo que experimentó conmigo. Y he leído las mentes de todos ellos. He visto hasta qué punto estaban… Podridos.-Eso había sido… Instructivo. Observar los pensamientos de Rhodes y el resto de sus cómplices mientras los despiezaban y los volvían a coser, una y otra vez hasta que morían o quedaban demasiado mutilados como para probar nada más. Hasta que todo lo que quedaba de sus antiguos instrumentos (aunque ellos se habían considerado sus compañeros) había sido sus cuerpos, masas de carne y huesos y químicos e implantes, prácticamente irreconocibles. Inspirador. Aunque en su momento, no había apreciado el hecho de que fueran sus juguetes los destrozados… Ni que él fuera el siguiente. Porque, por mucho que se había resistido, por mucho que había atormentado las mentes de todos aquellos que habían tratado de acercarse… Al final, había cedido al agotamiento. Y así, había perdido lo último que le quedaba: La conciencia de sí mismo. No había sido un proceso indoloro, ni de lejos. Ojalá. Pero, aún así… Había seguido escuchando. La curiosidad, la excitación de un nuevo descubrimiento. El terror cuando había electrocutado a ese médico sin mover un dedo, sólo por acercarse demasiado al cristal. La repulsa, la ira cuando los instrumentos quirúrgicos habían abierto su carne. El júbilo de la victoria cuando había cerrado los ojos por última vez, el cuerpo lleno de cables, el pitido en el monitor haciéndose cada vez más y más lento. Sí, lo había visto todo. Sabía de sobras qué era un monstruo… Incluso descontándose a sí mismo de la ecuación.
-Pero yo no te veo así. Creo que es… Normal, sentirse liberado cuando acabas al fin con algo que te atormentaba. A mí me pasó lo mismo en su momento, si te soy sincero… Y también me hizo cuestionarme cosas. Pero, al final… Decidí que no tenía de qué sentirme culpable. Ya viste lo que pasó en Arkham. Hay personas que, simplemente… Son demasiado peligrosas. Porque mientras sigan vivas, habrá vidas en peligro. ¿Y qué es más importante? ¿Su vida...?-Hizo un ligero gesto con la cabeza hacia la parte superior de la camilla, señalando el cuerpo inerte que había encima. -¿... O la de su próxima víctima? No creo que haya nada malo, o monstruoso, en sentirse bien al hacer algo bueno. De hecho, creo que es como debería ser siempre. Las personas que hacen justicia merecen ser felices, ¿no crees?-Sonrió levemente, casi… Dulce.
-Eres una buena persona, Dragoslav. Aunque nadie más lo entienda, aunque tengas dudas… Yo puedo verlo, a través de cualquier ilusión que te envuelva. Y nada va a cambiar eso.-Acallar cualquier duda. Cegarlo, convencerlo de que sus palabras eran la verdad absoluta, diciendo lo que quería oír. Ese era su plan… Aparte de cerrar aún más la ya escasa distancia que los separaba, literal y metafóricamente. -Sin embargo, si te hace sentir mejor… Solo dímelo, y si algún día noto que empiezas a cambiar, a pudrirte… Puedes confiar en que te detendré a tiempo, si tú haces lo mismo conmigo. Creo que es la única manera de asegurarnos de no acabar como ellos, pase lo que pase.-Era mentira, por supuesto. Nada más pequeño que la muerte podría impedirle a Cédric hacer lo que quisiera, y él estaba decidido no solo a no frenar a Drago, sino más bien a motivarlo para seguir adelante. Para ayudarlo a caer más y más bajo. Pero el bosnio no sabía nada de eso… No tenía motivos para desconfiar de él. Y, de hecho, sonaba tan convincente…
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Tema: Re: Furious Angels (Cédric) [20-24/04/2019] 2nd Diciembre 2019, 00:44
Cédric le veía por cómo era de verdad; ¿Cuántas de las personas que le rodeaban podían decir eso?
La mayoría de los habitantes de la mansión, incluyendo a casi todos sus alumnos, únicamente veían lo que él quería que vieran: el monstruo.
Durante muchos años se había esforzado por conseguir una reputación que mantuviera a las personas alejadas de él, que hiciera que le tuvieran miedo, y prácticamente lo había conseguido. Los únicos que le veían por cómo era de verdad eran Lobezno, Lobo, Sam, Xavier, Solaris y Sasha. Los demás sólo veían el reflejo, la ilusión. Incluso Cassandra, la mujer que más debería conocerle, siempre le decía que le veía como un ángel de luz. Siempre le había parecido algo hermoso, la manera que ella tenía de luchar contra su continuo temor a volverse un monstruo, a convertirse en la bestia que fingía ser, pero ahora, tras escuchar las palabras de Cédric, de repente comprendió que llevaba toda la vida o bien fingiendo ser algo que no era, o bien tratando de cumplir con las expectativas idealizadas de otra persona.
