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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]

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Rebecca Logan
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MensajeTema: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime4th Junio 2014, 20:08

Estuvo preocupada durante el trayecto en la ranchera. Los animales son muy delicados y no le gustaba la idea de tener que sedarlos en el viaje. Acorde con las indicaciones del equipo, había consentido en administrarles un calmante suave un par de horas antes de ponerse en marcha. Todo estaba preparado, ambos animales estaban sujetos en sus respectivos cajones, estaban limpios, seguros y listos. También había tenido que adaptar la agenda en función del gran evento, había contratado a uno de los mejores capataces de su padre (al cual le había molestado bastante tener que quedarse sin él) para que vigilara el rancho durante un periodo bastante largo, pero confiaba en que todo estuviese correcto a su vuelta. La última vez, el escarmiento había sido suficiente como para que le quitara el sueño incluso el problema más minúsculo. Cuidaría bien del rancho. Eso seguro.

Ella se había limitado a un par de petates. Llevaba dentro todo lo necesario para pasar las dos semanas que duraría el periodo de adaptación. Aunque confiaba en que todo se realizara relativamente rápido y si contratiempos. Llevaba también un maletín de ejecutivo de cuero natural color tostado, en cuyo interior estaba todo el papeleo necesario para la transacción, que parecía desentonar con los gastados sacos de su equipaje, pero que combinaba con su vestimenta gracias a la hebilla, las espuelas, y el pequeño acabado del sombrero especialmente escogido para la ocasión. Aquel era un negocio muy importante, y desde luego no iba a perder la oportunidad de aprovecharlo.

Una vez se aseguró hasta la saciedad de que los animales eran tratados con el tacto y mimo que necesitaban, subió al avión privado que iba a llevarla al otro lado del charco, rumbo a la carrera más importante que se celebraba en todo Reino Unido una vez al año. Al sentarse en el butacón, se reclinó en él suavemente, mientras contemplaba la pista, pero con la mirada perdida en sus propios pensamientos. Aún no se creía su suerte. Nada mas y nada menos que...

El Grand National...

------------- Días después-------------

Los viajes en avión ahora eran de locos, con todo aquello de los mundo entrechocados. Menos mal que aquello había pasado, y ahora se encontraba a punto de cumplir uno de sus más vivos anhelos. Lord Joan de Sussex, educado caballero inglés, famoso entendido del mundo equino y actual descendiente de poderosos aristócratas, se había encaprichado hacía tiempo de cierta raza con la que ella a veces trabajaba. Lo que no sabía es que iba a llegarle una oferta por un ejemplar pura raza que aún no había salido al mercado. Sin duda, había tirado de contactos para enterarse, y no había querido esperar a la subasta. Le hizo una oferta de lo más jugosa, que incluía estancia y pase para el mayor evento ecuestre de Londres. La carrera del Grand National.

Sólo en apuestas se movía tanto dinero que el perder aquel evento era impensable para la banca inglesa...

Había llevado a ambos caballos a las cuadras, y después de unas intensas sesiones de entrenamiento, adecuándolo al terreno y acostumbrando al animal a su nuevo ritmo de vida, había sido capaz incluso de ser montado por el Jockey. El que se convertiría en su dueño estaba extasiado con el animal, y muy impresionado con sus métodos de doma, hasta tal punto que insistió en que le acompañara al palco, oferta que tuvo que rechazar educadamente. Si sitio estaba en las cuadras, junto a los campeones, no con el culo envuelto en seda junto a un montón de estirados. Cual sería su sorpresa, cuando vio el nombre del semental negro en las opciones de las apuestas, fue como para que retumbara el hotel en el que se alojaba. Joan debió mover algunos hilos, claro que no era el único caballo que corría de la casa de Sussex, pero aun así, aquello fue todo un honor.

Llevaba despierta desde el alba, y había pasado la noche junto al animal. Se trataba de un Mustang negro zaíno, al que ella había nombrado "Black Apalachi" ("Apalache Negro") en honor a sus raíces. Se sintió agradecida de que decidieran dejarle ese mismo nombre. Ella misma hizo su rutina, lo alimentó temprano, lo cepilló y se aseguró de que todos sus apeos estuviesen correctos. Las sillas de montar de Jockey eran minúsculas, casi un chiste, pero era otro modo de practicar la equitación. Allí primaba velocidad y destreza en salto.

Apenas se separó del animal para tomar el desayuno, que consistió en un café negro, unas judías con tomate y un par de salchichas. Los ingleses tenían una pasión por el pescado que casi se equiparaba a la suya por la carne, pero ella seguiría diciendo que no había color entre un buen bistec a la barbacoa y un "fish and chips" de esos. Las horas se iban deslizando por el reloj con cuentagotas, y ella se mantuvo expectante cada segundo de ese tiempo. Hasta el momento mismo en que comenzaron a llamar a los jinetes para llevar a cabo el clásico análisis. Contemplaba a los miembros del equipo barrer la arena de la pista. Jardineros expertos habían estado días trabajando en los grandes obstáculos. Cada instante que pasaba, ella estaba más excitada. Para cuando comenzó la ceremonia de apertura, casi se la llevaban los demonios, y tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para no saltar por ahí como una colegiala cuando el chico que le pone sonrisitas estúpidas. Se recordó a sí misma que era una Sheriff, pero aún así, tuvo que esmerarse.

Todo aquello era algo que no le interesaba especialmente. Los ingleses disfrutaban aquello de otra manera, cierto que lo trataban como un deporte de reyes, pero ese día, se permitían sacar el fuego que llevaban dentro, apoyando a sus favoritos con fervor, y si podían llevarse unas libras al bolsillo, tanto mejor. Mientras todos se ponían en pie para escuchar el himno de Inglaterra, y el comentarista no paraba de hacer crecer la expectación, ella se apoyó en la salida de las cuadras, en las que no quedaba ya ni un alma. Todos estaban fuera, y ocupaban posiciones allí donde podían para contemplar el espectáculo. Ella negó con la cabeza, al tiempo que se metía en las cuadras que un momento antes, habían ocupado los participantes, de los que solo uno se coronaría entre las flores como el campeón. Imagino a Black Apalachi viviendo aquel momento... y se estremeció. Aquella sensación le hizo sentir un escalofrío, que hizo que se le pusiera la piel de gallina.

Estaba a punto de entrar al interior, para charlar un poco con "Goldglint" ("Fulgor dorado"). Era uno de sus mejores sementales jóvenes, y lo había llevado por una razón. Su expresión era despierta, su porte elegante, y el color dorado de su piel atraía las miradas por lo atípico del tono, que era brillante y definido. Como suele decirse, "Oro llama a oro". No había ni comenzado a darse la vuelta para dirigirse dentro cuando escuchó repentinamente un relincho excitado. El ruido fue repentinamente ahogado por el furor de los aplausos del público, pero dibujó en su rostro un matiz decidido, pero preocupado. Entró lentamente dentro, haciendo sonar sus espuelas, pero incapaz de oírlas entre los bramidos del público que rebotaban en el interior de las cuadras. Esperaba que Goldglint estuviese bien...
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime5th Junio 2014, 11:51

"El Gran National… una competición de caballos. Menudo coñazo", pensó Hellboy mientras recorría los campos ingleses. La B.P.R.D había registrado actividad sobrenatural en esa zona de Inglaterra, en torno a la gran competición conocida mundialmente. Gente de todos los países llegaban a contemplar las emocionantes carreras, apostando al que ellos consideraban el caballo ganador, mientras bebían té a las cinco y se limpiaban sus monóculos. Todos esos capullos arrogantes sin tener ni idea de la que se les puede estar viniendo encima. Los niveles de peligro habían saltado hasta el rojo (buen color, por cierto) ante los registros que el satélite había conseguido. Era una misión para el mejor agente de la organización: Hellboy. El enorme demonio se había enfrentado ya a varios códigos rojos como aquel. Le gustaban. Cuanto más grande y duro fuese su enemigo mejor.

El helicóptero de la organización aterrizó a varios kilómetros del lugar donde se llevaban a cabo las carreras. Su enorme gabardina y un gran sombrero tapaban gran parte del aspecto de "Rojo". Sin embargo, sus dos metros y poco de altura no eran algo que pasase del todo desapercibido. Se tapó casi toda la cara con una enorme bufanda inglesa, la cual se negó en rotundo a ponerse al principio. Sin embargo, terminó por ceder. Tampoco era plan de que los lores ingleses se acojonasen al ver al demonio.

Llevaba ya un par de horas andando, y tenía los pies calados hasta las rodillas. El ambiente inglés era demasiado húmedo para el demonio. La hierba alta, cubierta de rocío, descansaba en una pequeña bruma que se veía hasta donde alcanzaba la vista. Algúnos árboles perdidos decoraban el paisaje cada pocos metros. El cielo, gris, comenzaba a mostrar las primeras señales del amanecer. Pronto empezarían las carreras así que debía darse prisa si quería echar un vistazo a la zona antes de que pudiese liarse más de la cuenta. Revisó sus cartuchos y "El Samaritano". Todo en orden. Apresuró el paso. No tenía ni la menor idea de lo que podría encontrar allí. Le pareció hasta raro. ¿Un código rojo en una competición tan importante y conocida? Por regla general los códigos rojos se encontraban en cuevas o en las montañas, lejos de la población. Al menos antes de acercarse a ella. Los investigadores de la organización siempre los encontraban antes de que les diese tiempo a acercarse o ser vistos. Pero esta vez había sido de repente, como salido de la nada. Tal vez alguien estuviese jugando a ser dios con invocaciones.

Al cabo de un rato llegó a los establos. Era mejor entrar por allí, pues pasaría más desapercibido. Además, posiblemente encontrase allí a la criatura que se había colado. Entró discretamente y un delicioso aroma le invadió. Aquello olía peor que los huevos que comía Abe. Instintivamente se llevó la mano a la nariz para tapársela.- ¿Qué os pasa macho, os comisteis algo y se os murió dentro? ¡Qué peste!- A pesar de ser un demonio, su naturaleza bondadosa no asustaba a los animales como hacían otros seres sobrenaturales. Se acercó a uno marrón y lo acarición suavemente. Este relinchó con gusto mientras agitaba la cabeza.- No parecéis muy peligrosos… Lo único que podrías hacer es darme una coz, y ni siquiera creo que me hiciese daño.-

Hellboy se puso a comprobar que todo allí estuviese en orden. Algunas sillas de montar, cubos y palanganas, pero nada fuera de lo común. De repente, a su espalda uno de los caballos relinchó con fuerza y se encabritó. "Rojo" se acercó a él y lo calmó acariciándolo y susurrándole unas palabras al oído. Afortunadamente para él tenía una fuerza descomunal, y de haberse escapado el caballo podría haberlo parado y llevado de nuevo al establo. El corcél pareció relajarse un poco, cuando resonó la puerta tras de él. Allí, una chica rubia vestida de vaquera miraba al demonio perpleja, como quien acaba de ver un fantasma.

- He escuchado que los caballos estaban algo nerviosos y me he acercado a ver qué les pasaba… ¿Buscabas algo?-

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime5th Junio 2014, 20:58

Su paso la adentraba cada vez más y mas. El aroma a estiércol, a heno y a animal la mantenía tranquila y con la mente centrada. Para ella, ese ambiente era estar en su salsa, pero se estaba temiendo que no podía salir a ver la carrera, si acaso se encontraba con alguno de esos problemillas que tanto intentaban colarse en esos lugares. "Cling, Cling, Cling" iban cantando las espuelas a su paso, mientras se rendía por un momento a las elucubraciones de su mente. Si encontraba lo que creía en aquel sitio, se iba a enfadar, y el pobre diablo que hubiera tenido la mala idea iba a lamentar haber nacido en esta vida y en la siguiente.

Detestaba muchas cosas en la vida, y entre ellas, a los tramposos. Pero más los detestaba si sus trampas se basaban en sabotear a los demás. Había más de un capullo retorcido dispuesto a romperle los cascos a tu caballo para evitar que corriera. Esas lesiones eran fáciles de provocar y sobretodo, difíciles de diagnosticar para encontrar un origen. Levanto el sombrero con el dedo índice, y descubrió bajo el ala un rostro decidido, sus ojos centelleaban como un revolver a la luz de mediodía. Una de sus manos se posó instintivamente en el mango del látigo. Había tenido que renunciar a sus revólveres, pero no era un problema. Era rápida de reflejos, se las apañaría.

Para cuando quiso darse cuenta, sus botas ya estaban en la entrada del establo principal. Sus ojos captaron, antes de que se él se percatara, la figura que tenía una mano sobre el cuello de su animal dorado, y sobre su pelaje de oro, aquella mano roja destacaba como la sangre sobre una camisa blanca. Lo que quiera que fuera aquello se dio la vuelta y quedó frente a ella, mientras lo observaba, asombrada de su altura. Llevaba una gabardina, una bufanda y el sombrero más ridículo que había visto en un hombre de semejante talla. Desde luego si lo que había pretendido con ese atuendo era no llamar la atención, fallaba estrepitosamente. Era el peor intento de disfraz que había visto desde las gafas Groucho.

Tuvo que reconocer una cosa, sin embargo, y era que le impresiono bastante la voz que salió de debajo de aquel ropero vuelto del revés. Era grave como nunca había oído, como si alguien tirara una tonelada de grava al pozo más profundo de la tierra...

- ¿Y tú?- respondió inquisidora, apoyando una de las manos junto a la hebilla de su cinturón. El cuero, teñido naturalmente de azul profundo, levaba engarzadas varias tachuelas y una piedra central de cuarzo azul con betas negras, sobre labrados de plata. Se lo había comprado a un hombre que las hacía a mano, y combinaba con el color de sus ojos, que ahora, serenos y fríos como el hielo, no perdían de vista al individuo.

Aunque no lo pareciera, sus cinco sentidos estaban analizando la situación, se percataban del más ligero sonido, del movimiento. Se percató de que aquella presencia no era ni mucho menos el motivo que había llevado a su caballo a relinchar. Ellos parecían tranquilos en su presencia, y eso decía algo de él. Por otro lado, los animales tienen una inocencia genuina que les hace confiar, a veces, en quien no deben.

- ¿No deberías descubrirte ante una mujer, vaquero?- dijo usando un desacostumbrado modo para definirse a sí misma. Tenía que verle la cara, porque si había ido a sabotear a los caballos, su mejor arma era el anonimato, y ella no pensaba tolerarlo. Si se enteraba de que había tocado un sólo pelo a esos animales, le haría maldecir su estampa, pero para eso, tenía que verla primero... y estaba tardando mucho. - - Tranquilo, yo te ayudo. - añadió, haciendo que su comisura derecha se elevara solo un instante. Su expresión pareció casi magnánima.

El estallido sucedió rápido, menos de lo que dura un parpadeo. Para cuando quisiera darse cuenta, su látigo descansaría lánguido en su mano derecha derramando su cola hasta el suelo, y el sombrero de esa mole descansaría justo a sus pies, sin haberle hecho a él, eso sí, ni un solo rasguño.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime6th Junio 2014, 11:16

El sonido del látigo resonó en el establo casi como un disparo. Hellboy cerró los ojos instintivamente pero no se movió. Le pitaba un poco el oído. A juzgar por la cara de la chica no se esperaba ver a alguien con su aspecto. ¿Tal vez los cuernos? ¿El color rojo? Fuera lo que fuese dejó a la chica un poco bloqueada. El demonio agarró la bufanda con la mano izquierda (la derecha es la de piedra acuérdate xP) y tiró de ella con fuerza.

- Casi debería estarte agradecido, esta maldita bufanda estaba empezando a darme el coñazo… ¿Ocurre algo? ¿A quién esperabas encontrar, a Papá Noel?- la chica no dijo nada. Hellboy se acercó a ella y le colgó la enorme bufanda del hombro.- Sujétame esto, quieres bonita…- No recogió el sombrero. Era cuestión de segundos que la chica se pusiese a gritar o avisase a alguien. Pero para sopresa del gigantesco demonio no fue así. Ella no se sorprendió tanto como habría esperado. Eso en parte le desconcertó. ¿Podía ser aquella chica el código rojo que habían localizado? Nah, no lo parecía desde luego. Pero por si acaso no bajaría la guardia.- Bueno, ha sido una conversación muy agradable, si esque podemos considerar esto conversación, pero tengo cosas que hacer. Cosas que por cierto podrían ser peligrosas para ti. Te recomiendo que tengas cuidado. Incluso te diría que si aprecias tu vida salgas de este lugar. Así que si me disculpas…-

"Rojo" se dirigió al otro lado del establo. Tenía que buscar pistas o algo que le condujesen al origen de las señales. Todo parecía en orden en el establo, por lo menos en el trayecto desde la chica a la otra puerta. Los caballos no parecían más asustados que lo que habrían estado en cualquier otra situación. En cualquier caso, ¿quién querría atacar una carrera de caballos? El enorme demonio no vio ningún tipo de runas ni nada por el estilo allí en el pequeño cobertizo de los caballos. Tampoco sentía la presencia de ningún ente sobrenatural ni criatura extraña. Metió la mano en uno de sus bolsillos y sacó unas extrañas gafas. Eran unas gafas especiales, diseño de Johann Krauss, gracias a las cuales podía ver a las criaturas y demás seres en su verdadera naturaleza. Estas resultaban extremadamente útiles para encontrar seres cambiantes con capacidad de camuflaje como ciertos trolls o ogros, y también para distinguir fácilmente a los que tenían a paciencia humana, como vampiros, brujas y hombres lobo. Los caballos eran todos normales, igual que la chica. No había nada extraño allí.

Entonces lo vio. En medio del establo, había dibujado un pentagrama demoníaco, cuyos bordes ondeaban como si estuviesen hechos de fuego. Esto no le gustó ni un pelo a Hellboy. Una invocación demoníaca siempre era bien jodida de frenar, y más aún si estaba hambrienta. Si aquello estaba allí es que ya lo habían invocado. No disponían de mucho tiempo y las carreras estaban a punto de empezar. Debía darse prisa si quería parar lo que fuese que había salido de allí.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime7th Junio 2014, 02:20

Sus mirada se posó en el rostro hasta hace un momento oculto por el sombrero... y en un gesto minúsculo, sus ojos se abrieron sutilmente en un pequeño y rapidísimo tic, sus pupilas se dilataron como las de un gato que ve algo moverse tras la hierba, sin saber si será ratón o serpiente, pero con ese afán imparable del instinto animal, que indudablemente le llevará a averiguarlo. Su respiración se hizo profunda, hinchando su tórax y haciendo que el aire saliese lentamente, como si quisiese contenerlo para siempre. En su cerebro se desencadenó una reacción vertiginosa, fruto de su imparable imaginación, y retazos de recuerdo se colaron entre esas imágenes vívidas que casi le complicaban la función de escuchar lo que le estaba diciendo aquella mole.

A su memoria llegaron resquicios lejanos de su educación de catequesis, casi parecía de una vida anterior, donde la habían obligado a aprender los salmos, las frases, los rezos y el resto de esa monserga, que a cierta edad dejó de ser reconfortarse para, a sus ojos, convertirse en la gran mentira. Las lecturas pasaron por su mente, y aunque su madre, que Dios la tenga en su gloria, se habría santiguado sólo con la mención de algo similar a lo que ahora estaba delante...¿Dejando una bufanda sobre su hombro? ella no pensaba hacerlo.

Ahora todas sus sospechas se habían volatilizado de un plumazo, y sólo podía pensar en una cosa. La estructura que tendría que haber estado en el lugar donde estaban esos segmentos de hueso descubierto de intenso color rojo. Miró fijamente aquellas joyas, imaginando el tipo de maravilla natural que habría coronado la enorme cabeza de lo que fuera aquello que parecía el mismísimo demonio hecho carne, justo ahí, delante de ella. ¿Sería cubeto, playero o Watusi? ¿Estarían enrollados hacia atrás, o se abrirían hacia delante, capaces de atravesar el torso de un hombre? Sus ojos experimentados dibujaron sobre su cráneo todas las posibilidades, fantaseándo hasta un nivel en que hasta su percepción se vio afectada, y no se dio cuenta de que se movía, y que estaba haciendo algo.

Otra visión más potente interrumpió a esa primera, retorciéndose desde el fondo de su mente y emergiendo como un géiser hacia su conciencia. Se vio a sí misma con aquella criatura entre las piernas, encaramada a la portentosa musculatura que cabía esperar de un cuerpo de semejante envergadura, las espuelas clavadas a sus costados, y su melena rubia refulgiendo al sol del mediodía, mientras sujetaba con una mano la correa y con la otra, el sombrero. Se vio a si misma montándolo y doblegándolo como ya había hecho con otros titanes de grandes cuernos, antes que él. Esa mera imagen le produjo un cosquilleo que ascendió desde le base de la espalda por toda su columna, y le sacudió el cerebro como sacudía su crótalo una serpiente de cascabel.

Observó a la criatura, su mirada aún nublada tras un velo de fantasía. Se lamió los labios, al tiempo que su mano derecha comenzaba a moverse, haciendo ondear el látigo suavemente en silencio. Podía hacerlo. Sería muy fácil, pero tendría que encontrar el modo de atarlo a la pared, para poder encaramarse a él. No tenía jaula para retenerlo. También estaba la opción de enlazarlo, como a la vaquilla de un rodeo. ¿Tendría tiempo de hacerlo, antes de que encontrara el modo de liberarse?...

Un estímulo la arrancó repentinamente de sus dulces pensamientos, haciéndola sentir por un instante mitad consciente, mitad confundida. Vio el mango del látigo en su mano, y tardó un segundo en reaccionar, enrrollándolo con rapidez y colgándolo de su cinturón. Luego rápidamente se dio la vuelta y se asomó por una de las numerosas ventanas de la cuadra. El griterío y el sonido de los cascos le dieron un claro indicativo de qué había sucedido.

El disparo de salida...

-¡Maldita sea!- gruñó, dando un golpe con las dos manos al quicio de la ventana, mientras buscaba con avidez el número de su caballo entre el pelotón de rayos blancos, grises, azabaches y zaínos que se precipitaban como rayos por la pista.

Miró por un instante a la criatura rojiza que tenía detrás, apoyada en la jamba de la ventana y luego volvió a la carrera. No podía creerlo. Estaba indecisa, como una criatura que no sabe qué regalo de navidad abrir primero. ¿Porqué le habría venido en ese momento a la mente la imagen de la navidad, si no tenía nada que ver?...

Bueno, es igual. En cualquier caso, al final cedió a su interés por la carrera, y observó como el pelotón se acercaba al primer obstáculo. La mayoría de los equinos solventaron el obstáculo sin problemas, pero no así los jinetes que se supone, debían mantenerse sobre ellos. Pudo ver que al menos tres se desestabilizaban cuando las patas traseras del caballo aterrizaban en el suelo, donde instantes después rodaban ellos. El grueso del pelotón solventó los cinco primeros obstáculos y continuó hacia la curva, donde ya empezaron a distanciarse los más veloces. Ni corta ni perezosa y tomando impulso con las manos, asomó la mitad del cuerpo fuera de la ventana, para que le permitiera tener mejor visión de la zona más alejada del recorrido. Apoyó el abdomen contra el alféizar, doblándose hacia delante, permitiendo a quien se asomara por detrás una visión perfecta de su trasero modelado por los vaqueros. Los primeros jinetes tomaron la curva y se adentraron en la segunda tanda de obstáculos.

La carrera sucedía a un ritmo vertiginoso, pero para ella cada zancada de los caballos era un sin vivir. Finalmente, tras entrar en el tercer salto, reconoció la figura de su maravilloso animal y contempló que Apalache Negro se encontraba junto al grupo de cabecera. Al darse cuenta de ello, su rostro se iluminó de tal forma que no pudo contener una sonrisa amplia, que se abrió paso entre sus rechonchos labios encarnados por la emoción, mostrando un precioso y pasajero momento de felicidad genuina.

- Vamos, vamos, vamos...- murmuraba, dando pequeños revotes en el sitio, mientras seguía la carrera de un modo tan febril que se le olvidaba hasta pestañear. Fue precisamente cuando tuvo que hacerlo, cuando sus ojos se desviaron de su animal y se posaron de manera aleatoria sobre otro, al abrirse.

Iba a retomar la búsqueda de su animal, pero entonces observó a esa criatura, e instantáneamente se le cerró el estómago. No sabría decir que era, pero hizo que se le erizara el vello de la nuca. En ese momento Goldglint piafó, nervioso, pero no pudo prestarle atención. Se irguió de nuevo en pie, apoyando ambas manos sobre la repisa de la ventana que instantes antes había usado para apoyarse. El grueso del pelotón pasó en la segunda vuelta. Algunos de los caballos habían sido expulsados de la pista, al perder a sus jinetes. Otros seguían corriendo sin ellos. Pero ya no podía fijarse en eso. Algo la había atrapado. Se inclinaba lentamente hacia delante sin saberlo, observando el animal grisáceo en el que ahora tenía puesta toda su atención. Corría en el pelotón de retaguardia, y cabeceaba. Iba al paso, dando pequeños saltos, como si fuese incapaz de controlar su cuerpo. Observó al jinete, cuya expresión era de máximo esfuerzo. No podía mandar al caballo. Doblaba las patas de pronto en exceso, caminaba en el sitio, como haría en una exhibición y luego arrancaba a correr como si le fuese la vida, saltaba el obstáculo y cuando aterrizaba, parecía soltar una coz con una de sus patas traseras, que cojeaba unos instantes, antes de volver al ritmo habitual. Estaba fuera de control. La voz estridente del comentarista le llegaba distorsionada a los oídos. Cuanto más observaba a ese caballo, más acuciante era la sensación de que algo iba mal...

- ¡Los caballos del cuerpo principal van a saltar la última recta de obstáculos... - bramaba el comentarista. El caballo pegaba el hocico hacia el pecho.

Algo iba mal...

- ¡Entran en la curva, Grasshopper Nº4 en cabeza, seguido de Don Giovanni Nº 47, Little Helper Nº 26, Roxie Nº16, Tormenta el 61 y los dos ejemplares de Sussex Duque de Pesto con el 12 y Apalache Negro  con el 18...

El ejemplar gris arqueó el lomo enfurecido, levantó en tres pequeños saltos las patas delanteras del suelo, deteniendo el ritmo, haciendo que otros corredores tuvieran que esquivarlo al llegar a su altura. La Sheriff se mordió el labio, sin ser consciente de ello.

Algo iba mal...

- Eh, un segundo...- dijo ella con la voz tensa, como pidiendo un instante más a quien te apunta con el revolver y tiene el dedo en el gatillo.

El caballo gris relinchó con fuerza... tanta que hasta ella lo oyó desde su posición, aunque eso era prácticamente imposible. Sintió que era capaz de distinguir ese animal entre todos los demás, hasta el punto de que podía percibir el brillo de su mirada.

Algo iba mal...

Cuando el animal estalló en una nube de humo blanco, los gritos lo cubrieron todo. En el lugar en que había estado el animal grisáceo había solo una nube de escombros, que había derribado obstáculos, jinetes y otros caballos. En un sólo segundo, todo se sumió en el caos y la confusión, todo sumergido de forma turbulenta en la mirada azulada de la Sheriff.

La gente corría en desbandada, aplastándose unos a otros, tratando de huir con toda su alma de lo que sus ojos eran incapaces de admitir que estaba allí. En medio de la pista, una criatura similar a un caballo, pero que sobrepasaba a cualquier raza que hubiera visto al menos por doble de altura, quizá algo más, observaba lo que había a su alrededor como si acabara de despertar de un mal sueño. De algún modo, comprendió sus intenciones cuando su rostro se encaró hacia donde corrían el grupo que estaba en cabeza. El animal, enfurecido, piafo por la nariz sacando un denso humo blanco, rascó la pezuña delantera izquierda contra el suelo levantando la tierra, los cuerpos y los escombros de su alrededor, y se encabritó, con un nuevo relincho. Luego, arrancó a correr con un aceleración increíble en dirección a donde estaban los corredores, siguiendo el recorrido. Cuando se encontraba a alguno a su paso, y a menos que estos salieran de su camino, prácticamente los atropellaba, los empujaba, los pateaba o los lanzaba por los aires sin control. Todo aquello sucedió en apenas unos segundos, pero sólo necesitó una décima más para darse cuenta de lo que venía a continuación. Supo lo que iba a pasar.

- ¡NOOOOOOOOOOO! - gritó, verdaderamente desesperada.

Ni siquiera tenía conciencia de cómo había llegado hasta allí. El viento le golpeaba la cara, mientras cabalgaba sobre el lomo de Goldglint, en dirección a la pista. Tenía que detener a esa bestia. El sol la cegó por un segundo, pero no la detuvo. Espoleó a su semental dorado con más fuerza. A la luz del día, el pelaje de aquella cosa resplandecía...

Blanco tan puro como la nieve virgen...


Última edición por Rebecca Logan el 7th Junio 2014, 20:46, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime7th Junio 2014, 12:16

El demonio se quitó las gafas y se dio cuenta de que la chica ya no estaba en la puerta, sino asomada por una ventana. Tenía todo el culo en pompa y el demonio tuvo la sensación de que se iba a caer hacia adelante. Un disparo lejano le advirtió de que la carrera había empezado, y por tanto mucha gente corría peligro. Guardó las gafas y sacó "El Samaritano", su gigantesco revolver, y lo cargó con varias balas bendecidas o rellenas con objetos sagrados. Era la mejor forma de enfrentarse a las criaturas malignas que había en el mundo: balas de plata, rellenas con tréboles de cuatro hojas, reliquias de santos, dientes de ajo, agua bendita… Cualquier cosa capaz de quemar y herir a las criaturas que asolaban y golpeaban el mundo.

-¡NOOOOOOOOOOO!- gritó la muchacha. "Rojo" no levantó la cabeza. Seguía preparándose para cualquier peligro e intentó calmar a la rubia.

- Escucha vaquerita, lo mejor será que busques un sitio donde esconderte o protegerte, porque esto no…- El sonido de un caballo le hizo levantar la vista para ver cómo la rubia salía disparada del establo en dirección a la pista.- ¿Pero qué…?

El demonio salió a toda prisa del cobertizo y miró a la pista. Allí, dirigiéndose a toda velocidad a la línea de meta había un caballo blanco. Pero era un caballo distinto a los demás. Era enorme. Debía medir como dos caballos de alto. Sus gigantescas golpeaban el suelo con una fuerza incomparable. Sus ojos brillaban como dos faros verdes, y a su paso, un rastro humeante blanco y verde dejaba la tierra marchita y podrida. Hellboy apretó los dientes. Sabía de sobra qué era ese animal. Lo estudió muchos años atrás, cuando él y su compañero Abe pasaban horas en la biblioteca del B.P.R.D memorizando todas las criaturas que existían. Un gigantesco caballo, de color blanco y ojos verdes, cuyo paso dejaba la tierra y vida enfermas y podridas. Una criatura bíblica, peligrosa e inestable como pocas. Algunos lo llamaban desolación y desesperación, a Hellboy le gustaba llamarlo "Peste".

No era muy fan de los caballos, y su peso no ayudaba, así que decidió salir a la carrera hacia el lío que se estaba montando y dejar lo de cabalgar para la rubia. ¿En qué estaba pensando esa chica por cierto? Se había lanzado a por "Peste" como si creyese que iba a poder domarlo o algo por el estilo. Aquella criatura era de las cosas más fuertes a las que se iba a enfrentar el demonio. Y esa chica, una simple humana, cabalgaba hacia él como si fuese una nueva pieza para su colección de ponis. La gente ya corría en todas direcciones y gritaban como posesos, asustados ante la aparición del gigantesco rocín. Mejor para él. Siendo honestos, con un caballo de unos cuatro metros de altura pasaba bastante desapercibido, por muy rojo y alto que fuese.

El caballo se dirigía a toda velocidad a la línea de meta con la fuerza de una locomotora. Los otros jinetes caían aterrados o huían de la pista a su paso. Hellboy corría en dirección contraria, acercándose al enorme monstruo que se abría paso como una presa desbordada. Un espeluznante relincho, proveniente de las profundidades del averno, cubrió el cielo. Como si resonase por las paredes de un desfiladero, una mezcla entre metal y bramido heló la sangre de los presentes. Incluso a Hellboy se le erizaron ligeramente los pelos de la nuca, y eso que ya se había enfrentado a criaturas como un Kraken o demonios que capaces de partir la tierra en dos. Pero aquella criatura estaba hecha para arrasar la tierra y que todo lo vivo que hubiese en ella enfermase. Su hermano "Muerte" era quien se cobraba las vidas, pero "Peste" le allanaba el terreno.

"Rojo" se detuvo en medio de la pista. Sacó su enorme revolver y apuntó al caballo. Aún estaba a bastantes metros de él, pero su puntería no era lo que se dijese perfecta. La chica rubia cabalgaba al lado del enorme monstruo, y no quería dispararle a ella. Su mejor opción era disparar a una de las patas para detener la carrera. A esa velocidad, por muy fuerte que fuese su disparo, si le golpeaba en el pecho sería como tirar una piedra a un coche.

- Vamos precioso, acércate un poquito más, sólo un poquito más. Deja que papá "Rojo" te ponga la vacuna.- Ya estaba a cincuenta metros de él, distancia suficientemente prudente como para disparar. Apuntó con cuidado, y apretó el gatillo. Con un ruido sordo y potente, una bala rellena con un hueso de santo surcó el aire a toda velocidad en dirección a la pata derecha delantera del caballo. Sólo esperaba que el impacto fuese lo suficientemente fuerte como para frenarlo, pero no como para arrasar todo lo que había delante y a sus lados, incluyendo a la vaqueriza rubia del establo.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime7th Junio 2014, 22:15

Ese caballo tenía una velocidad asombrosa, y una bruma verde lo envolvía arrancando destellos verdosos que sólo podían deberse a algo que no era de ese mundo. Como una niebla nauseabunda, que hacía que secciones enteras del suelo se pudrieran al contacto con los cascos. Espoleó a su animal dorado haciéndole saltar la valla de seguridad que en otros casos retenía a los caballos en el interior del recorrido. La respiración bramaba del esfuerzo al que estaba sometiendo al joven semental, y pudo percibir en su modo de acercarse a aquella aberración totalmente blanca que estaba aterrado. Aún con todo, cuando ella le dio la orden de acercarse hacia él, el animal obedeció sin ánimo de duda.

Hasta ese punto se había ganado su respeto...

Consiguió llegar hasta aquella cosa, si ciertamente era más alto y muy veloz, los obstáculos que suponían el terreno y los saltos lo retrasaban, porque estaban adaptados a caballos normales, y él se veía en la obligación de atravesarlos o saltarlos pisoteando algunos de camino. Aquel freno fue lo que ella aprovecho para adelantarlo y situarse en el pelotón de cabecera. Sin asomo de duda amarró las bridas a la silla, y con un rápido movimiento desenfundó ambos látigos. A su alrededor, los caballos se precipitaban saltando la valla de seguridad, algunos intentando ir hacia las gradas, lo que fuera con tal de evitar a aquel ser que se abalanzaba hacia la meta como si le fuera la vida en ello. Los caballos caían al suelo, aplastando a sus jinetes, y los gritos, bramidos y relinchos de aquellos que eran embestidos reverberaban, taladrándole el cerebro, haciéndolo arder como una marca al rojo vivo que se quedaría por siempre en su memoria.

Entonces, alzándose lo que pudo sobre la silla del semental dorado, y haciendo presión con las piernas en torno al cuerpo de su montura hasta que sus músculos se agarrotaron del esfuerzo, liberó las colas de sus látigos, que restallaron en torno a ella. Los caballos que corrían alrededor respondieron inmediatamente, y sus orejas se pusieron enhiestas, sorprendidos encontrar en ese momento de pánico absoluto una señal familiar.

Con la mirada encendida de un espíritu casi tan sobrenatural como aquello que venía pisándoles los talones, un ballet inimaginable brotó de los brazos de la jinete, sus trenzas doradas sacudiéndose al viento, el cuerpo de formas sinuosas tensado ahora hasta los límites de lo humano, mientras sus caderas acompañaban cada movimiento del trote como si no tuvieran que responder a las limitaciones de sus huesos, convirtiéndose en una marea de piel cuyo oleaje provocaba la intensa marcha. Los látigos restallaban a un lado y a otro, se deslizaban sobre su cabeza, con una coordinación cuasi perfecta, golpeando de tal forma que los caballos, como hiciera Moisés con el mar muerto, comenzaron a abrirse haciendo dos grupos, dejando un inmenso espacio en la calle central, por donde acto seguido apareció apretando el paso aquella inmensa aparición blanca, que expulsaba una nube de humo cada vez que jadeaba mientras llegaba a la meta.

La mujer, reconvertida en una suerte de valquiria abrumada por el salvaje sentimiento de una lucha encarnizada, se asomó hacia atrás, observando el avance de la bestia monumental. Tuvo el tiempo justo de apartarse hacia un lado cuando la criatura llegó a la recta terminando el último obstáculo. El tramo en que pensaba recuperar la distancia. Entonces volvió a mirar hacia delante, y sus ojos ubicaron la presencia del demonio, que miraba en su dirección, apuntando con un revolver inmenso hacia ellos. Sus ojos se encontraron en un instante de comunión que superaba toda vivencia, explicación o idioma, justo en el momento en que aquel caos blanco se ponía a su altura. Ella ladeó la cabeza para observarlo, con la mirada cargada de furia.

