[Minievento WWD] Cuervo de Sangre - Highway to Hell (Dolphin, Martha, Gwen Stacy, Brother Blood, Superboy, Savage, Lorenzo)[16-04-2019]

Dolphin había pasado los últimos tres días inconsciente, después de que Envidia la hubiera atacado con toda la fuerza que el cuerpo de Conner le brindaba. Eso era lo último que había visto antes de ser engullida por la oscuridad: Las caras asustadas de los rehenes a los que había pretendido salvar… Y el borrón rojo y negro que Superboy había dejado detrás de sí, antes de aparecer a su espalda para rematar el trabajo.

No tendría que haber sido así. Su plan de tratar de escapar de nuevo, una vez estuvieran lejos de cualquier población, se había cortado de raíz… Y de hecho, ni siquiera estaba segura de que su sacrificio hubiera servido para salvar al hombre y la mujer. Conner podía haberlos matado con la misma facilidad con la que la había dejado fuera de combate… Y no habría podido hacer nada para impedirlo, salvo desear, con sus últimos pensamientos, que los Titans hubieran llegado a tiempo para intervenir y detener a su amigo antes de que hiciera algo más. No sería fácil, pero Dolphin sabía que el resto de los Titans serían capaces de derrotar a Conner, ahora que sabían a qué se enfrentaban exactamente. Además, Envidia estaba solo, y ellos eran muchos… Y era posible que hubieran encontrado un poco de kriptonita en la Batcave, incluso. Sí, todo debería haber salido bien…

Pero, entonces, ¿por qué le daba la sensación de que había pasado una eternidad desde la última vez que había visto la luz del sol? ¿y por qué no podía mover las manos? Se sentía aturdida, atrapada en ese lugar incierto que es el límite entre la vigilia y la inconsciencia. Con los pulmones llenos de azufre y la parálisis asentada en sus huesos, debería estar asustada. Pero había algo que se lo impedía. Unos dedos suaves deslizándose por su mejilla en una corta caricia, despertándola… Y sanándola al mismo tiempo.

"-... Raven."-No es como si conociera a muchas personas capaces de curar a otros así, a decir verdad. Pero, de todas formas, eso no la preparó para encontrarse con la cara de su ex-compañera de equipo justo delante de la suya al abrir los ojos. A pesar de que su garganta no podía emitir ningún sonido, su sorpresa se hizo más que evidente cuando trató de echarse hacia atrás, tan sólo para hacer chocar su espalda contra la roca que tenía detrás. Sin embargo, eso no la desanimó en absoluto. Raven apenas había tenido tiempo de retirarse, y la atlante ya había empezado a forcejear con sus ataduras. Sus garras salieron de la funda en la que se mantenían retraídas, listas para cortar ese monolito de forma extraña a la más mínima oportunidad, mientras que sus extremidades se movían en busca de cualquier vulnerabilidad. Incluso sin empatía, cualquiera de los presentes vería muy claras sus intenciones: Salir de ahí lo antes posible, aunque todavía no hubiera pensado el paso dos de su plan de fuga. No era una estrategia digna de la aprobación de Nightwing, cierto, pero… La peliblanca sabía qué pretendía Raven, y todo le parecía mejor idea que quedarse quieta y permitir que la convirtieran en una amenaza para sus amigos y el mundo en general.

Sin dejar de moverse, Dolphin escudriñó su entorno, tratando de hacerse a la idea de dónde y con quién estaba. La respuesta a la primera pregunta era… Dudosa, como poco. La verdad es que no estaba segura de si eso era aún la Tierra, o si estaban en otra dimensión completamente distinta, como esa a la que los terrestres llamaban “Infierno”. Los demonios, los lagos de sangre y los puentes de… ¿cadáveres? parecían apuntar en esa dirección, definitivamente. Eso haría más difícil su escape, desde luego… Aunque, sinceramente, ni aunque eso fuera la Tierra lo habría tenido fácil. Junto a Raven se alzaban el resto de sus “hermanos”, además de Brother Blood. Reconocía a la mayoría de ellos: Conner, Beast Boy, el parásito rojo que había infectado a Shawn… Y un hombre muy atractivo, alto y con el pelo y la barba negras. Su piel estaba bañada por el sol, y había algo en él que le resultaba… Extrañamente familiar. Era como si la voz del mar también estuviera con él… Pero no era el momento de preocuparse por esa clase de cosas. Lo importante era que no lo conocía, y por tanto, no tenía ni idea de qué esperarse de él. Y lo mismo podía decir, aunque en menor medida, acerca del hombre con el casco astado que se encontraba a su lado. Nada más enterarse de lo que había pasado con Raden, se había puesto al día de todo lo que se sabía acerca de ella, su padre y la Iglesia de la Sangre. Sebastian Blood… El último de una larga dinastía de cultistas lo bastante poderosos y desquiciados como para hacer sentir orgullosos a los mismísimos maestres de la Escuela Silenciosa. El manto se había pasado de padre a hijo durante siglos, y ese parecía ser un Brother Blood diferente al que los Titans se habían encontrado la última vez. Así que… También tenía que estar preparada para una sorpresa muy desagradable por su parte.