Cedric no quería al ángel. Le quería a él. Tal y como era de verdad, con sus virtudes y sus defectos. A su lado no tenía la necesidad de fingir ni de tratar de ser lo que no era. A su lado podía, simplemente, ser él mismo, y la comprensión de esa realidad le llenó de una tranquila y cálida gratitud repleta de seguridad. ¡Dios! ¡Realmente se había esforzado tanto para tratar de complacer a Cassandra! Se había sentido continuamente puesto a prueba desde que habían empezado a salir. Por parte de Bruce y toda la presión que ello conllevaba, por parte de Dick (que era como una especie de hermano para ella), e, incluso, por parte de la propia Cassandra cuando salían a hacer las rondas juntos, sabiendo lo mucho que le importaba mantener Gotham limpia. Con Cédric, esa presión no existía. A su lado podía sencillamente relajarse sin temor a que nadie le juzgara.
Mientras se encontraba aún asimilando ésta realidad, el francés extendió una mano hacia su rostro y Drago se quedó petrificado.
El bosnio procedía de una cultura que era mucho más cercana que la americana, y en la que el contacto físico se vivía como algo mucho más natural, incluso entre hombres. Sin embargo, tocar la cara de otra persona se seguía viendo como un tipo de contacto más íntimo y propio de miembros de una misma familia o pareja. Por tanto, que un hombre tocara el rostro de otro hombre, era algo totalmente inusual.
Para colmo de males, Drago tenía muchos problemas con el contacto físico desde que había sido torturado, principalmente con las zonas de su cuerpo que habían sido más castigadas, como el pecho, la espalda y, especialmente, el rostro. Le había costado varias sesiones de terapia conseguir el nivel de confianza suficiente para poder llegar a intimar con su novia. Sin embargo, aunque una parte de él estaba deseando apartarse, no pudo llegar a hacerlo. Principalmente porque tenía detrás la pata de la camilla, impidiéndole el movimiento, pero también porque no se esperaba para nada aquél gesto viniendo de otro hombre, y la sorpresa le impidió reaccionar a tiempo. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué...?
Cuando los pálidos dedos alcanzaron su rostro se dio cuenta de que lo único que quería Cédric era limpiarle una pequeña mancha de sangre que había pasado inadvertida. El contacto fue fugaz, y, sin embargo, un agradable estremecimiento recorrió su cuerpo por entero ante aquel leve roce. Su corazón, que se había olvidado de latir por un breve segundo, reanudó su interrumpido ritmo, pero a cambio notó que se quedaba inexplicablemente sin aliento. Sus ojos, desmesuradamente abiertos por la sorpresa, se quedaron fijos en Cédric al tiempo que sus dedos regresaban, como una sombra, al lugar que los del rubio acababan de abandonar, como si quisieran retener parte de ese contacto de una forma totalmente inconsciente. ¿Qué demonios acababa de pasar...?
Cédric siguió hablando, y Drago le escuchaba con una entrega y devoción que, a aquellas alturas, era prácticamente absoluta, como si no existiera nada más, como si no hubiera mayor verdad que la que salía de sus labios.
Y esa sonrisa era... Era... ¿Le había parecido siempre tan atractivo? ¿Por qué parecía brillar como si tuviera luz propia?
Cerró los ojos, confundido. ¿Qué narices estaba pasando? ¿De verdad se estaba sintiendo atraído hacia él? Pero eso era imposible. Virtualmente imposible. En el ejército había compartido barracones con los compañeros de la tropa, se había duchado con ellos y jamás en toda su vida se había fijado en otro hombre. Además, el Corán condenaba expresamente aquella clase de relaciones.
Pero era absurdo darle vueltas a eso ahora, incluso aunque Cédric estuviese tan cerca que le bastaría con extender un poco su mano para tocarle. No tenía sentido porque eran dos hombres, y por tanto era imposible que el francés estuviera experimentando la misma extraña e inexplicable atracción hacia él. De hecho posiblemente ni se imaginaría el estado de confusión mental en el que se encontraba Drago, ni las cosas que estaría pensando, y era mejor así. No era el momento ni el lugar para plantearse aquella clase de cuestiones existenciales ni para replantearse todos los pilares en los que había fundamentado su vida y que hasta ahora creía tan sólidos. Su mano derecha estaba cubierta de la sangre de otro hombre, y su corazón descansaba en un cubo que se encontraba a pocos metros. ¡Por Dios, Drago, céntrate!
- Yo... -titubeó, algo avergonzado por las cosas que había estado pensando-. Te lo agradezco, Cédric, de veras... Me conoces mejor que la mayoría de mis amigos y compañeros. Cada vez que pienso en el poco tiempo que hace que nos conocemos me resulta tan... irreal...
Negó con la cabeza, pensando que quizá era el momento de sacar a colación el asunto que le había estado molestando los dos últimos días.
