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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
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El Edgewater era uno de los hoteles más lujosos y famosos de Seattle, llamado así porque era el único que había sido edificado encima del agua, en la Central Waterfront de Elliott Bay shore, y, de entre todas las cosas que Dinah y Aidan parecían tener en común, casi resultaba apropiado encontrarse allí considerando que el nombre original del hotel cuando se había construido en 1962 había sido Camelot.
Aquél era el hotel en el que solían alojarse las grandes estrellas de la música cuando acudían a la ciudad, y entre sus ilustres huéspedes cabía contar a Los Beattles, Led Zeppelin, the Rolling Stones, Frank Zappa, Kurt Cobain, Black Sabbath, y ahora también Deamhan.
La suite en la que el cantante acogió a la florista podría haber pasado perfectamente por un apartamento pequeño de no ser por la ausencia de cocina, pues nada en la decoración podría haber inducido a sospechar que se trataba de un hotel.
Nada más entrar, llegabas a una habitación en elegantes y sofisticados tonos de gris marengo con un escritorio que parecía sacado de una oficina antigua, con silla metálica y pisapapeles con forma de calavera de cristal, y un sofá de piel en forma de L con un maletín antiguo haciendo las veces de mesita baja. Junto a la puerta había una estantería de madera con un reproductor de discos de vinilo, y toda la pared frontal era una cristalera enorme que daba a una terraza con vistas al mar. Frente al sofá había una chimenea incrustada en una pared gris oscuro en la que resaltaba una calavera con dos tibias cruzadas pintada en blanco, y al lado se encontraba un mural con todas las portadas de los discos de Pearl Jam, creando una explosión de color por el contraste con el resto de la suite. La cama, situada en la habitación al otro extremo, había sido escogida en tonos cálidos, contrastando a su vez con los tonos y materiales fríos de la decoración. Había una guitarra apoyada en la esquina de la pared que daba al dormitorio, y, sobre la mesa del escritorio, una botella de whiskey con dos vasos.
- Hay otros tipos de alcohol en el mini bar, por si no te gusta el whiskey -dijo Aidan señalando hacia el mueble donde se encontraba el tocadiscos-. También hay zumos para Lian.
Encima de la mesa maletín había un trozo de yeso donde se veía grabado el contorno de la manita de un bebé. Al lado estaba la caja que Aidan había comprado en la tienda de Dinah. Ya había hecho la mayor parte del trabajo, dándole al yeso forma de corazón, pero ahora quedaba la parte más cansada, la de ir limando con cuidado hasta conseguir que la pieza encajase en la caja, bastante más pequeña, y que lo hiciese de tal manera que quedase sujeta, ocupando por completo la base, sin huecos. También había un taladro con una pequeña broca para metal, como Dinah le había pedido.
- Mucho me temo que aquí no hay muchos juguetes para la pequeña, así que espero que te hayas traído algo para que no se nos aburra. Si no, creo que el hotel tiene servicio de animación infantil. Puedo llamar a recepción para preguntar los detalles si te parece bien. Por lo demás... ésta es la Suite Pearl Jam, y, como era de esperar, los únicos vinilos que tienen son de Pearl Jam -dijo, enseñándole los discos que había junto al tocadiscos-. Y, dado que éste es el único reproductor de música que tienen en la habitación... Espero que te guste Pearl Jam -finalizó con una sonrisa.
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Dinah Lance DC Universe
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Tenía que confesarlo: siempre había soñado con ver aquel hotel por dentro. Era una de las leyendas del rock en Seattle; el típico lugar donde establecías el campamento base con tus amigas y esperabas durante horas a que un famoso cruzara la puerta. Yo lo había hecho montones de veces cuando era adolescente, en mi Seattle natal. Me parecía surrealista estar cruzando aquellas puertas sin subterfugio ninguno: tan sencillo como “hola, soy Dinah Lance, me esperan en la suite”.
Si al recepcionista le pareció extraño que viniera acompañada de un bebé, lo disimuló bien. Asintió con la cabeza, como si ya supiera quiénes éramos y nos estuvieran esperando. Cogió el teléfono y tuvo un breve intercambio con el que supuse que era Aidan. Tras avisar de nuestra llegada, se volvió hacia nosotras y nos indicó el piso y la puerta.
Refugiada en mis brazos, Lian miraba el vestíbulo con infinita fascinación. No la culpaba. Yo sentía algo parecido, aunque por razones distintas. Aquel suelo lo habían pisado Ozzy Osborne, Mick Jagger, John Lennon… Y el hombre a quien íbamos a ver sería recordado como otra de esas estrellas; Lian podría contárselo a sus amigas cuando fuera mayor. Quiero decir, ir a visitar a un famoso siempre tiene algo de especial, aunque te codees con Superman y Green Lantern todos los días.
Aidan nos abrió la puerta y lo saludé con una sonrisa, mientras Lian rompía a parlotear alegremente. La habitación - a ratos costaba recordar que lo era - era increíble, y estaba equipada con toda clase de cosas. Ser miembro de la Liga de la Justicia te permitía disfrutar de un lujo parecido en algunas ocasiones, pero en el fondo yo seguía siendo una chica de barrio. Todo aquello se me hacía… enorme.
- Whiskey está bien, gracias. - respondí a la oferta de Aidan. - ¿Quieres un zumo, Lian?- la dejé con cuidado en el suelo. Tenía mi permiso para gatear y andar por la habitación, pero no iba a quitarle el ojo de encima. - He traído algunas cosas - añadí, metiendo la mano con cuidado en el bolsillo con cremallera de mi cazadora de cuero.
Saqué una cuerda de arco, gastada por el uso; y una punta de flecha. Ambas tenían su historia, y ambas las había desenganchado yo misma la noche anterior de sus respectivos arco y mástil, cortándome y pinchándome varias veces en los dedos por culpa de intentar hacer algo tan complicado entre lágrimas. En aquel momento, sin embargo, estaba ya sobria, y sólo sentí una punzada virtual en el pecho al mostrárselas a Aidan y depositarlas junto a su propio tesoro. Sonreí un poco al ver el taladro. El irlandés había cumplido su palabra.
- Está quedando genial - dije, contemplando el trabajo que había hecho con el yeso - Lian, deja la guitarra - añadí, acercándome a la pequeña para evitar que se hiciera daño o rompiera el instrumento. - Mira lo que te he traído… Créeme, se entretiene sola - aproveché para responder a Aidan, mientras rebuscaba en otro de mis bolsillos y sacaba una de las muñecas favoritas de Lian, doblada sobre su cuerpo articulable en una suerte de contorsionismo. La devolví a una posición medianamente humana y se la di a la pequeña, que la recibió con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Papá? - me preguntó inesperadamente, y mi expresión se ensombreció.
- Iremos a buscarlo luego - le prometí, en voz baja.
Lian pareció darse por satisfecha y se sentó en el suelo, con la muñeca sobre las rodillas.
- ¿Bromeas? Me encanta Pearl Jam - dije, devolviendo mi atención a Aidan. Me acerqué a él para mirar los vinilos, y elegí el que contenía mi canción favorita, Alive. - Aunque viendo tu trabajo me ha venido a la cabeza Heart Shaped Box, de Nirvana. - confesé, mientras colocaba la aguja del tocadiscos en su sitio.
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Aidan Doyle Marvel Universe
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Ficha de Personaje Alias: Wraith Nombre real: Aidan Doyle Universo: Marvel
Cuando aceptó su oferta, Aidan cogió la botella y llenó los dos vasos, ofreciéndole uno a ella y bebiéndose casi la mitad del suyo de un tirón. Estaba muy, muy nervioso, y el hecho de que hacía menos de una semana su vida hubiera dependido del capricho de toda una congregación de monstruos, demonios y deidades maléficas que hasta ese momento ni siquiera imaginaba que podrían llegar a existir y que se lo habían disputado como si se tratara de un trozo de carne era lo de menos, porque después las cosas no habían hecho más que empeorar. El mismísimo Loki (sí, sí, ese Loki) le había persuadido para componer una canción con el objetivo de entretener a una diosa (¡Kali nada menos!), y justo después los Señores Demoníacos le habían enviado junto con Gob al servicio de Belial a Metrópolis. Lo que había ocurrido después… lo que había ocurrido después no podría olvidarlo jamás.