Y, a pesar de todo… La que más le preocupaba era la chica rubia que había atrapada junto a ella. No la reconocía, e iba vestida con mallas y una sudadera: Seguramente se tratara de una civil con poderes que había tenido la mala suerte de llamar la atención de Raven y sus secuaces, convirtiéndola en candidata para llevar una de las semillas de Trigon. Tenía que sacarla de ahí, antes de que le hicieran daño… Era posible que ni siquiera supiera usar sus poderes, fueran los que fueran. -Bienvenidas... Es un placer teneros aquí, en nuestra compañía... Envidia, Gula... Habéis hecho un gran trabajo.-Dolphin torció el gesto, dirigiendo inevitablemente su mirada hacia Envidia. Parecía tan orgulloso de sí mismo… Sin embargo, su atención volvió rápidamente a la mujer del vestido negro, ya que estaba empezando a caminar en su dirección. Por instinto, Dolphin arqueó su cuerpo, tratando de poner toda la distancia que le fuera posible entre ellas. Era cierto que Raven y ella nunca habían sido especialmente cercanas… La azariana no aparecía en sus recuerdos, y era tan reclusiva que le había resultado muy difícil tender un puente entre ellas. Pero siempre la había respetado y apreciado, sabiendo que era amiga de varios de sus amigos y un miembro muy importante del equipo. Y, en parte, esos sentimientos seguían ahí… Debajo de toda la repulsión que le causaba su nueva forma.

La atlante no lograba reconocer a Raven en la mujer que tenía delante. Esos cuatro ojos pertenecían a una tirana, no mejor que Corum Rath, el hombre que había tratado de exterminarla a ella y al resto de los mutantes como si fueran alimañas. Oírla hablar así, verla relamerse como si fueran una presa más a la que devorar… La ponía enferma. -Éstas preciosidades van a ser excelentes anfitriones para nuestros queridos hermanos...-Raven extendió la mano, posándola sobre las escamas de su mejilla. Dolphin no sabía si así esperaba intimidarla, o encantarla de alguna forma… Era posible incluso que fuera afecto genuino, aunque retorcido. Dolphin no lo sabía, y lo cierto era que le daba igual, ya que su respuesta era la misma.

Giró la cabeza con un movimiento brusco, y mordió la mano de Raven. Sus afilados colmillos atravesaron el guante, alcanzando y rasgando la piel que había debajo. Podía notar el sabor de la sangre en su boca cuando fijó sus ojos grises en ella, desafiante. Si en algún momento había creído que se iba a rendir fácilmente… Estaba muy equivocada.

No había tenido apenas tiempo para terminar la emisión en directo de su misa, partir hacia la capilla y reunirse con Raven y sus hermanos. Eran tiempos de gloria para la Iglesia de Sangre, pues con todos los templos principales de los cultos populares sucumbiendo a las llamas, los escépticos y desesperados dirigieron sus miradas a aquéllas religiones secundarias que se mantenían en pie ante el fin de los tiempos. Por desgracia no eran los únicos, pero era algo que se podía arreglar... Lo realmente importante era que un sinfín de nuevos creyentes se había unido a su credo y habían apartado sus viejos talismanes y libros sagrados para escuchar con embeleso las promesas que el misterioso extranjero de ojos rojos traía consigo; Salvación, supervivencia, un futuro tras la oscuridad... Sebastian sentía cada día más almas comulgar con su mensaje, alimentando con su fe y su sangre su ya inmenso poder. Se sentía pletórico...

Por eso no se opuso a la ampliación que Raven y sus hermanos llevaron a cabo en su templo; Tarde o temprano tendría que disponer de más espacio para sus fieles, y de todas formas, debía obedecer a su prometida, tal era la voluntad de su padre.

Descendió por la oscura escalinata, ataviado ya con su traje ritual y el manto sagrado, ubicándose cerca de los poseídos. Los miró con cierta repulsa; si bien eran bien parecidos, no soportaba la idea de que hubiesen probado los labios de su futura esposa. Aunque dentro del culto se hubiese casado ya 6 veces, el título de esposa sólo les otorgaba algunas responsabilidades y poderes para ayudar a gestionar la causa, pero Raven era diferente... Ellos eran iguales, vinculados al mismo señor, y podían leer sus almas como ningún otro par de amantes podría.

Sí, era completamente distinto...

Sin embargo, las prisioneras que trajeron sus hermanos eran ciertamente llamativas. La muchacha rubia parecía muy joven, quizá por su atuendo desenfadado, basado en conjuntar ropa deportiva. La observó con una mueca curiosa, ¿qué hacía una chica corriente allí? ¿Era una metahumana anónima? Bueno, no todos tenían por qué enfundarse un traje de halloween y estropear sus planes... Sin embargo, su rostro reflejaba una inmensa tristeza. Poco importaba. Pronto no sería dueña de sus emociones. Sonrió ante la cruel idea, y entonces enfocó su mirada a la joven de cabello plateado... Era hermosa y exótica. Puede que sus rasgos fuesen los de una mujer guapa común, pero había algo en ella que la hacía parecer una sirena. Sin siquiera ver sus escamas, podría uno imaginar que su pelo nacía de la espuma marina bajo la luz de la Luna.

Tal vez por eso, pese a lo violento de su ataque y posterior posesión, no sintió resentimiento alguno contra ella. Luego la jovencita se dejó hacer, sin pelea alguna. Era lo más sabio, sin duda. Aunque no podía imaginar qué debía sentirse al ser poseído por esas entidades, pero tampoco había mejores opciones para ella...

Cuando acabó el espectáculo, se acercó a su prometida silenciosamente, y con delicadeza, tomó su mano herida. Con su brazo libre, rodeó su cintura por detrás, y acercando el rostro por el lado de su cara, rozó sus labios por el hilo de sangre que aún decoraba la comisura de su boca. Luego, susurró a su oído:

- ¿Quiénes serán cuando despierten, mi reina?