- Cédric... Perdona que te pregunte ésto, pero... ¿por qué Alice te apuntaba con una pistola el otro día? -inquirió, mirándole directamente a los ojos. Le había costado decidirse a sacar un tema que posiblemente sería incómodo para ambos, pero una vez tomada la decisión, ya no pensaba echarse atrás-. Ya sé que no érais novios ni nada de eso, pero cuando os vi juntos en la mansión parecíais muy unidos. Pensaba que, como mínimo, seríais amigos. ¿Acaso ocurrió algo? Ella parecía convencida de que eras peligroso... Fue la razón de que la dejara atrás, con Ivy.
Sus labios se tensaron y recogió las piernas al pecho, enlazándolas entre sus brazos.
- No fue una decisión fácil -admitió agachando la mirada-. Ella es mi alumna, pero tú has hecho tanto por mí ésta última semana... y te aprecio. No quería que te pasara nada. Hice una evaluación rápida y me pareció que tú eras el que más peligro corría en aquél momento. No parecía que Ivy fuera a hacerle a ella ningún mal, así que tuve que tomar una decisión... Lamenté mucho que te molestara. Creo que es evidente que te preocupas por ella y por su bienestar, así que... sólo quería saber por qué el sentimiento no es mutuo -finalizó volviendo a mirarle a los ojos para dejar claro que no pensaba dejar el tema sin obtener una respuesta satisfactoria.
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Tema: Re: Furious Angels (Cédric) [20-24/04/2019] 10th Abril 2020, 19:54
Deseo. Cuando sus dedos rozaron la cara de Dragoslav, pudo sentirlo, ardiendo bajo esa piel que ya había sido quebrada demasiadas veces. Cédric había minado poco a poco todas sus defensas e inhibiciones, hasta el punto de que ya apenas podía contenerse… De hecho estaba bastante seguro de que, si fuera una mujer, ya estaría en sus brazos. Solo un poco más… Y caería, como tantos otros habían hecho antes que él. Lo único que tenía que hacer era avivar el fuego de ese conflicto entre lo que quería y lo que debía hacer, hasta consumirlo por completo. Solo tenía que abandonarse a la luz que él le ofrecía, perderse en ese espejismo de perfección que le ofrecía. Pero, al mismo tiempo, Cédric quería retrasarlo todo lo posible. Siempre había disfrutado más de esa clase de juegos que de la posesión en sí misma de las personas. Fue por eso por lo que no presionó más, aunque se aseguró de mantener esa sensación de placer que inundaba en esos momentos a Eclipse. Quería volverlo adicto a él. Quería que, si alguna vez se separaran, el bosnio no pudiera dormir por las noches pensando en su voz, en el tacto sus dedos sobre su piel. Quería que sintiera toda la frialdad, toda la crueldad del mundo cuando él no estuviera allí para dar sentido a su vida.
Porque no sería más que su sombra… Y no tendría razón de ser sin la luz que le ofrecía.
Iba a dar la conversación por finalizada y volver al trabajo, convencido de que Dragoslav haría acopio de fuerza de voluntad para incorporarse, cuando el bosnio lo paró en seco. -Cédric... Perdona que te pregunte ésto, pero... ¿por qué Alice te apuntaba con una pistola el otro día?-La cercanía permitió que Dragoslav sintiera cómo Cédric se tensara ligeramente, como si acabara de decir algo molesto… O doloroso. Cuando Eclipse cambió de postura, su interlocutor hizo lo mismo, sentándose frente a él. Aumentando ligeramente la distancia, de forma prácticamente imperceptible… Pero, de alguna manera, esa calidez que embriagaba al pelinegro parecía haberse visto velada. Cédric estaba de mal humor… Lo conocía lo suficiente como para sentirlo. Porque, al menos en lo que a él respectaba, su conexión era totalmente recíproca: Al menos en apariencia… Se comprendían el uno al otro infinitamente mejor de lo que cualquier otra persona podría jamás entender. -Yo… No conozco a esa chica de nada.-Lo dejó hablar, antes de emitir su respuesta. Seguía enfadado porque Dragoslav había actuado por su cuenta, privándolo de su diversión. Pero sus disculpas, su preocupación… Bastaban para apaciguarlo. Un poco. -Debiste verla cuando estaba con el otro… Gabriel. Cuando la encontramos hace unos días, actué como pude a partir de lo que leí en su mente, y los recuerdos que pude recuperar de mi propia cabeza.-Cambió un poco de posición, incómodo. Pero, aún así… Dispuesto a hablar. Al fin y al cabo… ¿Cómo iba a ocultarle algo a su otra mitad? -Pero aún así, están incompletos. Solo recuerdo imágenes e ideas sueltas de los últimos cuatro años, y ella aparece en algunos, pero es difícil de entender qué pasó. ¿Crees… Que él le hizo daño? No sé aún para qué me utilizaron en SHIELD.-Si Gabriel estuviera consciente en ese momento, probablemente estaría furioso. Y sin el probablemente. Pero no era el caso, así que servía como un perfecto chivo expiatorio no solo para lavarse las manos, sino también para mostrar esa falsa vulnerabilidad que tanto atraía a Dragoslav.-En cuanto a lo otro… Te agradezco que quieras protegerme, y tengo que confesar que yo hubiera hecho lo mismo si hubieras estado en peligro. Fue por eso por lo que fui a buscarte sin pensármelo, no iba a dejarte ahí con ellas. Pero...-Su mirada se clavó en los ojos de Dragoslav, sin parpadear. -No me gusta que tomen decisiones por mí. He pasado demasiado tiempo sin controlar mi vida en absoluto… Y no quiero volver a eso. Sé que no intentabas controlarme, pero no quiero que se repita. ¿De acuerdo? Pase lo que me pase… Quiero que sea decisión mía.-Concluyó, incorporándose y tendiéndole una mano para ayudarle a hacerlo. A pesar de la frialdad de sus palabras… El toque de su mano llevaba consigo esa misma electricidad que parecía envolverlo siempre. Era como si cada contacto, por mínimo que fuera… Resultara placentero de una forma difícil de explicar.