Dedos temblorosos hurgaron en el bolsillo de su chaqueta a la búsqueda del paquete de tabaco, pero un tirón en la pierna de sus pantalones le hizo mirar para abajo, encontrándose de lleno con los enormes ojos de Lian, que le miraban llenos de curiosidad. Recriminándose mentalmente devolvió el paquete a su sitio sin que hubiera llegado a terminar de sacarlo. Nunca se debía fumar delante de un niño pequeño, lo sabía de sobra. Él mismo había abandonado el tabaco cuando Muriel se había quedado embarazada, pero tras la muerte de ambos había vuelto a retomar aquél desagradable hábito para no perder la cabeza. Fumar tranquilizaba sus nervios casi tanto como el alcohol.
- Lo siento -le dijo a Dinah en tono de disculpa-. He tenido una mala semana que... se me junta con el mal mes general que llevaba de antes -se le escapó una sonrisa al darse cuenta de cómo sonaba-. Debes estar pensando que estoy como un jodido cencerro. He estado trabajando mucho ésta última semana y he dormido poco -se excusó. El miedo y la presión no ayudaban tampoco-. Por favor, siéntate -indicó señalando el sofá antes de tomar asiento él también.
La florista sacó una cuerda confeccionada con algún tipo de material sintético que a primera vista no reconoció, con unas lazadas en los extremos que aparentemente servían para sujetarla a algo... Cuando sacó la punta de flecha, todo cobró sentido.
- Oh, vaya...
Recordó el nombre de la floristería: Sherwood. A Aidan siempre le habían gustado los cuentos y las leyendas. En ese sentido había leído mucho, y, por supuesto, conocía la historia del famoso benefactor de Nottingham. Inicialmente le había sorprendido el nombre, que parecía tan fuera de lugar en una gran ciudad moderna e industrializada como Seattle, más propio de alguna tiendecita de pueblo como los que podías encontrar entre los bosques de Irlanda. Siendo como era tan aficionado a las leyendas, había llamado su atención y era lo que le había hecho mirar el escaparate en primer lugar. Si el ser querido que ella había perdido era arquero, ya fuese de manera profesional o por afición, explicaría bastantes cosas.
- Entonces él era... ¿arquero olímpico? -preguntó, algo inseguro sobre si debía o no tocar un tema que debía resultar obviamente doloroso para la mujer-. No hace falta que respondas si no quieres...
- Lian, deja la guitarra -la advertencia le hizo mirar hacia atrás, por encima del respaldo del sofá, hacia donde la pequeña se había acercado llevada por la curiosidad. Dinah se levantó de inmediato y fue hacia ella para impedir que tocara el instrumento.
- No pasa nada, es culpa mía -dijo, levantándose a su vez y cogiendo la guitarra para quitarla de en medio-. No estoy acostumbrado a tener niños en la habitación cuando estoy trabajand...
Se interrumpió, dándose cuenta de que había hablado asumiendo en algún lugar de su inconsciente que Keegan seguía vivo en su casa, que sí estaba acondicionada para niños, cosa que obviamente no tenía en cuenta cuando viajaba por trabajo, cuando la realidad era que no tenía que preocuparse por los niños en ningún escenario... porque ya no había ninguno.
Palideció de golpe, sintiendo un nudo en la garganta, y fue como si todas las presiones de los últimos días se le agolparan de pronto. Tragó saliva y trató de recomponerse. No quería derrumbarse delante de alguien a quien conocía de una sola vez. La imagen que podía llegar a dar podía ser muy, muy patética. Mírate, el gran Aidan Doyle, fenómeno de masas y admirado por miles, a punto de echarse a llorar como un imbécil, se reprochó a sí mismo, y, de alguna manera, el sentimiento de ira que acompañó a la formulación de la frase le ayudó a desterrar el dolor. La ira siempre le ayudaba. Prácticamente era lo único que lo mantenía de una pieza. La ira... y el odio. Hacia sí mismo y hacia todo en general.
Bueno... no todo.
Con el corazón encogido presenció el breve intercambio entre Dinah y Lian y dirigió a la mujer una mirada de simpatía cuando se reunió con él junto al tocadiscos.
- Dios mío, Heart Shaped Box... -repitió, sonriendo a su pesar-. No me acordaba de esa. Nirvana y Pearl Jam eran los grupos favoritos de mi mujer -confesó-. Yo era más de Black Sabbat y Nightwish, pero Nirvana y Pearl Jam eran lo que más se escuchaba en la radio cuando era pequeño, así que les tengo mucho aprecio -se quedó mirando a Dinah un instante, pensativo, mientras los primeros acordes sucios del Alive empezaban a sonar-. Tienes buen gusto para la música. Es raro encontrar gente a la que le guste el grunge hoy día. Significa que tienes personalidad, que no sigues los dictados de la sociedad acerca de lo que está de moda y lo que no -una vez más reparó en las ropas que la rubia llevaba, tan parecidas a las suyas propias-. Quizá eres un poco rebelde, como los heavys. Quién lo iba a decir de una florista -dijo en tono de broma, y le dedicó una sonrisa sincera-. Me gusta eso.
Y era cierto. Muriel también había sido en apariencia una camarera dulce y sencilla que escondía un lado salvaje y antisistema. Aidan sentía un hondo respeto por cualquier forma de música que constituyese, en sí misma, una seña de identidad propia. Que tuviese sus propios valores, su propia filosofía y forma de ver y entender el mundo que no fuera dejándose fagocitar por las normas de una sociedad politizada, comercial y corrupta.
- Hablando de eso… No has dicho nada de mi concierto. Imagino que no fuiste, ¿no?
Habían tenido que cancelar la actuación del día 20 cuando Belial había reclamado su presencia en Metrópolis el día 19, y, aunque se había pospuesto para el siguiente fin de semana, era más que plausible que Dinah no hubiera podido reorganizar su agenda con la niña.
- ¿O quizás no te gustó?
En situaciones normales, con su poder debería ser muy difícil que a alguien no le gustase su música, pero desde lo sucedido en Metrópolis había estado muy agitado, y la única razón por la que no había cancelado por completo su gira era por la necesidad de mantener el secreto y la ilusión de normalidad con su grupo. Aún así, las experiencias vividas el fin de semana anterior le habían dejado muy marcado y había sido extraordinariamente difícil para él mantener el tipo en el escenario. En cierto modo le interesaba hacerle aquella pregunta a Dinah para saber hasta qué punto el encanto de su voz le había salvado el tipo, porque estaba seguro de que, sin el poder demoníaco, habría sido un verdadero desastre.
Volvieron a sus asientos donde les aguardaban sus respectivos trabajos y la mirada de Aidan se desvió hacia la niña que jugaba tras ellos, ignorante de todo.
- Tiene que ser difícil... -musitó en voz baja para que no les oyera-. Ver su mirada preguntando por su padre y tener que mentirle, decirle que va a regresar... Aunque a estas edades el recuerdo no es muy prolongado. No creo que tarde mucho en dejar de preguntar... Y cuando pasen unos años y sea un poco mayor... -puso la mano sobre la cuerda y la punta de flecha que Dinah sostenía-, tú te ocuparás de que el recuerdo de su padre perviva.
Ok... Al parecer Aidan llevaba todo el tiempo pensando que Lian era su hija y que su pareja fallecida era su padre...
Is something wrong? she said. Well, of course there is -estaba diciendo en ese momento la canción-. You're still alive, she said. Oh, and do I deserve to be? Is that the question? And if so... if so... who answers... who answers...
¿Por qué estaba él vivo? ¿Por qué había tenido que ver cómo los demonios arrasaban Metrópolis descuartizando a todo el que encontraban a su paso, personas inocentes que no tenían culpa de nada, mientras a él, que había sido el responsable de la invasión, le dejaban vivir? La respuesta era tan aplastante como lógica: porque aún podían seguir dando un uso a su poder, y mientras pudieran continuar utilizando sus dones para sus retorcidos fines, él les sería útil. Aidan volvió a coger el vaso de whiskey del que había estado a punto de olvidarse por un instante y se bebió lo que quedaba de un trago. Maldita sea... le escocían los ojos. Iba a necesitar más alcohol para ahogar la maldita culpa.
Y por eso, Aidan, no puedes pasar tanto tiempo sobrio -pensó para sí. Lamentaba mucho decepcionar a Válerie… pero quizás no era lo suficientemente fuerte como para sobrellevarlo todo él solo.
- Voy a rellenar el vaso -le dijo forzando una sonrisa-. ¿Quieres otra copa o vas bien?
