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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]

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5 participantes
AutorMensaje
Thaddeus Ross
Marvel Universe
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Thaddeus Ross


Personaje No Jugador

Bando : Héroe

Grupo : Thunderbolts

Insignia de Fidelidad : Año 2

Mensajes : 115
Fecha de inscripción : 12/08/2015
Localización : El Crisol, Michigan
Empleo /Ocio : Militar
Humor : Eternamente cabreado

Ficha de Personaje
Alias: Red Hulk
Nombre real: Thaddeus Ross
Universo: Marvel

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MensajeTema: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime25th Octubre 2017, 11:57

Las sombrías puertas de entrada al asilo engulleron al coche de policía como un mal presagio de lo que estaba por ocurrir, y, tras atravesar el largo camino bordeado de árboles que hacían las veces de silenciosos guardianes y espectadores, éste se detuvo ante la intimidante estructura que conformaba el Asilo Arkham. Ross descendió del coche vestido con un uniforme de policía. Smith esperaba dentro. Mediante soborno a las personas indicadas habían conseguido colarle como personal de seguridad de nuevo ingreso en el interior, lo cual le permitía llevar armas encima, aunque el grueso del equipamiento de Smith y todo cuanto no había podido ocultar entre sus ropas se encontraba en un macuto en el interior del maletero del coche de policía, y podría ir a recogerlo en cuanto Ross y Gaghiel entraran en el asilo. Por su parte, Shawn aguardaba al volante de la furgoneta del equipo, situada a las afueras del asilo, preparado para intervenir si era necesario o para garantizar una huida rápida si las cosas salían como estaban previstas, ya que, al no tener ninguna clase de experiencia previa con psíquicos y no poder saber cómo funcionaban exactamente las capacidades mentales de Cédric, a la pelirroja le había sido imposible desarrollar un artilugio disruptor en tan sólo dos semanas. Ross esperaba que no fuera a hacer falta, pues llevaban encima sedantes y toxinas como para dejar incapacitado temporalmente a un caballo, y pensaba situarse en primera línea en cuanto localizaran a Cédric. Buena suerte tratando de controlar al gigante rojo, chaval...

Dirigiéndose a la puerta trasera del vehículo, Ross dejó salir a Gaghiel, convenientemente esposada y ya vestida con el mono naranja de Arkham, con instrucciones de simular estar bajo los efectos de algún narcótico o droga potente y, sujetándola por el brazo, la condujo medio a rastras hasta las puertas blindadas del asilo. Los guardias, que ya habían sido avisados de su llegada, les estaban esperando y accionaron los mecanismos de seguridad que desbloquearían las puertas de seguridad. Una vez dentro, Ross le mostró al guardia el portafolio con la documentación de la prisionera.

- Fue arrestada en julio por destrozos en un bar y por causar graves daños a un grupo de pandilleros -informó Ross-. Se ha solicitado su traslado desde la prisión de máxima seguridad de la Isla de Ryker porque recientemente ha estado mostrando comportamientos psicóticos y delusiones, y está empezando a ser un peligro tanto para ella misma como para los demás. Tiene poderes sobre la tierra, por lo que es preciso encerrarla en la zona que tengáis reservada para los metahumanos peligrosos, y que su celda esté por completo hecha de metal. La hemos drogado para que no pueda hacer uso de sus poderes, pero los efectos no durarán mucho más -advirtió.

- Claro, acompáñeme.

Tras obligarle a dejar la pistola reglamentaria en la entrada (arma que el general no necesitaría en cuanto se convirtiera en Hulk) el guardia les condujo hasta el segundo control de seguridad, que fue accionado remotamente en cuanto la cámara de seguridad confirmó las identidades que les habían sido facilitadas. En el control de acceso había un guardia en una pequeña habitación protegido tras un cristal blindado. El guardia que les acompañaba le pasó el portafolios con la información de Gaghiel a través de una pequeña ranura en el cristal y éste comenzó a teclear y a introducir la información en el sistema. Una vez se hubo constatado que todo estaba regla se les permitió acceder hasta la zona de máxima seguridad.

Una vez dentro de los pasillos, Ross esperó hasta encontrar un ángulo muerto para las cámaras de seguridad y atrapó al guardia que les acompañaba desde atrás, asfixiándole con la cara interna del codo a la vez que con la otra mano impedía que pudiera gritar. Después de dejar el cuerpo en un rincón oscuro, abrió las esposas de Gaguiel indicándole que continuara disimulando, como si aún siguiera atada, y siguieron avanzando por el camino en dirección a donde, según los mapas que habían conseguido, se encontraba la celda de Cédric. Ross esperaba que el guardia que se suponía debía estar vigilando las cámaras estuviera lo suficientemente distraído ante la ausencia de señales de alarma ahora que habían pasado todos los controles como para no darse cuenta de que ahora eran dos en lugar de tres.

Ya faltaba poco... Al doblar la siguiente esquina se encontrarían de frente con la celda de Cédric y Ross sólo tendría que transformarse en Hulk, abrirse paso a golpes y reventarle la cabeza en el puño como si fuera un melón maduro antes de que tuviera tiempo de hacerle nada a Gaghiel.

O esa era la teoría, porque, cuando doblaron la esquina, la celda de Cédric estaba vacía...

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Gaghiel metallium
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Gaghiel metallium


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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime31st Octubre 2017, 14:42

La mision de infiltrarse en Arkhan había dado comienzo hace unas horas aun que por 2 semanas busco como anular los poderes de Valjan sus conocimientos de ingeniería armamentística no fueron lo suficiente como para crear un anulador eficaz contra el bastardo y lo intento pero no logro resultados luego de unas cuantas frustraciones decidió dar por terminado el plan del aparato y decidió centrar sus intereses en algo de mas efectividad para la mision.

Luego de preparar su papel para lograr el cometido de entrar al asilo con un incidente por parte de Wade que muy desafortunadamente hizo un comentario de "No necesitas maquillaje para hacer de lunática" lo que ocasiono que ella lo arrinconara contra la pared y le apretara los testículos con fuerza para obligarlo a silbar la marcha sobre el rió Kwait lo que era muy difícil a causa de la presión que ejercía y lo logro aunque posteriormente necesito hielo en la zona por lo que el chiste le salio un dolor donde mas duele en un hombre.

Había revuelto completamente su pelo de forma que caen unos mechones sobre su cara agrego algunas marcas hechas aproposito en algunas partes de su cara la expresión era perdida y mirando al vació y la nada los ojos no miraban a ningún lado y desviaban la mirada por momento para luego mirar de un lado a otro pasando de una pasividad a actividad en segundos con la confusión como era dada por el efecto de algún medicamento o narcótico de tipo psiquiátrico, fue llevada como debía ser siendo llevada a rastras el resto lo harían sus conpañero luego de hacer un resumen de lo que había ocasionado su traslado
y agregando que el efecto de lo que le dieron no duraría basto para lograr pasar la primer parte de la entrada.

Luego en la segunda corroboraron los papeles lo que era un momento antes de comenzar con la parte que mas importaba de todo la zona de máxima seguridad y aprovechando un punto ciego Ross mando al país de las hadas con una técnica bastante efectiva luego de abrir las esposas debía seguir con su papel mientras gracias a los mapas podían saber donde ir, solo un poco y tendrían en sus manos al bastardo pero como si fuera una película de lo mas rebuscada en su trama con un giro de tuerca que no podías esperar paso y no era nada bueno lo que se encontraron.

El muy bastardo no estaba como si fuera un maldito Houdinni el no estaba allí lo que no era nada bueno en un lugar así esto estaba por tomar un giro solo esperaba que no fuera del peor.....
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Shawn Wild
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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime1st Diciembre 2017, 17:11

Tras dos semanas de preparación, la misión de capturar a Cedric por fin dio comienzo. Lamentablemente Gaghiel no fue capaz de diseñar un dispositivo que nos asegurase al 100% de que los poderes psíquicos del maníaco no me afectasen; por lo que por la seguridad de todo el mundo y el bien de la misión me tuve que quedar resguardando la furgoneta para cuando huyamos.

Normalmente me quejaría, al fin y al cabo no me había apuntado a los Thunderbolts para quedarme en el banquillo viendo como el resto actuaba, pero la misión era tan crucial que cualquier imprevisto podría echar a tierra nuestros planes, no nos podíamos arriesgar a que Savage se descontrolase o llamaríamos demasiado la atención.

Después de dejar a Ross y a Gaghiel, simplemente me dediqué a mirar por la ventana a la espera de que saliesen, una tarea que se me antojaba eterna. Cada segundo parecía eterno, y más teniendo de fondo la voz de Savage incitándote a entrar en el asilo y encargarnos personalmente de aquel lunático y el resto de sus agradables compañeros de residencia.

No obstante era raro que tardasen tanto, se suponía que Ross se comunicaría conmigo para que estuviese preparado para irnos cuando tuviese al objetivo y aún no había llamado, algo olía mal. Cogiendo de la guantera de la furgoneta el pequeño móvil que me había dado y llamé al único contacto guardado en el dispositivo.

Esperaba que me contestaste cuanto antes o me vería obligado a pensar en otras opciones, lo que tenía claro era que si había una posibilidad de que el equipo estuviese en peligro no iba a quedarme de brazos cruzados.

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Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Whatsa11
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Cédric Valjean
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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime16th Marzo 2018, 15:45

Ajeno a la presencia de los recién llegados, el Arkham Asylum seguía en funcionamiento. Como una máquina bien engrasada, como un ser vivo de proporciones monstruosas. Con guardias patrullando cada arteria, con ojos mirando hacia dentro y hacia fuera. Con un hombre sentado tras un escritorio, tratando de hacer las veces de cerebro sin conseguirlo del todo. Oh, y por supuesto, con un corazón.

Cédric estaba sentado en su silla, como tantas otras veces. Observando a Elissa con un cigarro prendido en el borde de su sonrisa, parecía estar riéndose por dentro sin molestarse en disimularlo. La mística no tenía manera de demostrarlo, pero juraría que lo había hecho adrede. Cuando se había adentrado en su mente, antes de encontrar a Gabriel… Algo había roto el hilo que la unía al mundo material. Él no había dicho nada al respecto hasta entonces, sin embargo. ¿Podría haber sido un accidente? Había una posibilidad remota de ello, probablemente. Pero, aunque así fuera, creer en la inocencia del francés respecto a lo que fuera era una tarea tan ardua que apenas merecía la pena. Es decir… Si el minotauro hubiera podido cortar el hilo que permitía a Teseo no perderse, ¿no lo habría hecho? Aunque hubiera sido el propio mutante el que la hubiera convencido de entrar en primer lugar, nunca se sabía. -¿Dispuesta a intentarlo otra vez, doctora?


-Para eso tendría que haberlo dejado de intentar en algún momento.-La griega respondió con calma fingida, sin mirarle a los ojos. No de inmediato, al menos. -Dicen que la esperanza es lo último que se pierde.-Recordaba la historia de Pandora y su caja, una de las preferidas de su madre. A ella no le gustaba demasiado cuando era niña.

-La esperanza… O la cabeza.-Repuso él, sin aclarar si se refería a cabezas reales o metafóricas. -Algún día tendrías que contarme esa historia, por cierto. Igual puedo aprender algo de ella.-Despreocupadas, las palabras salían de su boca, demostrando a su interlocutora que sus pensamientos ya no eran solo suyos. Pero una cosa era cierta: Nadie le había contado jamás esa leyenda, al igual que otra míriada de historias que la mayoría de los niños escuchan de sus madres antes de dormir. Pero no: Cédric se había criado en la más pura y cruda realidad, hasta el punto de llegar a rechazarla. En su memoria, no había ni un solo cuento de hadas.

”-¿Historia?”-Elissa no era consciente de haber pronunciado esas palabras en voz alta. Pero… Esta vez, sí que miró a los ojos al rubio, notando cómo el desagrado la inundaba. No soportaba esa amenaza a su privacidad, pero no podía hacer nada para evitarlo. -¿Eso quiere decir que no vas a matarme?-Otro cuento que todo el mundo conocía: El de la muchacha que compraba un día más de vida, noche tras noche, contando historias. Acompañando a un sultán que, después de haber sido traicionado una vez, no había vuelto a amar a nadie. Entreteniéndolo, bajo la amenaza de ser ejecutada al alba.

Desde luego, era mucho mejor escuchar las Mil y Una Noches que tomar el papel de Scheherezade.

-Yo no he dicho eso, Lissa. Aunque quién sabe… Tú no has cumplido tu parte del trato.-Esas últimas palabras sonaron algo más amargas, más… Corrosivas. No combinaban con la expresión juguetona del telépata. -No recuerdo haber...-Por un momento, el francés perdió el hilo de lo que estaba diciendo. Su voz se apagó en un susurro, al tiempo que sus ojos se entrecerraban. Si la mística hubiera estado más cerca, podría haber visto cómo sus pupilas se reducían, como las de un depredador en tensión. Tiñendo sus ojos de rojo por completo. Había visto a través de los ojos de otro cómo algo se acercaba, buscándolo. Sería una pena que se hubieran tomado tantas molestias para nada, se dijo con una sonrisa. Definitivamente, tendría que dejarse encontrar.

-¿A qué te refieres…?-La mujer le miró, sin acabar de comprender. Y, entonces, fue testigo de su cambio de expresión. Notando cómo la tensión se acumulaba en su interior, lo intentó otra vez.-¿Cédric...?

Unos segundos después, el mutante parpadeó, regresando a ese momento y lugar en el que se encontraba su propio cuerpo. No hay prisa, se dijo. Todavía están lejos. -No hace falta que te preocupes por mí, doctora. Estoy bien.-Respondió, con sorna. No necesitaba asomarse a los pensamientos de Elissa para saber que no estaba preocupada por él, ni muchísimo menos. Se incorporó, estirándose perezosamente. -Me refería a que no me has curado. Para que funcione este juego; o este chantaje como te gusta llamarlo, ambas partes tienen que cumplir lo que acordaron. Y tú no lo has hecho.

En ese momento, su sonrisa se amplió, adquiriendo un significado mucho más siniestro. Pero sin dejar de parecer tan agradable como siempre, tan clara… Tan humana. -Tenemos conceptos distintos de “curación”...-Sabía de sobras que su trato con él apenas se sostenía. Y tenía la sensación de que eso se aplicara a cualquier negociación con el mutante, posible o futura.

-Así que… Yo tampoco lo haré.-Probablemente habría seguido hablando, pero el rubio la interrumpió. Lissa pudo notar cómo los dedos de la consciencia de Cédric se cerraban en torno a sus muñecas, paralizándola. Tan sólidos como los grilletes de acero que lo habían apresado una vez, pero al mismo tiempo tan intangibles como un recuerdo. Y no se detuvieron ahí. También se adentraron en su cabeza, con la seguridad de las raíces de un árbol que ya conoce el mejor camino posible para alcanzar las profundidades. Para invadirlo todo lenta e inexorablemente.

Aunque la reacción de Elissa fue inmediata, llegó tarde. Podía notarlo: Él, en su mente, deslizándose sobre ella. -¿Qué estás haciendo...?-Susurró, asustada. Se levantó de la silla bruscamente, arrojándola contra el suelo con un estruendo. Sin embargo, no fue mucho más allá. La psicóloga se quedó de pie, quieta como una estatua. Todos y cada uno de sus músculos comenzaron a relajarse, hasta el punto de llegar al embotamiento y después, la insensibilidad total. Sus piernas no tardaron en fallar, haciéndola caer como una marioneta a la que alguien había cortado los hilos. Unos cuantos pasos dados con deliberada lentitud, y Cédric estaba junto a ella. Se agachó ligeramente, mirándola a los ojos. -Shh… No te asustes, Lissa. Créeme, me lo agradecerás luego… Si es que nos volvemos a ver.