El tiempo pareció helarse durante un instante, y sus ojos se posaron en la criatura, verdaderamente, por primera vez. Los girones de humo se desplazaban sobre él, pero era incapaz de ver el final de esa niebla y el principio de lo que tendría que ser la piel blanca del animal. Ahora a su lado, parecía casi intangible, como una nube de humo con forma. De no ser por el hecho de que arrancaba tierra a su paso, habría jurado que no era sino un espectro. Pero pudo contemplar también un detalle que hasta entonces le pasaba desapercibido...

Las dos finas líneas de humo que ondeaban en torno a su cuello, que se unían a ese extraño bulto informe de su espalda, pero a su diestra, encontró aquella cosa que se le grabó en la retina, y que a medida que miraba con más insistencia, una forma más clara adquiría a sus ojos. Al final, fue capaz de distinguir hasta las plumas que estaban unidas al final de las flechas. Aquella maldita cosa era un carcaj...

Un estallido la hizo salir de su ensimismamiento, y golpeó al blanco caballo colosal en plena pata. Un relincho con trazas de metal ardiente se elevó desde la garganta del animal, al tiempo que parecía desvanecerse en el aire, mientras ella ganaba terreno y el resto de animales escapaban del recorrido por las aberturas próximas a la meta. A pesar de todo continuó corriendo, mientras unía los pomos de los látigos en su mano y los enrollaba en torno a su cuerpo. Se sentó de nuevo apoyándose en la silla del caballo, notando el quejido de sus muslos. Estaba a punto de reducir la marcha.

¿Lo habían conseguido?...

Otro bramido sacudió el aire, y la nube que parecía desvanecerse volvió a hacerse corpórea. Los ojos verdes de aquella bestia retomaron su ubicación dentro del rostro alargado, y la tierra volvió a resquebrajarse, notando el peso de su contacto. Ella volvió a dirigir su rostro hacia delante, en el momento preciso en que se cruzaba con el Diablo. No lo observó, pero notó su presencia física ardiendo en el rabillo de su ojo con aquel intenso color rojo sangre, durante tanto tiempo que le pareció inacabable.

Entonces, su instinto...

Una idea, una inspiración, o como quisieran llamarlo se apoderó de ella, y en lugar de salir del recorrido, cogió la curva y espoleó de nuevo al semental dorado, que obedeciendo las exigencias de su jinete continuó corriendo a pesar de los espumarajos blancos de saliva que brotaban de su morro. La vaquera ladeó su rostro un momento, y se encontró con aquellos ojos verdes que la observaban intensamente. Creyó leer en ellos confusión mientras ella iniciaba una nueva vuelta. El caballo estaba prácticamente encima del demonio, al que más le valía esquivarlo si quería salvar la vida.

No fue capaz de ver lo que hizo, porque contempló que el caballo gigantesco se disponía a tomar la curva que ella había tomado. Quería continuar corriendo con ella. La estaba siguiendo...

Con aquella imagen, se olvidó por un momento de lo que le hubiera ocurrido al tipo rojo, porque se percató de que había comenzado a percibir una sensación que no le hizo ninguna gracia, reptando en lo más profundo y oscuro de sí misma. Era imposible. Ella era la Sheriff. Era imparable. Indestructible. Todopoderosa...

¿Y sin embargo, no era miedo aquello que se arrastraba por el fango de su personalidad, ensuciando todo lo que ella era? ¿todo lo que representaba?

¡No, NO! resonaba con fuerza en su mente, ahogando aquel instante de duda en el mismo lodo del que pretendía salir. Sujetó con fuerza las bridas y se acercó a velocidad vertiginosa hacia el primer obstáculo que saltó con la elegancia de quien lleva años montando, a pesar de lo temerario de la situación en la que se había inmiscuido. No necesitaba mirar atrás. El estrépito le bastaba para saberlo...

El coloso blanco se había apuntado a una última vuelta, y corría detrás de ella...

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime8th Junio 2014, 16:52

El disparo impactó de lleno en la pata del caballo. Trastabilló un poco, pero en seguida volvió a resurgir en medio de aquella nube verde de peste y enfermedad con un poderoso bramido. No iba a cesar su marcha, al menos no tan sencillamente, tenía que pensar en algo más fuerte para frenarlo. Pero, ¿el qué?

Hellboy se giró y los caballos pasaron a ambos lados. En medio de la carrera pudo ver a la chica rubia, concentrada y decidida a parar a esa gigantesca criatura. Apenas fue medio segundo, y el demonio quedó en medio de una nube verdosa de moscas y siseos del agua evaporándose en el fango.- Joder, ahora entiendo por qué te llaman "peste".- dijo mientras se tapaba la nariz con la mano izquierda y con gran mano de piedra intentaba airear su cara. La última vuelta. Tenía una nueva oportunidad, o eso quería pensar, de conseguir frenar a esa criatura antes de que huyese, antes de que comenzase a sembrar la destrucción por todos sitios. Giraron y vio cómo la chica rubia, en un acto de bravura y tal vez algo de temeridad, adelantó al gigantesco caballo y se puso delante de él.- Será hija de...-

No tenía mucho tiempo para pensar. Se dio la vuelta y comenzó a correr a toda velocidad en dirección contraria a los caballos. Guardó el revolver para ser más rápido. Esta vez iba a intentar pararlo él mismo. La idea, coger toda la velocidad que pudiese y con la mano de piedra golpearle en todo el pecho con una fuerza imparable. Tal vez así conseguiría frenar al caballo. Aunque quién sabe, lo mismo lo único que conseguía era cabrearlo aún más.

Los piés se le hundían en los charcos del lodo formado en la pista. Los sonidos de estos al golpear el agua resonaban lejanos, casi imperceptibles. Lo único que ocupaba su mente en ese momento era el gigantesco monstruo, el cual cabalgaba como alma que lleva el diablo detrás de la vaquerita. Aquella colisión iba a ser equiparable a dos locomotoras chocando entre sí, pero a "Rojo" no le importaba. Su brazo de piedra era prácticamente indestructible. Había golpeado metal y piedra, tanto normales como mágicas con él, y jamás había tenido ningún problema ni dolor por ello. Prácticamente era imparable cuando golpeaba con él. Pero el caballo pesaría al menos tres veces más que él. Tenía que golpearle en medio del pecho o lo arrollaría por completo.

Cada segundo que pasaba era una eternidad. Los músculos del demonio se tensaban y relajaban con una fuerza descomunal, y tenía los dientes apretados con una fuerza suficiente para partir una piedra. La chica rubia seguía cabalgando delante del enorme monstruo. Eso podía complicar las cosas. Si tenía que concentrarse en esquivarla además de en golpear al caballo no llevaría toda la potencia que le habría gustado. Pero eso ya no importaba, los caballos estaban a la vuelta de la esquina y no iba a frenarse ya. Lo único que tenía en mente era frenar a esa enorme criatura, costase lo que costase.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime8th Junio 2014, 18:34

Apretó la carrera del caballo todo lo que pudo, y cuando por fin salió de los obstáculos hizo lo único que se le ocurría para asegurarse algo de ventaja. Se apegó hacia la banda interior, a la que el otro animal por su portentoso cuerpo no podía acceder fácilmente. Así el recorrido era mas pequeño para ella, y no habiendo otros caballos cerca, puesto que prácticamente todos habían huido, no tenía la peligrosidad que habría adquirido esa jugada en una carrera normal, en la que podía quedarse sin sitio de maniobra y se habría visto obligada a frenar o chocar contra otro participante. Así también dejaba espacio para que la criatura corriera libremente, y viera en arrollarla más una molestia que una necesidad.

El caballo blanco salió de los obstáculos en el preciso instante en que ella ubicó al demonio, aún vivo, al otro lado de la pista. Observó que los miraba, luego miraba el frente, guardaba el revolver y comenzaba a correr hacia su dirección. Entonces contempló la mano derecha, a la que hasta entonces, no había prestado suficiente atención. Parecía un mazo de piedra capaz de derribar un bloque de pisos, si se hacía con la fuerza adecuada. Echó un rápido cálculo, al tiempo que oía el rugido que emergía de las entrañas de la aparición blanca cada vez que respiraba. Sólo necesitaba pasar saltando por el siguiente juego de obstáculos, ya que el resto se habían visto tan dañados por el paso de la criatura inmensa que podría atravesar al trote los agujeros que había hecho en ellos sin dificultad.

Siguió la trayectoria del demonio, que adquiría velocidad a medida que pasaba entre los obstáculos por los boquetes. Si pudieran, lo ideal sería que se encontraran en la cuarta recta, justo tras los terceros obstáculos, y más vale que ese mamotreto rojo tuviera un plan para parar a esa bestia incontrolable. La parte difícil era que para que aquello pudiera suceder, ella tendría que encontrar una forma de retrasarlo...

El animal iba algo mas lento que al principio, seguramente por el tiro que había recibido, pero aún así seguía siendo condenadamente rápido. Ella buscó rápidamente en su cerebro, y acudió a una opción tan válida como desesperada. Echó la vista atrás, viendo como se recortaba las distancias, hasta que le sacaba tan sólo un cuerpo de ventaja. Con la mano izquierda afianzada en las bridas y volviendo a levantarse sobre los estribos de la silla, liberó uno de los látigos que levaba en torno al cuerpo y lo mantuvo recogido en la mano derecha. Se acercaban rápidamente a los segundos obstáculos. De nuevo, volvió a saltarlos todos, plenamente consciente de que cada seto que saltaban era para ella como la cuenta atrás. Cinco, cuatro, tres, dos, uno...

Y salieron de nuevo, tras trazar la curva, hacia la tercera recta. No había hecho si no apoyar las patas delanteras su caballo, cuando trazó un arco con la mano derecha, liberando la cola del látigo. El caballo blanco apoyó a su lado las patas delanteras y el látigo chasqueó justo frente a sus cascos. La sorpresa en la cara de la Sheriff fue mayúscula al comprobar que el caballo, obedeciendo quizá al temor, o a la comprensión de ese sonido, variaba su rumbo y se orillaba un poco más hacia el lado derecho. Habría alucinado de su propio descubrimiento, si no hubiese tanto en juego. Buscó con la mirada al ente rojizo, que apretaba el paso en la recta llegando a los segundos obstáculos. Podía...

El látigo volvió a chasquear, obligando al animal a alejarse de su origen. Su comprensión de la situación, que hasta entonces había sido motivada por la necesidad de salvar a otros animales y destruir a aquella cosa, cambió radicalmente y adoptó una nueva forma en su cerebro, mucho mas nítida y urgente. Así, cuando el caballo blanco empezó a dejarle espacio, ella en lugar de mantenerse pegada a la valla, empezó a aproximarse a él. Observó la trayectoria imparable del demonio a la carrera, y a base de latigazos, consiguió que el animal fijara toda su atención en ella, corrigiendo su ritmo de carrera, decelerándolo, y también ubicando al animal en una nueva dirección de la que pareció no percatarse... justo en linea recta hacia el que venía corriendo.

Atravesaron, uno junto a otro, el tercer obstáculo a pleno galope, y salieron a la cuarta recta, justo donde debían encontrarse. El animal entonces volvió la vista hacia adelante, para contemplar como aquella mole rojiza se abalanzaba hacia él a una velocidad vertiginosa. Estaban a apenas unos metros y el impacto iba a ser brutal. Sólo esperó que ninguno de los dos muriera en el intento...

Su sorpresa fue mayúscula y tardó apenas dos segundos en tratar de reaccionar. Ladeó la cabeza y clavó las patas delanteras en el suelo, dispuesto a variar su actual posición, y en ese momento, con un último grito acompañando el gesto, la vaquera enrolló en un último chasquido el látigo en torno a su cuello y tiró de él, usando su fuerza, la de Goldglint y la de la propia carrera, para obligarle a permanecer en su posición actual. El látigo se tensó hasta sus límites con un crujido, advirtiendo de su resistencia limitada a una maniobra tan extrema como aquella. El animal bajó la cabeza, haciendo asomar la lengua y en ese instante, el puño de piedra se hundió en pleno pecho del portento níveo, con una fuerza descomunal. El relincho de dolor hizo que a la vaquera se le escapara una sola lágrima, al tiempo que la criatura blanca era arrojada hacia la derecha, se estampaba contra la valla de seguridad y luego contra las gradas. Ella y Goldglint fueron arrastrados un par de metros acompañando el movimiento que había hecho la aparición, hasta que el caballo dorado volcó, y ella salió despedida de la silla.

Durante unos segundos se sintió en plena ingravidez, mientras un torrente de dolor le recorría el brazo que mantenía sujeto el látigo. Luego el brazo se le durmió por completo, antes de golpearse estrepitosamente contra la panza del caballo titánico. Perdió la visión durante un instante. Se sintió desconcertada y dolorida durante unos segundos, y después de chocar, resbaló hasta el suelo. Al llegar allí, apoyó las manos contra el suelo, permaneciendo de rodillas. La bestia despedía un hedor que clamaba miserias, y la boca le supo a hierro, hasta que se dio cuenta de que estaba sangrando. Todo estaba cubierto de la intensa humareda verde y de partículas de polvo que no la dejaban ver absolutamente nada. Entonces algo chocó justo a su izquierda. Su mirada desenfocada no le permitió ver que se trataba de uno de los cascos del caballo hasta varios segundos después. Al darse cuenta del peligro, su cerebro se despejó, más por afán de sobrevivir que por otra cosa. El animal piafaba y empezaba a hacer aspavientos, buscando desesperadamente levantarse. Ella estaba justo junto a la panza oronda del animal, lo que la colocaba en una posición extremadamente peligrosa.

Buscó entre la nube de humo la enorme figura que había derribado al Portento albar de un sólo golpe. Cuando sus ojos llorosos lo ubicaron entre la humareda, no le dio ni un instante.

- ¡COGELE DE LAS BRIDAS!- gritó, al tiempo que hincaba una rodilla en el suelo, intentando hacer acopio de fuerzas para levantarse. Un hilo de sangre le calló de los labios, salpicando el suelo - ¡ESTA DOMESTICADO! ¡COGELE DE LAS CORREAS, VAMOS!- añadió con urgencias.

Ahora que el Demonio tenía la oportunidad de ver al equino de cerca, seguramente tendría la ocasión de comprobar lo mismo que ella. Aunque costase distinguirlo, aquella cosa estaba preparada para montar. La cabezada en su rostro, las riendas rodeando su cuello, esos bultos de la espalda, que conformaban una silla apenas visible, pero que ahí estaba.

No habría otra ocasión. Tenían que cogerlo ahora...

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime9th Junio 2014, 10:29

Los últimos metros y el choque habría llegado. Hellboy se preparó para saltar y propinar el gran puñetazo. La vaquera usó su látigo y unas fuerzas sobrehumanas para atar el cuello del gigantesco caballo y evitar que pudiese variar su trayectoria. El demonio saltó y golpeó con toda su fuerza el pecho del caballo. A pesar de que su mano era indestructible, notó el golpe como si acabase de dar un puñetazo a una montaña, y no pudo evitar apretar los dientes ante el choque. El caballo salió disparado contra las vallas y las protecciones del lateral de la pista, llevándose consigo en el tirón a la pobre muchacha que había demostrado una valentía y fuerzas descomunales. "Rojo" cayó de espaldas, y tras agitar un poco la cabeza y crujirse la mano de piedra se levantó, contemplando la escena. El enorme corcel yacía moviéndose con torpeza mientras intentaba incorporarse. La chica estaba apoyada en su vientre con la boca llena de sangre. El demonio se acercó lentamente hacia ellos mientras la chica trastabillaba para evitar ser golpeada con la enorme pata.

- ¡COGELE DE LAS BRIDAS! ¡ESTA DOMESTICADO! ¡COGELE DE LAS CORREAS, VAMOS!- Pero el demonio tenía otros planes. No pensaba que fuese posible domesticar ni cabalgar al caballo del apocalipsis. Aquella criatura ancestral sólo había sido creada para la destrucción y la propagación de la enfermedad. Era imposible cabalgarla como si fuese un poni de feria. Como a un caballo que ha perdido una pierna, Hellboy se preparó para sacrificarlo. Un simple tiro en el corazón (o tal vez dos) con "El Samaritano", y esperaba que todo hubiese acabado.

- ¿No pensarás que iba a ser tan sencillo, verdad Anung-Un-Rama?- Una voz gutural y metálica, acompañada de siseos y una especie de eco que hacía parecer que eran dos personas las que hablaban rompió el silencio. "Rojo" se detuvo y se giró. Allí, a un par de metros de él, una oscura y escalofriante figura había aparecido. No medía más que el demonio, y era mucho más delgado que él. Pero era un halo de maldad y oscuridad que lo rodeaba lo que le convertían en un ser escalofriante y repugnante. Tenía un extraño casco metálico con dos protuberancias en forma de pinchos que salían hacia ambos lados de la cabeza. Unas láminas metálicas curvadas superpuestas cubrían su cara hasta su boca, dejando ocultos ojos y nariz. Los labios estaban llenos de pústulas y cortes, y sus dientes, largos y afilados, cubiertos de sangre. Su piel era blanca como la nieve, pero un blanco enfermizo, como el de las personas terminales en un hospital. Llevaba un traje negro, y sus piés permanecían semi ocultos en medio de una pequeña neblina verdosa, igual a la que emitía el caballo. Sus manos estaban cubiertas por unos guantes negros con una armadura parecida a la del casco por encima. En la espalda llevaba un arco y un carcaj lleno de unas flechas negras como una sombra. Las hombreras también tenían dos protuberancias igual que el casco. Su simple presencia helaba la sangre y producía nauseas a los presentes.
Aspecto del personaje:
Aspecto del personaje 2:

Hellboy le miró de arriba a abajo mientras la criatura le devolvía una sonrisa nauseabunda e infernal. Sus dientes se tiñeron de rojo y de las comisuras de los labios un pequeño hilo de sangre cayó a través le los labios podridos.- No sé quién eres, pero eres tan feo que podrías estar en "The Walking Dead"…- Este ser le había llamado por su verdadero nombre, Anung-Un-Rama. Sólo las criaturas más antiguas, ancestrales, y generalmente peligrosas conocían ese nombre. O aquellos que habían estado en contacto con alguno de esos seres. No tenía ni idea de dónde había salido pero no pretendía quedarse de brazos cruzados. Se llevó la mano al revolver pero antes siquiera de poder sacarla el otro tipo se había acercado a él y puesto una especie de katana en el cuello al demonio.

- ¡Ah, ah, ah! No tan rápido querido, hablemos primero…- "Rojo" sabía que podía quitarse la espada con un rápido movimiento de su mano derecha, pero al no tener él otra con la que poder luchar prefirió no arriesgarse. Una cosa era parar los golpes de aquel ser con su enorme puño, pero si no puedes devolverle los ataques no sirve de mucho. Soltó su pistola y miró fijamente al individuo.- ¡Excelente! Sabía que eras lo suficientemente inteligente como para reconocer la derrota.- Con un rápido movimiento y un silbido en el aire, guardó la katana en una funda que colgaba de su cinturón. Le dirigió una escalofriante nueva sonrisa al demonio.

- Bien, soy todo oídos "cara plancha". ¿Qué me ofreces?-

- Jajajaja, siempre tan orgulloso y temerario, demonio. Crees que tienes la situación controlada, pero esto escapa a tu comprensión criatura. Apenas has vivido setenta años y ya crees que lo sabes todo.- No lo decía en un tono de enfado, ni mucho menos. Era más bien una burla, se jactaba de sí mismo sin dejar de exhibir esos terribles dientes sangrantes y una lengua morada llena de heridas y pústulas como los labios.- ¿Crees realmente que eres la única criatura capaz de comenzar el apocalipsis? Tu mano es la llave para él, eso es cierto. Pero hay muchas otras formas de llamar a los jinetes demonio… Ahora mismo, por ejemplo, lo estás viendo.- Con un brusco movimiento de cabeza volvió a sonreír, con una mueca de desprecio y burla hacia el demonio.- Veo, sin embargo, que esta vez no te acompaña tu querido amigo el hombre-pez, sino una jovencita rubia. ¿Has cambiado tus gustos? ¡Lo celebro! Esta es mucho mejor que tu otro compañero… Él tiene a ser demasiado estirado.-

Hellboy se giró y vió a la chica rubia, quien se había conseguido poner en pie, mirando atónica la situación que tenía delante. Primero un demonio de más de dos metros, rojo como la sangre, y con una gigantesca mano de piedra. Después un caballo del tamaño de un camión pequeño con los ojos verdes y un halo verde de putrefacción y muerte. Y ahora, esa especie de criatura salida de algún cuento o historia de terror, que helaba la sangre con cada palabra que decía.

- A ella no la toques, no tiene nada que ver en esto. Si tienes problemas o alguna deuda pendiente es a mí a quien buscas, ¿o eres de esos que les gusta golpear a las inocentes chicas?- No le gustaba que personas inocentes se involucrasen en sus planes, más que nada por la situación en la que se podían ver envueltos. Él era un demonio muy difícil de matar, que había sido vapuleado innumerables veces y siempre había conseguido recuperarse. Abe era inteligente, rápido y ágil, y aunque su factor de curación era muy inferior al de "Rojo", solía recuperarse de sus heridas sin tratamientos especiales. Liz, la única humana del grupo, poseía el poder de la piromancia, y era capaz de defenderse de muchas criaturas que le atacaban. Además, siempre estaban él y Abe para protegerla sino. Pero un humano normal era otra cosa. Los agentes morían casi a diario en el B.P.R.D, la mayoría de ellos en avanzadillas para investigar un suceso extraño al toparse con algo mucho más grande y peligroso de lo que esperaban. Había demostrado un enorme valor al enfrentarse a ese caballo, pero no parecía poseer más que su determinación y su fuerza de voluntad.

- ¡Oh, qué enternecedor! Sin embargo, me temo que a ella le afecta la situación tanto como a ti, querido amigo rojo.- Chasqueó los dedos y el caballo se levantó. Como si fuese un poni para el entretenimiento de los niños, este avanzó dando ligeros pasos hasta situarse al lado del extraño ser. Este acarició su morro con delicadeza y le susurró algo al oído en un extraño idioma.- No es nada personal demonio, es simplemente que el fin de la humanidad ha llegado por fin.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime9th Junio 2014, 21:11

Si él no lo hacía tendría que hacerlo ella misma...

Pero entonces escuchó una misteriosa voz, que le erizó hasta el último pelo del cuerpo e hizo que se pusiera totalmente en guardia. Hasta tal punto hacía aflorar su instinto que le hizo levantar el labio superior, enseñando una hilera de dientes ensangrentados, igual a la que él poseía, solo que muchísimo menos repugnante. Su respiración se aceleró, y sus pupilas se expandieron en sus ojos azules, volviéndolos fríos y peligrosos.

El animal blanco había detenido sus movimientos, y ella aprovechó el momento para levantarse, apoyándose en la panza, y retirarle el látigo del cuello con un movimiento. El cuerpo le pesaba como si hubiera levantado sola todo un granero. Tosió, haciendo salir de su boca sangre vaporizada. La sensación ardiente del brazo derecho no desaparecía, le picaba como si tuviera un nido de hormigas de fuego correteándole encima. Hasta que se apaciguó la nube de polvo, fue incapaz de enfocar la vista, y encontró al tipo rojo con otro que había aparecido de la nada. Contempló la escena, con los ojos muy abiertos y el ceño ligeramente apretado por una intensa presión, notando el sabor de la bilis en la boca, que poco o nada tenía que ver con el olor. Estaba acostumbrada a la pestilencia, pero ese tipo no valía ni para abono, y era por otro motivo.

En su fuero interno, dentro de aquel lodazal del que antes había intentado salir, una sensación de terror primitivo, como el del hombre de las cavernas que huye atemorizado del rayo, el fuego o un eclipse, arañó con sus garras insidiosas lo profundo de su conciencia. Creyó que acabaría por provocarle dolor de cabeza, y apretando los dientes agarró por un instante la estrella de su pecho. Aquello le insufló fuerzas y desterró aquella inmundicia al pozo de mierda del que había salido. Empezó a andar, acercándose hacia donde estaban esos dos. El látigo se arrastraba por el suelo, con un sonido siseante. Parecía increíble que aún lo mantuviera asido con una mano que apenas sentía. Las espuelas aderezaron su conversación mientras llegaba a su altura. Se detuvo junto al demonio al tiempo que aquella inmundicia llamaba al animal y este se levantaba, respondiendo a su verdadero amo. Evidentemente, no es como si hubiera pasado de la conversación. Cada palabra había llegado a sus oídos la había puesto en situación, y al mentarla, ella le dirigió una mirada a aquella cosa. Su ceño estaba fruncido hasta lindar con aquellas dos balas azuladas de gran calibre que eran sus ojos, enfrentándose a lo que le provocaba esa sensación que detestaba con toda el alma.

Que ella no sentía, porque era la Sheriff...

- Ya me imaginaba que victoria tendría otra pinta.- dijo, haciendo que su tono de voz natural, amable y decidido, sonase iracundo de una forma contenida que lo hizo perturbador. Casi antinatural. - La mona, aunque vista de seda...- añadió mientras dirigía una media sonrisa cargada de sangre a eso que tenía delante.

Porque si, ella había pensado que se trataba de Victoria. El primer caballo del apocalipsis. El blanco portento que llevaba al arquero. Para cuatro caballos que salían en la biblia, ¿Como no recordarlos? Pero estaba equivocada, porque tal rastro de muerte y destrucción, el hedor y la enfermedad solo podía corresponder a uno de ellos. Al contacto con las manos de aquel monstruo, el color blanco del caballo se tiñó de un azabache tan oscuro, que mas que negrura parecía vacío, y momentos después aquel que era albar se transformó en negro.

- Hambre...- siseó entre dientes, haciendo que un hilo de sangre se deslizara de nuevo, manchando su comisura esta vez. Lo había llamado por su nombre original y menos habitual, igual que momentos antes había hecho él con el Demonio, aunque desde luego este era un detalle que ella desconocía. El nombre generalmente conocido de aquella basura era "Peste".

Al escuchar aquella amenaza, la sangre le hirvió dentro de las venas. No lo mostró abiertamente, pero su mirada estaba cargada de una ira que sólo habían conocido aquellos que gritaban "El horror tejano" durante sus continuas pesadillas. Aquellos que habían afrontado su merecida sentencia por los crímenes cometidos, bajo la presencia de su inquebrantable justicia.

Y esa basura ya acumulaba un historial tan largo como su brazo...

"No acabarías con la humanidad ni con un brote de cáncer de sida contagioso por el aire." pensó para sus adentros, en un alarde de inteligencia. Lo que menos deseaba era darle ideas a ese desgraciado. En su boca se dibujaba una mueca de total aborrecimiento - "Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: "Ven". Miré, y vi un caballo negro. El que lo montaba tenía una balanza en la mano..." apocalipsis 6,5. - recitó, aunque era posible que no fuese exacto. Hacía tiempo que no le echaba un vistazo a un sagrado somnífero - ¿Pero dónde estabas cuando tu animal te necesitaba? - Preguntó con clara recriminación. Su labio superior se elevó mostrando sus dientes teñidos aún del rojo grana de la sangre. Su mentón se alzó orgullosamente, haciendo que aún magullada, su presencia destilara dominio y potestad. - Jinete del apocalipsis. ¡Tus amenazas están mas vacías que tu silla de montar!...Tu no eres un jinete. No ocupabas el lugar que te correspondía sobre tu caballo. No mereces ni masticar el estiércol de ese animal. ¡Lo dejaste sólo, confundido y aterrado! ¡TU NO ERES UN JINETE! ¡NO ERES NADA!- añadió alzando el tono. Clavó su mirada penetrante esa aberración de pesadilla. La Sheriff que llevaba dentro y que resurgía más poderosa que nunca no podía permitir que aquel crimen se quedara sin castigo. En un último gesto despreciativo, se lamió el interior de la boca, escupió justo frente a ese monstruo una salpicadura de sangre, y luego se secó la comisura con el reverso de la mano. - Eres una vergüenza... - añadió, haciendo de algún modo que aquello sonara peor que el cualquier insulto que se hubiera pronunciado jamás.

Evidentemente su mortalidad ni siquiera era un aspecto que contemplara su mente en ese momento. Si Dios había hecho a hombre y mujeres, y les había dado libre albedrío, ella pensaba utilizarlo. Si, señor.
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime10th Junio 2014, 10:49

Hellboy se giró lentamente hacia la chica rubia con una mirada imposible de describir. ¿Se acababa de chulear a uno de los jinetes del apocalipsis? No, no, tenían que haber sido imaginaciones suyas. Aquello no acababa de pasar. Pero la carcajada desgarradora e infernal que profirió el jinete le demostró que aquello acababa de ser muy real. "Hambre", y su caballo "Peste", puede que fuese el más débil de los cuatro, incluso más que victoria, pero seguía siendo uno de los cuatro jinetes.

- Los mortales sois tan predecibles… Creéis que sabéis acerca de la vida, que controláis vuestros pequeños negocios y que manejáis vuestras decisiones como un títere maneja a su marioneta en una obra para niños. Sois tan graciosos…- Comenzó a andar alrededor de la pareja, lentamente y dejando un rastro verdoso a su paso. Sus huellas quedaban grabadas en el suelo con una especie de telilla verdosa que hacía sisear al agua y chisporrotear.- Esto no es más que el comienzo de una nueva era. Deberíais sentiros orgullosos puesto que vais a contemplar de primera mano lo que os espera.- Y dicho esto alargó su dedo hacia Rebecca. Esta notó como la respiración le faltaba, y fue derrumbándose hasta caer de rodillas. Hellboy pudo ver como su piel se volvió pálida, mucho más pálida, y pústulas y heridas comenzaron a salir por toda ella. Los ojos se le secaron, la lengua se le volvió morada, y sus huesos empezaron a marcarse en su cuerpo.

- ¡EH! ¡TE DIJE QUE LA DEJASES FUERA DE ESTO! ¡PELEA CONMIGO SI QUIERES!- Sacó su enorme revolver y apuntó a la extraña criatura a la cabeza.- Sé que esto no te matará, pero eso no quita que te vaya a escocer la cara mucho… Déjala en paz y vete.

La criatura le dedicó otra de esas diabólicas sonrisas a Hellboy, acompañada con un siseo escalofriante. Levantó el dedo y la muchacha cayó apoyándose en sus manos mientras recuperaba la respiración entrecortadamente. Su cuerpo volvió a tomar la forma y belleza anteriores, incluso sus heridas y golpes fueron curadas. El demonio enfundó su arma y ayudó a la chica a levantarse.- ¿Te encuentras bien?

- Bueno, entonces podemos comenzar la partida, ¿me equivoco?- Había vuelto andando lentamente hacia su caballo y acarició su morro con delicadeza. Este emitió un pequeño bufido tan aterrador como la voz de su jinete.- Tengo que ponerme en marcha, hay un sinfín de preparativos que debo hacer antes de que mis hermanos lleguen. No os preocupéis, estáis invitados a la fiesta. Lo vamos a pasar muy bien todos juntos.- Otra de aquellas sonrisas, acompañada con un hilo de sangre que goteó desde su barbilla. Se encaramó al caballo y miró desde allí arriba a la pareja.- Me dirigiré al norte, hasta los grandes acantilados. No espero volver a veros, al menos no por ahora. Pero si queréis hacerme una visita ya sabéis donde encontrarme. Vamos "Peste", hay todo un cosmos esperándome con ¡eh! mi nombre en él…- Y tras alzarse sobre sus dos patas y relinchar con fuerza, el caballo desapareció a una velocidad incalculable, adentrándose en la bruma que flotaba sobre el suelo.

Hellboy se cubrió la cara con la mano de piedra para evitar el polvo que levantó la gigantesca criatura. Suspiró y se volvió hacia la chica.

- ¡Tú! Sabía que estabas loca cuando cabalgaste con la velocidad del viento hacia aquella criatura, pero no tenía ni idea de que querías que nos matasen.- Ella comenzó a replicar al demonio pero este negó con la cabeza.- Es igual, tenemos que parar a este engendro antes de que se complique más la situación. Y sí, he dicho tenemos. Después de la que me has liado no te vas a ir de rositas ni de coñá… Recoge tus pertenencias.- Pulsó el intercomunicador que llevaba en su cinturón.- Chicos, es posible que necesite un taxicóptero… Traedme todos mis juguetes, entre ellos "El Bebé". La cosa se ha puesto complicada de cojones y no pienso andarme con chorraditas. Avisa también a Abe. Voy a necesitarle. Nos vemos dentro de quince minutos en la pista del Grand National. Y por cierto, tengo una agradable sorpresa para vosotros. Viene conmigo una rubia que está bastante potente. Feliz Navidad adelantada.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime10th Junio 2014, 21:48

Aquella basura se carcajeó en su cara, pero ella supo notarle el regusto amargo a esas palabras. Pues no había tenido que toparse con pedantes en su vida como para saber cuando algo le escuece a alguien que se cree más o mejor que tú. Su modo despreciativo de hablar a los humanos, de la que, visto el panorama, ella debía ser única representante presente, le dieron ganas de preguntarle si alguna vez se habría mirado al espejo. Empezó a andar en torno a ellos y ella le siguió con la mirada, hasta el momento en que, en su caminata tan dramático, pisó el casco de una pata de caballo que había en el suelo. Corrección. De medio caballo. Aquello hizo que sus ojos se detuvieran en ese instante. Su mente se sumió sobre ese momento como las nubes de tormenta se acumulan en una sola zona.

Instintivamente su puño se cerró en torno al pomo del látigo que aún llevaba en la mano, con una fuerza tal que le recordó aquel hormigueo ardiente. Entonces levantó la vista, y encontró al monstruo en una nueva posición, señalándola directamente con el repugnante dedo enhiesto. Estaba preparada para pegarle un latigazo que lo cortara en dos por su falta de respeto, cuando repentinamente, sintió que la abandonaban todas las fuerzas. El látigo cayó al suelo, e hizo un chasqueo sutil, como una campanada fúnebre que marcaba el inicio de lo que iba a ser un tormento...

Su vista se nubló, y por más aire que tomaba, no podía respirar. De no ser porque los fluidos de su cuerpo parecían evaporarse al contacto con el aire, se habría meado encima, tan seguro como que no podía llorar porque no le quedaba ni una lágrima. Al pestañear sintió como si una duna de arena le cayera sobre los ojos. Después de que un dolor lacerante le recorriera las extremidades, como si se le fueran a despegar los músculos del cuerpo, la bilis le subió hasta la boca, acompañada de una bocanada de sangre, que salpicaron el suelo con una espuma carmín y amarillenta. Empezó a perder la conciencia de lo que pasaba, y creyó que su piel se volvía fina hasta deshacerse. Se hundió de rodillas, incapaz de luchar con aquel dolor que le consumía el cuerpo, y apenas si consiguió apoyarse en las manos. Su decrepitud llegó a tal punto que el látigo que aún se ceñía a su cuerpo se resbaló sobre lo que era ahora una cama de piel y huesos. Se obligó a cerrar la boca y los dientes, para no gritar, hasta hacerlos crujir a un extremo en que dos de ellos se partieron. Cuando por fin cedió a la necesidad, fue incapaz de hacerlo. Su garganta se convirtió en una mina de sal, arañando su voz, que era inaudible. Observó como sus manos se consumían plagadas de úlceras, pústulas y heridas, como la ceniza consume una colilla de cigarrillo.

Antes de perder del todo la vista, supo que aquel momento quedaría suspendido en el tiempo, y ella sufriría para siempre...

En algún punto de su conciencia, la imagen de un Sheriff abatido regresó golpeándola más duramente que aquella enfermedad...

Y de pronto, con una última bocanada....paró.

Su vista volvió a recobrarse y se alegró de ver aquella tierra como si fuese lo primero que veía en toda su vida. Por que seguía viva. Su boca entreabierta, la obligaba a jadear para recobrar el aliento, en sus manos el dolor había desaparecido, e incluso el hormigueo de la mano derecha se había volatilizado. Sus músculos abotargados temblaron al hacer fuerza cuando notó la cálida mano del ser rojizo ceñirse a uno de sus brazos, y ella aprovechó ese apoyo para levantarse, siendo consciente entonces de que también tenía dos piernas. Dos fuertes piernas capaz de sostenerla en pie.

- He tenido... resacas... peores... - respondió en un murmullo apenas audible, intentando amagar una media sonrisa, mientras recobraba aún el aliento cerrando los ojos.

Ahora, mientras trataba de convencerse a sí misma de que estaba viva, más que nunca además, recordó qué había sucedido, y volvió a buscar con la mirada a esa cosa, que montada en el enorme animal, se despidió y salió corriendo, más rápidamente aún de lo que lo había hecho el caballo plenamente sano por sí solo. Se soltó de la mano del demonio en cuanto arrancó, y lo siguió con la mirada, al tiempo que murmuraba algo. Lo había jurado, ante el Diablo y ante Dios. Como fuera, ese monstruo iba a morir por sus pecados, o no se llamaba Sheriff. Se giró en el mismo momento en que aquella mole roja empezaba a increparla.

