Un té helado, por favor(Chloe,Alexander)

18 de junio de 2018

Al fin habían acabado esas estúpidas reuniones y podía relajarse en una terraza de una bonita cafetería. Se notaba que estaba situada en un buen barrio de la zona, solo con decir que había una lujosa joyería delante ya lo decía todo. El camarero con educación se acercó a la blanquecida dama que llevaba un largo pero ligero abrigo, quitando cualquier sensación de calor. Lo llevaba únicamente para ocultar su característico body. A veces pensaba que tendría que empezar a vestir más de incognito y dejar las mallas a casa, pero nunca sabía cuando necesitaba luchar y ese traje era ideal.


Volviendo al tema del camarero, Louise pidió un té helado, algo muy normal en estas fechas. Con una fina reverencia le camarero se fue con el pedido dejando a la alvina admirar las hermosas vistas de la joyería, al cabo de unos minutos volvió con la comanda y se volvió a ir atender a otra mesa que acababa de ser ocupada. La mujer se sirvió el té y lo saboreo con suma calma, pensando que estas últimas semanas habían sido lo mar de tranquilas desde que se encontró con Penguin y su mano derecha, el cual ahora era su chofer y le acababa de dar día libre, aunque luego tendría que pasar a buscarla. Sonrió al saber que gozaba de comodidades pero tan pronto vino la sonrisa se fue. Empezaba a estar cansada de tanta paz, aunque después de omega todos estaban algo alterados. Frost necesitaba volver a las viejas costumbres para no oxidarse.

Mientras bebía su te observaba las mesuras de seguridad de la joyería: las cámaras serian muy fácil de desconectar, y buen bloque de hielo y listos… aunque ¿desde cuándo le importaba ser grabada? El problema sería el interior ya que desde donde estaba no podía ver gran cosa. El va y ven de gente que entraba y saliva dejaba entrever un guardia, como siempre fáciles de noquear. Una vez terminado el té pidió la cuenta para pagar he irse hacia su objetivo.


Entro tranquilamente saludando al dependiente que atendía a una pareja de ancianos, que tardaron en contestar, no sabía si era que sospechaban ya de ella o les sorprendía que alguien tuviera educación. Estuvo un buen rato mirando que joyas podía robar, seleccionando las más valiosas y fáciles de vender en el mercado negro. Localizo unas pulseras varoniles que fácilmente podría ser regalos para sus dos socios, no era normal en ella regalar cosas pero no era mala idea tener un pequeño detalle por todo lo que habían hecho por ella. Finalmente la tienda se quedó casi vacía el dependiente de una cierta edad se acercó a Frost para ayudarla, ella amablemente selecciono las joyas que quería llevarse. A la hora de pagar saco la cartera pero cuando fue hacer el gesto de sacar la tarjeta de crédito congelo al guardia completamente y cogió la bonita bolsa con las joyas bien empaquetadas.

Que tengas un buen día señor.

Sin más se dispuso a irse de ahí, no podía perder tiempo si quería que este atraco fuera todo un éxito. Una de las cosas que aprendió en sus múltiples atracos es nunca subestimar un robo, nunca se sabe cuándo vendrá un flash a estropeártelo todo.

Paseaba tranquilamente mientras mantenía apoyada con suavidad la mano en los cristales de la vitrina, sentía el frío en la yema de los dedos y mis ojos escudrillaban el contenido de aquellos expositores con un solo objetivo: Encontrar el anillo de pedida perfecto. Sin embargo, mi mente no estaba dispuesta a colaborar, bullía con mil preguntas, enumeraba las tareas pendientes y se quejaba de cansancio, las alarmas de cafeína se activaron en cuanto alcé la vista y vi aquella cafetería: Siguiente parada definida.

Céntrate Huesos, por el amor de Dios. Sí es que son todos iguales. A ver si nos hacemos la manicura, mona, que esas zarpas no las lleva ni un velociraptor. Puta luz, tengo las corneas fritas. Tengo pis. Eeeh Macarena, ¡Aaay!

Me froté los ojos y pensé en Victoria, su novio me había pedido ayuda para encontrar un anillo, estaba decidido a pedirle la mano en su próximo viaje, pero no encontraba ninguno y se estaba empezando a desesperar. Lo cierto es que él no me acababa de convencer pero no era nadie para poner en tela de juicio los sentimientos de mis amigas, si ella era feliz, con eso era más que sufiente.