Su cuerpo no respondía. El sueño la estaba invadiendo, como una marea que inundaba todo a su paso. En otras circunstancias, si fuera natural, habría sido una sensación agradable. Pero Elissa sabía que procedía de Cédric, y por eso todo su cuerpo trataba de resistirse, de reaccionar… Pero era en vano. Lo vio aproximarse despacio, con tranquilidad: Como si todo fuera una mera formalidad. ”-Ojalá no volvamos a vernos.”-Pensó, sabiendo que él podría oírlo con tanta claridad como si lo hubiera dicho en voz alta. Era la única manera en la que podía responder, en la que podía… Hacer algo.

-Puedo asegurarme de que no vuelvas a verme nunca más. Pero sospecho que es peor el remedio que la enfermedad, así que… Te lo ahorraré. Realmente, no quieres eso.-Extendió su mano hacia la cara de Elissa, sin que ella pudiera hacer nada para apartarse. Pero, en contra de lo que pudiera pensar cualquier observador medianamente cuerdo, no hizo intento alguno de asfixiarla o herirla. Aunque pudiera hacerlo sin más problemas. En lugar de eso, cerró sus párpados con los dedos, un gesto que ya había hecho en su día cuando tenía quince años. Pero, en esa ocasión, el cuerpo inerte que tenía delante no pertenecía a su madre, y no estaba exactamente muerta. La oscuridad envolvió a la psicóloga, que no lograba abrir los ojos de nuevo. Lo último que escuchó fue el sonido de unos pasos alejándose, y el chirrido de la puerta al abrirse… ”-Adiós, doctora.”-Un último pensamiento, fue el golpe de gracia que necesitaba su mente para abandonarse a la nada.
Cédric cerró la puerta detrás de sí, evitando que los guardas que le esperaban afuera vieran el estado en el que había dejado a su terapeuta. Era pronto para hacer saltar las alarmas. -¿Vamos o no?-Eran los de siempre, por supuesto. Cédric se había asegurado de extender su influencia todo lo posible por el Asilo, tanto entre los presos como entre los médicos y vigilantes. Había sido una tarea titánica, teniendo en cuenta que sólo podía influir a las personas cuando podía verlas. Por eso mismo una de sus primeras víctimas había sido el empleado que se encargaba de organizar los horarios de todo el mundo. Así, una simple sugerencia mental bastaba para cambiar el ritmo al que se movía la prisión, doblegándolo a sus caprichos. Haciéndose llevar a las dependencias médicas, caminando entre los bloques de celdas para infectar a sus ocupantes… Y todo ello, con ese par concreto de guardias detrás, bebiendo de su influencia como antaño había hecho su jauría. Convirtiéndose en perros humanos, perdiendo su identidad día a día. Eran tan sólo el ejemplo más extremo de la clase de lugar en el que se había convertido Arkham.

Así, esposado y franqueado por sus captores convertidos en captivos, Cédric se encaminó a la rebelión.

Los Thunderbolts no podían imaginarse la que se les venía encima, sin embargo. Ross y Gaghiel estaban parados delante de una celda vacía, enfrentados a los espejos que cubrían sus paredes. De acuerdo, su plan perfecto acababa de encontrarse con un bache bastante considerable: Registrar los múltiples edificios que conformaban el hospital-prisión sería una pérdida de tiempo que no se podían permitir, y cada paso que daban hacía aumentar las posibilidades de que alguien se diera cuenta de que esa prisionera debería estar en una celda desde hacía rato. Se encontraban en un callejón sin salida. O, al menos, así fue hasta que oyeron un carraspeo detrás de ellos.

Sus oídos ya se habían acostumbrado a los gritos y balbuceos, pero no estaban preparados para un sonido tan… Cotidiano. Se giraron, para encontrarse con una escena del todo inesperada: El paciente de la celda 24602, que hacía tan sólo unos minutos les había parecido un lunático sin remedio, les observaba con atención. Con una postura erguida, los brazos recogidos detrás de la espalda y un brillo de maliciosa inteligencia en sus ojos oscuros, costaba creer que ese hombre desaliñado hubiera perdido la compostura alguna vez. Si alguno de los dos presentes fuera creyente, quizás hubieran pensado que se trataba de un milagro… -Bienvenidos a Arkham...

La voz distorsionada y cambiante de aquel hombre se perdió en un eco metálico que venía de ambos extremos del pasillo. Las celdas… Obviando la 24601, se estaban abriendo por orden, empezando por los extremos para acercarse al centro. Liberando a los presos, que no tardaron en ver al hombre y la mujer. Confundidos y exultantes al mismo tiempo, comenzaron a correr hacia los intrusos, cada uno espoleado por su propia locura. Cuando la puerta que tenían en frente se abrió, el último hombre cuerdo saltó hacia Gaghiel con la intención de estrangularla.

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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime24th Marzo 2018, 10:47

Había ido posponiendo aquél momento todo el tiempo que había podido, pero había pasado ya más de un mes desde que Cassandra le había abandonado y no le cogía las llamadas, y suponía que era hora de ir haciéndose a la idea, especialmente desde que le dejara tirado en la habitación del hotel en la que se habían citado para hablar.

El piso al que deberían haberse mudado después de la boda estaba cubierto de polvo después del tiempo que llevaba cerrado, pero Drago no se molestó en limpiar nada. ¿Para qué? Lo más probable era que Bruce tuviera que volver a ponerlo a la venta dado que sus humildes finanzas no le permitían tener un piso así en propiedad. No, sólo había venido a llevarse de vuelta sus cosas, nada más, pero había hecho falta reunir todas sus fuerzas para atreverse a dar aquél desagradable paso.

Las cajas que se hallaban distribuidas en las diversas habitaciones no contenían simplemente objetos, sino que estaban repletas de los sueños e ilusiones de futuro que habían construido juntos. Incluso había una habitación con una cenefa de avioncitos infantiles en la pared, obviamente la habitación del o los hijos de la familia anterior, y Drago le había sugerido a Cassandra que podrían mantenerla con el mismo propósito. Ella simplemente se había ruborizado y había bajado la mirada, pero él había detectado el sutil brillo de sus ojos. ¡Dios! Cómo dolía estar allí ahora. La casa estaba silenciosa como un mausoleo, y no podía decirse que las cajas que había desperdigadas por el suelo y los muebles cubiertos por sábanas estuvieran ayudando mucho a mitigar la sensación.

Lo cierto era que no sabía qué pensar del hecho  de que las cajas que contenían las pertenencias de Cassandra aún estuvieran allí. Quizá le resultaba tan doloroso como a él, o quizás simplemente estuviera esperando a que él recogiera sus cosas para mudarse sin que él la molestara, aunque ésto último lo dudaba; parecía un pensamiento demasiado frío para Cassandra.

Sentado en el suelo del salón principal con las piernas cruzadas se dedicó a abrir las cajas para inspeccionar su contenido. Cada uno había traído la mayoría de las cajas por su cuenta desde sus respectivas casas, pero algunas cosas las habían empaquetado juntos, y quería asegurarse de que no iba a echar nada de menos.

La que estaba examinando en ese momento contenía algunos cuadernos de partituras y exámenes de la evalación continua del segundo semestre aún pendientes de corregir y de los cuales se había olvidado por completo. Al verlos experimentó una ligera punzada de culpabilidad y se preguntó vagamente cómo les estaría yendo en la mansión sin él y cómo lo estaría haciendo el profesor suplente. Ya llevaba más de un mes de baja por "motivos personales" y no había dado ninguna explicación. Ni siquiera sabía si aún tendría un trabajo cuando volviera. Tendría que ir pensando en llamar a la mansión y regresar un día de éstos...

Al ir a sacar otro fajo de papeles de la caja, la funda de un DVD se deslizó al suelo por entre un pliego de partituras: "Twin Spirits", un documental que narraba la romántica y trágica histórica de Robert y Clara Schumann a través de sus cartas y composiciones. A pesar de ser Robert discípulo del padre de Clara, éste nunca quiso dar su consentimiento al matrimonio de los dos jóvenes alegando que Robert era un compositor pobre aún sin reputación ni reconocimiento, pero eso no echó para atrás a la pareja. En una de las cartas que le mandó a su amada, Robert decía así:

"Querida Clara, buenos días. Tengo una propuesta mística que debes considerar. Hoy al atardecer tocaré el Adagio de las variaciones de Chopin. Si tú haces lo mismo a la misma hora exacta, nuestros espíritus gemelos se encontrarán el uno al otro mientras tocamos".

Había sido un amor intenso y apasionado que había luchado contra todos los obstáculos que se le habían impuesto hasta que, por fin, habían conseguido estar juntos... Sólo para que él terminara internado en el psiquiátrico aquejado por alucinaciones de ángeles y visiones de demonios que le atormentaban y que terminaron por desconectarle por completo de la realidad. Dos días antes de su muerte, no obstante, se le permitió ver a su mujer y, durante un breve instante de lucidez, logró reconocerla. Era una de las historias de amor más bonitas y trágicas del romanticismo, y tenía el documental allí, entre las partituras de las clases de piano que le estaba dando a Elissa porque había proyectado verlo en conjunto con ella cuando se había dado cuenta de que se estaba enamorando y no se atrevía a decírselo por la relación paciente-terapeuta que mantenían. Al final, lo había terminado olvidando junto con todo lo demás.

Se puso de pie observando el DVD, embargado por la tristeza. Echaba mucho de menos a Elissa y se arrepentía de la manera en la que la había tratado cuando la había llamado en París, después de lo de Cassandra. Inicialmente estaba furioso, pero después ese sentimiento inicial se había ido aplacando poco a poco. Creía entender por qué ella había hecho lo que había hecho y deseaba darle una oportunidad para explicarse, pero mientras estuvo en el Valle del Lobo no tenía cobertura y después había sido una locura con todo lo de la invasión demoníaca. La había llamado a la consulta en cuanto se había enterado, pero le habían dicho que ella estaba en Arkham atendiendo un paciente. Tenía su número personal, claro... pero no se había atrevido a llamarla. ¿Y si no le cogía el teléfono? Tendría todo el derecho después de como habían terminado.

Impulsado por la nostalgia fue hacia el televisor con la intención de poner el DVD de fondo mientras terminaba de recoger sus cosas. El mando aún funcionaba de cuando le habían puesto las pilas para probar que la tele funcionaba después de comprarla, pero en cuanto ésta se encendió, lo que encontró fue una panorámica aérea (grabada posiblemente desde un helicóptero) del asilo Arkham del boletín de noticias de última hora de la BBC:

"...Importantes disturbios. El Asilo construido por Amadeus Arkham para encerrar a los criminales mentalmente inestables de Gotham es una zona de guerra. Los detalles son escasos, pero parece que una brecha en su seguridad ha llevado al asilo al caos. Las autoridades no dan detalles por ahora, pero sabemos que los Thunderbolts, el grupo de mercenarios dirigido por el general de los Estados Unidos de América Thaddeus "Thunderbolt" Ross, antiguo miembro de los Vengadores, están colaborando con ellas para contener la situación antes de que los presos encuentren la manera de llegar a la ciudad. En breve tendremos una lista de los criminales que están encerrados en el asilo, permanezcan a la espera y no se retiren..."

La biografía de Robert y Clara Schumann se deslizó inadvertidamente de entre sus dedos inertes, pero el mutante apenas fue consciente de ello. Sin dejar de mirar las imágenes que reflejaba el televisor, sacó el móvil del bolsillo del pantalón y marcó el número de Elissa.

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Eros y Psique:
Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Firma
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Shawn Wild
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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime2nd Abril 2018, 00:15

Antes de que me pudiese dar cuenta un gran alboroto comenzó a formarse dentro del asilo, suponía que eso significaba que el plan A había fracasado y que Ross y el resto del equipo habían decidido ir por las malas y emplear la fuerza bruta para llevarse a Cedric. Un escalofrío recorrió mi espalda al pensar en lo que sería del psicópata en cuanto Smith y el resto pusiesen sus manos encima de él, entendía que lo que más anhelaban ahora mismo era venganza por las monstruosidades que tuvo que pasar Elektra; pero aún así no pude evitar sentirme mal por lo que iba a pasar. ¿En qué nos diferenciábamos de esa escoria si caíamos tan bajo como ellos?

Mis pensamientos fueron interrumpidos por un guardia que corría desesperado en dirección a la salida del recinto donde yo me hallaba. Parecía estar dañado, nada raro teniendo en cuenta que el equipo estaba dentro, pero lo que me alarmó fue lo que estaban gritando por un walkie talkie:

-Alertad a GCPD, tenemos una fuga de reclusos- decía desesperadamente, tanto que no se dio cuenta del lunático que brutalmente se tiró a sus espaldas e intentó literalmente arrancarle la cara de un mordisco. Actué lo más rápido que pude, abriendo la ventanilla de la camioneta para lanzar una telaraña que se pegó a su espalda, para posteriormente atraerlo con fuerza hacia el capó del coche abollándolo del impacto. Dentro de Arkham las tornas se habían cambiado por algún motivo, y tenía claro que no me iba a quedar fuera de la acción sin descubrirlo solo por miedo a un psicópata. Quizás incluso un Savage desatado fuese una buena ayuda para la situación, por lo que decidido saqué el nuevo traje que habían diseñado para mi del maletín en el asiento del copiloto y me lo puse. Me quedaba como un guante, siendo extremadamente flexible, y lo más importante es que ocultaba mi identidad como usuario de simbionte, por lo que no tendría que preocuparme de estar expuesto a otras personas ajenas a los Thunderbolts.

Saliendo de la furgoneta lancé otra telaraña para asegurarme de que el interno no se pudiese mover cuando volviese en si, ya de camino a la entrada pude ver como el segurata se había largado de la escena; normal teniendo en cuenta que lo más probable es que ningún sueldo compensase el embrollo en el que ahora estaban metidos. Pero ahora no tenía tiempo para pensar, tenía que entrar ahí e intentar ayudar a mis compañeros en lo que pudiese.

Al entrar me di cuenta del infierno en el que me había metido: cuerpos desperdigados por todas partes, sangre manchando las paredes, continuos sonidos de golpes y explosiones... pero lo peor eran las risas que no paraba de escuchar. Mitad de los internos parecían ver esta batalla campal como un mero entretenimiento, algo que me daba náuseas. Savage no tardó nada en revolotear en mi mente, molesto por el incesante ruido y ansioso de salir a repartir  "justicia". Decidí guardarme ese as bajo la manga hasta que estuviese en una situación desesperado, por ahora lo mejor que podía hacer era localizar a Ross y al resto, o en su defecto a Cedric.

Y así empezaron los peores minutos de mi vida, abriéndome paso a golpes ante una oleada de maníacos. Nunca tuve que usar tantas formas de Savage para defenderme: martillos, cuchillas, látigos... daba igual cuantos locos tumbase, siempre aparecían más. Antes de que me diese cuenta heridas superficiales empezaban a colarse en el traje, dejándolo bastante dañado. Tenía que reagruparme rápido o estaba perdido. Tristemente parecía que la poca fuerza de seguridad restante estaba demasiado dañada como para combatir, resguardándose en la enfermería a la espera de unos refuerzos que no sabían a ciencia cierta si iban a llegar.

La suerte me golpeó pocos minutos después, literalmente, Ross apareció en su colosal forma atravesando una pared mientras forcejeaba con un tío que intentaba arañarle la cara, lamentablemente para el loco no era buena idea cabrear a una mole roja llena de ira; acabando como una mancha fea en la pared debido a la fuerza con la que había sido lanzado del cuerpo mutado del general. Yo aún me encontraba en el suelo debido al impacto, el cual me había fracturado el casco.

Con un leve asentimiento de cabeza Ross indicó que me había visto, Gaghiel parecía haberse perdido durante la pelea, pero era un amujer con recursos por lo que tampoco me tenía que preocupar mucho. Harto del agobio de tener que luchar con un traje hecho trizas, materialicé zarcillos alrededor de mi cuerpo que ahuyentaron a los reclusos que intentaron aprovecharse de mi delicada posición, rompiendo el poco disfraz que aún mantenía intacto.