Tristeza llegó por fin a la iglesia bajo la cual un pozo fue creado conectando el edificio con el infernal paisaje que bajo ella yacía. El foso era profundo, más si se prestaba mucha atención se podría escuchar los ríos de sangre que recorren por su interior como si la palpitación de un corazón se tratase. El camino de escaleras era largo y al verlo meterse tan profundamente en la tierra parecía incluso más largo de lo que era en realidad, en vez de usar sus piernas decidió hacer uso de los poderes de la gema para dejarse caer por las escalinatas poco a poco como si de una tremenda rampa se tratase la cual cada vez se hace mas y mas claustrofóbico. Claro que a ella, eso no le importaba, cosa que era difícil de imaginar viendo como las lágrimas llenaban sus ojos, un llanto vacío y sin sentimiento que daba a todos entender de qué pecado se trataba.

Al llegar al final del túnel lo primero que sintió fue melancolía, en un lugar como este se sentía como en casa y los puentes construidos por los cadáveres le daban una gran sensación de pesar, en las caras torcidas y deformadas de muchos de ellos aún se podía notar el miedo que sintieron al morir y lo que era más importante, la tristeza; para ella esto era como el éxtasis. Estas rodeada de la amargura, de la pesadumbre y poder infligirselo a los demás era lo único que Tristeza quería y ahora mismo, el mundo estaba lleno de desdicha.

Cada paso que daba le hacía temblar de excitación, su encorvado cuervo temblaba con una sensación casi orgásmica recorriendo cada centimetro de el. Sus zapatos caminaban por cuerpos los cuales aún albergaban la tristeza de los humanos que en un momento fueron y muy pronto el mundo estaría llena de cadáveres y vivos, todos llorando por su próxima muerte o la muerte de sus seres queridos, no podía esperar a tal nivel de aflicción, sin  embargo, ahora tenía que controlar sus instintos; llegaba tarde a la “reunión” con sus hermanos y por lo que ella sabía, tenían a dos cuerpos más en los cuales albergar a sus hermanos restantes. Desde el puente en el que estaba, pudo ver a Raven liberar a Gwen de la piedra en la cual sus extremidades estuvieron encerradas hasta ese justo momento.

El cuerpo en el que estaba era fisicamente debil, si usaba un poco de fuerza incluso podría partirle un brazo si así lo deseara así que su caminar era lento y no solo por que tuviera que controlar su excitación al estar rodeada de tanta tristeza. Lo que le separaba a ella de sus hermanos eran dos islas unidas por sus respectivos puentes de cadáveres, ella tenía prisa y, volviendo a hacer uso de los poderes que ahora poseía, se hizo levitar a si misma y como los demonios que cargaban cadáveres para la construcción de más puentes, ella también sobrevoló los ríos de sangre hirviendo, las lágrimas que caían de su rostro convirtiéndose en vapor incluso antes de que llegaran a tocar el rojo líquido.

Por fin llegó a la isla en la cual se encontraban sus hermanos, sus pies se posaron en ella de una manera suave y elegante. Llego justo a tiempo para ver como Gwen sucumbía a Raven y el Hermano Sangre se acercaba a ella. En silencio, ella miro desde atrás a las dos mujeres que ahora yacían en el suelo, en el rostro de la peliblanca no pudo notar un alto grado de tristeza, mas al mirar a la joven de pelo dorado vio en su rostro, el cual ahora parecia descansado tras el beso de Raven, una inmensa pena, ahora deseaba haber estado alli cuando esa humana sintio tales sentimientos, un dolor como si de mil agujas clavadas en su corazon se tratase, Tristeza se apreto los dedos con la excitacion de pensar la pesadumbre que ese cuerpo habia sufrido, ojala haber estado alli para verlo. No dijo palabra alguna cuando llegó al islote, simplemente se dedicó a mirar en silencio como si de una aparición se tratase; unas miradas rápidas a sus hermanos fue lo único que hizo al llegar. La tristeza, el pecado olvidado, por fin se había reunido con sus hermanos,y los que aún faltaban que pronto estarían con ellos en los cuerpos de las dos jóvenes, la melancolía le recorrió por todo su cuerpo y las lágrimas incesantes cayeron por su rostro como si de un río se tratase. Su expresión era seria e impasible, sus cejas rectas no denotaban ni el más mínimo de alegría o tristeza, más sus llorosos ojos engañarian a cualquiera que no supiera lo que ella representaba. Miro a ambas mujeres una vez más, en su interior quería hacerlas sufrir mas, hacerlas llorar y gritar el nombre de sus seres queridos mientras cada centímetro de su cuerpo era corrompido lenta y dolorosamente… pero ya habría otro momento para infligir la amargura a otros mortales. Invisible, como un fantasma, se acercó con pasos pequeños pero rápidos a sus hermanos, mirándolos desde la altura que le proporcionaba el cuerpo en el que estaba.

-Hola… hermanos.

Dolphin se acordaba bien de la primera vez que había tenido que escapar de un grupo de atlantes normales. Había nadado tan rápido como había podido entre los recovecos del Noveno, tratando de perderlos de vista al mismo tiempo que los alejaba de las ruinas en las que se escondían los otros. Con el paso del tiempo, conforme se acostumbraba al odio que su aspecto producía, había aprendido a no tener miedo de nadie ni de nada. Pero en ese momento, esa primera vez… Sólo podía pensar en dos cosas. En los insultos que llegaban a sus oídos desde la distancia, y en Blyte y el resto de mutantes que no podían nadar tan rápido como ella. Si los encontraban, estarían perdidos, no podrían defenderse ni escapar. Y eso era algo que no podía permitir. Era por eso por lo que se había ofrecido voluntaria, por qué había decidido ponerse en peligro para que los demás no tuvieran que hacerlo.

