Stories about Inhuman and humans, 21-12-18 [Athenea A.]

 

Se despierta totalmente empapada..., en realidad si pensaba en el contenido del sueño no tenía nada de extraño o especial... En su sueño, se encontraba en una enorme mansión, su interior le recordaba el interior donde habitaban los padres de Joan. Se encontraban ahí sentados los dos, frente a frente, con una copa de vino en la mano. La chimenea resplandecía cautelosamente pero no conseguía calmar el congelado interior de Athenea. Miraba directamente a la oscura mirada de Joan. Parecía que volvían a estar juntos.

-Vamos Athenea, tampoco es para tanto, deja de dramatizar. -Joan da una calada a su cigarro restándole importancia a las palabras que Athenea había conseguido verbalizar-
-Ya... -Como siempre Athenea tan solo arguye un simple sarcástico monosílabo ahogando un suspiro de frustración-

Athenea levanta de nuevo su mirada y encuentra en él, la dulce y sincera mirada que la había conquistado años anteriores.

-Si ya sabes que te amo, que eres y serás la única en mi vida, eres mi Athenea -Sus palabras brotan con fluidez desde sus carnosos labios-

- Pero y ¿Laura? -Pregunta Athenea con inquietud conociendo de memoria el guion que iba a suceder-

-Nunca me ha importado, era solo para pasar el rato y como tú nunca te fias... Nunca ha habido nada entre nosotros... -Los ojos del orgulloso varón buscan con ímpetu la reacción de la fémina- Ven aquí, no seas tonta. -Sentencia con una profunda voz descruzando sus piernas, dejando su cigarrillo en el cenicero-

Athenea suspira levemente debatiendo intensamente con su conciencia, ya no debería ir, ya no están juntos, la decisión está tomada. Aún puede escuchar las palabras de su madre "Athenea te agradecería que no lo volvieras a ver nunca más". El contenido era el mismo de siempre, pero el tono con el que las había pronunciado, denotaba una tristeza y una decepción que Athenea apenas podía asumir. Su cuerpo ignora totalmente su mente acercándose lentamente hacia su contrario. Joan esboza una pícara sonrisa y no duda en levantarse, para ir al encuentro de sus labios que acaba besando apasionadamente. Lo que sigue, es lo de siempre, el mismo procedimiento, las mismas caricias, el mismo baile, nada cambia, todo sigue igual, no hace falta hablar de ello. Athenea se despierta empapada asqueada por lo que acaba de soñar. Joan no la deja en paz ni en sus sueños. Pero lo que peor lleva, es la culpabilidad que la corroe por dentro, la culpabilidad de saber, que una parte de ella sigue anhelando volver al pasado.

Ya es casi navidad, pero la verdad es que le importa bien poco, solo desea aliviar el maldito vacío que parece que esta mañana ha decidido invadirla de lleno.

- Toma Athenea es papa al teléfono -Sonreía enérgicamente pasándole el teléfono a la pequeña Athenea-
-¿Papa? -Responde la pequeña extrañada pues nunca hablaban por teléfono cuando este se iba de viaje de negocios-
-Athenea, sabes que te quiero muchísimo -Una leve pausa da espacio para que la pequeña Athenea pueda afirmar con un débil "sí"- Y eres lo más importante para mí ¿verdad? -Esta vuelve a afirmar levemente con un débil susurro mientras evita la penetrante mirada de su madre- ¿Tu madre nos está escuchando? -Athenea observa detenidamente los compulsivos gestos de su madre indicándole que no-
- No -Acaba afirmando la pequeña Athenea cuestionándose si realmente ha hecho bien en mentir-
- Perfecto -Prosigue su padre con un tono serio sin parecer percatarse del tono de la pequeña o al menos sin darle importancia- Athenea -Susurra bajando la voz- Vendré a buscarte este sábado por la tarde, me esperaras ¿entendido?

-Entendido -Afirma viendo que su madre se ha girado y no la mira directamente-

- Va muy en serio Athenea, nos vemos este sábado -Era la primera vez que la pequeña escuchaba a su padre hablar de una manera tan tajante, en unos instantes recuerda como este le había prometido muchas veces regalos y visitas que nunca llegaron a cumplirse- Te quiero Athenea.

- Yo también -Responde viendo que su madre se gira de nuevo hacia ella-

Su madre recupera al instante el teléfono, murmura unas palabras que Athenea no acaba de entender y cuelga con fuerza el teléfono.