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Dinah Lance DC Universe
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-No te disculpes… ha sido una mala semana… un mal mes para todos - dije, con una media sonrisa, más parecida a una mueca que a una sincera expresión de alegría. ¿Era normal que me doliera sonreír?
Un mal mes, había dicho. Pero tal vez ya fuera un mal año, una mala década, una mala vida. ¿Cuántas pérdidas puede asumir una persona? Si hubiera tenido una lámpara mágica, hubiera pedido sólo un deseo; despertarme y descubrir que todo había sido una pesadilla.
Y estaba segura de que no era la única que lo sentía. Agradecí la invitación de Aidan, dejándome caer sobre el sofá como si mi cuerpo se hubiera vuelto de plomo. ¿Desde cuándo suponía tanto esfuerzo moverse?
- Dormir poco vuelve loco a cualquiera. - dije, y lo sabía bien. Llevaba noches soñando con Ollie.
Aidan se quedó mirando los objetos que había traído conmigo, pensativo. Lo vi llegar a sus propias conclusiones. “Arquero olímpico”. Sonaba bien.
- El mejor - asentí. Arquero olímpico con complejo de Robin Hood. Ex-millonario reconvertido en activista. Bromista infatigable. Me imaginé a Oliver adoptando aquella pose ridícula a lo Errol Flynn, y aquello me hizo sonreír. - Está bien - dije. Por alguna razón, sí quería hablar de él. Quería romperme si hacía falta. Decir su nombre en voz alta, para asegurarme de que al menos eso seguía existiendo. Para no olvidarme de él.
Era absurdo, pero si alguien podía entender aquella clase de dolor… sin duda era el hombre que se sentaba a mi lado. Su infierno personal compartía seto con el mío. Aquello, al fin y al cabo, me había llevado a aceptar su invitación.
- ¿Sabes? Era muy progresista para algunas cosas, pero muy anticuado para otras. Le gustaban los arcos y las flechas. ¿Pistolas? ¿Para qué?- no me di cuenta de lo inconexa que sonaba; mi mirada buscaba algo en el fondo del vaso. Algo que no supe encontrar. - Y luego está la perilla. Llevaba perilla. Decía que casaba con el look. - Bebí un trago; mi forma de cederle la palabra, si es que él también quería hablar.
Se levantó para coger la guitarra y, al mencionar a los niños, una sombra cruzó sus facciones. Me asaltó la imagen de un hombre atravesado por una flecha; la expresión congelada en una mueca de dolor y sorpresa. Sentí la necesidad apremiante de consolarlos, a él y a Lian, y, por qué no, a mí misma. Más que nada en el mundo, quería que alguien me abrazara y me dijera que todo iba a estar bien.
Aparté el pensamiento, tumbándolo bajo una llave de judo. No aquí, no ahora. No delante de la niña.
Aidan había recuperado la voz. Conocía la canción que había mencionado, y eso que Nirvana no parecía su tipo. Mencionó a su mujer brevemente, ligándola a dos grupos que también me habían acompañado a mí. Y me sentí extrañamente cerca de ella, como si Kurt Cobain acabara de presentarnos en una fiesta. Era algo absurdo; estaba muerta, y ni siquiera sabía cómo se llamaba.
-No se me ocurre nada más distinto que Black Sabbath y Nightwish - sonreí - Son como el cielo y el infierno. Pero creo que te pega.- o eso pensaba, después de oírlo cantar. Las letras de Deamhan hablaban de ocultismo y demonios, mientras la voz de Aidan Doyle navegaba por ellas con la soltura de un virtuoso. Al recordarlo, sentí que se me erizaba la piel de los brazos. - Bueno, yo también soy un poco contradictoria - respondí a su comentario final, con una sonrisa - Nunca subestimes a una florista - añadí, divertida - Te ahorraré la metáfora de la rosa y las espinas. Y prometo no hablar del opio, el veneno y las plantas carnívoras mientras haya una niña delante.
Lian se había sentado en la moqueta. Me agaché junto a ella para darle un beso en la frente.
- Me llegó un aviso por mail de que se aplazaba unos días- dije, cuando Aidan preguntó sobre el concierto. - Estaba la opción del reintegro, pero no iba a pedir que me devolvieran el dinero. Era una invitación. - sonreí, mirándolo - Así que fui, el fin de semana siguiente. Y me gustó. Mucho.
No sabía definir lo que había sentido al escucharle. Aquellos días albergaba un hervidero de sentimientos dentro de mí, y el concierto parecía haber levantado la tapa, dejándolos fluir. Aquella canción, “Why do you cry?”, había retorcido algo dentro de mí, permitiendo que las lágrimas fluyeran; “Stronger than you think” me había recogido del suelo, llenándome de determinación. Fue como liberarme, como hacer las paces con toda aquella emoción; toda aquella pérdida. El concierto había terminado mucho antes de que me diera cuenta, dejándome con ganas de más.
-Vuestro directo es impresionante - dije - Y las letras… ¿son tuyas?- Tenía la sensación de que sí. El sufrimiento era demasiado personal. - La verdad es que me alegro de haber ido... ¿Por qué se suspendió? Dijeron que uno de los miembros de la banda había estado enfermo… Espero que nada grave.
Regresamos a nuestros tótems, y Aidan habló de…
-Ah… No - aclaré, dándome cuenta del malentendido - Lian no es hija de… Oliver y mía- la idea me resultó profundamente triste. Tal vez porque Oliver y yo nunca tendríamos hijos. - Es hija de mi… ahijado. Es como una sobrina para mí. - miré a Lian con cariño - Su padre está… fuera. - En otra dimensión, para ser exactos - Y se han complicado las cosas para que regrese. Así que… bueno. - yo también bajé un poco la voz, aunque Lian fuera demasiado pequeña como para entender los detalles - Su madre los dejó, así que soy lo más parecido que tiene a una.
Vi a Aidan vaciar su vaso como si fuera a encontrar la respuesta dentro de él. Se levantó a por otra copa, y me ofreció hacer lo mismo.
Negué con la cabeza, haciendo un gesto hacia la niña.
-Una es suficiente- añadí.
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Aidan Doyle Marvel Universe
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La escuchó hablar con el codo apoyado en el respaldo del asiento para reposar la cabeza en la mano, cómodamente. Su interés era real. No sabía por qué, pero notaba una cierta conexión con aquella chica desde el mismo momento en que la había conocido en la floristería. Ese tipo de conexión especial y única que se tiene con muy pocas personas en la vida y que es la diferencia entre un hola y un adiós y algo más. La clase de conexión que tenía con Sullivan, con sus amigos más cercanos. La clase de conexión que había tenido con Muriel. Suponía que era una cuestión de caracteres, personalidades afines, gustos comunes... No sabría decir exactamente por qué, pero ahí estaba. Se sentía muy cómodo hablando con ella. Podía ser también por las desgracias que compartían, pero Valerie había sufrido las mismas pérdidas y con ella no había experimentado la misma clase de conexión.
- Hey, ¿qué tienes en contra de las perillas? -protestó, riendo. Guau, incluso había sido capaz de bromear para rebajar la tensión del ambiente-. Por lo que cuentas, era una especie de Robin Hood -extrapoló-. Progresista pero anticuado, perilla, arcos, flechas... ¿También robaba a los ricos para regalarlo a los pobres?
Lo dijo en tono de broma bienintencionada, con propósito evidente de elogiar la memoria del fallecido ensalzando sus virtudes al compararlo con un héroe de leyenda. No habría podido, en aquél momento, imaginar hasta qué punto estaba acertado.
Volvieron a retomar sus tareas con sus respectivas manualidades mientras seguían hablando sobre los diferentes estilos de música.
- No se me ocurre nada más distinto que Black Sabbat y Nightwish -dijo sonriendo ella- Son como el cielo y el infierno. Pero creo que te pega.
- Pues crees bien, y eso que nos acabamos de conocer -dijo él sin mirarla, concentrado en limar un saliente del corazón que deformaba la línea-. Ése es, exactamente, el mundo en el que vivo.
Durante un instante paró de limar mientras su mente trabajaba para tratar de explicar sus pensamientos.
- Desde que murió mi familia siento... como si estuviera recorriendo una calle... una calle que no termina nunca... Y estoy... como flotando... Como cuando sueñas que vuelas, ¿sabes la sensación? -se giró para mirarla-. Todo se siente... irreal... Parece una calle, sí... una calle en el mundo de los sueños... Pero en realidad... no es más que una carretera que conduce directa al infierno.