Era por eso por lo que se había rendido ante Conner. Y era por eso por lo que estaba atada a ese monolito en ese instante, tan indefensa como lo habían estado el resto de mutantes en su día. Paralizada por el miedo, con el sabor amargo y metálico de la sangre impregnando sus labios y la esperanza, cada vez más pequeña, de que los Titans llegaran a tiempo.  No podía vencer, no podía huir, no podía salvar a la otra prisionera. Así que sólo le quedaba resistirse, tratar de ganar tiempo para un rescate que no llegaría. Dolphin apretó los dientes en un gruñido silencioso, casi más propio de un animal acorralado que de una criatura sintiente. La situación ya de por sí era suficiente como para sobrepasarla, pero el hecho de que Raven lo estuviera disfrutando así… Era mucho, mucho más de lo que podía soportar. -Mi querida niña... Crees que tienes una elección en ésto... Pero no la tienes.

La atlante trató de mantenerse firme, de aferrarse a la ira que ardía en su interior para no ceder a la desesperanza. No quería darle esa satisfacción a Raven y sus hermanos. Pero la determinación se le escapó como agua entre los dedos tan pronto como lo que había creído que era un portal cambió, creciendo y distorsionándose hasta adoptar la forma de… ¿Una manta raya? No, no. Eso era… Un cuervo. La esencia de Raven, o más bien, lo que quedaba de ella después de ser contaminada y retorcida hasta quedar irreconocible. ¿Era eso en lo que se había convertido? ¿En un monstruo? ”-No...”-Los tentáculos que salían de esa abominación empezaron a reptar por su cuerpo, sofocando el brillo de sus escamas bajo un manto de negrura impenetrable. Recordándole que no podía impedir su avance, que ya no tenía potestad sobre su propio cuerpo siquiera. Trató de forcejear una vez más, deseando que esta vez las ataduras cedieran. Sabía que no podía escapar, pero… Necesitaba quitarse esas cosas de encima. No sabía qué pasaría si la envolvían, y no quería descubrirlo. No quería hundirse en la oscuridad.

Pero… Ya era tarde para ella.

-Podría hacer que ésto fuera placentero... Pero has perdido esa oportunidad.-Dolphin jadeó cuando la semidemonio tiró violentamente de su pelo, obligándola a alzar la cabeza y mirarla a los ojos. Esos ojos vacíos de la humanidad que Dolphin siempre había encontrado admirable en Raven, vacíos de la compasión que mueve a una persona capaz de absorber el dolor de otros por su propia voluntad para sanarlos. Su visión se nubló, a medida que la atlante comprendía lo que iba a pasar a continuación. Hasta ese momento, hasta que había mirado a los ojos a su antigua compañera, la peliblanca no había entendido de verdad en qué se había convertido Raven. En qué la iba a convertir. Y, ahora que lo sabía… Deseaba que Conner la hubiera matado en Happy Harbor.

Las lágrimas rodaron por sus mejillas cuando Raven fundió sus labios con los suyos, amargas y ardientes como la propia prisión en la que se encontraban. Como la presencia que inundó sus sentidos, como las miles de manos que de pronto la tocaban, la arañaban, la rompían, la transformaban en algo distinto. En una cosa que maltratar y deformar a placer, tal y como había ocurrido con sus amigos. La única diferencia, se dio cuenta, era que ella era dolorosamente consciente de lo que Raven le estaba haciendo.

Quiso gritar. Chillar hasta que sus cuerdas vocales se rompieran en pedazos, hasta que alguien la escuchara y compartiera una brizna de su dolor. Hasta que alguien viniera a ayudarla, fuera quien fuera. Dick, Koriand´r, Roy, Mera, Arthur… Garth. El recuerdo del chico de los ojos violetas fue como una puñalada directa al corazón, tan fuerte que logró distinguirse entre esa marea de dolor que la inundaba. ”-Oh, vamos. No es como si fuera la primera vez que te usan así… ¿Me equivoco?.”-Una voz, aguda e insidiosa, susurró en su oído. Dolphin no sabía de qué hablaba, no era consciente de su propio cuerpo, ni siquiera sabía si seguía despierta. Lo único que podía notar era la presión de algo, de alguien contra su cuerpo. El aliento cargado de azufre sobre su garganta, el agarre férreo de unas manos que no estaban ahí sobre sus muñecas, y que de pronto pasaban a hundirse en su pelo o vagar por su cuerpo. Pero lo peor llegó cuando esa presencia empezó a entrar en ella. Cuando esas manos se hundieron en las suyas, suplantando su voluntad a la hora de moverlas. La línea que definía dónde terminaba ella y dónde empezaba el demonio se emborronó, y con ella, cualquier sentido de la identidad que aún pudiera conservar.

Quiso gritar. Pero sólo Raven y Brother Blood podían oír la agonía de una persona que nunca había tenido nada salvo su libertad, y que ahora la estaba perdiendo. Alguien que acababa de sacrificar lo último que tenía… En vano. No era justo, pensó. ¿Por qué era ella la que siempre tenía que perder? Había perdido su hogar, su dignidad como persona en Atlantis. Había perdido a todas las personas que conocía; su dimensión entera. Había perdido a sus nuevos amigos, y ahora, se perdía a sí misma. Ya no le quedaban fuerzas para moverse o seguir luchando, ni siquiera podía abrir los ojos. Ni siquiera podía notar las lágrimas cayendo por su barbilla y estrellándose contra el suelo profanado de la Iglesia de Sangre. ”-¿... Es así como voy a morir...?”-Se dijo, hilvanando con dificultad los pocos pensamientos coherentes que aún no habían sido consumidos. Le costaba pensar. Le costaba sentir cualquier cosa salvo la presencia del demonio en su interior, destruyéndola desde lo más profundo de su alma.