Entre golpes, el general me indicó que aún no fueron capaces de localizar al objetivo, y que seguramente él estaba detrás de todo el caos originado en el Asilo; otra cosa más para apuntar en la larga lista de motivos para que los Thunderbolts quieran a ese psicópata muerto.

El combate siguió su curso hasta que un extraño tipo con lo que parecía un saco en la cabeza apareció ante mi y me clavó una jeringuilla de un extraño líquido de color naranja. Lo último que recuerdo con claridad fueron los gritos de Ross pidiéndome calma antes de caer desplomado al suelo.

Cuando volví a tener consciencia de mis actos, fui capaz de vislumbrar al general, el cual parecía haber sufrido un par de heridas feas de unas...¿garras? Asustado miré mis propias manos para ver como estaban llenas de sangre. Confuso por lo que me había pasado, Thadeuss fue capaz de sacarme del shock explicándome que me habían inyectado una droga alucinógena y que perdí el control total de mis actos. Por suerte, antes de asesinar a ninguna persona, él fue capaz de inutilizarme lo suficiente como para que los efectos del estupefaciente se disipasen.

Alarmado escuché las primeras alarmas de policía acercándose al recinto, sabía que si me veían estaba jodido, por lo que pidiéndole disculpas a Ross me precipité por una ventana y me lancé al mar que rodeaba el asilo. Por suerte una caída así no era nada para el simbionte. Tras eso, nadé hasta la orilla del puerto de la ciudad, donde rápidamente oculté el traje simbiótico volviendo a parecer el adolescente desgarbado que en verdad era.

Con preocupación eché la mirada hacia la aterradora figura de Arkham que se podía ver en el horizonte, esperaba que el resto del equipo se encontrase bien, pero Ross sabía que no podía hacer más allí sin arriesgarme a que se me volviese a ir de las manos con la prensa y la policía delante.

Ahora solo me quedaba llamar a un taxi y rezar porque la ropa se me secase antes de que pillase un constipado, volvía a ser el Shawn de siempre.

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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime3rd Abril 2018, 17:45

(Post interpretado en conjunto con la usuaria de Elissa Stavridis)


Soñó con el interior de una celda. Una habitación pequeña, estrecha. La luz estaba apagada, pero no importaba. Sabía que había una litera contra la pared, un lavabo y una puerta de seguridad. El póster de June, en la pared delante de la litera, como una ventana inexistente al océano, cubriendo el desagradable mensaje grabado en la pared por una de las antiguas ocupantes. El peso, ya familiar y no del todo mal recibido, del collar de seguridad ciñendo su garganta.

Estaba tumbada en el suelo, y las frías baldosas bebían el calor de su cuerpo. Un sonido insistente tanteaba sus oídos. ¿Qué era? ¿Un piano? ¿Se había quedado dormida en el aula de música?

La melodía volvió al inicio. Sonaba aguda y familiar. Cerca de su cadera, algo vibraba, apremiante. El teléfono, le dijo su cabeza. Coge el teléfono.

Movió los dedos entumecidos y lo buscó a tientas. Se equivocó de tecla dos veces. Al final, la canción enmudeció. Y ella, acercándoselo a los labios, contestó en griego por alguna razón.

- Πες μου; -preguntó con voz ronca.

Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Taxi-1209542_960_720

A drago nunca se le había hecho tan largo un camino. Cada tono sin respuesta le hacía maldecir la carretera y lamentarse por no disponer de un medio de transporte más rápido. Frustrado, golpeó el volante cuando un bloqueo de vehículos le obligó a detenerse en un semáforo.

Vamos, vamos, Elissa, coge el teléfono. Coge el maldito teléfono, pensaba a medida que la angustia iba subiendo en su pecho. Si le había pasado algo nunca se perdonaría que la última conversación que habían tenido entre los dos hubiera sido para echarle en cara todas las cosas de las que la había culpado, con o sin razón. Tendría que haberla llamado antes, aunque solo fuera para poder tener la ocasión de decirle lo que ella significaba realmente para él.

El tráfico volvió a ponerse en movimiento y drago apretó el pedal de aceleración adelantando imprudentemente por la izquierda. Casi se saltó la desviación que tenía que coger cuando se escuchó el característico sonido de que habían aceptado por fin la llamada. Se alegró al oír su voz pero le resultó extraño que lo hiciera en griego.

- Elissa, soy yo, Drago. ¿Estas bien? -inquirió con ansiedad.

- ¿Drago? -repitió, para ganar tiempo, aunque una parte de ella había reconocido la voz de inmediato. Algo estaba mal, y su mente aún dormida hacía un esfuerzo por aprehenderlo. ¿Qué era? Algo relacionado con él y ella; algo como que no debería estar llamando. Sí, eso era, porque ellos...- Dragoslav -repitió, despacio, y sintió una punzada de angustia. Trató de centrarse en la pregunta que había hecho; se suponía que sería fácil de responder- Yo... - musitó y, de golpe, todo regresó a ella. Cédric. Arkham. El suelo donde se encontraba. Su corazón dio un vuelco súbito y su mano se contrajo alrededor del teléfono -Yo no...

- Lissa, estas en Arkham? -la apremió, impaciente-. Ha habido una fuga masiva en Arkham. Por favor, dime que estas bien -rogó.

La muchacha juró en griego, en voz baja. Le costaba moverse. Le costaba pensar.

- Sí... No. -dijo y, siendo vagamente consciente de lo confuso de su respuesta, se forzó a reformular- Sí, estoy en Arkham. Dioses... -¿Fuga masiva?- Cédric -gimió.

Drago había conseguido salir de la zona céntrica de la ciudad y ahora había menos tráfico y los camiones aceleraban a su lado.

- Vale, lissa, tranquila, estoy llegando. ¿Dónde estás? ¿En que parte de Arkham?

- ¿Estás llegando? -repitió, como una autómata - No, no vengas aquí. - trató de incorporarse, con más éxito esta vez. Le dolían las rodillas y la cabeza- Es peligroso que... - qué tontería. Estaba hablando con un ex-militar y un miembro de los X-Men. Que Elissa conociera su parte más vulnerable no cambiaba el hecho de que, probablemente, Drago tuviera muchas más posibilidades que ella allí dentro.

- Por supuesto que voy a ir, pero necesito que me digas exactamente dónde estás -tomó nota mental de las indicaciones que ella le daba y se mordió el labio, dubitativo. Había pensado muchas veces en lo que haría cuando volviera a verla, en lo que le diría... y ahora tenía la mente en blanco. Pero no quería colgar así, sin más. Necesitaba descargarse, al menos en parte. del peso que había estado llevando todo aquél tiempo-. Elissa, lamento mucho lo que te dije por teléfono -empezó-. Yo... no lo pensaba realmente. Acababa de abandonarme Cassandra y estaba dolido y furioso y lo pagué contigo. Me he portado como un crío y me he arrepentido muchas veces pero hasta ahora no había tenido el valor para llamarte.

Se detuvo al sentir una extraña quemazón en los ojos. No era fácil admitir que te habías equivocado, especialmente si se trataba de alguien que te importaba, y más en una situación en donde podría estar en peligro real. Por su parte, Elissa comprendió su disculpa a medias. Atenea, tenían que hablar.

- ¿Cassandra se ha...? -se interrumpió. Se trataba de algo que no había esperado oír. Pero no era el momento de preguntar- ... Gracias -dijo, con un hilo de voz. Intentaré llegar hasta la salida...

- No, ni se te ocurra moverte de donde estás hasta que llegue yo -la cortó el con urgencia-. Es demasiado peligroso, Lissa, la gente que está encerrada ahí no son enfermos mentales corrientes, lo sabes de sobra. Creo que escuche por las noticias hace un par de días que habían capturado al joker -nada más que eso ya permitía hacerse una idea del nivel de peligro al que se estaban refiriendo-. Encierrate con llave en donde estás y bloquea la puerta con lo que encuentres a mano: mesas, cajas, sillas, estanterías, lo que sea. No le abras la puerta a nadie que no sea yo.

Era una propuesta coherente, y Elissa no puso en duda su criterio. No tenía ningún motivo para hacerlo. Confiaba en él. Sus palabras la estremecieron. ¿El Joker? La psicóloga se arrimó a la pared; se sentía más segura con algo sólido a su espalda.

- Vale - respondió, buscando con la mirada a su alrededor - tengo sillas, un escritorio, y... - una exclamación brusca- ¿Drago? ¿Estás bien?

- Sí, no pasa nada, tranquila -había estado a punto de salirse de la carretera al girar en una curva. Miró el velocímetro del coche; La aguja marcaba 140 km/hora-. Estoy llegando al puente que comunica con el asilo. Estoy viendo que la policía tiene cortado el acceso. Tengo que dejarte, me las apañare para pasar y después puedo hacernos invisibles a los dos. Nos vemos pronto.

Elissa respiró aliviada; ahora tenía el teléfono apoyado en el hombro, necesitaba ambas manos libres para mover los muebles. Empezó a hacer exactamente lo que él le había dicho, con el corazón latiendo a toda velocidad.

- De acuerdo... Nos vemos ahora - susurró.

*     *     *     *

Drago descendió del vehículo ante el cordón policial que bloqueaba el acceso al puente que comunicaba con el asilo, pero lo que los agentes vieron fue algo muy distinto; El Comisario James Gordon era sobradamente conocido, ya que su imagen salía con frecuencia en diversos medios, así que Drago no tuvo la menor dificultad para adoptar su aspecto, especialmente desde que había colaborado en alguna que otra ocasión con Batman y Cassandra para atrapar criminales en Gotham.

- ¿Cuál es la situación? -le preguntó al detective que se encontraba al cargo.

- Todavía no sabemos mucho, pero parece que los Thunderbolts lo están controlando desde dentro -le respondió el agente.

Drago asintió. No quería hablar mucho porque no sabía cómo de estrecha sería la relación entre aquél agente y Gordon, y por mucho que su poder le permitiera adoptar diferentes aspectos, no tenía manera alguna de camuflar su voz, y no tenía un acento precisamente discreto.

- De la orden de que se me permita el paso. Necesito llegar al asilo.

- ¿Lo considera prudente, señor? -dudó el agente, pero una mirada fulminante de su superior bastó para convencerle. Era de sobras conocido por todos que el Comisario tenía relación con los vigilantes de Gotham, por lo que habían aprendido a no cuestionar sus órdenes. Normalmente detrás de cada propuesta en apariencia disparatada había un plan medido y calculado que no solía fracasar.

Mientras Drago regresaba a su antigua International Harvester del 76, camuflada como un coche de policía más, el detective fue dando órdenes a los agentes para que le franquearan el paso, lo cual le permitió recorrer los escasos dos kilómetros que le separaban del asilo a través de la larga y lúgubre carretera flanqueada de alisos.

Una vez ante la impresionante estructura se dirigió al maletero, donde siempre guardaba material de trekking, senderismo o escalada para sus frecuentes escapadas con Luna y cogió un rollo de cuerda grande con un gancho. Sigiloso e invisible, rodeó el edificio hasta llegar a una zona aproximada al lugar en donde le había dicho Elissa que estaría. Las puertas de acceso al asilo estaban bloqueadas, pero a Drago no le hacía falta entrar por la escalera principal.

El gancho de metal rompió el cristal de la ventana produciendo un ruidoso estrépito que no tenía manera alguna de ocultar y que esperaba pasara desapercibido entre el ruido de tiros, gritos y caos general que se percibía desde fuera.

No había tenido tiempo de ponerse el uniforme, pero por lo general solía vestir con ropa deportiva y cómoda, y considerando que su plan para la tarde había sido realizar la mudanza cargando cajas, aquél día no había sido una excepción. Confiaba en que la ropa que llevaba no le supusiera demasiado obstáculo para la escalada, como así fue.

Dentro, el espectáculo era aún peor de lo que había imaginado. La sangre salpicaba las paredes y el suelo del pasillo estaba repleto de cadáveres de vigilantes y enfermeros. Al principio aún se molestaba en tomarles el pulso, pero, en un momento dado, dejó de hacerlo. No era momento de preocuparse por los muertos cuando había inocentes en peligro.

Cuando Elissa estaba en peligro.

Las puertas de todas las celdas estaban abiertas, ¿cómo era eso posible? Al final del pasillo se encontró con un guardia de seguridad que permanecía de pie mirando al frente con la mirada perdida. No parecía malherido, pero tampoco reaccionaba ante ningún estímulo, ni tampoco se movía, como si estuviera hipnotizado. Drago lo arrastró hasta algún lugar donde pudiera estar más resguardado y no fuera un blanco evidente para cualquier psicópata que pasara por allí y continuó su camino.

No tardó en llegar al epicentro de la locura; Al llegar a la escalera principal que descendía en espiral hasta las salas principales, Drago se asomó y pudo ver decenas de presos corriendo de un lado a otro y vociferando (algunos con las camisas de fuerza todavía puestas), con sonido de disparos de fondo. Los Thunderbolts no debían estar muy lejos, pero él tenía otro objetivo ahora mismo.

En el pasillo por el que ahora transitaba, uno de los presos acababa  de golpear a un guardia de seguridad en la cabeza con una barra de metal. El hombre cayó al suelo, y el preso se disponía a rematarle cuando Drago le apresó desde atrás, oprimiéndole el cuello con una mano y con la otra bloqueándole la nariz y la boca. Aterrorizado ante la presa invisible que no le dejaba respirar, el criminal dejó caer la barra y comenzó a forcejear inútilmente luchando por quitárselo de encima. A los pocos segundos estaba inconsciente. Drago lo dejó en el suelo y se aproximó al guardia para comprobar sus constantes vitales. Tenía una herida fea en la cabeza, pero aún respiraba, y parecía que podría recuperarse. Siguiendo el mismo modus operandi que la vez anterior, arrastró al hombre hasta alguna habitación alejada del tránsito principal y cerró la puerta. Por el momento era lo único que podía hacer para mantenerlo seguro mientras continuaba avanzando.



Y, por fin, llegó hasta su destino.

- Elissa, soy yo -dijo en voz baja llamando a la puerta tras la que se ocultaba la doctora. No tenía dudas de que la telepata tendría sus maneras de averiguar que se trataba realmente de él-. Puedes salir.

Al oír los pasos que se acercaban, la terapeuta se había apoyado en el marco de la puerta, de espaldas, empujando la barricada con su cuerpo y conteniendo el aliento. La voz le llegó extrañamente clara, tal vez por la adrenalina que alimentaba sus sentidos. El corazón golpeaba su pecho como un ariete, dándole la sensación de que cualquiera podría oírlo.

Era Dragoslav.

Del mismo modo que su voz le había resultado inconfundible al teléfono, ahora sabía con certeza que también se trataba de él. Dudó un instante antes de moverse, llena de un súbito temor que nada tenía que ver con la identidad de él o con la situación en la que se encontraban: El miedo a abrir la puerta y verlo allí, de pie, al otro lado.

Si descontaba la llamada y la televisión, no había visto a Dragoslav desde la última sesión de terapia, en febrero. Entonces, él se encontraba bien; ilusionado por su relación, superando el miedo, lleno de proyectos. Ella le había preguntado varias veces por su vida personal; tenía que hacerlo, era su trabajo. Le debía aquella profesionalidad, la misma que en diciembre le había fallado. Tenía que preguntarle por cosas que no quería saber, que le dolía saber. Y, en cierto modo, lo hacía con cierta satisfacción macabra: lo consideraba su castigo.

Un día, comprendió que debía darle el alta. Siendo justos, tendría que haberlo hecho hacía meses; en el momento en el que había cometido aquel terrible error con él... o antes todavía, cuando había empezado a sentir todas aquellas cosas que no debía sentir. La había frenado la dificultad que supondría, para alguien tan introvertido y reservado como él, el establecer un vínculo con un nuevo terapeuta. Aquélla, al menos, era la justificación lógica. Tenía otra explicación, mucho más irracional y censurable. Elissa, o tal vez aquella parte ilógica y poco profesional de Elissa, quería seguir viéndole.