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Mensajes : 1464 Fecha de inscripción : 09/07/2014 Localización : Academia de Jóvenes Mutantes Empleo /Ocio : Profesor de música Humor : Sombrío
Ficha de Personaje Alias: Eclipse Nombre real: Dragoslav Katich Universo: Marvel
Tema: Re: Furious Angels (Cédric) [20-24/04/2019] 11th Abril 2020, 01:06
Posteriormente, Drago recordaría aquellos momentos como los más extraños de su vida. Había una cierta cualidad extraña en el ambiente, una densidad casi palpable que se debía en parte al peso de lo que acababan de hacer y que se extendía entre los dos como si fuera agua, permitiéndole sentir los mínimos y casi imperceptibles cambios en la actitud del francés, como si fueran ondas en un lago.
Como si estuvieran... conectados.
El súbito malestar en su compañero llegó hasta él a través de las ondas del plácido estanque de bienestar y placer en el que se encontraba flotando, dejándole un regusto amargo, como una cereza recubierta de cacao puro. Se mordió el labio, perdido y confuso ante el torrente de emociones contradictorias que estaba experimentando cuando la cercanía recién conquistada se perdió, sin tener muy claro cómo debía sentirse. Una parte de él se sentía aliviada de haber recuperado en parte su espacio personal, pero era una parte tan minúscula, tan aplastada ante la repentina y abrumadora sensación de frustración y desamparo que resultaba aterrador. También se sentía mal, culpable por haberle planteado la pregunta y haber desconfiado de él aunque hubiera sido por unos pocos segundos, y, por encima de todo, se situaba el placer que aún le embargaba unido al asco que sentía hacia sí mismo por haber disfrutado lo que acababa de hacerle a Marek.
El disgusto de Cédric y su súbito distanciamiento le hicieron darse cuenta de lo mucho que había disfrutado estando con él aquellos últimos días, lo mucho que le agradaba su compañía. Como un perro con su amo.
La respuesta del rubio le recordó la extraña y terrible historia que le había contado la noche anterior sobre lo que le habían hecho aquellos científicos. Había pasado cuatro años siendo Gabriel, y seguía siendo Gabriel cuando le había conocido en la mansión, lo que quería decir que Alice en verdad nunca le había conocido a él... El peso de sus siguientes afirmaciones le caló hasta lo más hondo. ¿Le había hecho daño? Era difícil de saber, puesto que sólo les había visto juntos una vez, pero había visto el rubor en las mejillas de su pupila, ese candor que sólo puede proporcionar un enamoramiento adolescente. ¿Y si se habían acostado sólo para descubrir que el hombre con el que había compartido su lecho no era más que un programa informático? ¿Y si se había aprovechado de ella? ¿Y si le había roto el corazón? El mero hecho de pensarlo, de imaginar que pudieran haberle hecho algo así a una chiquilla tan joven (prácticamente una niña aún), tan sensible y tan dulce le hacía sentir enfermo. Sin embargo, todas esas preocupaciones pasaron a un segundo plano cuando Cédric volvió a sacar a colación lo que había sucedido el otro día, poniéndole de inmediato en alerta ante la perspectiva de que pudiera estar aún enfadado con él. Una ridícula sensación de alivio y agradecimiento le embargó cuando el rubio le ofreció su perdón y su comprensión. El Drago orgulloso, independiente y autónomo de hacía unas semanas no se habría reconocido en el hombre que ahora no se atrevía a apartar la mirada de los ojos de color rubí que le observaban con reprobación, como el dueño comprensivo que reprende a su perro por haber hecho algo mal. Estaba completamente subyugado, sólo que aún no lo sabía.