- Papa no volverá -Esboza una sonrisa nerviosa reprimiendo un evidente llanto- No volverá Athenea -Repite confirmando lo que acaba de decir para remarcar la veracidad de sus palabras-

La pequeña Athenea se sentía en una auténtica encrucijada. No sabía si quedarse con su madre o su padre. Su madre la necesitaba pero ella quería estar con su padre. Su pequeño corazón no era capaz de asimilar esta información. Además, eran cosas de adultos, lo más probable es que pronto lo vería, hasta el momento siempre había sido así. Los minutos, y las horas pasan hasta que el famoso sábado llega. Esa misma tarde, su madre decide que es un buen día para hacer compras. Athenea prepara por si acaso unas cuantas cosas en una de sus maletas. Con auténtica desgana la pequeña acompaña a su madre a comprar. La tarde se acerca, pero aún están de compras, compras que en realidad no necesitan.

Ya casi ha anochecido, pero finalmente llegan a su actual apartamento. Lo primero que hace la pequeña Athenea es mirar de reojo para ver si percibe a su padre. Pero no lo ve, probablemente ya sea muy tarde. Espera en la habitación las horas que quedan antes de ir a dormir, cena sin demasiado entusiasmo. Pero visto el estado en el que se encuentra su madre, casi prefiere que no aparezca, al menos no ahora, pues ahora no es el momento. Las horas transcurren, pero su padre no aparece. "Vendrá el sábado que viene" Se dice esperanzada la pequeña Athenea. De nuevo una eterna semana transcurre, y el sábado llega. Parece que su madre se ha tranquilizado, hoy es un buen día para que su padre venga a buscarla. Vuelve a preparar algunas cosas por si viene. Pero nada, pasan las horas y nada. Pero la pequeña Athenea no pierde esperanzas, pues sabe que pronto lo volverá a ver, pues es su padre y no puede ser de otra manera. Le ha prometido que vendría a buscarla y así es como debe ser.

A día de hoy, Athenea sigue esperando...

"Ya basta de tonterías" Se dice a si misma, mira hacia la ventana de su nuevo apartamento con una taza de chocolate caliente en la mano. Da media vuelta, y coge su móvil. "Matías sigue sin dar señales de vida" parece la banda sonora de una mala canción que sus neuronas han perpetuado. ¿Qué puede hacer para escapar de este maldito vacío? Matías no quiere nada serio, necesita tiempo, y ella necesita desesperadamente cariño. Si sus pacientes llegaran a conocer su terrible secreto, probablemente ya no acudirían a su consulta. Esboza una leve sonrisa en la comisura de los labios ante esta idea. ¡Decidido! No iba a esperar a que Matías se decidiera, hoy era un excelente día para conocer gente, y cambiarse las ideas. Hombres, mujeres, amigos, amigas... ¡Lo que surja! Lo que tenga que ser será. Su amiga Sheila, le había hablado de un local realmente espectacular, donde acudían todos las personas del mundillo. Por lo visto, los trabajadores no eran humanos, pero eso solo lo hacía más interesante. Además, siempre había escuchado rumores de ese local y había sentido curiosidad por visitar la Quiet Room. Que mejor manera de cambiarse las ideas que ir ahí y tratar de conocer nuevas personas, sean del tipo que sean, la idea es sencilla, tratar de acomodarse a su nueva ciudad.

Aprovecha la mañana para ducharse, hacer algo de ejercicio matutino, poner al punto unos informes con mucha desgana, y arreglarse para salir. Esta vez ha optado por un estilo más informal. Unos vaqueros ajustados, un body blanco semitransparente de crochet pero elegante, combinado con unas botas negras con tacón. El pelo suelto, con sus rizos al aire y el flequillo liso, los labios rojos, y al hacer frío un jersey rojo por encima, y su enorme chaqueta negra de invierno con una oscura, espesa y negra bufanda. Coge su discreto bolso negro con la documentación, algo de efectivo y su pintalabios rojo para poder retocarse. Al salir a la calle sabe donde tiene que dirigirse, a la estación, pues es ahí donde Sheila le había dicho que se encontraba el discreto local. Además, había escuchado a su secretaria susurrar por teléfono que habían sucedido sucesos extraños cerca de la estación, donde según sus propias palabras "casualmente" se encontraba la Quiet Room. Sin hablar de las continuas "referencias" que se podían leer en el periodico... En fin, como Athenea tendía a perderse con extrema facilidad y no le apetecía ir buscando y preguntando, hizo lo que se le daba mejor hacer, usar sus diplomáticos encantos. En primer lugar, cogió un taxi que la llevó directamente hasta la estación. Uso el recorrido para tratar de sonsacar información.

- Y ahora que hablamos sobre las maravillas que aguarda esta ciudad -Utenea se acerca ligeramente hacia el asiento del conducto para enfatizar su pregunta- ¿Por casualidad usted no sabrá donde se encuentra la Quiet Room? -Susurra con una voz aterciopelada esbozando una tierna sonrisa-

- Nadie sabe dónde se encuentra señorita -Afirma el conductor sin perder de vista su recorrido- Pero todo el que quiera llegar lo acaba encontrando.