Y también estaba la culpa, y las dudas que la devoraban por dentro: ¿debía introducirle el tema del abuso, que él no recordaba? ¿Tenía algún sentido que lo expusiera a él, después de haberse encargado personalmente de volverlo a sepultar en su subconsciente? ¿Hundiría deliberadamente a su paciente ahora que empezaba a salir a flote? La psicóloga estaba dividida: por un lado, él tenía derecho a saberlo, era su historia, su verdad... y, al mismo tiempo, sería actuar en contra de su mejoría, borrar aquella sonrisa tranquila de su rostro, someterlo arbitrariamente al sufrimiento que su mente había elegido olvidar. ¿Tenía derecho? Los médicos se regían por un principio: primum non nocere, “ante todo, no dañar”. Y, aunque la profesión de Lissa no la obligara a pronunciar el Juramento Hipocrático, ella se sentía atada a aquella máxima de todos modos. Dragoslav era su paciente y, como tal, no debía empeorar de forma expresa su situación, a no ser que formara parte del proceso terapéutico y estuviera encaminado a una mejoría final. Y allí, en aquel “a no ser”, se anclaba su duda. ¿Qué hubiera preferido ella, de encontrarse en su lugar? ¿Olvidarlo, o saberlo? ¿Superarlo, o enterrarlo?  

Pensó, durante dos meses, en cómo sacar el tema en la terapia. Trató de encontrar la forma menos traumática posible de decírselo. Aunque había ocultado el secreto para evitar que su mente se fragmentara, no quería privarlo de él, ni estar escondiéndolo de forma expresa. No quería ser cómplice, mediante su silencio, del soldado que lo había arrojado contra el suelo para demostrarle su poder.

Al final, no encontró el modo de hacerlo. Tras un breve bache en enero, el cambio en Dragoslav se asentó. Se lo veía siempre más relajado, menos reservado, más sonriente. Era feliz al lado de Cassandra. A Elissa le gustaba tanto verlo así que a veces olvidaba lo que éste hecho significaba para ella. Durante ese tiempo, quiso demostrarse a sí misma que estaba bien, acallar las voces acusadoras de su conciencia. Le preguntaba abiertamente por Cassandra, por su relación, por esa vida de la que ella tenía pensado dejar de formar parte tan pronto como finalizara la terapia. “Exposición”, se decía. No evites, exponte. La atracción pasará. Los sentimientos se apagarán. Y volverás a estar bien.

Supo que no funcionaba cuando él le ofreció conocer a su chica, a principios de febrero. Tan pronto como vio que era incapaz de ir, tan pronto como se oyó a sí misma interponiendo aquella pobre excusa para eludir el compromiso, decidió que tenía que dejarlo estar. Ya no volvió a preguntar por ella en las sesiones.

El último día en que se vieron, hablaron de la decisión de Dragoslav de someterse al Extremis largo y tendido. Elissa quería asegurarse de que él aceptaba voluntariamente los riesgos. Lo tenía decidido, asumía toda la responsabilidad. Era coherente. Y ella se dio cuenta, en aquel mismo momento, de que había dejado de necesitarla.

- Tienes mi número. Llámame si alguna vez necesitas algo - le dijo, tras la devolución y la despedida, mientras le abría la puerta de la consulta.

Y lo hizo. La llamó a principios de marzo, pero la conversación no tuvo nada que ver con lo que había imaginado. ¿Sólo había pasado un mes desde entonces? A Elissa, el silencio entre ambos se le había hecho eterno. Tal vez el tiempo transcurriera de forma distinta en Atlantis. En su llamada, Dragoslav le dejó claro, con una voz que temblaba de rabia contenida y dolor, que se sentía traicionado, y que no quería tener nada que ver con ella, nunca más. ¿Por qué estaba allí, entonces? Había pensado que la evitaría por todos los medios, que pondría todo de su parte para que no tuvieran que coincidir jamás. Y, sin embargo, allí estaba, en el Asilo de Arkham...

Por su parte, fue como si Drago presintiera el debate interno que tenía dividida a la mujer. Elissa no había dicho nada, ni realizado el menor sonido para anunciar su presencia, pero, de alguna manera, supo que estaba allí y colocó su mano sobre la puerta como si pudiera, de ésta forma, atravesarla para llegar hasta ella. A pesar de la urgencia de la situación, no la apremió. Simplemente se quedo allí, esperando, con la frente apoyada sobre la madera, pensando lo que haría o diría cuando finalmente se volvieran a encontrar sin aquel obstáculo de por medio.

La doctora sentía una súbita presión en el pecho. No estaba preparada para una conversación, no tenía aliento para responder si le pedía explicaciones. Tampoco creía tenerlas. Respiró hondo y retiró los muebles de la puerta, repitiéndose una y otra vez que la situación no permitiría que hablaran de ello. No solamente primaba el estado de emergencia. Si sus almas eran espejo la una de la otra en aquellos momentos, él debía de sentirse tan incómodo y confuso como ella. Aún así, la mano le temblaba al hacer girar el pomo y, finalmente, abrir la puerta que los separaba.

Al principio, ninguno de los dos dijo nada. Ella le miró, simplemente, aunque rehuyendo sus ojos, deteniéndose sólo en la familiaridad de su figura. Para Elissa, la presencia del mutante desencadenó una extraña tormenta de sensaciones, recuerdos y emociones sobre los que no tenía control: Un cuerpo temblando, sacudido por el llanto; el olor de su piel; las palabras a media voz. No era la clase de recuerdos que podía controlar, y tardó unos segundos en lograr dominar aquella mezcla de nostalgia y miedo. Alzó la mirada, tratando de conectar con el presente, reparando por primera vez en los cambios físicos que se habían obrado en él.

Lo primero que le vino a la cabeza, llevada por la costumbre, fue que vistiera una ilusión distinta a la habitual. No había rastro de las cicatrices en su piel, lo cual podía explicarse por el disfraz. Pero los ojos que le devolvían la mirada eran azul pálido. ¿Desde cuándo era así? No recordaba haberlos visto durante el concierto. Dragoslav era un hombre de costumbres, lo cual incluía la máscara que se solía poner. ¿Por qué la habría cambiado? ¿Y únicamente en aquel detalle? ¿El color de sus ojos? No era un motivo estético, aquello hubiera sido demasiado superficial para él.

Y entonces, lo entendió. El Extremis. Aquello era lo que hacía el Extremis: regeneraba lo perdido. Las cicatrices ya no existían, lo que quería decir que los ojos… aquellos ojos azules como el cielo, profundos, intensos, le pertenecían a él. El comprenderlo ejerció sobre ella una intensa fascinación; durante un largo instante, fue incapaz de apartar la mirada, como si él la hubiera atrapado en un campo magnético.

Quería… ¿qué quería? ¿Disculparse? No era el lugar, ni el momento, aunque necesitara calmar la culpa con aquella compulsión. ¿Abrazarlo? Imposible. No tenían aquella clase de relación. Sólo lo había abrazado una vez, cuando creyó que se rompería en mil pedazos si ella no lo sostenía. Y a aquel abrazo lo habían seguido una caricia en los cabellos, un beso en la frente, un beso en los labios... Aún la sorprendía la terrible facilidad con la que se había echado todo a perder.

Para él, ella estaba tan bonita como la recordaba, con los grandes ojos abiertos por la inquietud y la duda, aquellos ojos en los que en su día había visto reflejado el mar. Y a pesar de lo absurdo que resultaba en la situación en la que se encontraban, fue como si el tiempo se detuviera y ya no existieran ni el asilo, ni los presos fugados, ni el peligro. Y, absurdamente, no supo que decir. Porque en el momento en que sus ojos se encontraron con los de ella fue como revivirlo todo otra vez, todo lo que había sentido por ella antes de que sus recuerdos quedasen anegados por el mar del olvido. Y resultaba especialmente complicado para él porque todavía continuaba también enamorado de Cassandra. La suya no había sido una ruptura al uso, nunca habían llegado a hablarlo, por lo que aquella herida tampoco había llegado a cicatrizar....

- Yo... La policía tiene rodeado el perímetro y los Thunderbolts están asegurando la zona abajo. Yo he limpiado el camino de la planta superior... -musitó, sintiéndose tan nervioso e incomodo como un adolescente. No había sabido que decirle, así que había optado por evitar el tema, pero sus ojos aún buscaban los suyos con la inseguridad de un niño, anhelantes ante lo que ella tuviera que decir.

Elissa rompió el contacto visual antes de que la emoción volviera a embargarla. No sabía qué hacer, ni qué decir. Optó por la respuesta más simple, más inofensiva, menos comprometedora, al sencillo informe de él.

- Comprendo...  -asintió, y el temblor de sus manos se filtró a su voz.- ¿Han detenido a...? ¿Al responsable?

- No he llegado a hablar con ellos y la policía aún no sabía nada -respondió, recuperando la seguridad al hablar de algo que sí podía controlar. Eso es, drago, perfecto, evita el tema. Es lo más maduro que podías hacer, se lamentó-. Vamos, nos reuniremos con ellos y saldremos juntos.

- De acuerdo  - dijo ella, refugiándose en la deplorable seguridad que le ofrecía el tema neutro de conversación. Demasiado rápido, demasiado fácil. Sentía que debía decir algo más - Yo... gracias por venir a buscarme.

- Tendría que haberlo hecho antes -dijo mientras avanzaban por el pasillo despejado y negó para si con la cabeza-. No estaba seguro de si estarías enfadada y, para ser sinceros, yo mismo he tenido mucho de lo que aclararme estas semanas.

- ¿Enfadada? - repitió ella, como si el término le resultara desconocido- ¿Por qué iba a enfadarme yo? Tenías todo el derecho a... reaccionar como lo hiciste. Yo no tenía derecho a nada. Nunca debí...  - ¿El qué? ¿Alterar sus recuerdos? ¿Volver a usar sus poderes? ¿Enamorarse de él?

El mutante le indicó que se detuviera con un gesto y creó distorsiones de luz en forma de espejos al final del pasillo. De ésta manera la luz al reflejarse y regresar hasta el les permitiría saber si había algún peligro al otro lado del recodo.

- Sé que mi reacción no fue la más madura del mundo, pero.... Elissa, lo que hiciste... ¿por qué lo hiciste? -inquirió, y está vez no había rastro de ira en su voz, sólo un resto de amargura al pensar en lo que podría haber sido.

La doctora temía aquella pregunta, la que él acababa de formular en voz alta. Encarnaba otra docena de preguntas al mismo tiempo, muchas de las cuales aún se hacía a sí misma. Sentía que no era ni el lugar ni el momento de responder, pero... ¿tenía opción?

- Porque lo que hicimos estuvo... mal. Creí... - recordaba ahora las palabras de despedida de Arión, la revelación que tanto había temido - ... que te había influenciado con mi... magia. Que había proyectado mis sentimientos en ti...  - tragó saliva- Lo he hecho antes  -mientras hablaba, su mirada se mantuvo fija en los espejos de Drago; no se atrevía a dirigirla a él- Lo hice mal. Actué sin pensar. Dibujé una primera mentira, y después tuve que cubrirla con otra mentira... una tras otra, hasta que no hubo forma de... -se encogió de hombros y sacudió la cabeza.

Al principio, cuando ella dijo que lo que hicieron estuvo mal, frunció el ceño llevado por sus propias emociones, pero su gesto se suavizó al escuchar el resto de la explicación. Dios... aun dolía.

- Creo que podría llegar a entenderlo, Lissa, pero... aún así, aún con todo... No tenías derecho a tomar esa decisión por ti misma. Deberías haber hablado conmigo. Yo tenía... tenía derecho a opinar. Te amaba. Y aún. .. aún siento algo por ti -confesó por fin. Sabia que no era el momento y no le importaba. Al diablo con todo, si no lo decía ahora que se había lanzado no lo diría nunca-. Pero todo se fue a la mierda -concluyó con amargura-. Me siento utilizado, ¿lo entiendes? Hiciste que te olvidara y me enamoré de otra persona y ahora todo me parece un inmenso engaño, porque nada de eso habría pasado si tu no hubieras... si no... -la miró, frustrado. Siempre había sido demasiado pasional y ahora las emociones estaban regresando a él con turbulencia-. ¿Lo de aquella noche fue real, siquiera? ¿Alguna vez llegaste a sentir algo por mi? Porque me cuesta entender por qué... por que me obligarías a olvidarte si... -se obligó a callar. Basta, Drago, no es el momento ni el lugar. Tranquilízate.

- Ya lo sé - ni siquiera intentó discutírselo; tenía razón. Había decidido por él, le había racionado sus propios recuerdos, decidiendo cuáles podía tener y cuáles no. Veía todo aquello a través de sus ojos con una súbita y aterradora claridad, y se daba cuenta de cómo había empeorado las cosas con sus decisiones precipitadas-. Claro que tenías derecho a opinar. Ni siquiera pensé. Sólo quería... en aquel momento, tenía sentido. Había cometido un error y pensaba que podía borrarlo. Corregirlo. Pensaba que hacía lo correcto, pero... -trató de poner en orden sus palabras. ¿Cómo explicárselo para que tuviera sentido? No había hecho más que balbucear-. Claro que fue real  - aquellas palabras habían helado sus entrañas por un instante- Cada segundo fue real para mí. Pero después... dudé de ti. Pensé que te había inducido aquellos sentimientos. Que no sólo me había aprovechado de nuestro vínculo terapéutico, sino que te había influenciado con mi poder. ¿Cómo ibas a sentir lo mismo que yo...? ¿Cómo ibas a... quererme...?

Al ver su desamparo, su angustia, toda su ira desapareció de golpe.

- Elissa, que estás diciendo? -se sorprendió, y no tuvo más remedio que ceder al impulso de acariciar levemente su mejilla-. ¿Cómo no iba a quererte? ¿Cómo podría alguien no hacerlo?

Un súbito sonido le hizo guardar silencio. Uno de los presos se dirigía corriendo hacia ellos a toda velocidad. Drago le hizo un gesto a la psicóloga para que se quedara quieta y se apostó, invisible, al otro lado del recodo. Cuando el lunático apareció, recibió de golpe un puñetazo en la cara que le dejó automáticamente inconsciente. Drago sacudió la mano, echando en falta los guantes protectores del uniforme. El preso llevaba algo entre los dientes... una oreja humana.

- Dios -musitó el mutante-. Tenemos que salir de aquí, ya seguiremos hablando de ésto cuando no estemos rodeados de gente intentando matarnos.

La sensación de sus dedos rozándole la mejilla, como un aleteo, aún la acompañaba. El contraste con el firme puñetazo que recibió el recluso fue tan evidente que Lissa no pudo evitar maravillarse de que ambos gestos provinieran de la misma mano. Aquella faceta de Drago, dura e inflexible, no la conocía apenas. Ella había tratado siempre con el hombre introvertido y vulnerable. Se prohibió pensar; el horror la embargaba tras ver al preso con un despojo humano en la boca, y su mente era asaltada a traición por las duras imágenes que Sharp le había proporcionado acerca de Cédric Valjean.

- No te separes de mi para que pueda cubrirte con mi poder -aconsejó él.

Gracias a los espejos, que drago utilizaba para escoger los caminos más despejados, y a la invisibilidad, la pareja consiguió llegar a la planta inferior sin mayores percances, y luego sólo tuvieron que seguir el rastro de casquillos de bala y cadáveres para llegar a donde se encontraban apostados los Thunderbolts. La silueta del gigantesco Hulk rojo era inconfundible, incluso intimidante a primera vista, y junto a él había un tipo con bigote y uniforme negro con una doble M carmesí en el pecho que parecía ser el principal responsable del derroche de munición y cadáveres que habían ido encontrando. Se veía que aquel pintoresco grupo no se andaba con chiquitas, pero eso a Drago, que había sido militar y cazarecompensas y que durante mucho tiempo se había tomado la justicia por su mano, no le incomodaba demasiado. No pasaba lo mismo con Elissa, que sentía que nunca se acostumbraría al nauseabundo olor de la sangre. Cuando Drago se volvió hacia ella para indicarle que podían aproximarse la psicóloga tenía una mano delante de la boca y no estaba segura de si era para bloquear su nariz o para contener el vómito.