”-Sí.”-Respondió la voz, usando sus propios labios para articular las palabras. ”-No llores, mortal… Pues, aún muerta, dejarás de ser insignificante por fin. ¿No era eso lo que querías?”

Tristeza se acababa de reunir con sus hermanos, cuando un crujido surgió del monolito en del que colgaba la chica peliblanca. O lo que quedaba de ella, al menos. Avaricia rompió sin dificultad las ataduras que habían retenido a su huésped, y posó sus pies sobre las escamas azules que se habían desprendido durante su transformación, y que ahora alfombraban el suelo. La mutación de Dolphin se había producido en primer lugar por la contaminación mágica que anegaba las partes más profundas de Atlantis, y la influencia demoníaca parecía haber potenciado aún más los cambios. Su cuerpo ahora estaba cubierto de escamas aceradas, que se extendían por su cara hasta enmarcar sus asalvajados rasgos. Sus ojos parecían pertenecer a alguna criatura de las profundidades, con iris azules vidriosos rodeados de negro. Aletas vestigiales habían aparecido tanto en sus hombros como en su cara y piernas, disolviendo su silueta humanoide y acercándola un poco más al monstruo marino que tantas personas habían visto en ella. Si bien sus dientes no se habían vuelto aserrados por completo, no era difícil ver que se habían afilado casi tanto como sus garras. Pero probablemente lo peor fuera la sonrisa, no los colmillos que la adornaban. La chica que hasta hace unos instantes había estado retorciéndose de dolor y miedo, aquella que acababa de sufrir un infierno delante de ellos… Ahora simplemente sonreía, estirando sus miembros y observando su nuevo cuerpo como quien admiraba un costoso abrigo de piel.

Avaricia estaba satisfecha. Su hermana le había ofrecido un recipiente fuerte y hermoso, digno de ella. Por el dolor que sentía en cada fibra de su ser, debía de haberse resistido… Pero eso estaba bien. Estaba en su naturaleza poseer pero no ser jamás poseída, y le gustaba que la mortal cuyo cuerpo iba a usar también hubiera pensado así. Aunque no le hubiera servido de nada. Sin embargo, esa sonrisa no tardó en borrarse de sus labios. -¿Quiénes serán cuando despierten, mi reina?-Ah, Hermano Sangre. Uno de ellos, al menos, y el primero en cumplir la tarea primordial que Trigon había encomendado a su ancestro. El único humano que acompañaba a sus hermanos y hermanas, mientras presenciaban la llegada de los dos últimos hijos de Trigon al mundo. Suponía que merecía, al menos, unas palabras por los servicios prestados. Pero cuando Avaricia trató de hablar… Ningún sonido salió de sus labios, aún manchados de la sangre de Soberbia.

La sonrisa satisfecha que había mantenido hasta entonces desapareció en un instante, sustituida por una expresión de furia que haría sentir orgulloso al propio Ira. ”-Estoy… Incompleta...”-Los pensamientos de Avaricia llegaron a la mente de Soberbia al mismo tiempo que sus venas empezaban a iluminarse con un brillo amarillento, peligroso. Ella, que quería tenerlo todo. Que necesitaba tenerlo todo… Y nada más llegar, se le había negado algo que todos los demás tenían. La cólera la consumía, avivada por el sentimiento de pérdida que Dolphin había dejado tras de sí al desaparecer. ”-¡Hermana! ¿Te burlas de mí, trayéndome a la Tierra en un recipiente incompleto? ¡Ni siquiera puede hablar!”

Envidia se había quedado un poco apartado metido en sus pensamientos. Con los brazos cruzados, apoyando su ancha espalda en uno de esos muros decorado con calaveras y la mirada perdida pensaba en su recién fracaso. ¿Cómo había podido permitir que esa niña escapara? Aunque fuera una dragona seguía siendo una niña, ese fracaso le llevaba atormentando porque no había podido demostrar de lo que era capaz de hacer con ese cuerpo de kryptonianio. La voz de ese extraño, pero ahora parte de la familia, le saco de sus pensamientos y se unió a la reunión. Se alegró de acercarse a ellos en ese momento; en el momento donde avaricia se quejaba de su cuerpo, no pudo evitar echarse a reír.



Le hizo una peineta, hablándole con tono chulesco.



Dijo de forma prepotente, acercándose a Pereza y cogiéndola en brazos dejando que apoyara su cabeza en su pecho, con su súper fuerza no le costaba nada cargar con ella. Saludo a tristeza con un movimiento de cabeza. Miro a todos los presentes lentamente por si tenían algo más que decir.

Gula no quitó los ojos de encima de Gwen en todo el proceso, ignorando totalmente al resto de hermanos congregados en la sala, echando solo un leve vistazo al nuevo recipiente de Avaricia, el cual reconoció como una de las heroínas a las que se había enfrentado en su invasión del Monte Justicia. Recordaba que la humanoide le había hecho pasar un mal rato, sin duda sería un recipiente suficientemente poderoso como para soportar a su hermana.