- ¿¡QUE?! - preguntó, señalándose al pecho con ambas manos, incrédula de que le echara la culpa. En cuanto le dijo lo siguiente, le miró con ambas cejas alzadas y cuando se puso a hablar por uno de esos aparatitos que ella detestaba se limitó a trazar un círculo con los ojos, para luego levantar las manos de forma despreciativa. Lo que se suele hacer cuando no se quiere discutir más. Entonces encontró algo que llamó su atención y obvió todo lo demás.

Goldglint iba al paso tranquilamente en torno a la pista, oliendo lo que la rodeaba. Ella se arrodilló en el suelo. Acarició la pata que había pisado esa basura cobarde y luego cogió el rostro del animal, que la miraba desde esas cuencas vacías de vida, el pelo revuelto frente a sus ojos y la lengua asomando entre los dientes. La introdujo de nuevo en su lugar y ciñó la morrera para que no volviera a salir. Después levantó su rostro, pegó su frente a la de él durante un silencio sobrecogedor en el que apenas se atrevió a respirar (y eso que después de lo sucedido, respirar ganó para ella mucho valor) y le acarició las crines con una delicadeza difícil de creer en alguien como ella. Cuando acabó su tributo, depositó la digna cabeza del animal en el suelo, se levantó y la contempló, con una expresión nostálgica, que correspondía mas a una vieja pena, que a una nueva, mientras sujetaba la estrella de su pecho con la mano cerrada, clavándose las puntas romas en la palma.

Sus ojos pasearon por la pista, observando las manchas lejanas que eran los caballos que inspirados por el terror que habían vivido, aún continuaban huyendo. Se acercó hasta su sombrero, que había estado posado en el suelo desde que saliera volando, se lo calzó sobre la cabeza, y llamó a Goldglint con un chasquido. Luego miró al demonio con una expresión totalmente indiferente, casi aislada, como si nada de lo que hubiera a su alrededor pudiese alcanzarla.

- No voy a ningún lado. Alguien tiene que hacerse cargo de esos caballos. - resolvió al tiempo que su semental dorado se acercaba - Están aterrorizados. Causarán accidentes y cosas peores. No les dejaré a su suerte. - añadió con una seguridad que casi quemaba.

Pasó junto al Demonio y se agachó en cuchillas para recoger los látigos que estaban en el suelo, enrollándolos y volviendo a colocarlos en su cinturón. Luego se levantó, se sacudió las manos y se dio la vuelta, para encontrarse a ese mamotreto color grana justo delante. Intercambiaron miradas en el segundo mas tenso de la historia. Los ojos de ella, envueltos en aquel halo que la mantenían inaccesible, dejaron entrever un brillo intenso que rezaba claramente: "Apártate de mi camino"...
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime11th Junio 2014, 10:42

- ¿Te preocupan más unos pocos caballos que el destino del mundo?- ¿Quién demonios pensaba en unos pocos caballos cuando uno de los jinetes del Apocalipsis acababa de presentarse ante ti, casi consumiéndote por completo, y amenazando con la integridad de la tierra como quien dice que va a comprar al mercado? Aquella chica debía ser una fan indiscutible de los caballos, no había más que ver su forma de vestir.

Acabar con aquel enemigo no iba a ser fácil. Iba a necesitar gente que realmente desease enfrentarse a algo así de peligroso y monstruoso. Podía contar con Abe. Siempre podía contar con Abe. Él le habría seguido hasta la muerte, como ya había hecho antes. Podía contar con Liz también. Él la amaba, y aunque no sabía hasta qué punto ella también, nunca le había abandonado por peligrosa que fuese la situación. Johann le habría acompañado también, pero desgraciadamente él no iba a servirles de mucho. Lo único qu podía hacer era aburrir al jinete hasta la saciedad con su parafernalia y acento alemán. Pero aquella chica… Hacía tiempo que el demonio no veía semejante despliegue de valor y fuerza. Tal vez no fuese más que una humana, pero desde luego parecía bastante más útil que sus compañeros del B.P.R.D, los cuales a la mínima de cambio (la mayoría, que no todos) se meaban encima y se iban corriendo en cuanto las cosas se torcían. En el fondo era comprensible. Preservar la vida es lo más importante. Pero aquella chica parecía estar hecha de la pasta que él y sus compañeros Abe y Liz. De los que no tienen miedo a enfrentarse a la muerte si esta se presenta en tu salón.

- No estás obligada a venir, pero nos servirías de gran ayuda. Puedo decirle a mis compañeros que se encarguen de encontrar y cuidar a todos esos caballos. Además, esta zona va a ser acordonada por nuestra organización en cuanto nos recojan. Tienen que investigar los rastros del caballo monstruoso, así que dudo que te dejasen pasar.- Johann probablemente sería de los que se quedase allí, investigando quién o qué invocó al jinete y buscando algo de información que pudiese resultarnos útil para frenar a la monstruosidad que había aparecido ante nosotros. Desde luego había sido premeditado, pues "Hambre" no era siquiera el primero de los jinetes. "Victoria" y "Guerra" eran anteriores a él. Alguien tenía que haberlo invocado. Eso, o estaban los cuatro jinetes recorriendo el mundo en ese momento y no se habían enterado. Esa idea le pareció realmente escalofriante. Ya había sido duro enfrentarse a un solo jinete, no quería ni pensar lo que podía ser tener que luchar contra los cuatro, con todo su potencial desplegado. El propio jinete había hablado de sus hermanos y de que pronto todo sucumbiría en la destrucción y fin de la humanidad. Si era verdad lo que decía no podían perder ni un segundo más.- Mira rubia, sé que tus caballos te preocupan y que para ti son algo más que simples animales. Pero hay cosas mucho más grandes pasando a nuestro alrededor, así que tú eliges si quieres ayudar a salvar a la humanidad o seguir siendo alguien que cepilla caballos mientras el mundo se va a la mierda… Veo que te gustan las armas de fuego y tu látigo. Nosotros podemos proporcionarte armas mejores para que te enfrentes a esta criatura. No te ofendas, pero las balas de tu pequeño revolver no pueden hacer nada contra él. Sería como tirarme trozos de palo a mí.- El sonido lejano de un helicóptero captó la atención de la pareja.- Tú eliges vaqueriza, pero si vienes con nosotros podrías tener la oportunidad de patearle el culo al jinete…-

Si venía con ellos o no ya era decisión suya. Él no iba a obligarla ni obligaría a nadie. Suficiente mierda se les venía encima como para andar negociando con alguien sobre si se venía o no. En cuanto el helicóptero llegase él se subiría y se dirigiría al norte, hacia los barrancos escoceses. El helicóptero no tardó en aparecer sobre los árboles. Un gigantesco armatoste negro con un puño sujetando una espada pintado en el lateral sobre las letras B.P.R.D. Se abrieron las compuertas laterales y un hombre trajeado le hizo señas a "Rojo" de que se diese prisa. El demonio miró por última vez a la vaquera antes de digiriese a la carrera al helicóptero. Si quería unirse a ellos era ahora o nunca. El césped ondeaba ante las aspas del helicóptero, y por la otra puerta de este salieron varios hombres que se dirigieron a los establos llevando un enorme cajón negro. El equipo de investigación ya iba a ponerse manos a la obra. Sólo esperaba que pudiesen darle alguna pista o algo que les ayudase a frenar al maldito monstruo, o la cosa se iba a poner más que tensa.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime11th Junio 2014, 17:49

Ella no respondió a su pregunta, se limitó a contemplarlo sólo un instante más, con aquellos ojos helados a través de la neblina neutral que aún los cubría. Luego retiró la vista hacia su semental dorado y se acercó a él. Mientras andaba las espuelas resonaban con su "tink" característico, aderezando los pasos de sus caderas con el único sonido que se atrevía a romper ese silencio. Al llegar, el animal la contempló y ella supo leer en sus ojos el desasosiego que le había causado todo aquello. Lo acarició sobre su morro, y luego sobre los mofletes, haciendo que el caballo cabeceara un par de veces, mostrando su nerviosismo, hasta que al final se relajó.

El Demonio seguía hablando a su espalda y lo único que consiguió de ella es un leve giro de cabeza, que demostraba que a pesar de no mirarle le estaba escuchando. No era muy difícil conseguirlo, teniendo en cuenta que ella siempre estaba pendiente de todo lo que la rodeaba. Mientras seguía su cháchara, rebuscó en las alforjas del animal dorado. Había asegurado que no las sacaría, pero por otro lado, también le aseguraron que allí había mucha seguridad. Así que estaban en paz. Sacó los dos revólveres de empuñadura de madera, y los comprobó. Luego los asentó en sus pistoleras, y comenzó a caminar, pero no había dado ni tres pasos antes de tener que parar. El sonido del helicóptero era todavía lejano, pero oyó claramente su proposición. Mas bien, su última provocación.

Contempló a aquella cosa, levantando despacio el rostro, y tras el ala del sombrero emergió aquella mirada que los que habían conocido al "Horror Tejano" reconocerían como el principio del fin.

- ¿Puedes asegurarme que van a cuidar de ellos? - preguntó entonces al Demonio, que le devolvió un rápido asentimiento. Ella dirigió una fugaz mirada a su animal, y supo ver en sus ojos comprensión. Porque la decisión estaba tomada. Sabía que ella se iba, y aunque no supiera porqué, se lo perdonaba. Acarició nuevamente con delicadeza su rostro dorado.
- Volveré a por tí, y a por Apalachi. No tengas miedo. Nunca tengas miedo. - le murmuró ella, en una íntima despedida. Luego volvió a trastear en sus alforjas y  recogió una bolsa de viaje, que siempre tenía hecha para las urgencias.

En cuanto el helicóptero aterrizó, empezó el circo. Bajaron un montón de cosas, y un montón de tipos trajeados descendieron de él. Ella agarró las bridas y empezó a correr tras el rastro de la mole rojiza. Al llegar a la altura del helicóptero, uno de los trajeados que parecía liderar a los demás la miró, aunque con esas gafas de sol no supo discernir qué tipo de mirada la echó. Se cruzó con ella con media sonrisa pretenciosa en la boca y entonces de la nada, la mano de la mujer se ciñó en torno a la pechera de la camisa y la atrajo hacia ella, con tal decisión que le hizo inclinarse. Seguramente no se lo esperaba para nada.

- Escúchame, chico, porque no lo repetiré. Aquí la BeefMaster... - indicó señalando con la cabeza al Demonio, a su lado - ...me ha asegurado que vais a recuperar a los caballos y a cuidar de ellos. - le acercó lentamente hasta que no les separaba más que un par de centímetros, haciendo brillar sus ojos con una amenaza que casi recordaba a la del enemigo al que se disponía a enfrentarse. - Si me entero que uno sólo de estos animales ha sufrido daño, no importa quien seas ni qué magias uses, te perseguiré hasta el último rincón y te joderé de tal modo en vida, que cuando te mate el infierno te hará sentir como en tu casa. ¿Estamos?- añadió, mientras le soltaba de un empujón, y luego miraba al caballo dorado. Después de unos segundos en los que tuvo que reunir todo su valor, le cedió las riendas al tipo que acababa de recriminar, que las cogió enseguida.

Luego dirigió una mirada rápida hacia el demonio que estaba ya montado en aquella cosa, se sujetó el sombrero cuyas alas empezaban a verse afectadas por el aire que desprendían las aspas de ese mamotreto, y le tendió la otra mano para que le ayudara a subir. Después de estrecharla, lo que casi resultó el gesto definitivo que cerrara el pacto mudo que acababa de suceder, ahora sólo podía sentarse y pensar en qué Diablos hacía ella persiguiendo a un fugitivo hijo de mil putas muertas que la hacía enfermar con sólo señalarla...


Última edición por Rebecca Logan el 11th Junio 2014, 22:54, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime11th Junio 2014, 19:23


Las aspas se aceleraron y produjeron un fuerte sonido de motor. Tanto el demonio como la vaquera recibieron unos protectores para los oídos, así como un sistema de intercomunicación dentro del helicóptero. Unos grandes micrófonos llegaban hasta la comisura de sus labios. Poco a poco, como si fuesen a cámara lenta, el enorme aparato comenzó a elevarse en el cielo. La tierra y los hombres que se dirigían hacia los establos quedaron reducidos a pequeñas hormigas en la lejanía. Hellboy miraba pensativo a través de las puertas aún abiertas. Las nubes grisaceas cubrían el cielo hasta donde alcanzaba la vista. La vaquera se acomodó todo lo que pudo. A juzgar por su cara, no le gustaban nada los aparatos así, pensó Hellboy. En sus oídos resonó la voz del piloto.

- Creo que deberíais ver esto...- Ambos se alargaron asomándose por el enorme hueco de las puertas. Aquello era verdaderamente desolador. Al igual que un campo que ha recibido una bomba nuclear, al igual que una estampida de un millón de animales, al igual que un prado después de que una guerra haya pasado por encima, la tierra, muchos metros bajo ellos, humeaba muerte y destrucción. Los verdes prados ingleses habían sido convertidos en ciénagas humeantes; las grandes colinas parecían dunas desérticas, con la muerte esparcida por todas ellas; los árboles yacían en el suelo, arrancados, partidos, diezmados, quemados... La muerte había pasado por allí con la fuerza de un ejército. No había absolutamente nada con vida. Sólo humo, muerte, desolación. El paso de "Hambre" había destruído la vida y la vegetación en un camino que se extendía hasta el horizonte. Un rastro negro resaltaba tanto como un brochazo de alquitrán sobre un lienzo blanco. Un par de pueblos habían sucumbido ante el paso del titán. Parecía implacable. No había roca ni montaña que hubiese resistido a su poder.

Un trueno anunció lo inevitable. Aquello era lo más parecido a una película bélica que se podía recordar. Hellboy se encendió un enorme puro y saboreó el humo. Las gotas de lluvia chocaban contra el helicóptero como si fuesen balas. La temperatura bajó repentinamente y la humedad se apoderó del lugar. El enorme demonio se apoyó contra el asiento mientras una pequeña serpiente de humo salía de la punta de su puro. Dio una pequeña patada a un cajón que tenía delante y este se abrió. Allí, cientos de balas y explosivos esperaban ser usados con toda impunidad, desmembrando enemigos, estallando edificios y agujereando el alma de la vida. Si "Hambre" quería guerra, la iba a encontrar. Se había cruzado con alguien que no estaba dispuesto a aguantar tonterías, alguien que mataría a cualquier criatura abismal que se cruzase en su camino, mandándola de vuelta al agujero más apestoso y humeante del que había salido. Asintió para sí mismo y sonrió. Un relámpago iluminó la cara de la vaquera. Pensativa, seria, algo aturdida tal vez, pero sobre todo decidida. No era la cara de alguien que se amedrentase ante una difícil situación. Lo único que le faltaba era tener un parche y una banda atada a la cabeza y podría haberse hecho pasar perfectamente por la típica heroína de videojuego: dura, implacable, sanguinolenta... Eso era lo que necesitaban en ese momento.

···

El helicóptero aterrizó pesadamente y las puertas laterales se abrieron de nuevo. La lluvia seguía cayendo con una fuerza tal que parecía una ducha. A lo lejos, en lo alto de un acantilado, podía verse un castillo perfectamente sacado de una película de "Drácula". Los rayos azotaban el implacable mar, cuyas olas superaban los grandes muros de piedra. Hellboy no recordaba una tempestad así, pero siempre hay una primera vez para todo. Un gran grupo de hombres trajeados del B.P.R.D les esperaba, y su compañero Abe Sapiens, "Azul", encabezaba el grupo.

- He venido lo antes que he podido "Rojo". Espero no haber llegado tarde. Ya sabes que odio ver la peli empezada.- Llevaba un traje negro ajustado. Dos bandas de bolsillos dibujaban una "X" en su pecho. Allí probablemente tendría toda clase de relicarios y objetos santificados para poder enfrentarse a los terrores que les esperaban dentro del castillo. Un par de pistolas con el símbolo de la organización descansaban en su cinturón, acompañadas de varias granadas. Hellboy se acercó hasta él y colocó su brazo izquierdo en su hombro a la par que sonreía.

- Siempre llegas tarde "Azul". Pero no te preocupes, todavía queda mucha película por ver.- Dicho esto, se dirigió a un enorme armario casi tan grande como él que le esperaba al lado de su compañero azul. Lo abrió y un sinfín de munición le esperaba allí dentro. Balas para "El samaritano"; granadas rellenas de plata y ajo; explosivos con agua bendita; una katana cuya hoja era de color azulado... Y "El Gran Bebé", un gigantesco lanzagranadas de seis cañones dispuesto a destruir hasta la última pared que se interpusiese entre ellos y su destino. Se llenó los bolsillos de su cinturón con toda la munición que fue capaz de acarrear. Se ató "El Gran Bebé" a la espalda y colocó la katana en su cinturón, junto a "El Samaritano" y toda una ristra de munición capaz de parar un ejército. Se volvió a la vaquera y le miró.- Tal vez te interesase reponer la munición y coger algo de armamento. Esto va a ponerse muy caliente, y no me gustaría que te quedases sin juguetes.- dijo con una sonrisa de medio lado y después se dirigió hasta el borde de un camino de tierra que había detrás de los hombres trajeados mientras esperaba a que su nueva compañera cogiese lo que quisiese.

------------------------------------------------------------------------------------------------

Normas del rol:

- Abe puede ser usado por el jugador con total libertad siempre y cuando no acabe con su vida (a menos que la merezca) y mantenga la fidelidad del personaje.
- Dispones de un enorme armamento para cargarte. Piensa en la limitación de tu peso (no puedes coger una mini gun y después rolear como si lo único que llevases fuesen dos revólveres). Puedes coger lo que quieras. Aquí tienes las opciones:
· Granadas (máximo 6).
. Revólveres especiales (su munición está santificada y puede herir a entes sobrenaturales de manera no mortal).
. "El Halcón": un fusil de francotirador con munición corriente. Extremadamente preciso pero muy inútil en el cuerpo a cuerpo o las cortas distancias.
· Una escopeta recortada. Devastadora en las cortas distancias y el combate cuerpo a cuerpo.
. Una katana con la hoja santificada para poder herir a entes sobrenaturales.
. Pistolas. Tienen un cargador mayor que tus revólveres. (máximo 2)
. Un lanzagranadas.

La munición de las armas (exceptuando la de "El Halcón") puede ser normal o santificada. La ventaja de la santificada es que puedes herir a entes sobrenaturales, pero no de una manera mortal. Son más efectivas que las balas normales contra seres malvados, pero menos contra animales o criaturas normales.
Además puedes coger hasta tres relicarios de los cinco tipos que hay:
- Protección contra fantasmas.
- Protección contra maldiciones.
- Protección contra veneno.
- Protección contra vampiros.
- Protección contra demonios.
Ninguno de estos relicarios puede protegerte de "Hambre" pero sí de las criaturas que puedas encontrar dentro del castillo.

Y dicho esto, ¡a jugar vaquera!

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime12th Junio 2014, 01:17

Aquel ruido era insoportable. El Demonio le tendió unos cascos que tenían un micrófono, como los que usaban los de los restaurantes de comida rápida, pero más grandes, que al menos eliminaban todo el jaleo. Se sentó y se abrochó los cinturones de seguridad. Sintió como una cosquilla al despegar, pero cuando vio cómo se alejaba de los campos, y veía a personas y caballos reducidos a pequeños puntos móviles sintió que había tenido que tomar una dura decisión, y no estaba completamente segura de que fuera lo correcto. Hacer que valiera la pena dependería del resultado, así que tenía que cumplir con lo prometido. Eliminar aquella cosa que se llamaba a sí misma jinete y eliminarla de la faz de la tierra, antes de que siguiera manchando la reputación de los que sí lo eran.

Iba concentrada en ello, cuando el piloto les dijo a través de los cascos que miraran hacia afuera. Tuvo que hacer un esfuerzo para asomarse por encima del hombro del maromo rojo, para comprobar el camino de desolación absoluta que había dejado esa basura tras de sí. Lo de la carrera había sido un pase, en comparación con aquello. La imagen se quedó grabada en su retina. Cada prueba de su delito no hacía sino empeorar las cosas.

Luego volvió a recostarse de golpe contra el asiento del helicóptero. Un rayo iluminó repentinamente el interior, dibujando en ella una expresión tan decidida como severa. El ser rojo le pegó una patada a una caja de munición, y ella en respuesta se reclinó lo que pudo en el asiento, estiró un pie para ponerlo sobre el borde de la caja, cruzó el otro encima, inclinó con una mano el gorro, para echárselo hacia delante cubriéndose la cara y enlazó sus dedos sobre el estómago, disponiéndose a descansar aunque fuese durante unos minutos. Se mantuvo en un duermevela del que podía sacarla hasta el zumbido de una mosca fuera de su sitio. Tenía el sueño mas ligero que el dedo, al disparar.

...

Salió del sueño ligero en que había entrado en cuanto notó que las cosquillas volvían a subirle por el estómago. Estaban aterrizando. No había llegado a dormir, pero sí había descansado los músculos y su cabeza se despejó de forma instantánea, como solía ser costumbre en ella. Retiró los pies del cajón y puso el sombrero en su lugar, mientras se erguía en el asiento justo cuando aquel cacharro infernal puso por fin los pies en el suelo. Se desabrochó el cinturón y al abrirse la puerta, al quitarse los cascos, volvió aquel ruido que era como para volverse loco. Trató de bajar enseguida después del Demonio, al tiempo que se percataba del tamaño de la cola que le asomaba por detrás. Claro, porque no iba a tenerla, mano de piedra, enormes cuernos, cola. Casi parecía lógico.

Bajó y encontró a otra trupe de hombres trajeados que esperaban en la puerta de un castillo inmenso acompañados de... una especie de hombre trucha, o algo así. Casi deseaba que eso fuera algún delirio causado por una droga experimental y ella estuviese balbuceando algo atada a una puñetera cama de Arkham, pero con la suerte que tenía, aquello sería tan real como que estaba lloviendo. En una circunstancia un poco mas amable, se habría dejado llevar por sus emociones y habría alabado su color azulado, o su inteligente expresión de ojos grandes, pero no tenía sitio para la curiosidad, el ansia de hacer prevalecer la justicia ocupaba el cien por cien de su mente. Vio que el mamotreto y él cambiaban unas palabras y al prestar atención, se dio cuenta de sus nombres.

- ¿En serio?- dijo cruzándose de brazos en cuanto habían terminado de saludarse, no interrumpiéndolos por muy poco, haciendo que ambos desviaran por un momento la mirada hacia ella - ¿Rojo y Azul?- preguntó sarcástica, para luego girar de nuevo los ojos y mirar hacia otro lado.

Aquellos paisajes tenían toda la pinta de ser del páramo escoces. Eran verdes y montañosos, e incluso se veía algún rebaño de ovejas al fondo. Por no mencionar el agradable y cálido tiempo del que hacía gala el día. La lluvia la empapó la ropa, y la camisa, manchada de polvo y sangre, empezó a ajustarse a su figura. Mientras el recién bautizado "Rojo" (Por todos los diablos, atentos al alarde de imaginación) se armaba como si fuese a la guerra, ella se desabrochó la camisa bajo la atenta mirada de más de uno que se quedó con los dientes largos al comprobar que tenía una camiseta interior blanca. Escurrió lo que pudo la camisa y se la anudó a la altura del pecho. Entonces le dio carta blanca para coger algo del armario de la comisaría que tenían allí. Observó que había más de un juguete que ella podía manejar y le tomó la palabra. Primero, dejó su petate en el suelo, sacó sus dos revólveres de sus pistoleras y los guardó en la bolsa, cambiándolos por dos de los que allí había. Después de buscar, encontró una funda chaleco para abrocharse otros dos en torno al pecho y la cintura, aunque no iban a ser nada disimulados. Tardó un par de minutos en intercambiar las balas de sus pistoleras por las que había específicas para el revólver, asegurándose de llevar recambio de munición. No sabía que tenían, pero más valía que algo que pudiese reventar la cara a esa basura. Después de valorarlo objetivamente, se decantó por llevar la recortada consigo. Se la colgó por la correa de la espalda. Ella se habría decantado por una doble cañón tradicional, pero no iba a ponerse picajosa, menos teniendo en cuenta que no era su arsenal.

- ¿y esto qué diantres es?- preguntó mientras levantaba un lazo que tenía atadas cinco baratijas.

El hombre-pez azul se acercó a ella con una maneras nada amenazantes y se inclinó un poco, para estar seguro de ver lo que ella estaba cogiendo.

- Se trata de unos relicarios. Son piezas antiguas que guardan en su interior una poderosa magia de protección. Cada uno sirve para repeler a unas criaturas, maleficios, magias negras o maldiciones. - le explicó con un tono de voz bastante agradable.

Su respuesta fue abrir la boca durante un instante y luego asentir, convencida de la explicación, aunque no tanto así de su función. Veía bastante difícil que una cosa como un collar o lo que parecía un reloj fuese a salvarte de nada.

- ¿Y cómo funcionan, te los pones y ya esta?- preguntó ella, devolviéndole una mirada tan azul como su interlocutor.

- Bueno, es algo más complicado. La magia que encierra este tipo de objetos es un misterio. Es posible que sea más poderoso cuanto más lo sea tu creencia de que funcionan. - añadió él, dejando claro que aquello no era seguro.

- ¿Dirías que merece la pena llevar alguno?

- Bueno, no sabemos lo que encontraremos ahí dentro. - dijo él encogiéndose de hombros.

- ¿Cual me recomendarías?- preguntó, dispuesta a darle una oportunidad. Estaba claro que no podía limitarse a pensar como lo había hecho hasta entonces.

Después de pensarlo severamente, el hombre le tendió tres de esas cosa, y ella las cogió por las correas, mirándole, esperando algún tipo de indicación, o cualquier otra cosa. Ni recordaba la última vez que se había puesto algo así. Para ella, sus revólveres eran sus joyas.

- Puedes atarte uno a cada muñeca y ponerte otro al cuello. Así estarás mas cómoda. - sugirió él. La Sheriff tuvo la sensación de que se encontraba incómodo ante ella, pero asintió y lo hizo. Tampoco tenía idea de que aquellos relicarios estaban preparados para protegerla contra demonios, maldiciones y fantasmas.

Luego observó el cajón y encontró unas botellas de cristal redondeadas, que recordaban a una petaca circular. Cogió una y la meció, luego la abrió, trató de mirar al interior y olió su contenido.

- ¿Y esto?- preguntó ella de nuevo.

- Agua bendita. La usamos para santificar y purificar zonas. Es capaz de rechazar a algunas criaturas, y a otras las daña o las incapacita, aunque eso depende de su poder y cosas así. - volvió a explicarle. Ese tipo tenía santa paciencia.

Entonces ella echó un trago, se aclaró la boca y escupió hacia un lado. Después de lo ocurrido, lo necesitaba, aún le sabía la boca con un regusto a bilis. Entonces tuvo una ocurrencia, desató ambos látigos y los empapó con lo que quedaba, volviendo a meter la botella en el armario al acabar. Cogió otro par de petacas y las guardo en los bolsillos traseros de su pantalón. Sintió por un momento la sensación del peso añadido a sus espaldas, nada que no pudiera tolerar perfectamente gracias al cuerpo que tenía, versado en resistencia y trabajo duro. Abrochó el petate y lo dejó dentro del cajón.

- Espero que mis pertenencias estén tal cual cuando salga.- fue una advertencia, que no dejaba de albergar cierta amenaza velada que no pasó desapercibida.

La mujer, pertrechada para la batalla, se calzó el sombrero mejor y sintió el cuerpo empapado y fresco, pegajoso de la humedad del ambiente. Miró la enorme edificación frente a la que se encontraban, sin tener idea de que podían encontrar, pero con la firme seguridad de que de allí no se iría hasta obtener un buen trofeo.

- No nos han presentado como es debido, me llamo A... - empezó el hombre-pez.

. Azul, si - le cortó ella sin saber que lo que realmente iba a decir el hombre pez era Abe- Le he oído decirlo antes. ¿Y bien? Vamos a quedarnos aquí plantados, o a entrar de una vez?- dijo ella, sonando ruda, más que grosera.

No estaba llevada por el temperamento, por un enfado momentáneo. No era una persona que fuese a entrar en esas paredes de roca buscando el suicidio. Mas bien se trataba de un espíritu indomable cuya determinación y la certeza de que tenía un cometido la arrastraba a cumplir con su sentido del deber.
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime12th Junio 2014, 09:53

- Tranquila vaquera, o acabarás matándote como casi consigues en la pista de carreras.- Hellboy esperaba a la pareja a que se reuniese con ellos. Cinco agentes más iban con ellos. El demonio sonrió y le guiñó un ojo a Abe, quien asintió con calma.- Vamos a patear algunos culos.

El pequeño grupo se encaminó hacia el gigantesco castillo mientras la lluvia todavía les golpeaba. La silueta que recortaba contra el horizonte, iluminada por los rayos que caían alrededor de él, le daba un toque siniestro y oscuro. El camino estaba totalmente embarrado, y la hierba que había a los lados se meneaba con fuerza por el viento. En seguida encontraron el rastro de la terrible criatura. Un surco de color verdoso se unía al camino desde el oeste, iluminado con una especie de luz radioactiva. Atrás quedaba el helicóptero con otro grupo de hombres que vigilarían la retaguardia. Abe alcanzó a Hellboy llamándolo discretamente.

- "Rojo", ¿crees que ha sido buena idea traer a la chica esta? He podido observar un pequeño resquicio de su mente. Es una humana corriente, fuerte y capacitada. Posee una especie de sexto sentido. Pero eso no es lo que me preocupa. Su mente está bastante atormentada, y puede llegar a ser inestable. No juzgo tus razones, sólo digo que deberíamos tener algo de cuidado.- Mientras ella le preguntaba por los relicarios Abe consiguió rozarla como para obtener algo de información acerca de ella. Había visto dolor y sufrimiento, ira y pasión, algo de odio, especialmente hacia otros humanos, e inestabilidad. La preocupación de Abe se basaba principalmente en la delicadeza de la operación. Si era cierto lo que su compañero le había dicho en el trayecto del helicóptero, uno de los jinetes del apocalipsis era algo mucho más serio de lo que creían. De hecho, no recordaba haberse enfrentado a algo tan potencialmente peligroso al mundo desde Rasputín. Rojo echó un rápido vistazo a la chica y luego habló con su compañero.

- Tranquilo. Si la cosa se tuerce yo me encargo. Pesa menos que "El Gran Bebé". Puedo dejarla inconsciente y llevármela apoyada del hombro.- A "Rojo" le gustaba hacer las cosas por su cuenta, con Abe o Liz a su lado, pero siempre por su cuenta. Le parecía una estupidez todos esos tíos con traje que iban con ellos. Le parecía que no serían más que el bufete de esa noche o los típicos torpes que activan las trampas. Pero el jefe no quería errores ni que se discutiesen sus órdenes. Además, el profesor le había pedido antes de morir que recaía sobre él la responsabilidad de proteger a los más débiles. Genial. Ese día le tocaba hacer de niñera.- Además, tengo cierta curiosidad por saber de qué es capaz la chica esta.

Pasados unos minutos alcanzaron las gigantescas puertas del edificio en ruinas. Hellboy se acercó y empujó la gigantesca puerta de metal con fuerza. Lentamente, esta fue abriéndose, dejando a la vista un pasillo iluminado por el hueco que había en el techo. En medio de este, y donde estaba el agujero, había un pequeño charco que ondeaba con cada gota que caía. Las paredes estaban vacías exceptuando algún que otro cuadro podrido. Los restos de algunos bancos decoraban el resto de la sala, unidos a dos filas de columnas a ambos lados de lo que sería el pasillo principal. El grupo avanzó con cautela. Todos encendieron linternas para ver mejor. Los tres protagonistas hicieron lo propio. Hellboy encabezaba el grupo. Abe sacó un pequeño aparato de su cinturón y lo encendió. Era algo parecido a un GPS, con una pequeña pantalla verde y unas ondas que se dirigían a todos lados desde el centro. La vaquera se asomó para ver qué era aquello. Cuando una onda salió, pudo ver que se iluminaba un pequeño punto blanco justo al lado de otro que estaba en el centro.

- Sólo tú y yo. Al menos en esta sala.- Abe no quitaba la vista del aparato pero estaba claro que hablaba con el enorme demonio quien miraba al techo distraídamente. Evaluaba la situación. ¿Qué demonios podían encontrar allí? La fauna autóctona escocesa estaba llena de animales peligrosos como lobos y tejones. No esperaba encontrar otras raras criaturas como vampiros o quimeras, o eso esperaba.

Entonces, en la mente de todos ellos resonó una voz muy familiar para la vaquera y el enorme demonio. Una voz gutural, sisean y metálica. Proveniente de lo más profundo del inframundo.

- Bienvenidos mortales, os estaba esperando.- Era el jinete. Les hablaba en la cabeza como si estuviese a su lado. Hellboy ni se inmutó, al igual que Abe. Sin embargo, los hombres trajeados sacaron sus pistolas y apuntaban hacia todos lados, asustados y sin saber qué hacer.- Ahora estáis en mi casa, de manera que jugaremos según mis normas. Espero que os guste el ajedrez, pues el juego va así. Si sois capaces de vencer mis trampas y acabar con todos los peligros que os mande, tendréis la oportunidad de hablar conmigo. Hasta entonces...


Un sonido de piedra recorrió la enorme sala. Polvo comenzó a caer del techo junto con alguna piedra. Del tamaño del helicóptero en el que habían venido y con la fuerza de un terremoto, dos gigantescas gárgolas de piedra aparecieron a través del agujero del techo. Ambas llevaban unas enormes alabardas de piedra y rugieron ante los asustados hombres, la vaquera, el demonio y el hombre pez. Un hilillo de baba colgaba de su boca y se fueron acercando poco a poco hacia ellos, apoyándose en la mano que tenían libre, casi como simios. Las enormes alas estaban tensas, y sus largas colas acabadas en un hacha serpenteaban detrás de ellas.

Gárgolas:

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Normas del post:

Te enfrentas a una de las dos gárgolas. De la otra se ocupa Hellboy. Abe está contigo así como dos de los tres hombres trajeados. Su piel es de piedra y naturaleza demoníaca. Como has elegido el relicario anti demonios la gárgola no se centrará en ti, sin embargo podrá hacerte daño si te golpea. Puede escupir fuego. Su piel es de piedra de manera que las balas convencionales no el hacen daño. Puedes usar a Abe y a los hombres a tu antojo, pero ¡CUIDADO! Todas tus acciones tienen repercusión en la historia, así que elige bien qué vas a hacer con cada uno. ¡Qué comiencen los juegos!

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime13th Junio 2014, 01:44

Cuando Rojo volvió a increparla, ella se limitó a mirarle con una expresión hastiada, moviendo los labios a medida que él hablaba, haciéndole burla. Qué pesadito llegaba a ponerse con la tontería.

- Yo no me veo muy muerta. ¿Y tu?- murmuró por lo bajo, pero haciendo que fuese claramente audible para el colorado.

Se pusieron en marcha en dirección a la puerta. Las botas chapoteaban en el embarrado césped en el que pronto encontraron señales del paso destructivo que seguía a aquella basura. Las plantas podridas y convertidas en ceniza fosforescente no dejaban lugar a duda. No obvió el hecho de que Azul se había adelantado para hablar con la beefmaster, aunque evidentemente no pudo discernir de qué hablaron, se lo imaginaba:

"-Oye, mamotreto rojo, ¿Porque has traído a una persona normal a nuestro circo freakshow de raritos?

-Pues porque me ha dado la gana, y me creo muy grande y muy rojo, y mi carne es deliciosa con patatas."

Seguramente, para esa última frase se había tomado algo de libertad, pero es que no podía controlarse. Su mente trabajaba a mil por hora, sobretodo cuando estaba sobre-estimulada, cosa que no era nada difícil teniendo en cuenta lo ocurrido hasta entonces, y lo que aparentemente quedaba por venir. No todos los días conoces a un demonio, un hombre pez, y un farsante del apocalipsis, porque se negaba a llamar a ese tipo con su mismo nombre.

Se plantaron delante de la puerta y el demonio la abrió, cediendo el paso, primero Azul, luego ella, luego los tíos con traje que parecían una fotocopia entre ellos, de la que no se podía diferenciar al original. Las puertas crujieron como si se tratara de una película, y al pasar al interior el paisaje era por completo desolador. Cuadros podridos, bancos destrozados, lamparas a medio descolgar y olor a moho. Aquello era como una bodega de porquería. La tenían del año que la pidieras. Caminó por el empedrado y encendieron unas cuantas linternas, para guiarse dentro de la oscuridad. No habían recorrido ni la mitad cuando la voz repugnante de esa basura resonó en su cabeza. Ella se detuvo en seco, para escucharla. Parecía resonar por el castillo, pero algo en su interior le aseguró que no merecía la pena buscarlo a simple vista, porque esa basura cobarde no iba a mostrarse así como así. No, se escudaría en su caballo, o en cualquier otro animal increíble que tuviera esclavizado, para no tener que enfrentarse a ellos. Para no pasar por su juicio, su condena y su justo castigo. Palpó la estrella de su pecho otra vez, mientras hablaba. No importaba lo que costara, ni el tiempo que tardara.

La justicia le llegaría, implacable.