Sus últimas palabras activaron algo en él, una especie de... ¿recuerdo?
No tenías derecho a tomar esa decisión por ti misma -era su propia voz, pero no conseguía ubicar el recuerdo ni identificar a la persona a la que le estaba hablando-. Deberías haber hablado conmigo. Yo tenía... tenía derecho a opinar. Te amaba.
Te amaba...
Empezó a sentir una especie de zumbido agudo en la sien, una sensación de malestar creciente que empezaba a opacar las demás sensaciones, pero no duró demasiado... Fue sólo un segundo, y, al volver a mirar, era Cédric el que estaba frente a él, hermoso y resplandeciente como un ángel, tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse, paciente, comprensivo y dispuesto a perdonar. Aceptó su mano sin vacilar, tensando sus propios músculos para incorporarse sin descargar demasiado de su peso en él, sólo lo justo para servirse de apoyo. Su contacto era electrizante y cálido, y se encontró a sí mismo incapaz de soltarle. En lugar de eso se quedó allí, de pie, con la mirada prendida en la suya y la garganta reseca, tan confundido y abrumado por lo que estaba experimentando que ni siquiera pudo responderle.
Lo único en lo que era capaz de pensar era en sus labios.
Hasta que el tenue gemido procedente de la camilla le sacó de su ensoñación. Marek había despertado.
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Ficha de Personaje Alias: Eclipse Nombre real: Dragoslav Katich Universo: Marvel
Tema: Re: Furious Angels (Cédric) [20-24/04/2019] 2nd Agosto 2020, 01:41
Cédric depositó el bisturí ensangrentado sobre la mesita metálica con ruedas que tenía junto a la camilla de Marek. La herramienta resonó con un siniestro tintineo metálico. El segundo de los orbes oculares del serbio cayó al suelo con un enfermizo y húmedo sonido justo antes de que una de las ratas que aguardaban su festín se abalanzaran a devorarlo.
- ¿Sabes? Me has impresionado, de verdad -comentó, rodeando la camilla hasta ponerse detrás de la cabeza del hombre-. Aguantar todo esto... Tienes un poder maravilloso, Marek. Hacía mucho que no me divertía tanto con alguien. Sin embargo... Creo que hay algo con lo que no has contado. Drago quiere matarte. ¿Yo, sin embargo? A mí me da igual si vives o mueres.-se encogió de hombros, y su mano, aún ensangrentada, cubrió el cráneo del hombre, que jadeaba en silencio-. De hecho, es bastante probable que no consigamos eliminarte. Y eso está bien por mí. Al fin y al cabo… Yo solo quiero que sufras todo lo posible. En cierto modo, eres todo lo que siempre he querido: Una persona a la que hacer todo lo que quiera, sin miedo a que su cuerpo falle, muera y tenga que volver a empezar.
Su tono de voz… no encajaba con la situación en absoluto. Parecía tan feliz, como un niño pequeño la mañana de Navidad. Pletórico, incluso.
- Puedo herirte, electrocutarte, envenenarte, mutilarte, ahogarte y devorarte una y otra vez, y lo mejor que podrás hacer será perder la consciencia para escaparte un par de horas hasta que el dolor te despierte de nuevo, ya regenerado y listo para jugar de nuevo. Sin embargo… He mirado en tu interior. Quizás tu cuerpo pueda sanar, pero tu mente no lo hará… Y esa es precisamente mi especialidad.-Se sentó a su lado, el anticuado colchón crujiendo levemente bajo su peso-. Dime… ¿durante cuántos días le tuviste a él? -inquirió, casi como un ronroneo mientras deslizaba el dedo por una de las heridas abiertas en el torso del mercenario-. ¿Durante cuántos días le tuviste sólo para ti?
Marek sólo se estremeció ligeramente. No tenía ojos para ver lo que estaba sucediendo, pero lo sentía, sentía la presencia del cuerpo de su torturador junto al suyo, la presión en el viejo colchón, el contacto de su dedo sobre su herida... No se molestó en responder. En el poco tiempo que llevaba con Cédric ya había aprendido que no serviría de nada, o, quizás, estaba demasiado agotado como para molestarse en intentarlo.
- ¿Cuánto tiempo crees que debería seguir torturándote yo para castigarte por tocar mis cosas? ¿Cuánto crees que podrás aguantar, antes de empezar a romperte por dentro? ¿Cuántos días más me costará hacerte desear… Poder morir?-El francés sonrió, deslizando un dedo por una de las heridas abiertas en el torso de Marek, enjuagando unas gotas de sangre fugitivas. El contacto fue leve, casi… Cuidadoso. Pero sólo duró un instante, antes de que esa mano se convirtiera en un puño, que dio un golpe seco y descendente sobre la lesión. Dejándolo sin aliento.