La mole roja llevaba al hombro el cuerpo inconsciente de un muchacho joven. Al tipo de la doble M no le conocía de nada, pero Ross era ampliamente conocido en el ejército. El general Thaddeus "Thunderbolt" Ross se había ganado su apodo durante la Segunda Guerra Mundial; era un veterano hábil y un estratega brillante, y durante un tiempo había formado parte de los Vengadores, así que Drago confiaba en él.

- No disparéis -dijo, saliendo de la invisibilidad con las manos en alto-. Soy Eclipse, de los X-men, y ella es la doctora stavridis. Estaba trabajando en el asilo cuando empezó todo.

Inicialmente Ross frunció el ceño, pero la tarjeta con el nombre y puesto de la psicóloga era visible en su pecho y ninguno de los dos llevaba el uniforme característico de los presos del asilo. Además, puede que durante mucho tiempo Eclipse hubiera sido un completo desconocido, pero en el transcurso de los últimos meses, como líder y portavoz de los X-Men, su rostro había empezado a hacerse familiar en aquél mundo, incluso sin el uniforme.

- ¿Cómo está la situación? -inquirió al llegar a su altura.

- Hemos perdido a una de los nuestros, y otro ha caído -dijo el general señalando al chico que cargaba al hombro-. La prioridad es localizar a nuestra compañera y salir cagando leches de aquí. Si pensáis venir, más os vale daros prisa.

Drago se disponía a responder cuando un sutil sonido atrajo su atención.

Dicen que el cerebro de las personas que pasan mucho tiempo ciegas de alguna manera se reconfigura para potenciar los sentidos restantes gracias a la plasticidad neuronal, consiguiendo una mayor sensibilidad auditiva, olfativa y táctil. Era cierto que, gracias a su poder, Drago no había llegado a necesitar nunca depender por completo de sus sentidos restantes, pero el hecho de dedicarse desde muy joven al aprendizaje autodidacta del piano le había hecho tener un oído particularmente desarrollado. Aún así, más tarde se preguntaría por qué no le extrañó ser el único en percibir aquél sonido.

- ¿Habéis oído eso? -inquirió ladeando la cabeza en la dirección de donde había venido.

- ¿El qué? ¿Qué ocurre?  - preguntó Lissa.

- Me ha parecido escuchar algo... Algo metálico.

- No he oído nada -musitó la joven, negando con la cabeza.

- Bueno, no creo que sea nada raro con la cantidad de balas que se están disparando, chico -respondió el Hulk rojo-. Vamos, tenemos que salir de aquí.

Empezó a hacer gestos a los demás para que se agruparan y le siguieran, pero Drago no se movió.

Cualquiera que haya llevado un anillo alguna vez sabe que el tintineo que hacen al caer resulta muy característico. Las monedas eran más pesadas y caían de manera diferente; las balas también. Además, no había escuchado ninguna detonación antes del sonido, por lo que no podía ser una bala, y, por alguna razón, se sentía impelido a averiguar su origen. Podría ser que alguna de las enfermeras, cuidadoras, celadoras o psiquiatras estuviese atrapada en aquél pasillo. Elissa no era la única que tenía familia y gente que la quería, no podía correr el riesgo de abandonar a alguien a su suerte en aquel infierno.

- Marchaos vosotros. Enseguida os alcanzo.

Elissa tuvo una sensación extraña, algo parecido a un presentimiento. Tal vez fuera sólo un déjà vu, pero le vino a la mente el recuerdo de Arión. No había podido responder a lo último que le había dicho Drago antes de bajar, pero algo parecido a una esperanza se había cobijado dentro de ella, justo enmedio de la pesadilla en la que se había convertido Arkham. Él sentía algo por ella. No sabía exactamente qué significaba eso, pero...

- Espera... - empezó, dando un paso en su dirección, pero Ross la bloqueó de inmediato, aferrando su muñeca.

- Será mejor que no se separe de mí, señorita -la aconsejó.

Al ver su preocupación, Drago tomó el rostro de la mujer entre las manos por un segundo, mirando aquellos bonitos ojos que ahora hacían juego con los suyos. Le habría gustado decirle muchas cosas, cosas de las que nunca habían llegado a hablar, pero, aunque en su corazón sabía que ya la había perdonado, aún no se sentía preparado para hacerlo. No mientras no hubiera hablado antes con Cassandra para esclarecer las cosas.

- No te preocupes, solo será un segundo. El ruido ha sonado por aqui cerca, enseguida me reuniré con vosotros, ya verás.

Y, tras darle un suave beso en la frente, se alejó.

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En lo que pareció un instante, Drago había desaparecido.

- Déjeme ir con él -le pidió Elissa al gigante escarlata, sabiendo que no se lo permitiría al ser ella una civil- General, envíe a alguien con él... o... esperémosle. No tardará.

Ross la escuchó con un momento de vacilación; un militar jamás dejaba a uno de los suyos atrás, pero Eclipse no era uno de los suyos y su propia gente necesitaba su ayuda. Con Elektra moribunda, Shawn infectado e inconsciente y Gaghiel perdida no tenía tiempo que perder. Incluso Smith lucía un feo corte en un brazo que se había vendado de manera chapucera con un trozo de tela, pero no dejaba de sangrar. Un militar también tenía que tener claro que la misión era lo principal.

- Uno de mis hombres ha sido afectado por alguna clase de droga o alucinógeno y necesito que lo vean rápidamente en el hospital, y la última vez que vi a mi compañera se la llevaba una turba de dementes. Ahora mismo mi prioridad es dejaros a vosotros dos a salvo -dijo señalando a Shawn-. Si realmente es un X-Men estoy seguro de que sabrá cuidarse solo. Y si, para cuando salgamos, él no lo ha hecho por sus propios medios, le prometo que volveré a buscarlos tanto a él como a mi compañera.

Los sólidos argumentos de Ross no iban a brindarle ningún consuelo, pero tampoco ninguna brecha. El militar tenía razón; en su mundo, las prioridades tenían un orden claro y preciso. La parte racional de Elissa, ahora medio sumergida, las comprendía y las aceptaba. Se llevó los dedos a la frente y respiró hondo. La promesa de Ross, al menos, parecía firme, algo a lo que aferrarse. No dudaba de la valía de su compañero, pero si los famosos Thunderbolts habían sido diezmados en aquella revuelta, ¿por qué no un X-Men? Trató de consolarse al menos con aquello: si Drago no salía por su propio pie, el general volvería a buscarlo.

- De acuerdo- murmuró, asintiendo con la cabeza; su diestra se cerró alrededor del reloj que colgaba sobre su pecho, apretándolo con firmeza para que le diera algo de seguridad- Vamos.

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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime4th Abril 2018, 18:52

-Mmm...-Cédric se pasó la lengua por los labios, saboreando. Nunca había sido aficionado al cine, pero tenía que admitir que las palomitas recién hechas sentaban de maravilla. Casi tan bien como una promesa rota en pedazos. “Tú dices que sí, y a cambio, me comprometo a escaparme de aquí más tarde, y sin matar más de lo imprescindible. " Eso le había dicho a Elissa, sin la más mínima intención de cumplirlo bajo ninguna circunstancia. Pero ella había acabado cediendo a sus caprichos. Negarle algo al telépata no era una opción, y quizás hubiera una posibilidad de que respetara su parte del trato si le daban lo que querían...

Pero no había sido así.

El mutante se llevó a la boca un par de palomitas, y apartó con la mano el cadáver de uno de los celadores para poder acceder al teclado con comodidad. El hombre resbaló de la silla en la que tan precariamente había quedado sentado, y cayó al suelo un un ruido sordo. Una mancha roja en su pecho hacía las veces de medalla para premiar póstumamente su valor, aunque desde luego no su inteligencia. Y no era el único condecorado de la sala. Cinco pares de ojos vacíos observaban lo que ocurría en el Asilo, a través de las pantallas del centro de control en el que solían trabajar. Ya no era suyo, sin embargo. Hacía tan sólo unos minutos, habían recibido una jubilación adelantada y permanente por parte del nuevo amo del lugar.

Una sonrisa torcida se dibujó en los labios del rubio cuando se paró a contemplar cómo las últimas órdenes que había dado a su prisión se cumplían. Se echó hacia atrás y apoyó los pies en la mesa con indolencia, listo para disfrutar el espectáculo que él mismo había diseñado. Ya había tomado prestado todo lo que necesitaba, desde la ropa de civil que llevaba puesta hasta las llaves de la casa y el coche de uno de los guardias.

La cámara 6 mostraba una puerta acorazada, cerrándose en las narices de unos visitantes que estaban tratando de huir de sus queridos amigos y familiares. En la 8, daban una hermosa panorámica del despacho de Sharp, en el que el alcaide y unos cuantos médicos y guardias estaban intentando atrincherarse. Afortunadamente, esa sala tenía micrófonos: Hubiera sido una pena perderse sus gritos cuando la puerta de seguridad, que había permanecido bloqueada hasta entonces, se abrió de par en par. Aquí y allá, los miembros de los Thunderbolts que aún seguían conscientes luchaban por sobrevivir a las olas de enfermos, únicamente para caer en las trampas que él tendía a su paso. Le estaban haciendo sentir incluso más orgulloso de sí mismo de lo normal... Quizás tendría que atormentarlos más a menudo, si sobrevivían. Y lo mismo podía decirse de Elissa: Para cuando él había alcanzado la sala de cámaras, la griega ya se había encerrado en una habitación y estaba recibiendo una llamada. Cédric no tenía ni idea de quién sería, pero sí que tenía algo por seguro: Más les valía haberse despedido ya.

Momentos después, los inhibidores que había por todo el Asylum entraron en funcionamiento. Era una de las tantas medidas de seguridad que se habían añadido recientemente, y que sobre el papel funcionaban de maravilla… A menos que fueran los propios carceleros los que necesitaran pedir ayuda al exterior para escapar de Arkham, por supuesto. Pero a nadie parecía habérsele ocurrido eso antes.

En definitiva, todo estaba yendo según lo planeado. O eso pensaba, antes de fijarse en que todos los locos del ala este estaban cayendo al suelo, derribados por una fuerza invisible. Cédric, parpadeó, sorprendido y complacido a partes iguales. Sólo conocía a una persona capaz de hacer eso… Y no creía tener tanta suerte como para encontrarlo tan pronto.

Dragoslav. Sus labios se curvaron en una sonrisa al verlo aparecer cerca de la habitación en la que estaba Elissa, listo para intervenir y rescatarla. Él no tenía ninguna objección a ello, desde luego: No podría importarle menos si la doctora vivía o moría. Ya había cumplido su función sobradamente. Pero no iba a dejar marchar a Eclipse. No ahora que lo tenía al alcance de la mano. Se levantó y se dirigió a la puerta con ese pensamiento en la cabeza. La habitación estaba prácticamente a oscuras, las siluetas de sus ocupantes tan sólo delineadas por el brillo enfermizo de las pantallas. Bajo esa luz, las muecas de los muertos se convertían en auténticas máscaras de horror; pero Cédric ni siquiera las miró. Tenía prisa. A medida que caminaba por los pasillos, los internos a los que había liberado se apartaban para dejarle pasar. Los disparos se detenían o desviaban en su presencia, para desesperación de los pocos guardias cuerdos que lo vieron. Caminando por aquel hospital convertido en campo de batalla como si fuera su propia casa, iba abrochándose la camisa recién recogida de un doctor muerto. Ni siquiera se molestó en sacar la pistola que llevaba  enfundada. Sabía que nadie podía hacerle daño en su propio reino, y necesitaba usar toda su concentración para ultimar los detalles del juego que llevaba planeando desde que había sabido de Eclipse.

Esperó con impaciencia a que Drago se alejara un poco del grupo. Los observó de lejos mientras llevaba a Stravridis con el jefe de los Thunderbolts, alguien que muy probablemente la mantendría a salvo si no había ningún contrato sobre su cabeza. Tendría su gracia que mirara en su lista de buscados, la mirara, y… Bang. O peor, si decidía usar la finura y delicadeza propias de su forma de Hulk. Teniendo en cuenta la preocupación que sentía Drago en esos momentos, eso debería bastar para hacerle perder los estribos seriamente. Aunque, bien pensado… Él mismo llevaba una pistola, y tenía línea de tiro.

¿... Y si...?  

No, no, no. Drago requería un poco más de sutileza. No quería que le odiara… No todavía. Además, un disparo en la cabeza sería un final demasiado rápido, demasiado fácil. Ese día en particular se sentía con ganas de hacer algo mucho más espectacular. Algo… Como esto.

De pronto, un sonido metálico llegó a los entrenados oídos del pianista. Una única nota discordante sobre el telón de fondo de la conversación de sus acompañantes y la cacofonía de los lunáticos escapados. Un sonido tan claro, tan perfecto y tan fuera de lugar que no podía ser real. Y no lo era, pero eso resultaba totalmente irrelevante. Al buscar con la vista el origen del ruido que había silenciado todos los demás, Dragoslav encontró algo brillante tirado en el suelo de un pasillo sombrío y alejado. Precisamente la clase de lugar del que cualquiera desconfiaría en una situación tan peligrosa como la de aquel momento. Pero, a pesar de todo… Drago se dirigió allí. Llevado por la mano invisible de un desconocido, convencido de que no tenía nada que temer, el antiguo Ángel de la Venganza se adentró en las sombras… Quizás, para no volver a salir jamás.

Era curioso, habría jurado que lo que fuera que estuviera brillando estaba nada más entrar. Es decir, si no fuera así no lo habría visto u oído, ¿verdad? Entonces, ¿por qué la luz estaba en ese momento al final del túnel? No lo sabía, pero… Poco a poco, una sensación de urgencia y familiaridad se estaba abriendo camino en su pecho. Una sensación que se tornó en angustia cuando descubrió que el reflejo que lo había llevado hasta allí provenía del anillo que había regalado a Cassandra, abandonado sobre el frío suelo del asilo. El aro de plata estaba atrapado en una cadena también plateada, pero por lo demás estaba intacto. Dadas las circunstancias, era todo un milagro… Un milagro capaz de dar alguna esperanza de encontrarla y, quizás, arreglar todo aquello que se había echado a perder esa tarde en París.

Pero, cuando se agachó para recogerlo… Se encontró a sí mismo tocando otra mano, que había realizado exactamente el mismo movimiento que él.

Cédric había estado esperándole, oculto tras una de las esquinas que había al fondo. No había sido difícil tirar de los hilos adecuados para que diera la espalda a sus compañeros: Un espejo, algo de práctica y mucho empeño era todo lo que había necesitado el telépata para alcanzarle mientras se mantenía oculto. Pero no era sólo eso. La mente de Dragoslav era… Extrañamente maleable. Aunque no, no era eso exactamente. Podía sentir desde ahí su personalidad, una fuerza de voluntad y unos principios casi inamovibles. No, Drago no era fácil de alterar. Simplemente, estaba guiado por sus emociones… Una virtud que el francés apreciaba especialmente en sus juguetes.

-Dragoslav… No esperaba encontrarte por aquí.-Se puso la cadena al cuello con una sonrisa, permitiendo que el anillo de Cassandra se deslizara por el hueco que dejaban los dos botones desabrochados en su camisa. Perdiéndose en su piel llena de cicatrices.

Su voz era… Distinta. Quizás a primera vista no se notara para una persona normal, pero Dragoslav podía notarlo con perfecta claridad. El acento algo más marcado, el tono ligeramente más grave: Parecía hecho adrede para que su voz, simplemente, fuera agradable al oído de quienquiera que la escuchara. Pero lo que más llamó la atención de Drago fueron sus ojos: Se había encontrado con Gabriel en el pasado, y aunque había sido por muy poco tiempo, no era difícil darse cuenta de que había algo extraño en ellos. Algo… Magnético.