El dependiente me miró, había rechazado su ayuda cuando me la ofreció y creía que había llegado el momento de entrar en acción pero estaba atendiendo a una mujer con el pelo azul, así que esperé pacientemente a que terminará, mientras miraba coqueta mi reflejo. El

conjunto:

que había elegido para aprovechar el día me hacía sentir rara, siempre iba más elegante a la oficina, con colores neutros y tacones altos, ya casi había olvidado lo cómodos que resultaban unos vaqueros combinados con unas deportivas de lo más sencillas.

La exclamación me sacó de mi embelesamiento, el dependiente solo conseguía señalar atónito al guardia que parecía un frigopie, la chica a la que estaba atendiendo acababa de congelarlo y con una naturalidad pasmosa se dirigió a la puerta cargando su botín. Acaba de presenciar un robo de lo más tranquilo, si hubiese estado en lo que debía probablemente ni me habría dado cuenta. El pobre hombre me miró con ojos suplicantes y no me pude negar...

- ¡Eh! La happy hour es en el garito de al lado - Por qué, ¿Para qué andarse con sutilezas? La adrenalina ya comenzaba a fluir pero preferí mantener las distacias o probablemente acabaría siendo tan útil como el guardia, en el mejor de los casos. El dependiente se agachó, supuse que buscaba el botón del pánico para que avisara a la policía pero no sabía si el nerviosismo le jugaría una mala pasada o si lo único en que pensaba era en salvar su propio trasero.

Esta mañana se suponía que sería mi día de descanso, que podría concentrarme en entrenar y recorrer cada recoveco de la ciudad para poder familiarizarme mejor pero en lugar de eso estaba buscando una tienda. Un compañero de trabajo con quien había me llevaba bien me había pedido un favor y había terminado por aceptar. No es que fuera a hacer nada significativo o que tuviera planes, además de que estaba cumpliendo uno de los objetivos ya que al parecer la dirección a la que me dirigía estaba en una parte que conocía poco y que exploraría una vez llegado.

Termine en un barrio elegante, donde había varias boutiques caras, mujeres con abrigos finos, hombres de traje y por supuesto el lugar al que me dirigía: una joyería donde estaba el collar que me había pedido que fuera a retirar. Según lo que me había dicho Joe, el amigo que me enviaba a buscarlo, dentro de poco sería el aniversario de su casamiento y quería darle algo especial a su mujer pero no quería que ella lo supiera hasta ese momento, razón por la cual yo debía retirar el regalo y conservarlo para que él pudiera entregárselo en persona después de haber sus planes para esa velada. Me había explicado que me lo pedía a mí porque las esposas de sus demás amigos eran amigas de la suya y eso echaría a perder la sorpresa, lo que aún no me bastaba como un argumento convincente tal vez debido a que me costaba confiar en la gente.  “Como si un pobre asalariado que gasto mucho de sus ahorros en una pieza de joyería solo para darle un poco de felicidad a su pareja pudiera ser una trampa” era lo que me repetía a mí mismo continuamente para tratar de seguir el comportamiento de un civil promedio y no dedicarme a investigar a las personas que trabajaban conmigo… otra vez. Había que admitirlo, confiaba quizás en un par de personas desde que había llegado a este mundo, razón por las cuales tenía muy pocas “amistades” y el resto del mundo podían ser enemigos al acecho hasta que se demostrara lo contrario.

Entre en la cafetería de enfrente y le pregunte a uno de los camareros si la dirección que tenía era la correcta solo para estar seguro antes de dirigirme a mi destino. Era una tarea simple, entrar, presentarme como la persona que iba a retirar la gargantilla y mantenerla guardada hasta que su dueño la necesitara. Lo que vi ni bien ingrese en el lugar casi me hace soltar una sonrisa, un guardia completamente congelado, no había nadie en el mostrador a excepción de una chica que parecía una clienta y una mujer con un abrigo que intentaba querer salir del lugar como si nada hubiera pasado. Termine de pasar por la puerta, cerrándola detrás de mí para evitar que cualquiera saliera. Algo estaba pasando en ese lugar y no dejaría a ninguna de las personas del interior salir hasta que se resolviera.

-¿Qué es lo que sucede aquí?-. Fue todo lo que dije mientras miraba a los presentes sujetando todavía el picaporte con la mano.

Todo estaba saliendo perfecto según sus planes, rápido y silencioso. La otra clienta no opuso resistencia hasta que hablo. Ese tono casi sarcástico demostraba que no era la primera vez que vivía un robo o tenía un as bajo la manga. Frost se volteo lentamente para ver a la mujer observando que le sonaba de algo pero no sabía de que, eso le puso en alerta ¿y si era una heroína de esas? Pero parecía perpleja o lenta de reflejos, podía haberla contraatacado rápidamente con sus poderes… a no ser que no tuviera.

Gracias por informarme, pero creo que ya he comprado suficiente por hoy.