Marek volvió la cabeza a un lado, escupiendo flemas y sangre.
- Estás... estás loco -musitó.
¿Cuántas veces había escuchado aquellas mismas palabras dirigidas hacia su persona? Pero él cuando había torturado a Drago lo había hecho por venganza, y sí, había obtenido satisfacción al hacerlo, pero lo que hacía Cédric... lo que hacía Cédric iba más allá de cualquier cosa que él hubiera podido hacer en sus largos años de tráfico de drogas, armas y seres humanos. Cédric no lo hacía por enriquecerse, o por conseguir respeto, o poder. Cédric lo hacía por puro y simple placer... Un placer enfermizo y malsano. El francés le agarró por el pelo y se inclinó para susurrar:
- - Cuando acabe contigo, ya no vas a ser Marek. Vas a ser un cascarón vacío y sin mente, incapaz de sentir, de pensar, nada que no sea la más absoluta agonía. Cada latido, cada respiración, te va a desgarrar por dentro. Vas a gritar, vas a rogarme que pare. Y yo no voy a poder hacerlo, no sólo porque… Ya sabes. No puedas morir. -rió para sí un poco, encendiéndose un cigarro. Sus ojos rojos viajaron por un instante hacia un umbral sumido en sombras… del que salieron un par de perros callejeros, caminando rápidamente hacia ellos con una determinación casi… antinatural. -. No. No voy a parar, porque… voy a disfrutar cada segundo de tu infierno.
Y, con un chasquido de dedos, los dos perros se abalanzaron sobre él.
Un golpe sordo se escuchó cerca de la puerta de la habitación en donde se encontraban. Cédric se giró para observar allí a Drago, observando horrorizado la escena. Los bidones de gasolina y ácido que le había encargado ir a comprar se habían deslizado de entre sus manos, provocando el sonido que le había alertado.
- Cédric, qué... ¿qué es esto?
El francés tuvo que hacer todo un esfuerzo de voluntad para hacer desaparecer la sonrisa que hasta ahora había lucido su rostro. El bosnio había llegado antes de lo previsto, pero aún podía sacarle partido a la situación.
- Oh, sólo una forma más de intentar matarle... Pensé que, quizás, si es devorado no podría regenerarse...
- Oh, Dios... Oh, Dios... -Drago sintió flaquear su fuerza de voluntad. El hombre no cesaba de chillar, y sus gritos se entremezclaban con los rugido de los perros y el enfermizo sonido que hacían al desgarrar y masticar la carne-. Cédric, no puedo más, no creo que pueda... -Quiso apartar la mirada pero, de repente, el mutante estaba allí, junto a él, y, sujetándole por la barbilla, le forzó a mirar.
- Mírale, Drago... Mírale. Ese hombre te torturó. Te quemó los ojos. Es cruel. Es un monstruo. ¿A cuánta gente ha matado en el transcurso de los años, Drago? ¿Cuántas vidas ha arruinado? Arruinó la tuya. Ese hombre era uno de los que participaron en la masacre de Srebrenica. Uno de los responsables de la muerte de tu familia, de tu pueblo. Es una mala persona, Drago. Esto es justicia. ¿Acaso no lo ves?
A medida que las palabras de Cédric iban calando en su mente, una extraña sensación de calma y bienestar iba recorriendo su cuerpo, llevándose consigo todo su desasosiego. Cédric tenía razón... Aquello era justicia. Aquello era lo que el Profesor Xavier nunca se había atrevido a hacer. ¿Cuántos más habrían muerto en los últimos ocho años porque el Profesor había sido demasiado cobarde, o demasiado hipócrita, como para hacer nada? A cada segundo que pasaba se sentía más reafirmado. Sentía la presencia de Cédric a su lado, su cuerpo pegado al suyo mientras le pasaba un brazo por encima de los hombros y con la otra mano le sujetaba por el mentón. El contacto resultaba... tranquilizador. Tanto que ni siquiera se dio cuenta de que nunca había llegado a explicarle al francés lo que le había hecho exactamente Marek mientras estuvo a su merced.
Eventualmente, los gritos cesaron, y Cedric le soltó, deslizando suavemente la mano por la mandíbula del mutante de una manera un tanto más íntima de lo que habría sido necesario... casi como una caricia. Drago le miró durante un instante, preguntándose si era normal que el roce le hubiera provocado escalofríos... Después volvió a mirar cómo los perros daban buena cuenta de los restos.
* * * *
Pasaron cuatro días más, en el transcurso de los cuales intentaron de todo. Hipotermia y ahogamiento en agua helada, electrocución, envenenamiento, abrasión, cremación.... Cédric le puso una brida en torno al cuello argumentando que, si le asfixiaban, su regeneración se agotaría a base de tener que ir regenerando cada célula que moría por falta de oxígeno, pero tampoco funcionó porque el francés apretaba un poquito menos la brida para mantenerle con vida y poder prolongar su sufrimiento durante más tiempo. Cada vez que la mano de Drago vacilaba, la de Cédric aparecía para guiarle, y cada vez la cercanía entre sus cuerpos era menor.