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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime4th Abril 2018, 19:01

No bien se hubo alejado unos pasos pudo comprobar que, efectivamente, no se había equivocado al presuponer que se trataba de un anillo. El pequeño aro metálico resplandecía al comienzo de un oscuro pasillo, y, por alguna razón, él, que era un experto en cuestiones de iluminación, no se planteó que era absolutamente imposible que brillara así en la oscuridad más absoluta, sin una fuente de luz que pudiera reflejar el brillo.

El hecho de que por más que avanzara no consiguiera alcanzar su objetivo, internándose más y más en el pasillo en pos de un objeto que se encontraba cada vez más distante desafiando todas las leyes de la lógica tampoco hizo que le sonaran las alarmas. Era como... si no le fuera posible pensar, como si tuviera la mente embotada, como cuando te encuentras perdido en un sueño. Ni siquiera pensaba ya en Elissa, Ross y los demás; lo único que existía era aquél anillo y la necesidad imperiosa de llegar hasta él.

Esa necesidad fue creciendo poco a poco en su pecho, como una mano de hielo que le iba oprimiendo el corazón en la forma de una angustia creciente cuando finalmente constató lo que, de algún modo, había sospechado desde el principio, por absurdo o ilógico que pudiera parecer. Allí estaba, la resplandeciente gema de piedraluna que se inspiraba en el satélite del cual tomaba su nombre, engarzada sobre un anillo de oro blanco y diamantes. Él la llamaba su "Ángel de la Noche", y aquél anillo venía a representar la unión de la noche y la luz. Se lo había regalado a Cassandra el 18 de febrero, cuando le había pedido que se casara con él... ¿qué estaba haciendo allí?

Por instinto, extendió la mano para cogerlo, pero en lugar del frío aro de oro, sus dedos se toparon con la calidez de otra mano... Inicialmente, la esperanza y el anhelo le hicieron pensar que se trataba de Cassandra, pero de inmediato se dio cuenta de que aquella era una mano masculina. De dedos finos y esbeltos como los suyos, pero inconfundiblemente masculina.

-Dragoslav… No esperaba encontrarte por aquí.

La sorpresa le dejó sin habla, especialmente después de ver cómo el rubio recogía el anillo, enlazado en una cadena de plata, para colgárselo al cuello.

- Tú... tú eres aquél chico... el amigo de Alice -musitó en francés, atónito.

Por más que lo intentó, no logró acordarse de su nombre, pues sólo se habían visto una vez, de manera muy breve, y en aquellos momentos tenía otras mil cuestiones más urgentes bullendo en su cabeza que le impedían pensar en nada más. Cuestiones como:

- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué llevas el anillo de mi prometida? ¿Está ella en el asilo? ¿Está bien?

Después de todo, no era descabellado suponerlo. Para Cassandra, Gotham siempre había sido lo más importante, y le había dejado claro que no pensaba abandonarla. Batman se había marchado a combatir a los demonios cuando había estallado la WWD, pero Cassandra se había quedado en la ciudad, y era lógico suponer que se habría enterado de lo que estaba ocurriendo en el asilo y habría ido para ayudar...

Su mirada, sin pretenderlo, siguió el recorrido que hacía el anillo, perdiéndose en aquél mar de cicatrices. Cicatrices... como las que habían surcado su propio cuerpo hasta que el Extremis le había devuelto la tersura que debería haber tenido su piel si no hubiera llevado la vida que había llevado. ¿Qué le había pasado a aquél chico? ¿También le habían torturado?

Y había algo... algo extraño que no acertó a definir. Respecto al acento no notó nada; no había hablado con Gabriel el tiempo suficiente como para notar el matiz después de tanto tiempo, pero sus ojos... Recordó que ya de por sí le habían resultado llamativos la primera vez que los había visto, pero ahora... ¿Qué... qué estaba ocurriendo...?

- Batwoman... ¿Sabes dónde está? ¿Puedes llevarme con ella? Tenemos... hay que salir de aquí, la situación está...

¿Qué iba a decir? Ya no se acordaba de nada. Elissa, Ross, el tipo de la doble M en el pecho... ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba?

Y lo más importante… ¿por qué no era capaz de apartar la mirada de aquellos ojos?

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Era como mirar su propia fotografía, en negativo. Una versión distorsionada, invertida pero a su vez similar a sí mismo. Cédric no había sido tan consciente de esa realidad hasta que había podido ponerle la mano encima, pero ahora… Lo veía tan claro que le hacía preguntarse cómo es que no se había dado cuenta antes. No era tan alto como Gabriel, siempre menospreciándose, lo había recordado. Pero aún así, le sacaba unos cuantos centímetros… Y varios kilos de puro músculo, para su deleite. Aun en la penumbra del corredor, el ya-no-tan prisionero de Arkham podía apreciar el tono de su piel, besada por el sol; sus rasgos normalmente rectos contraídos por la confusión. Pero no era eso lo que estaba espoleando sus acciones: Ningún cuerpo, por atractivo que fuera, era suficiente para quitarle el sueño. Lo que tenía el líder de los X-Men era algo infinitamente más valioso y tentador. Estaba padeciendo la agonía del deseo, la esperanza envenenada de quienes quieren lo imposible. No iba a encontrar a Cassandra, aunque removiera cielo y tierra para ello. Sería un desperdicio permitir que ese deseo se apagara sin más, y Cédric no iba a consentirlo.

-Exactamente. Me alegro de que te acuerdes de mí, aunque sea un poco.-La memoria es una cosa fantástica. Es tan flexible, pero nos define tanto… Nos dice quiénes somos, o permite que otros nos digan cómo ser. El francés había olvidado una vez quién era, y todavía no se lo había perdonado a los responsables. Aunque la mayoría de ellos ya estuvieran muertos. Pero esa era otra historia: Al fin y al cabo, él no tenía reparos en hacer lo mismo, y a menudo con resultados todavía más cruentos. -El nombre es Cédric, por cierto. Cédric Valjean. -Respondió también en francés, con una sonrisa. Le gustaba el sonido de su lengua materna, y hacía demasiado que no lo oía. Le hacía recordar un tiempo pasado, que en ese momento le parecía muy lejano.

Pero no era momento de ponerse nostálgico. Drago tenía muchas preguntas, y se moría por encontrar respuestas que le dejaran satisfecho. -Tranquilo… Cassandra está bien. O todo lo bien que suele estar.-Hizo una pequeña pausa: Quería hacerle desear que siguiera hablando, quería atormentarle un poco con su silencio. Aunque hubiera dicho que estaba sana y salva, había pocas cosas más preocupantes que un “bien, pero”. Tan sólo quería un poco de sufrimiento, una chispa de esperanza vana. Cuán fue su sorpresa cuando se dio cuenta de que los ojos azules del mutante habían descendido, logrando apartarse de los suyos… Pero tan sólo para vagar por aquel pequeño pedazo de piel desnuda. Nunca le había parecido tan apropiada la frase “salir del fuego y caer en las brasas”. No le incomodaba sentirse observado, aunque eso revelara parte de su historia. De hecho, adoraba tener público, sentirse mirado y admirado de todas las formas posibles. Ver cómo otras personas pensaban en él, pintando su propio cuadro de lo que percibían. Era lo que estaba haciendo Drago, añadiéndole además algún rasgo de su propio retrato… Era una pena que no supiera la razón que tenía.

-He venido aquí para ver y oír lo que está pasando. No puedo decirte mucho más, lo siento.-Cédric eliminó rápidamente la información lógica, y pasó a centrarse en lo que le interesaba. Si quería alejar a Drago de la realidad, lo primero que tenía que hacer era ayudarle a olvidar esa clase de detalles, esos insidiosos retales de sensatez que podían hacerle despertar del sueño en el que pretendía sumirle. Nada podía ser más importante que ver de nuevo a la murcielaguita… Al menos, al principio. -Lo que sí puedo hacer es llevarte con ella. No hay mucho más que podamos hacer aquí... -Ni siquiera había terminado de hablar cuando comenzó a andar por una de las ramificaciones del corredor. Las prisas no se debían precisamente a que el tiempo apremiara: Arkham seguía bajo su control, tanto o más que al principio del “motín”. No corrían peligro alguno entre esas cuatro paredes. No, más bien… Estaba impaciente. Desde el primer recuerdo que había recogido de la mente de Kasumi, Cédric había hecho un juego de su búsqueda. Había estado leyendo a las mujeres que alguna vez lo habían deseado, había estado pensando en mil maneras de explotar su potencial. No quería esperar ni un minuto más de lo necesario.

Los ya de por sí amortiguados sonidos del combate que se desarrollaba a lo lejos terminaron por desaparecer. Como si fueran las dos únicas personas del Asylum, avanzaron por unos pasillos desiertos, libres de la resistencia que había entorpecido el camino de Drago hasta entonces. -Conozco a Cass desde hace un par de meses, más o menos. No sé los detalles, pero… Me contó que quería alejarse de su papel como Batwoman un tiempo. Y dado a que su casa es un nido de murciélagos… Lleva poco menos de un mes viviendo en la mía.-La narración iba tomando forma, al ritmo de los pasos que ambos hombres daban. Si Drago estuviera más atento, probablemente se daría cuenta de que estaban caminando de forma completamente sincronizada. Cédric no lo estaba haciendo adrede, desde luego, pero… Es difícil construir un vínculo telepático sin que se notara, contar algo convincente y buscar la salida a la vez. Cédric no podía hacer todo perfectamente, por mucho que le gustara pensar que así era. -Sea como sea, si eres su prometido y has reconocido este anillo…-Con un leve tirón de la cadena, el francés hizo de nuevo visible la joya. La observó con una sonrisa… ¿triste?, para después dejarla caer de nuevo. -Creo que me puedo imaginar lo que ha pasado. Lo siento mucho… -A estas alturas, no hace falta decir que el francés no lo sentía en absoluto. Ni siquiera estaba seguro de ser capaz de sentir compasión por alguien, en general. Pero no era eso lo que importaba, sino lo que creyera su acompañante. Para él, los ojos del rubio contenían una empatía tal, que daba la sensación de que podía contarle cualquier cosa. Se detuvieron, junto a un ventanal que daba al jardín. El cálido sol de abril se filtraba por la cristalera, atrapando en sus rayos pequeñas motas de polvo que danzaban en el aire ligeramente viciado de esa parte del Asilo. La luz se reflejaba en el cabello dorado de Cédric, subrayando unos rasgos casi angelicales y dotando a su figura de un aura sobrenatural. -Sé que no me incumbe del todo, pero… ¿Cómo lo estás llevando tú? Estoy haciendo lo que puedo para ayudar a Cassandra, pero a veces tengo la sensación de que… No es suficiente.

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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime4th Abril 2018, 19:56

Cédric... sentía que le tenía que sonar, pero no sabía de qué. Estaba desconcertado porque le parecía que de un nombre tan llamativo se habría acordado, pero no le dio más vueltas. Había otros asuntos más urgentes ahora mismo, como el bienestar de Cassandra, que estaba... "tan bien como suele estar". Eso no era precisamente halagüeño, y cualquiera que la conociera lo sabría, pero se contuvo de hacer más preguntas porque la situación estaba totalmente fuera de control en el asilo y no podían permitirse perder más tiempo. Por eso, cuando le dijo que le llevaría junto a ella se apresuró a seguirle, rezando internamente para que no estuviera malherida.

Los sonidos del tiroteo y la lucha se fueron apagando a lo lejos, cosa que le sorprendió. ¿Se dirigían a una zona que ya había sido asegurada por Batwoman? Era la única explicación posible, pero detuvo sus cábalas en cuanto Cédric continuó hablando. Sus palabras fueron penetrando en su mente y, como una corriente de agua procedente de un nevero, le fueron dejando progresivamente helado a medida que su significado iba cobrando forma.

Le conocía desde hacía dos meses... Llevaba viviendo un mes en su casa... que era justo el tiempo que hacía desde que había cortado con él y no conseguía localizarla en ningún sitio... Y llevaba... su... anillo... de...

Sus pasos fueron decelerándose lentamente hasta que terminó por detenerse junto al ventanal iluminado por el sol. El francés seguía hablando, palabras de consuelo que al bosnio le resultaban tan amargas como la ceniza y que ni podía ni quería escuchar. Lo que todo aquello significaba... No... No podía ser...

¿Se conocían desde hacía dos meses? Pero si a principios de febrero Drago había organizado una salida con sus propios amigos para que Cassandra los conociera porque ella siempre insistía mucho en el hecho de que no tenía ninguno y él había querido ayudarla, animarla para que ampliara sus relaciones más allá del círculo de vigilantes en el que siempre se movía. Cassandra nunca le había hablado de Cédric, ¿por qué? Si él siempre se mostraba preocupado e interesado porque hiciera nuevos amigos... ¿por qué no se lo había mencionado? ¿Por qué mantenerlo oculto? Y no debía de ser una amistad superficial en el momento en el que le había elegido a él para refugiarse después de la ruptura. Es más... estaba viviendo en su casa. Y le había regalado su anillo.

Drago sentía como poco a poco se le hacía más difícil pensar con claridad a medida que la furia y los celos se ocupaban de minar su parte racional. Podía decirse que, para ser musulmán, se trataba de una persona muy abierta y tolerante en muchísimos aspectos. Respetaba a las mujeres considerándolas su igual, no era posesivo y apenas tenía prejuicios. A Drago no le importaba que Cassandra tuviera amigos y compañeros ni que se relacionara con otros hombres, pero la fidelidad y la familia eran para él algo sagrado. Para alguien que había tenido que soportar la pérdida de todos sus seres queridos, ser infiel a tu pareja, romper los vínculos de la unión y la confianza depositadas por la otra persona suponían un nivel de traición tan grande que no era concebible. Para él, que había vivido solo toda su vida, poder tener la oportunidad de tener una compañera, alguien con quien compartir vida, esperanzas y sueños de futuro era un regalo maravilloso, algo que habría que estar loco para tirar por la borda por un momento de debilidad o inseguridad. Cassandra era la que le había dejado, no él, y a pesar de no haberle dado ninguna explicación y de no haber querido responder sus llamadas de teléfono o sus correos electrónicos, a pesar de haber recordado en ese justo instante que había amado a Elissa Stavridis en primer lugar, a pesar de todo eso, él había seguido esperando como un perro fiel sostenido por tres esperanzas vanas: que ella nunca había llegado a decirle realmente que habían terminado, que no tenía nada de lo que avergonzarse porque no había hecho nada que justificara tal reacción por su parte, y que tampoco le había devuelto nunca el anillo de pedida. Por tanto, según su esquema (algo anticuado) de valores, seguían prometidos. Y mientras siguieran prometidos seguían perteneciéndose el uno al otro. Y sus sentimientos recién redescubiertos hacia Elissa no importaban porque, para bien o para mal, era con Cassandra con quien se había prometido, y él jamás rompía sus promesas.

Y a pesar de todo, de toda aquella angustiosa espera sumido en la incertidumbre de no saber qué había hecho mal, de su lealtad, fidelidad y confianza ciegas, ahora descubría que Cassandra llevaba todo este tiempo en brazos de otro hombre. Un hombre más joven que él, y de belleza más delicada. Ella le llamaba "Ángel de Luz", pero aquel apodo palidecía al lado de aquél muchacho de apariencia angelical.

Podría haber confiado, pese a todo. Podría haber mantenido la fe. Pero Cédric llevaba su anillo al cuello. Ella le había entregado aquél símbolo de amor eterno a un muchacho al que conocía de hacía tan sólo dos meses. Alguien en quien había confiado para revelarle su identidad secreta (era obvio que Cédric la conocía porque él se había referido a ella como Batwoman y el francés la había llamado por su nombre) y buscar el consuelo que no había buscado en él. No podía ser sólo un amigo. Era imposible. Y Drago se sentía ahora increíblemente traicionado.

Él, que durante años se había mantenido encerrado en una coraza que no había permitido que nada ni nadie traspasara, se veía traicionado por las dos únicas personas a las que había franqueado la entrada. Primero Elissa le había robado el corazón para después forzarle a olvidarla, y ahora Cassandra tomaba su confianza para estrellarla contra el suelo y pisotearla.