Durante un instante, el silencio se abatió sobre ellos. Probablemente le había llegado el turno a Dinah de no saber hasta qué punto las palabras de Aidan describían su realidad en lugar de ser una metáfora poética.
Ahora fue ella la que cortó la tensión instaurada introduciendo una broma ligera sobre su profesión. Aidan suspiró. dejando escapar parte de la angustia que se había alojado en su pecho, y continuó su tarea observando a Dinah mientras iba a verificar cómo se encontraba Lian.
- Así que fui, el fin de semana siguiente. Y me gustó. Mucho.
La mirada de la mujer se encontró con la suya, y Aidan creyó distinguir en ellos una suerte de conmoción que conocía demasiado bien. Era la mirada de una persona que había experimentado una emoción profunda e intensa. El sueño de todo artista... Salvo porque, en su caso, nunca podría saber si la emoción era real o un producto de la magia del demonio.
- Hum. Gracias -musitó, experimentando, como siempre, una sensación agridulce. Tenía que tener cuidado; ella le había escuchado cantar, y eso significaba que no iba a ser 100% objetiva con respecto a él hasta que pasara algún tiempo.
Habían reanudado el trabajo cuando ella le preguntó acerca de las letras de las canciones. Aidan decidió centrarse en esa parte de la pregunta utilizando la pasión real que sentía por la música como una excusa para justificar que se le pasara el no responder a la segunda parte. Con un poco de suerte, Dinah se olvidaría y no seguiría insistiendo. Cada vez que tenía que tratar, aunque fuera de refilón, lo que había pasado en Metrópolis se le resecaba la garganta y le entraban palpitaciones.
- Mmmmm... Bueno, depende -respondió, mientras se concentraba en darle la forma adecuada al pico del corazón con la lima para eliminar cualquier otro pensamiento de su mente-. Siempre he sentido la necesidad de expresarme a través de la música. Mis sentimientos, mis vivencias, mis emociones... Todo lo plasmo en mis letras. Pero Deamhan no es un proyecto mío, es un proyecto compartido. Las letras de las canciones del grupo las compongo en conjunto con Sullivan, el guitarrista principal, y normalmente nos basamos en temas mitológicos y sobrenaturales, que es una gran pasión que compartimos, y lo que le da ese aire épico que estábamos buscando a las composiciones, estilo Nightwish. Pero a raíz del éxito que hemos estado teniendo, la gente se ha empezado a interesar cada vez más en nosotros, y ha comenzado a surgir un cierto interés por escuchar mis composiciones en solitario, que, la verdad, hasta ahora nunca había publicado. Así que estoy empezando a introducir alguna que otra en los conciertos. Los productores me están pidiendo que grabe un disco con mis canciones propias porque creen que se vendería bien, y la verdad es que estos últimos días las ideas no están parando de fluir. Paradójico, ¿verdad? -comentó, pensativo-. Normalmente la gente suele experimentar sus mayores picos de creatividad cuando son felices, pero en mi caso... En todos los años que han pasado desde que acabé la carrera he compuesto cinco o seis canciones por separado, más allá de Deamhan, pero éstas últimas semanas me están viniendo multitud de ideas. Creo que antes me enfocaba todo el rato bien en mi familia, bien en el trabajo, en las composiciones con el grupo, y ya no me quedaba cerebro para nada más. Pero... desde que ellos se han ido... No lo sé, supongo que ahora tengo tiempo para darle vueltas a la cabeza. Prácticamente es todo lo que hago... cuando no estoy borracho.
Se quedó un poquito sorprendido cuando escuchó la aclaración de la rubia sobre el malentendido.
- Oh -exclamó, mirando a Lian un momento antes de volver a mirar a Dinah-. Disculpa... Se te veía tan... natural con ella... Tenías la misma actitud que tenía Muriel con... con Keegan -se interrumpió al darse cuenta de que era la primera vez que pronunciaba sus nombres en voz alta desde el accidente. Carraspeó-. Perdona... Keegan era... mi hijo. Muriel era mi esposa. Ha sido una comparación poco afortunada. No quiero que pienses que... que te estoy estereotipando sólo por ser mujer. Hace poco conocí a una chica que me estuvo dando lecciones sobre eso. En cualquier caso -añadió, deseando cambiar de tema-. ¿No eres un poco joven para tener un ahijado? Espero que se solucione el problema y que la niña vuelva a reunirse con su padre. Ningún niño debería criarse sin sus padres, y ningún padre o madre debería verse separado de sus hijos.
Dinah negó la oferta de la copa haciendo alusión a la niña. Aidan consultó su reloj:
- Mira, te hago una propuesta: Se ha hecho bastante tarde para Lian, así que lo suyo sería que cenara y se acostara. Podemos llamar al servicio de habitaciones, pedir un menú infantil para ella, y cena para nosotros. Incluso me ofrezco a dormirla para que tú te relajes un rato. Tengo una botella de whiskey en el minibar que compré ayer en una licorería y es verdaderamente espectacular. Me gustaría mucho que la probaras, aunque sólo sea una copa. Después podríamos seguir charlando, y si se hace muy tarde, podrías dormir con Lian en la habitación y yo en el sofá. ¿Qué me dices?
Realmente estaba disfrutando mucho de su compañía y no deseaba que acabara tan pronto. Estando con ella se sentía… normal. Humano. Como si todos los horrores que acompañaban su existencia se ocultaran por un momento debajo de la alfombra, como los monstruos infantiles. Casi le rogó con la mirada que se quedara. Oh, Dios, lo necesitaba… Compañía y contacto humano que le ayudaran a olvidar los pecados que había cometido. Necesitaba a alguien que le salvara de sí mismo. De estar a solas con su conciencia una vez más. No estaba suficientemente borracho y sabía que no podría soportar los gritos de los moribundos que se consumían entre las llamas de Belial una vez más.
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Su fingida indignación me arrancó una sonrisa, una de verdad. Y fue como si cayera una pared. Como si se derrumbara una barrera invisible. En mi entorno cercano, cada mención a Ollie venía acompañada de miradas de compasión y gestos de condolencia en mi dirección. Codazos, miradas significativas, abrazos confusos o torpes palmadas en mi espalda. “Lo siento”. A veces evitaban pronunciar el nombre en mi presencia, como si aquellas letras tuvieran la capacidad de romperme en pedazos. Y, en cierto modo, así era. Nunca me había sentido tan rota. Pero, al mismo tiempo, no soportaba que Oliver Queen se hubiera convertido en un silencio. En un susurro. En una doble ausencia.
- Por lo que cuentas, era una especie de Robin Hood. Progresista pero anticuado, perilla, arcos, flechas... ¿También robaba a los ricos para regalarlo a los pobres?
- Robin Hood era su ídolo - mis ojos se habían humedecido en algún momento, así que me volví ligeramente y fingí recolocarme un mechón de cabello - Es bastante gracioso, porque pasó la mitad de su vida sin tener que preocuparse por el dinero. Pero tuvo un accidente, de esos que hacen que te replantees tu vida entera. Y… se replanteó su vida entera.
Oliver había sido un caso de triunfo sobre la adversidad. El naufragio le había hecho aprender a valorar las cosas bajo otro prisma; lo había convertido en un nuevo comienzo. Tal vez Aidan consiguiera lo mismo. Tal vez incluso yo lo lograra… algún día. Cuando la herida se hubiera cerrado.
En cuanto a Aidan, la herida parecía demasiado profunda. Con demasiadas ramificaciones. Su lenguaje corporal, el temblor de sus manos. Algo estaba terriblemente mal.
Apenas nos conocíamos. No estaba segura de cómo respondería al contacto físico. No quería ser otra fuente de palmaditas en la espalda. Abrí y cerré los dedos, dudando, mientras su voz descendía por el mismo abismo que estaba describiendo.
- Desde que murió mi familia siento... como si estuviera recorriendo una calle... una calle que no termina nunca... Y estoy... como flotando... Como cuando sueñas que vuelas, ¿sabes la sensación? -se giró para mirarme-. Todo se siente... irreal... Parece una calle, sí... una calle en el mundo de los sueños... Pero en realidad... no es más que una carretera que conduce directa al infierno.
Y hubo tanto dolor en aquellas palabras que sólo fui capaz de responder con silencio. Un silencio vacío de juicios, de palabras de consuelo; ninguna palabra era adecuada o suficiente. Y mi mano avanzó unos milímetros sobre la mesa, deteniéndose cerca de la suya, pero sin atreverme a completar el gesto.