Al quinto día, Drago estaba terminando de empaquetar los últimos trozos de Marek en pequeñas cajas selladas que después distribuirían en diferentes puntos a lo largo de los jardines del hospital psiquiátrico abandonado. La teoría de Cédric era que, si no dejaban espacio suficiente para que pudiera regenerar un cerebro, no podría ni siquiera pensar en cómo escapar. Cuando acabó con la última caja estaba empapado de sangre de los pies a la cabeza.
Contempló lo que quedaba del uniforme de los X-Men, ese que durante tanto tiempo había llevado con orgullo en su lucha para proteger y defender a los que no podían valerse por sí mismos. Ahora, la X del pecho estaba arruinada por una enorme mancha de sangre. Proteger... Cuando entró en el equipo había jurado proteger a los inocentes. Pero haciendo lo que había hecho había ayudado a conseguirlo... ¿verdad? Había evitado que Marek continuara matando y mutilando. Había sido... había sido lo correcto.... ¿verdad? Abrumado por una incomprensible sensación de frustración se quitó la parte superior del traje, y la arrugó entre las manos mientras éstas empezaban a encenderse y a alcanzar la temperatura del láser. Cuando la prenda empezó a arder, la dejó caer al suelo y se quedó allí, observando cómo se consumía mientras las llamas se reflejaban en su mirada azul.
La violenta y confusa amalgama de sensaciones que se agitaban dentro de él le impidió notar cómo Cédric se acercaba hasta que sus brazos le rodearon por detrás en un abrazo silencioso. No pronunciaron palabra. El rostro del francés se apoyó suavemente en su mejilla mientras sus manos se deslizaban sobre el torso desnudo del bosnio, que no pudo evitar un estremecimiento. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué... qué... estaba...?
La mano diestra del francés subió por su garganta hasta tomar su barbilla y trató de girar su rostro hacia él para poder besarle.
- N... no -se apartó de él, y lo que más le asustó fue lo mucho que le costó. Se quedó mirando al otro hombre a los ojos, sintiendo cómo su corazón golpeteaba violentamente contra su pecho-. Esto no... no está bien... No es correcto...
Cédric sonrió y avanzó, cubriendo la escasa distancia que les separaba con la seguridad de un felino. Drago trató de retroceder y su mano se apoyó sobre el colchón empapado en sangre de la camilla.
- ¿El qué no está bien? -inquirió el rubio, acariciando la mejilla del moreno en un gesto que, quien no le conociera, habría podido confundir con cariño-. Mira a tu alrededor... Acabamos de pasar cinco días torturando a una persona.... ¿pero es la expresión de amor entre dos hombres lo que no es correcto?
- No, no hemos... no hemos torturado... -a la vez que sus labios pronunciaban las palabras de negación, el cuchillo frío de la realidad atravesó cortando toda la muralla de mentiras que había ido construyendo para justificarse a sí mismo-. Oh, Dios mío... -contempló horrorizado su mano manchada de sangre. La misma sangre que salpicaba su cuerpo por entero.
Cédric sujetó aquella mano entre las suyas y, lentamente, procedió a lamer la sangre que la cubría, sin dejar de mirarle a los ojos. Drago le observó hacer, abrumado por una mezcla de horror, fascinación y excitación. Sin soltarle el brazo, Cédric le sujetó por la nuca con la mano libre y le atrajo hacia sí sin darle opción a evitar el encuentro de sus labios. Y ni siquiera Drago estaba seguro de querer impedirlo.
Su boca tenía el sabor acre y metálico de la sangre, la sangre del enemigo que le había torturado hacía tantos años y que habían matado entre los dos. Por alguna razón incomprensible, su sabor, o tal vez la realización de éste hecho, le resultó excitante, haciéndole desear profundizar en aquél beso, un beso que jamás en su vida habría imaginado compartir con otro hombre. Cuando finalmente se separaron, la confusión ardía en su semblante con mayor intensidad que nunca. El corazón le latía tan rápido que parecía que fuese a salírsele del pecho. Y no era la única parte de su cuerpo que había reaccionado ante aquello.
- Cédric... No... no estoy seguro de querer..
Pero no hizo intento de resistirse cuando el francés le empujó hacia atrás, obligándole a reclinarse sobre la misma camilla en la que habían torturado y asesinado salvajemente a Marek. El cerebro de Drago apenas podía procesar toda la situación. Todos sus sentidos estaban absolutamente sobrepasados por lo que estaba ocurriendo, por lo que ni siquiera fue consciente de la humedad pegajosa y cálida que se extendía por su espalda y por sus brazos. Cédric se alzaba sobre él como un depredador a punto de devorar a su presa.