- Ya veo, realmente es usted un artista de las palabras -A Athenea le encantaba bromear cuando sentía que no estaba en una situación de confort- En fin, imagino que lo acabaré encontrando -Se dice a si misma dirigiéndose al conductor-

- El conejo blanco sabe el camino -Sentencia con misterio el fornido conductor con una profunda voz mirando de soslayo a Athenea- Ya hemos llegado señorita. Serán 51,50 dolares. -Se interrumpe a si mismo cogiendo con su mano derecha el dinero en efectivo que Athenea le había dado- Bueno señorita, espero que encuentre lo que busca.

-Puede quedarse con el cambio -Añade con una amplia sonrisa- Espero que tenga un excelente día, y muchas gracias por todo.

Al bajarse del taxi, Athenea levanta con elegancia su mano derecha para acabar de despedirse del conductor, esbozando una sutil pícara sonrisa al que este corresponde. Mira a su alrededor el inmenso complejo que forma parte de la estación.

0099"Estupendo, ahora solo me falta encontrar el local o un conejo blanco" Exhala un profundo respiro de frustración "Creo que tengo más posibilidades con el local" Se dice divertida mirando hacia sus alrededores. Pasan unos 15 minutos, y Athenea no consigue vislumbrar ninguna pista. Lo suyo no es para nada encontrar lugares, aunque si debe admitir que se le da bien investigar otro tipo de asuntos... Pasan 15 minutos más, la desesperación y el frío empiezan a acapararla, si no lo encuentra no tardará en dar media vuelta para volver en otra ocasión con algo más de información. Justo en el momento en el que se iba a dar por vencida, percibe un conejo pequeño conejo blanco que deambula entre la apacible multitud, que parece ignorar su presencia. El conejo, lleva un reloj encima mirando con desesperación hacia los lados dando enérgicos saltitos. "Ahí está el conejo blanco" Athenea no puede evitar dar una leve carcajada ante la cómica situación, al instante, emprende el paso hacia el conejo blanco que parece ignorar su presencia. Ambos caminan hacia la misma dirección hasta llegar hacia un enorme portal negro con un cartel en el que hay escrito "emergencia". El pequeño conejo da un alto salto y con una tarjeta que saca de su bolsillo del smoking negro que lleva puesto, abre la puerta sin mirar hacia detrás. "De perdidos al río..., siempre puedo decir que me he perdido" Deja pasar al conejo, para seguidamente bloquear la puerta y adentrarse en un oscuro y largo pasillo. Pierde de vista al conejo, pero no se preocupa, Athenea siempre tiene un plan, un plan cutre, pero aun así un plan. Decide seguir caminando, para tratar de acercarse a las voces que escucha a lo lejos. Se podría decir que sin sus gafas Athenea apenas percibe nada, de echo no sabe ni como ha podido ver ese conejo blanco. Ahora bien, su falta de visión la compensa con su excelente audición. Lentamente y con cautela se acerca a esas voces, pegándose a la pared para tratar de disimular lo máximo posible hasta encontrar el momento apropiado para intervenir. Parece que un varón y una fémina, discuten sobre el tipo de bebida que deberían promocionar. Tampoco está muy seguro de ello, y la verdad es que poco le importa, pero espera que las aguas se calmen para poder intervenir.

 
 
 

Athenea tragaba sutilmente saliva ante la pregunta de la alta y esbelta trabajadora.

-¿Qué hago aquí? –Rápidamente trataba de buscar una respuesta que pareciera sensata ante la evidente dura expresión de sus contrarios- Mmm, pues la verdad, si os lo contara no os lo creeríais –Admitía la joven terapeuta con un tímido susurro mirando de soslayo con su parda mirada a los dos empleados-

Un momento de silencio acaparaba el pasillo donde se encontraban los tres sujetos. Athenea era consciente de que si no seguía con algún tipo de aclaración las consecuencias podían resultar nefastas.

- En realidad –Athenea fijaba su mirada con la de la esbelta trabajadora pues parecía ser la que había que convencer para poder salir ilesa de este mal entendido- Estaba buscando la Quiet Room –Hacía de nuevo una imperceptible pausa, dando un paso hacia atrás para acomodar su espalda en la pared, tratando de encontrar las palabras que podrían ajustarse para esta incómoda situación- Pero al no encontrar la entrada principal he tenido la desfachatez de entrar por el acceso que en ese momento me parecía ser más cómodo. Os pido disculpas por las molestias que os haya podido causar.

Ni la propia Athenea podía creer las palabras que sus labios habían emitido, la situación en la que se había embutido era tan surrealista que ahora tan solo deseaba que todo aquello pasara para tratar de olvidar lo ocurrido.

- Si me disculpan -Daba un rápido vistazo a los dos sujetos con una tímida sonrisa- lo mejor será que encuentre la salida cuanto antes -Se reincorporaba para empezar a caminar con un grácil y delicado movimiento dirigiéndose hacia lo que ella pensaba que era la salida-

 
 
 

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