Esperé y callé, hasta que la tensión se aflojó lo suficiente y las palabras volvieron a fluir.
Cuando lo felicité por el concierto, él me dio las gracias, pero parecía ausente. Perdido en aquella carretera al infierno que había descrito. No pude evitar que mi mente reprodujera las palabras de la canción.
And I'm going down All the way Whoa! I'm on the Highway to Hell
Y él habló de las letras de Deamhan, y de las suyas.
- Los productores me están pidiendo que grabe un disco con mis canciones propias porque creen que se vendería bien, y la verdad es que estos últimos días las ideas no están parando de fluir. Paradójico, ¿verdad? Normalmente la gente suele experimentar sus mayores picos de creatividad cuando son felices, pero en mi caso... En todos los años que han pasado desde que acabé la carrera he compuesto cinco o seis canciones por separado, más allá de Deamhan, pero éstas últimas semanas me están viniendo multitud de ideas. Creo que antes me enfocaba todo el rato bien en mi familia, bien en el trabajo, en las composiciones con el grupo, y ya no me quedaba cerebro para nada más. Pero... desde que ellos se han ido... No lo sé, supongo que ahora tengo tiempo para darle vueltas a la cabeza. Prácticamente es todo lo que hago... cuando no estoy borracho.
La última frase fue muy significativa. Demasiado.
Anestesia para el dolor.
Y por eso, la oferta de otra copa era tentadora.
- Yo no veo una diferencia tan grande entre la tristeza y la alegría- dije, despacio - en cuanto a la necesidad de expresarlas… Así que es normal que tu creatividad haya aumentado, en cierta manera. - me detuve un momento, reflexionando acerca de mi propia experiencia - Es verdad que, a la hora de interpretar… no es lo mismo la guitarra que la voz. Hay veces en que la voz simplemente… no sale. - me llevé la mano a la boca del estómago, donde seguía estando aquel nudo que ahora dominaba mis días.
Miré a Aidan. Mi propia experiencia vital y mis años como coach de héroes noveles me habían enseñado algo. No era bueno quedarse el dolor dentro.
- A mí también me gustaría escuchar alguna de tus canciones. - dije.
Muriel y Keegan. No necesitaba la explicación que siguió a aquellos nombres; el aura de dolor que los acompañaba era más que evidente. Tal vez a Aidan le ocurriera algo parecido a mí: cuanto más hablábamos, más necesitábamos hablar.
- No creo que yo resistiera mucho rato dentro de un estereotipo - bromeé, regresando a su lado. No sabía quién le habría dado el toque de atención, pero la lección parecía bien aprendida - Y sí, soy un poco joven para tener un ahijado, pero seguramente no tan joven como tú piensas. Y, ya que estamos con los estereotipos, espero que no te atrevas a preguntar a una dama por su edad. - sonreí, indicándole que realmente no me importaba.
- Espero que se solucione el problema y que la niña vuelva a reunirse con su padre. Ningún niño debería criarse sin sus padres, y ningún padre o madre debería verse separado de sus hijos.
Tenía toda la razón.
- Yo también lo espero - dije. Y pensaba formar parte de aquella “solución”.
Él consultó el reloj.
- Mira, te hago una propuesta: Se ha hecho bastante tarde para Lian, así que lo suyo sería que cenara y se acostara. Podemos llamar al servicio de habitaciones, pedir un menú infantil para ella, y cena para nosotros. Incluso me ofrezco a dormirla para que tú te relajes un rato. Tengo una botella de whiskey en el minibar que compré ayer en una licorería y es verdaderamente espectacular. Me gustaría mucho que la probaras, aunque sólo sea una copa. Después podríamos seguir charlando, y si se hace muy tarde, podrías dormir con Lian en la habitación y yo en el sofá. ¿Qué me dices?
Dudé un instante. La propuesta tenía lo justo de insensata como para no aceptarla de inmediato, y lo suficiente de sensata como para no poderla rechazar de plano. Lo cierto era que no quería irme a casa, dormir a la niña y quedarme a solas con mis demonios. Lo cierto era que no quería dejar solo a Aidan. Lo cierto era que aquella botella de whiskey me prometía un alivio momentáneo y un sueño sin pesadillas.
Y supuse que él sentía lo mismo.
Mi incertidumbre se alargó unos segundos. Y entonces, mi tristeza y mi soledad tomaron la decisión por mí.
Quería la anestesia y la compañía que Aidan me prometía.
- Propuesta aceptada - dije, sintiéndome extrañamente culpable, como si acabara de hacer un pacto con el diablo.
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Aidan Doyle Marvel Universe
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Ficha de Personaje Alias: Wraith Nombre real: Aidan Doyle Universo: Marvel
Aidan asintió para sí ante la admisión de que Robin Hood había sido el héroe del fallecido. Ahora, el nombre de la floristería cobraba mucho sentido. Aquél hombre tenía que haber significado el mundo entero para Dinah si había nombrado su negocio por él, incluyéndole así en todas las facetas de su vida, de la manera que haces cuando la otra persona te completa por entero, de la misma manera que Muriel le había completado a él. No era difícil imaginar cuán rota debía sentirse ahora que la mitad de su mundo se había ido. Lo único que tenía que hacer era echar un vistazo a su propio corazón.
Una parte de él (esa parte de nuestro cerebro que siempre está pensando cosas inapropiadas y estúpidas por mucho que intentemos evitarlo) pensó que, si su novio había sido Robin Hood, y ella trabajaba en Sherwood, le pegaría ser Lady Marian. Desde luego era tan hermosa como la pintaban en las leyendas, con el mismo cabello dorado que ahora recolocaba tras su oreja y esos ojos que ahora empezaban a humedecerse despertando en él una extraña calidez que surgía de la necesidad de consolarla y tratar de hacer cuanto estuviera en su mano para aliviar su pena.
Espera... ¿acababa de pensar que era hermosa? Sí, lo había hecho. Aquella era la primera vez que era plenamente consciente de su belleza, como si hasta aquél momento hubiera estado con los ojos cerrados a aquél aspecto en particular; Como si su cerebro embotado y aletargado por el dolor no hubiera sido capaz de registrar aquella faceta de las muchas que componían la persona maravillosa que era Dinah.
Era preciosa, sí, y había algo en ella que la hacía incluso más atrayente que las bellezas con las que había compartido asiento hacía dos noches en el pub de Morgan, y era la absoluta ausencia de malicia o maldad en la expresión de aquellos ojos prístinos. La pureza que se podía adivinar en su espíritu a través de esa mirada. La misma pureza que había tenido Lady Marian en el origen del mito. Aunque había algo más en esos ojos, una especie de brillo que ahora permanecía latente, apagado, pero que hablaba de un fuego interior más intenso, como la Lady Marian de las baladas del siglo XVII, quien, vistiéndose como un hombre, recorría los bosques alejándose del estereotipo femenino pasivo, llegando incluso a encontrarse con Robin Hood y a derrotarlo en una pelea cuerpo a cuerpo. Sí... algo en su interior le decía que aquella Lady Marian encajaba más con el espíritu fuerte y resiliente de la mujer que tenía delante, pero sabía que nunca podría mencionarlo, no sin traerle recuerdos dolorosos de su Robin Hood.
Y hablando de recuerdos dolorosos... Cuando la conversación derivó a su propio calvario personal, no pudo evitar notar que ella acercaba su mano tímidamente a la suya, deteniéndola tan sólo a escasos centímetros. Unas horas antes habría aceptado sin dudarlo aquél gesto junto con la promesa de consuelo que ofrecía, pero ahora, después de haberse dado cuenta de lo mucho que congeniaban, cómo se complementaban y cómo, según acababa de descubrir, se sentía atraído por ella, ya no le parecía adecuado hacerlo. Lo prudente sería mantener las distancias (sobretodo considerando que había alcohol de por medio y que ya estaba empezando a notar sus efectos), pues no quería hacer nada que pudiera estropear la amistad que había empezado a florecer entre ellos. No sólo porque sería inapropiado a tantísimos niveles, sino por lo podrido que estaba él y las cosas terribles que había hecho. Así que, disimuladamente retiró la suya con la excusa de ir a coger la botella de whiskey.
- Es verdad que, a la hora de interpretar… no es lo mismo la guitarra que la voz. Hay veces en que la voz simplemente… no sale.
La mano que sostenía la botella tembló violentamente provocando que parte del dorado líquido se derramara fuera del vaso.