Como para confirmar que su sentido seguía en forma, escuchó un crujido de piedra y miró instintivamente hacia arriba. Dos criaturas se colaban por el hueco del techo y caían en el charco que se había formado por el agua recién caída. Medían una barbaridad y su piel parecía echa con los mismos ladrillos que el castillo. Se apoyaban sobre las patas traseras y la delantera que no tenía que cargar con una especie de hacha, y al moverse hacia ellos, pudo vislumbrar con lujo de detalle que poseían una cola articulada, con otra cuchilla en el extremo. Sus ojos eran capaces de percibirlo todo, hasta el mínimo detalle. Sintió la adrenalina recorrerle el cuerpo, calentarlo, lista para comenzar. En otras circunstancias, habría disfrutado de la observación de esos seres, se habría tomado su tiempo en analizarlos, en comprenderlos. Mentiría si no dijera que la misma fantasía que se había cruzado por su cabeza, respecto a Rojo, volvía ahora como una necesidad imperiosa. Cabalgar sobre aquellas bestias debía ser increíble, y sólo imaginar la sensación la hizo relamerse los labios. Las criaturas le ofrecieron un rugido, al tiempo que comenzaban a acercarse.

Entonces comenzó todo un revoloteo de explosiones. Los hombres de negro a su alrededor, se dispersaron, tomaron posiciones, dos de ellos clavaron la rodilla en el suelo, cubriéndose detrás de bancos o columnatas y comenzaron a disparar. El hombre que quedaba en pie soltó un par de improperios, y sacó el arma, uniéndose a sus compañeros. En ese tiempo Azul tomó una nueva posición, dejándola a ella atrás, acercándose a la criatura.

- ¡Aquí! ¡Aquí, enorme bestia!- la llamaba mientras se abría hacia uno de los lados con gran velocidad.

Las balas impactaron sobre la superficie de la criatura en una nube de chispas. Ella permaneció en el sitio, total y deliberadamente estática. Sus ojos azules fijados en la maniobra que estaban llevando a cabo. Para aquel enorme ser, las balas eran mas o menos lo mismo que picotazos de mosquito para una vaca, si le suponían aunque fuese una diminuta molestia, no lo parecía en absoluto. El hombre pez consiguió que una de ellas centrara su atención en él, y se alejara de la otra, que fue directamente y sin miramientos contra Rojo.

Una de las grandes manos de aquella criatura trató de perseguir la figura de Azul, y se posó en el suelo con gran estrépito, dejando una enorme huella de cascotes, que hizo que otro nube de polvo y pequeños escombros cayera sobre ellos. La vaquera comprobó que si bien tenían una fuerza descomunal, su velocidad no estaba a la altura de un ser como el caballo demoníaco, y eso supuso una gran diferencia. Azul escapó sin problema escabulléndose a la carrera gracias a una granada que estalló en plena zarpa del coloso, haciéndole proferir un grito de rabia, pero entonces la gran criatura pareció llenarse los pulmones de aire, y con un bramido sobrecogedor abrió la boca, mostrando en el interior el crisol de un horno incandescente.

Los ojos de la vaquera se abrieron al tiempo que se clavaba en sus retinas la imagen de lo que parecía el núcleo de un ardiente sol que se generaba entre las fauces de esa bestia. Los hombres de negro se dispersaron al tiempo que Azul se cubría tras una de las columnas, esquivando por los pelos la lengua de fuego que salió despedida de su boca. Entonces lanzó una mirada hacia ella, que permanecía estática en el mismo sitio que había ocupado desde que parara su avance. Le gritó algo que no fue capaz de discernir con el fragor de la pelea. Oyó el sonido que luego relacionaría con cargadores cayendo al suelo. Se vio a sí misma frente aquella criatura de roca que repentinamente seguía el avance de los hombres de negro, que se replegaban un poco, en su dirección. Con más habilidad de la que parecía, la gárgola se lanzó hacia ellos de un salto con gracia felina, hundiendo la alabarda en el suelo, a menos de un metro de distancia de uno de esos hombres. Eso lo derribó, por la fuerza del impacto. Otro, fue golpeado con la cola y salió despedido, aunque tuvo suerte de que se tratara mas de un golpe accidental que uno realizado a causar el mayor daño, puesto que la bestia no le había dado con el filo que tenía en la punta de su apéndice. La criatura ni siquiera parecía haberla visto. Sus ojos volvieron a encontrarse con los de Azul, que se acercaba a ella, realizando un rápido eslalon entre las columnas, seguramente para asegurarse de evitar de nuevo el aliento ardiente, si se decidía a usarlo. Seguía gritándole algo, pero ella era incapaz de oírle. Volvió a encararse a la criatura, y por primera vez desde que todo empezara dio un paso adelante, acercándose lentamente hacia el recorrido por el que el único aún en pie huía. Por el rabillo del ojo era capaz de vislumbrar a rojo, enfrentándose con la otra criatura. Todo pasaba a su alrededor como si fuese a cámara lenta, mientras sus sentidos salían tan a flor de piel que pensó que era capaz de sentirlo todo. Vio, mientras aún se acercaba, la cara de horror del único hombre con traje que seguía corriendo.

La Sheriff entrecerró los ojos, y con parsimonia movió ambos hombros hacia atrás, en un gesto de precalentamiento, mientras avanzaba. Clavó sus pies en el suelo a la distancia que consideró oportuna, cruzó las manos sobre su pecho y desenfundó los revólveres.

La gárgola saltó en dirección al hombre, y en ese momento, ella alzó las manos, apuntando. El tiempo pareció suspenderse en un limo de polvo, mientras ponía todo su corazón en que aquello funcionara. En contra de los demás, que se habían lanzado directamente contra ellas, la vaquera se había tomado poco más que unos segundos de quietud para examinar, y aprovechar sus opciones. Así, se había percatado de que su cuerpo era de roca, prácticamente en todas partes, salvo en una...

Una que parecía contener dos gemas de un profundo negro, engarzadas a cada lado de la cabeza.

No oyó gritar al hombre, pero supo que lo estaba haciendo. O quizá su mente lo diera por hecho, no importaba del todo. El tórax de la vaquera se hinchó al tomar aire y mantenerlo en sus pulmones, sus brazos alzados sujetando firmemente el peso de los revólveres cargados de munición especial, según le habían dicho. Sintió aquella sensación visual de túnel, cuando concentraba sus ojos en un blanco móvil, hasta que su objetivo parecía absorberla por completo y ya apenas parecía moverse. La cabeza de la criatura se aproximaba más y más.

Primero disparó con la mano izquierda, para inutilizar el ojo derecho. Inclinó su rostro hacia ese lado, cerró el ojo derecho, apuntó y disparó. En una décima de segundo, había hecho lo propio, pero al contrario. Disparo con la derecha, ojo izquierdo cerrado. Elevó los dos brazos en un ángulo al acabar, y cuando la criatura recibió el impacto, en su rostro, profirió un chillido espeluznante. Tal fue su repentina contrariedad a su ceguera, que se vio obligado a soltar la alabarda y su cuerpo trató de frenar su avance, inclinándose hacia atrás. Levantó parte del suelo al clavarse ambas patas delanteras en él, sacudiendo el cuello salvajemente, buscando el motivo de su visión impedida. Incluso llegó a dar algunos pasos hacia atrás, y en el proceso, tuvo que ser esquivada por Rojo y chocó contra la otra, que le profirió un disgustado bramido y la empujó con el cuerpo, para alejarla.

-¡CULPA MIA!- gritó entonces, intercambiando una mirada con Rojo, mientras aún mantenía los revólveres en alto. Luego sus ojos se encontraron con Azul, que la miraba con la boca suavemente abierta junto a una columna cercana. Ella le devolvió una mirada tan intensa como la decisión en sus ojos. Luego con un rápido gesto, guardó los revólveres, mientras se acercaba al hombre pez, y este hacía lo mismo. - ¡No se cuanto durará esto, pero deberíamos aprovecharlo!- dijo mientras miraba a la criatura rocosa que aún sacudía la cabeza y se frotaba el rostro con ambas manos como lo haría un ratón para limpiarse, como si tratara de quitarse una nube de mosquitos especialmente molesta que zumbaran a su alrededor.

No esperó a que el hombre pez se decidiera. Empezó a correr hacia la criatura, mientras el hombre de negro recuperaba el resuello y ponía un nuevo cargador a la pistola, y los otros dos recuperaban poco a poco el sentido, levantándose y volviendo a colocarse en sus posiciones. El siguiente paso debería ser inutilizar la boca de la criatura. Ella podría intentarlo con uno de sus látigos, pero para eso iba a tener que acercarse y mucho, con el riesgo que implicaba...

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime13th Junio 2014, 10:43

- Genial… Gárgolas.- La gigantesca gárgola de piedra rugió al demonio con un bramido atroz, aterrador. Su boca se iluminó y una enorme llamarada salió de ella, impactando a "Rojo" de lleno. Gracias a lo húmeda que llevaba la ropa por la lluvia esta no se prendió, y su naturaleza ignífuga protegió su piel.- Vaya, ¡gracias! Nunca viene mal un secador para el pelo.

La enorme gárgola saltó hacia él. Esquivó el golpe de la alabarda y estrelló su gran mano de piedra en la mandíbula del enorme ser. Esta tambaleó un poco y agitó la cabeza, rugiendo con fuerza. Era posible que estuviese hecha de piedra, pero su mano también. De una piedra bastante más fuerte de hecho. Otra vez descargó la alabarda con toda su fuerza, y Hellboy se cubrió con el dorso del brazo. La fuerza del impacto le hicieron hincar la rodilla. Una sonrisa recorrió su rostro mientras se levantaba. Con un rápido movimiento, se deshizo de la presión de la alabarda y se situó bajo la cabeza del enorme ser. Completamente a bocajarro, le disparó en la garganta con "El Samaritano", haciéndole una pequeña herida de la que chisporrotearon luces naranjas. La gárgola profirió un estremecedor bufido y se llevó ambas manos a la herida. El demonio guardó su revolver y cogió el arma del monstruo. Pesaba una barbaridad, pero su fuerza fue suficiente para esgrimirla con la destreza mínima para golpear. Cogió carrerilla y estrelló la hoja del arma contra el costado de la gárgola. Fue un golpe seco y extremadamente ruidoso, y varios pequeños trozos de piedra salpicaron el suelo.

Un instante de relax. Miró rápidamente para ver cómo lo hacían sus compañeros. Abe corría por la sala mientras descargaba alguna ráfaga de tiros contra la otra gárgola. De los hombres algunos le disparaban y otros permanecían ocultos. La muchacha rubia estaba estática, y vio como cruzó sus brazos sacando dos revólveres. Volvió en si para esquivar por milímetros el golpe de la gárgola, la cual había recuperado su arma y no parecía darse por vencida. "Rojo" sacó su enorme revolver y disparó tres veces contra el enorme monstruo, consiguiendo dos impactos. La criatura se tambaleó y chocó contra la otra gárgola. El demonio pudo escuchar a la vaquera disculpándose, pero su gárgola volvió a la carga casi al instante. No era un enemigo muy duro de manera que prefirió guardarse a "El Gran Bebé" para algo que apareciese más adelante. Los golpes que intercambiaban resonaban por toda la sala. Era como escuchar una bola de demolición estrellarse contra un edificio. La maldita criatura no parecía cansarse, y sus golpes eran tan o más fuertes como al principio. En un rápido movimiento, la gárgola consiguió golpear con fuerza al demonio, mandándolo varios metros por el aire y estrellándolo contra la pared.

- ¡Muy bien! ¡Ya has conseguido cabrearme culo de hacha!- Hellboy se limpió el polvo de la gabardina al tiempo que la enorme bestia rugía.- ¿Qué pasa? ¿Eso es todo lo que tienes?- La criatura aspiró con fuerza, preparándose para una nueva bocanada de fuego. El demonio salió como una bala en dirección a esta y presionó con fuerza la boca de la gárgola, impidiendo que la abriese. Esta comenzó a menearse e intentar zafarse de la presión a la que estaba siendo sometida, en vano. Un sonido de explosión hizo vibrar la cabeza de la criatura y cayó apoyándose sobre sus patas delanteras, exhalando humo. Emitió algunos ruidos mucho más débiles que los anteriores, señal del dolor que experimentaba. La presión que había sufrido por impedirle sacar la enorme bocanada infernal. Rojo golpeó con fuerza la cabeza de la criatura varias veces, hasta que finalmente la partió en dos con su gigantesca mano. El cuerpo inerte quedó petrificado, decorando la sala.- Y quédate quietecita. No me gustaría tener que volver a patearte el culo.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime18th Junio 2014, 00:33

Había que admitirlo, ninguno de los dos colores se movía mal. La Beefmaster hacía gala a su musculatura, y la usaba como base para atacar, era una bestia parda. Por otro lado el Cuero Azulejo (si, el apodo del otro. Esos caballos que tenían el pelaje azulado. Vamos, tenéis que admitir que le venía al pelo. ¡Vaya, eso se merece una carcajada tejana!) se comportaba como lo que parecía. Era escurridizo, rápido y estaba decidido a abatir a esa cosa como fuera.

Aunque el demonio seguía enfrentándose a la suya, ellos habían generado un nuevo problema. Lenguas de fuego se expandían descontroladas por la sala, causadas por el dolor y la desorientación de la criatura, que continuaba ciega. No sabía si ese tipo de cosas podían guiarse mediante otros sentidos, o si la habían cegado tan sólo temporalmente y pronto volvería a tenerlos en el punto de mira, más salvaje y más cabreado que antes. Su idea de acercarse y tratar de mantener su boca cerrada no parecía una opción ahora. La criatura clavó las patas delanteras en el suelo y movió una de ella, en lo que a ella le pareció un intento de recuperar su arma. Su respuesta, más un instinto que otra cosa, fue correr hacia la mano de la criatura, desenfundar como el rayo un látigo y chasquearlo sobre ella. El golpe, que vista la resistencia del ser de piedra no tendría que haber causado el mayor estrago, le hizo apartar la mano con un chillido furioso, y lanzó una lengua de fuego hacia esa dirección. La llamarada pasó a un par de metros de ella, ya que había lanzado el aliento hacia el punto en que había recibido el golpe, y no donde la vaquera se encontraba. Cuando volvió a posar la zarpa en el suelo, contempló que había una marca de color negro sobre ella, como la linea que solía dejar un latigazo, pero que desprendía una especie de humo. Ella cogió el látigo y lo contempló con una ceja alzada, bastante sorprendida para bien.

Quizá deberían incluir alguna de esas cosas en la catequesis...

Pero no tuvo tiempo para pensar. Una salva de tiros impactó a esa cosa en la cara, y dirigió el morro hacia adelante, dispuesta a soltar otra bocanada de fuego. Ella corrió hacia el fondo y chasqueó esta vez el látigo, impactándole en pleno torso, una línea negra, como si el látigo hubiera sido un hierro al rojo vivo, apareció en el lateral. Su rostro se giró hacia ella y esta vez fue el hacha de la cola, lo que intentó impactarla. Esta golpeó el suelo, arrancando chispas, incluso entre la humedad. Consiguió esquivarla sin dificultad. Los gestos de la criatura eran ahora torpes, y no sabía dónde apuntar, ya que no podía ver. Se percató de que era como una bestia arrinconada, desesperada por escapar. Mientras intentaba inflingir daño con sus bocanadas de fuego, a ella intentaba agredirla con el hacha situada en la cola, hasta que a base de ir golpeándola y esquivándola, esta golpeó con fuerza a menos de un metro de ella, haciéndola saltar por la fuerza del impacto. Rodó sobre el suelo con la costumbre de quien ha caído de y esquivado más de un caballo desbocado. Se levantó rápidamente para encontrar que la cola estaba encallada en una grieta del suelo, y que la cola articulada se meneaba como un gusano en un anzuelo, intentando soltarse.

Mientras los hombres de negro iban soltando salvas de balas para distraerla, ella se acercó a Azul. Lo cogió por el hombro, le obligó a inclinarse e intercambió con él un par de indicaciones. Azul se puso en marcha de inmediato. Ella volvió hacia el lateral que ocupaba la cola encajonada, y azul se acercó a las columnatas, poniéndose delante de la fila. Volvió a golpearle, esta vez en la cola. El látigo restallaba con furia y por cada golpe, la bestia soltaba un berrido ensordecedor y suplicante, pero no podía obviar las salvas de balazos que le caían en su rostro, que empezaba a estar arañado por tanto impacto. Empezó a hacer fuerza con las patas, con todo el cuerpo, para tratar por todos los medios de desencajar la cola del sitio que la mantenía presa, incluso trató de aletear, intentando imprimir mas fuerza a su intentona. Cuando a la vaquera le pareció que era suficiente, le hizo la señal al hombre pez. Mientras ponía pies en polvorosa, alejándose a la carrera, la granada sobrevoló a la criatura, e impactó directamente en la cola, que justo bajo el hacha, voló en pedazos, haciendo que la fuerza de la explosión, mas la que el animal estaba ejerciendo para liberarse del agarre la hicieran salir despedida hacia las columnatas diseminadas por la sala, de las que Azul y los hombres ya se habían alejado.

La gárgola se estampó contra tres de ellas, mientras los hombres de negro cubrían la retirada. Las columnatas crujieron, el techo también y los cascotes hicieron retumbar el suelo en el derrumbamiento. Un bramido ensordecedor se elevó desde las entrañas de la criatura, que trató de echar otro fogonazo que fue interrumpido por un cascote que le golpeó y aplastó su cabeza, cuando su cuerpo y los escombros se estamparon contra el suelo. Esquirlas de piedra, polvo, y moho de mil años flotaron por el aire en una nube de polvo, de la que la vaquera se cubrió con el brazo.

Cuando la estancia se despejó, sólo se oía un leve sonido de resbalar de piedra y el goteo del agua que se filtraba por los huecos. Con los ojos entrecerrados, la rubia contempló a la criatura, convertida en una montaña de escombros entre la que apenas se podía discernir qué era columna y qué bestia. Tan sólo quizá una zarpa retorcida, con una ardiente línea negra, que aún se marcaba en la piedra. Tomó aire profundamente. No es fácil tomar decisiones, pero el cumplimiento del deber a veces tiene algún que otro daño colateral, y no había monstruo, leyenda o criatura del abismo más profundo que pudiese librar a hambre de la justicia. Después de una bocanada de aire más, enrolló el látigo y se lo colgó en el lado derecho. Al hacerlo, los relicarios tintinearon en su muñeca.

- Buen trabajo, Cuero Azulejo. - dijo entonces intercambiando una breve mirada severa con el hombre-pez, y posándola luego sobre demonio, mientras se acercaba a ellos. - Si vas a quejarte, manda un telegrama a quien le importe - le advirtió cuando llegó a su altura, para luego sacudirse el polvo de la ropa. No quería volver a oírle ni una sola tontería más.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime18th Junio 2014, 18:39

El otro grupo acabó también con la gárgola que les perseguía. Ninguna baja, ni siquiera heridos. La chica rubia parecía haberse desenvuelto perfectamente contra la enorme criatura. Su cabeza estaba aplastada y tenía varias marcas de lo que parecían quemaduras en el costado. El demonio comprobó que la muchacha tenía un látigo atado en la cintura. Debía haberlo untado con agua bendita o algo por el estilo. Se acercó a ella y con un gesto con la cabeza aprobó su batalla. Después se dirigió a su compañero "Azul", quien tocaba la gárgola con cuidado, o al menos lo que quedaba de ella.

- Y bien "Cuero Azulejo"... ¿Qué tenemos?- No tenía ni idea de lo que significaba, pero le hizo gracia el nombre que le había dado la chica rubia. Él era el primero que solía poner motes medio despectivos a todo lo que se le ponía por delante, y por una vez alguien parecía seguirle el rollo. Aquello le gustó. Tenía la sensación de que la chulería y el desparpajo de la rubia haría que acabasen llevándose de maravilla.

- Sin duda son incovaciones demoníacas. Parece ser que fueron construidas como simples gárgolas antaño para el castillo, pero nuestro querido compañero jinete las ha despertado para nosotros... Un bonito regalo de bienvenida.- Las manos de Abe recorrían la superficie de la estatua de piedra que minutos antes había tratado de convertirles en puré. Sujetó con delicadeza la alabarda y la elevó unos centímetros sobre el suelo.- A juzgar por la radiación que emite deben haber sido invocadas hace relativamente poco, de manera que puede que haya más criaturas esperándonos en las siguientes salas.-

- Pues entonces no las hagamos esperar.- Dijo Hellboy levantando las cejas y el revolver.

El grupo se dirigió hacia la enorme puerta metálica del final de la sala y entraron. Un larguísimo pasillo con algunos huecos en las paredes se abrió majestuoso ante ellos. Los pasos del grupo rebotaban por las paredes, acompasando a los truenos que se escuchaban en la lejanía y el repiquetear de las gotas en los charcos que se habían formado en el suelo. El demonio se acercó a la chica rubia quien hizo un gesto con la mirada parecido a un saludo.

- Oye, lo has hecho bien ahí atrás. Esas gárgolas eran más duras de lo que parecían y has manejado bien la situación. De todas formas no te crezcas mucho vaquerita, aún queda lo más peligroso. No sabemos qué podemos encontrar aquí, así que mantén los ojos bien abiertos...-

Spoiler:

Algunos cuadros totalmente podridos y con moho les vigilaban al pasar. Era completamente imposible ver lo que había pintado en ellos. Un par de paisajes era lo más nítido que se podía sacar, y una silueta redondeada podía sugerir algún tipo de retrato alguno más allá. El grupo hablaba entre sí acerca de el enfrentamiento anterior con las gárgolas. Al terminar el pasillo llegaron a una pequeña sala con tres caminos. El de la derecha bajaba sinuosamente hacia abajo. El de en medio proseguía recto hasta una puerta de madera que había algunos metros más alante. El de la izquierda subía describiendo una pequeña curva, mostrando un ventanal que iluminaba unas escaleras de piedra.

- Genial, bifurcaciones... ¡Lo que más me gusta del mundo! Bien, creo que tendremos que separarnos para cubrir lo máximo posible este maldito sitio. Encended todos los comunicadores pues los vamos a necesitar. Yo iré por el camino de la derecha, bajando a las catacumbas. Abe, tu toma el camino de en medio, a ver si llegas al final de este maldito castillo de una vez. Llévate a uno de estos. Y vosotros chicos.- Señaló a cuatro de los hombres trajeados.- Vosotros subid al piso de arriba a ver qué encontráis. Si alguien encuentra a nuestro querido anfitrión que lo diga y espere a que el resto del grupo esté con él. Nada de heroicidades ni tonterías. No nos estamos enfrentando a los típicos demonios o vampiros de calle. Esto es algo mucho más serio.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------

Reglas del post:

Elige un camino: bajar con Hellboy, quedándote con él sola; el camino de en medio con Abe y uno de los hombres trajeados; o subir al piso de arriba con los otros cuatro tíos. Si eliges el de en medio o el de los cuatro tíos tendrás libertad total hasta cierto punto de posteo, ya que puede que yo entre a rolear llegado el momento. Básicamente esa es la única regla, ¡así que a jugar vaquera! Y ten cuidado por donde pisas jajajaja

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime21st Junio 2014, 02:45

Se había terminado. Al menos, por el momento...

Miró a la enorme mole de piedra en el suelo, mientras Azul se acercaba a ella y la acariciaba con la mano. Después de intercambiar una mirada con el demonio, ambos se acercaron a la criatura, y entre ambos mantuvieron una charla de la que Rebecca, a pesar de parecer estar pendiente de otras cosas, no perdió detalle. Si en ese momento alguien le hubiera dicho que sus mayores preocupaciones esa mañana iban a ser si el caballo estaría bien herrado y si el jinete sería capaz de aguantar toda la carrera, le habría mirado como si fuera un pobre loco. Estaba enfrentándose a cosas que no había podido imaginar, y ahora lo único que podía hacer era intentar entender lo máximo posible, y los únicos que tenían respuestas sobre eso, eran esos dos tipos de colores.

Jugueteó con la punta de la bota, haciendo rodar las docenas de casquillos por el suelo. Miró después a los hombres de negro que se reagrupaban. Muchos de ellos estaban tensos y seguían esperando que surgiera alguna otra cosa de debajo de las piedras. Desde luego habían sido una buena distracción, pero quizá hubieran podido serlo sin semejante despilfarro de plomo. Todas esa balas malgastadas eran una pena.

En cuanto terminaron con la cháchara, pusieron rumbo hacia una puerta metálica, que asomaba a un pasillo negro como el alma de un cuatrero. Uno de esos antros en los que parece que te siguen con los ojos, y que hay algo detrás de cada cortina. Mientras avanzaban, Rojo se acercó a ella, que respondió con una mirada y un asentimiento breve. Azul se puso al otro lado, un poco más atrás, mientras continuaban su avance por el pasillo. Se sorprendió del comentario, a pesar de su mordacidad, era amable a su manera. Ella sonrió de medio lado, y una chulería más propia de un viejo cowboy que de una joven de 19 años se apoderó de su expresión. Se calzó con solemnidad el sombrero, tirando de la parte delantera del ala con dos dedos.

- No te preocupes tanto por mí, Beefmaster. La carne se te va a quedar correosa y no vas a gustarle ni a hambre...- añadió, asomándose bajo el sombrero levemente hacia un lado, para mirarle.

A su lado, Azul puso una expresión sorprendida e hizo una especie de carraspeo, que de ser por ella, habría jurado que se trataba de una risa contenida. Su expresión volvió a tornarse segura y una sonrisa divertida se apoderó de ella, al menos hasta que llegaron a las bifurcaciones. Tres caminos distintos, y eso apestaba a problemas. Cuando se tiene un rebaño, la superioridad numérica ayuda a defenderse. Por otro lado, si estaban todos juntos y algo les sorprendía, era más fácil que se estorbaran, en lugar de ayudarse. Sobretodo si los sitios seguían haciéndose tan angostos como parecían. Rojo empezó a dar indicaciones, pero no dijo nada sobre ella. Aunque hay que decir que la frase de "Típicos demonios y vampiros de calle" le hizo darse cuenta de hasta qué punto no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Con cierta molestia, se cruzó de brazos y apoyó el peso en la pierna izquierda, haciendo sobresalir la cadera.

- ¿Y yo que hago, mascar tabaco mientras os espero? - preguntó con el labio torcido, claramente indignada.

Todo el mundo se dirigió a sus posiciones y al hacer esa pregunta se detuvieron, miraron a Rojo, cuya única respuesta fue mirar a la vaquera, encogerse de hombros y continuar con su recorrido, haciendo que los demás hicieron lo mismo. Ella negó con la cabeza, entornando los ojos, luego tomo aire, suspiró y siguió el camino que había tomado el demonio. Quizá fuese por impulso, o porque él era el único que iba sólo, y eso nunca era buena idea. El camino descendía y se notaba por que hacía algo mas de frío. Por dentro de las paredes plagadas de musgo se oía algún que otro crujido o un goteo. Aquello debía estar infestado de ratas.

El silencio se hizo entre ellos durante unos segundos, mientras avanzaban, atentos a cualquier cosa que pudiera salir por cualquier rincón. Habiendo visto lo que había a la entrada, seguro que lo que fuera, no sería para nada agradable. Ella contemplaba a Rojo por el rabillo del ojo, y al fin se decidió a aclarar algunas de sus dudas.

- ¿Porqué te los cortaron? - preguntó entonces, con tranquilidad. Sus ojos azules se toparon con los de Rojo, que parecía contrariado por la pregunta. Ella se señaló a la cabeza con un dedo. - Los cuernos. ¿Porqué te los cortaron? - preguntó otra vez, mientras sus ojos se teñían con cierta melancolía.

Por su manera de hacer la pregunta quedaba clara una cosa, ni siquiera se le pasaba por la cabeza que era algo que podía hacerse a sí mismo, por gusto o por comodidad. Para ella el desprenderse de una cosa así debía haber sido totalmente una agresión de los demás hacia él. Un animal con cornamenta la lucía con orgullo, era una parte de él, natural e indivisible. Los hacía seres completos... y no podía comprender como una criatura que ostentaba tal poder natural se desprendía de eso a voluntad.
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime22nd Junio 2014, 11:19

Hellboy se paró en seco y se giró lentamente hacia la vaquera. Odiaba hablar de sus cuernos, aunque no tanto como que la gente se quedase mirándolos por la calle. Poco a poco, fue acercándose a la chica rubia hasta quedarse a pocos palmos de ella.

- Mira, es posible que hayas acabado con la gárgola y tal vez te hayas quedado prendida de mí totalmente, lo cuál es lógico. Pero una sola mención más a mis cuernos y te arrepentirás de haber venido.- Fue tajante en el asunto. Solo los más cercanos sabían el por qué llevaba así los cuernos, y desde luego no iba a contárselo a una chica rubia a la que acababa de conocer. Al menos, no por el momento.- Tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos en estos momentos. ¡Andando!

Las sinuosas escaleras terminaron en una pequeña puerta de madera totalmente podrida. Las mitad de las bisagras colgaban inertes en el aire, y el pomo con forma de anillo se mecía lentamente con la brisa que bajaba por la escalinata. El demonio empujó con cuidado la puerta y esta se abrió, produciendo un estridente chirrido. La humedad y el olor a moho apelmazaban el aire, dificultando la respiración. El frío se colaba bajo la ropa y a través de la carne, alcanzando los huesos y músculos de ambos. Ante ellos, una gran bodega de unos cincuenta metros de largo y diez de ancho les esperaba. Unos grandes barriles totalmente podridos descansaban a ambos lados de un pequeño pasillo que se abría a su paso. Hellboy sacó su revolver y se adentró en la sala con cuidado.

Sus pasos resonaron en la sala con crujidos. Encendió la pequeña linterna que descansaba en su cintura y apuntó al suelo. Pequeños huesos, carne podrida, plumas, pelo… una alfombra de lo más vario pinto cubría sus pies hasta el tobillo. Frunció el ceño y negó con la cabeza. Metió la mano en su enorme gabardina y sacó un par de barras de luz. Las golpeó contra su brazo de piedra y dos pequeños neones verdes iluminaron parcialmente la sala. Le dio uno a la chica y continuó avanzando. Levantó la barra por encima de su cabeza para ver el techo. No era una sala especialmente alta. A menos de medio metro, un techo hecho de piedra del cual caían algunas gotas permanecía silencioso, expectante ante los visitantes. Continuaron avanzando y, de repente, escucharon una risa.



Un extraño ser, parecido a un pequeño monje apareció flotando ante ellos. Llevaba un pequeño farolillo en la mano y un sombrero ajado le cubría la cara. Volvió a sonar aquella risa y levantó poco a poco la cabeza. No había una cara física, sólo dos enormes ojos amarillos y una gigantesca sonrisa plagada de dientes afilados como cuchillas. Meneó el farolillo mientras reía una vez más. Crujidos comenzaron a sonar por toda la sala y el suelo pareció moverse. Una mano de esqueleto agarró al demonio por el tobillo violentamente. Dio un respingo y se zafó de ella. Otra le agarró por la cola y por el otro tobillo. La pequeña figura no paraba de sonreír y reír con esa risa malévola y estridente, como si de un niño se tratase. A la vaquera no le estaba yendo mucho mejor, pues más manos de esqueleto empezaron a acosarla a ella también. Hellboy dio un par de tiros contra aquellas manos que estallaron en mil pedazos. Aquí y allá, un montón de esqueletos comenzaron a aparecer del suelo, armados con escudos y cimitarras. El único sonido que producían era el de sus huesos al moverse, y se acercaron peligrosamente a la pareja. Los potentes disparos del demonio resonaban por la sala, convirtiendo a los esqueletos en polvo. Sin embargo, estos revivían al cabo de unos segundos, volviendo a por más. Hellboy usó su mano de piedra para bloquear los impactos de las espadas que caían sobre él, y repartía puños a diestro y siniestro, destrozando a los esqueletos para que estos volviesen al cabo de segundos.

En un determinado momento, la espalda de la vaquera y del demonio se juntaron en medio de un centenar de estos horribles seres. Más allá se veían los grandes barriles de vino y una puerta al final de la sala de donde provenía una pequeña luz.

- Esto no me gusta ni un pelo vaquerita… Hay que salir de aquí a la de ya. Te abriré un camino entre todos estos bichos para que escapes. Yo aguantaré. ¡Vamos!- Y desenvainando "El Gran Bebé" apuntó contra la mole de esqueletos que había entre ellos y la salida. Un disparo que retumbó toda la sala hizo volar por los aires a todos los esqueletos, quedando un gran pasillo ante ellos. "Rojo" hizo señas a la vaquera de que avanzase. Los huesos que estaban dispersos por el suelo comenzaron a moverse unos hacia otros. Los esqueletos volverían a estar ahí en pocos segundos. No tenían mucho tiempo y ella debía tomar una decisión: avanzar y encontrar algo con lo que matar a los esqueletos o quedarse allí junto al demonio, con una muerte asegurada.

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Normas para el post:

Tienes dos opciones claras: quedarte luchando o avanzar. Puede que haya más opciones teniendo en cuenta lo que se te ha contado. Eres libre de elegir lo que haces (si quieres cuando vayas a postear avísame y te ayudo por skype describiéndote lo que encuentras). Si te quedas junto a Hellboy lo más probable es que mueras o seas herida de gravedad, además de que perderás gran parte de tu munición. Si avanzas te quedarás sola momentáneamente (consultar conmigo para ver qué pasa). Dispones de cinco minutos (llevaré yo la supuesta cuenta) antes de que Hellboy comience a resentirse del ataque de los esqueletos.

¡A rolear vaquera! Muajajajajaja

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime23rd Junio 2014, 21:12

La vaquera no hizo movimiento alguno, permaneció impasible a las amenazas y a las tonterías que usaba el demonio para evadirla. De cualquier manera había sacado algo en claro, pasara lo que pasara lo de los cuernos era un tema delicado del que no quería hablar. Seguramente resultaría demasiado doloroso como para tratarlo, y tampoco habían sido el colmo de la cordialidad. De hecho ni sabía los nombres de esos tipos, realmente, porque se negaba a creer que fueran una cosa tan absurda como Rojo y Azul. En cualquier caso, tenía tiempo. Seguro que esa historia acababa cayendo en torno a un Whisky o una fogata en algún momento. Si es que sobrevivían, claro. Así que apuntó el tema en su lista mental de "pendientes" y continuó andando.

El demonio empujó una puerta que había visto tiempos mejores hace mucho, pero que mucho tiempo. Luego se encontraron con una bodega cochambrosa, aunque quien sabe si llena de vino. Después de proporcionarle un poco de visión, se adentraron despacio y en guardia hacia el interior. El suelo estaba cubierto de un manto de porquería de lo más desalentadora, y su mente ya estaba elucubrando de dónde habrían salido todos esos restos, cuando escucharon esa risa escalofriante.

Al levantar la cabeza, encontraron a esa cosa levitando, con esos inmensos ojos amarillos, esos dientes afilados y el farolillo que era lo único a parte de su luz química que alumbraba la estancia. Eso le permitió contemplar el montón de barriles a su alrededor, pero pronto se fijó en la luz, que después de sacudirse sobre ellos se detuvo. Oyó al demonio a su lado soltar un ruido extraño, y entonces se percató de que estaba peleando contra algo, aunque no supo qué hasta que algo trató de agarrarse a su rodilla. Su instinto fue echarse hacia atrás, y aplastar de un pisotón lo que fuera. Los huesos crujieron contra el suelo, y ese sonido tan familiar le hizo tener la certeza de que se trataba de algo óseo, sin carne o sangre que salpicase. Tuvo tiempo de esquivar de milagro un alfanje, y hundió su bota en la rodilla del esqueleto que le atacaba, reventando la rótula y haciendo que éste cayese hacia atrás. El látigo fueliberado con rapidez, y estalló varias veces, atacando puntos frágiles y articulaciones de cuanto se le ponía por delante. Calaveras salieron volando, armas cayeron contra el suelo, haciendo un ruido ahogado por los restos a su alrededor, huesos entrechocaron entre sí y se deshicieron el polvo, para volver a reunirse a continuación, empezando de cero.

Antes de darse cuenta, su espalda chocó contra algo y miró hacia allí con rapidez, para darse cuenta de que era el Demonio. La vaquera jadeaba del esfuerzo, y su torso se hinchaba y deshinchaba frenético por el ejercicio. Entonces Rojo le dio una indicación que no le gustó ni un pelo. Su mandíbula se tensó y su ceño se frunció sobre sus ojos azules. ¿Cómo demonios iba a aguantar ahí el sólo, si apenas conseguían sobrellevarlos los dos juntos?

Pero no tuvo tiempo para rebatirlo. El tipo se apoyó aquella cosa y disparó contra una mole de esqueletos, que reventó en una nube de polvo. Ella gritó tapándose los oídos, que aún zumbaban por el eco que había hecho la detonación de aquella cosa. Joder.

Miró hacia la única luz al fondo y a los pocos esqueletos desperdigados que quedaban en pie, que por la onda de choque trastabillaban, la mayoría a falta de alguna parte del cuerpo que les impedía convertirse en demasiada amenaza. Aunque sabía que, pudiendo regenerarse así, pronto volverían a serlo. Ella lanzó una última mirada a Rojo, y luego comenzó a correr, convirtiendo su carrera en una marcha de campanillas que se sucedía veloz. Entonces se percató de algo, mientras corría. Algo duro hacía resistencia contra la parte de atrás de sus vaqueros, y los revólveres botaban sobre su pecho y sus caderas, a su lado ondeaba la lengua del látigo, que mantenía en su mano. Los barriles apoyados sobre las cruces de madera miraban impasibles hacia su dirección, con los grifos hacia ella.

