[Minievento WWD] Cuervo de Sangre - Regrets (Brother Blood) [07-04-2019]

El oscuro y sombrío edificio de la catedral de Gotham había sido habilitado como refugio tras la invasión demoníaca de hacía tres días, y aunque los demonios aún no habían dado señales de presencia en la ciudad, la catedral había decidido abrir sus puertas para todos los angustiados fieles que necesitasen de un poco de seguridad y consuelo en aquellos momentos tan desesperados.

Como la joven mujer que, cubierta con una túnica azul, se mantenía apartada de los demás arrodillada frente al altar principal. Todos los que la veían pensaban que rezaba y la dejaban en paz, y no andaban demasiado desencaminados, pues, aunque aquella iglesia y la fe que representaba eran algo completamente desconocido para quien había sido criada en Azarath, todavía resultaba un lugar propicio para la meditación, el recogimiento y la oración.

Su padre había llegado finalmente a la Tierra y Raven sabía lo que eso significaba. Ahora querría apoderarse de ella, hacerse con la mitad de su alma que residía en su interior para, así, volverse invulnerable. Sólo había una salida: tenía que morir. Lo sabía, y la idea la aterrorizaba, pero no tenía otra elección. En el momento en el que ella muriera, su padre sería completamente vulnerable. Sería posible dañarle e incluso matarle. En cambio, si no lo hacía, Trigón acabaría devorando las almas de toda la Tierra, convirtiéndola en un yermo muerto y sin vida como al final acababa haciendo con todos los planetas y dimensiones que conquistaba. Así que no había opción... la fría mano del destino la llamaba.

Pero tenía miedo, y notaba cómo una sensación amarga le iba subiendo por la garganta. Raven sólo tenía 19 años y se había pasado la mayor parte de su vida enclaustrada en oración, obligada a reprimir cualquier sentimiento o emoción. Nunca había jugado con otros niños, nunca había abrazado a su madre, nunca había podido desahogarse con un amigo, nunca había tenido pareja y nunca había conocido los placeres de la carne, viéndose relegada a tener que saborear todas éstas emociones desde lejos, a través de lo que percibía en los demás, en sus vivencias y en sus recuerdos, como aquél que debe contentarse con rebañar un plato vacío. ¡Eran tantas las cosas que se había perdido y que ahora ya nunca podría experimentar!

Una pregunta desesperada pugnó por abrirse camino en su garganta conforme su mirada se elevaba en muda súplica hacia la figura que observaba desde arriba, clavada en la cruz.

- ¿Por qué? -musitó-. Toda mi vida me fue dicho que no podría amar, ni odiar, ni sentir. Me fueron negadas las emociones de las que los demás disfrutaban, ¿y por qué? Se suponía que debía mantener bajo control mi mitad demoníaca para que mi padre no pudiera nunca invadir éste plano, pero al final lo hizo sin mi ayuda y siento que todos éstos años de sacrificio han sido en vano...

¿Qué era esa constricción que sentía en la garganta? ¿Angustia? La muchacha pensó en Andy, perdido lejos de ella, en Azarath, donde ya no se le permitía regresar, y sintió deseos de llorar. Aquellos últimos meses se había ido sintiendo cada vez más apegada a él, como una vez le había sucedido con Wally West, sólo que con Andy tenía muchas más cosas en común, y por primera vez en mucho tiempo sentía que alguien la comprendía y la aceptaba sin cuestionarla. Pensó en aquella mañana de enero cuando ella le había rozado y los dos se habían ruborizado. Sabía que él también sentía algo por ella, habría sido imposible no percibirlo, pero había tenido que alejarle de su lado, de la misma manera que en su momento había apartado a Wallace, porque no podía ser, porque nunca podría haber nada entre los dos... Pero ahora su padre estaba en la Tierra igualmente y no podía evitar sentir que había sido en vano. Y ahora iba a tener que morir sin ver a Andy o a sus amigos por última vez. Sin saber lo que era algo tan simple como un beso...

Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, pero ya le daba igual... Allí adentro, en la santidad de aquél suelo sagrado bendecido por el fervor de todos los creyentes congregados su padre no podría encontrarla, y podría permanecer el tiempo que fuera necesario hasta reunir el valor para hacer lo que tenía que hacerse.

- ¿Puedo ayudarte? -dijo alguien a su espalda. Era un sacerdote y la émpata pudo notar que se encontraba preocupado por ella. Rápidamente limpió sus lágrimas y negó con la cabeza.

- No, yo... lo siento. No... no soy de su fe. No pertenezco a éste lugar. Me marcharé...

Empezó a hacer el movimiento para levantarse, pero el sacerdote la detuvo.

- Hija mía, aquí todos los hijos de Dios son bienvenidos, especialmente en éstos tiempos turbulentos que corren... No he podido notar que estabas llorando; ¿puedo ayudarte con algo? ¿Necesitas confesión?