- No... -musitó, después de un tiempo que se hizo eterno. Sentía la garganta reseca y la cabeza empezaba a dolerle-. No puede ser...

El rubio le preguntaba que cómo estaba, con un interés que ya no podía discernir si era real o una burla más. No podía soportarlo. Y desde luego no iba a dejarle ver lo mucho que aquella revelación le había destrozado por dentro. No pensaba permitirle disfrutar de su vulnerabilidad. Era demasiado orgulloso como para eso.

-Estoy seguro de que estás haciendo lo imposible por ayudarla -dijo, en un tono más duro y frío del que había pretendido. Su mirada acerada se fijó en él recordando la manera en la que Cassandra había coqueteado con aquél francés que había acudido a ayudarles durante la invasión Badoon, "Decibelio". A él le había ignorado descaradamente cuando se habían reencontrado en el Puente de las Artes, e inicialmente había pensado que era a causa de la tensión de la batalla, pero después al ver cómo se comportaba con el francés había sentido hervir la sangre y se había ido. Cuando se había tranquilizado la había citado en un hotel para hablar con más calma, pero ella no había acudido, y ahora podía imaginarse por qué. Demasiado vívidamente, de hecho. Demasiado.

Drago podía ser dulce, tierno y cariñoso, pero también era un hombre apasionado y de temperamento fuerte, y en aquellos momentos tenía que controlarse para no golpear a Cédric. Él no tenía la culpa. Tendría que haber imaginado que alguien que se enamoraba tan rápido tenía que ser por fuerza una persona voluble. Lo suyo con Elissa había sido mucho más lento, más gradual, más... hermoso. Lo de Cassandra había sido más intenso, pero el fuego que prende rápido se puede extinguir con la misma rapidez. ¿O es que acaso se había creído especial? ¡Qué estupidez, Dragoslav Katich!

- Creo que será mejor que me marche. Seguro que vosotros lo tenéis todo controlado, pero en la otra dirección aún debe de haber personas en peligro. Debería ayudar a contener a los presos hasta que la policía consiga entrar -dijo, empezando a darse la vuelta-. Dale recuerdos a Cassandra de mi parte.

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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime4th Abril 2018, 20:27

No importaba lo mucho que Drago quisiera esconder sus emociones. No había una coraza lo suficientemente gruesa como para que Cédric no pudiera penetrarla, con la intención de recrearse en lo que quiera que hubiera en su interior. Drago podía intentar levantar esa fachada fría e insensible, podía hacer creer al mundo que estaba bien… Pero nunca lograría escapar a su mirada. No podía engañarle a él, esconder el fuego de la violencia que empezaba a arder en el interior de su pecho. Estaba empezando a romperse…. Pero no era suficiente. De hecho, apenas habían empezado a convertir esa envidia en admiración, esa ira en deseo.

-No… No puede ser...- Cédric tuvo que morderse el labio ligeramente para no contestar con un “sí” exultante. Para no delatar hasta qué punto estaba disfrutando de su dolor, que percibía con tanta claridad como si fuera suyo. Ciertamente, quizás se hubiera precipitado un poco al revelarle que sabía dónde estaba Cassandra. Pero no podría haber funcionado mejor. En ese momento, Drago estaba descubriendo que lo había perdido todo, y no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Estaba solo, como lo había estado durante casi toda su vida, y no había nada que pudiera hacer para remediarlo. Había llegado tarde.

… O eso creía en ese momento. Había una mano que todavía podía tomar, alguien que aparecía cuando todos los demás se habían marchado. Alguien que podía ofrecerle todo lo que pudiera desear… Se le hubiera ocurrido ya o no.

Apenas había dado un paso en dirección contraria, cuando Drago notó una mano tensándose con firmeza sobre su hombro, obligándole a girarse. -Puedes dárselos tú mismo. ¿O de verdad crees que Cassandra y yo estábamos aquí por casualidad? Ya sabes cómo es, Dragoslav. Aunque no lo parezca, todo le afecta. Y si crees que lo vuestro, sea lo que sea, la ha dejado indiferente… Te equivocas. -En ese momento, al bosnio le dio la sensación de que Cédric se estaba callando algo. Quizás fue la línea que se formó en sus labios, o quizás fue el hecho de que apartara la mirada para dirigirla hacia la ventana. Hacia la luz. Dejó caer su mano a plomo, tan solo prolongando el contacto un poco más de lo estrictamente necesario. Era extrañamente agradable… Para ser la persona por la que el amor de su vida le había dejado, al menos.

-Han llegado ya… -Era cierto. A través del ventanal, ambos mutantes pudieron ver cómo la policía se desplegaba en torno al edificio, entrando por las ventanas y tratando de forzar las puertas. Las órdenes dadas a voz en grito llegaban hasta allí, amortiguadas por la altura y el muro que los separaba del exterior. A sabiendas de qué se podían encontrar en el Asilo, venían preparados para cualquier cosa… Más incluso de lo normal, ya que sabían que esta vez no podían contar con la ayuda de Batman. El protector habitual de la ciudad se había marchado, dejando a los gothamitas solos con sus propios demonios. Y parecían decididos a enfrentarse a ellos, una vez más. El rubio apoyó una mano en el cristal con gesto pensativo, mirando por unos instantes en la distancia, en dirección a las ambulancias que se acercaban por detrás. -Parece que ahora sí que está todo controlado. Menos mal…-Dejó escapar un suspiro aliviado, como si no hubiera sido el causante de todo ese desastre. Como si realmente fuera así, y la policía no fuera a entrar en realidad dos horas después, cuando ya no quedara mucho que salvar. Mostrando toda la inocencia de la que carecía, se giró para mirar de nuevo a su interlocutor a los ojos. -Ahora, nada te impide irte si es lo que quieres. Pero he venido aquí con ella para tratar de ayudarla, y creo que hablar contigo será mejor que cualquier psicólogo que Arkham pueda ofrecer.

Le estaba ofreciendo la oportunidad de ser feliz otra vez. Ahí estaba la luz al final del túnel que había visto al principio, el despertar de esa pesadilla. Ahí estaba también la falsa sensación de libertad, la ilusión de que, realmente, podía dar media vuelta y volver al mundo de ira y dolor que le abría la verdad que acababa de recibir. Era importante que creyera que aún era libre de hacer lo que quisiera. -Voy a ir a buscarla ahora, le pedí que esperara en un sitio seguro mientras averiguaba qué estaba pasando. Si quieres, puedes venir conmigo. Y si no… Me alegro de haberte vuelto a ver. Nunca está de más encontrar una cara conocida cuando todo a tu alrededor se va a la mierda.

Y, diciendo esto, Cédric comenzó a caminar, dejando a Drago a su espalda. Unos pasos más allá, se detuvo frente a una puerta cerrada. Construida en metal blindado y cubierta parcialmente de polvo, parecía que nadie la había tocado en años… Si no fuera por las evidentes manchas de color marrón que la adornaban, y que difícilmente se debían al óxido. El francés también pareció darse cuenta de que estaban concentradas en el suelo y el picaporte; y Drago pudo comprobar cómo su expresión cambiaba a peor. Sus sospechas se confirmaron cuando tocó la mancha con un dedo: Era sangre, aún fresca.

-Merde.-Con un solo movimiento fluido, se quitó la cadena con el anillo, se agachó, y la lanzó a través de la amplia rendija que había bajo la puerta. Un murmullo inintelegible siguió al sonido del metal rodando por el suelo. Y, tras unos segundos que se hicieron interminables, la puerta se abrió hacia fuera… Dejando caer al suelo el cuerpo inerte de un hombre, uno de los prisioneros, sosteniendo un muñeco vestido de traje. El hombre estaba inconsciente, pero vivo. Sin embargo, Cédric no se molestó en comprobar su estado. Con paso rápido, sorteó el cuerpo y se adentró en aquel lugar que debería haber sido un refugio seguro para Cassandra.

Eclipse lo siguió. Y quizás desearía no haberlo hecho, una vez puso un pie en lo que antiguamente había sido una de las salas de aislamiento y observación. Ese día, esa habitación parecía más bien una morgue. Las paredes, hasta ese momento del color blanco propio de las áreas médicas de Arkham, estaban teñidas de rojo. Aquí y allá había desperdigados varios cuerpos (y partes de cuerpos), todos ellos reclusos ataviados con el mono naranja de Arkham. Ninguno se movía, aunque varias respiraciones acompañaron al chapoteo que los pasos de los dos hombres provocaban al pisar los charcos de sangre y agua. Disparos en la pared, muebles volcados, una tubería rota. Definitivamente, la lucha había sido tan cruenta o más allí que en otras partes del asilo. -No lo entiendo… Es imposible que hayan podido entrar, a menos que… -La mirada de Cédric se fijó sobre una figura inconsciente, apoyada en un rincón justo debajo de un interruptor igual de manchado que las paredes. Uno de sus brazos estaba cubierto por una escayola agrietada; y su ropa estaba desgarrada por varias partes, revelando los cortes y heridas que había al otro lado. Su cabello de color azabache estaba revuelto, y ensombrecía los dos arañazos solitarios que goteaban sangre en su cara.

Esa mujer… Era Cassandra.

Cédric soltó al menos media docena de tacos en francés, susurrándolos en rápida sucesión mientras se acercaba a la mujer. No era difícil imaginar qué había pasado ahí: Cassandra debía de haber abierto la puerta, permitiéndoles la entrada antes de que ellos llegaran. La pregunta era, más bien… ¿Por qué demonios iba a hacer eso, teniendo un brazo roto? Y de hecho, ¿cómo se había lesionado en primer lugar? El telépata le tomó el pulso, apoyando dos dedos sobre su yugular. -Está estable… Pero hay que sacarla de aquí, y rápido.-Le estaba pidiendo ayuda indirectamente, y no parecía hacerle más gracia de la que se la hacía a Drago. Nunca le había gustado depender de nadie en el sentido estricto de la palabra, sin poner sus propias condiciones. Afortunadamente, el único que no tenía elección en ese momento era Drago. Al fin y al cabo… Él era el único de los presentes al que realmente le importaba si Cassandra vivía o moría. A diferencia de su padre, Cédric no dudaba a la hora de destruir sus propias creaciones, y Kasumi nunca había significado gran cosa para él. Desde el primer día, había sido poco más que una muñeca rota. Y lo seguiría siendo cuando, finalmente, se cansara de ella.

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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime10th Abril 2018, 12:04

Al principio no comprendió las palabras del francés. Parecía implicitar que estaban allí por él, pero la decisión de trasladarse aquél día al apartamento de Gotham para recoger sus cosas la había tomado aquella misma mañana, sobre la marcha. No había sido algo premeditado; ¿cómo podían saber que estaría allí? Si aún estuviera en el Valle del Lobo o en su semisótano de Nueva York habría sido absolutamente imposible que hubiera conseguido llegar a tiempo. ¿O es que Cassandra había instalado cámaras de vigilancia en el piso sin avisarle? Siendo quien era, y teniendo como mentor a quien tenía no sonaba del todo descabellado, pero le molestaba que no le hubiera hecho partícipe de ello. Se suponía que iban a ir a vivir juntos allí, tenía tanto derecho como ella a estar al tanto de ese tipo de cuestiones.

Curiosamente, el contacto de la mano de Cédric sobre su hombro actuó como una especie de bálsamo para mitigar su indignación creciente ante el hecho de saberse espiado por la persona a la que había entregado su confianza. Por su cultura, el concepto de espacio personal de Drago no era muy amplio, pero durante años se había mantenido apartado y recluido de los demás, y eso incluía el contacto físico, por lo que no estaba acostumbrado a que le tocaran sin su consentimiento, y menos siendo alguien a quien apenas conocía y a quien no tenía motivos precisamente para apreciar, pero, a pesar de todo, le resultó... relajante, y grato. Empezaba a entender que Cassandra se hubiera enamorado de él. Había algo en aquél muchacho que resultaba atrayente y magnético. Quizá era lo que Cassandra necesitaba para ser feliz. Quizá Cédric pudiese darle una vida más luminosa y alejada de las sombras que a él siempre le acompañaban. Éste pensamiento le entristeció, pero a la vez, le suponía un cierto consuelo que le llevó a pensar en Elissa y en sus grandes ojos azules que le miraban afligidos. ¿Merecía ella también algo mejor? ¿Alguien que no le supusiera tantos problemas?

Se dio cuenta de que éstos eran exactamente la clase de pensamientos que le habían llevado a abandonar a Nadine tantos años atrás, y recordó las palabras de Lobo cuando le había dicho que pasara lo que pasara, se trataba de una decisión que él no tenía derecho a tomar por ellas. De lo contrario, estaría actuando exactamente igual que como lo había hecho Elissa. Sí, tenía que hablar con la psicóloga cuando todo aquello hubiera pasado, averiguar en qué punto de su relación estaban y aclarar lo que hubiera que aclarar de cara al futuro. Una parte de él aún albergaba la esperanza de amar y ser correspondido, pero era ahora considerablemente más pequeña que cuando se había permitido acariciar la idea de un futuro junto a Cassandra. Y una vez más regresaban las dudas; ¿podía alguien como él ser feliz? ¿Lo merecía siquiera, después de todo lo que había hecho?

- Han llegado ya...

Las palabras del rubio le devolvieron a un presente en el que la policía había conseguido en apariencia controlar la situación, y habían traído ambulancias... Una profunda sensación de alivio se instauró en su pecho, sobretodo al pensar en Elissa. Tenía muchas ganas de verla, de hablar con ella...

Claro que fue real -le había dicho hacía tan sólo unos minutos- Cada segundo fue real para mí. Pero después... dudé de ti. Pensé que te había inducido aquellos sentimientos. Que no sólo me había aprovechado de nuestro vínculo terapéutico, sino que te había influenciado con mi poder. ¿Cómo ibas a sentir lo mismo que yo...? ¿Cómo ibas a... quererme...?

La esperanza y la súplica muda que se traslucía de aquellas palabras había llenado todo su mundo en un instante. No había llegado a decirlo de manera clara, con las palabras exactas, pero el corazón no necesita de las engorrosas fórmulas y convenciones sociales para hacerse entender. Ella le amaba, y ese convencimiento era como un rayo de luz en medio de la oscura noche que se había instaurado en su alma.

Pero algo en las palabras del mutante le impidieron moverse: "Ahora, nada te impide irte si es lo que quieres. Pero he venido aquí con ella para tratar de ayudarla, y creo que hablar contigo será mejor que cualquier psicólogo que Arkham pueda ofrecer".

Cassandra estaba mal. Drago era muy consciente del modo en que la muchacha podía dejarse arrastrar por sus demonios personales hasta acabar devorada por la oscuridad que anidaba dentro de ella. Lo sabía, lo había visto, y había hecho cuanto estaba en su mano por ayudarla, por enseñarle la luz. Él podía comprenderla mejor que cualquier otro porque él mismo había vivido durante años asediado por esos mismos demonios, y la oscuridad formaba una parte indisoluble de su ser. Era posible que Cédric no fuese capaz de brindarle la ayuda que ella necesitaba si el descenso había sido demasiado profundo. ¿Cómo podía él negarse a proporcionársela? Aunque la asiática hubiera dejado de amarle, aunque le hubiera traicionado y le hubiera abandonado por otro, durante unos meses, raros y valiosos, lo habían sido todo el uno para el otro, y habían sido sin duda los mejores y más felices meses de su vida... Ella le había salvado de las sombras que le consumían; No podía darle la espalda ahora, en su momento de necesidad, y estaba seguro de que si Elissa estuviera allí en aquél instante le habría dicho lo mismo. Además, en realidad no le hacía gracia la idea de irse sin más. La relación que habían mantenido la vigilante y él se merecía como mínimo una explicación, un cierre. Las heridas que permanecían abiertas y no se trataban corrían el riesgo de infectarse y gangrenarse, y sería muy triste que algo que había sido tan bonito terminara de esa manera.