Pero su atención se volvió a centrar en la debilitada rubia, no pudiendo evitar cierto cabreo al ver como Raven le daba un beso. ¿Sentimientos resilientes del antiguo usuario del simbionte o el mismo Savage tenía aprecio a Gwen? Eso ya daba igual, hacía tiempo que el alien había perdido el control, siendo Gula el único que podía manifestarse en su cuerpo.

Pero esa sensación de malestar continuó al ver como la figura de la antaño enérgica heroína se movía como un cadáver andante, el propio Gula sabía que debajo de ese aspecto enfermizo el poder de Pereza rivalizaba con el suyo propio, pero Savage seguía compadeciéndose de su pobre anfitriona.Hasta Gula reconocía que en su estado actual, Gwen no merecía ni el esfuerzo de digerirla.

Siguió mirando con mala cara a su hermano, Orgullo, cuando este elevó en sus brazos a Pereza, se suponía que era su premio, la cazó él no ese prepotente, pero debía dejarse de sentimentalismos. Por lo menos su hermano le hizo reirse un poco al mencionar la barbacoa, la verdad era que la visión calorífica de Superboy junto al apetito de Savage podían ser una combinación letal...

-Coincido con nuestro hermano Raven, nuestras fuerzas no hacen más que aumentar mientras que esa escoria humana es incapaz si quiera de organizarse para realizar una resistencia digna. Es solo cuestión de tiempo antes de que tomemos este planeta en tu honor, al menos déjanos divertirnos un poco-dijo mientras se relamía.

Miró a su alrededor, a su hermanos. Primero a Raven, que la presentó ante Hermano Sangre y ella respondió a la presentación con un leve movimiento de cabeza, casi invisible, pero que ahí estaba. No perdió mucho tiempo mirando ni a el ni a su hermana, sabía que era importante, el futuro marido de su hermana, pero a Tristeza no le gustaban las muestras de afecto, fueran las que fueran. Cruzó los brazos en su espalda y con la espalda encorvada, se giró para mirar esta vez a Envidia, el cual le saludo con un movimiento de la cabeza, como hizo ella antes con Hermano sangre.

Cuando por fin el cuerpo que antes perteneció a Dolphin se recompuso, todos, al menos ella, notaron algo extraño en el. Se podría decir que de los ocho pecados originales, Tristeza y Pereza eran los menos habladores, una por el simple hecho de no tener ganas ni de hablar y la otra por preferir ser invisible, escondida en el fondo del subconsciente sin que nadie se de cuenta de que está ahí hasta que… es demasiado tarde ¿Pero Avaricia? No, no era normal que estuviese tanto rato sin decir palabra, algo iba mal con su nuevo cuerpo; no podía hablar y quería gritar. Soberbia le explico los poderes de su nuevo cuerpo haciendo ver que no poder hablar era un mal menor pero ¿Que importaba eso si podía tener otro cuerpo cuando quisiera? Era irrelevante estar molesto por un cuerpo, todos eran de usar y tirar.

Mientras quitaba la mirada de Soberbia y su prometido, pudo observar las transformaciones de los cuerpos recipientes de sus dos hermanas. Fijándose en ellas noto que su transformación fue nula o al menos eso le parecía; el cuerpo de la mujer que ahora le pertenecía portaba el mismo aspecto que tenía antes de que fuese suyo ¿Por que? Lo único diferente eran las lágrimas que, sin cesar, bajaban por su rostro, puede que el aspecto encorvado, la cara deformada y el cabello hecho un desastre había sido lo suficientemente representantes de Tristeza que el cuerpo no tuvo que hacer cambio alguno. Entre estos pensamientos se miró la mano, la derecha, sobre la cual la gema yacía incrustada como si de un clavo se tratase. El poder que había en su interior, Tristeza lo podía notar recorrer todo su cuerpo, puede que incluso fuese demasiado para ese cuerpo en el que habitaba, claro que si algo le pasaba siempre podría buscar otro.

Envidia se burló de su hermana muda con un gesto burlesco de la mano, le entristeció no que sus hermanos no se llevaran bien, sino que a su hermano solo se le hubiera ocurrido hacerle una peineta a su hermana. A Tristeza las “trifulcas” de ese tipo no le interesaban mucho, era inútil hablar e insultarse, lo único que importaba es hacer sufrir a los demás, que las lágrimas llenen sus rostros y el pesar hundiese su alma, pero los demonios no lloran. Como bien recalcó su hermano, ahora estaban completos y era el momento de dar el siguiente paso, sin embargo, Tristeza no sería la que decidiría que hacer claro que ella ya tenía algo en mente; niños. Los humanos eran muy dados a la reproducción, miles de millones de personas cubrían la faz de la tierra y muchas de ellas tenían descendencia y ¿Que pasa cuando un hijo ve a sus padres morir? Llora, un llanto puro e incesante que a Tristeza le hacía sentir un escalofrío por todo su cuerpo. Ahora solo pensaba en buscar a familias, matar a los padres lentamente mientras lloran por sus hijos y luego llevárselos para así crear una cadena de infantes sollozantes que arrastrara tras de si, un trofeo de su victoria, de la victoria de sus hermanos, la victoria de Trigón.