- N-no... Es imposible, padre, no podría entender lo que me ocurre -respondió, manteniendo la mirada gacha para que las sombras de la capucha le impidieran ver su rostro, tan deterioriado por la cercanía de Trigón.

- Hija, quizá te sorprenderías. Por favor, Raven, dame una oportunidad.

- ¿Sabe quién soy? -inquirió ella.

- Bueno... leo los periódicos, veo la televisión... Si prometes no decírselo a nadie te confesaré que incluso disfruto de vez en cuando de algún videojuego. Hace muchos siglos que ya no vivimos recluidos en oscuras abadías. Por favor, quédate, todo el mundo es bienvenido en la casa del Señor, y si te lo piensas mejor, ya sabes dónde encontrarme -dijo, poniéndole una mano en el hombro con amabilidad antes de retirarse.

Todo el mundo es bienvenido en la casa del Señor, había dicho. ¿Incluso la hija de Satán? pensó ella con amargura sentándose en uno de los bancos para volver a ensimismarse en sus pensamientos.

Cada paso que dio Blood por la nave central hasta el altar resonó para Raven con la intensidad de un trueno gritando en su alma. Era capaz de percibir la maldad y su aura demoníaca desde donde estaba, y sintió que el corazón se le paraba en el pecho. ¿La habían encontrado ya los sicarios de su padre a pesar de todos sus esfuerzos? No tenía miedo, pues la hija de Trigón no era ninguna criatura indefensa, y siempre podía teleportarse fuera si era necesario, así que le permitió aproximarse. Si era a ella a quien buscaba (y de eso no tenía ninguna duda) no podía permitir que los demás inocentes de la catedral corriesen peligro por su causa.

Pero... algo iba mal. El hombre se había arrodillado a su lado para rezar, y ninguno de los sirvientes demoníacos de su padre habría podido hacer algo así. De hecho, las veces anteriores Trigón había enviado demonios en su busca, pero aquél hombre era, en apariencia, humano... y bastante atractivo, según pudo constatar cuando sus miradas se cruzaron.

- ¿Quién eres? -inquirió, aturdida por sus palabras.

Notaba el mal en su alma, pero no intención alguna de hacerle daño. Más bien parecía... ansioso por conocerla. Se aseguró de mantener el rostro oculto por la capucha, pues si se descubriera que su apariencia se había vuelto parcialmente demoníaca cundiría el pánico en la catedral.

- Has venido hasta aquí buscándome, puedo intuirlo... ¿Te manda mi padre? No intentes mentirme; si lo haces, lo sabré -le advirtió-. Si has venido a luchar, salgamos fuera. No pienso profanar un lugar sagrado como éste.

¿Por qué había dicho eso si no había notado en él intenciones agresivas? Repentinamente se dio cuenta... de que era ella la que deseaba la batalla. Ella, que siempre había rechazado y repudiado la violencia, ahora parecía ansiosa por arrojarse en su seno. Por el amor de Azar, ¿qué le estaba ocurriendo?

- Y si no es eso lo que has venido a buscar... entonces márchate, te lo ruego. Déjame sola.

El sonido amortiguado de la oración del feligrés más cercano llegó hasta ellos, como una verbalización de las inquietudes que atormentaban a la azariana:

- Y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal, amén...

Intuía que no le estaba contando toda la verdad, pero como no podía leer la mente no podía saber exactamente qué era lo que estaba mal. El hombre parecía sincero...

- ¿También eres medio demonio, como yo?

¿Podía confiar en aquél hombre? ¿No había dicho Zatanna que había visto el mal en ella cuando la única responsable había sido la mitad de ella que pertenecía a Trigón? ¿Le ocurriría lo mismo a aquél hombre?

Al principio pensó que podría ser otro hijo de Trigón. Raven sabía que era la primera de sus hijos que había sobrevivido, y que por ello era especial para el demonio, pero también sabía que había tenido otros hijos después, aunque aquél hombre parecía mayor que ella, por lo que no podía ser, y la manera en la que se refirió a Trigón confirmó que no podían ser de la misma sangre. "Tu padre", había dicho, no "nuestro".

Se estremeció cuando él la tocó e inicialmente hizo amago de apartarse, pues el contacto físico era algo que no solía permitirle a nadie, ya que en teoría manteniendo las distancias le resultaría más fácil conservar el desapego emocional y la neutralidad. Hubo algo, sin embargo, que la hizo detener el movimiento, y fue lo que captó acto seguido en él: Interés, preocupación, deseo de protección. Realmente quería protegerla y cuidar de ella, así que no podía ser su enemigo.

- No, no conozco esa película. En Azarath no teníamos nada de eso, así que no sé mucho sobre cultura terrestre.

Llevaba dos años en la Tierra, y en el transcurso de los últimos meses había visto algunas películas con Conner y Bart, pero los dos eran muy jóvenes así que habían sido casi todas películas actuales y de estreno, por lo que poco le había de sonar una historia que tenía más de treinta años.