Y con una juguetona sonrisa se dispuso a ir de la tienda pero un hombre le freno el paso. Se maldijo interiormente por haber cantado victoria demasiado pronto. No pudo evitar suspirar y llevarse una mano a la frente para acariciarla ante el comentario del recién llegado. ¿Acaso no es evidente lo que ocurre aquí? Podía haberle echado la culpa a la alvina ya que el moreno no tenía ni idea, pero esa no era su forma de actuar. Con delicadeza coloco su fría mano sobre la mano que estaba custodiando el picaporte.

Nunca pensé que el acto de comprar fuera tan alarmante. Si me disculpas he quedado con mi chico y no quiero llegar tarde a nuestra cita.

Lentamente comenzó a congelar el brazo de Alexander. Louise daba por hecho que el hombre seria listo y apartaría su brazo antes de que, no solo su brazo, sino todo su cuerpo se convirtiera en una estatua de hielo. A no ser que su instinto de supervivencia lo tuviera apagado. Mientras congelaba sutilmente el brazo del recadero estaba bien atenta a lo que ocurría a sus espaldas, por si la mujer optara por atacarla.

Cuando aquel chico entró la ladrona se quedó acorralada, pero no pareció importarle mucho, ni tan siquiera retrocedió. Sin embargo, no me extrañó ese tipo de comportamiento, muchos villanos con habilidades se creían en una posición de superioridad para cometer cualquier delito sin ningún miedo a las consecuencias. Hice un gesto con la cabeza al dependiente para que saliese por el otro lado del mostrador, y me señaló uno de los rincones, justo encima de un cartel disuasorio había un aparato blanco, un cañón de niebla. Era un sistema de seguridad muy utilizado en joyerías y bancos, los cadetes también entrenaban con generadores de niebla para acostumbrarlos a agudizar sus sentidos en caso de nula visibilidad y situaciones extremas. Le guiñé un ojo antes de que desapareciera por la trastienda a gatas, entretanto la ladrona trataba de justificarse como una simple compradora, había que ser valiente después del rastro tan obvio que estaba dejando.

- Acaba de robar y congelar al guardia de seguridad, has llegado en un momento muy inoportuno – Dije mientras me acercaba a ellos, inmediatamente vi como el brazo del chico empezaba a congelarse cuando la mujer mantenía su mano sobre la de él, pero no parecía darse cuenta. Miré al guarda más de cerca, si se quedaba en ese estado durante mucho tiempo probablemente moriría, podría romper la capa de hielo sin mucha dificultad pero necesitaría lidocaína intravenosa para recuperarse. Me quedé donde estaba no sabía si aquella mujer podía congelar sin necesidad de contacto, en la MKL había conocido a unos gemelos inuit que generaban el hielo condesando el vapor de agua del ambiente y podían controlarlo como si tuviese vida propia.

- Vamos a ponértelo fácil, deja lo que has cogido y tendrás una oportunidad, sinceramente no me apetece hacerme la heroína hoy – Sabía de sobra que el diálogo no solía funcionar, así que pensé en las consecuencias que tendría para mí si decidía atacarme. Mi capacidad regenerativa era un punto a mi favor pero el dolor no me lo iba a quitar nadie, y yo que pensaba que podía tener un día tranquilo….

Una de las mujeres se me acercó diciendo que solo se encontraba comprando mientras se apresuraba hacia donde me encontraba  para usar la puerta a la calle y apoyo su mano sobre la mía, que aún sujetaba el picaporte, la cual comenzó a congelarse. Me quedé mirando un momento pensando que yo era el producto de ese fenómeno hasta que noté  como el hielo se formaba sobre mi mano izquierda para empezar a ganar terreno sobre mi brazo mientras escuchaba el argumento acusador de la otra chica.

No había que ser demasiado listo para entender lo que pasaba de modo que levanté la vista para mirar a los ojos a la extraña del abrigo mientras el hielo que ya había alcanzado mi hombro continuaba su camino hasta mi cuello y empezaba a tapar parte de mi cara.

-Creo que tendrá que cancelar esa cita-. Dije hablando con normalidad mientras el hielo que cubría la parte izquierda de mi cara se articulaba y acomodaba para acompañar el movimiento de mi boca a la vez que movía el brazo con todo y hielo para poder sujetar más firmemente el picaporte.- Sería una reacción humana normal soltarse cuando sintiera un frío que quema la piel, lástima para usted pero yo nunca he sentido frío-.

La mujer solo se había dedicado a tratar de congelarme sin más,  cubriendo esa parte de mi cuerpo así que todo lo que tenía que hacer era mover el hielo a mi conveniencia para que comenzara  a crecer sobre su propia mano a la vez que la sujetaba por el antebrazo que llevaba las bolsas de la joyería con mi otra mano en un rápido movimiento.