Todo eso debía esperar, pronto llegaría el día en el que ríos de sangre y lágrimas recorran la tierra, mas ahora no era el momento para pensar en “divertirse”, al menos en la diversión que Tristeza tenía en mente, eso vendría después. Silenciosa, volvió a cruzarse las manos a la espalda y esperó la sentencia final de sus hermano, aguardo melancólica algo que hacer para satisfacer sus ganas de traer la tristeza al mundo terrenal. Todo era cuestión de tiempo, incluso los mas grandes héroes acaban sucumbiendo al llanto y había muchos héroes que erradicar, muchos héroes que estaban dispuestos a hacerles frente, su estupidez le traía pesar a Tristeza; la estupidez de que tiene algo que hacer contra Trigon y los ocho pecados

-Lo que vosotros... digáis

Un suspiro, eso es lo que pareció salir de entre sus dientes al hablar, parecido a como Pereza había recitado su frase. La miro unos segundos, Pereza y Tristeza eran parecidas, puede que por esa razón a ella se le hubiese olvidado en el tiempo. Esos pensamientos le entristecía, ahora el mundo sabrá que es la verdadera tristeza, esa que te hace un agujero en el corazón y te bloquea la respiración, impidiendo que respires o que digas palabra, la que te hace llorar incluso cuando no tienes fuerzas ni para moverte… eso era lo que le esperaba al mundo; el quebranto.

A Avaricia le daban igual los poderes de su nuevo cuerpo. Le daba igual si era fuerte, rápido y resistente, le daba igual que pudiera nadar rápido o reducir acero blindado a jirones sin demasiado esfuerzo. Le daba igual si Blood quería desnudarlo y tomarlo ahí mismo. Le faltaba algo… Y era ese vacío el que alimentaba su ira, el que brillaba en las garras que extendió para responder a la provocación de Envidia. "-Cállate, hermano. Sólo estás vivo porque esos" héroes" fueron lo bastante estúpidos como para perdonarte la vida cuando tu envoltura se te rebeló y empezó a gimotear como un bebé… ¿Qué se siente al ser compadecido por nuestros enemigos?"-Avaricia no sabía si Soberbia haría públicos sus pensamientos. En realidad, le daba lo mismo. Lo único que quería era abrir la garganta de alguien y tomar sus cuerdas vocales para sí, sin importar a quién tuviera que herir para ello. Lo único que necesitaba era llenar ese vacío, ese deseo imposible de satisfacer que resultaba inherente a su propia naturaleza. Esa carencia sin la que la cual ella misma dejaría de existir.

Estaba a punto de saltar sobre Envidia, retomando indirectamente la lucha que Dolphin había iniciado con él días atrás, cuando Raven intervino. Su hermana mayor posó sus manos enguantadas sobre sus hombros desnudos, calmándola poco a poco al tiempo que la retenía a su lado. Fue así como, por primera vez, Avaricia valoró seriamente la posibilidad de buscar un cuerpo más apetecible… O, quizás, apoderarse de cuantos cuerpos pudiera. Al fin y al cabo, nunca le había gustado elegir y quedarse con una única cosa. Pero eso era algo que tomaría un tiempo. Por poco que le gustara, Soberbia tenía razón, y tenía que escuchar sus palabras: De momento debía conformarse con esa envoltura rota… Pero por suerte, ese mundo tenía otras muchas cosas que poseer. Podía ver monedas tintineantes, piedras preciosas y antigüedades valiosas en los recuerdos de la peliblanca… Al menos, eso era algo en lo que se parecían. Aunque, a diferencia de Avaricia, la atlante apenas había dado valor a las riquezas que sus garras rescataban del mar.

Raven pudo notar cómo su hermana menor se relajaba ligeramente bajo sus manos, la amenaza de que empezara una pelea seria remitiendo a medida que pensaba un plan. Porque, a diferencia de la apatía característica de Pereza y Tristeza, o el deseo inordenado de Gula, la Avaricia requería de cierta… Astucia. La misma astucia que lleva al empresario corrupto a explotar a otros, o al ladrón a ingeniárselas para colarse en cualquier parte en pos de su recompensa. Al escuchar las “propuestas” de sus hermanos, un brillo maquinador y taimado apareció en el fondo de sus pupilas, haciendo juego con el blanco de su afilada sonrisa. ”-Oh, sí, claro. Una barbacoa. ¿Por qué no montamos una fiesta en la playa, ya de paso?”-Meses atrás, Dolphin había encontrado a la Young Justice en la fiesta de cumpleaños de Conner, precisamente así. En ese momento, ninguno de ellos se hacía a la idea de la amenaza que les esperaba…

Habían sido tan felices.

”-Lo que tenemos que hacer es aprovechar que están aún dolidos por vuestro último ataque, y rematarlos. ¿Para qué esperar? Somos fuertes, pero cuanto antes los aplastemos, antes podremos disfrutar de nuestro premio.”-No era difícil leer la impaciencia en su lenguaje corporal, con las aletas ligeramente extendidas y las garras listas para ser desenvainadas. ”-Los hemos diezmado, son pocos y están asustados. Si atacamos varios sitios a la vez, ellos también se dividirán, ya que son incapaces de no intentar salvar el día… Así que destruirlos será un juego de niños.”

De hecho… Avaricia ya sabía qué iba a hacer exactamente, y qué Titan se enfrentaría a ella con casi total seguridad. Al igual que sus hermanos, ella también quería divertirse… Pero su pecado la forzaba a no perder de vista el beneficio, y conseguirlo lo antes posible. Así, mataría dos pájaros de un tiro. Podría satisfacer su sed de riquezas y destrucción con tantos tesoros como pudiera conseguir… Y podría jugar con su príncipe favorito.

No entendía qué le estaba sucediendo...

Estaba presenciando el fin del mundo.

Horrores que eran inconcebibles y que estaban lejos de rivalizar con lo peor que hasta la persona mas destructiva y retorcida pudiera llegar a imaginar jamás. Aquello era un dolor sin nombre, un terror tan viejo como la vida misma.