- Drago... -sonrió, sin apartar la mirada de sus ojos-. Deberías dejar de engañarte a ti mismo -su mano diestra se apoyó sobre su pecho y comenzó a moverse lentamente, acariciando cada músculo de su perfectamente definido torso, descendiendo a través de los abdominales y más allá del cinturón, donde finalmente se detuvo. La sonrisa del mutante de ojos rojos se intensificó-. Tu cuerpo, al menos, es sincero...
Drago jamás había experimentado una amalgama de sensaciones tan intensa como la que estaba recorriendo ahora su cuerpo. Nunca en toda su vida se había sentido tan excitado, ni siquiera cuando estaba con Cassandra. Se sentía sobrepasado. No podía pensar... pero aún así, había una imagen que no conseguía quitarse de la cabeza. Un antiguo temor profundamente enraizado en su inconsciente que le había acompañado a lo largo de toda su vida adulta en la forma de un miedo inconcebible a la oscuridad y a los demonios que albergaba.
- Cédric -su tono era firme, aunque la mano que cubrió la del francés intentando detenerle no lo fue tanto-. Hay algo que no te he contado, algo que me pasó en la guerra, y yo... no sé... no sé...
- Shhhhh.... -el dedo del mutante se apoyó sobre sus labios, entreabriéndolos ligeramente. Se inclinó más sobre él, obligándole a reclinarse aún más sobre la camilla. Y Drago, con toda su increíble fuerza, y todo su poder, se vio incapaz de impedirlo-. ¿Confías en mí? Drago... ¿confías en mí?
Aquella era la pregunta que cambiaría su vida para siempre. La pregunta definitiva. ¿Confiaba en él? Recordó todo lo que había vivido con Cédric aquellos últimos días. Cómo le había ayudado a curar a Cassandra, cómo le había apoyado en todo, ayudándole incluso a cerrar aquél desagradable capítulo de su vida que le había atormentado durante tantos años, hasta llegar a las palabras que le había dedicado hacía tan sólo unos días:
Me guste o no… Mi mutación me permite ver qué hay en el interior de las personas. Por horrible que sea la ilusión que te cubra, por mucho que te ocultes entre las sombras… Si me concentro, siempre te veo a tí. No un ángel. No un mutante. Sólo… Dragoslav Katich. Un amigo, una persona en la que me veo reflejado de alguna manera. Eres una buena persona, Dragoslav. Aunque nadie más lo entienda, aunque tengas dudas… Yo puedo verlo, a través de cualquier ilusión que te envuelva. Y nada va a cambiar eso.
En los pocos días que hacía que le conocía, se había mostrado mucho más comprendido y apoyado por Cédric que por cualquiera de sus supuestos amigos anteriores. Cédric le había ayudado a combatir sus miedos y a enfrentar sus pesadillas, y eso era algo que ni siquiera Charles Xavier había estado dispuesto a hacer.
- Dios... Dios... sí... confío en ti...
Y que Dios me perdone, completó para sí. Porque el Islam condenaba las relaciones entre personas del mismo sexo salvo cuando eran fruto del amor, y el amor poco o nada tenía que ver con lo que estaba sucediendo entre ellos. Era lujuria, pura y dura, una sensación cruda que el mutante había experimentado muy pocas veces en su vida. Pero, sencillamente, le faltaban las fuerzas para obligarle a parar. Llevaba cinco días al límite, y ya no podía más. Necesitaba liberar toda aquella tensión que amenazaba con asfixiarle.
Con una sonrisa triunfal, Cédric se inclinó sobre el hombre que voluntariamente se entregaba a él, besándole en el cuello. Después fue bajando, admirando aquél pecho amplio y musculoso, tan blanco y libre de imperfecciones. Sus dedos acariciaban las zonas que una vez estuvieron surcadas de cicatrices, cicatrices causadas por su rival, el hombre que se había atrevido a tenerle antes que él y que ahora descansaba en un número indeterminado de pequeñas cajas en aquella misma habitación, cicatrices que el Extremis se había llevado consigo, erradicando para siempre el trabajo de su predecesor, dejando para él un lienzo totalmente en blanco en el que tallar sus propias obras de arte, de la misma manera en la que había moldeado su mente hasta convertirlo en su sombra...
Sólo había algo... algo... que no permitía a Drago relajarse por completo y que no era capaz de identificar... Una visión fugaz... Unos ojos azules como el mar... ¿Qué era aquello? ¿Un recuerdo? ¿Un sueño? Fuera lo que fuese, se desvaneció como la espuma al retirarse las olas en cuanto los labios de Cédric se cerraron una vez más sobre los suyos, sellando su destino sobre la sangre aún caliente del hombre al que acababan de torturar.