Después de lo de Metrópolis lo único que habría querido hacer habría sido enterrarse en algún lugar muy profundo bajo tierra y dormir hasta que el mundo se hubiera olvidado de que alguna vez existió, pero la vida rara vez era tan simple. Los demonios aún le necesitaban, y tenían el control sobre su alma. No podía simplemente abandonarlo todo y marcharse, el contrato le obligaba a obedecer. Y ellos querían que continuara con su día a día como si nada hubiera ocurrido. Querían que siguiera adelante con sus obligaciones hasta que le necesitaran otra vez. De haber sabido que algo así podría ocurrir, jamás habría firmado el contrato. Pero cuando lo hizo, una parte de él aún permanecía escéptica, resistiéndose a creer que todo aquello pudiera ser real. Por aquél entonces, el mundo aún era el de siempre, y los demonios parecían algo alejado y distante, como pertenecientes a otro mundo, algo de lo que no tendría que preocuparse hasta el momento de su muerte, cuando reclamaran su alma. De haber sabido entonces que le usarían a él para derribar las barreras entre dimensiones y hacer de la Tierra su propio infierno, y de él su sirviente particular, jamás habría accedido, pero ya era tarde. Había sido un capullo, y ahora el mundo entero pagaba por su estupidez.
El simple pensamiento de que pudieran volver a convocarle para hacer algo como lo de Metrópolis le tenía aterrorizado. No podía dormir, ni apenas comer. Lo único que podía hacer era beber para darse el valor que necesitaba para salir al escenario. El concierto del sábado había sido un infierno, pero había tenido que hacerlo. De lo contrario habría tenido que dar demasiadas explicaciones, y ya habían cancelado una actuación. A decir verdad, no tenía ni idea de cómo había conseguido pintarse aquella sonrisa en la cara y salir a cantar, pero sospechaba que, de no haber contado con la magia del demonio para hechizar a todo el que le escuchaba, el concierto habría sido un desastre.
- Hay veces... en las que no tienes más remedio que obligarla a salir -musitó con la voz quebrada, consiguiendo verter, correctamente esta vez, el licor en el recipiente-. A veces no te queda más remedio.
¿A veces no queda más remedio? ¿Como cuando había cantado en Metrópolis, haciendo que la gente se reuniera como cerdos a punto de ser llevados a un matadero? ¿Esa era la excusa que se decía para aliviar la culpa?
- Diría que menos de treinta -respondió llevando la botella de whiskey de vuelta a la mesa donde estaba ella sentada. Empezaba a sentir el ligero embotamiento que acompaña a las primeras ingestas de alcohol, pero aún era leve. Aún podía pensar bastante bien por sí mismo-. Pero tampoco me importa mucho, la verdad -continuó dejándose caer en el sofá a su lado.
Ella había aceptado su propuesta, así que rellenó su vaso con la botella, que dejó sobre el arcón que hacía las veces de mesa. En su etiqueta rezaba: "The Loch Fyne". Posiblemente era un licor escocés.
Aidan hizo girar el líquido ámbar en su vaso, atento a la reacción de ella al probarlo. El whisky tenía un sabor increíble, aterciopelado y suave, con toques de... ¿chocolate y naranja? Y también un leve regusto a café. El irlandés sonrió triunfante al observar su expresión.
- Sabía que te gustaría. ¿Por qué no echas un vistazo a la carta del servicio de habitaciones? Yo me ocupo de Lian, que estará aburrida.
Dejó que Dinah hiciera el pedido para los tres mientras él se sentaba en el suelo con las piernas cruzadas frente a la niña y, cogiendo su muñeca, se dedicó a hacer posturitas con el juguete, haciendo muecas y sonidos divertidos que hacían reír a la pequeña, olvidándose de la botella durante un tiempo.
Una vez hubieron cenado todos, acompañó a Lian al dormitorio, ayudó a Dinah a acostarla y se sentó en el taburete a los pies de la cama, cogiendo una guitarra acústica. Sus dedos expertos rasguearon las cuerdas arrancando una melodía lenta, dulce y hermosa. Tras los primeros acordes, empezó a cantar en voz muy baja, como una nana, los enormes ojos de la pequeña fijos en él con embeleso mientras le contaba una historia sobre barcos hundidos, tesoros perdidos, sirenas y una ciudad maravillosa y mágica perdida muchísimo tiempo atrás en las profundidades del océano. Tenía una voz muy particular, rasgada, ronca, pero increíblemente cautivadora y sorprendentemente hermosa. La clase de voz que se diferenciaba de la mayoría y que podrías reconocer perfectamente al escucharla en la radio.
Cuando terminó, Dinah vio la expresión en la cara de la niña y estuvo segura, incluso antes de deseárselo, de que tendría dulces y mágicos sueños aquella noche.
Estuvieron charlando un tiempo más después de que Lian se durmiera, charlando sobre ésto y lo otro, sintiéndose mutuamente cómodos en compañía del otro mientras daban buena cuenta (al menos por parte de Aidan) de la botella de whiskey escocés. En un momento dado, avanzada ya la noche, Aidan cogió su guitarra de donde la había dejado antes de regresar al sofá con Dinah.
- Antes has dicho que te gustaría oírme tocar una de mis canciones -musitó, comprobando las clavijas de la guitarra-. He estado trabajando en algo... Es, fundamentalmente para mí, una manera más de procesar el duelo. No tenía intención de compartirlo con nadie, pero... -la miró a los ojos, azul contra azul-, quiero compartirla contigo.
Probablemente tuviera algo que ver la considerable cantidad de alcohol que circulaba por su sistema, pero si hubiera tenido que elegir a quién quería mostrárselo la habría elegido igualmente a ella. Ahora mismo era con quien más a gusto se sentía, y, sobretodo, era la certeza de que ella podía comprender mejor que nadie lo que quería transmitir, porque estaba pasando por lo mismo que él. ¿Al fin y al cabo no era eso lo que un artista deseaba al final del día? ¿Encontrar una manera de expresar sus sentimientos y que las personas pudieran comprenderlos?
Y empezó a cantar, en voz muy baja para no despertar a la niña, su voz rasgada expresando un dolor infinito...
(Minuto 1'33'' a 2'04'')
Be silent my child Be silent my child Your tender cry Visions in your eyes
And I won't let go No I won't let go Embracing you My Child Stay with me
(De 3'43'' a 4'37'')
I'll sacrifice myself For you, my child I'll sacrifice my soul
Había lágrimas en sus ojos al cantar la última estrofa, y sus dedos se detuvieron, apoyándose en las cuerdas de la guitarra para detener la vibración y marcar un brevísimo silencio, y, al retomar la canción, la intensidad que marcaba las últimas líneas dio paso a unas notas lentas y pausadas mientras su voz se tornaba aún más desgarrada, como una súplica:
My gracious God Please send me an angel
Su mirada se encontró con la de Dinah una vez más, quedando prendida en la suya.
With crystal white wings Which under it we safely abide
No evil can harm us Holy savior Protector of kingdom of heaven I'm calling your name...
Volvió a hacer un silencio, y, tras una nueva y breve pausa sus dedos volvieron a recorrer con agilidad pasmosa el mástil de la guitarra, marcando un compás fluido pero dulce, como una nana. Cuando volvió a cantar, su voz sonaba más tierna y frágil que nunca, como si estuviera acunando por última vez a su hijo entre sus brazos:
(Del 7'57'' a 9'41'')
Hush my baby don't you cry My love for you is eternal Like the everlasting fire You light up the darkest corner of my soul
God please, God please hold his hand Protect him from our sins Show your grace Bless the child
Watch him from afar As he floats along the Nile Aimlessly drifting Washed away with all my tears My sorrow My pain
A tear drop falling Ripples my reflection And I can't let go
Pesadas lágrimas cayeron sobre la guitarra y la voz rota se quebró con un sollozo. Se cubrió la cara con la mano izquierda, aún sosteniendo la guitarra sobre su regazo con la derecha. Las lágrimas, cálidas y amargas, resbalaban por entre sus dedos sin que pudiera hacer nada para contenerlas.
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Dinah Lance DC Universe
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- Hay veces... en las que no tienes más remedio que obligarla a salir -dijo Aidan, y yo fingí no darme cuenta de que había derramado parte del whiskey al intentar servirlo por primera vez. No sabía si era culpa del dolor, del alcohol o de ambos. -. A veces no te queda más remedio.