Entonces se detuvo en seco, sólo un instante. Agarró una de las espadas que había en el suelo, arrancándola de una mano huesuda, y corrió hacia una tanda de barriles que había a uno de los lados aún dirigiéndose hacia la puerta. Sujetó la luz química con los dientes, tratando de sujetarla con firmeza pero sin romperla. Utilizando la fuerza de ambas manos, reventó el primer grifo, haciendo un enorme boquete en el barril, del que comenzó a brotar vino, empapando y encharcando el suelo por completo. Corrió hacia el siguiente, e hizo lo mismo, y el siguiente, y el siguiente, hasta cinco. En el sexto, un torso trató de sujetarla por las rodillas y ella trastabilló, a punto de caer. Se lo quitó de encima a patadas y clavó la espada de nuevo en el último grifo, que se hundió bajo su fuerza, haciendo que el arma se quedase clavada en él. Su camisa se empapó de vino cuando este salpicó contra ella. Estaba ya a escasos pasos de la puerta y sólo volvió la vista atrás para comprobar como el demonio intentaba quitarse aquellas aberraciones muertas de encima. Entornó los ojos un momento, sacando una de las petacas que guardaba en el bolsillo posterior y la sostuvo en la mano, apretándola entre los dedos. Tiró el látigo al suelo y sacó la escopeta con la otra mano.

- A shangre de Crishto ¿eh?-musitó para sí con la luz aún en la boca, al tiempo que la cargaba para disparar. - A vehlo. - añadió al tiempo que tiraba la petaca hacia arriba y acto seguido disparaba.

Una salva de cartuchos atravesó la petaca de agua bendita, que quedó destrozada en un amasijo de metal retorcido. El agua se liberó en el ambiente, vaporizándose y cayendo en forma de gotas sobre el suelo empapado de vino, que iba surcando el empedrado, el pelo, los esqueletos y todo lo que se topaba en su camino. Esperaba que fuera verdad lo que decían. Una sola gota valía para bendecir una persona, así que aunque estuviera diluida en vino, quizá surtiera el mismo efecto. Al fin y al cabo para eso existían los cementerios. Los lugares santos y bendecidos proporcionaban descanso eterno... Quizá.

Pero no se quedó a averiguarlo. Guardó la escopeta a su espalda, recuperó el látigo del suelo, arrebatándoselo a una de esas criaturas, a la que hundió la bota en plena cabeza, y continuó su carrera hacia la puerta, mientras se quitaba la luz de la boca. Escupió a un lado y se limpió la baba, que caía por la comisura de sus labios. Empujó la puerta sobre sus goznes, que crujió y pasó al otro lado. Tuvo que tomarse un momento para recobrar la respiración, guardar el látigo y colocar bien la escopeta a su espalda. El cañón aún estaba caliente. Entonces empezó a darse cuenta de dónde estaba. Aquello era una escalera de caracol. Observó los escalones y vio una luz titilante, temblando al fondo. Instantáneamente empezó a correr hacia arriba, escalón a escalón, hasta que en medio de una vuelta se encontró cara a cara con esa cosa...

Seguía ahí en medio, flotando, mirándola con esos ojos y riéndose. Eso era lo más irritante. Esa risa de niño, como si no estuviera haciendo nada malo. Nada más que jugar, pero con la crueldad propia de la inocencia, como cuando arrancan las alas a una mosca. Eso era algo que ella no pensaba tolerar.

- Se acabó - dijo para si, desenfundando a la velocidad del rayo - Estás castigado...- añadió al tiempo que disparaba apuntando una vez al pecho, otra al brazo que sostenía el farol y, por una extraña corazonada, al propio farol que eso había mecido antes de que empezara esa locura de huesos revividos.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime24th Junio 2014, 11:45

La vaquera hizo tal como le pidió. Avanzó en dirección final de la bodega mientras el demonio descargaba un nuevo disparo de su gigantesco lanzagranadas, pulverizando a una nueva oleada de esqueletos que se le echaban encima. Por el rabillo del ojo Hellboy pudo ver como la vaquera comenzó a romper todos los barriles que había, llenando el suelo y todo con vino. El olor a alcohol fermentado inundó la sala, obligando al demonio a aguantar la respiración para evitar morir ahogado por el mal olor. La chica cogió entonces un pequeño objeto metálico, lo lanzó al aire, y disparó contra él. Su contenido cayó al vino y los esqueletos comenzaron a retorcerse de dolor. Un humo verdoso comenzó a salir de ellos y dejaron de atacar al demonio mientras temblequeaban y se desarmaban. Aquella chica rubia acababa de lanzar agua bendita después de llenar la bodega de vino. "Rojo" se quedó con la boca abierta unos segundos, completamente sorprendido de la situación. Nadie lo pillaba tan rápido ni tenía ese ingenio repentino como para provocar que un montón de esqueletos que podían haber linchado al demonio se deshiciesen como una pastilla efervescente.

No perdió ni un segundo y rápidamente se dirigió hacia las escaleras al tiempo que escuchaba varios disparos. Se encontró a la vaquera allí en medio, y el farolillo del pequeño niño en el suelo, roto, con la luz apagándose. Las risas del extraño ser se habían convertido en gritos y chillidos que recorrían las escaleras, provenientes de la parte superior. Sin pensarlo dos veces, Hellboy se dirigió a toda prisa escaleras arriba, haciendo un gesto con la cabeza a la vaquera para que le siguiese. Le había sorprendido enormemente su última actuación y estaba deseando ver qué era lo siguiente que tenía preparado. Llegaron a una sala grande, con una larga mesa y varias sillas a ambos lados. Debía ser el comedor de los criados, pues a pesar del tamaño de la sala y la mesa las sillas eran normales, sin adornos ni respaldos hechos con terciopelo. El pequeño niño flotaba sobre ellos, zarandeando los brazos y piernas como un muchacho enfadado que no ha conseguido salirse con la suya. Juntó las manos y poco a poco las fue separando, dejando en medio de estas una pequeña bola azulada que parpadeaba. La levantó sobre él y la lanzó contra una enorme lámpara de araña que colgaba del techo.

La lámpara cayó estrepitosamente contra el suelo, atravesando al niño mientras este reía sin parar. Con un ruido metálico, la lampara comenzó a moverse y a cambiar de forma. Al cabo de unos segundos, una especie de gigantesca araña metálica les miraba desde el medio de la sala, y el pequeño chaval se aferró al lomo de esta, sin dejar de reír ni gritar como un maníaco. El ruido metálico de la araña era aterrador, como una máquina de esas que convierten los coches en latas de conserva. Se abalanzó sobre la pareja que acababa de entrar, obligándoles a saltar uno a cada lado. El niño miró a la vaquera e indicó a la criatura que fuese a por ella. Pero el demonio tenía otros planes, y disparó con "El Gran Bebé" a la mole metálica. Una explosión provocó que la araña perdiese el equilibrio, y se giró hacia el demonio con un grito ensordecedor.

- ¡Vamos! Ven aquí cabronazo, que te voy a enseñar cómo tratar a una dama.- Y disparó de nuevo, esta vez golpeando la cara del monstruo. La explosión provocó que rugiese con fuerza, pero no parecía haberle hecho daño. Los explosivos normales funcionaban a veces con las criaturas, como era el caso de los esqueletos. Pero aquella cosa parecía estar protegida por algún tipo de manto o halo mágico. Al menos había captado su atención.- Eso es, vamos, ¡ven aquí lamparilla de noche!

Ahora que tenía toda la atención de la criatura tal vez la vaquera pudiese atacar al desprevenido chaval o buscar algo que les sirviese de ayuda. Hellboy vio una enorme armadura con un gigantesco espadón y lo cogió, justo a tiempo para bloquear un golpe de la enorme araña. Los dos metales chocaron y resonaron por toda la sala. El espadón era más grande que la vaquera, pero la fuerza de Hellboy le permitía sujetarlo y blandirlo sin problema. Su enorme hoja le permitía bloquear y frenar los estacazos de la criatura, quien golpeaba y arañaba con furia, intentado alcanzar la carne del demonio. Su brazo de piedra le servía de escudo también, y golpeó a la araña un par de veces con la espada. Pero no parecía tener más efecto que el de cabrear cada vez más al monstruo y al niño que iba encima. Tenían que pensar en algo y rápido. No disponían de mucho tiempo antes de que el maldito jinete apareciese en medio de ellos o decidiese que se había aburrido de esperar y comenzase el apocalipsis.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime25th Junio 2014, 01:03

El farolillo se desprendió de sus manos, reventó contra el suelo con un sonido de cristales rotos y una campanada metálica, cuyo eco rebotó contra la pared curva de la escalera de caracol. De pronto la figura se elevó a toda velocidad y desapareció, como precipitándose hacia lo alto de la escalera. Ella maldijo entre dientes su estampa, guardó el revólver y pisó en la subida los restos de la lamparilla, que crujieron bajo el peso de sus botas. Momentos después, la figura de Rojo se unía a la suya, subiendo por los escalones a toda velocidad y tras un gesto siguió subiendo. Su cuerpo empezaba a hacerle advertencias, pinchándola en un lateral, haciéndola notar que le faltaba el aire. Mientras subía, notaba temblar los músculos de sus piernas, respondiendo al cansancio del esfuerzo físico que estaba haciendo, y por desgaste la llevaba poco a poco a la extenuación.

Acababan de salir por el hueco de la escalera, cuando vieron al niño haciendo cosas raras flotando sobre ellos. Tiró una lámpara de araña que calló con estrépito al suelo, y esta se olvido de la parte de lámpara y se convirtió en una enorme araña de metal, de la que colgaban cadenas y despojos de lo que antes había sido. Las formas antes trabajadas ahora se retorcían sobre sí para crear las patas y en el centro, dos pequeños bultos informes, uno más grande que otro, se habían doblado y trenzado para crear el cuerpo de la enorme criatura, sobre la cual montó esa cosa de ojos amarillos y risa siniestra. Cuando se lanzó contra ellos, el chirrido del metal fue casi insoportable, quizá incluso más que la maníaca risa del crío. Tuvo que saltar hacia un lado para esquivarla, y se cubrió tras una de las sillas, en el suelo. Levantó el brazo con rapidez, para retirar el sombrero hacia atrás un poco, y permitirle una mejor visión. Aquella cosa estaba a punto de lanzarse contra ella, y la explosión le vino como un regalo del cielo, cuando el demonio empezó a llamar la atención de esa cosa retorcida de metal. De nuevo, un retumbar que hizo temblar la sala explotó en plena cara de la criatura.

Ella aprovechó para levantarse y observar la situación. Aquello pintaba mal. rojo se defendía con un gran espadón, pero no podía obviar el hecho de que, a parte de un montón de chispas, lo único que le estaba haciendo a aquella cosa era enfurecerla más y más con cada golpe. El demonio no aguantaría eternamente...

No podían dañarla. Al menos no lo parecía. ¿Qué se hacía cuando un animal ganaba en peso, en rapidez y en peligrosidad?...

Entonces contempló las paredes. Había cortinajes, cuadros, armaduras... y entre todas ellas antorchas. Antorchas viejas, hechas con enormes cuernos vaciados. Se acercó a la carrera hacia ellas y descolgó una de la pared, sacándola por la argolla en la que se mantenían apoyadas. Observó el interior e introdujo una mano, palpando el sedoso líquido que contenían. Entonces miró de nuevo hacia la pared. Comenzó a descolgarlas, cargándolas contra su pecho, una tras otra, mientras cada entrechocar del metal le recordaba que se le acababa el tiempo. Al final, se acercó por detrás a esa cosa, y empezó a tirar las antorchas contra ella. Los huesos vaciados chocaron contra sus patas metálicas, volcando el aceite que había en su interior, salpicando el metal. La criatura apenas se percataba de eso, pero al caer la última antorcha, el niño se giró observándola, y así lo hizo también su montura. Se encontraron cara a cara y hubo un instante de quietud, antes de que se abalanzara contra ella. Retrocedió, dándose la vuelta con rapidez, y apartó un par de sillas, antes de resbalar y caer al suelo. Por detrás, la criatura le comía el terreno. Trató de gatear hacia adelante, incapaz de levantarse, buscando protegerse bajo la mesa, colándose como podía entre las sillas y justo cuando entró entre dos patas bajo la tabla superior de una robusta mesa alargada, un estrépito sonó muy cerca y algo le golpeó la pierna, haciendo que de entre sus labios se escapara un gruñido y su pierna se plegara instintivamente contra su torso intentando proteger la zona lastimada, mientras se sujetaba el lugar con las manos y le daba unas friegas para mitigar el daño. El dolor era intenso pero no como para haberle roto nada. En ese momento se giró y miró hacia atrás. La araña había resbalado por culpa del aceite y las patas que habían sido salpicadas no habían encontrado apoyo suficiente para mantenerse en pie. Había golpeado con el cuerpo el suelo y sobre su espalda el niño hacía aspavientos, confuso y enfurecido.

Lo tenía en frente, pero a su lado, bajo la mesa, una de las patas de la araña empezó a temblar. Al clavarse en el suelo resbaló, tuvo que esquivarla deslizándose hacia un lado sobre el suelo y tiró un par de sillas a su lado en el proceso, que se astillaron, salpicando el suelo de esquirlas de madera. Clavó su fina punta en una piedra sobresaliente del suelo, y utilizó aquello como palanca. Levantó la mesa al menos treinta centímetros y volvió a dejarla caer, al resbalar el resto de patas. Ella se cubrió la cabeza con ambas manos, procurando mantenerse agachada para que no la golpease, mientras la pata silbaba sobre su cabeza buscando apoyo nuevamente. Sólo había podido salpicar las de un lado, así que se había precipitado chocando contra el suelo al resbalar todas sus extremidades, pero ahora pretendía levantarse de nuevo, y se movía con desesperación.

Ella ya no tenía opción. Estaba demasiado ocupada en esquivar los envites de esa criatura de metal como para poder sacar su revólver y apuntar al dichoso crío que tenía encima. Lo único que podía esperar es que el demonio estuviese haciendo algo útil con el tiempo que le había dado.
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime25th Junio 2014, 10:42

- Te lo pasas bien, ¿eh cabronazo?- El niño no paraba de reír y chillar. Montado sobre la gigantesca araña tenía una vista elevada de toda la sala. Las patas de esta golpeaban al demonio con fuerza una y otra vez, obligándole a usar todos sus conocimientos de esgrima y lucha con espadas para evitar que le alcanzase. Los golpes metálicos resonaban por toda la sala. "Rojo" la recorrió rápidamente con la vista y localizó a la vaquera cogiendo algo de las paredes en el otro lado. ¿Qué demonios hacía? No tenía ni idea. Fuera lo que fuese esperaba que algo útil para frenar a aquel maldito engendro. La única manera de frenarle era acabar con el niño que parecía tener control sobre ella. De repente, sintió un fuerte golpe seco en el estómago y salió volando varios metros por el aire. Chocó contra la pared de piedra y un par de pequeños cascotes le cayeron en la cabeza.- Ay...

La araña se giró sobre sí misma, en busca de la vaquera. Hellboy pudo ver como la araña resbalaba con algo al tiempo que descargaba su ira contra la pobre chica. Esta consiguió meterse bajo la enorme mesa de madera, ocultándose e intentado salvarse de los ataques de la araña. El suelo estaba lleno de lo que parecía aceite y algunos trozos de hueso yacían alrededor. Hellboy miró a la pared más cercana que tenía y vio las antorchas hechas con cuerno que colgaban a lo largo de esta. Lo entendió. Agarró el espadón y se incorporó. Sacó de su bolsillo un bote redondo con agua bendita y la echó por la hoja del gigantesco espadón. Esta brilló levemente, tomando un tono azulado metálico. El demonio susurró unas palabras y se dirigió hacia el monstruo.

La enorme araña intentaba alcanzar a la vaquera. El niño no paraba de reír y chillar, mirando con esos diabólicos ojos amarillos inmisericordemente a la chica que hacía unos minutos le había privado de su juguete favorito: el pequeño farolillo capaz de revivir a los muertos. Iba a cobrarse su venganza, mataría sin piedad a la vaquera. La destrozaría con las patas de la araña, desmembrándola como a un pavo en navidad. Sangre y gritos, eso era lo que más le gustaba al pequeño monstruito.

Rebe pudo verlo de primera mano. La enorme hoja de color azulado apareció en mitad del pecho del niño, quien profirió un grito ahogado mientras se llevaba las manos a ambos lados de la espada. Hellboy se agachó lentamente hasta ponerse a la altura del oído del chico.

- Fin del juego, ojitos de oro.- Y partió al niño en dos levantando la espada hacia arriba. No hubo sangre ni vísceras, solo una nube negra y una última risa malévola del niño. La araña perdió el equilibrio del todo y "Rojo" tuvo que agarrarse para no caer de encima de esta. Se desplomó con fuerza contra el suelo, resbalando ligeramente por encima del aceite. El demonio bajó de la enorme mole y colocó el enorme espadón en su espalda. Seguramente le vendría bien más adelante. Levantó sin dificultad la enorme mesa con la mano de piedra y le tendió la otra a la vaquera. La ayudó a levantarse y asintió en un gesto de aprobación. Recogieron las cosas y se dirigieron al final de la sala.

Abrieron la puerta y encontraron unas escaleras que subían hasta un patio exterior. Habían llegado a una especie de jardín. Allí, un árbol reseco y un camino les indicaba que antaño aquello pudo ser el patio de recreo de los infantes o de apeo para quienes viviesen allí. La lluvia parecía haber cesado pero el olor a humedad todavía permanecía en el aire flotando entre ellos. El demonio echó un rápido vistazo por el jardín en busca de algún peligro, pero todo parecía en calma. No la típica calma siniestra con la que sabes que algo va a pasar, sino más bien la calma de un amanecer en un bosque.

- Me los limo.- La vaquera miró extrañada al demonio y él se acercó a ella, señalando su cabeza.- Los cuernos. Me has preguntado antes por ellos. Me los limo para intentar parecer algo más humano.- No le gustaba hablar de ellos a menos que fuesen Abe o Liz, pero la muchacha había demostrado un valor enorme y mucha tenacidad.- No es fácil ya de por sí ser un tipo de más de dos metros de color rojo, con un rabo de mono y una gigantesca mano de piedra como para encima llevar mis cuernos. Si no me los limase, darían la vuelta por encima de mi cabeza describiendo un arco y una corona de fuego flotaría entre ambos. Es mi naturaleza demoníaca. Mi verdadera imagen, por así decirlo. Esta mano- Hizo crujir levemente su mano de piedra- no es en realidad una mano, sino una llave. La llave del Apocalipsis. Por eso decía antes el dichoso jinete que no soy el único capaz de desatar el fin del mundo. Sin embargo no te preocupes, no pienso abrir las puertas del infierno ni nada por el estilo.- La vaquera escuchaba atentamente a las explicaciones y aclaraciones del demonio. No sabía muy bien si se lo tomaría bien o mal, pero ya que estaban atrapados por así decirlo en aquel castillo, mejor sería que le contase la verdad.- Trabajamos para la B.P.R.D, una organización gubernamental que se encarga de perseguir y acabar con los entes malignos sobrenaturales que asolan el mundo. La sede principal está en EEUU. Si alguna vez quieres puedes venirte, siempre y cuando salgamos vivos de aquí. Y por cierto, no tengo ni idea de qué leches es un "beefmaster" de esos, pero creo que no nos hemos presentado como es debido. Mi nombre real es Anung-Un-Rama, pero puedes llamarme Hellboy.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime25th Junio 2014, 17:17

Las patas de aquella cosa seguían meciéndose descontroladamente. Lo único que quería pensar es que hacía falta más que el golpe que el demonio se había llevado como para matarlo, o impedirle seguir luchando, porque si no eran capaces de acertar a ese niño que era el que parecía tener poder sobre todas esas cosas, eso sólo podía acabar de una manera. Con ella aplastada debajo de un amasijo de hierros. A lo mejor, ensartada en uno. Esquivó de nuevo la pata de milagro, al tiempo que alzaba a continuación la cabeza para encontrarse al crío, mirándola con esos inmensos ojos amarillos. Entonces una hoja inmensa le atravesó al pecho, haciéndola contener la respiración. La figura de rojo apareció entonces a su lado, le murmuró algo, y el niño se deshizo con una última carcajada, en una nube de pestilente niebla negra.

Las patas de la araña se retorcieron y en el proceso, una le golpeó el hombro, aunque no le produjo ningún dolor, ya que fue al caer por fin, inerte al suelo. Se frotó un instante la zona, y entonces la mesa literalmente salió volando de un empellón que Rojo había dado con esa mano de piedra suya. Se encontró frente a frente con el demonio, y aferró su mano, cuando se la tendió. Sus dedos se estrecharon con firmeza y de un tirón, estaba de nuevo de pie. Cuando plantó de nuevo sus botas en el suelo, la pierna que había sido golpeada se quejó y tuvo la certeza de que ese calor húmedo solo podía significar que estaba sangrando. Pero no cojeaba, así que seguramente la herida no sería de gravedad. Aunque escocía...

Recogieron todos sus objetos, y ella aprovechó para recargar el tambor del revolver con las balas que aún tenía en el cinturón. En cuanto estuvo en orden y se aseguraron de que no había nada más en la sala, continuaron avanzando. Estaba empezando a hartarse ya de tanta escalera, cuando el espacio se abrió en un increíble patio exterior. En el centro había un árbol seco como la cecina, y alguna escombrera de piedra estaba diseminada por el patio, aquí y allá. A pesar de lo cual, dejaba entrever que aquel sitio, tiempo atrás, había sido sin duda un lugar glorioso para descansar. Observó a su alrededor, y tras recibir un par de bocanadas de aire fresco, relajó los hombros, momentáneamente inducida a la calma. Eso era lo que necesitaba. Sólo un momento de respiro. Miró al cielo, dándose cuenta de que había dejado de llover, aunque el aire seguía siendo húmedo.

Se arrodilló un momento y se levantó el pantalón, dejando al aire la magulladura de la pierna. Hizo una mueca, al tiempo que limpiaba la herida con agua, que se había acumulado en un pequeño charco. La sensación fría le hizo mucho bien, pasaría pronto. Se había hecho cosas peores en los torneos de lazo. Se bajó la pernera del pantalón, y en ese momento Rojo la habló, haciendo que se levantara para encontrarlo frente a ella. Escuchó atenta, en total silencio, mientras se daba cuenta de que la Beefmaster le estaba desnudando su alma. Empatizó con él, como lo hacía con toda criatura que le regalaba un nivel de confianza tal, como para ganarse su reciprocidad. Sus labios se entreabrieron, mientras escuchaba todo lo que tenía que decirle.

Aquello resultaba de lo más trágico. Que un milagro natural como él, fuese lo que fuese, tuviese que verse obligado a renunciar a una parte de si mismo, por ganarse la aceptación de los demás. Pero supo que, seguramente, alguien como él no tendría cabida entre ellos. Los humanos no dejaban de ser como una manada, que a la más mínima señal de un espécimen distinto, respondía rechazándolo y dejándolo a su suerte. El mero color de la piel había sido aliciente de eso, hace menos de doscientos años. Seguramente tenía razón al pensar que aquello le daba alguna facilidad más de no ser rechazado, por lamentable que eso llegara a ser para ella. Cuando le describió sus cuernos, sintió que un escalofrío se elevaba desde la base de su columna, y sus ojos dibujaron para ella la estructura ósea que debería estar allí según el la describía. Era una locura. Como pedirle a un ciervo que renunciara a su cornamenta, o a un cocodrilo que lo hiciera con sus dientes. Ojalá... no le hiciera falta todo aquello.

Habló sobre aquella mano de piedra, que resultó ser más que eso. Ahora todo empezaba a encajar poco a poco. Él era una parte del destino de la humanidad, parte de un desencadenante que podía extinguir la raza humana. Por un instante, fue capaz de percibir lo enorme que era realmente el mundo ahí fuera. Todas aquellas fronteras inexploradas que hasta entonces habían pasado desapercibidas a sus ojos. El montón de criaturas que no había visto, pero que ahora quería, y debía conocer. Todo el conocimiento sobre animales que creía extintos, o inventados, y cuya existencia ahora iba cobrando fuerza. Luego finalmente se presentó, diciéndole su nombre, y también su apodo. En ese momento, ella lo miró fijamente, con una profundidad tal que parecía capaz de ver a través de su piel, de su carne, de sus mismos huesos. Que le permitía acceder a él en sensación y pensamiento. Porque lo que él había hecho, para ambos, era crear aquella conexión que sólo podía ganarse con confianza.

- Encantada de conocerte, Hellboy. - respondió ella, haciendo que su tono sonase por primera vez cargado de una sensibilidad especial, en lugar de con la dureza impersonal que hasta entonces habían utilizado, para hablar el uno con el otro. Se acercó a él, subiéndose en una piedra entre ambos, recortándole algo de altura. Se retiró el sombrero hacia atrás, haciendo que colgase de la correa, a su espalda. - Mi nombre es Rebecca...- añadió al tiempo que levantaba los brazos, poniéndose de puntillas para alcanzarlo y posaba sus manos sobre sus mejillas, notando el tacto recio de sus patillas bajo la yema de sus dedos. - Pero puedes llamarme Sheriff...- añadió, tirando de él delicadamente hacia abajo, y en un gesto que quizá le resultase familiar, sus frentes hicieron contacto. Ella obvió el tacto áspero y conocido de los cuernos en contacto con su piel, cubierta de humedad y de polvo. Cerró los ojos, mientras se hacía plenamente consciente de la presencia inmensa de Hellboy, de la temperatura de su piel, de su aroma incluso. El silencio a su alrededor se volvió respetuoso, como si comprendiera lo que estaba sucediendo, y casi pareció congelar el paso del tiempo para ellos, aunque fuera sólo unos segundos. Porque con ese gesto, se estaban hermanando.

Instantes después, ella le liberó de ese contacto y se encontraron cara a cara, sus ojos amarillos iguales en color a la criatura que la había amenazado de muerte, pero cuyo fondo era tan distinto... Sus manos aún seguían ceñidas a su enorme rostro, aunque de un modo más laxo. En ese momento, los ojos azules de ella brillaban impregnados de lo que parecía un velo acuoso, que no hacían si no intensificar las profundas sensaciones que transmitía, entre la cual brillaba como una hoguera en plena noche una de ellas. El respeto...

-*Bzzz*... jo...*cht* ojo... *kjjj* ¿Hola? ¿Me recibe alguien? *Bzz*

Ambos dieron un respingo al darse cuenta de que los comunicadores habían empezado a sonar. Ella retiró las manos rápidamente y trató de escuchar, para ver lo que oía. El momento se había volatilizado en el aire, como el niño al ser atravesado por una espada que este caso, no era otra cosa que la voz de Azul, al otro lado del comunicador.

- ¿Hola? ¿Me oyes, Cuero Azulejo? - preguntó, para luego esperar respuesta.

- Ahora si. ¿Qué ha pasado? ¡No contestabais ninguno!- dijo con cierto tono recriminador, que ocultaba muy mal la preocupación.

Ella miró al demonio, encogiéndose de hombros, dándole la oportunidad de continuar la conversación con él. Al fin y al cabo seguramente muchos de ellos estaban esperando órdenes y noticias acerca de sus actuales posiciones. En cuanto terminaron de intercambiar información por radio, ella se desabrochó los puños de la camisa y se los arremangó a medio brazo, mientras miraba a Rojo, con un principio de sonrisa asomando en una de sus comisuras.

- Por cierto, la "Beefmaster" es un tipo de vaca grande de pelaje rojo. - añadió, sonriendo de medio lado, alzando una ceja. - Tienen buenos músculos, pero demasiado carácter. - añadió, mientras se secaba la frente y volvía a calzarse el sombrero, que hasta entonces había reposado a su espalda. Cuando comenzó a andar, dejando atrás a Hellboy, aún tenía aquella sonrisa en la cara.
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime25th Junio 2014, 18:53

La chica se acercó al gigantesco demonio, subiéndose a una piedra y tocándole la cara. Era un gesto tierno, suave, algo a lo que él no estaba acostumbrado. Su pan de cada día eran puños, garras, piedras, metal, balas, fuego,... Liz era la única que alguna vez le acariciaba o le tocaba algo más suavemente. Después de todo, esperar que un troll o un ogro fuesen suaves era algo totalmente impensable para nadie, o que un hombre lobo te invitase a un picnic sólo ocurría en los libros horteras que tenían locas a las adolescentes. "Rojo" se sintió algo aliviado, aunque tampoco le apasionó el contacto. Era bastante reticente a cualquier muestra de cariño, y ya se odiaba en parte a sí mismo por haberle confesado toda su historia a la vaquera Rebecca. Pero bueno, un poco de ternura nunca hizo daño a nadie, aunque él jamás lo reconocería.

Los crujidos y zumbidos de la radio con la voz de Abe les devolvieron a la realidad del patio y el castillo. "Rojo" esperó a que la vaquera hablase, y cuando ella le miró dubitativa decidió continuar con la conversación.

- Abe más te vale traer alguna buena noticia o algo, porque te estás perdiendo toda la diversión...- Hellboy disfrutaba mucho peleando junto a su compañero Abe. Eran los dos más veteranos de la B.P.R.D. De hecho luchaban desde antes siquiera que recibiese ese nombre, bajo la tutela del profesor Brom. Abe era el cerebro de los dos, lo que no significaba que Hellboy fuese puro físico, ni mucho menos. De hecho, en muchos apartados como comprensión de antiguos idiomas era mejor el demonio que el hombre pez. Eran como dos hermanos, uno algo más irresponsable que el otro, como el hijo bueno y el hijo malo.

- ¡Oh, tranquilo "Rojo"! Aquí hemos estado muy moviditos también... Una bandada de vampiros ha intentado acabar con nosotros. El agente Smith está herido, pero no gravemente. En cualquier caso me preocupa el grupo grande que ha subido a la parte superior del castillo. No sé nada de ellos. ¿Habéis conseguido contactar con ese grupo?- Quienes fuesen con Abe y Hellboy tenían la supervivencia asegurada. Sin embargo, un grupo de cuatro agentes en un castillo lleno de toda clase de criaturas sobrenaturales hambrientas eran un bufet libre. Lo más probable es que si no estaban ya muertos, pronto lo estarían. Eso o les habían capturado. Cualquier opción era mala para los demás. Perder a agentes siempre era malo. Ellos se comprometían a la causa y sabían a lo que iban. Sin embargo, no dejaba de ser una terrible pérdida.

- Negativo "Azul", sois los primeros con los que contactamos... ¿Dónde estáis por cierto? Nosotros nos encontramos en un patio con un gran árbol en medio. Debe ser donde los pijos de los nobles se paseaban tomando el té y cualquiera de esas mariconadas que hacen los ingleses...- Deberían haber intentado conseguir un mapa o algo por el estilo del castillo. Avanzar así a ciegas era extremadamente peligroso. Quedar atrapados no era algo especialmente divertido ni agradable. Por fortuna para Rebecca, llegados a ese punto Hellboy les sacaría a puño limpio, tirando las paredes que hiciesen falta antes de sacarles de donde fuese.

- Mmm, no me suena. Intentad buscar alguna entrada al para ver si podemos coincidir. Después del ataque de los vampiros y la ausencia del otro grupo no me gustan un pelo. Mejor será que vayamos juntos.- Abe tenía razón. Perder a un grupo entero no había sido algo positivo que sacar, y si conseguían reunirse tal vez fuese más sencillo acabar con los enemigos. La unión hace la fuerza como quien dice. Además, si encontraban al jinete lo mejor sería estar todos juntos. Si los iba pillando de uno en uno la muerte estaba más que asegurada.

- De acuerdo "Azul". Buscaremos una manera de entrar al dichoso castillo. Seguid intentando contactar con los otros. Es posible que los tengáis más cerca que nosotros. Cambio y corto.- Con un chasquido, la radio dejó de emitir sonidos y la voz de Abe se apagó. El demonio suspiró y negó con la cabeza. La levantó y miró a la chica, quien sonreía junto a él a la vez que se desabrochaba los botones de la camisa.- Si estás esperando un beso por tu buen trabajo vete olvidando.

- Por cierto, la "Beefmaster" es un tipo de vaca grande de pelaje rojo. Tienen buenos músculos, pero demasiado carácter.- Se colocó el sombrero y se alejó con una sonrisa en la cara del demonio.

- ¿Ah, sí? Pues ten cuidadito vaquera, no sea que yo también te pegue una cornada.- No lo decía en serio, ni siquiera le había molestado el comentario acerca de la vaca. Pero Hellboy era alguien bastante duro y tosco, a pesar de tener un gran corazón. Debía intentar mantener la imagen de tipo duro, al menos hasta que estuviesen a salvo, cosa que solía ocurrir bastante después de lo que la gente creía. El peligro no sólo residía en enfrentarse a demonios, monstruos y toda clase de entes sobrenaturales, sino a evitar que estas entrasen en uno mismo poseyéndolo o torturándolo una vez muertas o eliminadas.- Anda, vamos a ver si conseguimos salir de este patio. No me gustaría que nos atacase otro maldito ejército de esqueletos u otras gárgolas cabronas.-

Avanzaron unos pocos metros a través del patio. El suelo estaba hecho de mármol, pero hacía mucho tiempo que el blanco de este había desaparecido, dejándolo todo desquebrajado y lleno de plantas. Las ramas del árbol se mecían ligeramente con el siseo del viento que entraba desde los ventanales laterales. Sus pasos resonaban ligeramente contra las paredes laterales. Algunas estrellas se dejaron ver en lo alto, indicando que la noche ya había llegado al castillo. Las linternas de sus cinturones les iluminaban ligeramente, proyectando un pequeño haz de luz frente a ellos con forma cónica.

Todo sucedió tan deprisa que apenas pudieron reaccionar. El árbol que apaciblemente descansaba a su lado cobró vida y los atrapó a la velocidad del rayo, dejándolos colgados boca abajo. Antes siquiera de que pudiesen sacar sus armas este lanzó miles de pequeñas lianas y ramas que les ataron las manos a la altura de la muñeca, dejándolos totalmente inmóviles. Hellboy necesitó de una gigantesca maraña verdosa para poder evitar que se moviese, mientras farfullaba y maldecía contra la planta. Algunas armas cayeron al suelo, entre ellas el gran espadón del demonio y "El Gran Bebé". intentaban zafarse de la prisión verde, en vano. Las lianas les sujetaban con la fuerza de veinte hombres, estirando sus extremidades y dejándolos inmóviles. Del tronco del árbol apareció una cara anciana, tan anciana como los cimientos de la tierra, y se volvió hacia los dos prisioneros que colgaban boca abajo.

- ¿Quién se adentra en mis tierras? ¿Quién osa perturbar la paz de los muertos y los espíritus que descansan en paz? ¿Quiénes sois, extraños y vulgares seres, y qué habéis venido a hacer en mi reino?- Su voz era profunda y grave, tan grave que casi era imperceptible lo que decía. El pecho de los dos prisioneros vibró con cada sílaba que pronunciaba. Antes de que pudiesen contestar, metió dos ramas en la boca de ambos, provocando que farfullasen y se agitasen. Al cabo de unos segundos donde el árbol recorrió sus bocas, volvió a hablar.- No parecéis seres malvados... Tan sólo perdidos. Pero sois los culpables de matar al pequeño espíritu del príncipe del castillo, y por tanto sois culpables. Mas puesto que soy magnánimo y vustras intenciones no son otras que las de liberarnos del huésped no deseado que mora en estas paredes, os daré a oportunidad de redimiros... Si sois capaces de resolver mis acertijos.

No puedes verla ni sentirla,
y ocupa todos los huecos y lugares:
no puedes olerla, verla ni oírla,
está detrás de los astros,
y está al píe de las colinas,
llega primero, y se queda;
mala risas y acaba vidas.


Devora todas las cosas:
aves, bestias, plantas y. flores;
roe el hierro, muerde el acero,
y pulveriza la peña compacta;
mata reyes, arruina ciudades
y derriba las altas montañas.


Treinta caballos blancos
en una sierra colorada.
Primero mordisquean,
y luego machacan,
y luego descansan.


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Normas del post:

Los acertijos son acertijos conocidos, de manera que si buscas la respuesta en internet la encontrarás. Intenta resolverlos sin hacer eso. Es necesario que Rebe acierte al menos dos de los tres acertijos propuestos. Si lo consigue ambos serán liberados. De lo contrario sucederá algo bastante peliagudo que pondrá a nuestros héroes en una situación muy comprometida.

Agradecería que intentases usar tu lógica para resolver los acertijos. Como ya he dicho, siempre puedes ir a internet a buscar la solución, pero realmente pierde la gracia del asunto. Espero que disfrutes del post ¡y que empiece el juego!