Así, cuando Cédric se alejó por el pasillo, fue tras él, como Alicia siguiendo al conejo blanco a través de la madriguera sin sospechar que el mundo en el que iba a acabar no tendría nada que ver con las maravillas del cuento...

La sangre fue la primera y escalofriante señal de que algo iba mal. Acto seguido, el mutante arrojó la cadena con el anillo por la abertura que había bajo la puerta, en un movimiento que Drago inicialmente no comprendió, pero que después pensó que debía de servir como una especie de señal o código entre ellos para que la heroína supiera que se trataba de él. Y, en efecto, la puerta se abrió para dejar caer el cuerpo del conocido criminal a quien Drago creyó reconocer como Scarface, de los tiempos en los que había trabajado en conjunto con Cassandra y Batman. Cédric se adentró en la sala ignorando el cuerpo y el moreno hizo lo mismo, consciente de que el asesinato no figuraba entre los hábitos de la Batfamilia.

Y, al fin, se encontró en una retorcida y macabra versión del País de las Maravillas donde, en lugar de un idílico jardín de ensueño le rodeaban cadáveres, sangre y muerte. El chapoteo de sus botas, que rápidamente se tiñeron de rojo, le trajo recuerdos desagradables de la guerra, y, sin poderlo evitar, se retrotrajo a los fusilamientos masivos de Srebrenica. Su dilatada experiencia como militar y cazarrecompensas hacía que estuviera familiarizado con la muerte, pero el olor de la sangre y los cadáveres en espacios cerrados siempre le hacía recordar cuando le habían enterrado vivo junto a su madre muerta. Y, como siempre, sintió que le faltaba el aire y le inundaban las náuseas junto con una entumecedora e incapacitante sensación de pánico irracional.

El mundo empezó a dar vueltas a su alrededor. No escuchó las siguientes palabras de Cédric, pero sí que distinguió a Cassandra, desamparada y sola en medio de aquella pesadilla. Se obligó a recordar las sesiones de terapia con Elissa, junto a los mecanismos de autocontrol que ella le había enseñado. No podía permitirse caer ahora. Debía mantenerse entero, por Cassandra. Parecía malherida y en muy mal estado. Tenía que ser fuerte por los dos.

No fue difícil que Cédric la alcanzase primero mientras él luchaba por recomponerse, pero cuando le pidió ayuda, reaccionó en el acto. No habló, las náuseas eran aún demasiado fuertes y apenas podía respirar sintiendo como el olor metálico y acre de la sangre se colaba en sus fosas nasales hasta sus pulmones, pero asintió y avanzó hasta la pared más alejada de ellos que, a su vez, comunicaba con el exterior. Les indicó con un gesto que se mantuvieran apartados y lanzó una descarga de energía lumínica que hizo que el muro reventara en mil pedazos, revelando el exterior. La sensación de alivio cuando la brisa fresca irrumpió en la habitación liberando el aire viciado fue casi palpable para él. Caminó hasta el borde del agujero que acababa de abrir y se apoyó en el borde, tomando una amplia bocanada de aquél aire limpio y fresco. Después, más calmado, le hizo una seña a Cédric para que se acercara con Cassandra y sacó el rollo de cuerda que aún llevaba en la cintura.

- Encuentra un pilar o algo estable donde atar el extremo -le indicó, comenzando a pasar el otro cabo por debajo de las axilas de la mujer-. Yo aseguraré a Cassandra y la bajaremos.

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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime17th Abril 2018, 00:16

Elissa… Seguía en su cabeza. Cambiando las cosas, interfiriendo desde dentro aunque ya hubieran conseguido perderla de vista. Tenía su gracia que ella se escandalizara de las cosas que hacía Cédric, que le desagradara tanto su manera de jugar con las personas. Ella hacía exactamente lo mismo, con el agravante de que, además, apreciaba realmente a algunas de las personas a las que alteraba. Y después pasaba lo que pasaba, por supuesto. Memorias dolorosas que salían en el peor momento, aguijonazos de culpabilidad repentinos…

Menuda chapuza.

Pero, por muy mal que se le diera a Elissa lidiar consigo misma y con sus poderes, había acabado por dejar una huella en la mente de Drago. En un principio, había creído que no tenía de qué preocuparse. Al fin y al cabo, la psicóloga estaba convencida de que su historia con Eclipse no iba a ningún sitio ya. Había metido la pata de una forma espectacular, lo había empeorado todavía más al intentar arreglarlo… Y lo mejor de todo era que el susodicho se había dado cuenta, lo que había llevado al consiguiente ataque de rabia telefónica. Esa escena le había gustado especialmente, tenía que admitir. Le gustaba el Drago enfadado. Pero ahí había quedado todo, punto y final. O al menos, hasta que el propio mutante había decidido recapacitar e ir a salvar el día. Y la relación, probablemente, si no se lo hubiera llevado antes. Porque Cédric había tenido acceso únicamente a los pensamientos de la griega, y no había contado con la remota posibilidad de que realmente pudiera alejar a su juguete de él. De que, en el fondo, Drago siguiera enamorado de ella.

Tendría que tomar cartas en el asunto, se dijo. Normalmente no le importaba compartir con otros, pero siempre en sus propias condiciones… Y, obviamente, Elissa no las cumplía. Si permitía que le dijera a Drago lo que había visto y oído, tendría que ser todavía más brusco con él para doblegar su mente, arriesgándose a dejarlo inservible en el proceso. Era mucho más fácil eliminarla, como pensaba hacer con Cassandra cuando llegara el momento. No podía esperar a acabar con su sufrimiento, por extraño que sonara viniendo de él. Pero no podía adelantarse, por mucho que le corroyera la impaciencia. Estaba en medio de algo muy delicado, y no podía distraerse.

Lo primero era lo primero: Hacerle olvidar a Elissa, al menos de momento. ¿Y qué mejor para ahogar un recuerdo que un baño de sangre? Algo que le impactara, que afectara directamente a la parte más irracional de su mente… Por experiencia, Cédric sabía que una persona en shock es mucho más sencilla de manejar. Y si además lograba que perdiera el conocimiento, podría ponerse en una posición mucho más cómoda respecto a él, ayudándole en un momento de debilidad. Ese era el propósito último de llevarlo a esa habitación: Abrumarlo, mostrarle su propia fragilidad… Hasta qué punto necesitaba otra persona a su lado.

Así que, cuando empezó a sentir los primeros signos de mareo a su espalda, no pudo hacer menos que sonreír con regocijo. Los hilos de su mente se adentraron un poco más, aprovechando las grietas. Disparos que resonaban a través de los años, el olor dulzón y asfixiante de la muerte… El telépata se mordió el labio al retirarse de Batwoman, conteniendo un suspiro de algo extrañamente similar a la felicidad. No podía dejar que su acompañante se diera cuenta de hasta qué punto disfrutaba su sufrimiento, pero, por suerte, no estaba en condiciones de notar nada.

”-Tranquilo… Presta atención al ritmo de tu respiración. Escúchate a tí mismo.”

”-Oh, venga ya.”-¿En serio? ¿Elissa otra vez? Nunca le había caído particularmente mal, durante las horas de terapia que habían convertido. Había sido un entretenimiento decente, alguien con quien conversar… Y nada más. Pero si eso continuaba así, acabaría por odiarla. Casi podía oír cómo las miles de piezas que componían a Drago dejaban de temblar, recuperando un mínimo de equilibrio para no desmoronarse. Mmm… Quizás lo hubiera subestimado, pensó mientras observaba cómo su cuerpo reaccionaba a su “petición”. Moviéndose como un autómata, alimentado nada más que por su resolución, se alejó… Y disparó.

”-… Sí. Totalmente subestimado.”-Conocer a alguien a través de los ojos de sus parejas tenía ese pequeño inconveniente, suponía, y es que solamente tenían en cuenta una potencia de fuego, y no era esa. Peor todavía, tendían a centrarse en las vulnerabilidades que pretendían subsanar, y no en el total. Había heredado de ellas una imagen dulcificada, distorsionada. Hasta ese momento, sólo había visto al hombre que Cassandra y Elissa amaban, y no la persona de carne y hueso. Pero, por supuesto, eso no era suficiente para nublar su juicio…

...¿No?

Fuera como fuera, Cédric no le dedicó más que un pensamiento pasajero. Respiró hondo, y tomó a la ex-heroína en brazos. La cabeza de la mujer acabó refugiándose en la curva de su clavícula, y él mismo se aseguró de que el brazo escayolado quedaba apoyado en el regazo de Cassandra. -Voy. Tendremos que asegurarnos de que nadie nos vea...-Musitó, dejándola al cuidado del hombre más mayor y cambiándola por uno de los cabos de la soga. Al ver su expresión confusa, frunció el ceño ligeramente con incredulidad. Y, antes de decir nada, echó un vistazo rápido a su memoria. Veamos, últimos días… Prácticamente aislado. Perfecto. -¿No lo has visto en las noticias? Llevan un tiempo hablando del nuevo vigilante en Gotham… Aunque nadie tiene muy claro si es realmente un héroe. Creo que no lo sabe ni ella...-Sus ojos descendieron hacia la figura inerte de la mujer, antes de volver al nudo que estaba haciendo en torno a un pilar. -La cuestión es que empezó a salir por su cuenta, por las noches. Decía que hacer patrulla la relajaría. Siempre hay alguien a quien detener en Gotham y lleva años siendo una heroína, así que no me pareció tan raro… Hasta que un día volvió con un brazo roto. Como te decía, está… Afectada. Y eso, parece ser, la ha empujado a ser más violenta… Y más imprudente. Se está dejando llevar. De hecho, estoy bastante convencido de que es ella la que ha hecho todo esto.-Drago podría jurar que le estaba costando hablar de eso. Como si no estuviera usándola para sus propios fines. Acabó de atar el nudo con un último tirón, y se dirigió a la apertura para mirar abajo, valorando la caída. -Por más que he hablado con ella, no consigo convencerla de que pare, y creo que una detención no mejorará las cosas.

Le empezaba a doler la cabeza, así que sacó un cigarro y lo encendió, a sabiendas de que tan sólo mitigaría un poco la molestia. No tenía nada mejor a mano, tendría que conformarse. -Mi coche está en esa dirección. Si llegamos allí sin que nos vean, podremos llevarla al piso. No creo que se haya hecho nada que no se pueda arreglar allí.-Cuando acabó, se giró hacia su acompañante. Le estaba ofreciendo un propósito. La oportunidad de ser un héroe, de tener clara su misión y poder cumplirla, sabiendo que hacía lo correcto. Si quería volver a la vida que tenía antes, rescatar a Cassandra y recuperar el tiempo perdido… -¿Vamos?

… Solo tenía que decir que sí.

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MensajeTema: Re: Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019]   Assault on Arkham (Privado Drago-Cedric) [10-04-2019] Icon_minitime24th Abril 2018, 19:00

¿Era Drago una mala persona por sentir celos por la manera en la que la cabeza de ella se refugiaba en el pecho de él a pesar de estar malherida y de la situación en la que se encontraban? ¿Era mala persona por desear durante un brevísimo instante ser el que llevara a la heroína en brazos en lugar de Cédric a pesar de su reciente reencuentro con Elissa y de haberle confesado el amor que aún sentía por ella?

No, no creía que nadie pudiera pensarlo. No cuando la ruptura con Cassandra había sido como arrancar de cuajo una astilla de una herida sin dar lugar a que dejara de sangrar. No cuando el descubrimiento de la existencia de Cédric era tan reciente y no cuando Elissa había ocultado el amor que sentía por ella obligándole a amar a dos mujeres al mismo tiempo sin él saberlo.

Estaba enamorado de Lissa antes de empezar a salir con Cassandra, y ahora que le habían devuelto los recuerdos no era tan sencillo olvidar a la que había estado a punto de ser su esposa. Ojalá fuera tan simple dejar de amar como apretar un interruptor. La vida sería sin duda mucho más fácil.

Escuchó las nuevas que le contaba Cédric mientras pasaba el cabo por debajo de los brazos de Cassandra y aseguraba el nudo de manera que quedara seguro pero no le hiciera daño. Lo que le estaba contando no le sorprendía, sabía de sobras cómo era Cassandra y los comportamientos que el francés le describía le casaban bastante con ella. Lo que no estaba seguro de comprender eran los motivos que habían podido conducirla a una caída como aquella. Es decir... él no la había dejado, había sido ella la que le había dejado a él. ¿Por qué estaba tan afectada? No había sido él quien la había empujado a la cama de su nuevo amante, eso seguro. Demonios... Tenía que hablar muy seriamente con ella y averiguar los motivos que se ocultaban detrás de aquél patrón errático y violento de conducta.

Lo que tenía claro era que no pensaba volver con ella. Cassandra se había comportado de manera sumamente egoísta; le había abandonado sin darle ninguna explicación y sin que en aparencia le importara cómo se encontraba él, no había respondido a sus llamadas de teléfono ni a sus e-mails ni se había presentado a la cita que le propuso para solucionar sus problemas. Se había estado acostando con otro hombre pero no le había devuelto a él el anillo de compromiso, haciéndole albergar esperanzas vanas durante todo aquél tiempo. Enterarse de lo que había pasado de labios de Cédric había supuesto un dolor momentáneo muy intenso, pero ahora que sabía la verdad, Drago sabía que lo acabaría superando. El silencio al que le había sometido ella, en cambio, había supuesto una tortura mucho más cruel.

No, no pensaba volver con ella. En la vida uno debe estar dispuesto a aceptar las consecuencias de sus actos. Y, mientras que las acciones de Cassandra habían estado impulsadas por motivos aparentemente egoístas, las de Elissa habían sido por una motivación completamente diferente. Se preocupaba por él, le amaba. Había tenido miedo de haberle influido sin pretenderlo utilizando su poder y había querido ahorrarle el dolor del recuerdo recién desenterrado de su infancia. Había estado equivocada, pero sus intenciones habían sido buenas y desprendidas. A diferencia de Cassandra, que sólo había mirado por ella misma, Elissa había hecho lo que había hecho pensando únicamente en su bien. Había estado dispuesta a renunciar a él, a permitir que la olvidara, a cambio de hacer lo que consideró que era moralmente lo más correcto.

Pero a pesar de todo no podía abandonar a Cassandra en aquél estado de aparente enajenación mental en el que se encontraba, y menos después de saber que ella había tenido algo que ver con lo que se había organizado allí. Tenía que llegar al fondo de aquél asunto.

- Eso no es problema -dijo mientras empezaba a descolgar a la mujer por el boquete del muro-. Puedo utilizar mis poderes para evitar que nos vean. Controlo la refracción de la luz y puedo hacer que se doble a nuestro alrededor haciéndonos invisibles -le explicó de manera sucinta.

No le costó apenas nada descolgar a Cassandra hasta el suelo, dejándola caer poco a poco y con delicadeza. Después ofreció a Cédric la posibilidad de descenderle de igual modo antes de bajar en último lugar. Para él, el descenso supuso un juego de niños, no sólo por su entrenamiento militar sino porque la escalada se contaba entre sus aficiones, y cuando te encuentras en un entorno salvaje lo raro era encontrarte superficies que fueran completamente verticales.

Una vez abajo, cortó la cuerda que sujetaba a Cassandra con un pequeño láser que surgió de su dedo y la cargó en brazos hasta donde Cédric le indicó que se encontraba su coche, asegurándola con el cinturón y sentándose a su lado.

- ¿Tienes algún instrumento musical en tu piso? La música solía ser una buena manera de llegar hasta ella -le informó mientras se aseguraba él mismo-. Arranca cuando quieras, nadie nos verá salir.

Mientras el francés ponía en marcha el vehículo sacó su teléfono móvil para teclear un breve mensaje a Elissa:

"Estoy con Cassandra y su novio. Ella está muy malherida, voy a asegurarme de que llegan a salvo a su piso y te llamo. Un beso".

Que supiera que había conseguido salir y se encontraba bien era lo menos que podía hacer después de lo preocupada que la había dejado. No querría que pensara que le había pasado algo...

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