- No puedo luchar -fue su respuesta a sus palabras-. Ni en mis mejores momentos he sido rival para mi padre, y ahora estoy demasiado débil.

Se estremeció y se abrazó a sí misma como si tuviera frío.

- Yo lo predije, ¿sabes? Todo esto. Sabía que ocurriría, que Trigón iba a venir... pero no fui capaz de calcular la magnitud del horror. Es demasiado poderoso, sus huestes... Todos los demonios... -se llevó una mano a la frente, temblorosa-. Es demasiado. Cuando vino a la Tierra la primera vez lo pasamos muy mal y al final conseguimos expulsarlo a costa de un gran sacrificio, pero ahora... -negó con la cabeza, apesadumbrada-. Ahora hace falta otro sacrificio.

Arella, la que les había ayudado la primera vez, no estaba, y sus compañeros por sí solos no podían hacer nada contra Trigón. Ahora ella estaba más débil que nunca y no les podía ayudar, y para colmo estaban todos los demás demonios y el poder que habían absorbido al corromper los lugares de culto más sagrados del planeta... No, era imposible, no podían vencer. Lo único que podía hacer era acabar con su vida, y al menos así les daría una oportunidad debilitando a su padre.

- ¿Cómo has sabido lo de Andrew? -inquirió, pensando que se refería a él al hablar de alguien especial.

Sus palabras eran crípticas y Raven no pudo evitar notar que no terminaba de responder a sus preguntas. Había algo raro en él, algo... que no le terminaba de encajar, aunque si de verdad poseía sangre demoníaca quizás la ambiguedad formara parte de su naturaleza dual. Después de todo, tampoco le había mentido, y su interés hacia ella le había parecido genuino. A pesar de no haberla visto nunca antes se preocupaba por ella, y Raven podía entenderlo, pues aún recordaba cómo se había sentido al conocer a Osiria, la pálida mujer que compartía sus dones empáticos. Había sido como el reencuentro con una hermana que ignoraba que tenía. Los híbridos de humano y demonio como ella se veían obligados a vivir una existencia solitaria, pues no terminaban de encajar en ninguno de los dos mundos. Su alma humana se horrorizaba en compañía de demonios, pero los humanos al mirarla no podían evitar ver el demonio que había en su interior. Zatanna la había expulsado de la base de la Liga de la Justicia en cuanto había percibido el mal fruto de su herencia demoníaca, y aquella clase de prejuicios eran, por desgracia, muy comunes entre los humanos, cosa de la que no podía culparles. Podía entender, pues, el interés repentino de Bastian en ella.

Mencionó estar vinculado al mal de manera determinante, y sin quererlo terminó pensando en la profecía que la designaba como la "llave" para permitir la irrupción de Trigón en el mundo. ¿Sería similar el caso de Bastian? ¿Estaría también ligado a algún destino inexorable que trataba de evitar? Cuanto más hablaba el hombre, más preguntas suscitaba en su interior, pero dijo algo que pareció aclarar al menos algo:

- Has podido percibir mi oscuridad y mis emociones... Eres émpata, como yo -dijo, mirándole con sus profundos ojos grises que se mantenían como siempre serenos, aunque ligeramente más abiertos de lo habitual.

Se puso de pie por sí sola, sin percatarse de su ofrecimiento de ayuda, con una emoción creciente ante lo que aquello implicaba y las esperanzas renovadas al percibir su entusiasmo.

La primera vez que habían expulsado a Trigón habían hecho falta dos émpatas poderosas para mantenerlo a raya el tiempo suficiente para que Kid Flash creara a supervelocidad la brecha dimensional en la que le habían encerrado. La primera émpata había sido ella, y la segunda, Arella. Arella ya no estaba, pues se había sacrificado entonces para evitar que Trigón pudiera volver a atravesar el portal, pero ahora se le ofrecía una nueva oportunidad en la figura de aquél hombre, Bastian. Era cierto que ella se encontraba débil, pero con la ayuda de Andy y de los Titanes se veía capaz de afrontarlo.

Sí, por primera vez en meses volvía a tener esperanza. Derrotar a Trigón era posible. La última vez habían bastado los Titanes para expulsar a Trigón, y podrían volver a conseguirlo con la ayuda de Bastian, ayuda que, además, parecía deseoso de proporcionar.

No fueron necesarias las palabras, ya que un émpata como él sabría leer en ella su respuesta. Le habría gustado continuar aquella conversación, conocerle mejor, empezar a preparar un plan con el que poder acudir de regreso a sus compañeros los Titanes, pero él simplemente se marchó con la promesa de regresar a buscarla. Hasta que no tuviera algo concreto no podría volver a Happy Harbor, así que, simplemente esperaría... pero esperaba que no se demorara mucho más o podría ser tarde.