Había emparejado la situación entre la dama y yo sin dificultad, ahora dejaría de tratarme como un peatón indefenso al cual podría apartar del camino fácilmente sino que me vería como una amenaza, lo cual me hacía estar atento para ver qué era lo que haría a continuación mientras esperaba que la chica que estaba junto al mostrador se decidiera a ver si participaría o no para atrapar a la ladrona. Si a pesar de ver que el guardia estaba convertido en estatua de hielo tenía suficiente valor para hacerle frente a una persona con poderes especiales era muy valiente o también tenía alguna carta bajo la manga, sea cual fuere el caso me venía de maravilla porque esto hacía que la mujer de hielo tuviera que mantener su atención dividida en ambos.

Se rio con el intento de dialogo de la mujer, esos discursos nunca funcionaban con ella, a no ser que fuera alguien importante como Waller y la chantajease con una muerte lenta y dolorosa si se oponía a su voluntad.

Me hace gracia que vengas con el discurso del héroe. Si hoy no querías serlo ¿para qué te metes?

Ahora el problema era que aquel hombre no reaccionaba con su hielo y eso le dejaba muy inquieta, nunca se había topado con un enemigo igual. A todos les afectaba de una manera u otra su hielo y encontrarse con un enemigo de esas características le dejaba sin muy pocas opciones de contraatacar. Le soltó la mano al escuchar que no le afectaba, eso indicaba que era un metahumano con poderes helados como ella. Le resultaba extraño encontrarse con alguien que dominara el frio y no fuera un villano como ella, la ciudad ya no era lo que era. Observarlo el panorama planeando una estrategia, era un lugar muy estrecho y difícil de pelear, necesitaba crear una forma de escape. Antes de que ninguno de ellos dos pudiera hacer algo freo un muro de hielo entre ellos para frenar su ataque, congelo el cristal del escaparate para romperlo en mil pedazos y salir por él. Durante el salto que dio para salir de ahí se escondió unas joyas en sus guantes, nunca se sabía cuándo ibas a necesitar dividir tu botín .Rápidamente se puso detrás de un coche y saco el teléfono móvil del bolsillo de la gabardina para llamar a su chofer.

Pingüino emperador, tienes que venir rápidamente a por mí, estoy en la avenida Europa número seis, no tardes, he tenido problemas con las compras.

Esperaba que intuiría que “compras” significara “atraco”. Una vez realizada la llamada que duro segundos porque no dejo que el otro hablara guardo el móvil de nuevo. Se quitó la gabardina y con ella envolvió la bolsa de las joyas dejándola a un lado. Salió detrás del coche con total tranquilidad y con una sonrisa algo cínica. Hoy tenía ganas de matar a alguien y le importaba bien poco si eran culpables o inocentes.

Ignatius disfrutaba de lo que quedaba de su mañana libre antes de ir a recoger a su jefa en el punto acordado. No podía quejarse, la verdad es que ese a verse convertido en un vulgar chófer, no recordaba la última vez que tuvo un rato en el que echarse cómodamente en su sofá y fumarse con calma un cigarrillo, y qué demonios... Había ganado un maravilloso paisaje con el cambio. Sonrió mientras exhalaba humo gris. Esa mujer era terrible, tenía un carácter frío, dominante y agresivo, y estaba cargada de poderes con los que podía matarte si le apetecía.

Joder, era un maldito encanto.

Miró desganado su reloj y apagó la colilla. Se acercaba la hora de partir a por la princesa carámbano. Se levantó y fue hacia un perchero donde había colocado perezosamente los arneses con sus pistoleras y los abrochó pulcramente sobre su camisa. Cuando estaba a punto de ponerse el abrigo, el teléfono sonó. Al responder a su jefa, no imaginó que ésta llamara por problemas, si no para darle una nueva dirección donde recogerla, pero sin duda esto era mucho más entretenido.

- Vaya, vaya... ¿Se te ha roto un tacón al probar tus nuevos zapatitos o has sido una niña mala de verdad y papi ha de ir a salvarte?- Sabía que él era del agrado de Frost. Lo sabía precisamente por que era al único al que aguantaba sus salidas de tono. No se cansaba de comprobarlo.

Os notificamos que el usuario Alexander Dragun ha quedado inactivo. Si necesitáis algo del staff para continuar el tema, por favor, no dudéis en poneros en contacto.

¡Gracias!

Ante la inactividad de este post lo doy por cerrado. Los villanos logran escaparse con el botín.

Muchas gracias por haber participado y hasta pronto.