Decir que Peter estaba deprimido se quedaba corto. Estaba devastado, hundido. No tenía fuerzas para levantarse, ni tenía razón alguna para hacerlo. Le odiaban. Aquél cariño que antes le procesaban en Queens se había desvanecido, de la mano de sus ganas de vivir.
Entreabrió los ojos al sentir los rayos del sol sobre sus párpados. Gruñó levemente, sin fuerzas, y se volteó hacia el lado opuesto del sofá. Aún sin despegar la mejilla de la rugosa tela del sofá. Las marcas del poliéster ya formaban parte de la textura de su piel y la tela de algodón con la que cubría su cuerpo, parte de su anatomía. ¿Cuándo se tomó la última ducha? Ya ni se acordaba.
"¿No te has movido de ahí en todo el día?" Maldijo esa voz que tanto amaba. Reconocía a su usuaria y sabía que la bronca era inminente. No contestó y su compañera tampoco insistió. La escuchó de fondo removiendo unos cajones y luego volvió a marcharse para dejarle solo una vez más.
Alargó el brazo hasta la mesa que tenía en frente a él y encendió el televisor. Mala idea. Seguía siendo el protagonista de los informativos y todos los programas de cotilleo. ¿Es que no podían dejarle en paz? Volvió a apagarla y, por fin, se levantó. Quizás una ronda nocturna le iría bien. La gente odiaba a Peter Parker, pero seguían amando a Spiderman. A veces. Y esas pocas veces eran las que le daban un poco de sentido a su vida.
Se enfundó en sus mallas y salió a recorrer la ciudad. No hubo incidentes graves, solo ayudó a un par de ancianas a cruzar la calle y a una mujer a llevar unas bolsas demasiado pesadas para ella. Incluso un joven le invitó a comer un par de perritos calientes y, por fin, se sintió útil. Aclamado. Amado. Aunque fuera a pequeña escala. Quizás había aspirado a demasiado, tampoco es que él hubiera querido llevar adelante ese proyecto. Se había topado con él. Cuando el Dr. Octopus tomó posesión de su cuerpo inició Industrias Parker. Había asumido la responsabilidad, y luego, había tenido que cerrarla para proteger a la ciudad de ellos. Y así era como le habían pagado, con desprecio.
Lanzó una red para colgarse a un edificio y se sentó en lo alto de una azotea. Se rió. Era irónico cuanto menos. Le recordaba un poco a sus viejos tiempos, cuando el Daily Bugle deformaba todas sus acciones para exponerle como villano, cuando el mundo entero culpaba a Spiderman de todos sus problemas. Sólo que esta vez era distinto. La gente no odiaba a Spiderman, sino a él mismo.
Era fácil lidiar con el desprecio cuando te ponías una máscara. Al fin y al cabo, solo era eso. Una ilusión, un personaje, un símbolo. El odio hacia Peter Parker era distinto. Era una persona, era él mismo.
Recordó las sabias palabras de su tío antes de fallecer. —Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.— repitió en alto, para sí mismo, en el vacío de la noche. Ese lema era como un mantra para él, la fuerza para seguir adelante. Siempre las había aplicado a su otro yo, Spiderman, el héroe, pero nunca hubiera esperado que pudieran ser tan acertadas en su vida diaria, Peter Parker, el ser humano.