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime26th Junio 2014, 00:13

Mientras los colores estaban de cháchara, ella se mantuvo atenta y observó el entorno del patio, a pesar de estar pendiente a la conversación con el comunicador que a ella le habían dado. Escuchó aquello sobre los vampiros y alzó una ceja. Desde luego la noche se volvía cada vez más y más rara. Sacó la petaca restante de la parte de atrás de los pantalones y se echó un trago pequeño de agua bendita a la garganta, paseándola por la boca para refrescarse. Con gusto habría agradecido que se tratara de Whisky, pero era uno de esos días en las que no parecía que nada fuera a salir a la primera, salvo que se dejaran el culo en conseguirlo. Aplacó la sed al menos, después de tanta carrera, monstruitos y escaleras, no era difícil tener la garganta como un secarral de Arizona. Volvió a guardarse la petaca en sus apretados bolsillos traseros.

Cuando cortaron la comunicación, y después de esa amenaza vacía, se unió al paseo por el patio. Estaban buscando la manera de entrar, aunque no pensaba volver otra vez atrás. Era una de esas cosas que iban contra sus principios. Tener que desandar lo andado. Un Sheriff no se arrepentía de sus decisiones. Además, tampoco estaba segura de querer renunciar al aire libre. Eso iba más con ella.

- No tengas miedo. Yo te protejo. - dijo buscando chincharle claramente, pero en realidad no podía decir que no había sido así. Aunque ella sólo se hiciera una ligera idea, aquellos esqueletos se habían volatilizado por su idea, que no había podido venir en mejor momento. En cualquier caso, no es como si ella fuese la damisela en apuros en ese equipo de tíos. No, de eso nada. - ¡Por el carácter de Cat Ballou!- exclamó sobresaltada.

Una interrupción repentina la hizo contener el aire y soltar una exclamación cuando se vio atrapada por un montón de cuerdas que los arrastraron. Por cada una que rompía tres más la sujetaban, hasta que al fin la enrollaron por las muñecas, las piernas y el cuerpo. Algunas de ellas se ciñeron tanto en la zona del pecho que la hicieron resoplar. Entonces los colgaron boca abajo, como si fueran un par de vacas desangrando en el matadero. El sombrero, así como los revólveres de la cintura chocaron contra el suelo al caer. Cuando por fin se vio cara a cara con aquel árbol viejo y éste comenzó a hablar, ya fuera por que la situación lo requería, o por que la sangre empezó a irle directamente a la cabeza, recordó fugazmente a su amiga Hiedra. Quizá debería ir a hablar con ella, seguro que querría saber eso. La voz del árbol era todavía mas grave que la del demonio, y la hizo estremecer sin poder evitarlo. La verdad es que le perdían ese tipo de voces. Casi parecía retumbar en su pecho, cada vez que hablaba, y le daba cierto cosquilleo en el estómago muy agradable. Quiso contestarle pero entonces, aquella cosa le metió una rama en plena boca.

- ¡Eh! Mm...-  Abrió los ojos muy sorprendida y trató de retirar la cara, pero la rama hurgó dentro de una forma muy desagradable. Además era bastante grande. Se obligo a respirar por la nariz, como cuando... bueno. Eso. - MMmm... MmnneMnnMMMMM. - fuese lo que fuese, estaba claramente indignada.

Cuando la rama terminó de hurgar, ella empezó a escupir, raspó su garganta y chasqueó la lengua varias veces. Acababa de aclararse la boca y ahora, sabor a árbol viejo de hace mil años. Que asco. ¿qué opinaría Hiedra de eso? ¿Sería algún tipo de supremacía machista al estilo vegetal? Con lo que a ella le gustaban esas cosas... Debería preguntárselo.

- ¡Qué maneras son esas! Por lo menos deberías habernos invitado a un café, o a cenar...¡A saber donde has metido eso!- exclamó la vaquera, aún con cara asqueada, en un mohín que casi parecía infantil.

Cuando le vino con aquello de los acertijos, ella miró al árbol que acababa de cobrar vida como si fuese lo más raro que le pasaba ese día. Aquello tenía que ser una broma, después de todo eso, ¿Pretendía tenerles allí colgados hasta que resolvieran esos juegos de palabras? Pensó que aquello no era serio, hasta que al fin se puso a recitar. Pues si. Iba en serio. La vaquera abrió la boca, incrédula y buscó el rostro de Rojo como si no se creyera lo que estaba oyendo. Aunque el demonio no parecía mucho más convencido. Al final, tornó la mirada de nuevo a ese rostro envejecido, y lo miró fijamente, concentrándose, escuchando lo que tenía para ellos, aunque resultaba difícil con un montón de lianas moviéndose y apretándose a su cuerpo, como docenas de serpientes, la sangre cayéndole a la cabeza y la boca con sabor a corteza. Después de decir el primero se quedó allí boca abajo en pleno silencio, respirando con dificultad. Estaba empezando a marearse. No se le ocurría nada.

- ¡No puedo pensar así! ¿Puedes hacer el favor de ponerme del derecho al menos?- preguntó ella. El árbol pareció dudar, pero al final, la sujetó colocándola de nuevo  boca arriba. Quizá porque estaba viendo que se le estaba poniendo la misma cara que a su compañero. Al hacerlo, cogió aire con fuerza, y dos de las lianas que le rodeaban el pecho se rompieron. Aprovechó para coger aire, antes de que otras la sustituyeran- Afloja un poco, me estoy asfixiando. - dijo jadeando, recuperando la respiración. Aprovechó todo ese tiempo para pensar una respuesta. Después hubo un intenso silencio. - ¿Es la sombra?- preguntó, aunque no estaba del todo segura.

Miró a Hellboy, en busca de una respuesta, si es que a él se le ocurría algo mejor. No había pensado que quizá sólo tendrían una oportunidad y que tendrían que escoger entre los dos una respuesta. Antes de darle tiempo a rectificar, el árbol comenzó con el siguiente acertijo. Ella lo escuchó, tratando por todos los medios de memorizarlo.

- ¿Puedes repetirlo?- preguntó, recobrando el tono concentrado que era más propio de ella. Ahora volvía a estar cien por cien metida en la materia. Otro silencio. El árbol la estaba mirando. La verdad es que costaba bastante intentar resolver algo, con la sensación de que alguien te miraba insistentemente. Se estaba sintiendo bloqueada y se les estaba acabando el... El tiempo...- murmuró para sí, al tiempo que repetía el acertijo en su mente. - ¡Es el tiempo!- respondió esta vez segura. Tenía que serlo. No podía ser otra cosa.

Intercambió una mirada con el demonio, esperando que estuviera bien. La verdad es que poco a poco iba ganando confianza en sí misma. Recordó a otro viejo compañero y vecino, que igual que Hiedra, también vestía de verde. Tendría que enviarle una cesta de agradecimiento, después de eso. ¿Cómo iba a pensar que tuviera alguna utilidad en la vida, y menos en un momento así?

El último enigma le hizo centrarse al cien por cien, y cuando el árbol terminó de decirlo, ella frunció el ceño con una expresión concentrada. Sus ojos se movieron de un lado a otro, antes de contestar, esta vez de corrido.

- Caballos blancos... Son los dientes. Es la boca. - dijo mirando fijamente al árbol. Tras un intenso silencio de reflexión, notó como el agarre se volvía más débil y los dejaba a ambos en el suelo. Ella cayó con un salto, pero Rojo prácticamente lo hizo al peso, quedándose tendido boca arriba cuando el mar de enredaderas lo soltó. Ella recogió rápidamente las cosas del suelo, acomodándolas en sus respectivos lugares. Esta vez fue ella quien tendió una mano al demonio, para ayudarle a levantarse. - Has sido de gran ayuda. - dijo con ironía, aunque era claramente una broma. Se sacudió la ropa un momento, y luego intercambió una mirada con él, volviéndola más pacífica. - No te lo tomes muy a pecho. Tu también serías así de rápido si en tu ciudad hubiera cierto personajillo llamado "El acertijo"- le dijo, con una sonrisa amable.

Dichoso Enigma. Al final resultaba que sus constantes robos, atentados y tonterías que siempre tenían algo que ver con preguntas, acertijos y esas palabrerías acompañadas de interrogaciones por todas partes acababan aumentando la agudeza mental. Desde luego resultaba irritante, aunque no podía decir que no fuese útil. Tendría que agradecérselo algún día. Tal vez.

- Vamos, antes de que ese salvaje vuelva a meternos algo en algún sitio. - dijo mirando a sus espaldas, desconfiada, hacia el árbol. Luego volvió a sacar la petaca para aclararse la boca. Quería quitarse cuanto antes ese sabor.[/color][/color]
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime26th Junio 2014, 10:59

- Se me ocurre una idea mejor. Nos dejas en el suelo y así no tengo que hacerme una mesilla de noche contigo, ¿qué me dices?- Hellboy no se amedrentaba fácilmente. Estar colgando boca abajo de un gigantesco árbol no estaba ni de lejos entre las diez peores cosas que le habían pasado. Sin embargo, aquel árbol no parecía tener muy buen humor, metiéndole varias ramas a la vez en la boca, dejándole sin poder hablar. Ahora la resolución de los acertijos corría al cargo de la vaquera. Si ella no era capaz de resolverlos estarían perdidos. "Rojo" conocía la respuesta a los tres. Había luchado contra esfinges, las criaturas planteadores de acertijos por excelencia.

La vaquera pidió que estuviese derecha para poder pensar con mayor claridad, y el árbol se lo concedió. Al cabo de unos pocos minutos, había sido capaz de resolver los acertijos, acertándolos todos, y dejándoles en libertad. Ella fue depositada con cuidado en el suelo, mientras que el demonio fue liberado desde la altura a la que se encontraba, cayendo estrepitosa y ruidosamente.- Gracias hombre, todo un detalle… Menudo tío más seco. Bueno vaquera, una vez más me has sorprendido. Al final conseguirás que te coja cariño y todo. ¿"El acertijo" dices? Realmente no sé que os pasa a la gente de hoy en día.

Ambos recogieron sus pertenencias y las colocaron en sus cinturones o espalda. Por suerte no habían perdido nada. Ninguno de los frascos ni explosivos se había roto ni había explotado. La vaquera dijo al demonio que se fuesen y este asintió, dejando al árbol a sus espaldas. No habían dado ni dos pasos cuando unas enormes raíces salieron del suelo como pinchos, bloqueándoles el camino. Hellboy se dio lentamente la vuelta con los labios entreabiertos, mostrando como apretaba los dientes.- ¿Y ahora qué sauce llorón, vas a contarnos un cuento? ¿Acaso no te has divertido lo suficiente? Mira, por regla general tengo mucha paciencia (notese la ironía) pero este castillo ya está empezando a encabronarme, así que o nos dejas pasar, o te arrancaré la corteza y me haré un bonito banco con ella.

- Anung-Un-Rama, guarda tu ira para el verdadero enemigo. Yo no soy más que un emisario del pasado. Nosotros hemos habitado este castillo durante siglos, manteniendo a cualquier intruso fuera de él. Sin embargo, un ser diabólico y ancestral se ha hecho con el trono de este. No podemos luchar contra él, y usa su terrible magia para controlar a todas las criaturas que intentamos defender las paredes de esta antigua morada.- Sus palabras eran lentas, pausadas, pero no tediosas. Las ramas se movían al son de estas, y sus puntas se zarandeaban ligeramente con el viento. Sus movimientos sonaban a crujido y dilatación de la madera, como un bosque en la noche.- No podéis matarlo, pero sí podéis mandarle al lugar de donde proviene.

- Gracias por el consejo, pero tal vez mis pequeños juguetes tengan algo que decir con respecto a eso.- Había matado y eliminado a toda clase de demonios, dioses y seres mitológicos. Puede que aquel fuese el jinete del apocalipsis, pero ahora tenía forma corpórea. Tenía cuerpo físico, de manera que se le podía herir. Tal vez no de la manera convencional, pero podía ser herido. Era la desventaja por así decirlo de jugar en casa. Los seres que habitan la tierra son mortales, debido a que tienen un cuerpo material que puede ser herido y deteriorado. Eso era algo que las criaturas que lo invadían no sabían, y con el paso del tiempo Hellboy se había percatado de ello. Bien era cierto que tal vez no lo pudiesen matar, que no pudiesen matar a su espíritu, pero su cuerpo era una historia muy distinta.

- Necios mortales, no tenéis ni idea del peligro que se cierne sobre este mundo. Creéis siempre tenerlo todo controlado. Esa es la mayor mentira de la humanidad. No tenéis absolutamente nada controlado, ni jamás lo tendréis. Sois criaturas imperfectas y burdas, os matáis unos a otros por un poco de dinero o algo de tierra, sin daros cuenta de que vuestra supervivencia es lo único que debería importados. Sois tan fácilmente corruptibles que vosotros mismos lo hacéis. Por eso estáis condenados al fracaso y la muerte. Por cada cosa buena que habéis conseguido nunca ha habido guerras, muertes, asesinatos y violaciones por detrás.- Su voz no era de reproche, ni siquiera parecía enfadado. Era pena, lástima, compasión. Lo que decía lo pensaba de verdad, y se compadecía de la imperfección y corruptibilidad del ser humano. Sus ramas seguían moviéndose al son del viento, el cual silbaba entre los presentes. Miró a los dos pequeños seres que había ante él. Negó ligeramente con la cabeza y luego les miró fijamente.- Esto no es más que el principio. Cuatro vendrán, cuatro serán los que asolarán esta tierra, purificándola por fin, y limpiando toda corrupción y enfermedad que la asola, que la destruye poco a poco. Y antes de que todo acabe, antes de que los jinetes se alcen victoriosos, con sus armas levantadas hacia el cielo, tú morirás.



Con un fuerte crujido el árbol profirió un fuerte berrido que resonó por todo el patio. Las ramas se agitaron, su tronco se dobló y retorció, y con un último exhalo, se quedó quieto, seco, como un árbol más del bosque. Las ramas ya sólo se mecían con el viento, y esa especie de respiración que provenía de él desapareció. Unas pequeñas lucecitas amarillas salieron de él, subiendo hacia el cielo, perdiéndose en la noche. Miles de faros del tamaño de insectos subieron como una gran columna, en un espectáculo mágico de colores naranjas y amarillos. La luna asomó tras unas nubes, iluminando de azul el patio donde ellos se encontraban. Con esa luz la vista fue mágica, espectral. El cascarón del árbol, que en su último suspiro les había explicado lo que debían hacer, los vigilaba sin vida, seco, viejo y mohoso. La muerte se apoderó del lugar, de aquel lugar que poco antes había parecido santo y esperanzador. Pero no había tiempo para minutos de silencio ni para lamentarse. El tiempo corría en su contra, y tras las palabras del árbol la amenaza de nuevos seres más peligrosos que el anterior no era de muy buen augurio. La pareja abandonó el lugar, dirigiéndose al final del patio, donde una gran puerta de madera los miraba desde lo alto. Hellboy sacó su enorme revolver y entró, seguido de cerca por Rebecca.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime26th Junio 2014, 17:22

- Yo siempre he creído que su problema era tener demasiado tiempo libre.- comentó, refiriéndose a enigma.

La verdad es que en Gotham abundaba la gente de ese tipo. No era la primera vez que pensaba que muchos de esos personajillos que poblaban la ciudad más oscura de américa lo único que necesitaban era un Hobby que tuviera que ver poco o nada con matar, explotar o robar a los demás. Sólo eso.

Estaban dirigiéndose a la entrada opuesta al patio, al menos hasta que un montón de raíces atravesaron el suelo y les impidieron el paso, levantándose frente a ellos como un muro de espinos que resultaba bastante amenazador. Ella se giró rápidamente, con el ceño fruncido, la mandíbula apretada y ambos revólveres ya en las manos. Estaba empezando a irritarle la interrupción constante, los ataques descontrolados, las criaturas asesinas y sobretodo el hecho de que cuando pensaba que se habían acercado un poco más a su objetivo final, algo le hiciera tener la sensación de que descendía otros dos. Observó como el árbol se mantenía severo, mientras les llamaba a la calma, y comenzaba a hablarles de todo aquello. Estaba pronunciando alguna profecía extraña y antigua, casi como escuchar a uno de esos viejos curas que estaban ya oliendo de cerca los dedos de la muerte, cuya voz sonaba como un eco a las puertas del cielo, prometiendo miserias y otras cosas horribles provocadas por el pecado. Hablaba de ellos como si fueran criaturas insignificantes, y eso, aunque la cabreó, no hizo que variara su expresión, que era severa y contenida. En sus ojos había un brillo lejano de enigmatismo, que no permitía discernir lo que ella pensaba, convirtiéndola en un ser inaccesible, como una silueta recortada sobre un atardecer rojo.

Escuchó atentamente, sin mirar ni al demonio ni al árbol, con la mirada perdida en pensamientos que se revolvían en lo profundo de su mente, agolpándose contra la barrera de su entendimiento, que con todo lo que había soportado, visto y pasado en ese día estaba siendo forzada hasta su límite máximo. Aquello estaba exigiéndola mucho esfuerzo, no sólo físico, si no también mental. A veces el cuerpo es capaz de aguantar, si la mente está controlada, y eso era lo que siempre luchaba por conseguir. Eso era lo que un Sheriff debía hacer.

Por un lado, le apaciguaba saber que Hellboy tenía experiencia, que se creía capaz de acabar con aquella cosa. Que ese monstruo iba a morir por todas las atrocidades que había cometido, y que iba a pagar frente a la justicia. Eso era lo único que a ella le importaba, cobrarse la deuda que aquel engendro había contraído al dejar a su animal a su suerte, al matar a personas y animales inocentes, sólo por su brutal estupidez. Pero cuanto más escuchaba al árbol, más se daba cuenta de que, en efecto, había cosas que escapaban a su control...

Y eso no le gustaba nada.

Cuando terminó de hablar tuvo la certeza de que hablaba de los cuatro jinetes del apocalipsis. Victoria, Guerra, Hambre y Muerte. Aquello que hasta entonces habían sido conceptos explotados para espantar a los creyentes, para provocar la sublevación al miedo, estaban cobrando cuerpo. Según aquella cosa, vendrían, y visto que estaban en plena persecución de uno de ellos, no había motivo para pensar que les estuviera engañando con los demás. No sabia hasta qué punto podrían llegar a afectar al resto del mundo, pero dudaba que pudieran pasar desapercibidos. Por más cabezas que se compraran tapando el incidente del Grand Natonal, ¿Podrían hacer lo mismo con criaturas como Guerra o Muerte? ¿Porque un exterminio? ¿Por qué ahora? Había demasiadas preguntas sin respuesta. Demasiadas incógnitas. Cuando un Sheriff se encuentra con un caso difícil, lo menos que puede hacer es seguirlo hasta el final, y en ese momento supo que su corazón estaba comprometido a hacerlo. Incluso cuando escuchó aquella premonición de muerte dedicada al demonio.

Entonces, tras un estertor que consiguió que su piel se erizara, quizá por que tuvo la sensación de que algo vivo, en el castillo entero, sufría por una intensa sensación de pérdida que pudo sentir en carne propia, un riachuelo de luces se elevó, confundiéndose con las primeras estrellas tímidas que flotaban suspendidas en una noche nublada. La Luz se volvió blanca, envolviéndolos en un instante espectral, y ella levantó los ojos hacia el cielo, dejándose llevar por aquel momento de suma ausencia. Sus ojos azules participaron de aquel instante, brillando de nuevo conscientes de las sensaciones a flor de piel. Su instinto, aquel sexto sentido que le facilitaba el trabajo, era a veces una maldición que le permitía comprender al resto de seres con intensidad suficiente como para sentir con ellos...

No miraron atrás. Continuaron andando, hacia la puerta, envueltos en un silencio sepulcral que ni siquiera el aire era capaz de perturbar. El primer sonido que fue capaz de percibir provino de la puerta de madera, que giro sobre sus goznes de una manera silbante. Aquello resultó extraño, pues no cedió como el resto de puertas, pesadamente, con un crujido, que era lo que cabía esperar de una puerta de semejante tamaño. Al abrirlo, un pasillo inmenso con arcos de piedra vacíos se extendía ante ellos, conectando al final con lo que parecía otra sala que daba a una especie de torreón que se levantaba apuñalando el cielo. El pasillo estaba iluminado por la luz blanca y fría de la luna, que se vertía entre los huecos en la piedra, dibujando en el suelo una especie de mosaico cristalino. Ella empezó a andar, en total silencio. La calma parecía retenerlo todo entre sus frágiles dedos. Su instinto de conservación la impelía a continuar en guardia, siempre en guardia. Incluso cuando aquello hubiese acabado lo estaría.

- No dejaré que te maten. ¿Lo sabes?- dijo entonces. Su sombrero dibujaba una sombra que sólo permitía ver sus labios, en un gesto inalterablemente serio - No dejé que mataran a esos caballos. Tú lo llamas temeridad. Yo deber. - explicó con un tono firme pero suave y contenido. Hubo un instante de silencio. - Igual que luché por ellos, lucharé contigo. - añadió, para luego volver a adentrarse en ese silencio suspendido. El mal nunca duerme...

Los Sheriffs tampoco.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime27th Junio 2014, 23:28

Las palabras de Rebecca eran honestas e intentaban tranquilizar y animar al demonio, pero él estaba acostumbrado a que profetizasen su muerte que ya ni se inmutaba. Simplemente la añadiría a su lista y se reiría de ella cuando todo acabase.

El enorme pasillo que se abría ante ellos parecía mejor cuidado que los otros sitios donde habían estado. Los gigantescos arcos los miraban desde arriba, vigilantes y silenciosos. Cada paso que daban resonaba a su alrededor, haciendo que pareciese que hubiese varias personas en aquel pasillo. Hellboy seguía llevando su revolver sacado y apoyado en el hombro izquierdo, atento a cualquier movimiento sospechoso o ruido extraño. Su aspecto espectral y siniestro era mucho mayor que el del resto del castillo. Aquí, el suelo de mármol era reluciente, sin apenas grietas ni roturas. Por las paredes penetraba ligeramente la luz lunar a través de alguna que otra fisura en la pared, pero no parecía que hubiese signos de batalla. El salón principal, donde las gárgolas les habían atacado estaba totalmente derrumbado, al igual que la sala donde la gigantesca araña metálica montada por el pequeño espectro había intentado destrozarlos. Allí había rastros de batalla, de antiguos aventureros o cazadores de tesoros que habían cometido el error de entrar en ese antiguo edificio de piedra. En esta sala era todo distinto. Estaba limpio, sin marcas ni señales de batalla. Una de dos, o nunca habían llegado tan lejos, o por fin encontraban una sala sin enemigos a la vista. La vaquera andaba al lado del demonio, meneando la cadera con los revólveres sacados también. Hellboy resopló y rompió el silencio.

- No te preocupes por lo que ha dicho el árbol ese. Han profetizado mi muerte tantas veces que ya me lo tomo como un cumplido. Lo que sí me ha preocupado es lo de que todos vendrán.- Sacó un enorme puro y se lo encendió con cuidado.- ¿No te importa, no? ¿Quieres?- Le ofreció un puro.- Si es cierto lo de que van a venir los cuatro jinetes es posible que necesitemos más ayuda que el simple B.P.R.D. Generalmente medimos los peligros por colores. Verde serían cosas sin mucha importancia, alguna que otra criaturita que se escapaba de un mercado o algo por el estilo. Nada que unos pocos agentes no puedan resolver. El código rojo es en lo que nos encontramos ahora mismo. Un código rojo es un ente cuyo poder es tal que incluso yo tengo problemas a la hora de enfrentarme a él. Ellos muchas veces no lo saben, pero entrar a nuestro mundo con forma corpórea es una maldición, ya que los vuelve débiles a las heridas. Muchos son inmunes a las balas o armas blancas convencionales, por eso llevamos nuestra munición especial, bendecida y traída directamente desde El Vaticano. Las navidades a veces se adelantan.

No iba a mentir a la chica. Hambre era el más débil de todos los jinetes del Apocalipsis, y les estaba dando más guerra de la imaginable. Si los cuatro aparecían tendrían que avisar al gobierno y todos los aliados que pudiesen tener. No era algo que apasionaba al demonio pero la seguridad de la tierra era mucho mayor.

- Por cierto, gracias por resolver los acertijos ahí atrás. Yo los conocía y no eran nada fáciles.- Rebecca debía darse con un canto en los dientes. Hellboy ya le había soltado dos piropos por así decirlo en lo que iba de noche. Él jamás decía esas cosas, pero el constante peligro en que ambos se habían visto envueltos desde que entraron en el castillo y en la pista de carreras había hecho que el demonio le cogiese cierto cariño a la chica rubia. En parte le recordaba a Liz. Aparentemente frágil y delicada, pero con una fuerza y un carácter imbatibles. Continuaron avanzando lentamente, con cuidado de no pisar ninguna trampa o activar algo que pudiese ponerles en peligro.



No tuvieron mucho tiempo de celebrar su momento íntimo ya que una enorme armadura de tres metros asomó tras una columna más adelante. Llevaba una espada gigantesca apoyada en el hombro y un escudo negro… ¿o era gris? Cuando se fijaron bien vieron que era un enorme escudo-espejo. Avanzó lentamente hacia ellos y con un golpe seco clavó el espejo en el suelo. Este se iluminó y tres espectros que tomaron forma física aparecieron ante ellos. Eran de color plateado, brillantes como una espada recién afilada. Después, la espada de la gigantesca armadura se iluminó de blanco y un rayo salió de ella, golpeando el techo con un sonido parecido al de una explosión. Se preparó para luchar, así como las otras tres armaduras pequeñas que habían salido del espejo. Una llevaba una alabarda, otra una espada y la tercera un enorme hacha de guerra. Avanzaban al compás hacia ellos, dando un paso con la pierna derecha y otro con la izquierda pesadamente. No parecían ser especialmente rápidos, pero un golpe certero con esas armas y fin del juego, al menos para la pequeña vaquera. La gigantesca armadura esperaba detrás de sus invocaciones, inmóvil, expectante, como una madre que espera que sus crías se alimenten primero.

- Qué cagarro…- Hellboy desenvainó con la mano de piedra el espadón y apuntó con "El Samaritano" con la mano izquierda. Disparó contra los pequeños seres que avanzaban hacia ellos, y las balas rebotaron en su superficie, dejando una pequeña marca humeante.- Esto no me gusta nada.

"El caballero del espejo":
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Normas del post:

… Sobrevive como puedas.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime30th Junio 2014, 17:35

Allí la cosa empezaba a cambiar. En lugar del montón de escombros que habían estado encontrándose desde que llegaran, la sala no mostraba ningún tipo de deterioro. Estaba prácticamente entera, y hasta el mármol que surcaba el suelo parecía tener su mantenimiento, pulido y bien cuidado. Al darse cuenta, arrugó levemente el labio, mirando a su alrededor. Definitivamente eso no le hacía gracia, aunque aún no sabía muy bien el motivo. Quizá fuese una cuestión suya, pero no dejó de tener la sensación de que aquello no era lo que cabía esperar, y menos habiendo visto todo lo anterior. Aquello estaba en la ruin ruina. ¿Cómo había podido mantenerse en tan buenas condiciones esa zona en concreto?

Pero no le dio mucho tiempo a elucubrar más. Hellboy le contestó, mientras ella le miraba por el rabillo del ojo, haciendo que su mirada pasara desapercibida por la sombra que mantenía el sombrero sobre su rostro.

- Claro, disfruta el momento. - dijo ella, mientras él se encendía el puro. Luego negó con la cabeza, en un suave gesto.- No, gracias. Sólo fumo en momentos especiales. - contestó declinando su oferta, con bastante educación.

Cuanto más sabía de ese Demonio, más curiosidad tenía. Por cómo hablaba, no era la primera vez que se veía metido en líos de ese tipo, era su trabajo, pero el hecho de que pareciera preocupado con lo que tenían entre manos generó en ella un poco de desasosiego. Ella no estaba hecha del mismo material que el demonio. Él apenas parecía cansado y tenía ya un rodaje en todo eso. Ella apenas era capaz de comprender de que iba todo, y aunque su instinto se estaba portando, su cuerpo empezaba a resentirse. Mañana le dolería sin duda. Pero temía que llegase el momento en que su cuerpo le dijera: "Hasta aquí hemos llegado por hoy"

Estaba convencida de que, de ser eso lo que pasara, no iba a ser muy divertido. Así que no había opción. Echó otro pequeño trago a la petaca de agua bendita que volvió a guardarse. Antes le reventaba el cuerpo y se la comían los chacales que permitir que ese malnacido de Hambre se saliera con la suya.

- No hay de qué, vaquero. - respondió adulada, cogiendo con dos dedos su sombrero y agradeciendo sus palabras al estilo vaquero. La sonrisa se evaporó en sus labios con rapidez, mientras continuaba andando. - Algo me dice que este malparido cobarde no se escudaría tanto detrás de esas criaturas si no...- pero la frase se quedó suspendida en el aire, cuando escuchó una de esas pisadas metálicas sobre el suelo.

Abrió la boca levemente, mientras seguía la figura que aparecía tras una de las columnas. Aquella cosa debía medir casi el doble que ella. Llevaba un espadón enorme y una especie de escudo pulido. Sólo cuando lo apuntó hacia ellos se dio cuenta de que se trataba de un espejo. Ella resopló claramente hastiada, mientras esa cosa invocaba rayos y sacaba otras tres armaduras completas de la nada. Apretó las manos, y detuvo su avance, afianzando las piernas sobre el suelo con ángulo suficiente para que sus pies estuvieran paralelos a sus hombros. El demonio las disparó consiguiendo que apenas se ralentizara su avance, causando unas pequeñas abolladuras con una quemadura a su alrededor, pero sin causar ningún daño. Ella negó con la cabeza, mientras estudiaba la situación, apretando los labios. Estaba empezando a cansarse, y esta vez no tenía nada que ver con el cuerpo.

- En cada cuarto, en cada esquina, en cada pasillo. ¿Esto es así siempre? - preguntó, con un ademán de cabreo contenido, mientras sacaba la escopeta que llevaba a su espalda, y la recargaba, a medida que ellos avanzaban a su posición. - Están empezando a cabrearme...- añadió en un tono entre dientes que sería capaz de poner los pelos de punta al mismísimo jinete.

Sin esperar a ver que hacía Rojo, avanzó hacia ellos, de cara y cuando estaba lo bastante cerca, una salva de perdigones impactó a sendos lados, derecha e izquierda, haciendo que esos dos caballeros dieran un paso hacia atrás retrasándolos levemente. Eso era lo único que quería hacer. Colgándose rápidamente la escopeta a la espalda desenfundó los dos látigos y los chasqueó, cogiendo ambos pies de la figura que quedaba al centro. Una línea negra salió al contacto con el bruñido metal, pero no pareció hacerle más daño que ese. El central elevó la espada, dispuesto a cortar las ataduras. Con un movimiento rápido, enrolló parte de los látigos en su antebrazo y entonces, tiró con todas sus fuerzas. Las piezas de las espinilleras salieron volando hacia ella, y el resto de la armadura calló con gran estrépito hacia atrás. Con un movimiento las piezas de metal quedaron tendidas en el suelo dando vueltas sobre sí mismas. Ella cogió aire mientras retrocedía un par de pasos, para tener margen de movimiento. Aquellas cosas estaban huecas, y ya había visto lo que eran capaces de hacer los esqueletos. Quizá las armaduras también pudieran hacerlo.
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime1st Julio 2014, 10:54

Spoiler:

- En cada cuarto, en cada esquina, en cada pasillo. ¿Esto es así siempre? Están empezando a cabrearme...- La vaquera sacó la escopeta y la cargó con el típico gesto de película.

- No te haces a la idea…- Y enfundó "El samaritano", quedándose con la espada y su mano de piedra. La vaquera se lanzó a por las tres estatuas que avanzaban lentamente hacia ellos, disparando con la escopeta y haciendo chasquear el látigo con fuerza. Una de las estatuas se cayó hacia atrás, derrumbándose y desarmándose gracias a unos rápidos movimientos de la vaquera. Hellboy se lanzó a por la que tenía el gigantesco hacha de guerra, parando su impacto con la mano de piedra mientras le asestaba un golpe lateral con el espadón. No logró atravesar la dura coraza de la estatua, pero dejó una marca negruzca en ella debido al agua bendita que había santificado la hoja. Este le miró profiriendo un grito profundo y grave.- Cállate lata de conservas, o te abriré como unos vulgares berberechos.

Se deshizo del hacha y le propinó un fuerte puñetazo en todo el yelmo. La armadura trastabilló un poco hacia atrás, y el demonio lo aprovechó para propinarle un fortísimo golpe con el canto del espadón, impulsándose desde atrás, golpeándole en el yelmo. El peso y la fuerza provocaron que el espadón atravesase el yelmo hasta la mitad, partiéndolo en dos, mientras el caballero gritaba y con la mano libre se tocaba la zona dañada. "Rojo" sacó "El Gran Bebé" y le disparó a boca jarro en todo el pecho, desarmando la armadura en mil pedazos. El yelmo se quedó allí enganchado en la espada y con un par de sacudidas cayó.

Se giró hacia la vaquera justo a tiempo para frenar el golpe de la alabarda del tercer soldado. Este era más alto y delgado que los otros dos. Más ligero, más rápido, pero también más débil contra un ataque fuerte. Hellboy bloqueó un par de golpes e intentó devolvérselos, pero tenía un pequeño escudo redondo con el que bloqueaba los ataques del demonio.

- ¡Empiezo a estar muy cansado de toda esta mierda!- Y empujó con fuerza al tercer soldado, cargando su puño de piedra y propinándole un fuerte derechazo que lo hizo caer frente a la vaquera. Un fortísimo sonido pesado resonó en la espalda del demonio, y una pequeña nube de polvo le rodeó. Se giró para ver el gigantesco espadón de la armadura de tres metros que se había acercado silenciosamente hasta ellos. No le había cortado en dos de milagro, y gracias a que el suelo frenó el espadón antes de que llegase entero al suelo su cola permaneció intacta. Más allá del espadón pudo ver cómo la armadura del hacha comenzaba a rearmarse, cerrando el impacto recibido con el enorme cañón.- Te gusta lo de ser un cabronazo silencioso para tu tamaño, ¿verdad espejito mágico?.

Golpeó con fuerza el espejo, y sintió como toda la fuerza que había usado contra él le golpeó de vuelta. Se quedó completamente bloqueado y volvió a golpear tres veces más, con el mismo efecto. Rodando por el suelo esquivó un nuevo golpe de su espadón, mientras le seguía con la mirada lentamente.- ¿Pero qué coj…? ¡Vaquera! ¡El cabronazo este tiene un escudo mágico! ¡Si disparas contra él o le golpeas te devolverá todo! ¡Hay que buscar otra manera de matarlo antes de que seamos el plato del día!- Retrocedieron poco a poco, uno al lado del otro, mientras las pequeñas armaduras volvían a reconstruirse tras el gigantesco monstruo que avanzaba hacia ellos, con el escudo-espejo por delante, provocando que se viesen reflejados en él.- Estos hijos de puta nos están jodiendo a base de bien… Vamos a tener que matar al grande primero u olvídate de los otros…- Sacó las granadas que le quedaban y tiró de un cable que unía todas las anillas.- Voy a tirar esto ahí en medio. Será mejor que te alejes a la de ya. Yo soy ignífugo así que no me harán nada las granadas, pero seguramente quede medio inconsciente por la explosión. Tendrás que intentar matar al gigante. ¿Cómo? Prueba atacándole desde la espalda. Métele esta granada santificada o algo por el estilo, pero hazlo rápido, no tendremos muchas más oportunidades y estas son las últimas granadas que me quedan. Se activa girando la cruz y sacándola. Está rellena de agua bendita, tréboles de cuatro hojas, un par de relicarios y mucho explosivo. Es lo mejorcito que tenemos, así que no la desperdicies.

"Santa Granada":

Hellboy le lanzó a Rebecca una granada de color dorado con una cruz grabada sobre ella y se dirigió hacia las armaduras. Esquivó un par de estocadas y recibió un fuerte corte en la espalda por parte del soldado del espadón, lo que provocó un grito ahogado por parte del demonio. Rodeó el enorme escudo-espejo del gigante justo a tiempo para que las granadas estallasen. Una fuerte y enorme explosión iluminó la sala entera, y varios trozos de metal y piedra salieron volando. Era el turno de la vaquera. Hellboy quedó tumbado en el suelo, humeante cual filete en una barbacoa, y con el borde de los cuernos al rojo vivo.

- Eso me va a dejar marca...

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime1st Julio 2014, 12:05

Aquello se estaba convirtiendo poco a poco en una lucha encarnizada, y cada vez que el demonio tomaba parte en ella, las filas enemigas se mermaban bastante rápido. La verdad es que la Beefmaster era un buen aliado para tenerlo a tu favor. Cuando golpeó al tipo de la alabarda, ella rodeó sus piernas con un látigo, para impedirle moverse, y así la armadura dejó de ser un blanco móvil y se convirtió en un puching ball que reventó haciendo llover entre ellos un puzzle de metal. Ella sí se percató de que la gran armadura iba hacia Rojo, pero con todo el estrépito que estaba montando, no la oyó gritar para advertirle y estuvo a punto de perder el rabo en el intento.