- Es cierto - dije, extrañamente conmocionada por aquella afirmación.
Mi vida se había convertido en eso. Podía verme a mí misma las últimas semanas, convirtiendo en Grito el dolor, la rabia y la tristeza que sentía. A veces me avergonzaba de la sensación de triunfo que me llenaba cuando un enemigo caía de rodillas, tratando de taparse los oídos y gimiendo de dolor. Ah, se merecían sufrir tanto como yo lo hacía.
Y, por un momento, me veía desde fuera, convertida en alguien no muy distinto al Conde Vertigo, o a Cheetah.
Y me dolía, porque yo era “de los buenos”.
¿Verdad?
Aunque fuera una experta en artes marciales, aunque hubiera ejercitado durante años mi autocontrol; yo no era Bruce Wayne. Yo no podía seguir siendo una heroína, y al mismo tiempo clamar venganza. Los golpes podían modularse. Pero el Grito respondía a mis emociones más profundas y, por definición, incontrolables.
No debía, ni podía, dejarme llevar por mi rabia.
Pero había en algo en lo que sí podía emular a Bruce. Se llamaba “refugiarse en el trabajo”. Y con la crisis que nos rodeaba, no nos iba a faltar de eso. Así que ocuparía mi tiempo con lo que fuera; atracos, secuestros, rescates. Cualquier cosa que me permitiera salir adelante, sentir que aún era capaz de hacer lo correcto.
Por suerte, Aidan relajó la tensión al retomar el tema de mi edad.
- Diría que menos de treinta. Pero tampoco me importa mucho, la verdad - Aidan se sentó a mi lado y yo sonreí, burlona. ¿Importarle para qué, exactamente?
- ¿Por qué? ¿Cuántos tienes tú?
Maldita inercia. Acababa de iniciar una conversación de bar, y ni siquiera había bebido lo suficiente.
Sentí una punzada de culpa. Aquél era la clase de tira y afloja que solía tener con…
Cogí el vaso y bebí demasiado deprisa los primeros sorbos, tratando de cortar aquel hilo de pensamiento antes de que llegara demasiado lejos. Y era un whiskey demasiado bueno como para beberlo deprisa, así que me obligué a frenar. Aidan me miraba fijamente, esperando mi reacción. Dejé que el sabor del líquido alcanzara mi consciencia y asentí, despacio. Sabía sorprendentemente bien. Mi anfitrión sonrió, satisfecho, al verme apurar el vaso.
- Sabía que te gustaría - dijo.
Se ofreció a cuidar de Lian mientras yo elegía la comida, y el resto le salió solo. Jugó con ella, me ayudó con la cena y la arrulló con una nana, como seguramente habría hecho con Keegan de estar allí.
Me apoyé en el marco de la puerta, entrecerrando los ojos para oírle cantar. Me gustaba mucho su voz. Me gustaban las historias que contaba con ella. Ojalá hubiera podido abandonarme al sueño, como lo estaba haciendo mi pequeña en aquel mismo instante. Cuando los últimos acordes se desvanecieron, dejé un beso silencioso sobre la frente de Lian, y regresé junto con Aidan y la botella.
No recuerdo cuánto bebí. Hablamos mucho, y eso seca la boca. A ratos no entendía por qué me sentía tan cómoda con alguien a quien conocía tan poco; y en otros momentos era dolorosamente consciente de lo iguales que éramos, él y yo. Cuando se levantó a por su guitarra, lo miré interrogante, sin saber qué esperar. Un pensamiento cruzó fugazmente mi mente; no importaba, sólo quería volver a oírlo cantar.
- Antes has dicho que te gustaría oírme tocar una de mis canciones -dijo, bajito-. He estado trabajando en algo... Es, fundamentalmente para mí, una manera más de procesar el duelo. No tenía intención de compartirlo con nadie, pero... -me miró a los ojos, y sentí algo extraño en la boca del estómago-, quiero compartirla contigo.
Simplemente asentí. Tenía un nudo en la garganta, y otro bajo las costillas, ambos de naturaleza muy distinta. Por un lado, sabía que iba a hablar de algo doloroso para él, y aquello me acongojaba. Estábamos unidos por un duelo que no se explicaba con palabras. Y, por otro lado, sentía una extraña expectación, y me sentía… ¿especial?, porque él hubiera decidido compartir aquello conmigo. Era extrañamente consciente de la intimidad que el gesto suponía, y de repente no sabía qué distancia en el sofá era la correcta, igual que no había sabido si debía tocarle la mano o no.
Él empezó a cantar, y yo doblé las piernas, rodeándolas con los brazos. Apoyé la cabeza en mis rodillas, conteniendo la respiración. El dolor brotaba de su garganta, privándome a mí también de aliento. Cada sílaba apretaba los eslabones de una cadena silenciosa en torno a mi cuerpo; su voz se quebraba, él también, yo con ellos.
Y rompí a llorar en silencio, tras el parapeto que formaban mis cabellos y mis antebrazos. Dios, cómo dolía.
Me miró, y el nudo se aflojó un poco, sólo para convertirse en un alambre de espinas segundos después. Había tanta pena y tanta dulzura en aquella despedida; tanto arrepentimiento en aquella nana. No, en aquella elegía. Era una elegía preciosa.
Y, mientras Aidan cantaba, sus palabras se enlazaron con otras palabras, unas que yacían en algún rincón polvoriento de mi mente. Su voz las despertó y tiró de ellas suavemente, arriba y arriba, sacándolas afuera, rompiendo la superficie de mis recuerdos para que pudieran escapar de entre mis labios.
Dos plegarias distintas, o tal vez la misma; un canto que fluía con el mismo río, mientras las aguas se llevaban lo que más queríamos.
Las canciones no se habían concebido para ser cantadas juntas, y aún así, fluían; una métrica errática, una disonancia… adecuada.
Mi voz se sintió cómoda al deslizarse a través de los silencios de la suya, llenando los vacíos de su canción con mi propia despedida.
Hush my baby don't you cry My love for you is eternal Like the everlasting fire You light up the darkest corner of my soul
Hush now, my baby Be still and don't cry Sleep as you're rocked by the stream Sleep and remember My last lullaby So I'll be with you when you dream...
God please, God please hold his hand Protect him from our sins Show your grace Bless the child
River oh River, flow gently for me such precious cargo you bear
Watch him from afar As he floats along the Nile Aimlessly drifting Washed away with all my tears My sorrow My pain
A tear drop falling Ripples my reflection And I can't let go
Él se derrumbó sobre la guitarra. Tal vez fue por el alcohol, pero me pareció que se hundía y hundía, como si cayera por un abismo insondable. Me pareció que gritaba sin hablar. Los sollozos sacudían su cuerpo. Y sin darme cuenta, mi mano había aferrado la suya, ahora sí, tratando de frenar la caída.
No supe si mis últimas palabras iban dirigidas a Ollie, a Keegan, o a él.
Do you know somewhere he can be free? River, deliver him there.
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Aidan Doyle Marvel Universe
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- Espera un momento, señorita -el alcohol estaba empezando a hacer notar sus efectos (aunque aún era capaz de razonar medianamente bien), y, a pesar de las mil preocupaciones que lastraban su alma no pudo evitar que se le escapara una media sonrisa. Ella parecía ejercer ese efecto en él-. ¿Primero me retas a ver si soy o no capaz de preguntarte por tu edad, y, cuando me aventuro a lanzar una suposición me arrojas una bomba de humo y tratas de desviar la pregunta preguntándome lo mismo a mí? ¿De verdad? -su tono era ligeramente burlón, haciendo juego, sin pretenderlo, con la expresión que ella misma lucía en su rostro-. Te creía más valiente, milady -se acomodó en el sofá, apoyando el codo en el respaldo y sosteniendo la mano con la cabeza, mirándola divertido-. A diferencia de ti, a mí no me da miedo admitir mi edad. Tengo 34, y cumplo 35 en agosto -indicó haciendo el gesto de brindar con ella con el nuevo whiskey antes de volver a beber.
- No eres tan mayor - se burló Dinah, respondiendo al brindis con una amplia y descarada sonrisa. Ella ya había cumplido los 35; uno de los cumpleaños menos memorables de su vida. O, mejor dicho, un cumpleaños que prefería enterrar en el olvido lo antes posible. Pero si él le seguía echando veintitantos… bienvenido fuera.