Y él pasaba los días atrapado en un estado de constante náusea, y sin embargo, era del todo consciente de que a pesar de las vomitonas, su cuerpo tendría que haber reaccionado aún peor. No había tenido una sola pesadilla. Era recurrente en él tenerlas cuando pasaba situaciones dolorosas y complicadas. Con lo que había presenciado, tendría que haber sido imposible para él dormir. Cuando llegaba la hora, se tumbaba y un extraño estado de paz y calma le invadía el cuerpo y le arrancaba de la consciencia como el mejor de los regalos.

Ya apenas temblaba. Su furia estaba siempre atemperada. Como si viviera en un estado de constante sedación que le impedía experimentarse a sí mismo como solía ser. Apasionado y visceral. Ni siquiera se veía en obligación de lidiar con sus pensamientos y apetencias. Siempre que la otra Raven aparecía le llenaba una sensación de ira, pero luego dejaba paso tan sólo a una extraña calma rendida y un poso que era incapaz de entender. ¿Desesperanza tal vez?...

Y sin embargo... tenía un sabor amargo, mas propio de la culpa.

¿Sería algo propio? ¿Sería su pérdida y su dolor? ¿o había algo más?

Lo que si sabía es que su supervivencia venía dada de esa misteriosa constante mitigadora y la visión de túnel que había comenzado a experimentar. No podía fijarse en las caras retorcidas que formaban los túneles y puentes, en las estalagtitas y estalagmitas que a puñaladas sobresalían de ese apestoso mar de sangre fresca bajo el suelo, palpitando como la corriente de una enfermedad bajo una ciudad que parecía ignorar el monstruo que había bajo su interior, maquillándolo con iconos, ídolos y plegarias para quienes sólo querían arrancarles la sangre de las venas y consumirlos como si no valieran nada.

Todo le enfermaba, pero nada lo delataba más que la náusea.

Así, cuando se le reclamó para presenciar la venida de sus dos "hermanos" acudió, como un cordero va al matadero. Sintiendo los túneles cada vez mas asfixiantes y cada paso como la ilusión de una libertad que se escapa cuanto más te acercas a tu destino. Realizar la pantomima no era lo difícil. En su mayoría los demonios eran egoístas, y pasaban poco tiempo preocupándose de nada que no fuera ellos mismos, salvo cuando se trataba de confrontarse o competir. Quizá fue una suerte o una ironía que a él le correspondiera la lujuria. Sus hermanos parecían dispuestos a excusarle su "falta de crueldad" en favor de una forzada y constante muestra de otros apetitos, y se hizo a la idea de que para no delatarse, su comportamiento debía ser mas hedonista que otra cosa. Eso es lo que esperaban de él.

Pasaba las eternas horas de ese juego de "imitación" agarrándose de manera desesperada a la idea de que no estaba sólo. La gente seguía luchando y él lo haría también. Tenía nuevos aliados. Nuevas esperanzas... pero las circunstancias habían querido que él quedara fuera del destino de Raven. No podía escaparse como quisiera a conseguir los anillos que necesitaban. Hacía mas falta allí, dándoles información que pudieran aprovechar la mas mínima oportunidad.

Obligarle a vivir la posesión de las dos jóvenes fué en sí mismo la peor de las torturas. Dos mujeres jóvenes, fuertes y con sus respectivas vidas habían sido arrastradas a un destino peor que la muertem pero no lo sabían. La crueldad no tenía límites en la iglesia de la sangre. Una de ellas mostró un comportamiento casi suicida al confrontar a Raven. Cómo había sido capaz de hacer una cosa así sin mostrar el menor miedo asombró al español. Sus mutaciones le recordaban a las Xanas, y con eso trajeron la imagen de su propia madre a su cabeza, y se preguntó... Su resistencia sólo lo empeoró todo. No estaba seguro de si estaba presenciando una posesión, o lo que estaba haciendo Raven era arrancarle el alma del cuerpo. Por el modo en que la mujer parecía sufrir podría haber sido cualquier cosa que se escapara a su comprensión. La otra joven por el contrario, quizá consciente de lo que acababa de presenciar, aceptó aquello sin más. Recordó el modo en que él mismo había sentido en propia carne esa traumática experiencia, y la ira amenazó con volver a bullir en su interior, pero de nuevo, esa sensación casi anestésica. En parte era como una agonía. Como si estuviera atrapado en ese instante antes de un clímax al que nunca llegaba. Pero era mejor así... y la joven se rindió...

Y el tuvo que ver, impasible, sintiéndose inútil, despreciable, miserable y herido en su orgullo, como dos personas, sin importar si eran buenas o malas, pues no era quien para juzgar, perdían su ser para convertirse en simples contenedores. La vida era arrancada al alcance de sus dedos y no podía hacer nada.

A eso se resumía todo lo que él era en comparación con las criaturas que lo rodeaban.

El no era Nada.

Sus cuerpos cambiaron, de modo mas claro uno, volviéndose bestial y salvaje. El otro, de una forma que sería difícil de definir. Era como si le costase vivir. Vio en la joven el halo del moribundo que acaba de ser consciente de que se va a extinguir. Dolía sólo de mirarla.

Y en un momento que se le hizo eterno y se le arraigó en la carne para siempre, las dos se extinguieron... y la horrible familia estaba completa. Saludó con la cabeza, con la cortesía que entre ellos se profesaban, mientras se jactaban de lo que hacían y planeaban su siguiente paso.

Y él los odió con la falta de intensidad con la que lo estaba experimentando todo... pero supo que odiaría a todos y cada uno de ellos hasta el día de su muerte.