Entonces se percató, al mismo ritmo que él golpeaba con la mano de piedra sin hacer el menor rasguño a la superficie pulida, que aquella cosa le resistía los golpes. Hellboy se giró hacia ella, al tiempo que empezaba a darle indicaciones frenéticas. Ella le miró, con los ojos entrecerrados, cuando le explicó que aquella cosa no sólo repelía, si no que devolvía los golpes. Escupió a un lado, apretando los dientes. Aquello era una cabronada.

Todo sucedió muy rápido, cogió la granada y en lugar de retirarse, como él le recomendó, corrió hacia un lateral parapetándose tras una de las columnas. Se quedó allí agazapada, con las manos en torno a la cabeza y las piernas flexionadas, esperando oír la explosión. La deflagración abrasó los laterales de la columna y fue como atravesar un vendaval ardiente, como una jornada de trabajo sin descanso en pleno desierto de Arizona, en un instante. Se le secaron los labios, y su cuerpo comenzó a sudar, la ropa pegándose a su cuerpo entre la humedad que aún le quedaba por la lluvia, el sudor del ejercicio, el vino, el aceite y todas las cosas por las que había tenido que revolcarse. Entonces asomó la cabeza. Las tres armaduras estaban en el suelo, contorsionadas sobre sí mismas como un chiste mal contado. El metal que había en ellas estaba deformado en un millar de pétalos de bordes irregulares, que se combaban hacia fuera, hacia dentro, aserrando sus superficies. La grande estaba inclinándose hacia atrás, y como a cámara lenta, vio como tropezaba con un escombro y comenzaba a caer irremediablemente y con todo su peso, sobre el suelo.

La vaquera se levantó, como impulsada por una necesidad más fuerte que ella. Era el momento, el mejor momento. Salió de detrás de la columna, a la altura de su hombro, saltó sobre su brazo, que terminaba de golpear el suelo con estrépito, y de una tremenda patada, cuyo impulso parecía capaz de hacer temblar los cimientos de aquel ruinoso castillo, mandó el yelmo de la armadura hacia la pared contraria. Al contacto con la bota de cuero, aquello pesaba muchísimo, pero consiguió lanzarlo despedido a un par de metros. Su pié se resintió por semejante golpe, pero no tenía tiempo para el dolor. Giró la cruz, la sacó y la introdujo en el interior de la carcasa vacía, haciendo un ruido como el de una bala que resbala por una mesa.

Un chillido, como de metal contra metal, hizo temblar las paredes de la habitación, mientras la gran armadura trataba de levantarse. Clavó sus piernas en el suelo, pero entonces se dio cuenta de que tenía el escudo sobre ella. En ese mismo momento, el yelmo sobre el suelo comenzó a temblar. La vaquera escuchó, como si todos sus sentidos sólo tuvieran eso presente, cómo el ruido deslizante se acercaba hacia la boquilla. Cuando vio el brillo dorado de la granada, a punto de salir por el cuello de la armadura, la pieza de metal de la cabeza voló hacia ella, encajándose a la perfección, dejando la Santa Granada sellada en el interior.

Ella apenas tuvo un instante para decidir, e hizo lo único que le pareció adecuado, saltó sobre la gran armadura, quedando tendida sobre el espejo que era capaz de repelerlo todo. No sabía lo que esa granada era capaz de hacer, pero había visto aquella cosa, y poseía un espejo igual en su interior. De manera que funcionaba en las dos direcciones. Eso la protegería. Al menos eso pensó ella.

Al tiempo que su cuerpo se ponía en contacto con la superficie del espejo, se oyó una enorme detonación, un grito inacabable se levantó desde la armadura y un humo de color blanco salió despedido de todas sus juntas, envolviéndola en vapor. Después de unos instantes inacabables aquella cosa dejó de moverse, sus piezas parecieron abandonar el volumen que tenían, y aunque permaneció montada, quedó claro que lo que fuera que hubiera en su interior había abandonado para siempre esa carcasa. Ella se levantó sobre el espejo, observando su propia imagen. Luego buscó a Hellboy, que estaba aún con los cuernos al rojo vivo (que coincidencia, ¿no?) y aparentemente incorporándose. Parecía mentira que hubiese sobrevivido a algo así, pero últimamente se estaba hartando de ver cosas como esas.

Ella se retiró el sombrero, cogiéndolo con cuidado, mientras su pie dañado se aquejaba del esfuerzo y su cuerpo temblaba del calor, el ejercicio y la tensión. Saludó con él como saludaba desde lejos, dedicándole una sonrisa genuina al demonio, hasta que con un crujido como del hielo al partirse, esa expresión se volatilizó en un instante. Su rostro pareció vaciarse, sus ojos vidriosos se abrieron sin mirar a ninguna parte, y quedó paralizada unos segundos, antes de que sus párpados se deslizaran sobre ellos cubriéndolos de sueño mientras su cuerpo caía inconsciente sobre la superficie del espejo, que había comenzado a brillar. Su boca entreabierta dejó escapar el aliento cálido que empañó la superficie pulida, en una nube de neblina.

Una especie de hilos de plata salieron despedidos del escudo, hilando poco a poco el cuerpo de la vaquera, intentando sujetarla contra la superficie. Ésta se volvió inmaterial, como un mar de plata líquida, que comenzó a hundirla lentamente en ella. Sus ojos azules se reflejaban en las mareas de metal que parecían dispuestas a tragársela. La vida en ellos parecía extinta.

En algún lugar cercano, junto a la armadura, el relicario contra maldiciones se extendía sobre el suelo con la cadena rota...
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime1st Julio 2014, 14:56

Todo se veía blanco. Una luz cegadora que no dejaba ver absolutamente nada. Un ligero pitido sonaba en el oído de Hellboy mientras recuperaba el aliento poco a poco. La luz desapareció dejando a la vista el techo de la sala en la que se encontraban. Todo estaba borroso, y escuchaba sonidos metálicos de fondo, apenas imperceptibles. Levantó ligeramente la cabeza, y vio a Rebecca saltando y corriendo cerca de él. Desapareció de su vista al cruzar por encima de su cabeza y esperó. Un enorme fogonazo y un sonido lejano de explosión anunciaron que había estallado la granada que dio a la vaquera. Poro a poco, se levantó, con el oído aún algo tocado de la primera explosión. Estaba ligeramente mareado. Fue a articular palabra y vio como la vaquera era envuelta en una red de color plateado que salía desde el escudo del gigante.

No se movía, permanecía allí quieta, siendo lentamente arrastrada por las cuerdas. Hellboy se dirigió hacia ella lo más rápido que pudo, pero sus pasos eran lentos y pesados. Intentaba con todas sus fuerzas alcanzarla, estirando su brazo de piedra hacia ella. El sonido ambiente comenzó a regresar y su vista fue poco a poco recuperándose, haciendo las imágenes más nítidas. A Rebecca le quedaba poco tiempo. Tenía que alcanzarla. En un último suspiro, cogió la mano de la vaquera y tiró de ella. El espejo la había atrapado y envuelto casi en su totalidad. El demonio apretó los dientes y apoyó su pie contra los bordes del escudo tirando de la vaquera, ahora cogiéndola por el tórax.

- ¡Oh no amigo mío! ¡No te la vas a llevar mientras esté yo aquí!- Tiró de ella, provocando que algunas de las lianas que la envolvían se rompiesen. Entonces comenzaron a extenderse por sus brazos y su pie. Su enorme fuerza empezaba a fallar, sintiendo que el espejo le absorbía con una fuerza descomunal. Tiraba y tiraba, pero parecía inútil.- ¡Maldito cabrón!- Y con un sonido seco, ambos fueron absorbidos por el espejo.

Hubo un fuerte destello, la sensación de caída y luego, el contacto con algo frío en la cara. Hellboy se levantó con cuidado y miró a su alrededor. Estaban en una gigantesca caverna, con enormes estalactitas de mil colores. Miró al suelo y vio el vacío. Era una superficie totalmente plana de color negro, donde se veía reflejado. Unas láminas poligonales flotaban alrededor de él, girando sobre sí mismas. Se miró en la más cercana y lo que vio le dejó helado. Sus dos cuernos le recorrían toda la parte superior de la cabeza, y una corona de fuego descansaba en ella. Instintivamente se llevó las manos y los notó. Sus cuernos estaban ahí. Largos y relucientes. Los dibujos de su mano de piedra brillaban como si hubiese fuego en ellos, brillando y parpadeando. Vio que tampoco tenía su gabardina puesta. Llevaba los pantalones, pero sus bolsillos estaban totalmente vacíos. "El Samaritano" descansaba en el lateral de estos. Abrió la boca y una bocanada de humo rojizo salió de ella. Sus ojos brillaban como dos faros en la noche.

- ¿Qué demonios está pasando?- Un momento. ¿Y la vaquera? Hellboy miró a su alrededor buscándola. Comenzó a andar y se fijó que el suelo producía ondas como cuando pisas el agua. Las estalactitas comenzaron a moverse ligeramente, contrayéndose y provocando que naciesen unas nuevas. Un par de estalagmitas salieron del suelo y subieron hacia el techo, mostrando toda clase de reflejos y colores. Estaba lo suficientemente cerca como para que "Rojo" la mirase. Se vio reflejado en todos y cada uno de los pequeños espejos. En cada uno, se vio de una manera distinta: normal, como estaba ahora, siendo una calavera, con media cara podrida, con las cuencas vacías y sangre saliendo de ellas… No le gustó ni un pelo el aura que se respiraba allí. Por cómo se vio dedujo que mostraba la verdadera naturaleza de cada uno, el cómo era cada uno realmente por dentro.

Finalmente, tras rodear el gigantesco pilar de piedra que había aparecido vio un cuerpo tumbado en la lejanía. Aquella debía ser la vaquera sin duda. Se apresuró y aceleró el paso en dirección al cuerpo. Cada pisada retumbaba en la gigantesca caverna, perdiéndose en la distancia, produciendo miles de nuevas ondas que recorrían el suelo bajo sus pies. No tenía ni idea de qué demonios era aquel sitio, pero n le gustaba lo más mínimo.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime1st Julio 2014, 19:09

No fue capaz de sentir los tirones. Tampoco la sensación de ahogo, ni la fuerza con que el Demonio la tenía asida. Su cuerpo flotaba en una especie de limo negro, como hundiéndose totalmente en un pozo de brea, sólo que sin el fuerte olor a alquitrán. No oyó el golpe contra el suelo, para ella solo había ingravidez. En su interior se preguntaba si tendría los párpados cerrados, o acaso la negrura lo envolvía todo. Por un instante tuvo la certeza de que se quedaba ciega, pero su cuerpo no hizo nada por responder a esa amarga imagen. Sólo se dejó abandonar a esa extraña sensación de peso, suspendida en la fresca sensación de ausencia que no le permitía sentir nada.

Entonces abrió los ojos, como extraída de un sueño profundo del que no debía salir, alterada, como todo sonámbulo al que despiertan de una pesadilla a la fuerza, en lugar de con la delicadeza necesaria para no alterar su mente en el delicado pero definitivo salto de la conciencia a la inconsciencia. En torno a su cuerpo, su ropa desaparecía. Se convertía en ceniza, en polvo, que esa oscuridad negra, inacabable, devoraba. Sujetó con ansiedad su camisa, volatilizada entre sus manos. Instintivamente fueron hacia sus revólveres, y al sujetarlos el humo del que estaban fabricados se escapó de entre sus dedos, dejándole una inacabable sensación de pérdida. Trató de abrazarse a sí misma para evitar que el resto de cosas corrieran la misma suerte, pero el tacto de piel con piel la convenció, sin asomo de duda, de que sin importar qué hiciera, su ropa desaparecía. Sus lágrimas se perdían en aquel universo niste, y sus gritos no sonaban, por fuerte que gritara. Por sangre que aderezara su voz en un esfuerzo por escuchar sus propias palabras. En un último intento desesperado, sujetó con la mano la estrella, que se dobló bajo la presión de sus dedos, siendo lo último en desaparecer, clavando sus uñas en su propia carne, ahora salpicada con el tierno rocío carmesí de su sangre. Su cuerpo se cedió hacia dentro, cuando se supo del todo desnuda. Se hizo menuda, y pequeña...Pero ella no. Ella no desaparecía.

Sólo TODO lo que ella era...

Su cuerpo tocó por fin el fondo de esa niebla atezada, sin sensación de frío, ni calor. Tendida, con la boca entreabierta de la que desconocía si salía aliento alguno, sus ojos vidriosos incapaces de ver mas allá de la nada absoluta.

...

Oyó, lejanamente, unas pisadas que se acercaban a ella. Como si estuviese metida en un túnel y alguien corriese una frenética carrera al aire libre, justo encima. Sujetó su sombrero y lo encasquilló bien sobre su frente, antes de hacer un esfuerzo tremendo por levantarse. Colocó su estrella derecha y comprobó que los revólveres danzaban en sus manos con la rapidez de costumbre. Las heridas que había sufrido habían desaparecido, y ya ni el polvo ni la sangre salpicaban su vestimenta. Estaba allí, erguida y orgullosa. De lo que era, de lo que representaba. Aún recordaba para qué había ido hasta allí, y ese malnacido no conseguiría darle su brazo a torcer.

Ahora más que nunca, era PODEROSA.

Contempló entonces que el demonio se acercaba a ella, pero en la medida en que le seguía con los ojos mientras se aproximaba se percató de que no sólo no podía mover los pies de donde estaba, si no que también lo veía de lejos, inclinado en un ángulo raro, sobre aquel espejo de ónix negro que les rodeaba y les envolvía. Como visto a través de un reflejo. Entonces se encontró de cara con la figura que había ahora a los pies de Hellboy...

La incredulidad deformó su expresión, hasta convertirla en una máscara. No podía creerse lo que veía. Las manos le cayeron lánguidas en torno al cuerpo mientras observaba aquel pequeño rostro que la miraba a ella, con ojos muertos, al otro lado de la pared...

...

Sin duda al principio, pensaría que su cuerpo reposaba lejos, muy lejos de él. A medida que se acercara a la carrera, la urgencia de su precipitada marcha le haría darse cuenta de hasta que punto se había equivocado, y al llegar a su altura, seguramente sería incapaz de permanecer impasible, por monstruos, espectros o cualquier otra cosa que hubiera visto el Demonio en toda su vida.

El diminuto cuerpo desnudo de la niña estaba tendido, de lado, sobre el suelo de ébano inacabable. Sus manos y piernas se extendían sin orden, aunque su fragilidad permitía pensar que había sido depositada con delicadeza. Su melena rubia era como un manojo de cebada recién cortado, como un recuerdo de rayos de sol en esa penumbra. Sus ojos abiertos, sin moverse, estaban cristalinos, y de ellos se deslizaban lágrimas que no necesitaban de la ayuda de los párpados para desprenderse. Su pequeño rostro, dulce como pocas cosas, estaba salpicado de marcas, tenía un labio partido y de él se deslizaban ríos de sangre. El cuerpo de la pequeña, cubierto de señales, temblaba incontrolable, y de sus diminutos labios parecían salir murmullos que rezaban miserias pasadas, pero que el Demonio no podría entender ni metiéndose en el pequeño corazón que latía, exhorbitado, en el interior de su pequeño torax.

Sus ojos hicieron contacto entonces con el reflejo unido a esa exánime figura, que desde el otro lado del suelo los miraba, encendidos como dos llamas amarillas capaces de hacerlo arder todo entrando en contacto con dos cristalinos lagos de clareados azules. La Sheriff y el se encontraron, cada uno a un lado del espejo negro, incapaz de comprender lo que sucedía, y volvió a mirar a la pequeña criatura a sus pies, que aún no había cruzado su mirada con Hellboy, a pesar de tener la extraña impresión de que ya sabría que estaba allí.

Desde el otro lado, en el reflejo de esa superficie, como una guardiana silenciosa, la figura de la Sheriff contemplaba fría y serena la presencia de la dulce niña destrozada...
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime2nd Julio 2014, 10:33

Hellboy recorrió los últimos metros que le separaban de ella. Allí, totalmente desnuda, la pequeña Rebecca estaba tumbada de lado, frágil… ¿muerta? No. Respiraba. Tenía el cuerpo cubierto de marcas. Hellboy la miró y luego miró su cuerpo. El suyo también tenía marcas. Todo su cuerpo estaba recubierto de pequeños relieves que dibujaban señales y cosas en el lenguaje del infierno. Su mano era posiblemente la parte más marcada de este. No sólo por ser de piedra, sino por las marcas, los relieves que ardían como el fuego en ese momento. Se dio cuenta de que en el fondo ella y la pequeña vaquera no eran tan distintos. Ambos tenían un "demonio" que intentaban esconder dentro. En su caso era mucho más exagerado, pero ahora que veía cómo era en realidad Rebecca…

Se agachó sobre el pequeño cuerpo. La antes escultural mujer ahora no era más que una pequeña niña de unos siete años. Estiró su mano izquierda para intentar asustarla lo menos posible. Qué tontería. Como si los gigantescos cuernos y esa corona ardiente no lo fuesen a hacer.

- ¿Rebecca? Rebecca, ¿te encuentras bien?

"Rojo" cerró los ojos y puso un rostro serio. Se concentró fuertemente y los abrió de nuevo. Ahí, delante de él, estaba la sheriff. Se levantó y la miró. Su rostro era serio, impasible, socarrón. El demonio se levantó y avanzó hacia ella.

- Veo que no has cambiado aquí abajo… ¿O tal vez sí?- Miró al suelo, al reflejo de la vaquera. Allí, la pequeña niña estaba tendida de lado, sin moverse.- Así que eso es lo que tratas de esconder… En el fondo eres una niña asustada, que ha sufrido lo indecible y que nunca podrá crecer. No eres la primera persona con trastornos que conozco. Sé que no es algo que tú hayas elegido. Pero muchos de nosotros no somos lo que nos gustaría haber elegido… ¿Y ahora qué va a pasar Rebecca? ¿Cómo puedo hacer para que no pierdas la cordura más aún cuando te toque? No voy a dejarte aquí abajo. Nadie sale de aquí abajo… A menos que ya lo hayas hecho una vez.

Con un paso lento, comenzó a dar vueltas alrededor de la vaquera. Él ya había estado en esta especie de limbo. Su nombre real era algo casi impronunciable, pero a él le gustaba llamarlo "La caverna del alma". Era un lugar donde miles de almas perdidas terminaban por llegar debido a la locura o la muerte. Había cientos de portales a ese mundo. La verdadera razón por la cual era imposible salir es porque mucha gente no era capaz de ver cómo son en realidad. Cuando se mostraba su verdadero ser, todos se volvían locos. En la vida real, muchos pueden ocultar sus verdaderos temores o su verdadera cara con miles de máscaras, mentiras o comportamientos inexistentes. Pero en aquel mundo eso no sucedía. Ese lugar te mostraba tu verdadera identidad, tu verdadero yo. La primera vez que Hellboy cayó en él, estuvo a punto de no salir jamás.

- Aquí, uno se ve tal y como és. El otro lado del suelo es como somos en realidad. Y en este lado muchas veces está la otra parte, especialmente de la gente con problemas mentales. Los hay que tienen múltiples personalidades o formas de actuar, por eso está todo lleno de espejos. Nadie sabe cuántas formas tienes dentro de tu alma. Mírame a mí. ¿Crees que es sencillo ser como soy? ¿Sabes cuál es mi cruz Rebecca?- Y estiró su brazo de piedra, moviéndolo lentamente ante ella, doblando los dedos.- Saber que, por mucho que defienda este mundo, tarde o temprano seré el causante de su destrucción y aniquilación. Soy la llave que abrirá el apocalipsis. Soy aquel que hará que el mundo tal y como lo conocemos sucumba y desaparezca bajo un mar de fuego y muerte. Y sin embargo, lo defiendo de todas esas criaturas malignas que se cuelan, lo defiendo de todos esos monstruos que sólo aparecen en las pesadillas. ¿Por qué lo hago?- Se acercó lentamente hasta estar a escasos centímetros de la cara de la vaquera. La luz que salía de sus ojos iluminó ligeramente las mejillas de la muchacha, y cuando abrió su boca la luz que emanaba de ella como si hubiese fuego también.- Porque tengo la esperanza de que algún día, una de esas cosas a las que me enfrento me mate, y así nunca tenga que destruir este mundo por el que lucho.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime2nd Julio 2014, 13:42

Todo sonaba distorsionado, como escuchar una voz que te llama mientras estás sumergido en una piscina. No entendía qué estaba sucediendo, pero cuando oyó su nombre pronunciado hacia ella, sus pupilas se contrajeron, como las de un animal salvaje acorralado por el fuego. Entonces se percató de la unión que existía entre la figura de aquella diminuta criatura apaleada y la suya. Su rostro, muestra de la misma incomprensión, se vio reflejado en sus propios ojos azules y entonces sintió como una puñalada que la dejó sin aliento. No podía ser verdad. Eso no era ella.

Apoyó las manos contra la superficie que la mantenía atrapada, mientras trataba de traspasar aquel eterno reflejo negro, para demostrarle que se equivocaba...

Porque ella era la Sheriff. Era la Ley. Era el Orden. Fiera. Poderosa. Indestructible.

Cuando intentó hablar, sus labios se movieron enérgicamente, pero desde el otro lado del espejo, Hellboy se percataría de que sólo los veía, pero no oía el sonido de su voz. Entonces, un suave murmullo se levantó justo a su espalda. La niña, aún temblorosa en el suelo, intentaba musitar algo entre esos labios partidos que no parecían poder hacer nada por dejar de sangrar. Oyó su aguda voz de flautín, incapaz de articular una palabra que él pudiera comprender, mientras la sangre se entremezclaba con lágrimas nuevas, que se deslizaban por todo su rostro, creando un charco sobre su fina nariz, para luego arrojarse como una fila de suicidas cristalinos contra el suelo.

La Sheriff, al otro lado, apenas era consciente de muchas de las cosas a las que se refería. Pero supo leer la confesión que esgrimían sus palabras, que le cayeron como un jarro de agua fría, haciéndola sentir escalofríos. Su boca se entreabrió al tiempo que una tenaza ardiente se apoderaba de su pecho. Sintió la necesidad de jadear, y al aguantarla, sus pulmones le quemaron haciendo que su respiración sonara silbante. Se encontró con una mano agarrada a su pecho, en busca de la estrella, y se sintió pacificada por su tacto, al saber que estaba allí. Una mano fue tendida hacia el demonio acariciando la enorme mano de piedra que ella veía reflejada, y ante esa carencia de tacto, pasó lo inimaginable...

Una lágrima se deslizó por la mejilla de la Sheriff, y luego otra y otra más...

A su espalda, la respiración acompasada de la niña dio un estertor, se detuvo por completo unos segundos y luego, con la ansiedad de un naufrago a punto de ahogarse la niña llenó de aire sus pulmones con una inspiración angustiosa que seguramente le abría abierto un poco mas la brutal herida de su labio. Su llanto se detuvo, con una expresión horrorizada, mientras su pequeño cuerpo se llenaba de aire como si estuviese a punto de reventar, quedando tendida boca arriba, mirando la inacabable cúpula de oscuridad.

Al otro lado del espejo la Sheriff golpeó furiosamente la superficie, tratando de hacer que el Demonio la mirara. El sombrero había sido retirado hacia atrás, dejando ver su rostro empapado de lágrimas. En cuanto lo hizo, ella hizo un gesto claro y definitivo, aunque sus manos temblaban al ejecutarlo. Levantó ambas poniéndolas frente a su cabeza, como si sostuviera algo invisible entre ellas, entonces cerró sus ojos deteniendo momentáneamente su llanto e inclinándose hacia delante, acercando la frente a lo que fuera que debía haber en esas manos...

El demonio, quizá lo comprendió...

La pequeña apenas fue consciente de todo el proceso, pero notó el calor envolviendo su cuerpo desnudo, mientras trataba de recuperar una respiración que hasta entonces no había tenido. Sus ojos azules, abiertos como dos gemas acuosas aún eran incapaces de ver nada. Un dolor intenso la recorrió el pecho, mientras se agolpaban en su cabeza imágenes que eran recientes como sus heridas, e igual de inalterables a pesar del paso del tiempo. Notó el aliento cálido impactar contra su rostro, y sin embargo, sus ojos congestionados de tinieblas percibieron su vaho de color rojo. Entonces percibió el tacto en su frente de aquella cornamenta lisa. Su pecho se elevaba nerviosamente, mientras pasaban los segundos, totalmente embriagada de ese contacto. Cerró los ojos, intensamente, incapaz de derramar más lágrimas, y al volver a abrirlos, se vio milagrosamente dotada de vista, y observó como si fuese la primera vez que veía todo.

- ¿Trenza?....- musitó entonces, las frentes aún unidas. sus pequeñas manos, frágiles como dos ramas finas se elevaron sobre su rostro y se asieron a los dos cuernos de Hellboy, tan delicadamente como si fuera a hacerle algún daño a la increíble cornamenta del demonio.

Si Él era capaz de mirar al suelo, se percataría de que la figura de la Sheriff iba empequeñeciendo por momentos, mientras esos ojos azules, antes muertos, iban cobrando vida frente a él. A su misma vez, la Sheriff pareció agotarse repentinamente, mientras en sus manos y en su rostro iban apareciendo, marca tras marca, hasta que su boca comenzó a sangrar. Al encontrar de nuevo los dos soles amarillos de su mirada con los de la niña, encontraría su rostro, perfecto e infantil, como siempre debió haber estado. Tan sólo duró un instante de confusión.

- Trenza...- a pesar de haber recobrado la vista, los ojos de la niña parecían traspasarlo, mirando algo mucho mas allá de su presencia. Su voz sonaba infantil, como agua correteando en una fuente. - Te quiero...- dijo... haciendo que su voz sonase tan virginal que hacía sentir pecador a quien la escuchara. La sonrisa que se dibujó entonces en su rostro no volvería a repetirse. El amor que había en ella iba mas allá del entendimiento humano, entregaba con ella fidelidad, protección, y con todos los buenos sentimientos que albergaba, también su pequeño corazón. Sus ojos azules se encendieron de claridad, y esta vez si parecía que miraba al enorme demonio con quien mantenía el contacto - Te quiero...- repitió esta vez, y su voz sonó mucho más madura, al tiempo que su cuerpo empezaba a crecer, alargando sus miembros, llenando sus piernas, sus caderas y sus pechos que hasta entonces habían permanecido vacíos.

Sus manos se deslizaron sobre la cara del demonio mientras aquella forma intermedia, como recién entrada en la adolescencia, se abrazaba a su rostro con una dulzura inconcebible. Cada golpe de aliento sobre ella hacía que su piel se pusiera de gallina, pero no parecía importarle. Sujetó con ansiedad el rostro anguloso de él, como si fuese a deshacerse también entre sus dedos.

- No entienden el mundo como yo... Nadie lo comprende...- tembló entonces, de la cabeza a los pies, mientras su tono adquiría la angustia de un mártir - Trenza... yo la quería... la quería de verdad...- su respiración se rompió en un jadeo ahogado, la humedad volvió a surcar su cara, cuando comenzó a llorar de nuevo. Esta vez, no pudo hacer nada por reprimir sus sollozos- y la mató... como si no valiera nada...- apenas pudo terminar la frase, rota en mil pedazos por el dolor que le producía pensar en ello. Se abrazó con firmeza en torno al cuello de él, aterrada de que también le abandonara. - No pude salvarla... - dijo entonces, con clara recriminación, echándose claramente la culpa. Apretó los dientes haciéndolos rechinar, mientras perdía por momentos la fuerza en su cuerpo. Dios Mio... No pude salvarla...- añadió al tiempo que volvía a temblarle todo el cuerpo, y volvía a destrozarse por las marcas y el dolor. Tuvo que soltar al Demonio, porque no le quedaban fuerzas. Antes de que la Sheriff recobrara por completo su forma en el espejo, una última mirada azul, consciente al cien por cien de lo que estaba diciendo, se asomó en el rostro nuevamente infantil, antes de estropearse del todo. - Ayúdame...- pidió en un último aliento desesperado - No me abandones...

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime2nd Julio 2014, 14:31

Lo que pasó ante los ojos del demonio fue algo increíble. Un estallido surcó su mente, abriendo un recuerdo cerrado tan a cal y canto que apenas era capaz de recordarlo. Fue hace muchos muchos años, cuando cayó por primera vez en aquel lugar. Estaba sólo, desamparado. Las visiones de sí mismo con esos gigantescos cuernos, las marcas de su cuerpo y su brazo humeantes, los ojos como dos faros, el vapor que emanaba de su boca… Y una voz. Aquella voz terrible, oscura, profunda… La voz de Satanás. Giró sobre sí mismo y vio una gigantesca calavera de carnero en llamas, ardiendo con el fuego eterno, emitiendo una luz tan siniestra y terrible que jamás la olvidaría. Cuando aquella boca habló, su alma se derrumbó.

-Anung-Un-Rama… Me alegro de verte, hijo mío. ¿Te gusta tu nuevo aspecto? Ese eres realmente tú: la llave de mi Apocalipsis, quien abrirá las puertas del infierno a la tierra y la sucumbirá en la muerte y sufrimiento eternos. Todas las criaturas de este mundo y el otro se derrumbarán ante mí, y morirán ante mi fuego eterno. Puedes luchar todo lo que quieras contra mis fuerzas. Puedes luchar y matar a todos mis soldados. No me importa. Soy paciente. Sé que el ser humano seguirá pecando, que seguirá buscándose a sí mismo una y otra vez. Eso no ha cambiado nunca, ni nunca cambiará. Fue el mayor error que cometió Dios. Pero, ¿quién soy yo para jugarle? Después de todo, sin él nunca habría podido disfrutar de el dolor y sufrimiento del ser humano. El final es inevitable querido mío. Es para lo que fuiste creado. Para lo que has nacido.

Hellboy cayó de espaldas, arrastrándose, intentado alejarse de aquella horrible figura. Entonces, su padre, el profesor Broom se apareció junto a él, posando una pequeña y frágil mano en su hombro. El demonio se giró y le miró.

- ¡Padre! Tú lo sabías, ¿verdad? ¡Tú sabías que soy quien traerá la muerte a este mundo y su fin!- Pero el profesor le indicó que guardase silencio y tocó su rostro.

- Todos podemos elegir qué hacer con nuestras vidas. Tú has elegido luchar por defender lo que crees bueno, lo que crees que está bien. Hay bondad en este mundo hijo, mucha más de la que queremos admitir. Y sólo tú tienes el poder de elegir qué hacer con lo que se te ha dado. Puedes usarlo para desencadenar el fin del mundo… O puedes usarlo para defender a aquellos que no pueden hacerlo por su cuenta, para frenar toda la maldad que se ciñe sobre nosotros. Tú tienes el poder de evitar eso hijo. Yo lo sé...

Hellboy volvió de sus pensamientos, justo para ver como la vaquera aparecía de nuevo al otro lado del espejo, suplicándole que no le abandonase. Agarró su mano, y su reflejo agarró el de la vaquera. Acercó su cara a la pequeña niña, y su reflejo a la vaquera. Estaba cerca, muy cerca. Una pequeña sonrisa le recorrió la cara.

- No me necesitas para salir de aquí… Tú misma has encontrado el camino.- Y besó su frente con ternura y delicadeza con los ojos cerrados.

Todo sucedió muy deprisa. Todo alrededor de ambas figuras desapareció con una luz tan fuerte y poderosa que cegaría a cualquiera. Un rayo de luz hizo que ambos desapareciesen en medio del blanco que los envolvió. Poderosísimos ruidos les rodearon: gritos, rugidos, explosiones, rocas partiéndose y derrumbándose… Y el último y desgarrador grito del príncipe de las sombras.

Con los ojos aún cerrados, Hellboy sintió frío y humedad. El olor a lluvia les rodeó al instante. Abrió los ojos. Estaba agachado, sujetando a la vaquera con la mano de piedra por debajo de su cuerpo. La punta de los dedos sujetaba su cabeza, y el antebrazo su espalda. Su mano izquierda sujetaba su muñeca con delicadeza, y la movió hasta que sus dedos se entrelazaron. La vaquera le miraba con esos enormes ojos azulados. El demonio sonrió. Ya no había miedo ni sufrimiento. No había más oscuridad, ni muerte ni desesperación. Ya no había más dolor.

- Hace muchos años, yo perdí a mi padre. No era exactamente mi padre. Era quien me encontró y me cuidó desde niño. No pude hacer nada para salvarlo y me condené por ello durante el resto de mi vida. Aún a día de hoy pienso en que podía haberle salvado de aquella monstruosa rana, que podría haber evitado que muriese. Pero. ¿qué iba a hacer yo? No era más que un niño, estúpido y débil.- Había visto lo que le había pasado a Rebecca. Años, muchos años atrás, alguien había matado a su caballo, sin que ella pudiese hacer nada. Entendía perfectamente su historia: amaba a los animales tanto como a las personas y jamás permitiría que nadie e hiciese daño a alguno. La muerte de su caballo cuando era pequeña fue un trauma tan grande que la cambió por completo. Sus constantes actuaciones como una vaquera de las pelis del oeste, su forma de hablar, su forma de vestir… Aquello formaba parte de ella. Aquello era ella. Tras aquella especie de coraza vivía la niña que perdió lo que más amaba y posiblemente jamás conseguiría abandonarla. Siempre seguiría siendo una niña.- No hay nada que pueda hacer ni decir para hacerte cambiar, pues no sé si puedes hacerlo. He visto tu verdadero yo, el que vive tras toda esta aparente fachada de tipa dura y chula. Antes te taché de engreída y estúpida, pero ahora lo entiendo todo. Eres tú, al igual que yo soy el demonio que has visto allí dentro, con esos gigantescos cuernos, una corona de fuego y un aliento infernal… Todos guardamos una carga en nuestro interior. Y ahora que conozco la tuya, sé por qué haces lo que haces. Es posible que algún día esa pequeña niña que llevas dentro se perdone por algo de lo que jamás fue culpable. Es posible que algún día descubras que la muerte de Trenza no fue tu culpa, que no podías hacer nada para salvarla… Al igual que yo conseguí entender que la muerte de mi padre no fue mi culpa, y que tampoco elegí ser quien soy. Aprenderás a convivir con ello, y entenderás que, incluso dentro de ti, existe bondad.

Y con una sonrisa final, tras entender todo lo que había pasado, hizo algo por ella y por él, para que recordase que había conseguido dejar una gran marca en el demonio: le dio un tierno beso en los labios.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime2nd Julio 2014, 20:54

Las últimas palabras se vertieron de la boca de la niña, al mismo tiempo que una rosa de sangre volvía a abrirse paso sobre sus labios y estos se rajaban de nuevo por la mitad, como originalmente habían estado. Su cuerpo lleno de magulladuras reposaba en el agarre del demonio, de nuevo cubierto por aquellas marcas indelebles siempre presentes, incluso aunque a simple vista el resto no fuesen capaces de verlas. Su respiración volvió a ser tan superficial que apenas se movía, y el brillo infantil de sus ojos azules se desvaneció, mientras la Sheriff cobraba fuerza. Ella le miró, por una vez, sin ideas acerca de cómo enfrentarse a aquello, y entonces él la habló...

Sorprendida, a su lado, halló la figura de Hellboy, que hasta entonces ella había sido incapaz de ver allí. Vio que le tendía una mano, y a diferencia de lo sucedido antes, pudo asirla con firmeza. Notar su tacto, su calidez, su piel. Tener la certeza de que, como todo lo demás no era un espejimo. Estaba allí. Su rostro se acercó a ella, tan cerca que pudo sentir su aliento, como lo había sentido al traspasar los límites de aquel espejo, y usar a esa criatura moribunda como un receptáculo, para llegar a él. ¿O era, acaso, al revés? Ahora no importaba, en realidad. Los labios de él hicieron contacto en su frente, y se sintió pacificada por su presencia, un instante antes de estar totalmente cegada por una luz que le atravesó la retina, incluso bajo los párpados. Su grito de sorpresa quedó ahogado por ese furibundo aullido que intentó destrozar sus oídos...

...

Primero sintió el aroma a lluvia, a humedad. Luego, la calidez. Un escalofrío la recorrió el cuerpo, parecido al destemple que se notaba al salir de la ducha. Una brisa de aire le acarició la cara y sintió el peso de su propio cuerpo sobre algo que la sostenía. Sólo entonces, cuando la estela de blanco candente dejó de dañar su vista, abrió los ojos. Encontró, justo frente a ella, los potentes músculos del cuello del demonio, que se abultaban y se vaciaban con cada respiración. Se hizo consciente de que ella jadeaba. Como si acabara de hacer el ejercicio más extenuante de su vida, a pesar de lo cual, cuanto más tiempo pasaba, más despejada se sentía. El malestar de su cuerpo había desaparecido casi por completo, y ya no estaba nada cansada. Era un dueto de sensaciones extrañas hormigueándole bajo la piel.

Encaró su rostro con el de él, mientras hablaba. En su mente las cosas trataban de encajar de alguna manera, pero de algo estaba segura. Ella no era esa niña. Puede que estuviera conectada a ella, como una especie de parásito del que hasta entonces no había tenido noticia. No sabía qué era ni donde residía, pero si tenía algo así en su interior o donde fuera, se encargaría de que no volviese a aparecer en su presencia. Lo extirparía, como el perdigón de un disparo perdido que te muerde sin avisar. Si tenía que abrirse la carne, así sería.