Las horas que siguieron transcurrieron para el irlandés como un oasis tranquilizador entre el desierto de horrores que venía atravesando desde hacía tiempo, una isla abandonada en medio del océano, donde nada ni nadie podía molestarlos, donde no había demonios ni monstruos con cabeza de calabaza extendiendo hacia él sus dedos esqueléticos. Sólo estaban ellos dos, y nada más. Aidan se permitió a sí mismo perderse en el mar de sus ojos azules y olvidarse de todas sus preocupaciones en el fondo de otro océano, uno con sabor a chocolate y naranja que extendía su reconfortante calor por todo su cuerpo, ayudándole a olvidar, aunque fuese por un tiempo breve, un tiempo al que se aferraría con todas sus fuerzas, reacio a permitir que se extinguiese.
A través de la canción dejó fluir todo el dolor que había estado oprimiendo su alma desde la muerte de su familia, un dolor que no se había permitido compartir con nadie más. La gente que le conocía había sido capaz de intuir el profundo abismo que se adivinaba tras la expresión ausente de su mirada, pero sólo en aquél momento se permitió a sí mismo abrir por completo su corazón, revelándole a aquella mujer, que hasta hacía poco había sido una perfecta desconocida, lo que no le había revelado a sus amigos más cercanos.
Y una segunda voz, hermosa y dulce como la de un ángel, se unió a la suya. La canción era diferente (casi podría decirse opuesta), la melodía no había sido concebida para encajar con la suya. Dos cadencias muy diferentes unidas por un mismo sentimiento fluyendo juntas en una armonía que nadie debería haber sido capaz de prever. Una consonancia prohibida, íntima y secreta que no debería haber llegado a confluir. Y, sin embargo, lo hizo. Y el resultado fue tan maravilloso como los delicados brotes de la Azafrán púrpura cuando consiguen abrirse paso a través de la nieve; un rescoldo de vida, luz y color en medio de la inerte y pálida gelidez de la muerte.
Aidan alzó la mirada y, a través del espeso velo de las lágrimas y las brumas del alcohol, alcanzó sólo a distinguir una mirada límpida de un azul profundo enmarcada en una red de cabellos resplandecientes como el oro.
- With crystal white wings -repitió en un susurro, y sus dedos se enlazaron con los que buscaban sostenerle como si realmente estuviera cayendo en un pozo sin fondo y fuese su última oportunidad de sobrevivir-. Eres tú...
Las lágrimas caían libremente por sus mejillas. Un dolor de cabeza profundo e intenso le golpeó de repente. La habitación empezaba a dar vertiginosas vueltas a su alrededor. Su mano se desligó de la de Dinah para sostenerse la sien, y, dejando la guitarra apoyada a su lado, se recostó lentamente en el sofá.
- ¿Estás bien? - sonó en alguna parte, lejos.
- Yo... creo que estoy borracho... - Hubo un sonido exasperado en respuesta. Aidan comprobó que, si cerraba los ojos, la sensación de mareo era mayor. Cada vez más aturdido apretó las partes bajas de las palmas contra sus párpados cerrados, en un vano intento por hacer que la habitación dejara de girar-. Necesito... sólo un segundo... Necesito...
Las últimas estrofas de la canción de Dinah le arrullaron mientras su agotada conciencia cedía y se dejaba arrastrar por las procelosas aguas de un sueño desprovisto de sueños:
Do you know somewhere he can be free? River, deliver him there.
Se perdió el resto. Alguien le tomó el pulso, sólo para asegurarse, por debajo de la mandíbula. Alguien lo ayudó a recolocarse, o más bien lo recolocó a pulso, recostándolo de lado sobre el sofá para asegurarse de que, pasara lo que pasara, su respiración no se obstruyera.
Alguien entró de puntillas en la habitación de la suite, llevándose el edredón al salón para echárselo sobre el cuerpo. Alguien entró al cuarto de baño, lavándose la cara varias veces con agua fría, intentando escapar del abrazo del alcohol.
Ese mismo alguien recogió a la pequeña Lian poco antes del amanecer, le pidió que se despidiera del señor Aidan, que estaba durmiendo; y buscó el membrete del hotel, junto al teléfono, para garabatearle una nota.
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Le despertó el sol del mediodía que entraba por los amplios ventanales del salón, dándole de lleno en el rostro. Se incorporó pesadamente en el sofá, sintiéndose como si acabara de tener una orquesta entera tocando en su cabeza. Se levantó torpemente para ir al baño y echarse agua en la cara, pero no fue hasta pasados varios minutos que los recuerdos de la velada del día anterior regresaron lentamente, nítidos al principio, y cada vez más confusos y borrosos conforme pasaban las horas y aumentaba el nivel de alcohol en su organismo. De los últimos acontecimientos no recordaba apenas nada, sólo retazos que quizás con el tiempo irían cobrando forma.
Reprimiendo una mueca de dolor por la migraña se dirigió tambaleante hacia el dormitorio y comprobó que no quedaba ningún rastro de Dinah y Lian. Joder, hasta la cama estaba hecha. No sabía en qué momento se habían ido, pero sin duda había sido la mejor opción ahorrarle aquél espectáculo patético a la pequeña.
- Y, con todos ustedes, otra maravillosa actuación del inigualable Aidan Doyle -musitó, y, con un suspiro, se dejó caer entre los mullidos almohadones de la confortable cama.
No descubrió la nota hasta bien entrado el día siguiente. Bajo el encabezado de “Hotel Edgewater”, alguien había escrito:
Buenos días, Princesa Aurora; (o, probablemente, buenas tardes) Iba a escribirte mi número, pero he recordado que ya lo tienes. ¿Podrías llamarme para confirmar que sigues vivo? No me has convencido del todo esta mañana... Muchas gracias por el whiskey. Y por la canción. Siento despedirme a la francesa, pero tengo que llevar a la peque a casa antes de que empiece a bramar por el desayuno. Así que, au revoir, Danny Boy. Espero noticias. Yours truly, Milady Dinah.
La cabeza le dolía bastante, y, sin embargo, la lectura de la carta le arrancó una sonrisa, haciendo que, durante un brevísimo instante, sus problemas desaparecieran. Por reflejo arrugó el pequeño papel, pero casi al momento lo volvió a alisar y, sentándose en el escritorio a la luz del mediodía, la volvió a leer.
¿Milady? ¿La había llamado Milady de verdad? ¿Cómo había podido ser tan zoquete? Y, sin embargo, no parecía haberle molestado... Cogió el móvil que descansaba entre los papeles del escritorio y buscó a Dinah entre sus contactos. Estuvo a punto de marcar el botón de llamada, pero vaciló y se quedó mirando el número un buen rato mientras se mordía el labio inferior. ¿De verdad era sensato hacerlo? No recordaba apenas nada de cómo había terminado la noche anterior y tenía la sensación de haber hecho un ridículo espantoso... Había perdido el conocimiento con una niña pequeña en la habitación de al lado. Era realmente vergonzoso. No podía descartar la posibilidad de que la florista ya no quisiera saber nada de él... y lo tendría merecido. Pero... como mínimo tendría que disculparse... ¿no?
Pulsó el botón de llamada, se puso el teléfono al oído y comenzó a pasear nerviosamente por la habitación mientras esperaba a que lo cogieran. Nadie lo hizo. En cambio, fue el pitido del contestador el que le recibió. Vaciló un instante, indeciso sobre si colgar o no. Finalmente, se decidió.
- Hey... Dinah... Soy yo -empezó, pasándose la mano por el pelo desordenado en un acto reflejo-. No sé muy bien qué decir... Escucha, no... no recuerdo mucho de lo que pasó anoche, aunque me hago una idea bastante clara, y yo... entendería que no quisieras volver a verme, pero... Bueno... Lo pasé muy bien contigo y con Lian, y me gustaría repetir. Quizá para algo un poco más animado y sin alcohol de por medio. De veras que lo siento, sé que no es el mejor ejemplo para una niña de la edad de Lian, yo... -se detuvo un instante, frustrado-. Sé que ya te lo he dicho varias veces, pero es verdad que he estado pasando por unos cuantos baches últimamente, y... Bueno, que voy a intentar que no se vuelva a repetir. Además... no te creas que la borrachera me ha hecho olvidar que al final no me dijiste cuál era tu edad. Esa me la debes, Milady -dijo en tono de broma para romper la tensión. Se quedó pensando un par de segundos cómo despedirse, hasta que se decidió:-. Un abrazo.
Después de colgar el teléfono volvió a releer la nota una vez más.