Al mentar a Trenza, sus ojos se entrecerraron y sus dientes se apretaron de una manera sutil, quizá en un tono más peligroso que si el gesto hubiera sido mayor. Atesoraba los recuerdos de esa criatura con cariño, y para ella, su mera mención la ponía en alerta. El menor movimiento, y el demonio se sentiría como el llanero solitario en medio de un duelo, sabedor de que no le quedan balas.

Sus ojos azules permanecían clavados en él, cuando con una última sonrisa cargada de entendimiento, se inclinó hacia ella. Ese mero gesto la sobrecogió, hasta tal punto que pensó que iba a hacer otra cosa, cualquier cosa, menos lo que hizo a continuación. Sin poder controlarlo, apretó en un gesto rápido la gran mano del Demonio, cuya presencia pasó desapercibida de modo consciente hasta entonces, cuando ya llevaba un tiempo enlazada en sus dedos.

Ella entreabrió los labios, justo en el momento en que él entraba en contacto con los suyos. Sus alientos se mezclaron como una bocanada de vapor. Su instinto la invitó a cerrar los ojos, y toda una gama de matices se colaron en su, de por sí, extralimitada sensibilidad nata. El beso fue corto, conciliador, de apenas unos segundos. Pero a ella le dio tiempo de percatarse del tacto de sus labios, mucho mas terso de lo que cabía esperar, del aroma de su aliento y también, porque no decirlo, del tenue sabor a puro que aún desprendía. Cuando ambos se separaron, con ese sutil sonido húmedo propio de unos labios que se desprenden de otros, sus ojos volvieron a encontrarse. La vaquera se llenó el pecho de aire y al exhalar por la boca, su aliento pareció desprender una especia de matiz rojizo.

No era habitual que aceptara esa clase de contactos de buenas a primeras, tampoco que se dejara llevar. Pero quizá lo menos habitual es que alguien la pillara con la guardia baja, motivo sin duda del agotamiento mental que había supuesto para ella la experiencia, y su cuerpo reaccionara a una situación incontrolada. En este caso, sus mejillas la delataron, adoptando un tono rojizo que rivalizaba con el de su compañero, claro que en una piel nívea como la suya, hasta el más leve sonrojo era del todo visible. Sus ojos se mantenían enfrentados unos contra otros, y aquel momento se extendió por los siglos de los siglos en un silencio que parecía esperar algo.

- Me estás arrugando la camisa.- dijo la vaquera, al tiempo que desviaba la vista hacia la mano de piedra que la mantenía sujeta.

Al instante siguiente, ambos se soltaron, se levantaron y se separaron como si llevaran la mitad de la tarde bebiendo en una cantina, antes de darse cuenta de que uno era un Sheriff y el otro un preso en busca y captura. Se alejó unos pasos de Rojo, escuchando el tranquilizador sonido de sus espuelas, y no pudo evitar llevarse una mano al pecho, para comprobar con un suspiro que la estrella estaba allí. Hizo girar sus revólveres en la mano, para recordar su peso y su tacto, y los dejó reposar a continuación en sus respectivas fundas. Echó una mano a la petaca de agua bendita que llevaba, dispuesta a echar un trago. A medio camino, la notó ligera entre las manos. Algo la detuvo. Metió los labios hacia dentro y paseó la lengua entre ellos. La tapó y la guardo. Mejor no desperdiciarla. Tampoco tenía tanta sed.

Encontró el espejo tirado en el suelo, y se vio reflejada, esta vez si ella, en su superficie. Trató de empujarlo con el pie, y al hacerlo, vio que lo arrastraba sin problemas como si no pesase más que una chapa. Eso la hizo agacharse a su lado. Con bastante temeridad, tocó el espejo de nuevo, tras mirar atrás y asegurarse de que él no la veía hacerlo. Pero no sucedió nada. Dio un paso mas lejos y metió la mano bajo el canto, y al hacerlo lo levantó hasta dejarlo de pie en el suelo.

- ¡Eh! ¡Mira esto!- llamó al Demonio, para que lo viera. Frente a sus ojos, el escudo se hizo más pequeño y acabó ocupando poco mas o menos que una bandeja ovalada. En cuanto lo hizo, intentó soltarlo, pero las correas de cuero interiores se ajustaron a su antebrazo, para su asombro. - ¿¡Pero que?!...- dijo ella confusa, para luego plantarse frente a Rojo, ahora con el escudo reluciente en su brazo. La verdad es que aquello pesaba casi menos que su revólver. Devolvió una mirada al Demonio, mientras se encogía de hombros, y una ocurrencia se abría paso poco a poco en su mente - ¿Probamos? - dijo poniéndolo de cara hacia donde él se encontraba, con una sonrisa casi juguetona asomando en sus comisuras. - Vamos, dame con todo. - le provocó, dispuesta a pararlo. Puede que aún funcionara ese cacharro, aunque no supiera cómo.
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime2nd Julio 2014, 23:15

Con las palabras diciendo lo de la camisa, Hellboy levantó a la vaquea con cuidado. Sonrió para sí, y decidió no volver a hablar de aquello nunca. Aunque una parte de él le decía que Rebecca acabaría sacando el tema tarde o temprano.

Mientras la chica se alejaba lentamente de él, hizo recuento de las cosas que les quedaban. El espadón estaba partido por la mitad, y un tenue brillo azul recorría lo que quedaba de la hoja pegada al mango. La explosión había acabado con todos los explosivos, incluyendo la munición del "Gran Bebé". Nada de granadas ni detonadores. Lo único que le quedaba era munición de su revolver. Los relicarios también habían perdido su poder entre la explosión y haber sido enviados al otro lado del espejo. Entonces se acercó a los restos del gigante y encontró su enorme espadón. La hora era algo más ancha que la del otro espadón. Lo cogió y de repente este comenzó a brillar y su tamaño se redujo hasta tener aproximadamente un metro y medio de longitud y unos treinta centímetros de ancho. Unos rayos amarillos recorrieron la hoja, y tras menearla un par de veces la enfundó en su espalda, junto al lanzagranadas.

Una repentina llamada de la vaquera hizo que se girase, y vio cómo sujetaba el escudo con el brazo. Al igual que la espada, al entrar en contacto con ella su tamaño se redujo considerablemente hasta volverse algo mayor de un metro. Lo movía y manejaba como si apenas pesase.

- Lo que has matado no era una armadura normal y corriente. Era un espíritu guardián. Hay varios por el mundo. Siempre poseen armas mágicas, y si consigues derrotar a uno estas pasan a ser de tu propiedad. La espada me la quedo yo ya que con la explosión de las granadas la perdió, pero no se deshizo del espejo hasta que tú le lanzaste la granada al interior de su cuerpo. Si todo va bien debería tener los mismo poderes.- Aquel escudo era lo que necesitaba Rebecca. Ella, a diferencia de Hellboy, era una simple humana. Mucho menos resistente y más débil. Un escudo capaz de parar cualquier golpe físico y la mayoría de las magias (exceptuando las arcanas y ancestrales) le venía como anillo al dedo.

- ¿Probamos? Vamos, dame con todo. - Mostró el escudo a Hellboy con una enorme sonrisa, viéndolo como un juego. Y Hellboy sonrió para sí. Un poco de diversión no vendría mal después de todo lo que habían pasado.

- Muy bien. No te muevas, tengo muy mala puntería y no me gustaría darte…- Apuntó con "El Samaritano" y disparó. La bala cruzó la distancia entre ellos a toda velocidad, y con un chasquido rebotó en el espejo, saliendo disparada hacia un lado.- Bien, probemos algo más fuerte.- Enfundó el revolver y corrió a toda velocidad hacia ella. Dio un salto y descargó con toda su fuerza el puño de piedra contra el espejo. Su mano rebotó como si una locomotora en marcha le hubiese golpeado, lanzándole un par de metros hacia atrás. Ella apenas había notado nada, o por lo menos no se movió ni medio milímetro.- Bueno, parece que te llevas un bonito recuerdo de esta aventurilla… En fin, acabemos con todo esto. Ya empieza a cansarme tanta historia del castillo.

Después de recoger todas sus pertenencias y hacer un recuento avanzado hasta el final del gran pasillo. Allí, una enorme puerta de madera les esperaba. La abrieron y encontraron unas escaleras de piedra que avanzaban unos metros y luego giraban hacia la izquierda. Rojo desenfundó su enorme revolver y avanzó liderando a los dos. Se asomó con cautela a través de la esquina. Vio otra puerta de madera, y al otro lado de esta parecía haber luz. Avanzó y la abrió. Entraron en una gigantesca sala, iluminada con cientos de velas y antorchas en las paredes. Una larga y raída alfombra roja cruzaba la sala de un lado al otro, y al final de esta había un trono enorme, de unos tres metros de alto. Sobre el trono, colgado con los brazos en cruz, estaba un agonizante Abe. Hellboy salió a toda velocidad cuando lo vio.

- ¡Abe! ¡ABE! ¡Abe, contesta amigo mío!- Entonces sintió de nuevo aquella presencia. Una sensación de muerte y putrefacción, acompañada con un hedor nauseabundo que no dejaba indiferente a nadie.

- Él no puede oírte, Anung-Un-Rama… Está inconsciente… O tal vez está en otro mundo. En el de los muertos por ejemplo.- Aquella horrible y aterradora figura se materializó ante él, sentada en el enorme trono. Su sonrisa llena de pústulas y sangrante volvió a sorprenderle.- He de reconocer que vuestro valor es muy superior al que yo originalmente había pensado. Me descubro ante vosotros pequeños.

- Ahórrate las gilipolleces. No estamos aquí para escuchar tu sarta de chorradas, sino para matarte.- El demonio ya estaba muy cansado de todo el viaje, pero ver a su mejor amigo allí colgado, con algo de sangre negra recorriéndole el cuerpo fue superior a sus fuerzas. Estaba cabreado. MUY cabreado. No pensaba descansar hasta acabar con aquel ser. Sintió la presencia de la vaquera a su lado, preparada también para luchar.

- Queridos, es muy noble lo que intentáis hacer. Pero desgraciadamente escapa a vuestro conocimiento. No podéis frenar el apocalipsis. Es algo que debe ocurrir tarde o temprano. Da igual lo que intentéis, no podéis acabar conmigo. Sin embargo…- Desenfundó su larga y curvada espada, la cual emanaba un gas verdoso.- Os daré la oportunidad de morir con honor… O al menos, me serviréis de entretenimiento. Miradlo por el lado positivo.

Con la más horrible y aterradora de las muecas rió con esa risa chirriante y metálica, como un cuchillo arrastrado con fuerza por una pizarra o un cristal. El gigantesco caballo blanco se materializó a su lado y se subió a él. Se elevó sobre las patas traseras y relinchó con una fuerza abrumadora, golpeando el suelo con tal fuerza que todo el castillo tembló. Estiró el brazo derecho hacia fuera, dejando la larga hoja a la vista, mientras que con la mano izquierda sujetaba las riendas del corcel.

- ¡VUESTRO FIN HA LLEGADO INSECTOS! ¡QUE DIOS SE APIADE DE VUESTRAS ALMAS!- Y cargó contra ellos.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime3rd Julio 2014, 02:26

La explicación no estuvo mal, pero prefería ver lo que esa cosa podía hacer, a ver si realmente era capaz de repeler las burradas. Quizá ahora que era de menor tamaño no fuese capaz de repeler algunos de los golpes que, midiendo más del doble, si que podía. Así empezó a hacer la prueba. Rojo desenfundó  su arma y apuntó hacia ella. Accionó el gatillo, se oyó el restallar, y poco después, notó como si una esquirla se hubiera topado con aquella capa plateada. Como el golpe de una china contra las botas al andar. No notó absolutamente nada. Al rebotar la bala, ella dibujó una sonrisa más que complacida en su expresión.

Pero cuando Rojo cogió carrerilla y cargó contra ella, flexionó levemente las rodillas y esgrimió el escudo esperando sentir su fuerza, pero en lugar de eso, notó como el demonio golpeaba el escudo y salía volando hacia atrás un par de metros. Ella ni tuvo que hacer fuerza con las piernas, ni siquiera tuvo que ejercer especial presión con el brazo. Parecía que incluso aunque este estuviese lánguido, lo que fuera que impactara iba a ser naturalmente devuelto. Cuando Rojo salió disparado hacia atrás, el rostro de Rebecca asomó tras el escudo.

- ¡Oh, jojojojojo, vaquero!- rió, soltando una carcajada encantada y que además, invitaba a pensar en la amenaza que era ella con aquella cosa en la mano, ofreciendo un montón de posibilidades que sólo existían en su imaginación. - Esto va a gustarme. Ya lo creo que sí. - añadió, mirando la superficie del espejo, tan pulida, lisa y perfecta como si jamás hubiera salido de detrás de una vitrina.

Como un gesto rápido, se lamió la yema del dedo pulgar y sacó brillo a una de las zonas, y automáticamente, con ese sencillo ademán, convirtió el espejo en una propiedad suya. Como si siempre lo hubiera sido. Como si para ella hacer eso fuese tan natural como montar y desmontar sus revólveres. Una revista rápida y estuvieron listos para continuar. Pasaron por las puertas de madera, continuando su avance. La verdad es que ella estaba también bastante harta de encontrar cosa, tras cosa, tras cosa, sin que aquel malnacido descerebrado y cobarde diera la cada de una buena vez. Siempre escudándose en el resto, para que le hicieran el trabajo.

Cuando abrieron por fin, y accedieron a la gran sala, contempló el millar de velas que iluminaban el espacio, envolviendo todo en un limo rojizo y anaranjado. Era perturbador, porque había conseguido un toque cálido, hogareño incluso, en una sala muerta de un castillo abandonado, donde residía el hambre, la peste y la pena. Por mucho que aparentara, todo ello se percibía en el ambiente. Una culebrilla se enroscó en su columna vertebral, y eso la mantuvo alerta. El cuerpo de Azul colgado como un títere, sobre el inmenso trono de tres metros la hizo fruncir el ceño y entreabrir los labios en una expresión de indignada claridad. Otro crimen para su lista, y este se volvía intolerable, porque había sido cometido con premeditación y alevosía. Apenas intercambiaron unas palabras, y esa cosa repugnante montó en su animal. Se plantó frente a ambos y tras encabritar al gigantesco caballo, envolviendo aquel atardecer encerrado en ladrillo con esa niebla verdosa repugnante, espada en mano, se lanzó contra ellos. Ella contempló la situación un instante, y luego miró a Hellboy de manera penetrante.

- Pega fuerte. - le susurró, antes de ponerse a andar en dirección al centro, justo en paralelo hacia donde el jinete corría. Su sombrero ensombreció sus facciones y de ella solo se veía la boca, en un gesto mortalmente serio mientras aquella avalancha blanca y verde se lanzaba contra ella a toda velocidad. A una distancia prudencial ella se detuvo, y observó.

- Me llamo Rebecca Logan...- comenzó a decir, su voz sonó nítida incluso entre el terremoto que alzaban en sus oídos los cascos del caballo fantasmal - He matado hombres. He matado mujeres y niños...- La visión de túnel volvió, con una claridad mayor con la que la había visto en toda su vida. - He matado todo tipo de seres vivientes... - Con ambas manos, desenfundó sus revólveres. Sus ojos se afilaron, y percibió todo a su alrededor, como si pasase muy despacio, tan despacio que era capaz de percibir cada fibra de la figura que iba a arrollarla en pocos segundos. - y Hoy he venido a matarte a ti.- tras la última palabra, detonó los revólveres.

Las balas impactaron justo en la embocadura del caballo, donde las riendas con que el jinete dirigía iban amarradas a un aro de metal, y de ahí a la barra que iba en el interior de la boca del equino. Sólo notar la barra bailando en el interior ya sería una molestia inmensa para el animal, pero mas lo sería para su amo, cuyo único sustento ahora era la propia silla, ya que no tenía mando alguno sobre las riendas que se habían desprendido. El jinete se alzó sobre la silla, furioso, esgrimiendo su arma. Su respuesta a esa imagen aterradora fue inmediata. Se arrojó a un lado, sobre el suelo, dejando el escudo sobre ella y asomando una sola mano, apuntando con la velocidad de un tirador experto. Vació las cinco cargas restantes de su revolver sobre una sola de las patas del animal. Las balas santificadas reventaron la rodilla del animal, que comenzó a caer justo en su dirección.

Ella se encogió bajo la superficie plateada, deseando que aquello funcionara. Caballo y jinete se precipitaron contra ella, demasiado sorprendido por la caída, y en muy mala posición como para responder. Si hubiera tenido las riendas, hubiera podido corregir al animal, al menos para hacerle apartar el cuello de su camino, y así tratar de golpear con la espada en el escudo. Pero sólo cambiarla de mano para hacerlo, eliminó todo su tiempo. Cuando el grueso del torso animal cayó sobre la superficie esmerilada con la fuerza de la carrera y la brutalidad de la caída, instantáneamente salió despedido, siendo rechazado el golpe físico por la magia del espejo. Si bien, en este caso, ella notó una extraña resistencia al otro lado. Aquella pútrida bala de cañón blanca, negra, gris y verde salió volando en dirección a Hellboy, cuando fue repelida.

No dudó, bajo el escudo espejo, observó a su compañero mientras buscaba en su cinturón las seis balas necesarias para recargar el revólver de la mano derecha, ya que en la izquierda llevaba el escudo, y el otro arma, con la que apenas había gastado una bala. Aquella cosa era rápida, mucho más de lo que recordaba. Si no conseguían deshacerse de la montura iban a tener problemas. Al fin y al cabo, un jinete, sin ella, no era nada.
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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime3rd Julio 2014, 09:36

La actuación de la vaquera fue espectacular. En cualquier otra situación le habría dicho que si estaba loca, que no corriese en dirección al caballo que avanzaba cual locomotora. Pero ya no, no después de lo que había demostrado hacer. Se había ganado un respeto que muy pocos habían conseguido. La chica desenfundó sus dos revólveres, descargándolos contra las riendas del animal y su pata. Hambre se precipitó contra ella, y lo mandó a volar haciéndolo chocar contra el escudo, en dirección al demonio.

Como si a cámara lenta fuese la escena, Hellboy apuntó con su enorme revolver al jinete volador, siguiendo su trayectoria con calma. Era mal tirador, de manera que necesitaba concentrarse mucho. Disparó, provocando que la figura girase sobre sí misma antes de estrellarse contra el suelo. Rojo se dirigió hacia él y descargó su enorme puño contra su cara yaciente. El jinete se volvió una nube de hubo evitando el puño y rodeó al demonio. A punto de asestarle una terrible cuchillada, Hellboy la evitó con su mano de piedra. Los chasquidos sonaban por toda la sala. Cada vez que el jinete descargaba con ira y velocidad su cimitarra contra el demonio este se protegía con su mano de piedra. Su revolver terminó por caer al suelo tras un bloqueo que tuvo que hacer con él.

De repente, Hellboy consiguió coger la hoja de la cimitarra y le golpeó con todas sus fuerzas con la mano normal en la cara. Le dolió como si algo le acabase de morder. Se miró su mano izquierda para ver como unas pústulas sangrantes desaparecían poco a poco de ella. Hambre volvió a reír con fuerza, mirando al demonio con esa sonrisa pútrida y repulsiva.

- No pensaréis en serio lo de acabar conmigo, ¿verdad? Ningún mortal puede.

- Ya estás empezando a cansarme con tus discursitos de machito, cabronazo cortado.- Y descargó con toda su fuerza el puño de piedra. De nuevo chasquidos, aquí y allá. Cansado de tanta historia, desenfundó el espadón, del cual salieron varios rayos amarillos. Golpeó con él al jinete, sin apenas hacerle daño. Ahora bloqueaba con su brazo y con la espada los golpes de este, pero cada vez que golpeaba la espada esta vibraba con fuerza y varias chispas salían de ella. No podría defenderse mucho más con ese arma. Cargó contra la extraña criatura, y ambos quedaron agarrados el uno del otro, evitando el golpe ajeno. Hellboy se giró hacia la vaquera y grito.

- ¡AHORA!- Sintió como la vaquera avanzaba hacia ellos. Entonces Hambre le propinó un golpe bajo y se separó de él, estirando su mano hacia la vaquera. Esta se detuvo y se elevó un par de metros sobre el suelo mientras Hambre exponía la palma de su mano hacia ella.

- ¡Es el fin demonio! Tu amiga esta ahora bajo mi poder. Podría lanzarla con todas mis fuerzas contra una pared y destrozarla como a una manzana. ¿Es eso lo que quieres?- Hellboy miró a Rebecca, suspendida en el aire, moviéndose. Odiaba cuando los enemigos jugaban sucio, aprovechándose de los débiles. Miró a Rebecca con una sonrisa de medio lado y luego se incorporó.

- Es fácil ser así, ¿verdad? Aprovecharse de gente más débil que tú para asustar. Qué valiente, un orgullo para tus hermanos. Estoy seguro de que Guerra estaría orgullosísimo de ti. Por no hablar de Muerte. Cómo se nota que eres el hermano pequeño... Tus sueños son pequeños y débiles.- Intentaba hacerle perder tiempo mientras buscaban una solución. ¿Intentar atacarle directamente? No, descartado. Él lanzaría a la vaquera contra un muro y se convertiría en confeti. ¿Dispararle? Ya no tenía "El Samaritano". Estaba allí, a un par de metros de él. ¿Espada? No podía competir contra la suya. La que ahora llevaba era mágica, pero no poseía ningún tipo de aura o poder para conseguir frenar los ataques del otro. Pero podía entretenerle mientras Rebecca apuntaba contra él o algo por el estilo. Era cuestión de tocarle la fibra sensible, herir su orgullo. Las criaturas sobrenaturales siempre solían ser extremadamente soberbias, y Hambre no iba a ser la excepción.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime3rd Julio 2014, 12:53

En cuanto terminó de recargar, se levantó del suelo. Cerró el revolver con un chasquido y se ayudó con las manos y las rodillas para levantarse, rodando por el suelo para quedar boca abajo y poder actuar con más rapidez. Hambre y el Demonio intercambiaban rápidos golpes, arrancando chispas al metal. Cuando hundió su mano en el rostro pútrido de él, y esta salió cargada de úlceras y pústulas, ella tuvo la certeza de que lo mejor que podía hacer era no tocarlo. Se levantó y se dirigió a la carrera hacia el jinete, dispuesta a rellenarlo de plomo bendecido, hasta que sintió como si alguien tirase hacia arriba de su cuerpo. Quedó flotando, suspendida por una fuerza invisible, y observó la palma de la mano que apuntaba hacia ella. Aquel cobarde estaba usando de nuevo las fuerzas que tenía para interponer obstáculos con un fin inevitable.

Amenazó a Hellboy con hacerla daño, mientras ella le miraba intensamente. Sus ojos se encontraron y entonces, desvió la mirada hacia un lugar. Su compenetración fue inmediata. Rojo se jactó frente al jinete y este deformó la cara en una expresión de rabia. Los cascos del caballo chocaban contra el suelo, intentando levantarse, pero era inútil. Aquellas balas le hacían más daño que las habituales, haciendo que la curación que parecía poseer se ralentizara mucho.

Spoiler:

Ella alargó la mano hacia su látigo, al tiempo que se perdía un instante en los ojos del animal. No había mal en ellos. Sus iris verdosos reflejaban su naturaleza, haciéndola comprender que aquello era para lo que él había nacido. Por un instante, sintió una conexión mayor, como el eco de una conversación que se hablaba en todos los idiomas desde antes de que existiera el tiempo. En sus ojos verdes sintió la comprensión de una mente inmensa que no la juzgaba. Ambos se comportaban acorde a su naturaleza, pero la diferencia era que ella tenía a Rojo... y él, ahora, estaba sólo...

Con la fuerza de su brazo alzado de amazona, rodeó todo el perímetro de su propio cuerpo, suspendido en la nada, y con un chasquido y el grito desgarrador del animal, frunció el látigo contra su poderoso cuello blanco. Unas líneas ardientes atravesaron su pelaje albar al hacer contacto y se rasgaron como el fondo de un río en época de sequía, dejando brotar sangre negruzca. El látigo se afianzó al tirar ella con toda su fuerza, mordiéndole la carne, mientras el animal sacaba una lengua amoratada por la falta de aire. El jinete gritó, pero no tuvo tiempo de evitar que con la mano libre, ella descargara una bala, una sola, justo entre los ojos del animal. En el punto mismo del tiro de gracia...

La pequeña bala santificada mordió su carne, y se suspendió en el núcleo mismo de su cerebro, como una lágrima de plata. El eco de un relincho ancestral desgarró el tiempo, mientras el caballo se evaporaba en una miasma de neblina verde, lenguas de fuegos fatuos que deshicieron su figura, mientras volvía a la oscuridad de la que había sido sacado a la fuerza, su piel convertida en pergamino ardiente que dejaba a su paso sólo unas intensas ascuas de perla y esmeralda, flotando ingrávidas sobre el suelo.

El grito del jinete fue incluso más desgarrador que el de su animal. Mientras su armadura se deshacía sobre su rostro y él se sujetaba, como presa de un dolor incalculable. Ella calló al suelo pesadamente, contra el escudo, que al repeler el impacto resquebrajó el suelo de la sala del trono generando una ventisca que esparció aún más los pocos restos volátiles de la inmensa criatura. Del Titan albar. Peste.

Pero no estaba triste. Porque no lo había matado, si no liberado...

El jinete se retorció, liberando holeadas de energía verdosa que les empujaban, como arcos de aire nauseabundo y cálido, golpeándoles la piel y meciendo violentamente sus cabellos. Ella tuvo que sujetarse el sombrero, mientras trataba de levantarse del suelo, después de la caída. Un fogonazo se desprendió de la figura aún en pie, y con la misma fascinación que causaba la estela de una aurora boreal, la vio ascender perdiéndose en la oscuridad, saliendo por resquicios, ventanales y sombras.

Entonces observaron la nueva imagen que había frente a ellos. El yelmo se desprendió de su rostro casi en su totalidad, pero aún mantenía la gran espada en su mano. La neblina verde que había en torno a él había desaparecido y ahora tan sólo era un intenso brillo ocre y sucio, como el fondo fangoso de un río. La boca se había desfigurado, mostrando su cuerpo original. Hambre.

La vaquera, en pie, comenzó a caminar acercándose hacia ambos, mientras el monstruo parecía recobrar consciencia de lo que le había pasado. Sólo ahora se daba cuenta de lo temerario, de lo estúpido que había sido. Porque el mayor defecto del poder, es no darse cuenta de que puede desaparecer...

- Te lo advertí.- dijo ella, y su voz sonó cargada de una madurez impropia en alguien con su edad. El avance de sus espuelas se detuvo, y la criatura se encaró hacia ella, con sus repugnantes dientes sangrantes y esa expresión demacrada - Un jinete no es nada sin su caballo. - añadió, obligando a esas palabras a sonar como una lección vital.

Peste había desaparecido. Ahora sólo quedaba Hambre.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime3rd Julio 2014, 13:34

Tal y como esperaba el demonio, la vaquera tomó las riendas del asunto. Desenfundó su largo látigo y con un poderoso chasquido golpeó el cuello del caballo, provocando que tanto él como el jinete gritasen de dolor y horror. Hambre miró a su caballo y después a la chica. Pero ya era demasiado tarde. Ella disparó un tiro certero que acabó definitivamente con la vida del caballo al insertarle en pleno cráneo una bala. Unas enormes lenguas de fuego cubrieron al corcel al tiempo que ella caía al suelo y el jinete se tapaba la cara con el brazo. Su katana calló al suelo y su armadura y ropajes comenzaron a desaparecer, deshaciéndose en polvo en medio de la tempestad que había empezado en aquella enorme sala. Miró sus manos, viendo como las negras placas de metal desaparecían, mostrando unas huesudas y putrefactas extremidades, llenas de pústulas y heridas. Los gritos eran ensordecedores, únicamente superados por los sonidos de viento y tempestad que provenían del gigantesco caballo.

Hambre ya no era el de antes. No generaba miedo ni temor. Tan solo repugnancia y asco. Ni siquiera pena, pues no la merecía. La pareja se acercó poco a poco a él, quien yacía en el suelo arrastrándose como podía, tratando de alejarse de ellos.

- ¡Esperad! ¡Esperad! Po... ¡Podemos llegar a un acuerdo! Vamos, sois seres inteligentes y poderosos. ¿Y si os ofreciese un poder mucho mayor del que podáis imaginar?- Pero Hellboy ya estaba harto. Recogió su revolver y disparó contra el hombro de la criatura para que cesase con sus súplicas. Enfundó el humeante cañón y andó hacia él. Ahora, no era más que una mole de carne podrida cubierta con un hábito negro andrajoso, viejo, sucio. Su rostro estaba tapado a mitad, y ya no había rastro de la sonrisa maloliente ni repulsiva. Solo una mueca de dolor y temor.

- Te lo advertí. Un jinete no es nada sin su caballo. - La vaquera se tomó su venganza personal con esas palabras. Su rostro era serio, triunfante, con aquella mirada fría y calculadora bajo el sombrero y esos ojos azules.

Antes de que pudiese hablar de nuevo, Hellboy le golpeó con fuerza en la cara con su mano de piedra, provocando que se chocase contra el frío suelo. Le cogió con la mano izquierda por el brazo derecho, levantándole ligeramente, y comenzó a descargar su puño contra aquella cara una y otra vez. Cada golpe resonaba por toda la sala, salpicando una negra sangre, manchando la mano de piedra y la cara de la criatura. Con un fuerte movimiento, enroscó su brazo izquierdo alrededor del de Hambre y, con un seco crujido, se lo partió, provocando un terrible aullido de dolor que heló la sangre. Pero el demonio no iba a parar, no después de todo lo que les había hecho pasar. Quería asegurarse de que aquella criatura no volviese a molestarles. Lo cogió por una pierna mientras intentaba escapar y lo arrastró hasta la mitad de la sala, dejándolo allí tendido. Cogió su katana y le ensartó con fuerza, para luego levantarlo con ella. Le abofeteó con fuerza, saltándole los dientes de un solo golpe. Agarró su cabeza con ambas manos, y poco a poco, le introdujo el pulgar de piedra en la cuenca del ojo izquierdo, estallándoselo, dejándolo tuerto. La criatura no paraba de gritar y aullar. El dolor que sentía era indescriptible. Con el estallido del ojo, Rojo se manchó la cara. Estaba siendo muy cruel, pero quería mandar un aviso a los otros jinetes de lo que les esperaba si decidían venir.

Finalmente, se puso detrás de él y le cogió la cabeza con ambas manos desde la espalda, obligándole a mirar a la vaquera. Esperó a que ella le mandase el mensaje pertinente y luego habló él.

- Y diles a tus hermanos, que les estaremos esperando.

Un fuerte puñetazo en el costado, y después, con sus propias manos, comenzó a tirar hacia arriba de la cabeza del jinete quien profirió un espeluznante grito que se agudizó hasta que se la arrancó, provocando un enorme estallido de sangre negra, quedándose con la cabeza sangrante y parte de la columna colgando de ella. Después de eso, el cuerpo y la cabeza del jinete se convirtieron en humo y polvo, desapareciendo ante ellos. Todo se había acabado. Por fin habían vencido a Hambre. Y con los últimos restos del jinete desapareciendo entre las baldosas de la sala, escucharon una conocida y delicada voz.

- Emm chicos... ¿Podríais ayudarme a bajar de aquí? No soy especialmente fan de las alturas.

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MensajeTema: Re: Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy]   Victoria en el Grand National (Post-Omega)[Hellboy] Icon_minitime3rd Julio 2014, 15:15

Temblaba como un recién nacido sin madre. Bastardo cobarde hijo de mil putas muertas. Al avanzar hacia él, mano a mano con Hellboy, el sonido de sus espuelas actuaron a modo de segundero, aproximando a esa monstruosa desgracia hacia el juicio final que él tanto se había empeñado en provocar. Con la salvedad de que ahora era él a quien iba a golpear, con toda su fuerza desatada. Una extraña sensación de peligrosidad la puso en guardia, pero supo que provenía claramente de su compañero, y no de esa infamia cobarde que segundos antes se había creído indestructible, y ahora lloraba por su vida. Sus ojos azules se clavaron en él, totalmente condenatorios. La Sheriff lo miraba, impasible, bajo su sombrero. No hay piedad para los malvados.

Cuando Rojo comenzó el despiece de aquella criatura, ella no apartó la vista ni en un sólo momento. Ni tan siquiera cuando una salpicadura de sangre recorrió al completo su pecho, su rostro y su sombrero. Todo aquel dolor ni la hizo pestañear, por que con cada golpe que le propinaba cobraba uno de los delitos que había acumulado en su lista. La muerte de los participantes en la carrera, la muerte de los caballos, el miedo, el abandono a su propio animal, las amenazas, las pérdidas que habían sufrido entre sus filas...

Si hubieran dispuesto de la eternidad para cobrar todos sus males, no tendría carne suficiente con la que pagar...

La sangre negra y apestosa le resbalaba por el rostro, como una salpicadura de alquitrán. Apestosa y cálida, incluso segundos después. Rojo había transformado aquella cosa en una masa informe y sangrante, cuyos gritos se convertían en la banda sonora perfecta de la justicia en sus oídos. El demonio se había convertido en el verdugo, y ella no tenía intención de interrumpirle, pero cuando supo próximo su fin, no pudo evitar hacerlo. Una mirada bastó para que él obligara al condenado a mirarla, cara a cara, por última vez. Ella clavó sus retinas sobre aquel mar de músculos desgarrados y huesos apuntalados por debajo, como si se esmeraran desesperadamente por sujetar la carne sobre ellos. Entonces, se acercó a él, al tiempo que sacaba del bolsillo de atrás una petaca plateada, bebía un pequeño trago, y dejaba deslizar unas cuantas gotas por su cuello, limpiándolas con rapidez. Avanzó asta quedar totalmente cara a cara. Ni una sola expresión se leía en el rostro de la Sheriff, como un mar de infinita neutralidad.

- En este mundo nos sobran victorias, guerras y muertes...- comenzó, al tiempo que sentía su pestilente aroma, como el de un cadáver puesto al sol - Asegúrate de advertirles de que lo que traigan, se lo van a llevar. Si quieres  hambre...- dijo ella acercándose a su rostro hasta que les separaba el ancho de una aguja. La pausa se suspendió en un silencio temeroso - La tendrás.- añadió en un último comentario, cortante como una escama de carnicero, antes de acercarse hacia el cuello de la criatura.

Como un animal salvaje, contenido hasta entonces en un cuerpo humano, abrió la mandíbula y la hundió en la carne putrefacta. Aquella cosa chilló como si fuese a estallar, de nuevo asfixiada por el dolor más intenso agravado por el hecho de que ella había purificado su boca con el último trago de agua bendita, de manera que no solo sintió el brutal mordisco, si no que al contacto toda la carne a su alrededor parecía carbonizarse, soltando terribles vapores y olor a carne quemada. La sangre salpicó su rostro, su pecho, su cuello, esta vez servida de la propia fuente, y con un crujido aterrador arrancó el pedazo, del que se desprendieron venas y tendones que salpicaban fluidos sobre su barbilla.

La masa de músculos la contempló, con el único ojo que le quedaba, mientras Rojo completaba su mensaje. Durante sus últimos segundos en la tierra, en la inacabable agonía de su propia decapitación llevada a cabo de la manera más brutal, el llamado Jinete del Apocalipsis contempló, sin poder creerlo, cómo la mujer mortal que tenía enfrente masticaba impertérrita el pedazo de carne sangrante.

Mientras lo hacía, tuvo que hacer lo posible por contener las nauseas que aquella cosa le producía, y lo consiguió tan sólo a base de comprobar lo aterrador que le resultaba a ese monstruo esa visión. Cuando por fin el Demonio le arrancó la cabeza por completo, y esta se convirtió en polvo, ella abrió la boca mirando hacia arriba, permitiendo al humo negruzco salir de su interior. Todo resto desaparecía, incluso la sangre en la que estaba bañada se desprendía de su ropa. Cuando todo aquello acabó, su mirada se encontró con la del Demonio.

Fue un instante fugaz, y a la vez, cargado de suficiente significado como para que resultara difícil medir cuánto tiempo necesitaban para comprender todo lo que escondía.

Acto seguido, sus miradas se dirigieron hacia Azul, que colgaba sobre la pared. Ahora parecía algo más despejado, y consciente. Ella se acercó a él mientras una sonrisa alegre se dibujaba de nuevo en su rostro, como si instantes antes no hubiera estado salpicado en entrañas. Encontraron las cuerdas con que lo mantenía y las cortaron, haciendo que azul se precipitara contra el suelo, donde Rojo lo recogió con cuidado, cubriéndole la caída. Entonces volvió junto a ambos.

- ¿Te encuentras bien, Cuero Azulejo? - preguntó ella entonces, con un suave tono de voz que en nada tenía que ver con el que había usado para amenazar al monstruo del que se acababan de librar. Después de su contestación y de asegurarse de que todo estaba en orden, se sentó por un instante en el trono, reposando su cuerpo en el asiento. Se echó el sombrero hacia atrás y se enjugó la frente. Aquello había sido devastador, en todos los aspectos. Miró a Hellboy entonces, y una media sonrisa enigmática se posó en sus labios. - ¿Sabes qué? Creo que aceptaré ese puro.
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